L os recurs os natur ales desde l a perspectiva sudamericana
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venezuela A ñ o V. N ú m e r o 4 2
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espués de las elecciones presidenciales celebradas el 14 de abril y derrotada la derecha una vez más, Venezuela continúa el trayecto planeado por el líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, plasmado en el Plan de la Patria, que hizo suyo, no sólo Nicolás Maduro en la campaña electoral, sino los chavistas que fueron a votar para consolidar el proyecto político que comenzó hace 14 años y que ya había sido ratificado pocos meses antes, el 7 de octubre de 2012. El 8 de diciembre de 2012, el presidente Chávez, antes de partir para Cuba para que le sea practicada una nueva y delicada intervención quirúrgica, definió con claridad política y estratégica el futuro de Venezuela. Éstas son algunas palabras de su último discurso, pronunciado una semana antes de las elecciones regionales de diciembre de 2013: “…para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”. Fue muy corto el tiempo que duró la campaña electoral pero así está previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Un Nicolás Maduro que nunca intentó ser presidente, desgastado por una sostenida campaña de desestabilización que no le dio tregua durante toda la enfermedad del Presidente, frente a unas bases chavistas acostumbradas a una comunicación directa con el líder bolivariano, asumió esta corta campaña entre el dolor y la tristeza, el desabastecimiento orquestado y el saboteo del burocratismo estatal. ¿Su contendor? Un descansado gobernador, Henrique Capriles Radonski, que nunca asumió la gobernación para la que fue electo y nunca dejó de ser candidato a la presi-
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El legado de Chávez Por Raúl Cazal
dencia, porque aunque perdió las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012 siguió en campaña y para ello contó con los medios de comunicación privados y sectores económicos, nacionales e internacionales, a su favor. Al derechista Capriles se le presentó la gran oportunidad de participar nuevamente para optar por la presidencia, y esta vez se enfrentaría a un chavismo sin su líder. Maduro en el corto tiempo
de la campaña electoral, que compartió con sus labores como Presidente provisional, recorrió el país y convenció a los bolivarianos para continuar con el legado de Chávez. Aunque la derecha logró aumentar su votación y sus estrategias de guerra sucia dieron resultados al tratar de confundir a la población electoral bajo la promesa de que mantendrían las misiones sociales, generar desconfianza hacia
Brasil hace suyo el sueño de Bolívar
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los dirigentes del chavismo y mermar la unidad de la militancia y simpatía chavista, lo cierto es que el chavismo, después de 14 años en el gobierno y con pocos votos aliados, logró mantener la mayoría, frente a un ex candidato que fue con una tarjeta única (a diferencia de las elecciones de octubre), pero que al interior, su partido y él mismo representan a 1.839.573 electores, el 12,36% para las elecciones del 7 de octubre de
2012 (donde cada partido de la oposición fue con tarjeta propia, y no hay nada que indique que Primero Justicia haya aumentado su caudal), frente a 6.193.337 votos duros del Psuv que representan al 41.32% del electorado (sólo 193.362 votos menos que en las presidenciales de octubre 2012, pérdida que le toca al chavismo evaluar con seriedad y detenimiento). Este resultado consolida al PSUV, hasta en sus momentos más duros, como la primera organización política del país, muy lejos de su contendor más cercano, que ni siquiera sería Primero Justicia con su 12,36%, sino una casi inexistente y heterogénea Mesa de la Unidad Democrática que, sin sus aliados, no llega al 15% de la intención de voto. Pero la derecha estaba preparada para desconocer los resultados si le eran adversos. El guión era claro: mantener al país en la zozobra ciudadana que, unido con el sabotaje económico y financiero (con base principalmente en la especulación con la compra de divisas), pretendían revertir un proceso constitucional y democrático. Esta actitud soberbia se pudo mantener gracias al apoyo del gobierno de Estados Unidos, demostrado claramente en su decisión de no reconocer al gobierno legítimamente elegido por el pueblo venezolano hasta que no se hiciera “el reconteo total de los votos”. Fue el único gobierno en el mundo que estuvo con la oposición venezolana. La falacia del reconteo de votos – en Venezuela no se recuentan los votos porque éste es electrónico, al igual que las boletas y las urnas–, pasó a ser la estrategia de la derecha para intentar perpetrar un golpe de Estado, y para esto mantuvo a sus seguidores en desobediencia en las calles, tratando de emular los hechos de abril de 2002, cuando derrocaron al presidente Chávez. Sin embargo, la victoria de Maduro demostró que la revolución bolivariana cuenta con una amplia base popular dispuesta a continuar por la vía del socialismo y la aplicación del Programa de la Patria. A pesar del dolor, que llegó hasta el desconsuelo, por la pérdida física del presidente Chávez, su legado está invicto con la victoria que logró Maduro, el Psuv y la unidad chavista.
Haití despedazado por sus benefactores
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Caracas • mayo-junio de 2013
2 Le Monde diplomatique Venezuela
venezuela
Caracas, mayo-junio de 2013
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La coacción alemana Ignacio Ramonet*
L
a devastadora austeridad impuesta por Berlín a toda la zona euro y en particular a sus socios del Sur (Grecia, Portugal, España, Italia, Chipre) está provocando en estos países una subida de la germanofobia. En sus recientes visitas a Madrid, Atenas y Lisboa, la canciller alemana Angela Merkel fue recibida con manifestaciones muy hostiles. Miles de víctimas de las políticas ‘austericidas’ denunciaron en calles y plazas la coacción del IV Reich y acogieron a la dirigente alemana con banderas nazis y uniformes de las SS o de la Wehrmacht... En Francia también –cuando se acaban de celebrar por todo lo alto los 50 años del Tratado de amistad franco-alemán, piedra angular de la política europea de París–, los amigos del presidente François Hollande ya no dudan en reclamar un “enfrentamiento democrático” con Alemania y acusan al vecino germano de “intransigencia egoísta”. El propio secretario general del Partido Socialista (PS), Harlem Désir, alienta a sus militantes a “colocarse a la cabeza de la confrontación” con Angela Merkel “la canciller de la austeridad”. Y es que, hasta ahora, se había vivido en la idea de que el carro de la Unión Europea (UE) lo tiraba una yunta de dos Estados, Francia y Alemania, y que tanto montaba, y montaba tanto, París como Berlín. Pero eso –silenciosamente, sin bombo ni platillo–, se terminó desde que la crisis, a partir de 2010, golpeó violentamente a la mayoría de los países europeos mientras Alemania se afianzaba como la economía más poderosa de Europa. Francia, que perdió en 2012 su triple A, se descolgó del pelotón de cabeza, y ve ahora cómo su vecino germano se aleja cada vez más, económicamente, de ella... Hasta en el Reino Unido – que no pertenece a la zona euro–, la clase política se alza igualmente para protestar contra la nueva “hegemonía germana” y denunciar las consecuencias de ello: una “Europa dominada por Berlín, o sea precisamente lo que el proyecto europeo debía, en principio, impedir”. En efecto, la UE fue concebida con la idea de que ningún Estado ni podía, ni debía ser hegemónico. Pero Alemania, después del trauma de la reunificación –que sobrellevó gracias a la solidaridad de todos
Alemania lidera en solitario la Unión Europea. En base a lo que considera su “éxito económico”, Berlín no duda en imponerle a todos sus socios su detestable receta nacional : la austeridad los europeos– se ha convertido en la gran potencia dominante del Viejo Continente. Es el país rico, sin crisis, que todos envidian y detestan a la vez. Muchos analistas constatan que la crisis, paradójicamente,
es lo que ha permitido a Berlín “conquistar Europa” y alcanzar una posición de dominación que no tenía desde 1941... Lo que le hace decir, con ironía, al semanario Der Spiegel: “Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial
la semana pasada...1” El hecho es que Alemania lidera en solitario la Unión Europea. En base a lo que considera su “éxito económico”, Berlín no duda en imponerle a todos sus socios su detestable receta nacio-
Caracas • mayo-junio de 2013
Alemania lidera en solitario la Unión Europea. En base a lo que considera su “éxito económico”, Berlín no duda en imponerle a todos sus socios su detestable receta nacional : la austeridad
