THELunes Cultura + Ocio nº 5

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THELunes Cultura+Ocio

TE INVITA A

THE Tapas con Sergio Fernรกndez

+ informaciรณn pรกg. 3


2 CULTURA + OCIO. número [5] • Marzo-Abril 2011 - www.thelunes.com

Malos tiempos para la Lírica

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n estos tiempos radiactivos, de terremotos, tsunamis y supuestas revoluciones populares, de bienpensantes conciencias sociales y culturetas de garrafón, parece no haber un hueco específico para cierto tipo de entretenimiento. En esta tesitura, THELunes, con nuevas armas y dispuesta a enfrentarse a las fieras, se planta en medio de la arena y, como un gladiador, lanza su grito de guerra -“Ave, César, los que van a morir, te saludan”- mientras se dispone a entrar en combate, a enfrentarse al mediocre inmovilismo. Frente al número 0 de THELunes hubo quien nos atribuyó la etiqueta de fanzine, quizás por ser una publicación gratuita o porque nuestros contenidos se ceñían al ámbito estricto de la literatura, el arte, la fotografía o el cómic, tal vez por nuestro propósito de dar conocer autores y creadores noveles. Puede ser que el público encontrara en THELunes ciertas semejanzas con estas publicaciones que aparecieron en España a comienzos de los años 80 y que han estado siempre ligadas a movimientos o fenómenos culturales varios, pero de los que nos diferenciamos, básicamente, en el objetivo de desarrollar una propuesta con vocación de alcanzar la independencia económica. Y este parece ser el problema en los tiempos que corren: hacer de la cultura un proyecto económico viable. Ya saben, en nuestro país nos quejamos mucho. Por ejemplo, nos quejamos de la calidad de nuestro cine, de su falta de conexión con el público. Es la excusa perfecta para justificar su baja recaudación frente a la oferta de las grandes majors americanas. Pero estas, no nos engañemos, juegan en otra liga: la Liga de los grandes presupuestos de marketing y de la estudiada mercadotecnia. Estrenar una película americana de gran presupuesto, con actores de taquillazo y un 50 por ciento de la inversión dedicada a la campaña de marketing, no asegura la calidad del producto final, sólo garantiza la asistencia de numeroso público a las salas de cine. Aquí se hace ley el dicho popular: “mejor que hablen de uno, aunque sea mal”, tan bien aprovechado hoy en día en otros medios audiovisuales que copan nuestras vidas cotidianas.

el cine popular? De las “estrellas” del universo rosa televisivo, de ese género que sí conecta con la audiencia, que mantiene a media España pendiente de los dimes y diretes de personajes de quita y pon, pero que, desgraciadamente, parece monopolizar las mentes y los intereses del gran público. Un paso atrás para la diversidad. No seremos nosotros quien neguemos al público su libertad de elección, ese derecho fundamental que nos permite a todos decidir aquellos productos culturales o de entretenimiento que deseamos consumir, pero sí nos sentimos obligados a protestar ante este monopolio, esta férrea dictadura del número. Y les recomendamos que salgan de sus hogares a montar en bicicleta o en patinete; que vayan al teatro o al cine y se duerman o apasionen; que lean y que disfruten de la locura del cómic; que vayan a los museos sin guardar las apariencias media hora ante cada cuadro; que asistan a algún concierto que les emocione en pequeños bares; que prueben a disfrutar de actividades nuevas que enriquezcan su quehacer cotidiano. Por favor, muevan los pies y las neuronas. Cedan un espacio a la ficción, sea cual sea su género, y dejen volar su imaginación. Diversifiquen su tiempo de ocio. Muy importante: no se crean todo lo que les cuentan, duden por sistema, ya que, ocultos bajo la superficie, laten muchos más mundos posibles que éste gris y cotidiano que dicen es el nuestro; sólo hace falta un poco de esfuerzo para descubrirlos. Les pedimos que nos escuchen, que permitan alzar su voz desde nuestras páginas a autores y artistas que buscan una oportunidad para darse a conocer; que engrandezcan su mente, su mundo y concedan el privilegio de la duda a nuevas propuestas. Y sí, vean la televisión, vayan a ver Torrente y cine estadounidense, pero también cualquier otra película entre las muchas maravillosas que se han estrenado este año procedentes de nuestro cine, de Europa o de cualquier otra nacionalidad fuera de las fronteras del imperio. Olvídense por un rato del petardeo de Belén Esteban, de Ken Follet o de J.K Rowling. Dense a sí mismos la oportunidad de sorprenderse con algo nuevo que pueda resultar extraordinario o insólito. Escarben dentro de ustedes mismos, igual se sorprenden.

Así ha llegado a nuestros cines Torrente 4, el más claro ejemplo de cine popular, rompiendo taquillas en un histórico record de caja. ¿Y de qué se surte

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Edita: THELunes, S.L.

Director: Daniel Cano Editora: Mar San Alberto Directora de contenidos: Diana Cermeño Marketing y R.R.H.H.: Liria Sánchez Marketing: Carolina Ojeda & Nuria González Diseño de arte: Juan Moro Heras Maquetación: Dmma, Diseño & Creatividad Colabora: Imagina Online, S. L.

Redacción. c/ Matadero, 2 ED 28343 Valdemoro [Madrid] E-mail: info@thelunes.com Edición on line: www.thelunes.com

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Impresión: Altair Depósito Legal: TO-0262-2010 ISSN: 2171-5610 Todos los contenidos de esta publicación están protegidos por los derechos de copyright y propiedad intelectual pertenecientes a THELunes® y/o a los distintos autores que han colaborado en este número. Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores no son compartidas necesariamente por THELunes®.


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P4 {EXPOSICIÓN} De la vida de las sombras

P8 {RELATO BREVE} Azul Negro

P12 {ARTE} El texto escondido (ensayos de fuga)

P16 {LOS PRINCIPIOS

P17 {CINE} Recomendamos

P19 {RELATO BREVE} El día del regalo

P22 {DIVULGACIÓN} ¡Adiós Mundo Cruel!

P5 {ARTE} Recomendamos P6 {FOTOGRAFÍA} Timeless

P10 {GUERRA DE SEXOS} ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

P14 {TEATRO} Al final del Arco Iris Recomendamos

DEL MOVIMIENTO} 127 horas haciendo el gilipollas

P18 {THE TAPAS} THE tapas con Sergio

{HORÓSCOPO} Horóscopo Sádico Cómico P23 {TAROT} Tarot: el mago


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PARA LA IDA

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De la vida de las sombras por Guillermo G. Peydró, natthig@yahoo.es

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n 1983, el cineasta José Luis Guerín rodaba en Segovia, con veintitrés años, su primera película: Los motivos de Berta. Era una obra de contemplación y sugerencia, de retorno a los rostros de Epstein y los paisajes de Dovzhenko, de realismos que se cruzan con ficciones, exponen su mecanismo, y devienen sueño. Era la obra de alguien consciente de la historia del cine y sus posibilidades, de su condición híbrida de máquina de pensar y máquina de soñar. En diciembre de 2010, con una filmografía que le sitúa a la cabeza de la creatividad cinematográfica en nuestro país, Guerín ha vuelto a la ciudad de la que partió, para reencontrarse y meditar el origen del cine, descomponerlo en esbozos y sombras, y cuestionar su muerte.

El proyecto ocupa toda la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia. Su directora, Ana Martínez de Aguilar, sugirió al cineasta un diálogo libre entre cine y pintura, y Guerín, interesado por los mitos fundacionales, encontró en Plinio el Viejo (siglo I d.C.) la historia del primer retrato, surgido espontáneamente de la angustia de la pérdida. Plinio habla de una joven, la hija del alfarero Butades de Sición, que dibujó sobre la pared a la luz de una vela el perfil de su amante, la noche previa de su partida para la guerra. Con ello, de algún modo, conservaba algo de él. Ese primer dibujo, subraya Guerín, no fue por observación, sino por proyección y fijación de una sombra a través de una luz, elección extraña, y eso le permite identificar el mito

fundacional de la pintura como válido también para el cine, arte de fijaciones y proyecciones de sombras por medio de luz. Y es esta identificación la que pone en marcha el mecanismo de espejos, el juego de sombras del esbozo de Guerín, que defiende los apuntes, los bocetos, como lugares de cristalización de los impulsos en estado puro, con Baudelaire, pero también como espacios abiertos donde cabe el espectador, donde se le deja espacio para pensarse ante las obras. Es con este diálogo abierto y fragmentado que el autor de Tren de sombras propone tres salas de contenido complementario, donde se escenifica a modo de tríptico un diálogo a múltiples niveles. Diálogo entre cine y pintura, donde la luz y los perfiles del relato fundacional se hacen danza entre dos cuerpos y sus sombras. Diálogo entre cine y pintura, también, al contrastar los mecanismos de trabajo de pintor y cineasta: el montaje de las partes ideales del cuerpo de distintas mujeres que utilizó Zeuxis en la Grecia clásica para pintar su Helena de Troya, reverbera hoy sobre la noción de casting cinematográfico. Diálogo además entre imagen en movimiento y arquitectura, porque las tres salas se han pensado de modo diferente, y su contenido queda transfigurado. La primera de ellas es para el film-ensayo epistolar que Guerín envía a la directora del museo, repitiendo la relación clásica pintor-mecenas: dos cartas sucesivas en pantalla grande donde se expone el proyecto, la identificación de ambos orígenes, el

viaje a los lugares del relato, y la escenificación danzada del mito. El autor ha hablado de su acceso al cine en su infancia, y su relato es el del acceso a lo sacro: la sala oscura, la pantalla inmensa, el haz de luz. Ante ello, sugiere, el modo de consumo masivo actual de imágenes empobrece esa experiencia que le hizo dedicarse a lo que se dedica. Pensar la vida o muerte del cine implica, pues, pensar el cine en su arquitectura propia, exagerándola para hacerla visible: por ello, esta primera sala no puede ser sino una capilla, la del antiguo palacio de Enrique IV, que hoy forma parte del museo. Completando el tríptico, dos salas laterales de arquitectura moderna desarrollan por ecos abiertos los motivos del esbozo central. Una tiende a la galería de cuadros en movimiento, donde dichos cuadros repiten en abismo, a su vez, a espectadores mirando pintura en museos. La otra se libera de la estandarización de lienzo y pantalla, para explorar el territorio del videoarte: la multiplicación de formatos de proyección, la ruptura de la imagen deslizada contra ángulos de las paredes, la construcción de imágenes combinadas de varios tamaños simultáneos. Es aquí donde han desembocado los mejores ensayistas audiovisuales, de Marker a Farocki, por la multiplicación exponencial de posibilidades y resonancias, por la ruptura del recorrido lineal que tiraniza al espectador cinematográfico. En las tres salas, el retorno a los orígenes: a los orígenes del cine como técnica, con su prehistoria de aparatos de feria y siluetas proyectadas; a los orígenes del cine como arte, con las primeras teorías sobre su especificidad, donde brilla la fotogenia de Delluc y Epstein: lo esencial del cine, escribe éste último en 1923, es la fotogenia, la capacidad de transfigurar un objeto o un rostro en algo distinto, superior. Es aquí precisamente a donde se remonta toda la obra de Guerín, que ha confesado que su entrada en el cine partió del deseo de filmar los rostros de las

mujeres que amaba, y que más tarde llevó esta idea a sus últimas consecuencias en su bello díptico sobre una hipotética mujer de Estrasburgo. Es aquí que el cineasta entronca con la cámara lúcida de Barthes y su deseo de embalsamar lo amado, amenazado de pérdida. Es aquí que la fotogenia de Guerín se funde con la joven de Plinio, que dibuja para no olvidar, como nosotros fotografiamos para no recordar. Y con ello, Guerín demuestra que la pulsión de la que nacieron cine y pintura sigue vigente, nunca se fue, nunca se irá. –––––––––––––– La dama de Corinto, Un esbozo cinematográfico, de José Luis Guerín. Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia Hasta el 24 de abril, acompañado de un ciclo de conferencias y proyecciones

