Silbatos Prehispánicos una artesanía texcocana

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LA MÚSICA Y LOS ANTIGUOS MEXICANOS De la época prehispánica conocemos numerosos aspectos de la forma de vida de los antiguos pobladores de México, desde su alimentación hasta los ritos funerarios que utilizaban; sabemos cómo organizaban sus sociedades y los avances tecnológicos que alcanzaron nos siguen impresionando por su exactitud, tales como los que lograron en las áreas de medicina, astronomía y arquitectura, por mencionar algunos. También nos asombramos gratamente con muchas de sus formas de expresión cultural, entre ellas la escritura, la pintura y la escultura. Todos estos aspectos pertenecen al ámbito del patrimonio tangible, ya que podemos “ver y tocar” las evidencias materiales que de estas manifestaciones aún sobreviven. Existen otros aspectos de la cultura que no podemos ‘tocar’, y pertenecen a la esfera del patrimonio intangible, entre ellos se encuentran la danza y la música. De la música prehispánica nos toca hablar hoy, y preguntarnos cómo era, cómo se producía, quiénes la ejecutaban y para qué se utilizaba, entre otras interrogantes. En el México prehispánico existió una gran variedad de instrumentos musicales de los cuales no se conoce el nombre exacto o el uso de muchos de ellos. Sin embargo, actualmente pueden identificarse grupos de instrumentos, virtuales familias musicales, que han sobrevivido hasta nuestra época. Entre ellas se encuentran las de silbatos, flautas, ocarinas entre las de viento; y en los de percusión, diversas variantes de tambores. La diversidad de instrumentos originó que en el México antiguo hayan prosperado culturas musicales multifacéticas. Sabemos que tanto los sonidos de la naturaleza como la música instrumental y vocal estaban estrechamente relacionados con los conceptos religiosos. Pese a la gran importancia de las expresiones musicales, los sonidos rituales y los instrumentos usados en las culturas originarias, su estudio y la reconstrucción de éstos, apenas se encuentra en proceso. Varias disciplinas intentan ocuparse de ello, en especial la etnomusicología, la arqueología, la antropología, la música y la historia. Cada una de estas especialidades estudia a los instrumentos musicales desde su campo particular pero han sido pocas las investigaciones multidisciplinarias que se han llevado a cabo en nuestro país. Una gran cantidad de artefactos sonoros encontrados en diversas excavaciones arqueológicas muestran un empleo constante de la música, tanto en los procesos rituales como en las actividades de la vida cotidiana. Pese a los más de cinco siglos transcurridos de la conquista y sujeción de nuestros pueblos originarios, Texcoco cuenta aún con dos grandes alfareros que fusionan la cerámica y la música, creando en barro, reproducciones exactas de los más diversos y extraordinarios instrumentos musicales del México antiguo. Esta es su historia.


SILBATOS PREHISPÁNICOS: UNA ARTESANÍA TEXCOCANA Beatriz Valdés

Texcoco y nuestra región tienen la fortuna de contar con grandes alfareros que siguen desarrollando, creadoramente, la fusión más excelsa de cerámica y música. Son los reconstructores e investigadores de silbatos prehispánicos. Texcocanos de corazón y oriundos de Santa Cruz de Arriba los hermanos Cortés Vergara se han forjado como grandes ceramistas por herencia familiar y sensibilidad artística. Con un cariño acendrado por el barro, su trabajo –más que artesanal-, ha trascendido con reconocimiento internacional. Pero, como ocurre general y lamentablemente, su valía se conoce poco o casi nada en la región y en el país. La reconstrucción y réplica de instrumentos musicales prehispánicos, son una especialidad artesanal única, que en los hechos solamente Mario, Gregorio y sus hermanos menores Daniel y Simón realizan en México. Y no son simples copistas. Por sensibilidad y amor a su trabajo, añadida la calidad de sus productos, se han abierto las puertas de la tienda del Museo Nacional de Antropología e Historia para vender las réplicas. Pero al no tener una especialidad o título académico, apenas se les permita estudiar, medir, desentrañar los misterios de formas y estructuras donde yace la música que encierran esos instrumentos prehispánicos originales. Así, muchas de las réplicas de ellos existentes en dicho Museo y en otros, provienen de las manos de estos alfareros texcocanos. En entrevista para Texcoco Cultural los hermanos Mario y Gregorio Cortes Vergara, nos explican la importancia de este arte y sus orígenes.

