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CRÓNICA DE MI ESTANCIA EN ALCÁZAR DE SAN JUAN
from VEL 157
by Pedro Teruel
Dejando esta cervantina ciudad manchega en un media distancia con algo más de cuarenta minutos de retraso, me alejo de la Submeseta sur dirección a la estación de Albacete-Los Llanos para realizar un trasbordo hasta Murcia. Desde la ventana de emergencia observo las amplias extensiones de cultivo, donde se disipan casas de piedra y tejas, pintadas de blanco, lo que me hace sentir que estoy en otro tiempo y en otro espacio.
Llegando a Socuéllamos, evoco el trayecto inverso que un día antes realicé, mientras leía La ilustre fregona, al haber sido invitado por el Ateneo de Alcázar para impartir una conferencia: El sentido y significado del modernismo y su trascendencia en las letras españolas. Cuando llegué a la estación alcacereña, Moncha, mi anfitriona, y María Rosa Bergara Escobar, tesorera de esta sociedad, me recogieron en el coche de esta y me llevaron al hotel Intur. Dejé mi equipaje y nos deleitamos conversando y comiendo para descansar brevemente.
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A las 19:00 me recogieron nuevamente en su coche y me condujeron hasta el Museo Casa del Hidalgo. Todo estaba preparado en el claustro, por lo que probé los medios informáticos rápidamente para pasear por las estancias y la bodega de esa casa solariega.
Los asistentes fueron ocuparon sus lugares, mientras Moncha me presentaba a la directiva del Ateneo. A las 20:00 ocupé mi lugar, Moncha inauguró el acto desde un atril y diserté sobre las raíces parnasianas y simbolistas del modernimo, así como de sus etapas. Hice referencia al desarrollo del arte nuevo en tierras murcianas con especial incidencia en Lorca, Murcia y Cartagena, lo que iba acompañando con unas diapositivas interactivas con fotografías de los autores, las portadas de sus poemarios y audiopoemas con muestras de sus composiciones. Para cerrar mi exposición, aludí al poeta alcacereño Bonifacio Octavio Campo, de quien mocha declamó algunos poemas, y lancé una reflexión sobre la renovación como eje fundamental de la pervivencias del ente literario.
El amplio auditorio, unas cuarenta personas, aplaudieron y Luis Ángel Agenjo Lizcano, presidente del Ateneo, me regaló unos libros y dos revistas editados por ellos y una hermosa figura de El Quijote que me halagó enormemente. A continuación, me invitaron a cenar en el hotel y de la emoción y el agasajo prácticamente no pude dormir. Esta mañana, horas antes de tomar este tren y después de un copioso desayuno, Moncha y Rosa me llevaron a los Molinos, la iglesia de San Francisco y a la plaza de España. Una guía, en compañía de algunos miem- bros del Ateneo, me mostró el Recinto palacial, donde pude contemplar el entorno urbanístico del siglo xiii, el Torreón, una capilla con restos arqueológicos romanos y visigóticos y la iglesia de Santa María la mayor, con la hipotética pila bautismal de Cervantes.
Tanta ha sido la generosidad del Ateneo para que en este fin de semana de febrero pudiese estar con ellos y ofrecerles mi conferencia, que tan solo puedo responder con una enorme gratitud y la promesa de volver el año próximo para hablarles sobre la poesía carcelaria española. Muchas gracias por vuestras atenciones, os llevo en mi corazón.