Catálogo: "Transfiguraciones poéticas: del paisaje a la memoria"

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TRANSFIGURACIONES POÉTICAS:

memoria


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P ROYECTO ARQUITECTÓNICO

DE

C AROLINA D E VASCONCELOS (T EATRO 204 BUTACAS )

La constancia de un hombre… Un sueño hecho realidad. “Esta obra debe ser coherente, una completa síntesis, una máxima expresión, en la que no haya inquietud sin su correspondiente respuesta, un lugar donde el hombre sea explorador incansable

La Asociación Venezolana de Conciertos, Asociación Civil sin fines de lucro, comprometida con el desarrollo de las artes y la educación en Venezuela, con más de 70 años de labor, creó el Centro de Artes Integradas (CAI), para ser el brazo ejecutor del Complejo Educativo - Cultural Centro de Artes Integradas. El CAI está destinado a aglomerar en un solo sitio las diferentes Escuelas y Centros de Investigación y Estudios de todas las expresiones artísticas. Siendo un proyecto de grandes dimensiones se ha tenido que ir desarrollando en diferentes etapas. El mismo no sólo beneficiará a aquellos estudiantes que puedan costear sus estudios, sino también a estudiantes destacados que no cuenten con los recursos económicos, a través de un programa de becas. Nuestro objetivo es ser un Complejo Cultural de excelencia a nivel nacional e internacional, con el más alto nivel de profesores, asesores y personal técnico capacitado. La misión del CAI es contribuir a la formación del individuo con un enfoque integral de las artes, la ciencia y la tecnología; que impulsen la generación de nuevos valores ciudadanos, calidad de vida y espacios de integración social. Somos un Centro de formación integral, de iniciativa privada, que quiere generar oportunidades para todos, contribuyendo así al desarrollo del país. Enriqueciendo el espíritu y ampliando el horizonte de conocimientos, para formar un ser humano del renacimiento, cuyo eje sea enriquecer su intelecto. Un lugar a las faldas del cerro Ávila, un refugio para el arte, para la cultura. Un lugar para que el alma y el cuerpo se encuentren y nos recuerden que somos seres humanos, que necesitamos alimentar la sensibilidad, que hay sonidos, emociones que hacen vibrar en nuestro interior y nos brindan la maravillosa experiencia de apreciar las Bellas Artes. Para el Centro de Artes Integradas es primordial apoyar y difundir el arte nacional e internacional en todas sus expresiones y corrientes. Por ello nuestro compromiso es seguir trabajando para que pronto podamos contar con todas las instalaciones educativas que encierra nuestro proyecto: El Complejo Educativo – Cultural Centro de Artes Integradas. Agradecemos a los artistas plásticos que en esta ocasión se unen a nuestro proyecto de promoción de las artes: Corina Briceño, Juan González Bolívar, Víctor Julio González e Isbecia Llavaneras, a La Oriental de Seguros por apoyarnos y acompañarnos en la tarea de difundir el trabajo de nuestros artistas, a Susana Benko, Alberto Baptista, al personal del Centro de Artes Integradas y Montaña Creativa, en especial a Henry Peñaloza y Billy Cuevas.

e insatisfecho del sentido y la forma. Esta obra es para espíritus fuertes, decididos, convencidos de su necesidad, de su importancia. Para hombres que no desalienten la indiferencia y el escepticismo. La concepción del plan general debe ser tan mutante como el signo del tiempo.” SALVADOR ITRIAGO SIFONTES

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Trina Itriago de Vallenilla Directora Ejecutiva y Secretaria Permanente del Centro de Artes Integradas Caracas, 23 de Noviembre de 2014


