“Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol” Albert Camus
Título del libro Pasiones de Barrio Nombre del Proyecto Clubes Barriales de Fútbol: Valor Patrimonial de una Práctica Asociativa Folio del Proyecto 417153 Fondart Regional Línea Patrimonio Cultural Investigación Responsable / Autor Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena Fotografía Víctor Anacona Ortiz Diseño y Diagramación Susana Opazo Campos Clubes Participantes Club Deportivo Defensor Berna de San Joaquín Club Deportivo Social y Cultural Sabino Aguad Kunkar de Conchalí Club Deportivo y Social Correa Montt de Lo Espejo 2018 - https://www.facebook.com/pasionesdebarrio/
Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena
Introducción
DEL FÚTBOL BARRIAL COMO SUJETO PATRIMONIAL
“Pasiones de Barrio” es el resultado del proceso desarrollado mediante la investigación: Clubes Barriales de Fútbol: Valor patrimonial de una práctica asociativa, que se realizó durante el año 2017 en la ciudad de Santiago, iniciativa financiada por el Consejo de La Cultura y la Artes, inscrito en la línea de Fondart Regional, en la línea de Patrimonio Cultural en su modalidad de investigación. El objetivo principal del proyecto fue analizar las prácticas, significaciones y espacios de socialización desarrollados en los clubes barriales de fútbol a modo de valorizar su carácter de patrimonio cultural inmaterial para sus comunidades. Para esto se desarrolló un trabajo investigativo bajo la metodología de estudio de casos, el cual abarcó a tres clubes diferentes, en distintas comunas de la capital. El Club Deportivo y Social Sabino Aguad Kunkar de Conchalí, el Club Deportivo Defensor Berna en San Joaquín, y el Club Deportivo y Social Correa Montt asentado en Lo Espejo.
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Hablar sobre patrimonio es hablar sobre una abstracción, un concepto. Ni los objetos materiales ni las manifestaciones culturales revisten característica alguna intrínseca que pueda asegurarles la denominación patrimonial, sino más bien son ciertos consensos generados en determinadas épocas históricas quienes otorgan la prioridad de denominar algún objeto o manifestación cultural como patrimonial. Es bueno que el territorio conceptual se mantenga en discusión y en flujo, así pueda ofrecer utilidad tanto a los cultores como a quienes desean utilizar al concepto patrimonio como herramienta educacional.
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Proponer, por tanto, que la práctica organizada, barrial y amateur del fútbol debe ser denominado como patrimonio cultural obliga al despliegue de una interrelación entre una postura conceptual clara y casos particulares, específicos. La inclusión del componente “intangible” en la discusión al respecto de las características del “patrimonio cultural” es relativamente reciente y, por lo mismo, abierto a interpretaciones. UNESCO, desde donde emerge la definición monolítica actual, propone: “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia,
infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”. Esta definición es tautológica, Sostiene que será patrimonio aquello que las comunidades definan como parte integrante de su patrimonio. En lo que sí existe consenso, sin embargo, es que el patrimonio se define según este puede recrearse a través de las generaciones y la generación de identidad y continuidad, definiéndose el concepto más por su consecuencia en la producción de espacios. Deben considerarse otros aspectos relevantes. ICOMOS, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, sostiene que el valor intangible del patrimonio corresponde a aquel que emana de los factores no racionales de la naturaleza humana: emociones, evocaciones, sensibilidades. Tales definiciones, hegemónicas para la articulación de políticas públicas, son algo incompletas al no darle un rol más vivo, un potencial de fluidez y herramienta práctica. La iniciativa Tesoros Humanos Vivos del Consejo de la Cultura de Chile, mientras tanto, busca conferir a personas y comunidades cultoras de tradiciones y prácticas del patrimonio cuyo aporte es de gran significación para la valorización de identidades. Esta iniciativa ha reconocido una serie de cultores y comunidades por sus actividades, principalmente, en riesgo de caer al olvido, lamentablemente, a causa de la acelerada e incesante modernización y modificación de las prácticas, por ende también de las características que adquiere la producción de espacios comunitarios. Nuevamente, sin embargo, poner el acento
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en patrimonio inmaterial como aquello necesariamente en riesgo es no visualizar de buena manera la potencialidad de otorgarle tal definición a ciertas prácticas.
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Para efectos de los resultados de la investigación se definirá patrimonio cultural inmaterial (PCI) como, primero que nada, un concepto relacional, es decir: hace referencia a los usos, representaciones, expresiones, conocimientos, técnicas, instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que son considerados nodales para la interacción cotidiana por un grupo particular, en un contexto particular. Lo patrimonial refiere a aquello que sirve como referencia desde el pasado para la producción de espacio hacia el futuro, lo patrimonial, entonces, fija las concepciones de tiempo y espacio con que una comunidad local desarrollará la producción espacial. Esta definición da cuenta de las consecuencias esperadas de designar una manifestación como patrimonio cultural para alguna comunidad particular, significa que en ésta manifestación hay ciertos patrones de comportamiento que benefician la producción de espacios comunitarios saludables para quienes los componen, rescatando el aporte que hace ICOMOS sobre el patrimonio intangible aseverando que allí se juegan consecuencias emocionales y sensibilidades. Lazo (2006) está de acuerdo: “en la medida que el individuo y su grupo tienen una noción del tiempo, de la historia, de su espacio y de sus realidades van adquiriendo conciencia de la importancia de preservar ciertos símbolos, elementos culturales, bienes materiales, ideas, experiencias que no son más que una prueba evidente de su vínculo con el pasado generando seguridad, continuidad temporal e identificación”.
Los clubes barriales construyen objetos y espacios culturales donde se recrean constantemente prácticas y expresiones, los que son traspasados generacionalmente en las comunidades territoriales, el cual contribuye al sentimiento de identidad. El denominarlos portadores de PCI da a entender, entonces, también sobre un potencial que acarrean. La salvaguardia y protección de este patrimonio es una discusión conceptual posterior, refiere a la importancia cuantitativa y cualitativa que se le puede apuntar a este conjunto que significa el PCI. Cuantitativa, en cuanto a que tenderá a ser protegido aquel patrimonio cuya significación abarca una cantidad elevada de individuos y grupos, por ejemplo los edificios patrimoniales del centro de Santiago en cuanto refieren a la identidad de toda una Ciudad. La dimensión cualitativa, mientras tanto, se presenta un poco más compleja de definir pero en el marco de la presente investigación es determinante; se considerará de valor cualitativo a aquel PCI cuya identidad permita la producción de espacio de horizonte transformador de la cotidianeidad, que ofrezca alternativas colaborativas para desarrollar modos de vida menos vulnerables, modos de vida comunitarios de regeneración constante en el tejido social, por parte de los grupos e individuos a quienes refiere. Promover cierta noción de patrimonio, y, por lo tanto, ciertas prácticas que aplicarían bajo ella, promoverá de inmediato herramientas educativas y de intervención mediante políticas públicas específicas. La presente investigación pretende, así, dar cuenta de porqué los clubes barriales de fútbol deben ser incluidos en tal categorización.
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La presente investigación propone entonces generar un puente entre propuestas que emanan desde los estudios territoriales con la discusión actual sobre el patrimonio, su importancia social y política. David Harvey (2008), así, habla de la conciencia histórica, conciencia influida por la trasmisión generación tras generación del patrimonio cultural, como parte de la conciencia tiempo/ espacio, factor fundamental de la producción de espacio. El capitalismo, a nivel mundial, se ha convertido en la principal fuerza productora de espacio a partir del siglo XIX en adelante, con su comprensión del tiempo/espacio como llenos de valor de cambio y productividad. Propone, luego, un programa de investigación destinado a encontrar alternativas a esta hegemonía en cuanto a la producción del espacio (Harvey, 2000). 12
¿Puede realmente considerarse al fútbol como contenedor de características que le confiere la denominación patrimonial?. Tras un meteórico ascenso a comienzos del siglo 20 el fútbol se ha convertido por mucho en el deporte más popular del mundo. Su práctica profesional es una industria de miles de millones de dólares al año, con la FIFA consagrada como una de las organizaciones transnacionales más influyentes en el orbe. Tal práctica toma más los ribetes de industria transnacional que de manifestación cultural patrimonial. Sin embargo es evidente que tal capacidad de influenciar la producción de espacio, aún si con técnicas tradicionales del capital, emana precisamente de la facilidad impresionante con que las significaciones presentes en el fútbol se transmiten. Lo que pareciera suceder es que el potencial de producción de
espacio existente en la práctica del fútbol es un territorio dominado sin gran oposición por el capitalismo internacional, lo que hace recordar las palabras mencionadas por Harvey. Es precisamente por ello, sin embargo, que se hace tan importante introducirse en el campo de discusión sobre patrimonio para dinamizarlo y permitirle que abarque también prácticas del tipo que en esta investigación se proponen. Los clubes barriales de fútbol representan una modalidad completamente distinta de comprender la práctica del deporte, proponen una alternativa en cuanto a formas de producción de espacio, alternativa que debe ser puesta en valor y utilizada como herramienta educacional. Tras analizar las particularidades inscritas en cada una de las tres instituciones incluidas en este libro, sus historias y grupos sociales, se ha procedido a levantar un diagnóstico general que permite dar cuenta sobre las características del patrimonio cultural que refiere a los clubes barriales de fútbol. De esta forma se consiguió dar con ciertas prácticas, espacios y significaciones que logran encarnar y ejemplificar aquellos cruces entre el patrimonio y los clubes de barrio. En este sentido, la primera gran conclusión a la cual se llegó es que los clubes deportivos barriales tienen diferentes formas de encarnar el patrimonio, algunas más ligadas a las definiciones clásicas de este, y otras asociadas a la reciente inclusión del componente “intangible” al concepto del patrimonio cultural, lo que nuevamente da cuenta de la complejidad del concepto y de su fluidez.
