Suplemento Grado Cero abril 2019

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L I T E R A T U R A

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El Voltaje de las mujeres en la cadena del libro

Entrevista Américo Reyes Vera: todas las voces dentro de un hombre. ¶ Creadores Ángel Rama, Virginia Cox y Claudia Masin. ¶ Reportaje Talleres literarios. ¶ Perdidos leyendo traducciones Hebe Uhart: las lecciones de una maestra.

Financia:

Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2019 Región de Valparaíso


editorial

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Cuántos secretos existen en la literatura chilena? La entrevista de este número convoca una conversación con Américo Reyes Vera, uno de esos secretos. Abrir Black Waters City es hacerlo a la obra de un poeta tan profundo como desconocido, con una vasta obra que no ha tenido la circulación debida. En tiempos de comunicaciones ágiles, echarle la culpa a Curicó es inexcusable. Y como los secretos son contados en la oreja atenta, le entregamos por primera vez en esta etapa esas páginas centrales a un autor que no es parte de nuestro núcleo. Quién más que el mismo prologuista Felipe Moncada para dialogar con Reyes. Así pasa también en el reportaje, encargado a la periodista Nicole Valverde. La idea de crecer en red es, entonces, posible. Como lo hacen los talleres literarios que ella se encarga de revisar, instancia que permite, por un lado, ayudar a la sobrevivencia, y por el otro, a facilitar conocimientos con canales menos restrictivos que los académicos, a los que ya dimos espacio la temporada 2018. Por supuesto fuera de esas 6 páginas, están nuestras secciones con nombres siempre sorpresivos, y a veces, también secretos. Por primera vez reproducimos un cuento completo, en este caso de Virginia Cox Balmaceda, una adelantada del feminismo en nuestras letras. Su densidad de estilo es absolutamente envidiable, una concentración compartida con varias de nuestras mejores escritoras. Aparece en la misma sección poemas de Lo intacto, la primera publicación chilena de la notable poeta argentina Claudia Masin, editada por Jámpster, que en su previa versión online nos acompañó hace un tiempo en estas páginas. Remata el crítico Ángel Rama, en uno de los artículos rescatados por la selección que hizo Hugo Herrera Pardo de sus artículos sobre literatura chilena en medios extranjeros. Hoy, cuando el uruguayo Rama es una institución que construyó obra en prensa, más aún puede enseñarnos sobre cómo escribir con un riesgo que vivirá para siempre. Las reseñas están dedicadas a libros que no se pueden separar en caso alguno de sus procedimientos. Mujeres de puño y letra, coedición entre las ediciones penquistas homónimas y la tradicional Cuarto Propio, surgió a partir de un encuentro que invitó a la reflexión a docenas de escritoras. Ruleta rosa de Fanny Campos, aparece en su versión definitiva en la también clásica LOM, tras haber tenido ediciones de cada poema, de cada caso femicida, hechas artesanalmente por la autora en su propio catálogo, Punto G de Concón. Por último, La próxima novela de Felipe Becerra, quizá uno de los narradores más dotados y cultos de su generación, que escribe este libro como unos apuntes laterales a la gran novela que proyecta. Frente a la cantidad de publicaciones que nos llegan, Trinchera literaria cede a Oficina de partes, que se divide en tres libros de reciente publicación a los que corresponde dar su espacio. David Bustos, quien ha editado tres libros independientes en los últimos dos años, merecía un lugar en estas páginas. La compilación de Hurón Magma, poeta profundamente sureño y que podría ocupar un lugar como el de Reyes, también debía estar. Una plaquette del dolor como es Montaje sobre montaje de Mariana Zeguers, es un texto de esos difíciles de procesar para otras secciones por su extensión, ideales para entregarles sentido a esta flamante oficina de nuestra redacción. La iniciativa es para Voltajes, encuentro de mujeres en torno al libro que encendió Santiago a fines del año pasado. Sus creadoras, Cecilia Bettoni y Rosario Garrido, hablaron con nosotros. ¿Cuántos secretos existen en la literatura? Muchos más. Especialmente en Perdidos leyendo traducciones estamos encargados de amplificarlos. Así lo hacemos con las enseñanzas de Hebe Uhart, una maestra argentina que en los últimos años de su vida encontró el mejor reconocimiento.

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Ruleta rosa

Fanny Campos Espinoza — LoM — 66 páginas Por Priscilla Cajales

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En base a la prensa y a los registros del SeRNAM Fanny Campos compila los femicidios ocurridos en Chile el año 2015 en su último libro Ruleta Rosa, en él toma la voz de las muertas y las hace hablar desde la descripción, muchas veces minuciosa, de sus miserias y sus asesinatos. El libro parte con una tabla comparativa entre muertes de hombre y de mujeres en los años 2014, 2015 y 2016, mostrándonos que el año escogido por la autora es el que tiene el mayor número (en total cuarenta y cinco), fijándose en las estadísticas como el más negro de las últimas décadas en nuestro país. A este poemario le antecede un epígrafe de Millán que nos habla sobre la herida y la violencia, epígrafe que menciono puesto que en el cuerpo del libro se encuentra un texto «al modo de» Millán, titulado V y dedicado al autor y a Elvira Rodríguez, femicidio número 5 del año escogido. No solo Millán sale al baile funesto de este poemario, también lo hace Pablo Neruda, Gonzalo Rojas y algunas canciones que evocan ese amor romántico con el que creció nuestra generación. Campos toma estos elementos y los deja en evidencia, los repite una y otra vez como para que no quede duda de lo que se trata, Dueñas de nada podría ser el otro nombre de este poemario. Pero lo son de su muerte, y la poeta se da la licencia de tomar estas voces, entrando en una larga tradición del dolor y del sufrimiento. Cada poema va acompañado por el nombre de la mujer muerta y el número que le corresponde en la lista de femicidios del año, además de, en algunos casos, información acerca de las circunstancias de su asesinato: «En memoria de Juana Vargas, quien recibió un disparo de escopeta por parte de su marido que luego se suicidó con esa misma arma (Femicidio N°10/2015)». Susan Sontag ya cuestiona el modo en que la fotografía en su imperativo inmediato, icónico, entrama en la red del imaginario la marca indeleble de la muerte en Ante el dolor de los demás. A la hora de hablar del dolor, del desamparo, en este libro de Fanny Campos nos encontramos con un lenguaje crudo y duro, aunque muchas veces carente de prolijidad y en algunos casos, con poemas en los que la ironía traspasada a la voz de las mujeres muertas suena como un guiño innecesario de la autora más que una herramienta desde la poética, como ocurre en el texto/carta titulado XXXIII: «Por eso te escribo desde el más allá, al infierno que te has ganado con creces, únicamente para replicarte que yo estaré muerta, pero no loca ni tonta. Lo único que quiero decirte al respecto es que te metas tus cartitas por el culo, y me dejes por fin en paz. ¡Ni loca vuelvo contigo!». Contrarrestan dentro de esa dinámica textos como Setenta y tres, en donde la muerte de Gladys Donaire, de esa edad, es un intertexto del duelo nacional, o en Puta eriaza, donde sí es posible ver una búsqueda de algo más allá de lo referencial; la autora desmadeja la rabia y la logra encausar hacia el espacio de la escritura. No puedo dejar de destacar un tercer momento del poemario, XVIII, en donde la hablante evidencia la imposibilidad de su empresa: «Perdónenme todas las Carlas Jaras de esta tierra/ No logro escribir el poema que merece la vida/ que no las dejaron ni parir ni acunar entre los brazos». Termina siendo este un poemario muy irregular que, aunque recibe varias luces de sus posibles lecturas desde su autora en una extensa nota aclaratoria para el cuerpo del poemario, deja entrever una cuestión que ha sido puesta en el tapete desde los primeros referentes de la poesía post dictadura: quién y bajo qué arco escritural logra tomar el dolor y construir desde la poesía, y quienes solo se quedan en el marco de la contingencia.

s u ple m e n to g r a d o c e ro Editor: Cristóbal Gaete | Diseño e ilustraciones: Harol Bustos Colaboraron en este número: Matías Ávalos, Priscilla Cajales y Hugo Herrera Pardo | Correcciones: Priscilla Cajales | Fotografías: Raúl Goycoolea | Periodista en práctica: Ignacio Fritz La tipografía del logotipo gc es Santiago, diseñada por Contrafonts.cl | Contacto: GRADOCEROLIBROS@GMAIL.COM | GRADOCEROSUPLEMENTO.COM


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Procesos escriturales, Mujeres de Puño y letra

Ángela Neira-Muñoz (Editora) — Mujeres de Puño y Letra/Cuarto Propio — 219 páginas Por Matías Ávalos

1938, Montevideo, Juana Ibarbourou, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral se reunieron en torno al tópico del oficio en una jornada donde la última leería un texto que nació, con justicia, canónico, ineludible para cualquier persona con el impulso de articular una sintaxis en una hoja con intenciones artísticas: Cómo escribo. Procesos escriturales es un libro que recopila un gesto similar, aunque en ninguna de sus introducciones lo mencionen y solo dirijan sus críticas a demostrar puntos que probablemente las académicas a cargo del «proceso editorial» [no libro] que reúne «archivos y genealogías y no productos artísticos dentro de un circuito capitalista/ patriarcal» [no poemas] estén investigando en sus respectivas carreras. Esta falta de menciones es una pena, porque en el afán de evidenciar la invisibilización de la mujer [que no definen] en contraposición del hombre [al que tampoco definen] como si fuera lo mismo ser un varón trans, negro y/o pobre, como si un destino biologicista determinara la división de explotadxs en el mundo, editorial o el que sea, hacen de la propuesta de una nueva crítica feminista encarnada, un cúmulo de retórica neoacadémica donde se menciona la inutilidad de palabras enormes como «canon crítico tradicional» sin proponer, en términos concretos, una alternativa, ni hablar de la definición de ese canon, que los lectores deberíamos adivinar. Arriesgo una tesis. Las introducciones tienen una base teórica pragmática, el único autor que se cita durante los cuatro textos introductorios es Richard Sennett. El pragmatismo, corriente filosófica principalmente norteamericana, opuesta al formalismo y al racionalismo, reemplaza la oposición realidad/ apariencia por pasado/futuro. Además, su mayor anhelo es tratar de unir la filosofía a las prácticas artísticas, científicas, económicas, política y religiosas. Así se explica esa negación de las especificidades que estudios de otras perspectivas menos utilitaristas demostraron en el lenguaje, por ejemplo, se niega que haya pensamiento de «subjetividad sin sujeto» cuando El sex appeal de lo inorgánico, de Mario Perniola y los textos fundamentales de Hito Steyerl a partir de ese concepto, llevan 20 años de traducidos. Hay otras invisivilizaciones. Se afirma que una antologada se «sitúa

fuera de las relaciones occidentales con la naturaleza poniéndola en el centro de la vida y el conocimiento» cuando este reseñador inmigrante ha leído por lo menos tres libros de poemas sobre pájaros en los últimos dos años editados en este país. Y se afirman cosas como «No existen variables y metodologías propias de la tradición crítica literaria que pudieran dar cuenta de una escritura que contiene precisamente un objeto de conocimiento y, al mismo tiempo, el conocimiento en sí mismo» [como si fuera poco, esto se dice de la editora] cuando Alain Badiou en sus teorías del poema viene diciendo hace algunos años que la diferencia entre filosofía y poesía es que una persigue el conocimiento y la otra lo encarna y Mario Montalbetti en Cualquier hombre es una isla da ejemplos interesantes de cómo aproximarse a un objeto de estas características. Lo cierto es que durante el año 2016, en Concepción, Ángela Neira-Muñoz y Ángela Rivera organizaron seis ciclos que

incluyeron a 20 poetas chilenas que expusieron sobre su aproximación a la escritura y leyeron su producción. La idea es, no solo brillante, sino también necesaria, porque, por más diferencias que este reseñador tenga con la perspectiva utilitarista del pragmatismo gringo, la inequidad es una de las condiciones que afrontan las escritoras antes y durante su carrera. Así es como la mejor escritora chilena tuvo que competir con algunos simplemente buenos en el último Premio Nacional cuando, por obra-trayectoriarelevancia, el único competidor de Diamela Eltit era Germán Marín. La lista de las antologadas es diversa, tenemos a Rosa Emilia del Pilar Alcayaga, poeta radicada en Valparaíso, a cuyo poema Sobran ojos persiguiéndote (o la Medea chilena) de versos largos, concentrados pero transparentes, de largo aliento, no le entra un alfiler [Elvira dixit]. También un grupo, en cuyos poemas hay más de discursivo que de formal, integrado por Maha Vial, Rosi Sáez, Carolina Muñoz, Mónica Vargas, Eli Neira y Karina Kapitana Aguilera; y al que quisiera relacionar a Karo Castro y Amanda Varín en tanto el fondo de los poemas de estas últimas es deliberadamente situado en temáticas similares, pero que, por riesgo formal, logran darle el vuelo al lenguaje empleado que no sucede en las anteriores. Resaltan, además, Daniela Catrileo, autora de Río herido, que incluye unos fragmentos de Guerra florida, de próxima aparición, y contiene versos como estos: «Así que esto era así se siente / ¡Esto es recibir un disparo! / un zarpazo de plomo hasta desaparecer / tiene tus nudillos tensados / en la cuerda del arco / tus pensamientos dirigidos en volver a ella». María Teresa Torres, de poemas e ideas interesantísimas, en las que resalta un poema llamado Intorno (que recuerda al Inscape de Denise Levertov) y se relaciona con

los siguientes versos del Santiago Rabia de Elvira Hernández [qué decir de una de las mejores poetas vivas en la lengua, más que su introducción en prosa es imperdible]: «tanta cerrazón me digo / esta entrada no se abre ni con napoleón / despacio por las piedras new jersey vallas papales / yo no sé por dónde voy / váyase por dentro oigo como si me leyeran el pensamiento». También está Teresa Calderón, que arroja luces sobre la condición del oficio, y aunque declara su interés por lo femenino, nos advierte que el poema es un objeto independiente y hay que respetar «su esencia por sobre el deseo de lo que se quiere decir allí». Paulina Ibieta, cuyos poemas potentes avanzan a fuerza de repeticiones, con una sintaxis rota o puesta en duda, con gestos por momentos a-gramaticales pero con sentido como dirección y no como mero significado, que sin embargo permiten ese tono especulativo que, aún afectado y dejando imprimir intimidad al objeto poémico, producen esa apertura ideal reclamada por Lyn Hejinian. Y Soledad Fariña, que coincide con Elvira Hernández en que sus procesos escriturales vienen con cada libro. Además de aportar a la antología otra escritura con la que es posible trazar el nexo de lo interior mencionado a propósito de Intorno y ese camino interior de Elvira: «Viajo y rozan los bordes mi arenilla dormida / Adentro más adentro de la cavidad sonora / tus vocales las mías / en el ronco gemido». Necesario en un presente resbaladizo, convulsionado, en constante ebullición, Procesos escriturales, Mujeres de Puño y Letra es un gesto y una propuesta de discusión interesantísimo. La pregunta que persiste durante el libro y debe necesariamente tocarnos a todas las lectoras y lectores y donde creo, las antologadoras y editoras del libro dan en la tecla, es sobre las condiciones de composición de nuestro canon.

