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¿Qué es la RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA y qué pretende? Guía para la Renovación Carismática Católica


Santo Domingo, D.N. 23 de abril de 1992 Nº 13.180/92

Reverendo Padre Domingo Juanes, S.J. Manresa Loyola Ciudad Muy querido Padre Juanes: El Censor Monseñor Francisco José Arnaiz, S.J., me acaba de entregar su juicio sobre el libro “¿QUE ES LA RENOVACION CARISMATICA CATOLICA Y QUE PRETENDE?”. Me dice textualmente: “Es un libro fino y hondo. Forma en él el equilibrio que sostiene de principio a fin en temas muy hondos sin resbalar nunca. Encanta también su modo sencillo, aunque expresivo de formular misterios tan insondables. No es fácil escribir con llanura sin perder profundidad. En él nada he encontrado contra nuestra fe.. Puede con tranquilidad otorgar la debida licencia”. Me pide que en su nombre le felicite. Concedida para la licencia ecleciástica, me deje de consignar esto de modo muy claro en lugar apropiado y resaltado. En nombre del Señor le agradezco profundamente este nuevo servicio a la Iglesia y a la Renovación Carismática. Que el Espíritu Santo siga derramando sobre Usted abundantemente su luz y fuerza. Con estima y agradecimiento.

NICOLAS DE JESUS CARDENAL LOPEZ RODRIGUEZ Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo Primado de América

NJLR/rm


¿Qué es la RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA y qué pretende? Guía para la Renovación Carismática Católica Benigno Juanes, S.J.


Imprimatur Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo Primado de América

Nihil Obstat Benito Blanco, S. J. Provincial Santo Domingo, abril de 1992

Elaboración de portada Glenda de Rosario Redacción Vivían Lechuga Diagramación Isabel Calderón Impresión Amigo del Hogar

© Renovación Carismática Católica Reservados todos los derechos de impresión.


EL P. BENIGNO JUANES, S. J., es sacerdote perteneciente a la Compañía de Jesús. Ha ejercido su ministerio en Cuba, Venezuela y, sobre todo, en la República Dominicana. Durante diecisiete años se dedicó a la enseñanza y formación de los jesuítas jóvenes. Conoció la Renovación Carismática en 1974 y en ella ha colaborado asiduamente. Es asesor arquidiocesano de la misma en Santo Domingo, República Dominicana. Trabaja en la Renovación asiduamente. Da frecuentemente Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, especialmente a miembros de la misma Renovación.


CONTENIDO

PRESENTACION PROLOGO PRIMERA PARTE 1.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO EN EL ACONTECIMIENTO FUNDAMENTAL: EL PRIMER PENTECOSTES DE LA IGLESIA 1. Introducción 2. La Promesa: “Sereis bautizados en el Espíritu Santo” (Hech. 1.5). A. El marco de la promesa B. El sentido de la promesa C. Las condiciones de la promesa D. La preparación para recibir el Bautismo (la Efusión) del Espíritu Santo (Hech 1,12-14 Notas

II.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO EN SU ELEMENTO FUNDAMENTAL El cumplimiento de la promesa A. El Bautismo (o Efusión) en el Espíritu Santo (Hech 2.13) B. La realidad: invadidos por el Espíritu Santo C. El núcleo de la experiencia de Pentecostés Notas

III. REFLEXIONES 1. Sobre la experiencia primitiva de Pentecostés, modelo fundacional 2. Sobre la esperanza de un nuevo Pentecostés 3. Una visión real Notas IV. LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO EN LA HISTORIA DE SU ACTUAL NACIMIENTO 1. La Renovación Carismática Católica, en su contexto 2. Nacimiento u origen de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo 3. El Concilio Vaticano II y la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo A. Juan XXIII B. El Concilio Vaticano II 4. Itinerario del origen de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo Notas V. LA RENOVACION CARISMATICA COMO REACCION A LA SECULARIZACION Y A UNA RESPUESTA CRISTIANA INSUFICIENTE 1. El contexto histórico 2. Una reacción insuficiente 3. Un acontecimiento inesperado 4. Significación de la Renovación A. Delimitación del estudio B. La Renovación, “contestación”de la sociedad secularizada C. La Renovación, llamada dirigida a los cristianos Notas VI. FUNDAMENTO TEOLOGICO DE LA RENOVACION CARISMATICA VII. LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO, VISION INEXACTA, VISION INCOMPLETA VISION AUTENTICA 1. Observaciones previas 2. Contexto de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo 3. Una dificultas


4. ¿Qué es la Renovación Cristiana en le Espíritu Santo? A. Visión “inexacta” B. Visión “incompleta” C. Visión “adecuada”(auténtica) de la Renovación Carismática Notas VIII.

LA RENOVACION CRISTINA EN EL ESPIRITU SANTO, REDESCUBRIMIENTO DEL PODER DEL ESPIRITU SANTO PARA VIVIR EL EVANGELIO EN PLENITUD Y EVANGELIZAR CON LA FUERZA DE SU MANIFESTACION EN LOS CARISMAS 1. Esplanación A. “Es el redescubrimiento del Poder del Espíritu Santo” B. Para vivir Evangelio en plenitud hasta sus últimas consecuencias C. Para “evangelizar con poder” D. Para ser “testigos de Cristo resucitado”(Hech 1,8) E. “Para Renovar la consagración y todas las formas de presencia y de servicio en la Iglesia y en el mundo” F. “Todas las formas de presencia”: G. En y para la iglesia Notas

IX.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO: CORRIENTE DE GRACIA, SUSCITADA POR EL ESPIRITU; PARA LA RENOVACION ESPIRITUAL DE LA IGLESIA Y DEL MUNDO 1. Es una “corriente de gracia”, suscitada por el Espíritu Santo: 2. “Para la Renovación Espiritual de la Iglesia y del Mundo” Notas

X.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO COMO UNA NUEVA TOMA DE CONCIENCIA DEL COMPROMISO DEL BAUTISMO Y DE LA CONFIRMACION O LUGAR PRIVILEGIADO PARA HACER, MANTENER Y PROFUNDIZAR LA DECISION FUNDAMENTAL DEL CRISTIANO POR CRISTO Y POR LA IGLESIA A. Esplanación B. La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo y la “decisión fundamental del cristiano”por Dios y por la Iglesia Notas

XI.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO COMO EXPERIENCIA DE UN PROFUNDO CAMBIO INTERIOR O CONVERSION Y ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO ACEPTADO COMO SALVADOR Y SEÑOR PARA TRANSFORMARNOS EN EL, POR LA FUERZA DEL ESPIRITU SANTO, Y CONSTRUIR EL REINO CON EL PODER DE SUS CARISMAS 1. La conversión, presupuesto indispensable 2. La experiencia de un profundo cambio interior o conversión 3. La importancia de la conversión en la Renovación Carismática 4. La experiencia del encuentro personal con Cristo, aceptado como Salvador y Señor para transformarnos en El, por el poder de su Espíritu. A. Encuentro personal con Jesús B. Encuentro personal con Jesús como Salvador C. Encuentro con Jesús como Señor 5. Por la fuerza del Espíritu y construir el Reino con el poder de sus carismas Notas

XII.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO COMO CORRIENTE ESPIRITUAL HACE PRESENTE LA EXPERIENCIA DE PENTECOSTES

`

Una experiencia

Una experiencia de la iniciativa de Dios

Una experiencia de la realidad de la Iglesia

Notas XIII.

LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO, COMO UNA VIDA CRISTIANA NORMAL

1. Los cuatro elementos fundamentales que en ella se descubren a través del Nuevo Testamento 1º

Aceptar a Cristo como Salvador y someterse a El como nuestro Señor

Una vida vivida en el poder y la fuerza del Espíritu

Una vida cristiana que produzca fruto


2. Vivir la plenitud del amor, síntesis de la vida cristiana normal Notas XIV.

LA GRACIA EN LA RENOVACION CARISMATICA 1. Introducción 2. La triple gracia de la Renovación Carismática A. La gracia del redescubirmiento del Cristo viviente B. La gracia de conversión, vivida como experiencia C. La gracia de la apertura al Espíritu Santo, a sus dones y a su poder 3. La irradiación de la gracia fundamental de la Renovación Carismática A. El acrecentamiento de la vida divina o el poder santificador B. El descubrimiento y la experiencia del amor fraternal C. El descubrimiento y la vivencia de la alabanza y de la acción de gracias D. Inauguración de una vida nueva E. El deseo de anunciar el evangelio y de dar testimonio de Cristo muerto y resucitado F. La adhesión a la Iglesia Católica y a cuanto la conforma G. El descubrimiento de las Sagradas Escrituras (de la Palabra) H. El compromiso de construir un mundo mejor en la justicia y el amor I.

La experiencia de una liberación

Notas XV.

QUE PRETENDE LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO A. Meta y dirección de la Renovación Carismática B. Cuatro zonas de renovación C. Realización del amor fraterno D. Conclusión Notas

XVI.

ATENCION PASTORAL 1. Criterios del Encuentro Latinoamericano de Obispos en la Ceja, (Colombia) 2. La atención pastoral, una necesidad A.

Las exhortaciones de Juan Pablo II

B.

Un testimonio de la experiencia

SEGUNDA PARTE APENDICE LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPIRITU SANTO COMO EXPERIENCIA DEL AMOR PERSONAL DEL PADRE EN CRISTO POR EL ESPIRITU SANTO 1. Testimonio 2. La Renovación Carismática Católica, centrada en Cristo 3. La experiencia de ser objeto personal del amor siempre actual del Padre Notas APENDICE RESUMEN

¿QUE ES LA RENOVACION CARISMATICA CATOLICA? 1. Aspectos fundamentales 2. Elementos básicos de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo 3. ¿Qué pretende la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo? 1º

Renovación de las personas y del apostolado por el Espíritu

Meta y dirección de la Renovación Cristiana

4. El propósito de la Renovación Carismática Cristiana


PRESENTACIÓN

Su Eminencia Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez recomienda que el juicio del censor de la obra, Monseñor Francisco José Arnaiz, S. J., Obispo auxiliar de Santo Domingo, "se consigne de modo muy claro en lugar apropiado y resaltado". Interpretando, pues, su deseo, nos ha parecido poner como Presentación toda su laudatoria y alentadora carta. La agradecemos muy sinceramente y creemos que, además de ser una inapreciable recomendación de la Iglesia, servirá para estimular a cuantos quieren beneficiarse de la lectura y reflexión sobre la obra. El valor de su urgida sugerencia se acrecienta al tratarse de una persona cuyo amor a la acción del Espíritu Santo y su conocimiento de la Renovación Carismática Católica, como Asesor nacional de la misma, le confiere un peso muy especial.


PRÓLOGO

Con este primer tomo se inaugura la Colección Torrentes que pretende abarcar, si no todos, al menos los principales campos de la Renovación Carismática Católica. Intenta, con modestia, ser una guía para cuantos participan en los grupos de oración y, especialmente, para quienes los dirigen. Pero no se limita a este grupo de lectores. Como muy bien dijo el Señor Arzobispo -hoy Cardenal de la Santa Iglesia: Eminentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, Asesor Nacional de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo-, que presentó el primer libro aparecido, correspondiente al tomo 3: Se tienen también en cuenta los que, sin pertenecer expresamente a la Renovación Carismática, desean conocerla y aun a los que la ven con prejuicios y reticencias. Los diversos tomos van apareciendo a medida que el autor y sus eficientes colaboradores los encuentran ya aptos para la publicación. Faltando a la modestia más elemental, animaríamos a cuantos vayan adquiriendo los primeros, que se animen a continuar haciéndose con toda la Colección. Las aprobaciones que han tenido los superiores religiosos y eclesiásticos y aun el decidido respaldo que ha recibido la colección, el trabajo entusiasta y eficiente del equipo que corre con cuanto se refiere a la impresión y a conseguir donaciones para poder vender los tomos a un precio al alcance de todos, dan la seguridad moral de que la Colección tocará en cinco o seis años su término. Los veintiún volúmenes que se prevén, están ya, en su mayor parte preparados. El que ahora aparece es el más fundamental, después del que aparecerá con el título de "La acción del Espíritu Santo en el corazón del creyente". Es sorprendente que a estas alturas, veinticinco años después de su nacimiento, la Renovación Carismática sea tan poco conocida en su esencia, aun por sacerdotes y religiosas. De aquí, creemos, parte una de las causas de sus prevenciones y aun rechazos. No es raro y doloroso oír cómo la ven y definen por elementos secundarios y aun ocasionales y de un valor marginal. Intentamos en el tomo presente partir de las fuentes: del Pentecostés primitivo, inapreciable herencia para todo creyente (Hech 2, 39). El contexto histórico de su aparición, no es obra de un hombre, aun inspirado por el Espíritu, sino del mismo Espíritu, un elemento que necesariamente debe tenerse presente pues nos hace caer en la cuenta de la presencia y acción de Dios por su Espíritu en suscitarla dentro y para su Iglesia, no como una novedad, sino como un reencuentro de algo que parecía estar casi apagado en ella. El hecho de que se presenten diversas definiciones de la Renovación Carismática, obedece a la riqueza de la misma. Es difícil captarla y expresarla de una sola vez y en una única definición -aunque sea preferentemente una experiencia. Por eso la complementariedad de las diversas formulaciones nos puede iluminar sobre el contenido esencial de ella. Creemos que en esto seguimos los pasos de los dos grandes Pontífices que tan frecuentemente han hablado y bendecido la Renovación Carismática: Pablo VI y Juan Pablo II, y de las numerosas Conferencias episcopales que han publicado documentos sumamente valiosos sobre la misma. Presentamos humildemente esta Colección a los pies de Jesús, "el Señor", al que suplicamos sea realmente el Señor de toda nuestra vida. Y lo hacemos por manos de su Santísima Madre, la Virgen María, que tiene un puesto especial en la Renovación Carismática. Y pedimos a Dios una bendición de gracias abundantes para cuantos colaboran en la Colección y aun para los que se beneficiarán con su lectura.


PRIMERA PARTE


I. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO EN EL ACONTECIMENTO FUNDACIONAL: EL PRIMER PENTECOSTÉS DE LA IGLESIA

1. Introducción -"Lo que distingue a la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, es su interpretación de que el papel del Espíritu Santo en la Iglesia no ha cambiado en absoluto desde los primeros siglos; y que hoy podemos experimentar su efusión y sus dones de la misma manera que los primeros cristianos".1 Esta afirmación está profundamente arraigada en el alma de los comprometidos en la Renovación Carismática. Con esto, no se quiere afirmar que se trata de una repetición literaria exactamente como los exegetas nos dicen que fue el primitivo Pentecostés. Los apóstoles recibieron la efusión del Espíritu de un modo privilegiado. Se trata, ahora, de un "nuevo" Pentecostés en el que lo esencial de aquél está presente entre nosotros, los hombres de hoy, en diversos grados y acomodaciones: la efusión del Espíritu Santo, enviado por el Padre, a petición de Jesucristo (Jn. 16, 4-15); la experiencia de su poder que actúa por sí y a través de sus carismas, santificándonos y capacitándonos para ser testigos vivientes de Cristo resucitado, en orden a la evangelización del mundo y la construcción de comunidades de amor y de servicio. Para la renovación, en una palabra, del individuo, de la Iglesia, del mundo. -Esta persuasión implica la firme creencia en un "Pentecostés personal", es decir, aceptar como normal para todos los miembros de la Iglesia de hoy esta efusión y experiencia del Espíritu con todo su poder y carisma. No son pocos los que ven el hecho del actual Pentecostés de la Renovación desde el punto de vista sociológico e intentan interpretarlo solamente como un acontecimiento que aparece debido a las circunstancias ambientales que predominan en la década del 60 al 70 del pasado siglo. Aunque tenga aspectos apreciables, el nacimiento de este hecho, corriente espiritual en la Iglesia, hay que mirarlo con otros ojos que los del sociólogo. Por más perplejos que nos deje este acontecimiento, en definitiva, estas efusiones del Espíritu manifiestan la permanente actualidad del gran Pentecostés fundacional de la Iglesia; la obra del Espíritu que la vivifica en cada época de manera singular y múltiple.2 -Para comprender la renovación espiritual carismática, dicen los Obispos reunidos en La Ceja (Colombia), es preciso saber lo que este Espíritu realizó en los primeros tiempos de la Iglesia. Quien conozca los hechos del Espíritu Santo en los apóstoles y en la Iglesia primitiva puede comprender mejor lo que Él está realizando actualmente en la Iglesia y en el mundo y así se da cuenta de que estamos viviendo el nuevo Pentecostés que pidió el Papa Juan XXIII. El divino Espíritu, alma de la Iglesia, siempre ha actuado en ella, pero su acción se manifiesta en determinadas épocas de manera intensa. La actual es una de ellas.3 -Relacionado íntimamente con el aspecto sobresaliente o distintivo de la Renovación Carismática, está otro que pudiéramos considerar también como punto verdaderamente original de esta experiencia y es su carácter comunitario: Cada uno, por más que sea "personalmente", se construye en Jesucristo en el seno de una comunidad que se edifica de manera imprevista. "Dios es percibido en el corazón de la comunidad, a través de sus miembros: en el juego de sus relaciones, de su decir, de su obrar, de lo que se pronuncia en lo secreto del corazón de cada uno.[...] Dios trabaja en la comunidad.!...] Se tiene la impresión de desembarcar en un nuevo continente" (cuando uno se abre y se deja trabajar en su interior por el Señor, a través de una comunidad en la que el Señor resucitado está presente y actuante por su Espíritu).4 Esto no lleva consigo, necesariamente, la pertenencia material a la Renovación Carismática, puesto que la efusión y experiencia del Espíritu puede darla el Señor, de hecho la da a quienes se abren a Él, a sus promesas. Sí representa una ocasión y oportunidad especial, como veremos: Todo, en la Renovación Carismática, se ordena hacia ese punto; a experimentarla, a crecer en la misma y a realizarla, en mayor profundidad e intensidad cada vez, a través de la vida, personal y comunitaria, viviendo el Evangelio a plenitud. -Bien entendida, la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo es el acontecimiento religioso que tiene su fuente, su origen, en el gran acontecimiento de Pentecostés. Viene, insistimos, para evitar confusiones, a ser la repetición en nuestros días y circunstancias; en una medida que, sin ser igual, reproduce el acontecimiento único del primer Pentecostés, nacimiento oficial de la Iglesia. "Es el acontecimiento pascual manifestado en el gran día de la historia por el resurgir de una comunidad nueva, nacida del Espíritu de Pentecostés. Mas (no por eso) deja de estar menos presente y actuante en el tiempo de la Iglesia, que, sin ser de un orden diferente, manifiesta su permanente actualidad".5 -Es obvio que se comience por la fuente: Pentecostés, puesto que la Renovación Carismática está centrada en la experiencia fundacional, la Efusión del Espíritu, en el sentido de Pentecostés, ya conocido, que ha tomado el concepto clásico de missio Spiritus (envío del Espíritu). Por eso, al intentar resumir la historia de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, hay que pasar, necesariamente, por el "hecho fundacional", por el Pentecostés primitivo de la Iglesia. Lo haremos de manera esquemática. 6 2. La Promesa: "Seréis bautizados en el Espíritu Santo" (Hech 1.5) A. El marco de la promesa


a) El gran momento de la "misión" -El "misterio" a que se refiere San Pablo en sus cartas (Rom 16, 25ss.; Ef 5, 5ss. ; Col 1, 26), es el misterio de la salvación de todos los hombres, "en Cristo Jesús mediante la fe" (Ef 3, 6ss.). -Este plan salvífico se lleva a cabo dentro de la Iglesia fundada por Cristo, por medio de la "misión". (Mc 16, 15-16). -Una vez subido el Señor junto al Padre este plan salvífico, será realizado por Él a través de la acción de su Espíritu, que enviará primero a los apóstoles, después a cuantos han de creer en Él (Hech. 2, 39), si se abren a la fe en sus promesas y a la acción del mismo Espíritu. Para ello cuentan con la gracia del Señor." b) La Ascensión, cierre del "tiempo de Cristo" -La unción de Jesús, con la plenitud del Espíritu Santo en su Bautismo en el Jordán, por Juan Bautista, en orden a su misión, inaugura el llamado tiempo de Cristo (Me. 1, 9-11). La Ascensión de Jesús a los cielos la clausura (Mc. 16, 19-20).8 -Al retrasar Lucas cuarenta días la Ascensión definitiva de Jesús al Padre, trata de subrayar varias cosas importantes: Cristo Jesús, resucitado, instruye a los apóstoles sobre el misterio del Reino de Dios (Hech. 1, 3), y lo hace a la luz del acontecimiento pascual (Muerte y Resurrección del Señor). Ellos (los apóstoles) son el núcleo fundacional de su Iglesia. Deben conocer su plan de salvación y los medios que habrán de emplear: La toma de posesión del dominio universal o el triunfo cósmico y total de Cristo (Ef 1, 20-23; Sal 46, 3. 9 10; 68, 19. 29-36). La condición de la misión o envío del Espíritu (Jn 1,7; 15,26) -Cristo mismo les indica el modo fundamental de realizarlo: "Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado. En cambio, si me voy, os lo enviaré" (Jn 16, 7). Es el gran clon que les promete. Él es el encargado, en su nombre, de realizar el Reino. Su tiempo, el tiempo de Cristo, se prolongará en el nuevo tiempo que comienza: el "tiempo de la Iglesia", en la donación del Espíritu. Por él viene a ser también, insustituible el "tiempo del Espíritu Santo". El Espíritu de Cristo pasa, sin abandonarlo, de Jesús a la nueva comunidad pospascual. La profecía de Joel queda definitivamente cumplida (Hech 2, l6ss.; Jn 3, 1-5).910 Así, el Espíritu de Cristo, por encargo y envío de Jesús, va a dirigir, en adelante, la Iglesia con su "fuerza" (Hech 1, 8). Completa, por tanto, a Cristo permaneciendo íntimamente unido a Él."12 c) Pentecostés, fiesta de los judíos No es mera coincidencia que el acontecimiento de la Efusión (o Bautismo) del Espíritu tenga su cumplimiento en esta festividad de los judíos. -Pentecostés, fiesta de los judíos • Coincidía con la fiesta de la Cosecha; era día de acción de gracias: después de las siete semanas, que solía durar la recolección de los frutos de la tierra, se ofrecían las primicias de éstos. Era, por tanto, la fiesta de los "primeros frutos", la fiesta de las "Semanas" (Ex 23, 16; 34, 22). •Era fiesta obligatoria. En ella tenía vigencia la ley del descanso (Lev 23, 21). Constituía la ocasión de una "peregrinación" a Jerusalén. La tradición posterior hizo de ella la fiesta conmemorativa de la Alianza, del momento en que se dio la ley en el Sinaí (Ex 19-1-16). d) Pentecostés, fiesta cristiana -Conmemora el Pentecostés que siguió a la muerte y resurrección de Jesús. (Pentecostés: es decir, cincuenta días después de la fiesta de Pascua). -Estuvo marcada por el don escatológico del Espíritu Santo. La comunidad de los discípulos de Jesús es presentada como nuevo pueblo de Dios, lleno de Espíritu, que da testimonio a favor de Cristo: -La fiesta de Pentecostés, con la Efusión del Espíritu inaugura el "tiempo de la Iglesia", abierta a todos los pueblos (Jl 3, 1-5; Hech. 2; 1-12). La fiesta de la Nueva Alianza esperada por Jeremías (Jer 31,32-34) y confirmada por Ezequiel, (36, 25-27). B. El sentido de la promesa -Las palabras de Jesús, sin haber sido comprendidas plenamente por los apóstoles, son nítidas y hasta sorprendentes por el extraordinario alcance del don que les promete. Quiere decirles: "Seréis sumergidos en el Espíritu Santo", como un elemento sobrenatural que vendrá a "animarlos" desde dentro, santificándolos, conforme el modelo de todo creyente, Cristo Jesús (Rom. 8, 28-29): a transformarlos progresivamente en Cristo, con su fuerza, actuando en ellos "poderosamente". -Se da como un triple estadio: Las palabras del Bautista, referidas a Jesús, bautizador "en Espíritu Santo y fuego" (Lc 3, 16). La recepción del mismo Espíritu por Jesús en su Bautismo. La unción que recibe y la formidable experiencia del ser y de la fuerza del Espíritu que experimentó constantemente. El Bautismo inminente que vendrá sobre los apóstoles "por medio del cual deben prepararse a su ministerio". -En su promesa va implícita toda una alentadora teología: El camino de los apóstoles debe ser el mismo de Jesús; su misión, continuación de la de Jesús. Para ello, necesitan la fuerza de Dios, el Espíritu. Ese poder lo tuvo Jesús en plenitud y lo da con generosidad a los suyos, una vez subido al Padre. Él, discretamente, se hace a un lado para dejar libre actuación al Espíritu. Pero no se desentiende de los suyos, al contrario: ahora obra en unión con el Espíritu como su intermediario. Su ausencia física con la Ascensión, no les priva de su presencia constante, pero se da a través del Espíritu. Resumimos los sentidos fundamentales de la promesa: a) Efusión escatológica del Espíritu Aunque Jesús no haga referencia explícita a la efusión escatológica, la de los últimos tiempos inaugurados por su Encarnación y Nacimiento, está muy presente en su pensamiento.


Precisamente, como indicamos, Jesús se apropia las palabras de Juan el Bautista (Lc 3, 16; Mt 3,11; Jn 1, 33) en la que late la realización de lo prometido por los profetas, en su promesa, pues, (Hech 1, 5) hecha después de su resurrección, Jesús confirma las grandes promesas de los profetas sobre todo de Joel y de Ezequiel: Joel (3, 1, 5) declara manifiestamente que la efusión del Espíritu está reservada para los últimos tiempos, para la última etapa de la economía salvífica de Dios que arranca con la venida de Jesucristo y perdurará hasta la consumación de los tiempos. Ezequiel (36, 24-28), en un lenguaje acentuadamente incisivo, especifica en qué ha de consistir esta efusión del Espíritu reservada para los tiempos escatológicos. La etapa futura comienza con una nueva alianza que transformará por dentro al pueblo.13 "Los tiempos mesiánicos se caracterizarán por una efusión extraordinaria del Espíritu (Zac 4, 6b; 6, 8) que alcanzará a todos los hombres para comunicarles carismas especiales (Núm 11, 29; Jl 3, 1-2; Hech 2, 16-21). Pero el Espíritu será para cada uno, de forma más misteriosa, el principio de una renovación interior que le hará apto para observar con fidelidad la ley divina (Ez 11, 19; 36, 26-27; Sal, 51,12ss.; Is, 32, 15-19; Zac 12, 10). Será así el principio de la Nueva Alianza (Jer 31, 31; Cfr. 2 Cor 3,6). Esta Efusión del Espíritu se efectuará por medio del Mesías, que será su primer beneficiario para realizar su obra de salvación (Is 11,1-3; 42,1; 61,1; cf Mt 3, l6).14 b) El coronamiento de la Pascua de Cristo El mismo Jesús, en la interpretación de Juan, alude a este acontecimiento, imprimiéndole el sentido de la coronación de su obra (Jn 7, 37-39). El mismo evangelista precisará su sentido: este oráculo y exhortación ferviente de Jesús, no se cumplirá sino al término de la vida de Jesús. Aquí, en Juan, está presente el acontecimiento de la Pasión de Jesús. Ya muerto sobre la cruz, es traspasado por la lanza del soldado y de él brota sangre y agua, símbolos del Bautismo y de la Eucaristía. Es el nacimiento de los dos "grandes" sacramentos, y de la Iglesia, depositaría y administradora de ellos. Este pasaje es de gran importancia para Juan y lo muestra en el lenguaje repetitivo,, insistente con que llama la atención sobre él. Del costado traspasado de Jesús brotan ríos de agua viva, de vida eterna (Jn 7, 37-39) y el agua viva es un símbolo del Espíritu. El Espíritu, la fuerza vital propia de Dios, no se comunica antes de la glorificación de Jesús, que para Juan comienza ya en su Pasión, sobre todo desde el exhalar el último aliento: aliento de vida y aliento divino, el Espíritu que ya puede ser comunicado porque el Padre ha comenzado a glorificar a su Hijo.15 c) Se les muestra a los apóstoles "el campo de trabajo universal" Se opone decididamente a la estrechez del "restablecer el Reino de Israel" (Hech 1, 6). (O, comunidad mesiánica abierta a todos los pueblos). -Se da un avance espacial; desde Jerusalén punto de partida, hasta los últimos confines de la tierra. Clara alusión, en términos espaciales, a la "universalidad de la salvación". El llamamiento de Jesús a entrar en su Reino, abarca a todos los hombres, se extiende a todos los tiempos. La misión de los apóstoles (y de sus sucesores) se extiende al universo (Is 45,14). 16 d) El Espíritu Santo se da en orden al "testimonio" (o comienzo de la misión) -Los apóstoles serán "testigos" de Jesús: 

"Se les muestra a los apóstoles todo lo que tienen que hacer en el nombre y por orden del Señor".17

La misión esencial de los apóstoles es dar testimonio de la Resurrección de Jesús (Lc 24, 48; Hech 2, 32; 4, 33; 5, 32; 13, 31; 22,

15). 

Este testimonio de la Resurrección del Señor va indisolublemente unido al testimonio de su muerte: (Hech 2, 23-25, 6; 3, 15; 4, 10-12, 20, 5; 30-32; 10, 40-43; 13, 26-31). Y constituye lo sustancial del "querigma": "Buena Noticia", el "misterio pascual".

El "testimonio de los apóstoles se extiende, también, a toda la vida pública de Jesús (Lc 1, 2; Jn, 15, 27; Hech 1, 22; 10, 39 SS.; 1 Cor lss.; 2, 1-5).18

Este "testimonio de los apóstoles se realiza no sólo por la palabra (la predicación), sino también por la vida de los apóstoles, que han asimilado la doctrina y viven la "vida" de Jesús. Todos pueden repetir lo de Pablo: (Gal 2, 20; 2 Cor 5, 15; Fil 1, 21; Rom 8, 35ss.).

Abarca todo lo que los apóstoles tienen que hacer en el nombre y por orden de Jesús.

Lo más importante y consolador es que "el mismo Jesús vendrá a ser el contenido del testimonio de los apóstoles". "El Cristo anunciante se convertirá en el Cristo anunciado" (Lc 24, 48; Hech 1, 22; 4, 33; 5, 32 etc.).

e) Darán su testimonio con la "fuerza " que recibirán cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos -El mismo Cristo resucitado acompañará con la fuerza de su Espíritu a quienes encomienda una misión tan importante. No estarán solos, no obstante verse privados de la presencia física de Jesús. Él se hará presente y actuante por la Fuerza de lo alto (el Espíritu Santo) que los transformará, los iluminará, los guiará, los fortalecerá (Cfr. textos en las cinco promesas de Jesús en la Última Cena). -El Espíritu Santo se les da, por tanto, no para realizar un tipo de obra humana, "para adelantar el reino (dominio) sobre el mundo o soñar en ilusiones de la tierra". Se trata de ser "testimonio de la vida y victoria" de Jesús; testimonio de sus hechos y palabras, "del mensaje de amor que ha predicado, del camino de servicio hasta la muerte que ha trazado y recorrido con su ejemplo". -(Como resumen)-. "Ser testigos de Jesús" (Hech 1, 8), significa:

• Predicar la conversión de la mente y del corazón: de toda la persona al Señor. • Proclamar el perdón de los pecados (Lc 24, 47) por la misericordia sin límites de Jesús resucitado. • Insistir en el amor invencible de Jesús hacia el Padre y hacia sus hermanos, los hombres. -Pero el proclamador de Cristo:


Tiene que realizar en sí mismo, vivir profundamente el objeto y, sobre todo, la persona a quien proclama. -No es posible esta empresa con las fuerzas y recursos humanos. Sólo Jesús la hace realizable con la fuerza incontrastable de su Espíritu. Las palabras de Jesús (Hech 1, 5-8) están penetradas no sólo de responsabilidad; también de seguridad, confianza, sano optimismo, estímulo alentador.19 C. Las condiciones de la promesa Se identifican con las recomendaciones de Jesús: (Hech 1, 4-5). a) Permanecer en Jerusalén La ciudad Santa.

• Escogida por Dios como punto de partida del mensaje de salvación (Is 2, 1-3; Le 1, 5-25). •Como lugar donde Jesús lleva a plenitud la obra del Padre (Lc 9, 51). •Como centro de irradiación de la misión apostólica (Hech 1, 8).20 b) Esperar la promesa del Padre •Manifestada por Jesús (Lc 24, 49).

• La promesa del Padre se identifica con la Efusión del Espíritu Santo (Hech 1, 4ss; 2, 33. 39; Gal 3, 14. 22; 4, 6; Ef 1, 13; Jn 1, 33). c) "Seréis bautizados en Espíritu Santo" (Hech 1, 4-5) Más que condición, es descubrimiento del objeto de su permanencia en Jerusalén y de la promesa del Padre. El Espíritu Santo "es el gran objetivo de Cristo resucitado", porque es la promesa fundamental ordenada a realizar su plan de salvación, a partir de los nuevos tiempos de la Iglesia. D. La preparación para recibir el Bautismo (la Efusión) del Espíritu Santo (Hech 1, 12-14) a) Es una "expectación en fe" -Esperan en fe expectante el cumplimiento de la promesa sobre ellos. -En recogimiento profundo. Son conscientes de la colaboración que deben prestar a Jesús. -En el Cenáculo: allí se celebró la Primera Pascua del Nuevo Pueblo de Dios, en la Sangre de Cristo (Lc 22, 19-20). Allí terminó el tiempo de Jesús, ahora comienza el tiempo del Espíritu (o de Jesús en su Espíritu), el de la Iglesia. b) Es una expectación en oración intensa y constante al Padre por Jesús -Concuerda admirablemente esta actitud de oración con las actitudes del Señor sobre todo en los grandes acontecimientos y con sus repetidas recomendaciones sobre la oración: Oración asiduamente recomendada y practicada por Jesús (Mt 6, 5; Mt 14, 23). Oración de la comunidad y centrada en la "fracción del Pan" (Hech 4, 24-30; 6, 4; 2, 42. 46; 20, 7, 11). Oración especialmente intensa en los grandes momentos (Hech 1, 24; ó, 6; 4, 24-31). Oración ele petición, de "alabanza", de "acción de gracias" (Hech 16, 25; 28, 15). Oración de testimonio de fe: "invocar el nombre de Jesús" (Hech 2, 21; 9, 14-21). c) Oración de la comunidad, unida en torno a María, animada por su "maternidad espiritual" -La oración de una comunidad (Hch 1, 2-14) reunida por el Espíritu, reunida en torno a María, que ejerce su misión de Madre espiritual. De ese grupo brotará, con la Efusión del Espíritu, la nueva comunidad del Nuevo Pueblo de Dios: comunidad de amor y de servicio.21-22 —Notas 1

Cita tomada de un artículo del P. T. Forrest,

2

B-V. Aufaubre, E. Constant, E. Garin, Quiferá taire le vent?, Desclée de Brouwer, París, 1988, 12-13.

3

La Renovación Espiritual Católica Carismática, Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano, efectuado en La Ceja

(Colombia), septiembre 1987, n. 32; Cfr. P. Lebeau, "Le Renouveau Charismatique et ecumenisme", Lumen Vitae, n. 1, 1976, 94

P. Lebeau, ob. cit. 62.

5

P. Lebeau, ob. cit. 62

6

Varios autores, Ejercicios y Renovación Carismática, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1989, 58.

7

Cfr, Jn 14, 16-17; 25-26; 15, 26-27; 16, 7-8; 13-15.

8

J Kremer, Pentecostés, Secretariado Trinitario, Salamanca; 1978, 33.

9

Podemos pues, concluir con Wikenhauser: "El cristianismo primitivo consideró la Ascensión del Señor resucitado y la toma de

posesión del dominio universal como acaecida en el propio día de la Resurrección, y en conexión inmediata con ella; lo que, por lo demás era la única cosa natural. Cuando, posteriormente, el Señor glorificado se manifiesta a sus discípulos, viene del cíelo [...]" A. Wikenhauser, Los hechos de los apóstoles, Herder, 1967, 50-51. 10

Hech, 2, 39: La promesa de la Efusión del Espíritu no es limitada. Está destinada a ellos (los judíos) y a cuantos han de creer en

Jesús (Is. 57, 19; JI 3, 5). Pero hay que notar, como algo importante, que cuando el Espíritu Santo es dado a la Iglesia naciente, por el Padre y el Hijo en la mañana de Pentecostés, es para que sea recibido no sólo por el colectivo o la comunidad sino también individualmente por cada uno de los hombres que van a ser miembros de esta Iglesia por su fe en Cristo Jesús. Sobre esto no hay duda. Los textos escriturísticos son claros: Se da para que ios discípulos de Jesús sean equipados en orden a su labor de edificarla


Iglesia (Hech 1, 8; 1 Cor 12, 4ss.; Hech 4, 8. 31; 5, 32; 6. 10 etc.). Se da también para que permanezca, habite en ellos como en su templo (Jn 7, 37-39; Jn 14, 17; 1 Cor 6, 19)- Para que sea el huésped del alma (Rom 8, 9). Más, en el hombre, todo su ser, alma y cuerpo es templo de Dios, de la Trinidad; pero el Espíritu Santo lo es de una manera especial. Ch, Massabki, Qui est l'Esprit Saint? Prieuré Saint Bemoit, 1977, 111 -112; Cfr. J. Roloff, Hechos de los apóstoles, Edic. Cristiandad, Madrid, 1984, 46- 48. Dentro de este marco eclesiológico y salvífico, se sitúa el acontecimiento de Pentecostés y, por ser acontecimiento fundacional, el de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo en general y del Bautismo (o Efusión) del Espíritu Santo en particular. 11

P. de Surgy, "Pentecostés", Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona 1978 (Dir. León Dufour 679-680).

12

Según la exposición de Lucas, entre la Resurrección y la Ascensión de Jesucristo transcurre un inte iva lo de cuarenta días. El

número 40, en el lenguaje de la Sagrada Escritura, designa un tiempo especialmente sagrado: cuarenta días peregrinó el pueblo de Israel a través del desierto; cuarenta días permaneció Moisés en el Sinaí, "delante de Dios"; a lo largo de cuarenta días fue probado Jesús en el desierto. Los cuarenta días después de la Pascua indican el tiempo en el que el Señor glorificado se apareció corporalmente a sus discípulos. Con la Ascensión comienza, pues, un tiempo nuevo: el tiempo de la Iglesia. En él, Jesús, después de haber vuelto a Dios, permanece con los suyos de un modo nuevo, enviándoles el Espíritu Santo desde el seno del Padre (Cfr. Hech 2, 4-5) e indicándoles, a través del Espíritu, la fuerza necesaria para continuar su obra en la tierra (Cfr, Hech 1,8). Con esta presentación sucesiva, en el marco de la historia de la salvación, de los hechos de la Resurrección, la Ascensión, la venida del Espíritu Santo, Lucas quiere expresar que existe una continuidad entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia, En esos cuarenta días se sueldan, por así decirlo, dos tiempos. De esta manera, el tiempo de la Iglesia enlaza con el tiempo de la presencia visible de Jesús en la tierra. En conclusión, la Ascensión de Jesucristo no es tanto ya término, cuanto que un nuevo comienzo, Introduce el tiempo en que Jesucristo, el Señor glorificado, continúa su obra en la Iglesia y en la historia a través de su Espíritu, Conferencia Episcopal Alemana, Catecismo Católico para adultos BAC, 1988, 229-230. 13

P. de Surgy, "Pentecostés", ob. cit., 679-680,

14

P. de Surgy, ob. cit., 679-

15

Van der Busse, El Evangelio según San Juan, Studium, Madrid, 1972, 368-369.

16

Biblia de Jerusalén, nota 36, p. 1258.

17

P. Benoit, Pasión y Resurrección del Señor, Edic. Fax, Madrid, 1971, 366.

18

J. Kurzinger, Los hechos de los apóstoles, Herder, Barcelona, 1974, 29.

19

Biblia de Jemsalén, nota 1. 8 (a).

20

J. Roloff, Hechos de los apóstoles, Edic, Cristiandad, Madrid, 1984, 49-50.

21

J. Roloff, ob. cit., 47.

22

J. Roloff, ob. cit., 53-55.

Cfr. El excelente artículo de I. de la Potterie, "El Paráclito" en La vida según el Espíritu, 1. de la Potterie, S. Lyonnet, Edic. Sígueme, Salamanca, 1967, 87-109.



II. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO EN SU ELEMENTO FUNDACIONAL

El cumplimiento de la promesa A. El Bautismo (o Efusión) en el Espíritu Santo (Hech 2, 1-13) Los fenómenos externos (Hech 2, 1-4) El relato de la venida del Espíritu Santo, tiene un puesto de honor en todo el mensaje de salvación. Debemos tratar de entenderlo como el evangelista Lucas quiere que sea entendido. Se omite toda cuestión de crítica exegética. Tengamos presente: La imagen de la Iglesia

II.

(naciente) que a continuación se presenta (en el relato); recibe de él su profundo y verdadero fundamento y su decisiva declaración. Y más importante aún: "En lo más profundo de la cuestión se trata de un misterio que está más allá de toda la experiencia terrena. Si este misterio debiera ilustrarse para los hombres, tendría necesidad de símbolos perceptibles".1 "De repente" designa la irrupción imprevisible del Espíritu ya anunciado por Cristo (Jn 3,7). -Se da un "ruido externo": viento fuerte. En la historia de la revelación del Antiguo Testamento es símbolo de la divinidad (Ex 14, 21). Las palabras (hebreas, griegas y latinas), que significan "espíritu" pueden expresar fenómenos puramente naturales2 "el mundo misterioso de lo divino" y ser, a la vez, "signos" manifestativos de realidades sobrenaturales: de la presencia y actuación del Espíritu. -Aparece, al mismo tiempo, el "fuego" algo así como lenguas de fuego, se dividen, se mueven en distintas direcciones posándose sobre cada uno de los presentes. Prescindiendo de si se trata o no de auténticos fenómenos naturales perceptibles sólo por breves momentos y, quizá, exclusivamente, por los discípulos, también el fuego, en el Antiguo Testamento, es símbolo de la vida y de la gloria divina3 (Ex 3, 2-5; 19, 18; 2 Rey 2, 11; Is 6, 6). Es signo sensible de la presencia de la fuerza interna y operante del Espíritu. Va a empezar la vida de la Iglesia bajo el impulso del que todo lo penetra y transforma. Recordemos que los tiempos mesiánicos han sido descritos ya con mucha anterioridad, por los profetas como los tiempos del Espíritu: Un nuevo corazón, una nueva ley, una nueva creación (Jer 31, 31-34; Ez 36, 24-28; Is 32, 15-18; Jn 3, 1-5).4 -El uso de estas imágenes pertenece al llamado estilo epifánico o teofánico. Existen, sobre todo en el Antiguo Testamento, numerosos datos: el fuego, los relámpagos, el temblor de la montaña, la nube, la columna de fuego...5 El uso de esas imágenes tiene una clara intencionalidad: sugerir la presencia del Señor, no describir acontecimientos. Partiendo de esta concepción, podemos decir que las lenguas de fuego de Pentecostés, recurren a este uso y tienen esa misma intención. Los apóstoles, además de sentirse llenos de entusiasmo y de valentía, nos están manifestando su profundo sentimiento de encontrarse en presencia de Dios que actúa en ellos con una fuerza extraordinaria, fuera de toda expresión. Aun así, es difícil, a juicio de muchos exegetas, prescindir de toda manifestación externa que fuese perceptible por los sentidos. El fuego en forma de lenguas que se dividen y posan sobre cada uno significa el don de Dios que es personal. Se da con delicadeza a cada discípulo, y así es reconocido como único. J. Kremer se interroga sobre su realidad. Lo importante es que nos introducen en un "misterio" tan profundo que necesita símbolos perceptibles y que está más allá de toda experiencia terrena. "Todo cuanto prodigiosamente sucedía era un signo sensible de la comunicación del Espíritu Santo a los discípulos, que en aquel mismo momento se verificaba. Indudablemente, se trata de expresar lo indescriptible de la venida del Espíritu sobre los apóstoles por medio de imágenes sumamente aptas para significar la 'fuerza' misteriosa y potente del Espíritu que los invade. Estos tienen una profunda e íntima experiencia de la promesa del Señor, ahora cumplida en ellos. San Lucas, al emplear estos signos, recalca, implícitamente, la desproporción entre ellos y el acontecimiento interior que viven los apóstoles".6 La descubren, solamente, en lo posible. Este acontecimiento, el Bautismo de fuego (Hech 1, 1-5) preclicho por Juan Bautista (Jn 1,33), y reafirmado por Lucas 3,16, es lo que distingue a la comunidad cristiana de una mera comunidad de penitentes adoradores de Yahvé (Hech 1, 1-5; 1 1 ,16; 19-7).7 B. La realidad: invadidos por el Espíritu Santo Pentecostés representa la efusión escatológia de los tiempos mesiánicos anunciada por los profetas. a) El primer fenómeno de la Efusión del Espíritu en Pentecostés sobre los apóstoles, fue la experiencia de una profunda conversión. Esta conversión ya había comenzado en la convivencia con Jesús, y se había ido profundizando al pasar el tiempo junto a Él. Pero es completada en Pentecostés, de un modo extraordinario "en" fuerza de la acción intensa del Espíritu. No sólo se trata de una renuncia definitiva al mundo de la imperfección y de la infidelidad al Señor que suscitó el poder actuante del Espíritu. Es, en la acción acogedora del Espíritu, la disponibilidad para el ministerio de testimoniar la fe. Es la decisión por Jesús en Espíritu, en una dimensión nunca hasta entonces conocida. -Esta conversión comprende, en su riqueza y profundidad, sentirse llenos de un poder capaz de hacerles ser fieles a la promesa y exigencia del seguimiento y proclamación del Señor: "Seréis mis testigos" (Hech 1, 8). Proclamaréis mi muerte y resurrección y vuestra vida será un reflejo de mi Pascua: de mi paso por la muerte y la glorificación (Hech 2, 14-41; 4, 1- 31; 5, 19-42, etc.).


Es una experiencia de conversión por la que se notan liberados del temor, y llenos de un coraje hasta entonces desconocido para ellos, fruto del Señor resucitado, a través de su Espíritu. Con esta nueva osadía son capaces de anunciar como obligatorio para todos el reconocer al crucificado Jesús de Nazaret, como el Mesías. -Se ven, a la vez, inundados de una libertad como la de Cristo que se sometió siempre a realizar la voluntad del Padre; una libertad no para el antojo, sino para el servicio y el don (2Cor 3, 17). Pero esta experiencia de conversión profundamente personal, no es una suerte de sentimentalismo superficial. La experiencia de la fe concierne al hombre integral: su inteligencia, su voluntad, su espíritu, su corporalidad y su efectividad... Es un encuentro con el Señor que registra también las emociones, porque viene a "cristianizar" la persona entera.89 b) El segundo fenómeno de la Efusión del Espíritu Santo; sobre los discípulos de Jesús es el carismático don de alabanza y otros carismas, en una proporción única, como columnas de la Iglesia. -La interpretación de "y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse" (Hech 2, 4), es variada entre los exegetas: Se trata de que los apóstoles se expresan a la manera de los antiguos profetas, en una especie de éxtasis, arrebatados por

II.

el Espíritu (Num 11, 25-29). "Y fue precisamente alabanza lo que la maravillada multitud oyó en tantas lenguas distintas en Pentecostés: 'Cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua' (Hech 2, 11). El cántico nuevo que Dios mismo pone en boca de su pueblo (Sal. 39, 4), recién nacidos por el don de su propia vida divina, es un canto que todos cantan en sencillez y alegría, y llenos de sorpresa y maravilla".10 -Es un hablar afín al carisma de la glosolalia, frecuente entre las primeras comunidades (ICor cc. 12-14; Hech 10, 46; 11, 15; 19, 6), una capacitación de los discípulos para hablar en otras lenguas que les eran desconocidas; una mutua comunicación de lenguas obraba por el Espíritu, de modo que el lenguaje expresado por los apóstoles fuera entendido pollos oyentes en su propia lengua. Estas y aun otras interpretaciones podrían caber dentro de la expresión con que Lucas formula este primer efecto del Espíritu Santo. 1112 -Hay algo que sí aparece claro en esta irrupción del Espíritu: "Las grandezas de Dios son el tema de que se habló el día de Pentecostés. Debió ser una irrupción de jubilosa alegría, una manifestación de la felicidad que se siente por la revelación salvífica de Dios, que le cupo en suerte al mundo en Cristo Jesús". Hay una concordancia manifiesta entre los exegetas y teólogos en que, sin ser exclusivo este efecto, sí recibieron los apóstoles en su Bautismo en el Espíritu "el carisma de alabar a Dios por amor a Él", y esto de un modo social; es decir, de manera que se manifestara en la comunidad (1 Cor 12, 7). Es un modo de realizarse el fin del Bautismo en el Espíritu, que se concede principalmente con vistas al testimonio de la Resurrección de Jesús (Hech 1, 8; 2, 32).13 -Prescindiendo de si realmente los apóstoles hablaron o no en lenguas en esta ocasión, no todos los comentaristas lo admiten, ciertamente en todos se dio, en la única e idéntica experiencia de Jesús, el testimonio de proclamar las grandezas de Dios. La irrupción del Espíritu Santo en cada uno y en el grupo, primera comunidad cristiana, suscitó una profunda, impetuosa alabanza de las maravillas de Dios. "Este es el sacerdocio común de todos los creyentes, que consiste en 'publicar las proezas de Dios' (1 Pedr 4, 10), y que es, repetimos, el núcleo de la experiencia de Pentecostés "(Hech 2,11). 14 -Es difícil asimilar el "hablar en lenguas" de Pentecostés con la "glosolalia" (literalmente hablar en lenguas o idiomas) que se practicaba en las primitivas comunidades: La "glosolalia" representa en Corinto una expresión fija que aparece en 1 Cor 12-14, en Hech 10, 46; 19,6. En 1 Cor 12-14, no se piensa en hablar lengua ele ángeles (1 Cor 13, 1), sino se trata de un hablar inarticulado, tal y como lo atestigua la ciencia que se ocupa de las religiones, también para fuera del cristianismo (Hech 10, 46 y 19, 6), y dan a la expresión el sentido de anuncio profético de las proezas de Dios, que es, al mismo tiempo, alabanza. -No tenemos que preocuparnos si no podemos acudir a Hech 2, 4, con todo rigor exegético para defender la existencia del carisma del hablar en lenguas. Ni es conveniente aferrarse a él. Ese prodigio que está expuesto a diversas interpretaciones nos transmite a los pasajes citados en los Hechos, sobre todo en 1 Cor 12-14, donde se prueba con toda certeza la existencia y el uso del carisma de hablar en lenguas. -Sí podemos afirmar, a partir de los textos mismos de los Hechos y del Evangelio de San Juan, que en ellos se conjuga una doble experiencia que se funda en la experiencia pentecostal. El acontecimiento de Pentecostés que marcó a los discípulos para siempre: recibieron la gracia del encuentro con el Jesús crucificado y resucitado definitivamente. Por la fuerza de la actuación del Espíritu, conocen y ven a Jesús de una manera especial, nueva. Jn 14, 17). Es decir, perciben y reconocen la presencia del Espíritu Santo, enviado por Jesús, dentro de sus corazones y dentro de la Iglesia que comienza a existir oficialmente y tiene el mismo Espíritu como su alma. -Esta percepción interior del Jesús muerto y resucitado, en el poder del Espíritu, que se hace reconocible en su presencia actuante en el interior, está unida íntimamente al Jesús histórico que sus manos palparon y sus ojos vieron (1 Jn 1,1), pero ya no transmitida su imagen por los sentidos exteriores (Jn 15, 26; 16, 1 3ss). Y esta experiencia profunda de Jesús y de su Espíritu estalla en una alabanza profunda, inesperada, inexpresable, al Padre con la que cantan sus alabanzas (Hech 2, 4-11) y le dan gracias en esta experiencia increíble.15 La experiencia, pues, del Espíritu es la certeza de que Jesús vive y se nos hace perceptible por la acción del mismo Espíritu. -Esta capacidad para proclamar la Palabra de Dios, va precedida por el don que les otorga el Espíritu Santo de comprender con claridad el mensaje enseñado por Jesús en su vida. Se cumple en plenitud la promesa del Maestro que les anunció claramente la obra del Espíritu que Él les enviaría (Jn 14, 17). -A partir de la venida y de la Efusión del Espíritu Santo penetran más profundamente en la comprensión e inteligencia del mensaje sobre el Señor resucitado y glorioso. Algo habían captado de los esfuerzos de Jesús por aclararles cuanto concernía a su pasión, muerte y


resurrección. Pero la rudeza de sus mentes necesitaba ser iluminada polla fuerza del Espíritu para llegar a captar toda la verdad y trascendencia de sus enseñanzas. Y esto es lo que ocurrió con la venida del Espíritu sobre ellos (Hech. 1, 8; 2, 33; 4, 8; 6, 5;10.31ss). -Y como obra suprema del Espíritu Santo se les da una inteligencia especial del misterio de Cristo, de todo su misterio. Aquí es donde se muestra singularmente fina y admirable la obra del Espíritu: en ilustrarles maravillosamente sobre lo que sus ojos habían visto y sus manos tocado sin llegar a comprender la profundidad de lo que eran testigos oculares (1 Jn 1, 1-2). Esto es lo que, fundamentalmente, tenían que testimoniar y sobre ello reciben una luz sorprendente (1 Cor 2,10-14; 12, 3; 2 Cor 4, 13ss; Ef. 3, 5.l6ss.). "El Espíritu Santo no revela ya a los discípulos nuevas verdades, sino que les recuerda (les hace comprender) la doctrina de Cristo (Jn l4,25ss; 15,18.25ss), que antes no habían entendido (Jn 16,12). Con razón se le distingue con el título de honor de 'Espíritu de la verdad' (Jn 14, 17; 15, 26; 16, 13)".16 c) El tercer fenómeno, como ya indicamos, es verse equipados para proclamar "la Buena Nueva" con "poder" o el "ímpetu misionero" y una doble manifestación de éste es bautizar a los arrepentidos con el fuego del Espíritu (Hech 2, 37; 38-41), y el de ser confirmados con la fuerza de Dios para obrar maravillas (Hech 3, 1- 10.)17

II.