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A pesar de las diferentes formas en que se manifiesta el patrimonio en cada uno de estos clubes, y probablemente en cualquier club, el formar parte de un club barrial de fútbol da cuenta de un lenguaje compartido que puede facilitar la comprensión entre personas que están atravesadas por circunstancias históricas y geográficas diferentes. Los códigos y significaciones básicos son comunes y hacen referencia a la transmisión de valores fundamentales: cooperación, comunitariedad, esfuerzo, sano disfrute del ocio. Los clubes barriales son reflejo fiel de sus territorios, además, están inscritos en las luchas territoriales que se desencadenan allí e inciden desde las herramientas pedagógicos que en ellos se anida como potencial. 14
De esta manera, en el Club Sabino Aguad Kunkar, de Conchalí, el patrimonio del club se moviliza hacia la creación de una escuela de fútbol orientada a nutrir de niños y niñas sus series menores, asegurando la continuidad de la importancia que el Club ha significado para su barrio desde 1968, cuando éste se urbaniza. Tras etapas de auge y caída, en el Sabino Aguad se toma la decisión de potenciar la escuela de fútbol, postulando a fondos concursables para su equipamiento y decidiendo que no solo engrosar las filas del club sería su objetivo; también el luchar contra las dinámicas de consumo de drogas y violencia arraigadas entre la juventud del Barrio sería para ellos devolverle a éste la mano por cobijarlos. Solo formando personas íntegras serían los espacios del Club y Barrio sustentablemente saludables mirando hacia futuro.
Continuando la ejemplificación, en el Club Correa Montt, de Lo Espejo, el club se enraíza en el Barrio hace 70 años, viendo pasar todas las épocas históricas por las calles de éste. Actualmente, representan la institución más añeja y, a la vez, vigente del territorio, luchando contra la tendencia al parecer inescapable allí existente: de sector residencial se está transformando en sector industrial y de servicios. El Correa Montt sufre las consecuencias de esto, dificultándosele arraigar entre los y las jóvenes del barrio las herramientas pedagógicas que podría desprenderse de su relevancia como patrimonio de su comunidad, comunidad que continúa organizándose en torno al Club, sin embargo, luchando por conservar su infraestructura y dinámicas intactas, ya que luchar por re-valorizar el Correa Montt es luchar por mantener también la historia del Barrio aún viva. Por último, en el Defensor Berna, de San Joaquín, el club es también inseparable de las dinámicas y códigos inscritos en la Población El Pinar, populoso sector de raigambre obrera donde los clubes surgieron a raudales en la década del ‘60, Durante todos los fines de semana santos, desde esta década en adelante, surgió una celebración, el Campeonato de Semana Santa, que le arrebató completamente al rito religioso su relevancia y definió que para El Pinar, La Legua y poblaciones aledañas esta festividad sería sinónimo de fútbol. El Berna, particularmente, definió desde ese entonces que el patrimonio que ellos representan es el de un Club de amigos, donde no se le pagaría a estrellas por jugar, si no siempre serían ellos los que defenderán la camiseta, porque ganar con gente de la casa siempre sería mucho más valioso que contratando jugadores semi-profesionales.
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A manera de acompañar los ejemplos recién mencionados es importante mencionar las investigaciones nacionales que han servido como referencia, patrimonio si se quiere, en el estudio sobre los clubes barriales como patrimonio para sus comunidades. En Chile gozan de gran relevancia aquellos que se inclinan más hacia la valoración de trabajos que justamente dan cuenta de cómo los clubes barriales son factores culturales y políticos esenciales en la producción de espacio territorial. Bernardo Guerrero, así, sostiene que en los barrios chilenos las definiciones identitarias y de pertenencia parten desde los clubes (Guerrero, 2015). Ello da pautas para comprender este potencial de los Clubes como PCI; la de representar una comprensión alternativa del tiempo/espacio, según ya se ha ido comprobando en los acercamientos a los Clubes incluidos en la investigación. Se ha propuesto la noción de que los clubes deportivos barriales en Chile son representantes de un Patrimonio Cultural Inmaterial poco reconocido y también poco valorado en cuanto a su importancia histórica y potencial en cuanto a la producción de espacios comunitarios autogestionados. Son escasos tales estudios, sin embargo, y en cada caso hacen referencia a la necesidad de generar mayores y mejores acercamientos académicos debido a la relevancia histórica, cuantitativa y cualitativa, de esta forma de organización social. Bernardo Guerrero sostiene, por ejemplo, que el tema está poco tratado por la academia debido a una intrusión débil del mundo popular en ésta (Guerrero, 2008). Esta
característica, la raigambre popular de la práctica asociativa en torno a clubes deportivos amateur, es precisamente lo que se menciona fundamental de valorizar ya que se presenta su capacidad de significar estrategias de resiliencia frente a las carencias e irregularidades que gobiernan la cotidianeidad en los asentamientos urbanos irregulares donde surgen estos Clubes (Guerrero, 2015; Santa Cruz, 1996, Gonzalez et al., 2014) y en donde continúan existiendo y representando una alternativa de solidaridad y cooperación frente a las situaciones que lo exijan. Se sostiene, también, que los clubes barriales representan un patrimonio cultural inmaterial fundamental que valorar ya que representan el cimiento en que se solidifica la actual época gloriosa del fútbol nacional (Soto et al., 2016). Esta pincelada en cuanto a antecedentes deja en evidencia, sin embargo, la relevancia tanto teórica como práctica que reviste la presente investigación. Los Clubes Barriales de Fútbol son componente fundamental, tanto cuantitativa como cualitativamente, en la historia social santiaguina, a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante. A pesar de ello, la temática está poco estudiada y se hace menester, por lo tanto, contribuir al conocimiento respecto a tal práctica, su riqueza en cuanto a historia social y su potencial como patrimonio cultural, entendiendo este concepto como uno de agencia dinámica. Continuando esta idea, el Patrimonio Cultural Inmaterial que significan los clubes amateurs de fútbol para las comunidades en las cuales se insertan, en este caso,
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refiere a organizaciones comunitarias dinámicas que continúan produciendo espacios asociativos desde hace más de 60 años. Desde estos espacios asociativos el patrimonio también ha logrado materializarse bajo diferentes expresiones, y con diferentes sentidos.
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En los marcos legales nacionales actuales no existe sitio donde ubicar la importancia de estas organizaciones. Debido a ello la presente investigación se propone también como la primera etapa en la consecución del objetivo de valorizar la práctica de los Clubes Amateur de Fútbol como patrimonio cultural inmaterial, lo que se correspondería luego con una mayor incidencia en políticas públicas. Es importante recalcar que la presente investigación se considera como una primera etapa indagatoria, pensada desde un proyecto mayor, cuyo objetivo principal es lograr conseguir reconocimiento legal en registro de prácticas consideradas Patrimonio Cultural Inmaterial, lo cual daría pie también para mejoras en la cotidianeidad de los clubes barriales. Para esto se continuará trabajando con los clubes investigados en este proyecto, así como también se pretende expandir la iniciativa a otros clubes, en diferentes comunas y también en regiones. Las siguientes páginas son el recuento de aquellas manifestaciones del patrimonio cultural en los clubes barriales. Cada una de ellas guarda sus propias particularidades, enraizadas a sus historias, sus contextos, sus barrios y se han expresado en murales, obras de teatros, poemas, plazas, sedes, objetos, o memorias orales. Diferentes formas que tiene cada club de expresar su valor patrimonial.
Referencias bibliográficas González, Roberto et al. (2014), Relatos, himnos y camisetas: Clubes deportivos y vida barrial en Quinta Normal, Chile. Ed.Victorino Lainez. Santiago. Guerrero, Bernardo (2008), Fútbol y nacionalismo en el norte grande de Chile. En Herrera, R. y Varas, J. (Compiladores). Fútbol, cultura y sociedad. (95-109). UAHC. Santiago. Harvey, David (2000), Spaces of Hope. University of California Press. Los Angeles. Lazo, Alejandra (2006), Patrimonio e Identidad Cultural: El Barrio La Estación de Cartagena. Tesis para optar al grado de Antropóloga Social, Universidad de Chile.Santa Cruz, Eduardo (1996), Origen y futuro de una pasión (Fútbol, cultura y modernidad). LOM Editores. Soto, Rodrigo y Bravo, Diego (2016), Nuestro patrimonio material e inmaterial: Las hazañas que deben ser reconocidas del fútbol chileno. CESDE. http://futbolasociado.cl/nuestro-patrimonio-material-e-inmaterial-las-hazanas-que-deben-ser-reconocidas-en-el-futbol-chileno/
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Club Deportivo Defensor Berna
El Pinar, San JoaquĂn
Capítulo I
POBLACIÓN EMERGENCIA VICENTE NAVARRETE, LA CUNA DEL BERNA. Berna es una hermosa ciudad europea, capital de Suiza, uno de los países más ricos de aquel continente. Sus calles están llenas de edificios históricos adornados por coloridos jardines, pintorescos puentes colgantes atraviesan el río Aar que divide la ciudad, conformando paisajes que verdaderamente parecen sacados de un cuento de hadas. Irónico contraste con los orígenes de un club humilde que lleva su nombre como estandarte, el Defensor Berna. Alejado de aquella realidad, el Berna nació entre pasajes de tierra, y techos de zinc, en la población Emergencia Vicente Navarrete, uno de los sectores más pobres del Santiago de mitad de siglo XX. Hablamos de aquella pobreza que nada tiene que ver con la de hoy, de niños a pata pelada en las calles, de hambruna y enfermedades. Es que para estos años Santiago sufría el aumento demográfico más grande de su historia. Miles y miles de familias abandonan los campos del sur, o las salitre-
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ras del norte, para instalarse en la capital atraídos por un mejor futuro. La oferta de viviendas de la ciudad no daba abasto para las masas que llegaban con lo puesto buscando un techo. Es por eso, que a partir de la década del 40’, comienzan las ocupaciones espontáneas de terrenos eriazos en diferentes sectores de Santiago, lo que dio origen a las conocidas poblaciones “callampas”. Estas por lo general, tenían un origen familiar y constituían para sus habitantes soluciones temporales mientras buscaban algún asentamiento definitivo.