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La próxima novela

Felipe Becerra — Alquimia — 96 páginas Por Hugo Herrera Pardo

Apoyándose en rasgos de la escritura manuscrita tales como su carácter de registro, su condición provisoria o su funcionamiento por acumulación al no poder ser alterada o borrada, La próxima novela de Felipe Becerra presenta al acto de escribir bajo el estado de un permanente todavía no. Intervalo indefinido de suspensión que se propone trabajar con un texto que permanece a la espera de la emergencia de otra escritura, pero que, no obstante, en esa demora, en esa renovación constante de una promesa diferida que torna difuso el horizonte de la publicación, ve aparecer el surgimiento de una escritura que se autonomiza de la proyectada. «Me interesa más bien pensar—reconoce el scriptor en las primeras páginas— cómo la escritura de un mundo ficticio, al expandirse tanto en el tiempo, genera un espacio de reflexión (¿en su interior, yuxtapuesto a él?) donde lo que importa ya no es la ficción, ni siquiera la reflexión sobre la ficción, sino un pensamiento desde y sobre la escritura misma cuyo único propósito es la dilación de un propósito que lo interrumpa». En un texto fundamental sobre, precisamente, el arte de ensayar, cuyo título es El ensayo de interrupción, Juan Bautista Ritvo pensó a este concepto como el reverso del ritmo, siendo un rasgo clave de este último el hecho de ser momentáneo. Así, la interrupción tiene la capacidad de cuestionar los fundamentos y valores de aquello que otorgó estabilidad al instante sostenido. En esta línea La próxima novela, en su interrupción, centrada particularmente en pensar la materia y el tiempo de la escritura, abre un espacio de reflexión (¿interno, yuxtapuesto?) en torno a los ritmos de la producción literaria, abogando por una defensa del valor de la demora dentro de la misma, así como una interrogación por el género novela, ubicando en su reverso a la práctica dilatoria de llevar cuadernos. Con respecto a este último punto es que el scriptor señala que «Hacer aparecer la letra manuscrita en un libro impreso genera hoy el efecto de un acceso a la intimidad, a la privacidad. También genera la siguiente paradoja: la escritura a mano invoca un futuro que la completará, que la definirá, pero al aparecer impresa en un libro asume para sí una definición que no le es propia. Ocurre algo así como una fijación antes de tiempo, prematura».

De allí entonces su elección de presentar La próxima novela como cuaderno y no como diario, debido a que se postula que «la anotación propia del cuaderno, a diferencia del diario, es más la marca sostenida de una dilación que de un registro». Aunque más que asemejarse a Cuadernos de notas como los publicados por Henry James o Anton Chéjov, o a los Cuadernos de Juan José Sebreli, o los Cuadernos de escritura de Carlos Pujol, La próxima novela, en su elección de un punto de vista desplazado desde el objeto novela hacia los materiales con los que ese objeto cobra forma, guarda más cercanía con Anotaciones en cuaderno negro de Salvador Garmendia, ciertos momentos de Continuación de ideas diversas de César Aira, el volumen V de los Cuadernos de lengua y literatura de Mario Ortiz, con algunas operaciones intentadas por Roland Barthes en La preparación de la novela o en la Vita Nova o, sobre todo, Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec. Escritura, entonces, que posterga interrumpiendo o interrumpe postergando. ¿Cuáles serían algunas de sus operaciones para lograr este propósito? Por ejemplo, invertir; los cuadernos pasan de ser un discurso heterónomo auxiliar para convertirse en discurso autónomo mediante una práctica cotidiana del aplazamiento que acaba asumiéndose como postergación creativa: «son más bien mi novela y mi propia vida

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las que anotan el avance de mi cuaderno, de mis cuadernos». También, dilatar; ¿qué? pues el continuo desplazamiento de la promesa de publicar: «Una escritura que avanza atrasando la llegada de una instancia que la atrape —«esa escritura no cabe en un libro, ni tampoco en el diario: su medio es el cuaderno». Otra: disolver; la categoría de autor se diluye en la de scriptor, se diluye el reconocimiento de los cuadernos en tanto género, concibiéndose más bien como un umbral, se diluye la escritura en tanto sistema fonético para percibirse como trazo, como dibujo. Y en este sentido también podríamos señalar que la escritura manuscrita se diluye en el trabajo de edición y diagramación y que, para oponerle cierta resistencia a esto, el libro incluye imágenes de los cuadernos llevados por el autor. Por último, disociar; se produce un diferimiento de la escritura con respecto a los procesos de edición y publicación: «la escritura como práctica privada y cotidiana no está sometida de manera teleológica a una instancia ulterior —una novela, un libro a publicar— que advendría para darle sentido, sino que, por el contrario, esta discurre como una permanente postergación de ese sentido, de esa clausura». La obra Juan Luis Martínez, Juan Emar y su Umbral o Macedonio Fernández y su Museo de la Novela de la Eterna son algunos de los referentes de escritura postergada que aparecen en La próxima novela. Con respecto a Macedonio, en su deslumbrante libro sobre este autor (El filósofo cesante. Gracia y desdicha en Macedonio Fernández), el ensayista Horacio González recuerda que el escritor y humorista argentino denominaba teoría «no tanto a los conjuntos explicativos sino a porciones narrativas recortadas de un flujo mayor cuya función es la de declarar desconocido lo conocido». Los fragmentos aglutinados en el texto de Becerra podrían ser pensados en este sentido, en gran parte porque como reconoce el mismo González, la teoría sería entendida, de este modo, como «una desfamiliarización: juega con el sentido común, lo destituye y lo vuelve a constituir. En el camino, el

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objeto mentado —novela, política, dolor, salud, todos los temas teorizados por Macedonio ha quedado convertido en un objeto caído». Aunque en el caso de Becerra se trataría más bien de un objeto suspendido: la escritura y publicación de su segunda novela, luego de la notoria repercusión de la primera. La reflexión de Horacio González también nos permitiría pensar, esta vez en contraste, otro aspecto de La próxima novela. Para el ensayista «lo que hace más revulsivo a Macedonio es que el ser ininterrumpido que postula, está sometido a una idea trágica de la escritura. Si por un lado el ser es pleno presente, la escritura es lo que siempre está condenado a escribir la idea de su propia interrupción». En Becerra no hay una idea trágica de la escritura, tampoco tendría por qué haberla, pero sí, llama la atención que esa interrupción de la temporalidad y esa atención a los materiales de la escritura en la que en buena cuenta se sostienen los cuadernos que dan forma a La próxima novela, no presenten vínculos con la precarización material que aquella interrupción del tiempo productivo (el ritmo del capital) debería provocar, siendo atravesada más bien esta escritura aplazada en su promesa por un estado de comodidad.


Oficina de partes

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oficina de partes

Montaje sobre montaje/ Mariana Zegers Izquierdo/ teje/Sin numerar

El montaje como acción de transposición —inserción de un sistema artificial que intenta modificar la realidad— tiene un doble dolo: por una parte, afirma lo que no es cierto con tanta vehemencia Rec/David Bustos/ como indolencia, de la misma manera que intenta borrar las hueCuneta/98 páginas llas de la verdad orgánica. Montaje sobre montaje intenta datar el flujo de los movimientos antrópicos que afectan la geografía tanto política como vital, ya sea David Bustos nos tenía acostumbrados a publicade las plantas que frágilmente crecen alrededor de los huesos de ciones de poesía, de hecho, paralelo a Rec lanzó asesinados por la dictadura, de la vegetación que Arial 12 (Pez espiral, 2018), haciéndose muy conaturalmente buscan esconderse del hombre que la herente el epígrafe de pj Harvey que abre el libro «I lost my heart/Under the bridge», dado que es arranca, así como de las almas masacradas que inSi mañana llueve (obra tentan ser borradas en la quimera de los genocidas. justamente un puente el que articula entre los géescogida)/Hurón Magma La muerte recorre este poemario pegándose a neros —incluyendo su desarrollo como guionis/Bogavantes/118 páginas los objetos cotidianos, a los árboles, al hablante, a ta— coronando esta anacrusa con este, su primer los espíritus en pena, en la búsqueda del responso libro de cuentos. Hurón Magma es de esos autores que pasan desapercibidos que nunca tuvieron, pero también como constaNarrativamente por la terrible máquina centralista que invisibiliza todo lo que tación del necesario ejercicio de la memoria, que nos encontramos con cuando no es voluntario debe ser obligado por los está fuera de la gran capital. Entonces la concesión propuesta 7 cuentos de corte cláantepasados o la historia. Esta es la columna versico, con un personaje es dejar las tierras vernáculas en post de conseguir un lugar en tebral que mueve la obra, la necesidad de recordar principal sobre el cual el canon nacional, alternativa que claramente Magma negó, giran las acciones, criafincándose en Cunco, localidad que el pasado fue ingrato con muchos, y en esto Zeprecordillerana de la región de la gers contrasta inteligentemente la belleza de la persis y antítesis que lleAraucanía, desde donde puede fecta articulación botánica con la obscenidad de los van un desenlace, casi sentir la lluvia y el bosque. montajes periodísticos auspiciados por la derecha siempre esperado. Los Estas obras escogidas por Rien tiempos de dictadura. Aquí reside otro acierto, relatos no son predecicardo Herrera Alarcón, recorren construir una intervención —montaje gráfico— bles, sí están tan bien sobre las portadas sensacionalistas y falaces que desde su primer libro Palomas de tejidos que cada fibra tiene la esencia del lluvia (1985) hasta Los cuentos de titulaban atrocidades como «Exterminados como Ariadna y otros poemas (2009), ratones» o «Estrangulan a hermosa joven», ambos conjunto final. En esto Bustos toma herramientas configurando una antología neceencubrimientos acostumbrados por la redacción de del relato audiovisual —quizás por (de)formación saria para comprender la mística La Segunda, en complicidad con la dictadura. Este profesional— dado que controla el tiempo del relato sureña, con su mitología y relatos gesto hace las veces del musgo sobre una cripta, con experticia, no dejando en ningún momento que alrededor del brasero. Pero la embellece lo que antes fue tristeza y dolor. la historia deje de vibrar, incluso tomando ribetes A la manera de Jesús Sepúlveda en El jardín de obra de Magma no es solo paisaje. de humor para que no decaiga. las peculiaridades, Zegers logra establecer la sensiEn su primera escritura asume la El libro lo abre el cuento La Funa, donde la voz angustiosa de quien está bajo ble relación existenhistoria gira entorno al ajuste de cuentas de Villala opresión de la dictadura militar, construyendo una alternatite entre el hombre grán, artista que en una entrevista para postular va/alero de libertad, paz, amor, confiando en que la poesía pocomo animal, con a una beca descubre a su torturador trabajando dría cambiar las sombras de la represión. La esperanza en Palola orquesta natural en el Consejo Nacional de la Cultura. Se organimas en la lluvia es un salvavidas en un sentido unívoco y literal. que lo rodea, con za una funa donde las implicancias de la política En su tercer libro El árbol de los sueños (1998), la distancia la salvedad que el se traspasan a la vida personal, configurando una primero olvida su crisis moral difícil de solucionar. En esto se ve el con el meollo político le permite ganar otro tono, más intimista, donde los afectos relucen en la capacidad de amar, en el eroclase, incluso la traimodo en que Bustos sabe controlar las acciones tismo y en la admiración, la relación de pareja como fundante ciona y extermina. con precisión y limpieza, siguiendo el consejo que de la belleza del mundo, siendo el cuerpo el que se aúna con la La maleza terminauno de sus personajes niega: «necesito nudos con geografía para poder lograrlo. suficientes hebras para poder estirar esto a 90 cará por cubrir nuestro «Sobre tu boca, amor, / sobre tu seno, / ser como de agua deceso con sutileza pítulos» (fragmento de El Guionista). Definitiva/ ser como de espejo / ser como de viaje / ser como de eterno y dedicación, esa mente hebras hay de sobra para desarrollar con / ser como la lluvia / que acaricia hasta / la punta de tu pelo». es la sentencia que cada personaje, un spin off que perfectamente (Poema de invierno, El árbol de los sueños) subyace a esta obra, que monta sobre los aberrantes podría resultar en una novela. La poesía de Magma es parte de un lirismo clásico por donde titulares, la naturaleza ilustrada por Claudio Gay. Otro cuento interesante es Cámara, excelente se le mire, tradicional y larista, con un componente melancólico No se puede cerrar sin mencionar el preocuaproximación a la trastienda del negocio audiovipropio de la producción del sur, donde la humedad, la cosecha, pado trabajo del Taller Escuela Gráfico Editorial sual, donde un joven técnico de cables sirve como (tege), que aportan la técnica necesaria para lola leche ennatada, conviven con los ancestros y las doncellas que excusa para desenmarañar la importancia de quien grar que la obra cuaje estéticamente, sustento de transitan por los bosques y montes. Ahora, reponer este tipo de está disparando detrás de una cámara, ya que será belleza que permite enfrentar la dura realidad de poesía, más que un gesto de rescate generacional, es seguir conquien encuadre los referentes en la asincronía de una voz poética feroz pero que no piensa caer en fiando en viejos referentes estéticos que ya no son sincrónicos los medios de comunicación. Es virtuoso como se el juego de los violentistas con su lenguaje. con los tiempos actuales, siendo ejemplo de esto los múltiples representa a estos personajes, transparentes para poemas románticos donde mujeres aparecen entre los pinos el espectador, con una fuerte convicción política, como ninfas, embebidas de un amor/pasión irrefrenable, y la criterio artístico sublimado por lo técnico, así como el resentimiento que produce la invisibilización producto de hacer brillar a otros. carnalidad como su única oferta. Si esto se acompaña del verso tradicional, terminan por configurar una obra con oficio, pero Queda la sensación de que estos cuentos podrían haber sido muy lejana a ser fundante como referente de los nuevos tiempos. leídos en los 90, en medio del boom de relatos de semi ficción post dictadura, donde se hubiesen perdido entre el mar de textos del mismo corte, con los mismos motivos. Hoy, en su reposición y de la casi muerte de ese intento de estilo, destacan por querer ser testimoniales, relatar una historia que cada vez se va haciendo más difusa, quizás porque ya las cámaras no registran más que el brillo del oro.


