Contenido 4
Prólogo Ester Giménez Beltrán y Carlos Lacalle
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El planeta, ¿lugar o no lugar? La planète lieu ou non-lieu? Marc Augé
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Los tiempos de la arquitectura Francisco Jarauta
20 Saber olvidar, saber recordar: la conjugación del presente y el pensar contra el exceso (reflexionando a partir de Marc Augé) David Pérez
34 No lugares/nuevos lugares: la ciudad de los grandes eventos culturales Juan Calatrava
44 Carta al hacedor de tiempos José Manuel Barrera
64 Arquitectura de interior Manuel E. Vázquez
84 Los nuevos espacios (los pliegues del espacio) Carlos Lacalle
100 Conversación con Marc Augé Conversation avec Marc Augé Ester Giménez Beltrán
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Carta al hacedor de tiempos José Manuel Barrera Universitat Politècnica de València
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Hola y adiós, es la fórmula que usamos para saludar a quien no podemos retener, porque al verlo ya se está yendo. Que en el saludo vaya implícita la despedida es prueba del constante cambio y movimiento del mundo. En ese instante, “entre” el hola y el adiós, no da tiempo de hablar, comentar unas palabras, ni siquiera un gesto extenso corporal. Es un lapso excesivamente corto. Solo un instante tasado en el tiempo, entre el aire expulsado del hola, y la toma de aire para decir, adiós. Casi una exhalación o una nostalgia, que deja suficiente tiempo para abrir un hiato, en forma de conjunción “y”, a su contaminación o, a un recuerdo. Expirar para recibir, inspirar para despedir, parece el signo paradójico de nuestra fugaz –al tiempo que permanente– amistad. Morir para alumbrar, nacer para ofuscar, no es un relato teleológico, sino denunciador de la experiencia misma de vida que Primo Levi o Aleksander Solzhenitsyn nos cuentan de su recuerdo dramático en el lager de Auschwitz, su descenso al infierno1. Que tan existencialmente nos recuerda lo endeble de la vida dejada de conciencia y correspondencia. El soliloquio se presenta como una metáfora mostrativa de la dualidad entre la evanescencia del tiempo y su densificación. Expuesta en esa dimensión traductora que trasciende el aparato conceptual sintetizado en deconstrucción2, que revierte a la perdurabilidad de lo que concurre en el tiempo. Te reconocí (porque tú siempre estás ahí, abierto para serlo) cuando finalizando mis estudios, decidí afrontar el reto sugerido de aproximarme a tu tiempo, como desafío rozagante, en un contexto que solicitaba otras respuestas más ortodoxas. En 1988 los estertores de la “tendenza” academicista hacían furor y la comprensión de tu presencia era escueta, a pesar que tus obras eran públicas desde 1967. Y ya entonces algunos endiosados se aferraban a tus propuestas con exceso de vampirismo. Aquel encuentro fue para mí alumbrador; Bernard Tschumi nos deleitaba a la francesa (AA) de su propuesta para la Opera de Tokio3, mediante una constelación de gráficos semejando una parrilla de redes y trazados donde las piezas se iban depositando como si se tratase de una partitura. Esta metáfora, años más tarde la hiciste tuya para explicarle a P. Eisenman sus faltas4. Aquel hallazgo representativo me conmovió, pero su despliegue conceptual destruyó una parte de mí. Desde entonces habitas en mi tiempo. (FIG. 1)
1
LEVI, Primo (1987), Si esto es un hombre, Pilar Gómez Bedate (trad.), Barcelona: El Aleph.
2
DERRIDA, Jaques (1989), Carta a un amigo japonés, Barcelona: Anthropos. Revista de Documentación Científica de la cultura. Suplementos 13, Marzo, p. 88; “La imposible “tarea del traductor” (Benjamin), esto es lo que quiere decir asimismo deconstrucción”.
3 4
TSCHUMI, Bernard (2012), Architecture Concepts: Red is not a color, NY: Rizzoli.
DERRIDA, Jacques (1990), Epistolario, revista Assemblage; también en, Les arts de l´espace: Ecrits et interventions sur l´architecture, Paris: ESSAIS, Editions de la difference.
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En un apartado casi escondido del texto, se podía entender aquella pretensión enunciada como deconstrucción, con ciertas remisiones (más tarde aclaradas) al postrero texto “Carta a un amigo japonés”5. Siempre te gustó jugar con los tiempos, anteriores y posteriores, con su desorden acostumbrado, barajados en el hipotálamo y organizados por la potencia de sus facultades; con sus elipsis (analepsis, prolepsis) y constantes expansiones y contracciones para acentuar la circularidad. Término aquel confuso en su exposición de prestado, interpretado por aquellos vampirizados arquitectos y periodistas especializados como método proyectual y creativo, tan transgresor de la constante espacialidad imperante. Desvaneciendo así desde su arranque la fortaleza de la actitud ética que pretendía, la reversión de los tiempos “al tiempo del tempo”, que nunca se pudo instalar por falta de constancia en la perspectiva humanística. Su lectura como método y el auge de la personalización6, en lugar de acción social, lo espacializó. A pesar de ello, tus textos nos guían. No son los hombres en su espacio físico lo que compadece al sujeto de la globalidad, sino su dimensión temporal a-espacial, no necesariamente referida a coordenadas x, y, z, o asida a formas precisas reconocibles antropomórficamente, sino tan solo a su forma-materia constitutiva, que “evapora” un despliegue imaginario que interpele al sujeto. Ese licor vaporoso entretejido de imaginario, onírico, recuerdos u olvidos, en una constelación convocante de fuerzas que airadamente se abren paso, sojuzgando razones, incluso aquellas que prevalecen prejuiciosas; cabe algo de locura. Y entonces, surge la posibilidad de la differance. Porque no todos los tiempos son igual de intensos, nuestros recuerdos saltan unidades de espacio-tiempo, dejando rebabas o bordes quebradizos que dificultan sus enlaces. Bordes etéreos donde se da la contaminación, donde se abren hiatos a lo otro por venir. En su temporalidad, pueden constituir elipsis inherentes, expresivas, de estructura o de contenido. Pero siempre muestran una falsaria continuidad, con tendencia a homogeneizar. Desde aquel encuentro proyectual dedicado a la especulativa pretensión de comprenderte, hasta estas líneas, has estado acompañándome. Y digo estas líneas, no porque en adelante ya no estés, que si será porque eres ya tiempo de la norespuesta desde 2004, o la paciencia del tiempo7, sino porque no sé si habrán más líneas donde te sujete, que son espacio donde retenerte. (FIG. 2)
5
DERRIDA, Jacques (1997), El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales, Barcelona: Proyecto A Ediciones, pp. 23-27.
