En Desnudo de Mujer Las Bulla Comisión de Género Asociación Hinchas Azules Impreso por N Calle uno #1234 Santiago, Chile
Constanza Arce Claudia Valenzuela Camila Leyton Maureén Riveros Constanza Gallardo Eliana Hormazabal Natalia Campos Sofjer Isidora Valenzuela Michele Donaire Alejandra Vargas Trinidad Vega Tamara Valdivia Katalina Mundaca S. Diana Valeria Cornejo Díaz Valentina Donoso Anónima Macarena Lavín Daniela Tapia Navarrete Marianela Acevedo Victoria Salinas Valentina Muñoz
Prólogo Alfonsina Puppo Stuardo Escribimos para todas esas mujeres que sintieron más de una cara extraña cuando comentaron que eran hinchas de la U. Para todas aquellas que sintieron incomprensión cuando expresaban su amor por la camiseta, a las que no pudieron ir solas a la cancha, a las que les dijeron que sólo los hombres jugaban al fútbol. En especial este libro está construido desde y para todas las mujeres que son amantes del Club de la Universidad de Chile. Sí, el fútbol es una pasión de multitudes, pero se ha pensado y construido para los hombres. Este deporte, además de ser el más consumido por la industria a nivel mundial durante décadas, está protagonizado en las ligas profesionales, liguillas y campeonatos barriales, desde un grupo vinculado a los hombres. En Chile durante el siglo XX se inicia el primer apogeo en la creación y formalización de Clubes Profesionales del Fútbol, sin embargo, sus inicios a nivel amateur se habrían originado un siglo antes. Sería para el caso de las mujeres, no en lo que respecta a su profesionalización, sino que al sencillo registro del gusto por esta práctica, el año 1900 donde aparece el primer grupo femenino que nuestra historia logra identificar. Un grupo 9
de estudiantes de la Normal de Talca serían registradas en una fotografía con vestimenta “adecuada” según las explicaciones que daría la institución educativa, por tratarse de mujeres. En el caso de nuestro ClUb, el origen se reconoce a través de una serie de estudiantes de medicina que vincularían sus actividades a esta competencia, inspirando un modo de ser dentro y fuera de la cancha. En 1933 se crearía el Himno de la U, símbolo de un proyecto de vida tanto para jugadores como para sus seguidores. Este himno fue cantado recién en el 1940 y en el año 1945 saldría el primer cancionero para los hinchas, nos referimos en especial a hinchas hombres, porque el libreto incluiría el cántico “Los Muchachos de la U”, y no haría referencia a la participación de mujeres. A nivel histórico, se reconoce que el fútbol para judagores e hinchas es una práctica que invisibiliza a las mujeres como protagonistas, conocedoras y amantes de este deporte. La ausencia de las mujeres en este espacio no es lo único. La sociedad históricamente ha validado el machismo dentro de la práctica del fútbol, a través de la exageración de las características masculinas en los hinchas, jugadores, empresarios y auspiciadores. Se valida una supuesta “superioridad” del conocimiento del deporte desde ellos y se ha cosificado el rol de las mujeres que participamos en este espacio. Se nos atribuyen prácticas y características promovidas por un trato diferenciado en razón de un sexo biológico y persiste aún el daño hacia nosotras por nuestras vivencias de género. Este libro es además absolutamente bullanguero y feminista. 10
Somos mujeres hinchas que no aceptamos el sistema capitalista y patriarcal, ejercemos una práctica política dentro y fuera de la cancha. Queremos a una U libre que tenga jugadores amantes de la camiseta, queremos una administración que deje de lucrar, queremos gritar y saltar a destajo en la cancha sin caras de reojo. Queremos estar por las compañeras que tienen miedo, por las que se han alejado después de múltiples violencias machistas y por las que ya no están. El poder y control hacia cómo debemos ser las mujeres hinchas de la U se refleja hasta en lo más íntimo de la cotidianeidad, en violencias físicas y simbólicas que repudiamos y a las que decimos basta. Nos sabemos Románticas Viajeras. Somos creadoras de nuestras experiencias en la cancha, de nuestros cánticos, de los recuerdos de tantos equipos que han hecho de su historia nuestra historia. Somos las que estamos en el tablón, en los buses cuando viajamos y en los campeonatos cuando tenemos que hacer el aguante. Somos de la U porque nuestra mamá, abuela, hermana o familiar nos compartió un sentimiento, una sensación que quedaría vacía si sólo se utilizaran palabras como formas de expresión. Son conocimientos sensitivos, históricos, experienciales y vinculantes. Son lazos que nacieron desde que éramos pequeñas, jóvenes y viejas. Somos aquellas que nos identificamos en los símbolos del clUb porque reflejan inquietud, pasión y aguante. Desnudo de mujer es el fragmento que hemos elegido para lo que sería el primer concurso de relatos inéditos creados desde las mujeres hinchas de 11
la U. Es también parte del himno más hermoso que se haya escuchado y que menciona los valores que como hinchas compartimos y defendemos. Nosotras somos parte de esta historia. Los cuentos, experiencias, historias, poesías, ilustraciones y fotografías que leerán a continuación, nacen desde la creación literaria y artística de un grupo de mujeres de diversa edad y región del país. En el primer capítulo “Sentimiento azul y vivir a la U” quisimos expresar nuestras vivencias como hinchas. Como amantes e integrantes de toda experiencia que nos hace vibrar ante el recuerdo de un minuto especial antes de acabar un partido, el primer viaje para ir a ver a la U y una serie de anécdotas que buscan reflejar la hermosura de compartir los colores con las camaradas, el festival, los momentos de alegría y los momentos donde más fuerte había que cantar. En un segundo capítulo “Identidad y feminismos desde mujeres Bullangueras” definimos lo que nos representa, lo que para nosotras significa ser mujer y de la U, con el fin de visibilizar las problemáticas actuales que nos afectan. También incluimos y agradecimos a toda persona que nos ha heredado esta pasión. Luego se presentarán una serie de fotografías que expresan el activismo de la mujer bullanguera, su expresión en contra el fútbol negocio y la visibilización de la violencia que muchas camaradas han experimentado. Este libro es el primer libro que reconoce historias de mujeres hinchas de la U. Queremos que conozcan nuestra historia. 12
Sentimiento azul y vivir a la U
Porque la U es más que una pasión Constanza Arce Cuando pequeña, 3 años o más, nunca me interesó realmente el fútbol. Era una niña como cualquiera que solo jugaba con muñecas, le gustaba maquillarse y jugar con sus amigos, pero hubo un día en que todo eso cambió, puesto que mi papá siempre veía los partidos de la U por la tele, rara vez lo vi salir al estadio. Por motivos de trabajo, él realmente nunca me inculcó u obligó a ser de la U. Creo que solamente estaba esperando el momento indicado. Lo recuerdo como si fuera ayer, tenía tan solo 7 años de edad, mi papá estaba acostado viendo tele, me acomodé a su lado, enseguida comencé a preguntarle que veía, a lo que me respondió “es un partido de la U, princesa”, quedé bastante pensativa al recibir esa respuesta. Me hice preguntas mentalmente como “¿qué es un partido?” o ¿qué es la U?”. Era de suponer que no me quedaría con la duda, por lo tanto le pregunté a mi viejo, a lo que él me explicó lo que era un partido, y me habló un poco acerca de la U, me contó sobre sus jugadores, la época oscura cuando bajó a segunda división, me habló acerca del “matador” Marcelo Salas, me contó un poco acerca de la jerarquía de la hinchada de la U, de su incondicionalidad, entre otras cosas. En ese mismo instante me prometió que algún día me llevaría al estadio. Esa 15
misma noche me quedé pensando en lo que mi papá me había dicho, me preguntaba muchas cosas a mí misma como por ejemplo “¿será muy grande el estadio?” o “¿por qué nunca mi papá me había hablado acerca de esto?”, realmente fueron interrogantes que con el tiempo comencé a responderme. Al pasar los días, mi emoción y nerviosismo a que llegara el tan esperado día de ir al estadio se acrecentaba, puesto que sería mi primera vez. Esa misma semana, mi viejo me trajo una camiseta de la U, era la Cristal del año 2005 aproximadamente, me dijo que me la había mandado de regalo un primo, el cual hoy en día es como mi hermano. La guardé como un tesoro hasta el día del partido. Por fin llegó el tan anhelado día, eran aproximadamente las cinco de la tarde, la U iba a disputar un partido con Cobresal en el Estadio Nacional, en ese entonces aún existían las tan famosas “micros amarillas” aquí en Santiago. Durante el viaje en micro mi papá me habló acerca de su vida como hincha, las veces que se escapó de clases para ir a ver a la U, las veces que tuvo que arreglárselas para conseguir el dinero para la entrada, lo mucho que le dolió el partido que hizo que la U bajara a segunda división, la alegría y euforia que experimentó cuando la U logró ganar un campeonato tras 25 años de sequía, entre otras cosas y anécdotas que me contó.
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La micro nos dejó afuera del Estadio Nacional, al verlo no me convencía que existiera un lugar tan grande como ese, realmente estaba maravillada. De la mano de mi viejo nos dirigimos a una fila inmensa, en la cual se esperaba para comprar la entrada, cuando de repente siento un ritmo muy alegre como de tambores, cada vez el sonido se iba acercando más y más, hasta el momento en que se logró escuchar que un grupo de gente estaba cantando, a lo que las mismas personas que estaban haciendo la fila para comprar la entrada comenzaron a cantar. Mi papá también se les unió, lo cual yo obviamente no entendía para nada lo que estaba pasando. Mi viejo me dijo que estaban entrando los bombos al estadio, para poder alentar a la U. Llegamos a la boletería, y mi papá compró las entradas, y me dijo que nos iríamos a galería sur, para que realmente conociera lo que es la hinchada de la Universidad de Chile. Al momento de ingresar, me llamó la atención que había un número “14” en una de las puertas, que de hecho fue por donde subimos hacia el estadio en sí. Ya instalados en los tablones, noté a mi viejo bastante emocionado, casi al borde de las lágrimas mientras la gente cantaba “Sale León”, en efecto me dice “ya princesita, canta, que los jugadores están a punto de salir a la cancha”, a lo que en seguida me pongo a cantar también. Cuando por fin los jugadores salen a la cancha, realmente quedé anonadada, sentía que mis ojos brillaban como nunca antes al ver el humo azul y rojo emerger de la parte baja de la galería, y un bombo gigante que estaba muy cerca 17
de mí, los fuegos artificiales y bengalas terminaron por extasiarme aún más. Mi papá estaba llorando de la emoción mientras me tomaba en sus brazos para que viera el espectáculo más hermoso que jamás había visto en mi vida. Actualmente, soy una joven a punto de cumplir 18 años de edad. Que se reconoce a sí misma como una loca enamorada de la U de Chile. De verdad que ese momento que viví en el estadio, hizo que le entregara mi corazón a la U sin esperar nada a cambio, le agradezco a mi viejo por este sentimiento que es algo inexplicable que solo un hincha que ama a la U por sobre todas las cosas puede entender. Me atrevo a decir que la U es mi vida, es lo único capaz de cambiar mis estados de ánimo en tan solo segundos. Desde esa primera vez siento que firmé un pacto con lo más hermoso que pudo haberme pasado, es decir, ser hincha de la Universidad de Chile. “Y dale, y dale, y dale bulla dale”…
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El Pasional Claudia Valenzuela Nació por los treintas, antes que muchos de nosotros. En los sesenta fue la engalanada sede central del mundial del 62, muchos aún no nacíamos. Han pasado los años y se ha llamado “El Nacional “, “El Coloso de Ñuñoa”, “El Elefante Blanco de Ñuñoa”, “Julio Martinez Pradanos”. Siempre ahí, observante y apoltronado en calle Grecia, cobijando todo tipo de eventos: candidaturas, visitas ilustres, conciertos multitudinarios, actos culturales, teletones varias. Una madre para los chilenos, un orgullo para nuestra latina idiosincrasia. Luego vinieron los setentas, los años malos. La nube de la sinrazón cubrió al país, la venda del odio oscureció todo. Unos ordenaron a otros que los terceros debían ser detenidos hasta nueva orden. ¿Dónde?, preguntaron. ¡En el Nacional!, respondieron. Si el Nacional hablara, ¿qué diría?, ¿que nos contaría? Dan ganas de saber y de no saber. Los edificios no hablan, pero todo quedó escrito en el aire.
