Nuestro Bicentenario

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MI TO S , C O NF L I CTOS Y VERDADES DE LA IDE NT I D AD

ENCARTE N° 2 Emir Sader

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Edición venezolana I S S N

Año III. Número 20. Caracas, mayo de 2010

Un juez alborotador, independiente e incorruptible Lo que hoy está en juego P10 Cómo someter las decisiones económicas al debate político La desmundialización financiera P15 La guerra de propaganda de Israel El indestructible Gran Mufti de Jerusalén P17 50 años de independencia La crisis política en Senegal P19 Senegal Una economía en medio de la tormenta P20 Trabajadores inmigrantes en China amenazados de expulsión Los africanos miran a Oriente P21

El Reino Unido da vuelta la página por Serge Halimi P23

14,00 Bs.F.

Nuestro Bicentenario por ral

Hace doscientos años comenzó la independencia en nuestra América. Aunque existen antecedentes que tres lustros antes de 1810, en Venezuela, José Leonardo Chirinos, zambo libre, hijo de una india y de un esclavo, se alzó con las banderas de la libertad y de la igualdad, conceptos que había comprendido en tierras haitianas. Posteriormente, Manuel Gual y José María España, comenzaron a conspirar a mediados de 1797 con el objeto de crear una República y fueron descubiertos dos años después. El destino de estos hombres fue la muerte, Chirinos terminó en la horca y su cuerpo descuartizado en 1796. España tuvo igual suerte en 1799 en Caracas, mientras que Gual muere envenenado un año después en Trinidad. El levantamiento de Caracas de 1810 dio inicio a la revolución de la independencia y al nacimiento de la “primera República”. República que tan sólo duró dos años y a la que Simón Bolívar le ha de dedicar las más duras críticas en lo que hoy se conoce como Manifiesto de Cartagena. Ahora, ¿podemos reducir este importante acontecimiento que ha marcado a toda nuestra América Latina hasta el presente como una simple consecuencia de las ideas libertarias emanadas de Europa o como un acontecimiento nacido en estas tierras, con ideas e ideales ajenos al resto del mundo? Los conquistadores españoles prepararon, sin que ese fuese su objetivo, el terreno para que América Latina deviniera en una gran nación: “Esta idea se funda en un principio: Los españoles han engendrado en América una extendida Nación común. Se reconoce no sólo en el idioma compartido

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Ilustración: Ugo Ramallo

Guerrillas comunicacionales: mediaciones del pueblo P3

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y la homogénea cultura impuesta, sino en la resistencia y la repulsa a un régimen que desde el comienzo se basó en la injusticia y el vasallaje”1. Esa gran nación va tomando cuerpo y hoy “... estamos ante otros desafíos, ante otros dilemas, más insolubles, también estamos ante una oportunidad aquí en nuestra América del Sur, una región libre de conflictos o enfrentamientos raciales o religiosos. Al contrario, una región rica y respetuosa de la diversidad y de la pluralidad como pocas, que al mismo tiempo cuenta con riquezas, con recursos naturales inconmensurables, que deberemos prepararnos para agregarles valor y, ¿por qué no?, para defenderlos (…)”2 Para Pedro Calzadilla, reconocido historiador venezolano: “Una monumental intuición geopolítica inspiró sin descanso la voluntad de Francisco de Miranda, aquel primer venezolano latinoamericanista, precursor e inspirador de las independencias de nuestra América. Era la certeza de que la Revolución de Independencia en nuestro continente debía ser total y unísona; que la América sometida por España a