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Todas las voces dentro de un hombre

Américo Reyes Vera (1960) ha construido en los últimos 30 años una obra secreta e ineludible editada desde su natal Curicó, Valparaíso o Santiago, como el reciente Black Waters City (990).

Qué ganas de saber cómo se formó Américo Reyes. En algún lugar deben estar Los poemas plumaveral (B 612, 1992), Boleros son boleros (Mosquito, 1995), Antología Secreta, junto a Rodrigo González Langlois (CAUM, 2001), El centinela y su cántaro (B 612, 2010), Que los cuerpos cumplan su destino (Ril, 2012), El confesionario (Ril, finalista Premio Municipal de Literatura de Santiago 2016) y El Flautista (Inubicalistas, Valparaíso 2017).


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Ah Felipe, me encantó eso del desdoblamiento pues diste en el clavo, es justo lo que intenté hacer en BWC. Y claro, yo corrijo más de lo que escribo. Hay que poner la palabra precisa para crear ciertas atmósferas, lo cual es muy difícil de conseguir. Yo me crié en una población harto marginal y conozco el flaiterío de cerca, yo mismo soy un poco flaite, pero también como reacción a ese lenguaje burdo, soez o vulgar, es que en mi poesía trato de instalar aspectos más relacionados con la belleza, con el lirismo, con lo barroco, etc. Con respecto a la capacidad de imitar lenguajes, entre los pájaros existe una denominación de los “mimus”, por su capacidad de imitar sonidos de otras especies, la tenca es la reina n un libro anterior, El Confesiona- en Chile en esa materia. ¿Hay un oído especial rio, usabas voces de distintas perso- en el poeta de captar ritmos, consonancias? nas, de diferentes edades, la mayoría Lo menciono por la gran cantidad de regisgente común que narraba sus afliccio- tros que usas en BWC. Es que en BWC me salió el alma del novenes, generalmente pasionales. Acá te cambias al uso de poetas heterónimos lista, que en mi caso es como decir del copuy agregas una trama narrativa, a par- chento y del acaparador. Paradójicamente, tir de sus conflictos, de su vocación de yo soy un acérrimo defensor del individuo, cahuín, ¿podrías contar un poco cómo (no del individualista, no del individualisse gestó esa diferencia, ese paso de ha- mo como doctrina u opción ideológica, de vida, que me parece atroz) y desconfío del blantes de iletrados a letrados? En El Confesionario los personajes literato que se siente portador de los sin voz, eran gente común y corriente, es ver- que pretende hablar por otros, etc. Durandad. En BWC la cosa se dio lentamente: te la escritura de BWC llevé al límite mis primero quise hacer poesía sarcástica de capacidades de observación, con algunos autor, de ahí el título en inglés; quise iro- personajes me costó más que con otros, es nizar en cierto modo con esa fijación tan natural, era más fácil “traducir” el sentir de chilena por lo extranjero y los extranjeris- los “poetas hombres” de mi generación (...) mos... pero llegó un momento en que la Escribir como una mujer sí que fue todo un cuestión se me fue de las manos y me fui desafío, ellas tienen otra manera de pararse metiendo en esto de los heterónimos; me frente al mundo... Y también en el caso de di cuenta que me divertía mucho jugan- los poetas jóvenes la cosa me complicó un do a ser el antologador de autores de una poco. Los poetas “sub-treinta y tantos” en ciudad ficticia; había temas y obsesiones Chile se criaron con esto de la computaque no eran propiamente mías pero que ción, son hijos de la web, lo que les abre extrañamente me identificaban, y otros prematuramente la mollera y a la vez les temas que por pudor era preferible presen- ofrece un sinfín de herramientas que antarlos tras una máscara. Era como meterse tes no existían. Ahí tuve que ir cachando en las patas de los caballos, muy riesgoso el mote, como decía mi tío. Remitiéndoporque he querido contar los pormenores me a tu ejemplo de la avecilla sureña, que de un pueblucho X, y eso ya era de frentón me encantó, espero haber llegado a ser la meterse en el terreno de la narrativa, aun- mejor de las tencas... que quiero que mi libro sea visto como poe- ¿Qué opiniones te merecen la masifisía, además, quise involucrarme en temas cación del feminismo y la migración, que resultarían poco creíbles si los contara como dos aristas de las nuevas realialguien común y corriente, la técnica narra- dades? Lo pregunto pues hay bastante tiva siempre se me ha presentado esquiva, contingencia en BWC. así que cuando me las doy de narrador es de Una vez en mi estado de Facebook puro barsa que soy. puse “NI FeMINIStA NI ANtIFeMINISEntre narrativa y poesía no levantas muros tA, SINO tODO LO CONtRARIO”, un definitivos, tajantes, ¿qué elementos na- estado medio parriano, medio sicodérrativos reconoces en tu libro BWC, y cuá- lico, medio “ni ahí”, pero con el cual les serían los elementos de la poesía?, ¿qué engancho a cabalidad. Aunque no piensas de las separaciones de los géneros cacho mucho, no me gusta la prepotencia, la imposición de ningún tipo, literarios? No hay muros tajantes, creo yo. Por ejem- con todo lo legítimo que puede tener plo, hay quien piensa que el diálogo y la des- el movimiento, no me gusta la descacripción son elementos privativos de la prosa, lificación absoluta del hombre como y en la poesía pueden coexistir perfectamen- género, las actitudes agresivas, muy te. Yo pretendo que BWC sea entendido como radicales, pueden acabar desmarcán“elemento literario”, por decirlo así. Como un dolo todo, no comparto lo del lenobjeto de fantasía que se nutre esencialmente guaje llamado inclusivo, qué quieres de la realidad profunda. Me defino como un que te diga, pero por otro lado creo poeta experimental hurguete, pero tomando que el machismo ha dejado la cagá, siempre la palabra como herramienta esencial es decir, es el ser humano sobre el para presentar mi proyecto. Pero te insisto: con planeta, entonces habría que buscar buenos o malos resultados, a trastabillones, mi de verdad un punto de encuentro, meta es siempre la poesía. si es eso posible. No obstante, hay Otro aspecto que llama la atención es el con- un feminismo evidente en las poetraste en el lenguaje, por un lado, lo coloquial, tas mujeres de BWC, ahora me doy los vulgarismos relacionados con el bajo mun- cuenta que cuando una mujer esdo; por otro, el lenguaje casi barroco, como de cribe tiene obligatoriamente que un Curicó del Siglo de Oro, una retórica bri- golpear la mesa, y fuerte, tiene que llante como piedritas de vertiente. ¿Corriges hacer valer sus derechos de todo mucho, planificas la escritura para lograr ese orden, vivir sin prejuicios su sedesdoblamiento? xualidad, expresarla y defenderla,

Por Felipe Moncada Mijic

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cualquiera sea su orientación. Si no Claro, los vicios literarios determinan en algume hubieras hecho la pregunta, no nos casos la subida o bajada de un famosillo, pero me habría dado cuenta de lo que te a mí pocazo me importa; para mí escribir es una digo: cuando escribí desde el pellejo cuestión personal, muy íntima y además muy plade una mujer, parece que me brotó el centera, yo juego y tiro la pelota y el que la agarra, lado feminista, no podía haber sido bien, y si no, bien también. Hay demasiado esnode otro modo, las literatas de mi libro bismo y amiguismo y muchos ismos más, y todos no podrían escribir recetas de cocina son nefastos porque todos anulan a su contrario. ni de cómo la vajilla queda más relu- Pero nadie está libre, Felipe, yo mismo a veces ciente, ni de los caballitos del carruaje me resiento; por salir del paso en ocasiones he de su príncipe azul... Y respecto de la sido cínico y adulador, o me he creído el cuento migración, bueno, es ni más ni menos cuando alguien me tira flores... Recuerdo una que la historia del mundo, siempre ha conversación que tuve contigo y era acerca del sido así, siempre va a ser así. oficio poético, y tú definiste a la poesía como “la En Curicó hay una gran cantidad novia eterna”, eso me gustó mucho: morirá un de poetas; Isabel Gómez, Rodolfo de amor y llegará otro y quién sabe cuántos más, los Reyes, Leonidas Rubio, Eduardo perderemos y ganaremos amigos, envejeceKlein, Edgardo Alarcón, Juan Jofré, remos y la poesía estará siempre ahí como la Samuel Maldonado, Eduardo Le- única cosa fiel. La novia eterna. yton, Constanza Artiz, José Tomás Practicar los heterónimos parece haberse Labarthe, Cristian Rau, entre otros. convertido en un ejercicio de alto rendiRecuerdo la Revista Signo, que reunía miento en la poesía reciente, el coqueteo con a su vez otra cantidad de autores. En la narrativa, incorporación de elementos la actualidad existe la Sociedad de Es- de la crónica, la ficción, la biografía, pero critores René León Echaíz, o sea, todo ¿cómo se logra la coherencia de un hablanun mundo. ¿Cuánto de eso, transfigu- te que se inventa?, ¿cuándo detenerse? rado, está en BWC, cuál es tu relación Cuando he inventado un personaje, con el medio de Curicó? cuando he creído darle vida, intento dotarlo también de sus peculiaridades: es un ente fuera de mí, pero es también “alguien” que podría ser yo en más de un sentido. Además, ése es el juego, y es divertido. ¿Y quién sabe cuándo detenerse? Ya te dije que corrijo mucho, mucho. Me detendré cuando BWC se publique. En ese momento ya no habrá nada más que hacer. Lo que ocurre es que a veces a uno lo asaltan cuestiones muy ajenas, supuestamente, a los intereses personales y les da cabida a esas voces que lo rondan. Hablas de tu disfrute en la escritura y al leerte se nota ese gozo, esa sensación de peluseo brillante, pues a veces: en medio de una epifanía, o de una narración, se estalla en una carcajada, es como si la seriedad fuera interrumpida por la talla para ubicarla, algo muy chileno por lo demás, por contraste: ¿qué piensas de aquellos, aquellas, que cultivan una literatura del sufrimiento, o de la reflexión profunda, metafísica? Siento en verdad mucho respeto por Yo creo que en Curicó ocurre lo que ocu- aquellos y aquellas que cultivan una lirre, con sus matices, en cualquier otra ciudad, teratura del sufrimiento, una literatura lo que con el tiempo va generando amistades del abandono y el hastío, que a fin de más o menos verdaderas, también se crean cuentas eso es la literatura: la constanpendencias, pequeños grupillos, etc. Por su- cia de las contradicciones humanas, de puesto que la constatación y el examen de este lo terrible del vivir. Yo pretendo escriquehacer me han servido, y harto, para ir elabo- bir desde un supuesto júbilo, va más rando una que otra historia, uno que otro texto acorde con mi temperamento, siemy uno que otro personaje que fue a parar a BWC. pre estoy celebrando no sé qué y eso Mis amigos en general no son poetas, no son es- lo vierto en mis textos, desde un enfocritores ni nada de eso. De viejo me he puesto que de denuncia o de resignación, que más huraño, aunque igual de repente comparto puede ser leído como humor o como un traguito con algún colega de las letras, nunca hueveo, por decirlo en buen chileno, tan ermitaño. Pero Black Waters City, (Ciudad de pero sin perder el hilo, eso sí, atento a las Aguas Negras, Curicó en mapudungun), apar- los ruidos interiores que me conectan te de sus ficciones, se me transformó en la excusa con los demás, con el entorno, aunperfecta para presentar mis descargos, mis des- que suene raro expresarlo así. Harquites, mis frustraciones y alegrías y pasar piola, tos poetas de BWC son profundos y es decir, aquí he podido pecar y delinquir y aco- metafísicos, son serios y enojones ¿o germe a una serena y reconfortante impunidad... no? La rabia o pena o culpa o la emoimpunidad literaria, se entiende, ja ja... ción que sea, el escritor consciente En BWC usas tu «seudónimo real», Américo Re- debe ser capaz de exponerla sinyes, como máscara de antologador. También iro- ceramente y con desgarro, solo así nizas sobre el mismo antologador que se incluye hallará al lector verdadero, al busen su propia selección. ¿De qué manera esas pe- quilla. Y en el caso de la creación queñas vanidades, esos vicios del exhibicionismo de personajes hay que echar mano literario, «el codazo, el chaqueteo, el compadraz- a las herramientas que entrega el go» —en tus propios términos— crees que influyen oficio, a la técnica intuida o descubierta, al trabajo incesante, etc... en lo denominado campo cultural chileno?