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Cada hombre que estuvo resistiendo el sol en las graderías de ese septiembre chileno y al frío de sus noches, dejó un registro de todo lo que allí pasó. Quedó escrito en el aire, ese aire que respiran Los de Abajo. En los ochentas estábamos terminando la lucha y los detenidos del Nacional seguían esperando, ya se acercaban a tres décadas enmudecidos. Llegaron los noventas y cierta alegría prometida, al menos algo de normalidad. El Nacional quiso también volver a cobijar a sus hijos chilenos y se convierte en la casa de la Universidad de Chile, el club devastado por los ladrones protegidos de la dictadura, el club de fútbol con la hinchada más mística de todos los tiempos. El momento esperado llegó; las graderías, los pasillos, los baños, las escaleras, la pista atlética, los camarines, se llenaron de adolescentes desorientados, ávidos de emociones, deseosos de encontrar una buena razón para levantarse cada día y salir de su población... Ese fue el momento de la simbiosis. Los de Abajo, habían llegado para evocar toda la historia, sin faltar detalle. No fue necesario detenerse para oír nada, todo estaba flotando en el aire; las paredes pegajosas, los tablones embadurnados, todos los rincones y cada grieta repletos de lamentos; contenían todas las historias, todas las palabras, todos los gritos y súplicas, todas las bromas, las toses, hasta el último de los alientos. No faltaba ningún testimonio. 20
Los de Abajo fueron poseídos por esa energía nacida del dolor. Así vinieron los desórdenes, las batallas campales, los tiroteos, los linchamientos, la convocatoria de alto riesgo, y el maquillado plan estadio seguro. La sociedad chilena tiene las respuestas, lo que no quiere es verlas y menos afrontarlas. Estaría bueno asumir el país que dejaron las décadas de ferocidades y fechorías militares. Los de Abajo lo percibieron y actuaron “en consecuencia”, ellos no se hicieron los lesos con el dolor que encerraban los muros de su casa. Los de Abajo son la voz de las almas perdidas de antiguos moradores del primer coliseo patrio, son sus vengadores. Y así nace El Pasional.
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Sin Nombre Camila Leyton Tengo fotos de pequeña, con gorros, camisetas y accesorios con signos de la U. Mi mamá y papá, fanáticos del Bulla... ahí empezó todo. Tenía 4 años y por primera vez me llevaban al estadio. Tengo recuerdos claritos del camino hacia el pasional, micros amarillas, sentada en las piernas de mi papá cantando todo el camino una canción que me enseñaron en el Kínder. Llegamos y la magia era tremenda, todos saltando en el tablón (1999), cantando hasta romper la voz, y yo, ahí en los hombros de mi papá moviendo mi pequeñita bandera azul con el chuncho en medio. ¡Visualizando todo el tremendo espectáculo de la hinchada! Jugábamos contra Palestino, ganamos y nunca voy a olvidar el pitazo final, todos celebrando y comenzaron los fuegos artificiales, en serio que para mí fue mágico. Desde ese día todo cambió para mí, “la U” ya no era el equipo que le gustaba a mis papás sino que era el equipo del cual me enamoré. Y en serio que me enamoré, hoy tengo 23 años y sigo sintiendo el mismo amor por los colores, las cosquillas en la guata y la piel erizada en cada partido. Sigo con las ganas locas de volver a ver a la U, de ir a cantar al estadio gane o pierda! 23
Gracias le doy a la vida y a mis padres que me ayudaron a teĂąir mi corazĂłn de azul, gracias a la U y su hinchada que me hacen feliz
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La U Maureén Riveros Debo haber tenido unos 3 años, cuando vi el carnet de mi papá como jugador de la Universidad de Chile. Él era tan sólo un niño y yo una niña también. No dimensioné lo que significaba y lo que significaría en mi vida, en ese momento era sólo una foto en un cartón. En casa no se hablaba mucho de esto, menos mi papá y claramente con justa razón… ya que mucho tiempo después, cuando ya podía razonar, me contaron que mi papá se fue a Santiago con tan sólo 13 años, un ser de origen muy humilde pisaba la gran capital en busca de su sueño. De un pequeño pueblito llamado La Estacada, tuvo la valentía de salir al mundo en busca de lo que él amaba. En aquel equipo, en el equipo de sus amores. No todo era fácil, luchó y luchó por su sueño y por demostrar de lo que realmente estaba hecho. Me contaron que un tal Leonel Sánchez lo había apodado el Liebre (quedando sus hermanos menores como los liebres chicos) por su agilidad y rapidez con la pelota. También me comentaron que pasó hambre y frío pero que su amor y pasión jamás lo hicieron desistir. Todo esfuerzo conlleva una recompensa y mi padre fue enviado a préstamo a Ranger de Talca. Antes de partir fue a despedirse de sus padres para poder enfrentar el cambio. El amor por el fútbol lo hizo 25
jugar un partido en su pueblo natal, donde en una jugada le quebraron la tibia y el peroné, cual acto, sin tener los medios y la tecnología de hoy frustraron su futuro. Mi padre guardó sus recuerdos y los posicionó en algo que lleva con orgullo: haber vestido esa camiseta, haberse enamorado aún más de sus colores. Jamás dejó de inculcarnos tan hermoso sentimiento y nosotras, sus 3 hijas mujeres, le estamos eternamente agradecidas por tan maravillosa herencia. Miramos sus ojos y vemos las ganas tremendas que tuvo y tiene por vestir esa camiseta y poder mojarla al cien. Mi padre, nuestro mayor ídolo, el que nos alienta siempre y del cual estamos eternamente agradecidas por todo lo aprendido. Nuestro amor por la U proviene de él, un amor que ha crecido a lo largo del tiempo y que seguirá viviendo y ¡creciendo por mucho más! ¡Aguante la U hoy y siempre!
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Amistad Poco Clásica Constanza Gallardo Cuando era pequeña vivía en los alrededores del Estadio Santa Laura. En mi recuerdo infantil, la distancia debe haber sido unas tres cuadras. Siempre pasábamos por afuera y se escuchaba el pitido del árbitro, la gente cantando, el bombo, los gritos con locura que celebraban cada gol y claro, unas luces enceguecedoras que me hacían pensar que algo muy bueno estaba pasando ahí adentro. Los clásicos se jugaban ahí, y como era principio de los noventa las barras bravas, ya habían alcanzado un auge y reconocimiento en el medio del fútbol. Yo no sabía mucho, pero como siempre la prensa sembraba temor, los vecinos y vecinas del sector tratábamos de no circular por ese lado los días que se jugaran estos partidos. – Pórtate bien o te llevo a un clásico – era la frase de castigo favorita de mi mamá. – No mamá, por favor no – respondía en un temor infundado, por lo que no sospechábamos que un sentimiento estaba germinando en mi corazón. Mientras Los de Abajo estaban de carnaval luego de una sequía de 25 años. 27
Luego de unos años nos fuimos de Santiago, el estadio y su carnaval estaban lejos de mí. Me fui a las monjitas y ahí conocí a una chiquilla como yo, -casi como yo-. La Vale, mi mejor amiga. Recuerdo un primer día de clases en que entró a la sala y gritando con voz de piba me decía: – Mirá chuncha, llorá. Somos lo más grande, los vamos a cagar – celebrando la privatización de su fútbol. – Miráte la cara de sudaquita querida, son una puta empresa, mirá – y así muchas horas y días discutiendo con argumentos primitivos sobre la economía contemporánea. Según mi recuerdo, al paso de unos meses, -hoy sé que fueron 2 años-, en ese momento en que todos los días usaba la misma ropa, me juntaba con la misma amiga. Los dramas con la vieja seguían igual, no había como referenciar el tiempo. En ese momento, entré a la sala y ahí estaba mi yunta. – Viste chuncha, nos siguen en todo – se reía como piba. – No me siento bien, nos cagaron, Vale – la Vale supo que estaba triste – nosotrxs no somos como vos. En el 2007 la ley 20.014 permitió el saqueo al Club de mis amores. Después de esto no sé qué paso con nosotras, o no quiero acordarme, solo sé que nos separamos porque mi espíritu libre y laico no agradaba a la madre Cecilia, así que me tuve que ir del colegio. Volví a Santiago y comencé una nueva vida. 28
*** Un día tuve una cita. – ¿vamos a la cancha? – me dijo tan guapo así que dije que sí. Iba en el metro, muy nerviosa, iba a ser mi primera vez, de esas primeras veces que sí importan. Nos juntamos en metro Cal y Canto. Después de tantos años iba a volver a ese barrio donde crecí, al estadio del castigo que nunca ocurrió. ¿Por qué me decían eso en vez de contarme que ahí dentro estaba jugando el ídolo más grande? Un muro siempre me separó del Matador, de Musrri, de los hermanos Castañeda, del Superman, del Rogelio, el Polaco, de Valencia, de Los de Abajo y todos los demás. De pronto, una voz conocida interrumpe mis pensamientos. – Y esa, ¿se la sacaste al león de peluche? – nos reímos de la imitación barata de la camiseta de 2004 que le saqué a mi primo, una talla 14 con el sponsor de Cristal muy desgastado. –Te ves linda – y caminamos a la boti. Todo era nuevo, íbamos en una “micro barra”, ¡que locura! Llegamos al estadio y habían filas distinguidas por sexo, quedé quinta en la fila y la de hombres era de una cuadra. Había una paca revisando, yo miraba como lo hacía y deseaba que hubiera alguna forma en que la tipa no pudiera tocarme, pero si no lo hacía, no entraba. Atiné a hacer el gesto de cubrirme los pezones con los dedos, pensando que de ese modo no abusaría, que tontera, me toco toda, pero estaba adentro y era lo que me dio consuelo. Miré 29
a la fila de hombres y un paco a caballo estaba arriando a los hinchas, morí de miedo, no quería perder a mi camarada y me quedé mirando mientras otros pacos nos espantaban con los perros para que entráramos rápido, pero no podía entrar tranquila sin saber que él estuviera bien. De pronto “goooooooooooooooooooooool”, un grito de gol gigante emano desde la galería con un estruendo mágico que no podía creer real, solo reí, hubo una invasión de felicidad en mi corazón, habían 2 camaradas al lado mío esperando a alguien igual que yo y nos abrazamos. Este partido era de los últimos partidos de Sampaoli, jugábamos contra Unión La Calera. Por fin logramos entrar, íbamos ganando 1-0, pero no había bombo, no había banderas, todo por la nueva normativa de Estadio Seguro, se veía raro a pesar de que nunca estuve ahí, pero no era como las celebraciones que viví antes en las calles de Santiago. Por suerte el Santa Laura es de fierro y lata así que tenía buenos elementos de percusión a disposición de nuestra locura. Al final perdimos 2-1, con un gol de Leandro Benegas que no ví y tuve la mala suerte de ver los 2 goles del rival, pero también vi a don Sampaoli histérico por fuera de la banda y a lxs camaradas cantando como siempre. Salimos del estadio, yo muy contenta y fuimos a comer un completo por ahí. Después nos fuimos y ya no puedo seguir contando esa historia. *** 30
Han pasado muchos años, jugadores, dirigentes, 1 sudamericana, 1 tricampeonato, 2 Copa Chile, la barra se dividió, empecé a seguir a la U por esta franja de tierra, si, con el camarada del Santa Laura, se acaban de cumplir 18 años sin ganar en pedrero. Me acordé de la Vale, días después del último clásico era su cumpleaños, no sabía si saludarla, hacía mucho que no hablábamos aunque mantenemos el contacto virtual, así que me envalentoné y le mandé un mensaje: ¡Feliz cumpleaños Vale! Felices 18 años, te vi que estabas en el hoyo, disfruta la racha que se va como la juventud. Que saludo de cumpleaños tan malo, sentí que fue un “hasta nunca, Vale”. Así que me puse a escribir buscando una forma de inmortalizar nuestra amistad. – ¿Aló? – era un número desconocido. – Me sorprendí con tu saludo, ¿nos juntamos? – la Vale se escuchaba emocionada al otro lado de la línea. – Si, voy – corté y caminé.