Más información: www.museoestebanvicente.es


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R|E|C|O|M|E|N|D|A|M|O|S

arte

El joven Ribera Del 5 de abril a 31 de julio 2011 | Museo del Prado

José de Ribera, Giuseppe “lo spagholetto” italianizado, fue pintor de carne viva, de sangre y de huesos, vistiendo a los personajes míticos y sagrados con la piel de los cotidianos. No fue profeta en su tierra, viajó a Italia persiguiendo el sueño de que su pincel fuese capaz de captar las luces y las sombras de Caravaggio. La exposición que se mostrará en Museo del Prado del 5 de abril al 31 de julio de 2011 reconstruye la actividad pictórica de Ribera correspondiente a sus primeros años en Italia, durante su llegada a Roma y sus primeros años en Nápoles. El análisis estilístico y los nuevos aportes documentales a cerca de esta etapa del pintor han permitido identificarlo como el hasta entonces conocido como anónimo “maestro del Juicio de Salomón”, lo que ha supuesto la incorporación de varias decenas de obras a las ya conocidas en su catálogo. Más de treinta obras conformarán la exposición, incluyendo una representación de las dos principales series que hizo Ribera en esos años (el Apostolado y Los cinco sentidos). TheLunes recomienda a sus lectores acercarse a conocer los inicios de la obra de este genio para apreciar la manera en que su estilo fue evolucionando hasta convertirse en uno de los pintores naturalistas más originales y poderosos. Eso sí, precaución: sus personajes pueden salir del cuadro en cualquier momento, acompañarnos por los pasillos y pedirnos algo con lo que llenar sus evidentemente vacíos estómagos.

Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939 Del 6 de abril a 22 de agosto 2011 | Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía Edificio Sabatini, Planta 3

Exposición retrospectiva del movimiento de la fotografía obrera que pretende resituar esta corriente como un momento clave en la historia de la fotografía. A través de más de 1000 trabajos, entre fotografías, libros, revistas y películas, la muestra se plantea el objetivo de relatar cómo se constituyeron espacios públicos mediante la fotografía documental proletaria, revelando su antagonismo al modelo burgués gracias a su elevado componente de denuncia. En definitiva, una apuesta por devolver a este movimiento su importancia en la constitución de la noción moderna de documento fotográfico.

Heroínas. Del 8 de marzo a 05 de junio 2011 | Museo Thyssen-Bornemisza

La exposición Heroínas aborda la representación de las figuras de mujeres fuertes, activas, independientes y creadoras, en contraposición a la estereotipada imagen de mujeres seductoras, complacientes y sumisas que abunda en la historia del Arte occidental, en un recorrido a través de la crisis de identidad del género desde el Renacimiento hasta la Actualidad. Más exposiciones en www.thelunes.com


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Algunos premios

Timeless por Xavi Fuentes

2010. PX3 PRIX DE LA PHOTOGRAPHIE PARIS : 1º PREMIO Categoría BOOK PROPOSAL 1º PREMIO Categoría NATURE 2009 PX3 PRIX DE LA PHOTOGRAPHIE PARIS : Primer y Tercer Premio (Book Proposals) 2009 PX3 PUBLIC CHOICE AWARDS: Segundo Premio (Book Proposal)

“T o t e m”, 2010


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Más información en:

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http://www.xavifuentes.com/ http://www.xavifuentes.blogspot.com/

“S e r e n i t y”, 2008

“A t”, 2008

L

os paisajes retratados en la fotografía de Xavi Fuentes parecen tener una vida propia, extraña, alejada de la cotidianeidad. El blanco y negro y las bajas condiciones lumínicas son una combinación perfecta en sus tomas que le permite captar atmósferas imperceptibles para el ojo humano y crear espacios nuevos a partir de elementos cotidianos de la Naturaleza, dotándolos de matices que los abstraen de su realidad. Es una elección nada casual, como los motivos que aparecen en sus obras. En el proceso creativo, la espera paciente a que, en las horas extremas del día, la luz precisa confiera al objeto los matices adecuados, le permite conseguir unas tonalidades suaves, ricas en detalles, que se han convertido en una seña de identidad. Sus fotografías tienen en común esta particularidad: desprovisto el objeto de color, la luz se convierte en el elemento que permite al fotógrafo destacar al motivo de su entorno, convirtiéndole en un inesperado protagonista que capta completamente la atención del espectador.

“N e t s”

“Reminiscence”, 2007


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PARA EL CAFÉ

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Azul Negro

―Vamos, Elcira. Usted es una mujer encantadora. Haría nuevos amigos sin ningún problema.

por Horacio Convertini

―¿Pero qué tiene de malo que sólo me guste charlar con usted? Mientras le pague...

Y

―Es eso, justamente ―miento―.Me da la sensación de que le estoy robando la plata.

a no aguanto más. Han sido muchos días de mal dormir, demasiados. Y este asfixiante sentido de la fatalidad: tal vez nada resulte más terrible que la certeza de saber que mañana y todos los mañanas serán iguales. Su voz, leyendo a Wilde, me llega ahora amortiguada por la niebla espesa de cansancio que me envuelve. Ella, la causa de esta locura que amenaza con destruir mi vida. Debo decírselo, volver sobre el tema. Poner fin a nuestra relación sin darle grandes explicaciones. Utilizar una lógica sencilla pero tajante, propia del rol que ocupa cada uno. Me duele la cabeza, las manos me tiemblan. En mi debilidad tengo que encontrar el coraje. —Perfect, Elcira, as usual.

―Dinero no me falta... ―Usted me entiende: es una cuestión ética. ―Por favor, George, no me haga reír... ―Si lo que la complace es mi compañía, yo podría venir gratis ―no suena convincente, me doy cuenta enseguida, pero continúo―. Tomaríamos el té, veríamos alguna película, charlaríamos sobre las noticias del día...

―Thank you, George... ―Como amigos... ―sonríe, y me busca los ojos con descaro. Los ojos azules le brillan y trato de no mirarlos; estoy seguro de que ellos contienen la clave del misterio. Sé de su poder, o al menos de lo que logran en mí: eclipsar cualquier otra mirada durante horas, irrumpir en las noches invadiéndome el sueño. Lo azul entonces se vuelve negro y crece hasta absorber lo que me rodea. Un pozo oscuro sin paredes ni fondo, que me atrae como si quisiera devorarme y que desata en mí la mecánica física de una agonía que jamás he sentido en otras circunstancias. ―Tan perfecto que me hace sentir mal..―ataco. ―Please, George, not again... Busca con sus dedos largos y finos la cigarrera de oro que ha quedado oculta bajo el caos de papeles y libros que cubre la mesa. Toma un cigarrillo. Lo prende. Transforma ese acto mínimo, simple, en una especie de ceremonia para representar su fastidio. ―Estas clases no tienen sentido―insisto, y para no rendirme tan pronto decido clavar la vista en el retrato de la pared opuesta: un general de bigotes enrulados y el pecho lleno de medallas; su bisabuelo, héroe de la Independencia. Elcira, compréndame, usted maneja el inglés con tanta o más solvencia que yo. A veces creo que cuando comete un error es sólo para justificar mi presencia aquí. Una forma de piedad...

―Exacto ―respondo, y me esfuerzo para que un detalle del retrato del militar, cierta irregularidad en los filamentos dorados de una de las charreteras, se convierta en el foco de mi atención. ―Mire que resultó buena persona, George. Yo tengo ochenta años y sé mucho de la vida. Usted vendrá una vez, dos, tres a lo sumo, favorecido por el impulso inicial de haber tenido un acto generoso con una señora mayor. Pero enseguida empezarán los problemas. Una cosa es ayudar a cruzar la calle a una anciana. Otra, tenerla colgada del brazo de manera permanente como una carga. ¿Cuánto tardará en hartarse? ¿Cuánto tardará en inventar una excusa para no verme más? ―¡Jamás le haría una cosa así! Alzo la voz, sobreactúo. Mi juego ha sido muy inocente o ella es muy astuta. Se me ocurre, de pronto, la idea de que sus ojos azules son como una máquina de la verdad; penetran los pensamientos y detectan los significados ocultos, lo no dicho, el revés de las palabras. Escondo las manos debajo de la mesa para que no note que no puedo tenerlas quietas. ―Sea honesto, reflexione ―sigue―. ¿Acaso le diría a su mujer: no querida, hoy vuelvo de madrugada porque tengo que ir a cenar con una viejita de ochenta años? ¿Para qué engañarnos, George? El dinero equilibra la ecuación. Y me permite evitar el odio de su mujer.

―La práctica es muy importante. ―Mi mujer... ―Podría lograrla viendo la BBC sin tener que pagar un peso―bien, bien, así, un argumento sensato por cada excusa. ―Escuchar no basta. Alguien con quien hablar es fundamental para mantener vivo el idioma, usted mismo lo dice. ―Podría inscribirse en el Club Británico, Elcira. Allí siempre encontraría alguien con quien conversar. Todos los días y a cualquier hora. Excelente. Nunca llegué tan lejos. Ella hace una mueca extraña con sus labios pespunteados por las arrugas. No alcanzo a interpretar si es de disgusto o de resignación. Da una pitada profunda al cigarrillo, estira el cuello de tortuga, exhala una nube densa de humo. ―George, please, cómo se le ocurre que a esta edad voy a salir de casa a intimar con desconocidos ―dice por fin entre suspiros.