«Es que en BWC me salió el alma del novelista, que en mi caso es como decir del copuchento y del acaparador».


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La vanidad del artista, el ego como Nunca podría abandonar el verso, la prosa motor de discordias, el arribismo so- poética, aunque a veces me ponga narrativo, o cial, aparecen con frecuencia en el li- medio cuentero. El esquema de una novela, la bro. Una especie de soberbia de quien técnica de su escritura... ha constituido para cree estar en el ombligo del mundo, mí siempre un misterio, un límite. Escribir ¿qué crees que un autor debe esperar una novela es una pega de proporciones, yo no podría hacerlo. de su trabajo? Hace un tiempo discutía con alguien ¿Consideras importante que un narrador acerca del ego del escritor. Este punto hay tenga una identidad territorial? Ponte tú, en que tratarlo con mucho cuidado porque los usos locales del lenguaje que configuran da pie a conclusiones erróneas y a prejui- su brillo propio. Pienso en el uso coloquial, cios. El ego como motor de discordias, o en la oralidad capturada por la escritura y la vanidad, el arribismo social... afloran lo difícil de su traducción, por ejemplo. como aspectos negativos solamente en la Tú sabes que un relato no es literatura especie humana, no son privativos de un hasta que se escribe, y eso se prueba con la grupo determinado ni de ninguna raza ni tinta y en el papel. Cada autor dispone de nada de eso. ¿Acaso no son vanidosos y sus métodos para comunicar, hay recursos arribistas muchos deportistas o gente de que pueden ser más atractivos o más fácila tV o dirigentes vecinales o feriantes... o les, eso depende de cada uno. Aunque en algunos poetas? Desde luego existen, por todo momento atento a las vicisitudes y cierto, muchos deportistas de bajo perfil, contradicciones humanas, no sé si es un austeros y sencillos, hay gente de la tV ama- defecto, no sé si es bueno o malo que en ble, dirigentes vecinales y feriantes y algunos mi caso esté siempre hablando desde mi poetas muy generosos, que no miran en me- condición de maulino, a veces tácitamennos a nadie. No sé los demás, pero de mi tra- te, sacando a flote vocablos, expresiones, bajo literario lo espero tODO, es decir, tran- leyendas, aves, árboles y enarbolando quilidad espiritual y uno que otro lector que un sinfín de aspectos que son propios de esta zona, eso me gusta mucho, me esde tanto en tanto me pregunte por mi salud. En distintos momentos del libro incorporas mero en que mi trabajo sea reconocido y narraciones completas, que podrían ser leído de ese modo. Ahí está la habilidad, cuentos breves. ¿Has pensado en trabajar la pega del escritor: comunicar con el obras netamente narrativas, abandonan- lenguaje que conoce. Un lector atento do el verso y la prosa poética?, ¿te interesan siempre va a descubrir la honestidad o la impostura. el cuento tradicional y la novela?

¡Jurado de Mejores Obras Literarias, Américo Reyes es chileno!

proveedora del encantamiento del mundo a los poetas. Los poetas serían estos que vienen después de la falta/muerte de dios, seres nostálgicos que encarnan ese vacío. Pero Reyes arma un mundo, es decir, ocupa el lugar del demiurBlack Waters City go/dios al interior de una Nueve Noventa ediciones ciudad, Black Waters City, y 219 páginas al sexto día no pone animales y humanos, sino poetas. Por Matías Ávalos II: 24 heterónimos, nombres propios con biografías n su Breve tratado de ontología complejas, peleas, relaciones, ensayos, transitoria, después de presentar anécdotas y sobre todo buenos poemas tres tipos de dioses, el de las reli- componen este libro intenso, recursivo, giones, el de la metafísica y el de inteligente: total. los poetas, Badiou concluye: el Martín Gambarotta dice que no lee imperativo del poema estriba hoy novelas porque solo le interesa de la lien día en conquistar su propio teratura los momentos ateísmo. Una idea similar trabaja de mayor concentración, la filósofa Silvia Schwarzböck, ella lo demás lo descartaría, plantea que, terminados los temas por eso escribe poemas. sagrados, no hay posibilidad de te- La novela fue el género mas profanos, ergo, de ser un poe- del 19/20 por excelencia, ta maldito. Sin embargo propone dentro del género, las más que, dentro del capitalismo post caída del arriesgadas y radicales, muro, el último resquicio de sacralidad salvo excepciones, fueron radica en el éxito y que, en esta etapa hi- las llamadas novelas río. Retomando la idea de pertrofiada de capitalismo que es el neoliberalismo, el éxito es un éxito de una clase Schwarzbok, en esta épocompuesta siempre por una sola persona, ca la única posibilidad de es decir, uno de los nombres propios. sacralidad/profanidad, Américo Reyes Vera hace dos movi- de conquistar el propio mientos interesantes que ponen en acción ateísmo, está por el lado la tesis del filósofo francés y de la filósofa de los nombres propios. argentina, porque a diferencia de la filo- Américo Reyes no escribe una novela, sofía que busca pensar, el poema es un sino que ocupa de la novela los elemenpensamiento en acción. tos que le sirven: «su carácter abierto y su I: El dios de los poetas, siguiendo a Badiou, capacidad de articular elementos diversos nace en el romanticismo y en especial con en un relato complejo» (Wikipedia, 2019) Hölderlin, que propone a su falta como y reemplaza los tomos de las novelas río

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«No sé los demás, pero de mi trabajo literario lo espero TODO, es decir, tranquilidad espiritual y uno que otro lector que de tanto en tanto me pregunte por mi salud».

por nombres propios, por autores; luego del ensayo toma lo que puede aportar al interior de una lectura cuando no busca demostrar sino alumbrar(se); con el poema hace cosas así: «Durante un lunes sin importancia / la madre le preguntó a su muchacho / «por qué no navegas». A lo que el muchacho contestó / «porque no tengo bote». La madre al punto prometió / «yo te haré un lindo bote». / Y se internó en el bosque en busca de maderos. Y / con los clavos suficientes y una recia tela / construyó uno de esos veleros capaces de resistir / la más brava jornada. / / Cierta vez que el muchacho regresaba / de sus excursiones por el Vichunquén —el inexpugnable, / voluptuoso lago— la madre le preguntó, en son de reprensión / «por qué no te casas». El muchacho le confesó llorando / «es que no conozco a ninguna muchacha sangrante». / Nostálgica, la madre le contó que hacía muchos años / se había establecido en el pueblo una muchacha sangrante, a / la que le gustaba coleccionar caracoles, según se rumoreaba, / y que desapareció poco a poco, / entre rumor y rumor. / Al cabo de muchas primaveras / la madre le sugirió a su muchacho, como ordenándole / «por qué no te mueres. Aprovecha ahora / que hay niebla y estás sudando». / Pero el muchacho le respondió «no tengo tiempo». / Entonces la madre, metiéndose las manos adentro / del bolsillo de su delantal, sacó algo / que se le resbalaba entre los dedos / y lo puso ante los ojos del muchacho y le dijo / «aquí tienes todo el tiempo del mundo: todavía / te falta saber quién fuiste».

¿Qué narradores lees?, ¿qué narradores actuales en Chile están haciendo un trabajo que te interese, o con el cual te interese dialogar? No dispongo de mucha información sobre la narrativa chilena actual, pero sí puedo decirte que Claudio Maldonado con su Piel de Gallina me dejó turulato, encontré genial el manejo que hace del sarcasmo utilizando también elementos de la fábula, y otro escritor joven que me parece admirable es Luis Herrera, leí con mucho placer La lámpara de Kafka. Últimamente estoy leyendo con mucha curiosidad a Bolaño, reconozco que estaba prejuiciado, pero el hombre en verdad se las trae, hay mucho que aprender de él. Para cerrar, ¿podrías resumir en tus palabras, para qué tipo de lector fue escrito BWC, cómo te gustaría que fuera leído? A mí me gustaría que todo el mundo lea mi libro, que se piratee de lo lindo y que se diga que por primera vez en Chile un libro de poesía da tanto que hablar... Dicho a quemarropa: BWC es una fábula muy seria de una ciudad picante pero pará en la hilacha, y por lo mismo también es hueveo, es un juego, una invitación a relajarse, a no ser tan graves. Mi libro es mi manicomio personal. Si alguien se entretiene un rato leyéndolo, me doy por pagado.

El ejemplo es lírico, porque este rasgo resalta en el libro, sin embargo no es un libro lírico, también hay anti poemas, que no son los chistes cortos que entienden algunos por eso, sino formas rigurosamente llevadas a cabo, en general endecasílabos, que utilizan un léxico coloquial para aterrizarlo, entre otras cosas. Y si creemos en el fondo del poema como forma de categorización, hay poemas feministas: «Has de saber que me instruí en el arte de abrir bien los ojos / para que entrara tu imagen multiforme a mi cerebro. / Y exhibirla como trofeo de guerra en estas páginas, algún día». Poemas mapuches: «Sí, madre: he visto cómo / el río se mete en el río. / No es como cuando la llamareja / se mete en la llamareja. O la brisa en la brisa. / O el polvo en el polvo. / El río se mete en el río / yo todo cambia. / Sí, madre: he visto / cómo tú no dejas de ser mi madre / y cómo yo / no dejo de ser tu hijo». También poemas históricos del pensador de BWC, que además de cartas históricas aporta el ensayo Hacia una poética de Black Waters City cuyo estilo y desparpajo no tienen desperdicio. Hay poemas metafísicos: «fui a los lugares donde la gente busca el amor / no donde lo encuentra». Y finalmente poemas políticos radicales del único antologado que sospecha de la realidad, el único que, nos enteramos en una anécdota escrita por otro antologado, sospecha que Américo Reyes los escribió a todos. Julián Leopoldo Rex escribe en un poema titulado La vida como un sueño y que debería ser el único prólogo de este libro extraordinario y que elijo como final de este texto acerca, a partir de, un texto que me significó una experiencia, la experiencia de «una desnudez que trascendió la piel / y sus empalmes para que tú, lector taciturno, / contribuyas con tu cuota de complicidad / y celo».


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Obras completas–Virginia Cox Balmaceda–Cuatro Vientos–677 páginas.

angustia s o bre la autora Nacida en 1910, hija de una familia aristocrática y católica, se la considera una precursora del feminismo en Chile. Falleció el 2002. Estas Obras completas consideran novelas, cuentos, crónicas y una autobiografía. Se reproduce de forma íntegra el cuento Angustia, parte del libro Desvelo impaciente (1951).

Voy cayendo a un abismo profundo, cenagoso, oscuro. Caigo... caigo tan rápido que se corta mi respiración. Una piedra inmensa me oprime el pecho, una venda negra cubre mis ojos. Trato de sujetarme y monstruos invisibles aprisionan mis brazos y mis piernas. Caigo... caigo, cada vez más rápido. Ruedo y mil redes me cogen y me arrastran. Un hálito helado me entumece, una ola inmensa me arrolla, disloca mis miembros, me eleva y me hunde, triturándome. El agua verde, espesa, oscura, penetra por mi boca y me ahoga. Lucho desesperadamente. En un esfuerzo sobrehumano, salgo a la superficie, sorbo una bocanada de aire... El dolor me atormenta cruelmente. Grito, pero en mis oídos zumban el mar y el viento y no me oigo. Mis párpados pesados se niegan a abrirse y, envuelta en lianas enmarañadas, sigo rodando y cayendo a precipicios sin fin. Y de nuevo el dolor lacerante me arranca de las profundidades. Aullidos estridentes me aturden. Quiero detenerme y mis brazos de arena se alargan y mis pesadas manos de piedra se crispan y resbalan impotentes. Y llego a lo más hondo, aprisionada en un inmenso manto negro que me oprime. Me debato furiosamente... Por entre los rasgones vislumbro claridad, respiro; y en mis sueños siento el perfume y la suavidad de la mano de mi madre sobre mi mejilla ardiente. Quiero besarla y no me atrevo. ¿Cómo? Si ella se ha ido para siempre. Amargos sollozos me ahogan; ella me liberaría. Estoy sola, con mis pesadas cadenas de fuego. Tengo sed y entreabro mis labios resecos bajo el fresco chorro de la cascada y se humedecen mi boca, mi cara, mi pecho, pero mi sed no se extingue. Siento la necesidad de escalar altas cimas y la angustia de llegar a la cumbre y no saciarme. No logro tomar las nubes con mis manos extendidas... Y caigo nuevamente al mar y me golpea la espuma blanca y el dolor me arrastra sobre la arena ardiente. Me despierta el silbido del tren en el silencio de la noche, con su nostalgia infinita. Quiero irme tras la larga luciérnaga luminosa, pero mi capa de piedra me envuelve y no puedo moverme. Él me toma entre sus fuertes brazos cariñosos, me lleva apretada contra su pecho, siento latir su corazón y bruscamente me arroja al suelo. Atemorizada, veo sus ojos cargados de odio y su boca recogida en un gesto de ira. Y se aleja maldiciéndome. Lo busco y no lo encuentro. Corro tras él y las ramas de los sauces se enroscan en mi cuello, y la arena me ciega y el viento me paraliza. Ya no tengo fuerzas para levantarme. Pero los ojos claros de mi hijo me miran confiados y sus bracitos tiernos se anudan a mi cuello. Y en las noches se esfuma mi cansancio entre sus largas pestañas y sus sedosos rizos. Mi cuerpo dolorido revive contra su suave tibieza y se multiplica mi fuerza, se agiganta mi poder, y nada puede detenerme, porque mi hijo me espera.

