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Historia de la Villa Imperial de Potosí, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela
from elANSIA
by Sergio Vega
Historia de la Villa Imperial de Potosí
Bartolomé Arzáns de Orsúay Vela (1676-1736) Edición de Lewis Hanke y Gunnar Mendoza 1
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He carecido de la lengua latina 2
De todos estos escritos y relaciones he procurado ayudarme, tomando de cada una lo cierto y averiguado (esto es, de lo que he dejado de sacar de historias impresas). Y si me hicieren el encargo que a Virgilio, padre de la poesía, hicieron, de haberme aprovechado de trabajos ajenos, responderé docta y agudamente, por ser suya la respuesta: “De grandes varones es sacarle a Hércules la maza de su mano”. Mas con toda esta ayuda (que no en todo puede haber sido) digo que mostrándose el asunto bastantemente arduo, confieso haber desmayado en medio de él por ser las tinieblas donde anduve de varias maneras muy confusas, los senderos poco trillados, que harta dificultad es renovar lo antiguo postrado, buscar la luz a lo oscuro y dar hermosura a lo desfigurado. Mas animome el dicho del poeta Menandro: “No desespere quien pretende: todo lo consigue la perseverancia”; porque, acabado, nunca del todo satisfizo el ingenio al deseo.
Pero ¿qué pluma, qué imaginación, qué entendimiento, qué sutileza podrá explicar cumplidamente la gran riqueza que se ha sacado y se saca hoy del cerro de Potosí; la máquina de millones de plata que ha dado de quintos a sus católicos monarcas; las grandezas de su nombrada Villa; la claridad y liberalidad de sus moradores; la fe y veneración que tienen al culto divino; y asimismo los piadosos castigos (pues siempre lo son) de la mano de Dios que ha experimentado por sus culpas, ocasionados, si más de la riqueza de sus habitadores y sobra de corporales bienes, también efectos del dominio riguroso de sus estrellas a que con el libre albedríos pudieran oponerse?
Mas ya que cumplir con todo a nadie se concede, y como dice Aristóteles “si no puedes hacer lo que deseas, desea lo que hacer se puede”, he procurado con no
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2 Esta primera edición que se conoce como Historia de la Villa Imperial de Potosí, realizada por Hanke y Mendoza, fue impresa en tres tomos para la Brown University Press (Providence, Rhode Island) en la imprenta Nuevo Mundo S.A., México 13, d.f., México. Se respeta la transcripción de esta edición. El texto corresponde al prólogo del primer tomo de la Historia de la Villa Imperial de Potosí, que se terminó de imprimir el 17 de enero de 1964.
pequeña fatiga y asistencia (si bien gustosa) de los libros en tanto número como se verá en el discurso de la Historia citando sus autores, pues sin los cuatro arriba mencionados, pasan de 36 los que han escrito varios casos, grandezas y otras particularidades de esta Villa, entrando en este número 14 cronistas del Perú, fuera de varias relaciones, noticias, archivos y otros papeles manuscritos que ha diligenciado mi curiosidad sacando de la flaqueza fuerzas, de la cobardía corazón, del temor aliento, y del peligro ánimo, por pagar en parte lo que debo a lo glorioso de tan buen empleo, y ser el primero, aunque también ofrezco segundo, pues al mismo costo tengo en principios otra obra intitulada “Nueva y general población del Perú”, que sacaré a la luz después de ésta si Dios Nuestro Señor fuese servido.
Y en la presente vuelvo a confesarte la verdad, amantísimo lector, que bien conozco mi mal limada prosa y estilo, pues no debo a la gramática lo utilísimo de su empleo, no a la retórica la dulce elocuencia de sus ejercicios, he carecido del estudio de la lengua latina, loable y nunca bien encarecida costumbre de la gente noble, pues granjean con la noticia de ella energía en las palabras, disposición gallarda en ellas, elocuencia en el decir, prontitud en el modo, modestia en la elección, y (lo que no es menos estimable) propiedad en las locuciones, partes muy necesarias en los prudentes y eruditos historiadores. Pero careciendo de tamaño bien, me valdré de lo que escribió la divina pluma de Jerónimo al sumo pontífice san Dámaso: “Mejor parecen verdades toscas que mentiras elegantes”, siendo imposible ocultarse su luz aunque la procuren oscurecer tenebrosas envidias, por ser clarísimo sol que resuelve cavilosas nubes. Y (como advierte Tertuliano) no tiene necesidad de defensa aunque en el mar de la mentira asalten corsarios del engaño, mostrando entonces mayor fortaleza, siempre de tan grande precio, que preguntando un filósofo a Pitágoras cuál virtud podía hacer al hombre más semejante a dios, respondió: “La verdad”.
