¿Bandas juveniles en La Pampa?

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LA PAMPA

VOLUMEN I, Nº 1

Cuidemos el ambiente de nuestra vida Julio de 2011

¿Bandas juveniles en La Pampa? Espacio verde, independiente y paz impactados por los jóvenes. Los chicos son rivalizados por sus padres que disfrutan del lugar escandalizándolo. Cuadrones, motos y parlantes rompen la misma paz por la que llegaron

¿Por qué vivir en La Pampa?

El periódico La Pampa para buscar soluciones Hablaremos más de esto. Porque hay mucho qué decir de nuestros comportamientos comunales, para intentar atrincherar ciertos valores básicos que sin reprimir la energía feliz de los muchachos, o el derecho a las fiestas y costumbres de cada cual, podamos pactar un término medio, que concilie lo urbano, la campiña y lo apacible que caracteriza y

nos hizo elegir nuestra Pampa como residencia. Animar a los padres a que pongan reglas a tiempo, sin que tengamos que acudir a la policía o a la discordia. Si incluso algunos líderes barriales han traído su cultura del despelote como lo hemos de señalar en las próximas entregas, es normal que el ánimo de relaja-

ción haya tentado a varios vecinos. Pero, por todos, no debemos permitir que se posicionen antivalores que después tendremos que lamentar, como pasó con los valles urbanos de Quito, que en un día fueron el ideal integral de vida (naturaleza, independencia, paz) y ahora se agitan en toda suerte de inseguridades.

Tres razones para vivir en La Pampa son comunes a casi todos nosotros, residentes: el espacio verde, la independencia y la paz. Hay otras más y tan buenas, pero en general éstas son las tres que encantan la primera vez que se conoce el sector. Contradictoriamente apenas se comienza a vivir en la urbanización, se comienza a afectar estos tres atractivos básicos. Los que vivimos ya más de diez años hemos visto cortar los molles nativos; que apenas necesitan agua y más bien la llaman y conservan en la

espesura de sus hojas, dando frescor y sombra al ardiente sol de la mitad del mundo.

bulliciosa, contaminada y estresante jornada en Quito, se mantenían relativamente bien hasta hace poco. Ahora están amenazaLa libertad de la propia casa das. y la paz, ideales para recargar fuerzas al final de la


¿Acabando con lo mismo que nos atrajo?

¿Desesperados por hacer ruido?

El espacio verde se soluciona en la medida que se lo afecta, con jardines y arbustos que se cultivan dentro de cada casa. Incluso, se tiene proyectado hacer del espacio comunal de la Pampa II, un gran jardín con frutales, ornamentales y (¿por qué no?) hasta fuen-

El bullicio se ha hecho más cotidiano en la exhibición de los altoparlantes de los vehículos con los que se anuncian los muchachos que llegan por la noche, salen por la mañana o se reúnen en la esquina a beberse unas cervezas.

problemas o alegrías. Con una jaba de cerveza en media vía, y desahogándose lo más ruidosamente posible.

Esto es multiplicado por la presencia de los colegios vecinos; los chicos salen a celebrar aquí, en nuestra indefensa ciudadela, sus

haciendo notar al vecindaEl añadido de esta invasión rio las novedades brutales estridente lo ponen las mo- de sus juguetes, ensañántos, los cuadrones y los au- dose en hacer añicos la tos que gustan de romper misma paz que les trajo a el agradable silencio, estos lares.

tes de agua reciclada, que un día hagan del parque, el sitio de encuentro y solaz de la vecindad. La independencia residencial y la paz, por el contrario han comenzado a ser impactadas aceleradamente. Los más visibles actores de

¿De tal palo, tal astilla? Los muchachos son rivalizados por sus padres en las fiestas “campestres” con que se disfruta del lugar, escandalizándolo. Las fiestas de los fines de semana se imponen sobre los demás con todos los excesos. A pesar de que en Quito, como en los Estados Uni-

dos, los límites de la algazara están reglamentados. No hay quien ponga ley ni orden en La Pampa. No porque no haya cómo, sino porque equivale a imponer la ley, con dureza. Y todavía los moradores prefieren aguantarse la bulla que caerle al vecino con la policía. Todavía.

esta impactación (que antes se lo imputaba solo a los pasantes de los barrios periféricos) son los jóvenes. De noche y de día. De noche, cuando la milenaria serenidad del cielo de la mitad del mundo, donde los antiguos veían el zodíaco entero para hacer sus previsiones, son perturbadas ahora por altoparlantes a todo volumen que nos hace saber que los chicos de la casa, solos o con sus amigos, se inventan la ciudad ruidosa.

¿Adiós Pampa mía? Entre los residentes, la alarma ha crecido y es cotidiano hablar de ella. Recuerdo que en los primeros años, los muchachos, al no hallar aquí la bulla urbana de la que habían escapado sus padres, terminaban por irse para siempre. Ahora, hacen al revés. Se quedan y traen los estereotipos que consideran ambiente juvenil, sumando la inseguridad, los grafitis, los romances y borracheras

públicas y el ruido; el ruido biental, dan ejemplo a los hijos y los estimulan arsin el cual, es imposible, mando la jarana, con total para ellos, la vida normal. quemeimportismo del veComo si se hubieran equi- cindario. Felices y ensañavocado de lugar para vivir, dos en darles mala educalo marcan para no escuchar ción, inconsciencia e incael silencio que fue precioso pacidad de vivir con los para los que huyeron de la demás. Cumpliendo dichociudad por causa de la locu- sos esa ley fatal que se trasmite de generación en ra. generación, donde los vandálicos son padres de Aún más absurdo es que los chicos vandálicos de los mismos padres que vinieron por la paz, la segu- hoy que serán los padres de los vándalos de mañana. ridad y el bienestar am-


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