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4 Síndrome del impostor ¿Tienes la sensación de no estar nunca a la altura; de no ser lo suficientemente buena, competente o capaz?
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na carrera profesional exitosa, logros académicos, elogios y, a pesar de todo, sigues pensando que todo se debe a una serie de "golpes de buena suerte", que pueden desaparecer en cualquier momento. Este trastorno es más habitual de lo que parece: se llama "Síndrome del Impostor" y 7 de cada 10 personas lo han sufrido alguna vez en su vida, según la doctora Valerie Young. Millones de mujeres y hombres en todo el mundo, desde exitosos directivos de empresas, hasta brillantes estudiantes o actrices, están secretamente preocupados por no ser tan capaces como todos creen, asegura Young. Hay dos niveles: uno que desaparece con el tiempo y la experiencia —y que se manifiesta cuando nos sentimos inseguras ante un nuevo reto o puesto de trabajo— y otro más grave, que empeora con el tiempo. Cuatro posibles causas 1. Dinámicas familiares durante la infancia. Cuando tu hermano es 'el inteligente' y tu eres 'la simpática', o tienes presión para sacar buenas notas, padres muy exitosos o sientes que eres 'la oveja negra'. 2. Diferencias salariales. 3. Estereotipos sexuales. Mensajes de éxito y fracaso en la sociedad o la presión ante ser madre y, al mismo tiempo, una profesional de éxito.
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4. Percepción de éxito, fracaso y competencia. Ser muy exigentes consigo mismas y tener una lista de requisitos prácticamente imposibles de llevar a cabo. ¿Qué puedo hacer? 1. Acepta que no eres ni debes ser perfecta.Valórate y quiérete; tú eres lo más importante. 2. Acepta que puedes equivocarte y que quizás no conoces todas las respuestas, o que no sabes hacer ciertas cosas. 3. Atrévete a verbalizar lo que te ocurre, pide opiniones sobre ti y tus pensamientos. 4. Acepta los cumplidos y los elogios. No los pongas en tela de juicio. Disfrútalos, te los mereces. 5. Haz una lista de todas tus cualidades y logros que has ido cumpliendo en tu vida y prémiate por ello. 6. Agradece. Haz una lista de 5 cosas al día que van bien en tu vida y focalízate en lo positivo. 7. Rodéate de personas optimistas y que te infundan alegría y motivación.
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6 SI TE CASASTE CON LA PERSONA EQUIVOCADA… Hacemos todo lo que podemos para evitarlo. Y, no obstante, al final acabamos haciéndolo.
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os casamos con la persona equivocada, porque la correcta nos sienta mal – nos sentimos no merecedoras; porque no tenemos la experiencia de relaciones saludables, porque ni siquiera asociamos el ser amadas con sentirnos satisfechas. Algunas de las razones son más sencillas de lo que pareciera, aquí te dejamos algunas para la reflexión. No nos conocemos a nosotras mismas. En parte, se debe a que enfrentamos una variedad de problemas cuando tratamos de acercarnos a los demás. Solo para los que no nos conocen bien parecemos normales. Tal vez tenemos una tendencia a perder los estribos cuando alguien no está de acuerdo con nosotras o únicamente podemos relajarnos cuando estamos trabajando; quizá la intimidad después del sexo nos resulta difícil o nos quedamos calladas ante una humillación. Nadie es perfecto. El problema es que, antes del matrimonio, rara vez nos adentramos en nuestra complejidad. No conocemos a la otra persona. Necesitamos conocer el funcionamiento íntimo de la psique de la persona con la que estamos planeando casarnos. Necesitamos conocer sus actitudes o postura sobre la autoridad, la humillación, la introspección, la intimidad sexual, la proyección, el dinero, los niños, el envejecimiento, la fidelidad y un centenar de cosas más. Este conocimiento no estará disponible a través de una charla estándar. Visitamos a sus familiares. Miramos sus fotos, conocemos a sus compañeros de la escuela. Todo esto nos ayuda a tener la sensación de que sabemos algo del otro. No es así. El matrimonio acaba por ser una especie de apuesta
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esperanzada que hacen dos personas que todavía no saben quiénes son ni en quiénes se convertirán. No estamos acostumbradas a ser felices. Creemos que buscamos la felicidad en el amor, pero no es tan simple. Lo que a veces parece que realmente buscamos es la familiaridad – que bien puede complicar cualquier plan que podríamos tener para la felicidad. Recreamos en las relaciones adultas algunos de los sentimientos que conocíamos en la infancia. ¿Cómo percibimos el amor cuando éramos niñas?, por desgracia, las experiencias que vivimos pueden no haber sido sencillas. El amor que conocimos de niñas puede haber desencadenado con otras dinámicas menos agradables como: humillación, control, abandono, falta de expresión; en resumen: sufrimiento. Practicidad Valdría la pena considerar algunos aspectos prácticos cuando elegimos un compañero de vida. ¿Qué locuras podrían hacer juntos?, ¿cómo se podría criar a los hijos?, ¿cómo se pueden desarrollar en conjunto?, ¿cómo se puede seguir siendo amigos? Debemos abandonar la idea romántica de que existe un ser perfecto que puede satisfacer todas nuestras necesidades y cada uno de nuestros anhelos. Vale la pena hacer el esfuerzo del autoconocimiento, para así elegir con consciencia a nuestro compañero de vida.
