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Un día más en mi vida
Por: Paola Fárez
Mi salud mental antes de la pandemia era o se suponía que era óptima ya que la interacción que entre mis familiares y las personas que se encontraban dentro de mi medio, teníamos una rutina la misma que nos mantenía ocupados y no debíamos interactuar de manera más cercana e íntima.
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Pero a partir de la COVID- 19 la vida me dio un giro de 360 grados, de ser una persona extremadamente ocupada que en ocasiones no tenía tiempo ni para pensar el menú diario tuve que cambiar las aulas de la clase por la mesa del comedor en donde compartía con mi hija el computador para poder recibir clases.
Pero el mayor cambio que tuve fue en mi trabajo de poder compartir el espacio físico y poder relacionarme con mis pacientes de manera directa sin mayor preocupación, ahora lo hago con cierto temor al que me pueda contagiar, ya que por más que use de manera adecuada las medidas de bioseguridad siempre existirá el temor de que exista contagio por la cercanía que existe entre ellos yo.
En esta pandemia he sentido que tan importante es poder relacionarse ya que en ocasiones la soledad, la tristeza, la distimia y la abulia me pueden hacer presa de la depresión.
Ya que en mi afán de no ser un medio de contagio para mi familia en ocasiones me tengo que aislar en mi habitación en mayor incidencia cuando estoy en contacto directo con un paciente COVID positivo, precautelando el bienestar de los mismos generando en mí una gran ansiedad por no poder compartir con mis hijos una comida, o poder la televisión juntos.
Pero esto no acaba ahí ya que al llegar a mi lugar de trabajo al entrar al área COVID o en cualquier otra área la sobrecarga laboral nos hace presa de la ira y la disforia llevándome en ocasiones a aislarme para evitar discusiones y malos momentos ya que hace falta cualquier motivo para explotar y sacar lo peor de cada uno de nosotros.
En estos momentos tan duro de la vida es donde aprendemos mucho de las enseñanzas que el diario vivir, la soledad, la tristeza, la ira, y todas aquellas emociones que jamás pensamos experimentar nos dan un vuelco a la vida mostrándonos que la vida está un día y al siguiente ya no y que tan solo somos pasajeros.
En estos 15 meses de pandemia he visto a muchas personas luchar ya aferrarse
a la vida por múltiples motivos ya sea que son madres o padres jefes de hogar, o tal vez son hijos sustento de sus padre y hermanos, o tan solo tan jóvenes como para partir de este mundo.
Lo más triste es que deben permanecer solo en un aislamiento social por el bienestar de su familia, en ocasiones hay personas que evolucionarán y su salud mejorara, pero hay ocasiones que irán decayendo poco a poco y su condición de salud se deteriora sin poder recibir ni siquiera una palabra de aliento un abrazo por parte de un familiar dependiendo de una muestra de cariño de una persona extraña que permanece junto a ellos por ciertas horas y luego se retira.
En la interacción paciente-personal de salud en ciertas ocasiones deshumanizado ya que por salvaguardar la vida no somos nada empáticos y damos una información vacía a los familiares como si fueran un objeto sin ponernos en sus zapatos es decir cómo podemos sugerir que si existe la posibilidad se traslade al paciente que está en condición grave por sus propios medios hasta otra casa de salud ya que en la red pública no existe un tratamiento adecuado por la falta de recursos.
Lo que puedo concluir que mi salud mental no se encuentra en óptimas condiciones, aunque ustedes me vean muy fuerte y que no exprese emociones, soy tan frágil como cualquiera que necesita de unas palabras de aliento y una muestra de cariño para continuar, que existen cosas que hago por mera obligación y necesidad para poder obtener el vil y metálico dinero.
Y aunque hay días que quisiera no levantarme tengo que hacerlo y seguir porque hay personas que dependen de mí.
Por el infinito amor hacia los míos.