TRANSFIGURACIONES POÉTICAS:

del paisaj a e a la memoria

La pintura de paisajes ha sido uno de los géneros más cultivados en la historia del arte venezolano. Fue especialmente relevante tanto en el siglo XIX como en el XX, cuando los artistas tomaron conciencia de su entorno y salieron de sus respectivos talleres a pintar la geografía venezolana. Este acto de salir a pintar al aire libre tuvo especial importancia pues fue un procedimiento novedoso y poco utilizado por los pintores académicos que hasta entonces tenían como método de trabajo la documentación y el estudio de los motivos pictóricos dentro del taller. Tal vez la excepción a la regla fue la visita de los llamados “Pintores viajeros” procedentes de Europa especialmente en el XIX. La apertura de relaciones diplomáticas con otros países, luego de las cruentas luchas independentistas, facilitó la inmigración de numerosos extranjeros que vinieron a Venezuela para estrechar lazos comerciales o bien vinieron como parte de expediciones científicas. En estas comitivas los artistas tenían un papel muy importante pues gracias a sus habilidades en el dibujo y en la pintura documentaban visualmente tanto al paisaje como a la fauna y la flora venezolana. En estos casos, privaba la observación de la realidad, intentando representar los motivos con precisión y objetividad. Muchos de estos artistas viajeros se adentraron en las selvas del país para registrar con rigor científico estos desconocidos y exuberantes parajes. Uno de estos visitantes, Ferdinand Bellermann, por ejemplo, tomaba apuntes de los lugares y luego, en la intimidad del taller, los pintaba con una visión muy subjetiva expresando el sentimiento sublime que esta naturaleza le inspiraba. La luz siempre fue un elemento inspirador, especialmente la del Caribe. Son muchas las anécdotas que cuentan acerca del impacto que ésta ocasionaba a los artistas europeos cuando arribaban por barco al puerto de La Guaira. Sucedió con los viajeros del siglo XIX como también a aquellos que llegaron posteriormente a Venezuela en el siglo pasado. Si bien es un elemento determinante en toda pintura de paisajes, la luz del Caribe siempre ha tenido un efecto muy particular. Ésta, al igual que la exuberancia y variedad de la vegetación de estas tierras, ha sido muy valorada por artistas de distintas generaciones y períodos. La vemos, por ejemplo, en la luminosidad de las playas de Macuto pintadas hacia 1885 por Martín Tovar y Tovar en las postrimerías de su vida; posteriormente en las vistas de Caracas que recrearon los artistas del Círculo de Bellas Artes, y muy especialmente los de la Escuela de Caracas, y en pinturas que registran paisajes y calles de otras regiones del interior del país como las que realizó Rafael Monasterios quien supo expresar la luz mediante el uso del color. Sin duda todos contribuyeron en la conformación de una tradición de la pintura de paisajes en el país. Con la pintura moderna de principios del XX, se trabajó el género de dos maneras. Unos, como Manuel Cabré y Pedro Ángel González, entre otros, representaron la naturaleza mediante formas bien definidas, lineales y volumétricas; mientras que por otro lado, un artista como Armando Reverón centró su interés en la atmósfera y en la austeridad en el color. Mientras en los primeros las formas naturales predominaban, en Reverón fue la expresión de la luz. No obstante, en esencia, la pasión por el paisaje, el airelibrismo y el descubrimiento de la luz interesó de igual manera a todos los artistas de esa generación. Fueron sin duda pioneros de una tradición paisajística que lograron consolidar en el alma del venezolano la valoración y un sentido de pertenencia por su tierra, su lugar. El panorama del arte venezolano a partir de los años cincuenta tuvo heterogeneidad de estilos, temas y tendencias. Diversidad de figuraciones y abstracciones se han sucedido a lo largo de las décadas. Sin embargo, en esta evidente variedad, la pintura de paisajes ha continuado su desarrollo, con nuevas propuestas, medios y perspectivas muy propias de la contemporaneidad.