6
LIPOVETSKY, Gilles (2003), La era del vacío; ensayo sobre el individualismo contemporáneo, Barcelona: Anagrama. Este argumento constituye el hilo conductor de la crítica de Lipovetsky en 1985, al cambio hacia la sociedad postmoderna, entonces, fundado en el narcisismo.
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DERRIDA, Jaques (1998), Adiós a Emmanuel Lévinas; palabra de acogida, Madrid: Trotta.
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A-Dios, que saluda al otro más allá del ser, como mostraste a E. Levinas en su despedida de 1995 acompañando al hola y a-dios, permite no solo la doble saludación –aparente y trascendente–, sino también la unión de las conjunciones mostrando la afirmación de Dios; o una actitud solicitante “ya” que nos hace rehén, que permite la especulación del ser y no ser, la amistad o la hospitalidad. Un intento por acceder al conocimiento de lo desconocido, como M. Blanchot escribiera. Hoy te digo hola, pero te digo al mismo tiempo, a-dios. Un adiós que no es despedida sino un ya hasta siempre en mi recuerdo; porque lo que da curso al mismo tiempo es la accesibilidad al Otro. Es tu formula de la acogida sin la que el tiempo no existe. El sujeto de tu tiempo al que dirigías estas reflexiones, fue previamente descrito como sujeto de la disciplina, (soberano de aquel otro sujeto de la obediencia), al cual pretendías emancipar, porque la misma fuerza que estos procuraban en dicho esfuerzo les conducía –por las mismas densidades que nos aplastan– a la recurrente espacialización; al mismo vórtice que la lógica económica conduce al capital. Como si se tratase de una adherencia cientifista que confunde y trastoca nuestra experiencia temporal, no dejando apenas residuo de esta dimensión. Restos de una objetividad falsa que se sustenta en mantras irrefutables, diluidos en los tiempos. (FIG. 3)
Entre tanto, y sin apenas tiempo para leerte con la suficiente atención esa focalización textual ejemplificante, aquella Gramatología tan criticada desde la prevalencia fonocentrista tan propia de la apariencia8 o del charlatán politólogo de moda, aquel sujeto se ha desvanecido. Tus alertas, tus advertencias, tus esfuerzos9, han resultado baldíos por la dificultad inherente de tu empeño
8
DERRIDA, Jaques (1991), El discurso filosófico de la modernidad, Madrid: Taurus.
9
DERRIDA, Jaques (2002), La universidad sin condición, Madrid: Trotta, p. 77.
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de nadar a contracorriente. Pretender la conformación de conciencias sólidas éticamente, a partir de una actitud proactiva de implicación social fundada en la preeminencia del Otro, la alteridad y su constante esfuerzo a pesar de lo desalentador de la iniciativa, (en consonancia con aquel viejo Dasein), era en sí, una apuesta perdedora. Demasiado esfuerzo para sujetos proclives al automatismo, sumidos ya en la personalización. Cuando empezaba a vislumbrarse un escenario de temporalidad, aquellos adictos y fieles, ambos, sumergidos en la narcolepsia de tus aromas, ayudaron a tumbar el muro de la paradoja10, sin hacer suyos los problemas que lo alzaban11. El muro que considerábamos divisor entre humanos, de realidades e incluso de tiempo, era en esencia la última metáfora viva que sujetaba dos realidades tensionadas. Una tensión que irradiaba la energía suficiente, calentando las hebras de la única dualidad que nunca nadie quiso quebrar; la subyacente que separaba capitalismo de humanismo12, cayendo en el vacío de la deshumanización sobre la siempre hábil salvaguarda de la espacialización que la ciencia presta a tender como red de seguridad. Sí. El sujeto estaba ya mudando al postmoderno. Recorría la senda de la vacuidad, la fungibilidad, la evanescencia de la vida sin densidad en la experiencia fugaz. Caminaba de nuevo hacia la ruptura de la circularidad que hacía mover el mundo con la levedad de sus huellas y la pesadez de sus solidos giros hacia el vector de sentido dirigido al futuro. Un motor alimentado de tiempo que aporta aire convocando de nuevo aquel, expirar para recibir, inspirar para despedir, que finalmente se desvaneció en el olvido del tiempo. Así era. Sin tiempo, el sujeto ya estaba sumido, en la nueva dimensión comunicativa global; ese laberinto contemporáneo que confunde la libertad individual con una falsa apariencia de auto gobierno, cuando en realidad se trata de auto-dominación13. Este sujeto ya no pretendía zafarse de su disciplinaria atenaza, creyéndose libre; porque no era capaz de huir de su personaje14. Y sin embargo, era su principal señor de autoridad que les sumergía paulatinamente en la rentabilidad. Fue así como el sujeto postmoderno, abusando de su ficticia autonomía sustentada en el personalismo narcisista, se introdujo en el sujeto de la rentabilidad. Pero solo de su quehacer productivo, nunca de experiencias auténticas, sino solo simuladas. Carecía de tiempo para más. Aquella imposibilidad de la traducción que debatías a distancia temporal con W. Benjamin, discutiendo su remisión a un solo centro porque invocabas una inevitable contaminación de contrabando, fue la misma imposibilidad del ejercicio del tiempo anclado ya en el eterno presente15. Un oxímoron; era tan posible como negado. Solo que antes la dificultad provenía del exterior y desde entonces anida en nuestro interior. Pretendiendo sujetar todos los tiempos imaginados retorcimos un incipiente post-estructuralismo, en superestructuralismo. (FIG. 4)
10
LIPOVETSKY (2003), op. cit., p. 11; “El futuro no tendrá que escoger una de esas dos tendencias (descentrada/heteróclita; materialista/psi; porno/discreta; renovadora/retro; consumista/ecológica; espectacular/creativa), por el contrario, desarrollará lógicas duales, la correspondencia flexible de las antinomias”.