No, no es por ahí. Me arrepiento en el acto. No puedo confesar que mi esposa acaba de abandonarme. Que ya no soportaba mi irritabilidad, el deterioro físico sin causa aparente, esas ráfagas de sueño, cada vez más breves, que me retorcían en quejidos, en sudores, en palabras sueltas que se filtraban de mis labios cerrados y que, según ella, telegrafiaban voces de un mundo siniestro que la asustaba. Parecés otro, decía, alguien poseído por una fuerza extraña y perversa, alguien que definitivamente no es el hombre con el que me casé. Me rogó que fuera a un psiquiatra, que dejáramos la ciudad y empezáramos de nuevo en otro sitio más tranquilo, porque a veces se le daba por pensar que la culpa de todo la tenía el estrés de vivir en una capital como Buenos Aires. Pero yo no entraba en razones: le gritaba las peores cosas, descargaba en ella la angustia que se me encarnaba por las noches. Un día, enfurecido, le puse un cuchillo de cocina en el cuello y un hilo de sangre manchó la gargantilla que le había regalado para nuestro primer aniversario. Ese fue el límite. La pobre hizo las valijas llorando y se fue.


PARA EL CAFÉ

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―Elcira, Elcira, por favor ―trato de volver al punto, resistir―, hay tantos profesores.... ―Ninguno como usted. ―¿Por qué? ―¿Quiere la verdad, George? ―se pone de pie, rodea lentamente la mesa con paso tembloroso―. ¿Quiere saber por qué es único? Me hundo contra el respaldo de la silla a medida que se acerca. Me clava los ojos como si quisiera atravesarme con la mirada. Siento un mareo extraño. Lo azul. Lo azul negro, de nuevo. El pozo que lo absorbe todo. ―Habrá de saber que estoy enamorada de usted, George, como una chiquilina. Sí, créame, me siento joven y fresca dentro de este cuerpo que es como una mortaja en vida; joven y fresca, aunque las rótulas me duelan los días de humedad y a veces me cueste reconocer mi cara frente al espejo; no, no, que esa no soy yo, que yo tengo el pelo dorado, espeso y largo, y un cutis rosado que de tan terso parece el de las muñecas de porcelana que traía mi padre de Inglaterra; no, no, si viera George lo que es mi cuerpo, no éste que arrastro como una carcaza indeseable, un disfraz macabro del que no puedo deshacerme aunque hunda las uñas en la carne hasta sangrar; no este cuerpo sino el verdadero, una figura perfecta, proporcionada, mis pechos que se deslizan en suave caída para erguirse luego en dos pezones como frutillas, pechos que no dieron nunca de mamar para no perder el volumen y la cadencia que todos admiran. La cintura, tan pequeña que a un hombre como usted le bastaría una mano extendida para rodearla. Y las piernas, largas y firmes, dóciles para la plástica del amor... Su mano me alza la cara para que mis ojos no huyan de los suyos. Me fundo en sus palabras. Ya no puedo resistir más. Cedo. ―Enamorada, George. He grabado en secreto nuestras clases sólo para volver a escuchar su voz durante mis noches interminables, cuando el mundo exterior parece morir y transformarse en el vacío absoluto, cuando el silencio se vive no como una oportunidad para el descanso sino como un castigo. Sola, imagínese, y usted en un pequeño grabador escondido debajo de mi almohada, y su voz que me dice palabras al oído, palabras a las que les doy la forma y el sentido que deseo. Así, mágicamente, retrocedo cuarenta años y aparezco en Londres. Usted es el joven que me sigue mientras camino por Regent Street. Mi marido, el ilustre embajador, está lejos, se ha ido a Buenos Aires, lo han mandado llamar; una crisis política más, otro golpe palaciego. Tal vez ahora le den ministerio por el que ha conspirado como Judas. Yo, que acabo de gastar una fortuna en las tiendas de moda para ocupar las horas muertas; yo, que debería volver rápido a la embajada porque me espera un té canasta con arpías que me envidian porque soy bonita y les enrostro mi desdén en las narices; yo, le decía, que sigo caminando sin rumbo sólo para escuchar sus pasos detrás de mí y la respiración que se le agita mientras me alcanza... De pronto, el azul negro se desvanece en una Londres otoñal, limpia de brumas, extrañamente radiante. Quizás el milagro obedezca a la luminosidad de la mujer perfecta que va delante de mí y que cada tanto mira sobre su hombro para verificar que yo siga detrás, persiguiéndola como un mastín. Aunque parezca lo contrario, yo no soy el que la acosa sino que es ella la que me atrae. Ejerce sobre mí un poder magnético. Una fuerza invisible, que parece no provenir de mí, acelera mis pasos, enloquece mi corazón, me desespera. Ella tuerce en Charles Street hacia St. James Square. Corro, porque temo que vaya a entrar a algún edificio y desaparezca. Pero al doblar la esquina la tengo más cerca que antes. Puedo, ahora sí, oler su perfume. Escuchar su respiración que, como la mía, sigue el compás irregular del deseo. En la plaza se detiene, como invitándome al asalto definitivo. ―Y usted que finalmente se anima, George, y me aborda, y me habla en un inglés suave y musical. Usted, que descubre mi acento extranjero porque no diluyo en

la boca el final de las palabras, y yo que siento que el corazón se me desgarra de ansiedad de solo pensar que gastaremos la tarde en un juego de seducción superfluo, innecesario. Que no hay tiempo, George, que no hay tiempo, y le pido que me lleve a cualquier lado, a ese hotel, sí, ése, no importa el precio, yo pago, pero lléveme y hágame el amor. Me desnudo con apuro y torpeza, un botón de mi camisa de seda vuela por los aires y usted se ríe, George, y en venganza le muerdo el hombro, macizo, firme, lampiño, maravillosamente lampiño, y lo empujo a la cama y lo monto como si la fiebre que me nace de las entrañas me diera convulsiones. Todo mi cuerpo es una única zona sensible, un pezón gigante que se eriza con el roce físico, que se agita en pequeños escalofríos, que palpita con nuestros movimientos frenéticos y desencajados. Ya no somos dos cuerpos sino uno solo; no somos un hombre y una mujer sino una especie nueva, un animal de ocho extremidades enredadas caóticamente que ahora rueda por el piso, indiferente a cualquier cosa que no sea ese placer diabólico y violento. George, George, grito, mientras maldigo a mi marido, maldigo a mis hijos, mientras pierdo el aire en el último esfuerzo y siento que los músculos del vientre me estallan en un gozo desconocido. Cuando despierto ya es de día, Londres ha muerto, el mundo empieza a ponerse en movimiento, hay humedad y me duelen las rótulas. Ya no se oye nada a través de la almohada... Sólo me queda mirar el reloj y contar las horas hasta su regreso... Do you understand me? Do you understand me, George? Abro los ojos y es noche cerrada. Reconozco, por las siluetas en sombra, los muebles de mi habitación. Estoy desnudo y cansado. Tanteo la cama y descubro que no hay nadie más que yo sobre las sábanas ardientes y húmedas. Lo azul negro ha desaparecido, como el hotel de Londres, como la mujer perfecta. Prendo la luz. Me levanto. El espejo que está sobre la cómoda reproduce los trazos cortantes de mi cara consumida. De eso se trata, entonces. Mi voz atrapada en un grabador, mi cuerpo tomado por un sueño ajeno. Elcira, digo. No debo volver más, no voy a volver más. Lo pienso, lo juro. Pero miro el reloj y empiezo a contar las horas. Como hará ella cuando despierte y bajo su almohada sólo haya silencio.

EL AUTOR. Horacio Covertini nació en Buenos Aires en 1961. Es periodista y escritor. Ha publicado el libro de relatos Los que están afuera (segundo premio del Fondo Nacional de las Artes 2007), la novela El refuerzo y las novelas infantiles La leyenda de Los Invencibles y La noche que salvé al Universo.

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PARA EL CAFÉ

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¿Y TÚ, CON QUIÉN VAS?... CONTINÚA LA LUCHA EN

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? por Gema Maldonado

por Roberto Espeita

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stá muy claro. Porque si se te acerca un tipo de lo más común (el modelo de macho cabrío al acecho que más abunda) y te dice: —Hola guapa, me llamo X. No es que tenga nada que física o intelectualmente pueda llegar a sorprenderte, y para ser honesto, la descripción de mi miembro genital se concreta escuetamente en ser de lo más normalito, y mis técnicas amatorias no se fundamentan en nada fuera de serie, pero…¿Quieres venirte conmigo a la cama?

La respuesta en un 98’99% de las encuestadas ante semejante jarro de realidad sería NO, gracias, mientras que el 1´01% restante se decantaría por NO contesta. Lo que ocurre es que Señor X se debate en esa recalcitrante picazón en su hombría, debida a la maravillosa obra de la ingeniería de la naturaleza u hormonas. Entonces, posicionado ya sin más remedio frente a su urgencia acuciante, ha desarrollado una táctica mucho más “selecta” que comienza con el típico rollo de que guapa eres, que ojos más bonitos tienes, e incluso en algunos casos extremos de súper masculinidad rebosante de testosterona se culmina con la famosa frase ¿Sabes que llevo toda la noche fijándome en ti?... ¡Atención queridas, el Amor de saldo del Señor X llama a vuestra puerta! Y es que esta presteza le resulta mucho más provechosa a este pobre cínico, o si lo prefieren, a este pobre carente de entrepierna femenina, pues dependiendo de la edad y circunstancias de las encuestadas, un 5% tiende a caer en la trampa mortal y responde interesada ante este anticuado y obsoleto cortejo. Pero que conste que lo de la trampa mortal no es porque a nosotras no nos guste el sexo, que nos gusta, lo practicamos y también lo deseamos sin más compromiso que el que sólo se trate de sexo, sino porque nosotras no mentimos ni adulamos falsamente para llevarnos a nadie a la cama. Así que después de tragarnos el supuesto balance de sentimientos y ternura, que nuestro trovador de balcón de plastilina nos habrá endosado, pasamos a evaluar los destrozos de este edificante deporte, tras haber sido seducidas por sus manidos recursos y haber desabrochado nuestras ingles ante románticos arrumacos al canto de Jo tía, que guapa eres. Y es que al amanecer, cuando te encuentras cara a cara con ese Don Juan de Tercera, en lugar de Buenos días princesa, te encuentras un escueto Hasta más ver, chata... Entonces, en pleno desconcierto, tú no te quedas pensando en reclamar (que podrías) ¿Dónde está esa noche de lujuria y pasión “desatá” que me había prometido? Si no más bien en un Pero si yo le gustaba, pero si él me quería, pero.... En fin chicas, no es por desanimar, pero mientras tengamos que lidiar con esos que hablan de Amor, cuando en realidad ni siquiera tendrían que pensar en osar tocarnos una teta, la cosa pinta fea para lo de la lujuria y pasión. Si bien, creo que siendo justa con ambos sexos, e incluso con el que parece que estamos abocados a compartir hasta el fin de nuestros días por aquello de pertenecer a la misma especie, lo más ecuánime y honesto es que ellos se nos pudiesen acercar sin tantas estupideces, ni masculinidades exacerbadas, y además fuesen capaces de asumir nuestra decisión libre de compartir o no con ellos el colchón, ese trocito de viscoelástica que aceptaríamos tras juzgar y evaluar la vida sin historias ni inventos ni florituras absurdas.

sa es fácil, ¡no te jode! Porque a las claras no funciona. Una buena amiga me explicó que los hombres se mueven en líneas rectas, y las mujeres en líneas curvas. A la hora de ligar, salvo excepciones, nosotros a la carga, con lo que tengamos a mano, y ellas poniendo trampas y señuelos para atraer a sus victimas. A menudo, nosotros, intrépidos cazadores avanzamos lanza en ristre para descubrir, siempre demasiado tarde, que cada uno de nuestros actos había sido previsto, medido, evaluado e integrado en los cálculos de una intrigante morenaza. Así, mientras piensas que estás ejerciendo de implacable conquistador, estás siendo inmisericordemente conquistado.Y que más dará, digo yo, si todo acaba en alegre fornicio y ameno retozo.

