THELunes nº3

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número [3]

Relato Breve “Ruido

Blanco”

de Pablo Bonet y Miguel Santander.

Cuento Infantil “Homenaje” de Jorge García Torrego.

Relato Breve “Metamorfosis” de Isabel Alí.

José Hierro Selección de Poemas.

“Cronos” Novela por episodios de Manuel Trigo.


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P4 {En Portada} Andy Warhol

P8 {Cómic} El Avaro

P12 {Novela por episodios} Cronos, Cap. 5

P16 {Fotografía} Patricia Rueda

P20 {Viajes} Venecia

P22 {Cuento} Homenaje

P6 {Relato Breve}

P10 {Poesía} José Hierro {Relato Breve} Metamorfosis

P14 {Relato Humor} Cómo matar a un minotauro

Ruido Blanco

P18 {Arte} Fernando Larraz

Para empezar Ponemos en vuestras manos nuestro número 3, una nueva propuesta de ficciones de distinto género, con el que damos dos pasos importantes. El primero, inaugurar un breve espacio en estas páginas para la poesía. Una aportación que buscamos desde el primer número y que se ha hecho realidad en éste gracias a la contribución del Centro de Poesía José Hierro. En un generoso gesto, nos han proporcionado un espléndido estreno, cediéndonos tres poemas del poeta madrileño con cuyos versos da comienzo una colaboración que esperamos sea larga y fructífera. El segundo, la inclusión entre nuestros contenidos del primer relato seleccionado por nuestros usuarios con sus votaciones a través de Internet, una experiencia que sigue en marcha con las propuestas para siguientes números y en la que estáis participado activamente. Paso a paso nos ayudáis a avanzar y mientras Universo THELunes sigue creciendo. El horizonte sigue invariablemente lejos, pero cada vez nos sentimos más cerca.

Edita: THELunes, S.L.

Director: Daniel Cano Editora: Mar San Alberto Marketing y R.R.H.H.: Liria Sánchez Coordinadora de contenidos: Diana Cermeño Diseño de arte y maquetación: Juan Moro Heras Diseño de portada: Juan Moro Heras Colabora: Mihai Stana, Imagina Online, S. L. & Dmma Edición on line: www.thelunes.com

Redacción. c/ Matadero, 2 ED 28343 Valdemoro [Madrid] E-mail: info@thelunes.com

Publicidad. publicidad@thelunes.com Tel.: 633 277 850

Impresión: Altair Depósito Legal: TO-0262-2010 ISSN: 2171-5610 Solicitado control PGD Todos los contenidos de esta publicación están protegidos por los derechos de copyright y propiedad intelectual pertenecientes a THELunes® y/o a los distintos autores que han colaborado en este número. Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores no son compartidas necesariamente por THELunes®.



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PARA LA IDA

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Andy Warhol,

the Philosophical Machine Autora {Diana Cermeño}...

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ransgresor y original, impactante y frívolo, se puede decir que Andy Warhol fue uno de los artistas más polémicos y más influyentes del siglo pasado. Siempre ambiguo, caminando entre el cinismo y la frivolidad, Warhol se mostraba entre la posición del espectador neutro, que simplemente recoge la realidad, y la visión del filósofo capaz de ver más allá de la inocencia aparente de los objetos cotidianos. Su obra no son tan solo las series pictóricas, las fotografías, la música de Blue Velvet y los productos de la Factory. Su mayor obra Pop fue su propia vida. Erase una vez… En 1960, Roy Lichtenstein y Andy Warhol, sin saber el uno del otro, hicieron los primeros trabajos sobre cómics. Antes de entonces, jamás se había considerado que un gran lienzo pudiera albergar la estética de un cómic. Apenas un año más tarde, Claes Oldenburg abrió The Store, una galería de arte que abogaba por una estética consumista. Dispuestos en el suelo y a lo largo de las paredes, evocando el familiar contexto de un supermercado, podías encontrar hamburguesas, chocolatinas o tostadores en grandes y coloridas esculturas plásticas. ¿Qué estaba ocurriendo? Jamás se había dado tanta importancia a los objetos cotidianos en ningún otro tipo de arte, ni jamás se había parecido tanto el arte a la publicidad comercial. Un nuevo discurso estético estaba surgiendo rápidamente, mediante la elaboración de objetos que nunca habían sido considerados arte. Era el arte Pop, radical y populista, que de alguna forma supuso un cambio de página. Desde su aparente inocencia, y sin respaldarse en ningún aparato teórico, el arte Pop se dedicó alegremente a tirar por tierra ideas que habían estado vigentes en el arte durante siglos.

Definido con el uso de iconografía popular, y asimilado en los círculos económicos desde el primer momento, el arte Pop invadió galerías de arte, museos y colecciones privadas. Sin embargo, tal vez por ser un tipo de arte desenfadado y colorista, tan cercano a los medios de publicidad que prácticamente se confundía el diseño, la teoría del arte del momento le prestó una atención igual de desenfadada y superficial como el propio arte Pop. A pesar de ser polémico, era un arte demasiado apetecible al público. El arte Pop era el arte de las preguntas incómodas, y la teoría prefirió analizarlo como a un niño inoportuno pero divertido. No todos los teóricos sucumbieron ante este contagio. El filósofo y crítico de arte Arthur C. Danto, fue uno de con los que mayor claridad supo teorizar sobre la importante repercusión que el arte Pop constituía, particularmente el trabajo de Andy Warhol, con una ruptura tras otra de casi todos los dogmas que habían sido válidos hasta entonces en la historia del arte. Coca-cola y sopa de tomate Andy Warhol se centró en representar los más conocidos iconos culturales. Esto incluía no solo objetos simples y diseños eficaces, como las botellas de Coca-Cola o las latas de sopa Campbell. También incluía a las celebridades creadas por los medios de comunicación masiva, tratando las imágenes populares como puros objetos de consumo. Erradicar los rasgos más humanos o falibles de las celebridades del momento, era el método más sencillo de convertirlos en iconos de referencia, forzando al máximo esa tendencia social extrema de deshumanización que poseen los medios de comunicación. Así es como Warhol presenta sus Marilyns, Jackys y Elvis, todos iconos culturales cercanos a la clase media americana. Como señala el famoso crítico Donald Kuspit “En los tiempos modernos, el arte baja de su pedestal para mezclarse con el pueblo, porque se sentía aislado.”1 Este aislamiento estuvo durante siglos apartando las representaciones más elevadas de arte de la población mayoritaria, porque el arte siempre ha estado en posesión de la elite, tanto económica, como cultural y social. Warhol ofreció una nueva perspectiva. Puso el acento en lo corriente, en los aspectos más tangibles de la cotidianeidad. Se acercó a la vida real, dotándola de valores estéticos, en vez