11
DERRIDA (1998), op. cit.; “Sí. Ética antes y más allá de la ontología, del Estado o de la política, pero también ética más allá de la ética”.
12
DERRIDA, Jacques (2008), Les fins de l´homme, y (2008) Márgenes de la filosofía, Madrid: Cátedra.
13
LIPOVETSKY (2003), op. cit., p. 7; “Lo que desaparece es esa imagen rigorista de la libertad, dando paso a nuevos valores que apuntan al libre despliegue de la personalidad íntima, la legitimación del placer, el reconocimiento de las peticiones singulares, la modelación de las instituciones en base a las aspiraciones de los individuos”.
14
BAUDRILLARD, Jean (1978), Cultura y Simulacro, Barcelona: Kairós.
15
ELIADE, Mircea (2000), El mito del Eterno Retorno, Madrid: Siglo XXI.
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Lo paradójico de la situación no era el enunciado, que resulta una mera descripción de lo que se dio indefectiblemente, sino la obstinada negación de una evidencia que trascendía todo lo expuesto, ante el temor de que un tiempo ingobernable les hiciera más imaginativos, más librepensadores o transgresores. Asistimos en el tiempo de las imágenes soñado por W. Benjamin para proponer una nueva teoría estética, a la aceptación de la castración hermenéutica imaginaria ante el temor que la inseguridad de la locura nos procura. Un onanismo castrador. Ya no necesitamos dueños, ni señores; nos bastamos nosotros mismos. El tiempo al que referías, se conjuga intelectiva e imaginariamente, en el injerto del sujeto experimentando la obra. En el vivir sucesivo que consume tiempo de vida, el sujeto se encuentra con la materia dispuesta (arquitectónica o textual), de manera que, por la propia conflictividad de su presencia apertura hiatos entre su ser y no ser; entre lo imaginario des-realizado y lo onírico trabado de inconsciente activo, donde se permite transferir sus propias experiencias, sus vivencias y sus intenciones; en tanto sujeto social. Se ve compelido a ello por el simple hecho de hacerse con su problematicidad. Concesión insobornable de su misma condición de ser sensible. Cuando esto concurre, el sujeto establece una interacción con lo emanado imaginario de la materia (el significante), que no es en sí mismo la materia dispuesta (que apela a lo cuantitativo), sino a través de aquellas condiciones cualitativas que articulan la misma referencialidad iconográfica donde surgen los sueños. Y en este proceso, el sujeto puede transferir (y es receptor tanto como donador) a la materia un significado que no disponía aquel significante; queda entonces adherido a un enjambre mental referido y referencial de significados prestados. Es entonces, cuando la obra se torna símbolo (o morada) de otro significado de contrabando no previsto, acto que en sí mismo constituye el renacimiento de la obra. Es su actualización, y con ella, su venir del pasado al nuevo presente sin cancelar un seguido movimiento al futuro. Esta es la naturaleza de la circularidad temporal de la hermenéutica de lo imaginario, que ahora el sujeto se niega a sí mismo por temor a un mundo diferente fuera de sí y su gobierno. (FIG. 5 Y 6)
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Mientras aprendíamos la magnitud de esta posibilidad de articular un mundo más humanizado (fundado en lo Otro), el mismo sujeto ya reticente a esfuerzos adicionales externos, se sumía en el placentero sueño de la virtualidad; unos nuevos brazos de Morfeo que aletargan su condición humana y exaltaban de nuevo la espacialización, pero esta vez sin conciencia de ello, sino creyendo lo contrario. Que es libre haciéndose el muerto, desde la descrispación o deslizamiento por exceso de sobrevaloración de las cuestiones subjetivas individuales frente a la res pública. Lo hemos tenido entre los dedos y sin tiempo de cerrar las manos se ha diluido. Pero esta vez, a diferencia de las anteriores, creemos que lo hemos atrapado cuando en realidad los atrapados somos nosotros. Una vez más tendremos que volver a empezar la pesada tarea de revivirte – como a tantos otros–, darte aliento, dejarte aire, sin tiempo suficiente para que la bocanada sirva para despedirnos definitivamente. Y aun así, lo intentaremos repetidamente. Haremos de la norespuesta la fiesta del reencuentro sucesivo. Te escribo sin tiempo para que respires, pero con el suficiente como para no despedirme, porque cada vez que te nombro, encuentro un nuevo significante que te es más propio, y así imagino que me acompañas en la tarea de dar al tiempo la dimensión cualitativa que le corresponde. Te escribo y nombro, sabiendo que habitas los lugares del futuro; del ahora-futuro, el presente-futuro y el propio futuro. Que permiten, programar, anticipar y esperar. Eso, a lo que se ha renunciado por un supuesto respeto a la singularidad subjetiva. Estos lugares del futuro son lugares imaginarios, que se dan en nuestra actividad arquitectónica cuando cabe la dimensión temporal. Cuando damos el tiempo. O de otra manera, cuando somos capaces de hacer conjugar al receptor la dimensión temporal en nuestras obras. Cuando eso ocurre, el sujeto se trasporta individual y colectivamente a lugares imprevisibles, ingobernables e indirigibles. No sin dificultad. La historia de la arquitectura es en gran medida la historia de una constante y evolutiva espacialización; su resultado fáctico. No solo porque la tendencia a la solidez, la durabilidad, la fuerza, compacidad y la monumentalidad hayan sido atributos viriles trasladados a 50
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la arquitectura, sino también porque su correlato en corrección constructiva, sistémica, tratados, estilos y tipos, han incidido en la paulatina experimentación constructiva de lo cuantitativo que la técnica era capaz de permitir. Y consecuentemente, el espacio ha predominado desde entonces, como variable totalizante. Diríamos que es la respuesta a la fuerza que ha predominado nuestra historia, visibilizada en el influjo cuantitativo de una lógica económica que ha inoculado nuestras construcciones tanto como nuestra aproximación al mundo. (FIG. 7)