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La exposición La alusión a los paisajistas del siglo XIX y a los pioneros de la escuela moderna del XX no es descabellada al observar la presente muestra de paisajes realizados por artistas contemporáneos. El enlace lo hacemos desde dos perspectivas: por una parte, en la importancia que tiene la toma del dato objetivo a partir de realidades concretas y su transfiguración en la obra de arte mediante su evocación a través de la memoria y, por otra parte, en la visualización de los procesos tanto técnicos como conceptuales que cada uno de los artistas invitados realiza. Corina Briceño, Víctor Julio González, Juan González Bolívar e Isbecia Llavaneras mantienen una relación estrecha con la naturaleza. El resultado son cuatro visiones que sin duda dialogan entre sí en la sala expositiva. El común denominador: el espacio y sus alteraciones. Aquí se conjugan tanto una visión idílica del paisaje como su destrucción por acciones humanas o naturales. En todos está la experiencia del paisaje como formas, luces y sombras incidiendo sobre los objetos, como ámbito, como espacio, y también como paisaje interior. Nuestro objetivo ha sido propiciar un espacio de contemplación para que el espectador perciba la experiencia particular que cada uno de los artistas aquí expuestos tiene con respecto a la naturaleza. La apreciamos como paisaje, a través de vegetaciones y panoramas, como espacio, como luz, como reflejo, a través de imágenes que oscilan entre lo volátil y lo terreno, la serenidad y el dramatismo, lo material y su espejismo. Víctor Julio González Posiblemente el artista que ha tratado de asumir la pintura de paisajes como registro de una realidad objetiva en forma detallada y a la vez expresiva es Víctor Julio González. Criado en un medio natural, con mucho verdor, entre selvas y el Llano, reconstruye sus recuerdos cuando pinta sus paisajes. Registra escenas con su cámara fotográfica en sus viajes, posiblemente como un modo de archivar imágenes tal como funcionan parte de sus pinturas cuando las resguarda en piezas que fungen como archivos llamadas precisamente Cajas de pintura. Su muestra, A Bellermann fragmentado, presentada en Oficina No 1 en 2010, hacía referencia directa a la tradición paisajística de los viajeros del siglo XIX. Entonces, como ahora, recurre a la evocación de los lugares visitados por Alejandro de Humboldt, Ferdinand Bellerman, Anton Göering y otros, adentrándose a la cueva del Guácharo, pintando parajes de Caripe, de Cariaco, y por supuesto, de la Sierra de Imataca. Recordarlos mediante la pintura es para él vivenciarlas como “evocaciones mágicas”. En esta ocasión Víctor muestra dos visiones opuestas de paisajes. La primera, que podemos considerar idílica, virgen, intocable, es aquella que, como en Bellerman, se presenta con todo su esplendor y organicidad. Se trata de una pintura en miniatura, detallada, cuyo montaje lineal busca “narrativizar” la geografía venezolana. Este formato peculiar permite el encuentro íntimo del espectador con imágenes esplendorosas del mundo natural. No obstante esta lectura lineal de imágenes de una naturaleza intocable contrasta con la visión de nuevos paisajes que se crean a partir de su destrucción mediante incendios producidos por causas naturales o inducidos por la acción humana así como por la contaminación de los vertederos. Esta visión en negativo conlleva la expresión del dolor y el desgarramiento oscureciendo las gamas cromáticas y dejándose llevar por pinceladas más informales y libres. Ambas posturas demarcan un antes y un después en los modos de representación del paisaje. Se trata de expresar dos estados contrastados de un mismo tema: entre la serenidad y la tragedia.