100 Cans, 1962. Buffalo, Albright-Knox Art Gallery.

de huir de ella hacia la idealización. Algo había cambiado radicalmente en el concepto, la vida se tornó arte, lo ordinario se transformó en extraordinario, por la elección y decisión del arte que sacaba el objeto o la imagen de su contexto más banal para exponerlo en las galerías. Los principios tradicionales del arte, obsoletos e incapaces de significar y representar la cultura del momento, fueron replanteados. Llevados por ese afán, el arte Pop se situó permanentemente en ese filo de la navaja que supone una incesante discusión y redefinición de las convenciones artísticas. Su teoría rechaza señalar una respuesta, una única vía de arte, si no que se centra en presentar la capacidad que rodea a los objetos habituales para convertirse en productos estéticos. En cierta forma, el Pop es una celebración constante del mundo material del que se alimenta y al que se ofrece, y de su contexto social. El mito del artista Podemos decir que Andy Warhol es por sí mismo uno de los más interesantes planteamientos en torno al rol del artista en la sociedad del siglo XX. No se conformó con la ruptura de lo convencional que suponían sus obras, sino reforzó esa ruptura con sus polémicas declaraciones sobre el arte y sobre sí mismo, en una constante reelaboración estética. Es más, se puede afirmar que aunque Warhol recreó conscientemente su ambigüedad, probablemente no lo pretendía. Según sus propias palabras en La filosofía de Andy Warhol, se define a sí mismo “... yo soy una persona profundamente superficial” 2, y esta es una clave para comprender la paradoja implícita en la obra propuesta por el autor. Este planteamiento controvertido es el que de alguna forma propicia la amplia cantidad de interpretaciones desde la crítica y los teóricos, que si no son claramente opuestas, si son divergentes. No en vano, Warhol se convirtió en uno de los artistas más populares, y posiblemente el más polémico, de la escena artística de New York de la época. Este concepto tan sencillo en su expresión, era el que presentaba una revisión radical del rol del artista. Nos encontramos de golpe en una tendencia brutal de desmitificación del artista. Hasta este momento, variando en distintos niveles de homogenización, el artista había sido considerado de alguna forma como alguien mítico, tocado por la inspiración, capaz de proezas creativas movidas por un mundo imaginativo interior espiritual y fuera del alcance de la mayoría; como en el caso del Expresionismo Abstracto, con Rothko y Pollock a la cabeza, que


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Triple Elvis, 1963 Richmond, Virginia Museum of Fine Arts,The Sidney and Frances Lewis Collection.

había tenido lugar apenas 30 años antes. El Pop hace estallar este concepto de una forma casi inocente, como con un Bam! de sus tiras de cómic. Según Andy Warhol, uno de los motivos por los que amaba la Coca-Cola es porque le parecía democrática y que poseía cierta capacidad de igualar las clases sociales. La anécdota, tómese en serio o en broma, es que le cautivaba la idea de que un millonario jamás podría obtener una mejor Coca-Cola que cualquier otro. Aunque estés lleno de dinero, beberás la misma CocaCola que bebe un albañil. 3 Esta forma de eludir la originalidad personal podría ser vista como una necesidad del artista de incluirse dentro de la masa social. Somos los mismos, vemos las mismas películas, comemos lo mismo, bebemos la misma Coca-Cola.

Gold Marilyn Monroe. 1962. Nueva York, The Museum of Modern Art.

“Cosa o artefacto, no obra de arte” 4 definiría él mismo respecto a sus objetos artísticos. Por supuesto, esto tiene un claro referente en los readymade duchampianos. Pero el matiz era distinto. Si bien la pregunta que Duchamp había puesto sobre la mesa interrogaba sobre la posibilidad de que un objeto, por ejemplo el famoso urinal de Fountain, pudiera albergar algún tipo de belleza, y qué exactamente puede ser considerado arte, y qué no. Por otro lado, Warhol, más allá de preguntar sobre la belleza que puede haber en un objeto cotidiano, encontró belleza en la banalidad de las cajas de jabón Brillo, por ejemplo, y la pregunta subyacente fue ¿porqué arte no puede ser cualquier cosa? Warhol nunca desplaza su enfoque de la cultura de consumo y los mass-media. A través de su percepción, esta sociedad de consumo aparece sorprendente y extraña en su banalidad, siempre gobernada por los patrones que despertaron las incógnitas artísticas de Warhol, repetidas en su trabajo una y otra vez.

En cualquier caso, hay que decir que a pesar de ser uno de los movimientos que más dogmas conceptuales ha cuestionado del siglo XX, la vocación del arte Pop está lejos de ser una crítica. Por decirlo de otro modo, esos logros no estaban posiblemente en sus planes, ni en el ánimo que movía sus creaciones. Se puede poner en duda si su superficialidad era aparente o real, o si había alguna crítica de doble moral a la sociedad de consumo en la que se cobijaban abiertamente, pero lo que sí es claro es que no había un aparato teórico para sus propuestas. Tal vez esa sea la razón de su éxito, pasar por encima de dogmas que, para artistas como Andy Warhol, ni siquiera estaban ahí.

Ese maravilloso objeto consumista En 1962, Warhol comienza a trabajar en su estudio, significativamente llamado The Factory (La Fábrica). Adopta un método de trabajo que le permite acercarse a la producción en línea típica de las fábricas para realizar sus obras. Más allá de lo puramente material, este método de trabajo supuso una ruptura total con el concepto de obra única y de artista que había sido válido hasta el momento.

1 Kuspit, Donald.

The End of Art. Cambridge University Press, 2004.

2 Andy Warhol, The philosophy of Andy Warhol (From A to B and back again), New York, 1975 3 Andy Warhol, The philosophy of Andy Warhol (From A to B and back again), New York, 1975 4 Danto, Arthur C. “Andy Warhol: Brillo Box”, Artforum, Vol 32, Sept.1993, p.129.


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Ruido Blanco Autores {Pablo Bonet y Miguel Santander}...

