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José Ramón Cossío Díaz

Agosto 2020

JUSTICIA SIN TRAICIONAR SU FE

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JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ Ministro en Retiro de la SCJN

De Don Sergio Aguirre se han dicho muchas y buenas cosas con motivo de su fallecimiento. Todas ellas han estado vinculadas con su labor como juzgador. Particularmente, con la congruencia que mantuvo a lo largo de sus años en la Suprema Corte. De ello fui testigo en múltiples ocasiones y poco tengo que agregar a lo dicho por quienes lo conocimos.

Sin embargo, hay un dato vinculado con su posición que ha sido poco revelado. Para Don Sergio –como le decía yo aun cuando le hablara de tú— algunas votaciones no sólo eran una manifestación de su quehacer jurídico, sino la manera de expresar sus ideales o sus ideas más profundos sobre algunos temas. No digo que en todos los casos, pero sí en algunos destacados, votar en tal o cual sentido o ver cómo es que otros de sus colegas lo hacíamos en sentido contrario al suyo, era algo que le llegaba muy profundamente.

Recuerdo de manera muy particular los casos en los que se analizó la constitucionalidad de las normas en las que se autorizaba la interrupción del embarazo. Nos presentó en el Pleno un proyecto bien confeccionado que, finalmente, no invalidaba la posición tomada por el legislador del Distrito Federal. Después de varios días de intensas y difíciles discusiones, su proyecto fue desechado y a mi se me asignó la elaboración del

engrose. Siendo mi vecino en el salón de sesiones, durante días pude advertir la creciente angustia al ver que sus propuestas no eran compartidas por muchos de los compañeros. Ese malestar creciente no resultaba de la derrota jurídica, pues de esas había tenido otras que no le afectaban o no, al menos, de la misma manera.

Lo que en los asuntos de aborto acontecía, era muy distinto. Don Sergio, pienso, sufría un dolor por ver que aquello que a él resultaba, además de jurídicamente correcto, moralmente necesario; estaba siendo negado en la discusión y seguramente en las votaciones. Al final de la sesión correspondiente, sin violencia, pero sí con gran tristeza, se quedó sentado esperando que los demás abandonáramos el recinto. Le pregunté si quería algo, siendo su respuesta que estaba bien y lo dejara estar.

Nunca vi en otros compañeros una actitud semejante. Vi, eso sí, vanidades, enojos, molestias y otros sentimientos parecidos, explicables todos ellos por pura condición humana. Lo que en Don Sergio había era otra cosa. La identificación de las relaciones intrínsecas entre el derecho y sus concepciones morales y religiosas. Ello explica, me parece, la combatividad que expresaba en muchos casos. La necesidad de no traicionar en lo que creía al momento de hacer derecho.

POR SIEMPRE

ADRIANA CECILIA SAULÉS PÉREZ Secretaria de Estudio y Cuenta

El recuerdo del Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano me remonta a febrero de 1998 cuando ingresé a laborar en su Ponen- cia. Fue el inicio de una de las épocas más felices de mi carrera profesional y de mi vida.

Con él compartí el gusto por llegar temprano a laborar. Con el Ministro Mariano Azuela Güitrón, éramos de los primeros en arribar al edificio de la Su- prema Corte de Justicia de la Nación. Inolvidable el aroma a café al entrar a su oficina para empezar el desahogo de la agenda del día, mientras él se mante- nía atento a lo que acontecía con quie- nes integrábamos la Ponencia.

Cada asunto era revisado minucio- samente por el Ministro Aguirre y mu- chas veces llamaba a sus Secretarios de Estudio y Cuenta para afinar los temas y estar preparado para responder a cualquier cuestionamiento que se le hi- ciera en las Sesiones del Pleno.

Fue un gran gourmet, valorado y apreciado por expertos. Recuerdo una vez que leyó una receta en una revis- ta, horas antes de visitar un restaurante que le agradaba, en la Colonia Portales, “El Convite”; habló con los dueños –quienes son a la vez los chefs del lugar– y les solicitó el platillo. A la hora que llegó, el guiso ya estaba listo; él quedó sorprendido y halagó el buen tino de sus anfitriones.

Para la sesión en la que se discutiría la validez de matrimonios entre perso- nas del mismo sexo se preparó de una forma integral, a fin de que ninguna de

sus intervenciones fuera a interpretarse como un ataque o una discriminación. Buscó quién lo orientara y guiara para no mencionar palabras con las que al- guien pudiera sentirse ofendido. Estu- dió mucho, no sólo jurídicamente, sino también de cómo abordar el tema del modo más humano y sensible; la dis- cusión lo ameritaba. Para mí, ello re- presentó la manera más ecuánime de ponerse en el lugar de los demás. Nada tenía que ver su convicción religiosa, por todos señalada; a ella siempre fue fiel: su argumentación fue conforme a la Constitución Federal, de la que decía era la única que marcaba los límites de su labor como Ministro.

Una plática con él te llevaba a bus- car los datos y dudas que planteaba, pues nunca nos facilitaba la respuesta. Había que ponerse a investigar, inva- riablemente, cuestiones de derecho y de la vida común: canciones, intérpre- tes, lugares, ingredientes, de todo un poco, era un almanaque reconocido por todos.

Se guardó una “cápsula del tiempo” en la Suprema Corte, en la cual le pi- dieron poner algo que lo caracteriza- ra. Una de las cosas que aportó fueron sus anteojos, tan representativos. Pero, sin duda, lo mejor que dejó el Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano lo guardó en el corazón de quienes tuvi- mos la gran oportunidad de estar a su lado; es un tesoro que ha mutado en gratitud hacia ese ser extraordinario que cada día nos hizo crecer como seres humanos.

Agosto 2020

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