Junto a la dimensión interior personal nueva que cobra vida en Pentecostés, tiene lugar el nacimiento de otra, no menos esencial y a la que se dirige claramente la promesa (Hech. 1, 8). Se trata del dinamismo evangelizador que les infunde el Espíritu Santo y el realizarlo con poder por la fuerza de sus carismas. "Estas dos dimensiones son esenciales y ninguna de ellas puede faltar: Porque Pentecostés no fue solamente una gracia de beneficio personal de cada uno de los apóstoles, sino que fue el don del Padre y de Cristo glorificado para hacer nacer la Iglesia" y acrecentarla.18 El poder que recibieron los discípulos en Pentecostés fue de ser testigos de Cristo y, por ello, un movimiento que sea auténticamente pentecostal debe llevar a este testimonio, a evangelizar (Hech 1,8). -"Los apóstoles recibieron la capacidad del anuncio profé- tico el cual llama a la conversión y a la fe en Jesucristo" y fueron equipados con los carismas que los hacían aptos para el testimonio de sus vidas y el anuncio del Evangelio con poder.19 "Aquellos que, cuando la crucifixión de Jesús huyeron, pueden ahora, al modo de los profetas, anunciar la Resurrección del crucificado sin miedo alguno, con el conocimiento y la valentía que han recibido".20 Reciben el don de la palabra para comunicar adecuadamente la Buena Nueva acerca de Jesús (Hech 3, 12-26; 6, 13; Le 12, 11-12). Por ellos actúa el Espíritu Santo con signos y prodigios para confirmar su proclamación de la Buena Nueva de Jesús (Hech 3, 1-10; 4, 29-31; 5,17-20). Por eso se puede afirmar con toda seguridad que la Efusión de Pentecostés es la Efusión del Espíritu Santo en el área del poder. d) El cuarto fenómeno es el brote de una comunidad cristiana, comunidad de "caridad" (Hech 2, 42-47; 4, 32-35) Esta comunidad es algo completamente nuevo en el mundo. Surge a impulsos del Espíritu de Jesús, para realizar su mandamiento de amor, condición de la Nueva Alianza establecida por Él la noche de su entrega, en la institución de la Eucaristía, sacrificio del Pacto con el Nuevo Pueblo de Dios (Mt 26, 26-29). -Pero esta comunidad cristiana, nacida a impulsos del Espíritu, tiene una característica peculiarísima, que la hace ser totalmente nueva, inédita hasta entonces en toda la historia de la salvación: Es el templo de Dios, templo del Espíritu Santo, habitada por su presencia, la del único y mismo Espíritu derramado por Jesús en todos: -"En Pentecostés sucede lo inconcebible: el Espíritu de Dios, aquella fuerza divina de superación de sí y del don de sí, cae al mismo tiempo sobre todos, y tocios experimentan en adelante que ellos son el templo de Dios en su mutua relación. Por eso Pablo llama templo de Dios o del Espíritu Santo, lo mismo al individuo que a la comunidad (1 Cor 3, l6ss; 2 Cor 6,16). Esta forma paulina de hablar no tiene un franco paralelismo ni en el pensamiento helenístico ni en el judaismo palestino. Los cristianos son llamados por Pablo "templos del Espíritu Santo" no en un sentido metafórico, sino que ellos lo son: Ellos crecen "para formar un templo consagrado por el Señor" (Ef. 2,21), y van entrando como piedras vivas, en la construcción del "edificio espiritual", del "sacerdocio Santo" (IPedr 2,5). En su célebre discurso del Areópago de Atenas, Pablo exclama: "Dios no habita en templos construidos por hombres" (Hech 7,47SS .). Si hemos de confiar en la exposición de Lucas, los cristianos experimentaron por vez primera en la fiesta de Pentecostés el sentido de todo esto: en su mutuo testimonio personal y ante los circunstantes, vieron y oyeron la presencia del mismo Espíritu de Dios entre ellos (Hech 2,33). El Espíritu Santo derramado por Jesús es, en efecto, el mismo y único en todos (1 Cor 12,11.13). […] En lo sucesivo, cada cristiano es para todos los demás ese "espacio separado", ese templo en donde resplandece la gloria de Dios. Es decir, que todo cristiano es aquella realidad cercanísima...."21 -Se trata, pues, de una comunidad "mesiánica": la unidad espiritual de los creyentes en Cristo, dóciles a la enseñanza de los apóstoles, que comulgan en el amor fraterno en la mesa eucarística (Hech 2, 42ss.). De una comunidad "abierta a todos los pueblos". Esto aparece con una claridad meridiana, puesto que el Espíritu Santo se da con vistas a un testimonio que se ha de llevar y proclamar hasta los confines del mundo (Hech 1,8). e) Un quinto fenómeno es el Pentecostés que representa el comienzo de la misión: El Espíritu Santo reúne en Pentecostés a la comunidad mesiánica y, a la vez, hace que se torne en realidad el envío de Jesús, antes de su Ascensión (Mt 28, 19-20). Pentecostés se convierte en el punto de partida del cumplimiento de la promesa de Jesús (Hech 1, 8). El discurso de Pedro, que sigue al gran acontecimiento de la Efusión del Espíritu viene a ser el primer acto de la "misión dada por Jesús "(Hech 1, 8). Los Padres compararon este "Bautismo en el Espíritu Santo" a una como investidura apostólica de la Iglesia con el Bautismo de Jesús, teofanía solemne al comienzo de su ministerio público. f) Podemos añadir un sexto acontecimiento: Inauguración del tiempo de la iglesia, tiempo, a la vez, del Espíritu.


-Con la glorificación de Cristo y el envío del Espíritu Santo (Jn. 7,39), se inaugura el Reino de Dios (Hech 2, 33; 2, 20- 36; 4, 10ss.). Esta fase del Reino de Dios prefigurada, preparada, en el Antiguo Testamento, comienza en el tiempo de la Iglesia que, a su vez, y esencialmente es el tiempo del Espíritu de Dios. -La Iglesia y el Espíritu Santo están inseparablemente unidos, de un modo similar a como lo están el cuerpo y el alma en la persona humana. Esta fase definitiva de la historia de la salvación en la tierra, tiene su inicio precisamente en Pentecostés; por eso el Espíritu Santo con su venida inaugura este tiempo más allá del cual ya no habrá otro. "La Iglesia y el Espíritu están inseparablemente unidos [...]. Según Pablo, la Iglesia es el cuerpo glorioso de Cristo, penetrado por la fuerza del Espíritu Santo (ICor 12, 13; Ef 4, 2ss) y por Él queda sellada la entrega a Cristo y la incorporación a su cuerpo místico, como un contrato por el sello que se le impone (Ef 1, 13; 4, 30). Lo mismo viene a decir cuando Pablo compara la Iglesia con un templo en que habite el Espíritu de Dios (1 Cor 3, 16; Ef 2, 22; IPedr. 2, 4ss)".22 -De la multiplicidad de estos fenómenos, podemos decir que Pentecostés es: misterio de salvación en el "tiempo de la Iglesia": (a su vez, tiempo del Espíritu)

II.

El aspecto exterior de Pentecostés, fue ciertamente, pasajero, el signo externo de la teofanía. Pero el don hecho a la Iglesia, el Espíritu, en forma oficial, fue definitivo. Pentecostés inaugura el tiempo de la Iglesia, que en su peregrinación al encuentro del Señor, recibe constantemente de Él, el Espíritu que la reúne en la fe y en la caridad, la santifica y la envía a la misión. Los Hechos, "Evangelio del Espíritu Santo", revelan la actualidad permanente de este don, el carisma por excelencia, tanto por el lugar que ocupa el Espíritu en la dirección y en la actividad misionera de la Iglesia (Hech 4, 8; 13, 2; 15, 28; 16,6), como por sus manifestaciones visibles (Hech 4, 31; 10, 44). El don del Espíritu califica los "últimos tiempos", período que comienza en la Ascensión y hallará su consumación el último día, cuando retorne el Señor.23 -Por otra parte, es un aspecto que resume toda la vida y actividad de Jesús; Pentecostés es "el derramamiento de la Pascua de Cristo". Jesucristo hacía su obra derramando su Espíritu sobre la comunidad apostólica que se formó (Jn 7, 38-39; Hech 2, 23-33). "Hay, pues, una intrínseca conexión entre los acontecimientos de Pentecostés ("envío del Espíritu", "Bautismo en el Espíritu", "Efusión del Espíritu", tres expresiones que significan la misma realidad), y los dones carismáticos, puesto que las primeras señales, el comienzo de una nueva presencia y actuación del Espíritu y los segundos son "manifestaciones" de esta nueva "presencia" para un fin (utilidad) común. Por consiguiente, si un movimiento es genuinamente "pentecostal" (está en línea de Pentecostés), es normal que sea también "carismático". -En el acontecimiento de Pentecostés los apóstoles, con el envío, por parte de Jesús, de su Espíritu, tuvieron la experiencia de gracias carismáticas (gracias gratis dadas), que van descubriendo sucesivamente. Así descubren su poder carismático para convertir multitudes ya de una vez (Hech 2, 11ss. 41); para confesar con valentía el nombre de Jesús ante el Sanedrín. (Hech 8ss.; 29-31); para sufrir gozosamente por su nombre (Hech 5,17ss. 41); para curar enfermos (Hech 3, 1-9; I4,8ss.); para resucitar muertos (Hech 9,36ss. ) etc. Cuando afirmo que un movimiento que es (genuinamente) "pentecostal" es también "carismático", uso estos términos en un sentido que creo se aplica a todos los grandes movimientos carismáticos en la historia de la Iglesia.24 C. El núcleo de la experiencia de Pentecostés La experiencia de la Cruz Es preciso, para no dejar incompleto lo dicho anteriormente, tener muy en cuenta lo que constituye el núcleo de las experiencias de Pentecostés: -"En Cristo y por Él, Dios nos da su Santo Espíritu (Jn 7, 39; 19, 30). Como mediador de la Nueva Alianza (Hebr 8,6), Jesucristo es también el mediador del Espíritu Santo (Tit 3, 4; Hech 2, 33). En el Espíritu que es el mismo amor de Dios, Dios se vuelve hacia nosotros, en el Espíritu, Dios nos vuelve a nosotros a Él. El Espíritu Santo que Jesús nos ha dado desde la Cruz, nos quiere incluir en la misma entrega de Jesús al Padre. Experiencia del Espíritu, es, pues, según su origen, experiencia de Cruz. Interpretar el relato de Pentecostés de Lucas (Hech 2, 1-3), de forma unilateral, viendo en la experiencia del Espíritu solamente una vivencia emocional de profundo entusiasmo, sería "quitar toda la fuerza" a la Cruz de Cristo (1 Cor 1,17); el hombre entonces no sabría encontrar a Cristo en los pobres y débiles (Mt 25, 31-46 ), y sería incapaz de integrar el hecho de la muerte en su propia vida, además de caer fácilmente en la tentación de huir de la realidad".25 Esta misma doctrina es expresada con fuerza persuasiva por H, Muhlen, desde otro ángulo: -"El cristiano no puede hacer más que dar testimonio con toda su vida de esta respuesta significativa dada por Cristo, y esperar que de esta manera, Dios convenza también a otros. La aceptación de la respuesta de Aquel que en el Evangelio de San Juan dice de sí mismo: "Yo soy el camino" (Jn 14,6), exige de nosotros una decisión explícita, o sea, la decisión de seguir este camino hasta el desamparo de la cruz. Este es el origen de toda experiencia cristiana del Espíritu, de todo entusiasmo y de toda dimensión carismática ",26 El impulso misionero debe ser atravesado por esta experiencia de la cruz, si es que quiere ser realmente cristiano. Lucas describe la experiencia de Pentecostés con esta frase fundamental: "Estas palabras les traspasaron el corazón" (Hech. 2, 37). La palabra que tenemos en el texto griego original significa "partir, cortar", y no es de excluir que Lucas haya pensado aquí en la transfixión del corazón de Jesús, en la cruz, puesto que la frase anterior en el discurso pentecostal de Pedro dice así: "Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis" (Hech 2, 36). La experiencia del Espíritu -y también la admiración del primer Pentecostés- (Hech 2-12), tiene algo que ver con la experiencia de la cruz, con la aceptación de la propia muerte (como anticipación del propio fin) con la cual el hombre renuncia a darse un sentido por sí mismo. El prototipo de esta experiencia del sentido es la muerte de Jesús mismo.


-Esta donación de sí a Dios en Cristo Jesús y a su ejemplo, hasta la misma muerte, es la raíz y el contenido permanente de la experiencia cristiana del Espíritu. Por Él, como Jesús, el hombre se ofrece a Dios (Hbr 9,14). Por esa misma fuerza del Espíritu persevera en su entrega al Padre como Cristo se entregó por nosotros (Ef 5, 2. 25; Gal 2, 20). Así la experiencia de Pentecostés se enriquece y lleva a su contenido máximo, a la experiencia de Cristo glorioso aun desde su cruz, como San Juan nos lo presenta. No se liega por tanto, a Pentecostés, no hay otra manera de llegar, más que pasando por la Pascua. [...] No hay "pentecostalismo" sano y católico o simplemente cristiano que al mismo tiempo no sea "evangelismo", es decir, necesidad de conocer e imitar a Cristo, ese Cristo concreto de los Evangelios, El Espíritu Santo les es dado sólo a aquellos que se asemejan a Jesús y para que se "asemejen a Jesús"' en su relación íntima con el Padre y en su entrega incondicional a su misión. 27 Esto nos lleva a concluir que una característica fundamental de la autenticidad de la Renovación Carismática indicada por el mismo Cardenal O'Connor, es la aceptación y paso por el sufrimiento que unimos al de Cristo que Él ofrece al Padre para la salvación del mundo.28 —Notas 1

J. Auneau y otros autores, Evangelios sinópticos y hechos de los apóstoles, Edit. Cristiandad, Madrid, 1983, 53.

2

Wikenhauser, Los hechos de los apóstoles, 58ss.

3

Wikenhauser, ob. cit. 58ss.

4

El uso de estas imágenes pertenece al llamado estilo teofánico. Existen, sobre todo en el Antiguo Testamento, numerosos datos: el

II.

fuego, los relámpagos, el temblor de la montaña, ia nube, la columna de fuego... El uso de esas imágenes tiene una clara intencionalidad: sugerir la presencia del Señor, no describir acontecimientos. 5

No debe preocuparnos el pensamiento de si estos acontecimientos fueron reales o solamente símbolos introducidos para expresar el

misterio de la Efusión ele Pentecostés. Autores tan solventes como Wikenhauser lo afirman. Kurzinger, lo toma como símbolo del derramamiento del Espíritu. J. Kremer, se interroga sobre su realidad; lo importante es que nos introducen en un "misterio" tan profundo que necesitan símbolos perceptibles y que está más allá de toda experiencia terrena. Wikenhauser, ob. cit. 58-59; Kurzinger, ob. cit. 50-52; Kremer, ob. cit. SO. 6

H. Haag, Ausejo, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, 1964, "Pentecostés", cc. 1507-1508.

7

"El don supremo del Padre a sus hijos es el don del Espíritu Santo: donum Dei altissimi. Cierto, primero es a su hijo a quien nos da

Dios, y al darnos a su Hijo único y bien amado, nos ha hecho el don de toda gracia (Rom 8, 32); pero Dios no nos da totalmente a su hijo sino dándonos el Espíritu Santo, el Espíritu en el cual se encuentran y se unen el Padre y el Hijo. Cristo es nuestro, pero primero y sobre todo es verdad que "nosotros somos de Cristo" (1 Cor 3, 23; 2 Cor 10, 7), y que para pertenecer a Cristo es necesario haber recibido el Espíritu. 8.9

Cfr. Autores citados: Auneau, Wikenhauser, Kremer.

10

S. Tugwell, Orar; hacer compañía a Dios, Edic. Narcca, Madrid, 1982, 194. De aquí podemos concluir que también los apóstoles,

previa a la experiencia y don del Espíritu Santo, tuvieron una experiencia de conversión, dada por el mismo Espíritu que les enriqueció con sus carismas y Ies impulsó a ejercerlos para bien de la Iglesia que surgía. 11

H. Muhlen, sin embargo, afirma: "[...] Damos por supuesto que no se trata en el hablar en lenguas de un fenómeno distinto del

descrito por Lucas en los hechos de los apóstoles y por Pablo en la primera carta a los Corintios. Somos pues de la opinión que la actual experiencia de la oración en lenguas constituye una 'clave interpretativa' de los relatos neotestamentarios". 12

Por lo demás, nuestra interpretación está de acuerdo con la propuesta por A. Wikenhauser: "Si nuestra explicación del milagro de

Pentecostés es exacta, entonces el hablar de los discípulos en Jerusalén es en el fondo lo mismo que la glosolalia de Corinto descrita por Pablo (1 Cor 14), con la diferencia cié que en Pentescostés el Espíritu Santo mismo hace de traductor al poner a los oyentes de buena fe en condiciones de comprender a los discípulos en su propia lengua". 13

H. Muhlen, Espíritu, carisma, liberación, Secretariado Trinitario Salamanca, 1976, 196.

14

H. Muhlen, ob. cit., 137.

15

Documento de la Conferencia Episcopal Austríaca sobre la Renovación.

16

Y como obra suprema del Espíritu Santo se les da una inteligencia especial del misterio de Cristo, de todo su misterio. Aquí es donde

se muestra singularmente fina y admirable la obra del Espíritu: en ilustrarles maravillosamente sobre lo que sus ojos habían visto y sus manos tocado sin llegar a comprenderlo con profundidad a pesar de que eran testigos oculares (1 Jn 1, 1-2). Esto es lo que, fundamentalmente tenían que testimoniar y sobre ello reciben una luz sorprendente (1 Cor 2, 10-14; 12, 3; 2 Cor 4, I3ss; Ef 3, 5.16 ss.). "El Espíritu Santo no revela ya a los discípulos nuevas verdades, sino que les recuerda (les hace comprender) la doctrina de Cristo (Jn 14, 25ss; 15, 18. 25s), que antes no habían entendido (Jn 16,12). Con razón se le distingue con el título de honor de "Espíritu de la verdad" (Jn 14, 17; 15, 26; 16, 13).


17

"En todos los cristianos, como en Jesucristo, vida espiritual y vida apostólica coinciden: atención al Espíritu y fidelidad profunda a todas

las llamadas de los hombres se juntan. Porque Jesucristo en su carne ha vivido puramente del Espíritu, porque la presencia del Padre, el amor de su Padre, han impregnado todas las fibras de su carne y suscitado cada uno de sus gestos; Jesucristo resucitado en la carne por el poder del Espíritu es capaz, por su carne transfigurada, de alcanzar y salvar toda carne de hombre. Toda la existencia de Jesús, todos los episodios que relatan los evangelios, todas las palabras que ha pronunciado, y todas las horas que ha vivido, todas las experiencias, todo lo que ha conocido y sufrido su cuerpo y su sangre, y que perpetúa entre nosotros la Eucaristía; toda su vida y todo su sacrificio, todo eso, por la Eucaristía y por el Espíritu Santo, es capaz de ser también nuestra carne y nuestra sangre, nuestro trabajo y nuestra pena, de consagrar nuestras vidas al servicio del Reino de Dios y de enriquecerlas con la alegría y la salud de Dios". R. Koch, "El Espíritu Santo", en Diccionario de Teología Bíblica (Dir. J.B. Bauer) Herder, 1967, 351. 18

S. Carrillo Alday, La Renovación en el Espíritu Santo, Instituto de Teología Pastoral, México, 1984, 36.

El ímpetu "misionero" con que, desde entonces, van a quedar grabados para realizar el encargo postrero del Señor y ser los continuadores de la obra que el Padre les encomendó.

II.

19

Para nosotros esta experiencia o acontecimiento fundacional de Pentecostés en la Iglesia es la clave de referencia de lo acontecido en las

primitivas comunidades cristianas y en el acontecimiento religioso de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, presente no literalmente, sí en su espíritu, en nuestros días. Los apóstoles comienzan a ser beneficiados con las promesas espléndidas que Jesús les prodigó en la última cena. 20

J. Kremer, ob. cit. 56-57.

21

H. Muhien, ob. cit. 136-137.

22

R. Koch, ob. cit. 352-353.

23

De Surgy, ob. cit. 680.

24

F. A. Sullivan, Cbarisms and Charismatic Renewai, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1982, 79.

25

Conferencia Episcopal Austríaca, Koinonía, n. 86, 1986, 8-9-

26

H. Muhien, ob. cit 168.

27

R. Cantalamessa, Renovarse en el Espíritu. Librería parroquial de Clavería, México, 1985, 16.

28

Card. J. O' Connor, Give GodPermission, Chariscenter, ESA, nov. 1989, 5.


III. REFLEXIONES

1. Sobre la experiencia primitiva de Pentecostés, modelo fundacional Si recorremos los Hechos de los Apóstoles nos encontramos no sólo con un Pentecostés, sino con varios que se van repitiendo a lo largo de toda la historia de la Iglesia primitiva (Hech 2, lss.; 8, 15-17; 10, 44-46 y 11, 15-17; 19, 2-6). En estas narraciones II. aparece claro que el don del Espíritu Santo concedido a los apóstoles es el mismo para todos (Hech 10, 47; 11, 15-17; 15, 7-11). Otro rasgo característico es la "soberana libertad del Espíritu". Él no está condicionado por nada ni por nadie; se manifiesta cuando quiere y como quiere. Ya Jesús se lo había enseñado a Nicodemo (Jn 3,7-8). Ciertamente hay como un esquema: la recepción del sacramento del Bautismo, la imposición de manos por los apóstoles, la Efusión del Espíritu. Pero la soberana libertad de Éste, lo rompe y se manifiesta en otro orden (Hech 10, 47). "El Espíritu" de Dios es la gran fuerza libre cuyas iniciativas vienen construyendo la Iglesia desde sus orígenes: iniciativas, desconcertantes en ocasiones, que hacen saltar las barreras entre las que si se dejara uno llevar de la tentación, encerraría la realización del plan de Dios, Por esto podrá escribir Pablo: "Donde está el Espíritu del Señor, está la libertad (2 Cor 3,17). Una libertad como la de Cristo no para el antojo, sino para el servicio y el don".1 Este modelo primitivo sigue siendo el nuestro. A éste se refieren Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo II, cuando repetidamente hablan de la necesidad de un nuevo Pentecostés para la Iglesia y el mundo. No hacen sino recordar, pedir y suscitar una esperanza cuyas raíces están en los mismos comienzos de la Iglesia, y ¿cuál es ésta?: "La de una perpetua renovación de Pentecostés en la Iglesia, como también cada vida cristiana [...]. En la Iglesia, que, en el rodar de los últimos siglos, había sufrido algunas desviaciones y esclerosis [...]. Su deseo era (el de Juan XXIII), que lo cerrado se cambiara en impulso hacia el porvenir; que la letra fuera vivificada por el Espíritu. Así, la convergencia de las libertades suscitadas por los carismas reemplaza a cierto orden establecido".2 Los rasgos característicos de las comunidades de la Iglesia los ha dejado bien definidos San Lucas en los Hechos 2, 42-47 y 4, 32-35. Estos constituían lo esencial del modelo. Las actividades más extraordinarias del Espíritu a través de los carismas, que se dieron, no ponen en segundo plano a lo que constituye el modelo normal. Una realidad no niega ni debilita a la otra. También éstos son obra del Espíritu y hoy quieren prodigarlos para formar el pueblo de Jesús resucitado. Pero este modelo fundacional no debe llevar a pensar en un modelo de sociedad para copiarlo. Es un diseño que, en la realidad, resultará distinto para nosotros por el contexto en que vivimos, pero "también rigurosamente centrado en torno al eje de la Resurrección, y coincidente con el movimiento del Espíritu que inspiró el primer diseño [...]. Los mismos componentes básicos pero combinados y vividos de otro modo, para producir hoy, concretamente, el mismo efecto de impacto saludable". En este impacto tiene también su parte el que Dios quiere producir por el don de sus carismas, sencillos o extraordinarios. El Pentecostés de la Iglesia primitiva tiene esa doble dimensión de un modelo fundacional, integrado por el ordinario y cotidiano del vivir comunitario y misionero, y por el influjo del Espíritu que edifica la Iglesia en la caridad por los carismas.3 De otro modo: "La Renovación Carismática en modo alguno quiere promover un retorno simplista, desnudo de todo sentido histórico, a una Iglesia neotestamentaria idealizada. Reconoce el valor de las comunidades primitivas del Nuevo Testamento. Asume sus rasgos fundamentales y se inscribe en la tradición que llama a todo hombre a la conversión y al Reino". Se sitúa en la tradición católica. Obviamente la distinguen ciertas acentuaciones peculiares, propias. 4Pero tengamos muy claro que la Renovación Carismática, quiere "lanzar" a todos los hombres a la misma fuerte llamada a la conversión, a liberar a los incrédulos de "mente" o de "corazón" y mostrarles el "señorío" práctico de Jesús, al que deben someterse, bajo la fuerza y el poder del Espíritu Santo, que desea realizar en ellos la "imagen de Cristo" (Rom 8, 28-29) y tomarlos como poderosos instrumentos para la instalación del Reino de Cristo y de su crecimiento.5 2. Sobre la esperanza de un nuevo Pentecostés Intentamos resumir lo que tan certera y sensatamente, apoyado en la Palabra de Dios, apunta J. Kremer, en su obra Pentecostés. a) El nuevo Pentecostés no hay cjue interpretarlo en el sentido de "una forma de vida ideal eclesial", como no pocos se imaginan que fue la vida en el primer Pentecostés. La descripción de Lucas es muy positiva, pero no oculta sus sombras, a veces, densas. También allí se daban la hipocresía (Hech 5,1), la ambición disimulada (Hech 8,18ss.), serias disputas (Llech 5,39), fuertes tensiones (Hech 6,15), etc. "El comienzo de la Iglesia fue más sencillo y menos brillante de lo que nos imaginamos, aunque estuviera fuertemente dominado por la acción del Espíritu. Este modo real de ver a los primeros cristianos nos guarda de toda idealización de la Iglesia primitiva".6


b)

Algo verdaderamente manifiesto y claro debe ser nuestra persuasión de la acción del Espíritu y de la fuerza ele Dios que se hace

patente en medio de la debilidad y de lo despreciable (1 Cor 1, 24-30). Esta persuasión es la que los animó -realidad que se ha prolongado en la historia de la iglesia- a poner totalmente la esperanza en Jesucristo y por Él en Dios, en medio de tiempos difíciles. "Fue eso lo que les animó a predicar y vivir el Evangelio como una pequeña minoría y en medio de un entorno que los rechazaba o se les mostraba indiferente. En la impotencia de la muerte de Jesús (2Cor 4, 10), se realiza su misterio y esto ha de aplicarse a la vida cristiana. c) "Así, que desde la perspectiva bíblica -la esperanza de un "nuevo Pentecostés"- únicamente puede significar que esperamos ser llenados del Espíritu Santo, el cual nos hace capaces y nos apasiona para creer en Jesucristo aun en medio de las mayores dificultades, dando testimonio convincente de Él como Iglesia en medio del mundo porque creemos que Jesucristo resucitó de entre los muertos" (2 Cor 4, 13-14). d)

Sigue siendo incierto cómo van a ser las circunstancias externas en las que el Espíritu de Jesús dará testimonio de él a través de la

Iglesia (Hech 5,32); no consta bíblicamente que todos vayan a aceptar el testimonio del Evangelio. La Iglesia seguirá siendo la Iglesia del Crucificado, llevando la gloria del Señor en un vaso de barro quebradizo (2 Cor 4,7).

II.

Pero esta realidad en nada se opone a otra que está comenzando a florecer y se presenta con la promesa de una acción poderosa, el ver una renovación de fondo en el pueblo cristiano por la fuerza del Espíritu. El sano y fortalecedor optimismo, no contradice a una visión en la que no faltará la contradicción, la oposición, la cruz de Cristo y el morir del grano de trigo (Jn 12,24).7 e) La promesa del Espíritu sigue siendo válida y nos invita a "aspirar" a sus dones, y a experimentar su poder, teniendo en cuenta los criterios de discernimiento de la experiencia del Espíritu (ITes 5, 11). f) "La Iglesia de Cristo es el lugar ordinario donde se recibe el Espíritu. De aquí la importancia de las reuniones" (Hech 2, 44; 4, 32; 5,12.16; 20.7), como presupuesto para recibir el Espíritu: el orar en común y el escuchar en común la palabra de Dios. "Esto se puede dar en una comunidad algo grande de 'aldea o templo' y 'en las casas'; en ambas se concretiza la única Iglesia, llamada 'pueblo de Dios' 'Cuerpo de Cristo'. Esto no excluye que el Espíritu pueda y quiera actuar de otro modo y en otras circunstancias. Se ha de tener muy en cuenta que deba tener un lugar de privilegio el anuncio de la muerte del Señor en el contexto de la Eucaristía, centro de la vida cristiana y, por tanto, la oportunidad única para recibir el Espíritu".8No olvidemos que la oración y la meditación privada; la meditación en el silencio y el retiro tiene para los cristianos siempre una relación con la Iglesia, encontrándose ordenados a llenarse en común con el Espíritu Santo. Pero, según la Biblia, las experiencias extraordinarias no deben destruir el culto comunitario (1 Cor 14, 23ss.). Esas experiencias tienen sólo una función subordinada, funcional. Así lá oración comunitaria y personal se complementan y fortalecen mutuamente: la comunitaria lanza a la personal y ésta enriquece a la primera. Como una consecuencia que se desprende naturalmente, hemos de concluir: Es importante estar disponibles y sabernos liberar dentro de nuestros deberes, para congregarnos como iglesia. Ahí nos iremos liberando de nuestros egoísmos, perezas, pusilanimidades, etc... Y nos iremos llenando de "la libertad de Cristo": dispuestos para sacrificarnos y amar a los más humildes; a ir dando nuestra vida, por amor, en las ocupaciones diarias; a valorar las realidades humanas con el Espíritu de Cristo, a imitar su bondad, su compasión, su sacrificio... De esa manera, no sólo nos vamos llenando del Espíritu de Jesús, nos sentimos también fascinados por Dios y empujados a alabar y anunciar sus maravillas como se dice en el relato de Pentecostés (Hech 2, 11; Ef 5, 18ss). Al servicio de la única obra de Cristo: Recibir el Espíritu Santo no es una meta. Está en función de realizar el Reino de Cristo en nosotros y en el mundo. (Hech 1, 8; Lc 24, 48s.). Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación estamos capacitados y encargados de cooperar en la realización del Reino de Cristo, de ayudar a la obra salvadora conforme al don del Espíritu (Ef 1, 10. 12-16). La Iglesia se encuentra en cada uno de nosotros y, en sí misma, en estado de "edificación": la obra de Cristo sigue sin terminarse; y debe continuarse la construcción hasta el final de los tiempos. Aquí nos damos de frente con nuestras propias imperfecciones y pecados, y con los de los que nos rodean. La Iglesia es, a la vez, santa y pecadora; necesitada, por tanto, de constante y progresiva conversión. Por eso, poseer el Espíritu es también enfrentarse a una llamada a superar en sí y en los demás cuanto se opone al establecimiento y perfeccionamiento del Reino de Cristo, con el poder del Espíritu (Cfr. I Cor c. 13).9 3. Una visión real a) Por más optimistas que seamos, siempre nos quedaremos lejos de lo que Jesús quiere obrar en nosotros por su Espíritu. Por más que el Pentecostés de los apóstoles fuera un caso singular, por su posición: "columnas y fundamento de la Iglesia", y por su misión, como pastores de ella, nuestro Pentecostés personal se fundamenta y asemeja al suyo. Sigue sus líneas generales y se repite en cada uno que lo acepta con las variantes que marcan el plan particular de Dios y la generosidad de quienes lo reciben. b) Podemos, pues, afirmar que cabe en nosotros tener la esperanza de recibirlo todo. El mismo Señor nos lo asegura-. "[...] si Uds. que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan" (Lc 11,13). El argumento parece ser concluyente; El Espíritu Santo es el don supremo del Padre y de Jesús. No cabe, pues, otro don que lo supere. Cuanto se nos conceda, siempre será inferior al Espíritu Santo. Si podemos aspirar a poseerlo y que se nos otorgue en profusión por el amor del Padre, podemos también aspirar a que se produzcan en nosotros todos los frutos y nos conceda los dones que lo acompañan, según el plan de Dios sobre cada uno.


Sin duda que nos es lícito recordar y asemejar cuanto decimos a lo que tan persuasivamente afirma San Pablo, a propósito de la generosidad del Padre: "Dios, que no perdonó a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a conceder con Él cualquier cosa? (Rom 8, 32). c) Hacer un resumen, por más abreviado que sea, resulta difícil por la multiplicidad de la acción del Espíritu en cada uno. Lo haríamos recordando la doble acción del Espíritu "san- tificadora" y "carismática", a que hemos aludido sobre todo en la Instrucción anterior. Sin embargo podemos esperar de la acción del Espíritu frutos parecidos a los que obró en los apóstoles. d) El testimonio del cardenal Suenenspodría ser un resumen general de esta obra del Espíritu Santo: "Desde el momento en que el Papa Juan XXIII pidió que surgiera un nuevo Pentecostés, pienso que hemos asistido, por medio del Vaticano II, al comienzo de este soplo del Espíritu Santo y, con gran sorpresa nuestra, vemos cómo en América, en 1967, tuvo lugar un acontecimiento de gracia muy especial en unos jóvenes que estaban orando durante un retiro. Ellos habían pedido que el Espíritu Santo los transformara e hiciera de ellos instrumentos de su gracia. Entonces, se produjo, realmente, algo extraordinario que se extendió al mundo entero, a través de los cinco continentes.

II.

A mi juicio, lo más característico de esta Renovación es que desde el principio no hay un fundador. A través de la historia podemos contemplar movimientos espirituales con nombres concretos, por ejemplo San Francisco y el Franciscanismo. Pero en nuestro caso no hay fundadores. En los comienzos esto acontece fundamentalmente en el ámbito de los seglares, después pasa a la Universidad. Todo e^to proviene de América. No era precisamente el entorno donde se esperaba la Renovación espiritual. Hay personas que dicen: '¿De Nazaret puede surgir algo bueno?'. Pero el Señor tiene sus caminos y medios. A partir de entonces, el Movimiento de Renovación ha invadido nuestras parroquias, nuestras comunidades y, de verdad, me encuentro ahí, frente a una especie de primavera espiritual. Una primavera es algo que invade todo. La primavera cambia el aire, afecta las flores, el sol, los árboles. Es una renovación en el Espíritu Santo capaz de transformar todas las cosas, comenzando por nosotros mismos. Yo creo en la Renovación Carismática -no me gusta mucho esta palabra porque entonces nos estamos refiriendo a los carismas-. En la Renovación en el Espíritu Santo, con sus dones de fe, esperanza y caridad en primer lugar, después los carismas pero en su lugar".10 —Notas 1

A. Fermet, El Espíritu Santo es nuestra vida, Sal Terrae, 1985, 52-53-

2

R. Laurentin, citado por A. Fermet, ob. cit. 58.

3

A. Fermet, ob. cit. 60.

4

Cfr, Le Renouveau Charismatic, Colíoque de Malines, 4.

5

Le Renouveau Charismatic, ob. cit, 425.

6

W, Kopfermann y otros autores, Dones del Espíritu hoy, (Dr. H. Muhien). Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 22ss.

7

J. Kremer, Pentecostés, 76.

8

W. Kopfermann y otros autores, Dones del Espíritu hoy, Secretariado Trinitario Salamanca, 1987, 32-36.

9

J. Kremer, ob. cit.76-84.

10

Cardenal Suenens, Koinonía, n. 71, mayo-junio, 1988, 16-17. P. Lebeau, "Le Renouveau Charismatique et ecumenisme. Lumen

Vitae, n. 1. 1976, 2-20.


IV. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO EN LA HISTORIA DE SU ACTUAL NACIMIENTO

1. La Renovación Carismática Católica, en su contexto -No se puede entender la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo si no es partiendo del hecho "fundacional" del primitivo Pentecostés de la Iglesia.1 La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo es una repetición en la vida de la comunidad eclesial y en la vida de cada bautizado del hecho primigenio, excepcional del gran Pentecostés de la historia de la Iglesia.

II.

-Más aún, no se podrá llegar a comprender, menos a penetrar, todo el profundo sentido de la Renovación Carismática, si no es a partir de la comprensión de la doble dimensión de la Iglesia. Cristo el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia Santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos. Más la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales no deben ser consideradas como dos cosas distintas sino más bien forman lina realidad compleja que está integrada de un elemento divino y otro humano.2 -De otro modo-, la Iglesia es, a la vez, realidad visible e invisible constituida por hombres, a merced, por tanto, de la debilidad humana pero también animada por el Espíritu Santo, revestida de su poder y teniéndole a Él como garantía de su fidelidad. La iglesia es a la vez, una estructura y una corriente de gracia; una realidad perceptible por los sentidos y un "misterio" sobrenatural; una institución jerárquica, pero en la que el Espíritu derrama sus carismas. Nunca, pues, se debe oponer ni privilegiar una a expensas de la otra. Ambas provienen del Señor y la misma institución es ya un carisma de la Iglesia, dado por el Espíritu. -La Renovación Carismática es "más que una reestimación de la oración y una comunidad de alabanza a Dios".3 Se da en ella la presencia de efectos maravillosos de carismas, pero también se dan fuertes y abundantes testimonios de conversiones profundas, de crecimientos progresivos en el amor de Dios y del prójimo, de la transformación de la vida, de compromisos apostólicos abnegados, en el brote de comunidades llenas de amor y dispuestas al servicio desinteresado de sus hermanos... Todo ello nos hace recordar los efectos de la primera Efusión del Espíritu sobre los apóstoles el día de Pentecostés. ¿Es esto posible en nuestros días? Muchas personas, sacerdotes, religiosos y laicos, dan testimonio de ello. Perteneciendo a una gama variadísima de posición social, cultura, formación, ambiente, edad, contexto religioso, etc., testimonian el cambio operado en sus vidas bajo la acción del Espíritu. Y muchos, también, confiesan la realidad de haber sido agraciados con dones del Espíritu que son discernibles y verificables a plena luz. 2. Nacimiento u origen de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo -La Renovación Carismática, es totalmente distinta de todo otro movimiento religioso. De cuantos existen en la Iglesia podemos afirmar que han tenido principio en una o varias personas, inspiradas y asistidas por el Espíritu Santo, que dieron comienzo a un movimiento apostólico con determinadas características. La Renovación Carismática Católica no tiene este origen. Se trata de una acción u obra del Espíritu. A varias personas, en un ambiente de profunda oración personal y comunitaria, se les imponen las manos y reciben una fuerte Efusión del Espíritu Santo que transforma sus vidas y les entrega totalmente a la obra del Señor, para ser realizada bajo el poder y los carismas del Espíritu. Es el mismo Espíritu quien los toma y se constituye en el "fundador" de esta corriente de gracia.4 -A partir de este acontecimiento fundamental, célula germinal de la Renovación Carismática, ésta comienza a extenderse y propagarse, y va progresivamente desarrollando los elementos que ya estaban contenidos. La Efusión del Espíritu Santo, la oración comunitaria, fundamentalmente de alabanza, usada en los grupos de oración, la presencia de los dones del Espíritu o carismas están ya presentes desde el mismo origen que se inició con la acción profunda del Espíritu en las personas por las que se oró. La conversión y la entrega incondicional a Jesús, reconocido como Salvador y Señor; el crecimiento en su conocimiento y amor; la transformación de la propia existencia cada vez más purificada, en Jesús y el desarrollo de una sólida vida espiritual en fe, esperanza y caridad; el amor y el servicio a los demás; el compromiso en la Iglesia para su edificación, donde quiera que se necesite; la floración de los frutos del Espíritu; la guía y la ayuda por la fuerza del Espíritu y sus carismas como sustrato y realidad fundamental de cuanto la persona y la comunidad realiza hacia adentro y hacia afuera, he aquí lo que constituye la Renovación Carismática, presente ya desde sus mismos comienzos, pero desarrollado y acrecentado en el correr del tiempo.5 3- El Concilio Vaticano II La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo A. Juan XXIII El 25 de diciembre de 1961 Su Santidad Juan XXIII convocaba solemnemente el Concilio Vaticano II, mediante la Constitución Apostólica-, Humanae salutis. En el texto de la Constitución el Santo Padre elevaba sus ojos al cielo clamando por la Efusión de un nuevo


Pentecostés sobre la Iglesia: "Repítase ahora en la familia Cristiana elespectáculo de los apóstoles reunidos en Jerusalén después de la Ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida toda en comunión de pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, pastor de los corderos y ele las ovejas". Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestros tiempos los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la iglesia santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el Reino del Salvador divino, que es el reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Amén.6 B. El Concilio Vaticano II El Concilio Vaticano II, como todo Concilio, estuvo bajo la guía del Espíiitu Santo Es un concilio en el que la doctrina sobre el Espíritu Santo y los carismas se prodigan manifiestamente y más allá de lo que muchos padres congregados esperaban.

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La persona y la acción del Espíritu Santo, se tocan, profundizan, aclaman. Baste recorrer el índice de materias de la edición de los documentos conciliares de la Biblioteca de Autores Cristianos y detenerse en las palabras "Espíritu Santo", para darse cuenta de la atención y profundidad que el Concilio le dedicó. Los carismas, que en anteriores concilios apenas se habían mencionado, son tratados aquí con inusitada frecuencia. Enumeramos los principales pasajes donde el Concilio aborda los carismas sin intentar, siquiera, dar un resumen de su doctrina: LG 4, 5, 7, 12, 30; PO 4, 9; AA 3; 30; ADG 4, 23, 28. No había pasado ni siquiera un año de finalizado el Concilio, cuando en el verano-otoño de 1966 comenzó a despuntar el fenómeno religioso llamado ahora "Renovación en el Espíritu Santo". En estas circunstancias, la Renovación aparece como un acontecimiento postconciliar estrechamente vinculado al Concilio mismo, en una coyuntura histórica importante para la Iglesia Católica. La Renovación en el Espíritu es, según la apreciación del Cardenal Suenens, como una segunda gracia de Dios, a la Iglesia y al mundo, después de esa primera gracia que fue el Concilio Vaticano II. El Concilio fue una primera gracia pentecostal y eclesial a nivel de "obispos"; la Renovación es una gracia pentecostal a nivel de la "gran Comunidad Cristiana".7 4. Itinerario del origen de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo En los umbrales del acontecimiento a) Las Universidades de Duquesne y Notre Dame. Son los centros principales donde tienen lugar los sucesos que, brevemente, se referirán. Duquesne University es una universidad católica en Pittsburgh, dirigida por los Padres del Espíritu Santo; la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana, es la Universidad católica más conocida en Estados Unidos. Está bajo la dirección de los Padres de la Santa Cruz.8 Más tarde intervienen otros centros universitarios: la Universidad Ann Arbor, del estado de Michigan en East Lansing. Entre las dos universidades mencionadas arriba hay, en los sucesos que relatamos, una estrecha conexión: Varios profesores de Duquesne han hecho sus estudios para graduarse en Notre Dame y, a su vez, varios graduados en Notre Dame han hecho sus estudios de posgraduados en Duquesne. Existe, pues, un vínculo especial de amistad entre ellos. Todas estas personas figurarán de manera muy personal, en los orígenes de lo que se llamaría la Renovación Carismática. De esta íntima relación existente entre ellos resultó que los acontecimientos de Duquesne se supieron muy pronto en Notre Dame. Por cartas, llamadas telefónicas y visitas personales, se les enteró con prontitud de lo que estaba ocurriendo en Duquesne.9 b) El ambiente de intensa actividad de estudio, oración y apostolado en el que tuvo inicio la Renovación Carismática. -En las comunidades de Notre Dame y South Bend, con anterioridad a febrero de 1967 se celebraban asambleas de oración que consistían en lecturas del Evangelio, oración espontánea, canto y debate. La oración, sin embargo, era menos espontánea de lo que será posteriormente, una vez iniciados los grupos de oración en la Renovación Carismática. En la Universidad de Notre Dame, durante un período comprendido entre 1963 y 1964 estas actividades florecieron de un modo notable. Los Cursillos de Cristiandad. En 1964, se introdujeron los Cursillos de Cristiandad, en gran parte un movimiento de conversión y de formación espiritual nacido en España antes del Concilio Vaticano II. Es otro elemento que prepara el ambiente en el que se inicia la Renovación Carismática. Algunos de sus altos dirigentes están implicados en los comienzos de ella. En los años siguientes, las actividades descritas decayeron o desaparecieron por completo. Aunque el fuego del nuevo Pentecostés que comenzó a encenderse en la primavera de 1967 tuvo su origen remoto en la levadura de una intensa actividad de estudio, oración y apostolado, este fermento de algunos grupos no correspondía, en modo alguno, al ambiente general de la Universidad. "No obstante, estos grupos desempeñaron un papel de verdadera importancia como preparación del movimiento pentecostal, tanto iniciando a la gente en la oración y el apostolado, como suscitando amistades que después sirvieron de cauces para el Espíritu pentecostal".10 El clima religioso mundial, sobre todo el que imperaba en los Estados Unidos de América no era, precisamente, muy halagador. Estaba en su cima el movimiento teológico denominado la "muerte de Dios". "En 1966 el catolicismo norteamericano vivía una situación especial. La Iglesia Católica estaba dividida en dos facciones en este país. Este desacuerdo era consecuencia de diferentes esfuerzos emprendidos para poner en práctica Jos decretos del Vaticano II,


conservadores y liberales se enfrentaban sin esperanza de reconciliación. Y, en este mismo año (1967), comenzó a manifestarse la acción fuerte y poderosa del Espíritu Santo a través de la que se llama Renovación Carismática".11 c) Los momentos más importantes del nacimiento de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo. -Agosto de 1966: (Universidad de Duquesne): Fue en este mes en el que comenzaron los sucesos que desembocaron en la futura Renovación Carismática. Durante este mes se celebra el Congreso Nacional de los "Cursillos de Cristiandad". A él acuden algunos profesores católicos laicos de la Universdad de Duquesne, (sus nombres son: Ralph Keifer y su esposa Pat; Patrick Bourgois y William Storey). 12 En el Congreso se encuentran también Steve Clark y Ralph Martin. El primero acaba de leer un libro que "le atrae y desconcierta"; La cruz y el puñal, de D. Wílkerson, puesto en orden y redactado por John Sherrill. En el libro se relata el poderoso ministerio cristiano de aquel entre los pandilleros del peor de los barrios de Nueva York, Brooklyn.13 Los profesores de Duquesne, después de volver del congreso, leyeron la obra. Uno de ellos quiso comprobar el sentido del libro, estudiando la Biblia en los pasajes que se referían a la poderosa acción del Espíritu

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Santo. Quedó sorprendido por la coherencia que encontró entre la actuación del Espíritu de que daba cuenta la obra y los pasajes referidos a la acción del Espíritu que se nos exponen en la Biblia, sobre todo en los Hechos de los Apóstoles. El citado libro venía a ser como un despertador y un guía de una realidad tan formidable como era la presencia y la acción del Espíritu Santo en la vida y el apostolado de los cristianos. No tardó en comunicar a los compañeros que asistieron al Congreso sus descubrimientos. Durante varios meses compartieron, leyeron, discutieron y, sobre todo, oraron a base de este libro. Más adelante leyeron también otro libro: Hablan otras lenguas de John Sherrill. -Otoño de 1966. Algunos profesores seglares de la Universidad de Duquesne, el doctor Storey y un teólogo Ralph Keifer, se dedicaban en forma activa a tareas de carácter litúrgico, espiritual y apostólico.14 Se encontraban desalentados por los mezquinos resultados. Veían la fuerte y bien trabada organización, pero escasos los efectos apostólicos de verdadera fe cristiana. Constataban, sin embargo, que los primeros apóstoles del cristianismo obtenían efectos sorprendentes, ¿Por qué, pues, no volver a su inspiración a pesar de las grandes diferencias con el mundo actual? Algo fundamental estaba fallando cuando la palabra de Dios, el anuncio cristiano producía frutos tan mezquinos Necesitaban una fuerza "nueva" para proclamarlo. La del Espíritu. Se impartía una instrucción que se apoyaba únicamente en el saber y la habilidad para comunicarla pero no se les daba el auténtico, fuerte y decidido anuncio cristiano. Este anuncio era posible darlo también en nuestros tiempos; era posible recibirlo y responder a él de manera realmente eficaz en el poder del Espíritu. Este anuncio se comienza con la proclamación de que "Jesús es el Señor" (1 Cor 12, 2).15 Llegaron a la conclusión de que les faltaba el Espíritu de los primitivos cristianos para predicar el Evangelio. Hicieron entonces un pacto entre sí de orar unos por otros pidiendo la inspiración del Espíritu Santo y se comprometieron a recitar diariamente el himno de la Misa de Pentecostés, la llamada Secuencia del Espíritu Santo. Perseveraron en su oración por un año. -6 de enero de 1967. El grupo de profesores busca, ahora, tener la experiencia del Espíritu, de la que dan testimonio los libros citados, leídos por ellos y, sobre todo, los Hechos de los Apóstoles. En esta búsqueda acuden a un sacerdote episcopal, William Lewis, hombre bien informado, quien los pone en contacto con la señora Betty de Schomaher, que dirige en su casa una reunión de oración Pentecostal. La reunión tuvo lugar en la casa del sacerdote episcopal el 6 de enero. A ella asistieron los mencionados profesores, la señora Betty y el sacerdote Lewis. Se dialogó largamente y el sacerdote episcopal participó en la discusión ayudando con su saber y experiencia. También la señora Betty contribuyó mucho con su discreción y conocimiento de la palabra de Dios. Al fin de la reunión los invitó a otra que había de tenerse el 13 de enero. En ese día se celebraba en la Iglesia Católica el Bautismo de Jesús en el Jordán, y su unción por el Espíritu Santo. Se reunieron en casa de la señora Florencia Dodge, presbiteriana, que había iniciado el grupo mencionado, hacía tiempo. Asistían a la primera reunión de oración. -13 de enero de 1967. Ese día se celebraba la festividad del Bautismo de Jesús en el Jordán. Las cosas se desarrollaron del modo siguiente: De los cuatro que estuvieron presentes en la reunión anterior, sólo dos pudieron asistir a ésta: Patricia Bourgois y Ralph Keifer. El tema de la oración y del diálogo fue la epístola a los Romanos. Había una ausencia total de Espíritu sectario. La reunión se terminó cuando ambos pidieron el Bautismo en el Espíritu Santo, Se dividieron en varios grupos porque había otras personas por las que orar. "Me pidieron que yo hiciera un acto de fe para que el poder del Espíritu obrara en mí. (Es Keifer quien lo narra). Acto seguido hablé en una lengua extraña. No fue cosa tan sublime ni tan espectacular. Pude sentir cierta paz y un deseo de orar y, a decir verdad, una curiosidad de saber a dónde iba a dar todo esto. Después sacaron un refrigerio e hicieron un festín". El hablar en lenguas no fue algo extraño para él. Lo primordial que sucedió en su vida fue el avivamiento de su fe. A la semana siguiente Ralph Keifer impuso las manos a sus otros dos compañeros (su esposa Pat y William Storey), para recibir el Bautismo en el Espíritu Santo.