Nace una historia artesanal En su casa de Santa Cruz de arriba nos recibe Mario en su taller rodeado de moldes y barro que espera sus formas. “Toda nuestra familia ha sido artesana, desde mis bisabuelos y mis abuelos. Ellos se dedicaron al barro, pero sólo elaboraban ollas,


cazuelas, comales, jarritos para uso doméstico. Aunado a que provenimos de una familia dedicada a este tipo de artesanía, llega mi padre Mario Cortés Basilio, desde San Salvador de Los Reyes, municipio de Texcoco, y se casa con mi mamá, hija de mi abuelo Simón a reforzar la tradición de ceramistas”. Sobre los orígenes de esta reconstrucción de tiestos e instrumentos prehispánicos originales los hermanos Cortés asienten que fue un proceso largo. Recuerdan que su padre trabajó un tiempo con unos señores de Texopa. “Ellos le enseñaron a trabajar el barro, la cocción y la decoración. Luego mi papá aprendió la técnica del vaciado y siguió haciendo estos objetos de ornato”… Hasta que llegó un investigador en arte indígena. Se llama Jorge Dájer, quien en esa época realizaba investigaciones sobre instrumentos musicales

prehispánicos. Probó con varios alfareros de la zona,

advirtiéndoles que deseaba saber “si tendrían la capacidad para hacer la reproducción fiel de un instrumento original” que él traía. “Dájer intentó con varios alfareros de nuestra zona y sólo le satisfizo el trabajo de don Mario Cortés Basilio –mi padre-, quien realizó una copia fiel de ese instrumento”. Dájer, contento exclamó: “¡ya lo encontré!”. Así –recuerdan los hermanos Cortés- empezó a hacer reproducciones de otras piezas originales, pocas claro, pero de gran calidad. Todo viene desde ahí, hablamos de hace unos cincuenta años... Así se inició en nuestra familia este proceso de construir réplicas de los instrumentos musicales prehispánicos. De este modo comenzó esta historia de reconstrucción de una parte de la memoria artística de los antiguos mexicanos en el barrio de Santa Cruz de Arriba.

Desde la niñez como un juego Mario comenta con alegría que entre sus hermanos todo inició como en un juego. “Empezamos desde niños, como yo ahora con mi hijo, casi jugando”. Lógicamente que, a veces, en lugar de ayudar quebrábamos piezas. Pero, por fortuna, mi papá nos inculcó la responsabilidad del trabajo, esto de hacer los instrumentos y de hacerlos bien. Siempre nos repetía: “no se trata de hacer cantidad sino hizo calidad”. Su trabajo, el de mi padre, fue reconocido en varias partes y el de nosotros queremos que sea reconocido también. Nuestra meta es que se reconozca más el trabajo que dejó nuestro padre , quien