Esta, pues, con lo grande de la materia suplirá los defectos de sus autor, que siendo por sí tan excelente son sus proezas el ornamento, y ellas mismas encumbran el estilo sin más reparos ni encarecimiento. No obstante, en la narración procuraré hermanar la llaneza del estilo con la verdad de los casos, sin que la claridad decline a bajeza ni el cuidado pique en afectación; y todo será para deleite y provecho del ánimo, atendiendo también a que lo narrativo agrade por nuevo, admire por extraño, suspenda por prodigioso, por ejemplar exhorte, si dañoso escarmiente y si imitable provoque a lo bueno, que la historia que se escribe y lo moral que sobre ella se levanta, es bien que (ya que el entendimiento se recrea y gusta de la curiosidad y cosas raras que trae la historia) que la voluntad también se mueva y con la moralidad aborrezca el vicio reprendido y ame la virtud alabada, y todo junto le ayuden a temer a Dios y servirle y ganar el cielo. Y no siendo menos importante la circunstancia del tiempo, he procurado señalarle (en cuantos sucesos he podido) poniendo al día y el mes en el cuerpo de la historia y el año en el margen, con lo difícil que trae consigo el orden de escribir no pudiéndose decir todos juntos.
Así sucedió, pues, el día de San Juan estando los buenos haciendo las rogativas de nuestra Señora del Rosario, que como llevo dicho se comenzó a 22 de junio. Se juntaron en cierta casa a celebrar el día de cierta mujer forastera (perdición de almas en esta villa) 11 hombres y nueve mujeres, y se pusieron aquella noche a bailar aquel maldito son que a un mismo tiempo se canta y se baila, que en el idioma de los indios se llama Caymari vida, que es el estribillo, y en el castellano es lo mismo que decir “Ésta es la vida, éste es el gusto”, muy semejante a la Chacona de España y a su zarabanda tan celebrada de la juventud vulgar. Siendo, pues, las 10 de la noche y habiendo precedido varias deshonestidades, cantaban unos y bailaban otros con aquel estribillo de “Ésta es la vida”, cuando (caso raro) se oyó una voz muy sonora y espantable que por detrás de la cama salía, que dijo: “No es sino muerte”.
Al punto se llenaron de horror todos aquellos hombres y mujeres, y como si fuera una saeta para cada uno quedaron heridos del accidente, menos cierta doncella que con más acuerdo que todos aquellos lascivos se levantó del estrado que en lo más retirado de él estaba y arrojándose a los pies de una imagen de Nuestra Señora de la Concepción dijo a voces: “Virgen Santísima doléos de mí que yo no vine aquí por mi voluntad sino que esta mi tía me trajo por fuerza”, y añadiendo otros tiernos ruegos y prometiendo servirla y servir a Dios se libró sin duda por intercesión de Nuestra Señora y por su inocencia. Las demás y todos los hombres yéndose a sus casas murieron dentro de ocho días, aunque también escapó de tres recaídas una mujer casada que entre las otras estaba. Dos de los hombres con quienes yo tenía amistad, cuando fui a verlos me refirieron el suceso, y habiéndoles dicho que pudiera ser voz humana de alguna de aquella junta que por burlarse lo hiciese y la aprensión obrase el efecto dijeron que para el paso en que estaban, pues morían sin remedio, me aseguraban ser la voz sobrenatural, porque los más alentados lo examinaron con luces y no hallaron quien la pudiese haber dado sino la justicia divina. (1719)
Sigue la peste De la arriesgada siempre juventud hubo notables circunstancias, pues uno estando muy al cabo con la epidemia dijo que veía a la muerte toda huesos sentada en un rincón de su cuarto y que le apuntaba con el dedo una hoguera de fuego que también veía, y diciendo esto acabó la vida. Otro mancebo español que siempre se ocupó en lascivias y deshonestidades dijo que veía cuatro horribles visiones con desmesuradas cabezas, y le amenazaban se le aparejaba un horno de fuego espantoso que allí estaba para echarlo en él luego que expirase, y al decir esto murió. Una moza mestiza que con su hermosura acarreaba para sí y para
3 Los textos siguientes corresponden al tercer tomo de la Historia de la Villa Imperial de Potosí, que se terminó de imprimir el 23 de agosto de 1965.