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Corina Briceño La naturaleza siempre ha estado presente en la obra de Corina Briceño. Es el motivo que ha signado su trabajo desde la década de los setenta a la actualidad. Desde entonces ha ido afinando sus maneras de acercarse a ella, siempre queriendo trabajar la imagen de manera ambigua y por tanto explorando diversos recursos para crear efectos cada vez más metafóricos y poéticos. Corina utiliza diversos medios expresivos: pintura, dibujo, grabado, instalación, fotografía y actualmente los nuevos medios digitales. Lo interesante es que cuando utiliza la tecnología lo hace sin desechar los medios tradicionales de las artes plásticas. Los integra y lo hace tan bien, tan finamente, que logra una de las cosas más difíciles de alcanzar en una imagen visual: condensar en una imagen pensamiento y poesía. Tal vez las dos formas de aproximación al conocimiento y a la sensorialidad. Una de sus virtudes es aprehender un paisaje –o una hoja, una rama, un detalle– por medio de la fotografía y, partiendo de la veracidad que supone este medio, hace que la imagen capturada comience a desvanecerse por medio de veladuras, transparencias, transformaciones propias de sus intervenciones, quedando de aquella imagen la materialización de un recuerdo. Las obras que vemos para esta exposición parten de los efectos que provee la misma realidad que la circunda. Corina obtiene sus motivos del jardín, del paisaje, que observa desde el ventanal de su estudio. No sólo captura el reflejo y las sombras que proyectan los árboles sobre paredes o a través de la ventana sino que gracias a la superposición y distancia que hay entre dos vidrios de su ventanal, las figuras se ven dobles. La realidad provee las imágenes que a Corina le son afines: fugaces, sugeridas, sombras, para ser finalmente, evocaciones. Toda experiencia se vuelve recuerdo. Es cuando la memoria intenta aprehenderlo pero sin embargo éste se desvanece. La obra de Corina es expresión de este proceso: la imagen se desvanece tal como sucede con la memoria. No es sólo el paso del tiempo, es la misma condición de cualquier hecho que deja de ser presente. “La memoria, dice Corina, puede traicionar un recuerdo o ese instante, ya no es lo mismo después de segundos. Es algo que no se puede atrapar como el devenir, es inasible como las gotas de agua. La memoria no es la misma para todos, cada uno la interpreta, la fragmenta, la deshace, la borra según las circunstancias vividas”. Muchas veces en medio de estas evanescencias aparece una palabra precisa. Posiblemente sea una manera de contrarrestar el olvido aunque todo se vuelva un espejismo. Juan González Bolívar La Cruz de la Paloma forma parte de los recuerdos de Juan González Bolívar. Recuerdos tangibles de un pueblo en el estado Monagas que lo vio crecer y que él evoca a cada instante no sólo como ámbito, como lugar, sino también donde la casa, el árbol, la bicicleta, la carretilla forman parte de un paisaje que Juan parece llevar a todas partes. Y es que Tibroncito, donde hoy vive cerca de El Junquito, se parece a La Cruz de su infancia: es neblinoso y lluvioso. Sin embargo, ese paisaje que él evoca en realidad ya no es. Precisamente su fijación en cierto modo es presentar lo que ya no está: La Cruz ya no es el mismo pueblo de antes. Desapareció aquella frescura y los árboles dejaron de estar. Por esta misma razón, las casas y los árboles que Juan insistentemente pinta (o reconstruye por medio de sus collages) no son siquiera los que alguna vez ocuparon un lugar. Él no pinta en función de alguna imagen que alguna vez voluntariamente fue a observar. Su trabajo no se basa en la observación de lo circundante sino que por el contrario surge del reconocimiento de su interior. Son para él paisajes psicológicos:

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recreaciones de ámbitos que sólo existen en su memoria, sin sujeción a lo real. Inventa parajes como evocaciones que aparecen en medio de la vaguedad del recuerdo o de su imaginación. Más que realidades se asumen como símbolos: son figuras emblemáticas que identifican su trabajo. Los objetos y los árboles emergen en medio de neblinas o atmósferas y se develan como asomos de vida o como un acento necesario para la composición. Son referencias puntuales en el paisaje en medio de una luz neblinosa o envolvente. Por esta razón, desaparecen los detalles dejando que los trazos libres y sintéticos sean los que definen las cosas. Su obra nunca deja su condición pictórica aun cuando el dibujo se integra a ella así como el collage. Los trazos o recortes de tela avivan la calidez de sus paisajes. De este modo hablan de tierra, de aire, de neblina, y de alguna forma también de los pasos borrosos de alguna remembranza. Isbecia Llavaneras Quien conoce los vastos espacios de Isbecia Llavaneras no imagina que en el pasado fuera una artista conceptual cuya obra se basaba puramente en ejercitar la lógica del lenguaje y el intelecto. El cambio operado en Isbecia fue rotundo. Dos aspectos entroncan ambos períodos: la necesidad de una austeridad formal y conceptual en el que el blanco –la aparente nada en el vacío– es de alguna forma la protagonista en sus obras. Primero dejando el blanco del papel en sus intaglios; luego por su voluntad de ir despojando de elementos la imagen en sus pinturas para trabajar la espacialidad propiamente dicha. No obstante, hay una gran diferencia: de la racionalidad del lenguaje se opera en Isbecia una valoración por el mundo sensible y natural que vemos en la representación de los cielos apaisados, suerte de paisajes panorámicos de nubes. En estos, los moriches emergen a través de la neblina y el canto del ave, en otras ocasiones, se percibe mientras esta criatura se posa sobre una rama que aparece casi transparente. Realmente la pintura de Isbecia se basa en una continua voluntad de expresar muchas sensaciones simultáneas queriendo a la vez llegar a representar lo más esencial de la naturaleza. Isbecia Llavaneras ha trabajado el dibujo –que lo integra a su pintura–, el collage, las artes gráficas, los medios digitales, así como la realización de ambientaciones e instalaciones. La integración de diversos materiales, como en estas pinturas, le permite sugerir figuras en medio de veladuras y atmósferas así como matizar los blancos y grises de las neblinas y nubes con sutiles matices de color. El resultado son obras dadas al recogimiento, a la introspección y a la percepción de un espacio que activa en cierto modo el instinto del vuelo y la ensoñación mientras éste se mueve paradójicamente con un sutil movimiento vertiginoso. Epílogo Transfiguraciones poéticas: del paisaje a la memoria busca incentivar la experiencia de la ensoñación. Ésta aparece cuando imaginamos al artista frente a un paisaje y lo registra en forma detallada, sin perder la noción del dato. Pero también el ensueño parte de la contemplación que puede ser un recodo de luz, una sombra, o un pensamiento o mirada interior. Ambas cosas ocurren en esta exposición.

Susana Benko Investigadora de arte, crítico y curadora. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte-Capítulo Venezuela.

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Corina Briceño Nace en Caracas. Entre 1968 y 1972 estudia Expresión Plástica y Cursos Libres en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas y en 1973 serigrafía en el INCIBA. Se gradúa en 1980 en la primera Promoción del Centro de Enseñanza Gráfica (CEGRA) en mención Litografía. Desde 1977 a la actualidad ha continuado su formación en diferentes universidades del país como en el exterior. Es licenciada en Artes Plásticas por el UNEARTE y realizó su Maestría en el IUESAPAR. Actualmente se encuentra afianzando su experiencia en la video-instalación. Corina Briceño es una artista multidisciplinaria. A lo largo de su trayectoria ha basado su trabajo en una amplia investigación tanto en medios y recursos técnicos diversos como en la profundización de sus temas. Ha pasado de la representación de la figura humana en mímesis con el paisaje, en el que la ambigüedad daba pie a una percepción sensual de las formas, a la investigación del paisaje propiamente dicho –o más bien de ‘comportamientos de la naturaleza’– visto en diversas facetas: como imagen, como sombra, como ámbito de transformaciones. Sus múltiples viajes al Amazonas han sido determinantes en su reflexión artística. Se ha distinguido como artista gráfica, pintora, fotógrafa, logrando hoy día integrar estos medios al video y a los recursos digitales que domina para crear visiones de la naturaleza de gran sutileza y carga poética. Desde 1977 a 2011 ha participado en numerosas muestras colectivas y ha expuesto individualmente en diversas galerías de arte del país y en Estados Unidos. Ha sido merecedora de importantes premios. En 1978 ganó el Premio de Dibujo “Emilio Boggio” en el Salón Arturo Michelena en el Ateneo de Valencia; en 1990 el 1er Premio Miniaturas Gráficas, TAGA Caracas; en 1992, el Gran Premio de Gráfica, 1° Bienal de Artes Visuales de Barquisimeto, estado Lara; en 1995, el 1er Premio, XI Bienal de San Juan del Grabado Latino Americano y del Caribe, Puerto Rico; en 2003, el 1er Premio Salón Exxon Mobil de Venezuela en la Galería de Arte Nacional, Caracas, además del Premio AICA 65 Salón Michelena, Valencia en 2010, por mencionar apenas algunas de sus múltiples distinciones. Actualmente Corina Briceño dirige en Caracas el Taller Huella de Gráfica. En el año 2013 es nombrada Profesora Honoraria en la Universidad de las Artes (UNEARTE) y es miembro consultivo del TAGA (Taller de Artistas Gráficos).