fue nuestro maestro, y seguir luchando por la difusión de los instrumentos musicales creados por los pueblos originarios”. Mario reconoce que al comienzo estas réplicas de instrumentos musicales prehispánicos tenían un destino privado. No se vendían al público ni a entidades culturales, lo que sí ocurre desde 1990 con el Museo Nacional de Antropología. ¿Qué sienten cuando hacen un silbato?, le preguntamos a los hermanos. Mario: -“No hacemos cantidad porque a esta pieza le pones más que algo de tus manos. Le pones amor, investigaciones, conocimientos. Entonces, no lo puedes entregar como en un “ahí se va”, porque cada instrumento es diferente y cada uno lleva un pedacito de ti, lo identificas tanto contigo como si tuviera una marca. Sabes quién lo hizo. De mirarlo, ¡a pues! éste lo hice yo, ese lo hizo mi papá o mi hermano”. Goyo: -“Es como un compromiso con la historia, porque uno siente que está haciendo revivir el barro. Nos imaginamos las técnicas que tuvieron nuestros abuelos en esta misma zona artesanal. Yo me preguntaban en una ocasión que si habría diferencia de lo que se hizo hace 600 años y lo que ahora rescatamos nosotros. Yo creo que no, que son las mismas manos alfareras, los mismos genes que estamos haciendo retornar. Nada más. Sólo estamos haciendo renacer, volver a darle vida al barro. Y ¡qué bueno!, el barro también es una forma de expresión de nuestra madre tierra, que tiene esos sonidos desde el cosmos, desde el universo, desde oír silbar un pájaro o el viento”. ¿Cuántos instrumentos tienen en su colección? Mario y Goyo: -“Físicamente, como 150 instrumentos y en proyecto de investigación 50 más. Cabe destacar que México está lleno, minado, diríamos, de centros arqueológicos en donde te puedes encontrar uno o varios instrumentos en cada sitio. De ahí, entonces la gran variedad de las familias de instrumentos: ocarinas, flautas, flautas dobles y triples, timbales o tambores de barro, huehues y teponaxtles. Es impresionante. Tratar de hacerlos, reproducirlos todos serían más de 1500. Jactándonos de buenos alfareros, creemos que podríamos hacerlos. Pero esto también es una investigación, saber la forma de cocción, el tamaño, el grosor, detectar si el silbato que se está reproduciendo tiene el mismo sonido del original”. ¿El sonido de los silbatos es reproducción de los sonidos de la naturaleza?


Mario: -“Exactamente. Un ejemplo es el silbato de viento que a muchos les gusta y a otros les da miedo, o dicen que es el silbato de la muerte, porque cuando lo escuchan se les enchina la piel”. Mario: -“Nuestros antepasados no eran sencillos en la elaboración, si un instrumento que figuraba un ave tenía que sonar como ave. Nosotros hemos encontrado instrumentos muy pequeños, que suenan idéntico a las aves”. ¿Seguirá la tradición familiar? Mario: -“Esperemos que sí. Ahora es cuando les explicaremos y diremos a nuestros hijos: traigan el barro, aprendan a amasarlo y moldearlo para que luego puedan y sepan hacer los instrumentos. Y parece que seguirá la tradición, porque cuando vamos a algún museo dicen los hijos: ¡Mira papá: éste lo hiciste tú, esa es de nosotros! Ya se involucran, cuando vemos algún instrumento en una vitrina y sabemos que lo hicimos y está ahí. Pensamos que se cumplió lo que yo quería, porque siempre me pregunto ¿a dónde irá, adonde va a parar”. Sabemos que adonde vaya siento que nos va a representar”. ¿Hasta qué lugares han llegado sus piezas? Goyo: -Casi a todo México, Bélgica, Francia, Alemania, Dinamarca, a Málaga en España, a Londres, a Michigan en Estados Unidos y a varias otras partes del mundo. No sé si al África, aunque sería muy padre que llegara alguna porque es una cultura muy interesante. Sin embargo, somos mundialmente desconocidos. ¿Invitaciones a trabajar? Mario: -“A España y a Francia. Y de lo nacional hay por ahí un amigo de Monterrey y otro de Mexicali, en Baja California, que está casi diciendo ofrezco mi casa para que se vayan a experimentar por allá. Y hay otra de San Antonio, en EE.UU. “Desgraciadamente aquí en la zona centro de nuestro país no hemos tenido el apoyo que creemos se debería tener. También es posible que sea una cuestión de falta de difusión. Da tristeza que cuando llegamos un municipio o un centro cultural en un estado, haya gente que te digan cuando uno les muestra los instrumentos prehispánicos ¿y estas cosas, qué son?”