Pero para llegar hasta ahí hay que bailar el baile, seguir las reglas. Que las veces que he intentado hacerlo con la verdad por delante, me he llevado palos y sustos por igual. Henchido de igualitarismo paritario y poseído por el espíritu del nuevo milenio, intenté practicar la cosa libertaria con alguna voluntaria, en esa hora intermedia y nebulosa de las tres de la mañana “palante”. La técnica Que maja eres chata, ¿follamos? ha demostrado ser absolutamente inefectiva con desconocidas, y hasta peligrosa para la propia integridad física según el caso, desaconsejable con amigas de segundo grado en la que lo más suave ha sido Tu amigo es que es idiota, ¿no? y absolutamente hilarante para las sospechosas habituales, compañeras curtidas de fornicio ocasional. Además del inevitable cachondeo, se añadía alguna variante en la línea ¡cúrratelo un poco más, nene! Así que, bien a su pesar, uno vuelve a las mañas de eficacia probada. Tras conseguir esquivar los foso de estacas, trampas de lazo y cepos loberos de los que se rodea la voluntaria en cuestión, tú te dedicas a encontrar fascinante, crucial incluso, cada cosa que tenga que decir la susodicha voluntaria, asintiendo en las pausas y mostrándote ferozmente de acuerdo a la menor oportunidad. En un momento dado se ha de incluir un Pues se va haciendo tarde ¿podríamos continuar esta fascinante charla en mi/tu casa? En ese momento, ella realizará un chequeo de las trescientas doce variables para decidir si le apetece ser penetrada por el contrincante en cuestión, con lo que hará una de dos cosas, acompañarte a casa, o emplazarte para tomar un café otro día. En algún momento entre la mañana siguiente y el mes que viene, se quejará a alguna amiga: “Y, si sólo me quería” pa follá”, ¿por qué no lo dijo así y “yastá”?” “Pero… — preguntará la amiga, apuntando con el boli como las telepetardas — ¿Tu te lo hubieras tirao así, sin más?”“¡Huy!¡”Poj” claro que no!” Pues claro. Y por eso, lo otro. Esto, claro está, para los que somos normalitos. Tengo un colega, Darío el Glande, como el rey persa, que para ligar, lo único que tiene que hacer es sacársela y ponerla sobre el hombro de la agraciada, diciendo Que digo yo que si me ayudas a llevarla a casa, que pesa un montón, a lo que la afortunada suele contestar en la línea de “por favor y gracias”. Y eso es por que a las chicas les gustan los tipos delicados, inteligentes y sensibles. Claaaaaro. Especialmente si pasan del metro ochenta, están machacados de gimnasio, van más tatuados que un zahorí y son campeones de “billar sin taco” de su barrio/ciudad/provincia. Mira, a estos si que les funciona lo de Qué maja eres, chata, ¿follamos?



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Obras en colecciones:

El texto escondido

Centro Atlántico de Arte Moderno (C.A.A.M.), LasPalmas de Gran Canaria. Museo de Bellas Artes, Santa Cruz de Tenerife. Biblioteca Nacional, Madrid. Ateneo de La Laguna, Tenerife. C.O.A.C. Colegio de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife

(ensayos de fuga) por Emilia Martín Fierro

“Sin título”

E

l texto escondido (ensayos de fuga) se compone de obras de gran formato realizadas en técnica mixta combinando plomo, lana, pintura, distintos tipos de tela y fotografía, que reflejan una visión del mundo que Emilia Martín vincula con la mirada femenina. El texto escondido alude a esta visión donde las conexiones se establecen, no mediante discursos lineales y afirmativos, sino “a través de hilvanes, desplazamientos y fugas de sentido, aspectos contingentes y provisionales en los que el lenguaje y la palabra se desvelan como herramientas que atrapan los sentidos”. La artista pretende expresar que “el mundo es desplazamiento, idiomas montados, fotos rodadas, superposiciones, capas, enfoques extremos y desenfoques”. Y lo plasma cubriendo sus cuadros de lienzos, que pueden evocar tanto las cortinas de un teatro, en alusión a la capacidad de “re-presentación”, como las sábanas con las que se cubren las casas deshabitadas, en referencia a la detención del tiempo. En esta muestra, “el texto escondido” se oculta, para su autora, en el pliegue, en el doblez, protagonistas en las obras expuestas, como las capas o transparencias de tejidos a modo de veladura. Tras ellas se puede ver a veces el proceso de creación, vislumbrándose tras la capa final la reproducción de una obra anterior fotografiada durante su ejecución. Así, lo pintado se mezcla con lo fotografiado, lo presentado con lo representado. En estas obras el conjunto de pliegues de telas fotografiadas y pintadas queda atravesado literalmente con hilos de lana o cuerdas que dejan cabos sueltos y que conectan las diversas capas que componen el cuadro a semejanza de los diversos estratos que componen la realidad, recordando el carácter provisional de la imagen, de la construcción y del sentido.


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Más información en: www.emiliamartinfierro.com

“Sin título”

“Sin título”

“Sin título”


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R|E|C|O|M|E|N|D|A|M|O|S teatro

AL FINAL DEL ARCOIRIS

La sonrisa etrusca Autor: José Luis Sampedro | Adaptación de Juan Pablo Heras | Director: José Carlos Plaza | Intérpretes: Héctor Alterio, Julieta Serrano, Nacho Castro.

por Alberto de Frutos

T

ras su paso por Londres, llega al teatro Marquina esta obra dirigida por Eduardo Bazo y Jorge de Juan. Al final del arcoiris aborda los últimos tiempos de la gran estrella de la canción Judy Garland (1922-1969), repletos de adicciones y miedos. El texto del musical, lleno de pasajes ingeniosos que prueban el sentido del humor de la protagonista, sugiere que si Garland se hizo adicta a los estimulantes no fue por su culpa, sino por la de su madre, quien le daba todo lo que Louis B. Mayer (el jefe de la MGM) pedía para ella: “No es extraño que trotara por las baldosas amarillas. A tenor de todo lo que había tomado, podría haber hecho la escena volando”.

Teatro Bellas Artes (11 de marzo / 24 de abril de 2011)

Jose Carlos Plaza dirige una adaptación de la conocida novela de José Luis Sampedro protagonizada por Hector Alterio y Julieta Serrano. Una historia de segundas oportunidades que reflexiona sobre la vida, el amor y la felicidad, a través de la peculiar relación entre un hombre enfermo de cáncer y su nieto.

Falstaff Autor: Marc Rosich y Andrés Lima sobre textos de Shakespeare | Director: Andrés Lima | Intérpretes: Pedro Casablanc, Carmen Machi y Raúl Arévalo.

La ternura también tiene cabida en la obra. Como sempiterno pianista amigo de Judy Garland, el actor Miguel Rellán lo borda. Su personaje, Anthony, se fija como objetivo apartar a Judy de su adicción a las drogas y al alcohol, para que nada ensombrezca el recital que la artista va a ofrecer en su vuelta a los escenarios de Londres. Esa actuación es el marco en el que se insertan los grandes éxitos que jalonaron la carrera de Judy Garland, como The Trolley Song, Get Happy y Over the rainbow, el tema principal de El mago de Oz, compuesto, como el anterior, por Harold Arlen. Los espectadores que apuesten por esta agridulce historia de aplausos y sufrimiento descubrirán que el glamour tiene dos caras y que la mayoría de nosotros solo conocemos una de ellas.

Teatro Valle-Inclán, Centro Dramático Nacional (18 de marzo / 1 de mayo de 2011)

El CDN produce Falstaff, obra basada en las dos partes de Enrique IV de Shakespeare que incorpora otras apariciones del mismo personaje en diferentes obras. Los actores se ponen bajo la dirección de Andrés Lima para contarnos las historias de este antihéroe vividor y cobarde, superviviente en un mundo en guerra.

Más allá del puente Autor: David Botello | Director: Roger Gual. Intérpretes: Martá Torné y Santi Millán. Teatro Lara, (1 de marzo / 2 de mayo de 2011)

Una comedia romántica centrada en las difíciles relaciones de pareja que dirige Roger Gual, director de películas como Smoking Room o Remake, e interpretan Martá Torné y Santi Millán, dos obsesos del amor que deciden darle una segunda oportunidad a sus vidas. Los tres intérpretes que se suben al escenario resultan muy creíbles en sus papeles –Natalia Dicenta nunca ha estado mejor–; y bastan dos decorados distintos –la habitación del hotel y el escenario donde Judy Garland canta– para trasladarnos a la época y la biografía de la estrella. Al final del arcoiris nos hace reflexionar sobre los límites del sacrificio para conseguir la popularidad. Al terminar la función, el espectador se siente lleno de esa alegría que hace que seamos capaces de enfrentarnos a los problemas con optimismo. Como dice el estribillo de Over the rainbow: “Si los pájaros vuelan más allá del arcoiris, dime por qué yo no puedo”. Vean la obra y podrán.

Al final del arcoiris | Autor: Peter Quilter | Director: Eduardo Bazo y Jorge de Juan | Intérpretes: Natalia Dicenta, Miguel Rellán y Javier Mora | Dirección musical Luis Fernández | Ayudante dirección: Vanessa Martínez | Músicos: Luis Fernández, Marcelo Gueblon, Andreas Prittwitz, Reinier Negron | Teatro Marquina (Reestreno hasta el 30 de abril de 2011)

La avería Autor: Friedrich Dürrenmatt, versión de Fernando Sansegundo | Director: Blanca Portillo | Intérpretes: José Luis García-Pérez, Asier Etxeandía, Daniel Grao, Emma Suárez y Fernando Soto. Matadero Madrid. Naves del Español (17 de marzo / 24 de abril de 2011)

Blanca Portillo se pone al frente de la nueva producción teatral La avería, un cuento inquietante del autor suizo Friedrich Dürrenmatt adaptado por Fernando Sansegundo con una rica dramaturgia e interpretado por un reparto encabezado por José Luis García-Pérez, Emma Suárez y Asier Etxeandia.