nal: la austeridad. En particular a los de la orilla mediterránea, cuyos habitantes son considerados por muchos políticos y por los medios alemanes como unos “perezosos”, unos “indolentes”, unos “tramposos” y unos “corruptos”. En cierto modo, esos alemanes están convencidos de que la crisis opone un Norte mayoritariamente protestante, trabajador, hacendoso, austero y ahorrador, a un Sur católico u ortodoxo, gandul, jaranero, vividor y rumboso. ¿No declaró acaso, la propia Angela Merkel, ante los militantes de su partido, la CDU, en mayo de 2011, que “en países como Grecia, España y Portugal, la gente no tendría que jubilarse tan pronto, en todo caso no antes que en Alemania2, y los asalariados tendrían también que trabajar un poco más, porque no es normal que algunos se tomen largas vacaciones cuando otros apenas tenemos asueto. Esto, a la larga, aunque se disponga de
Le Monde diplomatique Venezuela
una moneda común, no puede funcionar 3”? Otra prueba de esa convicción germana de que mientras el alemán trabaja los ribereños del Mediterráneo viven a la bartola4, la constituye la provocadora declaración, en Salónica, del ministro adjunto alemán del Empleo, Hans-Joachim Fuchtel, enviado a Grecia por Merkel para ayudar a restructurar los municipios griegos: “Los estudios demuestran –afirmó Fuchtel– que aquí se precisan tres griegos para hacer el trabajo que haría un solo alemán”. Y partiendo de semejante conclusión, el ministro recomendó el despido de miles de funcionarios locales... Los cuales, al día siguiente, se amotinaron y casi ajustician al cónsul alemán, Wolfgang Hoelscher-Obermaier, al grito de « ¡Linchemos a los nazis !5”... Más allá de los viejos clichés –“perezosos” contra “nazis” –, lo que está en juego es la salida de la crisis. Porque, a escala planetaria, las demás grandes economías, Estados Unidos y Japón, han vuelto al crecimiento mientras la UE sigue sumida en la recesión. De ahí que se cuestione más que nunca la “solución única” alemana, basada en la austeridad. Berlín sólo cree en la reducción de los déficits presupuestarios, en la disminución de la deuda soberana y, sobre todo, en la reforma laboral6. Esta “reforma” ha convertido Alemania en un verdadero “infierno social” para millones de asalariados que trabajan por menos de 5 euros por hora en un país que no posee salario mínimo7. Uno de cada tres empleos es precario. Y el número de “minijobs”, a menos de 400 euros al mes, se ha disparado. La población alemana es la que más sufre de este “modelo”; en Berlín, uno de cada tres niños vive bajo el umbral de pobreza... Pero es que, además, está de-
mostrado que la austeridad no funciona y es destructora. Cada mes que pasa, Europa, con ese remedio, se hunde más en la recesión. Los ajustes y los recortes sucesivos matan el crecimiento y tampoco permiten el desendeudamiento de los países. Ya no son sólo los Estados del sur y sus poblaciones quienes protestan contra las políticas de ajuste, a ellos se suman ahora, entre otros, los Países Bajos, Suecia, los socialdemócratas alemanes y la propia Comisión Europea que considera que “la austeridad ha alcanzado sus límites”. Sobre todo cuando las tesis “científicas” de los profesores Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, en las que se basaban las políticas de austeridad, se revelaron falsas; no se apoyaban en ninguna racionalidad económica8. Es hora, por consiguiente, de ir pensando en otras soluciones. Berlín y el “merkiavelismo9” pretenden que no las hay. Pero es fácil demostrar lo contrario. Por ejemplo, se le podría dar mucho más tiempo –como ya se está empezando a hacer– a los países europeos para alcanzar el célebre 3% de déficit presupuestario ; y también cuestionar esta absurda “regla de oro”... Habría que reducir el valor del euro, moneda demasiado fuerte para la mayoría de los países de la eurozona, y estimular de ese modo las exportaciones. Japón, segunda economía
del mundo, lo ha hecho bajo la dirección de su nuevo Primer ministro conservador Shinzo Abe, inundando la economía de liquidez (todo lo contrario de la austeridad)10, reduciendo en seis meses el valor del yen de 22%, mientras la tasa de crecimiento ha dado un espectacular salto adelante situándose en un 3,5% anual... Otra perspectiva: los 120 mil millones de euros previstos en el Pacto Fiscal que se firmó el año pasado para el “estímulo del crecimiento”... ¿Qué espera la UE para decidirse a gastarlos? ¿Y los 5 mil millones de euros disponibles de los ‘fondos estructurales europeos’? ¿Por qué no se utilizan? Con sumas tan colosales, ya presupuestadas, se podrían realizar grandes obras de infraestructura y dar trabajo a millones de desempleados... O sea un verdadero New Deal europeo o, como dice Peer Steinbrück, el candidato social-demócrata rival de Angela Merkel en las elecciones legislativas alemanas del próximo 22 de septiembre: “Necesitamos un auténtico Plan de desarrollo y de inversiones europeo para estimular un crecimiento sostenible. Porque lo que está en juego no es la estabilidad del euro, sino la estabilidad de todo nuestro sistema social y político. La injusticia social amenaza la democracia11”. Otra alternativa a la austeridad consistiría en imitar lo que hizo Berlín después de la reuni-
En cierto modo, esos alemanes están convencidos de que la crisis opone un Norte mayoritariamente protestante, trabajador, hacendoso, austero y ahorrador, a un Sur católico u ortodoxo, gandul, jaranero, vividor y rumboso
Berlín sólo cree en la reducción de los déficits presupuestarios, en la disminución de la deuda soberana y, sobre todo, en la reforma laboral
ficación en 1993 en beneficio de los Länder del este, creando un pequeño impuesto indoloro de 1%. A escala europea supondría un fondo de unos 200 mil millones de euros al año que no les vendría mal a los países en dificultad... Otra medida sería que la canciller Merkel se decidiese a aumentar los salarios en Alemania, con lo cual relanzaría el consumo interno, estimularía su propia economía (que con un crecimiento de apenas 0,1% el primer trimestre de 2013 ronda la recesión), aumentaría las importaciones procedentes de los demás países europeos y pondría así en marcha el motor del crecimiento en toda la Unión. Y ni siquiera abordamos aquí otras soluciones como sería sencillamente el abandono del euro y el retorno al Sistema monetario europeo, propuesto recientemente por Oskar Lafontaine, ex ministro de Finanzas alemán y fundador de Die Linke. Como vemos, las soluciones no “austeritarias” existen ¿a qué esperan los gobiernos para adoptarlas? l *Director de Le Monde diplomatique, España
3
Georg Diez, “Wir Technokraten mit Goethe unterm Arm”, Der Spiegel, Hamburgo, 11 de noviembre de 2011. http://www.spiegel.de/kultur/ gesellschaft/s-p-o-n-der-kritiker-wirtechnokraten-mit-goethe-untermarm-a-797175.html 2 Esta afirmación es errónea, según la propia prensa alemana, que cita las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la edad media de jubilación efectiva en Grecia (61,9), España (61,8) y Portugal (67) es semejante, o incluso superior, a la de Alemania (61,8). (Sven Böll y David Böcking, “Merkel’s Clichés Debunked by Statistics”, Der Spiegel, 19 de mayo de 2011. 3 Ibídem. http://www.spiegel.de/international/ europe/the-myth-of-a-lazy-southerneurope-merkel-s-cliches-debunkedby-statistics-a-763618.html 4 Según un sondeo, el 40% de los alemanes tacha a los españoles de ociosos o poco trabajadores». En el mismo sentido, los italianos reciben calificaciones semejantes a las de los españoles, mientras los griegos aún son peor calificados. Diario ABC, Madrid, 24 de abril de 2013. 5 AFP, 15 de noviembre de 2012. 6 Esta reforma del mercado del trabajo, es lo que se conoce generalmente como “reforma Schröder”, por el nombre del canciller social-demócrata Gerhard Schöder que las adoptó –“Agenda 2010” – en 2003-2005. Consiste esencialmente en abaratar los costes del trabajo, facilitar el despido, reducir las indemnizaciones para “flexibilizar” el mercado de trabajo en el sector de los servicios y dar mayor « competitividad » a la economía. O sea un desmantelamiento de los derechos laborales. 7 En el campo, millones de rumanos y de búlgaros son empleados a 3 o 4 euros la hora... 8 El País, Madrid, 26 de abril de 2013. 9 Concepto propuesto por el sociólogo alemán Ulrich Beck. Léase Le Nouvel Observateur, Paris, 16 de mayo de 2013. 10 A pesar de que la deuda de Japón representa el 245% de su PIB... 11 Le Monde, Paris, 17 de mayo de 2013. 1
4 Le Monde diplomatique Venezuela
Caracas • mayo-junio de 2013
Lograr la unión de los doce países de América del Sur y liberarlos de la tutela norteamericana: en Brasil como en otros países de la región, el proyecto de integración cuenta con la aprobación de todos, o casi todos: empresarios y sindicalistas, movimientos sociales y altos funcionarios, este consenso apunta a la emergencia de una nueva hegemonía regional, esta vez en América del Sur
La construcción de un bloque sudamericano
Brasil hace suyo el
Caracas • mayo-junio de 2013
política petrolera
venezuela
Año V. Número 42. Caracas, mayo-junio de 2013
Los recursos naturales
desde la perspectiva sudamericana La Secretaría General de la Unasur, a cargo
el 20% de las reservas probadas de petróleo
del venezolano Alí Rodríguez Araque,
de todo el mundo, así como de otros valiosos
cumpliendo con el mandato de la VI Reunión
recursos naturales.
Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de
Por Venezuela, participaron el economista
Estado y de Gobierno de la Unasur celebrada
Asdrúbal Baptista y el embajador ante la
en noviembre de 2012, en Lima, convocó
OPEP Bernard Mommer, quien destacó que
a la Conferencia de la Unión de Naciones
“esta Conferencia responde a una iniciativa
Suramericanas sobre Recursos Naturales
y una preocupación de muy larga data de su
y Desarrollo Integral de la Región. Ésta se
Secretario General”. Por la importancia del
llevó a cabo en Caracas entre los días 27 y 30
tema planteado por estos dos estudiosos de la
de mayo pasado. El objetivo de esta primera
política petrolera y su utilidad para los demás
reunión, en la que debatieron expertos y
países de Unasur, dueños de este importante
representantes de la Unasur, fue el de iniciar
recurso consideramos de gran utilidad para
la formulación de una estrategia continental
el debate y la consolidación de la soberanía
en una región que abarca 17 millones de
petrolera de Venezuela y América Latina la
kilómetros cuadrados y donde se encuentran
reproducción de estas dos conferencias.
Caracas • mayo-junio de 2013
diplomatique Venezuela 10 Le Monde política petrolera
Recursos naturales y soberanía
De la soberanía permanente a la soberanía arbitrada1 Por Bernard Mommer*
E
*Embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante la OPEP. Esta ponencia fue presentada en la Conferencia de la Unasur sobre Recursos Naturales y Desarrollo Integral de la Región, que se llevó a cabo en Caracas, entre el 27 y 30 de mayo de 2013.
s para mí un honor y un placer muy especial poder participar en esta Conferencia de UNASUR sobre Recursos Naturales y Desarrollo Integral de la Región. Es un honor haber sido invitado a dar una ponencia ante un público tan excepcional como el presente; y es un placer particular, ya que esta Conferencia responde a una iniciativa y una preocupación de muy larga data de su Secretario General, doctor Alí Rodríguez Araque. Conocí a Alí Rodríguez en Caracas, en junio de 1970, a los pocos días de haber llegado a Venezuela. Ya en nuestra primera conversación caímos en el tema petrolero. Para él, político apasionado, profundamente comprometido con su país – un país petrolero – este tema era de máxima importancia, y en ningún momento lo ha dejado de tener en la mira. Yo, un simple aficionado de la economía política, me entusiasmé con el mismo y terminé convirtiéndome en un especialista de lo que he llamado la cuestión petrolera. Alí Rodríguez y yo nunca dejamos de comunicarnos, unidos por un compromiso común y, finalmente, por lazos de amistad. Tuve el honor de acompañar a Alí Rodríguez como asesor cuando se convirtió en el Presidente de la Comisión Permanente de Energía y Minas de la Cámara de Diputados en 1994. Le seguí asesorando cuando el presidente Hugo Chávez lo nombró Ministro de Energía y Minas en 1999, y cuando se convirtió en el Secretario General de la OPEP en 2001 y, finalmente, en 2002, cuando el presidente Hugo Chávez lo nombró Presidente de Petróleos de
Venezuela. Hoy tengo el gran placer de volver a acompañarlo en esta Conferencia, en la cual se plantea la problemática de los recursos naturales desde la perspectiva del Continente Suramericano. Por otra parte, en 1976 conocí en Mérida al profesor Asdrúbal Baptista, ya entonces un destacado estudioso de la economía política clásica, con la particularidad de que buscaba aplicarla a la economía venezolana o, para ser más preciso, a la economía no petrolera de un país petrolero. Rápidamente entendimos que estábamos trabajando las dos caras de la misma moneda: el origen y el destino de la renta petrolera; y nos convencimos que no hay manera de entender propiamente una de ellas, sin entender la otra. De manera que nuestras ponencias aquí deben considerarse como complementarias. Frente a este público tengo que aclarar que mi conocimiento y mi experiencia del tema planteado, en buena medida se limitan al petróleo y, en cuanto a países, a Venezuela y los demás países petroleros. Sin embargo, he hecho mis mejores esfuerzos para resumir dichos conocimientos de forma que sirvan de alguna manera como contribución al tema más general planteado en esta Conferencia.
Los recursos naturales en las ciencias económicas modernas Primero quisiera comentar el tema de los recursos naturales y el desarrollo del capitalismo desde el punto de vista de las ciencias económicas modernas, volviendo brevemente a sus raíces en la economía política del siglo XVIII y XIX. Al inicio se encontraba la
escuela francesa de los fisiócratas, los que conocían – hablando el lenguaje de hoy – solamente dos factores de producción: tierra y trabajo. A los fisiócratas les siguió la escuela inglesa, que ya conocían tres factores de producción: capital, tierra y trabajo. De esta última escuela surgieron luego las ciencias económicas modernas, con las cuales los factores de producción han vuelto a reducirse a dos: capital y trabajo. La tierra ya no tenía espacio propio en las ciencias económicas del presente. Veamos cómo se produjo esta reducción, limitándonos estrictamente a la perspectiva que nos interesa aquí. Adam Smith, en su obra principalísima, La Riqueza de las Naciones (1776), sostenía que los terratenientes como clase ejercían un poder monopólico suficiente para imponer una renta de la tierra monopólica, por lo menos en el caso del producto principal de la época, los cereales, lo que explicaba en buena parte su carestía. Cuarenta años más tarde, David Ricardo, en los Principios de Economía Política y Tributación (1817), desde la primera página de su Introducción empezó a polemizar sobre este punto con Smith. Ricardo sostenía que la fuerza de la competencia anularía el monopolio de propiedad
de la clase de los terratenientes, de manera que la renta de la tierra sólo consistiría de rentas diferenciales (lo que hoy llamamos precisamente rentas ricardianas). En consecuencia, la nacionalización de la tierra no provocaría ninguna baja de los precios de los cereales; en cambio, el Estado sí podría gravar la renta de la tierra sin consecuencia en cuanto a la oferta, ya que la competencia forzaría a los terratenientes a conformarse con el remanente. El capital y el trabajo se beneficiarían entonces de una baja correspondiente en sus niveles impositivos. Para Ricardo, el capitalismo ya había sometido la tenencia de la tierra a sus leyes, y no faltaba más. La libre competencia y los impuestos de alguna manera terminarían por convertir a los recursos naturales en un don libre de la naturaleza, a la libre disposición del capital. El producto, en definitiva, se lo dividirían el capital y el trabajo. Pero cabe añadir unas palabras sobre la minería (y el petróleo), no sólo por su importancia en el comercio internacional, sino porque en este caso, la propiedad pública ha jugado un papel de primera importancia. Las razones fueron expuestas, con elocuencia
Para Alí Rodríguez, político apasionado, profundamente comprometido con su país –un país petrolero– este tema era de máxima importancia, y en ningún momento lo ha dejado de tener en la mira
Caracas • mayo-junio de 2013
política petrolera
Le Monde diplomatique Venezuela 11
Con Asdrúbal Baptista, rápidamente entendimos que estábamos trabajando las dos caras de la misma moneda: el origen y el destino de la renta petrolera; y nos convencimos que no hay manera de entender propiamente una de ellas, sin entender la otra francesa, por el Conde de Mirabeau a la Asamblea Nacional francesa, en 1791, cuando se discutió la primera Ley de Minas emanada de la Revolución Francesa. Él arguyó de manera convincente que entre más profundas fueran las minas, más absurdo sería identificar los derechos de propiedad sobre la superficie con los derechos de propiedad sobre los yacimientos mineros. Por consideraciones eminentemente prácticas, convenía tratarlos por separado. Estos minerales se debían declarar de propiedad pública – y de utilidad pública, para garantizar su libre acceso por la superficie – para luego asignar los derechos de su exploración y explotación a las compañías mineras mediante concesiones. En la minería, el ideal capitalista de los recursos naturales como don libre de la naturaleza se cumpliría entonces a la perfección, en tanto que el Estado tendría todos los derechos sobre la renta de la tierra. Pero ésta nunca se manifestaría bajo otra forma que de impuestos (por tratarse del Estado), y el capital y el trabajo se beneficiarían de una reducción correspondiente en sus gravámenes. Las ciencias económicas modernas adoptaron la posición de Ricardo y, de hecho, la generalizaron. Suponen que en condiciones de competencia perfecta la propiedad en general no importa; sólo importan los costos. Y los recursos naturales, por definición, no tienen costos (son medios de producción no producidos, para usar la terminología de Piero Sraffa). De manera que en las ciencias económicas modernas, los recursos naturales no tienen cabida; en cambio, el capital y el trabajo sí tienen costos de producción. Para la ciencia económica, si la propiedad interviene en la formación de precios, lo hace como una manifestación de
competencia imperfecta, de cárteles y monopolios.