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Entre los diferentes lugares que fueron ocupados por estas poblaciones, el sector del Zanjón de la Aguada fue el que albergó a la mayor cantidad de habitantes. Se estima que para la década del 50’ unas 79.000 personas vivían en este sector, en el cual se habían levantado varias poblaciones. Una de ellas era la conocida “Navarrete”, una población complicada, compuesta por al menos 80 casas, de las cuales solo 20 de ellas tenían baño y cocina. Las otras 60 viviendas no contaban con alcantarillado, pero sí tenían un baño común por pasaje. El agua había que ir a buscarla caminando a un pilón cercano. Lo mismo ocurría con las cocinas. Existían fogones comunes al interior de la población, en donde las familias podían cocinar sus alimentos.
Era un barrio de choros, pero de esos choros antiguos, que no robaban en la población. De aquellos que se jactaban de robarle a los ricos, para luego llegar con el botín a la población, donde lo vendían a precios ridículos o incluso lo regalaban. Algunos veranos, esperaban cautivos a que pasaran los camiones cargados con sandias. A la señal, eran detenidos por una masa de gente, los indicados trepaban a los camiones y desde arriba comenzaban a lanzar las sandías que al golpear el suelo se partían en pedazos. Los niños corrían y recogían felices alguno que otro trozo, y lo disfrutaban como si fuese el más exquisito manjar. Había mucha pobreza, y el panorama siempre estaba cuesta arriba, pero a pesar de todo se vivía con mucha alegría. Se podía ver a los niños jugando en el barro, o corriendo detrás de una pelota de trapo. Uno de aquellos pasajes al interior de la población llevaba el nombre que ahora hace famoso el Club, Berna. En sus casas vivían la familia Vera, la familia Leiva y la Familia Vega, entre otras. Si bien en la población faltaba de todo, lo que no faltaba eran las ganas de jugar a la pelotita. Numerosos clubes nacieron en el sector del Zanjón de la Aguada, reafirmando al fútbol como el deporte popular. Fue un 19 de enero de 1950 en que las familias del pasaje Berna, deciden fundar un club, y para nunca olvidar los humildes orígenes de donde nació, lo bautizaron como Club Deportivo y Social Defensor Berna.
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Previo a ello ya había existido un Club que puede considerarse el progenitor del Berna, el Patagonia Berna, que también disputaba fieros duelos contra los equipos del Zanjón de la Aguada. El Patagonia Berna entró a un periodo de poca participación y fue la nueva generación, de los Vega, los Vera, los Ascui, quienes refundaron el Club en 1950 y es esta historia la que aún se conmemora, la que ha sido considerada el primer paso de la gloria posterior.
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Ninguno de los fundadores sabía con certeza dónde quedaba la ciudad Berna, pero sí sabían que era una ciudad que quedaba en Suiza o Suecia. Una de las dos era. Da la coincidencia, que en el año 50’, se disputó el mundial de Brasil, en el cual la selección sueca gozaba de su mejor seleccionado en la historia, obteniendo el tercer lugar de aquel campeonato. Antes de ir a tierras cariocas a competir en el mundial, la selección sueca paso por Chile, y jugó un par de amistosos, el cual dejó atónitos a los espectadores por su buen fútbol. Se comenta que algunos de los fundadores asistieron a estos partidos, e impresionados por su buen fútbol, decidieron utilizar el amarillo como el color de sus camisetas. Así nació el Defensor Berna en 1950, de camisa amarilla, y de short y medias negras. Su primer presidente fue Juan Palma y como primer tesorero quedo Ernesto Navarro. Comenzó midiéndose con grandes clubes del sector, como el Unión Lira, el Rangers, el Estrella California,
el Diablito Sporting Junior, o el Racing. El fútbol era la pasión de la gente, clubes y canchas había por toda la zona. Las canchas más conocidas eran las “canchas de lira”, llamadas así por su ubicación justo al frente del teatro Lira, en calle Sierra Bella. También la mítica cancha en la población Chile, que vio jugar a grandes en la historia del fútbol chileno, como Leonel Sánchez, o Jorge Toro. Desde sus orígenes, el club se caracterizó por ser un espacio de encuentro para las familias de la Navarrete. Era un club transversal en el cual participaban grandes y chicos, ya que desde un comienzo tuvo todas las series. Los niños que por esta época entraron al club con 9 o 10 años, fueron las semillas que darían sus frutos años más tarde, entregando al club toda una vida de dedicación. Es que los más chicos se encantaban de la mística que tenía el Berna. Era un club romántico, un club alegre que, pese a no tener los mayores logros deportivos en sus inicios, reunió a mucha gente, aunque no se tratase de fútbol. Los más grandes se juntaban por las noches, en una de las casas de la población. Ahí soñaban juntos el futuro de club, y también cantaban alegremente al calor de un brasero.
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Fue justamente en esas noches de bohemia, que los hermanos Juan Ascui y Yito Ascui, junto con Mario Muñoz, fueron componiendo una melodía que pegaría hondo en la identidad del club. Los hermanos Ascui habían sido fundadores del Club, y también eran conocidos por ser las mentes creativas de los gritos y canciones que entonaba la fanaticada del Berna. Tomando la música de un popular tango que por esos años se escuchaba en las radios nacionales, los hermanos fueron componiendo el himno del Berna. Fue tanto el hit, que hasta el día de hoy en cualquier cancha que juegue el Berna, de seguro su hinchada entonara la canción. Son pocos los clubes que puede jactarse de tener una canción tan profundamente arraigada en su conciencia colectiva. 28
“Yo llegue al Defensor Berna en una noche moderna del año 50 Yo que siempre he luchado y en la mente me ha quedado porqué es tan glorioso Cuando al Berna yo venía en el alma me traía muchas emociones. Pensaba que si vistiera el amarillo que me diera mi más grande orgullo, Aquí en el Berna los muchachos se divierten, los muchachos se divierten, porque son corrientes y nos invitan a jugar. Aquí en el Berna, los muchachos se divierten, los muchachos se divierten mientras que la gente los aplaude más”
El Berna era un club que tenía poco, pero que lograba mucho. El club tenía una caja pequeña, compuesta por las cuotas de los socios. No todos podían pagar siempre, por tanto, por lo general se dependía del aporte de particulares que se encontraban en mejores situaciones económicas. Varios eran los que se metían la mano al bolsillo, para comprar un juego de camisetas para las series menores, o para pagarle a alguno de los cracks de barrio que se traían para reforzar los equipos adultos. Se celebraban anualmente los aniversarios, se realizaban actividades como bailes y bingos, era un club que estaba muy vivo, y que afianzaba mucho a la gente de la población. Así fue dando sus primeros pasos en el amateurismo capitalino, con mucha alegría y humildad. Lamentablemente aquella alegría sería truncada por una tragedia que enlutaría al Club y la población entera. Algunos socios del club se encontraban reunidos en una de aquellas tradicionales noches de bohemia. La mayoría se había retirado, pero aún quedaban tres personas, quienes al calor de un brasero o de las velas, se quedaron dormidos al interior de la casa. Nunca se supo realmente, qué fue lo que originó el incendio, pero las llamas se propagaron rápidamente por el material ligero dando muerte a tres socios del club. Dos integrantes de la familia Vega, y uno de la familia Vera, fallecieron aquella noche.
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El club los homenajeó jugando todos sus partidos posteriores en el campeonato con una cinta negra en el brazo. El dolor para las familias y el club fue tremendo y difícil de superar. Costaba creerlo, pero era cierto. De ahora en adelante el color negro dentro del uniforme del Berna, recordaría eternamente a aquellos que partieron. Comenzaron a aparecer en las tradicionales camisetas amarillas, un cuello negro, o los bordes de las mangas negras, y de a poco el negro fue tomando más protagonismo en los diseños del club.
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Este tipo de incendios era común en la zona del Zanjón de la Aguada. Por su ubicación y su carácter de ocupación ilegal, era difícil que bomberos llegará con rapidez. Las casas eran de material inflamable, y se encontraban unas pegadas a otras. No solo las llamas eran la amenaza, también el agua. Año a año la población luchaba contra las inundaciones causadas por las lluvias invernales que provocaban estragos en sus habitantes. Todos aquellos episodios recordaban a la gente sus deseos de encontrar un lugar y una vivienda digna para vivir. Aquel sueño se concretaría años más tarde y traería grandes desafíos para el club.
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Fotografía del carnet más antiguo del club, perteneciente a un histórico del club, Roberto Seguel.