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Ventana 4 2014

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Juan González Bolívar Nace en Cúpira, estado Miranda, en 1978. Realiza estudios de arte en la Escuela de Artes Plásticas Eloy Palacios en Maturín, estado Monagas donde se gradúa en 1998 como Técnico Medio en Artes Plásticas. Posteriormente se traslada a Caracas, donde actualmente reside, e ingresa al Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (IUESAPAR) donde obtiene en 2004 su Licenciatura en Artes Plásticas. Juan Antonio González Bolívar se ha distinguido por la manera de representar el paisaje, eje central de su obra. Trabaja la pintura y el collage, generalmente de manera indistinta, creando espacios brumosos, propensos a la introspección por su luminosidad y sugerencia sutil de formas y figuras. Sus paisajes, más psicológicos que objetivos, resultan de recuerdos y evocaciones, entornos que van quedando en su memoria y que reinterpreta en cada una de sus piezas. Ha expuesto individualmente en tres ocasiones: en 2007 presentó Entrar a mí casa en la Galería Blasini; en 2008 La memoria casi llena en la Alianza Francesa y recientemente, en 2013, Linderos de antier en el Museo Alejandro Otero, todas en Caracas. Desde 1997 a la actualidad son numerosas las participaciones de Juan Antonio González Bolívar en diversas muestras colectivas siendo merecedor en algunas de ellas de importantes reconocimientos tales como el Premio CONAC en el XVIII Salón de Pintura Ateneo de Carúpano, estado Sucre, y el Primer Premio Salón Ezequiel Zamora, Punta de Mata, estado Monagas, ambos en 1998; el Premio de Pintura del IX Salón de Jóvenes Artistas en la Galería Pedro Báez en Barcelona, estado Anzoátegui en 2003; Mención de Honor y exposición por su Tesis de Grado en el Instituto Universitario de Estudios Superior de Artes Plásticas Armando Reverón, Caracas, en 2004; el Premio IARTES en la Bienal de Escultura Francisco Narváez, estado Nueva Esparta en 2007 y el Premio Mejor Obra del IX Salón de Artes Visuales DYCVENSA, Caracas, en 2011.