Los recursos naturales y la economía internacional En realidad, toda esta discusión se desarrolló en un ambiente nacional, y las soluciones sugeridas para superar la tenencia de la tierra como obstáculo al desarrollo capitalista siempre tuvieron carácter de nacionales. Empero, supongamos que un recurso natural se explote en función del comercio internacional; y supongamos que el recurso natural sea de propiedad pública y el Estado del país exportador siga la receta indicada por Ricardo; es decir, el Estado recauda las ganancias extraordinarias correspondientes. En estas circunstancias, el Estado exportador recauda una renta de la tierra internacional, de la cual se beneficiarán sus propios ciudadanos – además que éstos siempre disfrutarán en el mercado doméstico del recurso natural como un don libre de la naturaleza– y no los ciudadanos del los países importadores (para los cuales la situación genera resultados similares a los que se producirían si los recursos fueran de propiedad privada). En otras palabras, si bien el capitalismo logró superar de alguna manera el obstáculo de la renta de la tierra dentro de sus fronteras nacionales respectivas, éste no fue el caso en el ámbito internacional. La división de la faz de la tierra en Estados nacionales, territoriales, en el siglo XX hizo resurgir el problema, con el agravante de que los Estados como terratenientes tienen toda la pretensión de ser soberanos. La respuesta del capitalismo internacional, no puede sorprendernos, fue buscar vías y medios para limitar los derechos soberanos de los países exportadores en cuestión.
De la soberanía permanente a la soberanía arbitrada Medio Oriente, África y Asia La solución más radical en este sentido fue el colonialismo, el cual negaba a estos países, simple y llanamente, todos sus derechos soberanos. En segundo lugar, vinieron los arreglos con gobiernos locales débiles, a los cuales se les impusieron contratos de concesión en los que no sólo se fijaron los pagos que podrían corresponder a la renta de la tierra, sino también los impuestos generales (los cuales se congelaron por la duración de las concesiones, usualmente cincuenta años o más). En caso de desavenencias entre las concesionarias y el Estado, éstas habrían de dirimirse mediante arbitrajes internacionales, sobre la base de los “principios generales del derecho de las naciones civilizadas”. La reacción de los países afectados, después de la Segunda Guerra Mundial y en el contexto de las Naciones Unidas, consistió en reclamar su ‘soberanía permanente’. El fundamento de esta postura era la idea que la soberanía no era enajenable en una relación contractual con un ente privado. América Latina En América Latina, la situación fue un tanto diferente, ya que nuestro proceso de descolonización fue más temprano aunque sí hay casos excepcionales; el más importante entre ellos, probablemente, es el caso de Las Malvinas que sigue enfrentando Argentina con Gran Bretaña. No obstante, en general, con la descolonización se llegó a aplicar la ‘Doctrina Calvo’, doctrina ésta que exigía que los
inversionistas extranjeros, en casos de desavenencias, tenían que agotar las instancias jurídicas locales. Así, por ejemplo, las concesiones petroleras en Venezuela, desde el principio, estuvieron sujetas a la legislación y jurisdicción nacionales, excluyéndose expresamente la intervención diplomática extranjera. No obstante, estas concesiones revestían originalmente la forma de contratos, y comprometían también a los impuestos generales por toda su duración (de entre treinta y cincuenta años). Cuando el Estado venezolano posteriormente intentó imponer aranceles de importación a las petroleras, éstas recurrieron a la Corte Federal y de Casación venezolana la cual, por lo general, falló a su favor. Sin embargo, Venezuela aprovechó la Segunda Guerra Mundial –cuando el petróleo venezolano tuvo una importancia absolutamente extraordinaria– para obligar a las compañías a aceptar lo que se conoce como la Reforma Petrolera de 1943. El otorgamiento de las concesiones se convirtió en un acto administrativo, del derecho público, y si bien las rentas y regalías acordadas se reconocieron como inherentes al título de concesión, las concesionarias tuvieron que reconocer explícitamente el carácter soberano de los impuestos generales. De hecho, este mismo año entró en vigencia la primera Ley de Impuesto sobre la Renta (Ingreso) venezolana. En aquel momento, el nivel de rentas y regalías en Venezuela era esencialmente el mismo que prevalecía en las tierras marginales en EEUU –país donde prevalece la propiedad privada mineral– y, además, las concesionarias pagaban un impuesto sobre la renta (ingreso) a la misma tasa efectiva que en los EEUU. Aún así, el petróleo después
Para Ricardo, el capitalismo ya había sometido la tenencia de la tierra a sus leyes, y no faltaba más. La libre competencia y los impuestos de alguna manera terminarían por convertir a los recursos naturales en un don libre de la naturaleza, a la libre disposición del capital. El producto, en definitiva, se lo dividirían el capital y el trabajo
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de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una prodigiosa fuente rentística internacional, y Venezuela se convirtió en el país petrolero por excelencia. En cambio, en los EEUU, la carga que representaba la renta de la tierra en la producción petrolera nacional para el capital y el trabajo nacionales, se vio mitigada por la creciente importancia de las tierras públicas en la producción petrolera estadounidense. Pero las compañías mineras no se dieron por vencidas, ni en Venezuela, ni en otros países de América Latina. Siempre presionaron por arreglos que limitaran los derechos soberanos en materia impositiva. En Venezuela, este propósito constituyó el trasfondo del arreglo fifty-fifty, llamado así porque la suma de las rentas y regalías y el impuesto sobre la renta (ingreso) equivalía al cincuenta por ciento de las ganancias brutas. Implementado en 1948 por una reforma a la Ley de Impuesto sobre la Renta, las compañías lo aplicaron voluntariamente de forma retroactiva a los años 1946 y 1947, con lo cual buscaban simular la existencia de un acuerdo mediante el cual una tasa determinada del impuesto sobre la renta supuestamente formaría parte, al igual que las rentas y regalías, de los derechos inherentes al título de concesión. Sin embargo, los niveles impositivos venezolanos eran muy bajos, si se toma en cuenta que los yacimientos venezolanos eran mucho más productivos que los estadounidenses. En otras palabras, existía una renta ricardiana muy alta a favor del petróleo venezolano. Pero cuando en diciembre de 1958 el gobierno venezolano se atrevió a subir el impuesto sobre la renta por encima del nivel estadounidense, la Exxon –la cual producía entonces el 50% del total nacional– formó un gran escándalo, reclamó lo que consideraba una lesión a sus ‘derechos adquiridos’ y exigió que el Estado venezolano negociara con las concesionarias tal reforma legislativa. Y, desde luego, amenazó con represalias, las que se materializaron finalmente en que el gobierno estadounidense limitara el acceso del petróleo venezolano al mercado estadounidense, al no dar a Venezuela ningún trato especial tras la adopción de un sistema de
Y los recursos naturales, por definición, no tienen costos (son medios de producción no producidos, para usar la terminología de Piero Sraffa). De manera que en las ciencias económicas modernas, los recursos naturales no tienen cabida cuotas de importación. La “revolución de la OPEP” Entre todos los países miembros de la OPEP (fundada en 1960 para defender la renta por barril amenazada por la tendencia a la baja de los precios internacionales del petróleo), Venezuela era el único país cabalmente soberano en materia petrolera. Los demás países miembros seguían con sus contratos de concesión sujetos al arbitraje internacional sobre la base de los “principios generales del derecho de las naciones civilizadas”. Y no sólo figuraban las rentas y regalías dentro de estos contratos, sino también los impuestos generales; en particular, figuraba allí un impuesto sobre la renta mediante el cual se definía un reparto fifty-fifty de la ganancia bruta. Pero la productividad natural de los yacimientos en estos países era, a su vez, un múltiplo de la de Venezuela, y la renta ricardiana en comparación con los yacimientos de EEUU era simplemente fabulosa. De allí que, a lo largo de los años 1960, todos estos países negociaran con las concesionarias un aumento de los niveles impositivos, con cierto éxito. Pero con el cambio favorable de la coyuntura en el mercado mundial del petróleo a principios de los años 1970, los éxitos se volvieron mayúsculos e irrumpieron en los titulares de la prensa internacional: el mundo se enteró así de los Acuerdos de Nueva York, de Teherán, de Trípoli, de Lagos. Sin embargo, nunca hubo necesidad de un ‘Acuerdo de Caracas’, porque la soberana Venezuela no negociaba, sino que legislaba. Finalmente, en diciembre de 1973, en circunstancias extraordinarias, todos los países miembros de la OPEP pusieron fin a las negociaciones. Ya no argüirían por una ‘soberanía permanente’, un derecho permanente de renegociar, sino que simplemente establecieron