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Equipo tercera del Berna en las canchas del Pinar, año 1964. De izquierda a derecha. Arriba: Roberto Vera, Ricardo Otárola, Luis Navarro, Héctor Leiva, Ricardo Ramírez, Johnny Martínez. Abajo: Luis Rosales, Hugo Rojas, Eduardo Donoso, José “Jajaja” Vega, Jorge Torres, no identificado.
Capítulo II
EL PINAR: CAMPEÓN DE LOS BARRIOS
El explosivo aumento demográfico en las periferias de Santiago, sumado al nacimiento de las primeras movilizaciones de tomas de terreno, obligaron a los gobiernos a entregar soluciones habitacionales a la población. En esta línea, el año 1953 se crea la Corporación de la Vivienda (CORVI), enfocada principalmente en la construcción de viviendas sociales con el fin de erradicar los sectores tomados. La gran mayoría de las poblaciones que habían nacido en el sector del zanjón de la Aguada, fueron paulatinamente trasladándose a diferentes comunas de la capital. De esta manera nacen durante esta década emblemáticas poblaciones de Santiago. Por lo general, el gobierno se encargaba de reubicar a las poblaciones bien alejadas del centro urbano, como queriendo esconder la pobreza. Muchos de los terrenos a los cuales se llegaba no contaban con los servicios básicos y estaban aislados. Sin embargo, el sueño del traslado era un anhelo general para las comunidades. Por supuesto que la Navarrete no era la excepción. Se había constituido una junta de vecinos que comenzó a
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realizar las gestiones por un traslado. El año 1955 las gestiones tuvieron sus frutos, y el traslado se convirtió en una realidad para la Emergencia Vicente Navarrete. La CORVI ofrecía diferentes opciones de traslado según los precios de la mensualidad que tendrían las casas. Una de ellas era una población conocida como El Pinar ex Carabineros. Esto debido a que inicialmente las casas habían sido construidas para carabineros, pero éstos se habrían negado a ocuparlas por su remota ubicación.
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Por estos años, la población se encontraba alejada del gran Santiago. Había principalmente chacras y potreros. Era un sector que no estaba urbanizado y que no tenía locomoción. Aún no tenía electricidad, pero sí agua potable. Era una población grande, con casas bajas de buena calidad. Por esto último, su costo era uno de los más elevados en comparación a otras alternativas. Todos estaban muy esperanzados con mejorar su calidad de vida. Era un gran salto para familias de mucho esfuerzo que habían llegado con lo puesto, y que por fin tendrían un lugar digno para vivir. Pero a pesar de las buenas noticias, se podían ver algunas caras de preocupación. Es que… ¿Qué pasaría con el Club? El Berna era el alma de la Navarrete, no podía desaparecer, así como si nada. Pasaron noches discutiendo y pensando en el futuro del club. El Berna era gran parte de lo que ahí habían construido y no querían perderlo. La mayoría de las personas en el club, al igual que en la población, habían escogido El Pinar como su destino. Por lo cual, se decidió que éste sería el nuevo hogar del Berna.
El traslado se realizó de manera paulatina, hasta que la Navarrete quedó vacía. La mayoría de las familias se ubicó en un mismo vecindario, entre las calles 7 poniente y 1 poniente de la nueva población El Pinar, desde Comercio hacia el sur, manteniendo así su cercanía y conservando vivo el club pese al cambio de territorio. El Berna seguía en pie, pero ahora las cosas eran diferentes. Varios jugadores se fueron a vivir a la Legua, gracias a su cercanía, siguieron perteneciendo al Club. Pero varios otros se fueron a poblaciones más lejanas como por ejemplo la San Gregorio, en donde el Club Juventud España se quedó con varios buenos jugadores del Berna. El Pinar se transformó rápidamente en una población muy popular, en donde llegó gente de todos lados. El Berna, fue el único club que sobrevivió al cambio de territorio. Sin embargo, clubes nuevos nacían al alero de las recién fundadas vecindades, como el Sparta, el Pinar, el Relámpago, el Carlitos, el Norton Contreras, el 8 Poniente, el Fátima, y varios otros. El fútbol en este sentido se transformó en un elemento primordial para el territorio, que hacía interactuar socialmente a la gente que hasta el momento no se conocía. Prueba de esto es el nacimiento del campeonato de Semana Santa. Espontáneamente todos los clubes del sector se organizaron para competir entre sí aprovechando los días feriados de estas fechas. El campeonato tomó fama rápidamente a nivel metropolitano, y se convirtió en un icono de la capital, que se juega hasta el día de hoy. Es conocida como la “Libertadores de los Barrios”, por el nivel de los refuerzos que muchos de los clubes llevan, que incluyen a una larga lista de
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jugadores profesionales. También famosa competencia por su particular forma de patear los penales, tres por equipo, y los tres pateados por el mismo jugador. Rápidamente el sector se convirtió en un símbolo del folklore en el fútbol aficionado chileno.
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Paralelamente los clubes de La Legua fundaron su propia asociación, y sorpresivamente cercaron las canchas para su uso exclusivo. Los clubes de El Pinar no quedaron nada contentos con aquella decisión, y también comenzaron a organizarse. El año 1958 se funda la Asociación de Fútbol Amateur El Pinar, Raúl Valdés fue su primer presidente. Entonces se corrieron los cercos y comenzó también a disputarse este intenso campeonato. Durante años se disputó en las canchas entre las calles Las Industrias y El Pinar ambos campeonatos, el de La Legua y el de El Pinar. Estos vieron nacer a varios jugadores profesionales, como por ejemplo Mario Soto, José González, o Galdames. Jugar de pequeño en estos campeonatos era una escuela sin comparación. Ambos eran campeonatos bravos, en donde muchas veces la violencia tomaba protagonismo, pero las peleas eran a combos, se respetaba la cancha como un espacio deportivo. El Berna creció mucho con los nuevos vecinos y ya era como una gran familia. Se celebraban los aniversarios en la iglesia San Miguel, en la Gran Avenida. Se organizaban fiestas, beneficios, y se compartía con mucha alegría. Había mucha participación, de grandes y pequeños, el club nunca dejó de tener todas sus series. Llegada la década del 60’, el Berna era un equipo potente y con
mucha proyección. Poco a poco las series eran cada vez más competitivas, el semillero que venía desde la Navarrete pondría años más tarde el nombre del Berna en lo más alto del amateurismo. En la década del 60’ destacan jugadores como Pedro Zúñiga, intrépido arquero, Oscar Manriquez, Juan Duque, Fernando Neira, Juan Gutierrez, Manuel Muñoz, entre muchos otros. Jugadores que verdaderamente deslumbraban en las polvorosas canchas del Pinar. Empezó también a destacar la dirigencia del histórico “Chico” Vera, consiguiendo grandes cosas para fútbol de El Pinar. Junto con sus colegas en la asociación iban mejorando año a año las condiciones del campeonato. Cerraron las canchas con muros de ladrillos, colocaron baños y camarines. Poco a poco comenzaron a florecer las figuras que desde chicos habían estado en el Club. Rodolfo Toro, el “lolo”, era uno de esos niños que andaban a pata pelá en la Navarrete, llegó a la población cuando tenía 10 años, y de inmediato comenzó a jugar por el club. Conoció a los grandes jugadores de la década del 50, sufrió con el incendio, y vivió la emoción del traslado a El Pinar. De chico jugaba al arco, después fue probando con otras posiciones de campo. Adentrada la década del 60’, el lolo ya era uno de los incondicionales al Berna, y comenzó a destacar en su faceta de director técnico y de dirigente. En lo deportivo el Berna comienza a tener temporadas espectaculares, pero aún no habían podido probarse la corona de campeón de la asociación. Esto hasta la década
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del 70’. Donde verdaderamente comienza una época dorada para el club, al mando la dupla técnica entre el Lolo y Mario Soto, y el “Chico Vera” como dirigente. El grupo era amplio y recargado de talento, se transformó en un equipo verdaderamente imparable y que lo ganaría todo.
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Al arco jugaba Benito Calderón, “el Beno”. Para la faceta defensiva estaban: Domingo Ríos “el Mingo”, Francisco Peralta “Pancho”, “el Conejo”, Daniel Orellana, Carlos Maúlen, Daniel Zelada “el Copete”, y Orlando Calderón. Para ir al ataque había para regodearse: Juan Rojas “Chico Juan”, Jorge Valenzuela “Choche”, Eduardo Cáceres, Antonio Cavieres “Chochito”, Juan Carlos Martínez, Miguel Martínez “el Sisí”, Juan Duque “el Tachuela”, Raúl Olivares, Danilo Olivares, Roberto Seguel “Rucio Keko”, Ricardo Naranjo “el Mono”, Humberto Sifuentes “Beto”. Era un equipo de primer nivel que comenzó a hacer historia el año 71’ coronándose campeón de la Asociación El Pinar. Las cosas se pondrían más competitivas aún, pues en el año 72’ se incorporan a la asociación de El Pinar, muchos clubes de La Legua. Esto tras disolverse su asociación principalmente ligado a problemas de violencia. Quedó un campeonato de altísimo nivel. Se integran; el Legua Junior, el Atlanta, el Lusitania, el Atlético Bilbao, el Magallanes, el Norambuena, el Condorito, el Carlos Fau, y el Venecia. Aparte también se integran otros clubes como el Brasilia, el Julio Juárez, el 13 de Marzo, que venían de la Germán Riesco. Además del Santa Fe y el 25 Diciembre, que venían de la población Aníbal Pinto.