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uido blanco. Eso es lo que suena en un avión. El mar, el ordenador, el aire acondicionado, hacen ruidos parecidos. Nada destaca, no significa nada. La mente se rebela y busca sentido al ruido blanco, patrones que se repitan o códigos sutiles ocultos. Pero no hay. Por eso es ruido blanco. Es desesperante. Bueno, también hay quien se duerme. Andrea miró por la ventanilla en busca de algo que sacara a sus sentidos del letargo, un detalle que le diera noción del tiempo. El avión había entrado en una zona de nubes muy densa y la vista consistía en un color gris uniforme en todas las direcciones. Ninguna manera de estimar una distancia, ningún modo de saber la velocidad. Otra forma de ruido blanco. Tendría que encontrar otra solución para engañar a su mente. Al menos el avión no se estaba zarandeando.

—Relájese, concéntrese en la conversación... —El hombre apoyó su mano protectora en el brazo de Andrea. ¿Es que ese idiota quería ligar con ella ahora? Eso no funcionaba, nunca funcionó. Andrea se preguntó qué estaba haciendo hablando con aquel extraño, dándole pie a tocarla. —Discúlpeme, pero creo que voy intentar dormir un poco. —Se giró hacia la ventanilla, se acurrucó en el asiento y apoyó la cabeza en la palma de su mano.

***

Cuando estaba por entregarse a la lectura de la revista de aerolínea que había en el bolsillo del asiento delantero, escuchó una voz cercana:

Vuelo nocturno. Las luces del interior del avión estaban reguladas al mínimo y por la ventanilla sólo se veía el reflejo de la mirada delante del negro infinito. El zumbido de los motores irrumpía hasta el fondo de la conciencia y lo ocupaba todo sin dejar sitio a ningún pensamiento complejo.

—Estos vuelos son siempre lo mismo, ¿verdad? He mirado esa revista y le aseguro que no hay nada interesante. A menos que quiera usted comprar perfumería de marca, y no me lo parece.

—Hola Andrea —una voz familiar en una cara sin rasgos destacables aparte de una perilla bien cortada. El hombre estaba al otro lado del estrecho pasillo, apenas a cincuenta centímetros.

Andrea miró a su vecino de asiento. No se había fijado mucho en él antes y tampoco ahora le pareció interesante, con su mediana edad y su barbita perfectamente recortada. Por un momento pensó en responderle enfadada y preguntarle porqué presuponía eso de ella. Pero tenía razón.

—Hola... —dudó—. Me da un poco de vergüenza preguntárselo, pero... ¿Quién es usted? ¿Nos conocemos?

—No, no me interesa mucho, la verdad —dijo más secamente de lo que le hubiera gustado—. ¿Y cómo hace usted para no aburrirse en los aviones?

Sacó un ejemplar de “El Principito” del bolsillo de su chaqueta y se lo mostró a Andrea.

—Ah, pues leer, claro, pero no esas revistas. Siempre me traigo un libro — sacó un ejemplar de “El Principito” del bolsillo de su chaqueta y se lo mostró a Andrea—. Este me gusta para los niños y estoy pensando en regalárselo a mi hija. ¿Tiene usted niños?

Ella tuvo primero una curiosa sensación de déjà vu y luego se acordó.

Andrea se sobresaltó con el sonido de los indicadores de obligación de abrocharse los cinturones de seguridad. Un murmullo hizo temblar el avión. —Vaya, parece que esto se va a mover —dijo el hombre despreocupadamente—. No tendrá usted miedo a las turbulencias, ¿verdad? —Eh... No, no, claro —no sonaba nada serena, pero el hombre hizo como si la creyera.

—Ah, ¿no se acuerda de mí? Le daré una pista.

—Cierto, nos conocemos de otro vuelo, pero... ¿Aún no se ha terminado el libro? Es bastante cortito, ¿no? Perdóneme, veo que usted recuerda mi nombre, pero yo no el suyo. ¿Cómo era? —En realidad creo que no llegué a decírselo. Apenas hablamos un minuto. Pero así somos los padres, ¿verdad? Con cualquier excusa acabamos hablando de los niños. Las señales de obligación de abrocharse el cinturón se encendieron con su campanita electrónica. Andrea tuvo una sensación desagradable cuando las turbulencias le recordaron la conversación anterior. El hombre empezó a decir:

—Me hablaba usted de sus hijos... —Vaya, parece que esto se va a mover. No tendrá usted miedo a las... —¿Mis hijos? En realidad aún no le he dicho si los tengo o no... —Pero los tiene... Las turbulencias aumentaron súbitamente de intensidad. Un grito apagado se oyó a coro por todo el avión con un bache especialmente profundo. —Uf... Odio esta sensación de vacío en el estómago.

No pudo acabar. Una fuerte sacudida agitó todo el avión. Los pasajeros gritaron por un momento y luego se escucharon los llantos de algunos niños asustados. Una azafata tuvo que empujar con los brazos contra el techo para poder mantenerse en pie mientras se movía a su asiento plegable. —Andrea, no se deje impresionar por el viento. Hábleme: ¿cómo son sus hijos?


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No entendía la actitud de aquel tipo y ahora recordó que también había pasado algo parecido la otra vez. Pero el avión se movía de veras y cuanto más fuertes eran los bandazos, más asustada estaba. Aunque tenía la sensación de que era justo al revés. Luchó contra el miedo intentando sostener una conversación trivial con aquel pesado. —Tengo una hija pequeña, está en la zona de primera clase con su padre. Teníamos que pagar cerca de treinta euros más para elegir butaca y viajar juntos. Pobre. Debe de estar asustada con este traqueteo.

Inmediatamente se encendieron los avisos luminosos y la luz del eterno Sol poniente se oscureció dando un tono lúgubre a la cabina. Otra vez el viento empezaba a murmurar debajo del avión. —¿Cómo que no? ¿Es que vamos a tener siempre la misma conversación? ¿No tiene nada mejor que hacer que molestarme con sus obsesiones familiares? La expresión de cordialidad del hombre se transformó en un semblante muy serio.

—¿En primera clase? ¿Está segura? Pese al miedo que tenía al movimiento del avión, Andrea no daba crédito a lo que oía y espetó con un tono de franco desagrado al hombre —¿Qué quiere decir? ¿Cómo que si estoy segura? Pero se consintió por un momento considerar lo que el extraño le preguntaba. El avión entró en una zona realmente tormentosa que sacudió el fuselaje de forma violenta. Ahora el pasaje gritaba de miedo con cada bache y algunos viajeros se santiguaban con cara pálida. Sólo el extraño permanecía tranquilo mirando a Andrea. Miró hacia adelante y se quedó a solas con su pánico. Y eso que nunca le había tenido miedo a volar.