sus derechos soberanos de legislar en esta materia, siguiendo el ejemplo venezolano. Tratados bilaterales de inversión El desenlace de la ‘Revolución de la OPEP’ fue la nacionalización de las concesionarias. Nunca más estas compañías transnacionales volverían a tener la importancia que tuvieron antes. Fueron derrotadas, y ya no pudieron cumplir con su papel de defender los intereses de los países consumidores. En efecto, al enfrentarse a la renta de la tierra, estas compañías no sólo defendían sus ganancias extraordinarias, sino también los intereses que los países consumidores tenían en rentas de la tierra más bajas. Con su derrota, los poderosos países consumidores tuvieron que asumir directamente la defensa de sus intereses, y lo hicieron con un éxito notable. Así, por ejemplo, a una distancia de apenas veinte años de la Revolución OPEP , en 1993, Venezuela ratificó el primer tratado bilateral de inversión (TBI) con Holanda, con el cual se concedió a los inversionistas holandeses en Venezuela el derecho de ir al arbitraje internacional en contra de la República, si así lo desearan; y, desde luego, los inversionistas venezolanos en Holanda podrían ir al arbitraje internacional en contra del Reino de Holanda. Obsérvese que formalmente no eran los inversionistas los que exigían el arbitraje internacional, sino que los gobiernos ofrecieron, unilateral e incondicionalmente, tal posibilidad. Los inversionistas, venido el caso, todo lo que tienen que hacer, es mandar una carta al gobierno respectivo mediante la cual comunicarían su disposición de aceptar tal oferta, para iniciar entonces el procedimiento correspondiente al arbitraje
internacional. Los inversionistas, en cambio, no consintieron al arbitraje en su contra: no eran partes de tal Tratado. Los Estados, por definición, siempre son los demandados, y los inversionistas los demandantes. Ahora bien, el detalle que más nos interesa aquí es la definición del término ‘inversiones’ en este TBI: “El término ‘inversiones’ comprenderá todos los tipos de activos y, de manera más particular pero no exclusiva: …derechos otorgados bajo el derecho público, incluyendo derechos para la prospección, exploración, extracción y explotación de recursos naturales”.11 De manera que el más elemental de todos los actos soberanos, la disposición sobre el territorio nacional y sus partes integrantes, se sujetó al arbitraje internacional. Y en cuanto al carácter bilateral de semejante tratado, no nos equivoquemos: es tan bilateral como una puerta oscilante sin llave. Una empresa califica como holandesa por la legislación holandesa, y de acuerdo con ésta todo lo que se requiere es un apartado postal en Holanda y un bufete cualquiera de abogados que se ocupe de cumplir con los requisitos mínimos de la ley holandesa. Así, en Venezuela se han presentado como inversionistas holandeses la italiana ENI; las estadounidenses Conoco, Chevron y ExxonMobil; la china CNPC, la noruega Statoil, y hasta la Royal Dutch-Shell. Si bien por causas circunstanciales Venezuela denunció el Tratado Holandés en 2008, en este momento siguen vigentes veintitrés TBIs. El último se ratificó en 2009, con la Federación Rusa. En la definición de lo que califica como ‘inversión’, se incluye: “Derechos conferidos por la legislación… para llevar a cabo actividades comerciales relacionadas, en particular, pero no exclusivamente, a la exploración, al desarrollo, a la extracción y a la explotación de recursos naturales”.22 En otras palabras, con los TBIs se repudió, de manera radical, la Doctrina Calvo de antaño. De cierta manera, la Doctrina Calvo ahora está funcionando al revés. En los años 1990, el gobierno venezolano favoreció a unas empresas privadas nacionales, venezolanas, como inversionistas en el sector petrolero.
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Pero todas ellas –y me atrevo a decir, sin excepción– jurídicamente se convirtieron en seguida en empresas extranjeras, con una nacionalidad que corresponde a uno de los veintitrés TBIs vigentes. Unasur En los países que conforman UNASUR están actualmente vigentes 266 TBIs, y en la abrumadora mayoría de los mismos la definición de lo que es una ‘inversión’ cubierta por el tratado respectivo incluye el derecho de acceso a los recursos naturales. Pero sí hay una excepción, un país miembro que no ha ratificado ni un solo TBI, ni tratado multilateral parecido, que escapa así –¿todavía – a la soberanía arbitrada: Brasil. Y no es que el gobierno de Brasil no haya negociado y firmado unos cuantos de estos tratados, pero el poder legislativo nunca los aprobó. Así, de manera semejante a lo que ocurrió en los libros de texto de economía, con los TBIs desaparecieron de vista los recursos naturales. El Estado otorgante de los derechos de acceso a tales recursos, se subordinó al capital de una forma tan contundente que cualquier controversia entre las dos partes se califica de disputa de inversión. Más aún, si se llega a una controversia, la falta tiene que ser del Estado: el Estado, sistemáticamente, es el acusado, mientras que el inversionista sólo defiende sus legítimos intereses. El régimen fiscal Desde luego, de lo que se trataba en última instancia, era convertir a los recursos naturales en dones libres de la naturaleza, cambiar su estatus de una propiedad nacional a una propiedad global, a la libre disposición del capital internacional. También en este respecto, la ‘Revolución de la OPEP’ obligó a los países consumidores a repensar la situación. El liderazgo lo asumió –una vez más– Gran Bretaña, implementando un novísimo régimen fiscal en la más importante de las
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En caso de desavenencias entre las concesionarias y el Estado, éstas habrían de dirimirse mediante arbitrajes internacionales, sobre la base de los “principios generales del derecho de las naciones civilizadas provincias petroleras que surgieron en los años 1970, que era precisamente el Mar del Norte Británico. Primero se aplicó un nuevo concepto de renta ricardiana. Ésta se determinaría ahora por una contabilidad especial que se extendería sobre la vida útil de la licencia (concesión), mediante la cual, antes de recaudar ganancias extraordinarias, siempre se le daría al licenciatario (concesionario) la oportunidad de invertirla primero y así, entonces, no tener que pagar el impuesto a la ganancia extraordinaria. Más aún, si en años posteriores surgieran pérdidas, entonces el gobierno británico devolvería al licenciatario lo que, en retrospectiva, había pagado de más. Segundo se atacó de frente a la renta monopólica que, en las industrias extractivas, era particularmente fácil de determinar por su forma: una regalía usual de un octavo. La regalía se eliminó por completo en el transcurso de veinte años. De manera que en Gran Bretaña, los yacimientos menos productivos llegaron a no pagar ni rentas ni regalía, ni tampoco impuestos a la ganancia extraordinaria. El recurso natural era simplemente un don libre de la naturaleza. Los países consumidores y sus instituciones internacionales correspondientes propagaron este régimen fiscal a lo largo y ancho de todos los países productores, exportadores o no, con ciertas variaciones de acuerdo con las circunstancias del país en cuestión. En Venezuela, por ejemplo, a mediados de la década de los noventa
Para la ciencia económica, si la propiedad interviene en la formación de precios, lo hace como una manifestación de competencia imperfecta, de cárteles y monopolios
surgieron convenios de asociación, en los cuales se acordó una regalía variable hacia abajo, hasta un mínimo de uno por ciento, de acuerdo con las expectativas de los asociados –la compañía petrolera nacional y los inversionistas extranjeros– en cuanto a la tasa interna de retorno (TIR). Este mecanismo se activaría con la expectativa de una TIR menor al 20%. Además, desde los años 1990, la compañía petrolera nacional venezolana escapó a la tradicionalmente exclusiva jurisdicción nacional y se sometió al arbitraje internacional en caso de desavenencias con sus socios privados. De manera que estos socios no sólo tienen el derecho a demandar al Estado en tribunales internacionales de arbitraje, de acuerdo con los TBIs correspondientes, sino además a su socio estatal de acuerdo a los convenios de asociación suscritos. Ello, desde luego con la misma intención, de comprometerlo con un régimen fiscal diseñado con el propósito de minimizar la renta petrolera fiscal, de maximizar la inversión primero y la tasa de ganancia después y, por ende, de maximizar la producción. El atractivo para los consumidores globales de dichos regímenes fiscales es muy claro: los precios terminarían siendo menores por no cargar con un componente rentístico. l