Sin embargo, desde los años 70 se había instalado sucesivamente en nuestras mentes una doble condición que se agolpaba como parataxis; por una parte la convicción de otro sustrato cultural, igualitario, feminista, que permitía otras perspectivas como las infantiles, el género, con otras lógicas de sentido. Atendíamos lo fugaz, lo transitorio, lo imprevisible, como signo de un tiempo acelerado, que apenas dejaba tiempo para su completa experimentación, pero con la virtud de aceptar la otredad. Tal asunción nos hubiera permitido reconsiderar imaginariamente, desde la hermenéutica de la materia arquitectónica, en nuestro caso, una nueva dimensión de los lugares del futuro. Lugares plenos de temporalidad y con ello de futuro. Pero preferimos, frente al punto de locura que ello conlleva, la desubstanciación de la lógica del vacío. Y al mismo tiempo, y como fruto de ello, abrazamos la virtualidad. Esa dimensión sin cota geométrica, que tan solo son impulsos tensionales, pulsares, donde el tiempo debería ser el protagonista por habilitar la posibilidad y que por el contrario, fue la primera víctima. Contrariamente a lo que podría haberse imaginado, la virtualidad se ha usado como inhibidor temporal y depósito de espacialización en términos de lo sentido. Porque “el individualismo es indisociable de la transferencia emocional”16. Con ello, la temperatura de lo sentido evaporó el tiempo. La misma contradicción que concurre en el sujeto del rendimiento17 en el que recaló el sujeto postmoderno; se sentía libre y emancipado como para autoimponerse una explotación, bajo el pretexto que lo hacía por placer y que el fundamento de su libertad era su prosperidad. Desde entonces no existe espacio-tiempo, sino un algo indiscernible sentido, que sustrae la correlación. Hemos así pasado del sado en el sujeto de la disciplina al maso en el sujeto de la rentabilidad gracias a la castración de la pregnancia temporal del sujeto postmoderno.
16 17
LIPOVETSKY (2003), op. cit., p. 13.
BYUNG-CHUL HAN (2010), La sociedad del cansancio; (2010), La sociedad de la transparencia; (2014), Psicopolítica; (2013), El aroma del tiempo; (2016), Topología de la violencia, Barcelona: Pensamiento Herder.
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Ya se anunciaba. Las mejores aportaciones de reinterpretación espacial, indagación y proposición, se formulan durante la modernidad del s. XX,18 y con mayor concreción entre la gran depresión de 1928 y la invasión de Polonia en 1939. La vinculación que Siegfried Kracauer realizó con el cine en este mismo periodo, no fue casual. En aquellos artículos de crítica del Frankfurter Zeitung19 entre 1921 y 1933, no solo pretendía alzar la voz sobre determinados sucesos políticosociales en ciernes, sino mostrar que el cine no solo era un espectáculo, sino una herramienta en manos de los poderes. El inicio de una suplantación, contadora de relatos paralelos, que al contraponerse a la realidad de los sujetos, estos asumían como “seudo realidad sentida”, (o lógica de inferencia mediada) sobre la base de la implicación del ego y la igualación-declinación propios de la transferencia emocional. Algo semejante a lo que sucede en la experimentación de la materia arquitectónica, ahogando los lugares del futuro. Se confunde así experimentar con experiencia, emociones y sentimientos con la lógica del sentido. Una dinámica que los nuevos tiempos de la virtualidad plena, han emulado. En esta operación, el factor de reajuste era hacer desaparecer el tiempo, porque este introduce una lógica de correspondencia ineluctable. La misma conceptualización que subyace en algunas propuestas espaciales transgresoras de la modernidad; solo quedaba lo contemplativo, arrancando lo vivencial al transmutarlo como sentido personal especular, quedando así como simples lugares visitables. Semejante a los efectos deformantes en los espejos del teatro catóptrico de Umberto Eco20; porque “cuanto mayores son los medios de expresión menos cosas se tienen que decir; cuanto más se solicita la subjetividad, mas anónimo y vacío el efecto”21. Los lugares del futuro son lugares que pueden permanecer en el imaginario, sin adquirir corporeidad, porque derivan de una hermenéutica imaginaria, fundada en la dislocación referencial22 del significante. Lugar no transpone una condición necesariamente física o impone estar constituidos por retales de la realidad exterior. Son mayoritariamente lugares que se constituyen en nuestra imaginación, y por tanto no corpóreos, sino ensoñados. Pero con la virtud de su posibilidad, dado que la condición de lugar la otorga el sujeto en su acción constitutiva de conquista y apropiación. Son también lugares de la interpretación, formados por enlaces de semejanzas, similitudes, referencias o analogías, resultando de ejercicios mentales metaforizados o metonímicos, que nos conducen a otra realidad-posible. Pero que en su exceso conduce al real lacaniano, al impregnarse por fragmentos de hiperrealidad, fantasías y espacios vacíos dejados por la falta del objeto del deseo. Mientras que su realización-posible de manera simbólica para la colectividad permite la temporalidad y fundar un mundo nuevo, en su exceso, el real no aporta posibilidad sino frustración, y termina constituido por espacios múltiples sin tiempo, enhebrados de vacío. Esta distrofia imaginaria, reduce el tamaño de lo imaginado-posible y aumenta lo imaginado-especular hacia lo
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HOBSBAWM, Eric (2014), Historia del s. XX, (2014) Trilogía Eras, Barcelona: Crítica; periodo que a estos efectos tomaremos según Eric Hobsbawm como el tránsito del largo s. XIX (1789-1914) y principios del corto s. XX (Ivan Bered, lo fija entre 1914-1991).
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resumidos después en (1985) De Caligari a Hitler, Barcelona: Paidós; y (1989) Teoría del Cine, Barcelona: Paidós.
20
ECO, Umberto (2012), De los espejos y otros ensayos, Barcelona: Debolsillo.
21
LIPOVETSKY (2003), op. cit., p. 14.
22
BAUDRILLARD, Jean (1990), La transparencia del mal, Barcelona: Anagrama; “Cuando las cosas, los signos y las acciones están liberadas de su idea, de su concepto, de su esencia, de su valor, de su referencia, de su origen y de su final, entran en una auto reproducción al infinito”.