Así para fines de enero o principios de febrero eran cuatro los miembros católicos de Duquesne que habían recibido el Bautismo o Efusión del Espíritu Santo. Los efectos que se produjeron los describe hermosamente uno de ellos. K. y D. Ranaghan; los han recogido con cariño y objetividad en su libro: Pentecostales católicos. Ellos mismos hacen constar claramente que el Bautismo en el Espíritu no reemplaza al Sacramento del Bautismo y de la Confirmación. No es posible. Esta es la doctrina, no puede ser otra, que acepta el católico. Es la reafirmación y Renovación como adulto de estos sacramentos, exponiéndonos a toda su gracia sacramental.16 —Mediados de febrero Un pequeño grupo de estudiantes junto con los profesores de Duquesne, decidieron dedicar un fin de semana (17- 19), a la oración y meditación, centrada en los primeros capítulos de los Hechos. Eran unas treinta personas. Fue un retiro que confirmó de una manera manifiesta lo que ya había comenzado a surgir con fuerza. Todo el día del sábado lo pasó el grupo en oración y estudio. Varios de ellos habían oído hablar del Bautismo del Espíritu Santo y

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pidieron a Ralph Keifer que orase por ellos, para que Él actuase plenamente en sus vidas. Subieron al segundo piso y allí, orando, recibieron una honda impresión de la presencia del Espíritu de Cristo. Durante esa noche se oró por los demás. En la capilla recibieron la Efusión del Espíritu y tuvieron la certeza espiritual de que la oración había sido escuchada; la transformación interior y la manifestación de dones del Espíritu lo confirmaba. Otros muchos fueron tocados por el Señor a través de este grupo. Así iba creciendo el número de los que se vieron ungidos con la acción poderosa del Espíritu derramada en la Efusión recibida. -En la Universidad de Notre Dame A fines de enero de 1967 Bert Ghezzi, graduado de la Universidad Duquesne y que estudiaba en Notre Dame para su doctorado en Historia, comunica a algunos universitarios de esta Universidad lo que está sucediendo en Pittsburgh. A mediados de febrero, Ralph Keifer, antes del retiro de Duquesne, va a Notre Dame, por fines de negocios y pasa un fin de semana con sus compañeros de la universidad. Allí les narra sus experiencias. Pasado el retiro que se tuvo en febrero del día 17 al 19, les llama desde Pittsburgh por teléfono para contarles los acontecimientos sorprendentes del retiro de Duquesne en el que recibieron el Bautismo en el Espíritu Santo y las maravillas obradas. Coincidía con la reunión planeada para el sábado 4 de marzo. Este sábado un grupo de estudiantes amigos de los esposos Ranaghan se reunieron en casa de éstos. Eran unos treinta jóvenes y señoritas sentados informalmente. Habían comenzado cuando llegó un profesor de Duquesne, que había ido desde Pittsburgh. Les habló y testificó sobre la experiencia propia de su Bautismo en el Espíritu Santo. La noche siguiente, 5 de marzo, el grupo reunido -los esposos Ranaghan y siete personas más-, pidió oraciones y la imposición de manos para recibir los frutos y dones del Espíritu y para que sus vidas fueran más intensas y plenamente cristianas. Los electos fueron manifiestos: Ante todo, un profundo cambio interior; se tuvo la experiencia del amor en sus vidas, la unificación del Espíritu con la paz, la fe, la fortaleza, y una nueva confianza, un gran deseo de ser testigos de Jesucristo ante los demás. -13 de marzo de 1967 Hay una nueva reunión en casa de Ray y Mabel Bullard. Ray es una persona de gran experiencia de carismas, hombre sencillo y modesto que pretende realizar en su vida la voluntad de Dios y convertirse en instrumento suyo. Se le llama por teléfono y el grupo fue invitado a una asamblea de oración en su hogar, a la semana siguiente. Él invitó a personas de otras denominaciones que tenían experiencia del Bautismo en el Espíritu. Eran unos veinte. Ellos oraron por el grupo de Notre Dame. El Espíritu Santo se prodigó abundantemente y casi todos recibieron el don de lenguas. -Primera asamblea de oración en Notre Dame Una vez que pasó la Semana Santa, tuvo lugar la primera asamblea de oración de la futura Renovación Carismática en casa de los esposos Ranaghan del 7 al 9 de abril. Eran cuarenta personas: estudiantes, sacerdotes, prc'esores de Notre Dame y otros tantos de la Universidad de Michigan. Hubo una primera parte en la que se cantaron himnos, se leyeron pasajes de la Escritura; se interpretaron brev; 'líente... y todo en un ambiente natural, ausente de solen .lídad, lleno de alegría, de paz. Hubo un descanso intermed o. Se reanudó la asamblea y el que la dirigía anunció que había llegado el momento de imponer las manos y de orar pvr los que quisieran. A algunos miembros de ambas universidades y a varios sacerdotes se les impusieron las manos y se eró por ellos para que recibieran el Bautismo en el Espíritu. se volvieron a repetir los efectos sorprendentes que el Espíritu Santo había suscitado en las ocasiones precedentes, aúneme en ésta no recibieron el don de lenguas. Fue una repetición de las gracias especiales que llovieron sobre sus compañeros en anteriores reuniones de oración, y cada uno fue favorecido conforme al designio del Señor. Así podemos afirmar, se originó lo que poco después comenzó a llamarse la Renovación Carismática Católica y en otras partes, Renovación Cristiana en el Espíritu Santo.17 -Junio de 1968 Se organiza una sesión de estudio sobre la Renovación Carismática Católica. La organiza el Centro Bérgamo en Dayton (Ohio). En ella participan los primeros teólogos de la Renovación. Entre ellos se cuentan Barnabas Ahern, Josephine Ford, Kilian McDonall, E. D. O'Connor, etc. En el mes de noviembre de este mismo año la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos determina se haga un estudio sobre el movimiento carismático entre los católicos.1819 —Notas 1

P. Lebeau, "Le Renouveau Charismatique et ecumenisme", Lumen Virae, n. 1. 1976, 2-20.


2

Carel. L-J. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés?, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, 19.

3

W.Smet, Yo hago un mundo nuevo, Edit, Roma, Barcelona; 1975, 25.

4

Varios autores , Los Jesu i tas y ¡a Ren ovación Ca ris m ática, Cen trum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1984.

5

K. M. Ranaghan, News Letter, March, 1989, 1.

6

Humanae salutis, n. 21.

7

S. Carrillo Alday, La Renovación en el Espíritu Santo, Instituto de Teología Pastoral, México, 1984, 15-16.

8

W Smet, ob. cit. 35, nota 8.

9

E. D. O' Connor, La Renovación Carismática, Lasser Press, México, 1974, 39-40.

10

E D. O' Connor, ob. cit. 40-42.

11

W. Smet, ob. cit. 34.

12

K. and D. Ranaghan, Pentecostales Católicos, Logos Internacional, Plainfield, N. J., 1971, El libro es una obra clásica para conocer

todo el proceso de la aparición de la Renovación Carismática.

II.

13

K. and D. Ranaghan, ob. cit, 3-4.

H

W. Smet ob. cit. 34-35.

15

T. Beck, "Los movimientos en la actualidad de la Iglesia", Communio, Madrid, jul. ag., 1986, 440-443.

16

K. and D. Ranaghan, ob. cit. 9-14.

17

E. D. O' Connor ob. cit. 44ss.; Cfr. Bert Ghezzi, One memo iré on Catholic Charismatic Reneival, New Convenant, february. 1987,

9-11. 18

Bert Ghezzi, ob. cit, 9-11.

19

Cfr. Patti Gallagher Mansfield, As by a New Pentecost, Franciscan University Press, Franciscan University of Steubenville, Ohio,

1992. Se trata de una obra imprescindible para conocer incluso la fecha decisiva del nacimiento de lo que hoy se denomina Renovación Carismática Católica (o también Renovación Cristiana en el Espíritu Santo). La autora es testigo ocular, fehaciente de los acontecimientos fundamentales que narra en la primera parte de la obra, página 1 a la 30. La segunda parte, la más amplia, a la que hay que agregar la tercera, incluye los testimonios de las personas que recibieron el Bautismo (Efusión) en el Espíritu Santo el día memorable del nacimiento de la Renovación Carismática Católica (18 de febrero, 1967).


V, LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA COMO REACCIÓN A LA SECULARIZACIÓN Y A UNA RESPUESTA CRISTIANA INSUFICIENTE

Añadimos la siguiente instrucción como un complemento apreciable y, en cierto modo, necesario, para comprender el origen y el profundo sentido de la Renovación Carismática. Seguimos sobre todo a Monseñor R. Coffy en el artículo citado más abajo. "Hay una visión de la Renovación Carismática, considerada desde el 'contexto histórico' en que apareció, que nos da todo el alcance de su significación

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profunda frente al mundo que margina a Dios, y a los cristianos que necesitan renovarse profundamente en su vida" 1. El contexto histórico Ya ha sido bosquejado brevemente: Se trata de un movimiento teológico que comienza a aparecer públicamente en 1950, pero tiene sus raíces en el siglo xix y aun antes. Es la "teología de la secularización", cuya forma más radical es la "teología de la muerte de Dios". Las fechas culmen de esta nueva teología de la secularización van de 1965 a 1970. Precisamente, el nacimiento de la Renovación aparece en la misma cresta de la ola, 1967. Este período teológico tan agitado y novedoso para muchos, halló un eco tan hondo y pronunciado en no pocas conciencias cristianas, que parecía iban a transformar religiosamente la historia. La teología de la muerte de Dios por su extrema radicalidad y por sus pretensiones de un "ateísmo cristiano", fue diluyéndose y perdiendo influjo. No fue así con la teología de la secularización que continuó ejerciendo un influjo considerable. Opone la fe a la religión; deja sin contenido real a esta última, el mismo sentido de la fe, queda, en cierto modo desnaturalizado, podado. "El carácter profano, autónomo y libre de la historia es la condición que posibilita la fe [...] La religión es aún la no autonomía; la fe es lo que permite asumir el carácter profano del mundo".1 2. Una reacción insuficiente -Muchos cristianos reflexionando sobre los postulados de la teología de la secularización que venía a justificar el dicho marxista de que la religión era la fuente de las "alienaciones", dieron un rotundo giro a sus pretensiones: Ya, de hecho, estaban comprometidos con la sociedad para transformar el mundo y construir otro mundo "mejor". Se convirtió en una corriente espiritual que acentuaba el compromiso con el mundo para su transformación, en todos sus campos, sobre todo en el político. Y, obviamente, buscaba una justificación teológica a su misión. Nada de reprochable tenía esto, al contrario. Era legítima y beneficiosa. Pero, y este es el punto de su "insuficiencia": la proyección "escatológica" se diluye, no se niega, más bien se prescinde. -Como consecuencia, hay una insistencia muy marcada, a veces, casi única prácticamente, sobre el "horizontalismo". Los "últimos tiempos", el "más allá" se silencia. En consecuencia, el mundo, en Jesucristo, es visto, reducido a un mundo mejor. Es una reacción legítima, beneficiosa en gran parte, considerada desde las doctrinas y pretensiones de la teología de la secularización. Pero el hecho de haberse limitado a lo humano, hace que haya que considerarla como "reduccionista ", y que su pretendido cristianismo sea manifiestamente insuficiente. Algunos teólogos influyentes comienzan a trabajar para ir restableciendo el equilibrio entre lo horizontal y lo vertical entre lo temporal y lo escatológico, entre lo presente y el "futuro del más allá". El Vaticano II ofrece un material, una concepción y unas reflexiones doctrinales inagotables sobre este aspecto. Esta reacción descrita ante la teología de la "secularización", no ha desaparecido. Subsiste muy marcadamente aún, y ciertos modos de entender la "teología de la liberación" son, no sólo fuertes indicios, sino manifestaciones bien concretas de lo que venimos diciendo. 3- Un acontecimiento inesperado -Es cierto que a la llegada de la Renovación Carismática había precedido la aparición de movimientos de Iglesia que, para muchos autores, han sido la preparación inmediata a la Renovación. Tales, como el movimiento Focolari, los Cursillos de Cristiandad, etc.2 Aun concediendo certeza a esta afirmación, sin embargo, la aparición de la corriente de gracia que representa y es la Renovación, se da inesperadamente. Manifiestamente, el retorno a la oración y a las nuevas formas de evangelización que inauguró la Renovación, por enumerar manifestaciones destacadas de ella, no eran esperadas. El mundo en que hace tan imprevistamente irrupción la Renovación no estaba preparado para recibirla, menos para acogerla. -Más sorprendente aún es el hecho de su propagación, como un fuego que corre de una parte a otra del mundo. Lo que no deja de impresionar vivamente a los que están bien informados de la Renovación, es su aparición repentina y la rapidez de su extensión. Una cita nada más que puede ser el compendio de lo que afirmamos: En Pentecostés de 1975, Paulo VI recibe, durante el Segundo Encuentro Internacional de la Renovación a diez mil carismáticos, llegados a Roma de diferentes países del mundo. Es en el discurso que les dirige en esa ocasión, donde lanza su afirmación que equivale a una implícita aprobación de la Renovación Carismática. La considera,


ante la realidad de los frutos que ya ha dado, "una suerte para la iglesia" y afirma que es preciso poner los medios apropiados para que continúe siéndolo.3 -De entonces acá en los años transcurridos, la Renovación ha ido superando dificultades a veces ingentes, repulsas manifiestas de no pocos que parecían estar llamados a acogerla, guiarla y difundirla; críticas de todas clases, a veces justas y acertadas; a veces exageradas e injustas. Fuera de excepciones que no parecen frecuentes, no obstante las acusaciones y rechazos, ha habido en ella un fuerte sentido de fidelidad, de perdón, de sosiego y paz en recibir las críticas de donde vinieran. Su capacidad de acogerlas y de aprovecharlas, ha sido un factor fundamental de que se haya visto preservada de peligros manifiestos que la amenazaban. Sorprende a quienes pensamos conocerla en cierta profundidad, no sólo la continuidad en su expansión, sino también su creciente purificación; la profundización en la fe, en el amor verdadero, en el compromiso, en la formación espiritual y humana... Creemos que se han dado pasos firmes hacia una solidez y equilibrio creciente de la Renovación. -"No obstante las aprensiones, los reproches y acusaciones (arriba aludidos), la Renovación no cesa de desarrollarse. La crítica no ha sido inútil; ella le ha evitado peligros que no eran ilusorios. La Renovación es hoy una corriente que se impone. Teniendo en cuenta lo que

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ella aporta y el contexto en el que nació y se ha desarrollado, se puede, (a partir de esto), deducir su significación".4 4. Significación de la Renovación A. Delimitación del estudio Intentamos penetrar en el sentido de la Renovación frente al contexto teológico del fenómeno de la secularización. -Nos limitamos a dos aspectos de su significación que parecen dar el contenido esencial de la Renovación en el contexto en que nació como respuesta "contestataria" como "llamada" dirigida a los cristianos. Lo que aquí se considera es el fenómeno de esta corriente de gracia en sí, en su totalidad o globalidad. No precisamente en el comportamiento de los que están en la Renovación ni en las prácticas que en ella se realizan: ejercicio de carismas, Bautismo o Efusión del Espíritu. -Se considera el acontecimiento que marca la Iglesia desde algunos años: la creación de grupos de oración, la fundación de comunidades en las que, bajo normas diversas, se agrupan laicos, bien en el estado de matrimonio, bien como comprometidos en el celibato; sacerdotes, religiosas... que se comprometen a vivir la radicalidad del Evangelio y a testimoniarla con su vida... Tampoco se considera ciar un juicio de valor sobre la manera concreta de orar ni de enjuiciar los modos diversos de evangelizar que practica o los que ha creado y que resultan una auténtica novedad para muchos. B. La Renovación, "contestación" de la sociedad secularizada a) La Secularización: Sus principios y consecuencias. -La secularización de la sociedad se presenta como una sociedad en la que, más que negar a Dios y su existencia, prescinde de Él; no lo considera, lo margina. La religión, entonces, viene a ser para ella, un asunto totalmente privado, hasta llegar a existir sociedades plenamente desentendidas de la esfera religiosa. La religión, pues, no tiene por qué estructurar la sociedad ni tener influencia alguna sobre ella como antes. Una consecuencia, y, a la vez, como el contenido más elaborado de la secularización, es concretamente la sociedad secular; inscribe toda la realidad humana entre el nacimiento y la muerte, ignorando todo el "más allá", no, precisamente, negándolo. "La visión secular del mundo es la de un mundo cerrado".5 -Por otra parte, este mundo autónomo y cerrado sobre sí mismo es infinito. No es, por tanto, posible vivir fuera de él, escapar de él, dejar de sentir su influencia. -Así, con tal concepción la sociedad se organiza vuelta enteramente hacia sí, sin referencia alguna a un Ser que la sobrepasa. El futuro del más allá (escatológico), en el que se da la intervención exterior de la divinidad, no tiene nada que ver con el porvenir ni el desarrollo de la historia. De otro modo, los hombres producen su propio mundo y este mundo, creación de ellos mismos, no tiene referencia alguna con la intervención de Dios. Encuentra su fin, sus determinaciones y su futuro en sí mismo. -La fe, la religión, su práctica, caben en una sociedad secular, pero entendidas en el sentido expuesto: como un asunto totalmente privado, reducido al límite del mundo presente, sin referencia a la vida futura, que, en principio, se desconsidera del todo y se descarta.6 b) La Renovación: su Espíritu de "contestación" de la sociedad secidarizada -La Renovación no se limita a "contestar" un tipo de sociedad: Se extiende a contestar toda sociedad (liberal, marxis- ta, etc.), en la que se reduzca al hombre a la vida terrestre. Es un enfrentamiento decidido, sin violencias, pero seguro, con valentía y, al mismo tiempo, con modestia, de la sociedad que pretende encerrar al hombre en sí mismo y reducir su existencia de esta vida de aquí abajo. -Una de las cosas más admirables de la contestación de la Renovación, es el modo: Así la "contestación" se hace a la vez "atestiguación". -La Renovación contesta a la sociedad secularizada sobre todo por la vida: la vida vivida según el Evangelio. Este es un ideal que está vivo en ella, por más que haya de confesar sus deficiencias e infidelidades. Pero, sin duda, en la globalidad de la Renovación, se da un deseo ardiente y una práctica viva, que procura acrecentar, purificar, profundizar, en la vida según el Espíritu, que es según Cristo. «Esta contestación por la vida, no excluye, al contrario, lleva a la contestación con la palabra anunciadora del Mensaje de Cristo, en múltiples formas; al compromiso, aun al más arduo, como consecuencia de vivir a Cristo y estar bajo la acción del Espíritu, que necesariamente lanzan al amor práctico, efectivo, de obras para los demás.


•Los miembros de la Renovación contestan a la sociedad secularizada con la proclamación pública, de qvie Dios está vivo y actuante: Que a Él, invisible y trascendente, lo encuentran habitando íntimamente en el fondo de sus corazones y, que lo hallan, de un modo singular en su Hijo hecho Hombre, Jesucristo, imagen perfecta del Padre y manifestación suprema de su amor. Esta proclamación de Dios, de Jesús en la fuerza del Espíritu, los colma, les hace vivir en gozo, aun en medio del sufrimiento. Es típica la sonrisa, la acogida, los saludos... de los que ya se han adentrado algo en la Renovación. "Ellos cantan su alegría de existir por Dios, en Dios y para Dios ".7 • Y esta proclamación no se reduce al ámbito privado de las personas, ni siquiera al de los grupos de oración y asambleas. Lo hacen con toda libertad, sencillez, naturalidad aun en ocasiones en las que la prudencia humana pondría su veto. Ciertamente, más de una vez, el buen deseo, ha sobrepasado los términos de una sana discreción, pero se trata de expresar lo que forma el espíritu de su contestación ante la osadía de relegar a Dios a un puesto de no existencia práctica, de marginarlo conscientemente de la vida, de la sociedad. ®La médula de su contestación, al menos implícita, es la confesión de que el mundo no es una realidad cerrada sobre sí misma y de que la humanidad camina inconteniblemente hacia su realización definitiva y gloriosa. Es el himno de San Pablo a los Colosenses (1, 15-20), expresado con todo el Ser.

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«Lo más íntimo de la contestación y el alma de cuanto casi todos sus miembros, hacen sin tener siquiera noticia de la secularización como doctrina, es el amor: el amor de Dios al mundo, aun a la sociedad que lo rechaza, desconoce, margina; el amor de Cristo que se manifiesta en su Pasión y Resurrección, renovada en la Eucaristía, en el perdón generoso, compasivo que otorga a cuantos se acercan al sacramento de la Reconciliación; el amor de los mismos de la Renovación que lo han recibido del Espíritu Santo derramado en los corazones (Rom. 5, 5), y que anhelan ser cooperadores de la gracia de Dios para una sociedad cerrada sobre sí. "Esta simplicidad, esta libertad gozosa, estos cantos de alabanza, este gusto reencontrado de vivir y de obrar, todo esto es signo. Como las llamaradas sobre la pendiente de un volcán, son los indicios de un poder aún oculto y contenido, pero capaz de surgir con fuerza si se le da salida: el Espíritu Santo". 8 Hemos de notar que esta contestación de la Renovación, no niega la autonomía de las realidades terrenas. Pero al mismo tiempo que la afirma, la pone en relación con Dios quien da sentido a todas las realidades y al que todas se orientan y deben ayudar, de modos diversos, amar, servir, glorificar. La oración de alabanza y de acción de gracias son dos expresiones de esta relación a Dios en las que con entrañable amor, proclaman los labios lo que hay en el corazón. En este sentido, la Renovación viene a ser un vocero admirable de la doctrina del Concilio Vaticano II sobre esta realidad.9

• Los miembros de la Renovación han estado lejos de buscar un nuevo lenguaje sobre la fe, muy al contrario de lo que ocurrió en la secularización, y aún hoy sigue dándose.

•Están abiertos a la Palabra de Dios con sencillez de tal manera que en algunos raya en el "simplismo", pero se intenta corregir lo defectuoso, a través de la sana instrucción sobre la Biblia. Le dan a la Palabra de Dios la importancia que el mismo Vaticano II (DV) inculca; y procuran no sólo oírla y leerla, sino entenderla, acogerla y vivirla. ®En el secularismo se ha marginado toda mención de la religión. Se habla de todo pero se evita cuidadosamente mencionar el nombre de Dios. Ellos, por el contrario, hablan de Dios con toda libertad; testifican hallarse en relación con Él: pasan de un tema profano a otro religioso, aun en las conversaciones ordinarias, con una naturalidad que sorprende. Para ellos, la realidad de la existencia de Dios, de su acción, de su presencia, es tan imprescindible como el aire que se respira. Uno de sus grandes anhelos es conocer más y más del Señor y ser introducidos en una creciente intimidad con Él. De ahí el deseo, cada vez más profundo, de las experiencias de oración. No tratan de argumentar sobre Dios, sino testifican sobre Él. •Ante la casi impenetrable dificultad de hablar de Dios, ellos han intuido, en la sabiduría que viene del Espíritu, que lo mejor es expresarse públicamente sobre Dios y manifestar en la oración comunitaria este diálogo interior que vive en sus corazones para con Dios.10 De este modo, la Renovación es una fuerte y eficaz contestación de una sociedad que pretende silenciar a Dios y hacer silencio sobre Él. •Insistiendo, por su importancia, en algo ya insinuado, una característica fundamental de la secularización es relegar la fe al campo de las opiniones privadas. Frente a este principio y actitud, la Renovación y sus miembros lo contestan, como las demás posiciones de la secularización, "atestando", "testificando". En este caso específico lo hace, no por razonamientos, sino vitalmente: orando, asistiendo y viviendo las celebraciones eucarísticas y testificando, con su gozo de creer, que la fe da su profundo sentido a la existencia y confiere a la vida un gozo inagotable de vivir, por más que los sufrimientos se hagan presentes con frecuencia. También ellos quedan vivificados por la irradiación de la fe que los ve desde Cristo y los asocia a su misterio de salvación. •"Como se ve, la oración no es para ellos un simple medio para obtener gracias, sino expresión de lo que son por la gracia; no un ejercicio de piedad, sino una revelación al mundo de lo que es el hombre: un hijo de Dios. En una oración que les abre a la vida según el Evangelio, ellos anuncian que el hombre no es plenamente hombre y libre más que en este "sí" a Dios Padre, en Jesucristo, por el poder del Espíritu. Este "sí" interior, lo hacen visiblemente por su gozo de reunirse, de estar juntos, de alabar al Señor, y por su "no" al espíritu del mundo, al pecado, a Satanás. Piden a los que han sido liberados o curados dar testimonio para que los cristianos sean signo de que el Reino de Dios se acerca a los hombres. Este tipo de oración reintroduce lo religioso en la ciudad secular".11 C. La Renovación, llamada dirigida a los cristianos a) La reforma del Vaticano II -El Concilio Vaticano II ha sido una gracia especial para la Iglesia. Concilio fundamentalmente pastoral, que ha abordado todas las cuestiones principales del mundo actual y ha dado una luz clara y poderosa sobre los mismos. Realmente, como el Cardenal Suenens ha afirmado repetidas veces, ha sido una Efusión del Espíritu a nivel de Obispos. La petición de Juan XXIII de un nuevo Pentecostés para la Iglesia se ha cumplido en este nivel de jerarquía. Su influjo, dentro de las renuencias y discusiones que se suscitaron, ha sido manifiesto.


Sus documentos han ido conociéndose, estudiándose, practicándose. Sobre todo la reforma litúrgica ha tenido un éxito que se puede calificar de notable. Sin este Concilio la práctica religiosa hubiera sufrido un golpe mortal. 12 -No obstante esta realidad positiva, se puede afirmar que el Concilio no ha producido los frutos copiosos que cabía esperar. Mejor formulado, los cristianos no se han beneficiado de él cuanto podían incluso el descenso en la práctica religiosa ha coincidido con los intentos y esfuerzos por parte de muchos, de ponerlo en práctica. Una cosa es cierta y, a la vez, fundamental. En el espíritu del Concilio y de los padres congregados, las reformas del Vaticano II no son queridas y pretendidas por ellas mismas, sino en vistas a una conversión del corazón, punto esencial de toda vida verdaderamente cristiana.13 b) La llamada de la Renovación dirigida a los cristianos. Aquí, en esta finalidad última del concilio, es donde entra y tiene su importancia capital la Renovación. Esta acentúa diversos aspectos cristianos, pero ninguno tan fuertemente como la "conversión", obra del Espíritu y de nuestra respuesta. Esta hay que entenderla en su sentido amplio, es decir, no se trata solamente de una conversión del pecado grave al no pecado. Ciertamente este aspecto de la conversión tiene un lugar privilegiado en la llamada de la Renovación. Pero no se detiene ni se limita a él.

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La llamada a la conversión abarca todos los aspectos y toca también la nueva conversión de una persona verdaderamente entregada al Señor. Es el acercamiento, cada vez más profundo y en creciente fidelidad a Jesucristo. En sus grupos de oración, en sus convivencias y retiros y, sobre todo en la preparación y vivencia de la Efusión o Bautismo en el Espíritu, esto se acentúa vigorosamente. -La Renovación aborda y subraya diversos aspectos de la vida cristiana. Pero se centra en lo esencial. Aun el mismo uso de los carismas, tan cultivados por ella, dentro del orden, como dones del Espíritu para su Iglesia, tienen esta finalidad: construirla en el amor y éste se halla esencialmente ligado a la conversión. Aun en las expresiones que más frecuentemente ocurren y se usan dentro de ella, el vocablo "conversión" ocupa el primer lugar. El "Bautismo en el Espíritu", cuyo sentido no siempre se ha comprendido, no es otra cosa que la llamada a vivir la gracia del Bautismo y de la Confirmación. No es una reiteración del sacramento, sino una toma de conciencia más clara de su actualidad y de sus exigencias; una decisión de vivir el Bautismo y la Confirmación, y, por tanto, de entrar en una marcha de conversión. Los testimonios, que tienen un lugar importante en los grupos de oración y en las asambleas de la Renovación, son llamadas a la conversión: "el Reino de Dios se acerca, debemos acogerlo y cambiar de vida". Es en realidad el lema de la Renovación: "Jesús es el Señor" (1 Cor 12, 3).14 -Desde luego, la Renovación está muy consciente de que ni la conversión ni el crecimiento en Cristo es posible fuera de la acción del Espíritu Santo. Por eso, constantemente se hace alusión a la necesidad de estar abiertos a su influjo, disponibles a su gracia, a quitar todo impedimento que dificulte su acción, a dejarlo obrar en nosotros. El Espíritu del Padre y de Jesús es la fuerza que suscita los deseos de convertirse y crecer; que pone en el corazón el anhelo de entregarse, cada vez más, al Señor y a los hermanos. —Esta insistencia sobre el Espíritu y su acción, en nada atenúa la insistencia sobre Cristo. Ambos, en sana teología, son inseparables. Más aún, la obra del Espíritu se orienta y tiene como finalidad última el conocimiento íntimo, el amor y el seguimiento de Cristo Jesús. El Espíritu actúa de acuerdo con el Señor y como su servidor. Por Él es enviado para que realice en nosotros su obra, la de Jesús. Por eso la Renovación siempre será cristológica a la vez que pneumática, pero esta realidad se orienta totalmente a la primera. El Espíritu Santo en su humildad no nos acapara para Sí; nos mueve hacia Jesús, el Señor. -Hay un aspecto en cuanto venimos afirmando; es la llamada ele la Renovación al cristiano, que tiene en ella un gran relieve y representa una comprensión profunda del Evangelio: Aun entre los cristianos verdaderamente comprometidos con el mundo apostólicamente, prevalece frecuentemente el carácter de "militancia", de "esfuerzo humano", de compromiso que, sin marginar a Dios, parece darle un segundo puesto a su acción. La Renovación llama la atención sobre esto, no desentendiéndose del compromiso de trabajo por los demás, sino situándolo en su propio lugar: Acentúa fuertemente la iniciativa de Dios y de su acción en cuanto se relaciona con la obra de salvación. Estamos plenamente dentro de la afirmación de Jesús "sin mí nada podéis" (Jn 15, 5), y de la doctrina de San Pablo sobre la justificación. El hombre no se justifica por sus propias obras, aunque éstas sean una expresión de su adhesión a Dios, sino por el Señor mismo al que acoge por la fe. Ni se perdona sus pecados, ni se bautiza, sino que es perdonado y bautizado por otro, intermediario de Cristo, que actúa en Su nombre por el poder del Espíritu. Somos, pues, pura gracia y don de la misericordia de Dios. Así, la Renovación, a través de sus criterios que convierte en acción vivida en la fe, recuerda al cristiano que todo viene de Dios y que la fe es una acogida a la Palabra, a la acción del Señor, de la que Él es el iniciador y acrecentador por el Espíritu. -Dentro de la realidad de la llamada de la Renovación al cristiano, tiene un puesto de preferencia la "Renovación de la oración". Ciertamente hay un verdadero influjo en la llamada oración personal, privada, que cada vez en mayor número, practican los miembros de la Renovación. Se constata que, frente al abandono del trato con el Señor, aun en no pocos sacerdotes y religiosas, los "carismáticos" valoran fuertemente la oración personal. Es la comunicación íntima con Dios del que desea relacionarse en la sencillez y autenticidad de un hijo con su Padre. El Espíritu Santo les va descubriendo a Cristo Jesús, les va dando el verdadero sentido y penetración del amor del Padre y suscita el deseo de comunicarse con ellos desde el fondo de su ser. -Pero no es a esta Renovación de la oración a la que principalmente nos referimos ahora. La oración carismática, la que se practica en los grupos de oración es la oración libre, espontánea, íntima en la que el mismo cuerpo tiene su puesto y donde la afectividad se encuentra sanamente expresada. Este modo de orar comienza y se centra en-la oración de alabanza y de acción de gracias que tienen un puesto de privilegio. También se cultiva la oración de petición, pero ocupa un lugar más modesto y se reserva para el final.


La misma oración de adoración enmarcada dentro de un silencio de tiempo discreto en su extensión colocada después de la oración de alabanza y de la escucha de la Palabra de Dios, une íntimamente al alma con su Dios y la va disponiendo para que el Espíritu Santo la introduzca en el conocimiento de sí mismo y en el de la santidad, majestad y misericordia de Dios. Esta oración Carismática tiene un marcado acento que la diferencia de nuestras oraciones ordinarias: No está ausente de ella, el bien que se desea obtener; pero tal como se expresa en los grupos, adquiere un valor por ella misma: el de ser como la respiración del alma, la expresión de una relación amorosa con el Padre por el Elijo en el Espíritu Santo. -Se acusa a la Renovación y a sus miembros de un cierto repliegue sobre sí mismos. Esto que, a los comienzos parecía un riesgo de permanecer aislados en el intimismo, se ha ido deshaciendo con el paso del tiempo. La oración interior y el gozo de la comunicación con Dios no los ha encerrado sobre sí. Se ha constatado todo lo contrario: precisamente porque han visto ser obra del Espíritu, la oración y el gozo interior los ha ido conduciendo a una entrega, muchas veces desconocida, pero real a los demás. El campo privilegiado al que el Espíritu los ha ido guiando es el de la evangelización, tomando esta palabra en su sentido más amplio. Y lo admirable es que, sin despreciar ni dejar a un lado las formas habituales ha inaugurado modos nuevos. Se puede resumir el

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denominador común a ellas en el hecho de que la Renovación practica el anuncio del Evangelio de un modo directo. -No critica ni elimina otros modos, pero en su proceder la Renovación llama a tener una fe más grande en el poder de la Palabra de Dios. Y tiene muy en cuenta para recordárnoslo, la fuerza del testimonio de nuestra propia conversión. El poder de "convocación" de multitudes para predicarles la palabra de Dios que la Renovación tiene, es algo ya manifiesto y admirado. Todo en su evangelización va amparado en la oración: desde antes de comenzar a planificar un retiro abierto y buscar los temas, hasta los últimos detalles. Es, sin duda, emocionante la fe con que oran por y sobre el que va a proclamar la Palabra de Dios; el cuidado que se pone en que, mientras predica, haya un equipo de oración que está sosteniendo su palabra. Nos recuerda la acción de los israelitas que sostenían los brazos de Moisés mientras oraba intercediendo por los que luchaban (Ex 17,8-12). —Es al mismo tiempo una "contestación" y una "atestiguación" su recurso continuo, ferviente a la oración, sin descuidar los medios humanos y la preparación cada día más atendida. De este modo la Renovación se convierte también en una llamada poderosa a confiar mucho más en la fuerza de la Palabra de Dios y en la acción del Espíritu Santo que la vivifica y hace eficaz. En este aspecto es sorprendente el testimonio de tantas personas que han sido tocadas, convertidas por el Señor en las predicaciones multitudinarias o en otras más modestas, en las que la fuerza de la oración se alia con el poder de la Palabra y del Espíritu. -Contra la marginación del más allá en la secularización o el descuido a que, prácticamente, lo someten no pocos cristianos, hay en la Renovación im gran deseo del retorno glorioso de Cristo. Es la esperanza serena y gozosa de la Perusia, que procuran armonizar con la construcción de un mundo según Dios, conforme a las orientaciones del Vaticano II y el documento Cbristifideles Laici.15 Viven en la esperanza, sin caer en el fanatismo de creer que esta venida gloriosa del Señor está a la vuelta de la esquina. Maraña Tha, el canto que expresa su deseo y su creencia, se oye frecuentemente en los grupos de oración y en las asambleas. Esto da el sentido de "peregrinación "que tiene la vida humana, encaminada hacia Dios de donde salió. Anhelan ver el rostro de Cristo que los ha captado para Sí. -El mismo deseo discreto de los carismas y su buen uso se convierte en una contestación y en una llamada para muchos cristianos que los consideran propios de los primitivos tiempos de la Iglesia o no les prestan la atención que el mismo Vaticano II pide se les dé. Los carismas son manifestaciones de la presencia del Espíritu y como tales deben ser pedidos humildemente, apreciados y usados conforme a los criterios que la misma Iglesia ha dado. Los miembros de la Renovación están convencidos de que con los carismas se construye la Iglesia en el amor, con más rapidez y seguridad. Ese precisamente es su fin, edificar el templo espiritual de Dios, su Iglesia y fortalecerla en la caridad (ICor 12, 7-11). Por eso no temen usarlos, aunque algunas veces sobrepasen la prudencia, aun ante aquellos que tienen prejuicios frente a ellos. Están convencidos de su actualidad, refrendada por la experiencia y por el pensamiento de la Iglesia. Su deseo de ayudar más eficazmente a los demás hace que se abran a ellos y traten de cultivarlos, cada vez, con mayor inteligencia y mayor desapego de sí. No les molesta gran cosa el rechazo no raro y las predisposiciones de no pocos ante esto que parece una novedad en la Iglesia, pero que siempre estuvo presente en ella con mayor o menor fuerza. Los errores, las exageraciones que, ciertamente han existido, van paulatinamente desapareciendo; pero en este campo tan delicado será difícil llegar a eliminar todo mal uso. Sería un desacierto privar a la Iglesia del gran bien que le llega por ellos, so pretexto de imprudencias, errores, exageraciones. . .l6 -Se han tocado aspectos importantes sobre la Renovación como contestación-atestiguación frente a una sociedad secularizada y como palabra dirigida a los cristianos. Quedan muchas cosas más y no son pocas las preguntas que cabría hacer a la Renovación. Pero "antes de proponerlas y para proponerlas bien, es necesario acoger sus riquezas y comprender las llamadas que nos dirige por su existencia". —Notas I

Ch. Duquoc, citado por Monseñor R Coffy, "Le Renouveau, histoire et signification", Nouvelle Revite Theologique, 109, 1978, 211.:

Cfr. A. Fierro, "Secularización", Diccionario teológico interdisciplinar, IV, 1977, Edic. Sígueme, Salamanca, 271-286. 2

H. Muhlen, Espíritu, Carisma, Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, 12-14.

3 4

P. Fernández, La Renovación Carismática, Documentación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1978, 25.

Monseñor R Coffy, Arzobispo de Marsella, ob. cit., 213.


5

Monseñor R Coffy, ob. cit., 214,

6

Cfr. Artículos citados anteriormente sobre la "secularización".

7

Monseñor R Coffy, ob. cit., 215.

8

A. Cartier, citado por Monseñor R Coffy, ob. cit., 215.

9

GS. 34.36.

10

Cfr. B. V. Aufaubre, E. Constant, E. Garin, Quiferá taire le vent?, Desclée de Brouwer, París, 1988, 197, 205.

II

Monseñor R Coffy, ob. cit., 216; Cfr. H. Muhlen, ob. cit. 55-66.

12

Cfr. SC. (Sobre la Sagrada Liturgia). 2.

13

Monseñor R Coffy, ob. cit., 217.

14

Christifideles Laici. (Los fieles laicos) 30 diciembre, 1998.

15

LG. 12; AA. 3; PO. 9, etc.; Cfr. H. Muhlen, ob. cit. 66-70.

l6

Monseñor R. Coffy, ob. cit., 219.

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VI. FUNDAMENTO TEOLÓGICO DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA

Nos permitimos insertar este capítulo, tomándolo del excelente documento de los Obispos reunidos en La Ceja en 1987. 13- "La base teológica de la Renovación es esencialmente trinitaria". En la Renovación espiritual es preciso tener la visión trinitaria de la Iglesia señalada por el Concilio Vaticano II. La Iglesia es la expresión

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en el tiempo del designio amoroso del Padre que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4) y que, para conseguir este fin, "cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, nacido de mujer, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Gal 4, 4-6). 14. "Cristo es Cabeza de la Iglesia y Salvador del Cuerpo" (Ef 5, 23) y "la amó y se entregó a sí mismo por ella para santificarla" (Ef 5, 25-27); y, "consumada la obra que el Padre le encomendó sobre la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu" (LG No. 4). 15. La Renovación nos va mostrando, cada vez con mayor claridad la acción del divino Espíritu Santo en la Iglesia. 16. Uno de los grandes aportes doctrinales y pastorales ha sido el de profundizar en la Persona y la acción de este Espíritu Santo. Alma de la Iglesia y su constante santificado r. 17. Es Él "quien la rejuvenece con la fuerza del Evangelio, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con el Esposo". 18. La gran fundamentación teológica de la Renovación espiritual carismática está, pues, en el Misterio Trinitario, y particularmente en el conocimiento progresivo de la Persona del Espíritu Santo y en su acción insustituible e ininterrumpida en la Iglesia y en cada uno de nosotros. 19. "Él es el Espíritu de Vida, por quien el Padre vivifica a todos los hombres muertos por el pecado. Él mora en la Iglesia y en el corazón de los fieles, como en un templo. La guía a la verdad plena, la unifica y la enriquece y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos". (LG. No. 4). 20. De ahí que la Iglesia puede renovarse constantemente, pero solamente bajo la acción y la gracia del Espíritu Santo. 21. La Renovación espiritual ha brindado un gran aporte al insistir en la importancia de la acción del Espíritu Santo, "Alma de la Iglesia", y al mostrar su multiforme acción santifi- cadora y renovadora. 22. Pero, en la verdadera Renovación espiritual, la Persona del Espíritu Santo debe ocupar el primer lugar, y no los dones o carismas que Él regala a la Iglesia. 23. Una de las fallas que ha tenido en algunas partes ha sido la de dar más importancia a los dones que al Autor y fuente de ellos. 24. Algunos piensan equivocadamente que esta Renovación se centra exclusivamente en el Espíritu Santo y minimiza la acción del Padre y la de Jesús. Muy al contrario, el Espíritu Santo es quien da al cristiano testimonio de Jesús (Jn 15, 26) y quien lo capacita para que sea testigo de su resurrección. 25. Precisamente, uno de los frutos de la Renovación es la proclamación alegre que muchos están haciendo de un Jesús vivo, "Constituido Señor y Cristo por Dios" (Hech 2, 36) y a quien están sirviendo con gozo pascual. 26. A la luz del Evangelio la Renovación está descubriendo, cada día mejor, la salvación integral de Jesús, pero no como un hecho del pasado, sino como una realidad actual que está cambiando la vida de muchas personas. 27.También los Grupos de Discipulado están profundizando en las enseñanzas de Jesús, el Maestro y están avanzando en su seguimiento e imitación. 28. Y, lo más importante, es que, bajo la acción unitiva del divino Espíritu, están estrechando su amistad con Jesús en la oración y en la vida, y están ansiosos de "permanecer en su Amor" (Jn. 15, 9). 29. Pero no tenemos acceso al Padre sino en el Espíritu (Ef. 2, 18) que se une a nuestro Espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios y que nos hace exclamar ¡Abbá! ¡Padre! (Rom 8, 15-17). 30. El don de piedad que nos regala este Espíritu Santo nos acerca filialmente al "Padre de las misericordias" y nos permite profundizar en la riqueza de la Revelación que nos dice cómo "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios su Hijo, nacido de una mujer... para que recibiéramos la filiación adoptiva". "La prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama Abbá, Padre". "De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios" (Gal. 4, 4-8). 31. Pero la fuerza de la Renovación Carismática está en que cree en el constante Pentecostés que el Espíritu Santo realiza en la Iglesia y en cada uno de sus miembros. Con razón escribió Juan Pablo II: "En medio de los problemas, de las desilusiones, de las deserciones y retornos de nuestra época, la Iglesia permanece fiel al misterio de su nacimiento. Si es un hecho histórico que la Iglesia salió del Cenáculo el día de Pentecostés, puede decirse, en cierto modo, que nunca lo ha dejado. Espiritualmente, el acontecimiento de Pentecostés no pertenece sólo al pasado: La Iglesia está siempre en el Cenáculo que lleva en su corazón". (D. et. V. No.66)


32. Para comprender la Renovación espiritual carismática es preciso saber lo que este Espíritu realizó en los primeros tiempos de la Iglesia. 33. Quien conozca los Hechos del Espíritu Santo en los Apóstoles y en la Iglesia primitiva puede comprender mejor lo que Él está realizando actualmente en la Iglesia y en el munclo y así se da cuenta de que estamos viviendo el nuevo Pentecostés que pidió el papa Juan XXIII. 34. El divino Espíritu, Alma de la Iglesia, siempre ha actuado en Ella, pero su acción se manifiesta en determinadas épocas de manera intensa. La actual es una de esas. 35. El distintivo de los primeros cristianos fue el gozo pascual que les produjo la experiencia de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en sus personas y en sus vicias; gracia hoy tan necesaria para tantos cristianos que sólo tienen conceptos, pero que no han tenido "el encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante con Cristo resucitado", el gran objetivo propuesto por Juan Pablo II en la Catedral de Santo Domingo. (1-25-79). 36. Pablo VI se refirió a esta experiencia en los siguientes términos: "Después de semejantes reflexiones, quisiéramos nosotros hoy,

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no sólo poseer inmediatamente el Espíritu Santo, sino también experimentar los efectos sensibles y prodigiosos de esta maravillosa presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. Porque sabemos que el Espíritu Santo es luz, es fuerza, carisma, infusión de una vitalidad superior, capacidad de superar los límites de la actividad natural; es riqueza de virtudes sobrenaturales, riqueza de dones, los célebres siete dones, que hacen rápida y ágil la acción del Espíritu Santo coordinada con el complejo sistema sicológico humano; es riqueza de frutos espirituales que adornan bellamente el fértil jardín de la experiencia cristiana" (Cfr. Gal 5, 22-23); (Mayo 18 de 1975). 37. Pero todo Pentecostés tiene su preparación."La preparación del silencio interior en el que la conciencia madura su conversión" y la "perseverancia en la oración con María, la Madre de Jesús" (Hech 1,14). 38. Es así como se recibe "el poder del Espíritu para ser testigo de la resurrección de Jesús en todo lugar y a lo largo de toda la vida" (Cfr. Hech 1, 8). 39. Es con esta fuerza del divino Espíritu como podemos "ejercer el sagrado oficio del Evangelio de Dios" (Rom 15, 16) "en virtud de señales y prodigios" (Rom 15, 19). Como "podemos predicar la Palabra de Dios con valentía" (Hech 4, 29) y como "el Dios de la esperanza nos colma de gozo y paz en nuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rom 15, 13). 40. Esta fuerza del Espíritu del Señor nos capacita para triunfar en el combate espiritual que todos tenemos que librar contra el maligno, cuya presencia, acción y poder aparecen por todas partes. 41. Hoy también debemos "revestirnos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del Diablo" (Ef 6, 11) y "tomar el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu" (Ef 6, 17-19). 42. Y el crecimiento de esta Renovación espiritual se debe en gran parte a 1a acción maternal de María, la Esposa amada del Espíritu, y cuya intercesión constante continúa consiguiendo para la Iglesia la Efusión de este divino Espíritu. "Por no haber querido manifestar solemnemente el misterio de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos que los apóstoles, antes del día de Pentecostés, perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste (Act. 1, 14), y que también María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la A nunciación ya la había cubierto a ella con su sombra". (LG No. 59) La Renovación Espiritual Católica Carismática. Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano, efectuado en La Ceja (Colombia) septiembre de 1987, n. 13-42.


VII.LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO: VISIÓN "INEXACTA"; VISIÓN "INCOMPLETA"; VISION AUTÉNTICA

1. Observaciones previas 1. En este tema fundamental se impone, especialmente, seleccionar cuidadosamente lo que se dé a los alumnos. La materia que se aporta en estos apuntes rebasa la posibilidad de las clases.