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El Día Que Conocí a D11os Eliana Hormazabal ¿Conocen la canción “Había visto a Gardel”? un tango que refleja la admiración de un hombre por su ídolo y relata con detalles como conoció a sus quince años al gran Carlos Gardel. Corría el 20 de abril de 2008 y me preparaba junto a mi prima para asistir al partido del romántico viajero contra Audax Italiano. Era un día distinto ya que por primera vez llevaríamos nuestro lienzo que con tanto amor habíamos construido por y para la U; “Pasión descontrolada”. Recuerdo perfecto que ese día llegamos a la sede de Los de Abajo y pedimos ayuda para ingresarlo a la cancha. Una vez logrado el cometido comenzó la peor y mejor parte de esta historia. Terminaba el primer tiempo y la U lo ganaba por dos tantos a cero, cuando se nos ocurre bajar al túnel para sacarnos la primera foto de muchas con nuestra joyita (Sin duda proyectábamos nuestro lienzo con un sinfín de kilómetros a lo largo de nuestras vidas siguiendo a nuestra amada U), pero un “amistoso hombre vestido de verde”, enrolló con su luma los 3 metros de largo y 2 de ancho de tela de nuestro querido lienzo, y corrió hacia la salida. Rápidamente mi prima lo siguió para recuperarlo, pero ya era tarde, el paco había sacado el lienzo del estadio y otro colega lo había 33
tirado al camión de la basura, que curiosamente justo iba pasando por la escalera del acceso a la puerta 14. No podíamos perder el trapo el primer día de estreno, y menos en manos ajenas. Tanto amor le pusimos y tanta ayuda recibimos. Donde conocí grandes amigos. Algo debíamos hacer para recuperarlo. Salimos del estadio, bajamos rápidamente las escaleras y lentamente seguimos el camión de la basura que metro más allá nos lo devolvió. Se pueden imaginar la mezcla de sensaciones entre satisfacción de haber recuperado nuestro lienzo y una lata tremenda por haber tenido que salir del estadio a la fuerza, pero es aquí donde comienza la acción. A lo lejos vemos un tipo pasar, su nombre es Pablo (solo recuerdo su nombre y si me lee debe saber que gracias a él viví el día más emocionante de mi vida). Recuerdo que jugaba en una de las divisiones de la U, y nos ve cerca del ingreso a marquesina con el lienzo estirado en el suelo tratando de sacarnos la anhelada foto con nuestra cámara a pilas y nos pregunta: “¿Chiquillas qué les pasó?”. Le explicamos rápidamente que nos habían echado del estadio por rescatar nuestro lienzo y en cosa de segundos nos responde “¿Y quieren entrar?” Nos miramos con mi prima con cara de felicidad, nos hicimos pasar por familiares y en pocos minutos estábamos en marquesina detrás de la banca de jugadores que dirigía Salah -del quién no hay mucho que agregar-. De mis 12 años que voy al estadio, ese 20 de abril de 2008 estaba siendo el mejor díade mi vida como hincha, fanática y enamorada de la U. Pero eso no es todo, nos colgamos 34
a la reja mientras cantábamos y veíamos la galería sur estallar -porque el fin de semana siguiente nos tocaba clásico universitario-, Pablo en un momento nos grita: ¡“Guarden pilas que más rato vamos al camarín”!… Hay momentos en la vida que te dejan paralizadas y éste. Termina el partido y nos dirigimos al camarín, el primer obstáculo fueron los amigos de la basura que en cosa de segundos nos identificaron y empezaron a ponernos problemas con los guardias para ingresar, Pablo mientras tanto hacia lo suyo hasta que logramos entrar al olimpo, conocimos a Rafa Olarra, al soldadito Morales, Pepe Rojas, Nico Larrondo, Pipa Estévez, el querido Montillo y de repente saltan los flash. La gente se abalanza sobre él, el once del equipo, el chileno, el gran Matador Marcelo Salas, las entrevistas fueron breves, pero para mí ese momento duró una eternidad. Cuando se disponía a retirar del camarín Pablo le grita “¿Marce una foto?” y el ídolo asentó con la cabeza, nos sacamos una foto mucho más importante que nuestro propio lienzo, primero fuimos nosotras y después Pablo quien solo quería que por favor le mandáramos la foto del recuerdo a su correo. Cuando terminó ese momento le digo inocentemente a Pablo “¿Puedo gritarle algo?”, él me responde que sí y a todo pulmón grite: ¡“GRANDE MATADOR”!. Mi ídolo se dió vuelta y me levantó el dedo pulgar de su mano derecha, justo y en ese preciso momento pensé que podía morir en paz. 35
Camino a casa mirábamos una y otra vez las fotos, llegué a mi casa tan tarde que ni el reto de mis papás y los mil castigos del demonio podían arruinar ese día tan importante. Por supuesto corrí a contarle a mi abuelo a quien va dedicada esta historia. Un azul hasta la médula, un hombre que me enseñó mucho más que en la escuela; Me enseñó a ser de la U. “Tata, había visto al Matador”…
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Sin Título Natalia Campos Sofjer Soy la menor de 3 hermanos, la única mujer. Soy de la U desde que tengo uso de razón, porque así lo supe entender. Mi mamá es cruzada, pero como tales hinchas nunca hizo esmero por transmitir el sentimiento a las demás generaciones. Mientras crecía, vi en mis hermanos y en mi papá, las quejas, los sufrimientos y todo lo que significaba ser azul. Siempre me pareció que era como la vida misma y no me equivoqué. Mis hermanos empezaron a crecer, e ir al estadio con sus amigos, mi papá iba poco, las típicas excusas de que el cuerpo ya no estaba para eso y en realidad trabajaba muchísimo. El domingo era día sagrado de descanso e ir a ver a los abuelos. Cuando la U logró el campeonato después de 25 años en Calama, todas sus excusas quedaron en el olvido. Tomó a mis dos hermanos y fueron a recibir el plantel al aeropuerto. Yo me quedé en la casa esperando, jamás hubo la mínima consideración en llevarme y creo que yo ni siquiera quise gastar mi tiempo en pedir sumarme ante la rotunda negativa. Me quedé dormida ese día, antes de que llegaran, pero la historia y la emoción la escuché infinitas veces. Mi papá falleció unos años después y claramente ese día es uno de los recuerdos más atesorados por mis hermanos. 37
Siempre tuve la secreta esperanza de ir al estadio, veía que ellos contaban tantas historias, se reían con sus amigos, todo estaba rodeado de alegría. Hasta que muchos años después, estaba con mi hermano mayor un sábado tirados al sol en el sillón. Lo noto inquieto haciendo llamadas a toda su agenda telefónica (esas con imán), y nadie quería acompañarlo al estadio. En su último recurso (y de tremenda alegría para mi) me preguntó si quería ir. Ahh dale le dije, pero en el fondo, estaba tan contenta de que por fin iba a entender todo lo que sucedía ahí. Llegamos al estadio, la verdad es que hizo un esfuerzo como estudiante, y me llevó a andes para “cuidarme”, era un partido contra Unión. El partido iba normal, yo no paraba de mirar todo. Todo me parecía alucinante, la gente cantando, en familia, con amigos, echando la talla, gritando, puteando, ahí pasa de todo, pero la verdadera revelación vino con el gol. En medio del grito, el señor que estaba al lado mío con audífonos me abraza y saltamos juntos, miro a mi hermano y él estaba igual con la persona del otro lado. Ese día entendí la fraternidad y lo que significaba ser de la U. Me dio una alegría tremenda. Al final del partido hubo una pelea a combos en la cancha, me quería quedar mirando, pero mi hermano me dijo que nos fuéramos. Siempre que vuelvo a los partidos contra Unión me acuerdo de ese tremendo momento con mi hermano.
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Desde ese día, me encanta ir al estadio. No me gusta ver los partidos por la tele, no tienen emoción, las cosas no pasan, la gente no está ahí, lo más lindo de la U es su gente, y en la tele no estamos ahí. Mis hermanos dejaron de ir al estadio y yo empecé a ir con pololo. Mi primer pololo era del Colo, fatal, siempre supe que eso no iba a ninguna parte. Cuando terminamos anoté que el requisito básico para “el próximo” era ser de la U. Y así fue con todos. Salvo un error entre medio que era de Católica, y que en un mal momento me convenció de ir a los cruzados en un clásico universitario!!! (no quedaban entradas neutrales y era la única opción de ir). Ahí figuraba sentada con mi globo condón entre 50 personas (en serio). Mis amigos me webean hasta el día de hoy. Me casé con Joaquín, y muchos de nuestros grandes momentos fueron en el nacional. El ama ir al estadio como yo, ir a sur, cantar, estar ahí, putear, congelarse, sufrir, gozar, cagarse de calor, reírse con los cabros en la micro de vuelta, tomar bebida aguá y gozar las alegrías con el desconocido del lado tal como lo hice con mi hermano la primera vez. Hoy no vivimos en Chile, la única opción es internet, yo veo los partidos con él un rato, pero me desespera el no estar ahí. En cuanto volvamos, ambos sabemos tácitamente, que la prioridad 1 es volver a la 12.