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Oigo la brisa... 2014

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Víctor Julio González Nace en Valencia, estado Carabobo, en 1961. Su formación artística la inicia en Valencia, con la Profesora Rosa Oliveros con quien estudia dibujo y pintura. Entre 1982 y 1986 estudia Arte Puro en la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena. En Caracas realiza varios talleres entre 1986 y 1987: elaboración de papel artesanal con Luis Quintero en el Museo Alejandro Otero; dibujo en el marco del III Bienal Nacional del dibujo organizado por Fundarte; fundición en bronce en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas y en La Estancia; y grabado y litografía en el Centro de Enseñanza Gráfica (CEGRA-CONAC). Posteriormente, entre 1994 y 2002, realiza nuevamente varios cursos y talleres tales como Gerencia de Proyectos en Artes Visuales, Planificación Didáctica y Evaluación y Procesos de Enseñanza y Aprendizaje en diversas instituciones de Caracas y Valencia. Entre 1990 y 2014 participa en numerosas exhibiciones colectivas y en ferias en diversas ciudades del país así como en Nueva York, Santiago de Chile, Puerto Rico y Bogotá. Ha expuesto individualmente en dos ocasiones la Galería Gala en Valencia: Terra Incógnita. Dos Visiones en 1990 y Pinturas en 1991; Pinturas recientes en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo, estado Zulia, en 1992; Reino de Reina en la Galería Astrid Paredes, Caracas, en 1993. Posteriormente, Eppur Si mueve en el Centro Cultural Eladio Alemán Sucre, Diario el Carabobeño, Valencia, en 2000; Sol poniente en la Hermandad Gallega de Valencia en 2006 y la más reciente: A Bellermann fragmentado en Oficina Numero Uno en el Centro de Arte Los Galpones en Caracas en 2010. Ha sido merecedor de importantes premios y reconocimientos. Entre ellos se destacan: el Segundo Premio de Dibujo del XV Salón Nacional de Arte Aragua, Maracay, en 1990 y el Gran Premio del XXIII Salón Nacional de Arte Aragua, Maracay, en 1998; en 2011 recibe el Premio único de pintura del Salón Cabriales que se realiza en Valencia. Víctor Julio González es un pintor paisajista. Al igual que los pintores viajeros del siglo XIX, observa la naturaleza (la real o la pintada en la historia del arte) volviéndola suya al trabajarla en el taller. Su obra actual oscila entre el detalle del dato ‘objetivo’ y la libertad expresiva a través de las pinceladas más sueltas. Ambos procedimientos conforman dos maneras de representar el paisaje e internalizan su propia experiencia del viaje por diversos lugares de la geografía venezolana.

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Serie: Selvas quemadas 2013-2014

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Isbecia Llavaneras Nace en Caracas. Estudia en la Universidad Experimental Simón Rodríguez donde obtiene la licenciatura en Artes Plásticas y Educación. Se especializa en Artes Gráficas en el Centro de Enseñanza Gráfica (CEGRA-CONAC). Realiza diversos cursos y talleres en la Universidad Central de Venezuela y en el Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (IUESAPAR) tales como Espacio de representación y Sistemas de representación visual contemporáneos. Asimismo, ha cultivado otras actividades que complementan su práctica artística como son sus estudios en semiología y la relación plástica del cuerpo a través del ballet y la danza. Isbecia Llavaneras ha trabajado en diversos medios y técnicas. Su obra comprende collage, arte gráfico y digital, pintura e instalaciones. La representación del espacio es el eje conceptual de su trabajo. La naturaleza tiene un rol protagónico vista a través de un detalle (flores y ramas) o en la presencia imponente del moriche. En todos impera la grandiosidad espacial, la bruma y una expresión íntima y poética que define su estilo. Ha participado en numerosas muestras colectivas entre 1990 y 2012 tanto en Venezuela como en Cuba, Inglaterra y Estados Unidos. Ha realizado las siguientes exposiciones individuales: Collage en la Sala Mendoza y una instalación arte-educación en el Museo de Bellas Artes, ambas en 1992; Blanco/Blanco en la Galería del Departamento de Arquitectura de la Universidad Simón Bolívar en 1998 y Mínimo en la Galería Espacios Libres, Fundación Cultural El Hatillo en 2010. Entre los diversos reconocimientos que ha recibido se destacan el Premio Único en la Categoría Arte Efímero “Ángel Vivas Arias” otorgado en el XVIII Salón Nacional de Arte de Aragua, Maracay, en 1993; las menciones de honor en el XVI Salón Cabriales de Pintura Figurativa en Valencia, estado Carabobo, y en el 31 Salón de Pintura Ateneo de Carúpano, estado Sucre, y el Premio Contraloría General del estado Aragua en el XXXVI Salón Nacional de Arte Aragua, estos tres últimos en el año 2011.