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2.Téngase especial cuidado con que se vayan dando las ideas, datos, etc. con orden y claridad... 3. Considérese esto de importancia capital. Sobre ellas se apoyan las demás, de un modo o de otro. Por tanto, cuídese de que los alumnos tengan un conocimiento claro y, hasta donde sea posible, profundo. Habrá que aludir a ellas frecuentemente para irlas asimilando progresivamente 4. Lo que se pretende dar no pasa de considerarse como una "síntesis" de esta realidad maravillosa que hoy suscita el Espíritu Santo en su Iglesia por todas partes. Habría que tocar otros aspectos previos para facilitar su comprensión y hacer caer en la cuenta, más hondamente, de toda su trascendencia. 5.Ya en el plan de los "servidores", de ella se deducirán: -El papel y "responsabilidad" del servidor. -La necesidad de prepararse para realizarla plenamente, en creciente intensidad y perfección. —Los requisitos que se imponen, en un nivel apreciable, para poder dar garantía de ser llamados por Dios a esta misión dentro de la Renovación Carismática, en la Iglesia Católica, para su servicio eficaz en Cristo. 6. La casi totalidad de cuanto digamos se centrará en aclarar: "¿Qué es la Renovación Carismática; qué pretende", se desprenderá como fruto maduro de su mismo ser, de su "esencia". 2. Contexto de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, no puede ser considerada aisladamente, como un hecho surgido en nuestros últimos tiempos sin relación alguna con la tradición de la Iglesia. Es el error en que incurren no pocos. Al considerarla así, se le desconecta de algo a lo que está INTRÍNSECAMENTE unido; se le despoja de su profundo sentido y no se llega a captar todo el plan coherente de salvación que Dios tiene respecto a ella y, a través de ella, para la Iglesia y para el mundo. El contexto general es verla dentro de la totalidad de la Fe de la Iglesia. De otro modo, dentro de la Revelación y de la acción del Espíritu Santo, en la Iglesia.' La obra del Padre, en Jesucristo, por el Espíritu Santo comprende tres momentos que deben ser considerados: 1o La Renovación Cristiana en el acontecimiento "fundacional": el Pentecostés primitivo de la Iglesia. 2° La acción renovadora del Espíritu Santo, a lo largo de la historia de la Iglesia. 3o La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, a partir del Vaticano II y del "redescubrirniento" experiencial de la obra del Espíritu Santo, en la Iglesia, de 1967. Dos de estos aspectos han sido tratados en las instrucciones precedentes. A ellas remitimos, para una mayor profundización. 3. Una dificultad -Hay que notar algo importante antes de emprender la tarea de describir el "ser", la "esencia" de la Renovación Cristiana, en el Espíritu Santo: Esta, fundamentalmente, es una experiencia de Poder del Espíritu Santo en la propia vida. De otro modo, una experiencia de la Efusión del Espíritu de Jesús. Sin ser ni lo único ni lo definitivo (la experiencia debe ir respaldada por el "conocimiento" y llevar a la "vida en Cristo") sí es un elemento sustancial. -"El peligro especial para estos avivamientos espirituales ha sido siempre el querer sustituir la enseñanza por la experiencia. Se intenta, pues, comunicar la enseñanza necesaria de tal manera que la experiencia se haga visible; en su creciente" se le dé un fondo de seguridad y se proyecte hacia la vida cristiana, vivida en Jesús, por la fuerza del Espíritu. 2 He aquí uno de los muchos juicios que pudieran aducirse: "En mi opinión, el extraordinario crecimiento de esta Renovación en la Iglesia Católica, en el corto espacio de sólo diez años, únicamente puede explicarse por la realidad de la experiencia que muchas personas han vivido, de los cambios que han tenido lugar en sus vidas y en las vidas ele otros a quienes ellos conocen, como un resultado de haberse orado y recibido una nueva Efusión del Espíritu, o un nuevo Bautismo en el Espíritu".3 Este hecho hace que cuanto se diga sobre el ser íntimo de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, siendo bueno y aun necesario, resulte incompleto y, sólo relativamente esclarecedor.


Siendo fundamentalmente la Renovación Carismática, una "experiencia", no se llegará a comprenderla en su plenitud, mientras no se esté dispuesto a aceptar vivir esta misma experiencia. De otro modo, mientras no insistamos en esta realidad por ser de capital importancia para la comprensión verdadera de la Renovación Carismática, y consecuentemente, para la dificultad que crea. -Los comprometidos en la Renovación Cristiana, tienen la experiencia del Espíritu, a nivel personal y la experiencia de los carismas, a nivel más bien comunitario, puesto que son dados para la edificación de la Iglesia. (Todo esto se aclarará más adelante.) "La experiencia que está en la base de la Renovación, comienza por 'un ver y entender' (Hech 2, 33; 1 Jn 1, 1-3); ella se comunica a un grupo o a una persona, por una fe que testimonia el señorío de Cristo por el poder del Espíritu". "Cuando leemos en los Hechos, los que escucharon la predicación de Pedro 'sintieron el corazón traspasado' (Hech 2,37), el autor quiere significar que habían sido tocados en todo su ser: cuerpo, espíritu, inteligencia, afectividad, voluntad por la palabra Carismática del Apóstol.4 -Esta experiencia de la presencia de Jesús resucitado, admitido libremente y experimentado a través de su Espíritu, por gracia del Señor, con una "nueva conciencia de su poder", obliga, a un cambio del corazón, de toda persona, individual y socialmente considerada. Se

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da una nueva relación con Cristo en la doble dimensión humana: personal y comunitaria. Esta realidad no sólo explica el impresionante desarrollo de los grupos de oración y comunidades de vida. Son desarrollos legítimos y necesarios a la acogida y apertura del poder del Espíritu Santo y explican otras muchas realidades que más adelante se tocarán. -No queremos, sin embargo, dejar de consignar la siguiente afirmación que compendia el fin de la Renovación Cristiana. "La Renovación no pretende, en modo alguno, crear, en el seno de la Iglesia, un grupo particular que se especializara en el Espíritu Santo y en sus dones. Ella busca, más bien, favorecer la Renovación de la Iglesia local y universal suscitando un redescubrimiento de la plenitud de la vida en Cristo por el Espíritu, cosa que incluye los carismas".5 (El subrayado es nuestro). -Este hecho de ser, fundamentalmente, una experiencia, hace que cuanto se diga sobre el ser íntimo de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, siendo bueno y aun necesario, resulte incompleto y, sólo, relativamente esclarecedor. La "experiencia", más en el sentido profundo que tiene en la Renovación, no se llegará a comprender mientras no se esté dispuesto a aceptar vivir esta misma experiencia, en profundidad y amplitud de tiempo. —Juzgar la Renovación desde fuera por la sola información, por más fidedigna que sea, quedaría siempre en la periferia. Juzgarla "desde el exterior y por lo que se ha oído decir" o por alguna experiencia ocasional desagradable, tocaría la injusticia. 4. ¿Qué es la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo? A. Visión "inexacta" a) No es una "moda espiritual" que nació años atrás, a la que la gente, con cierto espíritu fanático, se adhiere por su novedad, popularidad, necesidad de "reconocimiento", etc. b) No es una realidad religiosa nacida al margen de la Iglesia ni independiente de ella ni de sus pastores. 7 c) No es una realidad religiosa "nueva": sin antecedentes, sin conexión ni estrecha unión y continuidad con la Iglesia Católica. 8 d) "No es un conjunto de grupos de oración que rechacen cuanto se califica peyorativamente 'institución' y busquen una alternativa de Iglesia supuestamente en oposición a la existente; con la pretensión de una directa e inmediata iluminación divina que, prácticamente justificaría el absurdo celestial de seguir un camino evangélico, un seguimiento de Cristo por su cuenta, al margen de la autoridad eclesiástica, en un destructivo 'solitario'."9 B. Visión "incompleta" a) "No es la Renovación Cristiana solamente un grupo de personas que se reúnen para orar". Aunque forme parte, va mucho más allá. Es un elemento, pero no único. b) No es una realidad religiosa que permanezca en el plano "individual" y "comunitario", sin proyección apostólica de transformación del mundo, conforme al plan de Dios. (Cuando se toque el tema del compromiso apostólico-social, a partir del espíritu propio de la Renovación, se aclarará este aspecto). c) La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, no se centra ni exclusiva ni principalmente, en los "carismas". Con ser algo fundamental en ella no los considera como fines en sí mismos, sino como medios excelentes necesarios para la "edificación" de la Iglesia en la caridad. d) No es un hecho religioso destinado solamente a los laicos y en el que no haya sitio para los sacerdotes y religiosos.10 e) No es sólo una manera de mejorar el culto y de animar la vida parroquial, aunque de hecho, contribuyen notablemente a ello. f) No es un instrumento para la solución de algunos problemas sociales, aunque en el mismo ser íntimo de la Renovación Cristiana, va implícito, radicalmente, el más auténtico compromiso apostólico-social, aun el más arduo.11 g) La Renovación Carismática no es un grupo de compromiso: "Su prioridad no es salvar el mundo ni cambiar las estructuras", aunque, al realizar lo que constituye su prioridad, se convierta en un instrumento eficacísimo de cambio y se comprometa en las tareas más arriesgadas. Por eso puede afirmarse que, sin tener un compromiso determinado, los tiene todos en fuerza de la prioridad fundamental que la anima y en el compromiso más íntimo, fiel y constante con la persona de Jesús. La Renovación Carismática, tiene muy presente que "el único Salvador es Jesucristo, que nos salva a nosotros y al mundo. Nuestra prioridad es constituirnos en instrumentos de Cristo, lo que puede llevarnos a los más diferentes compromisos con los hombres, y con los hombres metidos en estructuras que sabemos no son neutrales".12


"La prioridad es la transformación del individuo porque todo el que tiene una experiencia religiosa profunda se siente cambiado y empieza a trabajar y a comportarse de un modo distinto, a partir de la profundidad nueva que le da el ser cristiano", y esto realizado en la fuerza del Espíritu.13 h) No es un movimiento religioso en el sentido que tiene esta palabra aplicada a las asociaciones de Iglesia: "Para captar la significación original de la Renovación Cristiana y su verdadera extensión, es necesario guardarnos de ver en ella un movimiento que ha de añadirse a otros movimientos, menos aún, una secta. Por otra parte, no se trata de un movimiento en el sentido que ha tomado esta palabra en el lenguaje corriente: no es una nueva organización con sus estructuras propias, una jerarquía, un fin específico, una tarea particular que la inserta en el conjunto de otras organizaciones”.14 Se la puede considerar como movimiento de un modo periférico en cuanto que, para poder subsistir y desarrollarse, necesita y tiene cierta organización y estructuras que, sin "impedir la acción del Espíritu", cooperen con Él e impidan la falsa libertad, el desorden, la pereza y la improvisación, el "dirigismo larvado" y cooperen al fortalecimiento del grupo y a su crecimiento en el amor, el servicio, la entrega. En una palabra, a la acción del Espíritu Santo, individual y comunitariamente.

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"La palabra 'movimiento' evoca en seguida las nociones de iniciativa humana con sus objetivos, la organización estructurada, las condiciones de la afiliación... La Renovación Carismática no cabe dentro de estas categorías".15 Las rebasa. Creemos, sinceramente, que considerar a la Renovación como un movimiento religioso que se coloca junto a los otros existentes, tiene más importancia de lo que, a primera vista, pudiera parecer. Cierto que, por el hecho de tener alguna estructuración necesaria, se la puede considerar como movimiento, pero en su esencia más íntima rebasa esta formulación. La Renovación Carismática es, ante todo y sobre todo, la obra del Espíritu, la corriente de gracia que tiene como centro vital el redescubrimiento de la acción del Espíritu Santo en cada uno de los creyentes. Y esta obra fundamental se puede condensar en la aceptación, la vivencia, en toda la realidad de la vida, del señorío de Jesús.16 Jesús ha pasado a ser el centro de mi vida; Él rige toda mi existencia; a Él someto todo mi ser: mi modo de pensar, querer, amar, el comportarme frente a Dios, a los demás, a mí mismo... Conforme a Él quiero llevar toda mi vida en sus múltiples manifestaciones. Nada escapa a este señorío que libremente acepto y trato de realizar.17 Desconocer, minimizar, no darle el lugar primordial que debe tener en la Renovación Carismática, del hecho de ser "una corriente de gracia", es despojarla de esa fuerza inmensa de transformación. La voz de los Papas (Pablo VI, Juan Pablo II), la experiencia, el testimonio de multitud de personas transformadas por el poder del Espíritu, que confiesan haberlo encontrado en la Renovación, es un increíble referendum testimonial de esta verdad. Por más que se la pueda llamar movimiento, se ha de cuidar mucho el que esto se entienda en su propio sentido. Y, por encima, y antes que esto, ha de mantenerse claro el pensamiento de que la Renovación es, en su esencia más íntima lo que el mismo Pablo VI quiso dejar bien claro: "una corriente de gracia", suscitada por el Espíritu que, en su dinamismo, tiende a renovarlo y vivificarlo todo en la Iglesia y en el mundo, guiado por los que el Señor ha puesto como "pastores" auténticos de su santa Iglesia.18 C. Visión "adecuada" (auténtica) de la Renovación Carismática Observaciones previas -Nos parece ser muy rico y variado el contenido de la Renovación Carismática, por más que se la reduzca a lo estrictamente esencial. Por eso proponemos diversos intentos de definición, como complementarios unos de otros.19 -Notemos que toda definición tiende a ser "limitativa"; por tanto, ordinariamente imperfecta e incompleta. -Añádase que tratar de "encuadrar" en una definición una realidad que, esencialmente es una experiencia de vida, equivale a minimizarla; a dejar en la superficie y aun sin tocar su realidad más profunda y esencial. -Pero, en la contingencia ele tener que abordar el "ser" de la Renovación Carismática, no se ve otro modo de ciarla a conocer, fuera de la vivencia directa, obra del Espíritu, que proponer una serie de definiciones descriptivas. Estas se han seleccionado teniendo en cuenta diversos aspectos, pero coincidentes en lo fundamental. Han sido tomadas de lo que consideramos completo y expresivo de lo mucho que se ha dicho.20 —Notas 1

Varios autores, "Le Renouveau Charismatique", Colloque de Malines, Lumen Vitae. 21-26 mai, 1974, Bruxelles, 36-37.

2

H. Muhlen, Catequesis para la Renovación Carismática, Secretariado Trinitario Salamanca, 1979, 36.

3

F. A. Sullivan, R. Faricy, Lgnatian Exercises, Charimatic Renewal, Centrum Ignatianum Spiritualítatis, Romae, 1977, 7.

4

"Le Renouveau Charismatique", ob. cit. 5.

5

"Le Renouveau Charismatique", ob. cit. 37.

6

C. Aldunate, ¿Renovación Carismática?, Santiago ele Chile, 1978, 6-7.

7

"Le Renouveau Charismatique", ob. cit. 26.

8

Obispos belgas, "La Renovación Carismática, Evaluación Pastoral", Koinonía, n. 21, en-feb. 1980.

9

"Los líderes ele la Renovación Carismática", Minuto de Dios, Bogotá, 10.

10

Monseñor Gaidon, II est vivant, mai, 1982, 21-22.

11

C. Aldunate, ob. cit. 6.7.

12

I. Franco, "Celebrar que Dios está vivo", Ecclesia, 26 febr. 1983, Madrid, 24.

13

Obispos belgas, "Pastoral citada", Koinonía, en-febr. 1980; Mirabilia, n.

9, 1987. 7.


14

C . Aldunate, ob. cit. 8.

15

Mons. R. Coffy, "Renouveau et Eglise Catholic", Tychique, n. 59, 1986, 13.14.

16

"La vida espiritual no se puede desencarnar; ella, al contrario, da a nuestra encarnación una dimensión profunda y verdadera, porque es ella lo que el señor quiere para sus hijos". R. Halter, "La misericorde qui guerit", Ploermel, 5-8, juiliet. 1982 (Policopiado).

17

"Uno no entra en la Renovación: es la Renovación la que entra en nosotros", si aceptamos esta gracia. No se puede ser franciscano

y jesuita al mismo tiempo, pero se puede ser perfectamente franciscano abierto a la Renovación, o jesuíta "carismático" sin tener que dejar su orden y sin que, para nada, sufra el sentido de pertenencia a su orden; al contrario, la corriente de gracia del tipo de Pentecostés, si entra auténticamente en él, será renovado y afirmado en ella, como en toda la vivencia de su vida religiosa en su Orden. Precisamente el hecho de que esta gracia se pueda insertar en todas las realidades de la Iglesia es para vivirlas plenamente, bajo la acción del Espíritu dado por Jesús. Card. L-J. Suenens, Un pbenomene controversé: Le repos dans I’ Esprit, Desclée de Brouwer, París, 1986, 14. 18

"No se trata de un movimiento en el sentido estricto del término, No posee una organización central, ni cuadros establecidos, ni

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objetivo particular por encima del general de una fe vivida según las exigencias más auténticas del Evangelio y de la Iglesia, como respuesta a la acción del Espíritu Santo, que se actualiza en la adoración a Dios y en el servicio de los hermanos bajo la guía de los pastores de la Iglesia. El cardenal Suenens prefiere describirlo justamente como 'una corriente de gracia' que pasa y que conduce a vivir una tensión mayor y consciente de la dimensión Carismática inherente a la Iglesia". Es un modo de vivir la vida cristiana y eclesial por 'cristianos normales' atentos a la acción que el Espíritu Santo suscita en formas siempre nuevas en la Iglesia y en la sociedad de hoy", A. Barruffo, "Carismáticos", Nuevo Diccionario de la Espiritualidad, (Dir. S. de Fiores, T Goffi, adapt. español, A. Guerra), Edic. Paulinas, Madrid, 1983, 142. 19

"Los movimientos de Renovación nunca han faltado en la Iglesia. Hemos conocido la acción católica, el movimienio biblíco y litúrgico,

el movimiento ecuménico y muchos otros. En 1967 surgió en los Estados Unidos la Renovación Carismática. ¿Un movimiento más? Quizás sea más que un movimiento. Los obispos franceses reunidos en Lourdes en 1982, hablan de una corriente de vida. En efecto, los primeros que vivieron la Renovación, un pequeño grupo de profesores y alumnos de la Universidad Duquesne de Pittsburgh, no fundaron como se funda o lanza un movimiento. Fueron más bien ellos, con gran sorpresa suya, los que fueron lanzados o si se prefiere, los que quedaron inmersos espiritualmente. Sin haberlo previsto ni programado, sin previa organización, un buen día de febrero, la gracia de Dios les invadió, les cogió en lo más profundo de su ser. Aquel día, en una casa de campo de la montaña, una nueva corriente de vida nacía en la Iglesia Católica". Los jesuítas y la Renovación Carismática, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1985, varios. 2ü””

Por mi parte, yo intento decir: por fas y por nefas que la Renovación LCarismática' no es un 'movimiento' a catalogar al lado de otros

movimientos sino una gracia de tipo 'pentecostal' (es decir, en ¡a línea del acontecimiento de Pentecostés), ofrecido a la Iglesia como tal; y a TODOS los movimientos en la Iglesia. Esta batalla no está siempre ganada, ni aun entre las autoridades favorables a la Renovación, y, si no se deshace el equívoco, se corre el riesgo de que se reduzca a grupos de oración al margen del conjunto, o a comunidades aisladas. Es un poco lo que aconteció a los comienzos de la Renovación litúrgica que apareció durante largo tiempo como un asunto de los benedictinos". Card. L-J. Suenens, Un phenomene controversé, ob. cit. 13-16.


VIII. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO; REDESCUBRIMIENTO DEL PODER DEL ESPÍRITU SANTO PARA VIVIR EL EVANGELIO EN "PLENITUD" Y "EVANGELIZAR" CON LA FUERZA DE SU MANIFESTACIÓN EN LOS CARISMAS

La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo "Es el redescubrimiento experimental del Poder del Espíritu Santo en cada uno y en la Iglesia, y la Apertura a su Acción, para vivir el Evangelio en Plenitud (hasta sus últimas consecuencias), para evangelizar con poder, ser testigos de Cristo resucitado y renovar todas las formas de presencia (y servicio) de Cristo en la iglesia y en el mundo".

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Omitiendo lo que ya ha sido tocado sobre el sentido del "reclescubrimiento: conocimiento experiencial" y otros aspectos ya aludidos, intentamos amplificar lo que tan rica y alentadoramente se incluye en la definición, que para algunos aparece muy completa y sustancial. Trataremos de amplificar esta definición -resumen de la Renovación Carismática. Proponemos diversas definiciones de la Renovación Carismática. Todas tienen un fondo común. Por eso hay cierta necesaria repetición y cierta particularidad que resultan complementarias. De este modo captamos mejor la gran riqueza de esta "corriente ele gracia" suscitada por el Espíritu Santo en nuestros días. 1. Explanación A. "Es el 'redescubrimiento’’ del Poder del Espíritu Santo" a)La necesidad de un nuevo Pentecostés en nuestros días: Han existido en la historia de la Iglesia muchas y diversas circunstancias en que hombres y mujeres tuvieron una cons- ciencia más viva y profunda que sus contemporáneos, de las necesidades urgentes de la Iglesia. A la luz de Dios, consagraron sus vidas para remediarlas o practicar virtudes que entonces urgía poner más de relieve. Tuvieron y, no pocos, siguen teniendo un éxito sorprendente. Ahí está, sin duda, la acción del Espíritu Santo.1 En la Renovación Cristiana, las cosas fueron diferentes: el Señor iluminó a la misma Iglesia sobre la necesidad de un nuevo Pentecostés en nuestros días; de la necesidad de una actuación del Espíritu Santo fuera de lo ordinario a que estábamos acostumbrados y le permitíamos en nuestras vidas y en el mundo. No fue resultado de un cálculo, de una estrategia humana, ni siquiera de una gran voluntad de renovar lo que necesitaba ser renovado. Fue obra del Espíritu de Cristo, prometido por Él y dado espléndidamente aun en nuestros tiempos. Existe una desproporción manifiesta entre los efectos espirituales producidos y la preparación cooperativa humana. Es la obra del Espíritu. Esto no significa que todo lo que sucede en la Renovación Carismática, se deba atribuir a la acción directa o manifiesta del Espíritu Santo. 2 b) La gracia del Espíritu Santo -"La esencia de la ley nueva es la gracia del Espíritu Santo. Esto quiere decir lo siguiente: El Evangelio es imposible de cumplir. No es posible a las fuerzas humanas amar de una manera permanente, a los antipáticos y enemigos, dar una túnica cuando se tienen sólo dos, formar una comunidad con desconocidos y mucho menos ciar la vida día a día por los demás. Lo original en el cristianismo es poder hacer esto. Este poder sólo viene dado por la gracia del Espíritu Santo. De ahí que sea absolutamente necesario apelar a la gracia, acogerla como un don y hacer del Espíritu el protagonista de toda renovación, incluso en los compromisos más revolucionarios como es el de la lucha por la justicia en el mundo".3 -El hecho de que la Renovación Carismática se centre en que el Espíritu es la primera fuerza en toda vida espiritual y en todo trabajo apostólico, no desplaza a Jesús de su centra- lidad, al contrario. La Renovación, ya lo hemos dicho, es eminente e insustituiblemente cristocéntrica y trinitaria. Jesús es el Señor y esta confesión debe convertirse en una realidad vital de toda vida cristiana y de toda obra y trabajo apostólico. Pero a Él nos conduce la fuerza del Espíritu y no nos es posible sin Él (ICor 12,3). No es posible comprender su mensaje, adherirnos a su persona, santificarnos conforme a su ejemplo (Ef 4,1; 5,1-2; Rom 8, 29), sin el poder actuante del Espíritu Santo en nosotros. Ni es posible fructificar (Jn 15, 16), sin su asistencia y sus carismas. En este sentido hay que entender la expresión de que la Renovación Carismática se centra en la acción del Espíritu Santo en el alma. Esta realidad sola es la que puede dar sentido al señorío efectivo de Jesús en nuestras vidas, en la Iglesia, en el mundo. Precisamente, haberlo desplazado, olvidado, al menos en la mayoría de los cristianos, ha tenido como efecto el que Jesús no haya sido tampoco el Señor de sus vidas y que sus esfuerzos apostólicos hayan sido mezquinos. Repetimos, Jesús sigue siendo el centro irreemplazable, pero el Espíritu, nos introduce y hace progresar en Él. Y ambos, Jesús y el Espíritu, Jesús por su Espíritu, nos conducen al Padre (Jn 14, 6). Así la Renovación, como toda vida cristiana bien orientada, es, a la vez, cristocéntrica y trinitaria. -"La 'experiencia Carismática' es la experiencia del poder del Espíritu Santo en la propia vida; la experiencia del Espíritu de Jesús".4 Incluye una Efusión de los dones y carismas del Espíritu.


c) La característica distintiva de la Renovación Carismática En otros movimientos e instituciones apostólicas se destacan muy laudablemente, como inspiraciones del Espíritu, aspectos fundamentales de la vida cristiana, pero no fontales: pueden ser la vivencia del amor, de la comunidad, de determinados tipos de compromisos o aspectos catequéticos y catecumenales. Ninguno de ellos se excluye de la Renovación Carismática pero son algo originado, no originario: frutos de otra realidad superior que constituye lo frontal, la característica "distintiva de la Renovación Carismática".'5 En ella "se intenta restituir al Espíritu Santo, a nivel de praxis, el protagonismo que tuvo en los primeros momentos de la Iglesia en su actuar 'con poder', en cada uno y en la Iglesia a través de los carismas". Por el poder y la luz del Espíritu los primeros cristianos descubrieron a Jesús resucitado como Señor y Salvador".6 Esta teología, a la vez, antigua, sencilla y profundísima, que resumíamos como "la persona y la acción del Espíritu Santo", se trata de hacerla vida en la Renovación Carismática. Pero hemos de entender bien que no es la teología, por más necesaria y excelsa que sea, la que da la vida, sino que de la experiencia y la vida sale la teología. "El cristianismo [...] no es, principalmente, una suma de doctrinas y mandamientos, instituciones y estructuras. Todo esto tiene también

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importancia en su lugar. Por encima de todo, el cristianismo es Jesucristo y la comunicación con El" (El subrayado es nuestro). Pero a Jesús y a su comunicación y al trabajo en su viña no se puede llegar con eficacia si no es por la acción poderosa del Espíritu Santo. Y aquí es donde se inserta y centra el aporte fundamental de la Renovación Carismática, con todas las consecuencias que se siguen de esta acción y de sus exigencias".7-8 d) La fuerza de la presencia de Jesús resucitado por su Espíritu De aquí esa realidad que, vista sin prejuicio, no deja de sorprender a muchos que se acercan a la Renovación: La fuerza de la presencia de Jesús resucitado se hace palpable; JESÚS VIVE, JESÚS SIGUE ACTUANDO por el poder de su Espíritu. La vivencia gozosa de la comunidad, reunida por el Señor, que crea el Espíritu, conecta con los demás aspectos, produce fe viva: Por eso, se trata de una experiencia "social": en el seno de una comunidad. Desde esta plataforma espiritual no resulta difícil compartir lo espiritual y aun lo material, en un Espíritu fraternal de amor y de servicio. En este ambiente de fe, suscitado y profundizado por el Espíritu, se va descubriendo, de una manera viva, lo que es la Iglesia y su función sacramental de salvación en relación con el mundo, en la que todos están llamados a participar. Se da una superación del "moralismo", porque la transformación en Cristo, operada por el Espíritu, hace tomar conciencia de que nuestro comportamiento moral arranca de la íntima realidad de nuestro ser de Hijos de Dios, injertados en Cristo y santuarios vivos del Espíritu Santo. La presencia de los carismas se considera como una realidad que necesariamente debe darse en la comunidad que cree y vive la presencia del Espíritu. De ella son un signo manifestativo y operante los carismas. B. Para vivir el Evangelio en plenitud hasta sus últimas consecuencias "La Renovación Carismática, es un reflorecimiento vital del corazón mismo del Evangelio; del poder del Espíritu Santo 'alma' de la Iglesia". Intentamos una explicación breve: a) La conversión En la Renovación Carismática se presta una atención especial a la conversión. Se le considera como una exigencia del reconocer a Jesús como Señor y único Salvador, es cierto. Pero también se le ve en el oráculo inmediato de la Efusión del Espíritu. Así aparece en el oráculo de Zacarías (12,10); en los grandes momentos proféticos de Ezequiel (36, 22-30). Él va liberando al hombre de sus bajos instintos (Rom 8, 9.13; Gal 6, 16), y transformando al hombre hasta producir su fruto (Gal 5, 22).9 El Espíritu causa en el hombre la conversión y ésta a su vez es exigencia para una Efusión, un derramamiento profundo de Él sobre el cristiano. San Pedro deja bien claro, en su primer discurso a la multitud ele Jerusalén, este punto: "Conviértanse; háganse bautizar [...] y Dios les dará el don del Espíritu Santo..." (Hech 2, 38-39- Cfr. Hech 2, 33). Y esta conversión se le entiende e interpreta en el sentido más profundo evangélico: no se trata de un momento, sino de una tarea que llenará la vida entera. Siempre tendremos necesidad de purificarnos de nuestros pecados, de profundizar en nuestro amor y entrega al Señor, de irnos transformando, de día en día, en imagen más cercana, más nítida del Señor Jesús que se nos ha dado como el modelo supremo de los hijos de Dios (Rom 8, 29). b) A Jesús como Señor y Salvador La Renovación está siendo una respuesta de "conversión continua" a Jesús, Señor y Salvador. En lo más profundo de ella está la llamada a la conversión constante y profundizada: la adhesión, progresivamente purificada a Jesús reconocido como Señor y Salvador, que, glorificado a la diestra del Padre, bautiza con su Espíritu. Tan importante es este aspecto de la Renovación Carismática, o fruto del Espíritu, que su peligro mayor no está en los excesos de algunas personas que muestran celo indiscreto, vanidad, etc., sino en que las personas, comprometidas con la Renovación, ignoren o descuiden la profundidad de la conversión constante a que son llamadas. Esta conversión no es ni más ni menos que una realización progresiva de todo lo que está implicado en nuestro compromiso con el Señor en el Bautismo sacramental y en la Confirmación (Rom 6, 3-11). De otro modo: "La línea de la Renovación es línea de entrega siempre creciente a Dios".10 c) Disponibilidad a la voluntad de Dios


Esta conversión puede expresarse en términos que parecen sobrepasarla, pero que la incluyen y elevan. En algo muy en el corazón de la Renovación Carismática: En ella se insiste en la plena "disponibilidad" a la voluntad de Dios, movidos por el Espíritu, a ejemplo de Jesucristo, y más cercanamente a nosotros, a ejemplo de María, cuyo puesto en la Renovación Carismática Católica es tan importante que sin ella, en frase de Paulo VI, la Renovación Carismática no podría caminar. Esta disponibilidad en las manos de Dios implica un gran desprendimiento propio, abnegación, sacrificio, servicio desinteresado, AMOR. Al transformarse el hombre y hacerse capaz de amar, como Cristo nos amó, se hará más receptivo para ser instrumento de Dios en la transformación de la sociedad y del mundo. No solamente en fuerza del amor, de la fe viva, sino también de la auténtica conversión a Cristo obrada en el seno de la Renovación por el Espíritu Santo, están en ella presentes dos aspectos complementarios de la vida Cristiana. Nunca deben legítimamente separarse: la "dimensión vertical y la dimensión horizontal" constituyen una sola realidad con dos modalidades que se exigen mutuamente: ambas son obras del mismo Espíritu que nos conforma a Jesús. Más en consecuencia con el Evangelio, habría que expresarlo como la entrega total a

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Cristo y a su Iglesia.

d) La tensión hacia Dios. Esta dimensión "vertical" o tensión hacia Dios marca toda la relación del hombre respecto de Él, reconocido como Creador y Señor; y, sobre todo, Padre amoroso y providente. La dimensión vertical abarca todo el ser en su compleja extensión de interrelación hombre-Dios. Es reconocer y vivir el Señorío indiscutible, total de Jesús, el Señor (Fil 2, 11 ), por el poder del Espíritu Santo, para la gloria del Padre, y proclamarlo con la vida y la palabra. Es tratar de vivir, con la ayuda del mismo Espíritu, todas las consecuencias del compromiso bautismal. Paulo VI señala alguna ele éstas y la realidad ele verse practicadas en la Renovación Carismática. Es el ejercicio de las virtudes de la fe, esperanza y caridad. Es el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria. Es un retorno a la contemplación y un énfasis puesto en la alabanza de Dios. Es el deseo de entregarse totalmente a Cristo. Es una gran disponibilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Es una frecuencia más asidua de los Sacramentos y de la escucha de la Palabra. Es una amplia abnegación fraterna. Es la voluntad de prestar una colaboración a los servicios de la Iglesia. Sin esta dimensión vertical "el hombre está irremediablemente mutilado".11 e) La tensión hacia los demás Si se vive la realidad del "Cuerpo Místico de Cristo", se vive también la dimensión "horizontal": la respuesta del hombre a Dios a través del servicio a los demás hombres. Aquí tiene su puesto el amor, afecto y comunicación con el hermano, a partir del mismo Cristo que, sin eliminar el amor humano, lo eleva y lo supera dándole una nueva proyección divina: teniendo a Jesús como modelo, meta y modo de amar a los demás: hasta la muerte (Jn 15, 13; 13, 34-35). El servicio generoso y abnegado brota pujante de la acción del Espíritu que nos quiere asemejar a Jesús y en realidad considerarse y ponerse en disposición de servicio. (Lc 22, 27; Mc 10, 45; Jn 13, lss.). El compromiso con la comunidad, el trabajo arduo por la justicia, todo tipo de reformas sociales, vistas y realizadas a la luz de Cristo, tienen su puesto en este "vivir el Evangelio hasta sus últimas consecuencias". Creemos que esto puede ser sintetizado en lo que se expresa en otra formulación que contiene la esencia de la Renovación Carismática; la aceptación, la proclamación y la vivencia del Señorío de Jesús por medio de las actividades (a la vez, dones) de la alabanza y del servicio. Alabanza y servicio resumen el ideal divino sobre nosotros, las actividades para que fuimos creados. Son la respuesta personal y comunitaria a la llamada personal y comunitaria del Señor, La alabanza está en el centro de la vida religiosa y cristiana: en la tradición judeo-cristiana; en los salmos, de un modo especial; en toda la liturgia de la celebración euca- rística. La alabanza, dirigida directamente a Dios por lo que es, por Sí mismo, por sus atributos, por sus acciones, por su creación, pero no tanto como manifestaciones de mi agradecimiento, sino como expresión, la más pura de la gloria que quiero darle por Él mismo, en definitiva. El servicio tiene una connotación estrechamente dirigida a los demás, a partir del amor a Dios y como expresión de éste. El servicio se halla íntimamente ligado a los carismas: El carisma, es una llamada a prestar un servicio "con capacidad para llevarlo a término y también un nuevo modo de ser respecto al Señor, precisamente en los términos de ese servicio concreto". Ambas realidades se complementan: La alabanza lanza al servicio; éste, por su parte, si es verdaderamente "de un hombre en Cristo", siendo en sí una alabanza, necesita y clama por ser vivificado por la alabanza de los labios, del cuerpo, del corazón, de todo el ser. De otro modo, correría el riesgo de secularizarse y de convertirse en una actividad meramente humana. 12'13 C. Para "evangelizar con poder" Es precisamente, la finalidad inmediata para la que Jesús prometió la Efusión de su Espíritu (Hech 1, 8), en orden al ministerio al que los enviaba (Mat 28, 19; Mc 16, 20; Le 24,47-49).


El Señor está manifestando, en la Renovación Carismática, su asistencia por el Espíritu, "en una palabra evangelizada con poder". Son innumerables los que confiesan haber sido tocados profundamente y llamados a la conversión en la palabra de Dios oída en un retiro, en un grupo de oración... pero que llevaba la carga de la fuerza del Espíritu. El Señor está redescubriendo en la Renovación Carismática el significado profundo de la evangelización que toca los corazones y los pone a su disposición (Hech 2, 37ss.). Por medio del anuncio de su Palabra está invitando a una conversión personal y comunitaria. La necesidad más urgente de nuestro mundo: ser "evangelizado", está siendo realizada por el Espíritu en la Renovación Carismática, (en los grupos de oración, en la liturgia...) y por ellos mismos para con otros. Cada día son más los que se sienten llamados a realizar el "testamento" del Señor respecto del mundo y a emplear todos los medios, vivificados por el poder del Espíritu y fortalecidos aun por los carismas más extraordinarios. Los dones del Espíritu tienen su plena comprensión en esta edificación del Cuerpo de Cristo. Sin ello, pierden su sentido y se hacen incomprensibles. No está, por tanto, en nuestra mano poner límites a los carismas, sino el usarlos para la construcción de la Iglesia en caridad y en

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sumisión a quienes tienen el carisma del pastoreo y el carisma del discernimiento en virtud de su responsabilidad. D. Para ser "testigos de Cristo resucitado" (Hech 1, 8) Aunque coincide con la evangelización es lícito alargar su contenido. Comprendida rectamente la Renovación Carismática, (prescindiendo de hallarse materialmente comprometido en ella), viene a ser LA VIDA NORMAL CRISTIANA:

-Aceptar a Cristo como Salvador y Señor de nuestras vidas. -Una vida de relación en la comunidad en el amor del Señor. -Una vida cristiana que produzca fruto abundante: hacia "dentro"; hacia "afuera" en la "evangelización" entendida en todas sus dimensiones y profundidad. -Una vida vivida en el poder y la fuerza del Espíritu.1415 E. Para Renovar la consagración y todas las formas de presencia y de servicio en la Iglesia y en el mundo" "La consagración": El compromiso contraído por los diversos sacramentos recibidos: -El compromiso de vivir como hijos de Dios, injertados en Cristo, (miembros del Cuerpo Místico, templos vivos del Espíritu Santo), por el Bautismo. -El compromiso de ser testigos de Cristo por la Confirmación. -El compromiso de ser signos de la unión mística de Cristo con su Iglesia, por el sacramento del Matrimonio. -El compromiso de ser administradores de los misterios de Dios y de su Palabra por el sacramento del Orden...16 F. "Todas las formas de presencia": -La oración. -La vida sacramental. -El amor fraterno. -Los diversos ministerios. -Las virtudes cristianas. -La evangelización. El compromiso apostólico y social etc... Todos los aspectos de la vida católica deben ser tocados por las gracias vivificantes de Pentecostés. Así en la Renovación Carismática por la acción del Espíritu Santo "se renueva la consagración y el compromiso de todas las formas de presencia y de servicio en el seno de la Iglesia". (R Emiliano) "La Renovación, como frecuentemente dice el cardenal Suenens, es una gracia de Pentecostés, que poco a poco debe alcanzar y renovar todos los ámbitos de la Iglesia. En el Concilio Vaticano II, esta gracia se derramó sobre el Episcopado Católico, pero no debe quedarse en el Episcopado, ha de llegar a todos".17 G. En y para la iglesia Es un aspecto fundamental en la Renovación Carismática. Sin él no sería lo que realmente es y debe ser. Ella se siente fuertemente arraigada en la Iglesia: se la sirve, se pretende ser fiel a sus indicaciones, directrices, avisos, correcciones... Y no puede ser de otro modo: La Renovación ha surgido bajo el signo y el soplo del Espíritu. Este es como el alma de la Iglesia. Él ilumina la mente para comprender mejor el misterio de la Iglesia de Cristo y enciende el corazón en el amor y el servicio a ella (Gal 4, 26). De aquí el respeto y obediencia que se da en la Renovación, en una visión de fe, a la jerarquía. La Renovación Carismática, por más que puedan darse casos aislados que parezcan contradecirlo, se halla arraigada en el corazón mismo de la Iglesia. Una prueba entre muchas, ha sido la 5a Conferencia Internacional de Líderes en el Espíritu Santo, celebrada en Roma del 30 de abril al 5 de mayo de 1984, y cuyo tema básico fue.- "En el corazón de la Iglesia". Pero el mejor y mayor testimonio es el que nos ha proporcionado el mismo Juan Pablo II en la alocución dirigida a los dirigentes de la Renovación Carismática, el 7 ele mayo de 1981, reunidos en Roma en la 4a Conferencia Internacional de Líderes de la Renovación: "El hecho de haber elegido Roma como lugar de esta Conferencia es un indicio especial de la importancia que tiene para vosotros el estar


arraigados en esta unidad católica de fe y caridad que tiene su centro visible en la Sede de Pedro. Hemos constatado con especial alegría la manera como los dirigentes de la Renovación han desarrollado cada vez más una amplia visión eclesial, esforzándose al mismo tiempo por hacer de esta visión una realidad creciente para cuantos dependen de su dirección...18 —Notas 1

P Villaroel, "Se llenaron todos del Espíritu Santo", Vida Nueva. 1981, 29-30 (1143-1144).

2

W. Smet, Yo hago un mundo nuevo, Edit. Roma, Barcelona, 1975, 52.

3

P. Villaroel, ob. cit., 29-30.

4

R. Faricy, L. Rooney, The Contemplative Way of Prayer, Serva ni: Books, Ann Arbor, Michigan, 1986, 9.

5

P. Villaroel, ob, cit,, 29-30; O'Connor, citado por W. Smet, ob. cit., 52.

6

Catecismo Católico para adultos, Conferencia episcopal alemana, BAC., Madrid, 1998, 154.

7

No lo olvidemos, repetimos, para darle todo el alcance sorprendente que tiene en el futuro de la Iglesia y del mundo: El

redescubrimiento del poder del Espíritu es el aspecto realmente esencial de toda la transformación de la Iglesia; este redescubrimiento

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debe, necesariamente, afectar las más variadas esferas: el culto, el servicio social y apostólico, la vicia comunitaria. Nada hay que caiga fuera del campo de su influencia, como nada debe haber que no entre en la acción del Espíritu Santo que desea cambiar al individuo, la Iglesia y la misma faz de la tierra. Pero, notémoslo bien: Esta transformación de la Iglesia no añade cosa alguna extraña a ella, sino que manifiesta, con nuevo esplendor, la acción que siempre ha tenido el Espíritu en ella: El Espíritu está en el corazón de la Iglesia para conducirla en su peregrinación [...] Él es, a la vez, continuidad y novedad, tradición y progreso. Siendo tradición viviente, el Espíritu une y relaciona todas las generaciones con Jesús, el Señor, "qué es y que era y que ha de venir (Ap. 1,4). Siendo progreso viviente, el Espíritu tiende hacia la etapa venidera. Transporta el pasado para impulsarlo hacia el porvenir". El redescubrimiento del poder del Espíritu Santo, significa también el "redescubrimiento" de sus carismas: Uno de ios méritos de la Renovación Carismática es recordar [...] la importancia de los carismas en la vida de la comunidad cristiana y de sus miembros. Su presencia en la Iglesia no es insólita o accesoria. Es una característica esencial de la misma. (El subrayado es nuestro).!...] Los carismas son auxiliares indispensables de la caridad [...] su papel puede resumirse en una sola palabra: "servicio". Pedimos disculpas por no anotar las citas exactas de su autor. 8

D. Mollat, La Palabra y el Espíritu, Edic. Sigúeme, Salamanca, 1984, 12.

9

C. Aldunate y otros, Los Jesuítas y la Renovación Carismática, Vida Nueva, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1984.

10

Discurso de Pablo VI a los delegados de la Primera Conferencia Internacional de Dirigentes de la Renovación Carismática, tenida en

Roma (Grottaferrata), 1973- P. Fernández, La Renovación Carismática, Documentación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1978, 17. 11

C. Aldunate, ob. cit, 79-81.

12

Cardenal L-J. Suenens, citado por Jon Sobrino, en La oración de Jesús y del cristiano, Edic. Paulinas, Bogotá, 1981, 1.

El aspecto del compromiso social, que es compromiso por la justicia, lo va asumiendo progresiva y firmemente la Renovación Carismática. Si en sus comienzos, necesitó centrarse, con cierta exclusividad, en la oración, hoy no puede decirse lo mismo, sin una manifiesta Injusticia. Su compromiso por la justicia y opción preferencial por los pobres muchas veces callada, y, siempre fuera de todo partidarismo, es una realidad cuando se conoce la obra comprometida de la Renovación Carismática, al menos en la mayor paite de los países donde ha penetrado y arraigado. Su compromiso tiene la enorme ventaja, sobre otros, que arranca y se fortalece en la oración. "La lógica de la oración es conducir al compromiso social. Para el cristiano estar auténticamente comprometido en la sociedad quiere decir estar enraizado en la oración". Así la Renovación Carismática, tiende a juntar equilibradamente estos dos aspectos que mutuamente se exigen en un cristiano y, consecuentemente, se presenta como una promesa, ya en paite realidad, de una tarea por la justicia que arranca de las mismas raíces del Evangelio; de la misma esencia de una auténtica oración cristiana. Es en definitiva, la obra del Espíritu, que da los sentimientos de Jesús e introduce a la persona en su dinámica apostólica y comprometida, "...¿cómo podemos amarnos incondicionalmente unos a otros como hombres, si antes no hemos experimentado el amor incondicionado que nos despierta y capacita para el amor? En primer lugar, por consiguiente, tiene que amarnos Dios. Es necesario que nos acepte incondicionalmente para que podamos acepiarnos y admitirnos también unos a otros sin condiciones. Por eso, la fe cristiana no se realiza plenamente en su dimensión "horizontal"; exige también la "vertical". Sólo si Dios es en Sí mismo un ser personal, decirle en común: "Padre nuestro. Y así, porque Dios es el Padre de todos los hombres, todos los hombres somos hermanos y hermanas''. Conferencia Episcopal Alemana, Catecismo Católico para adultos. BAC, 1988, 77. 13

Aquí, creemos que oportunamente, podemos insertar un hernioso pasaje de B. Rey, en el que sintetiza la visión que, ordinariamente,

se tiene en la Renovación Carismática del Resucitado; de Cristo en su doble dimensión de crucificado y glorificado que forma parte fundamental e imprescindible, de la gloria del Resucitado. Es uno de los grandes aspectos de la visión del Jesús viviente, que se da en la Renovación Carismática: En los documentos que hemos leído (referentes a una seleccionada entrega de preguntas a varios dirigentes de la Renovación Carismática), la cruz es ante todo la expresión de un amor, un icono para ser contemplado, un lugar de encuentro personal con Cristo, como en la mística paulina, que no se olvida de recordar con estas frases el apóstol: "Con Cristo estoy crucificado: yo no vivo, es Cristo quien vive en mí. Porque mi vida presenta en la carne la fe del Hijo del que me amó y se entregó a la muerte por mí". (Gal 2, 20) [...] No obstante la representación del Cordero (inmolado, de Cristo crucificado) tan frecuente, para no decir central, la visión de la cruz no tiene nada de dolorista, ni aparece como un signo de muerte, ni aun como una obra de la muerte. Es el símbolo de una victoria: victoria del amor, victoria que denuncia, mientras el pecador es inundado de misericordia, victoria del pecado que estalla en la Pascua en la que se


instaura un mundo nuevo orientado hacia la realización total de las bodas del Cordero, y en la que se inscribe ya la victoria de nuestras luchas, la expansión de nuestras personas, llegadas a la estatura que Dios les destina, victoria sobre las tinieblas y la desesperanza, de la que los convertidos pueden testimoniar por sí mismos. (Bernard Rey et un groupe d'auteurs, Jesús vivant au Coeurdu Renouveau Charismatic, Desclée de Brouwer, París, 1990, 265-266). 14

El trabajo del Espíritu se manifiesta en frutos diversos que estructuran los grupos de oración y renuevan la vicia de sus miembros.

Entre ellos hay que citar la alabanza, la escucha de la Palabra, el ejercicio de los caris- mas, un amor nuevo por la Eucaristía, el compartir fraternal y el descubrimiento de la acción apostólica. 15

Como se puede constatar, no hay nada nuevo en esta lista, felizmente. La Renovación no ha inventado nada. Ella no es sino una

renovación, una reactualización, por el Espíritu Santo, ele las gracias que la Tradición de la Iglesia ha tenido siempre. Mas para las personas que las viven, son frecuentemente, nuevas. Se parecen entonces, a veces, a aquellos enamorados que en el gozo de su amor nuevo creen que nadie ha sido antes amado como ellos. Es necesario afirmar que la Renovación Carismática es un don de Dios a su Iglesia. Por tanto, sería ilusorio y peligroso reducir concretamente la riqueza del Espíritu Santo al don hecho a la Renovación.

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16

Cardenal L-J, Suenens. Dom Elder Cámara, Renoveau dans l'Esprit, et Service de l’bomme, Bruxelles, 1979.

"El Bautismo es un nuevo nacimiento en Él (el Espíritu) y nuestra mirada se vuelve hacia Aquel con el cual estamos configurados, el Verbo hecho carne. La unción, que nos da el obrar y el dar testimonio en unión con Cristo, nos asemejan, en el sacramento de la Confirmación, a Aquel que se hace Testigo consolador y se apresura a darse. El Espíritu Santo es Aquel que, recibido en el Bautismo, se da en persona al cristiano confirmado a quien visita y vivifica". Para testificar, y obrar con poder en toda la gama de ministerios. Como resumen: Triple dimensión del compromiso cristiano en la Renovación Carismática. 17

Toda renovación de la Iglesia comporta un aumento de fidelidad hacia su propia vocación, fidelidad que se opera no sólo a nivel

eclesial, estructuras, comunidades, etc., sino también en la vida personal del cristiano concreto. La renovación personal supone conversión del corazón y un encuentro con Jesús al que se acepta como Salvador y Señor, al que se ofrece la propia vida en actitud de servicio y de amor. Esto es precisamente lo que realiza la Renovación Carismática en cada uno de nosotros situándonos en una relación personal con el Cristo Resucitado, presente en la Iglesia como su Cuerpo y haciéndonos sentir la vocación y la urgencia de edificar este Cuerpo y de vivir como testigos de la Resurrección. 18

Ivés Congar, gran teólogo de nuestros días, que simpatiza con la Renovación, pero también tiene sobre ella sus críticas constructivas,

dijo en el Congreso Internacional de Pneumatoiogía celebrado en Roma en 1982, por voluntad del Papa, para conmemorar el 1 ó Centenario del Concilio de Constantinopla: "¿Cómo no situarla aquí, entre los signos del despertar del Espíritu que se ha difundido corno un fuego que corre por el cañaveral? Se trata de algo muy distinto de una moda, se parece más bien a un movimiento renovador, sobre todo por una característica: por la dimensión pública y constatable de su acción espiritual con la que cambia las vidas". Y añade el P. Raniero Cantalamessa: "A nosotros que estamos en la Renovación, tal vez no nos es fácil caracterizarla en su rasgo más saliente. Para un teólogo, desde fuera, entendida globalmente, cía esta impresión: la de ser un movimiento cuya característica más singular es la de cambiar las vidas". R. Cantalamessa, "Los dones del Espíritu y la evangelización", Koinonía, n. 45-46, 31. Y todo esto, teniendo como centro y figura insustituible a Jesucristo resucitado, al que la Renovación Carismática no deja de mirar y cuya figura interior trata de trasladar a ella. Revestirse de sus sentimientos (Fil 2,5), asemejarse a Él (Rom 8, 29), ser tomada por Él... Un especialista tan notable como Bernard Rey, cuyas obras de cristología son tan valiosas, llega a decir: "La Renovación Carismática tiene una palabra particular que decir sobre Jesucristo. Porque la Teología es el fruto de una fe, que quiere comprender y decirse, ella [la Renovación Carismática] debe contribuir de manera original a la reflexión teológica". (B. Rey et un groupe d'auteurs, Jesús vivant au Coeur du Renouveau Charismatic. Desclée de Brouwer, París, 1990, 10 Introcluction.)