Ley Aprobatoria del Convenio para el Estímulo y Protección Recíproca de las Inversiones entre la República de Venezuela y el Reino de los Países Bajos, Gaceta Oficial, 6 de agosto de 1993. 2 Ley Aprobatoria del Acuerdo entre el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y el Gobierno de la Federación de Rusia sobre la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, Gaceta Oficial, 2 de junio de 2009. 1
Conclusiones En su forma más elemental, la soberanía se reduce al poder y, en consecuencia, al derecho a otorgar o negar el acceso al territorio nacional y sus diversos componentes. No existe otra manera de posesionarse de un lote de tierra o de un componente particular del territorio nacional que no sea a través del poder soberano. Una vez otorgados tales derechos de acceso, sin embargo, éstos todavía están sujetos al derecho del dominio eminente del soberano, incluso en el caso extremo cuando tales derechos se revistan con la forma de la propiedad territorial privada. Y el dominio eminente se define por el derecho a gravar, regular, supervisar y anular el derecho concedido a los particulares de acuerdo, desde luego, a las reglas definidas por la legislación de la comunidad soberana. Sin embargo, con el desarrollo internacional del capitalismo y la creciente importancia de los recursos naturales en el comercio internacional, ni el capital internacional ni los gobiernos de los países de donde éste proviene estaban dispuestos a reconocer semejantes derechos soberanos, y particularmente mucho menos la soberanía impositiva. La política correspondiente era negarlos, en diferentes grados según la situación existente, y la situación actual es de soberanía arbitrada. Concluyendo, quisiera expresar mi convicción que esta Conferencia de la Unión de Naciones Suramericanas sobre Recursos Naturales y Desarrollo Integral de la Región es muy oportuna, y de gran importancia. Pero el hecho fundamental a tomar en cuenta en la formulación de una política común correspondiente – con la sola excepción del Brasil – es la soberanía arbitrada, un legado de los últimos treinta años a la sombra del neoliberalismo globalizador de los recursos naturales. Frente a este hecho, a mi modo de ver, la respuesta tiene que consistir en un conjunto de principios comunes en cuanto a lo que es negociable, y lo que no lo es, y el desarrollo de una legislación correspondiente a nivel nacional. ‘No’ es muchas veces la mejor respuesta en las negociaciones, pero también muchas veces es la más difícil; el ‘sí’ debería basarse en un análisis sólido de la sede institucional de la administración de los recursos naturales de propiedad pública, si tal sede todavía existe; y si ya no existe, el punto de partida debería ser su recuperación y reconstrucción. l
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Hombre, naturaleza e historia
Reflexiones desde América Latina Por Asdrúbal Baptista* 1
*Economista, profesor universitario en la Universidad de Los Andes. Fue presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas. Su producción intelectual se centra en el tema petrolero y la propiedad de la tierra.
No es esta ocasión una más en la práctica establecida de seminarios, encuentros y conferencias que hoy abarrotan la vida cotidiana de cualquier país, de cualquier espacio público urbano. Nos congrega, estimados amigos, una materia de enorme significación. Vamos a hablar del mundo moderno en una de sus más críticas y controversiales franjas, y no nos importe en el comienzo que esta franja, muchas veces, nos pase inadvertida. Vamos a hablar de nosotros. Vamos a hablar de América Latina. Vamos a hablar de los países y espacios políticos que conforman esta región del mundo. Por beneficio del rigor del tiempo que me ha sido adjudicado, resulta imperativo que se obvien numerosos antecedentes que servirían de fácil introducción y de estímulo para preparar el ánimo frente a lo que habrá de plantearse. Por fuerza debemos movernos directamente a lo que nos concierne esta mañana, acompañados, eso sí, de la certeza de que la tarea que tenemos entre las manos toca cuestiones y asuntos ciertamente decisivos para nuestra historia colectiva, y en especial para los tiempos por venir. Por fuerza habré de expresarme con un nivel de abstracción que podrá siempre entenderse como innecesario, o lo que sería peor, como pretencioso. Tengan la seguridad de que esto último no está jamás en mi intención. La razón para proceder así se halla en la necesidad de asentar ciertos principios con toda la generalidad posible, de modo de dejarlos firmes y tan sólidamente establecidos como yace en mi capacidad hacerlo. Por suerte para el curso de mi exposición, Bernardo Mommer bajó ya a tierra esos
principios con un caso excepcional de la historia latinoamericana, a saber, el petróleo venezolano. De modo que mi tarea de generalizar está preparada de la mejor manera que era posible.
2 El mundo moderno, este mundo del que formamos parte no pocas veces a nuestro despecho y con nuestras más sentidas resistencias interiores, descansa sobre unas convicciones que son resultado de complejas marchas históricas y amalgamas de tradiciones. El gran pensamiento, base de toda acción liberadora, y que en cuanto pensamiento grande e incisivo se lo reconoce como crítico por diferenciador y por radical en cuanto no admite ni soporta juicios o visiones unilaterales, consiguió en cierto momento excepcional de la historia plasmar esas convicciones en postulados o presupuestos que no hay necesidad de nombrar a cada rato para que estén allí, cumpliendo su papel siempre a la distancia de la mirada incluso más desprevenida. Tres de esos postulados o convicciones sostienen el edificio del mundo que habitamos. El primero de ellos, de la más inmensa significación, alguien logró escribirlo así: la raíz del hombre es el hombre mismo (Marx, 1844, CWME, III: 3.182). De lo que se siguen numerosas conclusiones, pero valga la más decisiva, que cumple entonces el papel de segundo postulado. El hombre, nosotros, cada uno de ustedes, tiene por necesidad que producirse a sí mismo en cada instante. Esas acciones, individuales de apariencia, contempladas sin embargo en su conjunto es la historia: los seres humanos hacemos nuestra historia, esto es, al producirnos hundimos nuestras raíces en el suelo de la
historia que creamos. Ese hacer de la historia, nuestro continuo quehacer, es la acción humana por excelencia, en una sola palabra, es el trabajo humano, al que todo finalmente se remite (Marx y Engels, 1844, 1845, CWME, V: 5.41-43; Adam Smith, 1776 (1976), Introduction; Heidegger, 1976:255). Resta el tercer postulado. Raíces de nosotros mismos como somos; capaces de producirnos continuamente por nuestra acción creadora, nos condiciona sin embargo el hecho invencible de que por sobre todo somos seres naturales (Marx, 1844, op.cit., III: 3.336), que formamos parte inseparable de la naturaleza, de la tierra sus minas y yacimientos, de los bosques, del aire y de las aguas, esto es, que necesitamos de ella, que ella nos es sencillamente imprescindible. Una limitación, pues, nos acompaña igualmente de raíz en nuestra acción de auto-producirnos: sin la naturaleza, sencillamente no podemos ser. El gran pensamiento que yace en el origen de nuestra comprensión del mundo moderno, por fuerza de como son las cosas en el orden del pensar, mal podía agotar las posibilidades de toda explicación y entendimiento. Se necesita que el pensar sea vacío de contenido descriptivo, o que sea de índole extra-humana, para que agote todos los extremos históricos. Por lo
demás, no estará de más repetirnos que su genuina grandeza reposa, a decir verdad, en su capacidad metodológica de iluminar las nuevas realidades que el curso histórico vaya trayendo consigo, antes que en cubrir o abarcar a priori todo lo posible. La pretensión de alcanzar o poseer esto último, en sus infinitas variedades, es el dogmatismo que paraliza y enceguece. Contemplado en la distancia, aquel gran pensamiento, en sus orígenes o en quienes de él hicieron pronto uso, colocó su pivote mayor sobre un elemento que a la postre llevó, así lo creo, a serias limitantes, muy en lo particular si se tiene en la mira a América Latina y sus circunstancias históricas particulares. Dando por sentado la incomparable capacidad de discernimiento que ese pensamiento facilita, resulta justo decir que dicho pivote se colocó, por razón de la conjunción de los dos primeros postulados, en el poder creativo del trabajo, que se admite, y con recto criterio, es el lado activo de lo humano. De allí que el curso de la historia pueda verse, primordialmente, como la sucesión de regímenes que caracterizan la vida de las sociedades, desde la más remota antigüedad hasta el actual régimen planetario del capital, sólo en función de las diversas maneras