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ficcional (en tanto con lógica de mercadería pretende el lucro), como consecuencia del exceso de imágenes (mercadotécnica) carentes de consignación, tan propio del tiempo virtual23 conducente a la social dreaming que releva a la affluent society. (FIG. 8)
Los lugares ensoñados (imaginario-posible) se construyen a través de la amalgama de imágenes fuerza, o retales de energía del conjunto de iconografías que en nuestra vida individual y colectiva acumulamos24. Un plexo de hermenéutica iconográfica. No son un collage con marco, sino que van más allá; sus márgenes originarios se desvanecen sin atisbar el principio y el final, y por ello contaminan áreas temporales periféricas. Son tan sesgados los préstamos y tan parciales de enfoque que configuran una constelación irreconocible. Estas constelaciones contienen las trazas y las huellas de aquellas otras, de manera sintetizada y adherida, a través de sus sombras, sus claroscuros superpuestos, de forma que apenas reconocemos un origen inexistente. Nuestra mente crea imágenes a partir de restos de otras, con algo de subversión y transmutación semejante a la locura. Son básicamente sensoriales (estéticas), no emocionales. Esos lugares del futuro tuyos, dan cuenta de nuestra cultura polisémica, heterogénea y transversal. Son compartidos, inclusivos y nunca excluyentes. Son lugares de felicidad y son posibles de transfigurar. Son lugares que debemos componer entre todos. Nunca se agotan, no tienen límite; están a la vista y solo hace falta verlos. Para lo cual es necesario retomar la dimensión temporal de nuestra existencia, en tanto colectiva, dejando de ser esclavos de un ofuscado superyo que se cree el cuento de ser libre, por tomar su propia decisión en lugar de un Ello. Sin recabar que el Ello de la obligación o la disciplina transmuta indefectiblemente al super-yo, cuando en lugar de tiempo, conjugamos excluyentemente lo que sentimos emocionalmente del espacio sin realidad. Vivimos detrás de sentimientos, pero en un global sin-sentido. En realidad, nuestras propias paradojas nos desbordan. Te escribo sabiendo que habitas otros posibles lugares del futuro, ya desvestido de la pesada carga de la espacialidad, en la que aun algunos estamos empeñados en superar. Con la nostalgia de tu habilidad en llenar al mismo tiempo, con la conjunción, “y” citando a Lévinas25; si es corta, no hay presencia; si se alarga, dejas abierta la puerta de la hospitalidad; si es entrecortada, cabe la esperanza de la posibilidad, de un decir, de un añadir algo propio que reviva la naturaleza artificial; tu differance.
23
FERGUSON, Niall (2008), Virtual History: Alternatives and Counterfactuals, NY: Basic Books.
24
Lo colectivo aporta fuerza y energía debido a su carácter intersubjetivo, por surgir del juego, y disponer de pretensión de constituir sociedad o transformarla. Lo individual, puede también disponer estas propiedades, pero su tendencia es que la fuerza sea interna, surgida del hedonismo y narcisismo.
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DERRIDA (1998), op. cit., cita: E. Lévinas; “el lenguaje, la referencia al otro, es en esencia amistad y hospitalidad”
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Porque los lugares del futuro-posible dan a ver la amplitud hermenéutica del tiempo que hoy no somos capaces de practicar. Por la misma razón que el hola y adiós, ha mutado hacia la designación de una estrategia comercial o política. El efecto hola y adiós, señala hoy una técnica consistente en denostar el estado o contexto del sujeto que llega para una vez sometido a un tratamiento, cambio, o incluso adquisición, vea en ello una trasformación extraordinaria. Con ello se sustituye la subjetividad colectiva por la primacía de la individual (o de grupo), presentándose como salvífica en ausencia de correspondencia. Efecto este que requiere un contexto social preciso y que muestra un predominio de la techne tan propia de la epistemología actual. Te escribo desde el silencio, porque ya no pueden escucharte, ni nombrarte. El sujeto del rendimiento tardío, inmerso en la virtualidad, sumido en la transferencia emocional, restado de alteridad aceptando esta mutación e incapaz de conjugar la differance, ha pasado a un nuevo estadio. Estamos, como diría Lacan, en el sujeto del real. Un sujeto desvanecido de realidad, trastocado por fantasías estimulantes (reactivas) que componen con retales de realidad (simbólicos) escenas inconclusas (imaginarias), sin consignación. Sus fantasías son como una droga psicológica, adictiva y con muchos efectos secundarios. Se muestra adictivo al querer, que enlaza con el orden imaginario y no al saber que conecta con el orden simbólico, sin tener deseo sino derecho. Utiliza sus dispositivos y la virtualidad como continuidad corporal. Todo gravita a su alrededor y siente ansiedad si no los tiene. Este drogadicto auto justificativo26 está ausente de tu hipertexto, lienzo de tiempos entrelazados. (FIG. 9)
Por ello se describen hoy lugares del futuro externos al ser, pues abordan sus dispositivos no solo como unidad externa de almacenamiento, sino como extensión de interioridad. Albergan utilidades, que son ordenados por insistencias (afectos estadísticos), prelaciones matemáticas, experiencias ordenadas por la misma aplicación, mercancías, intereses, compromisos y perfiles discriminados por atenciones. El orden de la información, de cómo se produjo, no se almacena con una secuencia horaria (kronos), o real constante (aión), sino entremezclada de infinidad de otras cosas inferidas por terceros desconocidos, guiadas por cookies (reglas y mandatos externos): el contaminado kairós. Con un clic surge una virtualidad suma de medias verdades emocionales y estadísticas, imágenes archivadas de múltiples fuentes, conformando otra-locura paralela especular, alejada de la locura creativa. Metáfora de des-realidad que no obstante permite el empoderamiento del sujeto sumido en la prognosis.
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PACKARD, Vance (1988), Formas ocultas de propaganda, Buenos Aires: Sudamericana.