IX. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO: CORRIENTE DE GRACIA, SUSCITADA POR EL ESPÍRITU; PARA LA RENOVACIÓN ESPIRITUAL DE LA IGLESIA Y DEL MUNDO

1. Es una "corriente de gracia", suscitada por el Espíritu Santo a) ".. .No se trata de un movimiento en el sentido sociológico habitual de la palabra!...]. Se trata de una realidad, de una 'corriente de gracia', de una 'gracia actual' -para utilizar el lenguaje teológico, de una moción, de un soplo del Espíritu Santo, válido para todo cristiano, sea cual sea el 'movimiento' al que pertenezca, sea laico, religioso, sacerdote, obispo. Se está en un mal punto de partida mientras uno se

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hace la pregunta de las compatibilidades y se pregunta: ¿Puede ser, a la vez, miembro de tal organismo o comunidad y miembro de la Renovación? Hay que responder con la antigua escolástica: Negó supositum (Niego los presupuestos mismos de la pregunta.) [Repitiendo lo anotado ya en otra parte]: "Uno no entra en la Renovación: es la Renovación la que entra en nosotros si aceptamos esta gracia. No se puede ser franciscano y jesuíta al mismo tiempo, pero se puede ser perfectamente franciscano abierto a la Renovación, o jesuíta 'carismático' sin tener que dejar su orden".1 Nada debe sufrir, ni el sentido de pertenencia a su Orden, ni su espíritu de familia religiosa... Precisamente la "gracia de la Renovación" se da para hacernos vivir en plenitud lo que somos como laicos, religiosos, pertenecientes a un instituto determinado, como sacerdotes, etc. b) En esta corriente de gracia el término "carismático" puede delimitar la amplitud que encierra en sí la Renovación. Estar en la línea del Pentecostés primitivo abarca toda la obra del Espíritu y no solamente los carismas. Por otra parte, el término "carismático" puede inducir, si no se lo entiende bien, a algo exclusivo perteneciente a la Renovación, cuando la Iglesia entera es carismática y tiene este elemento constitutivo esencial como lo son igualmente, los elementos "sacramental" e "institucional". Además, cada cristiano es "carismático" en virtud de su Bautismo y de su Confirmación, sea consciente de ello o no. El término "carismático" que en verdad ha cuajado en el mundo de la Renovación y fuera de él, hay que tratar de aclararlo de modo que no entorpezca el profundo y amplio contenido de la Renovación cuyo punto de partida o elemento "fundacional" se halla en el Pentecostés de la primitiva Iglesia. Hay que procurar por tanto tener bien presente que el don primero en la Renovación es el mismo EspírituSanto, "que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento en la fe, la esperanza, la caridad y que ella es el test supremo de toda autenticidad cristiana", con todas las consecuencias que arrastra y que se irradia a toda realidad.2.3 c) En otra definición, empleando un vocablo equivalente a "corriente de gracia". No es un movimiento en el sentido propio del término-. 

Sino un "aliento", (un impulso) colectivo (e individual), suscitado por el redescubrimiento del Espíritu Santo y de su acción.

Gracias a la experiencia de su presencia, vivida en el seno de una asamblea (grupo de oración).

Y, más frecuentemente, como consecuencia de una Efusión especial de este Espíritu,

En vista a la construcción del Cuerpo de Cristo (y a la santificación personal).4

Si analizamos, brevemente, los intentos de definición anteriores, tan coincidentes entre sí, podemos extraer el rico contenido que encierran y que, a la vez, aclaran la visión "inexacta" e "incompleta" de la Renovación Cristiana, a que se aludió anteriormente. Ia Es una realidad religiosa: La Renovación Carismática, no puede ser comprendida plenamente si no es a la luz del primitivo Pentecostés. Fue el gran impulso del Espíritu en la Iglesia, al que miran y se refieren, como a una fuente, todos los demás. La Renovación Carismática, por tanto, tiene su nacimiento dentro de la Iglesia puesto que es el Espíritu Santo, quien la impulsa de nuevo en nuestros días, como alma de la Iglesia que es, quien la mantiene y la acrecienta para bien de la misma Iglesia.5 2a La Renovación Carismática no es una realidad "nueva", porque no aporta ningún elemento que no estuviera ya en la Iglesia: ni la acción "poderosa" del Espíritu para transformar al individuo y a la comunidad, ni la Efusión o experiencia de su poder y de su amor, ni los carismas, ni las comunidades.. ,6 Es "nueva" solamente en el sentido de que vuelve a descubrir (se redescubre) lo que aparecía, en sus diversos elementos como escondido sin dársele la importancia que realmente tiene. Es "nueva" en el sentido de que el Señor quiere hoy "democratizar": extender aun a aquellos que no son santos lo que parecía estar reservado a ellos. 3a Aunque para no pocos que miran la Renovación, desde fuera aparezca como una moda, por más religiosa que sea, no lo es. Es mucho más que eso. Tan profundo que toca las raíces mismas de la Revelación en sus máximas exigencias. Es la fuerza del Evangelio que se trata de vivir hasta sus últimas consecuencias, "No son sólo las formas que han cambiado para muchos católicos, sino algo más profundo: la manera de vivir el Evangelio". 4 a Ni los grupos de oración ni los mismos carismas son Jo que únicamente caracterizan la Renovación. Son elementos fundamentales de la santificación, de la "construcción" de la comunidad en el amor y en el sen-icio. No debemos, por tanto, restringir la Renovación a ellos, por más que sean de suma importancia, y en ambos se vea la mano de Dios, sobre todo en los carismas, manifestación del poder del Espíritu, en orden a la edificación de la Iglesia y de la "misión" (1 Cor 12, 7; Hech 1, 8).


5a Sin tener la Renovación Carismática un fin específico, como una institución religiosa que marcha con los ojos puestos en este objetivo ya determinado, sí lo tiene mucho más amplio y universal, en cuanto que el Espíritu Santo, autor e inspirador de la Renovación Carismática quiere actuar en ella y por ella para tratisformar al individuo, a la Iglesia, al mundo en todas sus dimensiones. La evangelización y transformación del mundo desde sus raíces con el poder del Espíritu Santo. 6a La Renovación Carismática, como "corriente de gracia" que es, puede estar presente, debería estarlo, en lo esencial que la constituye, lo mismo entre los sacerdotes, laicos, religiosos que entre las más diversas instituciones apostólicas. Su "ser íntimo" la hace capaz para ser el fermento espiritual, la gracia actual del Espíritu para nuestros tiempos. Puede y quiere tener un poder transformador al que nada ni nadie debería escapar, aunque marchen por diversos caminos hacia Dios. Con esto se quiere indicar también que la Renovación Carismática no debe entrar en competencia con ningún movimiento apostólico. Que no acapara la acción del Espíritu, como la misma historia de la Iglesia y la realidad actual lo demuestran. Pero que el redescubrimiento del Espíritu, el abrirse a su acción poderosa es necesario que se tengan por tan esenciales en la persona y las instituciones que sin ellas, toda su actividad, por santa que aparezca, no pasa de ser superficial y muy poco eficaz en los deseos y el plan del Señor. 7

II.

7a No es, sin embargo, necesaria, la pertenencia "material" a la Renovación Carismática. Quizá a no pocos "no les vaya" la forma de ser y actuar de la Renovación. Aun puede suceder que, sintiéndose beneficiados por la adhesión y práctica de los diversos elementos que constituyen su ser más visible o su dinámica, crean y hayan experimentado sin embargo, que para ellos les va mejor insertarse en otros movimientos de renovación. Incluso cabe que se abran a la acción del Espíritu, tan plenamente y aun más en su situación cristiana concreta, que no pocos de los comprometidos externamente con la Renovación Carismática. Esta quiere ser leal: ni se considera vehículo único de la renovación de la Iglesia y del mundo, ni descarta ideológicamente (la práctica también lo demuestra) que el Espíritu Santo, pueda y de hecho utilice otras vías de renovación espiritual. Los mismos Sumos Pontífices, aun considerando lo "providencial" y extraordinario de esta corriente de renovación espiritual, dejan bien claro que no es el único modo de realizarla para el Espíritu.8 8a Lo que sí es urgente e insustituible para todos, aun para los que por su estado y condición de vida parecerían que lo realizan de un modo habitual: sacerdotes, religiosos..., es: • Caer

en la cuenta de que "el hombre no es el agente primordial de su (santificación) y misión, sino más bien, un dócil instrumento

dependiente del Espíritu Santo. Y que en vez de decir: "Dios, haré esto por ti" su actitud debe ser. 'Espíritu Santo, úsame como quieras'. Y con este solo cambio de actitud fluye incontenible el poder divino".9 •De otro modo : Es necesario persuadirse profundamente de que la proclamación de "Jesús como Salvador", es una realidad plenamente actual a la que debe dársele todo su valor e importancia vital, "contra la influencia sentida, aun dentro de la Iglesia, de un nuevo pelagianismo": que implica que el hombre puede salvarse a sí mismo por medio de la ciencia, la tecnología y los métodos de autorrealización (no negados por la Renovación, pero sí situados en su puesto de meros colaboradores del agente principal y "esencial": el Espíritu Santo). Delatan, frecuentemente un "individualismo tan radical que niegan incluso el Señorío personal de Dios en nuestras vidas". Ante esta realidad, cobra una seriedad e intransigencia especial "la enseñanza básica de la Renovación": "Jesús es el único Salvador y Señor de todo y, conocerlo como tal es el único camino para que el hombre alcance su paz y plenitud".10 Difícilmente se encuentra confesión más arraigada en la Revelación cristiana, en la tradición, enseñanza de la iglesia y en la vivencia de los santos. Y sin duda, es la metodología más sana y eficaz para revalorizar en su "justa" importancia y en su "preciso" papel todas las realidades humanas y la cooperación del hombre a la gracia. • Es

indispensable y urgente, por tanto, abrirse a la acción del Espíritu Santo; a la experiencia personal de su poder hoy, lo mismo que

en la primitiva Iglesia; en la vida particular, en la comunidad, en la Iglesia y el mundo. Entonces Él lo recreará, partiendo de nosotros mismos, nos llenará del fuego de su amor divino. Y cuando nos rindamos a Él, "nos usará como herramientas en manos del Arquitecto".11 Esto es lo fundamental y que abarca por igual a laicos y sacerdotes, religiosas y aun Obispos. Esta es la pertenencia esencial, válida y urgente para todos: entrar de lleno en la "fuerte corriente de la renovación" suscitada por el Espíritu en su Iglesia, que es decir: tener la experiencia vital del poder del Espíritu que actúa "poderosamente" en las propias vidas para transformarnos en Cristo y revitalizar "increíblemente" nuestra misión. 9a Con ser verdad manifiesta cuanto antecede, no podemos menos de añadir lo siguiente: La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo representa hoy una oportunidad especial en el plan renovador del Señor para el individuo y para la Iglesia. Los mismos Papas lo han indicado claramente. Puesto a aducir algunas razones, aportamos las siguientes:12 • La

realidad manifiesta que se observa en tantas partes, el testimonio de casi "innumerables" testigos que han visto su vida y su

ministerio transformados radicalmente.  Todo en la Renovación Carismática, se orienta hacia esta experiencia de apertura a la acción del Espíritu, a su vivencia y profundización. En esto juegan un papel capital los elementos de los grupos de Oración, los Seminarios de Vida en el Espíritu, los Carismas, afortunadamente revitalizados por el mismo Concilio Vaticano II. •

La experiencia ya largamente comprobada, de que la revalorización de estos elementos de la Renovación, sobre todo de los carismas,

conduce a una manifiesta valoración de otros elementos fundamentales de la tradición católica-, la oración litúrgica y personal, el estudio, la lectura, consideración y contemplación de las Santas Escrituras, el Magisterio doctrinal y pastoral de la Iglesia Católica, etc.  Y esta realidad se halla enraizada, sostenida, vivificada y alimentada por la íntima persuasión que vive en lo más profundo de los comprometidos en la Renovación, de que Jesús resucitó vive y actúa hoy como siempre por la fuerza y el amor de su Espíritu (Mt 18, 19-20; Lc 11, 9-13; Jn 14, 16-17, Hech 1, 8; Hebr 13, 8).


Por cuanto se ha dicho se puede afirmar que la "Renovación Carismática, no es verdaderamente un movimiento, sino una gran corriente espiritual y apostólica que recibe el aporte complementario de otras espiritualidades tradicionales en la Iglesia".13.14 Como espiritual, podemos decir que se orienta fundamentalmente hacia adentro: hacia nuestra santificación o transformación en Cristo (Rom 8, 29-30). Como apostólica, se orienta primordialmente hacia "afuera": hacia el apostolado, hacia la evangelización, el testimonio de Cristo con poder. Y ambos aspectos, no separables, sí distintos, pero esencialmente complementarios, vividos y realizados con la fuerza del Espíritu que actúa en nosotros con su poder transformador, en el poder de sus carismas. 2. "Para la Renovación Espiritual de la Iglesia y del Mundo" a) "La discreta pero maravillosa acción del divino Espíritu durante los veinte años de esta Renovación Carismática Católica y los frutos que ya ha producido nos muestran lo importante de esta corriente espiritual y nos animan a apreciarla y promoverla diligentemente, ya que es uno de los medios para conseguir la Renovación espiritual que necesita la Iglesia y que reiteradamente nos pide el Santo Padre".15 Por más que este punto se haya tocado a través de cuanto antecede en la instrucción, es conveniente volver a él brevemente. El mismo

II.

Vaticano II expresó claramente la necesidad siempre actual que pesa sobre la Iglesia de renovarse: "Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado, (Hebr 7, 2 6), no conoció el pecado (Cfr. 2 Cor 5, 21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (Cfr. Hebr 2, 17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación".16 Su finalidad última, pues, es la renovación espiritual de la Iglesia contribuir a que verdaderamente sea la esposa de Cristo, sin mancha ni arruga (Ef 5, 27). b) Hoy se hace especialmente urgente esta renovación espiritual de la Iglesia: las fuertes corrientes ideológicas y prácticas descristianizantes nos tratan de envolver: La increencia, el secularismo, la civilización del "consumo", el materialismo, la invasión de sectas orientales y occidentales, el desenfreno moral, etc... Es todo un mar inmenso y en creciente actividad el que se ha volcado sobre el mundo. Su influjo no deja de ser funesto en muchos cristianos que se sienten confundidos, empujados, arrancados de su Iglesia, heridos en su fe y en su vida moral. La Iglesia, como tal y los que formamos parte de ella como miembros, necesitamos renovarnos. Los Papas, sobre todo desde Juan XXIII hasta el actual, no han dejado de repetirlo reiteradamente. En su providencia Dios suscitó esta "corriente de gracia" como uno de los medios poderosos para contribuir a esta urgente renovación. Se trata pues, de avanzar hacia la renovación espiritual ele la Iglesia. Se trata del Pentecostés permanente (y también personal), según la acertada fórmula de Pablo VI. Se trata de apreciar y promover la Renovación Carismática en cuanto que es uno ele los medios para conseguir la renovación espiritual que necesita la Iglesia. Pablo VI lo expresó en palabras que han pasado a ser clásicas, y que muestran su respeto por la Renovación Carismática: "Entonces [supuestos los frutos que ha enumerado anteriormente], ¿cómo esta renovación espiritual no será una esperanza para la Iglesia y para el mundo? y en este caso, ¿cómo no tener en cuenta todos los medios para que ella permanezca?". 17 Es natural que la historia de la Renovación haya sido un frecuente oscilar entre el significado de un "medio" y la meta o finalidad última, y que en más de una ocasión se hayan confundido. c) La Renovación Carismática es, ante todo, renovación del misterio de la Iglesia. El Cardenal Suenens da, en resumen, esta explicación: ..pero la Iglesia es el tesoro y el misterio de Dios, que nosotros llevamos en vasos de barro, la Iglesia de Jesucristo que sacramentalmente continúa su vida entre nosotros. Esto es lo que nosotros, ante todo, debemos descubrir y hacer vivir después a nuestro alrededor. Aquí se inserta la Renovación. Es una renovación del misterio de la Iglesia. A Jesucristo hemos de encontrarlo allí donde está, de lo contrario, no tendríamos más que un Jesús de Nazaret histórico, deteniéndose la historia en su tumba. Pero no es así. El misterio de la Iglesia es el misterio de esa Resurrección Pascual, el misterio del Espíritu Santo enviado por Jesucristo vivo para animar a su Iglesia".18 Es, en otras palabras, la renovación de la gracia de Pentecostés, de un nuevo Pentecostés, con cuanto éste implicó, desde la profunda conversión, el nacimiento de la Iglesia en el amor del Espíritu, la efusión de los carismas, el redescubrimiento del sentido de la cruz, etc. d) Si, a veces, se puede haber confundido la Renovación como meta y como medio, esto se ha ido esclareciendo cada vez más de modo que se le está devolviendo el sentido propio a cada una de las palabras. La cita anterior de los obispos latinoamericanos: "es uno los medios para conseguir la renovación espiritual que necesita la iglesia y que reiteradamente nos pide el Santo Padre" nos ayuda a aclarar la confusión que todavía algunos puedan tener. Nos lleva a distinguir entre los medios y la renovación espiritual que necesita la Iglesia. Nos lleva igualmente a hacernos conscientes y a persuadirnos de que la Renovación Carismática no es el tínico medio; que hay otros necesarios y eficaces, aunque para los que han experimentado el poder transformador a través de la Renovación Carismática, sea un medio especialmente poderoso, lo aprecien y lo amen, con sencilla humildad, sin cerrarse sobre él y prodigándole toda la estima y consideración que se merece, como obra del Señor. e) El hecho de que para ellos aparezca con una eficacia especial, es que la Renovación Carismática va a la raíz de toda renovación espiritual: a la acción viva, constante del Espíritu Santo. Se sitúa en el mismo Pentecostés continuado en la Iglesia y en cada uno ele los fieles, de los hombres, con tal que se abran a él: lo deseen, lo pidan, se preparen. Dios, ordinariamente, concede sus dones a quienes los aprecian, los desean, los piden con la gracia que el mismo Espíritu Santo los previene y ayuda. Precisamente en la Renovación Carismática se está haciendo mención expresa de esta realidad absolutamente necesaria para que pueda darse la renovación espiritual de la Iglesia, del mundo, de la persona. Y esto de modo que no se trate de colocar en el centro al Espíritu Santo, sino a Jesús el Señor. La función del Espíritu es precisamente manifestarnos, llevarnos, conformarnos a Jesús. Expresado


en una formula ya clásica en la Renovación Carismática, se trata de que Jesús sea verdaderamente el Señor de la vida de cada individuo, de cada grupo de oración y comunidad de la Iglesia, del mundo. Volviendo sobre las expresiones meta o finalidad última, ya aclarada, y sobre la realidad ele la Renovación Carismática, uno de los medios para la renovación de la Iglesia conviene precisar, aunque se haga más adelante con cierta extensión, la diversidad de contenido: Según esto, nos parece oportuno clasificarlos en medios o elementos esenciales y medios o elementos opcionales. Los primeros son de tal condición que no cabe prescindir de ellos ya que de ellos depende la renovación de la Iglesia y del individuo. Tales son, entre otros, el amor de alianza del Padre, el poder del Espíritu Santo, la vida sacramental y comunitaria, la oración, los carismas, la necesidad de evangelizar, etc. Entre los elementos opcionales, prescindibles, o elementos de valiosa ayuda para suscitar, fortalecer, madurar la renovación de la Iglesia, se pueden enumerar: los grupos de oración, el Bautismo o Efusión del Espíritu Santo, tal como suele realizarse en la Renovación Carismática, los retiros, convivencias etc. 19 Esta aclaración puntualiza la finalidad que el Espíritu Santo ha asignado a la Renovación Carismática, y al mismo tiempo, esclarece la

II.

diversidad de medios o elementos que entran en juego con la variedad de contenido y, por tanto, de eficacia para la renovación del individuo, de la iglesia, del mundo. La Renovación Carismática es una corriente de gracia enriquecedora en las vidas de millones de creyentes en nuestro mundo moderno. Es parte del misterio de la Iglesia, del misterio del Espíritu que "sopla donde quiere" (Jn 3,8), parte de las iniciativas que Dios toma para renovar y fortificar el Cuerpo de su amado hijo. El Papa Pablo VI la llamó en 1975: "una suerte para la Iglesia y para el mundo". Y refiriéndose a ella, el Papa Juan Pablo II confirmó en 1981 que: "los seis años que han transcurrido han corroborado la esperanza que inspiró esta visión". Muchas veces en varias conversaciones, el Santo Padre ha dicho que la Renovación Carismática es "tan importante, porque está luchando contra el materialismo" contra ese acceso sin espiritualidad para la vida.20 —Notas 1

C ard enal L-J Suenens, Un pbeno men e controversé, Le repos dans l' Esprit, Desclée de Brouwer, París, 1986, 14.

2

Cardenal L-J. Suenens, ob. cit. 14.

3

"En este cuadro [la situación del mundo actual descrita más arribal, la Renovación es algo mucho más amplio que un conjunto de grupos de oración con sus cantos, sus brazos en alto, su apertura a los carismas. La Renovación es una corriente que está actuando en todo el mundo de diversas maneras, es la voluntad salvífica de Dios, urgente, variada, sorprendente, que quiere transformar al hombre dándole "un corazón nuevo y un Espíritu nuevo (Ez 36,26)". El Jesuíta se siente tomado en esta corriente donde no vale" "el prudente, el erudito, el que cautiva y arrastra con sus cualidades naturales, sino el que es movido desde dentro a una presentación auténtica de Cristo calcificado y a una demostración del Espíritu Santo y de su poder". C. Aldunate y otros, "Diez desafíos que presenta la Renovación", Los Jesuítas y la Renovación Carismática, Centrum lgnatianum Spiritualitatis, Roma, 1984, 150.

4

Cfr. V. M. Walsh, A Key to Charismatic Reneival in the Catholic Church, Abbey Press, St. Meinard, 1976, 13-14.

5

P Lebeau, "Renouveau Charismatique et Ecumenisme", Lumen vitae, n. 1, 1976, 7-20.

6

Declaración de los Obispos belgas.

7

Cuantos conocen a fondo 1a Renovación Carismática, y han tenido la experiencia del Espíritu en ella insisten en no entenderla y

clasificarla como un movimiento entre otros, por más que también tenga una moderada estructura. Repiten, una y otra vez, la frase que acuñada por el Cardenal Suenens, ha hecho fortuna: "no es un movimiento en la Iglesia, sino Ja Iglesia en movimiento". Aquí es donde se sitúa y desde aquí se explica la gran capacidad de la Renovación Carismática para insertarse y ser compatible con las asociaciones y movimientos religiosos de espiritualidad; con los objetos religiosos y las estructuras de organización de todas las agrupaciones y corporaciones eclesiales, sin dejar fuera la misma vida consagrada y sacerdotal. La Renovación Carismática, está en el punto de intersección en el que convergen muchas fuerzas espirituales y teológicas del cristianismo. Viene a ser como el elemento unificaclor y vitalizador de todas ellas, si se le da entrada. Sin eliminar ni debilitar la personalidad de cada una. al contrario, puede ser como el elemento que aglutina, unifica, da consistencia, revitaliza otros elementos valiosos que conforman el ser de las demás agrupaciones. No es una vana pretensión ni una arrogancia, pretender sencilla pero auténticamente, realizar su cometido, su misión, el deseo del Espíritu que está en el corazón mismo de la Renovación Carismática, al suscitarla en la Iglesia y para la Iglesia. Lo es, puesto a razonar la afirmación precedente, porque la esencia ele la Renovación Carismática, está en que la vida de cada uno se halle totalmente orientada a Jesucristo como Señor nuestro, bajo el poder de! Espíritu Santo. Lo es, igualmente, porque la Renovación Carismática, en el Espíritu Santo "ha surgido de una síntesis de las cuatro áreas fundamentales por las que el Espíritu actúa en la Iglesia: la Palabra de Dios, los Sacramentos, el Ministerio y los Carismas. Estos elementos se completan y se apoyan unos en otros [...] su finalidad es integrar con mayor cohesión a cada cristiano en la congregación o comunidad religiosa en que vive". Aquí reside la intrínseca compatibilidad de la Renovación Carismática, con todo lo que hay en la Iglesia. Y todavía se puede añadir otra razón, que, coincidiendo, en parte, con las anteriores, aporta una realidad, en cierto modo, si no exclusiva de la Renovación, sí tiene en ella un puesto de privilegio y viene a formar el corazón de la misma esencia de la Renovación Carismática: "Se trata de que toda ella está empeñada en devolver al Espíritu Santo su puesto de realizador de la obra de Jesús, por encargo expreso del mismo, en la vida de las personas y a nivel de ministerios. Es, sin duda, no la única, sino la aportación fundamental de la Renovación Carismática. Él es el aglutinante imprescindible de todo elemento; sin Él ni hay posibilidad de santificación personal, ni los ministerios, el servicio en el Reino se puede realizar con poder. Cuantos elementos conforman la


Renovación Carismática se orientan precisamente a la 'liberación' del Espíritu en nosotros: a su actuación creciente, en poder hacia dentro y hacia fuera de la persona. Resulta doloroso constatar que ía esencia de la Renovación no se haya captado y se la juzgue tan superficialmente muchas veces desde fuera, como espectador que contempla algo curioso y nuevo. Esta, creemos es una de las razones de por qué la Renovación es tolerada, vista con indiferencia y aun rechazada por no pocas personas". Obispo J. Mckinney, La Renovación Carismática en ¡a Iglesia Católica; Experiencia y Teología del Espíritu Santo, (Dir. C. Heitmann, H. Muhien). Secretariado Trinitario, Salamanca, 1978, 68; F-A. Kleinrahm, "La Renovación de la Comunidad en Alemania Federal", Koinonía, 54, jul-agosto, 1985, 11; F-A.; Kleinrahm, ob. cit., 11 8

Juan Pablo II, en diversas entrevistas con la Renovación Carismática (Oficina Internacional de la Renovación Carismática, Roma).

9

T. Forrest, International Newsletter mayo-junio, 1980, 1.

10

T. Forrest, InternationalNewsletter, ob. cit., 1.

11

Pablo VI, Discurso en Grottaferrata, 1973.

12

II.

Mirabilia, n. 2, Bruxelles, 1983,6.

13

Renovación Carismática y movimiento carismático. Para aclarar más este punto parece conveniente remitir a una nota las siguientes

afirmaciones de K. Ranaghan: "La Renovación Carismática comprende a todos esos hombres, mujeres y jóvenes en la Iglesia Católica -en grupos, en colegios, comunidades, en sus propios hogares- que han sido bautizados en el Espíritu Santo y que son guiados por Dios a una vida más profunda de alabanza, santidad, servicio y amor. Pueden estar o dejar de estar comprometidos en un movimiento, pero están implicados en la vida y en el ministerio de la Iglesia, en sus propias familias, en su trabajo en el mundo, en sus diócesis, y en sus parroquias. Por otra paite, el movimiento de la Renovación Carismática es la suma total de todos los individuos, grupos y actividades que fomentan la Renovación Carismática en la Iglesia en general. Incluye grupos de oración, seminarios de iniciación, revistas, grabaciones, libros y conferencias, todo lo cual pretende predicar la plenitud del Evangelio, la importancia de ser bautizados en el Espíritu Santo y la realidad de los dones espirituales, en un contexto de fe de praxis totalmente católico. 14

El movimiento son las personas que han sido llamadas a realizar juntas la obra de fomentar la Renovación Carismática. Y en ese

sentido, se le puede llamar "movimiento". El movimiento no tiene por qué ser tan amplio como la Renovación. El movimiento existe como una forma de servicio en la Iglesia para propagar el nuevo Pentecostés dentro de ella. La meta para cada uno de los ochocientos millones que hay en nuestra Iglesia es que sea renovado carismátícamente. La meta no es que todos lleguen a pertenecer a nuestro movimiento, Los que han sido llamados a trabajar en el movimiento de la Renovación Carismática y a fomentar la Renovación Carismática en toda la Iglesia se deben alegrar cuando otros son guiados a cambiar. También nos debemos alegrar cuando los que están en los Cursillos de Cristiandad, en el Encuentro Matrimonial y en otros movimientos espirituales son bautizados y permanecen fieles a la vocación específica con la que Dios los ha llamado en su movimiento. En octubre 1982, en Lourdes, los obispos franceses abrieron un dossier sobre la Renovación Espiritual, se nota cierto humorismo en la nota preliminar del redactor: "La Renovación desborda todas las categorías de nuestra organización pastoral, Ella no está hecha para entrar en nuestros organigramas eclesiásticos. Es pues, que el Espíritu Santo reserva sorpresas, aun a los Obispos". Y, Jehanno, Tychique, n. 51, 1984, 48. 15

Encuentro Episcopal Latinoamericano, La Ceja (Colombia), 1987.

16

LG, 8.

17

Pablo VI al II Congreso Internacional de la Renovación Carismática, 1975.

18

Cardenal L-J. Suenens, "La Renovación Carismática como renovación", Koinonía, n. 44, nov.-dic. 1983, 5-6.

19

Cfr. "Declaración pastoral sobre la Renovación Carismática de los obispos norteamericanos", Koinonía, n. 54, jul.-ag. 1985, 5.

20

Fio Mascarenhas, Oficina Internacional de la Renovación Carismática (ICCRO), Roma.


X. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO COMO UNA NUEVA TOMA DE CONCIENCIA DEL COMPROMISO DEL BAUTISMO Y DE LA CONFIRMACIÓN O LUGAR PRIVILEGIADO PARA HACER, MANTENER Y PROFUNDIZAR LA DECISIÓN FUNDAMENTAL DEL CRISTIANO POR CRISTO Y POR LA IGLESIA

La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo es "Una toma de conciencia 'nueva' de lo que ya estaba implícito en los Sacramentos de la Iniciación". La Renovación Carismática es una toma de conciencia existencial de la acción del Espíritu Santo tanto en el corazón de las personas

II.

como en el corazón de la vida de la Iglesia: esta toma de conciencia se acompaña de una apertura y de una acogida de los diversos dones que el Espíritu reparte entre los fieles de toda condición para la construcción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. "Si no queréis que la Renovación se esclerotice, hay que permanecer abiertos a la acción del Espíritu, abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo".1 A. Explanación 1. Lo implícito en los sacramentos de iniciación cristiana se puede sintetizar así: La acción poderosa del Espíritu Santo en la Iglesia y en la persona. Nuestra realidad íntima de ser "hijos de Dios" en Cristo Jesús por el Espíritu Santo que nos comunica la vida, su vida, vida del Padre (Ef 1, 3ss.; Jn 7, 38-39). 2. Nuestra realidad de "estar injertados en Cristo", unidos misteriosa, y realmente a la Humanidad Resucitada de Cristo, por el mismo Espíritu que habita en Él y en nosotros (Jn 15, lss., Rom 6, 3ss.; Rom 8, 9)3. La realidad de ser templos vivos del Espíritu de Cristo, que habita en nosotros (ICor 6, 15). De ser fortalecidos por el Espíritu Santo, para realizar una labor especifica y difícil en la construcción del Reino. 4. La "íntima persuasión" de que las exigencias de nuestro Bautismo y Confirmación podemos realizarlas en virtud del cumplimiento de las promesas de Jesús: el envío del Espíritu Santo en poder. La persuasión de contar con la ayuda de su acción y la gracia de sus carismas para la edificación cíe la Iglesia. Por eso la teología profunda de la Renovación es, a la vez, sencilla y exhaustiva: "Es la persona y la acción del Espíritu Santo". O, si se quiere, es el hombre "inundado por la experiencia del poder del Espíritu".2 "Cuando hablo de Bautismo y Confirmación tengo que establecer un nexo entre ellos. Están, además, tan unidos que nos hallamos en el centro de la Renovación, ¿Qué es la Renovación? Es tomar una nueva conciencia de la Confirmación, una nueva conciencia de lo que pasó en Pentecostés. Hay un libro que se titula "Nuestro Pentecostés Personal". Eso es la Confirmación: la Renovación de Pentecostés. Y ¿qué es el Bautismo? Es la fiesta de la Pascua.- Pascua y Pentecostés son uno; no podemos disociarlos, porque a través del Bautismo entramos en la muerte y Resurrección de Jesús de forma que estamos abiertos para poder recibir el Espíritu Santo al ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esta es la realidad central de la vida cristiana: no otra cosa, sino Pascua y Pentecostés en continuidad". 3 Así vemos coincidir totalmente estas afirmaciones del cardenal Suenens con lo que dice respecto de la Renovación Carismática, el Episcopado belga: Es una nueva toma de conciencia de lo que ya estaba implícito en los sacramentos de iniciación (Bautismo y Confirmación). La Confirmación reafirma la del Bautismo y añade una modalidad peculiar. Podemos decir que el Bautismo nos consagra a la Trinidad, nos une a Cristo, Cabeza de la Iglesia, a su Humanidad resucitada, en la comunidad eclesial y crea en nosotros el compromiso de realizar nuestra santificación viviendo, en la posibilidad de la criatura, la vida trinitaria: imitar la santidad del Padre, a ejemplo de Jesucristo, por el poder del Espíritu Santo del que somos templo. La Confirmación, además de reafirmar el Bautismo, nos capacita para el trabajo en el Reino, nos compromete con él y nos confiere la gracia para construir la Iglesia de Cristo en el amor. "La Renovación tiene esta capacidad de suscitar una plena conciencia o descubrimiento" de estas realidades.4 B. La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo y la "decisión fundamental del cristiano" por Dios y por la Iglesia La descripción que dan los obispos belgas de la Renovación Carismática coincide, creemos, exactamente con lo que afirman sobre la misma Renovación y de su papel en la Iglesia, los obispos austríacos en su documento: "La decisión fundamental del cristiano". He aquí un breve resumen de lo que nos parece constituir las líneas fundamentales del mismo: 1. El Sacramento en el que se expresa "la decisión por la fe es el Bautismo". 2. Pero el encuentro vivo con Dios se realiza cuando el adulto acepta consciente y libremente la oferta que Dios le hace y se compromete a colaborar con su gracia de una manera activa. 3. La aceptación personal de la alianza ofrecida por Dios en el Bautismo, supone cierta madurez humana. Supone una toma de conciencia y una preparación que disponga y haga más profunda esta toma de decisión. 4. Cuando se trata de cristianos adultos, no bautizados, tal preparación se hace en el catecumenado. Para los ya bautizados de niños hay que decir que escasean tales oportunidades. La misma preparación para recibir el sacramento de la Confirmación, la preparación para


acercarse a la Primera Comunión, las renuncias en la vigilia de la noche pascual no suelen tener el carácter de una decisión fundamental por Dios y por la Iglesia que lleve consigo e involucre toda la vida. Por otra parte, la decisión fundamental por Dios y por la Iglesia debe despertar en el alma el deseo de aceptar los carismas del Espíritu y de dar testimonio de Jesucristo. Tales dones se orientan a la proclamación del Evangelio, pero, en realidad, los cristianos se muestran cerrados a ellos. 5. Dios, no obstante la imagen que el hombre se forma de El, y el alejamiento en que persiste, se le entrega en amor y, de un modo palpable; lo hace en la persona del Verbo que se encarna y se hace semejante al hombre. Se le revela como amor especialmente a través de su muerte y resurrección (Ex 34, 6; Os 2, 21; Deut 7, 9; Is 55, 3; Os 2,16; Rom 8,32; Hebr 9, 14; Ef 5. 2; Gal 2,20; ljn 4, 9ss. etc.) La respuesta del hombre al amor de Dios es la conversión desde lo íntimo del ser que es imitar la entrega de Jesús a Dios y que se debe fundamentalmente a la gracia, pero requiere la cooperación de la persona. Esta conversión profunda coincide con la decisión fundamental del cristiano a Dios y a la Iglesia de que hablamos. 6. Esta toma de conciencia que opta decididamente por Cristo es obra del Espíritu de Jesús en el hombre; es una experiencia de su

II.

fuerza y de su poder, que viene a ser, en otra expresión, experiencia de la cruz (Hech 2, 1-3). De otro modo: el hombre, por sí sólo, es incapaz de responder a la invitación de Dios, a participar en la alianza y a realizar cuanto implica. Pero Él toca el corazón del hombre con la luz y la moción del Espíritu Santo. Este mismo Espíritu es quien llama al arrepentimiento y da su ayuda para vivir según el mandato de Jesucristo y las exigencias de la decisión fundamental por Él (Fil 2, 5). 7. Cuando el hombre ha adquirido cierta madurez para tomar una decisión personal por Dios y por la Iglesia, Él lo llama, de algún modo, a tomar sobre sí tal decisión. 8. Al hacerla con toda verdad el hombre confiesa que él no tiene vida ni sentido por sí mismo; que todo su ser está totalmente a disposición de Dios como Creador y Padre. Es, de otro modo, la decisión fundamental una renuncia al mal y al "maligno". Implica por tanto, una liberación y una renuncia a todo comportamiento que esté en oposición a la ley de Dios, al bien de los demás, a estar en convivencia con el poder de las tinieblas (Me 7, 2'lss.; Gal 5, 19ss.; Is 5, 23ss.; Ez 33, 11-15; Osl4, 3; 1 Tes 2,6). 9. Se trata en esta decisión fundamental de un proceso, mediante un acto de entrega y compromiso, que compromete toda la vida y todas sus áreas. Es un proceso de crecimiento en la fe. El hombre, al entregarse personal y conscientemente a Dios está proclamando el Señorío de Dios sobre su vida pasada, presente y futura. Es el primer paso decisivo de un encuentro continuado a lo largo de todo el existir, con Dios y con sus hermanos. Ha edificado, sobre la base echada en la recepción del Bautismo, una vida de conversión y discipulado diario. Es una apropiación personal de la alianza bautismal. 10. La decisión personal por Dios y por la Iglesia, decíamos, es un proceso. Por tanto, a medida que el cristiano va viviéndola, irá llegando a niveles más profundos e invadirá nuevas áreas de la persona hasta arribar a un estado permanente de pleno compromiso con Dios y de confianza en su ayuda por la acción del Espíritu. Esto, no obstante, habrá quizá que contar con decaimientos, crisis, etc. 11. Supuesto lo anterior, no es nada difícil situar el papel de la Renovación Carismática, más que a partir ele una teoría, de las experiencias ya prolongadas, vividas en el seno de ella a través de los grupos de oración, de las comunidades caris- máticas, de toda su vida y actuar. Su ser específico, esencial, es precisamente ese: ser un lugar, una oportunidad proporcionada por el Espíritu en nuestros días, en la renovación del primitivo Pentecostés de la Iglesia, de preparación, de vivencia, de profundización de la decisión fundamental del cristiano por Dios y por la Iglesia ,5 Acompañarlo en su proceso que implica todo el ser del hombre, en el desarrollo, en el crecimiento en la fe, en la vivencia cristiana de su vida a ejemplo de Jesucristo, Salvador y Señor, a lo largo de una vida ya total y definitivamente comprometida: en la decisión personal consciente que se edificó sobre el compromiso bautismal asumido, ordinariamente, por los padres del bautizado. Ayudarle a abrirse y acoger los dones del Espíritu Santo que Él quiere darle, orientados y puestos al servicio de la edificación de la Iglesia en la caridad, y contar con la fuerza clel mismo Espíritu en la obra de santificación que desea realizar en cada uno. Vista así la Renovación Carismática incluye toda la esencia más íntima del Evangelio y abarca todas y cada una de las áreas que pueden darse en el cristiano en todas las realidades: individual, social, etc., y en todas las circunstancias en que pueda encontrarse. Estos son los elementos que algunos autores designan como esenciales en la Renovación Carismática. Los elementos que, a su vez, designan como opcionales: estructura, grupos de oración, comunidades, Efusión en el Espíritu, retiros..., tienen un vínculo muy íntimo con los anteriores. Todos ellos, cada uno dentro de su modalidad especifica, se orienta a ayudar en la obra fundamental descrita. Por eso, tomados en su conjunto, ofrecen una cooperación valiosísima a la gran obra de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo que está en la continuidad del acontecimiento de Pentecostés. Por eso trata de realizar, en inspiración y versión actual el modelo que el Espíritu sugirió a las primitivas comunidades, descrito en los Hechos 2, 42. Más aún, estos elementos, que a través de los años se han mostrado de forma especial, fecundos espiritualmente y han tenido su fuerte repercusión en todos los campos donde hay que anunciar a Cristo el Señor, llevan a integrar en la vida, cada vez, con más profundidad, los focos principales de la actividad del Espíritu en la Iglesia. La oración personal, la palabra divina, los sacramentos, el ministerio, los servicios, la relación de trabajo, de amor, ele obediencia a la Iglesia, esposa de Cristo. Se la ama, porque Dios la ama y porque Jesucristo se entregó por ella.6


—Notas 1

"La Renovación Carismática. Evaluación pastoral de los obispos belgas", Koinonía, n. 2, en. -feb. 1980. 9.

2

El cardenal Suenens expresa de este modo el pensamiento central que venimos desarrollando, refiriéndose particularmente al llamado Bautismo o Efusión en el Espíritu: "Digamos desde el principio cuál es la experiencia de base que constituye el alma de la Renovación. Más allá de imágenes superficiales, es necesario comprender la Renovación como una gracia que reactualiza el Bautismo y la Confirmación; como una suerte de Pentecostés personal que implica conversión, reconocimiento de Jesucristo, apertura nueva al Espíritu Santo [...] Lo que es nuevo para aquellos que han acogidolesta renovación religiosa] es que el Espíritu ha llegado a ser para ellos una experiencia de vida. El punto clave está aquí". Como escribía el P. Sullivan, S. J., profesor de Teología en la Universidad Gregoriana ele Roma: "Los carismáticos no dudan, ni por un momento, de que el Espíritu Santo en persona sea dado en los Sacramentos del Bautismo y de la Confirmación y que Él se halla presente en cada uno de los que viven la gracia de Cristo. Pero, al mismo tiempo, creen que el Espíritu Santo ya presente en el alma, pueda hacerse presente en la misma persona de una manera nueva y decisiva, esto es, transformando esta presencia, anteriormente

II.

creída por la fe, en una realidad ele experiencia vivida. Esta mutación se indica por nuevas manifestaciones de la acción del Espíritu en la vida personal, por un sorprendente crecimiento de fuerza para ser testigos del Señor, así como por los carismas que siguen. Señalando esta experiencia 'pentecostal' inicial, que reveía una nueva presencia del Espíritu, los carismáticos insisten en decir que no conviene subrayar esta fase inicial [del Bautismo o Efusión del Espíritu Santo] en detrimento de la nueva 'vida en el Espíritu' que se instaura y que debe ser la continuación lógica. Es necesario alimentaría y sostenerla, si se quiere que la experiencia inicial dé sus frutos. El Bautismo o Efusión del Espíritu Santo, es un 'nuevo' comienzo, no un fin". Cardenal L-J. Suenens, Renouveau et puiss anees des te fiebres, Document de Malines, 1982, 55-56. 3

Cardenal L-J. Suenens, "Enraizados en el corazón de la Iglesia"', Koinonía, n. 48, 1984, 6.

4

Cardenal L-J. Suenens, ob. cit., 7, Cfr. M. M. González Gil, Cristo el Misterio de Dios, BAC, 1976, 1-39.

5

Cfr. "La decisión fundamental", Koinonía, n. 58, 1986, 7-13.

6

"A través de la infinita variedad de caminos personales, esta gracia [de la Renovación] manifiesta una identidad básica. Se trata de un

acontecimiento del Espíritu, imprevisible, inesperado, gratuito. Un acontecimiento que, como un mar de fondo, remueve las profundidades, cambia la faz de las cosas, hace época en la existencia, como sucede con un nacimiento. La etiqueta de 'carismática' con que se especifica esta gracia no expresa [todo] lo que es en el fondo. Porque toda experiencia fuerte del Espíritu puede incluir, e incluye, manifestaciones carismáticas. Ya estén ligadas a lugares, personas, comunidades o fundaciones, la historia de la Iglesia está jalonada de estos resurgimientos. Para situar la vertiente carismática de la Renovación, sin minimizarla ni absolutizarla, hay que recordar la distinción tomista entre gratia gratiunfaciens, nuestra gracia santificante, y gratia gratis data, la gracia carismática por la que un hermano es revestido de la fuerza de lo alto (Le. 24,49).' y se convierte en instrumento de Dios para sus hermanos. Distinción que no hay que exagerar, pero que tampoco hay que minimizar para contemplar la unidad hay que contemplar la distinción. La Renovación en el Espíritu no es primordialmente carismática. En realidad lo que se 'reaviva' ante todo es el don fundamental de la vida teologal: la fe, la esperanza y la caridad. Esta vida recibida en el Bautismo es la que primero crece de nuevo por la comunicación del Espíritu Santo. Es su fuente y en su nacimiento el don de la gracia es anterior a toda conceptualización, a toda espiritualidad, a todo carisma; precede a las vocaciones particulares y a la diversidad de los estados de vida. Lo que se recibe por una nueva Efusión del Espíritu Santo es el don de Dios por excelencia en su misma fuente. Preguntarse cómo 'conciliar' 1a gracia recibida en la Renovación y la vocación del jesuíta (o cualquier otra vocación particular), apenas tiene sentido, en un primer tiempo. Las realidades evocadas no pertenecen al mismo nivel de existencia cristiana. La gracia de la Renovación hace referencia al acontecimiento bautismal y, salvo parecer contrario, nadie nació jesuíta [salesiano, dominico o agustino, etc.]. La Renovación de la vida teologal afecta y dina miza de nuevo todo el edificio de la vida cristiana y religiosa, comenzando desde sus fundamentos. Esta gracia de refundación puede ser discernida claramente en los hennanos y hermanas de la Renovación que dan testimonio de su renovación espiritual. La vida de oración, la vida sacramental, la escucha de la Palabra, la vinculación a la Iglesia, adquieren un sentido nuevo y una vitalidad nueva a partir de este 'aumento' de fe, esperanza y caridad. Bajo la acción del Espíritu Santo, el hombre se hace hijo de Dios y discípulo de Jesús con una nueva profundidad. La misma vocación religiosa, la llamada al sacerdocio [al matrimonio], y el envío en misión se reactualizan como un nuevo comienzo. [...] Por otra parte, la espiritualidad de cualquier congregación religiosa puede, además, beneficiarse de la gracia de la Renovación con nueva vitalidad, porque muchos de sus miembros vuelven a recorrer el camino de su Fundador, camino en el que lo primero es tener la experiencia de ser conducidos por Dios. Añádase también que no siempre una espiritualidad concreta, ya constituida, continúa siendo vehículo de fuerza de la experiencia original que estaba encargada ele expresar y transmitir. La Renovación constituye hoy para las familias religiosas y para su carisma fundacional una oportunidad de renovación interior y de vuelta a lo esencial. [...] Si Dios quiere que hoy muchos hombres y mujeres hagan la experiencia de esta gratuidad de la gracia, si quiere que la Renovación sea uno de los lugares donde sopla el Espíritu no es en beneficio de la fuente bautismal, esto significa que la Renovación tiene vocación de universalidad y que es una gracia para la iglesia y para el mundo entero. Por la fuerza del Espíritu que suscita y anima la Renovación, esta tiene vocación de reavivar las gracias particulares, de reactualizar los carismas fundacionales. Si esto es así, lo que se llama "Renovación" no pertenece a nadie. Es el discurso que los hombres tienen sobre una gracia recibida, la comunión de los que acogen una gracia del Espíritu. Esta Renovación existe desde siempre, desde que el Espíritu planeaba sobre las aguas, desde que cubrió a María con su sombra, desde la teofanía del Jordán, el discurso de Nicodemo y el viento de Pentecostés.


Será para nuestro tiempo el signo de que sólo el Espíritu Santo puede realizar en nosotros la obra de Dios. A través de los testimonios que se suscitan, este signo será dado a cada cristiano, a cada institución eclesial, a cada familia religiosa, a la Iglesia entera". J. Meeus y otros, Los Jesuítas y la Renovación Carismática, ob. cit. 115-118.

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XI. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO COMO EXPERIENCIA DE UN PROFUNDO CAMBIO INTERIOR O CONVERSIÓN Y ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO ACEPTADO COMO SALVADOR SEÑOR PARA TRANSFORMARNOS EN ÉL, POR LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO, CONSTRUIR EL REINO CON EL PODER DE SUS CARISMAS

La presente instrucción bien podría considerarse como el resumen de las diversas descripciones que se dan de la Renovación Carismática. Para la instrucción sobre la Renovación que ofrecemos en el tomo segundo, reservamos un compendio del ser de la Renovación Carismática, bastante completo y amplio.

II.