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R|E|C|O|M|E|N|D|A|M|O|S libros Prométeme que serás libre Autor Jorge Molist | Colección TH Novela | 768 pág | ISBN 978-84-8460-953-7. Después del éxito de El anillo y La reina oculta, Jorge Molist nos sumerge con su nueva obra en el fascinante mundo del Renacimiento a través de un documentado relato que habla de amor, pasión, venganza, miedo, valor y libros. Una mañana de 1484, una galera pirata asalta la aldea de Llafranc. Ramón Serra muere defendiendo a su familia, pero no puede impedir que su esposa y su hija sean secuestradas. En su agonía le pide a su hijo de doce años: «Prométeme que serás libre». Así comienza la historia del hijo de un pescador que se enfrentará a su suerte.

La primera noche Autor Marc Levy | Colección Planeta Internacional | Traducción Isabel González-Gallarza | 480 pág | ISBN 978-84-08-09891-1. Tras El primer día, Marc Levy nos vuelve a cautivar con el desenlace de la aventura más arriesgada de todas: la aventura de amar. Más de veinte millones de lectores confirman a Marc Levy como uno de los escritores más leídos y aclamados de nuestros días. ¿Dónde empieza el alba? ¿Dónde se acaba el día? ¿Por qué millones de estrellas iluminan la bóveda celeste sin que nosotros podamos ver o conocer los mundos a los que pertenecen? ¿Cómo empezó todo?


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PARA EL WATERCLOCK

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127 horas haciendo el gilipollas por Noboru Wataya

“P

ero, ¿estás viendo lo que yo estoy viendo? ¿Cómo se puede ser tan cretino?”, le comenté a mi acompañante mientras observábamos ojipláticos cómo el panoli de James Franco pasaba penalidades en 127 horas. Me sucede a menudo, desear la muerte a personajes de películas cuando en realidad debería alegrarme de su supuesto final feliz (happy end para un imbécil de turno). Pero es que un gilipollas que acude a la montaña a hacerse el guay siempre debería fenecer con dolor. Las cordilleras próximas a las ciudades se han convertido en el centro comercial dominguero de los guays, en La Meca del gafapastismo cuidadoso con el medio ambiente. A mí me gusta tirar el vidrio en el contenedor destinado al cartón. Taponar herméticamente todas las salidas de los centros comerciales un sábado por la tarde cualquiera e introducir gas Zyklón-B por sus conductos de refrigeración sería un método fácil para acabar con una parte importante de la insoportable superpoblación de este detestable planeta. Pero resulta mucho más difícil encontrar una solución final para esa otra parte de la masa humana que los domingos trepa a las cumbres a oler amapolas, urge que algún genio invente un método para introducir matarratas en las barritas energéticas con las que se llenan el buche estos maravillosos seres. Decía Max Scheler: “tan pronto como nacemos ya estamos muriendo…Tan pronto como entra el hombre en la vida ya es suficientemente viejo para morir”. Tómense ustedes esta perorata filosófica al pié de la letra y continúen escalando paredes verticales atados con cuerdas de tender la ropa compradas en los chinos, háganme ese favor, hay que acabar con estos estúpidos excedentes de población a toda costa. La imagen chorra de James Franco bebiendo su propio pis de un Camelback durante cinco días y pico ha supuesto un verdadero hito cinematográfico. Parecía imposible encontrar esta temporada una película en la que un intérprete hiciese más el ridículo que Mark Whalberg en The Fighter. No en vano este jumento es el peor actor del mundo sin discusión, el chico tiene menos expresión en su rostro que la momia de Ramsés II después de tomarse un Clonazepán (o que Dolores de Cospedal). Pero Danny Boyle dirigiendo a Franco (joder, qué apellido) lo ha conseguido. “Marky” Mark era hasta la fecha el digno heredero sobre el trono del papanatismo del vomitivo Jim Carrey. En una ocasión me vi obligado a ver una película de este nauseabundo personaje. La gente reía a carcajadas en la sala contemplando los estúpidos gestos del tipo mientras yo observaba el panorama aterrorizado. Me sentí como Taylor después de darse cuenta de que el planeta de los simios era en realidad el suyo propio. Esa noche conseguí fornicar gracias a mi altruismo, recogí el fruto de acompañar a una mujer a ver aquel repugnante espectáculo. Pero el placer genital recibido se ensombreció tristemente, ya que mi subconsciente nunca podrá borrar esa terrible experiencia cinematográfica. El careto del mamón de Carrey me acompañará hasta la tumba como psicótica pesadilla. También he de reconocer que acudir a preestrenos cinematográficos provoca ya en mí de por sí una predisposición negativa. Sólo el hecho de observar a esos peculiares especímenes de homo sapiens que van en solitario al cine un jueves a las diez de la noche y que leen libros como Ser y tiempo del ínclito Martin Heidegger mientras esperan que comience la proyección… ufff, eso ya de salida me produce una sensación desasosegante en el estómago. En los preestrenos apesta a perfume caro, cosa que a mí me provoca una impenitente alergia. Los espectadores de esas sesiones tratan de mostrar lo más posible su esnob superyo. Ríen cuando les dicen que hay que reír y lloran cuando les pintan en pantalla historias de gente formidablemente sufridora y trascendente. Todos ellos, en la intimidad de sus oscuros cuartos, pintan cuadros o escriben historias sobre lo mal que lo pasa la gente del tercer mundo; después salen a tomar un ligero lunch o brunch a los restaurantes de moda de Chueca y se miran de reojo los unos a los otros con desprecio.

Muchos son ovolactovegetarianos, pero devoran sushi y sashimi a precio de oro sin darse cuenta de que está elaborado con el pescado almacenado de varios días que el pescadero vende a tres duros al comedero de la esquina. Al final James Franco, encarnando al estúpido dominguero Aaron Ralston, se arranca el brazo de cuajo y escapa por los pelos de su ataúd de piedra en Utah, quizás impulsado por el miedo a ser devorado por algún buitre o por una familia de mormones hambrientos. ¡Ay, pobre, qué lastimica! A día de hoy, Ralston sigue haciendo de las suyas por esos mundos de Dios practicando sus chiripitiflaúticos deportes, ahora ayudado por un gancho que lleva pegado con Superglú al muñón. La muerte nos acecha siempre, amenaza y crea inquietud, pero al mismo tiempo resulta reveladora, nos aísla del ruido del mundo. Nunca podremos experimentar lo que el prójimo siente ante ella ni de refilón por mucho que nos esforcemos, ya que no somos más que seres solitarios que vagan por el infecto globo terráqueo. Todo esto nos lleva indefectiblemente hacia el nihilismo, pero del nihilismo al gilipollismo extremo hay un largo trecho, así que de Robin Williams hablaremos en otra ocasión, si nos dejan…

Receta para digerir esta píldora: consumirla mientras se escucha Sheena is a punk rocker, preferiblemente versionada por los Yeah, yeah, yeahs. Ojear también al mismo tiempo fotos de Karen O sin ropa.


PARA LA VUELTA

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R|E|C|O|M|E|N|D|A|M|O|S cine Guest Dirección: Jose Luis Guerín | España, 2010 | (124’) | Guión: José Luis Guerín | Documental ESTRENO 25 DE MARZO

José Luis Guerín nos muestra en Guest (Invitado) su particular periplo a lo largo de un año por diversos festivales internacionales en 20 ciudades distintas del mundo. Parapetado tras una pequeña cámara digital, filma un personal diario de viajes en el que da voz tanto a personajes desconocidos y marginales, la mayoría ajenos al mundo del cine, que hablan sobre lo divino y lo humano, como a cineastas que reflexionan sobre su propio trabajo y el arte cinematográfico. Un interesante documental en el que el cineasta, una vez más, se reinventa a sí mismo.

HOWL Dirección: Rob Epstein y Jeffrey Friedman | Estados Unidos, 2010 | (90’) | Guión: Rob Epstein y Jeffrey Friedman Reparto: James Franco, Mary-Louise Parker, Jon Hamm, Jeff Daniels, Alessandro Nivola, David Strathairn, Treat Williams y Bob Balaban.

Una revisión de la vida y la obra del escritor Allen Ginsberg, poeta, aventurero, pionero de la contra-cultura y cronista de la Generación Beat, en la que se entrelazan tres líneas argumentales: el histórico juicio por obscenidad al que se vio sometido tras la publicación de ‘Howl’ en 1957; las revelaciones de un artista rebelde en su búsqueda de la liberación personal y un viaje a través de la obra maestra que le dio la fama.

In a Better World Dirección: Susanne Bier | Dinamarca, 2010 | (110’) | Guión: Anders Thomas Jensen | Drama Reparto: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Ulrich Thomsen, William Jøhnk Nielsen, Markus Rygaard, Bodil Jørgensen, Ditte Gråbøl, Toke Lars Bjarke, Camilla Gottlieb, Satu Helena Mikkelinen.

La película ganadora del Oscar y el Globo de Oro 2010 a la mejor película extranjera, nos relata la peripecia vital de Antón, doctor que viaja entre su hogar en un pueblo idílico en Dinamarca y su trabajo en un campo de refugiados de África. En estos dos mundos muy diferentes, él y su familia se enfrentan a los conflictos que los llevan a la difícil elección entre la venganza y el perdón.

Invasión a la Tierra Dirección: Jonathan Liebesman | Estados Unidos, 2010 | (112’) | Guión: Scott Silver y Christopher Bertolini Bélico, Ciencia-Ficción | Reparto: Aaron Eckhart, Michelle Rodriguez, Bridget Moynahan, Michael Peña, Ne-Yo, Lucas Till, Cory Hardrict, Joey King...

Durante años muchos han sido los casos de avistamientos de OVNIS en distintas ciudades de la Tierra. En esta ocasión, los avistamientos se convierten en una terrible realidad cuando de repente nuestro planeta se ve atacado por fuerzas desconocidas. Mientras las ciudades van cayendo una a una, Los Ángeles se convierte en el último bastión de la resistencia.


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THE tapas con Sergio

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alir a tomar algo nos gusta a todos, la charla animada, disfrutar de los amigos o la familia. Pero cada vez somos más exigentes y cuando se trata de comer queremos disfrutar de lo mejor, de quien no falla. En THE Tapas intentaré, cada mes, seleccionar esos lugares que aporten un valor añadido, indiscutiblemente por su comida, pero también por su gente. Pasearemos por sus platos, por el local, conoceremos su filosofía, sus particularidades, cualquier detalle que nos haga más fácil elegir, con un riesgo minimizado.