Pero a esa generación del Berna nada parecía importarles. El Berna vuelve a consagrarse en el primer lugar los años siguientes 72’, 73’, y llegando a su punto más alto el año 1974. Cómo eran los campeones de la primera en los años anteriores, clasificaron a un campeonato que organizó el diario La Patria (ex diario La Nación), que lo titularon, “el Campeonato de los Barrios”. En esta edición enfrentó a 60 equipos campeones de las ligas de todos los barrios de la capital. El campeonato se disputó en el estadio de La Florida, cuando todavía era una cancha de tierra. El Berna, que mostró un excelente fútbol, fue venciendo uno a uno a sus rivales y llega a la gran final, en donde enfrenta al favorito Cementerio General. Un equipo que estaba lleno de “galletas” y que jugaba muy bien al fútbol. Fue un partido intenso y con hartos goles. Finalizó 3-2 a favor de los de El Pinar, desatando la euforia de la hinchada del Berna. Esa noche habían salido cuatro micros llenos desde la población a La Florida. Lo habían logrado. Habían llegado al punto más alto del fútbol amateur en Santiago, solo quedaba celebrar. Los buses volvían de La Florida hacia El Pinar. Banderas, papel picado, y variados cantos daban alegría a aquella caravana, que esperaban ser recibidos como héroes en la población, pues no solo representaban a su Club, sino a todo El Pinar. Pero al verse en las proximidades del barrio, se encontraron con una ingrata sorpresa. No los estaban esperando sus familiares ni vecinos, sino que los militares.
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Era 1974, solo un año después del golpe militar, y tanto El Pinar como sus alrededores eran poblaciones de obreros, que arrastraban tradiciones de movimientos políticos de izquierda. Eran barrios que estaban en la mira del régimen dictatorial, y bien lo sabían varios de los miembros del club que venían en esas micros gritando y saltando. “¡TODOS ABAJO!” Gritaron los militares que cargaban sus metralletas, como si se tratara de dos buses cargados de guerrilleros. Algunos bajaron calmos y otros saltaron por las ventanas para poder escapar, la incertidumbre era mayor, nadie podía confiar que, si los llevaban detenidos, saldrían en libertad los días siguientes. Entonces comenzó el caos, algunos escapaban por los techos, otros trataban de explicarle a los militares la situación, y a otros sencillamente se los llevaron detenidos sin derecho a reclamar. No hubo celebración como se esperaba, pero afortunadamente, no tuvieron que lamentar la pérdida de nadie, y quedó solo como una anécdota más. Sin embargo, esta anécdota marcaría un antes y un después para el Berna. Un indicio de que las cosas habían cambiado, y que la connotación popular que arrastraba el barrio traería problemas para varios miembros de la comunidad deportiva.
Niños y niñas del club comparten unas bebidas. Año 1971
Equipo tercera del Berna en las canchas del Pinar, aĂąo 1964.
Capítulo III
EL BERNA DE LUTO
En El Pinar la dictadura pegó fuerte. Emplazada en un cordón industrial cuyos trabajadores estaban bastante organizados en la Población El Pinar, y su vecina Población La Legua, sufrieron con represión desde el mismo día 11 de septiembre de 1973 en adelante. El día del golpe, fue uno de los pocos sectores del país en donde se vivió resistencia armada desde las poblaciones, por lo cual, es de imaginarse que de ahí en adelante los militares nunca más le sacaron el ojo de encima. Como regularmente ha ocurrido, el fútbol y la política se mezclaron en más de una ocasión, y no solo el Berna, sino que todos los clubes del sector se vieron inevitablemente afectados por el contexto político del 73’ en adelante. Cualquier tipo de reuniones comenzaron a ser consideradas como sospechosas por el régimen dictatorial. Bien los saben los viejos que fueron dirigentes del fútbol amateur en esta época. El mismo 73’, se realizó una reunión entre los dirigentes ANFA y los dirigentes de la Asociación de El Pinar. La
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junta ocurrió en la sede del club 8 Poniente, y en representación del Berna estaba el Lolo. Al parecer la reunión causó desconfianza en alguno de los tantos “sapos” que merodeaban el sector, y dio el aviso a sus superiores. La reunión ya había terminado cuando los militares cercaron el perímetro aledaño a la sede del “8”. Como ya todos los dirigentes estaban en sus casas, utilizaron el acta de asistencia de esta reunión como una lista de sospechosos. Entonces diferentes unidades se desplegaron por la población buscando a los dirigentes con sus respectivos nombres. Por todos lados buscaban a un tal Rodolfo Toro, pero en la población nadie parecía conocerlo. Insistían en dar con su paradero, pero no hubo caso… nadie sabía dónde vivía. Increíblemente, al Lolo lo salvó que todos en El Pinar lo conocían por su apodo, y nadie por su nombre. Solo por este fortuito hecho, evitó ser detenido aquel día. Lamentablemente no todos corrieron la misma suerte aquella noche. José Valencia, por ejemplo, que estuvo en aquella reunión como dirigente de la Asociación El Pinar, fue detenido aquella noche y estuvo 11 meses preso por haber participado de esta junta. Posteriormente la lista con los nombres de los dirigentes seria enviada al ministerio de defensa. Es que ser dirigente en esta época fue una tarea difícil, no solo por la persecución que se vivía en el barrio, sino también por la pobreza imperante en el Chile de aquellos años. A pesar de todo, los dirigentes
del Berna supieron llevar esta labor con mucha seriedad y constancia, logrando organizar grandes cosas por el club en un periodo complicado. Destacan en este periodo el compromiso y organización de Florín Pozo, quien fue presidente del club por varios años, el histórico Chico Vera y el Loco Ino, tesoreros que no se les escapaba ni un peso. Jorge y Carlos Valenzuela, Víctor Cereceda, Hernán Solís, Dagoberto Moya, Marcos Lara, Alejandro Peña, y Daniel Morales, Tito Seguel y Julio Zúñiga. El primer problema directo fue la fuga de jugadores. El plantel del Berna, al igual que muchos de los otros clubes del sector, se vio directamente afectado por las persecuciones políticas en dictadura. Algunos jugadores tuvieron que irse del país por su seguridad, como son los casos de Pedro Zúñiga, de los mejores arqueros del Berna, y Manuel Delgado “el Manelo”, ambos tuvieron que salir rápidamente al extranjero ya que temían por sus vidas. Varios otros fueron perseguidos. Algunos pasaron a la clandestinidad, imposibilitados de mostrarse en las canchas de la población, otros fueron presos, y otros, corrieron la peor suerte y fueron brutalmente asesinados, como Hugo Rojas, jugador del Berna a quien encontraron muerto por las cercanías de la Población. El fútbol en El Pinar era un espacio comunitario en el cual muchos ojos fijaban su atención, por lo cual se transformó en un lugar de demasiada exposición para quienes eran perseguidos.
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Sin embargo, aquellas fugas del plantel no fueron suficientes para debilitar al club, que justamente vivía sus años dorados en esta década. El recambio estaba ahí mismo, en todas las esquinas de El Pinar. Los más pequeños no tenían de qué esconderse, y su inocencia los mantenía al margen de cualquier conflicto en la población. Durante los 70’, todos los fines de semana decenas de niños aparecían por los pasajes de El Pinar con el objetivo de ganarse el puesto en alguno de los clubes del barrio. El Berna ya tenía su reputación, por lo cual, era de las primeras preferencias entre los más pequeños. Es justamente en esta época que llegan niños y jóvenes que serían claves para la institución en los próximos años. 46
Uno de aquellos importantes personajes era Daniel Morales, o como todos los conocían en el barrio, “el Veneno”. Este, era un joven de apenas 17 años que había conocido al Berna ya trasladado en El Pinar. No era de ninguna de las familias históricas del club que venían de la Navarrete, por lo cual, su temprana motivación y compromiso por el Berna llamó la atención de todos. Sobre todo, ya que a su temprana edad, estaba interesado en participar en los cargos dirigenciales del club, algo sumamente inusual. La directiva del club lo vio con buenos ojos, y decidieron apadrinar al Veneno en el mundo del fútbol amateur. De esta forma, comenzó a participar como delegado del Berna en la Asociación El Pinar. Al principio acom-
pañaba al Manuel Delgado, quien tuvo que recibir más de algún alegato de parte de los dirigentes de otros clubes, principalmente por la edad de Daniel, ya que lo declaraban como no apto para el cargo. Finalmente, la decisión tuvo que someterse a votación en la Asociación, ya que nunca antes se había lidiado con una situación similar. La votación fue favorable a la moción del Berna, y Daniel Morales se transformó en el delegado más joven de la historia del fútbol amateur del Pinar, con solo 17 años. El récord lo conserva hasta el día de hoy. La gente que había depositado su confianza en las manos del joven veneno no se equivocaba, ya que Daniel permaneció durante 21 años como delegado del Berna. Participaba de comisión habida y por haber, aunque fue su papel en la comisión de disciplina la que le hizo ganarse la fama de confrontacional. El veneno manejaba al derecho y al revés las bases del campeonato, por lo cual, ante cualquier irregularidad, aparecía él con reglamento en mano para poner orden. Posteriormente también fue dirigente del club, y hasta el día de hoy, se le puede ver en la sede del club ordenando las camisetas, o en las galerías alentando, a pesar de su delicado estado de salud. La parte deportiva del club fue su principal fuerte en la década del 70’, consiguiendo el histórico campeonato del diario La patria y también varias copas en el torneo de El Pinar. Posteriormente y ya entrando
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a la década del 80’, destacaron los hermanos Germán y Víctor Vilches, Marcelo Alvarado, quien fue portero profesional de Palestino, Sergio Muñoz, Luis Gárate, José Pinto y Miguel Reyes. Todos ellos brillaban en las polvorosas canchas de El Pinar, y no permitieron que la falta de recambio afectará gruesamente al club. Eran jugadores muy habilidosos, y también comprometidos con la comunidad. Precisamente es la parte social del club, la que también se vio fortalecida a la llegada de los 80’s, en donde destacan también varios personajes ligados al club que no eran precisamente buenos jugadores ni dirigentes.