1. La conversión, presupuesto indispensable -El presupuesto indispensable de la transformación, en Cristo, es la fuerte llamada del Espíritu a la conversión. San Pedro, en su primer discurso inmediatamente después de Pentecostés, lo afirma claramente: "¿Qué debemos hacer?" Preguntan los oyentes ante las encendidas palabras del Kerigma predicado por el Apóstol: Y él, rotundamente contesta: "Conviértanse y háganse bautizar cada uno en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados sean perdonados" (Hech 2, 38). Así comenzó Jesús su predicación, con una perentoria y urgente llamada a la conversión: "El plazo está vencido, el Reino de Dios ha llegado. Tomen otro camino [conviértanse] y crean en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). -En la pedagogía de Dios, a través ele su revelación que continúa después Jesucristo acentuándola fuertemente, toda la obra maravillosa del amor de Dios comienza con una indubitable llamada a convertirse, a entregarse a Él, a rendirse a su amor por el cambio de vida que el hombre debe hacer con la gracia que el mismo Dios le ofrece. -Y esto en la Renovación Carismática entra como un elemento esencial, del cual dependen todos los demás. Por eso, podemos afirmar que, hasta cierto punto, la labor fundamental de la Renovación es convocar, llamar fuertemente a la conversión. Esta es la obra de arranque, de fundamentación que el Espíritu tiene que obrar; el primer fruto precioso de su acción. Él llama, el hombre debe responder. Y sin esta respuesta, cuanto ha de seguir y depende de ella, no podrá ser realizado. Por eso, no debe extrañarnos que, frecuentemente, se nos llame la atención a los que tratamos de vivir la renovación, de que nuestra obra hacia dentro debe ser "convertirnos" al Señor, si queremos que pueda darse un crecimiento auténtico en Jesús. Y en nuestra obra hacia afuera que se condensa en la evangelización (Hech. 1, 8), proclamar la necesidad urgente de una conversión continuada y profundizada. Esta es una misión fundamental de la Renovación Carismática y sería suficiente, aunque no hiciera otra cosa. Para ello cuenta con el poder del Espíritu Santo que lo ha prometido y lo cumple indefectiblemente. "Si la Renovación tiene tan grande atracción es porque nuestras comunidades son a veces signos vivientes de algo esencial, aunque no hagamos nada además".1 Y esencial es convertirse y vivir la conversión y entregarse al amor misericordioso de Dios. 2. La experiencia de un profundo cambio interior o conversión -Hemos de decirlo sencillamente. En la Renovación Carismática, tal como la conocemos y hemos vivido durante varios años, se llega a la conclusión de que la experiencia del amor de Dios, un punto focal en ella, supone un arrepentimiento profundo y sincero del mal que ha vivido en nuestro corazón y ha repercutido en los demás. Es una experiencia previa de conversión, una experiencia que acompaña a la de percibir a Dios en su realidad más honda de Padre y se halla presente, como una niebla luminosa que envuelve sutilmente el ambiente en que se mueven los "carismáticos". La insistencia con que se toca el tema de la conversión a Dios en los grupos de oración, en los retiros y seminarios indica que se ha captado como una llamada personal el pregón con que el Bautista anunciaba la llegada del Mesías (Mt 3, 1-12) y la misma predicación con que inició su revelación Jesús (Mt 3,17). Es a la vez, un eco de las catequesis de los apóstoles. -Pero no es solamente una condición para disponerse a la Efusión del Espíritu. Es una experiencia, frecuentemente, profunda la que muchos experimentan de su "infidelidad" al Señor y la sinceridad con que desean verse limpios y purificados. No se trata de masoquismos ni de complejos de culpabilidad. Es la obra del Espíritu que se realiza en un dolor pacificante. "El Espíritu de Cristo es experimentado como un fuego purificador que limpia el corazón de sus calidades 'carnales' conformándolo vitalmente a las carismáticas aspiraciones del Hijo de Dios".2 Hay, por parte de Dios, una oferta de salvación universal y en la persona una necesidad de responder y entregarse comenzando por desarraigar lo malo del propio corazón y profundizar en sí la conversión. -Sentirse pecadora es un rasgo acusado de la Iglesia, en cuanto cuerpo de Cristo,3 Cabeza invisible, Él infinitamente Santo. Los miembros de este Cuerpo, ahora, concretamente los que integran la Renovación, participan en esta humilde confesión y deseo de verse y sentirse purificados, para asemejarse más a Él y participar más plenamente en su amor. Es la obra del Espíritu con su poder, un aspecto de su misión: introducirnos en la vida del Padre y en la gracia de Cristo. Él hace experimentar el don de verse uno transformado también moralmente por su acción de perdón y liberación (1 Cor 6, 11; 2, 12; Rom 5, 5). Merece anotarse el juicio de una autoridad en la Renovación sobre el tema que tratamos: "La comunidad que se produce sin arrepentimiento, confesión del pecado, aceptación de Jesús como Salvador y Señor, recibiendo su Espíritu, no importa qué rótulo lleve, no es una comunidad cristiana".4


-No es, pues, extraño el reencuentro que muchos tienen con el sacramento de la Penitencia, quizá abandonado o seriamente descuidado. Ciertamente pueden darse y se darán conversiones verdaderas sólo en apariencia y que manifiestan la realidad "cuando la nube de gloria se oscurece"; cuando Dios, que se ha dejado asir y ha derramado su generosidad de gozo en el perdón del alma arrepentida, se aleja. Habrá oportunidad de tocar con detención el tema. Insistimos en la impresión favorable que hemos recibido en los gaipos de oración y en los retiros. Para muchos son estas últimas, oportunidades que no desaprovechan y buscan al sacerdote con auténtico deseo de purificarse con el signo por excelencia que Cristo nos dio de la conversión interior clel corazón. Basta motivarles un poco el fruto del sacramento para que respondan con generosidad a la gracia de Dios actuante en ellos, que les hace descubrir el verdadero sentido del pecado. -Contrasta hasta la admiración esta actitud de cambio y orientación hacia Cristo: participar en el Espíritu de Jesús, con la realidad del mundo secularizado, de espaldas a lo divino. Por eso parece muy acertada la conclusión de O'Connor en su hermoso opúsculo: Pentecost in theModern World. Sin que mencione la palabra, da a entender que nos encontramos ante un movimiento fuerte, pero sanamente

II.

contestatario: "Contesta" la ausencia de Dios en un ambiente general materializado, proclamando al Señor el único Absoluto, el solo digno de todo amor y alabanza. "Contesta" el rechazo de Jesús en nuestra sociedad, adhiriéndose a Él firmemente y evangelizando a cuantos quieran oírles proclamar la buena nueva de la Salvación en Cristo. Las desconfianzas y las infidelidades, aun de quienes debían ser ejemplo de respeto y seguimiento de sus enseñanzas, son igualmente "contestadas" por una adhesión humilde y sin reticencias a la jerarquía en sus mandatos y aun indicaciones. Es la guía auténtica y segura para la Renovación Carismática que pretende purificarse de prejuicios, obediencias a medias, criticas sin amor, sin fundamento, amargadas, subjetivas. "Contesta" el abandono de los sacramentos, especialmente el de la Penitencia por un reencuentro y uso consciente que signifique una nueva conversión al Señor; quiere practicarla en la orientación eclesial que señala el nuevo Ritual de la Penitencia. Por eso se echa de ver en no pocos, instruidos convenientemente, la acusación no sólo de sus actos pecaminosos, sino también de las raíces de que brotan. "Contesta" también el olvido de María, Madre de Jesús, a la que invoca como a la primera "carismática" y a quien profesa un amor instruido, sólido y tierno. No parece, pues, casual la fecha de la aparición del "reavivamiento" en la Iglesia Católica, 1967, cuando más ardiente estaba la polémica sobre la llamada "Muerte de Dios". 3. La importancia de la conversión en la Renovación Carismática Partimos del supuesto de la experiencia de la conversión en la propia vida: es fundamental. Sin ella no hay posibilidad de vivir cristianamente y de ir creciendo "según Cristo" (Ef 3, 14ss.). -La atención primordial, por tanto, en una parroquia, en una comunidad, es llevar a sus miembros a la experiencia de la conversión Puede haber existido ya, un comienzo, pero entonces la orientación pastoral ha de ser profundizarla. Y esta realidad toma toda la vida. La conversión, entendida ampliamente, se identifica con el "vivir en Cristo", con el "vivir según el Espíritu". Y este caminar no termina nunca en esta vida. No creemos errar si afirmamos que no siempre se tiene en cuenta o, al menos, con el relieve que merece, este aspecto esencial en la pastoral. Y mientras esto no suceda, todo el cuidado que se prodigue, caerá, en buena parte, en tierra poco apta para que crezca la semilla. Por eso, la conversión debe progresar más allá de los primeros pasos de la inicial conversión personal. Por eso "evangelización" y "catequesis" se dan la mano en la Renovación Carismática. Son como dos hermanos inseparables. En la Renovación Carismática es ciertamente uno de los puntos de mayor insistencia. Habría que decir con algunos autores, el punto de mayor insistencia. -La asistencia perseverante a los grupos de oración conduce, progresivamente a ir experimentando esta conversión: La acción poderosa del Espíritu Santo en medio de la comunidad reunida en su nombre, va suscitando el deseo y la colaboración a la gracia de conversión. Son muchos los que al expresar su predilección por la Renovación, lo sintetizan diciendo que: "allí es donde yo verdaderamente encontré al Señor". Con ello quieren afirmar que en la Renovación tuvieron su primera experiencia ele conversión profunda o fueron creciendo en ella. -La experiencia del Bautismo (o Efusión) en el Espíritu Santo, suele marcar un hito particular, un punto culminante ele esta experiencia, aunque los efectos interiores y aun exteriores no sean tan perceptibles. Representa un momento especial en el que la persona es consciente de su necesidad de conversión, de cambio hacia Cristo, de una vicia que se vaya acercando al vivir cristiano de verdad. Otras veces, el Bautismo en el Espíritu Santo, con las gracias que en él se reciben, preparan el alma para la experiencia de conversión que vendrá con seguridad más tarde, si la persona ora, suplica y coopera con la gracia de Dios que la va disponiendo a este acontecimiento fundamental. Por eso "fomentar" la experiencia de conversión en los grupos de oración, en la preparación para recibir el Bautismo en el Espíritu, y después de este acontecimiento, debe estar muy en el corazón y en el cuidado de los dirigentes del grupo. -El cuidado pastoral es necesario para que la experiencia de conversión permanezca efectiva. Y lo es, citando a Monseñor V. M. Walsch, "porque las experiencias de conversión al igual que la semilla en la parábola del Evangelio, encuentra muchos obstáculos para que crezca plenamente. Estas semillas fracasan en su crecimiento por causa de problemas, ansiedades, placeres, falta de suelo apropiado. El cuidado pastoral es necesario hasta el final de la cosecha. Sin él, las experiencias de conversión, frecuentemente, serán un rápido pasar ".5 Esta visión de la necesidad y cuidado perseverante de la experiencia de la conversión, se tiene en la Renovación Carismática como algo primario, central, vital. La predicación de los preceptos morales es necesaria, pero difícilmente se podrán cumplir si no ha precedido la experiencia de conversión que sigue a una experiencia de Dios; Los sacramentos y los frutos de su recepción se basan y están arraigados en la experiencia de conversión, si, ordinariamente, han de ser eficaces. En buena parte, creemos que a esto se debe el arraigo, crecimiento y madurez progresiva de la Renovación Carismática, pese a la fragilidad de sus miembros. Jesucristo, la experiencia de Pentecostés, la predicación de los apóstoles, son argumentos contundentes de la importancia de predicar la conversión. Y la acción del


Espíritu Santo será realmente eficaz en concederla cuando el alma se abre a ella. (Mc 1, 15; Mt 13, 44-46; Hech c. 2ss.; 38; Gal 1, 12; 3, 2, 4; 1 Cor 1, 18; Ef 1, 13; Gal 2, 20). -La experiencia de conversión con toda su riqueza e importancia, no es perdurable a menos que se la cultive. Pensar que ya uno está confirmado en el bien, por haberla tenido, aun intensamente, es correr el riesgo de estancarse en ella y aun de retroceder y volver a un estado peor del que estaba anteriormente. Ya dijimos que es un proceso, no sólo el entrar en la misma, sino también el crecer progresivamente en la experiencia comenzada como en germen. Sigue un itinerario muy semejante al que suele darse en los organismos vivientes. Y Dios, ordinariamente, no suele alterar el proceso, quemando etapas. Aun en el caso de experiencias de conversión fulgurantes, como la de San Pablo, hay que verificar la sinceridad y profundidad de la experiencia y confirmarla pacientemente. Y el tiempo juega en este aspecto un papel fundamental, imprescindible (Hech 9, 1-19; 22, 4-24; 26, 9-28). No haber tenido en cuenta esta sana advertencia, que entra en el abecé de la vicia espiritual, ha hecho fracasar experiencias de conversión que se presentaban, con todos los signos, auténticas y sumamente prometedoras (Hebr 6, 4-6).

II.

-Los apóstoles comenzaron su experiencia de conversión desde que se pusieron en contacto con Jesús; fueron progresando lentamente en ella y necesitaron el envío del Espíritu Santo en Pentecostés que culminó la experiencia ya comenzada anteriormente. En la Renovación Carismática se tiene muy en cuenta, ordinariamente, este proceso y se trata de afirmar la conversión, cuya experiencia fuerte, para muchos, tiene lugar en el Bautismo en el Espíritu Santo. Pero, una vez que se ha pasado por ella, se ponen medios diversos para continuarla y profundizarla: La insistencia en la vida sacramental, la oración personal, los llamados cursos de crecimiento, los retiros masivos o cerrados y limitados a pocas personas, los días de convivencia espiritual, etc. Hay un consenso implícito de que es necesario fortalecer e ir creciendo en la experiencia de conversión ya tenida, pero que requiere un esmerado y perseverante cultivo para crecer en ella. Es una de las gracias de la Renovación Carismática. -Esto nos induce a pensar el gran bien que recibiría una parroquia (y la Iglesia) si se orientara su pastoral a esta experiencia y fortalecimiento de conversión, no exclusiva, sí preferentemente.6 Obviamente, esta transformación o conversión no es, ni parte, para todos del mismo punto. Para unos será de una fe sociológica a una fe realmente personal; para otros será una profunda conversión; para otros, el acceso a una nueva etapa en su vida espiritual.7 4. La experiencia del encuentro personal con Cristo, aceptado como Salvador y Señor para transformarnos en Él, por el poder de su Espíritu -La experiencia de conversión puede sintetizarse de este modo: Es la característica fundamental ele la experiencia cristiana de la Renovación. Todas las demás, por importantes que sean, tienen a ésta por centro: hacia ella se dirigen o de ella parten. "El don fundamental consiste en la sumisión total a Cristo bajo el impulso del Espíritu Santo".8 El mensaje ele salvación, el Kerigma, no ha sido comprendido ni aceptado por la Iglesia (tomada) en conjunto. "Innumerables millones de católicos bautizados en éste y otros países, no han comprometido sus vidas personalmente con Jesús aceptándolo como Salvador y Señor. Como tampoco, a pesar del sacramento ele la Confirmación, experimentan el poder efectivo y la obra del Espíritu Santo en sus vidas". 9 "Un cristiano es un convertido que se ha desprendido de sí mismo para adherirse a Jesús ele Nazaret, muerto y resucitado por él. Él ha descubierto personalmente a Jesús, reconocido como Cristo, Hijo por excelencia del Padre, El ungido del Espíritu. Ha descubierto en Jesús al Salvador; el cristianismo se resume en una persona, "Jesús"; a Él debemos encontrar cada uno y entablar relaciones íntimas personales".10 Las características más salientes del encuentro personal con Cristo, podrían ser resumidas en las siguientes: A. Encuentro personal con Jesús -Se trata del encuentro de la persona con Jesús, aunque tenga lugar dentro de una comunidad. Es, además, encuentro en el que "toda la persona" queda afectada: Jesús, desde este dichoso momento, pasa, bien que lo sea aún de un modo muy imperfecto, a ocupar el centro de la vida. -En un estilo o actuación que puede recordarnos lo ocurrido con Pablo de Tarso. Jesús nos sale al encuentro en la fuerza de su Espíritu y nos interroga. Se nos hace presente de un modo fulgurante, o poco a poco. Nadie puede escrutar el momento y la manera. Pero Él se nos presenta, quizá en la oportunidad menos prevista, y nos invita a adherirnos a Él. Quiere ser descubierto por nosotros personalmente y reconocido como tal personalmente también. En la dinámica del amor, Jesús tiene una predilección particular con cada uno, como si los demás no existieran. Quiere descubrimos la fuerza y ternura de su amor y los deseos de ser realmente para nosotros el Salvador, el amigo por excelencia.11 -Si de nuestra parte hay una respuesta, se realizará a partir de ese instante la nota que siendo común, es también peculiar; "En el corazón de toda verdadera adhesión cristiana, se encuentra, bajo una forma u otra, aquella exclamación de Claudel: en su tarde de conversión, viendo de pronto a Cristo con ojos nuevos escribió. 'He aquí que de pronto, Tú eres Alguien para mí'." 12 Esta es la impresión sorprendente del encuentro: el Señor comienza a ser Alguien. Lo que hemos dicho de la experiencia del amor de Dios, puede repetirse ahora aplicado a Cristo: "Antes, yo sabía de Él pero esto no es lo mismo que conocerle". Este encuentro personal tiene facetas diversas, todas ellas muy apreciables y, hasta entonces, para muchos nuevas en su existencia e intensidad: una comunicación íntima con el Señor, como de amigo a amigo, que nos invita y eleva por el Espíritu. Relación que puede darse en la oración privada y comunitaria, en la que se goza de una presencia suya especial. Puede también darse en un trato de corazón, fuera de todo contexto de oración, o en la vida llamada de oración: elevación del alma hacia el Señor que ocupa el centro del ser. Pero el lugar "privilegiado" es la comunidad, reunida por causa de su persona (Mt 18,20).


-En esta relación personal fundamental, Jesús deja de ser para el alma una persona alejada, casi impersonal para convertirse en lo que realmente quiere ser para cada uno: Alguien infinitamente amoroso y anhelante de entrar en la comunicación más profunda con la persona amada. No en todos se da el mismo proceso de encuentro; los caminos, el modo, la intensidad, el tiempo, las circunstancias... varían. Pero permanece lo esencial, común a todos ellos. -Este encuentro personal profundo con Jesús va a irradiarse a todos los aspectos de una espiritualidad auténtica, exigente..., que tiene como centro la vivencia del misterio pascual (Muerte y Resurrección de Cristo): El deseo de detestar lo malo, de purificar el alma, de orientar moral- mente la vida hacia el Señor, asalta a la persona que lo ha encontrado y se ha adherido a Él sinceramente. No se trata solamente de enderezar lo que estaba seriamente torcido; sino de eliminar las imperfecciones que sabe están en desacuerdo con Aquel a quien se ha entregado. Por eso, llega a causar asombro oír a personas llenas del Espíritu del Señor y que avanzan en sus caminos desde años atrás, suplicar con profunda humildad por una mayor y constante purificación interior. -Todo lo anterior tiene la más hermosa y evangélica finalidad: Verse transformado en Cristo y poder exclamar, en su tanto, como San

II.

Pablo: "Es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Expresado en términos tan oídos entre los carismáticos: "hacer de Cristo el centro de mi vicia". Y al decir vida, hay que leer toda ella con las variadas manifestaciones que posee y las diversas circunstancias en que puede encontrarse: centro de la vida de familia, de la vida profesional, del trabajo, del estudio, del descanso, del apostolado... todo sometido e irradiado por Cristo. B. Encuentro personal con Jesús como Salvador -Es algo evidente en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de San Pablo. 13 En los Hechos tiene un relieve especial la presentación de Jesús en este doble aspecto: "El 'Kerigma' (milagros, muerte y resurrección), se dirigía a los no creyentes y tenía por fin invitarlos 'a la fe' en Jesús como Mesías y Salvador. Por eso en los discursos kerigmáticos los datos históricos se simplifican y concretan en lo más sustancial de la historia y doctrina de Jesús, presentado como 'Señor' y como 'Salvador'." En los Evangelios y en Pablo se manifiesta la realidad que Jesús vino como Salvador; a reconciliar al hombre, radicalmente alejado de Dios y endurecido en su aislamiento. Él, asumiendo nuestra representación, dio el sí de aceptación al amor del Padre, con su palabra y actitud en una voluntad plenamente consciente, llena de amor; y lo dio con el ejemplo todo de su vida y en la oración más desolada, sobre todo, con su Pasión, Muerte y Resurrección. El Señor es Jesús-Sal- vador. Su misión "única" es liberarnos en el más puro sentido de la palabra: liberar al hombre total, para devolverlo a la verdadera libertad, sobre todo, destruyendo el pecado. Su obra es esencialmente "religiosa". Todo lo demás, siendo excelente, es una derivación de esta fundamental misión salvadora. -Y aquí, precisamente, nos encontramos con una dificultad especial: se vuelve a repetir el pecado de los orígenes del hombre: la autosuficiencia, construir nuestras vidas al margen de Dios; en la presente era de gracia, es la enorme dificultad que muchos experimentan de reconocer a Jesús como el Salvador. Aún los cristianos nos vemos envueltos sutilmente en una soberbia que nos lleva a considerarnos como dueños absolutos de nuestra salvación.14 Con la mejor voluntad, pero, quizá, con menos comprensión teológica, nos desorientamos, a veces, en nuestras expresiones y actuación, al querer convertir al Jesús-Salvador en un salvador meramente sociológico. Rehuimos hasta la palabra "salvación" y la sustituimos -para dejar en la sombra lo fundamental-, por otras expresiones ambiguas. No es su empleo lo que las hace sospechosas: sabemos que la "liberación", la "personalización" el "desarrollo total del hombre"..., en su más noble sentido, están incluidas en la de "salvación"; sino el contenido casi del todo humano que se le pretende dar, muchas veces. Cristo no es un liberador político ni sociológico; sí lo es religioso. Todo lo demás va incluido y se irradia hacia la salvación o liberación total del hombre. Jesús-Salvador lo es, sobre todo, del pecado, raíz de todos los males personales y colectivos. Jesús pone el fundamento -en su obra redentora-de todas las liberaciones necesarias: la liberación del miedo, de la angustia, de la violencia, de la injusticia... forman parte de los bienes de salvación. Todo el Antiguo Testamento ya lo proclamaba. -El encuentro con Jesús es también encuentro con Él como Salvador personal: El carismático procura apropiarse de lo que la Fe nos clice de la acción salvadora de Jesús: Él ha venido a salvarme a mí personalmente "de mí mismo": del pecado, de la muerte, de las potencias del mal. Fuera de Él no hay salvación posible para mí (Hech 4, 11-12). Su eficacia salvífica, ejercida de una vez para siempre por todos, la hago "ahora" presente para mí. Es un "ahora" que no pasa y se halla constantemente a la mano para ser profundizada. -Por eso, la experiencia del encuentro con Jesús como Salvador, implica un acto de fe en la radical impotencia que tenemos para ser salvos por nosotros mismos. Fuera de nuestra cooperación que se da, también en la gracia de Cristo Salvador, todo es obra suya. Es, por tanto, un tajo mortal a nuestra autosuficiencia; a nuestra soberbia de seres que pueden salvarse contra o al margen de Dios. Por eso podemos aplicar al individuo lo que Ralph Martin dice referido a toda la comunidad: "La comunidad que se produce sin arrepentimiento, confesión del pecado, aceptación de Jesús como Salvador y Señor, recibiendo su Espíritu, no importa qué rótulo, no es una comunidad cristiana".15 Apenas si hay confesión más clara y repetida en los testimonios de los que han vivido y expresado la experiencia del encuentro personal con Jesús como la confesión de su poder salvífico que lo ejerció y continúa prodigándolo por su Espíritu. 16 "Ante lo que hizo Dios, ¿No se vuelve loca la sabiduría (autosuficiencia) de este mundo? Primero Dios manifestó su sabiduría, y el mundo no reconoció a Dios en sus obras. Entonces, quiso salvar (por Cristo su Hijo) a los que creen por medio de la locura de la cruz que predicamos" (ICor 1,20).


C. Encuentro con Jesús como Señor También la experiencia del encuentro de Jesús como Señor es realidad fundamental en la Renovación. Para las primitivas comunidades "Señor" era el compendio de muchas otras realidades cristológicas: título divino que expresa la dignidad del Hijo ele Dios (Lc 2, 11; Jn 20, 28; 1 Cor 8, 6; Fil 2, 11); aclamación inspirada por el Espíritu Santo (ICor 12, 3); Jesús ejerciendo su gobierno divino (Mt 28, 18) hasta la venida, para completar la obra de salvación sometiendo a los poderes y a la muerte (1 Cor 15, 24-26) y mediador ante el Padre (Rom 6, 23, 7, 25; Col 3, 17, etc. ).17 Para todo cristiano verdadero se requiere que haya reconocido "concretamente y dentro ele su condición a Jesús, como Maestro y Ejemplar de vida a la que debe acomodar la suya". Los comprometidos en la Renovación han tenido, o van teniendo ese encuentro con Jesús, el Señor. -Para ellos significa el Hijo de Dios en condición humana, el Creador de todo, exaltado por Juan y Pablo (Jn 1, lss.; Col 1, 15ss.). Es el Salvador muerto, y resucitado para siempre, triunfador de los poderes del mal; el que ha ele venir en majestad como juez del universo; a quien le está sometida toda la creación. Es el que promete su asistencia para siempre a su Iglesia y envía su Espíritu para completar y

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llevar a cabo su obra. Es, ante todo, el encuentro con el Jesús de poder infinito que lo ejerce por su Espíritu; el Maestro a quien cleben rendir y acomodar sus existencias porque comienza a ser, realmente, por elección de las personas, el centro de sus vicias. -Y todo ello, matizado frecuentemente, por el gozo y con un sentido profundo de "liberación interior" que muchos expresan sencilla o dramáticamente. Es un aspecto de la experiencia de la Renovación Carismática muy acentuado, pero que hemos de omitir. Apenas hay personas que después ele algún tiempo, no confiesen sentirse liberadas de complejos, curadas de viejas heridas sin cicatrizar, ele rencores, incapacidades para alabar libremente al Señor ante los hermanos... Una larga lista de "liberaciones" que el poder elel Espíritu de Jesús-Señor, produce en nosotros, parecidas a las que Jesús realizó en su vida: "Liberó" de enfermedades, del demonio, del pecado, ele inhibiciones, de la muerte... Donde quiera que Él toca se produce una "liberación" con el poder de su Espíritu. Es la experiencia de haber recibido el don del Señor como un don "propio" que le ayuda a hacer de Jesús su Señor personal. -Jesús el Señor, es también para el carismático el Maestro que le hace caer en la cuenta de que en el campo ele la santificación había confiado demasiado en sí mismo. Casi había llegado a olvidar la palabra del Señor: "Sin mí nada podéis hacer" (Jn. 15, 6). Ahora, iluminado por su Palabra, comprende que, sin el Señor, sus esfuerzos por salir del pecado, para tener una vida de fe más viva, para amar a sus hermanos de verdad y sin desfallecer, resultaron inútiles. Había dejado a un lado al Señor, no había contado con el poder del Espíritu. -Este aspecto tan importante en la vida espiritual auténtica es uno de los que aparecen más dramáticamente tocados por los testigos del poder de Dios en los comienzos de la Renovación Carismática. Y se repite con más frecuencia de lo que quizá pueden pensar quienes ven la Renovación desde fuera. También aquí debe ser acentuado el hecho: La experiencia del encuentro con Jesús, el Señor, puede ciarse de un modo fulgurante; y no es raro. Pero más frecuente, creemos que es en forma gradual "No es obra de un día". -Ciertamente nuestra vida debe estar orientada decididamente hacia Jesús como Señor y Salvador nuestro. Él debe ser el centro ele toda vida cristiana. Pero realizar este ideal propuesto a todos por el Padre (Ef 1, 3ss.), no está en las manos de nadie. Aquí es clonde entra, debe necesariamente entrar en acción el Espíritu Santo con su poder y su guía. No existe otro modo de llegar a convertir en realidad la exigencia más básica de nuestro Bautismo: la pertenencia y consagración a Jesucristo, el Señor, que, a su vez, nos llevará al Padre, a la Trinidad. La Renovación Carismática va dirigida a eso: a liberar el poder del Espíritu existente en nosotros. Cuando esa fuerza divina se libera y le permitimos actuar, nuestra vida espiritual cambia del todo, de un modo progresivo pero seguro. Jesús, en sus grandes promesas de la Última Cena, nos lo prometió como fuerza, como guía, como iluminador, como el todo para llegar hasta Él, reproducir su imagen en nosotros y tener el poder que requiere la obra que a todo cristiano incumbe: ser sus testigos, evangelizar, proclamarlo... (Jn 14, 16-17; 14, 25- 26; 15, 26-27, etc.). Estamos, entonces, en el centro, en la esencia misma de la Renovación Carismática: devolverle al Espíritu Santo el papel que por derecho propio y por encargo de Jesucristo le corresponde: ser su fuerza en el interior del hombre para entregárselo a Jesús, el Señor, para vivir en y como la persona viva de Jesús el Señor, en la comunidad de la Iglesia. Esto que debiera producirse en el Bautismo y en la Confirmación ordinariamente no pasa porque nuestra fe no es una fe de la esperanza. No esperamos de veras lo que Dios nos tiene preparado, lo que Jesús nos prometió, porque no estamos abiertos a ello. -En la Renovación Carismática se tiene esa fe (fe expectante), cuando se recibe la Efusión del Espíritu y cada vez que se pide una nueva Efusión. También la pereza, la rutina puede introducirse, pero se tiene buen cuidado de que esto no pase. Por eso, suele ser una oración fraternal, encendida de amor, llena de viva esperanza, ordinariamente comunitaria. A través de ella el Espíritu que nos ha sido dado en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación se "libera": se torna más activo y libre para actuar en nuestra propia vida. "Este acontecimiento es preparado, con frecuencia, de la mejor forma, y experimentado en la mediación de una comunidad de fe viva, unido a la imposición de manos. Pero puede suceder igualmente a personas que oran sólo por sí mismas". Ni es la única ocasión. Se puede repetir con ese mismo espíritu de fe cuantas veces uno quiera y, ciertamente, el Señor responderá.18


5. Por la fuerza del Espíritu, y construir el Reino con el poder de sus carismas La experiencia del Espíritu, por inusitada y extraordinaria que sea, no deja de ser un medio de conversión, de crecimiento, espiritual. Jamás se le puede elevar a la categoría de fin. Cierto, cuando es auténtica, es una gracia del Señor que debe pedirse en gran humildad y disponibilidad para acatar los designios de Dios y no pretender "manipularlo". Dios nos llama, a veces, fuerte e insistentemente en la oración de un modo particular, a profundizar la experiencia del Espíritu, que es la experiencia del amor gratuito del Padre y el encuentro con Jesús Señor y Salvador. La experiencia de nuestra debilidad y miseria; la experiencia de la intimidad con Cristo Jesús, de la invasión suave o arrebatada, del Espíritu, de su presencia, de su amor, de su poder. La experiencia intensa espiritual suele dejar marcada a la persona, a veces definitivamente. Pero toda experiencia espiritual, aunque vivida por nosotros, no es solamente para nosotros: En su entraña, en la autenticidad de la comunión con el Señor, lleva una fuerza transformadora inmensa. La potencia de su poder transfigurado!', de conformación con Cristo muerto y resucitado, es increíble, aunque se ejerza progresivamente. Por eso, la experiencia espiritual que no va avalada por un cambio de vida hacia el Señor, a su cruz y Resurrección no da garantía alguna de ser causada por el Espíritu. Al contrario, puede crear una peligrosa ilusión, que termine en un real alejamiento de

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Él, sobre todo en los periodos espirituales de desolación. La experiencia del Espíritu, se nos da también para los demás: Es una realidad que nos ilumina y que debe iluminar a otros, partiendo de esta gracia de Dios, a ejemplo de Jesucristo, comenzamos a vivir de un modo nuevo para los demás. Es la palabra de Dios que vivimos en experiencias, para que nos introduzca más profundamente en Dios y sea patrimonio de todos en nuestro servicio. En definitiva, ni el cambio de vida, ni la conversión profunda ni la percepción del amor personal del Padre, en Cristo Jesús, (Gal 2, 20), ni el encuentro con Jesús como Señor y Salvador (1 Cor 12, 3) puede llegar a ser una realidad sin la acción del Espíritu Santo. Esa es su obra, la misión, que Jesús prometió que realizaría su Espíritu, en las maravillosas promesas de la Última Cena (Jn cc. 14-16). La otra vertiente fundamental que forma con éste un todo, de su acción más interior en el alma, es el equipamiento con sus carismas y su asistencia para la construcción del Reino de Dios. A esto aludiremos en otras instrucciones. Por eso omitimos tratar de ello aquí. —Notas ]

G. Blaquiere, Le Berger "La Vie des Groupes de Friere". Ploermel, juillet, 1981, (varios). 48, (Policopiado).

2

G. Gelpi, "Pentecostalism, A Theological View Point\ PaulistPress, N. Y.. 1971, 62-63.

3

LG, 9.

4

Ralph Martin,

5

D. O'Connor, Pentecost in (heModern World, 1972. Notre Dame.

6

Cfr. V. M. Welsh, ob. cit. 47ss.

7

Cfr. J-L. Moens, "Vivre du Feu de I’Esprit". Él est vivant, oct.-nov., 1988, 15.

8

j. Hoffinger, Reviewfor Religious, n. 5, 1976, 663-672.

9

R. Martin, Si el Señor no construye la ciudad, Edic. Vida Nueva, Puerto Rico, 11.

Card. L-J. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés?, ob. cit. 119.

11

J. Byrne. Threshold of God's Promise. Notre Dame, 1974, 36-37.

12

Card. L-J. Suenens, ob. cit. 119.

13

J. Leal, Nuestra confianza en los Evangelios, postolado de la Prensa, Madrid, 1965, 20.

14

Cita ya anotada anteriormente.

15

R. Martin, ob. cit. 22-24

l6

Card. L-J. Suenens, ob. cit. 120.

17

K. and D. Ranaghan, Pentecostales Católicos, en los testimonios que citan.

18

R. Puigdollers, Koinonía, n. 66, jul.-ag., 1987, 2.


XII. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO COMO CORRIENTE ESPIRITUAL HACE PRESENTE LA EXPERIENCIA DE PENTECOSTÉS

Pudiera describirse, con gran exactitud, como: Una experiencia -Una experiencia de la iniciativa de Dios-Una experiencia de la Efusión del Espíritu—Una experiencia de la realidad de la Iglesia. Intentamos amplificar esta definición inspirándonos y siguiendo de cerca en especial a G. Blaquiere, en el artículo citado más abajo, y en

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su libro: Pentecote c' est aujourd' hui.1 Io Una experiencia Se trata de una experiencia espiritual. a) Cuando mencionamos o definimos la Renovación Carismática por este término de "experiencia", se tiene en la mente y en el corazón la repetición, el hacer "hoy" presente el acontecimiento que vivieron los apóstoles, María y cuantas personas se encontraban en el Cenáculo (unas 150; Hech. 1, 15). Ciertamente aquella fue una experiencia única e irrepetible: Se trata de la Efusión del Espíritu que oficialmente fundaba, mejor, abría las puertas del mundo públicamente a su Iglesia. Por otra parte, se trataba, principalmente, de sus apóstoles. Jesús, por su Espíritu quería obrar en ellos singularmente, en el ámbito de la santificación personal, la curación de cuanto les había herido profundamente en la Pasión y en la Muerte de su Maestro; de equiparlos profusamente con los dones del Espíritu para su misión de evangelizar por todo el mundo y ser testigos de su Resurrección: de su vicia y actuación una vez verdaderamente resucitado de entre los muertos (Hech 1, 5). Por eso, el acontecimiento de Pentecostés fue una experiencia singular, concedida a los apóstoles. b) Pero este hecho no agota el poder del Espíritu, ni su actuación se restringe. San Pedro, en su primer discurso, tuvo buen cuidado de afirmar esta realidad no destinada en exclusividad a ellos (Hech 2, 38-39). El primitivo Pentecostés de la Iglesia naciente es, por su naturaleza y disposición del Señor, el mundo de todo Pentecostés personal. c) Esto es, lo que con una persuasión arraigada, se afirma y sostiene en la Renovación Carismática: que todo cristiano está destinado a recibir la Efusión del Espíritu profunda, intensa, repetidamente de modo que su vida cambie de forma radical y sea, a la vez, equipado de manera gradual por el Espíritu con sus dones, según la medida de su plan personal de salvación, para edificar la Iglesia en Cristo. Esto, precisamente constituyó la súplica ardiente ele Juan XXIII en su Constitución apostólica en la que convocaba el Concilio Vaticano II (25 de diciembre de 1961). Con posterioridad Pablo VI asume y repite de modos diversos esta súplica.2 d) Cuando se habla de experiencia, entendida como se procura vivir en la Renovación Carismática, hay que eliminar de una vez la idea de tratarse de un puro o prevalente "sentimentalismo". Nada más contrario a la realidad, aunque el sentimiento intervenga en ella. No puede menos de ser así por la misma esencia del hombre en la que los sentimientos y emociones entran a formar parte y a intervenir desde el momento en que se da un conocimiento, cualquiera que sea. La experiencia de que se habla y se vive en la auténtica Renovación Carismática es una realidad profunda que abarca todo el ser físico, psicológico, sobrenatural.3 2o Una experiencia de la iniciativa de Dios a) Pentecostés es, sobre todo, la experiencia de la iniciativa de Dios: -Se han reunido por mandato encarecido de Jesús (Hech 1,4). "Él [Jesús] les mandó que no abandonaran Jerusalén sino que esperaran la promesa del Padre". Por tanto, no son los apóstoles, ni siquiera María, los que han determinado reunirse allí para suplicar la Efusión del Espíritu, tantas veces prometido por Jesús. En la historia de la salvación, desde sus comienzos hasta el final de los tiempos, la iniciativa siempre corresponderá a Dios, a sus designios de amor para con los hombres (1 Jn 4,10). Se trata de un plan de misericordia divina que se prodiga y se da con generosidad. De nuestra parte, la disposición interior fundamental es recibir libremente ese don, aceptar lo que el Señor quiere, en su amor, darnos y realizar en nosotros. -Este es precisamente, el ser de la Renovación, particularmente en sus grupos de oración: un lugar especial de reunión, bajo la acción del Espíritu; una especie de "zona franca", abierta a todos, a cuantos han encontrado a Dios o quieren encontrarlo, porque en su interior actúa, quizá sin percibirlo, la fuerza del Espíritu que se les adelanta y quiere entregarlos a Cristo. Se trata de una de las maravillosas elecciones de Dios de que está jalonada la vida de todo hombre, aunque muchas de ellas no lleguen a ser correspondidas. El hombre es dueño de su libertad y puede enfrentarse a Dios y negarse a aceptar sus dones.4 b) Es la experiencia de una iniciativa cuyo objetivo central está constituido por la Efusión del Espíritu Santo: -Los Hechos de los Apóstoles en su descripción, llena de elementos visuales y auditivos, contienen una realidad personal y comunitaria. "Todos fueron llenos del Espíritu Santo" (Hech 2, 1-4). -No se trata de individuos separados que se reagrupan para formar la Iglesia. Todos están unidos al cuerpo de Cristo en virtud del Bautismo sacramental, porque el Espíritu de Jesús, a partir del Bautismo reposa sobre el cuerpo de Cristo (Mt 3, ló).


Y dentro de esta realidad, cada uno recibe su plenitud y poder. El Espíritu que se les comunica es, a la vez, "infusión" y "efusión": plenitud interior y fuente que brota hacia afuera, revestimiento de los apóstoles de una santidad peculiar y equipamiento para ser testigos de Cristo. -El Bautismo en el Espíritu Santo está íntimamente unido con el Bautismo sacramento: es desatar esa fuerza misteriosa, real del Espíritu viva en nosotros. De otro modo: cuando en la Renovación, después de una seria preparación, de un itinerario de conversión y de entrega, se reúnen para recibir la Efusión del Espíritu, es con esta finalidad: No para hacer algo por Dios o por los hombres, (que vendrá como una consecuencia), sino para acoger lo que Dios quiere hacer por mí. Este es el sentido ele la "espera". Es, por tanto, experiencia de esta plenitud y de esa fuente abierta en cada bautizado por el Bautismo y la Confirmación, pero con frecuencia "cegada", como un manantial colmado de arena. Es, experiencia del gozo, de la paz, de acuerdo con el plan de Dios, porque Él me ama personalmente y a través de mis hermanos. Y, al mismo tiempo, experiencia del poder que deposita en mí para colaborar en su plan de salvación (Hech 5, 29-33). —Esta, pues, es la experiencia fundamental de la Renovación Carismática. Aprender, ante todo, a recibir el don de Dios, a escuchar lo

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que Dios nos quiere decir, a esperar, a perseveraren la noche y en la fe; de otro modo, a aceptarla iniciativa de Dios. Y entre ellas, destaca la Efusión de su Espíritu. "La Renovación Carismática es así un lugar de Iglesia en el que puedo hacer esta experiencia en la que la Efusión del Espíritu se halla en el mismo corazón. No se trata de una experiencia epidérmica de mi sensibilidad, sino de una liberación de mi ser espiritual, de mi ser de hijo de Dios a imagen de Cristo. Yo descubro mi nombre de bautismo, el de mi eternidad. Descubro también las exigencias de la 'fraternidad' en la fe que va mucho más allá de un acompañamiento o de una convivencia".5 Una experiencia de Efusión que es para todos y que en la Iglesia, hasta el siglo vii, estuvo ligada a los sacramentos de la iniciación. -Corremos el riesgo, y quizá con frecuencia caemos en la tentación, de encerrar a Dios en los límites de nuestros pensamientos, leyes, métodos y aun de nuestra oración. Parecemos atar su misericordia y su poder. Quizá Dios ha suscitado la Renovación Carismática también para levantar un soplo de sana libertad que acoge lo imprevisible de Dios, sus iniciativas, a veces sorprendentes y su compasión que rebasa nuestros pobres razonamientos y la mezquindad de nuestro amor; es preciso releer el pasaje emocionante de San Pablo a los Efesíos (Ef 3, l4ss.). Así la Renovación se convierte también en el lugar en el que espero el cumplimiento de la promesa, la efusión de su piedad sobre el mundo, de la que la efusión del Espíritu de Pentecostés es hoy la primicia. La Renovación va proclamando este advenimiento del ofrecimiento de una misericordia grande del Señor y prepara los corazones para su acogida polla conversión y entrega a Jesús el Señor, el único Salvador. 3o Una experiencia de la realidad de la Iglesia a) La Iglesia es el pueblo de la "alabanza "(vivir y proclamar las alabanzas del Señor). Tiene una relación íntima con lo expuesto más arriba: Si somos el pueblo de los salvados por la misericordia de Dios, en los que el Espíritu se ha derramado, hemos de ser el pueblo de los que alaban. La alabanza es, por tanto, de tocios los tiempos, porque siempre estaremos bajo la acción bendita de la misericordia de Dios, en su Espíritu. "La oración carismática se confunde frecuentemente con la oración improvisada. No es eso. Lo propio de la oración carismática es ser sumiso al Espíritu Santo que es el maestro de obra".6 "La alabanza no es un ornato de la Iglesia sino su dinamismo fundamental: Por esto la Eucaristía es el corazón de la Iglesia, la gran acción de gracias de Jesús ofrecido, entregado y resucitado, llevando al Padre a la multitud de sus hermanos".7 No se trata de "desentenderse" de las realidades, miserias y dolores de este mundo para cantar la gloria de Dios. Nada más ajeno al pensamiento de Cristo, el modelo de todo adorador del Padre, del pensamiento de la Iglesia, compendiado y recogido en la Constitución Gaudium et Spes, del Vaticano II, al pensamiento de los Santos, ejemplo de adoradores y comprometidos hasta el heroísmo con su mundo. Guardémonos de contraponer ambas cosas.8Reflexionemos si no hemos estado encerrados en un secularismo que ha visto con desconfianza y eliminado el "celebrar las maravillas del Señor" por miedo a una evasión en lo espiritual. Recordemos la doctrina de San Pedro: "Sois un pueblo adquirido para anunciar las alabanzas (del Señor)..." (1 Pedr 2, 9- 10). La Renovación Carismática pretende armonizar, mejor, extraer de la fuerza de la alabanza en el Espíritu, la exigencia insustituible de un compromiso que se irradia hasta el heroísmo. b) La Iglesia es el cuerpo de Cristo (o la experiencia de los carismas). -La Iglesia, pueblo de Dios, es también y a la vez, cuerpo de Cristo.9 Es, por consiguiente, una realidad organizada, no una organización. Pentecostés representa el momento en el que los discípulos reunidos por mandato del Señor (Hech 1, 4-5), se constituyen en el "cuerpo" de Cristo por el pocler del Espíritu Santo. Este cuerpo tiene el destino inefable de crecer y madurar hasta llegar a la plenitud de Cristo (Ef. 4, 13). Aquí es donde entran de lleno los carismas. Estos le son dados para hacerla crecer, según las dimensiones del mundo, en santidad y justicia. No se trata de adornos superfluos en la Iglesia, ni algo que está bien, pero que no son ni añorables ni menos echados de menos, si no se dan en ella. Ni son tampoco poderes que se pueden repartir a voluntad. Se trata de servicios que se articulan en dependencia mutua, en beneficio de la vida y del desarrollo del cuerpo entero. Se trata de algo tan esencial que no se puede prescindir de ello so pena de empobrecer el cuerpo de la Iglesia, de debilitarlo, de frenar su desarrollo. (1 Cor 12, 7-11). Tocios los carismas están dados por el Espíritu, en orden a la evangelización, es decir, al crecimiento del cuerpo (Hech. 4, 29-30). Todos los carismas, por grandes y apreciables que sean, no son pues, por eso, un fin en sí. Se ordenan hacia la perfección de la caridad.


-En la Renovación Carismática el Señor está prodigando los carismas a los que se aprecia como dones gratuitos del Espíritu. La Renovación es hoy un lugar donde se experimentan el don y los dones por los que la Iglesia se hace un cuerpo fraternal, un cuerpo "salvador", al servicio de la evangelización del mundo. Ambos, el don, el Espíritu y sus carismas son realidades que van como de la mano. No es de maravillarse que Él los reparta y prodigue en nuestro mundo. Esto ocurriría con mayor profusión si nos abriéramos más a ellos o, si una vez concedidos, supiéramos usarlos conforme al fin para que los regalara. No le demos, pues, una importancia absoluta, pero no disminuyamos su papel fundamental. La Renovación Carismática, si no es evangelizadora en todo el sentido amplísimo de la palabra: hacer crecer el cuerpo de Cristo, pero con el poder del Espíritu Santo que se manifiesta en sus carismas, traicionaría ese fin para el que el Señor la ha suscitado en nuestros días. El compromiso más arduo está en su misma esencia de construir el cuerpo de Cristo. Por esto, los dones del espíritu no se pueden ejercer si no es en íntima dependencia de la fe y de la comunión fraternal. Los "milagros", las "profecías", cada uno de los carismas, grandes o pequeños, si puede emplearse esta palabra con exactitud, no son sino las "maravillas" de la fe, que desembocan en la "caridad".

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"La donación de los carismas por la generosidad del Espíritu se ha de recibir con agradecimiento, su recepción confiere a cada creyente el derecho y el deber de ejercitarlos para el bien de la humanidad y edificación de la Iglesia en el seno de la propia Iglesia [...], en unión, sobre todo, con sus pastores a quienes toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio... "10 Si los dones del Espíritu son vistos en esta perspectiva, no hay por qué nadie se alarme de su florecimiento y cante de agradecimiento a la bondad del Padre manifestada con esplendor.11 c) La Lglesia es la esposa del Cordero (o la experiencia de ser amor en el corazón de la Iglesia, por el Espíritu Santo). La experiencia de Pentecostés es también la experiencia de la Iglesia, profeta de la santidad. -Es la llamada a imitar la santidad de Aquel que es su esposo, Cristo Jesús. Esa es su misión fundamental: imitar a Jesús que se ha desposado con ella; darle gusto en todo, y el placer supremo de Jesús es que su Iglesia participe de su santidad con el testimonio de su vida, como es santa por estar unida a su cabeza, Cristo, y por haber sido hecha esposa del Cordero inmaculado, Jesús el Señor. -La Iglesia es profeta de la santidad porque la proclama y, con la ayuda del Espíritu, se purifica en cuanto pueda desagradar a su esposo, y, día a día, trata de copiar en sí los rasgos de santidad que embellecen el rostro de Aquel a quien ama. -Hay un admirable intercambio entre Cristo y la Iglesia, que es como la carne de Cristo, su cuerpo; el intercambio que se realiza por el Espíritu, el amor que ambos se dan y en él la comunicación de lo mejor que Cristo posee, su santidad, y la recepción de la misma por la Iglesia. Y a ella se añade otro intercambio, el de la ayuda que Jesús le presta para que la haga visible en su vida, conformándose a su ejemplo, y al esfuerzo de la Iglesia por ser en realidad la esposa digna de Aquel que le escogió y amó como a Sí mismo (Ef 5, 25). -Esta obra, dijimos, se realiza de un modo especial en la oración, (sobre todo Eucarística). "Por esto la oración es el lugar del corazón de la Iglesia; una oración, escucha amorosa de Dios-Amor, escucha adorante de Aquel que tiene tantas cosas que darnos, cuando nos dejamos conducir al desierto para que Él pueda hablar a nuestro corazón, presencia en la fe, más lejos que la noche y el desierto. -La Renovación ha sido llamada a ser pobre pero auténticamente testigo y profeta en la Iglesia de este tiempo. El corazón de su vocación es ser amor por el Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia, con todos los enamorados de Dios que son nuestros hermanos en la fe y en el Espíritu. Pero un amor que estará, hasta su plena consumación, en tensión de realización y acabamiento y que lucha para no naufragar entre el iluminismo y el humanismo secularizado, siempre atenta a las imprevisibles iniciativas del Espíritu.12 Karl Rahner ha escrito que "el cristiano en la Iglesia del futuro" será un místico, es decir, un cristiano que vive "una auténtica experiencia existencial de Dios"; será un cristiano que crece en "una experiencia comunitaria del Espíritu, en una comunidad fraternal-espiritual, en una espiritualidad vivida en grupo", será un cristiano que viva "una nueva eclesialídad... en que se comparten y soportan las insuficiencias y defectos de la Iglesia".13 Por esto, es normal que la Renovación Carismática sea- signo de contradicción y que suscite críticas, no siempre injustificadas. Nos conviene, sin vana culpabilidad, aceptar el dejarnos interrogar en verdad, aunque los cuestionamientos sean, a veces, duros. Pero también a la inversa, será traicionar el don de Dios poner bajo el "celemín" lo que constituye la gracia propia de la Renovación, por buscar agradar con miras a ser mejor aceptados: Es normal, al menos confortable, que la existencia, el crecimiento y el testimonio de la Renovación Carismática bajo todas sus formas, interroguen con cuestionamientos que nos es necesario continuar haciéndolos con humildad, pero con firmeza, aunque ellos no sean siempre bien recibidos. [...] (He aquí, para terminar, algunas preguntas que en la Renovación hemos de hacernos) ¿Somos todavía carismáticos? ¿Vivimos del Espíritu? ¿Nos ponemos al servicio de las iniciativas imprevisibles o nos hemos vuelto inofensivos al Espíritu Santo por nuestra prudencia y nuestra discreción más razonable que la suya? ¿Lo utilizamos para nuestra justificación, nuestro confort o nuestras obras, aunque ellas sean de evangelización? ¿Es fuente bullente siempre renovada o slogan social? ¿Aceptamos perseverar en la fe o, una vez que nuestros entusiasmos se enfrían, recaemos en nuestros viejos hábitos y en nuestros ritualismos tranquilizantes? "No desfallezcáis por flojedad de vuestras almas. No habéis resistido aún hasta el derramamiento de sangre en esta lucha contra el pecado" (Hebr 12, 4).14 A cada uno de nosotros, a cada una de nuestras comunidades les es necesario escuchar "lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Conozco tu conducta, tus fatigas, tu constancia..., pero tengo contra ti que te has olvidado de tu amor de otras veces" (Ap 2, 4). A cada uno de nosotros nos es necesario responder con generosidad.15


—Notas 1

G. Blaquiere, "Qu'est-ce que le Renouveau Charismatique?", Tychique, n. 54, mars, 1985, 5; G. Blaquiere, "Pentecote c'est

aujourd'hui", Pneumatheque, París, 1991. 2

Humanae Salutis, 21.

3

Cfr. Le Renouveau Charismatique, Colloque de Malines, 21, 26, mai, 1974, 36.37; Mons. V. M. Walsh, A Key to the Catholic

Pentecostal Reneival, Key of David Pubíications, Philadelphia, 1985, 20ss. 4

Mons. V. M. Walsh, ob. cit., 2ss.

5

G. Blaquiere, ob. cit., 7-8; Cfr. K. McDonnell, G. Montague/ S, Carrillo "Reinflamando la llama", The Liturgical Press, Minnesota, 1991.

6

K. McDonnnelI, G. T. Montague, "Reinflamando la llama'1, The Liturgical Press, Minnesota.

J-L Moens, "Vivre du Feu de I’Esprit", II est viveint. oct.-nov., 1988, 16. 8

G. Blaquiere, ob. cit., 7-8.

9

Cfr. Vandrome, Nuevo Diccionario de Espiritualidad, 1988, 657.665: V Borragán, Vivir en alabanza, Eclic. Paulinas, Madrid, 1982.

10

LG, 7.

II.

11

AA, 3; LG, 12.

12

Mons. A. Uribe Jaramillo, Carismas, Editorial A, Salazar, Medellín, 1977; Cfr, La Renovación Espiritual Católica, Documento del

Encuentro Episcopal Latinoamericano en La Ceja (Colombia), Septiembre, 1987, n. 43- 6l; K. Maeder, "Los Carismas", Tychique, n. 54, mars. 1985. 39-43. 13

Cfr. G. Blaquiere, ob. cit., 4-10: E. Dearn, Cbrist and charism, Ronda Publications, Sydney, 1982, 39ss.; S. Carrillo Alday, La

Renovación en el Espíritu Santo, Instituto de Teología Pastoral, México, 1984,33ss.: K. M: Ranaghan, "Balancing the Basics", Newsletter, March, 1983, 1-3; Card. Suenens, "Enraizados en el corazón de la Iglesia", Koinonía, n. 48, 1984, 4-9; Card. Suenens, "La Renovación Carismática como renovación del misterio de la Iglesia", Koinonía, n. 44, 1983, 89. 14

K. Rahner, citado por C. Aldunate, 'Diez desafíos que presenta la Renovación al jesuita", en Los Jesuitas y la Renovación

Carismática, C1S, Roma, 1984, 151. 15

G. Blaquiere, ob. cit., 10.


XIII. LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO, COMO UNA VIDA CRISTIANA NORMAL

(Inspirada en la Conferencia de Ralph Martin, Cfr. Koinonía, n. 13, 22-25.) Nos parece oportuno hacer la siguiente observación ante la definición que intentamos explicar: Desde luego, y en esto insistimos repetida y fuertemente, no se puede usar en modo alguno la palabra "carismático" como sinónimo de "supercristiano". Sería arrogarse peligrosa, infundada y odiosamente lo que nadie tiene derecho a hacer. Ni siquiera se puede afirmar que "ser carismático" es ser plenamente cristiano.