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Emulsiones Isidora Valenzuela Desde chica me enseñaron a alentar al león. Con mi familia lo íbamos a ver adonde jugara, si es que se podía, y los domingos eran prácticamente en el estadio. No importaba si al otro día tuviera una prueba o algo que hacer ese día; ese día era completamente de la U. Y desde chica me gustó ir. Era impresionante cómo se vivía una verdadera fiesta ahí adentro. Lleno de azul y rojo en todo tipo de formato; como en la ropa, en banderas, papel, bengalas e incluso en los cánticos. Cuando cantaban, podía ver como salían emulsiones de color por sus bocas. Estas, salían haciendo matices de rojo y azul, que adornaban todo el estadio, dándole una magia por sobre todo única y que, desde pequeña me gustó apreciar. Con el tiempo fui creciendo, siempre acompañada del azul, los cánticos, el papel picado, las bengalas y el bombo. Ya más grande aprendería mejor los cánticos. De chica sólo los tarareaba, y me regocijaba con estas emulsiones de colores que salían por la boca de mis camaradas. Concentrándome en estos, que a veces se llegaban a convertir en nubes de azul y rojo, que luego pasarían a ser figuras de un bombo, búhos o leones. Y ya más grande, aprendidos estos cantos, supuse que ahora yo acompañaría a mi camaradería en esta expulsión de estas mezclas por 41
sus bocas. Así que cuando estuve segura de haberme aprendido bien las canciones, fui con más ganas que nunca al estadio, esperando sentir como salían las emulsiones de azul y rojo por mi boca. Ese domingo me desperté más temprano que nunca, a picar el diario para llevármelo a la cancha luego. Ese sería el día que lo cantaría todo en la cancha esperando sentir como salían estas mezclas de mi boca. Esto me tenía con mucha curiosidad. ¿Dolerá? ¿tendrá sabor? Eran muchas preguntas, que se juntaban con mi emoción haciendo un desfile de emociones en mi cabeza. Ya en el estadio, y a punto de comenzar el partido, me paré con ímpetu entre la gente; cuando comenzó el partido, todos empezaron a cantar y yo me dispuse a hacer lo mismo. Así que alcé mi voz lo más que pude y canté, canté como si se fuera acabar el mundo. Pero no pasó nada, canté una tras otra; la garganta me dolía, y aún así seguía intentándolo, pero nada. Todo el mundo con mezclas de azul y rojo saliendo de su boca y yo como si nada. Así pasaron los meses yendo al estadio, y yo intentándolo en vano. Hasta que llegó la final, momento que todos celebramos. Ese día estaba muy nerviosa, tanto que se me olvidó mi propósito de expulsar azul y rojo por la boca. Ya en el estadio, se sintió como si hubiéramos ganado desde el principio, ya que la fiesta de colores azul y rojo era impresionante. Era el minuto 70 e íbamos ganando. Pero solo 1-0 por lo cual estábamos muy nerviosas en la galería. Esto por el empate y también porque en la tabla 42
de posiciones, el otro equipo tenía un punto más, lo que significaba que el empate sería la pérdida de mi amada U de Chile. Pero pasó lo que tenía que pasar. En el minuto 75, el rival anotó un punto dejando el partido empatado. Ahí fui cuando la camaradería se volvió loca. Pero no en el sentido de enojarse e irse por la pérdida, no. Si no por el hecho de cantar más fuerte, alentando aún más a los jugadores. Comencé a gritar los cánticos y llegué a sentirlos, los sentí tan fuertemente que de un momento a otro comenzó a salir una emulsión azul con rojo de mi boca. Formando también nubes con formas de búhos, banderas y pelotas. ¡Lo había logrado! conseguí lo que tanto había esperado y soñado. Y fue cuando me di cuenta de mi error todo este tiempo. No era la lógica de saberse toda la canción, sino la pasión y el sentimiento con la cual se cantaba…
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Mi Historia Michele Donaire Aún recuerdo ese día, como olvidarlo tenia yo unos 5 ó 6 años y estaba ahí en algún lugar de la galería junto a él, mi padre, yo comiendo papas fritas acompañadas de una bebida, creo estaba nublado, ya que me recuerdo muy abrigada en lo alto de la galería porque veía la cancha muy lejos, yo no entendía nada de lo que pasaba ahí, en ese lugar verde, solo sabía que era fútbol y que uno de los equipos que jugaba era UNIVERSIDAD DE CHILE. Ese día conocí al que hoy es el “amor de mis amores”. Pero la historia de mi pasión no comienza ese día, comienza unos años más tarde, cuando mis dos hermanos mayores me llevan a ver jugar a U, a la gran Universidad de Chile. Tenía yo unos 10 años, y un sábado después de almuerzo, vestida con una camiseta que mi hermana me había regalado, -iba yo muy emocionada por cierto-, y expectante de todo lo que iba a vivenciar. Era verano, hacía mucha calor, primera parada Metro Vicente Valdés, vagón lleno de hinchas que junto a nosotros se dirigían al estadio, todos cantando y saltando dentro del metro. Yo para ese día ya me sabía algunas canciones que para mi favor estaban cantando. Algunas personas molestas por nuestra presencia, otros observaban con algo de admiración, y yo, bueno yo me sumaba a la admiración de ellos. Segunda parada 45
Metro Ñuble, nos bajamos todos y mientras vamos bajando las escaleras uno grita y se escucha un ensordecedor: “atención los de abajo” y todos le siguen, me incluyo, ahí morí de emoción. En la caminata que nos dirige al estadio miles de hinchas caminan, unos en grupos grandes, otros solos, en familia o con amigos, pero cada uno con su camiseta azul. Tercera parada Estadio Nacional, puerta 14, si, la barra, ahí estaba yo. Para ese entonces el estadio era de tablón, madera ya vieja y sucia y algunas rotas, era un espacio muy pequeño, había que ponerse de lado hacia la cancha para caber todos. Poco a poco llegaba la gente, quedaba menos para empezar y de repente empieza a sonar el bombo, debo decir que con solo 10 años se me erizó la piel, era como el toque perfecto. Comienza a sonar el hermoso himno, que yo me sabía hace ya mucho tiempo así que lo cante con el corazón. Minutos después se entona el famoso “sale león” un par de minutos y al fin sale la U a la cancha, hay aplausos, tiran los rollos, y en ese tiempo se tiraba papel picado y había de estos globos gigantes azules, era toda una fiesta ante mis ojos. Cada minuto que pasaba era tan distinto al anterior, tantas emociones en tan solo 90 minutos, que demostraban que el amor por ese equipo lo era todo. Recuerdo hubo un gol para la U, tan esperado, tan anhelado y como no, tan celebrado; en ese momento se abrazaban 3 hermanos por una misma 46
alegría, y a su vez se abrazaba todo el estadio. Los cánticos se hacían más fuertes que erizaban la piel y cada uno rompía la voz sobre ese tablón. En ese partido vi un suceso que quedó en mi retina hasta el día de hoy. Fue ver a mi hermano tocando el bombo, si ese mismo que hemos visto y escuchado todos, al mismo que le tenemos un cariño gigante, mi hermano marcaba el compás de una de esas canciones que en sus letras define el amor y la pasión que solo nosotros sabemos sentir, una vez más me llenó de orgullo de la hinchada a la que pertenezco. Se acaba el partido, U de Chile gana por la cuenta mínima, lo que nos hace irnos el doble de contentos, bajando las escaleras de ese túnel cantando y seguramente abrazando a quien nos acompañaba. Esa fue la vez que la pasión llegó para quedarse, para demostrarme que esta hinchada es más que cualquiera, que aquí los colores no van solo en la camiseta, van en el corazón, que la camiseta no solo la ponemos los fines de semana, sino que es como nuestra primera capa, es nuestro escudo, nuestra armadura, es la pasión y el amor que sentimos, que por lo menos para mí es indescriptible. Ese fue el comienzo del amor y sentimiento más único e incondicional. Hoy seguimos firmes, alentando como siempre con la camiseta más puesta que nunca, ya no desde la 14, donde comenzó todo, pero si en la 12 en el codo izquierdo, donde seguimos escribiendo esta historia y rompiendo la voz cada partido. 47
Ya no somos solo 3 hermanos, ahora con un bullanguerito de 5 aĂąos, que poco a poco entiende esta pasiĂłn y una bullanguerita en camino. Simplemente, gracias bulla amigo que me has dado tanto.
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Más que 90 Alejandra Vargas Algo que puede ser comprendido sólo por quienes llevan la U en el pecho. Un sentimiento que desborda cada fin de semana al ver salir la gloriosa a la cancha. Pero es más que eso, es un sentimiento que acompaña todos los días, está presente en todo lo que hacemos y simplemente no se puede explicar con palabras. Más que 90 representa cómo las y los hinchas urden poco a poco el tejido de lo que significa ser un Club en todos los espacios posibles, dentro y fuera de la cancha.
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“Viva la U valiente y combativa, alerta y siempre activa, la queremos a la U” Conmemoración de los 11 años de usurpación del club por parte de azul azul.
“De abajo soy, eres mi pasión, eres mi vida entera, lo que yo más quiero”
“Que se vaya Carlos Heller, que se vaya azul azul, que se vayan esos machos que no quieren a la U� Marcha por el aborto libre, seguro y gratuito. Julio, 2018
“Todas saben de un gran amor, de una bullanguera que no se vendió, ni a los pacos ni a la represión, ni a la mentira de la televisión”
“Nadie puede con el sentimiento de mi corazĂłnâ€? Marcha por el aborto libre, seguro y gratuito. Julio, 2018
Trinidad Vega
Cantando Vengo Tamara Valdivia Cantando vengo Soy una viajera, pero le quito poco a poco lo romántico Y toda la opresión disfrazada que ello implica, Voy despidiéndome del ideal hollywoodense del destino, La estabilidad, de la perfección. Warmi bullanguera, mas no romántica. Continúo el sendero, el sendero de la lucha contra los poderosos y sus abusos, El sendero de la memoria, la libertad y el amor. Más allá del horizonte Donde me lleven mis pies danzantes y mi andar colectivo. Siendo sincera y exigiendo verdad y justicia. Con este cuerpo desnudo, desnudo de estereotipos, desnudo de imposiciones asqueado del patriarcado, contemplando/destruyendo la realidad, esta realidad tan llena de mártires de la dictadura 63
y de esta falsa democracia, realidad llena de machismo y opresión, la de clase y la de género. De todas formas me despido brindando con cálida emoción, Brindo por lxs que luchan, Por lxs que danzan, Por la ola feminista Y por el bUlla de mi vida ¡salud! ¡Arriba lxs que luchan!
