Le Monde diplomatique Venezuela
Orígenes políticos de la debacle financiera • P. 4-6
E s t a d o s
U n i d o s
La derecha norteamericana desvía la cólera popular • P. 7-8
Caracas • Enero de 2012 1
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e g i p t o
Suez: entre el salafismo y la revolución • P. 17 y 19
A ñ o I V. N ú m e r o 3 0 . C a r a c a s , e n e r o d e 2 0 1 2 • 2 0 B s F.
Edición
Celac: la concreción de un sueño
Integración y transformación
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concreta con la creación del Banco del Sur, en momentos en que la crisis económica mundial hace tambalear las economías de quienes en estos momentos son los operarios del sistema capitalista. El debate regional tiene como prioridad la cooperación técnica para el manejo y movilización de reservas internacionales, respaldo a las monedas regionales para las transacciones y promoción del comercio intrarregional complementario con criterio solidario. La defensa regional no está ausente de su agenda, con la creación del Consejo Sudamericano de Defensa; al igual que el tema electoral, con el reciente Consejo Electoral la región apuesta por garantizar la transparencia de sus elecciones sin necesidad de “observadores” foráneos. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), nació como respuesta política y económica al Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), implementó el Sistema de Compensación Regional (Sucre) para las operaciones comerciales de las naciones suscritas (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Las Granadinas, Saint Vicent y Venezuela), que aumentaron en 2.000% en el último año. Dentro de los programas sociales de esta Alianza, destaca la “Misión Milagro” que, desde su creación, hace siete años, ha atendido a más de 2 millones de personas con problemas visuales. Mientras que Petrocaribe, constituida por Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Grenada, Guatemala, Guyana, Jamaica, las Granadinas, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Venezuela, entre 2005 y 2001 ha distribuido 178 millones de barriles de petróleo y constituido 11 compañías mixtas para eliminar la actividad especulativa de las transnacionales, apoderadas de este comercio en la zona del Caribe. Entre los antecedentes de integración no tan recientes está Mercosur, que fun-
ciona desde la última década del siglo XX, y aunque sus intereses son netamente comerciales, ha servido para afianzar las economías de Argentina y Brasil y ayudado de alguna manera a Uruguay y Paraguay, debido a las asimetrías que presentan estos países. La iniciativa de Venezuela de entrar a este grupo regional, revitalizó a la organización en su discusión y en la posibilidad de estimular el mercado interno a favor de aquellos países que se ven afectados por las asimetrías económicas. Es en este contexto que nace la Celac. Algunos presidentes ven a la región como un mercado potencial por tener más de 600 millones de habitantes, otros dan como prioridad superar la pobreza y el analfabetismo. Algunos ponen sus ojos en el Producto Interno Bruto promedio, mientras que otros denuncian a las dictaduras en que se han convertido los medios de comunicación privados que pretenden juzgar sin ser soberanos, mucho menos jueces. Fue desde estos medios privados donde se hizo hincapié en que la Celac era una Organización de Estados Americanos (OEA) sin Estados Unidos (EEUU), pero en sus titulares no reflejaron que en Caracas se reunieron 33 Jefas y Jefes de Estados de Latinoamérica y el Caribe. Para estos medios nada sucedió en Caracas. ¿Será porque el Imperio estadounidense no estaba invitado? Sólo en estos tiempos de cambios sociales es posible la creación de una organización como la Celac. Sin fórmulas injerencistas y con interés en la transformación social. Resta esperar, parafraseando a la Presidenta de Argentina en su alocución ante los demás países miembros, que la Celac pueda “trascender el discurso político” y ejecutar “acciones concretas” y no desaprovechar “esta oportunidad histórica de convertirnos en protagonistas del mundo”. l
vene zolana
La Internacional Socialista en América Latina Maurice Lemoine
por Raúl Cazal a idea originaria de Simón Bolívar, la unidad latinoamericana y caribeña, sin unos Estados Unidos que ha plagado de hambre y miseria nuestro continente, ha comenzado a dar sus primeros pasos respetando las diferencias políticas, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos. Después de 200 años, el pasado 2 y 3 de diciembre, se retomó esta idea originaria y se concretó la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuando se reunieron en Caracas las Jefas y los Jefes de Estado de los treinta y tres países que conforman América Latina y el Caribe. Sin lugar a dudas existen importantes antecedentes regionales que han dado visibles resultados en términos políticos y económicos. Los más recientes: Unasur, Alba y Petrocaribe. Unasur (conformada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela), con una pronta respuesta regional (muy alejada de las burocráticas, repetitivas y sesgadas ‘decisiones’ de la OEA) frenó, en 2008, la insurrección y el separatismo que se estaba gestando en Bolivia, cuyo objetivo era derrocar al presidente Evo Morales, así como el levantamiento policial en Ecuador que devino en el secuestro del presidente Rafael Correa en el Hospital de la policía de Quito, y donde hubo evidentes intenciones de magnicidio. Todos los presidentes de los países que conforman la Unasur estuvieron en contra de estas desestabilizaciones y actuaron con la rapidez que ameritó cada una de estas situaciones, así como la resolución sin intervención extra regional de los diferendos entre países miembros, tal el caso de Ecuador y Venezuela con Colombia (durante el mandado de Alvaro Uribe). Unasur también se ha avocado, además del tema político, al financiero que se
r e b e l d e
En 1951, la Internacional Socialista (IS) restablece sus actividades con vistas a “liberar a los pueblos de su dependencia frente a quienes detentan los medios de producción”. Sesenta años después, sus dirigentes prefieren hablar de una “regulación prudente de los efectos nefastos producidos por la mundialización”. Una lenta deriva que ilustra la actitud de estos “socialistas” frente a sus homólogos latinoamericanos
E
n su discurso de apertura del Consejo de la Inter nacional Socialista (IS), reunido en la sede de la muy liberal Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en París, el 15 de noviembre de 2010, la primera secretaria del Partido Socialista francés, Martine Aubry, no ocultaba su alegría: “Quiero saludar muy especialmente a nues tro presidente George Pa pandreu y felicitarlo por los resultados de las elecciones locales en Grecia [¡con una abstención récord del 53%!]. En un contexto difícil, son un apoyo y un triunfo que vienen a recompensar un coraje político que despier ta admiración”. Se sabe lo que sucedió con el dirigente del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) y la “austeridad justa” que pre tendió imponer a su país. Se conoce también la suerte reservada por su pueblo a muchos miembros eminen tes de la organización social demócrata: Laurent Gbag bo, Zine El Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, por sólo mencionar a algunos. Con tal déficit de análi sis y un modo de funciona miento similar, ¿sorprende realmente que este noble cónclave “socialista” igno re por completo los movi mientos de fondo que sacu den a América Latina desde hace ya más de una década? (continúa en la p. 14)