II.

San Pablo sólo conoce el único superlativo: el que se refiere el amor (1 Cor c. 13): Lo que se quiere indicar con la definición, que intentaremos explicar, es: La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, pretende, con la gracia del Espíritu, conducir a los hombres a una vivencia y realización cada vez más profunda del ser cristiano. Y esto de tal modo que venga a ser una realidad normal vivir el Evangelio, vivir a ejemplo de Jesucristo. Esto no elimina el hecho ele que también en ella la vida cristiana, como toda vida está sometida a un proceso de crecimiento que abarcará la existencia entera de la persona: hasta la hora de la muerte el cristiano estará en proceso de conversión, de crecimiento, de transformación en Cristo y, por tanto, en intento de vivir normalmente la vida cristiana, como el Señor la vivió y nos la dejó bien definida con su ejemplo y su doctrina. Entendida así la definición, desaparece toda ambigüedad y el sutil olor a apropiación indebida de lo que a todo cristiano corresponde. La visión qtie el Nuevo Testamento nos da de una vida cristiana, corresponde a una vida cristiana "normal": para todos los bautizados, que se han comprometido, por la recepción del Sacramento del Bautismo (y de la Confirmación), en el seguimiento de Cristo. Dios está derramando su Santo Espíritu para restaurar la vida cristiana: la vida "normal" de la Iglesia, y de cada uno de sus miembros. 1. Los cuatro elementos fundamentales que en ella se descubren a través del Nuevo Testamento Io Aceptar a Cristo como Salvador y someternos a Él como nuestro Señor -La vida normal cristiana significa: • Reconocer • No

a Cristo como nuestro Salvador, el que quita nuestros pecados y restablece nuestra unión con el Paclre.

basta esto y gozar de la alegría de saberlo: Hay que someterse a Él como Señor: ser conscientes de que somos suyos (Col 1,

15ss.): •

Fuimos creados por Él y para Él. No nos pertenecemos; pertenecemos al Elijo de Dios: Fuimos comprados y rescatados del pecado y de la muerte por el precio de su sangre. Por estos dos motivos le pertenecemos. (lPeclr 1,18; ICor 6,20; 7,23).

-Someternos a Jesús como Señor quiere decir: • Entregarle • Han

cuanto somos y tenemos: nuestro tiempo, dinero, deseos, relaciones, decisiones...

de ser usados para el Reino de Dios.

® Amar a Dios con todo nuestro corazón..., significa someternos a Jesús como Señor y dejar que Él use nuestras vidas como Él quiera. -Por tanto: "Vida cristiana normal quiere decir: reconocer a Jesús como nuestro Salvador y someternos a Él como Señor". "El descubrimiento del Señorío de Jesús (descubrirlo, vivirlo, proclamarlo) es el elemento, no único, sí el primero y el más importante en la Renovación Carismática".1 Es, pues, convertirnos a Él, adherirnos a Él, dos aspectos de la misma realidad. 2o Una vida vivida en el poder y la fuerza del Espíritu -Si el Espíritu Santo es invisible, los resultados de su presencia y de su acción son muy visibles. Donde no vemos los frutos de su presencia, tal vez es porque no actúe allí como debería actuar si se lo permitiéramos. » Se nos ha dado el Espíritu para que se manifieste en nuestras vidas, cambiar las cosas, dar testimonio y hacer a Jesús visible en el mundo. Jesús habló de cosas concretas que el Espíritu iba a hacer en él. "Lo que la Renovación puede y debe enseñar a un cristiano, es a que deje que en su vida ocupen todo su lugar normal el Espíritu Santo y, por tanto, Maria".23 En Rom 8, 26-27 se nos dice que el Espíritu Santo, suple nuestra debilidad para orar y nos ayuda con gemidos inefables. Jesús vino a hacer de su pueblo el nuevo templo de Dios. (ICor 3, 16). Nosotros somos este pueblo y este templo que puede dar culto a Dios en espíritu y en verdad, (Jn 4, 23). Una de las cosas más importantes en la Renovación Carismática, es la oración de alabanza y la adoración: Dios es adorado en espíritu y en verdad. No dejemos de alabarlo sin interrupción. •Jesús nos da el Espíritu para que podamos dar testimonio de Él. La promesa del Espíritu y el fin (Hech 1, 8). No dijo, seréis testigos de una institución, de una moralidad, sino de mí, del Hijo de Dios vivo que habéis encontrado. Podréis decir: Jesús vive! 3o Una vida de relación fraternal en comunidad -Jesús vino a hacer de nosotros un pueblo, un cuerpo, una comunidad (IPedr 2, 9-10; 1 Cor 12, 27; Rom 12, 5).


Y dio los dones carismáticos para fortalecer nuestra mutua relación de comunidad (ICor 12, 4-7). Las relaciones de la comunidad, según nos dice San Pablo en ICor c. 12, deben ser como las relaciones de los miembros del cuerpo humano entre sí. • La conversión cristiana no es sólo conversión a la persona de Cristo, a una vida en el Espíritu. -Es también conversión a nuestros hermanos en Cristo: •Aceptar no sólo a Cristo, sino también a nuestros hermanos. La primera no será completa hasta que no entremos a una relación de hermanos y hermanas en Cristo. No sobre la base de la propia conveniencia; sino fundados en un compromiso: es la prolongación del que hemos hecho con Cristo. No sólo relación con los que nos llevamos bien: somos amigos... (Sería una relación en la Renovación Carismática muy superficial a nivel de como se relaciona el mundo). Sino como nos ama y amó Cristo. También, como Jesús en la respuesta de sus discípulos, de los que no recibió apoyo: no nos comprenden, y nos decepcionan. Él siguió amándolos. Este es el amor que Jesús quiere que tengamos unos con otros. Amar, no sólo porque recibimos algo en retorno, sino por el poder y el Espíritu de Jesús que está en nosotros.  Por tanto, ser hermanos y hermanas es preocuparse no sólo de mi bien, sino del de los demás.

II.

 Orientar mi vida, mis decisiones no sólo en lo que es bueno para mí, sino en lo que es bueno para "nosotros". (Muchas de mis decisiones personales tienen que dejar de serlo, por ejemplo, cuando se trata de tomar unas vacaciones, etc.)  El Cuerpo de Cristo sufre muchos problemas porque no nos hemos preocupado de las necesidades de los demás. Jesús nos dice que este amor a los hermanos es la señal y el secreto para atraer a aquellos que no creen en Él (Jn 13, 34- 35). Si nos preocupamos de recristianizar el mundo, tenemos que preocupamos de nuestras relaciones de hermanos. - Por esto, por ser una vida de relación en comunidad, la "experiencia de Dios", tan fundamental en la Renovación Carismática, es una experiencia social o comunitaria, principalmente por eso, los elementos fundamentales de la Renovación, son comunitarios: Los grupos de oración: donde las personas oran y crecen en la fe, la esperanza y el amor unidos en Cristo y entre sí. El Bautismo en el Espíritu Santo: donde la comunidad ayuda a las personas que lo desean, a prepararse para recibir la Efusión del Espíritu y oran por ellas y con ellas para suplicar a Jesús el cumplimiento de sus promesas. Los carismas: cuya finalidad es "edificar" la comunidad en el amor de Cristo, y equiparla para evangelizar y dar testimonio de Cristo resucitado, el Señor, con la fuerza del Espíritu. Pero estos elementos comunitarios, lejos de apagar lo personal, fortalece y hace crecer lo individual. El doble elemento de persona: lo comunitario y lo personal se apoyan y se complementan mutuamente. 4" Una vida cristiana que produzca fruto -Jesús murió en la Cruz, resucitó y envió su Espíritu para que nosotros nos hiciéramos sus discípulos y diéramos fruto: •

El fruto de su Espíritu en nuestras vidas.

En nuestras relaciones.

El amor de Cristo en todas nuestras obras.

El fruto de que nuevos hermanos lleguen a Él por la obra de la evangelización:

La voluntad de Dios es que crezca la Iglesia, que el mundo llegue a la fe; que la Iglesia evangelice al mundo y no al revés. -Se necesita una profunda renovación en la Iglesia, en las diócesis, parroquias, comunidades. Mayor amor, más preocupación por integrarse a los trabajos parroquiales. -La Iglesia necesita ser restaurada a una vida cristiana normal: •

Una relación más personal con Cristo;

Una mayor necesidad y éxito en la oración (con una nueva libertad para alabar la bondad y lo maravilloso de Dios);

Un hambre por entender la Palabra de Dios;

Un amor más universal y ecuménico;

Un corazón apostólico generoso.

Junto con dones especiales que contribuyen a la edificación de comunidades y a la evangelización. Los dones, en general, conducen a una profunda y auténtica vida cristiana y a una mayor unidad de aquellos que los poseen. Con el tiempo, han surgido miles de grupos de oración altamente comprometidos y aun comunidades de alianza que han desarrollado una sólida sabiduría pastoral. -La insistencia de la Renovación Carismática en la revita- lización de los Carismas es legítima, y está totalmente dentro de la doctrina y de los deseos del Vaticano II. Pero el discernimiento tanto de su autenticidad como de su buen uso, debe ser una realidad siempre presente. La misión es abrumadora; los problemas enormes; la fuerza del secularismo muy fuerte. La misión que nos presenta el Nuevo Testamento, puede parecer demasiado excelsa; podemos sentirnos abrumados. El secreto: es ser fieles a lo que el Señor nos confía hoy; aunque sean cosas pequeñas; si no lo somos, no nos confiará cosas grandes (Mt 25, 21). Por tanto: nuestra fidelidad o falta de fidelidad tienen consecuencias importantes para nosotros y para los demás. Es estrecho y costoso el camino que conduce a la vida y pocos lo encuentran. Jesús nos da hoy la luz y las inspiraciones del Espíritu Santo: Puede movernos a orar por los miembros de nuestras familias.4 2. Vivir la plenitud del amor, íntesis de la vida cristiana normal -Si tratáramos de sintetizar lo que debería ser una vida cristiana normal, es decir, de una persona que ha sido sumergido en Cristo en su Bautismo (Rom 6, 3ss.); se ha revestido de Él (Gal 3, 27), y ha llegado a ser hijo de Dios (Rom 8, 26- 27); (Gal 4, 4-7), creo que se podría


resumir en la expresión de vivir la plenitud del amor. Por el amor hemos sido creados (IJn 4, 8-16) y al amor se nos destina como la vida más alta a que podemos aspirar (ICor c. 13). Por encima de él no hay nada, sólo Dios que es Amor. Y para eso Él, en su plan eterno nos conoció, nos amó, nos destinó en su Hijo, Cristo Jesús (Ef 1, 3ss.). -Para recordamos esa orientación definitiva de nuestro ser al amor, el plan personal del Padre sobre cada uno; el fruto definitivo de su Muerte y Resurrección (Rom 5,8), Jesús promulgó su ley del amor en un momento solemne de su vida como si quisiera manifestar toda la importancia de su precepto (Jn 13, 34-35; Col 3, 1-4; Ef 1,18-20). Éste en definitiva, es el pacto de toda la Nueva Alianza en su Sangre: el pacto del amor de Dios con nosotros en su amor y la respuesta con que respondemos a él y se lo manifestamos amando a nuestros hermanos (1Jn 4, 7; 5, 2). -Para eso: para vivir en creciente plenitud el amor a Dios y al prójimo, se nos ha dado en abundancia el Espíritu Santo. Amor personal del Padre y del Hijo. De ese modo expresa, realiza, lo más íntimo de su Persona lo que le es tan propio que no puede faltar en su obra en la Iglesia y en cada alma, pues sería negar su realidad esencial. Hacia ahí, hacia el "vivir la plenitud del amor" se orienta toda la acción de Dios en nosotros: "En Él, (en Cristo Jesús) estaba la plenitud

II.

de Dios (del Amor) y todos la hemos recibido de Él"(Jn 1, 16). Esta es la vida cristiana normal, a la que somos llamados y a la que Dios nos quiere ir conduciendo progresivamente por la acción del Espíritu. -Esta es la finalidad de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo. Suscitada por Él, no puede tener otro fin sino hacernos vivir el designio salvífíco del Padre a ejemplo de Jesucristo. Hacia ahí se orientan todos y cada uno de los elementos, que, aun siendo opcionales, son los canales por donde corre la gracia de Dios; los instrumentos, las ocasiones en que se inserta la acción del Espíritu para realizar su obra. -Vivir la plenitud del amor de un modo progresivo más profundo en la fuerza del Espíritu que nos va asemejando a Cristo en su acción íntima en nosotros, es la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo como vida normal del cristiano. Se identifica con el vivir el compromiso del Bautismo y de la Confirmación, pues el que vive verdaderamente en Cristo, no puede menos que amar a sus hermanos y trabajar en su Reino. Para eso, le confiere sus carismas el Espíritu para construir la Iglesia en el Amor. Así la renovación surge como el fruto del Espíritu en el corazón pobre, no como algo que se comunica a los demás. La renovación es algo que se recibe, algo que engendra el Espíritu del Señor en lo más profundo de los corazones, como un don humilde y gratuito".5'6 —Notas 1

Monseñor Uribe Jaramillo, Obispo de Sonsón-Ríonegro (Colombia).

2

J-C. Sagne y otros, María, morada del Espíritu Santo, Presencia de la Renovación Carismática, Edit. Roma, Barcelona, 1981, l6l.

3

Lejos, pues, de quedarse [la Renovación Carismática], meramente en una especie de devoción privada al Espíritu Santo, la Renovación Carismática se orienta en sentido trinitario y con marcada dirección cristocéntrica, como lo hacen el Nuevo Testamento y los Ejercicios Espirituales. Lo propio y peculiar de la Renovación consiste en tomar en serio a Jesús como Señor, el Señor de todas las cosas, mi Señor personal, el Señor que me llama a la continua conversión a Él, el Señor que me envía como su testigo. Esta prominencia del Señorío de Jesús viene directamente de la teología del Nuevo Testamento. R. Faricy y otros autores, LosJesuitasy la Renovación Carismática, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1984, n. 46, p. 76.

4

Cfr. Ralph Martin, "La Renovación Carismática es la vida normal", Koinonía, n. 13, 22-25. R. Puigcloller, Koinonía, n. 65, mayo-junio, 1987, 2.

6

Cristiano es el que cree en Jesucristo y vive sólo de Él y para Él, aquel que, tras las huellas de Jesús e impulsado por la amistad que le une con Él, se entrega sin restricciones, con todo su pensar, su querer y su obrar, al Dios de Jesucristo en el servicio a los hombres. Cristiano es el que cree que en Jesucristo apareció la plenitud de los tiempos y el que interpreta la totalidad de lo real desde Él y para Él. Él cristianismo, en consecuencia, no es principalmente una suma de doctrinas y mandamientos, instituciones y estaicturas. Todo esto tiene también importancia en su lugar. Pero por encima de todo, el cristianismo es Jesucristo y la comunicación con Él, en el poder del Espíritu Santo. Catecismo Católico para adultos, Conferencia Episcopal Alemana, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1998, 154. Cfr. S. Lyonnet, "La vocación cristiana a la perfección según San Pablo", en La vida según el Espíritu; I. de la Potterie, S. Lyonnet, Edic, Sigueme, Salamanca, 1967, 225-247.


XIV. LA GRACIA DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA

1. Introducción -La Renovación Carismática, es una prolongación del acontecimiento del Pentecostés primitivo de la Iglesia, de la gracia específica de ese acontecimiento del Espíritu. El Pentecostés original y constitutivo de la Iglesia ha sido vivido por los primeros discípulos. •

Como una gracia de descubrimiento del Cristo viviente,

Como una gracia de conversión,

Como una gracia de apertura al Espíritu Santo, a sus dones, a su poder.1

II.

- En este sentido nos parece muy aceptable la propuesta del cardenal Suenens, de sustituir el adjetivo carismática, por el de pentecostal. Aquel limita mucho el contenido de la Renovación, como si quedara en la renovación de los carismas. El segundo se fija más sobre todo, en lo esencial: "una renovación espiritual en la prolongación de la gracia específica de Pentecostés y que implica los tres aspectos fundamentales enumerados más arriba, pero la connotación protestante, al menos en América Latina, hace que ese nombre no haya sido acogido con aceptación: puede, creemos, ser sustituido por la formulación: "Renovación Cristiana en el Espíritu Santo".2-3 No podemos olvidar que el primer don, el don por excelencia, fuente de los demás, es el Espíritu Santo mismo, la gracia fundamental, es la gracia de crecer en las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad; esta última representa el test supremo de toda vida cristiana auténtica. -Una vez expuestas las instrucciones precedentes, podemos abordar, en cierto modo como conclusión y resumen, la gracia fundamental de la Renovación o qué podemos esperar de la Efusión del Espíritu Santo sobre nosotros, su desarrollo y crecimiento. Nos apoyamos para ello en la afirmación del cardenal Suenens con que encabezamos la instrucción. Suponer que la Renovación Carismática se halla en la prolongación del acontecimiento de Pentecostés vivido por los apóstoles, parece lo más acertado, lo único acertado, seguir y aplicar esa gracia fundacional tal como el Espíritu quiere reproducirla hoy en su Iglesia. Seguimos, pues, los pasos de esa triple gracia y la desarrollaremos después en su irradiación. 2. La triple gracia de la Renovación Carismática A. La gracia del redescubrimiento del Cristo viviente y actuante -El primer efecto es el descubrimiento o redescubrimiento de Jesús mismo. Es una experiencia vista y vivida por el testimonio de innumerables personas en la Renovación Carismática. Este solo efecto bastaría para considerar la Renovación como un don inapreciable de la bondad del Padre de las misericordias. Pero este descubrimiento de la realidad cristiana por excelencia, Jesús, arrastra consigo otros muchos y maravillosos efectos. El Espíritu Santo hace descubrir a las personas la presencia de Jesús y las introduce en una relación nueva, vital, una relación en la que Él comunica su vida por el Espíritu. Jesús llega a ser el centro indiscutible de la vida propia, en toda su realidad: en los pensamientos, en las preocupaciones... y uno se compromete con Él de una manera nueva, mejor, en un don de sí mismo total, sin ambigüedades.4 El descubrimiento de Cristo resucitado y actuante hoy y ahora tiene una proyección maravillosa: Cuando la acción del Espíritu Santo ha penetrado en el alma, ese descubrimiento penetra en todo su ser. En Él, sobre todo, se descubre el amor del Padre que se manifiesta espléndida y visiblemente en Jesucristo, su Hijo. Las afirmaciones de Jesucristo (Jn 3, 16-17), tienen una resonancia de verdad nueva y profunda. Cuanto el Señor ha ido manifestando con su palabra y con su vida, aparece ahora con un relieve inusitadamente marcado y la persona, en la fuerza del Espíritu, tiene una conciencia avivada y una experiencia que quizás antes no se había dado en ella. -Pero no se trata solamente del descubrimiento del amor de Dios manifestado en Cristo. Es un Amor de Dios actuante aquí y ahora, que se hace presente en toda realidad, en toda circunstancia, en todo acontecimiento por doloroso y desgarrador que sea. Es el Amor de Dios en Cristo que obra misteriosa pero realmente, aunque no lo percibamos y lo admitamos sólo en fe. Este descubrimiento del Amor de Dios en la Cruz, en medio de las tribulaciones más intensas, es una gracia fruto de la acción del Espíritu de Jesús. -Y ante esta realidad del descubrimiento del Amor de Dios en Cristo Jesús lleva, por la acción del Espíritu, al ofrecimiento de sí a Dios en plenitud: a realizar su voluntad como quiera que se manifieste, en constante perfeccionamiento, aun contando con las propias debilidades y caídas: a una entrega al amor para con los demás, utilizando las armas del Amor en respuesta, como Jesús, a la injusticia, a los ultrajes, es ofrecer con Cristo nuestro ser total a su gloria y ofrecer con Él su misericordia, y el don precioso de su vida por el mundo. La gracia del descubrimiento de Cristo resucitado actuante es una gracia peculiar y maravillosa de la Renovación que el Señor quiere ofrecerla a todos, para que la conozcan, la acepten, se dejen penetrar por ella, le permitan producir los efectos que le son propios, la experimenten y la vivan en medio del mundo y en la realidad concreta de su vida.5


B. La gracia de conversión, vivida como experiencia Un don especialmente importante que se encuentra en la Renovación es la acción del Espíritu Santo que suscita en el alma el deseo de "convertirse" a Dios en Jesucristo y va conduciéndola por un proceso que culmina en la entrega total al Señor. Es una experiencia, previa acción del Espíritu en la Efusión. Esta experiencia tiene una importancia excepcional. Cuando las personas, en su lenguaje, se expresan diciendo que han sido tocadas por Dios, o que sus vidas han cambiado, se están refiriendo, sin nombrar la palabra, a la conversión. Sin pasar por esta realidad que continuará siendo válida durante toda la existencia, toda otra experiencia del Señor o no se dará o será superficial, o será una gracia de Dios que quiere ir preparando el alma para la "conversión". Esta requiere necesariamente la fe, aunque sea en un grado todavía incipiente. Requiere, igualmente, un cuidado pastoral progresivo.6 Aunque ordinariamente, la Efusión del Espíritu Santo supone recorrido, al menos en cierto grado, un itinerario de conversión, no se excluye el hecho de que haberla recibido previamente, disponga para vivir el don de la conversión más intensamente. Así opina algún autor de autoridad. No obstante, creemos que debe no sólo considerarse la experiencia de la conversión como habitualmente previa a la

II.

recepción de la Efusión, sino el facilitar vivir otras experiencias posteriores diversas. El mismo autor al que aludimos, presupone que, habitualmente, la experiencia de conversión precede a cualquiera otra. C. La gracia de la apertura al Espíritu Santo, sus dones y a su poder La apertura al Espíritu Santo Es todo un mundo nuevo el que se nos da en la Efusión del Espíritu, su prolongación y crecimiento: -Una realidad, la más fundamental, sobre la que se debe velar constantemente en la Renovación: que de tal modo nos adhiramos a los carismas, que olvidemos, prácticamente, que el don primero del Espíritu es el Espíritu Santo mismo. "Que la gracia por excelencia es una gracia teologal de acrecentamiento de la fe, de la esperanza, de la caridad. Esta es el test supremo de toda vida auténticamente cristiana".7 -La apertura al Espíritu Santo lleva consigo su acción primordial a la que nos abrimos. "La oración en el Espíritu nos hace redescubrir poco a poco, el Pentecostés. Y constituye la primera línea de fuerza. Quienes caminan en esta gracia se dan cuenta de que un cristiano es una persona que debe vivir sin cesar una dimensión de Pentecostés: que debe, progresivamente, llegar a ser testigo.8 -Y este "testificar" al Señor, obra del Espíritu, nos enseña a celebrar lo que Él hace por mí y por cada uno: en la Eucaristía, en los sacramentos, en el perdón del Amor del Padre. -La apertura del Espíritu nos abre también a la salvación que se ofrece y da ahora para todos. Es creer que el Amor de Dios, actuante, es más fuerte que todo y que está venciendo el mal, aunque las apariencias parezcan contrarias, en lo concreto de la existencia. Así podemos vivir todas las situaciones con el Absoluto de la Esperanza, teniendo la certeza de que el amor triunfará aun cuando toda la sensibilidad humana grite y parezca hallarse sepultada en un fracaso humano total. La apertura al Espíritu nos introduce en el misterio de la Cruz: La Cruz es el triunfo del Amor que tiene la audacia ele no emplear otras armas que las del Amor. En respuesta a la traición, a la injusticia, a los ultrajes, a los más horribles suplicios, a los sufrimientos de aquellos que amamos, ofrecemos la Misericordia y el Don de su Vida hasta la última gota de su sangre. Sí, es la manifestación de la gloria de Dios, puesto que ésta es la manifestación, sobre la tierra, del Amor del que Dios es la fuente. Y este Amor se ofrece, ahora, a todos. -La apertura al Espíritu Santo es la docilidad a sus iluminaciones y mociones interiores por las que nos guía hacia el corazón de Cristo para realizar en nosotros su imagen y hacia el corazón del Padre. Jesús nos da su Espíritu y nos pide acogerlo para que pueda vivir el Amor que consiente en "perder su vida" por Él; su Amor gratuito, el que Él ha vivido y desea trasplantarlo a nosotros, para realizar su imagen, la que el Padre quiere ver reproducida en sus hijos, participantes de la vida de su Hijo amado, Jesús. -La apertura a sus dones y a su poder. Es otro aspecto admirable de los efectos de la Efusión del Espíritu: la experiencia de los carismas. Desafortunadamente solemos reducirlos en la práctica a los tres más llamativos y que tienden a sorprender: El don de lenguas o glosolalia, la profecía y el don de curación. La experiencia de que de ellos, el que con más frecuencia nos comunica con el Señor, en la efusión, es el don de lenguas con su doble característica: don privado de oración e instrumento para ciar mensaje de parte de Dios, que ha de ser interpretado. También la recepción de carismas es un efecto de la Efusión del Espíritu, en la gran variedad en que existen. Ni el deseo ansioso de ellos o de algunos determinados, ni la timidez y retraimiento ante ellos deben dominarnos interiormente. Nuestra actitud ha de ser la petición humilde y disponible al plan y generosidad de Dios para con cada uno, recibiéndolos con gratitud (LG 12) y usándolos con sana discreción y bajo un humilde discernimiento. El tema se aborda ampliamente tanto en la introducción a los carismas como en los carismas tratados en particular. A esas instrucciones remitimos, como hemos dicho, podemos y debemos esperarlo de la acción del Espíritu en nosotros en la medida y tiempo que le plazca en ese Pentecostés personal al que tocios somos invitados y que puede repetirse constantemente, si hay en nosotros apertura a la acción del Espíritu y un gran deseo ele participar de sus gracias y dones, suscitado por Él mismo. Las nuevas perspectivas que Dios abre a su Iglesia, a los cristianos, son inmensas. Y la Renovación Carismática, sin ser el único lugar donde el Espíritu Santo obra y se manifiesta poderosamente, sí parece ser, por la ya larga experiencia, una oportunidad privilegiada.9


3. La irradiación de la gracia fundamental de la Renovación Carismática A. El acrecentamiento de la vida divina o el poder santificador La vida divina no se acrecienta por sí misma, sino por el ejercicio de las virtudes, sobre todo teologales es.- fe, esperanza y caridad. La nueva toma de conciencia de la presencia en nosotros de las tres personas de la Trinidad y las mociones de una acción más intensa, interior del Espíritu Santo, que vive y actúa en el santuario vivo, (1 Cor 6, 19) lleva consigo un despertar de la oración personal y comunitaria. Hay una actividad creciente del alma en frecuencia e intensidad de comunicación. Se ha descubierto la realidad del amor de Dios personal, inefable y el alma movida por el Espíritu, quiere responder con el amor, con actos interiores que se irradian en una vida moral que responda a la realidad que se es interiormente: hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, templos del Espíritu Santo. B. El descubrimiento y la experiencia del amor fraternal El Espíritu Santo es esencialmente Amor: Amor, lazo de unión entre el Padre y el Hijo. Es la respuesta personal del amor del Padre al

II.

Hijo, al Verbo; y la de Este al amor infinito del Padre. Su misión fundamental, pues, va dada por su mismo ser, por la realidad de su Persona: amor consustancial del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo nos ilumina, por consiguiente, para descubrir el misterio del amor de Dios al hombre, a cada persona particular, a mí personalmente. Y completa su acción moviendo la voluntad a amarlos, a poner actos que sean la respuesta viva a su amor. -Esta acción del Espíritu se extiende también al descubrimiento y experiencia del amor a los demás: «Progresivamente, y a través de fracasos, de victorias sobre nosotros mismos, de generosidades y flaquezas, vamos descubriendo y experimentando, por la acción del Espíritu, que nuestro prójimo es digno de que lo amemos a semejanza del amor que Jesucristo le tiene. Nos va infiltrando un amor más desinteresado, paciente, cordial, atento, sincero, acogedor... vamos derribando barreras y levantando una construcción de relaciones nuevas cuya base está en el Señor. Él nos une en Sí como Cabeza y va dando a nuestra comunión con los demás un nuevo sentido, una fraternidad sincera, una profundidad que llega a sorprendernos. Se va creando la familia de Dios en Jesucristo, bajo la acción del Espíritu Santo. Este amor fraternal lejos de ponerse en solas palabras se irradia, sobre todo en obras, aun las más arduas; suponen una acción fuerte del Espíritu y un desprendimiento de sí que antes se consideraría impensable e irrealizable. Es un itinerario de crecimiento que supone un caminar en el tiempo y que, de hecho, ocupará toda la vida. La comunión fraternal en la oración debe normalmente desembocar en la gran comunión fraternal de los hombres, con sus implicaciones sociales y políticas".10 C. El descubrimiento y la vivencia de la alabanza y de la acción de gracias

Puesto de intento, al final de los efectos enumerados de la acción del Espíritu en su obra de "santificación", representa el más enérgico sentido. Más adelante se hablará de él. Por eso nos dispensamos de tratarlo ahora. D. Inauguración de una vida nueva

-"Para muchos cristianos la 'Efusión (del Espíritu Santo)' inaugura una vida nueva bajo la influencia del Espíritu Santo. Los carismáticos atestiguan que a partir de la Efusión, viven su vida cristiana en el poder del Espíritu y, por consiguiente, con más dinamismo, con más facilidad, más interioridad, más gozo que antes. Esto se debe a los efectos que se enumeran, que produce la Efusión ya en el momento mismo, ya algunos días o meses más tarde".11 Lo que, por tanto, podemos esperar de la acción del Espíritu Santo en el propio Pentecostés, puede resumirse en lo que indicaremos, y cuyo resumen, muy acertado, sería la inauguración de una nueva vida, tanto en la propia interioridad o santificación como en la obra del trabajo apostólico colaborando en el Reino de Cristo. -Esta esperanza es real, avalada por la experiencia de tantos como la han vivido y viven hoy en día. Pero, ciertamente, frutos tan admirables no serán iguales para todos. Hay una llamada y exigencia particular del Señor, aun dentro de su plan maravilloso sobre cada uno, y una mayor o menor generosidad de parte de las personas. Por otra parte, estos frutos que se producen, perduran y maduran en el tiempo y la purificación del Señor; no se dan "mágicamente" por el hecho de recibir la "Efusión" del Espíritu Santo. -Se requiere haber recorrido, con una conciencia que se ha ido despertando y fortaleciendo en la persuasión de que es preciso cooperar libre y generosamente, a la acción del Señor, el triple aspecto del itinerario indicado: una marcha de conversión, una marcha de renovación espiritual o de entrega total al Señor, (algunos, acertadamente, lo formulan: una decisión fundamental por Cristo), y el acompañamiento comunitario. De aquí se deduce que acercarse a la preparación para recibir la "Efusión" del Espíritu Santo no puede ser con un espíritu de ligereza, de "a ver qué sucede", de indiferencia, de falta de deseos de ver su vida tocada y cambiada por el poder del Espíritu. -Desde luego, esta disposición se irá acrecentando a medida que se desarrolla la preparación en los llamados semina- ríos de vida en el Espíritu pero es preciso que ya exista cierta madurez humana y cierta disponibilidad que dé garantías de que la preparación inmediata ha de disponer al sujeto para la gran obra que quiere hacer el Señor. -De otro modo, se correrá el riesgo de que el fruto de una transformación, al menos relativamente a fondo, o no se dé, o sea efímera su duración; sobre todo, cuando la persona tenga que enfrentar las dificultades de la vida cristiana y las purificaciones del Señor. No pocas veces habrá que añadir, en esta situación, que el entusiasmo que se produce al recibir la "Efusión" del Espíritu, si realmente ésta llega a


darse, sea de momento, transitorio, aparente, sin arraigo verdadero en la conversión y vida nueva que ha comenzado a vivirse, o se ha profundizado si ya, de hecho, se vivía. E. El deseo de anunciar el Evangelio de dar testimonio de Cristo muerto y resucitado Es un efecto que aparece con relieve especial en las actuaciones del Espíritu; frecuentemente se va desarrollando en las personas que han recibido la Efusión del Espíritu, un deseo intenso de proclamar las maravillas del Señor, de participar a los demás el bien que ellos han recibido; de evangelizarlos, sobre todo, descubriéndoles el amor del Padre para cada uno de ellos. Quieren ser verdaderos "testigos" y no se puede serlo, si no se ha visto y oído (IJn 1, 1-2; Elech 4, 20). —En la Renovación se pretende darle al Espíritu Santo el papel de protagonista fundamental que le corresponde en la evangelización: "No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo [...]. Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece. Él es el alma de la Iglesia. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. Él es quien hoy igual que en los comienzos madurez humana y cierta disponibilidad que dé garantías de que la preparación inmediata ha de disponer al sujeto para

II.

la gran obra que quiere hacer el Señor. -De otro modo, se correrá el riesgo de que el fruto de una transformación, al menos relativamente a fondo, o no se dé, o sea efímera su duración; sobre todo, cuando la persona tenga que enfrentar las dificultades de la vida cristiana y las purificaciones del Señor. No pocas veces habrá que añadir, en esta situación, que el entusiasmo que se produce al recibir la "Efusión" del Espíritu, si realmente ésta llega a darse, sea de momento, transitorio, aparente, sin arraigo verdadero en la conversión y vida nueva que ha comenzado a vivirse, o se ha profundizado si ya, de hecho, se vivía. E. El deseo de anunciar el Evangelio de dar testimonio de Cristo muerto y resucitado Es un efecto que aparece con relieve especial en las actuaciones del Espíritu; frecuentemente se va desarrollando en las personas que han recibido la Efusión del Espíritu, un deseo intenso de proclamar las maravillas del Señor, de participar a los demás el bien que ellos han recibido; de evangelizarlos, sobre todo, descubriéndoles el amor del Padre para cada uno de ellos. Quieren ser verdaderos "testigos" y no se puede serlo, si no se ha visto y oído (1Jn 1, 1-2; Hech 4, 20). —En la Renovación se pretende darle al Espíritu Santo el papel de protagonista fundamental que le corresponde en la evangelización: "No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo [...]. Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece. Él es el alma de la Iglesia. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. Él es quien hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizado!' que se deja poseer y conducir por Él, y pone en los labios las palabras que por sí sólo no podría hallar, predisponiendo también al alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del Reino anunciado. -Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del Evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin Él, los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas o psicológicas se revelan pronto desprovistas de todo valor. -Nosotros vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu. Por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo revela la Escritura. -Ahora bien, si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa todavía mucho más en su misión evangelizadora. No es una casualidad que el gran comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu. Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: Él es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de Salvación [...]. -El Sínodo de Obispos de 1974, insistiendo mucho sobre el puesto que ocupa el Espíritu Santo en la evangelización, expresó asimismo el deseo de que pastores y teólogos, y añadiríamos también los fieles marcados con el sello del Espíritu en el Bautismo, estudien profundamente la naturaleza y la forma de la acción del Espíritu Santo en la evangelización de hoy día". 12 -En la Renovación Carismática se descubre en creciente profundidad y persuasión, la fuerza insustituible de Dios que actúa por su Espíritu con signos y prodigios, con los que "Dios acreditó a Jesús (Hech 2, 22; Jn 2,11. 23; 6, 2.26; 7, 31), y de los que aseguró que acompañarían la proclamación del Evangelio (Me 16, 15-18), signos y prodigios que son manifestaciones de la presencia del poder del Espíritu. Se les había relegado al pasado, pero hoy el Señor manifiesta la vivencia de su promesa. Se había limitado a predicar con las palabras, y se había olvidado pedir que esta predicación se acompañara, como lo dice el mismo apóstol, "con obras de poder, de la acción del Espíritu Santo y de una absoluta seguridad" (1 Tes 1, 4-5). -El libro de los Hechos en este aspecto vuelve a ser actual y Dios está demostrando que la evangelización, sin desechar los medios humanos, sea más bien "una demostración hecha por el poder del Espíritu a fin de que la fe no se funde en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (1 Cor 2, 4, Cfr. 14, 22; 2 Cor 12, 12; Hech 14, 3,) etc. F. La adhesión a la Iglesia Católica y a cuanto la conforma -La adhesión a la Iglesia es otro efecto de la Efusión. Se hubiera podido tener un temor no imaginario que la experiencia personal del Espíritu hubiera conducido a los carismáticos a separarse de la Iglesia institucional. Lo contrario es lo que, en realidad, ha sucedido. Un observador ha constatado que esta experiencia


encamina a una mejor comprensión de la Iglesia. Los jóvenes retornan a ella porque se dan cuenta de que la Iglesia es, a la vez, carismática e institucional. Si no es más que una institución, muere; si no es más que carismática, se convierte en "locura". Esta mejor inteligencia de la Iglesia como institución animada por el Espíritu, como lugar del Espíritu, conduce a los carismáticos a un amor filial para con esta Iglesia, a una docilidad más grande a su enseñanza, a una práctica más asidua del sacramento de la Reconciliación, que es mejor comprendido gracias a una mayor percepción del sentido del pecado, debido a un profundizado conocimiento del sentido de Dios, de Cristo y del hombre, dado por el Espíritu Santo. Van siendo llevados, igualmente, a una participación más frecuente en la celebración eucarística y a una devoción más auténtica a María, así como también a un descubrimiento de su función en la Iglesia. "Todo esto no les impide, al contrario, ver lo que en la Iglesia no está irrigado por el agua viva del Espíritu, y de sufrir por ello, quizás más que otros, pero sin amargura ni descorazonamiento".13 -De otro modo, el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, y actúa en cada uno de sus fieles; ha creado este carisma institucional, y es el dador de todo carisma. Él va iluminando a estas personas respecto a la verdadera razón de ser de la Iglesia, de su doble realidad: institucional y carismática, que forman los dos aspectos complementarios de una misma y única realidad querida e instituida por Jesucristo.

II.

Les va insuflando su amor a la esposa de Cristo (Ef 5, 25) y les va dando la comprensión unificadora de dos aspectos que nunca deben oponerse, sino verse como mutuamente complementarios.14 G. El descubrimiento de las Sagradas Escrituras (de la Palabra) -No podía ser de otro modo: "desconocer las Sagradas Escrituras, es desconocer al mismo Cristo" (San Jerónimo). Si el Espíritu Santo conduce a los carismáticos a un amor personal nuevo de Jesucristo, también ha de irlos llevando a un amor nuevo a Su Palabra; a lo que es la continuación de su Persona y nos da su propia revelación, al mismo tiempo que nos relata el ejemplo admirable de su amor. -Con un deseo de las Escrituras que, en muchos se convierte en verdadera hambre espiritual, se sienten atraídos por la Palabra de Dios-, acucien a ella con frecuencia, la leen, la meditan, la rumian, alimentan con ella su fe y su vida cristiana. Se sienten movidos a un estudio más profundo y a conocer cuanto Jesucristo ha dicho y hecho. Este estudio, cuando es dirigido por personas conocedoras de la tradición de la Iglesia y de su pensamiento sobre las Escrituras, les hace evitar el error "fundamentalista": la interpretación exclusivamente literal de la Escritura. Se van familiarizando con el pensamiento católico de que la interpretación auténtica de la Escritura está confiada al Magisterio auténtico de la Iglesia; constituido por el Papa y los Obispos, auxiliados por los teólogos y exegetas.15 H. El compromiso de construir un mundo mejor en la justicia y el amor -El peligro de cerrarse sobre sí o sobre los grupos amenaza a los carismáticos como amenaza a los cristianos que buscan sinceramente al Señor. Hay, pues, que insistir discretamente para evitarlo y para abrirse al mundo en que se vive y que necesita ser evangelizado y ayudado de innumerables maneras. La comunión en la alabanza y acción de gracias, la apertura al Espíritu, deben conducir normalmente a una toma de conciencia nueva sobre la responsabilidad que incumbe a todo cristiano de colaborar en el plan de Dios sobre el mundo en que vivimos. -Precisamente este debe ser uno de los efectos primordiales de la acción del Espíritu. Si en sus comienzos la Renovación Carismática, providencialmente quizá, estuvo replegada sobre sí misma como etapa de preparación, ahora, la experiencia muestra que las cosas son muy distintas. Quizás no haya campo donde sus integrantes no se encuentren comprometidos, y la fuerte orientación actual es, no sólo evangelizar, sino atender a todos y especialmente a los más necesitados económica, física, psíquica y espiritualmente. Cuanto vamos conociendo en este inmenso campo abierto a la abnegación cristiana, es sumamente alentador. El Espíritu Santo sopla en la Renovación fuertemente hacia estas perspectivas que extiende a la generosidad de los "carismáticos". -Nuestro mundo necesita una transformación a fondo, y está reclamando un compromiso integral de los miembros de la Renovación, bajo la guía de los Obispos, sacerdotes y equipos dirigentes de la Renovación. Nada se excluye, aunque cada uno y cada grupo, tenga su actividad determinada. Aun el mundo de lo económico, de lo político,... no debe ser extraño, al contrario, al compromiso de quienes se hallan integrados en la Renovación. La gran necesidad existente, es un modo fuerte de hablarnos que el Espíritu usa con discreción. Y

este compromiso, cuando se asume por Dios y por los hermanos, no descentra de la oración de alabanza, de adoración de acción de

gracias... muy al contrario, de ellas se sacan fuerzas espirituales y motivaciones y a ellas deben llevar, como un estímulo nuevo, poderoso para la gloria de Dios y el bien de los demás (Cfr. LG. 33-36; GS. c., III-IV). Este es también un fruto precioso de la Efusión del Espíritu que se manifiesta y profundiza progresivamente. Y

esto también tenemos derecho a esperarlo en nuestras vidas puestas bajo la acción del Espíritu Santo.16

I. La experiencia de una liberación -Con frecuencia, la "Efusión" del Espíritu Santo regala a quienes la reciben, la experiencia de una liberación que se produce en la persona por la acción transformadora del Espíritu. Se dan ciertas formas de esclavitud que viven y se han arraigado en el interior o exterior de ella: vicios determinados que se han profundizado y constituido un hábito; la sexualidad descontrolada, la violencia, la drogadicción, el alcoholismo, una dependencia incontrolable del tabaco, etc.


A veces se trata de bloqueos psicológicos: ansiedades, angustias, temores infundados, timideces que han degenerado en profundas inhibiciones, compulsiones de suicidio, complejos de culpabilidad, dificultades fuertes en el mundo de las interrelaciones, escrúpulos que martirizan y obsesionan, etc. -La obra del Espíritu toca lo íntimo del ser humano y aun su realidad corporal como constitutivo de la persona que es. Esta acción del Espíritu reestructura, armoniza y equilibra la personalidad. Toda ella está bajo el influjo del toque del amor divino, en la acción del Espíritu que reordena las tendencias y cura los traumas, aun los más ocultos y reacios. A la vez, infiltra una corriente de paz, de gozo, de amor que abraza todo el ser y refuerza la acción liberadora del Espíritu. Es una experiencia frecuente, más o menos profunda, que se da como efecto de la Efusión y se continúa en un proceso sucesivo, si la persona coopera a esta acción admirable del Espíritu. Podemos, pues, esperar de su obra esta gracia de liberación iniciada, al menos. Y la esperanza de una continuación, aunque suponga de nuestra parte, una ascesis a veces doloro- sa y un recurso a los medios humanos. —Notas

II.

Cardenal L-J. Suenens, Unpbenomene controversé. Le repos dans l'Esprit, Desclée de Brouwer, París, 1986, 16.

1

2

Cardenal L-J. Suenens, ob. cit. 13-14.

3

La realidad subyacente al vocabulario "Renovación pentecostal" propuesto por el cardenal Suenens para designar la Renovación,

dirige la atención a lo esencial ¿cuál es el ser de una renovación espiritual en la prolongación de la gracia específica del Pentecostés? El Pentecostés original y constitutivo de la Iglesia ha sido vivido por los primeros discípulos como una gracia de conversión, como una gracia de descubrimiento de Cristo vivo y como una gracia de apertura al Espíritu Santo, a sus dones, a su poder. "[...] Engloba toda la amplitud de la acción del Espíritu Santo vivificador de la Iglesia en todos sus aspectos; este término orienta de este modo hacia la acogida del Espíritu en su finalidad dinámica 'Os enviaré mi Espíritu,., y seréis mis testigos' (Hech 1.8). Invita a prolongar en la historia de hoy los Hechos de los Apóstoles. Se sabe que Juan XXIII pidió a los obispos releer los Hechos como preparación al concilio". El Vaticano II fue una gracia de Pentecostés a nivel de los obispos del mundo. Creo, por mi parte, que la Renovación Pentecostal se inscribe en la prolongación espiritual de este Concilio, y que se ofrece a cada cristiano como una gracia de revitalización espiritual, en la línea de Pentecostés. Y es así como lo entendió el Papa Pablo VI cuando acogió en San Pedro de Roma la peregrinación de unos diez mil "carismáticos" Su discurso continúa siendo la carta de la Renovación que calificó como "una oportunidad para la Iglesia". Pertenece al discernimiento final de los Obispos enviados por el Señor, reconocer los signos de Dios actuando a través de la debilidad o de la falta de inteligencia de los hombres. Una "oportunidad a aprovechar"; esto significa también una oportunidad que no hay que comprometer por la introducción de carismas no autentificados. Cardenal L-J. Suenens, Koinonía, n. 6l, sept-oct. 1986, 12. 4

P. Philippe, Afín que vous portiez beaucoup de Fruits, Pneumatheque, París, 1982, 1, 26: Cfr. F. Martin, "Baptism in the Holy Spirit",

Franciscan University Press, Steuenville, 1986, 47. 5

J. Van den Eynde, M. Bouillot, "Qu'est la Grace de le Renouveau?", Priere et Renouveau, Maison Notre-Dame du Travail,

Fayt-Iez-Manage, Belgique, 1981; 56.57. 6

V M Walsh, A Key to the Catholic Pentecostal Renewal, Key o David Publications, Philadelphia, 1985, 33ss.; Cfr. J-C. Caillaux, Un

surire de Dieu, Pneumatheque, París, 1975, 41-52. 7

Cardenal L-J. Suenens, ob. cit. 15.

8

J. Van den Eynde, J. Bouillot, ob. cit. 55.

9

Cfr. Ch. Massabki, Qui est l'EspritSaint? Prieuré Saint Benoit, 1977, 235-245.

10

Cardenal L-J. Suenens, citado por Ch. Massabki. ob. cit. 240.

11

Ch. Massabki, ob. cit.235.

12

Paulo VI, Evangelii Nuntiandi, 1975, 63-65.

13

Ch, Massabki, ob. cit. 241,

14

LG. 8.

15

Cfr. J.Van den Eynde, M Bouillot, ob. cit. 14-18, 55ss.

16

Juan Pablo II, Cbristifideles Laici, n. 32ss. (1988).


XV. QUÉ PRETENDE LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO

La pregunta exacta debería ser ¿Qué pretende el Espíritu Santo con la Renovación Carismática? Porque es Él quien la ha suscitado en la Iglesia. La respuesta a esta pregunta surge como una consecuencia manifiesta de todo lo dicho con anterioridad. Del ser íntimo, ele la esencia de la Renovación Carismática, nace su objetivo, su finalidad. Lo expresamos, pues, con brevedad, por hallarse ya incluido en todo lo tratado antes.

II.