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Así, sus lugares del futuro son especulares, porque no los construye desde el recuerdo de un pasado enhebrado y consistente, sino desde una cadena de infra-escenas reflejadas deformantes, cargadas de sentimientos y emociones prestados. Sin saber que los espejos no producen signo. De tal forma que no experimenta plenamente, ni almacena sensaciones gruesas propias y es más proclive a las ofrecidas externas. Presenta desafección junto a una carencia de proporcionalidad y correspondencia. Ha cambiado la lógica del vacío por la levedad y el préstamo. No evalúa, ni mide el alcance. Su responsabilidad vital la dispone para sus retos menores, que una vez cubiertos, mutan a otros. Carece, por ello, de una estructura interior estratégica, porque no conjuga el tiempo, ni pasado ni futuro, más allá de las señales pre programadas27. En consecuencia, son lugares del ahora-futuro, que parten del exceso de imaginario-especular, aplanados en su compilación y sin adherencia de experiencia sólida. Los espejos deformantes o prótesis, generan engaño perceptivo y funciones alucinatorias. Los cuales sustituyen la fuerza inherente a la interpretación trabajada en el consciente, por seudo-impresiones pulsionales, a modo de pálpito emocional, de un algo indiscernible con apenas referencialidad en la realidad. Son imágenes deformadas, donde su placer ya no es semiósico, sino estético. Como la energía del vacío, que hace posible la existencia de partículas virtuales medibles (descrita por Stephen Hawking). Esta sustitución proviene por una parte de la imposibilidad de frustración del sujeto; antes del fracaso, se transforma de manera automática quedándose con la levedad de una sospecha; la representación. Y por otra, de su aislamiento-cívico, pues omite que desde el momento que se abre da acogida a la alteridad del otro y ya está en una disposición hospitalaria28. Proceso de suplantación catóptrica que en su reiteración producen afantasía. (FIG. 10)
Este sujeto maneja el tiempo del hola y adiós, como el efecto Kuleshov del cine. Donde pierde el sentido de las relaciones espaciales efectivas entre objetos constituyendo una situación semiósica autentica: un relato, una ficción a modo de manipulación veridictoria29. Porque no domina el tiempo, sino que fabula con él y su escena –las relaciones intersubjetivas–, son mediadas. Sus interlocutores son ondas, texto breve que aparece tras una pantalla eufemística de falsa identidad. Conduciéndole a representar personajes30 que complican aún más el muro del lenguaje
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KOSELLECK, Reinhart (1993), Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona: Paidós.
28
DERRIDA, Jacques (1997) entrevista Le Monde, 2-12-1997, El principio de la hospitalidad, D. Dhombres.
29
ECO (2012), op. cit., p. 40.
30
LATOUR, Bruno (2001), La esperanza de Pandora, ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa.
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lacaniano. Al ocultarse tras ellos, dificulta las relaciones intersubjetivas directas y las establece ante sujetos interpuestos; lo que anula la alteridad. Lo Otro, que sus progenitores alejaron por el personalismo, ahora se conjuga como una exterioridad plena cosificada. Por ello sus lugares del futuro se precipitan. Aquel sujeto flexible de la rentabilidad, es ahora voluble, cambiante, sin una estructura común de base. Apenas tiene sustrato estable; su arquitectura interior es como describe Prigogine, una seudo estabilidad inestable en condiciones críticas. Ya no es tampoco tolerante como el sujeto de la disciplina; lo da por superado desde la desafección. Prefiere el tono desafiante pero sin agresividad, propio del empoderamiento. Se muestra con ideas aparentes claras para enmascarar una desestructuración interna. Sus herramientas se lo permiten. Conoce muchas técnicas, compone transversalmente, pero desconoce la energía de cada estrato. Suplanta la inseguridad con arrojo y cierta altanería. Se ofusca en llenar sus huecos de conocimiento con recetas, mantras y opiniones prestadas. Desprecia aquello en lo que no participa y sin embargo se comporta como un “opinador” de moda. Ha convertido la flexibilidad anterior en una rigidez de postureo, compuesta de seguridades infundadas. Y así, el tiempo de su presente le atropella. El ¡hola!, (wa-lláh en árabe), solo denota extrañeza31, ya no modula salutación. Y ¡adiós!, deja de ser una elipsis de “a Dios seas,…”, para tomarse como una interjección que señala la posibilidad del daño. Y con ello, sus lugares del futuro resultan desestructurados. En un tiempo institucionalizado que lo fomenta, asume una posición contextual que homologa a cultural32. Confunde las pautas y manifestaciones epocales con las inmediatas. No descomponen metáforas o subvierten metonimias. Por el contrario, se torna preciso en cosas superfluas. Es mecanicista, convirtiendo el don en contrato y la apertura en pacto vigilado; solo tiene derechos y no obligaciones, y así su tiempo se espacializa. (FIG. 11)
El sujeto del real es el sujeto de los datos; que sin continuidad enlaza conformando un relato desdibujado; un palimpsesto de retales. El data-subject, ha copiado el comportamiento informático de big-data, desbordándose en su acumulación, clasificación e interpretación. Emplea el metalenguaje de las palabras apocopadas, con fonemas como emoticonos, resultando críptico. Su discurso así, parece grueso. Es, al que está acostumbrado en las redes. De esta manera se aleja de la penetración del texto, y deja atrás el hipertexto. Se ha convertido en un pragmático desafectado por el exceso de herramientas virtuales.
31
DERRIDA (2002), op. cit., p. 77.
32
KOSELLECK, Reinhart (2001), Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Madrid: Paidós.