Y su mirada suplicante me pide amparo. Para salvarlo, quiero concentrar en mí todo el sufrimiento del Universo. Pero mi súplica es árida y mi hijo se queja y su cuerpo se estremece. Asisto impotente a su lucha. Nada pudo mi fuerza contra el hielo de sus labios. Mi amor sin límite no es capaz de detener el cruel espectro que lo atormenta. Se lo han llevado pálido y frío, y el dolor tritura mis entrañas, retuerce mi corazón y se extiende dentro de mí como un gran pulpo negro. Dos lágrimas se han prendido entre sus largas pestañas y sus ojos azules me miran con extraña fijeza. Quiero dormir y millares de abejorros me agotan con sus roncos zumbidos y agudos aguijones. Y en mis noches afiebradas, quebrantada de cansancio, busco la manito firme de mi hijo y no la encuentro. Su cama blanca está vacía. Busco en vano la redondez inocente de sus mejillas, la tierna luz de sus ojos, la tristeza de su aliento. Corro, corro hasta extenuarme. Caigo agotada y no descanso. Me levanto y giro vertiginosamente, sin rumbo ni destino. Sigo los remolinos de las hojas y las sombras de los pájaros. Y mi angustia es lava ardiente, y extenuante mi dolor. Él ciñe mi cintura y su abrazo resume el Universo. Mi corazón canta muy alto y mi sangre ardorosa corre acelerada por mis venas. Caminamos por el claroscuro del bosque. Los árboles llegan al cielo, es muy tierna la hierba y su brazo muy fuerte. Estalla violenta la tempestad y un grueso tronco retorcido fulminado por el rayo cae con estrépito ensordecedor, separándonos. La oscuridad y los truenos me aterran. Ya no me sostiene. Llamo y no contesta. Desfallecida, me hiero las rodillas y las manos en mi desolada búsqueda. Pero no avanzo y el bosque se cierra cruelmente sobre mí, aniquilándome lentamente. Me atrae la tristeza de los círculos inmutables del agua en la profundidad del estanque. Ante mis ojos danzan negras mariposas que, en torpes vuelos inconscientes, estropean y queman sus alas. Quiero descansar en la fresca sombra oscura. Pero el dolor me coge en su macabra danza caprichosa y sus agudos garfios me arrastran en una ronda infernal. Entonces, con manos temblorosas, acerco a mis labios la amarga copa de luz que doblega mi destino. Y se detiene el tiempo y el dolor suelta sus tentáculos. Y en todos los ámbitos del abismo, sólo resuenan los sordos latidos de mi corazón en el silencio absoluto. Un grito terrible desgarra la noche. —No quiero morir... Sálvenme. El médico, conmovido, observa solícito a la joven suicida que agoniza penosamente. Sus labios modulan una plegaria. Con un gesto casi paternal, cierra los párpados sobre los grandes ojos que se han quedado fijos en el espacio.


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Lo intacto–Claudia Masin– Jámpster–63 páginas. el contacto silencioso

sobre la autor a Escritora y psicoanalista argentina, docente de la carrera de Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes. Ha publicado nueve libros y tres antologías, entre ellos La vista (Premio Casa de América de España, 2002). Lo intacto (Premio Fondo Nacional de las Artes, 2017) fue publicado el 2018 en Argentina y es la primera edición nacional de Masin.

No es el alma. No es una entidad inmaterial, un soplo que nos llena el cuerpo: es el cuerpo mismo el misterio, es su compleja miríada de venas, la sangre que corre a alimentar los órganos, escondidos como animales prehistóricos en cuevas tan aisladas que solo la enfermedad es capaz de entrar en ellas. El contacto de los otros es lo que sana, lo que enferma, el sol alrededor del cual gira el planeta solitario que somos, capturado en la órbita de la luz o de la sombra según se acerque o se retire de nosotros su calor, como si fuéramos el polvo desprendido de otra existencia, la estela que dejó, en el nacimiento, la unión indisoluble a la que debimos renunciar pero siguió insistiendo en cada amor hacia otro cuerpo. Querías que escribiera palabras que pudieran hacer lo que hace la música: andar sobre el silencio sin dañarlo, ser parte del silencio, de las cosas que no deben ser dichas, de esas a las que no podemos acercarnos siquiera sin que escapen. Yo te dije que lo único que se parece a la música es tocar y ser tocado, esas partículas que se encuentran y se funden, a veces raspándose, causándose dolor, desencontrándose, explotando una dentro de la otra, porque no hay superficie ni interior: adentro es igual que afuera, adentro cae el amor o la crueldad que nos damos como en un pozo del que nada jamás sale. Nos fue dada esa caída para que en ella chocáramos, un cuerpo contra el otro, para que no pudiéramos dejar de causarnos una marca: nadie está solo una vez que fue marcado, nadie puede elegir volver a estar intacto.

orígenes En el limbo entre la vida y la muerte —dicen ciertos libros sagrados— sucede la liberación: al fin se entiende. ¿Entender es, entonces, liberarse? Entender como entienden las piedras, despojadas de ánima, livianas en su tosquedad, entregadas a la pasión que los elementos descargan sobre ellas: el maltrato del granizo, el roce sensual del viento, la ferocidad del sol que las quema, las convierte en brasas que permanecen ardiendo hasta que llega la lluvia y las lava como la leona lava a sus crías el día del nacimiento. Al fin se entiende, dicen, que no existe la muerte o al menos la muerte como ese estado del cual no hay regreso. Siempre se vuelve. ¿Te reconocería, entonces, si volvieras convertida en la nena que vende flores en las calles de Bombay, o si fueras el ciervo ágil y torvo que el cazador rastrea en los amaneceres, o el monje que cultiva su huerta en medio de las montañas donde nadie puede verlo, o el guerrillero que carga en el cuerpo el escudo de explosivos en un mercado repleto, o el árbol retorciéndose al borde del precipicio, alargando las ramas para recibir un rayo de sol, deforme en el esfuerzo, en la pasión por seguir vivo? Ay, yo no sé

si sería capaz de reconocerte si no tuvieras el rostro, la materia familiar para mis ojos y mis manos. Pero sí sé que en el exacto momento de encontrarte, se rompería de nuevo el frágil hielo bajo mis pies y otra vez el golpe brutal del agua congelada me despertaría, como despierta el cuerpo que después de haber estado muerto recibe la descarga eléctrica que lo trae de regreso a la vida.

chicas perdidas Te sigo, soy la sombra de un cuerpo que ya no está ahí cuando llego: el tuyo, el que se transformó en otro tan rápidamente que solo yo pude reconocerte. Fuiste la extraña, el extraño, la que siempre quedó del lado de afuera, el que no puede pasar, la que no tiene las credenciales suficientes. Rompimos los cercos como bestias perseguidas que éramos, tan vehemente nuestro afán de escapar que traspusimos sin dolor los límites de la especie, los que disponen que no vas a ser más que una, uno, un hombre, una mujer, un cuerpo dócil que acepta, aunque no lo quiera, el modo en que va a gozar, la cualidad intransferible de su sufrimiento. Pero esa noche fuiste una médium que ahuyentó los malos espíritus con tu mano en un solo, definitivo gesto. La flor que se fecundó a sí misma y reprodujo su rareza, su necesidad de crecer más allá de los impedimentos, de explotar a la luz, allá afuera. Fuiste el vegetal, la esclava de la que se espera únicamente la sumisión y el silencio y por puro, imperativo deseo se desprende y crece en el aire, las raíces afuera de la tierra. Es imposible —te fue dicho desde siempre— sobrevivir sin depender del agua de otro, el alimento que no va a recibir jamás quien se rebela. No importa, todo tu cuerpo aullaba que no importa, que la muerte y la vida se parecen si no se elude el propio destino tal como fue dispuesto de antemano, antes de que nacieras, si no se cruza al otro lado y se vuelve para siempre transformado o no se vuelve. Yo te amaría en todas las formas que adoptaras: la chica tímida que no levanta la voz porque molesta a los que tienen el permiso de hablar; el chico decidido del que todos esperan un cuerpo compacto, que actúe con la violencia y la actitud de conquista que tienen los dueños. Pero por lo que te amé, en definitiva, fue por elegir quedarte en el medio y renunciar a recibir la órdenes o darlas, a ser el patrón o ser la sierva. Yo, que no tengo el coraje, el arrojo, que me quedo mirando cómo tragás la savia que te hace fuerte, cómo escupís el veneno que te dieron junto a la leche materna, yo soy tu mujer, tu hombre, lo que se necesite que sea para romper el hechizo, para que podamos nadar corriente abajo, contra los remolinos, sin temor a ser tragadas, tragados por el abismo donde termina el mundo tal como lo conocemos, ese agujero, esa boca siempre ansiosa por devorar de una dentellada a quien desobedece. nota: Cada poema responde a una película. En los casos seleccionados: El contacto silencioso (The Silent Touch), Krzysztof Zanussi, Reino Unido, 1992. Orígenes (I Origins), Mike Cahill, Estados Unidos, 2014. Chicas perdidas (Pojkarna), Alexandre-Therese Keining, Suecia, 2015.


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La querella de realidad y realismo. Ensayos sobre literatura chilena –Ángel Rama–Mimesis–284 págs. marta jara: surazo1 s o bre el autor Cerca de 1300 artículos de literatura publicó Ángel Rama (1926 -1983), convirtiéndose de forma póstuma en un intelectual ineludible para los estudios disciplinares latinoamericanos. Nuestro crítico Hugo Herrera Pardo reunió los correspondientes a la literatura chilena, además de incorporar anotaciones y secciones para este libro.

En una encuesta periodística con que Ercilla intentó a fines del año pasado un balance colectivo de la producción literaria anual, dos libros se destacaron por haber obtenido el mayor número de menciones. Ambos pertenecían a escritores con una obra ya realizada, pero que no habían alcanzado una posición de primera línea en las letras chilenas modernas. Fueron Versos de salón de Nicanor Parra y Surazo de Marta Jara. De ellos el más sorprendente fue el último porque traía a la consideración pública una escritora que se habría dicho desaparecida. En efecto, Marta Jara solo había publicado anteriormente un libro, El vaquero de Dios, en el año 1949; y en 1958 un cuento “La camarera”, que Latcham incluyó en su Antología del cuento hispanoamericano. Problemas personales, una larga enfermedad, un casi ostracismo en el sur del país, la habían mantenido alejada de las letras. Surazo fue una resurrección y por eso la sorpresa; pero además el libro mostró una sostenida línea de calidad artística que aumentó y justificó el impacto de la reaparición. José Donoso, que no es demasiado condescendiente con los adjetivos, habló de una “pequeña obra maestra” para referirse al primero de los cuentos, que da título al volumen, y el público confirmó el elogio. Marta Jara anda hoy por los cuarenta años. Llama la atención su figura inquieta, donde la simpatía está replegada bajo el nerviosismo, sus grandes ojos temerosos, su belleza enturbiada, su agitación que contiene con esfuerzo y descarga en una serie larga de cigarrillos, su vivacidad cuando se habla de literatura, su hipersensibilidad que parece medir las palabras ajenas y que está presente en cada una de las palabras de sus cuentos. Se diría un ser humano golpeado malamente, y algunas confidencias de amigos hablan de una historia sentimental compleja y ácida, acrecentada por una insidiosa enfermedad. Es de esos seres que uno encuentra siempre como saliendo de la soledad, del desamparo, del enredado padecimiento interior, todavía inseguros para caminar sobre otro mundo que no sea ese, pantanoso, donde han estado muchos años. Pero he escrito mucho —me dice—; antes de Surazo trabajé en una larga novela que no llegué a solucionar, y ahora estoy metida en otra, con más entusiasmo, donde hay una elaboración del tiempo que me preocupa. Todo Surazo nace de cosas que yo misma viví, en el sur, donde pasé muchos años —y cuando le hago objeciones a uno de los cuentos, “El yugo”, agrega—: el planteo es real, el viejecito y su yugo, lo que yo agregué es todo el diálogo con él y la revelación de su vida anterior; “El vestido” parte de un hecho que yo viví, cuando me dedicaba a vender ropas usadas en los pueblecitos, y en “Surazo” está mi enfermedad y el lugar donde residí, frente al mar. Esta presencia de lo vivido parecería una de las condiciones del afán de revitalizar el criollismo que está presente en El vaquero de Dios, su primer libro, pero de él a este ha habido un largo camino recorrido en los recursos artísticos y un proceso de interiorización de los temas literarios, trasladándolos de un cierto objetivismo narrativo, a un subjetivismo atormentado, anclado en las enunciaciones verbales tanto como en los procesos más confusos, más escurridizos, de la conciencia. El material recogido en el volumen es de inspiración dispar: “El hombrecito” y “El vestido” son modelos de cuento criollista, enriquecidos por una tensión interior que los suspende y enraíza en experiencias humanas riesgosas. “El vestido es el tema de la frustración de la mujer en un pueblecito, aprisionada por una madre implacable, rebelada con las solas fuerzas del instinto con las que logra una imagen grotesca: la solterona que ansía comprar un vestido que le permita conseguir un hombre. La sutileza de la escritura permite descifrar, a través de gestos contenidos, una historia y un conflicto. Esa perceptibilidad del estilo es más aguda en “El hombrecito”,