otros muchas ofensas de Dios, dijo que los demonios estaban presentes despedazando a fulano (que antes había muerto de la peste y había sido compañero de sus torpezas) y que lo metían ya en una de las calderas de plomo derretido que allí estaban, y que en la otra la amenazaban la habían de echar a ella, y dando un grito espantable murió estando yo allí presente ayudándola y exhortándola al arrepentimiento. Otro a quien ayudaba un religioso a morir, estando yo también presente, dijo que para él no había salvación pues siempre había servido al diablo y que allá se iba a los infiernos, y así expiró, quedando con tan espantable rostro que apenas me esforcé a bajar su cuerpo de la cama. (1719)
Mueren los niños de pecho La mayor y más incomparable lástima que en este estrago Rompido los corazones de dolor fue más de 800 criaturas de pecho que quedaron sin sus madres, y andaban las piadosas mujeres de casa en casa con ellas buscando otras que por estar criando tenían leche para que se alimentasen, oh qué dolor, que llevando yo por mis manos una de ellas (que ya herida su madre del contagio expiraba) a cierta señora noble y piadosa, hallé que estaba con cuatro criaturas, las dos españolitas y las otras indiecitas, dándoles una por una sus piadosos pechos. Calló mi boca al verla así pero las lágrimas de mis ojos la hablaron, que entendiéndome su piedad pidió esta quinta criatura y le dio sus pechos, y aun por saber que era hija de nobles padres aunque pobres (que primero faltó su padre del mismo mal) se la detuvo y se la está criando. No se hallaban amas, que todas perecían, y si llegaban a sanar carecían totalmente de leche. Multitud de huérfanos quedaron desde un año hasta 12, y eran más dichosos los que a un mismo punto morían con sus madres, que fueron muchísimos. (1719)
Una hija desacatada Muchos de los vivos en esta peste se quedaron (sin ser parientes, ni con otra obligación) con los bienes y alhajas de los muertos, y los enterraban a poco costo o echaban a la Misericordia sin una mortaja; pero también a muchos de éstos les quitó la vida la peste, y lo mismo que ellos hicieron con unos, otros siguieron el mismo rumbo. “A río revuelto ganancia de pescadores”, dice el refrán, y así se vio en esta ocasión, que por varios caminos hubo muchos pecadores. Y finalmente, en tan grande mal y tan general como fue, sólo a los señores curas de españoles, de indios y de negros les estuvo bien con tantos entierros, y de la misma manera a los sacristanes y fabriqueros. Pasemos adelante.
Cierta hija doncella a quien su padre había hecho enseñar el tañer varios instrumentos y danzar y otras gracias, sucedido que cayó enfermo su padre antes de la peste, y estando ya acabando, cuando debiera compungirse aunque no fuera su hija, ésta se entretuvo en tañer un arpa, cantar y danzar con grave escándalo de los que la veían. Muerto su padre dijo que no se pondría luto porque no se lo había dejado, aunque la madre se lo dio y puso. Perdióse la desdichada después
de su muerte, y en nueve meses de sensualidad escandalosa adquirió dos ricas galas, perlas y otras alhajas. Todo lo prevenía para echar el luto, como si no fueran más negras las galas adquiridas tan a costa de su alma. A los nueve meses después de fallecido su padre la tomó la peste y cargó con ella y con su madre, y así otros cargaron con todas las alhajas, y si esta desacatada hija dijo que no tenía luto para ponerse por su padre, no quiso Dios se pusiese las galas por quitarse el que quizás por la fuerza se puso.
La prisa que da el vicio de lascivia maña es del que quiere viciarse para que con brevedad se ponga en obra, porque las cosas que son fuera de razón si dejaran sosiego para considerarlas no se hicieran: mientras no se hacen se están haciendo con ansia; mientras se ejecutan se están con descubrimientos. Las obras de la virtud no fatigan antes de ejecutarse: la virtud no tiene enemigos; como llega el corazón descansado a ellas, las hace sin cansancio. Yo conocí y comuniqué a esta mujer cuando gozaba el sosiego de su doncellez y sólo pretendía virtud, y cuando la lasciva, ni para su divertimiento propio tenía quietud. (1719) D