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Uno de ellos, probablemente el más recordado por el club, era Juan Vargas, alias “el Tarzan”. Este, era uno de los tantos jóvenes de barrio que había crecido en la calle al margen de la educación formal, por lo cual no era una persona muy habilidosa con las letras y palabras. Esta característica sumada a su robusta apariencia le hicieron ganarse su apodo. El Tarzán era una persona que había hecho del Berna su familia, tenía una capacidad innata para organizar, para unir al barrio, una habilidad intrínseca hacer club. Era una persona desordenada, pero muy trabajadora, lo cual lo hacía un personaje muy querido en el club. Si bien su talento para el fútbol también era bastante discreto, no se arrugaba en ponerse los botines si sus compañeros se lo solicitaban. Por lo general, esto sucedía cuando los partidos estaban más calientes y fricciona-
dos, ya que, si había algo en lo que el Tarzán destacaba, era en los combos. Nada lo intimidaba, y defendía a los jugadores como si fueran sus hermanos. Pese a que durante los 80’s se vivía un periodo de crisis y de mucha pobreza. La gente del Berna se las ingeniaba de una u otra forma para salir adelante. Se realizaban ollas comunes en los pasajes, en donde se compartía y fortalecían los lazos sociales que eran los pilares del club. Incluso comenzaron a hacer tradición los paseos de verano. Se ahorraba durante el año, y se buscaba un rival de nivel para realizar un viaje durante los meses de enero o febrero. Iban todos en buses o en caravana, grande y chicos, las familias completas asistieron a estos encuentros en donde no solo se realizaban partidos amistosos, sino que también se disfrutaba del sol y de los lugares. Chimbarongo, San Francisco de Mostazal, Paine, o las playas de Santo Domingo, Quintero y Ventanas. Eran los destinos predilectos para el Berna. Precisamente en uno de estos paseos a la playa, otra tragedia volvía azotar al club. Durante febrero del 82’, las familias del Berna se encontraban disfrutando de la arena en las playas de Ventanas. Ya habían jugado sus respectivos partidos, y celebraban en la costa, el éxito de una nueva salida. Los que estaban bañándose en las olas se percataron que el Tarzán hacía algunos movimientos extraños, y por ratos se sumergía por completo. Intentaron de socorrerlo, pero cuando se acercaban en
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el nado, Tarzán desapareció por completo. Desesperados intentaron buscarlo, pero no había caso, había desaparecido al frente de sus ojos. El destino le enrostraba la historia al Berna, le recordaba el significado del color negro en su camiseta, e inevitablemente el recuerdo del fatídico incendio volvía aparecer. La muerte y el luto volvían a marcar al Club.
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Aquella noche de febrero tuvieron que volver a Santiago con uno menos del club. En aquel bus reinaba un silencio rotundo, y el dolor desgarraba los corazones de muchos que habían visto al Tarzán irse para siempre a sus cortos 37 años. Su cuerpo apareció 7 días después, y finalmente el día 19 de febrero pudo realizarse su funeral. Su despedida fue tremenda. Todo El Pinar se volcó a las calles llorando su partida. La población entera agitaba pañuelos blancos por las calles en donde pasaba la carroza. Fue un momento verdaderamente conmovedor, se tuvo que hacer una fila en la iglesia porque estaba atestada de gente. Fue realmente muy emotivo. Aquel trágico suceso afectó gravemente al club, y marcaría una especie de presagio y mal augurio. Los 80’s serían una década muy difícil para el Berna. En lo social la participación comenzó a decaer. Nuevos fenómenos se vivían en el Santiago de aquellos años, y cada vez se tornó más difícil encontrar el recambio que le entregara estabilidad y frescura al club. En lo deportivo, les iba a tocar bailar con la fea. Tuvieron un tremendo bajón en el rendimiento, incluso llegando a descender de categoría.
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De izquierda a derecha arriba: El JP, Rodrigo Riveros (el Chito), Claudio GutiĂŠrrez (Viejo Pedro), Rodrigo Astudillo (Taricho), Pablo Poblete (Conejo), FabiĂĄn. Abajo: El Leche, El Rodrigo del correo, Rodrigo Delgado, Javier Collao y el Rucio.
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Daniel Morales, “el Veneno”, posando con una camiseta histórica del club. Año 2017.
Capítulo IV
LA SEDE EN CALLE COMERCIO
El Defensor Berna de la década del ‘70 es legendario por el equipo espectacular que paraba, sin embargo, nunca se pudo estabilizar en una secretaría constante y que contara con todo el equipamiento necesario para la cantidad de gente que movía el Club. El anhelo de la casa propia era antiguo, imaginarse lo que este importante Club podía lograr accediendo a una sede de primer nivel como es hoy el hogar de la institución, ubicada en Comercio, frente al Estadio El Pinar, pleno corazón del barrio. El terreno ubicado entre 3 y 4 Poniente, esquina Comercio, siempre había sido territorio del Berna. Se soñó desde la década del 80 con construir ahí la sede. Este era un sitio eriazo, y allí se amanecían pichangueando los miembros del Club hasta que, a veces, llegaban carabineros y debían salir arrancando. Previo a ello se había utilizado la casa del “Choche”, la familia Cruz, ubicada 5 casas más abajo en 4 Poniente,
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como intento de secretaría, se quería construir la sede, pero no prosperó. Si no se juntaban allí se juntaban en la esquina donde después estaría la sede o si no de lleno en la esquina frente a la cancha, por 8 Poniente. Los dirigentes de comienzos del 80’ lograron el comodato del terreno, eran un Club reconocido en la Asociación y era fácil argumentar que un terreno debía ser cedido para que siguieran funcionando como espacio de congregación para el barrio y la comuna. Ya se había creado la nueva comuna de San Joaquín, y fue con las autoridades de esta comuna que se gestionó la necesidad de una cesión en comodato. 54
No fue inmediata la construcción ya que a pesar de que la señora del 3 Poniente no colocaba ningún problema en la otra esquina no ocurría lo mismo, los hijos de la señora del 4 Poniente se oponían a que se utilizara lo que ellos consideraban era su patio. Era el año 82’ u 83’ cuando se tiraron los tablones largos, que fueron a buscar a una barraca cercana y así se construyó la primera estructura. 4 o 5 años estuvieron ahí los tablones. En 1987 Jaime Orpis era alcalde designado de San Joaquín y también aportó para que el Berna tuviera su casa propia, mandándolos a Central a una barraca, se empezaron a tirar así los ladrillos y así se pudo construir la primera fonda, fue todo un éxito, Don Damián hizo un horno de barro y se empezó a juntar
más platita. Apoyaron este proceso fundamental para levantar el hogar del Berna, Norberto Pacheco, Julio Zúñiga y Jaime Lanskron. Don Carlos Herrera también cooperó para conseguir las platas para comprar la estructura metálica, esta se gestionó con un préstamo que el Club fue pagando mensualmente. La construcción de la sede es un ejemplo del trabajo colectivo que se consigue en un Club tan querido e importante como el Berna. A la labor de gestión de dirigentes como el Lolo se sumaron la mano de obra que ponían socios, jugadores y toda la familia del Berna. Se consiguió concreto que sobraba en una construcción, eran varios los que acarreaban en carretillas para que se construyera el radier, lo primero que se consolidó. Los ladrillos fueron comprados con las cuotas pagadas en el Club. La sede se terminó en 1990, abriendo sus puertas al barrio para que, además, los vecinos y vecinas tuvieran un lugar donde casarse, donde celebrar cumpleaños y bautizos. Con esfuerzo, también, se postularon a proyectos que permitieron terminar el techo. Con la sede lista era momento de celebrar. Las celebraciones de aniversario, en el calor de enero, son un recuerdo imborrable para todos y todas quienes allí participaron. La sede se llenaba con más de 100 personas. Se aplaudían y premiaban los socios y socias
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destacados, reforzando el espíritu de Club. Incluso los más desordenados, como el Loco Veneno, aparecían con corbata. Era un momento donde se inflaba ese corazón amarillo, como se habla de quienes aman al Berna. Aún se encuentran en la sede los cuadernos con que el Chico Vera iba contando cada peso que entraba y salía, todo respaldado con boletas. El Chico Vera venía de la Navarrete, había sufrido la pobreza tremenda de una población de emergencia y luego la pobreza y el miedo inducidos por la dictadura militar. Pero otro ambiente reinaba ahora en el Berna.