donde un muchacho, un niño casi, —pobre, austero, interiormente maduro—, incita y asesora a su madre para que se compre un vestido de segunda mano, y extiende sobre ella, desvalida, un aura protectora. Aquí Marta Jara adquiere una tensión casi dolorosa para manejar con cortas palabras una situación original, elaborando una materia que le está próxima, donde revela una sensibilidad extremada: la del desamparo, la del sufrimiento que, por largamente convivido se ha hecho interior, conocido, cautamente peleado. Este descendimiento a zonas riesgosas del alma desvalida, sorprendida en su elementalidad, establece el misterio de su mejor relato, “Surazo”. Una pequeña familia, mujeres y un muchacho, en un lugar abandonado de la costa, bajo el golpe duro del viento sur que trae la tormenta, y un anciano que está por morirse, forman el nudo de una historia en que no pasa nada. Simplemente la muerte se aproxima, con un paso seguro, observada desde dos ángulos: el del anciano que la ve acercarse con terror, y el de la mujer que la ve con frialdad e incluso con alivio porque ha de liberarla de los trabajos que le impone el padre inútil. El clima es sombrío, cercano a la pesadilla, ahondando por los repentinos recuerdos del tiempo pasado que van armando la historia del viejo —glorias, alegrías, trabajos, y como siempre la muerte—, y por las incursiones en un presente real donde hay una lucha incesante con la naturaleza para la mujer, su familia y los demás hombres del sur. El cuento está estructurado con sabiduría. Quizás recargado por un idioma que trata de plegarse a la modulación interior, que es eficaz en los momentos descriptivos, pero que resulta deliberadamente efectista en los momentos dramáticos. Los distintos planos de las dos historias cruzadas consiguen una sensación vivida de profundidad. De tal modo que no sólo los personajes se perfilan con real verosimilitud sino que no quedan esquemáticamente explicados. Están contagiados de la oscuridad que los rodea, se funden con la materia del escenario en que existen y en última instancia quedan abiertos hacia centros misteriosos donde la vida actúa con entera libertad. La autora preserva esas zonas donde operan fuerzas irreductibles, como la muerte, y busca hacerlas presentes tanto en la conducta del personaje como en el ambiente que lo rodea, en la naturaleza indominable a que están atados primariamente. Alcanza así una cautelosa visión cósmica dentro de la cual lo humano es pequeño aunque rico, cálido, tremendo. Y en última instancia los seres humanos vuelven a asumir una dimensión biológica. Despojados de toda circunstancia adventicia recobran los problemas básicos, únicos, del vivir sobre la tierra, como parte de la tierra. Vivir es luchar con la naturaleza y con la muerte, y ese proceso fatal sólo admite dos respiraciones: la del súbito amor, la del arte que en el cuento rescata paso a paso lo abrumador de la avasallante presencia de lo natural. Se diría que hay aquí una regresión: voluntariamente la autora ha podado todo vestigio de vida social para recuperar las esencias que ella recubre y modifica. Así ha conseguido una sensación directa de carne viva, lacerada, lo que otorga fuerte verdad a sus relatos. Pero el tipo de personajes que utiliza, por una parte, y por otra la autenticidad del sentimiento que maneja, justifican esta aparente regresión. Porque si es cierto que el hombre se inflexiona para dominar la naturaleza, es también cierto que él es naturaleza, y dentro de ella, muchas veces, un fragmento débil. Marta Jara ha recorrido próximamente ese rasgo del hombre.

1. Texto aparecido en Marcha 1149, el día 22 de marzo de 1963. Tres meses después también fue reproducido en El Mercurio, el día 23 de junio. La versión aparecida en Marcha incluyó en su encabezado la referencia bibliográfica del texto (Marta Jara: Surazo. Santiago: Sociedad de Escritores de Chile, 1962, 100 ps.). Por este volumen de relatos, a Marta Jara le fueron otorgados los Premios Alerce, en 1961, y Municipal de Literatura, en 1963.


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Texto por Nicole Valverde / Fotografía por Raúl Goycoolea.

ara entrar en el mundo de los talleres literarios en Chile me aferro a la mano sabia de Pía Barros, quien maneja el tema con alta maestría. Ella realiza talleres narrativos desde el año 1978 y jamás ha sacado el pie del acelerador en el camino de la especialización literaria. «Esta historia la he contado cincuenta mil veces. Comienza con Isidora Zegers, que es la primera mujer de quien se tiene registro que empieza las tertulias en la época de la Colonia en Santiago. Había días de recibir, donde las mujeres adineradas recibían en sus casas a diversos personajes que venían de Europa hacia Chile, y también los que producían acá, para mostrar lo que estaban haciendo. En estas tertulias y conversaciones había gente que hacía una crítica. Entonces el pintor, poeta, escritor o músico, iba, cambiaba algo, lo presentaba en la siguiente tertulia, y todo el mundo lo aplaudía». A modo de anécdota, Pía cuenta que Isidora Zegers recibía gente en su casa los días jueves; actualmente la gran mayoría de los talleres que se dictan siguen realizándose los días jueves. Con el tiempo estas reuniones derivaron en grupos de personas que comienzan a seguir a un determinado escritor. De ahí que surgen peleas y guerrillas literarias con otros escritores. ESPECIALIZACIÓN DE LA LITERATURA

Ya en los años 60’s, Fernando Alegría instaura el cobro por taller literario, comenzando a transformarse en una profesión para los escritores que comparten sus conocimientos con sus alumnos. Con la dictadura vino la prohibición de reunión sin permiso, por lo tanto, muy pocos talleres siguieron funcionando al amparo y supervigilancia de las universidades: «me consta porque yo entré el año 76 a la Universidad de Santiago, y estaban súper vigilados. Siempre había gente rara que no escribía nunca y vigilaban a todo el mundo. Yo empecé a dar mis talleres narrativos el 78», rememora Barros, quien destaca que el primer taller que hubo en dictadura y tuvo permiso para funcionar públicamente fue de Enrique Lafourcade: «todo el mundo piensa que fue en la Biblioteca Nacional pero no fue así. Inicialmente fue debajo de las Torres de Tajamar. Y gran parte lo financiaba la Sociedad Amigos del Arte, de hecho, muchas de las jóvenes promesas de entonces fuimos a ese taller». Pía Barros enfatiza que hubo miles de talleres en Dictadura, no solo literarios, y se transformó en un movimiento cultural muy grande. A poco entrar a la democracia, en los años 90´s, regresa la gente del exilio y traen la experiencia de los talleres literarios de países como Alemania, Francia, Estados Unidos, entre otros: «en esos años había una pelotera. De que los talleres no servían para nada. Que las mujeres nos juntábamos a tomar tecito, y los dirigían los puros

hombres. Y la Carolina Rivas hizo una investigación que arrojó que había entre 100 y 150 talleres, solo en la Región Metropolitana. Y estamos hablando de los 90’s... ». Carolina Rivas también investigó sobre cuántos libros gestados en talleres se publicaban. Según Barros, eran casi mitad y mitad. Pero solo se reseñaban los libros de hombres, y los de las mujeres menos del 10%. LOS AUTORES NO SE HACEN SOLITOS

Ya en el 2000, surge en torno a la figura de Roberto Bolaño, la impresión de que los talleres no servían para nada, que el escritor vivía su vida y nunca pisaba un taller. Pía Barros desmiente el mito, y asegura que Bolaño fue a muchos talleres, y participó de los mismos procesos en México y en España. «A través de la prensa se arman estos frentes de los talleristas versus los escritores de oficio que se hacen solitos. En realidad, ninguno se ha hecho solo, desde que yo tengo uso de razón, y mucho antes de que tuviera razón. Aquí lo importante es que hay una tradición, todos y todas, funcionan en torno a grupos literarios», apunta Pía Barros, quien concluye «más allá de las metodologías con que se ejecutan los talleres literarios, por suerte en Chile hay muy buenos talleristas. Cada taller te aporta su especificidad, también hay talleres de acuerdo a las edades que son notables. Ahora, lo que la gente espera de venir a un taller literario es que va a salir escribiendo un Best Seller, eso no ocurre ni ocurrirá», sentencia. Lucas Costa se ríe cuando recuerda su primera experiencia como participante de un taller literario. Iba en segundo medio, y una profesora muy cercana le recomendó que se inscribiera. «Era un taller gratuito dictado por doña Teresa Calderón en la Universidad Finis Terrae. Apenas fui a la primera sesión me di cuenta de que más de la mitad de los asistentes eran mucho mayores y existía una complicidad rara entre ellos. Bueno, la cosa es que estos leían de mala fe y se dedicaban a descuartizar cuanto texto les pasara por delante, sin tener en cuenta que cometían los mismos errores que enrostraban», relata. «Por eso, con un par de cabros que aún éramos adolescentes, entre los que estaban Camilo Herrera y Seba Baeza, armamos una especie de trinchera juvenil. Nadie nos había dicho cómo leer un texto o desde dónde comentarlo y nos quedamos con esa idea precaria de la crítica destructiva. Finalmente, a punta de destruir sus textos, logramos aplanar el terreno. Pero ya en ese entonces me generaba mucho ruido que un taller se sostuviera bajo la premisa de despedazar la obra de otro. Por eso me parece que la horizontalidad con que se trabaja en espacios así debiera ser otra, que está más bien relacionada con la reflexión y el cuidado del trabajo, distanciándose de uno mismo. Pero en ese tiempo no tenía idea». Hace más de cinco años Lucas imparte el taller Al pulso de la letra, junto a Cristian Foerster, que este año estarán realizando en la Biblioteca Pública Pedro Lemebel de Recoleta. Y además, hace seis años realiza talleres de creación con la Fundación Ítaca en centros cerrados de Sename.

Frente a la explosión de la oferta de estos espacios de enseñanza informal para la escritura, hablamos con diversos talleristas: estatales, independientes o de fundación, para distinto público.

En ese contexto, Costa cuenta: «con Cristian Foerster iniciamos la idea de hacer un taller sin siquiera haber publicado un libro, con la simple consciencia de que debíamos hacer el taller ideal que nunca tuvimos cuando partimos escribiendo. Por eso Al pulso… es un taller de largo aliento, que dura ocho meses, y que parte de la premisa de cuestionar desde dónde leer o criticar un texto. Creemos en una metodología que propicia la experimentación con diversos procedimientos, mecanismos y formas de entender los procesos creativos de un poema. Nos parece fundamental el diálogo y discusión sobre estas nociones, desde una amplitud de miradas. Sustentamos la reflexión con poéticas de diversos autores y poemas de todas las tradiciones posibles, ya sea brasileros, polacos, chinos, rusos, alemanes, gringos peruanos, argentinos, etc. Para abordar y discutir de manera crítica la praxis del poema se debe poner en cuestión el cómo leemos y, por tanto, cómo comentamos un texto», destaca.

DERRIBAR CORAZAS CON CREACIÓN Y DIÁLOGO

Por otra parte, Lucas asegura que los talleres que realiza con Fundación Ítaca tienen muchas aristas, ya que trabajan en recintos penitenciarios o cárceles de menores, donde las propuestas culturales son casi nulas. «Son espacios voluntarios, donde nadie está obligado a participar y esto resulta fundamental. Nos importa más que nada detonar la imaginación y el autoconocimiento. Son espacios sin pretensiones netamente literarias, pero que están impregnados del lenguaje poroso de la literatura (…) Son espacios que se van dando mediante el vínculo. Venimos con una parada que no tiene que ver con la imposición y eso hace que nos conozcamos desde otros puntos de vista. Los chiquillos han vivido muchas cosas potentes en sus vidas y han tenido que ponerse una coraza para sobrevivir a esos contextos. Y esas corazas son las que intentamos ir derribando mediante la creación y el diálogo. Por tanto, leemos y escribimos montones, pero también hacemos


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no estaba. Ese año estaba armando la antología Cantares. A mis amigas, que ahora se dedican a otras cosas, las llamaron para antologarlas. Recuerdo haberme sentido contenta por ellas, parecía importante estar en el colegio y salir en un libro que tenía cierta visibilidad en la prensa. No recuerdo haber tenido ninguna relación con Zurita y mi sensación era que mis textos no le interesaban. Tampoco recuerdo haber tenido desde ese taller alguna aproximación a la técnica o a libros que no hubiera leído». «Creo que la importancia de ese taller para mí fue conocer la UDp más que nada, porque terminé estudiando el pregrado ahí. Cuando tuve que tomar un taller de poesía siendo estudiante universitaria, no me apunté en clases con Zurita, porque además me fui temporalmente para el lado de la narrativa», concluye Julieta.

escritura hecha a mano

LA NOBLEZA DE POSIBILITAR

Respecto a las motivaciones que impulsan a una autora o autor a dictar un taller literario, estas pueden ser muchas, pero sin duda el motor más grande es la voluntad. La voluntad acompañada de uno u otro fin. En el caso de Julieta, tomar la decisión de dictar talleres de poesía fue, en principio, difícil. Hasta que encontró el rol que le acomodaba: ser posibilitadora y abrir el campo de lecturas para otros. «Empecé el año pasado con dos secciones, ocho alumnos en cada una. Quise difundirlos desde Cuadro de Tiza, la editorial que codirijo desde el 2010, porque ese sello tiene una estética y una relación con el lenguaje que me interesaba mostrar. Partí haciendo talleres después de mi quinta publicación, más que un tema etario, me parecía necesaria una experiencia escritural y editorial que ahora siento más afianzada. Mi experiencia ha sido de posibilitadora, me interesa acompañar a otros en sus procesos escriturales y eso –además de indicar o aconsejar ciertas técnicas– implica ser un canal hacia libros de otros, abrir el campo de lecturas», asegura. SELLO PROPIO

Pía Barros en su taller.

otras cosas. Y como resulta ser una perspectiva novedosa, tiene muy buena acogida. Los cabros siempre dicen que el taller los saca de la volada y del sicoseo. Son espacios donde lo pasamos muy bien. Bueno, me gusta mucho hacerlo, de otra manera no sé cómo lo haría», reflexiona Costa. REFLEXIONAR Y DISCUTIR