Estamos de estreno y quería mostraros un local que conozco muy bien, El Luca, junto al Matadero de Legazpi. Un local amistoso, con mesas altas y bajas, barras para poder tomar tapas a un precio muy razonable, terraza de verano para cuando nos acompaña el buen tiempo y mucho espacio para que los niños corran con seguridad, algo que los padres sabremos apreciar. El interior es pequeño, por lo que reservar suele ser lo más indicado. Al tener este tamaño, tiene un rollito muy familiar, incluso fuera de carta, si lo sugieres, pueden tener los platos que más te gusten. De buena cocina, sencilla en concepto pero bien concebida, muchas sugerencias de temporada, y unos buenos postres. Actualmente tenemos un gran vínculo con muchos de nuestros clientes, de los que poco a poco nos hacemos amigos, Antonio, Encarna, Jose, Montse, Marisa, Alejandro…, gracias a todos ellos seguimos dando el callo a diario. En el local suelo estar yo mismo por las noches, pero en realidad quien lleva el día a día son: Nade, la encargada del restaurante —en principio, la jefa, así que si necesitáis algo ya sabéis a quien hay que pedirlo—; Amper y Susana en la sala —nuestras caras visibles, alegres y buena gente—; en la cocina, Sergio, el Hucha, quien se ocupa de que todo este rico y a punto junto a Alberto y Manu,

que ayudan para que todo este perfecto a la hora del servicio; y como no, Miguel —gracias por tu trabajo—, quien consigue tener “todo apañao” antes de que lleguéis. También, a veces, nos dejamos ayudar por María, inestimable cuando aprietan las reservas. Se puede comer “comida, comida”: buenas croquetas, cremosas por fuera y crujientitas por dentro; carrilladas estofaditas a baja temperatura —una cocción de siete horas tiene que tener un premio, y están increíbles—; McLuca de ternera con cebollita caramelizada —cómete esta hamburguesa al punto que quieras de cocción, con carne picada en casa—; tostas ricas; pescados del día según el criterio de Jorge, nuestro pescadero; todo primando la calidad y el precio. ¡¡Ah¡¡ Y una morcillita de caldera impresionante, un coulant de chocolate asequible y rico.... ¿alguien da más?


Universo THELunes

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El día del regalo por Rubén Asensio

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l 23 de octubre de 2009, el pequeño Lucas Leal, que por aquel entonces apenas se elevaba metro y medio del suelo y sólo tenía nueve años, se propuso llevar a cabo lo que al final todos los vecinos del pueblo de Risueño de Cervantes acabarían denominando La Idea. Así, con mayúsculas, como si fuera el nombre de una importante fiesta local. Aquella mañana de otoño, en la que seguramente soplaba un viento frío y cortante, y caían —como solían decir los lugareños— chuzos de punta, Lucas se levantó justo cuando el sol acababa de despuntar dibujando finas líneas de color amarillo tostado sobre el horizonte. Algo más rápido de lo habitual, se vistió con su único jersey a rombos rojos y grises, se colocó sus zapatos favoritos, aquellos que le había regalado su padre hacía ya dos inviernos —le apretaban a matar, pero le seguían gustando demasiado como para desecharlos—, y se peinó lo mejor que pudo sus rebeldes pelos, que se afanaban en seguir de punta día tras día. Cuando la iglesia del pueblo dio las ocho campanadas, que llamaban a las viudas y a los más madrugadores a la primera misa del día, Lucas se echó la bufanda al cuello, se despidió con un sonoro beso de su madre —tal y como le habían enseñado desde niño, en la mejilla, con los labios bien apretados para no mojar el carrillo— y salió a la calle con una enorme emoción embargando su corazoncito de niño y un bulto redondeado oculto con un trapo gris bajo el brazo derecho. Había elegido justo ese día para llevar a cabo su idea porque precisamente un 23 de octubre de hacía ya nosecuantos años fue el día en el que se casaron sus padres y, curiosamente, era también el día en el que celebraba su cumpleaños. Con una sonrisa pícara en los labios, consciente de que a su madre se le había pasado —un año más— felicitarle a primera hora de la mañana, enfiló la calle Tercia dando esos saltitos que sólo los niños de menos de catorce años saben dar, alternando las piernas con cada paso y levantando las rodillas casi hasta la barriga. A los pocos minutos, cuando ya había entrado en calor, llegó a la tienda del viejo Augusto, que era la única de todo el pueblo que abría tan temprano; “incluso domingos y festivos”, rezaba un cartel colocado junto a la puerta de entrada.

Lucas llegó justo cuando el tendero, que siempre vestía de marrón, con una boina negra y manga larga —aunque fuera verano—, estaba levantando el cierre de metal. El pequeño se arrodilló junto a la pared de piedra del edificio y dejó sobre el suelo el paquete que guardaba bajo el brazo. Lo abrió cuidadosamente y lo levantó frente a sus ojos para verlo por última vez. Aquella hucha de cerámica, clásica y redonda, con una sola rendija en la parte superior, guardaba sus ahorros de los últimos cuatro o cinco meses... más o menos. No recordaba demasiado bien cuándo había empezado a echar allí las monedas que cada cierto tiempo le daba su familia. Sin pensárselo dos veces, y sin perder la sonrisa, levantó aún más los brazos y estrelló la hucha contra el suelo. El estrépito de la cerámica al romperse soliviantó al viejo Augusto, que, huraño como siempre, maldijo su mala suerte, echó una mirada de soslayo a Lucas y se metió en la tienda a rumiar su mal humor. Emocionado, Lucas fue recogiendo una a una todas las monedas que se habían desparramado sobre la acera. Las juntó en un pequeño montoncito, las colocó unas sobre otras, y las contó —sin usar los dedos, de memoria—. Cuando terminó dio un respingo, sorprendido por el resultado. Curiosamente, había reunido justo 23 euros en 23 monedas de un euro cada una. Las reunió todas, se las metió en los bolsillos y entró a la tienda. Augusto le recibió con una mueca de disgusto, como siempre, pero a él aquel desprecio no le importó lo más mínimo. Se acercó al mostrador, se aupó sobre las puntillas de sus pies y fue poniendo el dinero sobre el cristal.

—Quiero 23 chocolatinas de a euro —le pidió al tendero—; en una bolsa, por favor.

Era la primera compra propia que hacía en mucho tiempo. Mientras los demás niños se gastaban la paga semanal en chucherías, en el cine o en cromos, él iba ahorrando prácticamente todo lo que sus padres le daban. Tenía una idea, y no iba a parar hasta ponerla en práctica. Con la bolsa de chocolatinas bajo el brazo sustituyendo a la hucha con la que había salido de casa, se echó de nuevo a la calle y se dirigió, esta vez corriendo, hasta su siguiente destino. No quería llegar tarde. Era importante ser muy puntual, porque el autocar de los niños a los que iba a ver siempre llegaba a su hora. A las ocho y veinte minutos, cuando hacía menos de una hora que se había levantado, llegó a la plaza de Sancho Panza. Resopló, cogió aire y se sentó en un banco de piedra a esperar al autobús. El vehículo tardó sólo cinco minutos en llegar, fiel a su horario matinal. Nada más verlo, Lucas se levantó y se acercó al lugar en el que solía detenerse, justo al lado de una mujer joven de rasgos bonitos y mirada alegre. El pequeño la saludó, le enseñó el contenido de la bolsa y le pidió permiso para repartir los dulces entre los niños que estaban a punto de bajar del autocar. —Es para que tengan un día más agradable. Es que como no llevan desayuno nunca... —le dijo—. Hoy es mi cumpleaños y quiero hacerles un regalo. ¿Sabrán abrir las chocolatinas? La mujer le miró entretenida, le dio una palmadita en la espalda y le apremió para que las repartiera. —Anda ve. Claro que sabrán abrirlas. Y además, ¿sabes una cosa? Te lo van a agradecer un montón. Lucas dio un salto de alegría, corrió hasta la puerta del autobús y se preparó para repartir las golosinas sin parar de sonreír a aquellas personas que tanta curiosidad le provocaban. Mientras lo hacía recordó la primera vez que vio a esos niños tan especiales, con sus cuerpos encorvados, sus rostros risueños y sus ojos achinados y a la vez hinchados, como si siempre estuvieran felices. Al principio le pareció que eran adultos, porque vestían como tales y, sobre todo, porque eran grandes y altos y algunos tenían barba o estaban incluso calvos. Sin embargo, su padre, que lo sabía todo, le explicó que eran niños encerrados en cuerpos de gente mayor. “Ellos crecen de una manera diferente, más despacio. Saborean la vida de otra manera, hijo, como cuando tu abuelo se come las acelgas, que tarda tres veces más que nosotros”, le dijo con esa voz de “maestrillo” que tanto le reprochaba su madre. Fue entonces cuando a Lucas se le encendió la bombilla y pensó que, si eran tan especiales y lo hacían todo tan despacio, seguramente disfrutarían mucho más de las cosas más pequeñas... como las chocolatinas que a él tanto le gustaba mordisquear en el recreo. Y como nunca les había visto llevar almuerzo, decidió que si sus padres no se lo preparaban sería él quien lo hiciera. Y así fue como empezó a madurar La Idea en su mente de niño de casi nueve años. Y así fue también como al final, varios meses después, terminó parado junto al autocar, chocolatinas en mano, compartiendo su alegría con aquella gente que le resultaba tan extraña y atractiva al mismo tiempo. Según repartía los dulces, aquellos niños—adultos le fueron dando las gracias, le propinaron más de un sonoro beso en la mejilla —muchas veces demasiado húmedo para su gusto— o simplemente le sonrieron con sus amplias bocas rellenas de dientes tan torcidos como amables. A Lucas, que aún no sabía mucho de la vida pero ya empezaba a comprender la importancia de los detalles, aquellas sonrisas se le antojaron naturales y sinceras; no como las de muchos otros vecinos del pueblo que, según decía su abuela, eran “más ariscos que una oveja churra”. Aquel día empezaba a ser, según preveía, el mejor de su vida. Sentía por dentro un hormigueo que le subía desde el estómago a la cabeza y le llenaba de una alegría cálida y profunda, más incluso que aquella vez que su madre le regaló el balón de fútbol con la firma de Ánder Herrera, el jovencísimo delantero del Zaragoza.


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Sin embargo, había algo que le escamaba. Cuando el último de los chicos bajó del autobús, Lucas se dio cuenta de que sólo había repartido 22 chocolatinas. Sin embargo, él estaba seguro de que otras veces había contado 23 niños grandes. Estaba desconcertado. Le faltaba uno. Se acercó a la monitora que bajó del autocar con los chicos y le tiró de la manga del chaquetón para que le hiciera caso.

había frente a la mesa tras la que se escondía el señor Jacobo. Le sobraba sitio por todos lados, así que se acomodó lo mejor que pudo, las manos cruzadas sobre el regazo y las piernas colgando fuera del asiento Le hubiera gustado preguntar qué pasaba, pero prefirió callarse y aguardar. Eso también se lo habían enseñado sus padres. “La paciencia, la madre de la ciencia”, repetía su padre una y otra vez, orgulloso de conocer unos refranes que en muchos casos se le hacían indescifrables.