—No, Andrea. No estoy aquí para atormentarte. Tú sola ya te vales para eso. Si quieres sentirte mejor, tranquilízate y escúchame. Ni tu hija ni tu pareja están en este avión. Por absurdo que sonara, Andrea encontró sentido a lo que aquel desconocido decía. Volvió la cabeza hacia las butacas traseras, pero no había nadie allí. De súbito, un relámpago iluminó todo el interior del avión, aterrorizando a todo el pasaje. Andrea empezó a temblar y se abrochó el cinturón. —Pero... ¿dónde están? —preguntó con un hilo de voz. —A salvo. Debes seguir tu camino y dejarlos atrás. La cabina del avión pareció estirarse y Andrea sintió un vértigo infinito al mirar hacia adelante; la puerta de la cabina se le aparecía oscura como en el fondo de un pozo. Las manos le hormigueaban.

*** —¿Cómo lo sabe? ¿Quién es usted? El gran mar de nubes cubría toda la tierra. O el océano. En los vuelos largos hacia el oeste, el Sol se detenía en el cielo en un crepúsculo que se alargaba indefinidamente. El sonido de radio sin sintonizar de los motores volvía a meterse en la mente de Andrea, que intentaba infructuosamente resolver un sudoku de una revista de pasatiempos que había comprado en el duty free de la terminal. Después de un rato desistió, dejó la revista en el asiento vacío de al lado y trató de levantarse para estirar las piernas con la excusa de ir al baño. Él estaba sentado justo detrás y la saludó en voz alta.

—No importa quién soy. Mi cometido es permitir que te liberes y comprendas que debes dejar que la naturaleza siga su curso. Tu familia está bien y eso es lo que te importa y lo que debes saber. ¿Entiendes? Y Andrea entendió. Los sonidos del avión se atenuaron y dejaron de atormentarla. La luz del crepúsculo recobró su color. Pero aún le preguntó algo más al hombre. —¿Y ahora qué me voy a encontrar?

—¡Andrea! ¡Qué casualidad! Cualquiera diría que me persigue... Permítame que la acompañe, yo también vuelo solo.

—No lo sé, Andrea, pero te prometo que no se acabará todo sin que tengas una respuesta.

Ella se giró y casi no pudo evitar una mueca de desagrado cuando vio al tipo con el que se había encontrado dos veces en sendos vuelos horribles. Y, sin dejar que Andrea respondiera, le bloqueó el paso y se sentó junto a ella.

Por fin, el Sol se puso en el horizonte con un destello verde.

—¿Cómo le va? Veo que sigue intentando volar pese a lo mal que lo pasa en los aviones. —¿Qué dice? Nunca le tuve miedo. Y no vuelo sola, mi familia está dos filas más atrás —respondió Andrea rápidamente, intentando zanjar la conversación. —Vamos, su familia no está en el avión, lo sabe.


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Dibujos y texto {Julián del Rey}...


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FE DE VIDA Sé que el invierno está aquí, detrás de esa puerta. Sé que si ahora saliese fuera lo hallaría todo muerto luchando por renacer Sé que si busco una rama no la encontraré. Sé que si busco una mano que me salve del olvido no la encontraré. Sé que si busco al que fui no lo encontraré. Pero estoy aquí, me muevo, vivo. Me llamo José Hierro. Alegría. (Alegría que está caída a mis pies.) Nada en orden. Todo roto, a punto de ya no ser. Pero toco la alegría, porque aunque todo esté muerto yo aún estoy vivo y lo sé.

José Hierro

ALEGRÍA

VIDA

Llegué por el dolor a la alegría. Supe por el dolor que el alma existe. Por el dolor, allá en mi reino triste, un misterioso sol amanecía.

Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada.

Era alegría la mañana fría y el viento loco y cálido que embiste. (Alma que verdes primaveras viste maravillosamente se rompía.)

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!». Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!». Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada.

Así la siento más. Al cielo apunto y me responde cuando le pregunto con dolor tras dolor para mi herida.

No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.)

Y mientras se ilumina mi cabeza ruego por el que he sido en la tristeza a las divinidades de la vida.

Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.

Alegría, 1947

Alegría, 1947

Cuaderno de Nueva York, 1998

Metamorfosis Autor {Isabel Ali}...

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o saben que están creciéndome. Nadie lo sabe. Y nadie debe saberlo. Es mejor así. Si se lo contara a papá o a mamá, tal vez querrían ver… y me da mucha vergüenza. No voy a decírselo. A estas alturas ya soy grandecita y no irrumpen en el baño cuando me ducho. Golpean la puerta de mi cuarto antes de entrar y eso me da tiempo a cubrirme para que no me vean. No voy a la playa, no salgo con chicos, no me exhibo. Trato que no se noten. Cada vez me cuesta más, porque empiezan a sobresalir y son turgentes. Al principio eran como dos lunares con relieve, unas ínfimas protuberancias del color del té con leche, simétricas a simple vista, aunque siempre supe que la derecha era una pizca más grande que la izquierda. Lo sé porque pasé horas mirándolas en el espejo, con el estómago anudado por la curiosidad morbosa que me provocaba que estuvieran allí. Todos los días volvía a observarlas con ojo crítico, cotejando la variación del color y del tamaño con la visión grabada en la memoria del examen del día anterior. ¡Cuántos interrogantes me surgían en aquel tiempo! ¡Cuántas ideas locas! Recuerdo que uno de mis mayores temores era que “algo” les saliera desde adentro. Fantaseaba con un líquido amarillento y maloliente que chorrearía, sin que pudiera controlarlo, pringándome la piel y manifestándose ante todo el mundo por medio de aureolas inmundas embebidas en mi ropa. Armaba pañuelitos de papel higiénico y los usaba para comprobar que estaban secas y, a veces, me dejaba los pañuelitos debajo de la camiseta ajustada para prevenir un posible derrame mientras dormía. Ésa fue mi primera obsesión. Nunca me causó ansiedad ni angustia alguna otra parte de mi cuerpo. Ni tampoco otra parte me produjo el orgullo que me producen. Tuve una época de palparlas a diario, inicialmente para comprobar su textura y su volumen. Después lo hacía porque me provocaba un placer enorme rozarlas con la yema de los dedos, masajearlas, dejar que el chorro del agua les cayera encima como una lluvia reconfortante. Todavía lo hago de vez en cuando. Y sé que cuando alcancen su dimensión total podré darme el lujo de permitir que el sol les resbale en-