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Y así excedido, sus lugares del futuro no se deconstruyen; se relatan cartográficamente. Dado a construir signos, a diferencia de los tiempos anteriores, ahora carece de poética interna desplegadora, incapaz de conjugarlos y menos deconstruirlos. Son signos como los comerciales; habla con logos, piensa en iconos de marcas o emoticonos, como fonemas propios sin transcendencia. Signos de significante mutante y sin significado referido estable, sino aleatorio, siguiendo lógicas de sentido solapadas, resultando inconexas. Y ello debido a la profundización en el orden del real, con sus fantasías compuestas de realidad preconsciente entrelazada principalmente con el orden imaginario-especular, que deja relegado el orden simbólico; campo aquel del sin sentido que desdibuja la referencia con el Otro y con ello la dimensión ética. Los nuevos lugares del futuro son fraccionados y se viven por personajes interpuestos, como exterioridad. A diferencia del sujeto de la rentabilidad, que trabajaba exigiéndose en competencia consigo mismo –aunque solo en aquello que le agradaba–, este sujeto actual no asume retos. No se pone a prueba, ni se debate en alternancias. Le gustan demasiadas cosas, muchas de ellas no rentables, y no medibles con una lógica de la competencia y la economía; pero siempre mensurables. Son labores fútiles que le llenan un tiempo, pero que no soportan continuidad. Actividades pasajeras, que le ocupan, pero no preocupan. No vivirá de ellas, pero tampoco son lúdicas estrictamente. Son labores de indagación personal, pequeños retos pasajeros, búsqueda de experimentación en todos los terrenos, pero sin ninguna dirección. Es, en este sentido, un cazador de experiencias heterogéneas, donde rastrea encontrarse a sí mismo, siempre recubierto de otros personajes. Intenta encontrar este equilibrio entre la satisfacción, la felicidad y la supervivencia. Pero ya no tiene consistencia el tener más, porque casi todo lo deseado lo tienen. Incluso solo desean lo que alcanzan, inhibiéndose de lo inalcanzable, para eludir la frustración. Donde predomina la multi-experimentación fútil a la programación. Y así, su transposición a un personaje le excluye del curso del tiempo, como al espectro. El hola y adiós tan sólo deja lugares del futuro prestados. Cuando no tiene lances personales, los compra en una cadena de experiencias vanas, empaquetados. Es inconstante; le gusta la turba y el performance que le permita alimentar numerosas conversaciones sucesivas. Actúa con las claves del marketing; promociona los productos vendiendo experiencias, ocio experiencia, creatividad experiencial, hasta “orgasmos experiencia”, porque ni la sexualidad empapa o traspasa a otro orden; no transciende a un estatus adicional, sino tan solo suma. (FIG. 12)
Este sujeto del tiempo que actúa a-temporalmente, conjuga lo cuantificable con otras lógicas económicas. Adicto a la comercialización en red, le gustan los productos exclusivos que sabe que determinadas empresas producen en escaso número para generar el querer, más allá del deseo. Ha mutado a fetichista y muestra obsesión por las tenencias irrefrenables y contingentes, que gestiona como necesidades. Actúa como un coleccionista, luego revendiéndolos, porque solo le motivan estos un tiempo escaso. Y con ello, la duración de los afectos e intereses intersubjetivos 57
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los tiene desestabilizados, de igual manera. Y así como siente, en tanto que se representa como personaje inventado, su ser comerciante lo enlaza con su ansia aventurera de cazador. Pero nunca juega a riesgo y siempre siente que gana, porque solo conjuga la plusvalía. Esta dinámica produce lugares del futuro desafectados. Este sujeto no tiene recuerdos consistentes vitales, ni tampoco de escenas de ocio; no juega, escenifica. Conjuga el hola y adiós, como aquel efecto de marketing de manera habitual en sus relaciones, sus hábitos, sus seudo-obligaciones y sus compromisos. Incluso en su a-sexualidad. Ellas juegan -ya liberadas- a dominar con multitud de lances, desapegadas de su vínculo; un efecto del empoderamiento emancipatorio y un exceso de visibilidad. Ellos se sienten timoratos, al tiempo que controladores por presentarse común; pero son inseguros al sentirse cosificados. Como una dominación sin objeto cierto. Juegan a la ambigüedad y se dejan llevar por sus pasiones sin recorrido. Esta distensión exacerba su desafección, que lastra las expectativas, el alcance y la planificación, con una transferencia al orden creativo. En ello destacamos la evanescencia del concepto de seguridad, tan relevante para las tesis de Z. Bauman y sus tiempos líquidos, del sujeto de la disciplina. Si ya para el sujeto de la rentabilidad resultaba irrelevante, porque jugaba a saltarse los límites, el sujeto del real, fabula con ello. Escenifica situaciones de inseguridad, las provoca, le excita llevar al límite partes de la experimentación vana, porque estas adquieren fuerza. Una fuerza que suplanta su falta de aliento a la circularidad del tiempo. (FIG. 13)
Porque agota el aire de la inspiración que requiere el tiempo en superar la auto-reflexividad y autorreferencia. Tal falta de atención y de continuidad, les libra de las neurosis propias del sujeto de la disciplina y de las depresiones propias del sujeto de la rentabilidad. Pero no de los trastornos de personalidad actuales. Ya no sufren quiebras, debates consigo mismo y enemistades con su ser interior; lo han aparcado. Su super-yo, no ejerce por incompatible y enemistado con el mundo. Su Ello, es un magma moralizante de consejos exteriores que no aprecian, al tomarlo como prefiguración de una pérdida. El pensamiento rehén de Lévinas es in-conjugable, por la misma laxitud con ellos mismos. Se lo consienten todo, porque se consideran víctimas de un orden externo que les exige demasiado. En realidad, las víctimas eran sus progenitores que les inocularon la necesidad de escapar de aquella opresión de la rentabilidad extenuante. Sin embargo si se comprometen con grandes acciones externas (aunque cosificadas), de solidaridad o cooperación. Manifiestan así, que lo inmediato exige afrontar una conflictividad, excesiva y ajena como para tener incidencia sus esfuerzos. No son grandes deseantes, sino tan solo de aquello que alcanzan, por tanto, no sufren por no llegar más allá. Se han hecho inmunes a los fracasos y frustraciones, al eludir los grandes retos. No por resignación, sino conformismo. No por hacerse el muerto, sino por encogerse de hombros, un pasar de tensiones, recelos o ansiedades. Son así, en cada momento, lo que se torne ser; entre camaleónicos o mutantes culturales y espectrales. 58