partir del siglo XV debía liberarse de los yugos como un solo cuerpo, armado de todos sus miembros, como una sola respuesta coordinada ante una opresión que era la misma. […] Una cierta historiografía, lo leemos por allí en los libros de historia, con un espíritu poseído de un espíritu neocolonial y que busca hacer fiesta dentro de nuestro bicentenario, ha querido afirmar que las independencias son una secuela o mera consecuencia de una crisis europea, desbarajuste de la monarquía española o el surgimiento del Estado liberal burgués.” Por cierto, sí extraña que en nuestro país, los mismos hacedores de “esa cierta historiografía” que desde hace unos cuantos años llenan los anaqueles de las librerías con temas donde se intenta satirizar la actualidad venezolana con la gesta independentista critiquen ahora la participación de la Presidenta de Argentina como una de las oradoras de Orden en el acto conmemorativo del Bicentenario, aduciendo que en esa gesta participaron solamente los caraqueños y además de contradecirse ellos mismos, dejando pasar por alto el hecho de que “… ese 1810 tenía una América que bullía en todas

partes, que había también conocido fuertes levantamientos de los pueblos originarios, en el Alto Perú la figura de Túpac Amaru, descuartizado (…)”3 Cristina Fernández da “por supuesto que las ideas de Belgrano, de Moreno, de Bernardo de Monteagudo, de Castelli y de los ideólogos, los jacobinos (…) o de las de Francisco de Miranda, eran ideas que tenían que ver con la libertad de nuestros pueblos ante el insoportable coloniaje al que nos sometía España” pero también considera que “… no podemos tampoco ignorar que el mundo estaba allí, que las ideas de Voltaire, de Diderot, de Montesquieu, habían hecho nido en la cabeza de estos hombres, no para copiarlas sino para utilizarlas como un instrumento que sirviera a sus pueblos; que de eso se tratan las ideas, instrumentos que sirvan para la liberación de los pueblos y para la construcción de sociedades más justas y más equitativas. Si las ideas no pueden exhibir esos resultados, sólo quedan en ideología. Cuando pueden exhibir esos resultados se transforman en política y adquieren toda la verdadera dimensión que tienen que tener las grandes batallas culturales, que es, precisamente, las de transformar la historia”. Así recibimos el Bicentenario en nuestra América, dando grandes batallas de ideas para transformar la historia. Unasur, Alba, Mercosur son algunos de los medios. Pedro Calzadilla, Discurso de Orden en la Asamblea Nacional de Venezuela.19 de abril de 2010

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Cristina Fernández, presidenta de la República Argentina. Discurso de Orden en la Asamblea Nacional de Venezuela, 19 de abril de 2010.

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Ibíd.


Caracas, mayo de 2010

LE MONDE diplomatique «el Dipló­»

Edición venezolana

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Víctor García Presidente

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El juego democrático en Venezuela por ral

Reproducimos nuevamente el editorial de Raúl Cazal, porque por un error involuntario en el número anterior, abril de 2010, se eliminaron los últimos párrafos, lo que atentaba contra el contenido del artículo. Pedimos disculpas a nuestros lectores por esa omisión y los invitamos a leer nuevamente el texto. En estos últimos cuatro años la oposición venezolana, desde todos sus espacios políticos (partidos, medios de comunicación, instituciones eclesiáticas), ha criticado el hecho de que el parlamento nacional tenga una sola voz y un solo color. Pero ¿por qué la conformación del parlamento es así? Como muchos sufren de amnesia, es necesario recordar qué actos llevaron a esta situación. En 2005 se realizaron las últimas elecciones parlamentarias en Venezuela donde se escogieron 167 diputados. Para esta contienda electoral, la oposición política exigió al Consejo Nacional Electoral (CNE) el retiro de los cuadernos electrónicos y las máquinas captahuella porque supuestamente violaban el secreto del voto. También solicitaron auditar el 45 por ciento de las máquinas electrónicas de votación luego de las elecciones, cuando sólo estaba planteado auditar el 10 por ciento. El CNE aceptó todas estas exigencias, sin embargo poco antes de los comicios y para sorpresa de sus seguidores, los dirigentes de la oposición renunciaron a participar en la elección que se llevó a cabo el 4 de diciembre. Después de este grave error político, se sucedieron varias elecciones y referenda. Entre ellas las presidenciales en 2006, en donde Hugo Chávez logra la reelección con una votación histórica: 7 millones 309 mil 80 votos que representó el 62, 84 por ciento de