cima, que el viento las acaricie. Ya sé cómo se siente la caricia del viento. Lo sé porque, a solas y con la puerta cerrada con llave, algunas noches las pongo frente a la ráfaga fresca del ventilador. Primero se erizan; dura un instante. Inmediatamente se distienden y se inflaman como si el aire se les metiera adentro y las hiciera vibrar suavemente, como si al aire le pertenecieran y la libertad entrara desde allí para desparramarse por todo mi ser. Si bien comprendo que la sensación tiene mucho que ver con la ausencia de la ropa, tengo la certeza de que, también, existe una cuestión más profunda. Evidentemente, a medida que crecen, la ropa que necesito usar para ocultarlas se vuelve más pesada, más voluminosa. Ya no puedo vestir algo ajustado o llamativo, ni algo que al trasluz deje adivinarlas. Incluso mi postura se modificó: irremediablemente, en público, debo torcerme para disimularlas. Pero ninguno de esos inconvenientes opaca la satisfacción que me embarga, la felicidad, la maravilla de saber que ahí están y que en un futuro podré usarlas. Ahora caben en el hueco de mi mano. ¿Cómo serán dentro de un par de años? Las imagino inmensas, cubiertas completamente por esas suaves plumas que me están naciendo desparejas, desplegadas en una amplitud que me permita planear en aras de la levedad del cielo despejado. Las imagino tendidas desde el extremo de uno a otro de mis brazos abiertos en cruz. Y podré volar a mi antojo por encima de todo lo que hoy me aísla. No saben que mis alas están creciendo. Nadie lo sabe. Y nadie debe saberlo.



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PARA EL DESCANSO

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Cronos Autor {Manuel Trigo}...

En anteriores capítulos...

Cronos narra el terrible fin que sufrieron las otras naves. También explica que Tagore y sus tripulantes fueron desinfectados en profundidad para evitar enfermedades futuras, pero algo falló.

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odo se inició con un insignificante accidente laboral. En una reparación en el exterior de la nave, un trabajador se perforó el traje con una fina varilla de una antena de ultrafrecuencia. Fue recuperado con éxito, antes de que se vaciase su tanque de oxígeno. La herida no parecía grave, aunque sangró abundantemente debido a la disminución de presión. Al cabo de los tres días, en los que mejoraba ostensiblemente de sus dolores, empezó a empeorar, tuvo fiebre alta y murió cuatro días después. La herida no parecía tan grave como para causarle la muerte. Una alarma silenciosa se activó en todos los que habíamos llegado a conocer las enfermedades. Nadie comentó nada, pero entre dos y cuatro días después, aparecieron los mismos síntomas en otras trece personas. Entonces cundió el pánico general. Había un brote a bordo de una antigua enfermedad contagiosa y pronto enfermó mucha más gente.

«La antena con la que se había producido la incisión tenía finalidad SETI, de búsqueda de vida extraterrestre inteligente, vaya ahora que lo pienso, los que habían nacido en la nave eran también extraterrestres inteligentes… bueno, a lo que iba, que la antena estaba a proa, apuntando hacia nuestro destino. Allí nunca le dio el sol. Al alejarnos del centro del Sistema Solar, nuestro astro rey siempre nos quedó siempre a nuestras espaldas. Su radiación habría esterilizado la antena, pero no fue así y el frío absoluto había conservado los gérmenes de quien se hubiese cortado con su afilado extremo durante la construcción de la nave en la Tierra. «Todos los antibióticos habían sido destruidos tras doblar la fecha de caducidad y no disponíamos de tecnología a bordo para fabricarlos. Una estricta cuarentena prohibió todo contacto físico entre personas y se dividió a la población en los seis compartimentos que podían hacerse estancos en las estancias habitables de la nave y en los otros seis módulos que componían el fuselaje principal. Éstos fueron los peores, pues carecían de gravedad artificial al estar dedicados únicamente a servicios como huertas, almacenes, salas de electrónica, generación y motor propulsor. «En todos los compartimentos hubo bajas. Las lámparas de ultravioleta funcionaban continuamente y casi no hubo más contagios que los que se habían producido en un principio. Sin embargo no se pudo hacer nada por los que enfermaron. Unos sencillos guantes de látex eran una de tantas cosas que hacía décadas que se habían terminado. Las mascarillas eran simples trapos humedecidos. Y el medio de sacar los cadáveres de la nave era lanzarles cables a modo de lazos y arrastrarles hasta las esclusas de evacuación. De los cuatrocientos cincuenta y nueve tripulantes, sólo quedamos vivos ciento noventa y seis. La causa fue una sencilla gripe que… —¿Una gripe común causó la muerte de tanta gente? —Sí. Una inofensiva gripe. Nos había cogido a los viejos con nuestras defensas en baja forma y a los jóvenes con un sistema inmunológico sin estrenar y sin desarrollar. Cuando los españoles conquistaron América, diezmaron la población con sus enfermedades comunes a las que los indígenas no eran inmunes. Del mismo modo enfermaron y murieron ellos al contagiarse de enfermedades autóctonas inofensivas para los nativos. E igualmente nos vimos afectados nosotros. La vieja muerte, que siempre había rondado entre nosotros, allá en la


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Tierra, había demostrado tener una guadaña bastante larga y bien afilada. «Al menos, yo debo de alegrarme por la parte positiva. En el temor de nuestra propia muerte, Ashakiran y yo nos atrevimos a confesarnos lo que cada uno sentía por el otro desde hacía tiempo y que nuestra inhibición nos había impedido exponer antes. En un espacio cerrado es difícil hacer una propuesta que se rechace y tener que cruzarse después con esa persona, día tras día, y simular que nada ha pasado. «Ashakiran significa Rayo de Esperanza, y eso es lo que significó para mi vida, que se había vaciado de sentido y de contenido. Yo solía llamarla Asha, sin más, Esperanza, y cada vez que pronunciaba su nombre lo hacía evocando todo su significado. Nuestro nuevo amor nos sirvió para aliviar el dolor por tanta pérdida como habíamos sufrido. Muchos amigos nos habían abandonado para siempre, pero lo peor de todo es que había quedado al descubierto la fragilidad del ecosistema. Habíamos creído que podríamos hacer la misma vida que en la Tierra y esto había confirmado definitivamente nuestro convencimiento de que era imposible. Los últimos humanos viviendo en Tagore éramos como una rama de un árbol metida en un vaso con agua, que puede brotar y, en el mejor de los casos, echar raíces, pero cuando se agotan los nutrientes del agua comienza a languidecer en un agónico e inexorable final. En la Tierra siempre había alguien en algún país que se dedicaba a fabricar aquello que nos hacía falta; y para ello, empleaba materias primas y herramientas que otros le suministraban, fabricadas a su vez con otros suministros y materias primas. En Tagore, cuando algo era muy necesario, había que intentar fabricarlo, no siempre con éxito, a partir de otras piezas de la nave que no fuesen tan imprescindibles. Pero todo se terminaba agotando. Incluso la paciencia de quienes habían visto la gloria de las civilizaciones terrestres y ahora se veían condenados a revivir el neolítico a bordo del buque insignia del desarrollo tecnológico que se había llegado a alcanzar en la Tierra. «Todo esto desbordó cuando, en el año ciento doce, comenzó el zumbido. Al principio era casi imperceptible. Sólo algunos se jactaban de sentirlo. Luego, a las pocas semanas se convirtió en una sensible molestia, y pocos días después se convirtió en insoportable tortura. Se trataba del rodamiento principal. Aquí vuelvo a aparecer de nuevo en escena. Yo había diseñado el rodamiento motor, y hacia mí se dirigían todas las miradas.