Tres de esos postulados o convicciones sostienen el edificio del mundo que habitamos. El primero de ellos, de la más inmensa significación, alguien logró escribirlo así: “la raíz del hombre es el hombre mismo” (C. Marx)
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La historia intelectual de cómo se aborda esta cuestión de la propiedad sobre los objetos naturales, o brevemente, de la propiedad territorial, no podemos reconstruirla hoy en detalles finos como se ha organizado socialmente la prestación del trabajo, o de la fuerza de trabajo si se quiere ser más riguroso. Fue así como pudo entonces escribirse, en un momento estelar del pensamiento universal, que la solución al enigma de la historia yace en la cuestión de la propiedad privada”, dándose por sentado que esa propiedad privada, acerca de la cual se habla es, por excelencia, la referida a los frutos del trabajo. La apropiación de la naturaleza, valga decir en concreto, de la tierra, las minas, los bosques y las aguas, hecho más que incuestionable de la práctica histórica, y para nosotros tan importante, a decir verdad en este esquema terminó por ser una suerte de residuo conceptual, al que puede sin ningún daño ni reparo dejárselo de lado. La historia intelectual de cómo se aborda esta cuestión de la propiedad sobre los objetos naturales, o brevemente, de la propiedad territorial, no podemos reconstruirla hoy en detalles finos (véase Asdrúbal Baptista, 2011b, esp. apéndice cap. 2). Bástenos decir, que por esos giros extrañísimos del pensar el gran pensamiento crítico tanto como el pensamiento liberal arriban a un terreno donde lucen tan semejantes que todo parece un desvarío del intelecto. El uno y el otro niegan la propiedad territorial, por razones muy diferentes, pero llegar a estas últimas es materia de una reflexión que no podemos hoy abordar. Este estado de cosas no pudo repararlo América Latina. Nuestras concepciones siempre estuvieron a la zaga de los límites a los que el gran pensamiento había arribado, y no se vea en esto desmedro alguno por quienes cumplieron tareas magníficas entre nosotros. La relación con el régimen mundial del capital no nos fue dada plantearla, dada nuestra más característica especificidad, con genuina y creativa autonomía. El gran pensamiento liberal, clara
expresión del omniabarcante mundo del capital, hizo dos cosas notables en relación con la naturaleza. La primera fue la de anular toda diferencia entre la naturaleza en cuanto medios de producción que no se producen en sentido estricto y el capital en cuanto agregado de los medios de producción en efecto producidos. Se ocultaba así para los ojos profanos o hasta no profanos, la especificidad de las minas, de las aguas, de los bosques. Todo es capital , escribirá un reputado economista a mediados del siglo XIX: “capital-tierra, capitaltrabajo, capital-capital” (Léon Walras, (1926), 1965: 215-216). Pero los nombres pueden no importar demasiado. Lo verdaderamente sustantivo es la propiedad y sus consecuencias materiales. Y aquí viene la segunda gran cosa del gran pensamiento liberal. Una vez más, la pluma de un distinguido autor cumplió su tarea. Escribió él así: “El principio de la propiedad no puede aplicarse a lo que no es el producto del trabajo, o lo que es igual, a los productos brutos de la tierra…”. Más aún, “Es un acto de la mayor injusticia dejar que determinados individuos acaparen los dones de la naturaleza…”. En suma, “El ‘carácter sagrado’ de la propiedad no puede atribuirse en el mismo grado a la propiedad territorial”. De aquí se seguirá, como extrema consecuencia, una radical “subordinación de los derechos de los terratenientes a la política general del Estado” (John Stuart Mill, 1849, I:280-285). Estas palabras se escriben a mediados del siglo XIX. Son concluyentes, definitivas. El régimen universal del capital suprimía una última barrera que la práctica le había establecido. La propiedad territorial, sacrosanta e ilimitada en cuanto tal propiedad, en adelante habría de estar sujeta por vía de tributos, impuestos y exacciones a los fines últimos del orden social capitalista.
Se la preservaba, no hay duda, pero a costa de vaciar íntegramente su contenido económico.
3 En esta suerte de encrucijada histórica emerge el petróleo en la escena, desarrollándose su utilización de manera frenética hasta el mismísimo presente. Naturaleza pura, como las aguas, como los bosques, como los vientos y los ríos, sin que nada los distinga en lo primordial. Con un valor de uso prodigioso para mover la práctica económica; en cantidades abundantes, pero por fuerza finitas, y repartido geológicamente por aquí y por allá, concentrándose en áreas que resultan ser periféricas al núcleo del desarrollo capitalista. Ya Bernardo Mommer nos ha iluminado con detalles y con un rigor que sólo él puede exhibir. Sólo me corresponde afirmar que el advenimiento del petróleo en la escena económica mundial representa para el régimen universal del capital una limitación sin antecedentes, limitación que por una de esas jugarretas espléndidas de la historia, y trasladada caso a caso al amplio ámbito geo-económico de América Latina, es una inmensa y circunstancial ventaja que poseemos. ¿Podremos extraer lecciones de su significado económico-político, con claro juicio de lo que todo esto implica? Cuando el gran pensamiento abordó la cuestión de la propiedad territorial y la relegó a ser una suerte de venerable reliquia, inane e insustantiva, ¿con qué contaba? Contaba de su lado en todo caso con el poder del Estado Nacional, capaz de someter esa propiedad privada a sus fines, o si desea, a los fines del
capital nacional y por ende universal. ¿Qué decisivos supuestos yacen aquí para aclararnos mejor este punto, crucial en el argumento todo? En lo fundamental que esa propiedad es privada, y que los propietarios se hallan naturalmente sujetos a la juridicidad del Estado nacional, que impone en consecuencia los límites de su ejercicio. Pero, y si el caso fuera, que dicha propiedad no es privada sino más bien del cuerpo político de la nación, que se ejerce sobre un objeto natural imprescindible para la práctica económica global, se nos impone formularnos una interrogante, ¿qué entidad, en el mundo en el que aún vivimos hoy, puede sobrepasar legítimamente el poder jurídico del Estado para imponerle a su propia riqueza obligaciones económicas en el sentido de tributos, impuestos o exacciones y así poder someterla unilateralmente al régimen del capital? El gran ejemplo, en muchos sentidos, es el petróleo. Me limito sólo a mencionarlo, pero al mismo tiempo debo decir que, como él, existen otros tantos objetos naturales de similar entidad. Pues bien, aquí nos hallamos frente a un impasse histórico, frente a un callejón sin aparente salida en el desarrollo del capital universal. ¡Un genuino impasse histórico! Pero entiéndaseme, hablo de un callejón cerrado en el sentido de un complejo espacio dentro del cual los intereses económicos de la propiedad territorial nacional deben coexistir con los intereses del capital mundial en una situación de mutuo reconocimiento, de un mutuo saberse en paridad de condiciones productivas. Si el trabajo crea valor también lo hace la propiedad. Y
El gran pensamiento liberal, clara expresión del omniabarcante mundo del capital, hizo dos cosas notables en relación con la naturaleza. La primera fue la de anular toda diferencia entre la naturaleza en cuanto medios de producción que no se producen en sentido estricto y el capital en cuanto agregado de los medios de producción en efecto producidos
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“Todo es capital”, escribirá un reputado economista a mediados del siglo XIX: “capital-tierra, capital-trabajo, capital-capital” si la propiedad crea valor no lo hace menos la propiedad sobre objetos naturales, sobre las aguas, sobre los bosques, sobre las minas. Pero que no haya aquí ni innecesario candor ni abuso de confianza en la existencia de presuntos derechos trans-históricos, cuyas raíces yacen más allá de la práctica humana. Y menos dejación o falta de espíritu creativo para hacer fructificar los derechos que se poseen. Admitamos, para que nuestras perspectivas sean tan firmes como posible que del lado del capital, amén de sus derechos, yacen vitales e incuestionables impulsos históricos. Pero habiendo hecho esto, y con base en el ejercicio del irrecusable y nudo derecho de propiedad que nos asiste, que ya es un terreno económico firme y no sujeto a disputas, demos el paso siguiente de poner en marcha nuestras propias potencias creativas pera que ese nudo derecho se haga de creciente valor por el descubrimiento de nuevos usos para sus objetos, por la innovación en prácticas extractivas, por los hallazgos de facilidades productivas hasta ahora inéditas.
