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ORGANIZACIÓN SINDICAL EN LA ECONOMÍA DE PLATAFORMAS DIGITALES

“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo” afirmó Arquímedes tras enunciar la Ley de la palanca. Pudiera pensarse que el desarrollo tecnológico nos hubiera conducido al descubrimiento de nuevos modelos de negocio para hacernos la vida más cómoda y accesible. La realidad de la economía de plataformas digitales dista mucho de la aplicación disruptiva de estos modelos de negocio, más bien todo lo contrario, introduce en el mercado tecnología para destruir todos los marcos normativos equilibradores de una economía liberal en detrimento de las personas.

El modelo de estas plataformas se presenta como innovador y avanzado a su tiempo, nada más lejos de la realidad: utiliza los mecanismos de explotación de siglos anteriores para dar rienda suelta a la mercantilización de la vida: desregulación de contratos, de jornada, de mecanismos de control empresarial, de salario, de prevención de riesgos laborales y de sistemas de protección.

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Encauzar una acción sindical organizada para equilibrar estos desajustes, en el modelo de relaciones laborales español, pasa por visibilizar estas situaciones, cercar el modelo de negocio y disputar los beneficios de lo generado: nada nuevo bajo el sol. Con una salvedad, mi centro de trabajo es la ciudad, las órdenes me las comunican por una aplicación en mi teléfono, y desconozco cuándo, cómo y a qué precio trabajaré.

La resolución administrativa de la Inspección de Trabajo viene a avalar las tesis iniciales de CCOO de laboralidad de este colectivo y la ilegalidad en la que se mueve este modelo. Sin embargo, la hoja de ruta de esta Confederación no ha hecho más que empezar. El reto consiste en organizar el colectivo y disputar esas condiciones de trabajo que afectan a las personas y al conjunto de personas usuarias de esos servicios. Y los mecanismos a emplear, para tan loable fin, han de evolucionar para dar una respuesta eficaz. La comunicación con el colectivo, la implicación sindical en toda la cadena de valor, las alianzas con las organizaciones que defienden los intereses de las personas (consumidoras, sociedad civil, etc.) han de evolucionar. Y no parece muy ajustado a la realidad ni las discusiones conceptuales sobre falsas economías colaborativas o cambios normativos laborales y fiscales movidos por el capital para dulcificar una ilegítima forma de trabajar que vulnera todos los principios motivadores de las normas. Se demuestra que existe voluntariedad, dependencia, ajenidad, subordinación... contribúyase al sistema de seguridad social que posibilite una cohesión social.

¿Y el siguiente paso? Organizar a personas para conseguir un fin común, la disputa legítima de ese capital y de esa organización del trabajo que respete los derechos fundamentales de sindicación, negociación colectiva, protección de datos personales, dignidad, no discriminación y seguridad en el trabajo.

“Sería una buena faena que los repartidores tuvieran que ser asalariados, pero nos adaptaríamos, veríamos la manera” señalaba el CEO de la compañía fechas antes de una resolución nuevamente desfavorable. Es un buen momento para comenzar esa resiliencia y reconocer que su modelo no es nuevo, sólo ilegal. Adáptese a la ley, y huya del esclavismo del siglo XXI. Desde CCOO trabajamos para adaptarnos al reto de organizar personas trabajadoras en el siglo XXI, para disputar esa riqueza y esa forma de trabajo conjuntamente con los sindicatos europeos, comunicándonos de otra forma pero con el mismo objetivo: que el trabajo, como eje central de nuestras vidas, sea más democrático, más cohesionador de una sociedad que aborda unos retos cada vez más desafiantes. La acción sindical organizada, permanente y transformadora es la que nos dará ese punto de apoyo que mueva el mundo.

DANIEL PATIÑO

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