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Ve Más Allá Del Horizonte Katalina Mundaca S. ¡Mujer, ve más allá del horizonte! Desde que tengo memoria que soy de la U, un amor que no fue traspasado por mi familia, ni amigos, ni vecinos… siempre quise ser de la U. El amor por el Club ha marcado mi vida en distintas etapas, ya sea de manera positiva o negativa, yo soy de la U. Me costó ir al estadio, ya que nadie compartía este bonito amor, cuando chica fui una hincha “desde afuera”, pero igual de azul que cualquiera. La primera vez que visité el Estadio Nacional, fue un partido de la U vs O’higgins el cual perdimos, yo tenía 15 años y jamás en la vida había sido tan feliz como aquel día. Desde ahí no dejé de asistir al estadio, sola o con amigos, yo solo quería ver a la U, dejando compromisos, gente y familia de lado por alentar al León, nada importaba, ni en ese entonces ni ahora. Apenas fui mayor de 18 años, comencé a trabajar como toda cabra joven, en lo que fuera yo apañaba, lo que conllevó a que conociera un montón de gente, y mi primer tema de conversación siempre fue el mismo: fútbol, y para ser más específica, la U. En cada conversación trataba de explicar de manera general lo que significa el Club para mí, algunos lo entendían, otros no, pero me daba lo mismo. En muchas de esas conversas típicas que se dan cuando conoces gente nueva, yo hacía notar mi amor por la U 65
y extrañamente me hicieron la misma pregunta repetitivas veces: “¿y vas al estadio? ¡¿Y no te da miedo?!”, lo más impactante de esta pregunta no era la pregunta como tal, sino quienes la emitían. Extrañamente siempre fueron mujeres, que me lo preguntaban con cara de asombro y voz temerosa. Yo respondía que sí iba al estadio, cada semana y no, no me daba miedo. Cada vez que respondía esto, ellas me hacían notar su miedo por la gente que iba al estadio, peleas, asaltos, etc. Y yo me asombraba cada vez que lo comentaban. En los años que llevo siguiendo a la U jamás me ha pasado nada de lo que decían temer, y yo les preguntaba a ellas “¿Tú has ido al estadio alguna vez?”, sus respuestas siempre eran negativas. ¿De dónde se genera el miedo entonces?, yo comencé a ir al estadio de manera tardía, no vi a la U jugar en los estadios durante la década de los noventa, e imagino que los hinchas de ese entonces dejaron una marca importante en el subconsciente social de los chilenos. Aún así, no logro entender el miedo, el cual se evoca a lo desconocido. Cada vez que esta pregunta aparecía en la conversación, me impactaba enormemente. Nunca quise entrar a discutir con ellas, porque el miedo que emanaban ante este lugar desconocido, básicamente tiene relación con la cultura machista de este país, siendo el fútbol el deporte rey exclusivo para el género masculino, las mujeres comenzaron a integrarse lentamente, y no solo lo menciono como algo deportivamente masculino, el que una mujer compartiera estos espacios, era mal visto, que gritara más fuerte que el weon de al lado, que se 66
subiera a una butaca, que saltara, que insultara a los árbitros, que supiera sobre tácticas futbolísticas, que tuviera más vida fuera de sus “responsabilidades como mujer”, era mal visto. Actualmente, y a modo personal, no concibo el estadio sin las mujeres que asistimos cada fin de semana, donde la sororidad entre nosotras crece a pasos agigantados, y de lo cual me enorgullezco día a día. Jamás les expliqué a las compañeras de trabajo lo hermoso que es ser mujer barrista, lo cual es una mezcla de rebeldía y amor en su máxima expresión!!, ¿cómo expresarles a ellas la mística que se está creando actualmente en el tablón?, ¿cómo caracterizar a esa hincha que va con sus hijos a ver la U?, ¿la que lleva al pololo que antes era solo un simpatizante?, ¿la que va con su grupo de amigos o sola y canta con gran pasión desde que suena el himno antes del partido, hasta que despide al equipo entre aplausos?. Nunca quise ahondar en el tema con esas compañeras de trabajo, ya que no quise transgredir sus pensamientos que seguramente se generaron en un núcleo familiar machista, no era mi deber decirles lo que estaba bien o mal, pero esta inquietud la conversé con amigas y amigos del estadio, todos tuvimos pensamientos parecidos, su miedo a lo desconocido es una mezcla de machismo cultural típico del siglo XX y además, las cicatrices sociales que dejó la dictadura y los medios periodísticos en torno al hincha del fútbol siguen presentes en ellas y en otros. Mis compañeras de trabajo lamentablemente nunca lo sabrán y morirán con estos miedos. Siempre 67
he creído que la frase “ir más allá del horizonte” no solo abarca la grandeza del amor por la U, también va dirigido a la mujer azul, la que va más allá de la concepción arcaica del comportamiento femenino. Que apaña en los 90 minutos, tercer y cuarto tiempo, para luego llegar a casa y tomar el control de su familia, tiene actitud para hablar de fútbol y de la U, su corazón está cargado de valentía en su diario vivir, tiene optimismo y fe hasta el último segundo, se banca las burlas de hombres y mujeres porque el equipo perdió de nuevo. Representa en su totalidad la ferocidad del segundo animal característico de la Universidad de Chile...el León, y en este caso, una leona. ¡Mujeres más fuertes que las azules no vas a encontrar en otro Club!
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Herencias y Tributos Diana Valeria Cornejo Díaz Guardián de lo sagrado, transita entre los vivos y los muertos, resguardando la herencia, sabiduría, conocimiento y espiritualidad. Símbolo de la previsión, de la magia, brujería y medicina de la vida y de la muerte. El búho ha representado en la historia, opuestos y contradicciones, pero ha estado constante en su majestuosidad, fuerza y misterio, presente en las culturas más diversas, dejando una marca. Espiritualidad y saber, protección, conexión entre el pasado y el futuro, mensajero de secretos, siempre consciente de su entorno, vigilante aún en la oscuridad más profunda cual guía atento para cambios, viajes y transiciones. No podía ser otro el símbolo, el homenaje, el recuerdo permanente de mi historia, de la herencia, del apego a mis raíces, de esas que son el sustento más fuerte para avanzar hacia los nuevos desafíos de la vida. El tatuaje debía ser un homenaje a mis ancestros, a mis abuelos maternos, por eso en el pie, en la raíz y base que me mueve hacia adelante, por eso un búho, un chuncho... un tucúquere. No tuve dudas al elegir mi símbolo para mi historia, que representa mucho de lo que soy, de lo que agradezco y espero de la vida. Un guiño a la complicidad y a la herencia del amor a los colores que también representa. 69
A quien es y quien fue mi abuelo en mi vida a pesar de los cortos siete años que pasamos juntos. Aprendí de futbol escuchando a la U en una radio a pilas, tendida sobre la panza de mi abuelo, jugando con sus canas- solo a mí me dejaba jugar con su pelo-, apapachada a más no poder. Dicen que más de una vez me hizo dormir con esa misma radio sonando de fondo, celebrando en silencio algún gol para cuidar mi sueño. Aprendí de la vida, la historia, naturaleza, literatura y a prender el fuego para un buen asado a su lado, como su única nieta, de su única hija. Lo admiraba, si cierro los ojos aún escucho su voz y su guitarra cantando alguna tonada. Su metro noventa me parecía una montaña que tenía que escalar para así lograr acomodarme a su lado, para escuchar juntos jugar a la U. No le gustaban los comentaristas de la televisión, así que el panorama del domingo era ver el partido juntos, en el sillón del living con el televisor sin volumen y la radio. ¿Qué habrá sido de esa radio?, la verdad no lo sé. Mi abuelo logró conmigo lo que nunca pudo con mi mamá, heredarme, entre otras tantas bellas herencias, el gusto por el fútbol y por sus colores. Siempre he dicho con el mayor de los orgullos, que soy chuncha de cuna y creo que cuando te hacen dormir con la U jugando como música de fondo, no hay quien desmienta ese título. Nunca pude ir al estadio con él, pero cada vez que entro y escucho el pitazo inicial, me imagino viendo jugar a la U de nuestros amores a su lado. Y ese calor, ese abrazo, vuelven por un instante y son parte de la felicidad de ese momento. 70
En mi familia siempre fue raro que me gustara tanto el fútbol, pero solo porque ni a mi mamá, ni a mi papá le interesa mucho. Mi mamá aún hoy no distingue si juega Chile o “la chile”, y ha sido designada como yeta oficial por mí y mis hermanos, por lo que no puede acercarse si alguno está viendo un partido. Pero mientras crecía, muchas veces noté esas miradas, esos comentarios y caras de asombro cuando hablaba de fútbol o corría gritando al borde de la cancha en los partidos escolares de mis hermanos, la verdad es que nunca lo tomé muy en cuenta, o quizás tuve el privilegio de crecer en una familia donde ser hombre o mujer no implicaba diferencias; por lo que tardé en darle nombre a eso que ocurría y que más grande, me llevó a guardar para lo más privado este lado mío. Más de alguna vez pensé: ¿ser mujer y el fútbol no pueden ir de la mano?, -parecía que muchos pensaban así-. Ya más grande, clara y segura, volví a plantarme con orgullo como hincha, por lo que ver a la U era - y sigue siendo- parte central de la planificación de mis fines de semana, a veces (menos de las que quisiera) en el estadio, y otras muchas en casa, sola o con amigos. Un día, esa sensación volvió, como un fantasma que ya había olvidado, volví a sentirme como hincha de segunda categoría, cuestionada, y llegó de la mano de un comentario de Facebook. No recuerdo por qué, pero estaba siguiendo el partido por el marcador virtual y debo haber escrito 71
algo en mi estado -sobre lo frustrante de conformarse con eso y no poder ver el partido-. Solo eso bastó para recibir un mensaje no solicitado, un consejo que no había pedido y que claramente no necesitaba. Uno de mis contactos me invitaba amablemente a “ser más digna”. No era secreto que recientemente había terminado un pololeo con otro chuncho, por lo que este contacto me invitaba a dejar de fingir interés por el fútbol o fanatismo por el club, que no tenía que complacer a nadie y menos aún llamar su atención con este tipo de mensajes por las redes sociales. Ahí, en un segundo se hicieron concretos los prejuicios y esa descalificación machista. Como mujer no podía ser chuncha si no era en función de un hombre, rebajada a objeto de compañía, sin intereses propios, sin historia. Así, en un segundo un par de décadas desaparecieron invisibilizadas desde la ignorancia y la violencia. Recuerdo como si fuera hoy la rabia, pena y frustración, pero principalmente la impotencia que sentí al leer ese par de líneas. Escuché fútbol desde que nací, descifré la posición de adelanto desde el relato de la radio, así, sin necesitar ver la jugada en el televisor ni en la cancha, y lo hice antes de los siete años. Escuché atentamente a mi maestro hablar de alineaciones, reglamentos y de las glorias y penas de la U. Heredé el amor a esta camiseta y soñé con gritar a todo pulmón en el estadio, ¿por qué te debo una explicación? ¿Por qué?, ¿por ser mujer? No, no lo iba a hacer. 72
El León, el Bulla, la U, el azul como mi telón de fondo, una herencia familiar, un lazo fuerte con mi abuelo que se fue cuando aún podía aprender tanto de él. Me llena el corazón cada vez que con mi camiseta escucho el pitazo inicial y pienso en él; esa pasión y ese sentimiento son un derecho irrenunciable que necesita más que un prejuicio para decaer. Aprendí de lealtad, incondicionalidad, luchar por los objetivos a pesar de que parezcan lejanos y difíciles, casi imposibles. A pararme después de las caídas y caminar orgullosa. Soy mujer, profesional y académica; y aunque a muchos y muchas más les siga pareciendo una contradicción irresoluble, soy hincha y futbolera. Así como el búho, en su complejidad y contradicción, camino con orgullo desde mi herencia hacia el futuro, equilibrando intuición y saber. Hoy voy al estadio sola, libre y orgullosa, a cantar por el equipo de mi corazón y sé que mi viejo ve con orgullo la mujer y la persona que soy.
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Lo que va más allá de un Sentimiento Valentina Donoso Es difícil identificar un sentimiento claro que te explique la intensidad que una siente por esta institución, de hecho, una siempre corre en desventaja por este mismo sentimiento ante los demás, sobre todo por los hinchas hombres, solamente porque este pequeño gran mundo como lo es el fútbol, ha costado que se abra hacia nosotras, las puertas aún se encuentran encadenadas. Pero aún así, luchando contra la corriente, el sentimiento está, se demuestra y se siente no solamente los noventa minutos que dura un partido, sino que, a diario, cuando en el celular ves alguna noticia de la U o escuchas alguna canción que fue adaptada para ser un cántico e inmediatamente sonríes porque es parte de la vida de una bullanguera. También es parte tener sororidad entre nosotras, es ir caminando por Av. Pedro de Valdivia o Guillermo Mann y mirar a las compañeras que van caminando, solas, en grupos, mirar sus expresiones, sus emociones tras los partidos, porque las alegrías y tristezas se comparten. Esa es la esencia de este sentimiento, es decir que basta de las muletillas, insultos y del machismo en el fútbol. Esta pasión es difícil de cambiar, va pasando entre las generaciones de bullangueras y va construyendo nuestra historia, 75
que es parte de nuestra realidad. Tengo la esperanza que este pequeño gran mundo sea un gran mundo para todas, para las que han pasado por esta larga historia, las que estamos en esta lucha, abriéndonos camino y tomando posición dentro del fútbol, siendo una voz para todas y también para las que vendrán, porque mis hijas y mis hijos vendrán, al igual como yo, a alentarte León.