propio se nos pone a prueba cuando referimos nuestras capacidades productivas y los resultados de nuestra práctica económica en términos de un sistema contable que niega de raíz la propiedad territorial. Aquí tenemos un amplio campo de trabajo por desarrollar, para el cual los esfuerzos hechos en el caso de la economía venezolana y su petróleo, muy acabados en verdad, están a su total disposición (véase Bernard Mommer y Asdrúbal Baptista, 1986; Asdrúbal Baptista, 1991, 1997, 2006, 2011a). De la otra parte, la comprensión de los mecanismos económicos que sostienen y causan la práctica productiva contemporánea, en el entendimiento que proviene tanto del pensamiento más ortodoxo como del más heterodoxo, resulta ser mucho más que insuficiente e impropia cuando el caso es dar también cuenta de las consecuencias de la propiedad territorial. Huelga decir que las enseñanzas económicas que de otras latitudes vienen, hemos de recibirlas con justo reconocimiento. Pero su
estudio, discernimiento y uso no deben ni pueden darse al margen de nuestra capacidad de juicio y mejor criterio autónomamente ejercitados. Esas enseñanzas pueden simplemente ser inútiles o hasta perniciosas, digo, si no se las somete a la más rigurosa crítica que implica darle prioridad factual a nuestras propias circunstancias particulares. Pues bien, la práctica económica, centenaria ya, de Venezuela y su petróleo, ha dejado un legado de enseñanzas y hallazgos que, de nuevo, están disponibles libremente para alimentar la reflexión, la acción y el pensamiento (Asdrúbal Baptista, 2011b). En otro decisivo universo de ideas, del todo concomitante, no podemos omitir un comentario atinente a un decisivo arreglo del orden social. La propiedad territorial en cabeza del cuerpo político nacional, valga decir a título de ejemplo, la de los yacimientos petroleros, altera de raíz el marco de cosas sobre el cual descansan las concepciones más básicas de los arreglos políticos que dominan la escena histórica actual. Dichas concepciones hacen del Estado una entidad sujeta y dependiente de la práctica económica de la sociedad civil nacional, habida cuenta de su indigencia material. Ni impuestos ni deuda dan al Estado capacidades para acometer tareas transformadoras.
4 Permítaseme una palabra final, aludiendo en pasada a dos o tres materias y dejando para otra ocasión su consideración exhaustiva y meticulosa. La primera se refiere a la contabilidad de la vida económica, que es asunto de insoslayable importancia para la política económica. Sepamos que el sistema universal de contabilidad social, sobre el que se sostienen los cálculos de los agregados económicos de los cuales tantas consecuencias se siguen, por no aludir al complejo asunto de los mercados de capitales, es inadecuado y hasta erróneo cuando se trata de estructuras económicas donde la propiedad territorial, en cabeza del cuerpo político nacional y realizada en el mercado mundial, cumple un papel significativo. Nuestra autonomía de juicio y de criterio
El advenimiento del petróleo en la escena económica mundial representa para el régimen universal del capital una limitación sin antecedentes, limitación que por una de esas jugarretas espléndidas de la historia, y trasladada caso a caso al amplio ámbito geo-económico de América Latina, es una inmensa y circunstancial ventaja que poseemos &&&
La emergente y relativa autonomía económica del cuerpo político nacional, a cuenta de su condición de propietario territorial en el mercado mundial, abre insospechadas posibilidades de acción que tocan materias nodales para la vida humana
Pero, a su vez, y si se extraen las consecuencias de todo lo antes expuesto, la entonces emergente y relativa autonomía económica del cuerpo político nacional, a cuenta de su condición de propietario territorial en el mercado mundial, abre insospechadas posibilidades de acción que tocan materias nodales para la vida humana. ¿Seremos capaces de apreciar esta inédita veta de posibilidades, a la luz, por ejemplo, de la penetrante idea de Aristóteles de que el asunto todo de la democracia y la oligarquía es inseparable del asunto de la pobreza y la riqueza” (Política, 1279.b40), y abrirnos a sopesar y discernir lo que es deseable de lo que no lo es, lo que es socialmente justo y adecuado, de lo que no lo es? Una vez más, nuestra larga y compleja historia, escrita sobre los rieles del petróleo, es un manantial de enseñanzas al respecto. En cuanto hemos sido capaces de captarlas y entenderlas está a la total disposición de ustedes (véase Asdrúbal Baptista, 2004).
5 Estimados amigos. Albergo la franca ilusión de que estos días, fabricados al compás del empeño y el coraje de Alí Rodríguez Araque, culminen cargados como de parto. Lo necesita América Latina; lo necesita a su vez y en sus términos, el régimen del capital; lo necesita la humanidad presente en su incesante esfuerzo por crear su propia historia. l Aristotle (1987), Politics, Bilingual Edition, Loeb Classical Edition, Harvard Baptista, Asdrúbal (1991, 1997, 2006, 2011a), Bases cuantitativas de la economía venezolana, diferentes ediciones, Caracas. ____ (2004), El relevo del capitalismo rentístico: hacia un nuevo balance de poder, Caracas. ____ (2011b), Teoría económica del capitalismo rentístico, segunda edición, Caracas. Heidegger, Martin, Les séminaires du Thor, Questions IV, 1976, Paris. Marx & Engels Collected Works, (2001), cuarenta y siete volúmenes de cincuenta programados, New York. Mill, John Stuart Mill (1849), Principles of Political Economy, second edition, dos volúmenes, Londres. Mommer, Bernard y Asdrúbal Baptista, El petróleo en las cuentas nacionales , Revista del Banco Central de Venezuela, 1986. Smith, Adam (1776), The Wealth of Nations, dos volúmenes, 1976, Oxford. Walras, Léon, (1925), Elements of Pure Economics, 1965.
Caracas • mayo-junio de 2013
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Caracas • mayo-junio de 2013
La “norteamerización” de la lengua Por Serge Halimi
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ercado único, moneda única, ¿lengua única? Puertas y puentes ilustran los billetes europeos encarnando la fluidez de intercambios de comerciantes sin anclaje y sin historia. ¿Hace faltan también que los estudiantes dejen su país sin diccionario, llevando solamente como pasaporte lingüístico un inglés de aeropuerto, utilizado en todas partes, principalmente en las universidades francesas? Al parecer, éstas quedan demasiado “rezagadas” –como el resto de Francia. ¡Imagine, allí se habla siempre francés! Geneviève
Fioraso, ministra de la Enseñanza Superior y de Investigación, desea suprimir este “obstáculo del lenguaje”, que desalienta a “los estudiantes de países emergentes, Corea, India, Brasil”, de ir a formarse en Francia. Veintinueve Estados tienen, sin embargo, como lengua oficial la de Molière (cincuenta y seis la de Shakespeare). Y el número de hablantes del francés no cesa de crecer, principalmente en África. Pero, a juzgar por la carrera de obstáculos que se les inflige, no son los estudiantes de este continente los que Francia quiere atraer. No son lo suficien-
temente ricos para poder pagar los altos costos de inscripción de una escuela de comercio o de ingenieros. En las universidades norteamericanas, donde la proporción de estudiantes extranjeros (3,7%) es muy inferior a la de los establecimientos franceses (13%), nunca se trató de suplir este “rezago” enseñando en mandarín o en portugués. “Si no autorizamos los cursos en inglés, nos reuniremos cinco personas para discutir a Proust alrededor de una mesa”, ironizó la ministra Fioraso. Nicolas Sarkozy prefería demostrar su desdén hacia las
humanidades compadeciendo a los estudiantes condenados a leer a La Princesa de Clèves en lugar de derecho o negocios. Votada en 1994, la ley Toubon dispone que “la lengua de enseñanza, de exámenes y de concursos, así como de tesis y memorias en los establecimientos públicos y privados de enseñanza es el francés”. Hostiles a esta regla “que data del siglo pasado”, un puñado de universitarios prestigiosos pretenden que la defensa del multilingüismo (aún viva en este siglo en la mayoría de los organismos internacionales…) disuadirían a los anglófo-
nos de ir a estudiar a París1. Pero el “atractivo” de una lengua no se resume a la venta de información a los países emergentes. Ésta se afirma en el intercambio con los otros, en pensar el mundo, comprendiendo el futuro. Francia, que lucha por defender su cine y su excepción cultural, ¿puede aceptar que un día la investigación y la ciencia se expresen únicamente en el idioma, además a menudo maltratado, de la superpotencia? “Hoy día, revela el lingüista Claude Hagège, la paradoja es que la norteamericanización, la promoción del inglés se hace
con el apoyo de otros que no son estadounidenses”. Pero también otros, además de los franceses –principalmente en África y en Quebec– permitieron que el pluralismo lingüístico pueda resistir. Su tesón merece inspirar a los políticos más que el fatalismo totalitario de un puñado de catedráticos de las universidades. l Director de Le Monde diplomatique, París
“Faculté: les cours en anglais sont une chance et une réalité”, Le Monde, 8 de mayo de 2013. 1