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8 ¿LA SOLEDAD ENFERMA?
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na chica, de 13 años, se siente Ángeles. Tiene 76, pero su actitud hace honor a su edad ficticia.“Siete más seis son 13, ¿no? Pues no sé por qué la gente cree que miento con la edad”. Una tarde a la semana se junta con su amiga de toda la vida, Juana, de 83 años y Laura , una joven voluntaria de 34 años que va a hacerles compañía. “Cuando estoy con ellas se me olvidan los dolores”, reconoce Juana. Es sabido desde hace tiempo que la soledad no es buena para la salud mental, ya que tiene asociadas patologías como la depresión, el estrés, la ansiedad y la falta de autoestima. Pero cada vez hay más evidencias de que el aislamiento social está también conectado con otros problemas físicos. En 2006, una investigación realizada con 2,800 mujeres que padecían cáncer de mama sugirió que aquellas pacientes que veían poco a familiares y amigos tenían hasta cinco veces más posibilidades de morir que aquellas con una vida social más activa. Es por eso que los científicos están intentando averiguar qué efectos tiene la soledad sobre el cuerpo. Psicólogos de la Universidad de Chicago y de la Universidad Estatal de Ohio han demostrado que las personas que están socialmente aisladas desarrollan cambios en sus sistemas inmunológicos, que provocan una condición conocida como inflamación crónica. Las inflamaciones temporales son necesarias para la cura de infecciones, pero si la inflamación persiste en el tiempo puede llevar a padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer. Aumento de estrés Las personas solitarias encuentran más estresantes las actividades diarias que aquellas con una vida social más activa.
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Inconscientemente, desarrollan fuertes sentimientos de amenaza y esto se refleja en organismo con el incremento en los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Se sometió a un grupo de mujeres a una conocida prueba llamada Test de Estrés Social de Trier, en la que, sin previo aviso, las participantes debían dar una charla frente a un panel explicando por qué eran las mejores candidatas para un puesto de trabajo. Después se les pidió que hicieran una operación de aritmética frente al panel. Los exámenes realizados tras este test mostraron que en ambos grupos, las personas solitarias eran las que presentaban un mayor nivel de inflamación. Si se está solo se puede tener un nivel de inflamación mayor sin importar si se padece una enfermedad crónica, señala la doctora Jeremka. Durante mucho tiempo a los médicos les costó reconocer la importancia de la soledad en la salud. Ahora sabemos que es necesario analizar y entender los contextos sociales de los pacientes. Estar solo significa no sentirse conectado o cuidado No tiene que ver con estar físicamente solo. Si la familia falla, lo que se debe buscar es compañía de calidad. “Hay que rodearse de aquellos con los que puedas ser aceptado, reconocido y con intimidad suficiente para poder compartir tus sentimientos, ya sean buenos o malos” –Alfredo García Garate– las amistades sin intimidad dan lugar a relaciones superficiales.
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12 Diferencia entre amor y obsesión
Amar no es fundirse en el otro, sino impulsarse para ser cada uno la mejor versión de sí mismo.
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llen (Gene Tierney) conoce a Richard Harland (Cornel Wilde) en un tren, se enamoran y al poco tiempo se casan. Ella le dice que nunca lo dejará ir, y habla en serio. Que el cielo la juzgue, película de 1945, nos revela el carácter patológico del “amor” de Ellen y cómo su obsesión daña al objeto de su afecto y los que le rodean. Nos han enseñado que se ama con intensidad, que el amor es entrega sin medida y que en ese estado de enamoramiento, nada importa sino la persona amada. Sin embargo, aunque el enamoramiento nos haga perder el piso por un rato, a veces la falta de amor propio se confunde con la idea del amor verdadero. Si bien, toda relación tiene al inicio esa etapa ciega de amor sublime. Las personas con tendencias codependientes buscan desde el primer instante el lazo más íntimo y se entregan de forma desmedida; el paso del tiempo no disminuye la intensidad pues idealizan a la pareja y le anteponen a sus propios intereses. El codependiente busca ser necesitado, sentir que tiene algo que aportar al otro; su valía reside en el amor que el otro le pueda brindar. Son demandantes y posesivos, también son controladores y a menudo se relacionan con personas con actitudes enfermizas; lo que les da la “misión de salvarlos” para merecer y mantener su amor; si sufren maltratos, los toleran por temor a no encon-
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trar alguien más que los ame; a menudo justifican las actitudes del otro asumiendo la culpa por éstas. Pero no en todos los casos la codependencia se percibe tan marcadamente; en ocasiones, la línea entre romance y obsesión puede ser muy delgada. Se pasa del deseo de estar juntos a una necesidad de tener constante vigilancia sobre las acciones y pasos del otro. La separación de la pareja produce ansiedad. El temor de perder al otro agobia al codependiente. Lo aturde. Acciones como que la pareja se tarde en responder un mensaje, se toman como prueba de infidelidad. Existe una constante preocupación por recibir muestras de afecto. Es una compulsión, una adicción; no amor. La necesidad de sentirse amado –no deseo, necesidad– de tener a alguien que llene el vacío existente; es un problema que surge generalmente en la infancia, de lo que aprendimos en nuestro entorno familiar. La persona necesita que el otro le valide, necesita saberse amado –aunque su inseguridad lo haga ponerlo en duda–, necesita saber que tiene a alguien –aunque la relación sea tóxica–, necesita creer que es amor porque él mismo no se ama lo suficiente.
