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La realidad de lo que dejó la pandemia

Por: KAPM

Partamos de cómo me sentía antes del confinamiento, una mujer muy segura, positiva, alegre, dinámica, extrovertida, fuerte y siempre con una palabra de apoyo para los demás. El 16 de marzo en el trabajo, nos despedimos entre risas y con el pensamiento de que el confinamiento sería corto, como esas vacaciones que llegan sin esperarlas, no dimensionaba la realidad, solo pensaba que muy pronto volveríamos a nuestra vida ¨normal¨ o lo que hasta ese momento creía que era normal.

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El ahorro, la alimentación, el trabajo, la familia, los hijos, las relaciones de parejas nunca antes habían tenido tanta importancia como hasta ese momento, el contar con estos factores marcaba la gran diferencia entre pasarla bien o pasarla mal. Entre más corrían los días, desaparecía lo mucho o poco que se tenía, como el dinero, comida, la paciencia, el amor, la tolerancia, al contrario de la desesperación, la angustia, el stress, que empezaron a ganar terreno de manera invisible a mi hogar, y en mi persona.

Un mes después, ya no había dinero, la comida escaseaba casi en un 90%, las deudas a tope, y el tener niños en la casa hacía aún más terrible la situación; en los medios de comunicación se pedía a viva voz “QUÉDATE EN CASA”, pero cómo hacerlo si en nuestras mesas no había nada para comer, las necesidades no esperan y como padres debíamos arriesgarnos y salir a cubrir esas carencias.

Siempre he sido una mujer que se adapta fácilmente al entorno y esto me ayudó a que pueda crear ideas , proyectos que generarán dinero y que me ayuden a pasar el mal momento, dulces, manualidades, comida, venta de alcohol antiséptico y suministros médicos, puedo decir que hice de todo y me siento orgullosa de eso, pero esa presión sumado a la realidad que estábamos viviendo, muertos en las calles, hospitales al 100%, falta de medicinas, noticias devastadoras a nivel Nacional e Internacional hacían que me desgaste física y emocionalmente, pensando que si en los países del ¨Primer Mundo¨ se la estaban pasando mal, nosotros un país empobrecido no tendríamos oportunidad de salir de esto.

A mediados de abril y finales de mayo, mi cuerpo no pudo más, tuve un episodio de ansiedad que me descompenso totalmente, gritos, llantos, no podía respirar y esta crisis me llevó a pensar que la mejor salida era que todos estemos muertos, pensé en poner veneno en la comida de toda mi familia, por un instante, ya no quería seguir luchando, por primera vez me sentí incapaz de salir de esta situación, en medio de mi locura llamé a mi tía y le conté lo que pensaba hacer y ella vino por mí, para que un médico me viera y medicare, era obvio que ya no estaba bien.

Después de ese episodio, puedo decir que vino la depresión, no querer levantarme, lloraba todo el tiempo, no tenía ganas de hacer nada, por lo menos las pastillas me mantenía en un estado de tranquilidad y somnolencia, y era mejor estar así que volver a no poder respirar, estaba cursando 6to ciclo de la universidad, realmente no puede con la carga académica sumada a la carga del hogar, eliminé algunas materias, mi hijo faltaba mucho a clases, almorzábamos tipo 4 de la tarde, porque permanecía en cama, mi pareja salía a buscárselas, arriesgándose y arriesgándonos, pero no había de otra. Yo trate de estar bien, ya que no quería que siguiéramos discutiendo, nuestra relación también tuvo un quebranto, la verdad no puedo decir cuando salí de ese hueco, era evidente que ya no era la misma, la pandemia me cambió.

Al regresar al trabajo las cosas estaban aclarándose un poco, mi esposo consiguió un trabajo más estable y eso me dio algo de tranquilidad, a pesar de enfrentarme a otro problema; volver a los cuidados y al estado de dependencia.

Ya no podíamos pagar a alguien que cuidara a nuestro hijo, no sé si por consenso o porque yo era la más adecuada decidimos que debía regresar a casa a cuidar de él, entre cálculos y decisiones renuncié, pero como era de esperarse, eso generó en mí un nuevo estado de ansiedad y estrés.

Todo esto desató algunas enfermedades en mi cuerpo, desde el cáncer, colitis, gastritis, pólipos, stress, ansiedad, enfrentarme a los diagnósticos fue lo más duro, sentía una sensación de pérdida, y que sin querer fui la causante del daño generado a mi cuerpo, lo que vino después fue solo convencerme a mí misma que todo iba a estar bien, que yo era fuerte y tenía que salir victoriosa de tres operaciones, por mí, por mis hijos y por mi mamá, depender de medicamentos para estos males, que curan una cosa pero dañan otra, es lo de menos, te enfrentas a todo con tal, de estar bien.

Escuchar cáncer, es una palabra que te devasta, te llena de preguntas, de reproches, de miedos, de frases como “Y si hubiera hecho”, uno no sabe cómo enfrentarse a eso, uno jamás está preparado para lidiar con lo que esa palabra conlleva, la pandemia fue mi detonante, que si bien gracias a Dios nunca llegué a un UCI, el estar de intervención en intervención, examen tras examen, también ha provocado en mí un desgaste físico y emocional, quisiera cerrar mis ojos y volver a ese enero del 2020 donde me hice mi primera colonoscopia y no permitirme dejar para después esa operación, porque supuestamente pensaba que aún había tiempo ¡Que irónico! Ahora estoy en un juego en contra de él.

Quiero ver todo lo bueno que me dejó la pandemia, porque si bien creo que ha sido un periodo terrible, también sé que soy una mujer mucho más fuerte, que esta situación me hizo dar cuenta que yo debo ser primero, que mi cuerpo, mi mente y salud merecen ser atendidas con prioridad, para poder cuidar de los demás, que, si yo no estoy bien, nadie a mi alrededor puede estarlo. Hoy valoro más una tarde con mi hijo, una llamada de mi mamá, ir a clases me libera del peso de la enfermedad, el contar con personas tan valiosas que me ayudan con sus palabras, con su apoyo, mis amigos, los docentes, mis amigas, mi familia, mis hijos, mi pareja, sacando lo mejor siempre de mí.

Una vez leí ¿Cómo te gustaría que la personas te recuerden al morir? y reflexione que nada puede ser tan terrible como para que dejes de ser un buen ser humano, nada por más fuerte que sea, puede hacer que dejes de luchar por tu vida o tus sueños, nada por más desgastante que sea puede quitarte la sonrisa, y nada por más doloroso que sea, puede quitarte las ganas de vivir. Entonces me dije, quiero que me recuerden como una persona solidaria, luchadora, un ser de luz que siempre estuvo feliz, y que aprendió a admirar en el paisaje las nubes negras que también son parte de él.

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