I Triple Impacto

Salvarla ropa

Una pareja creó una marca de indumentaria fabricada en un taller textil ubicado en la Unidad Penitenciaria de Olmos. Apuestan a generar trabajo para combatir la reincidencia de quienes están privados de libertad.

TEXTO VERA LAUCKNER

Leandro Caamaño trabaja en la Jefatura del Servicio Penitenciario Bonaerense, aunque en realidad estudió arquitectura en la Universidad de La Plata. Hace algunos años fundó Juaga, junto con su compañera, Ana Laura Trelles, que es diseñadora de indumentaria. De alguna forma lograron crear un proyecto que uniera todas estas aristas: la pareja, el diseño y el trabajo en cárceles. Como si fuera poco, la marca también es sustentable.

Esto se conoce como un proyecto de triple impacto. ¿Por qué triple? Por un lado, tiene una relación positiva con el ecosistema: usan basura y materiales de desecho para confeccionar mochilas, billeteras, riñoneras y demás accesorios. Va de la mano con un nuevo paradigma, donde los consumidores ya no buscan algo lindo y barato, sino que se involucran en los procesos de producción y eligen aquellos que tienen menor impacto en el planeta. Por ejemplo, uno de los últimos modelos que lanzaron es un bolso hecho a partir de neumáticos. En segundo lugar, la marca es rentable económicamente. Y, por último (pero no por eso menor), logra un cambio social. Ahí es donde entra el trabajo en las cárceles. Leandro y Ana Laura tienen su taller en la Unidad Penitenciaria Número 1 de Olmos, donde no sólo emplean a un grupo de reclusos, sino que los capacitan y acompañan durante (y post) condena. “Tenemos las máquinas en la cárcel. Una parte del tiempo están produciendo, pero hay otros momentos que están paradas, entonces aprovechamos para que se capaciten en usarlas”, cuenta el fundador de Juaga. Y comenta que, a pesar de la pandemia, el trabajo siempre es presencial: “La idea es lograr que se parezca a un lugar en un contexto de libertad, que pa-

“De las personas que sen un buen momento. Y también escuchar, porque hay un montón de historiasestudian y/o trabajan y quilombos”. Es importante “prestar el oídurante la condena,sólo do, que se sientan acompañados desde otro el 7 por ciento vuelve a lugar”, agrega.

ingresar al sistema carcelario.”Leandro Un cambio posible

Caamaño,marca Juaga. ¿Cómo genera esto un impacto social? “El 82 por ciento de las personas que están detenidas, cuando recuperan la libertad, vuelven a caer presas. En cambio, de las personas que estudian y/o trabajan durante la condena, sólo el 7 por ciento vuelve a ingresar al sistema carcelario”, explica Caamaño. Al trabajar en la Jefatura del Servicio Penitenciario, Leandro tiene mayor conocimiento sobre las necesidades que pasan las personas privadas de su libertad y cómo les cambia la vida poder estudiar o ejercer un oficio. Aunque dice que, en líneas generales, las cárceles “no cumplen

El taller en la Unidad 1 de Olmos elabora mochilas,billeteras y otros accesorios.

con el rol que deberían”, es decir, “rediseñar las vidas de las personas que están ahí, para que no vuelvan a caer en el sistema carcelario y tengan la oportunidad de ingresar en el ámbito laboral”.

En ese sentido, él “sentía que Juaga podía aportar algo”. Sin embargo, confiesa que les ha generado muchos problemas. Por ejemplo, si hay un conflicto en el pabellón o algún interno fue castigado, no pueden trabajar. “En octubre del año pasado hubo varios motines. En la unidad que estamos nosotros también pasó y por suerte no entraron a los talleres donde tenemos las cosas, porque en otras unidades prendieron fuego todo”, explica Caamaño.

Si el taller hubiese formado parte del incendio, Juaga hubiera quedado en cero: sin insumos, sin máquinas, sin espacio. Aun así, Leandro y Ana Laura siguen eligiendo trabajar en el Servicio Penitenciario. “Nos gusta aportar algo al planeta donde vivimos y a la sociedad. Fácil no es, sino estaría todo el mundo haciéndolo”, acota.

También admite que muchas veces consideraron sacar el taller del penal y ponerlo en otro lado, pero “la idea no es sólo hacer productos de diseño, es el conjunto: aportar algo al medio ambiente, a un sector vulnerado y que sea un proyecto rentable”.

Para ellos es importante hacer la diferencia. Caamaño sostiene que “nadie nace delincuente y nadie tiene su pasado como destino”. Consciente de sus privilegios, el emprendedor reconoce que no todos tienen la misma suerte al nacer y repara en que “hay personas que tienen historias de vida muy duras; la idea es poder brindarles herramientas y alguna oportunidad que, por ahí, antes no tuvieron”.

El círculo virtuoso

Trabajar en un espacio no convencional les permitió no sólo enseñar, sino aprender muchas cosas. Leandro es quien está a cargo del taller a diario, ya que Ana Laura no puede entrar a una cárcel de hombres. A pesar de su experiencia en la Jefatura Penitenciaria y su carrera de arquitecto, él nunca había estado a cargo de un grupo de confección antes de Juaga. Por suerte, uno de los internos le dio una mano con eso: “Juan es uno

“Hay personas que de los pibes que está desde el principio. Tetienen historias de vida nía padre zapatero, que llegó a dirigir su tamuy duras;la idea es ller y manejaba un montón de gente. Me poder brindarles enseñó muchas cosas de manejo de proherramientas y alguna ducción”. oportunidad que,por ahí, antes no tuvieron.” Leandro Caamaño, marca Juaga. Pero eso no es todo. Además de confeccionar en la cárcel, mandan a hacer las estampas de algunos productos con serigrafía en el Taller Protegido Los Tilos, donde trabajan personas con Síndrome de Down y es administrado por sus padres. “Si tenemos que contratar algún servicio o insumo tratamos de que sea un emprendimiento local, que incluya socialmente, que respete los derechos laborales de sus empleados y que no perjudique el medio ambiente”, detalla el arquitecto. En resumen, Juaga es la prueba viviente de que es posible llevar adelante un emprendimiento amigable con el medio ambiente, que aporte a sectores sociales marginados, rentable económicamente y, por sobre todas las cosas, que esté a la moda.

CÓMO CONECTARSE Juaga:

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