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Me Querían de Señorita Anónima De pequeña era maciza, cachetona, pelo champón y bien blanquita. En el colegio me obligaban a usar jumper y mi abuela -queriendo conservar la tradición- me colocaba enagua, una camiseta y luego la vestimenta escolar que llegaba hasta mis tobillos. Nunca tuve muchas amigas y amigos en la primera etapa de mi vida y al primer cumpleaños que fui -9 años-, las niñas iban vestidas súper cool y a mí mi mamá me puso un vestido con cuello de vuelitos. En ese cumpleaños, que duraba hasta más tarde de lo normal, se hizo en el living una fiesta con bailoteo y luz apagada. Las chiquillas bailaron solas y los cabros estaban afuera jugando a la pelota. A mí me gustaba jugar a la pelota en el colegio,-mi papá me llevaba a la cancha, yo era de la U y varios cabros más eran amigos míos por eso- en el invierno me ponía pantalones y jugaba caleta. Al principio no les era común a los cabros pero me fui ganando el espacio. El resto del año era obligatorio el jumper así que hasta ahí no más llegaba. No tenía muchas amigas y eran pocos los grupos que fueran mixtos. Yo compartía con los cabros en la cancha de los recreos o con alguna cabra que me apañara a jugar con cosas de papelería como esquelas, libretitas o revistas como El Gráfico o Deporte Total que celebraban con especiales, el bicampeonato de la U <3. 77
Vuelvo al cumpleaños. Ahí yo quería jugar a la pelota, pero mi vestido era incómodo y no era de señorita, cómo iba yo a “mostrar los calzones” por quedarme jugando. Llegó el momento de abrir los regalos y nos juntamos todxs. Fue ahí donde se prendieron las luces y empezamos a jugar a la “verdá”. Y ahí la Andrea, una de las chiquillas cool le preguntó al Germán y al Felipe, los niños con mayor atracción por las niñas, quiénes eran las más bonitas del curso. Se juntaron, cuchichearon y se pusieron de acuerdo. Dijeron que todas eran bonitas menos la Ángela y yo por gordas y feas. Me dio pena y quería que me fueran a buscar lo antes posible. Mi único vínculo con la pelota desde ese entonces era cuando mi papá me llevaba a la cancha. Empecé desde muy chica. Iba con mi papá de pendeja, de ahí con los cabros del curso o con mis amigos. Igual me pasa, que cuando canto fuerte en la cancha hay hombres que se asombran. Intentan incluso cantar más fuerte yo, -siento su competencia-. Y cuando algunos que me ven pelá y a punto de ir en tetas cantando de la emoción, se asombran y ponen caras de reojo. Me acuerdo de cuando era niña, del cumpleaños y la pelota. No jugué por mucho tiempo más. Lo retomé en la media. Pero los cabros no eran los mismos. Además de jugar a pelotiarla, en los carretes 78
se ponían pesados copetiados y el rollo iba más por agarrarte el poto o hablar de tetas. Me daba paja estar con ellos en los recreos. A veces los veo en la cancha, de lejos y cuando nos topamos, nos saludamos con poca interacción. Aún me cuesta entender por qué la belleza presenta un orden, una representación, una forma de gusto desde seres humanos tan pequeñes. Aún me cuesta entender que ese orden también me acompañó usando vestido y teniendo que bailar cuando yo quería jugar a otras cosas. Hubo otros compañeros que también vi en la 17, los que se acordaron de cuando jugábamos, y que compartiendo una que otra pilsen se acuerdan que cuando pendejos hacían puras weás. Yo de niña tenía gustos similares a los niños, pero me vistieron por ser mujer, de “señorita”. Después crecí y me convertí en tema de paja porque me salió el culo, tuve caderas gracias a que me llegó la regla y me afloraron las tetas. Decían que era mucho más bonita que cuando era chica, como si realmente me agradara el comentario. Espero que falte menos para que dejen de mirarnos de reojo. Espero que falte menos para jugar una pichanga aunque no haya podido jugar de pendeja.
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Espero que falte menos para cantar por el sentimiento que me identifica sin que me vean con cara de loca, y espero que no falte nada para volver a verte otra vez.
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Mi mamá me dijo que a las niñas no les gusta el fútbol Macarena Lavín “Mi mamá me dijo que a las niñas no les gusta el fútbol” escuché decir una vez a una chiqui que es hija de una amiga de mi mamá. A las niñas sí nos gusta el fútbol, las niñas sí entendemos de fútbol, las niñas sí somos hinchas de la U. Es probable que algunas lo hayamos heredado de nuestros abuelos, de nuestros papás, de nuestros hermanos, que alguna vez hayamos acompañado a amigos, al pololo, o que sea una combinación de varias, lo que sí está claro es que desde que somos hinchas no paramos, ahí estamos todos los fines de semana. A veces igual entiendo el comentario de la amiga de mi mamá, aunque no lo comparta, pasa que algunas personas se siguen extrañando y siguen creyendo que el fútbol “es un deporte de hombres”, “¿fuiste al estadio el fin de semana?”. No lo entienden. Para varios igual es raro que una mujer sea hincha de un equipo, “no, si cacha un montón” dice alguien que te conoce cuando tiras un comentario de un partido o de un futbolista en una conversación y alguien mira con cara de pregunta, o cuando alguien te ve por primera vez con la camiseta o el polerón y te pregunta: “Ah, ¿usted 81
es de la U?”, “no, me lo compré porque lo encontré bonito” dan ganas de responder jajaja, pero una cordialmente dice que sí, y empiezan a preguntar si una va al estadio, que con quién va, que si no le da miedo, que si juega a la pelota, etcétera. No existe el miedo, somos una familia, todos y todas vamos a lo mismo y vemos las mismas caras semana a semana. Es verdad que a veces nos cuesta el doble, que a veces creen que solo nos gusta ir a mirar a minos ricos (y no tan ricos) correr atrás de una pelota. Ser de la U es la pasión, el sentimiento, el amor incondicional por el equipo, el apoyar en las buenas y en las malas, seamos mujeres o seamos hombres, eso no cambia. Podemos tener miles de diferencias con el sexo opuesto y entre nosotras mismas también, pero hay algo que nos une y es que este es nuestro lugar, de aquí somos y no lo cambiaríamos por nada del mundo. Gracias al Colocho, por ser el primero que llevé en una camiseta. Gracias a mi papá por llevarme al estadio por primera vez. Gracias a mi mamá por estar horas afuera del CDA conmigo y con mi hermano esperando que salieran los jugadores. Gracias a mi hermano, por enseñarme lo que es ser hincha de la U y por toda la paciencia cuando le preguntaba cosas que no entendía. Gracias a mi ex, por contagiarme el hábito de ir al estadio todos los domingos. Y gracias a la U, por existir. 82
Mi primera vez Daniela Tapia Navarrete Desde muy niña y gracias a mi padre llevó a la U en el corazón y en la piel. Sin embargo, durante mucho tiempo llevé el peso de ser mujer en un mundo donde el fútbol es cosa de hombres y vivir a kilómetros de distancia del Club de tus amores, te impiden estar en la cancha. Jugando la Sudamericana fue que vi a la U por primera vez en el Nacional. Mis únicas experiencias previas viendo a la U habían sido a los 14 años en la despedida del “Heidi” González en Valdivia y uno que otro encuentro en Temuco. Tuvieron que pasar 19 años para que pudiera ser espectadora en vivo de esa efervescencia que tiene lugar en Ñuñoa y que normalmente debía ver por la televisión. Jugábamos con Sao Paulo en una noche fría, pero el calor y los cánticos de todxs quiénes estábamos ahí se hacían sentir, durante 90’ minutos no importó nada más que estar en el lugar en el que tantas veces me imaginé, y con personas que años después siguen marcando mi vida de azul. Perdimos 2-0 con uno de los grandes de Brasil y no fue hasta el término del partido, que me di cuenta del marcador, no importaba nada, en la cancha no se había podido, pero en la galería lo dejamos todo y yo había estado presente.
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Ésta sí fue mi primera vez más excitante, de esas que de verdad no se olvidan y de esas que pocxs creen que una mujer puede experimentar. Ese día fue cuando integré y comprendí el mar de sensaciones que a lo largo de mis cortos 19 años la U me provocaba. A casi 6 años de ese gran día puedo reafirmar que la U es lo único duradero y certero a lo largo de mi vida. El rojo y el azul han sido refugio de mis penas y alegrías y el vínculo más lindo con grandes personas, viviendo a la U he experimentado momentos imborrables, y es que la U no son sólo 90 minutos, es la familia que unx forja y con la cual he crecido enormemente. Hoy, con las ideas un poco más claras que cuando era una adolescente, me doy cuenta de cómo mis sentimientos han sido tantas veces banalizados por ser mujer, siendo mi primera vez más importante muchas veces calificada de fanatismo. Por eso hoy también veo en la U nuestra mejor posibilidad de reconciliarnos con años de esa invisibilización a nosotras dentro de un mundo que siempre nos ha pertenecido. La U es nuestra herramienta de transformación social más importante para todxs quiénes creemos que otro mundo es posible y para quienes tenemos una idea distinta de lo que es ser club hoy en día. Es por esto quizás que muchas hemos decidido contar nuestra historia, para que no solo les interese conocer nuestro desnudo de mujer en pelota, sino que ese desnudo sin tapujos, con esencia propia y con una pasión infinita inherente tantas veces ignorada. A la U no solo debemos devolverle su mística, su rol social, sino que también parte de su historia, esa historia que también ha sido protagonizada por nosotras, mujeres bullangueras. 84
Historia Nella Marianela Acevedo No elegí ser bullanguera, el equipo me eligió. – Recuerdo que de pequeña acompañaba a mis papás a trabajar al Estadio, me gustaban todos los equipos, todos los colores, yo solo disfrutaba del fútbol. El año 1991 un día sin duda fue mágico, todo lo visto hasta antes fue diferente, esa fue una jornada distinta al resto ya que pude disfrutar por primera vez de la mágica Noche Azul. Aún siento cómo el estadio vibró con cientos de personas, alentando, gritando, entregando reconocimiento a cada uno de sus jugadores que han marcado la historia de la U. Viví la mía en ese momento y lo sentí parte de mí; fue ahí que entendí que el amor a la camiseta es más que una pasión, es un sentimiento. A partir de ese día, convencí a mi Papá de que me llevará al estadio cada vez que jugara la U. Fue en el Santa Laura donde tuvo la suerte de conocer y compartir con cada uno de los jugadores que componían el plantel, ya que todos se dieron el tiempo de conversar, sacarse fotos y firmar autógrafos a todos quienes los acompañábamos en cada uno de sus entrenamientos.