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Era una época bonita, en El Pinar se respiraba otro aire con el fin de la dictadura y en el Berna tenían un lugar donde llegar después de cada partido. Los fines de semana se llenaba, se compraron mesas de pool, la gran moda en los clubes de la época, y quienes no alcanzaban un taco jugaban a las cartas. También participaban mujeres, a fines de la década del 80 se había organizado incluso un equipo femenino entre mujeres de las mismas familias que siempre habían dado vida al Club. Se jugaba baby fútbol contra el Brasilia y con equipos de La Legua. Duró poco, lamentablemente, las victorias no estaban a la orden del día. Se le recuerda, sin embargo, ya que las mujeres tenían un rol protagónico. Las familias protagonizan también viajes, que se volvieron a hacer masivos como
el paseo a Chimbarongo en el 92, contra un equipazo del fútbol rural. Futbolísticamente se había acercado mucha gente de nuevo, por serie había 17 jugadores. No era como ahora, en que se podía ir y volver partido a partido: si se faltaba una vez se sabía que ya no se jugaría la próxima. Los infantiles iban sacando jugadores siempre, se pasaba a tercera, segunda o primera. Muchos de quienes mantienen al Club volando alto hoy en día llegaron de esa manera, motivados por el Lolo quien iba buscando a niños casa por casa, ofreciendo desayunos en la sede, una leche, un chocolate, un pan, lo cual era mucho aporte porque en las casas no todos tenían para tomar leche. Se pagaban también camisetas. El Lolo seguía armando los equipos de adultos también, definía quién era de primera, segunda o tercera. Había que ser responsable porque los carnets venían timbrados, a diferencia de ahora que se puede repetir un jugador en más de una serie. Los principios de la década del 90 fueron bonitos, como si en verdad hubiera llegado la alegría con el regreso a la normalidad en el país. Pero fueron las mismas dinámicas que recorrieron los barrios y poblaciones de todo Chile las que comenzarían a hacer tambalear los cimientos hermosos con que el Berna se acercaba al siglo XXI.
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Hijos e hijas de las familias que habían fundado y mantenido vivo el Berna comenzaron a adquirir viviendas en otras comunas que explotaron en cantidad de población durante la década del 90, como La Florida. Ello complica los aspectos administrativos diarios del Club. Esto mismo ocurrió en varios clubes del sector. Desaparecieron así el Carlitos, el Pinar, el San Martín, de la población El Pinar, de La Legua; el José Silva, el Condorito, el Victoria de Chile, el San Javier, el Jorge Arias, el Estudiantes.
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El Berna jugaba casi siempre los domingos en las tardes. En ese tiempo no existía senior ni super-senior. Se mantenía harta gente adulta en el Club, lo que los hacía fuertes. En tercera era pura gente de 30 a 40, símil a lo que es senior ahora. Pero en el año 97 la asociación creó esta rama, ahí la mayoría en la primera tenía 35 años. Vino la crisis se fueron estos seniors, el Pelao Vilches, el Burri, grandes figuras, ahí hubo como un proceso de quiebre, vino una necesaria reestructuración, pero la renovación fue difícil, ya se había dejado de trabajar con los infantiles en el 96 y luego se había vuelto, aunque con muchísimas dificultades. Fue una crisis a nivel de muchas poblaciones del sector sur, La Pintana, San Gregorio, La Legua, a finales de los ‘90 la droga comenzó a ganar el territorio.
Pero El Pinar durante los ‘90 continuó siendo invadido incluso por periodistas, cada semana santa, se comenzó a popularizar, o quizás farandulizar, aún más el famoso campeonato de semana santa de El Pinar. Jugadores de la talla de Francisco Huaiquipán, Candonga Carreño, Luis Núñez se pasearon por las entierradas canchas de sector. Algunos de estos profesionales aparecían en el recinto de Comercio invitados por los magnates futbolísticos de La Legua. Era complicado jugarles y ganarles. Los equipos leguinos tienen recursos y muchísima afición dispuesta a amedrentar. Pero el Berna en más de una ocasión les ha hecho collera, descolgando varias estrellas de un campeonato que era espectacular. Durante la década del ‘90 ya no llegaban clubes de afuera, como había sido la norma históricamente, sólo los 16 clubes de la Asociación El Pinar, pero eso ya era bastante. A principios de la década del 90 se estrena la obra de teatro Corazón Amarillo, escrita por Víctor Hugo Ogaz, actor y antiguo socio del Berna, en la cual retrata el amor por su Club y por su barrio. Muchos amigos, jugadores y antiguos socios se reunieron en un teatro del centro de Santiago para celebrar y acompañar al dramaturgo. En ella se hace un melancólico recuento de lo que fue vivir en El Pinar, barrio obrero cuyo corazón lo tenía en forma de cancha de tierra,
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hasta dónde llegaban hordas de fanáticos desde sus cuatro rincones, cantando alegres en medio de la pobreza. No sería la única creación artística de Víctor Hugo Ogaz, ya que años más tarde también produciría e interpretaría “El DT de tricolor esperanza”, en donde se muestra como un típico DT de barrio.
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El Berna, la Asociación Deportiva El Pinar, su campeonato de semana santa: patrimonio cultural de tantas generaciones del sector sur de Santiago, son reflejados en aquellas obras. Precisamente este impresionante patrimonio sería lo que permitiría navegar la peor crisis en la historia del club a la entrada de la difícil década del 2000.
Segunda Adulta década del 80. Con el bidón el Loco Lea, Lucho Morales, hermano del Veneno, el Burro, Julio el Relojero, Sergio Morales, Pedro Aguirre,
De izquierda a derecha, Michael Valenzuela (Perro) Juan Alarcon, Bartichoto. Arrodillado, Ciro Navarrete (Macuto). Todos actualmente jugando en la rama Seniors del Berna menos Bartichoto. Julio Año 2002, levantando el Club en el Parque Brasil
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Invitación al 41° Aniversario del Club Deportivo Defensor Berna.
Capítulo V
DEL PARQUE BRASIL AL MUNDO
Año 1998, la crisis azotó al Defensor Berna. Habían tenido grandes jugadores por años, pero con la creación de la categoría senior muchos de éstos subieron dejando la categoría adulta en serias dificultades. Muchas generaciones habían crecido en torno al Berna, era un club de familia y amigos, sería esta gente, que había participado de las inferiores en su mayoría, quienes se pondrían la camiseta amarilla, la misma que tenían tan arraigada en sus corazones. Año 1998, había crisis económica en el Club, el presidente era el Negro Choche, apoyado por el Chico Vera como tesorero. Jugaban en el Parque Brasil, llegaban 15, 16, 17, y eran tres series, o sea se necesitaban más de 30 jugadores. Quienes llegaban se repetían el plato, jugando 2 o 3 partidos. Quienes llegaban no iban a permitir que el Club desapareciera. Se jugaba en la mañana, las canchas del Pinar no tenían la capacidad para que jugaran todos los Clubes, los que iban
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sacando menos puntos los mandaban para allá. Con la crisis en adultas del Berna se había convertido en uno de esos clubes. Quienes jugaron en el Parque Brasil en la época mala del Berna la recuerdan, sin embargo, con gran cariño. La camaradería y el amor por la camiseta que se sentía lo permiten así.
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Una de las historias míticas del Berna la escribió un imprevisto actor. El alcohol y el fútbol de barrio muchas veces van acompañados, a las canchas del Parque Brasil algunos eran capaces de llegar amanecidos, hasta con garrafas a la cancha, haciéndose expulsar debido a la vehemencia y las ganas. Debe haber pocos clubes, eso sí, en los que uno de sus personajes más queridos sea un vendedor ambulante de cervezas, uno que no tenía contactos familiares ni de amistad con el Berna. Ya que llegaban pocos a jugar, y quienes llegaban lo hacían con sed, se entabló una relación comercial con un vendedor que hacía las rondas a todos los comensales que llegaban al parque. Alguna de esas tardes, faltando uno para jugar se le convenció de equiparse y entrar a jugar. Antes de eso el vendedor anónimo les preguntó qué iba a hacer con su mercancía, todavía tenía que vender. Bueno, te las compramos todas, le respondieron. El Berna es un Club fácil de querer. Las próximas semanas el vendedor empezó
a llevar zapatos, porsiaca los muchachos del Berna querían comprarle la mercancía de nuevo. Otra historia legendaria la escribió el Pato Suazo. No había mucha plata y había que almorzar así que con lo que se reunió se pudo comprar solo un pollo y don Pato lo partió en 24 pedazos. 24. Todos miraban anonadados cómo podía sacársele provecho hasta el último centímetro al ave, a nadie le faltó comida, ese siempre ha sido el espíritu del Berna, ganamos perdimos, igual tomamos vino, o en este caso comimos pollo. Para otro asado se mandó al Carlos Marías a comprar carne, conociendo el sector llegó con un buen bistec bajo el brazo. Tras disfrutar todos los pedazos de carne Carlos les informó que se trataba de carne equina. Se galopó y relinchó como nunca esa tarde en las áridas canchas del Parque Brasil. Con la misma energía se debía recorrer el trayecto entre el Parque Brasil, en La Granja, hasta la sede del Club. No había plata para locomoción para todos, ni tampoco existían muchos autos, casi ni uno. Con la plata que se hubiera usado para locomoción mejor se llegaba a la sede y se podía disfrutar de algo para picar o para tomar. Quienes jugaron en el Parque Brasil en la época difícil del Berna la recuerdan con gran cariño, eran muy unidos.