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Ilustración: Ugo Ramallo

Ediciones

Ilustración: Ugo Ramallo

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los votantes. Dos años después, tras las elecciones para alcaldes y gobernadores en 2008, el candidato de la oposición para Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, una vez que conocieron los resultados que le daba la victoria, en su primera alocución a la prensa declaró –palabras más, palabras menos– que “ya estaba bueno de tanta elegidera, que la gente estaba cansada de elecciones.” Muy a pesar de Ledezma, se organizan las próximas elecciones parlamentarias a realizarse el 26 de septiembre próximo. El Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) se prepara para elegir a sus candidatos mediante unas primarias. En la primera semana del pasado mes de marzo se autopostularon 3 mil 952 militantes para las 87 circunscripciones del país. La campaña para la elección de los candidatos comenzará el 24 de abril y culminará 14 de mayo, posteriormente, el 16 de mayo, se realizarán los comicios internos por la base. Por su parte, la estrategia de la oposición es la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que hasta ahora ha decido ir a primarias en tan sólo 22 circuitos y quienes decidan participar deben pagar para ser precandidatos. El monto de este pago dependerá de la cantidad de mesas de votación que necesite cada precandidato por cada circuito. Las expectativas que levanta

esta elección para la oposición, tienen su base principalmente en el supuesto declive de la popularidad del presidente Chávez, esto es repetido a través de los medios de comunicación desde que empezó este año 2010, una de las frases publicitarias favoritas es “Tas ponchao”, por ejemplo. También sus esperanzas están puestas en el supuesto resquebrajamiento interno que existe en el Psuv, debido a la reciente deserción del gobernador del estado Lara, Henri Falcón, de las filas del PSUV para incorporarse al de Patria Para Todos (PPT). En el caso de Falcón, que ganó la gobernación del estado Lara en los comicios de 2008, los medios de comunicación enfatizan que éste ganó por propios méritos estas elecciones, méritos que sin duda los tuvo como alcalde, pero los datos refieren que la militancia del Psuv y simpatizantes del presidente Chávez ayudaron con un 72 por ciento al marcar, en el momento de votar, la tarjeta del Psuv. Todo este panorama es el juego preelectoral democrático que se vive en Venezuela, habrá que esperar hasta el 26 de septiembre pero lo que se puede adelantar, después de todo lo descrito, es que lo que pasa en el país es bastante distante de lo que remite a una dictadura, a pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación por querer forjar esa imagen del gobierno para consumo de la opinión pública nacional e internacional.


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Guerrillas comunicacionales: mediaciones del pueblo nuestroamericano al primera

Ilustración: Felipe García

por colectivo

I La batalla del mundo actual, esa eterna tensión entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados, dominadores y dominados, tiene su terreno más fértil, más fecundo, en la lucha de las ideas: lo cultural. Desde la conformación del Estado Moderno como instrumento de hegemonía, las diferencias locales y regionales fueron absorbidas por un nuevo sistema de organización. MartínBarbero establece como pilares de esta institucionalidad dos ejes: Integración Horizontal, en el cual “el Estado que se gesta muestra progresivamente su incompatibilidad con una sociedad polisegmentaria (…) Los fueros y particularidades regionales, en que se expresan las diferencias culturales, se convierten en obstáculos a la unidad nacional que sustenta al poder estatal” (1998). La hegemonía naciente con el Estado-Nación burgués, se valió de la supresión de la tradición de lo local para edificar una nueva identidad basada en la centralización política y la unificación cultural. Por otra parte la Integración Vertical donde “cada sujeto es desligado de la solidaridad grupal y religado a la autoridad central. Desligamiento que al romper la sujeción al grupo ‘liberaba’ a cada individuo convirtiéndolo en mano de obra libre, esto es, disponible para el mercado laboral” (Ibíd. Subrayado nuestro). La idea de la forma de producción que acompaña la génesis del Estado Moderno es fundamental a la hora de entender las dinámicas de