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Para mí y para todas y todos lo que seguimos al Bulla el año 1994, el recordar esa final de campeonato donde volvimos a estar en lo más alto del fútbol, el triunfo fue el condimento perfecto para esa final, y a partir ahí la U se volvió imparable, todos demostraban su amor por la camiseta y en las galerías cada vez éramos más. Sabes que amas a alguien cuando estas en sus derrotas y en sus alegrías, así vibramos con nuestro equipo. Los procesos más lindos son los que más se sufren, porque le tomas un aprecio distinto. Vibré cada era de los entrenadores que pasaron por la U, pero si destaco alguno que marcó mi vida, ese fue Jorge Sampaoli; es imposible olvidar los triunfos, las goleadas, los partidos que dimos vuelta y la mejor celebración de la historia al ser campeones de la Copa Sudamericana, al momento de escribir, me hace recordar y volver a sentir lo mágico y cargado de emociones. Hoy, cuando mi vida ha tomado un rumbo distinto, con mucha carga laboral, estudiantil y ser madre de tres hij@s, me he perdido de ir la estadio, de alentar al equipo de mis amores en primera fila; pero sigo siendo fiel a mi equipo y tratando de combinar los cambios de la vida, con el surgimiento del movimiento feminista, he encontrado una nueva forma de seguir llevando a lo alto al equipo de mis amores y seguir relevando la presencia de la U en cada momento histórico del país.
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Soy feliz de pertenecer a este equipo, y a su barra antifascista promoviendo y protegiendo los derechos humanos, convencida en que no me equivoqué. Hoy y como siempre me siento orgullosa de la U. Todos mis más sinceros deseos de un país libre y justo son también de mi equipo y su gente, los colores, la pasión y el sentimiento se fusionan para sentirme cada día más libre, linda, loca, rebelde y bullanguera.
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Sin título Victoria Salinas Mi mamá no quiere que vaya al Estadio, dice que es muy tarde, que la lluvia, que el frío, que me vaya pa’ la casa... Mi mamá ya se olvidó que fue ella la que me llevaba a la cancha cuando era chica, la que se fumaba un pucho en las escaleras mientras corrían los minutos en el marcador, la que hacía sanguchitos ricos que compartíamos en el entretiempo y compraba Kapos (los eternos Kapos!!) para refrescar las tardes de verano. Con mi vieja he vivido 6 finales en cancha, fue la que nos guardó el puesto en la fila para la final de la Sudamericana, la que nos llevaba la ropa y camisetas para cambiarnos en el baño del Estadio. Ahora se pone nerviosa y se va pa’ la cocina cuando vemos los partidos en casa, ya no viene al estadio cómo antes :( pero cada vez que llegamos a casa nos tiene un mensaje referente al partido y se pone contenta si el resultado lo amerita. También putea si viene al caso ;) ... Vieja, cuando los cánticos hablan de abuelos y papás que inculcaron el sentimiento, yo sólo pienso que si le cambio la frase a la canción no rimara tan bien, pero que no refleja mi realidad. La cancha la conocí de la mano de mujeres, El aguante lo heredé de ti y de mi hermana <3. 89
Es un saludo virtual medio raro, porque la gente no entiende mucho de esto o lo ve casi irrisorio, pero cada uno va pulido conforme a su realidad, estas somos nosotras y por esto palpitamos.
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La primera vez Valentina Muñoz Era noviembre, un cálido noviembre en el sur de Chile. Estaba finalizando el año y por fin después de haber terminado todas las pruebas de ese semestre en la universidad y antes de que comenzaran las semanas de exámenes, se nos ocurrió con dos amigas más, hacer un viaje a Santiago con la excusa de celebrar el cumpleaños de una de ellas. Digo la excusa, porque para mí el objetivo era diferente. Para mí todo eso era un simple pretexto, porque la verdadera idea del viaje era absolutamente otra: Ir a verla a ella. Yo tenía todo calculado. Tercer fin de semana de noviembre. Coincidía, coincidía justo. La U de local ese fin de semana en el Nacional. Teníamos la última prueba el viernes en la mañana. Viajábamos el viernes, tarde en bus y volvíamos el domingo en la noche. La U jugaba el domingo y me iban a acompañar otros 3 camaradas: la Lau, (una amiga de hace años que vivía en Santiago), un amigo de ella que se encargó de las entradas, y Robles, uno de esos grandes, fieles y eternos amigos que la U te da; que viajaba desde Concepción por el día. El plan estaba: llegaba con mis amigas a Santiago el sábado temprano, el domingo en la tarde mientras yo iba al estadio ellas hacían sus cosas y vitrineaban, después nos juntábamos en el terminal y en la noche volvíamos a 91
Temuco. Sencillo, simple, perfecto. Nada podía salir mal. La excusa para mis papás estaba lista y ellos no sospechaban nada; mis dos amigas me iban a cubrir en todo momento, tenía la entrada, todo iba bien y por fin iba a poder pisar ese estadio para ir a cantarle. Y es que nunca en toda mi vida había ido a cantarle a ella al Nacional. Porque para uno que no es de Santiago y además en ese tiempo estudiando en la universidad, no era tan fácil poder ir a ver a la U tan a menudo. Simplemente no conocía el Nacional y no podía dejar que pasara más tiempo así. Era mi sueño y por muchos motivos, no se daba. Era una mufa que tenía, una mala racha tremenda, la vida se negaba a que pudiera entrar a ese estadio y se empeñaba en no dejarme ir a verla ahí. Obviamente la había visto ya en otros lados, hasta en el Sánchez Rumoroso en el norte, pero allá en el Nacional simplemente no se daba. Y por mil y un motivos, entre ellos mis papás que de partida visten otros colores (gracias a Dios no los de la contra). Segundo: claramente no muy fanáticos de la idea de saber que su única hija iba a estar rompiendo la voz en la 14 por un equipo de fútbol. Tercero: la distancia, la plata, todo el estudio en la universidad y principalmente un sin fin de detalles logísticos que confabulaban siempre en mi contra y que a último momento arruinaban todo, pero que esta vez, de verdad se estaban esfumando. Esta vez de verdad, estaba saliendo todo bien, esta vez sí que era la vencida. La ocasión tampoco era menor: 20 de noviembre, 17:00 hrs, la Universidad de 92
Chile recibía a Católica, justo en la antesala de la semifinal de ida contra Vasco Da Gama, de visita por la Sudamericana. A dos fechas de terminar la fase regular, la U puntera, invicta hace varias fechas, jugando bonito y ya instalada en los playoffs, obviamente Don Sampa no se iba a arriesgar con el equipo titular, pero daba lo mismo. ¿Cuándo nos ha importado mucho a nosotros quienes estén vistiendo esa camiseta? Era la U, mientras ella juegue, casi nada más importa. Era la U y además era clásico. Era la U y era el Nacional y era yo, por primera vez. Era simplemente un debut soñado, no podía pedir nada más. Después de 2 semanas eternas de espera, de harto estudio por las últimas pruebas y más encima de andar con la cabeza pensando sólo en la U, llegó por fin el día del viaje. Guardé mi camiseta bien escondida al fondo del bolso por si acaso (mis papás no podían sospechar nada, no había margen de error). Recuerdo que la miraba y pensaba “la próxima vez que la tenga puesta va a ser en el Nacional” y se me daba vuelta la guata de sólo pensarlo. Ya arriba del bus con mis amigas, la sonrisa no me la sacaba nadie y ellas, apañadoras hasta el fin, disfrutaban mi alegría también: “Estás media loca Vale”. Y sí, puede ser, es totalmente válido que les cueste entender tanto amor a algo “intangible” para ellas. Los clichés de “si no lo sientes, no lo entiendes”, “la enfermedad que no se puede curar”, “más que una pasión, un sentimiento” y muchos otros me hacían tanto sentido. Ellas me ayudaban a explicarlo, pero seguían sin entenderlo bien. 93
Y es que, ¿por qué la amaba tanto? Muchos han tenido la suerte de conocer y amar estos colores desde la cuna, pero este no es mi caso. Mi papá, a pesar de ser futbolero, ni ahí con la U y mi mamá menos. Aquí la cosa fue distinta. Siempre me gustó el fútbol desde chica, regalona a más no poder de mi papá. Me sentaba a su lado a ver sus partidos los fines de semana. Sufría cuando algunos domingos, llevaba a mi hermano chico a la cancha a ver a Deportes Temuco y a mí me dejaban en la casa con la excusa de que el estadio no era un buen ambiente para las niñas. Víctima del prejuicio de una sociedad que viene abriendo hace poco los ojos respecto a lo que le corresponde y no a las mujeres. De todas formas, sé que sólo había amor en su decisión y ninguna otra cosa más, ¿cuándo iba a pensar mi papá que al intentar protegerme y alejarme de un ambiente, sólo estaba logrando el efecto contrario? Ya tonta grande, a los 12-13 me llevaron por primera vez al German Becker, a ver a Temuco. Pero nunca me sentí de Deportes Temuco, a pesar del cariño obvio que uno le tiene por ser el equipo de la ciudad. Nunca tuve un equipo o me sentí de algún color y mi papá, -un crack-, nunca nos impuso el suyo. Esto del amor por la U fue distinto. Empezó como un pololeo de cabros chicos: nos miramos de lejos, de a poco nos fuimos conociendo y la magia iba apareciendo, sin saberlo ni entenderlo, ella simplemente jugaba y me iba conquistando. Veía por la tele algunos partidos los fines de semana y sin entender bien por qué, me 94
gustaba. Empecé a verla rutinariamente, a leer un poco más, me metía harto a los foros (que buenos tiempos) y así simplemente se dio, “me gusta la U y punto”. Pero después pasó el tiempo y ya dejó de ser un simple gustar. Sentía que todos los ideales que la U representaba eran también ideales a los cuales aspiraba y en los cuales me sentía plena y a gusto, como en casa. Su himno me fascinaba, me hacía tanto sentido (y lo sigue haciendo aún). Su historia, los momentos en la B, tantos años sin poder campeonar, la fidelidad, el aguante y todo, absolutamente todo lo que iba descubriendo de ella me encantaba cada vez más. Me acuerdo perfecto del momento cuando caí. Ahí sentí “cresta, me enamoré de esta cuestión, ya no se me va a pasar y no hay vuelta atrás”. Era la final de vuelta contra Católica, el 2005. Habíamos perdido la ida 1-0. Y justo, pero justo, por esas odiosas casualidades de la vida, el partido de vuelta era el mismo día que mi pololo del colegio, se iba a vivir a Santiago. Ya tenía el corazón partido por la situación y la vida me lo hacía más difícil todavía. Claramente no podía estar en ambas, había que elegir y obvio que no era fácil. No sabía qué cresta hacer, tampoco podía ser tan mala polola y preferir un partido, pero bueno, no quedó otra, cuando es la U, es la U no más. Obligado el hombre a ver los primeros minutos conmigo y luego irse solo a la que era por último día su casa para después viajar a Santiago. Pero no fue esa decisión la que me hizo darme cuenta de todo lo que estaba pasando entre la U y yo. Fue lo que sentí después. La historia lamentablemente 95