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Sin tĂ­tulo Serie Moriches 2014

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TRANSFIGURACIONES POÉTICAS:

memoria LISTA DE OBRAS Corina Briceño Ventana 2 - 2013 Acrílico sobre tela 97,5 x 174 cm Ausencia II - 2011 Acrílico 90 x 120 cm Vestigio - 2010 Impresión de museo. Fotografía 44 x 66 cm

A.C. Centro de Artes Integradas El ventanal - 2014 Collage 56 x 76 cm

Cierta luz - 2009/2011 Técnica mixta sobre tela Ø de 60 cm

La ventana - 2014 Collage 56 x 76 cm

Cierta luz - 2009/2014 Técnica mixta sobre tela (4 piezas) 2 piezas: Ø de 60 cm 2 piezas: Ø de 45 cm

Patio y ventana - 2014 Collage 56 x 76 cm

Víctor Julio González

Vestigio Fragmentado - 2010 Impresión de museo sobre papel Apuntes de viaje. (Cuatro fotografías) Serie Oriental - 2014 40 x 40 cm c/u Óleo sobre madera (11 piezas) Ventana 3 - 2014 11 x 35 x 1,5 cm c/u Impresión de museo sobre tela 44 x 66 cm Serie: Serranía de Imataca. Selvas quemadas - 2013/2014 Ventana 4 - 2014 Óleo sobre tela Impresión de museo sobre tela (8 piezas) 44 x 66 cm 24 x 24 cm c/u

Juan González Bolívar En el bosque - 2013 Acrílico sobre tela 74 x 107 cm Oigo la brisa… - 2014 Acrílico sobre tela 87 x 170 cm Entre tantos - 2014 Collage 102 x 180 cm Sin título - 2012 Acrílico sobre tela 140 x 150 cm En gris - 2013 Acrílico y lápiz sobre tela 103 x 127 cm

Serie: Vertederos - 2013/2014 Óleo sobre tela (2 piezas) 24 x 57,5 cm c/u Cajas de pinturas. Archivos - 2013/2014 Óleo sobre madera 180 x 25 x 15

Isbecia Llavaneras Debatidos III. Serie Moriches - 2009 Técnica mixta sobre tela 63 x 172 cm

Ave - 2011 Técnica mixta sobre tela 102 x 96 cm Sin título. Serie Moriches - 2014 Técnica mixta sobre tela (9 piezas) 40 x 40 cm c/u

Dirección Ejecutiva y Secretaría Permanente Trina Itriago de Vallenilla Dirección de Galería Trina Itriago de Vallenilla Junta Directiva Juan Ernesto Aguilera Vitto Ippólito Trina Itriago de Vallenilla Martha Aceituno Salvador Pedro Itriago Santaella Omer Lares Fernández Juan Maragall Velutini Eduardo Pérez Alfonso Tomás Polanco Fernández Enrique Zambrano Curaduría y textos Susana Benko Museografía Susana Benko Trina Itriago de Vallenilla Alberto Baptista Montaje Henry Peñaloza Billy Cuevas Créditos de fotografías Fotografías de obras: Todas las fotografías de las obras fueron tomadas por los respectivos artistas. Pertenecen a su archivo personal. Fotografías de los artistas: Ana María Yánez (Corina Briceño) Rosa Salazar (Juan González Bolívar) Angélica Delgadillo (Retrato de Víctor Julio González) José Antonio Hernández (Isbecia Llavaneras) Diseño Gráfico TAG - Jennifer Huizi Preprensa Fotolito Digital® Impresión Arte-Tip, C.A.

Verlos - 2011 Técnica mixta sobre tela 81 x 240 cm Cierta tarde - 2009 Técnica mixta sobre tela 20 x 150 cm www.laoriental.com Rif: J-08003968-8



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