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En la cancha había que invitar a los amigos, a los primos, a los amigos de los primos, a los primos de los amigos. No importaba si le pegaban o no a la pelota, se necesitaban jugadores. Costaba harto pagar las camisetas. La llegada de Juaniquillo Acevedo, entonces, escribió una página importante en la historia del Berna. Desde Puente Alto llegó y se quedó, admitiendo la importancia de participar de un Club de amigos. En su comuna el fútbol amateur ya se había puesto violento, fome. Después de un rato empezó a traer amigos, gente de fútbol desde la comuna cordillerana, de repente ya casi un equipo entero de adultos se había sumado al Berna. Ya no eran 15 para tres equipos. Nunca más lo serían. Afuera de la cancha había que ver cómo juntar plata. La sede en eso ayudaba harto, por supuesto. Durante el 2003 Sky, televisión satelital, se hizo de los derechos del fútbol nacional. En la sede se instaló una antena. Se cobraba para poder disfrutar allí los partidos y harta gente se asomaba a pagar su entrada y consumir, no era como ahora en que el CDF está en todos los livings. Ese año jugó la final del torneo nacional Colo-Colo de Zamorano vs. Cobreloa. Para el partido definitorio en que Bam Bam le pegó al árbitro se había reunido un gran número de gente en la sede. Entraba platita para los partidos.
Hay que destacar el trabajo comprometido de los dirigentes que pusieron el hombro durante esta época complicada en el Club. Además del Negro Choche, el Pato Castillo, Mariano Suazo, don Pato Suazo y los infaltables Daniel Veneno Morales, Chico Vera y el Lolo, se sacaban la mugre para mantener el equipo a flote. El sacrificio y cansancio hacía que rotaran los lideratos, además de las situaciones individuales que cada cual vivía en sus familias. En un momento Mariano se vio como presidente interino debido a problemas personales de la dirigencia. Con el Loco Veneno organizaban bingos a pulso en la sede para generar más ingresos. Hubo una pequeña crisis de participación. Mariano vio la necesidad de ampliar el grupo encargado de dirigir y así aparece el Flaco Marcelo y el Piolo, además de que lograron convencer al Chico Vera de hacerse cargo de las platas, como siempre. También fue importante Cristian Aguilar, que durante estos tiempos difíciles llego al club con muchos jóvenes que venían de otras comunas e hicieron al Berna volver a ser un equipo competitivo para enfrentar a los granes del campeonato. Más sanito en la cancha y fuera de ella el Defensor Berna estaba preparado para dar el salto a la fama internacional.
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La familia Orellana había participado activamente del Club por generaciones. A los nueve años Fabián Orellana se puso la amarilla del Berna por primera vez. Antes de meter uno de los goles más famosos en la historia de la selección nacional de Chile se lució un par de Semana Santas, llegando a una final compartiendo equipo con muchos de los que después también alcanzarían la gloria, incluyendo sus hermanos. Hasta el día de hoy Fabián Orellana sigue muy ligado al Club mediante su familia, años atrás hizo donación de indumentaria deportiva y un arcade personalizado para el Berna que hoy se encuentra en la sede fue enviado por él, a manera de colaborar desde Europa, con el Berna. 68
El miércoles 15 de octubre de 2008 se jugó un partido por las eliminatorias frente a Argentina. Chile no le había ganado ni a las bolitas a su vecino país trasandino hace más de 50 años. En la sede se reunieron a ver el partido, como siempre, los de corazón amarillo. Fabián Orellana marcó un golazo. Histórico. En la sede se gritó el gol multiplicado por cuatro. A más de uno se le convirtieron en agua sus ojos. Lo que vino después es historia conocida. Orellana se iría vendido al Udinese de Friuli el próximo año. Al Berna le entró platita fresca, por derechos formativos, plata que duró unos cuantos años, y sirvió para equipamiento, se arreglaron los baños, y se compró una lavado-
ra, entre otras cosas. La camiseta roja, Umbro, de la selección chilena con que Orellana jugó ese partido está colgada de las paredes de la sede como un trofeo. De todos los lugares del mundo donde Fabián Orellana pudo mandar su tesoro no chistó convertir la sede del Berna, la que tanto costó construir, en un museo. El Berna comenzó la década del 2010 como un Club famoso pero el éxito le fue esquivo dentro de la cancha. Los equipos de La Legua, Norambuena y Legua Juniors mayoritariamente comenzaron a dominar firmemente el torneo de semana santa y la liga anual. El Defensor Berna la tenía un poco más complicada, se definen como un Club de amigos, son ellos quienes juegan y quienes pierden o ganan, no van a andar contratando jugadores semi-profesionales para defender su preciada camiseta amarilla con negro. El 2015 la misma generación de jugadores que habían crecido con Orellana dieron la vuelta en El Pinar, un torneo que aún los tiene afónicos. Vencieron en la final por penales, a estadio lleno, frente a todas las generaciones que vibran con la camiseta amarilla. La copa fue levantada por Raúl Colonelli, central y capitán, quien creció jugando con Sala, con Juanito Orellana, con el Fabi. El Berna es un Club de amigos, siempre lo ha sido y siempre lo será.
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Para el 2015 ya había asumido la nueva mesa directiva, reemplazando el mandato del Flaco Marcelo. Su nuevo presidente Michael Valenzuela, el Perro, se ha encargado de tener ordenada la casa, de buscar apoyo entre todos y todas, de postular a proyectos y de lograr la remodelación de la sede.
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Quizás el legado más hermoso que ha dejado esta nueva generación directiva es el regreso de las series infantiles al Club. Hacia comienzos de la década 2000 eran los últimos recuerdos que se tenían de éstas en el Berna, con el Club sumido en su mayor crisis. Un Club sin series menores es uno al que se le dificulta el recambio. Incluso hacia el final las series del Berna tenían nivel, salieron campeones en un torneo el año 2000, venciendo a Bambam Zamorano en la final. El Jerson estaba a cargo de ese equipo. Se hizo una completada para celebrar, en aquella ocasión. Y de eso también se acuerdan en su propio paso por infantiles quienes pasaron por las series menores y ahora son adultos, seniors, o super-seniors. En el Club se les daba desayuno, se les apoyaba, eran una familia de amigos. El año 2017, entonces, la directiva actual presidida por Michael Valenzuela se acomete a poner énfasis en que vuelvan los niños y niñas a jugar. Es una tarea dura hacerse cargo, labor que han tomado Juan Sánchez, el Lila, Juan Alarcón, Dagoberto Moya, Lucho Morales,
el Lalo, Gabriel Ramírez y el mismo Perro. Se organizan completadas, rifas, bingos. Quienes juegan son hijos e hijas en su gran mayoría de la gente del Club. Empapar de sentimiento amarillo a los niños que hoy tienen menos de diez años va a asegurar que sean 50 años más haciendo crecer este Club porque de eso se ha nutrido, eso mantiene al Club vivo, la amistad y camaradería que allí se vive. Es importante, entonces, mencionar a quienes haciendo de jugadores, de hinchas, de entrenadores, de dirigentes, de tesoreros, de delegados, de capitanes en el tercer tiempo, lograron llevar adelante la tarea de sortear las crisis, la difícil década del 2000 desde el Parque Brasil a ahora con las nuevas y hermosas canchas de la Asociación El Pinar, los directivos actuales, Michael Valenzuela, el Perro, y el Dago Moya, el Chino Cesar, los jugadores que han pasado toda su vida en el Club como Rodrigo González, Chito, Alonso Ciro, Makuto, Abraham, Eduardo Otarola, el Lalo, la familia Orellana, Juanito Orellana, Jorge Guzmán, el Cuto, el Lepa, el Esteban, el Pelao Vilches, quienes han tomado cargos dirigenciales, Mario Quintana, Mariano Suazo, Juan Sánchez, el Lila, Mario Valladares, el Flaco Marcelo, Mauricio Castillo, el Carpincho, Patricio Castillo, Gabriel Rámirez, Victor Toledo, Pablo Ramírez, Capitán, el Guata de Lápiz, Cabezón Jano, Pedro Castillo, Juan
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Rojas o los más viejos, Manolo, el Choche, el Loco Fierro, don Floro, Daniel Morales, el Loco Veneno la barra comprometida Cristián el Chico Atilio, el Pato Suazo, la Señora Carmen. Se suman estos nombres jóvenes al gran reconocimiento que deben llevar todas estas familias que junto a sus hijos siempre estuvieron con el Berna:
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Rojas Cortes, Peralta Cortes, Seguel Campos, Valenzuela Muñoz, Peña Valenzuela, Peña Chandia, Pozo Rodes, Ramírez Becerra, Ramírez Peralta, Jara Garay, Cereceda Salinas, Toro Cereceda, Toro Vera, Vílchez Parra, Gutiérrez Bustamante, Peralta Cavieres, Tapia Landkrom, Muñoz Delgado, Morales Pinochet, Zúñiga, Suazo, Pozo, Duque Manríquez, Duque, Quintana, Neira, Ascui, Otárola, Martínez, Vargas, Calderón, Martínez Riveros. Lamentablemente muchos de ellos ya no están, pero dejaron un legado muy grande en esta institución que siempre los recuerdan. A todos ellos y ellas, y tanta gente más, se debe aplaudir y desear que los muchachos sigan divirtiéndose.
Día que se conmemoró a Fabian Orellana y regaló la camiseta con la que marco el gol a Argentina, que le llevo a ganarse el apodo de “Histórico”. Año 2009
Segunda Serie campeón Torneo Semana Santa. Plantel: Francisco Abaca, Francis, Raül Colonelli, Willy, Sala, Jorge, Pablo, Pancho Cristian, quién anotó los penales para salir campeón, Claudio, Jordan, Loco Marco, Juan Orellana, Marcos Parra, Nacho. 5 de Abril del 2015.
Regreso de la categorĂa infantil tras mucho tiempo, aprovechando las nuevas canchas de El Pinar.
Estado actual en el cual se encuentra la sede del Defensor Berna.