—¿Sabe dónde está el chaval que falta, señora? —le preguntó. La mujer le miró sorprendida y con cierto recelo. —¿La Maribel? Está arriba. No se encontraba bien y se la van a llevar a la Cruz Roja para que la vean —fue a darse la vuelta para regresar al autocar, pero al parecer se lo pensó mejor; atisbó un brillo de decepción en los ojillos de aquel niño de cara redonda y largas pestañas negras y, conmovida, sucumbió a su petición—. Anda, sube a verla, que le hará ilusión. El pequeño Lucas volvió a saltar de alegría por segunda vez en esa mañana, se recogió el abrigo con ambas manos para no pisárselo y subió los altos escalones del autocar a saltitos. Dentro del vehículo reinaba un calor hogareño y olía a pino. Aquello le gustó. Pasó la vista por encima de los asientos y se dirigió hacia el único que estaba ocupado. Recostada en él, una chica que parecía enferma dormitaba entre quejidos. Se sujetaba los brazos cruzados sobre el pecho, como si estuviera helada, y pequeñas gotas de sudor perlaban su frente. Estaba muy pálida. Lucas, que no quería molestarla, se acercó con cuidado de no hacer ruido con sus zapatos pequeños y desgastados —que a veces hacían un sonido parecido al que provocan los globos cuando se les escapa el aire— y le dejó la chocolatina en el asiento de al lado. *** Aquel pequeño gesto de generosidad de un niño de sólo nueve años supuso un cambio radical en la vida de aquella niña que en realidad no lo era tanto y se acercaba ya a la treintena, aunque su mente siguiera estancada en la infancia. Y se convirtió también en un ejemplo para el resto de vecinos de Risueño de Cervantes, que poco a poco empezaron a cambiar su rutina diaria, apartaron a un lado su soledad y fueron convirtiendo aquella localidad rancia y fría en un rincón más acogedor y cálido. Sin embargo, Lucas no llegó a intuir la revolución que había iniciado con sus actos hasta una semana después, cuando en medio de clase de lengua le llamaron al despacho del director. Cuando escuchó su nombre por la megafonía del colegio, el corazón le dio un vuelco y se le ató un nudo al estómago. Lo primero que pensó fue que le iba a caer una bronca tremenda por haber hecho algo que no recordaba siquiera haber hecho. Anduvo el camino que separaba su aula del despacho imaginando posibles excusas mientras el eco de su inquietud martilleaba con insistencia contra su pecho. —Tranquilo —se dijo a sí mismo antes de golpear con los nudillos en la madera y abrir la puerta que le separaba de la ira del director. Dentro de la pequeña estancia repleta de estanterías, libros y cientos de carpetas, el señor Jacobo, el director del colegio, luchaba contra un enorme tomo que se negaba a encajar en su hueco en la librería. Lucas le saludó con un “buenos días” que parecía sacado de un cuento de hadas, usando esa vocecilla de niño bueno a la que recurría cuando trataba de esquivar las reprimendas de su madre o los castigos de su padre. El director, que al parecer no le había oído llegar, se sobresaltó, dejó caer el grueso libro al suelo y dio un respingo. Lucas tuvo que reprimir una risita, se mordió el labio inferior y esperó. —Ah. Lucas, pequeño —el señor Jacobo recogió el tomo, lo dejó sobre la mesa y se sentó en su vieja silla de cuero negro—. Toma asiento, jovencito. El pequeño, al que sus padres habían enseñado a obedecer a los profesores y sobre todo al señor director —sin rechistar, le decía su madre—, se sentó en el sillón que

El director miró a Lucas durante varios segundos. Luego le sonrió, le alcanzó el envoltorio de una chocolatina que guardaba en un cajón de su cochambroso escritorio de director de colegio y le preguntó por ella. Al señor Jacobo le encantaban los crucigramas, las películas de detectives y las novelas negras. Era un amante de los misterios. —¿Recuerdas esto, Lucas? —le preguntó enarcando la ceja derecha. Lucas se revolvió en el asiento. Claro que recordaba la chocolatina. Lo que no tenía tan claro era qué debía responder. Si decía que sí lo recordaba, era posible que le cayera una buena bronca por haber hecho algo que a él le parecía “bueno”, pero que quizás a los adultos se les hiciera “malo”. Y si decía que no, estaría mintiendo; y todos los niños de nueve años saben que decir mentiras engendra cosas aún peores, normalmente en forma de bofetones o cachetes en las posaderas. “Estás entre la espada y la pared, ¿eh pequeño?”, le habría dicho su padre. La cosa era aún peor si cabe. Tampoco podía pensarse mucho la respuesta, porque aquello solía irritar a los mayores. Lucas había aprendido a base de reprimendas que los adultos no tenían casi paciencia y que, al parecer, el tiempo transcurría de forma diferente para ellos. Así que se decantó por decir la verdad y asumir las consecuencias. Casi sin levantar la mirada, le fue contando al director su idea y la forma en que la llevó a cabo aquel 23 de octubre. Le explicó que se había gastado todos sus ahorros, que tuvo que romper la hucha que tanto le gustaba y que lo único que quería era hacer algo diferentes el día de su cumpleaños. “Esos niños grandes nunca llevaban desayuno”, argumentó cuando creyó intuir un resquicio de enfado en el señor Jacobo. Le relató cómo se levantó al amanecer y, a pesar del sueño y el frío, se echó a la calle cuando apenas había salido el sol. Le habló del viejo Augusto y de su mal carácter, de la monitora de los niños grandes y de lo contentos que se pusieron cuando les repartió las chocolatinas. Cuando terminó, se quedó sentado, muy quieto, esperando un grito o un golpe seco en la mesa. Sin embargo, no se podía esperar lo que vino a continuación. El señor director le sonrió, se levantó de su cómodo asiento y se acuclilló a su lado. —Eres un niño muy especial, Lucas —le confió—. Los adultos, que hemos vivido más que vosotros los niños, somos incapaces de hacer algo como lo que tú has hecho. Te voy a contar algo que no sabes. Tengo entendido que le diste también una chocolatina a una chica que estaba enferma. Lucas se removió en el sillón, inquieto. —No, pequeño, no te preocupes. No hiciste nada malo; todo lo contrario. Mira. Esa... niña estaba muy malita. Los monitores no sabían lo que tenía e iban a llevarla al médico para que la vieran. Pero estaba realmente enferma, Lucas —el director le sonrió aún más—. Sin embargo, gracias a ti, se recuperó en un momento. —¿A mí? —Lucas se sorprendió. Aquello no se lo esperaba. —A ti. Le dejaste una chocolatina al lado del asiento y ella, cuando te fuiste, se despertó y le dio un mordisco. Mira. Hay una enfermedad que te deja sin azúcar en el cuerpo. Es una enfermedad muy mala, tanto que puede incluso matarte. Aquella niña no sabía que estaba malita; ni ella ni sus padres. Pero no te preocupes, no pongas esa cara de susto, hombre. La chocolatina que le diste seguramente le salvó la vida, Lucas. Le proporcionó justo el azúcar que necesitaba para llegar hasta la casa de socorro. Anda que... quién se lo iba a imaginar, ¿eh?


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Lucas se tranquilizó, sonrió y recordó otro dicho que siempre le repetía su padre. “Nunca sabes hasta dónde te llevarán los caminos que andes... pero ¿no es eso mejor que quedarse quieto a esperar a que los caminos anden por ti?”. Ese día empezó a comprender lo que quería decir con esas palabras, aunque siguió sin entender muy bien los de los caminos que andan. A partir de aquel momento, la hazaña del pequeño Lucas saltó de boca en boca. Llegó hasta la asociación de padres, que le honró con un homenaje en el salón de actos ante los demás niños; se extendió por todo el pueblo, alimentó las comidillas de las viudas en la plaza central, se convirtió en la conversación favorita de los obreros que desayunaban en el Café Zaragoza y a los pocos días casi todo Risueño de Cervantes conocía ya la historia del pequeño Lucas. Hubo adultos que incluso empezaron a saludarle por la calle como si fuera una persona mayor. Hasta el señor Augusto le dio una mañana los buenos días, y Lucas juraría que le vio sonreír de soslayo cuando creía que no le estaba mirando. Dos días después de la charla con el director, la niña grande a la que había salvado la vida —que era hija de una familia tan humilde como trabajadora y a la vez bondadosa— le visitó en su propia casa. No sabía casi hablar, pero le plantó dos jugosos besos en cada mejilla y le dio un “gracias” tan de corazón que la madre de Lucas se echó a llorar de emoción. A los tres días le visitaron de la emisora de radio local. Le hicieron una entrevista en directo, en su propia casa, y le dejaron contar toda su historia. La reportera, que se llamaba Isabel y era la chica más sonriente que había visto jamás, bautizó a Lucas como “El chico de la Idea”. —¿Qué te gustaría que pasara a partir de ahora, Lucas? —le preguntó al final de la entrevista. Lucas agarró el micrófono como sólo los niños saben hacerlo, casi quitándoselo de la mano a la periodista. Tenía la respuesta muy clara.

—Que mucha gente hiciera lo mismo que he hecho yo —respondió. Dicho y hecho. Una semana más tarde, en la junta de gobierno local de la pedanía de Risueño de Cervantes, el alcalde, que se llamaba Rodolfo y era uno de los apoderados con más tierras de la región, decidió no quedarse atrás y se tomó la solicitud del pequeño Lucas como un reto personal. El primer edil, cuya mayor ilusión a partir de aquel día pasó de ganar cada domingo en el bingo a tener un hijo de la sensibilidad del pequeño Lucas, propuso crear una festividad nueva a la que llamarían el Día del Regalo. La recién creada fiesta, que se celebraría, como no podía ser de otra manera, cada 23 de octubre, serviría para que cada vecino del pueblo hiciera un presente a otra persona, de manera que toda la localidad recordara para siempre la generosidad con la que un día un niño pequeño logró salvar una vida con un gesto tan nimio y a la vez tan importante como hacer un regalo. Y de paso, el alcalde Rodolfo logró también ganarse un poco más a sus votantes, se hizo con la confianza de los más jóvenes (que empezaron a ver en Lucas a un referente, a pesar de su corta edad) y se aseguró la victoria para las siguientes votaciones municipales.


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¡Adiós mundo cruel! por Miguel Santander

C

omienzo mi andadura en esta columna despidiéndome: el pasado 5 de febrero, mi cuerpo abandonaba este mundo cruel, dando sus últimos espasmos a causa de la ingesta masiva de sedantes homeopáticos. O eso creía yo.