lucha de las sociedades contemporáneas. El sistema capitalista de producción basa su constante crecimiento en la explotación y alienación del hombre. Un pequeño grupo se adueña de los medios de producción, genera y acumula riquezas a partir del trabajo asalariado de la gran mayoría. La clase dominada vende su fuerza de trabajo de manera “voluntaria”, de modo que el estado se reviste de una aparente libertad que demarca la inclusión o no al sistema, asumiendo que el que no pueda acceder a lo material padece de mala suerte o de falta de pericia, pero ha sido libre. “Morirse de hambre o ser explotado” es la rúbrica en letras pequeñas que encierra la libertad del estado burgués. Este proceso económico tiene su sedimentación en un entramado político y cultural que legitima el sistema de explotación en sí. Los teóricos de Frankfurt, Adorno y Horkheimer, hablan de “Unidad de Sistema”. El capitalismo ha tratado de hacernos ver que una cosa es el trabajo y otra muy distinta es el ocio, sin embargo, de acuerdo a la teoría de la “Unidad de Sistema” estos dos dispositivos trabajan articuladamente haciendo que el entretenimiento, la información y demás artilugios para satisfacer el supuesto “tiempo libre”, no sean más que un mecanismo para el adormecimiento de la sociedad y su capacidad subversiva. Una de las principales victorias de la clase hegemónica burguesa

radica en conseguir que los dominados asuman los códigos culturales de la élite como propios. La concepción de un sistema-mundo basado en las relaciones de desigualdad como destino natural e irremediable de la clase oprimida es el guión que imparten las instituciones del poder tradicionales: la escuela, la iglesia y, sobre todo hoy en día, los medios de comunicación de masa. Saberes y prácticas culturales son elementos constitutivos del poder. El carácter político de la cultura radica en su estrecha relación con los mecanismos de dominación. La lucha de los discursos, el poder del saber que se instituye y autoriza, en suma: “la voluntad de verdad como prodigiosa maquinaria destinada a excluir”, funciona de báscula legitimadora de un orden particular, que naturaliza en los sujetos la aceptación de su realidad social y subjetiva (Foucault, 1996). Entendido esto, queda claro que la noción de hegemonía reposa sobre la compartición de los códigos que la generan. En este sentido la ruptura del orden hegemónico capitalista, por parte de las clases oprimidas, pasa necesariamente por una respuesta cultural. Es un ejercicio dialéctico: es impensable una revolución política que no sea concebida desde lo cultural, así como tampoco existe la posibilidad de una transformación cultural que sea ajena a la política. II El concepto de resistencia es

inherente a los grupos oprimidos. Los factores hegemónicos de dominación encuentran réplicas desde el seno mismo de su dinámica excluyente. Los “otros”, los dominados y explotados, suelen rebelarse continuamente ante la situación de vejación que los embarga. Pero esta rebelión se da en condiciones de profunda diferencia en la capacidad de acción: la lucha nunca es igual. Es por ello que los sujetos oprimidos buscan formas alternativas de lucha para contrarrestar la fuerza totalitaria del bloque hegemónico dominante. En el plano de la comunicación, los massmedia han asumido la bandera cultural de la dominación. Su estrecha relación con la clase política y económica consolida la noción de esta “Unidad de Sistema”. Y es en este enfrentamiento que nace la necesidad de buscar mecanismos que, desde la asimetría del poder, rompan con la situación de pasividad a la que ha sido arrojado el sujeto, para que se convierta en protagonista de su emancipación desde la construcción de un discurso propio y, de ser necesario, contraofensivo. El término “guerrilla comunicacional” fue acuñado por primera vez por el académico italiano Umberto Eco, refiriéndose a la única vía posible para escapar del carácter omnímodo y alienante de los medios de comunicación. Ante la supremacía del poder de los medios, Eco propone una acción para transformar a los receptores en actores que controlen las posibilidades de la interpretación