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14 Test: ¿Qué tanto sabes amar? El amor no es –solo– un sentimiento, es una capacidad. Amar es un verbo y como tal implica movimiento, no es algo que se dice, es algo que se hace. Existen algunas acciones que demuestran cuando una persona ama verdaderamente. Descubre con este test qué tan presentes tienes estas cualidades y qué tan desarrolladas están tus habilidades para amar. Elige la opción que más se apegue a tu forma de llevar a cabo cada una de estas acciones. CUALIDAD
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Estar ahí En situaciones de crisis o cambio el apoyo de la pareja es esencial.
Si para mi pareja es importante mi presencia en determinado momento y pide mi apoyo, ahí estaré.
Si me necesita en momentos difíciles, aunque no lo diga, estaré ahí, ya sea como un hombro para llorar o alguien que le escuche.
Le apoyo en cualquier circunstancia, aunque deba sacrificar algo por su bien. Lo importante es que sabe que cuenta conmigo.
Ser benéfico No basta con estar presente en tiempos de crisis, se debe procurar el bienestar del otro en todo momento.
De vez en cuando le doy un pequeño detalle, para mantener vivo el romance. Le pregunto sobre sus deseos e intento cumplirlos.
Me gusta impulsarle, motivarle y ayudarle en la medida de lo posible a lograr sus metas y objetivos. Le ayudo a ser feliz.
Hago todo lo que esté en mis manos para hacerle feliz, le impulso a ser mejor y a lograr sus sueños. Le ayudo sin importar el esfuerzo.
Ser consistente El amor requiere de coherencia y constancia, brindar el mismo esfuerzo y amor todos los días a pesar de las circunstancias.
Mi actitud puede variar dependiendo de mi ánimo, puedo ser un amor la mayoría del tiempo, pero si estoy de malas puedo ser grosera o totalmente indiferente.
Trato de ser siempre amable y atenta. En ocasiones puedo hacer o decir cosas sin pensar que lastiman a mi pareja por estar de mal humor.
Sin importar mi humor, trato de estar bien, procuro no hacer o decir cosas que puedan lastimarle. Aunque discutamos, intento que el enojo no me domine.
Ser sincero Una relación no puede avanzar si las personas no son abiertas una con la otra.
Procuro no mentir, pero en ocasiones puedo ocultar algunas cosas porque me preocupa que mi pareja se enoje o se alarme.
Aunque en general no tengo problemas para hablar sinceramente con mi pareja, a veces me cuesta trabajo compartir ciertas cosas.
Hablo con honestidad, sé que si con alguien puedo hablar de todo lo que pienso, siento e incluso mis secretos, es con mi pareja.
Ser empático Es necesario estar dispuesto a entender lo que el otro está sintiendo.
Trato de ponerme en su lugar, pero siento que no trata de ponerse en mi posición, resulta difícil comprenderle si no me entiende.
Comprendo lo que me dice y aunque entiendo su postura, me cuesta trabajo aceptarla. Pero intento llegar a un punto de acuerdo.
Intento ver las cosas desde su punto de vista sin que afecte mi propia visión; al compararlas a menudo noto que no son incompatibles.
Estas cinco características son sólo algunas de las cualidades necesarias para que aprendamos a amar verdaderamente. Podemos calificar nuestros resultados en una escala en la que A es el nivel más básico de nuestra cualidad y C la presencia más significativa de ésta. Si bien no se puede tener una métrica sobre tu capacidad de amar, puedes notar cuáles son las cualidades que tal vez requieran ser trabajadas. Amar no es cosa fácil, se requiere esfuerzo y dedicación, pero tiene la enorme recompensa de hacer de nosotros y quienes amamos, personas más felices.
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