En las conversaciones, intercambios de correos y wasapeos con quienes forman parte del mundo de los talleres literarios, se puede percibir el deseo y la voluntad de reflexionar y discutir. Y acaso, ¿no es ese el espíritu de quienes tienen las agallas que se necesitan para ejecutar uno? Ante la pregunta: ¿cómo funcionan los talleres literarios? La respuesta generalizada es que son espacios que permiten reflexionar en torno a los procesos creativos para luego discutir, cuestionar, y así conducir el texto hacia buen puerto de manera constructiva. En este punto, Lucas Costa hace un paralelo entre los talleres pagados y los gratuitos: «por lo general los talleres gratuitos

«En esos talleres había una pelotera. De que los talleres no servían para nada. Que las mujeres nos juntábamos a tomar tecito…». Pía Barros.

son más masivos y, por tanto, hay que hacer una selección. Eso te permite elegir a la gente más motivada y que no ha podido tener acceso a otros talleres. Un taller gratuito también rompe con esa mentalidad chilena de que pagando por algo se asegura la calidad, por otro lado, los talleres pagados muchas veces no alcanzan la profundidad de los gratuitos, y corren el riesgo de tratar a los alumnos como clientes, porque hay que regular las expectativas y

ser cauteloso con lo que esperan que uno haga. En algunos casos esto se manifiesta en que no se puede decir lo que se piensa, so pena de que los clientes se incomoden y se vayan. Obviamente hay excepciones». En su reflexión, Costa subraya que también está la noción de talleres de escritores consagrados que buscan hacer escuela: «pero en la noción de taller que a mí me interesa, quienes imparten solo proponen y hacen de guías, el resto lo hace cada integrante. También creo que no por ser un escritor consagrado vas a ser buen tallerista. Es algo muy diferente». ESCRITORES VERSUS MAESTROS

La poeta y editora Julieta Marchant, recuerda que el 2003, en la Universidad Diego Portales hicieron un concurso literario dirigido a escolares. De los concursantes, eligieron a diez para hacer un taller de poesía dirigido por Raúl Zurita. Ella quedó entre esos diez. «Supongo que mi paso por ahí fue insignificante. Era un taller más bien intuitivo y Zurita tenía sus favoritos entre los que yo

Otro tema digno de desentrañar es cómo se prestigia un taller literario. Cómo se logra crear un sello propio para que las y los talleristas se identifiquen y se sientan parte de. Para Julieta Marchant, la palabra prestigio es complicada. «Me da la sensación de un poder que no me interesa tener», confiesa. «Pero sí existe la cualidad de la diferencia, que sí es algo que me interesa. Qué sello tiene mi taller, por ejemplo, qué lo caracteriza. En mi caso, tiene que ver con la cantidad de lecturas que doy. Con propiciar la lectura como horizonte de posibilidad de que la escritura aparezca. Y ese trabajo lo algo lo más personalizado posible, que es un asunto que, por volumen de alumnos, difícilmente se da en una universidad». «Yo les doy ensayos sobre el poema –para que piensen el lenguaje y sus posibilidades de ejecución– y libros de poesía vinculados específicamente a lo que cada tallerista está trabajando. Así, salgo del nicho de lo que a mí me gusta y desplazo mis preferencias hacia lo que a ellos podría remecerlos. No me interesa traer a mis talleristas hacia mí, sino ir hacia ellos. Ver qué potencialidades hay en ellos y mediante qué lecturas pueden abrir la propia escritura. Quizá uno de los problemas clásicos de los talleres es la posibilidad de que todos los talleristas terminen escribiendo como


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el profesor. Eso ocurre cuando uno intenta traer a los alumnos hacia uno y no al revés. La pregunta no es cómo escribiría yo esto, sino cómo querría tal tallerista escribir y cómo puedo yo acompañarlo y conducirlo en su deseo. Probablemente un buen taller literario es ese en el que la pluralidad es posible, donde hay espacio para la diferencia, independiente de los gustos de quien lo guía», sostiene Marchant. ESPACIO INDISPENSABLE

El espacio de taller es indispensable para Julieta. «Editando o leyendo, a veces me parece que escritores consagrados dejan de pensar sus textos lo suficiente porque están tan instalados que su escritura, previa a la publicación, deja de ser un tema de conversación desde la duda o la pregunta. Me imagino dictando talleres hasta vieja y tomando talleres hasta vieja. Sé que hay una resistencia enorme desde el campo cultural a estos espacios. Muchos pares sienten que quienes dictamos talleres estamos parasitando del medio, como si fuera un trabajo totalmente inocuo. Es extraño, porque presiento que ese rechazo se da más en la poesía que en la narrativa. Como si en la narrativa hubiera algo que enseñar y en la poesía no. Estoy totalmente en desacuerdo, me parece una postura conservadora: ¿acaso la poesía no es también un oficio?, ¿acaso el poema es un lugar intocable, enmarcado en las voces de las musas, algo tan personal que no es posible conducirlo o guiarlo?, ¿acaso alguien con más experiencia –como ocurre en casi cualquier oficio– no tiene la posibilidad de acompañar a quienes están partiendo o necesitan un interlocutor atento?». AMOR POR LA LITERATURA

Desde la misma trinchera, pero en el extremo sur de Chile, Christian Formoso asume que quien imparte un taller literario lo hace desde el amor por la literatura, por entenderla en sus dobles dimensiones, desde lo íntimo personal y el diálogo con los otros, desde la relación entre la lectura y la escritura: «Siento que el impulso parte de ahí. Un taller literario ejercita otra forma de lectura, estimula la escritura, genera relaciones humanas directas en torno a ella, puede resultar altamente provocativo y estimulante, y es una posibilidad para hacer crecer no el árbol, sino el bosque siempre verde de nuestras literaturas. En una región cualquiera, un taller es necesario desde esas perspectivas. Pero en regiones extremas, donde las presentaciones de libros, las conversaciones directas con autores, las posibilidades de circulación y conocimiento y lectura de obras y de diálogo en torno a ellas se reduce considerablemente, hacerlo es una responsabilidad que debe asumirse», opina Formoso, quien junto a Óscar Barrientos y Pavel Oyarzún dirigieron por dos años (2017 y 2018) el taller literario de excelencia de la Fundación Pablo Neruda en Magallanes. La modalidad de trabajo de los talleres nerudianos es una variante de la de los talleres de La Chascona. Convocan a estudiantes de enseñanza media de liceos públicos y subvencionados a enviar trabajos literarios; hacen una selección en función de ciertos criterios de calidad, y seleccionan a diez participantes. Formoso explica que son diez y no más por un tema de recursos.

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«Luego de trabajar la lectura y escritura durante el año, cerramos con un viaje a las casas de Neruda, y con la publicación de un libro: Dios es un pequeño poeta (2017). Y Podemos escribir los versos (más tristes) toda la vida, que está por aparecer, ambos bajo el sello Ediciones de la Universidad de Magallanes», detalla. DIFICULTADES

Por otro lado, no todo es color de rosa. Christian Formoso es sincero al confesar que la experiencia magallánica de los talleres ha sido variopinta y no exenta de dificultades: «Estos dos años hemos contado con el apoyo de la Fundación Pablo Neruda, la Universidad de Magallanes, y la Seremi de Cultura de la región. Y en 2018 se sumó la Facultad de Letras de la Universidad Católica, lo que significó una visita del taller a esa facultad en el viaje de fin de año, que tuvo un impacto grande en nuestros muchachos y muchachas. Además, conocer las casas de Neruda –la mayoría de ellos nunca las habían visitado-, hacer lecturas poéticas en Isla Negra y en La Chascona, compartir con los poetas de los otros talleres de la Fundación, y la experiencia misma del viaje y la ciudad de Santiago y la costa de Chile con la literatura como motivo, han construido experiencias imborrables en estos estudiantes y en nosotros por vivir todo eso con ellos». Pero… «Lamentable e inexplicablemente, y a eso me refería con dificultades, desde la Seremía de Cultura hace poco nos informaron que decidieron cortar el apoyo al taller. Las razones serían cambios en la manera de asignación de recursos y programas, y que eso vendría determinado desde el nivel central. Lo objeto. Cuando hay valoración y se cree en un proyecto se puede buscar la manera de adaptar su funcionamiento a la contingencia. Aquí se decidió cortar el proyecto de antemano, no hubo voluntad de dialogar ni buscar una forma de sostenerlo. Y eso nos decepciona ciertamente, aunque también nos muestra una realidad, algo que hemos visto otras veces, Julieta Marchant . que es el contar con autoridades en la materia que son meros ejecutores de órdenes centrales, y que carecen de una visión mínima para comprender ciertos procesos más allá del rédito numérico e inmediato. Transparenta una visión o su carencia, y una práctica sobre la educación pública además, que es mucho muy preocupante, pues desde un comienzo entendimos y planteamos estos talleres como un aporte a la educación pública». Afortunadamente, el taller mantiene el apoyo de la Fundación Neruda, de la Universidad de Magallanes, y de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica. Además, están viendo qué otros actores pueden apoyarlos para mantener el taller en las mismas condiciones: «Vamos a continuar con estos talleres. Sabemos, pues lo hemos compartido, que dejan una huella, un recuerdo hondo en quienes los viven. También sabemos, y nos conforma, que pronto y contrariamente, de estos funcionarios no tendremos ningún recuerdo», decreta Formoso.

«Muchos pares sienten que quienes dictamos talleres estamos parasitando del medio, como si fuera un trabajo totalmente inocuo (…) ese rechazo se da más en la poesía que en la narrativa…».

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Montaña rusa Cuando fui el más viejo de los escritores jóvenes Por Pablo Otaíza

enía 28 años y era el mayor de los que aparecimos en la antología de narrativa joven Montaña Rusa editada por La Calabaza del Diablo allá por el 2006. Tenía un cuento potente, y había ganado un par de concursos. Creía que me lo merecía. Subimos al escenario de una feria del libro como unos pendejos que darían que hablar. Así nos presentaron. Años antes de este hecho, venía siendo partícipe activo de diversos talleres literarios en Valparaíso. Una búsqueda de identidad, mezclada con una necesidad casi patológica por leer me hicieron encajar perfecto en los talleres que se ofrecían, los que me ayudaron a encarrilar la lectura, a conocer escritores profesionales, pero sobre todo, a compartir con otros jóvenes con las mismas ganas de crear. Me acuerdo claramente la primera vez que leí un texto propio en un taller literario. El silencio cuando saqué las hojas impresas el día anterior en un cibercafé era total. Éramos todos ingenuos, irresponsables e ignorantes, aunque nos sentíamos rebeldes, centrados y cultos. Recuerdo mis manos sudadas y mi voz firme, le tenía una fe ciega a lo que había escrito. Me fue bien y el profesor, un poeta conocido dentro de lo que puede ser un poeta conocido en el puerto de Valparaíso, me felicitó. Me gustó esa sensación, saber que otros disfrutaban lo que escribía y me propuse tomar en serio la actividad. Me inscribí en hartos talleres teniendo experiencias disímiles. Algunos profesores quieren –muchas veces– descargar sus frustraciones profesionales en los alumnos. Crear mini clones, despotricar por la casi fama no alcanzada, y enlodar a algún rival literario, parece ser la tónica de más de uno. Por otra parte, siendo joven, la posibilidad de conocer literatura clásica y contemporánea, diversa y oculta, hacen de la participación en un taller una experiencia maravillosa. Mi texto seleccionado en Montaña Rusa, que releí para escribir esta nota, está en un buen nivel. El libro fue muy bien editado, la publicación es de buena calidad y además las críticas fueron favorables. Incluso se dictó un taller en Valparaíso basado exclusivamente en el libro y en este puñado de cabros que se querían comer el mundo. Y yo estaba ahí, en el medio. Invitado de honor al cierre de dicho taller y a la Feria del Libro de Viña del Mar. Leyendo en el escenario principal con una botella de agua mineral cerrada exclusiva para mí. Recuerdo al público haciéndonos preguntas. Hasta me ofrecieron editar mis cuentos en una naciente y pequeña editorial de la zona. Todavía mantengo contacto con algunos compañeros talleristas, muchos, la mayoría, seguimos escribiendo. Uno de mis profesores de esos gloriosos años, es mi referente en cuanto a la pulcritud a la hora de escribir y corregir. Un abrazo para él. Otros han quedado en el olvido por su egocentrismo o ansias de figurar. Recuerdo el lanzamiento de un libro en donde el profesor pasó a ser el protagonista, dejando en segundo plano la creación y en tercer lugar a los alumnos ansiosos de reconocimiento público. Montaña Rusa fue un quiebre, al menos para mí. Conocí la crítica literaria, (afortunadamente fue muy favorable para mi cuento, pero algo desgraciada con otros), realizaron un hermoso libro, sobrio y de calidad, no vi ni un peso, pero pude mostrar mi trabajo y el fruto de los talleres en mi escritura. Por eso, cuando me paro a leer delante de algún público en una gran feria, nada se compara a esa tarde en mi primer taller literario, cuando saqué esas hojas llenas de ilusión, arrogancia y sangre.