Goyo: -“El trabajo que realizamos es independiente. Hasta ahora no hemos contado con el apoyo de ninguna institución oficial. Nos han cerrado la puerta todas. La única excepción, el único proyecto que hemos firmado es en el Museo Nacional de Antropología para la venta de algunas piezas. Pese a ello, es más el trámite que la ganancia que pudiéramos obtener”. Goyo: -“De seguir esta tendencia al poco apoyo tal vez estemos hablando de que sea la segunda generación y la última que se dedique a hacer estos instrumentos. No conocemos a otras personas en México, exceptuando el caso de Tribu en Guanajuato pero ya se dedicaron a hacer otras cosas en relación a la música. Quienes han tratado hacerlo es gente que ha tratado de comercializar, en grande, los instrumentos pero sin ningún sentido, sin rigurosidad histórica ni estética; hacerlos como ellos lo hacen de a cien de a doscientos, yo creo que demerita mucho ese trabajo. Ya no es artesanía, es un negocio con el que buscan enriquecerse. Nuestra idea, al contrario, es con cada instrumento pudiéramos entregar un pequeño folletito con una breve explicación de qué es lo que tienen en las manos. Porque vemos con tristeza que a veces los niños lo silban y dicen: ¡es un silbato de arbitro!”. Para mostrar este peculiar arte texcocano que reproduce los instrumentos musicales prehispánicos, nuestros alfareros pudieron llevarlos a algunos foros en las Universidades de Minesota y de Minneapolis, en Estados Unidos. Asimismo, cuentan que hace varios años atrás una investigadora de ese país compró numerosos de sus instrumentos con los que dio forma a una exposición permanente. Y reiteran: “pero nunca hemos tenido nosotros un espacio propio”. Ha habido, sin embargo, reconocimientos esporádicos: algunas menciones o conferencias ocasionales en la Universidad Autónoma Chapingo, sólo en una ocasión en Casa de Cultura de Texcoco, en el 2009. Así es que en Texcoco, desgraciadamente, seguimos siendo tan desaparecidos como su lago”. Lo que resta de mexicanidad Las manos de los hermanos Cortés Vergara — y antes las de su padre Mario Cortés Basilio— han reconstruido y reproducido instrumentos musicales para museos públicos, privados y aun para la venta comercial, más de 200 instrumentos de las culturas originales de México. Producen silbatos, ocarinas, flautas dobles y triples, silbadores de agua, timbales o tambores de barro, huehues y teponaxtles. Hoy son los pocos músicos


o grupos de lo que resta de la mexicanidad quienes se surten y tocan los instrumentos que elaboran los hermanos Cortés Vergara. Pese a los años que los hermanos Cortés Vergara llevan trabajando en el rescate y reproducción de piezas prehispánicos, no permanecen anclados en el pasado. Goyo expresa que ahora están en una nueva faceta experimental: de hacer instrumentos vanguardistas, de silbatos con sonidos de aire. También, por su relación con las formas y sus decoraciones, entrar al ámbito de las artes plásticas. Aspiran llamar la atención de las nuevas generaciones. Porque “yo creo –apunta Goyo- que ver un instrumento modificado pero con las técnicas prehispánicas va a ser muy bueno, y que alguien se anime por lo menos a investigue tantito cuál fue el origen de estos instrumentos, vale la pena”. Para Mario aún resulta increíble constatar que la tierra, el barro -o el lodo como muchos le llaman-, “puede transformarse hasta hacerse un silbato, alguna ocarina, imitar algún ave, al viento. Yo creo, que ese eso también motivó a nuestros antepasados: crear o modificar algo tratando de imitar a la naturaleza, aguzar su sensibilidad y su capacidad intelectual para echarla a andar”.

Don Mario Cortés Basilio El ya citado Jorge Dájer le dio el incentivo a don Mario Cortes Basilio para que se atreviera a experimentar con el barro y crear las replicas exactas de los silbatos prehispánicos. Los hermanos Cortes creen que el mejor agradecimiento que le pueden brindar a su padre y maestro es la preservación de sus enseñanzas, “siento que conservando esto, es el mejor tributo que podemos hacerle”, expresa Goyo.. El 15 de enero de 1991 falleció su padre. Él tenía la costumbre de enterrar las piezas o silbatos rotos, para que en un futuro los encontraran sus hijos. “Así fue como localizamos el molde de la tortuga doble” recuerda Mario. Del mismo modo ocurre con la mayoría de los instrumentos prehispánicos: provienen de los hallazgos y su conocimiento de los estudios arqueomusicológicos realizados. “Obviamente siempre hay retos a superar, pero es ahí cuando digo yo soy fuerte, vengo de una familia creadora, de un país que tiene todo. Entonces, ¿para qué buscar en otros


lados cuando lo que hacemos está contribuyendo a la recuperación de nuestro pasado”, concluye con no disimulado orgullo Mario Cortés Vergara.


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