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El ser camaleónico, es y no es; en absoluto conjugan el estar y no estar, sino el ser de cada tiempo cultural inventado. Es un sujeto constituido de tiempo, pero sin saberlo. Están inoculados de un algo tan común para ellos, que no saben aprovechar sus propias circunstancias y su bagaje filmográfico, prefiriendo lo incorporal. Son, lo que no saben gestionar, de ahí su condición espectral. No son capaces de apreciar que entre el hola y el adiós, hay tiempo. Tiempo suficiente como para pensar, para interpretar, programar o para atender la hermenéutica temporal, ajustada a una sociedad que requiere transformarse a más justa y más ética. Traducen la diferencia entre el hola y adiós (como on-off) pero no sus matices. Y lo paradójico es, que lo gestiona de continuo en otros contextos. Distinguen pequeñas variaciones de estructura en sus sistemas, pero no reflexionan sobre las incidencias de dichos cambios, al aplicar una lógica mecanicista. Solo detectan anomalías y adaptan. No sacan aprendizajes estructurales a través de la abstracción sino a través de la variación reiterada y estadística de lo dado; su epistémica interna reproduce así las pautas del superestructuralismo pero sobre un medio de prestado. Sin embargo, su capacidad fílmica rellena vacíos entre planos, aunque fiados. Son sujetos del promedio, pero no se anticipan, no prevén, ni improvisan. La estética conceptual les resulta insulsa. Porque -al mismo tiempo-, no racionalizan pautas de comportamiento, sino las incongruencias del sistema. Es lo que va surgiendo sin previsión. El tiempo va por delante de ellos y les resulta más fácil suplantarlo que asirlo. Porque su estética la consideran erróneamente homologable. Y así, sin aire para nombrarte se perfila un sujeto del real, o de la fantasía, que disponiendo de toda la estructura fáctica de la temporalidad no es capaz de ejercerla, al afrontarla como exterioridad sobrevenida y conflictiva. Altamente compuesta por tiempo, frente a la estructura dominante de la espacialización y sin embargo carentes de medios efectivos de gestión; solo virtuales que despliegan su espectralidad. Por ello, surge la suplantación propia de la posverdad; aquella donde prevalece la apariencia de verdad, sobre la propia verdad. Y así, decir hola y adiós se torna una mueca muda, no la oportunidad de transfigurar un nuevo mundo. Hoy te digo hola y adiós, para revivir la amplitud del lapso intermedio de tiempo que permite la revisión crítica de la literalidad, mostrándome así rehén de tu deuda. Porque al mismo tiempo, contiene infinitas partículas que nos muestran los medios efectivos de gestión y permiten superar el constante recalado en la espacialidad desde aquella sociedad paradojal o del simulacro33. Partículas como la memoria eficaz y substanciada o la interacción; en sus modalidades entre sujeto y obra, sujeto y significante, y sujeto e interpretación, sin necesidad de una exterioridad prestada. También partículas de participación, porque el sujeto es necesario para la adaptación o traducción, obviando toda forma de exclusión. Atentos a las partículas de acciones posibles del receptor, mediante implementación de espacios o recorridos de aclaración; donde se activa la hermenéutica temporal. Recuperando la problemática social, como temática constitutiva del vínculo social que nos une; el pensamiento rehén que conduce a la alteridad y hospitalidad. Sin olvidar las múltiples partículas de experiencia real no fantástica del sujeto en el espacio público, que permiten su propia constitución como sujeto social, tanto como de su singularidad subjetiva. Entre el hola y adiós o al mismo tiempo, la carga de estas partículas abrirá la capacidad temporal. La obra abierta funda el imaginario posible y relega el catóptrico. La imaginación o el
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Que se describen en La vida líquida de Z. Bauman, Guy Debord y el backstage de la sociedad del espectáculo, de Santiago Rial Ungaro, La felicidad paradójica de Gilles Lipovetsky, La sociedad de la transparencia, La expulsión de lo distinto de Byung-Chul-Han. Término que Baudrillard disecciona en un capitulo 1, de La transparencia del mal cuyo enunciado es “después de la orgía”, que enlaza con sus descripciones en Cultura y Simulacro.
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pensar en/con imágenes, permite reflexionar, planificar un futuro, comprender los problemas que le rodean, recordar situaciones de experiencia gruesa pasada, o resolver cuestiones prácticas. Pero también crear algo nuevo, ver donde no se ve, y provocar la creatividad. Ese punto de locura necesaria para la transfiguración del orden del mundo posible. (FIG. 14)
Y así, conjugar el tiempo; el presente, el pasado y el futuro, en una circularidad reiterada, orientada hacia un vector de sentido llamado un “mundo mejor” u “otra realidad más ética”. Por el contrario, su trastocado le lleva a pensar ensoñaciones quiméricas, situaciones fingidas, hechos inventados y fantasear, aderezado con la pulsión adictiva que genera un falso bienestar temporal, sin continuidad. Que le incita –sucesivamente–, a una nueva dosis de irrealidad. Embriagado en su permanente presente descarta reflexionar sobre un mundo diferente que pudiera ser mejor, quedando atrapado en su desorientación, frustrado del mundo, rechazando la vida de sus progenitores y retornando a lo único salvífico; la nueva dosis que profundiza en la agnosia visual. Hoy te digo hola y adiós, porque estás tan vigente como lejano. Vigente en la necesidad de tu operatividad conceptual y lejano respecto del sujeto al que te diriges. Tus lugares del futuro conjugados en la temporalidad, son hoy retales de una composición estática: imágenes fijas de prestado, sin articulación, incapaces de desplegar la interconexión. Por ello tu vigencia exige una recomposición, para configurar nuevos lugares del futuro, que deberían comenzar desmontando la desafección y asepsia desde sencillez de lo auténtico: la amistad y la afectividad al Otro, así como la recuperación de las relaciones intersubjetivas plenas, que construyan gruesas capas de experiencia. Así, se hará de nuevo presente, pero de otra manera distinta, la posibilidad de la contaminación de la obra por el sujeto. Una contaminación más rica y fílmica, por ello te digo hola y adiós, sabiendo que toda recomposición, requiere una parte de olvido, un arrancarse del interior algo que ha sido constitutivo durante un tiempo; esa falsa representación que hizo deuda en la espacialización. Y así fundaremos otro reencuentro sin ataduras, libres, con el solo propósito de conjugar el tiempo nuevo común. (FIG. 15)
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