Miles de personas se “suicidaban homeopáticamente” en todo el mundo para llamar la atención sobre el hecho de que la homeopatía, en general, no es más que agua con azúcar, y que sus efectos no han sido avalados por estudios rigurosos. Sin duda habrá quien al leer esto exclame “¡pues a mí me funciona!” con indignación o incluso condescendencia. Pero no me lapiden aún, primero dejen que me explique; luego hagan lo que les parezca. La homeopatía se basa en que “lo semejante cura” y en que “menos es más”: así, por ejemplo, cantidades infinitesimales de un veneno, que en dosis apreciables sería letal, tendrían un efecto relajante, tanto mayor cuanto más diluido en agua estuviera el veneno. ¿Pero cómo de diluido? En la composición de los medicamentos homeopáticos (los que lo son de verdad, no los que se aprovechan del tirón, que haberlos haylos) vemos un número seguido de la “potencia”: DH, CH o MH. “DH” significa decimal Hahnemanniano. ¿En cristiano? Una décima parte de principio activo (“CH” es una centésima parte y “MH” una milésima parte). Así, un medicamento en dilución 12CH, muy común en homeopatía, contiene la centésima parte de la centésima parte de la centésima parte… (así 12 veces)… de principio activo. Un mililitro por cada 1-seguido-de-24-ceros mililitros de agua. Si a usted estos números no le dicen nada, la proporción es la siguiente: imagine que echamos una gota de belladona en el océano antártico, lo agitamos bien (esto es fundamental, aparentemente) y nos bebemos un sorbito. De hecho, la química nos dice que a partir de 12CH podemos esperar que en nuestra pastilla haya la friolera de… cero moléculas de principio activo. Ninguna. Los homeópatas no lo niegan; responden —para salir del paso, creo yo— que es que el agua tiene memoria y recuerda las sustancias que han estado en contacto con ella. No sólo esto contradice todo lo que sabemos de química y de física y supondría, de ser cierto, una revolución fantástica que conllevaría el premio Nobel; es que, si es así, ¡no me quiero ni imaginar lo que recordará el agua que me echo al gaznate cada día de su paso por el alcantarillado de Madrid! ¿Entonces, no funciona? Pues excepto en sus potencias más bajas y según los estudios serios, no más que el efecto placebo —ya de por sí impresionante: si le dan un ibuprofeno haciéndole creer que es una biodramina, lo más probable es que no se maree en su próximo viaje en barco. Si tuviera una efectividad real más allá del efecto placebo, habría alguien un millón de dólares más rico (hay un premio, el James Randi, para quien demuestre que la homeopatía funciona, que no ha sido reclamado por nadie), y los científicos estaríamos encantados de tener trabajo para siglos. De todos modos, dirá alguien, es absurdo suicidarse por sobredosis si el sedante es más potente cuanta menor cantidad de él hay. Correcto: en los próximos días diluiré —según los cánones— un sedante homeopático hasta alcanzar una concentración de una gota de veneno en el equivalente de todo el agua de 3 millones y medio de planetas Tierra, y lo probaré sobre mí mismo. Ya está. Pueden lapidarme. Aunque, con algo de suerte y si la homeopatía funciona, es posible que para cuando usted lea esto yo ya esté muerto, o al menos tan relajado que no me importe.

HORÓSCOPO SÁDICO CÓMICO Aries. 21 de mar a 20 de abr. “Don erre que erre”. Este mes tendrás a Marte sobrevolando tu signo, por si no eres ya suficientemente cabezón y conflictivo sin necesidad de ayuda. Deja a tu pareja en paz, dal@ un merecido descanso; cuando te dice que l@ duele la cabeza no es por presión arterial, sino porque eres un plasta de tomo y lomo. La espalda, tu punto débil, volverá a dolerte si no te cuidas de posturas incómodas…

Tauro. 21 de abr a 21 de may. “Aguirre, la cólera de Dios”. Recuerda que no puedes ser siempre el niño en el bautizo y el muerto en el funeral, deja de husmear en la vida de los demás, no seas tan insoportablemente egocéntric@. Vas a tener un mes lo más parecido a un tsunami continuo en cuanto a tu bipolaridad crónica. No todo es blanco o negro, hay una gran gama de grises en medio. Géminis. 22 de may a 21 de jun. “La Rosa púrpura de El Cairo”. La vida es sueño, el cine es cine, y por mucho que te hagas pajas mentales no vas a conseguir que tu mundo sea el ideal. Cuídate la segunda semana del mes cuando Venus se cruce con Aldebarán, porque corres el riesgo de andar en Babia y que durante el camino hacia tu bebedero habitual te atropelle un taxi al atravesar cualquier paso de cebra. Cáncer. 22 de jun a 22 de jul. “Laberinto de pasiones”. La luna, como siempre, te domina. Tus desgracias sexuales continuarán complicándote la existencia. No pasa nada por sentirse atraíd@ por personas de tu mismo sexo, hay que lanzarse a la piscina. Si te atreves a hacerlo cuéntaselo a algún amigo de confianza, no te defraudará y te aliviará la pesadumbre. Número de la suerte, el 69.

Leo. 23 de jul a 23 de ago. “La semilla del diablo”. Tu vida va a cambiar para siempre este mes y no vas a poder hacer nada por evitarlo, no te molestes en luchar. Saturno, en confabulación estrecha con Orión, va a hacer realidad una de tus peores pesadillas: es posible que el aburrimiento más absoluto te invada en los próximos meses durante los que apenas podrás salir de casa. Lo que te dicen que es maravilloso a veces no lo es tanto, la próxima vez toma precauciones para no ser siempre el perjudicado. Virgo. 24 de ago a 23.de sep. “Atracción fatal”. La alineación de Deneb con Venus te hará atraer la atención de alguien en el trabajo, que te vigilará con lascivia entre bambalinas. El sueldo no te lo van a subir, el mes no será bueno en cuanto a lo pecuniario, pero caer en esa tentación laboral tampoco estaría nada mal, sólo habría que pagar los gastos de subir la altura de la puerta de tu casa para que cupiese la testa coronada de tu pareja...

Libra. 24 de sep a 23 de oct. “Con faldas y a lo loco”. Para divertirte no tienes necesariamente que transgredir todo lo que se te ponga por delante. Hay que probar de todo, pero con un límite, porque si no te puedes encontrar, por obra y gracia del planeta Urano que estará en conjunción contigo, con que un desconocido escriba por la mañana en el espejo de tu baño: “bienvenido al Gonorrea club”. Cálmate, aunque sea tómate una copita de bromuro. Escorpio. 24 de oct a 22 de nov. “Johny cogió su fusil”. Este mes vas a llevar tu racanería y tu maldad al extremo. La envidia y los celos son tu talón de Aquiles, y tu pareja tiene más paciencia que el santo Job. Además, el sol y mercurio indican claramente que debes dejar de comer compulsivamente o acabarás por no caber por la puerta. “Dieta” es tu palabra mágica.

Sagitario. 23 de nov a 21 de dic. “El hombre elefante”. Raro, raro, raro, sueles sentirte así todas las mañanas de tu vida. Quítate la máscara y libera tu verdadero yo. No hagas ni caso a los que dicen que eres más fe@ que pegar a un padre con un calcetín sudado, la hermosura se lleva por dentro, fuera los complejos. La primera semana de abril ten cuidado con cualquier número terminado en cinco.

Capricornio.

22 de dic a 20 de ene.

“Caballero sin espada”. Trabajas como un paria, pero vas a recoger los frutos muy pronto. Es el momento de embarcarse en grandes empresas, como tener hijos, pero cuida de que la persona que comparta contigo esa cadena perpetua sea la adecuada, porque los planetas indican que tu actual compañer@ sólo mira por su propio interés y egolatría. Si no eres feliz búscate otra flor en tu amplio campo de acción.

Acuario. 21 de ene a 19 de feb. “Una proposición indecente”. Dientes, dientes, que es lo que les jode. Vega brilla con fuerza en línea con tu constelación, un poco de falsedad en la vida nunca está de más, sobretodo en los negocios. No rechaces ese trabajo que va a salirte simplemente porque quien te lo ofrece te caiga como el culo. La vida te da sorpresas, y a veces tienes que fiarte hasta de Pedro Navaja. Piscis. 20 de feb a 20 de mar. “Miedo y asco en Las Vegas”. Todo va a parecer un disparate, una astracanada, sobretodo durante la segunda semana de abril. Tienes a Neptuno y a Capella más excitados que el Dios Baco en la vendimia: vigila que los desvaríos de los de tu alrededor no te afecten, mantén firme el timón en medio del huracán, tu cordura será la mejor aliada. Nada de juegos de azar, ve sobre seguro, deja a un lado por este mes el póker, la bebida, el sexo e incluso las armas de fuego, que las carga el diablo. por Tycho Brahe...


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Tarot: El Mago por Diana Cermeño

H

ablar de tarot conduce invariablemente a debatir sobre adivinos y predicciones, verdad o fraude, pero ¿qué hay más allá de los tópicos? Lo que se puede asegurar es que, desde el punto de vista simbólico, el tarot posee una riqueza iconográfica fascinante. El tarot fue ideado para transmitir determinado conocimiento o sistema filosófico, pero de una forma simbólica en vez de escrita, de tal forma que solamente los iniciados en la interpretación de ese lenguaje pudieran interpretarlo. Una de las cosas más interesantes de las láminas del tarot, es que cada pequeño detalle tiene un significado, y que en su conjunto, cada arcano representa una idea, un arquetipo o una situación.

Por ejemplo, en el mago, la forma del sombrero no es casual. Siempre se ha asociado con el símbolo del infinito, aunque no proviene del signo matemático, si no de otro mucho más antiguo con el que comparte la raíz: la serpiente uróboros. Este símbolo representa a una serpiente o dragón que devora su propia cola, formando un círculo. Esta curiosa imagen se ha usado desde hace más de 3000 años, primero en las culturas egipcia y griega, y fue extendida por toda Europa en el medievo. Es una alusión a los ciclos naturales, a las fuerzas o energías que eternamente mueren y vuelven a comenzar. Es la transformación infinita. Además, en los tratados alquímicos aparecía con los colores rojo y verde, precisamente los mismos colores en los que está pintado el sombrero del Mago.

Otra de las claves es la postura del Mago ¿Qué está haciendo? En su mano izquierda sostiene una varilla hacia lo alto, mientras en la diestra tiene una esfera dorada sobre la mesa. Pues tampoco es este un símbolo nuevo, el elevar una mano hacia lo alto y la otra hacia abajo es un gesto que se encuentra en muchas divinidades, y el significado siempre es el mismo: indica un individuo capaz de recoger energía de un plano elevado y dirigirla hacia el plano de la materia, el mundo representado por la mesa de tres patas. Precisamente, los elementos sobre la mesa del mago son los que nos indican su relación con el mundo material. Encontramos, entre otras cosas, los 4 palos de la baraja, que se identifican con los 4 elementos clásicos griegos. Las monedas son los oros, que aluden a la Tierra. El puñal, las espadas y el elemento Aire. El cubilete, las copas y el elemento Agua, y por último, la vara se relaciona con los bastos y con el Fuego. El número 4 completa muchos conjuntos —las estaciones, los puntos cardinales, las partes del día— y todos ellos hacen alusión de nuevo a los ciclos que nacen y mueren infinitamente, pero también que ponen orden en el mundo y que por tanto, representan el todo. El mago, es en resumen, un símbolo de inicio y representa a un individuo capaz de transformar la realidad mediante energías sutiles, a través de los ciclos naturales.



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