ya todos la sabemos: Se ganó en los 90’ 2-1, Rivarola y el Matador. Pero después en los penales, Buljubasich le tapó el penal a Ponce y bueno, nada que hacer. Fue la primera vez que lloré por fútbol. Lloraba yo en mi casa y lloraba Rivarola ahí en la cancha. Pero daba lo mismo, el orgullo que sentía en ese momento por mi equipo era tan, tan grande. Se había perdido, sí, pero se había perdido peleando y eso es mucho, mucho más importante que ganar. Sin saberlo bien, esa estaba siendo la primera de las muchas lecciones que me iba a enseñar la Universidad de Chile en esta vida. Ese domingo 20 me desperté más temprano que nunca, 7:00 am, faltaban 10 horas todavía, por la cresta. La ansiedad casi me superaba. Había quedado de juntarme en el metro con la Lau a las 3:00 para luego irnos al estadio. Después de una mañana eterna, tipo 2:00, por fin llegaba el momento de ponerse la camiseta y partir. Almorzamos rápido en un Subway de Los Leones con mis dos amigas de Temuco, y luego ellas se fueron a dar unas vueltas por ahí. Han pasado ya 7 años desde ese momento, pero aún recuerdo perfectamente la sensación que tuve al salir sola del Subway y sacarme el polerón para que se viera mi camiseta. Qué honor el de poder llevarla puesta, con la frente en alto y más encima camino a verla. Cuanta felicidad y cuánto orgullo tenía caminando hacia el metro. Pasaban los minutos y de a poco 96
aparecían camaradas de azul que compartían el mismo sentimiento que yo, y la felicidad y la ansiedad se multiplicaban por mil. Todo era perfecto. Me encontré con la Lau, después con su amigo y ya en la fila para entrar nos encontramos con Robles. Yo no podía más de felicidad, eran las 16:00 y ya estaba ahí, donde siempre quise. El ambiente era perfecto. Día soleado con algunas nubes, pero un cielo azul hermoso, mucha gente en las calles, todos felices, con esa sensación preclásico que latía y tanto se disfruta. Todo alrededor mío era la U y me encantaba. Porque ir a ver a la U no es sólo ir a ver a los que juegan en la cancha. A veces incluso, veo más de la esencia de la U en la galería que en los 11 de allá abajo. Porque la U somos todos, todos los que la amamos y en ese lugar sentía a la U presente en todas partes y en cada persona que caminaba en la misma dirección. Yo ya estaba viviendo a la U antes de que salieran a la cancha. Recuerdo el nerviosismo aumentando en cada paso que daba, esa sensación que tanto conocemos de volver a verla por fin después de extrañarla mucho, esta vez en su casa, era como volver a ver a ese amor a distancia que te tuvo pensando en él todo el tiempo que estuvo ausente. Empezamos a caminar, el sonido del bombo de fondo aumentaba de todas maneras todo lo que sentía. Llegamos a las escaleras de la puerta 13 y recuerdo perfecto que Robles, muy sabio, en un momento se detiene y me dice: “Vale, para un poco, que sólo hay una primera vez para esto, disfrútala bien, da lo mismo lo que pase en la cancha, ¿bueno?”, y le sonreí. Cuánta razón tenía ese hombre. 97
Subimos las escaleras y cresta, ya estaba ahí, indescriptible lo que se siente, simplemente cumplir un sueño. El escenario completo era mágico. La cordillera de fondo, la galería llena, el bombo, las banderas, los colores, la gente, la alegría, el ambiente, todo era una fiesta en su honor, era una fiesta en el estadio y sin haber estado nunca ahí, yo ya me sentía plenamente en casa. Faltando ya unos minutos para las 17:00, empieza el Sale León habitual y yo ya estaba completamente pagada. Sale la U a la cancha, el corazón late como nunca y al mismo tiempo estalla la fiesta. De los titulares sólo Herrera y Osvaldo, el resto enfocados en el partido del miércoles siguiente. Terminó el primer tiempo a cero, y parecía que había durado apenas 15 minutos; es impresionante cómo pasa el tiempo ahí adentro, todo estaba pasando muy rápido. Era hora de respirar y aquietarse un poco y cuando estaba en eso, de repente me doy cuenta que en la misma fila que nosotros, al lado de Robles, había una pareja de abuelitos y su nieta. Se llamaba Sofía, tenía 6 y ya teníamos algo en común: era la primera vez que iba al estadio. Los papás de la Sofi por fin le habían dado permiso a los abuelos para llevarla a ver al León y ella estaba muy contenta. Intenté enseñarle algunos nombres de jugadores, pero no estaba muy entusiasmada, prefería aplaudir y jugar con uno de los globos que andaban dando vueltas por ahí. Cuánto quería que pudiera gritar un gol en su primera vez, ¡cuánto quería que no se le olvidara nunca ese día!, que calara hondo y que fuera el primero de muchos más con sus abuelos, y que fuera ella la que algún 98
día los llevara a ver al Club de sus amores. Pero lo del gol no se pudo. Algunos dicen que en la imperfección se encuentra la verdadera perfección, y creo que desde algún punto de vista tienen razón. Esa tarde el fútbol faltó en la cancha y con él, el tan esperado grito de gol. El partido terminó a 0, una que otra intervención de Gabriel Vargas hubo, pero el resto, todo muy plano. Ya siendo la hora de correr al terminal, me despedí de la Sofi, sabiendo que probablemente nunca nos volveríamos a ver, pero que muchas veces estaríamos ahí cerca, cantando la una a metros de la otra, sin saberlo. La maravillosa sensación que me dejó esa tarde duró días. La sonrisa que tuve no podía ser más espontánea. Recuerdo que nos fuimos después en el metro con Robles, muertos de la risa como dos niños chicos jugando en la calle, incrédulos por la tarde perfecta que habíamos tenido. Me despedí de mi amigo que volvía a Concepción y estaba tan eufórica, que no me contuve y agarré el teléfono, necesitaba compartir lo que sentía. Aló, ¿papá? Empató la U, estuvo fome el partido. Papá… - con voz de risa incontenible. ¿Fuiste al estadio, cierto? Estuvo increíbleeeeeee, ¡no pudo ser mejor! Lo presentía jajaja, sentía que estabas ahí – y se mató de la risa y disfrutó conmigo. Ya nada podía hacer más que aceptar el amor de su hija. 99
Todo por fin había salido bien y la mala suerte ya no existía. El empate y la falta de fútbol no importaron nada, y ahí está la magia de este amor: no necesitamos verla ganar para que nos haga felices. Sólo nos basta con verla. Sí, obvio que los triunfos nos alegran y es a lo que siempre se aspira, pero cuando se pierde, es otra alegría, distinta no más. Y por muy raro que suene, para nosotros es absolutamente normal que a veces no exista diferencia entre alegría y sufrimiento. Por fin sentí que toda la espera valió la pena, me sentía plena y feliz. Siempre he pensado que la felicidad es una combinación perfecta de muchas emociones, incluyendo incluso en distintos porcentajes un poco de miedo, rabia o hasta pena en algunas ocasiones. Y sé que esa tarde sí fui inmensamente feliz. Mi club me hizo feliz, su gente me hizo feliz. Poder cantarle ahí fue un honor y creo que todo eso reafirmó al 100% mis principios, ideales y creencias. El camino que había elegido, la decisión que había tomado de llevar estos colores y este estilo de vida, era la correcta. Había que estar ahí para ella, aunque doliera ver cómo la usaban, había que quedarse, pelear y aguantar. Había que estar esperándola siempre, independiente de que ahora esté en las manos equivocadas, sigue siendo nuestra, aunque ellos jamás lo consideren o lo entiendan, pero eso ya es otro extenso tema… Han pasado ya hartos años desde ese 20 de noviembre, gracias a Dios ya ir a la cancha no es un tema en mi familia y hasta mi abuela ve los 100
partidos cuando sabe que estamos en el estadio con mi hermano chico, quien ahora comparte mis ideales y también se enamoró de ella. Ahora de repente puedo pagarme los viajes y puedo ir a visitarla a su casa de vez en cuando. Ya hemos vivido hartas historias de amor ahí. Ha habido otros clásicos, otras alegrías, otras derrotas, otras canciones y distinta compañía, pero ese día siempre tendrá un lugar especial en la memoria y el corazón, ese gustito distinto, siempre va a ser especial y creo que jamás se me va a olvidar todo lo que sentí esa primera vez. Y a pesar de todo, agradezco todos los años y la espera que tuve que pasar, porque me permitió valorarlo, vivirlo y disfrutarlo en su totalidad. Por ella hubiera esperado 25 y más. Ya en el bus de vuelta a Temuco y después de todo lo que tuve que correr para llegar al terminal a la hora para no perder el pasaje, y luego de contarle la historia y sus detalles unas mil veces a mis amigas. Ellas me dijeron: “Vale, ¿no estarás exagerando un poquito todo esto de la U?”. Me quedé callada un rato, pero después les dije: “ustedes no lo entienden, pero demás que sí, puede ser que quizás le esté dando un poco de color”, e instantáneamente pensé sonriendo “pero si le vamos a poner color, que de todas maneras sea solamente azul”.
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“Se ha dicho que en cada nacimiento del Sol y en cada baño de Luna Nueva las personas renacen, pero solo aquellas que buscan ir más allá del horizonte, derriban las barreras de la injusticia. Desde la poesía, invitamos a sentir desde la expresión de la belleza cómo emerge el sentimiento y la identidad azul. Son años llenos de una bullangueridad que abraza los cambios, las luchas y la rebeldía que son esencia viva de esta hinchada feminista”.
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Tiempo de willkakuti Tamara Valdivia
El Sol está de vuelta en este sur Sol nuevo wawa Inti Renovado, pero el mismo Poniéndonos el pasado de frente, para construir un presente de lucha. Un sol nuevo Un sol joven Combatiente Sol. Inti que vuelves para que la mano coseche Y así guatita llena corazón contento Saxsay, sunqu kusiy Wisa llena y el sunqu rebelde Nosotrxs también nuevos, también wawas Con el presente en las manos y el pasado de frente. 103
Sin olvido construyendo el kawsay Alcanzando la armonía, conquistando libertades Consiguiendo el equilibrio, Exigiendo justicia. En este andar, Solcito lindo Te ofrendo lo que he sido Te pido, Pacha; por lo que con este nuevo Sol somos. En este andar Jiwasanaka, en este andar colectivo: Gracias por mi churi, por mis amigxs y compañerxs, por las warmis que guían mi andar. También por las warmis de sunqu Anqa, mujeres de corazón azul, de paso rebelde Y gritos de lucha y aliento.
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Epílogo La Universidad de Chile durante toda su historia se ha caracterizado por tener una hinchada siempre fiel, donde su gente toma mayor protagonismo en los peores momentos, como también delira de felicidad cuando las campañas son favorables. Gran parte de su identidad es caracterizada por gente de esfuerzo y con gran pasión, por lo que este libro busca reflejar ambas cosas desde la perspectiva de las bullangueras. En desnudo de mujer contiene relatos de ciertos momentos en la vida de algunas bullangueras, contando historias de identidad, de amor por los colores o vivencias que cambiaron sus vidas. Estas mujeres forman parte importante de la esencia del Club, siendo en su mayoría trabajadoras de distintos rubros, del ámbito público como privado, estudiantes, profesoras o investigadoras de algún área, de distintas edades y lugares del mundo. Muchas de ellas nos relatan lo que significa el Club en sus vidas, como también los primeros acercamientos con el equipo Glorioso, marcando así el inicio de una nueva era para cada una. Por otro lado, este libro rescata también sus penas y vivencias y la herencia que nos deja la Universidad de Chile.
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Sus experiencias de vida son contadas con la pasión única de las hinchas azules. En efecto, todas conocemos en primera persona esta pasión inexplicable, desentendida y, sobre todo, sacrificada. Este libro refleja aquella pasión única en el fútbol, teniendo como protagonistas a mujeres de distintas perspectivas con mucho amor a los colores. Los relatos de las autoras configuran parte del imaginario de la mujer bullanguera. Este libro es la expresión de ese microclima del cual todas somos partícipes, desde la complejidad misma de nuestras voces, en letras azules de cálida emoción; es la realidad contemplada desde y en desnudo de mujer.
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Colofรณn Este libro fue hecho...