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i n i c i at i vas

Cecilia Bettoni en su librería Catálogo.

el impulso energético de las mujeres en el circuito del libro nacional

El encuentro entre las editoras Rosario Garrido (Bastante) y Cecilia Bettoni (Catálogo) provocó una chispa eléctrica que este año se expandirá por Chile.

no de los eventos más importantes del año pasado fue Voltajes, encuentro/feria con una serie de actividades que reunió a más de 80 mujeres trabajadoras en la industria del libro en Santiago, abarcando no solo el quehacer escritural, sino todas las tareas que implican la creación de un volumen; todo bajo un fuerte enfoque feminista. Tras conocerse en la FILSA 2017, Rosario Garrido y Cecilia Bettoni se dieron cuenta de una serie de similitudes en sus catálogos. Esto, que podría ser un punto de llegada fue solo el comienzo, la chispa para la creación de Voltajes. Rosario Garrido explica por qué nació la iniciativa: «es el corolario de una época en que las mujeres buscan ganar espacios públicos como legítimo derecho; las mujeres buscamos la igualdad en todas las áreas, no solo con el ánimo de ocupar una plaza, sino para repensar los trabajos y los oficios de la esfera pública, instaurando pilares que sean transformadores, sobre todo en áreas que durante siglos hemos sido marginadas, como es en el pensamiento y la cultura. Se trata de un tema político, de una fuerza que busca reivindicar y rescatar a las escritoras y trabajadores del libro. Si no nos articulamos y organizamos ahora, en este momento preciso, no veremos nunca los cambios». Tomando como punto de partida la experiencia española, Garrido detectó cierto patrón inédito en la industria del libro nacional: «tradicionalmente son espacios ocupados por hombres, pero ahora, más que nunca, las mujeres ya no solo se abocan a la escritura y a la lectura, sino que las encontramos en toda la serie completa que implica el proceso y la creación de un libro:

hay mujeres que son periodistas culturales, gestoras, traductoras, correctoras, ilustradoras, libreras, bibliotecólogas, críticas y finalmente editoras, abandonando una zona de confort pasiva para integrarse dentro del eje de la producción». Preguntas necesarias La editora de Bastante recupera las preguntas que movieron el Voltajes del año pasado. «¿Qué clase de roles jugamos en el campo editorial? ¿Cómo terciamos la cadena del libro? ¿Con qué intensidad asumimos nuestro trabajo de difusión y promoción? Pero no solo es un conjunto de reflexiones, sino que también buscamos la acción: nuestra meta es articular a las mujeres en la industria y mapear su presencia. Voltajes es en suma una instancia de diálogo, de compartir experiencias y mirar hacia el futuro y presente de la industria del libro». El año pasado se convocó, por mencionar algunas escritoras, a Camila Gutiérrez, Alejandra Costamagna, María José VieraGallo, Ana María del Río, Lola Larra, María José Cumplido, Valeria Vargas, Marcela Labraña, Gladys González y Soledad Fariña. Desde el lado de la crítica participó Patricia Espinosa y Lorena Amaro. También productoras como Silvana Angelini. La transversalidad de la convocatoria es detallada por Cecilia Bettoni, que además de editora, es librera en Viña del Mar. «La mesa de escritoras venían de distintos lados, académicas, pop, poetas, rango etario amplísimo. Fue un mundo por descubrir. Había mucho más por discutir de lo que nosotros estábamos planteando. En algunas mesas con 7 u 8 invitadas no logramos cubrir todos los temas que ellas mismas querían abordar». Bettoni agrega una precisión relevante

sobre la perspectiva del encuentro es en relación al género: «Voltajes no se define porque no hay hombres, se define porque hay mujeres. No quiero convocar a las mujeres a hablar temas de las mujeres. Definirse ya no en relación a los hombres. Me interesa lo que tienen que decir respecto a los libros. No tanto como mujer, si no como parte del ecosistema del libro. A las mujeres se les hace hablar de los temas que históricamente pueden hablar: maternidad, trabajo doméstico, el discurso de los temas femeninos, que obliga a centrarse en un nicho muy pequeño». Ella moderó la mesa de editoriales, la que le entregó conclusiones relevantes: «hay una intención de articular proyectos liderados por mujeres. Cuando hicimos el catastro nos dimos cuentas que hay muchísimas dirigidas por mujeres y están fuertemente mediadas por mujeres. No solo intervienen como proceso periférico en torno al libro. Además son arriesgadas en su catálogo, hay diversidad temática, autoral, posibilidad de plantear híbridos, publican más mujeres. Ellas han levantado catálogos interesantes». La información recabada no fue solamente positiva, apelando a los datos duros de convocatorias estatales: «en el Mejores Obras Literarias o el Concurso de adquisiciones de autores chilenos el 75% son escritos por hombres, y el mismo porcentaje de compra son para editoriales dirigidas por hombres. Lo que se compra está imantado por el género». Su propia experiencia librera profundiza y contraria ciertos efectos dados a la narrativa o a la poesía. «Es más difícil vender un libro escrito por una mujer que escrito por un hombre. El lector tiende a asignarle mayor autoridad a un hombre que a una mujer en torno a ensayo y en términos de textos filosóficos e historiográficos». Durante el mes de abril se realizaron actividades en La Serena y Concepción, abriendo el flanco para la gestión autóno-

ma de encuentros regionales que durante el año se seguirán repitiendo. Para Bettoni son «brotes espontáneos. No pensar Voltajes como una orgánica, sino como un espacio plataforma que levante discusiones. Voltajes quiere despertar el autoconvocarse, sin reclamar propiedad de las iniciativas, restarse del sistema de apropiación. En las lógicas patriarcales y neoliberales que quieren subvertir el feminismo es una posibilidad». Viña del Mar y Temuco están entre las próximas ciudades que esperan los voltajes de las mujeres en la cadena del libro. Hay otro elemento transversal que Bettoni reconoce en las colegas que convocaron: «todas las personas dijeron que sí, esto es súper importante. El principio de Voltajes es la hospitalidad, abrir un campo donde se pueda acoger a todas las mujeres, que esa hospitalidad se devuelva y se replique. Articular una comunidad de mujeres en torno al libro, algo tiene que desarrollarse por mucho tiempo».

Breves La editorial artesanal Hojas Rudas convoca a inéditos de narradoras de cuentos y novelas cortas hasta el 31 de mayo. hojasrudas@gmail.com Los Premios Literarios abrieron en sus distintos géneros editados e inéditos (cuento, novela, ensayo, crónicas, diseño, digital, narrativa gráfica, infantil, etc.) y categorías hasta el 8 de mayo. http://premiosliterarios.cultura.gob.cl/ Dínamo convoca a dramaturgos hasta el 17 de mayo. Se entrega un avance que de ser seleccionado se trabaja en una residencia presencial durante agosto. asociaciondramaturgos@ interdram.cl La Universidad Católica del Norte abre el XXII Concurso de Cuentos para Escritores de las regiones entre Arica y Parinacota y Coquimbo. Información y envíos hasta el 23 de mayo en la Dirección General de Vinculación con el Medio de la Universidad Católica del Norte, Avda. Angamos 0610, Antofagasta, o Secretaría de Vinculación con el Medio, Larrondo 1281, Coquimbo.


abril • 2019

16

grado cero

PERDIDOS LEYENDO TRADUCCIONES

«Ni me aburro, ni me canso ni me irrito: debo acompañar a mis ganas de escribir, poner toda la energía en ese proceso de escritura»

Hebe Uhart (1936-2018): las lecciones de una maestra Por Cristóbal Gaete

uando un escritor está viejo no hay nada, ni pensión ni salud ni ahorros. La prosa es cuestión de Estado, escribió Juan José Saer, la escritura es dinero, y el mismo deterioro de la mente castiga la producción de palabras, además de que no se puede estar siempre en la onda. Lo punk de tirarse de cabeza a la escritura es el NO FUtURe implícito en una empresa guiada a la derrota. Todos los que admiramos mueren solos, porque al no gastar su cuerpo en esas otras labores, el cuerpo aguanta más que los afectos. Todos los vivos que admiramos se degradan, suerte de los que se fueron antes. Pero nadie quiere morir. Evoco dos viejos vivos que admiro, y recuerdo dientes quebrados, mala salud y una soledad que busca donde plegarse. Quizá la enseñanza literaria sea una pérdida de tiempo para el proyecto personal, la obra, solo una forma complementaria de sobrevivir, pero no conocía un par de situaciones como las que vivió Hebe Uhart en sus últimos años y que podrían alterar esa idea. La escritora argentina, de un estilo particularísimo, hizo talleres literarios por años. Liliana Villanueva, asistió durante 10 años a ellos y sintetizó sus enseñanzas en Las clases de Hebe Uhart (Blatt y Ríos 2015, disponible en Chile). Conocí este libro en las clases de una de las mejores escritoras de nuestro país, Alejandra Costamagma, destacada por sus alumnos entre las maestras de los programas académicos revisados en este suplemento el año pasado. Tras entregarnos dos capítulos le pedí fotocopiarlo en su totalidad, un poco enamorado del temario bajo el título de cada apartado, separado por guiones, parecido a los periódicos antiguos. Gastaría más que toda la página en sintetizar todos los consejos, pero sí se pueden generalizar ciertos aspectos relevantes: el mundo está hecho de materia y no de ideas, y hay que tomar distancia del personaje del escritor para observar los detalles. Uhart, utilizando su formación filosófica, utiliza la analogía de los aspectos cotidianos, lo que permite entender la labor a ras de suelo. Al borde de lo literario, indaga en la templanza necesaria para escribir. En la necesidad de trabajar hasta el final (como el epígrafe) y abandonar cuando se sufre:

«Estar a media rienda significa no estar demasiado eufórico, porque me saldrá algo que parece hecho por un borracho o un drogado, ni muy deprimido, porque veré el mundo tan negro que nada valdrá la pena, estaré en un estado de depresión que me impide mirar. Aprender a convivir con uno mismo sirve no sólo a la literatura, sino también en la vida, sirve para vencer esa dificultad, ya se trate de no encontrar la palabra adecuada o el mejor modo de tratar al perro. Al pudrirnos de escribir, empezamos a pensar que todo está mal, que nada nos gusta, que el texto nos está saliendo equivocado. No es bueno ser masoquista, hay que estar templado. Si no toleramos muchas cosas, es porque no nos toleramos a nosotros mismos. Y si no nos toleramos a nosotros mismos, no podremos escribir». Las clases de Hebe Uhart no es un manual, sino que se escucha una voz programática pero digresiva. Un monólogo que a veces se hilvana con una idea anterior, de otro capítulo, que cierra en todo el libro. Algunos lectores en plataformas de opiniones lectoras han criticado eso, pero es lo que lo hace humano, real. «El escribir genera problemas, no soluciones», explica la argentina. Uhart admite que en el camino van a pasar cosas, no se arroga todo el control. La escritura es entonces indagación y no (solo) producto, y se aleja aún más de los programas de aprendizaje que buscan la ecuación del éxito. El mejor ejemplo es la relación crítica con la frase corta, tan usada como repetición de los modos traducidos. Frente a los altos precios de algunos talleres, no podemos culpar solo a los escritores, sino también a quienes le exigen resultado pecunario o de fama o de redes o concursable a la escritura. La misma Villanueva ocupa su propia experiencia como insumo, Uhart la hace trabajar con modos que buscan indagar y encontrar su voz, la particularidad. Se detiene en la alumna que fue, mostrando cómo enseñar. «El que empieza a escribir quiere poner todo. En vez de escribir sobre temas concretos, pone ideas, opiniones sobre el amor, sobre la libertad, sobre la muerte». La sistematización de los apuntes permite conocer las lecturas a las que se conecta Hebe Uhart. Sus propios límites como argentina merecen atención, da énfasis a la literatura brasileña y uruguaya,

hay referencias cubanas y peruanas. Es en parte canónica (Felisberto Hernández, Horacio Quiroga, Julio Ramón Ribeyro) y secreta (Rubém Braga, Juan José Morosoli). Se sabía nunca bonaerense, era de provincia, y eso le permitía la búsqueda de referentes en otras fronteras, otro aspecto a destacar, enmarcada en una tradición muy potente pero endogámica. El portugués cercano es veces traducido por ella misma, con fines de enseñanza, porque es efectivamente el mundo que nos perdemos. Esta página que alega contra la traducción, lo hace contra la hegemónica. Y Uhart nos cuida, atajando las comparaciones de nuestros escenarios urbanos con los del primer mundo. Un barrio sórdido es distinto acá y allá, el adjetivo no aguanta la traslación. Hasta los capítulos que dedica a la crónica conllevan desplazamientos absolutamente posibles. Contra esa figura que se lanza a lo exótico, propio del autor de transnacional o del cuico aventurero, ella va a Tucumán, Asunción o Córdoba. Va al archivo, conversa para oír, abandona sus prejuicios, no idealiza a sus personajes. Si bien considera a la crónica un género menor, lo practica ampliamente en los últimos años, en la libertad de los registros pequeños. El libro remata con dos ensayos de Uhart, que operan como un cierre del arco de las posibilidades de la prosa. Si bien hoy la leemos compilada de transnacional o en las partes originales en ediciones de Adriana Hidalgo, la propia trayectoria escritural de Uhart parte con la

autoedición. Viajó a Rosario buscando formas más baratas de impresión, tal como lo hacen hasta hoy algunos editores chilenos. Así parte la circulación de una obra éticamente intachable, que no necesita el show. La segunda situación fue en sus últimos días. Sus enseñanzas, entregadas de forma nada prohibitiva, cosecharon algo inesperado. Sus propios alumnos se organizaron para acompañarla hasta el final, cuando ya estaba muy débil. Como lo puede hacer una maestra acompañando la obra. Decálogo (más uno) de Hebe Uhart para los que van a escribir 1. No hay escritor, hay personas que escriben. 2. Escribir es una artesanía, un trabajo como cualquier otro. 3. Para escribir hay que estar, como decía Chéjov, «a media rienda». 4. La literatura está hecha de detalles. 5. El primer personaje somos nosotros mismos. 6. No importa el hecho en sí sino la repercusión del hecho en mí o en el personaje. 7. Al personaje se entra por la fisura. 8. Todo cuento tiene un «pero». El «pero» me abre el cuento. 9. Hay que saber observar y escuchar cómo habla la gente. 10. La verdad se arma en el diálogo. 11. El adjetivo cierra, la metáfora abre.


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