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Desde mi encierro
Por: P. M.
Apartir del 11 de marzo de 2020, fecha en donde el Covid 19 fue declarado pandemia a nivel mundial, la vida de todos tomó un rumbo muy diferente, los hábitos tomaron un camino nunca antes presenciado.
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La pandemia causó no sólo una crisis socioeconómica, sino también mental. En lo personal he tenido que sobrellevar muchas dificultades personales a lo largo de este tiempo, el hecho de tener que cumplir con todas las actividades que son mi responsabilidad dentro del mismo ambiente, todos los días, ha causado en mí un malestar más que físico, mental, el hecho de no poder socializar con muchas de las personas que pertenecen a mi círculo social, ha hecho que mi cuerpo y mis costumbres se adapten a un ritmo de vida lento y sin ánimos de continuar cada mañana realizando lo mismo, cuerpo y mente en muy pocas ocasiones se sienten conectados, el miedo es otro factor que impide cumplir con nuestras actividades, la inseguridad de salir a la calle con el pensamiento de que tarde o temprano el Covid nos puede sobrepasar. La preocupación es un constante diario, se convirtió en algo de lo que no podemos huir y que muchas de las veces nos consumen y agota.
El exceso de información, los rumores y la información errónea pueden hacer que te sientas sin control y que no tengas claro que hacer, el Covid 19 repercute negativamente sobre la salud mental de las personas de la población en general, pero en particular sobre los grupos poblacionales más vulnerables. Continuar con nuestras vidas, tratando de convivir con la pandemia ha sido un reto casi imposible, no solo ha encerrado a nuestros cuerpos sino también a nuestras mentes, las ideas no fluyen de igual manera, el cansancio y estrés ahora forman parte de nuestras rutinas, el hecho de que las costumbres son, monótonas y sin motivación alguna, han ocasionado que aumente en mí la desesperación e incertidumbre.
El trabajo, la universidad virtual y las tareas del hogar son parte de un diario vivir que parece no tener fin y que se han conjugado convirtiéndose en uno solo, se espera que se haga todo esto sin dejar que ninguna de las tres sea descuidada, cuando el cuerpo y mente ya no pueden más.
La familia se convirtió en el único círculo social en el que se puede desenvolver de alguna manera, pero que, no solo construye sino también destruye en ocasiones, el hecho de que la familia no acepte actitudes y maneras de ser frente a cualquier situación, ha hecho que se conviertan en las personas que menos nos conocen y nos aceptan, tener que todo el tiempo aparentar ser otra persona seguir reglas y normas impuestas dentro del hogar es algo que
incomoda y genera malestar. Tener que cumplir roles impuestos todo este tiempo ha hecho que una parte de nosotros se quede en el tiempo antes de iniciar la pandemia.
Despedir a personas que nos acompañaron durante mucho tiempo y que se convirtieron en un ser especial no fue nada fácil, aceptar que no estarán más junto a nosotros y que a pesar de que el Covid no se lo llevo fue la soledad y la depresión la que sí lo hicieron, tratar de ver el lado positivo a todo lo que sucede no es algo que se haga con frecuencia actualmente, el año anterior tuve que despedir a uno de mis mejores amigos y compañeros de vida alguien de quien puedo hablar con certeza no soporto esa situación, no poder abrazarlo una vez más, no poder tenerlo para escuchar mis locas ideas y sobre todo aceptarme como soy, fue un sentimiento de sufrimiento que me acompañó durante muchos meses pero que de alguna manera no me derrotó y fue en eso en donde encontré la inspiración para continuar y demostrar de alguna manera que si se puede vivir con esta pandemia y que aunque nos ha golpeado y nos ha inculcado la idea del temor, se puede avanzar sin retroceder, tener a las personas correctas a un mensaje de distancia se convirtió en uno de mis mayores aliados.