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DE RE CHO S HUM AN O S PASADO Y P RE SE N TE

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de los mensajes mediáticos: “El universo de la comunicación tecnológica sería entonces atravesado por grupos guerrilleros de la comunicación, que reintroducirían una dimensión crítica en la recepción pasiva” (1987. Subrayado nuestro). El término guerrilla alude a la formación de resistencias alternativas ante un poder absolutista y despótico, que en este caso no es otro que el de los medios masivos que transmiten mensajes teñidos de intereses políticos, económicos e ideológicos en toda la población receptora. La guerrilla comunicacional, como dispositivo contrahegemónico, rompe con los códigos y los valores de la comunicación que nos ha vendido el capitalismo. Cambia los valores monológicos, impositivos y unidireccionales sobre los que está basado este modelo de comunicación capitalista y propone la expresión libertaria y diversa de las voces y los mensajes de un colectivo que, hasta el presente, sólo había visto en esta ventana de la comunicación una representación que de sí mismo les vendía la élite detentora de los medios de producción y comunicación. El ejemplo por antonomasia es la telenovela como género harto difundido y promovido por los medios, género que se basa en un juego de roles bien delimitados a partir de las clases sociales, representadas mediante el melodrama y la repetición. Mención especial merecen las estrategias de información que los noticieros tradicionales esgrimen para imponer su noción de verdad, una verdad teñida de manipulación que obedece a los intereses inherentes de la clase dominante. La guerrilla comunicacional combate desde el día a día de la gente estos discursos que la hege-

monía mediática ha inoculado en la cotidianidad. El protagonismo de las clases subalternas, no ya representadas por estilizados actores de la pantalla chica, se manifiesta en la toma del control directo y actuante sobre la realidad. Las expresiones de descontento, las denuncias, las iniciativas creativas de consignas o pintas, la participación y creación de radios y televisoras, la producción de guiones y programas que expresen un sí mismo colectivo y polifónico, son algunas de las acciones que avanza la contraofensiva comunicacional. Guerrillas, sí, por asimetricas, resistentes y movilizadas. No se concibe la comunicación como un centro de poder que irradia verdades, sino como focos múltiples de discursos latentes y agentes de cambio, desde la asunción de lo local y lo propio como dispositivo transformador. Las relaciones de poder que la transmisión de signos y códigos desde los medios ha naturalizado como únicas, son ahora relativizadas y superadas. El uso de los medios como fin en sí mismo para ser y decir “la verdad” revelada por los dueños del poder, la concepción manida “el medio es el mensaje”, se vuelca a su real y necesario cambio: el medio como un medio, medio de transformación, de resolución de problemas, de crecimiento y solidez colectiva. La disputa por los sentidos se bate entonces desde las identidades en pugna de los grupos dominados, que buscan hacerse desde el decirse, sin mediaciones ajenas al entramado cotidiano y comunitario de la realidad social. Los medios como transformadores permiten rescatar la realidad como verdad a construir y mejorar, y no más como una representación artificiosa, consumible y comerciable sin de-