Continuará...

EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO. ¿Qué es ese zumbido? ¿Qué es el rodamiento motor? ¿Se habrá averiado? ¿Será grave?

¡LEE LOS CAPÍTULOS ANTERIORES EN WWW.THELUNES.COM!

Ya puedes pedir la novela de Manuel Trigo, “LA ESFERA NEGRA” en tu librería o en la web de Ediciones Absalon.

Link {www.laesferanegra.com}...


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PARA EL WATERCLOCK

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Cómo matar un minotauro

(hágalo en cuatro pasos prácticos) Autor {Carlos López Hernando }... 1. Encontrar un laberinto.

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o primero que se necesita para matar un minotauro es (por muy estúpido y redundante que parezca) un minotauro. Lamentablemente, son muy escasos y huidizos, por lo que hay que saber bien dónde buscar. Los minotauros se ven extrañamente atraídos por los laberintos, y una vez encuentran uno, se suelen quedar a vivir en él. Se dice que en Creta hay uno bastante decente, pero hace tiempo que el minotauro local fue desahuciado por problemas de índole xenófoba. Su dieta a base de vírgenes humanas nunca estuvo bien vista. Aun así, esto ocurrió hace mucho tiempo, así que es posible que el laberinto haya sido realquilado a otro minotauro. 2. Encontrar al minotauro dentro del laberinto. Este paso es fácil. Los minotauros tienen un gran sentido de la orientación así como de la territorialidad, por lo que son capaces de detectar la presencia de un intruso en cuanto pone un pie en sus dominios. Él te encontrará a ti, así que es recomendable mantenerse alerta en todo momento. 3. Dar muerte al minotauro. El punto crucial de esta guía. Dar muerte al minotauro conllevará el uso de una o más herramientas de destrucción, también conocidas co-

múnmente como armas. Desde la antigüedad se ha venido utilizando una variedad conocida como “espada”. El manejo de la espada es todo un arte, por lo que se recomienda practicar. Es probable que la bestia también vaya armada con una espada y además un escudo, a modo de defensa; esto hace que el entrenamiento adquiera una importancia máxima. También se puede practicar con un escudo o un capote en la otra mano. El capote es básicamente un trapo rojo que servirá para desconcertar a nuestro enemigo y propiciar un golpe certero y mortal que atraviese su corazón, lo que generalmente causa la muerte de cualquiera, sea minotauro, persona, hurón, etc. En este caso, la espada debería ser del tipo “estoque”, para maximizar el daño. Hay quien dice que puede ser derrotado con las manos desnudas, pero dada su complexión y el tamaño de sus cuernos, unidos a su posible tenencia de armas cortantes, se recomienda una aproximación menos clásica, como el AK-47. El Kalashnikov es un rifle de asalto tremendamente versátil, capaz de seguir funcionando aun habiendo sido sumergido en agua, y que dura para toda la vida, con lo que puede ser una inversión de futuro si uno pretende dedicarse a este oficio. No hay documentos históricos sobre esta práctica, pero un solo cargador debería servir para derribar a un minotauro (o incluso a dos, pero es muy raro ver dos minotauros juntos). 4. Salir del laberinto. En incontables ocasiones, el laberinto ha supuesto una amenaza mayor que su cornudo ocupante. Por ello, es recomendable llevar un carrete de hilo para poder desandar el camino sin complicaciones. Una alternativa más moderna consiste en descargar un mapa de la zona en nuestro GPS. ¡Enhorabuena! Si ha llegado hasta aquí ya debería tener un bonito cadáver de minotauro colgado en su salón con el que sorprender a sus amistades. No caiga en el típico error de sólo exponer su cabeza como si de un ciervo se tratara o sus invitados pensarán que usted acabó con la vida de un toro de lidia común y corriente.



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PARA LA VUELTA

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Acerca de Patricia

Aves de Paso

Miembro de BIPP (British Institute of Professional Photographers) Professional Development Award in Photography. Edimburgo. Fotografía documental, artística, moda y retrato.

Fotógrafa {Patricia Rueda}...

“Metro Banco de España”, serie Europa.

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o que siempre me ha atraído de la fotografía es su doble naturaleza. Por un lado, la posibilidad de encontrar un resumen del momento que estás viviendo, una composición, una impresión del mundo que congelar con la cámara. Por otro, una herramienta para crear, reinventar y expresarte a través de tus ideas. Esta forma de fotografiar, más artística quizás y la que desarrollo día a día, me permite, a su vez, profundizar en otras inquietudes creativas que combinan con ella.

Desde músicos ambulantes a artistas, mendigos, paseantes o gente que aprovecha el anonimato de la ciudad para perderse en sus propias cavilaciones; cada uno de ellos forma parte de ese crisol de caras dispares que sólo pueden observarse en lugares tan inmensos, donde la homogeneización actúa despacio, y aun manteniendo los rasgos culturales propios, permanecen separados por los abismos de la creciente individualización postmoderna.

La fotografía de viajes es un ejemplo perfecto de la faceta documental. A través de ella he intentado encontrar esos lugares comunes que cohabitan en las distintas partes del mundo, y a la vez, esas cosas que nos hacen tan únicos. Atrapar momentos que definen las experiencias vividas, las sensaciones experimentadas, los instantes que nunca se repetirán, la inquietud de descubrir el otro lado de la frontera.

Miradas que se cruzan o se pierden en la distancia; soledades en medio de la multitud o repentinas tomas de conciencia.

