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SENDEROS Teatro coral breve
by #mediolleno
SENDEROS TEATRO CORAL BREVE
Ella — Hay cuerpos quietos, casi vivos, en las bóvedas oscuras. Él — Es verdad, y son hostiles. Rechazan nuestra voz, nuestra mirada. Huyen y me horrorizan... retornan y me cortan el aliento. Ella — Nuestro tiempo ha retrocedido. ¿Dónde llevan estos senderos ondulantes? ¿Será éste el laberinto de la vida mezquina, de las acciones ciegas? Él — Me temo que sí... lo estoy sintiendo. ¡Sí! Ahora me agobia el peso de haber vivido de actos insignificantes, de haber convivido con la soberbia, de haber adorado a dioses vanos. ¡Ay de mí! Me sofoca...
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Ella — ¡También a mí, vida mía! ¿Por qué sentimos lo mismo? Estamos atrapados por la oscura memoria de actos pobres para el espíritu, lejos de luces bondadosas y bellas. Nos rodean aborrecibles recuerdos esculpidos en rocas inamovibles. ¿Qué mano los talló, mi amor?
Coro — ¡Vuestras manos! Vuestras manos contraídas, vuestros corazones esquivos, vuestras cabezas obnubiladas por las fatuas luces del olvido encantador y el hechizo de los espejismos. Nada de lo que veis acá es extraño a vuestras miradas. Nada de lo que sentís en este lugar es ajeno a la dirección en que impulsasteis vuestras vidas.
76 Él — ¡Esas voces! Siento que quieren pesar nuestras acciones... y presiento el castigo eterno. La culpa me corroe... Ella — No, mi amor, son voces de ayuda. Te ruego que no temas ni me abandones. Esas palabras hablan del caminar nuestro por las calles de la posesión y del gesto
impúdico del cálculo, pero no han venido a culparnos. Él — Mi oído distorsiona. Mi respiración se estrecha. Veo mi vida ataviada con la máscara de la estupidez y la capa de la mala fe. ¡Oh! dolor de insensato apegado a efímeros colores iridiscentes. ¡Qué vacío insondable!
Coro — ¡Ahora escuchad! Tú y también ella y todos vosotros. Del laberinto de la vida vacua podréis salir purificados sólo si sois capaces de redimiros reconciliándote con quienes hayáis violentado y con aquellos que os violentaron. Dejad que las culpas se diluyan con vuestro sano arrepentimiento y vuestro purificador sentimiento de fracaso.
77 Ella — Creo en esas voces, pero me paralizan los rostros de mármol de los que atormenté y me atormentaron. Él — Me oprime el pecho esa multitud de seres discriminados por mi soberbia y por el enceguecimiento que me causaba el poder.
Ella — Quiero salir de este pasado sofocante para que desaparezca el gris de la culpa y la tristeza que empaña mis días. Ahora me enfrento a tener que reconciliarme profundamente y a enarbolar la sonrisa del corazón desnudo para aquellos a los que estoy encadenada por negros recuerdos... Él — Algo me dice que debo abrir mi corazón y hallar la santa bondad de la redención o permaneceré atado a oscuras sombras sin retorno... numerosos son los necesitados y oprimidos a quienes engañé y negué el sol de la esperanza. Ella — Sí, amor, que mueran los falseamientos. Sólo nosotros podremos liberarnos de las cadenas y laberintos de nuestro envanecimiento.
Coro — Sabias palabras habéis dicho, pero eso lo lograréis cuando podáis reír de vuestros ilusorios males, cuando comprensivamente podáis soplar con todas
vuestras fuerzas los castillos de papel en los que habitáis, haciéndolos desaparecer Sólo así tendréis el paso ligero y la respiración profunda. Entonces, transitad hacia vuestro presente, oteando aún distante el despunte del alba donde aguardan los corceles del horizonte.
Él — Esa aurora, aquel mañana sin nieblas... lo intuyo ya sin los grilletes de las rocas milenarias que crecieron en mis entrañas. Ella — Habremos de hallar la senda ancha, mi amor, donde podamos caminar junto a aquellos rostros de piedra que sonrieron para curar nuestras heridas. Él — Siento cercana la profunda risa del alma y el viento purificador que disuelven cadenas y nos abren nuevos senderos luminosos. Ella — Sí, río ya de mis desventuras y anhelo el aroma y los colores del amanecer afectuoso.
Coro — Al fin habéis echado luz sobre vuestras ilusiones para llegar a este mundo donde se libran otras batallas. Ahora os espera el gemido de los que no tienen voz, de los violentados, y también el desafío de crear y crear sin límites.
Él — Amada mía, logramos alcanzar por fin la paz con nuestro pasado y ahora comenzaremos a andar el camino de los que luchan por atravesar las murallas del tiempo caduco de la barbarie. Ella — Presiento que nuestro futuro será con ellos o no será... ¿Habrán de amanecer en los demás nuestras mejores acciones? Él — Sí, mi amor, nuestros actos nos vivificarán cuando tiendan puentes fraternos con los demás, cuando tejan hilos dorados entre corazones desnudos, cuando sean solidarios con el cotidiano ser humano sufriente y existente.
Coro — Este mundo de crueldades perpetradas por aves de rapiña que atesoran
sólo para sí, será transformado por la hermandad de quienes se rebelen contra toda violencia y discriminación, contra todo abandono del ser humano en manos de dioses demenciales. Difícil ha de ser el derrumbe del cetro del mal hoy reinante, pero caerá finalmente como todo imperio de la violencia, arrasado por el peso insoportable de su locura y por el huracán arrollador de los constructores silentes y no violentos del pueblo sin tierra natal.
81 Ella — Verdad inquebrantable... ¡Así lo siento! Entonces, ¿cómo habremos de transgredir el tiempo profano y sus deidades de cartón? ¡Quiero remar hacia la orilla de los violentados! Quiero echar a volar y construir otro horizonte donde se poetice la vida de todos los días, donde mueran la codicia y la desconfianza, donde ese humanizado mundo querido y aquel futuro abierto que llamamos alegría, se vislumbren juntos en el rocío de un nuevo amanecer para la humanidad. ¡Acompáñame, mi amor!
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