recho a cambio ni devolución. III En Venezuela la noción de guerrilla comunicacional es un concepto que se ha empleado en la práctica desde hace más de veinte años. La mediación que ha logrado generar la población, el entendimiento de los códigos generados por los medios de comunicación de la oligarquía, es el principio sobre el cual se basa la primera fase de este combate. Esta situación debemos valorarla aún más desde la desigualdad y la indefensión a la que había sido sometido el pueblo frente a la televisión, principal exponente de esta arremetida uniformadora del capitalismo. En el caso de la familia, el sistema que arroja a madres y padres al trabajo constante para poder llevar sustento al hogar, arroja a los niños a la “niñera catódica”. Los niños venezolanos pasan mucho más tiempo frente a la televisión que en las aulas de clases o recibiendo educación familiar. Esa “Unidad de Sistema” funciona a la perfección explotando y alienando con precisión suiza. La necesidad de entender la dinámica de asimilación de los mensajes y producir alternativas desató en el país una gran escuela práctica que transgredió la voluntad dominante, y abrió una senda de libertad en la sociedad organizada. La guerrilla comunicacional se instauró en Venezuela desde hace mucho tiempo en la voluntad de organización y de resistencia estoica del pueblo ante la arremetida del aparato de violencia cultural que planteaba la hegemonía de turno. Lejos de promover la violencia, el plan piloto de Guerrillas Comunicacionales, recientemente

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creado por el Gobierno del Distrito Capital de Venezuela, consiste en la implementación de un plan de formación en las áreas de video y televisión, radio y producción de contenidos sonoros, comunicación visual, web, multimedia y periodismo popular, dirigidos a grupos de jóvenes que de manera voluntaria decidan participar. La politización de los jóvenes es temida por los dueños del poder comunicacional, pues se avizora contestataria y rebelde, cualidad que se han encargado de cercenar y simplificar al máximo a través de su programación. Las Guerrillas Comunicacionales usan como “armas”: lápices, pinturas, cámaras y grabadoras, partiendo de las experiencias urbanas que se vienen dando en las diferentes ciudades de Venezuela. El gobierno plantea articular estas experiencias con las necesidades para su organización y permanencia. Desde el inicio del gobierno bolivariano, los medios privados de comunicación, luego de que les fuera negada la acostumbrada cuota de poder delgada desde el Estado a sus oficinas por los presidentes anteriores, se empecinaron en orquestar una campaña política de desprestigio y combate abierto al gobierno. Suplieron así a los ya estertóreos partidos políticos de derecha, para generar un sistema de ataques basados en la manipulación reiterada y extendida en prensa, radio y televisión, valiéndose de los monopolios mediáticos (y de producción en general de la “representación de la realidad”) de unas cuantas familias. En el año 2002, con el apoyo permanente del gobierno estadounidense de turno, efectuaron un fallido golpe de estado mediático. Lo ocurrido en abril de 2002 constituye un pasaje indeleble en

la historia de la guerra de cuarta generación en América Latina. La convocatoria al enfrentamiento civil, la posterior descontextualización de imágenes y sonidos para inculpar a sectores asociados al gobierno y el ocultamiento deliberado de situaciones de resistencia popular, fueron algunas de las tácticas esgrimidas por los medios. Al cierre del canal del Estado por líderes golpistas, sólo las radios, televisoras y periódicos comunitarios pudieron transmitir la realidad de lo que estaba pasando en el país. Por supuesto, en el exterior la “verdad” de los medios privados nacionales era la que reverberaba. No olvidemos que funcionan como apéndices de una maquinaria trasnacional ideológica de mercado. ¿Cómo hacer frente a este aparato aniquilador de sentidos? ¿Cómo defender la multiplicidad de voces de la máquina del capital? Las luchas de resistencia deben ser comunicacionales, simbólicas, culturales. Los pueblos organizados, movilizados y atentos a los cambios son un arma en sí misma. Protagonistas y usuarios de los medios, no ya cifras ni consumidores. La guerrilla comunicacional ejerce la agencia del oprimido que se dice, desde su lugar de vida, desde su subjetividad liberada y desde su conciencia social.

Eco, Umberto. (1987): La estrategia de la ilusión, Buenos Aires, Lumen/de la Flor. Foucault, Michael. (1996): El orden del discurso, Madrid, La piqueta. Martín-Barbero, Jesús. (1998): De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, México, G. Gili.


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