Mi terreno de acción ha sido principalmente Europa. En mis continúas visitas he descubierto que cuanto más viajaba a las mismas ciudades, más cómoda me sentía en ellas. Por eso puede que las mejores imágenes las haya encontrado en mis últimas y largas estancias en París, Berlín, Londres o Lisboa, o en mi retorno a Madrid. Pasear por estas capitales sin las prisas de un turista, con tiempo suficiente para sentarme a observar cómo transcurre la vida, y coleccionar, con el cuidado de un entomólogo, pequeñas estampas cotidianas que se esconden en toda gran urbe.

Una de las particularidades de viajar es que me permite tomar cierta perspectiva con respecto a lo que me rodea. Es desde esa esfera de lo cotidiano, pero con la sensación de estar sólo de paso, con la que intento realizar mi fotografía. Porque a la larga, en el ahora, estamos sólo de paso.


PARA LA VUELTA

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Más información en:

“Kiss Wall”, serie Europa.

“Charlot”, serie Europa.

www.patriciarueda.com info@patriciarueda.com

“Letter Bw”, serie Europa.


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PARA LA VUELTA

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Próximas Exposiciones Noviembre de 2010 “Negro y Blanco”. Sala de arte del Ateneo de La Laguna, Tenerife.

El Momento Pintor {Fernando Larraz}...

“Retrato Sin Título”, serie Memoria (óleo sobre lienzo).

i trabajo está basado en la utilización de la pintura —óleo sobre lienzo— de una manera clásica, pero moviéndome dentro de lo que se podría definir como territorios fronterizos, donde se cruzan elementos de la fotografía, la música, el cine,… en definitiva, de los mass media.

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La muestra de obra realizada con cierto rigor técnico y que se podría calificar, en principio, como “figurativa”, asegura la atracción y comprensión para casi todo tipo de público. De este modo, puedo permitirme introducir mensajes, pensamientos o elementos que provoquen en el espectador distintas reacciones, desde sorpresa hasta rechazo, pasando por indiferencia o reconocimiento y aceptación entusiasta. Así, en mis cuadros ocupan un espacio importante conceptos como la ironía, la parodia, el tiempo o las contradicciones de nuestra sociedad. El empleo de personajes icónicos de la cultura en un sentido amplio es reflejo de mis filias y fobias, de mis aficiones, odios o devociones, y también de mi manera de vivir y ser. Estos retratos corresponden a personas que han alcanzado el cielo de la fama y la gloria dentro del mundo del espectáculo o de la cultura popular. La ausencia de color en los cuadros nos invita a observar desde un lugar ajeno a la estética clásica, reflexionando sobre el paisaje interior del personaje y la vida que les ha llevado hasta este cielo construido por los medios de comunicación. Haber llegado a este “momento” contribuye a que el espectador sea cómplice de la trayectoria vital de los retratados así como de la suya propia.

“Retrato Sin Título”, serie Memoria (óleo sobre lienzo).

“Retrato Sin Título”, serie Memoria (óleo sobre lienzo).

“Retrato Sin Título”, serie Memoria (óleo sobre lienzo).


PARA LA VUELTA

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Disciplinas artísticas Pintura, dibujo, murales en la calle, vídeo...

Más información en: www.fernandolarraz.com

“Retrato Sin Título”, serie Memoria (óleo sobre lienzo).


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PARA EL TIEMPO LIBRE

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»Información. »Información Venecia, capital de la rregión de Véneto, está conjunto de 120 islas unidas situada sobre un conjunt entre sí por 455 puentes, qque se extienden en una pantanosa en el mar Adriático, laguna homónima pantan entre las desembocaduras de los ríos Po y Piave, en el nordeste de Italia.

Venecia Escondida Autora {Diana Cermeño}...

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a primera vez que mis pies pisaron la ciudad de los canales, supe que algo andaba desacompasado en la vieja piedra. Se podía intuir en los autómatas del reloj de la plaza de San Marcos, en las máscaras de los escaparates, en el brillo negro de las góndolas. Bandadas de japoneses aleteaban sus flashes digitales y hordas de teutones felices me sorteaban, como si de una columna renacentista se tratara, anclada frente a las cúpulas bizantinas de la catedral.

Allí, frente a la majestuosa belleza de su portada, rodeada de gente, por fin comprendí qué ocurría. Venecia, el antiguo ducado de los leones, se había convertido en un juguete para turistas. Un juguete de lujo, eso sí, Venecia vestida con sus mejores galas dieciochescas, sonriendo burlona e intrigante bajo la máscara de carnaval que son sus puentes. Porque aunque ahora la Venecia coqueta sabe que el mundo entero la conoce, la Venecia de antaño sabía los motivos: cuando la ciudad italiana fue algo distinto, ese león de fiereza arrancando las cadenas impuestas por una Roma que intentaba gobernar, tal como muestra la escultura en la ribera de Schiavoni. Política y arte. No en vano, Venecia fue la ciudad de Tiziano, Bellini y Tintoreto. Después, la realidad se salva a sí misma. Otra oportunidad, el viajero se aleja de los centros populares. Se impone alejarse y mirar con detenimiento. Una mañana, las campanas de San Geremia suenan como una llamada secreta y el viajero se asoma al arco de la ventana de su hotel. Son las seis. Amanece

sobre los tejados rojos y pardos. Venecia se despereza, aún en ropa interior, tras la noche. No hay forma de contener las ganas de pisar esas calles aún adormiladas. Es entonces cuando la ciudad ofrece sus auténticos regalos, imprevistos, deliciosos. Más allá de del palacio ducal, del puente de Rialto, de la belleza frivolizada de sus callejas. Una mujer pasea a su perrito, grita un Buon Giorno, Paolo! a los carabinieri que cruzan lentamente la plaza vacía de S. Apostoli. Si la sigues, te conducirá a uno de los escasísimos parques de la ciudad, ocultos entre el laberinto de edificios como pequeñas perlas verdes, árboles supervivientes en una ciudad apenas sin tierra. O tal vez, de pronto, mientras recorres el barrio de Dorsouro, encuentres, invadiendo sorpresivamente una minúscula placita, una librería de segunda mano que parezca llevar siglos allí. Tal vez los libros se amontonen, en todos los idiomas, en banquitos de madera rodeando a una higuera y tal vez, dentro, unas puertas enormes estén abiertas al canal y una gran góndola retirada haya encontrado su vocación de librería dentro de la tienda. Quizás flote en el ambiente ese olor característico a tesoro antiguo, a bellezas inimaginadas al alcance de la mano. Y por favor, no pases de largo si de pronto tropiezas con un titiritero en la plaza San Luca. Si prestas atención, verás que la marioneta es un titiritero. Y tal vez, sólo tal vez, puedas aprender cuál es la historia que se esconde tras la larga nariz de la máscara. Lo demás, el gran canal, la C´dor, el palacio ducal y el campanile, las galerías y los palazzos, la corona de Santa María de la Salute y su bellísima historia, el puente de los suspiros, las góndolas y los platos de pasta; todo eso, lo encontrarás en las guías de turismo. Lo otro, la Venecia escondida, no se puede contar. Hay que vivirla.

Relato patrocinado por:



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CUÉNTAME

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Homenaje Autor {Jorge García Torrego}... Ilustración: Miriam Rodríguez // Web: http://miriamrodriguezilustradora.blogspot.com ra.blogspot.com

Manuel le encantan las aventuras; los personajes desrmes tedentados, las selvas misteriosas y enormes omsoros ocultos. Hace tiempo sus padres le compraron, como a tantos niños, La isla del tesoro soro de R. L. Stevenson. Desde entonces le ha enntrado el gusanillo, y ha leído otros libros de aventuras de Shelley, Salgari o Verne. ntar sus Pero Manuel aún no se ha atrevido a inventar ra vez se propias historias. Hasta hoy. Hoy por primera encuentra ante un folio en blanco, que impoluto, oluto, espera a su relato. ntrega de En el colegio se ha abierto el plazo para la entrega el le seduce el cuentos para un concurso literario y a Manuel premio. Un lote de libros aún no explorados premiará al autor del mejor cuento. Manuel coge el bolígrafo y empieza a hacerlo bailar sobre el frágil papel. La tinta se esparce por carriles que giran y giran. “Montañas”, “piratas” y “mapa” son algunas de las palabras que Manuel dibuja. En la esquina superior derecha, una pequeña protuberancia empieza a crecer y a elevarse sobre el papel mientras se vuelve amarilla, naranja, marrón y al final casi negra. El verde se expande desde la ladera y cubre todo el papel. Manuel sigue escribiendo. La punta de su bolígrafo se empapa de verde, pero sigue escribiendo. Empiezan a aparecer pequeños arbolitos. Finos y débiles pero llenos de vida. Después de unos segundos y dos frases, los arbolitos se han expandido y ahora cubren casi todo el folio. Los sonidos de la selva no tardan en llegar. Graznidos y gritos cortos empiezan a sucederse entre la vegetación, que en este momento, ya es muy abundante. Manuel acaba la página. La deja a un lado, reposando, latente. Saca otro papel en blanco y vuelve a escribir. Un claro en el bosque. Dos pequeños seres, minúsculos pero agresivos, andan por el centro del papel con aire preocupado. Uno lle-

va un sombrero grande, pelo largo y barba. El otro, pata de palo y un pendiente que cuelga brillante de su oreja izquierda. Ambos miran un papelajo que tiene el primero en las manos, pero parece que no lo pueden descifrar. Le dan vueltas, se lo acercan a la cara, se lo alejan. Nada, parece que definitivamente no lo entienden. De repente uno de ellos, el que lleva el sombrero de ala ancha, abre mucho los ojos y le dice algo al otro que sonríe ampliamente. Se quedan parados. Inmóviles. Manuel deja el bolígrafo en la mesa, agita la mano. Está cansada. Se levanta y va a la cocina a por un vaso de agua. Vuelve con él a su habitación y los seres siguen congelados. Se sienta, bebe un trago, y vuelve a apoyar el boli en el papel. Y baila de nuevo. Los dos seres se internan corriendo en el bosque, y vuelven al rato con dos palas. Frenéticos empiezan a cavar en el papel convertido en tierra. Pronto los perdemos de vista. Manuel para de nuevo. Piensa, y los seres esperan de nuevo en el fondo del agujero. Vuelve a coger el bolígrafo y escribe. Las personas pequeñas siguen cavando, incansables. A medida que las letras se van quedando ancladas al papel, la tierra se va volviendo más y más negra. También más y más intrigante.


CUÉNTAME PARA LOS PEQUES...

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¿Quieres que duerman felices? Lee un cuento a tus hij@s. En todos los números de THELunes podrás encontrar uno, y muchos más cuentos en www.thelunes.com

Manuel tiene t el tesoro en la cabeza y ahora solo hace falta que su mano lo lleve hasta el bolígrafo para que los dos hombres puedan, de una ve vez por todas, encontrarlo. Al fin, entre en terrones negros y marrones, una superficie de madera muestra poderosa como el mejor elemento del mundo, poseedor se muest que parece vital. de un secreto sec dejan las palas, se abrazan, lloran y saltan como locos. Los hombres hom Al fin lo han conseguido. agachan en el suelo, meten las manos entre la tierra revuelta y sus Se agacha uñas se llllenan de tierra para llenárselas más tarde de riqueza. Al fin lo consiguen sacar. Cuando le l quitan todo la tierra que tiene encima, se dan cuenta que tiene un pequeño candado metálico que posiblemente, no pueda soportar un buen golpe de pala. Así es. El hombre con el pendiente y la pata de palo, viéndose poderoso y con el tesoro al alcance de la mano, no duda y le da un golpe mortal al usuario del sombrero y el parche en el ojo, dejándolo tirado en una posición extraña y con una herida que sangra en la base de su cabeza. Ahora está el camino libre de verdad. Lentamente, se agacha, saca el trozo de metal que queda en la cerradura y abre lentamente el cofre hasta que lo deja caer al otro lado.

Manuel respira un poco más rápido. No quiere hacerlo mal porque sabe que esta es la parte más importante de su historia, y una pequeña coma podría echarlo todo a perder. Por eso, para pensárselo mejor decide ir a comer algo a la cocina. Mientras tanto, el impaciente pirata no tiene otro remedio que quedarse helado mirando dentro del baúl pero sin llegar a ver que hay dentro. Al rato llega Manuel con un plátano a medio comer y vuelve a releer la última parte del relato: “El hombre con el pendiente y la pata de palo, viéndose poderoso y con el tesoro al alcance de la mano, no duda y le da un golpe mortal al usuario del sombrero y el parche en el ojo, dejándolo tirado en una posición extraña y con una herida que sangra en la base de su cabeza. Ahora está el camino libre de verdad. Lentamente, se agacha, saca el trozo de metal que queda en la cerradura y abre lentamente el cofre hasta que lo deja caer al otro lado”. Se coloca en la silla, vuelve a coger la estilográfica y dota al hombre de la facultad de ver. Al fin. Este se agacha, incrédulo, y del fondo impoluto del cofre saca un libro donde está escrito aunque él, analfabeto, no pueda leer: “La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson”.

Fin



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