Parece indudable que la afirmación tan frecuente y persuasiva expresada por el cardenal Suenens y confirmada por las que ha hecho el episcopado francés, debe ser tenida muy en consideración. Está en lo justo cuando dice que la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, por más que tenga ciertas estructuras, es una corriente de gracia, una moción o soplo del Espíritu Santo válido para tocio cristiano, sea cual sea el movimiento al que pertenezca; ya sea laico, religioso, sacerdote u obispo. 1 El hecho de que se le considere como un movimiento al lado de otros, más que como una gracia clel tipo del Pentecostés de la Iglesia, ofrecido a ésta como tal y a todos los movimientos en la Iglesia, ofrece el serio peligro de que la Renovación quede reducida a grupos de oración, al margen del conjunto, o a comunidades aisladas.2 Su finalidad y dinamismo sobrepasa la categoría de movimiento religioso, por más excelente que sea para situarse en el plano de un nuevo Pentecostés en nuestros tiempos, tal como fue suplicado por Juan XXIII, al convocar el Concilio Vaticano II en la Constitución Apostólica Humanae salutis? A. Meta y dirección de la Renovación Carismática Expresado de modos diversos podría formularse de las maneras siguientes: -"Penetrar: con la mentalidad de la acción poderosa del Espíritu Santo toda la vida, todo entrenamiento apostólico y sacerdotal". -Convertirse como pueblo en instrumento del Espíritu para la alabanza del Padre. -Contribuir a realizar las exigencias del Bautismo sacramental y la renovación del sacramento de la Confirmación. -Ser instrumentos de evangelización y dar auténtico testimonio de Cristo resucitado. -Y todo en una comunidad de alabanza, de amor y de servicio reunida por el Espíritu Santo. Se podría resumir cuanto se ha dicho sobre lo que es y lo que pretende la Renovación Carismática con estas acertadas palabras: "Ambos: el Concilio Vaticano II y la Renovación Carismática buscan volver a las raíces de la Iglesia en orden a renovar la Iglesia para hoy; ambos pretenden realizar el renovado Pentecostés de la Iglesia primitiva".4 Hay personas que, en su conocimiento parcial e imperfecto de la Renovación Carismática, la identifican con los grupos de oración. Ciertamente, son un elemento valioso, aunque opcional, que configura su identidad. Los grupos de oración son una ayuda eficaz dentro de un plan de Dios mucho más amplio: "El Espíritu Santo quiere transformar a todo hombre, mujer y niño, a todas las agrupaciones, incluso a todas las Iglesias para que, por medio del Pueblo de Dios, se transforvie el mundo".5 Coinciden con la expresión de este mismo fin como lo formulan y aprueban los Obispos norteamericanos en su Declaración sobre la Renovación Carismática, aunque allí se exprese más sintéticamente: "Queremos, terminar diciendo a todos los de la Renovación Carismática: sepan que nosotros hacemos nuestro el parecer de Yves Congar: "la Renovación Carismática es una gracia para la Iglesia". (Esta alentadora afirmación ya fue dada en 1975 por Pablo VI ligeramente distinta "una suerte para la Iglesia"). Sepan, pues, los miembros de la Renovación Carismática, que gozan del apoyo de los Obispos de los Estados Unidos, y que les animamos en sus esfuerzos para renovar la vida de la Iglesia".6 B. Cuatro zonas de renovación Tratándose de una renovación de porte tan amplio y profundo que nada debe escapar a la acción renovadora del Espíritu, se pueden establecer cuatro zonas de renovación: a) Renovación personal b) Renovación eclesial y comunitaria c) Renovación universal d) Renovación ecuménica a) Renovación personal El amor de Dios manifestado en Jesucristo derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom 5, 5), nos da generosamente el don de volvernos al Padre en Jesús; dt convertirnos a Él, cada vez en una mayor profundidad y ocu pando las diversas áreas de nuestro ser individual y social nos renueva en toda nuestra persona y en cuantas verdades la conforman. De otro modo, la "enseñanza básica" de la Renovación Carismática, "Jesús es el Señor", se convierte en ur suceso que gobierna toda nuestra vida: Jesús, en realidad, vs siendo el "Señor" de toda nuestra existencia hacia dentro -y hacia fuera de nosotros. De este modo realizamos "el compromiso de nuestro Bautismo


y de nuestra Confirmación, vivimos el Evangelio a plenitud, con todas sus consecuencias: personales, comunitarias, profesionales..., dentro de la existencia concreta de nuestra vida y todo dentro de la Iglesia en humilde obediencia y colaboración en el Reino de Cristo bajo la guía de sus Pastores, los Obispos, en la fuerza del Espíritu Santo". b) Renovación eclesialy comunitaria -La Renovación que pretende el Espíritu Santo al suscitar "esta corriente de gracia" dentro de la Iglesia, es la renovación en profundidad de la misma Iglesia. El mismo Vaticano II afirma que ella debe estar siempre en actitud de una continua y más profunda renovación.7 Es la esposa ele Cristo cuya hermosura espiritual debe sei preservada y purificada constantemente para su esposo, Cristo Jesús (Ef 5, 25-27). Es manifiesto que, cuando las personas se "renuevan" er la profundidad de sus corazones, los grupos, las comunidades... constituidas por ellas, participan de esa renovador personal. -Pero el deseo del Espíritu Santo, manifestado por Juar XXIII en la Constitución apostólica Humanae salutis del 2; de diciembre ele 1961, es que toda la Iglesia sea renovada po la fuerza del Espíritu: "Repítase ahora en la familia cristiana e espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la Ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida toda en comunión de

II.

pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestros tiempos los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el Reino del Salvador divino, que es el Reino de verdad, de justicia, de amor y de paz, Amén". -En lo fundamental coincide con esta súplica de Juan XXIII, el juicio de valor extraordinario de Pablo VI, la primera declaración pública de un Pontífice, sobre la "gracia", la bendición de Dios que ha llegado a ser la Renovación Carismática en la Iglesia Católica. Sus palabras expresan no sólo un juicio y un deseo particular, sino también un juicio y un deseo de quien está al frente de la Iglesia universal y que hablando a la Renovación Carismática en concreto, sabe que sus palabras tienen repercusión en toda la Iglesia. Por eso, con razón, los autores más conocedores de la Renovación y que han empleado largo tiempo en estudiarla, y conocerla y vivirla desde dentro, la consideran como la primera y extraordinaria aprobación de la Renovación Carismática por la suprema autoridad de la Iglesia: "Entonces (vistos los frutos que el Espíritu Santo está produciendo en ella y por medio de ella) ¿cómo esta "renovación espiritual" no será una suerte para la Iglesia y para el mundo? Y en este caso, ¿cómo no tener en cuenta todos los medios para que ella permanezca?" (Discurso de Pablo VI al II Congreso Internacional de la Renovación Carismática, Roma, 1975.) Esta renovación de la Iglesia se hace realidad a través de la fuerza del Espíritu que actúa en los carismas derramados sobre ella y sobre sus miembros, para edificarla en el amor. -Supuesta esta doctrina tan en el pensamiento de los Papas (también Juan Pablo II, en diversas alocuciones ha expresado el mismo pensamiento de Pablo VI), y las conferencias episcopales, no hay por qué se vea competencia entre la Renovación Carismática y los movimientos de Iglesia. Desde luego, y esto se recalca con firmeza en la Renovación, no es el único instrumento del Señor para renovar su Iglesia. Sería caer en un exclusivismo soberbio, muy lejos del evangelio que en ella se pretende vivir con plenitud creciente, y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Nos atenemos a la obra del Señor a través de ella y a las afirmaciones de los que están puestos para orientarla y dirigirla. -Por más que la Renovación Carismática tenga una estructura discreta por donde corra la "gracia" del Espíritu, es eso, más que nada-. Una "corriente de gracia" del Señor para su Iglesia con la que quiere renovarla. La Renovación Carismática, está llamada, por tanto, a penetrar en toda la Iglesia en sus instituciones, ministerios, movimientos... sin mermar para nada la identidad que les es propia. Al contrario, se trata de infundirles ese dinamismo hacia dentro de ellos, en la propia santificación, y hacia afuera, como instrumentos del Señor para el trabajo en el Reino de Dios, o usancio una expresión muy al día, para "evangelizar con poder". -No se trata de que todos formen parte de lo que pudiéramos llama el aspecto material, o estructural de la Renovación. De que todos asistan a sus grupos de oración, de que sean oyentes de todos sus retiros... Pueden hacerlo, pero la Renovación no pretende encasillarlos. Lo fundamental, es que se abran a la acción del Espíritu Santo en sus vidas, de que le permitan actuar como Él quiere y tiene derecho, para que puedan vivir la auténtica vida de los hijos de Dios a ejemplo de Jesucristo (Rom. 8, 29). De que el compromiso bautismal y de la Confirmación sea una realidad que se vive cada vez más consciente e intensamente. Y de que se dejen penetrar por la fuerza del Espíritu para llegar a ser instrumentos eficaces de su poder por la fuerza de los carismas con los que desea equiparlos para la construcción de la Iglesia en la caridad.8 -Cuando se comprende la Renovación, no se le puede colocar al lado de otros movimientos de la Iglesia. Aunque tiene una discreta estructuración y puede ser considerada como tal, en realidad va más allá. Si cayéramos en este error, la Renovación Carismática, es afirmación de no pocos autores, y la experiencia ya larga de la misma Renovación parece confirmarlo, no dará los frutos que el Espíritu Santo quiere producir a través de ella. Estamos, por tanto, dentro de los elementos "esenciales" de la Renovación. Tal como los enumeran los Obispos norteamericanos en su citada declaración sobre la Renovación Carismática, serían principalmente: "El amor de alianza del Padre, el Señorío de Jesús, el poder del Espíritu, la vida sacramental y comunitaria; la oración, los carismas y la necesidad de evangelizar". Estos elementos no son "opcionales" y constituyen, sin ser agotados, lo que el Espíritu, quiere producir, purificar y madurar en su Iglesia y en cuantos movimientos existen en ella. Bajo este aspecto los obispos norteamericanos y una autoridad tan indiscutible en el campo de la Renovación Carismática, como Monseñor Coffy, Arzobispo de xMarsella, hoy Cardenal, afirman que no puede ser rechazada. 9


-Por otra parte, los elementos opcionales: grupos de oración, seminarios de vicia en el espíritu, retiros... están tan íntimamente unidos a los elementos esenciales, como vehículos ordinarios por donde corre la gracia de la Renovación, que desvalorizarlos, rechazarlos, supondría disminuir, aun considerablemente, la acción del Espíritu. Este tiene como función fundamental, llevarnos, a Jesús: reproducir en nosotros su vida en su doble dimensión de santificación personal y colaboradores del Padre en el trabajo en el Reino. Y, concretándonos a un elemento opcional, los grupos de oración semanales, vienen a ser una oportunidad maravillosa donde Él realiza su obra extendiéndola a otros campos, los frutos espléndidos que producen, tan gozosamente enumerados por Pablo VI en su discurso de Grottaferrata (Roma 1973). -De otro modo: la Renovación Carismática en sus elementos esenciales es una oportunidad del Espíritu que debe convertirse en algo normal para todos. Esta es la palabra empleada por Pablo VI cuando, expresa su juicio sobre ella. Nada tiene, pues, de exagerado que entre sus miembros exista la persuasión de que en el plan de Dios se da el deseo de renovar, revitalizar a toda la Iglesia, a todo el mundo. c) Renovación universal

II.

La sensibilidad a la presencia del Señor en medio ele nosotros nos hace tomar conciencia de la unidad de todo el plan de salvación, de la unidad de todo lo creado. La corriente secularizadora, que reivindica la autonomía de la creación, ha realizado una fractura entre lo sagrado y lo secular, entre la fe y la razón. La experiencia del Espíritu de Jesús nos hace tomar conciencia de la Encarnación de Dios: Jesucristo plenamente Dios y hombre. Ante unos ojos renovados, la humanidad y la creación aparecen también como plenamente autónomas y totalmente sometidas al Señorío de Jesucristo".10 d) Renovación ecuménica La experiencia de la vida en un mismo Espíritu acelera y abre caminos insospechados para la unidad de todas las iglesias logrando que permanezcan todos firmes en la propia tradición, y que se eliminen las exageraciones y absolutiza- ciones abriéndonos hacia la recuperación de todos los caris- mas dispersos en las distintas Iglesias. Este es un camino no fácil y, quizás, largo y penoso. Nadie debe meterse por él por iniciativa privada exponiéndose en su fe y turbando las conciencias de otros. En este punto hay que seguir con docilidad especial las indicaciones y determinaciones de los pastores de la Iglesia, los Obispos, las Conferencias episcopales, y del Papa, sobre todo. En la Renovación Carismática se hace mucho a nivel de teólogos exegetas. El pueblo de Dios se siente comprometido a orar intensamente por la unidad. Pero al mismo tiempo, es advertido, sobre todo ante el fuego de las sectas en América Latina, del serio peligro que supone para la propia fe, recibir instrucción bíblica de los hermanos separados, incluso, el mero hecho de juntarse con ellos para orar. El desaconsejado espíritu proselitista y los ataques abiertos a la Iglesia, hace que se ponga empeño en seguir el consejo de Juan Pablo II. Él afirma, que, no obstante las circunstancias adversas que se pueden encontrar, nos queda lo mejor y más eficaz: la oración por nuestros hermanos para que se acelere la hora de Dios en la unidad, no en el "ire- nismo". C. Realización del amor fraterno -"La Renovación Carismática hoy es renovación en el amor fraterno. Ante este signo, se puede decir que Viene de Dios', "(ljn 4,7)." "Alabó [San Juan] mucho el amor diciendo: el amor es de Dios; dirá aún más: 'Dios es amor'. ¿Qué más podía decir, hermanos? Aunque no se dijera ninguna otra cosa en alabanza del amor en el resto de la carta ni el resto de las Sagradas Escrituras, ni nosotros hubiéramos oído nada más que esto de la boca del Espíritu de Dios: 'Dios es amor', no tendríamos que buscar nada más".12 a) El hecho de que en la Renovación Carismática se insista y se cultive de un modo especial el amor fraterno, la marca con una señal especial sobre su origen: la obra de Dios por su Espíritu. No se trata de desconocer que todo cristiano y cualquier movimiento, suscitado por el Espíritu, tenga y deba tener como centro de su vida el amor a Dios y al prójimo. En esto hay una coincidencia necesaria desde el momento en que el mismo Jesús declaró como el mandamiento primero el amor a Dios sobre todas las cosas y afirmó que el segundo es semejante al primero (Mt 22, 37-39). Esta realidad se hace más profunda y acuciante cuando Él da el mandamiento nuevo y propone su amor a los hombres como el modelo del amor que debe haber entre ellos (Jnl3, 34-35); (Cfr. 1 Jn 3, 11-24; 7- 10). b) Quien ha insistido más frecuente y vigorosamente en el amor es San Juan. Sus escritos están centrados en la exhortación al amor fraterno, esencia del mensaje de Jesús.13 -Debe, por tanto, darse una coincidencia necesaria en todos los cristianos en poner como centro de su vicia lo que el mismo Jesús puso como esencia del mensaje que el Padre le mandó proclamar. Pero la realidad de la Renovación Carismática es que no sólo pretende ponerlo como centro de la vida del cristiano, se puede afirmar que todo en ella va ordenado a esto, aunque no en todos los campos que conforman la Renovación hacia afuera, se exprese con la misma claridad e insistencia. El dato fundamental de que esto es así, lo da el hecho del papel preponderante, especial, insustituible del Espíritu Santo que es quien suscita, purifica, fortalece, hace crecer en nosotros el amor a Dios y a los hermanos. -Todo, al estar bajo la acción intensa del Espíritu, se ordena a lo que es su misión fundamental: Hacer que el cristiano viva del amor y para el amor de Dios y como manifestación necesaria de su autenticidad, el amor a los demás. Por otra parte, la fuerte llamada que se da en la Renovación a una conversión, cada vez más profunda, es, por una parte, quitar el obstáculo mayor a ese amor, el pecado, y, por otra, acercarse cada vez más a Cristo Jesús en su amor.


c) Pensamos que esto puede resumir el ser y la pretensión de la Renovación: renovar la persona, las instituciones, la Iglesia en amor fraterno, que presupone necesariamente ser renovada en el amor a Dios. Esta renovación orienta toda su actividad y el mismo uso y cultivo de los carismas; para edificar la Iglesia y a cada persona en la caridad. D. Conclusión —Esto que algunos pudieran llamar "pretensión ilusoria" parece caer en el irrealismo, sobre todo si se tiene en cuenta el ambiente intelectual del primer mundo frente al ateísmo moderno. A esto apunta K. Rahner en el artículo de interpelación a la Renovación Carismática.14 Pero la respuesta que otro jesuíta dio a esta objeción en nombre de un nutrido grupo de compañeros jesuítas que trabajan en la Renovación Carismática, y la conocen a fondo, se ha de tener muy en cuenta sobre todo cuando queda refrendada con los testimonios más arriba aportados: "Nos pareció justa [la prevención de K. Rahner] si se tratase de una obra nuestra. Pero se trata de una obra de Dios y de su Espíritu, y lo que es imposible para los hombres es posible para Dios y para la fe".15

II.

-Con todo, la Renovación Carismática, no piensa, en modo alguno, en una situación ideal del mundo, ni siquiera en una Iglesia de la que esté totalmente ausente el pecado y la infidelidad. Jesús parece tocar este punto, de la condición futura de la humanidad, en las parábolas del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30) y de la semilla (Me 13, 1-23).16 Siempre existirán quienes, como personas y como individuos pertenecientes a una institución, se negarán a abrirse y dejarse transformar por su acción. Será una cruda realidad que no deberá desalentar a aquellos que están arraigados en Cristo; al contrario, por esta constatación de la propia impotencia y el descubrimiento del poder de Dios que se manifiesta más pujante en esas circunstancias precisas de especial debilidad (ICor 1, 25-31; 2Cor 12, 9), se deben sentir fuertemente empujados hacia Dios: hacia la confianza total en Él; a clamar intensamente por sus hermanos para que acepten ser penetrados y removidos por el Espíritu. -La Renovación Carismática busca -aunque no siempre acierte-, armonizar esta doble visión: de una Iglesia, de un mundo, de personas que por disponer de una libertad que Dios respeta, pueden y de hecho se negarán a recibir la semilla como tierra buena, a dejarse cuestionar por la Palabra que obra poderosamente a la conversión. Pero, al mismo tiempo, saben que la gracia del Espíritu actúa más fuertemente cuando hay necesidades más apremiantes. Y está persuadida que "hoy" es un tiempo elegido especialmente por Dios para que se manifieste el poder transformador del Espíritu. Quieren vivir en un "sano y real optimismo" y ser cooperadores a esta obra de Dios, dejándose moldear por el Espíritu de Jesús en sus propias vidas y ser equipados con sus dones para ayudarle en sus designios. -Con todo, es bueno recordar que este objetivo de la Renovación Carismática, suscitado por el Espíritu, en la arraigada creencia de los que participan en ella, no se convierta en la fuente de una búsqueda inconsciente del "primer puesto en el Reino de los cielos". Sería fatal y destructor que en ella se repitiera la pugna de los apóstoles tan fuertemente corregida por el Señor (Me 9, 33-37). Ni primer puesto humano, aun en el trabajo en la viña de Dios, ni asomo de elitismo de: "somos los más y los mejores". La tentación está siempre al acecho para colarse y destruir la obra del Espíritu. Las competencias humanas, los primeros puestos según el criterio del mundo, acaban, invariablemente, en la más increíble negación del mismo Señor a quien se dice servir, pero, en realidad, del que se sirven para dominar. "La exigencia que Jesús presenta de este modo a cuantos quieren pertenecer a la comunidad de sus discípulos y perte- neceiie, ataca en lo más profundo el afán de orgullo y poder en el hombre, y trastorna el orden que tantas veces prevalece entre los hombres [...] Dios domina por medio de su amor misericordioso y Jesús ejerce el poder que Dios le ha confiado mediante sus servicios [...]. Cuanto [la comunidad y el hombre] más se aleje de la palabra y ejemplo de Jesús, menos reflejará su carácter y con mayor fuerza se enredará en la forma humana de pensar y en su acomodación al "mundo presente" (Rom 12, 2). En esa culpa incurre la Iglesia, y cualquier abuso del ministerio eclesiástico, cualquier afán de dominio sobre otros grupos, todo espíritu de contradicción y de arrogancia en sus filas no hacen sino hundirla más".17 -Quienes están al frente de la Renovación Carismática tienen bien alerta sus ojos y oídos para que esta tentación, siempre acechante, no se llegue a convertir en una amenaza de parálisis y aun de destrucción. La insistencia con que se llama a la Renovación Carismática a una constante y siempre más profunda conversión, la mirada que se quiere tener siempre fija en Jesús, el Señor, y la confianza en la asistencia del Espíritu son una garantía de que, aun con dificultades, caminará al lado de Jesús pobre y humilde. -Lo que algunos denominan "pretensiones ilusorias", es decir, el anhelo de ser tomada por el Señor como instrumento de Renovación en la Iglesia (sin excluir otros modos y líneas de proceder), si en verdad, son del Espíritu, contribuirán a purificarla. La mantendrán en grande humildad, en el "último puesto", el del servicio desinteresado de los demás, como Cristo. La convicción de ser un puro medio del Espíritu, el arraigo en el amor y en la manera de vivir y actuar de Cristo, creará en ella esa connaturalidad en el obrar conforme a las palabras y el ejemplo de Jesús. Podemos terminar este apartado con dos testimonios: Del Cardenal L-J. Suenens en su presentación del libro de F. A. Sullivan: Charisms and Charismatic Renewal: "...de este modo [con la doctrina del libro citado] él contribuye a desmantelar los prejuicios y a aceptar un movimiento del Espíritu que se ha extendido a través de los seis continentes, un movimiento que está lleno de esperanzas para el futuro, si la gente reconoce y capta la gracia que está siendo ofrecida ahora. Estoy convencido de que la Renovación, entendida rectamente, puede renovar la Iglesia de Dios de muchas maneras".1S Hemos de pensar, por tanto, que la universalidad de la Renovación Carismática, en cuanto afirmación de ser para todo cristiano, hay que entenderla rectamente: Si consideramos a la Renovación en su estructura, de la que antes hemos hablado, difícilmente, creemos que nunca, llegará a ser universal. No todos participarán en grupos de oración, ni todos preferirán sus retiros, convivencias... a los otros movimientos. Pero si tenemos en cuenta, si nos centramos en el hecho de que la médula de la Renovación Carismática se halla en darle al Espíritu en la vida personal y en la acción apostólica en el mundo, el protagonismo que le pertenece, la realidad es distinta: La acción


intensa del Espíritu en la vida de las personas para conducirlas a la conversión y al crecimiento en Jesús, y los poderes que Él quiere dar son para todos los cristianos. En este sentido la Renovación es, debe ser, universal. Esto no supone una preferencia, menos una exclusión de otros movimientos, en los que también actúa el Espíritu. Pero la experiencia muestra que en la Renovación encuentra un lugar privilegiado. La afirmación de que el Espíritu Santo es para todos, viene a resumir lo central y básico de la Renovación.19-22 —Notas 1

Cardenal L-J- Suenens. Un phenomene controversé, Le repos dans I”Esprít, Desclée de Brouwer, París, 1986, 14.

2

Cardenal L-J. Suenens, Mirabilia, n. 9, 1987, 7.

3

Juan XXIII, Humanae Salutis, 1961.

4

W. Bullock, Returning to ours Roots, New Covenant, February, 1984, 5.

5

B. Falter, Pentecostés n. 2, julio-agosto, 1985. 2.

6

"Declaración pastoral sobre la Renovación Carismática de los obispos norteamericanos", julio-agosto, n. 54, Koinonía, 1985,9.

7

UR, 6,

8

LG, 12; AA, 3; PO, 9.

9

Declaración citada de los obispos norteamericanos (1984), Koinonía, 1985, 5; Cfr. Monseñor R. Coffy, "Renouveau et Eglise

II.

Catholique", Tychique, n. 59, 1986, 14-16. 10

R. Puigdollers, Koinonía, n. 6, 2.

11

D. Mollat, La Palabra y el Espíritu, Eclic. Sigúeme, Salamanca, 1984, 68.

12

San Agustín, citado porj. Bonsirven, Cartas de San Juan, Eclic. Paulinas, Madrid, 1966, 191.

13

Cfr. R. Schnackenburg, Caitas de San Juan, Herder, Barcelona, 1980, 221- 234; 252.256; Washington, Las cartas de San Juan, Herder, 1973, 123-147; 156.171.

14

K. Rahner y otros, Los Jesuítas y la Renovación Carismática, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma 1984, 137-138.

15

Cfr. W, Trilling, El Evangelio según San Mateo, Herder, 1970, TI, 38-44.

16

C. Santas, información S. J.. n. 96, marzo-abril, 1985, 70.

17

F. A. Sullivan, ob. cit. 80-81.

18

Cardenal LJ. Suenens, Charisms and Charismatic Renewal, (F. A. Sullivan), Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1982, 8.

19

"Si podemos hablar con todo derecho de la Renovación Carismática tenemos que pensar en términos no sólo de renovación del individuo, sino también de una Renovación Carismática de la Iglesia. Me parece que tenemos buenas razones para juzgar que este movimiento está dando una contribución real a la Renovación Carismática de la Iglesia Católica. Esta contribución yo ia veo dada por el influjo que los grupos y comunidades de esta renovación tienen sobre toda la Iglesia. Veo estos grupos y comunidades como un fermento que gradualmente tiene un rápido efecto sobre toda la masa. Creo que un gran papel en la Renovación Carismática de ja Iglesia será realizado por las comunidades cristianas vivas en las que el liderazgo, ministerio y adoración son carismáticos. En manera alguna sostengo que solamente en la Renovación Carismática se puedan encontrar tales comunidades, pero digo que aquí se pueden hallar muchas de ellas". (F. A. Sullivan. ob. cit. 80-81). "Todos sus esfuerzos [de la Renovación Carismática] van realmente encaminados a vivificar a la Iglesia entera mediante el redescubrimiento y total valoración del Espíritu de Dios, de su presencia y potencia creadora tanto en las comunidades como en la vida de cada cristiano".

20

Knox, El Espíritu de Dios y el hombre nuevo, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1977, 264. Dentro del tema presente, parece

oportuno aludir al pensamiento de Monseñor R. Coffy, Obispo de Marsella, en su artículo "Renovación e Iglesia Católica", en epígrafe. 2. "Cómo entrar mejor en la marcha de la iglesia". "Yo me hago la siguiente interrogante: ¿Por qué me preguntan eso? Pienso que hay dos razones: la primera es la impresión que tenéis de no ser perfectamente acogidos en la Iglesia, sin embargo, creo que lo sois, y todo lo que acabo de decir es una demostración, aun en el caso de que todavía haya reticencias y oposición. La segunda razón me parece más importante; es la voluntad de participar de manera más efectiva en 1a vida y misión de la Iglesia. Creo que esta razón es fundamental, porque pensáis que sois enviados de nuevo a un movimiento espiritual que cultiva la vida de sus miembros, que vive al calor (en fervor), pues constata que cuando nos reunimos para la asamblea conjunta de Francia, hay voluntad de ser misioneros.Mi respuesta se limita a deciros: seréis Iglesia siendo lo que sois, es decir, siendo miembros de la Renovación y siendo plena, atrevida y bellamente -como diría San Francisco de Sales-, lo que sois en la Iglesia: una llamada y un recuerdo. La llamada ya se ha oído. Constato un redescubrimiento de la oración de alabanza, de la acción de gracias, y, en los movimientos apostólicos, esa necesidad de anunciar explícitamente a Jesucristo, la necesidad de proclamar el Evangelio allí donde otras veces había más bien tendencia a decir: vayamos con lentitud, veamos primero cómo se vive esto y después anunciaremos a Jesucristo. Creo que la Renovación ha contribuido a plantear la pregunta. Hay una renovación de la oración que se manifiesta, hay una voluntad de clecir su identidad cristiana, y creo que vosotros habéis contribuido a esto. Quisiera recordar aquí un principio general; como sabéis, toda institución en la Iglesia tiene una doble función, la primera es que por su misma existencia, ella dice algo del misterio de la Iglesia y por este hecho es una llamada y, segundo, esta llamada no la proclama de boca sino cumpliendo unas tareas; o mejor y más sencillo: al realizar su vocación y su misión. Por esto yo digo: siendo un grupo de oración desempeñáis una función en la Iglesia. Sed este signo de llamada y recuerdo de que lo esencial es estar arraigados en Jesucristo, abrirse al Espíritu y dejarse curar interiormente por el Espíritu Santo.


Comprendo vuestro deseo de una integración más plena en la comunidad eclesial y de una presencia más efectiva en el conjunto de los cristianos. Pero ¿cómo? ya no puedo responder, porque esto depende a la vez de los grupos, de los lugares, de la inserción, de las comunidades. Con todo, me parece que vuestro carisma (de oración) os orientaría hacia la oración litúrgica, por tanto, presencia en todos los equipos litúrgicos cuando los haya; la transmisión de la fe, (la evangelización en toda su amplitud), por tanto, presencia en la catequesis. Vuestra vocación me parece os orienta -y esto lo siento muy fuerte- hacia la acogida de los pobres y de los marginados, de los perdidos y de los enfermos, y las comunidades que han salido de la Renovación casi todas han tomado esta orientación. Hay actualmente enfermos en la sociedad, aquellos que se encuentran mal en su misma piel, aquellos que no llegan a ser conocidos y reconocidos, aquellos que no están integrados, aquellos que jamás escuchan su voz porque precisamente, están abandonados, Me parece que aquí hay una tarea para los equipos, para los miembros de la Renovación con independencia de lo que ellos vayan a hacer, y que es preciso continuar. Sed el signo de una Iglesia que traduce la misericordia del Padre. Presencia también en los diferentes componentes de las fuerzas vivas de la Iglesia; pienso que será necesario que vosotros estéis presentes

II.

en ellas, aunque nada más sea para hacer que estas reuniones de cristianos sean reuniones de reflexión, pero ante todo de oración, porque lo que yo he descubierto en la Renovación es que la solución de nuestros problemas no viene de un intercambio entre nosotros mismos, sino ante todo de un cuestionarse a sí mismo ante Dios, y de un cuestionarse común en el Espíritu Santo". 21

Monseñor R. Coffy, ob. cit.; "Renovación e Iglesia Católica", en epígrafe. 2, Koinonía,n.57 en-feb, 1986, 14-15.

"Fundamental y esencialmente, me parece que la Renovación como tal, está basada en la oración. Este es su aporte original a la vida de la Iglesia de hoy. No debéis apartaros de esa línea. No digo que no haya lugar para otra cosa, sino que la oración es y debe permanecer en el corazón de la vida de la Renovación. Debéis trabajar para que la oración sea cada vez más profunda, más resplandeciente y vivificante para toda la vida de la Iglesia. Desde el principio, la Renovación ha sido requerida con regularidad por toda clase de organizaciones que querrían meter a la Renovación en cruzadas de todo tipo. La Renovación como tal, me parece que no debe 'dejar la oración por el servicio de las mesas' (Hech 6, 2). Los miembros de la Renovación a título personal, son llamados a comprometerse allí donde el Señor los llama en su medio respectivo, sea en obras eclesiales o extraeclesiales, pero la Renovación como tal debe permanecer centrada en la oración". Monseñor L. G. Langevin, "Mensaje episcopal a los dirigentes de la Renovación Carismática del Canadá francés", Koinonía, n. 32, nov.-dic., 1981, 20. 22

La meta de la Renovación, hacernos Iglesia:

Como participantes ele la Renovación Carismática, nuestra evangelización lleva una dimensión específica basada en nuestra experiencia del Bautismo en el Espíritu Santo. Para nosotros evangelizar sin usar los dones o explícitamente compartiéndolos con los demás, puede implicar una contradicción de lo que hemos experimentado. Cuando usamos todo lo que Dios nos ha dado sin ignorar pedazos o partes, servimos a la Iglesia. Actuamos integrados a la Iglesia compartiendo el poder del Espíritu Santo y todas sus manifestaciones. ¿Cuál es la meta de la Renovación Carismática Católica? Hacernos Iglesia, el cuerpo de Cristo, la Gente de Dios. Somos eso cuando oramos, alabamos, vivimos en comunidad y evangelizamos. Nuestra meta no es diferente de aquella de algún otro miembro de la Iglesia. La meta final de la Renovación Carismática Católica, por lo tanto, no se identifica con ninguno de sus frutos, incluye a todos ellos. Bajo este punto de vista la Renovación Carismática Católica no es un fin en sí misma. Es un instrumento de la renovación para la Iglesia en todas sus dimensiones. Cuando tenemos más fe en lo que Dios ha hecho, con nosotros, vivimos la vida de su Cuerpo, la Iglesia y nos volvemos Gente de Dios de una forma más dinámica. (Ken Mtz, Boletín de ICCRO, en-feb, 1991, 2).


XVI. ATENCIÓN PASTORAL

1. Criterios del Encuentro Latinoamericano de Obispos en La Ceja, (Colombia) Hacemos nuestras las consideraciones y consejos del Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano efectuado en La Ceja (Colombia) (septiembre 1987) sobre la atención pastoral y los peligros de la Renovación Carismática. Aunque ellos se refieran a la Renovación, no expresamente a los grupos de oración, pensamos que se pueden aplicar con todo derecho a éstos. Son elementos

II.

fundamentales de la estructura de la Renovación; un lugar privilegiado para que el Espíritu Santo realice la obra maravillosa que el Padre, en sus designios, quiere efectuar en las personas, en las instituciones y movimientos, en la Iglesia y el mundo. Añadimos, por nuestra cuenta, algunos otros peligros que no son citados en el Documento, pero ya detectados por quienes conocen, aman y se preocupan porque la Renovación produzca los frutos que el Espíritu Santo quiere suscitar, e ir madurando en ella y a través de la misma en el mundo. La actitud de apertura a la critica ha hecho que la Renovación haya podido superar peligros reales que la amenazaban Esta capacidad de acoger las criticas, aunque no raras veces estén parcializadas y aun sean injustas, es una gracia que muestra el deseo de purificarse y ser el instrumento que Dios quiere. En su "Informe sobre la fe", escribió el cardenal Ratzinger: "Al igual que en toda realidad humana, también la Renovación en el Espíritu queda expuesta a equívocos, malentendidos y exageraciones. Pero el verdadero peligro estaría en ver solamente los peligros y no el don que nos es ofrecido por el Espíritu", (p. 170). Con frecuencia, cuando hablamos de la Renovación Espiritual se pone el énfasis en los peligros y defectos que pueden presentarse y de hecho se han dado en varias partes para rechazarla, y no se estudian debidamente su riqueza doctrinal y los grandes valores espirituales que aporta cuando es bien orientada y debidamente animada por los pastores. Es también equívoca la posición de quienes permiten que esta Renovación se desarrolle al margen de la orientación pastoral y se quejan después y la descalifican cuando aparecen los problemas y las desviaciones que bien hubieran podido evitarse. Si los pastores cumplimos bien la misión de conducir, defender y alimentar a las ovejas, nada podrá conseguir quien pretenda destruirla. Por eso Su Santidad Juan Pablo II dijo en la Cuarta Conferencia de Líderes el 10 de mayo de 1981: "Muchos Obispos de todo el mundo, bien individualmente o bien por medio de declaraciones de sus Conferencias Episcopales, han dado impulso y orientación a la Renovación Carismática -a veces también con una saludable palabra de amonestación- y han ayudado en buena medida a la comunidad cristiana a comprender mejor su situación dentro de la Iglesia. Mediante este ejercicio de responsabilidad pastoral, los obispos nos han prestado todos un gran servicio en orden a poder garantizar a la Renovación un modelo pleno de crecimiento y desarrollo a todas las riquezas del amor de Dios en su Iglesia. Como consecuencia, el Sacerdote tiene una única e indispensable tarea que cumplir en y para la Renovación Carismática, lo mismo que para toda la comunidad cristiana. Su misión no está en oposición, ni es paralela a la legítima tarea del laicado. El Sacerdote, por el vínculo sacramental con el Obispo, a quien la ordenación confiere una responsabilidad pastoral para toda la Iglesia, contribuye a garantizar a los Movimientos de Renovación Espiritual y al apostolado seglar su integración en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia. Sobre todo mediante la participación en la Eucaristía". Y añadió: "El Sacerdote no puede cumplir su servicio en favor de la Renovación en tanto no adopte una actitud de acogida ante la misma, basada en el deseo de crecer en los dones del Espíritu Santo". En la medida en que nosotros y nuestros Sacerdotes nos abramos a la acción santificadora y renovadora del Espíritu del Señor y descubramos su acción multiforme y constante en nuestras iglesias, esta Renovación Espiritual, en todas sus distintas manifestaciones, crecerá y sorteará peligros que puedan presentarse (n. 81-86). 2. La atención pastoral, una necesidad A. Las exhortaciones de Juan Pablo II a) "En tercer lugar, como dirigentes de la Renovación, debéis tener la iniciativa en la creación de lazos de confianza y de cooperación con los obispos, quienes en la providencia de Dios, tienen la responsabilidad pastoral de guiar todo el cuerpo de Cristo, incluida la Renovación Carismática. Aun cuando no compartan con vosotros las formas de oración que habéis encontrado tan fecundas, estarán dispuestos a acoger con agrado vuestro deseo de renovación espiritual, tanto para vosotros mismos como para la Iglesia, y os proporcionarán la guía segura, que es la tarea que tienen encomendada. Dios no puede fallar en su fidelidad a la promesa hecha el día de su ordenación cuando se le imploró diciendo. "Infunde ahora sobre estos siervos tuyos que has elegido la fuerza que de ti procede: el Espíritu de soberanía que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y Él, a su vez, comunicó a los Santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia por diversos lugares como santuario tuyo para gloria y alabanza incesante de tu nombre" (Ritual de la ordenación del obispo). (Juan Pablo II en el Cuarto Congreso Internacional de Dirigentes de Renovación Carismática, 4 al 10 de mayo, 1981. Open the Windows, Edit. by Killian McDonnell, Greenlawn Press, Indiana, South Bend, 1989, 39).


b) "En ese sector que presenta repliegues delicados, la clara directiva de los obispos debe ayudar a discernir y valorar lo específico de cada uno de los grupos, y a armonizar las actividades de todos los objetivos comunes a los obreros del Evangelio. Así como es necesario no extinguir el Espíritu, así también es necesario fomentar la unión de corazones y energías. En particular, parece que hoy resulta urgente orientar y estimular el diálogo recíproco; un diálogo sereno y constructivo, sólidamente enraizado en aquella caridad que, como advierte. San Pablo, es el mayor y, en cierto sentido, el único carisma" (Alocución del Papa, Juan Pablo II a los obispos de Lombardía, Italia en la visita ad limina. L 'Osservatore Romano, Io febr. 1987). c) El servicio de los Pastores a la comunión. "Los Pastores en la Iglesia no pueden renunciar al servicio de su autoridad, incluso ante posibles y comprensibles dificultades de algunas formas asociativas y ante el afianzamiento de otras nuevas, no sólo por el bien de la Iglesia, sino además por el bien de las mismas asociaciones laicales. Así, habrán de acompañar la labor de discernimiento con la guía y, sobre todo, con el estímulo a un crecimiento de las asociaciones de los fieles laicos en la comunión y misión de la Iglesia [...]. Todos, Pastores y fieles, están obligados a favorecer y alimentar continuamente vínculos y relaciones fraternas de estima, cordialidad y colaboración entre las diversas formas asociativas ele los

II.

laicos. Solamente así las riquezas de los dones y carismas que el Señor nos ofrece pueden dar su fecunda y armónica contribución a la edificación de la casa común. Para edificar sólidamente la casa común es necesario, además, que sea depuesto todo espíritu de antagonismo y de contienda y que se compita más bien en la estimación mutua (Cfr. Rom 12, 10), en el adelantarse en el recíproco afecto y en la voluntad de colaborar, con la paciencia, la clarividencia y la disponibilidad al sacrificio que esto a veces puede comportar". (Exhortación Apostólica Christifideles Laici, n. 31) (La Renovación Carismática está aprobada como Asociación privada de fieles por Juan Pablo II). (Lo que el Papa dice respecto a los obispos se ha de decir en su tanto, de los sacerdotes, sobre todo de los párrocos, como colaboradores de los obispos en su oficio pastoral). B. Un testimonio de la experiencia Ya hemos tratado el tema en otra parte. Por eso nuestra palabra será breve. Respecto a la Renovación Carismática pueden distinguirse tres posiciones relativamente bien definidas de los sacerdotes frente a ella: El rechazo manifiesto o velado; la fría permisión o aceptación, la calurosa y benévola acogida. Sin intentar ser totalmente exactos, sí podemos afirmar, a partir de la experiencia propia y ajena de personas seriamente comprometidas en ella que hoy resulta una verdad la instancia de Pablo VI en 1975: la Renovación Carismática es una suerte para la Iglesia y el mundo. Expresión ya clásica que en diversas ocasiones y de modos diversos, ha hecho suya Juan Pablo II. Pues bien, la actitud de los sacerdotes suele ser, si no definitiva en el crecimiento o caída de la Renovación, sí influye poderosamente en uno u otro sentido. Cuando, en su obligación pastoral, le dan una "acogida benévola" en expresión de Juan Pablo II, la Renovación tiende a florecer, a purificarse, a crecer interior y exteriormente; cuando por el contrario, hay un rechazo que no corresponde, en frases de Juan Pablo II a una misión pastoral del sacerdote, tiende a decaer. Aun dentro de las imperfecciones inherentes a todo movimiento, a la misma vida consagrada, el sacerdote tiene una fecunda misión que realizar. Lo afirmamos y desearíamos que los sacerdotes que tienen prejuicios o desagradables experiencias, hicieran la prueba por un tiempo relativamente largo. Entendemos que no puede ser de otro modo, en el supuesto de que es el Espíritu Santo quien está a la obra y de que cuenta con una diligente cooperación nuestra, sobre todo con una discreta atención del sacerdote. Su función, dentro de la Renovación Carismática es específica, propia de su realidad sacerdotal, pero verdaderamente hermosa, consoladora, eficaz. Esto contribuiría, y son muchos los casos y testimonios, a expandir su ministerio como es posible que nunca lo haya sido. Desde luego que esta atención pastoral no implica que le dé un tiempo del que no dispone, ni siquiera una preferencia sobre otras realidades eclesiales. En otra parte aludimos, con cierta detención, a la del sacerdote frente a la Renovación Carismática Católica.


SEGUNDA PARTE

APÉNDICE LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO COMO EXPERIENCIA DEL AMOR PERSONAL DEL PADRE EN CRISTO POR EL ESPÍRITU SANTO

II. 1. Testimonios "La Renovación Carismática no puede ni debe ser un movimiento apostólico nuevo junto a otros que ya existen, sino una corriente de renovación espiritual que penetra las estructuras e instituciones normales de la Iglesia".1 (El "aporte especifico" de la Renovación consiste en los frutos que enumera el mismo Cardenal citado y que coinciden con los que Pablo VI afirma darse, en su discurso de 1973 a los dirigentes de la Renovación Carismática, en Grottaferrata). "No tomemos los frutos por el árbol: La Renovación Carismática no es un movimiento, se dice y con razón, sino una corriente espiritual. Yo añadiría una corriente espiritual testigo, suscitada por el Espíritu Santo para representar, esto es, hacer presente hoy la experiencia de Pentecostés".2 2. La Renovación Carismática Católica, centrada en Cristo a) El acento: La apertura al Espíritu Santo Al poner el acento sobre la apertura al Espíritu Santo, sobre la docilidad a sus invitaciones, la Renovación Carismática quiere en primer lugar, estrechar los lazos del creyente con Cristo. Su objetivo es establecer una unión siempre más intima con Jesús, unión que permite al cristiano conocer mejor al Padre. b) El fin u objetivo: "El conocimiento amoroso del Padre" La experiencia del amor del Padre, en Cristo, por el Espíritu Santo. Es el objetivo último. No se trata de un conocimiento meramente intelectual, como sería comprender una verdad que no nos afectara. Es un conocimiento en todo su sentido bíblico que de forma manifiesta asumen los evangelistas y autores inspirados. Es un conocimiento que penetra toda la persona, hasta lo más profundo de ella. Que brota de un contacto íntimo con la persona amada. Se trata, por tanto de una experiencia vital. c) El centro último de la Renovación Carismática: A primera vista, podría parecer centrada en el Espíritu Santo como objeto de una devoción o como objetivo próximo dentro de un triple nivel constituido por las tres personas de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, entre las cuales ésta llevará la primacía. Ciertamente no es así: La Renovación Carismática es pneumática en el sentido de que el redescubrimiento experimental de la acción poderosa del Espíritu Santo, es tan esencial, que viene a construir la aportación más específica de la Renovación Carismática a la renovación espiritual de la Iglesia y del mundo. El Espíritu Santo con su acción y sus caris- mas está esencialmente presente en ella. En este sentido cabe afirmar el sentido pneumatológico de la Renovación Carismática. Con todo derecho podemos afirmar, igualmente, que la Renovación Carismática en su fundamento teológico, es trinitaria^ -Toda espiritualidad cristiana auténtica tiene que ser necesariamente trinitaria: toda la Trinidad, en la diversidad de sus personas se halla presente (ICor 8, 6; Ef 4,4-6). El fin es el conocimiento del Padre y la imitación de su santidad 0n 17, 3; Ef 5, 1). -Pero esa santidad del Padre ha de ser vivida conforme al modelo del Hijo de Dios, Cristo Jesús (Ef 5, 1; Rom 8, 29). -Y no es posible realizarla si no es en el poder del Espíritu que se nos ha dado (Rom 8, 9). En toda espiritualidad tan importante es el Padre como Jesús, como el Espíritu Santo. Un solo Dios en tres personas distintas. A todas ellas se les debe el mismo honor, adoración y gloria, y esto se hace en la Renovación Carismática con toda sencillez, aunque suele centrarse en la alabanza al Padre y en Jesús por la fuerza y el amor del Espíritu Santo. 4 Pero en realidad, y sin aminorar para nada la verdad de lo anteriormente afirmado, hay que decir: ante todo la Renovación Carismática es Cristocéntrica: -El centro de la Renovación Carismática es la realidad de nuestra incorporación en Cristo que murió, resucitó y está en su gloria a la derecha del Padre. En El habita corporalmente la plenitud de la divinidad y nosotros, sus hermanos y miembros de su Cuerpo Místico, estamos incorporados y complementados sobrenaturalmente en Él que es la Cabeza de todo principado y potestad (Col 2, 9-10; Rom 12, 4-6; Ef 4, 15-16; 1 Cor 12, 12ss.). Somos células vivas del Cuerpo de Cristo, llamados a vivir conforme al Espíritu, que es según Cristo (Rom 8, 4). Estamos destinados a caminar en Cristo hasta realizar en nosotros el hombre perfecto, según Él. (Ef 4, 13). La Renovación Carismática, ciertamente "está también centrada, (no puede ser de otro modo) en la presencia del Espíritu Santo que actúa en la comunidad eclesial y en cada uno de sus miembros".


Pero no podemos detenernos en Él como objetivo terminal: ni la naturaleza ni la misión del Espíritu lo permiten: esencialmente su obra se orienta hacia Cristo: a "transformarnos en Él. Las promesas de Jesús respecto del envío y de la misión del Espíritu, la alusión manifiesta a su obra con la Efusión de Pentecostés, nos ilustran, sin lugar a dudas, respecto a esto (CfrJn cc. 14-17; Hech 1, 8). La apertura al Espíritu Santo "siempre ha de llevar a la unión más íntima con Jesús, unión que permita conocer mejor al Padre.5 El Espíritu Santo anima todo el Cuerpo de Cristo; une a todas las partes entre sí, las hace crecer hacia la plenitud de la Cabeza, Cristo Jesús; es su Espíritu de Amor y de poder. Pero su acción no es centrar la atención sobre sí mismo, sino, en desprendimiento infinito, que nace de su mismo ser, sobre el Cuerpo de Cristo entero, y, sobre su cabeza en lo fundamental a la que quiere asemejar a todos y cada uno de sus miembros.6 Por eso, la Renovación Carismática, como corriente espiritual trata de intensificar el conocimiento amoroso del Padre, la transformación y crecimiento en Cristo (Mt 11,27), la experiencia profunda del amor personal del Padre manifestando en Cristo Jesús (Rom 5,8); experiencia que desemboca en la transformación y crecimiento espiritual en Cristo, por la acción del Espíritu Santo. Juan Pablo II lo confirma claramente en su alocución dirigida a los líderes de la Renovación Carismática, reunidos en Roma (abril 30 a

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5 de mayo, 1984): La apertura al Espíritu Santo es vuestra fuerza y vuestro tesoro especial. "Todos vuestros esfuerzos espirituales deben orien tarse a un encuentro personal de cada individuo con el Señor en la comunidad de la Iglesia, la cual con el poder del Espíritu Santo, es en sí misma el gran sacramento de salvación. Una apertura auténtica al Espíritu Santo que vivifica y guía a la Iglesia os ayudará a vivir en unión con el Señor Jesús. Es vuestra fuerza y vuestro tesoro especial y vosotros os estáis esforzando por ejercitarlo de modos diferentes".7 Esta finalidad, profundamente rica, evangélica, exigente, implica unas consecuencias que no hacemos sino indicar: -Bien comprendida esta finalidad de la Renovación Carismática: la "identificación", progresiva, radical con Cristo por la fuerza del Espíritu, despeja muchas incógnitas e incluye, a la vez, el aspecto vertical y horizontal, unitaria e indisolublemente unidos. Aun los "compromisos" de servicio más arduos: Nadie que de verdad se ha comprometido e identificado con el Señor lo hace de manera abstracta. Tiene que hacerse presente en su realidad concreta hasta las mayores exigencias a que puede invitarnos el Señor. —La Renovación Carismática, está centrada también y sobre todo en Cristo, en su Cuerpo Místico. Es por tanto, cristo- céntrica. Si se presta, como en realidad se hace, tanta atención al Espíritu Santo, se debe a que el cuerpo de Cristo está animado por el Espíritu, ya que cada uno de los fieles está insertado, crece y contribuye a la edificación del Cuerpo de Cristo, gracias a la acción del Espíritu Santo. La doctrina del Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo, no es de ahora; es antigua. Data del tiempo apostólico. El redescubrimiento en este campo está en que el comportamiento cristiano no se limita a un asentimiento intelectual, siempre necesario. Se ha redescubierto en la práctica una nueva vida: la que da el Espíritu, que transforma profundamente las vidas. Esto no es obra humana, sino de Dios. Responde al "Nuevo Pentecostés" pedido con insistencia por Juan XXIII y Paulo VI y viene a llenar la necesidad dramática que los hombres y el mundo tienen de renovarse espiritualmente. Por más que se afirme que la Renovación Carismática sea cristocéntrica, pneumática, etc., siendo verdad, no se la puede encasillar en estas fórmulas. Existe un único y gran misterio de Dios en el cual todo se resume y se centra. Todos los aspectos particulares, verdaderos y complementarios, se derivan de Él y es a Él, donde en definitiva, deben conducir. He aquí una cita que resume la transformación de nuestra vida en Cristo, como la Médula y lo más íntimo de la Renovación Carismática. "Cuando San Pablo nos dice: 'Vivir en Él', 'Vivir por Él', 'Vivir para Él', expresa una nueva manera de vivir su vida. Esta manera de vivir es el primer don del Espíritu". Ser carismático es, en primer lugar, esto. A veces se oye decir: "Yo no tengo dones, no tengo carismas" y se olvida el don por excelencia. ¿Quieres saber si alguno "camina en el Espíritu"? pregúntale cómo, en qué consiste su relación con Jesús. Se puede afirmar que todos los demás dones y carismas se hacen sospechosos sin esta relación viviente y vital con Jesús. San Pablo ¿no estaba lleno del Espíritu Santo cuando él dijo: "No soy yo quien vive, sino Cristo es quien vive en mí".8 Es necesario poner las cosas en su punto. Y la Renovación Carismática, por más que trate de devolver al Espíritu Santo el puesto que le corresponde, no ha caído en el pneu-matocentrismo. Transcribimos las palabras de Yves Congar en el breve apartado con que cierra su larga aportación a la pneumatología dogmática en la obra: "Iniciación a la práctica teológica". "No al Pneumatocentrismo": Los otros cristianos acusan a la Iglesia Católica de falta de pneumatología; los ortodoxos particularmente, de "cristomonismo". Pero podemos prevenir contra un "pneumatocentrismo" que pudo ser un peligro en una comunidad como Corinto en la época apostólica, contra el que la Iglesia primitiva reaccionó victoriosamente, pero que ha amenazado a la Iglesia en muchos momentos de su historia. El Espíritu Santo no hace otra obra que la obra de Cristo, ni otro cuerpo que el Cuerpo de Cristo: (ICor 12, 12-13; Ef 4, 13). Pneumatología y cristología son principio de salud la una para la otra. Reléase Hechos 2,42, en esta perspectiva, y también ICor 12, 4s., donde la diversidad de los dones no es únicamente pneumatológica. Hay que insistir en la unión y complementariedad del Verbo-Hijo y del Soplo-Espíritu".9 Por más que se afirme que la Renovación Carismática sea cristocéntrica, teocéntrica, pneumática etc., siendo verdad, no se la puede encuadrar en estas fórmulas. Existe un único y gran misterio de Dios en el cual todo se resume y se centra. Todos los aspectos particulares, verdaderos y complementarios se derivan de Él y a Él, en definitiva deben conducir. "Dentro del régimen cristiano, nunca se puede afirmar, de manera directa y exclusiva, que es del Espíritu, si no se pasa por Jesús de Nazaret, imagen histórica del Dios invisible, mediante su vicia terrena, correctamente leída, con la densidad de su humanidad y con sus misteriosas profundidades: esta es la norma definitiva a la que el Espíritu nos remitirá siempre. El Espíritu del Resucitado, que da la


capacidad de llamar a Jesús Señor y Cristo, nunca hace "olvidar" su vicia terrena: "Al glorificarle Dios (el Padre), no entregó al olvido, como si dijéramos, su vida terrena para eternizar otra cosa distinta de ella, sino que aceptó [en el sentido de salir fiador] esa vida y ese origen". A esto puede añadirse también que de tal modo es el Espíritu, el "Espíritu de Jesús", que a partir de la Pascua no tiene otra cosa que hacer sino edificar el Cuerpo de Cristo: "El Espíritu es quien nos hace miembros del Cuerpo de Cristo (Cfr. 1 Cor 12, 13 ; Rom 8, 12s. ); pero ese cuerpo no es el del Espíritu Santo, es el de Cristo.10 "El Espíritu no es una 'figura paralela' al lado de Jesús: más bien nos conduce hacia Él y nos facilita el encuentro con el Padre"." El resumen que J. Guillet hace de este punto es excelente: "La riqueza de Jesucristo que recibe de su Padre, y de la que nos hace partícipes, es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el secreto de Jesús y de su existencia, debe ser el origen de la nuestra; tal es la perspectiva que se propone esta obra; querría iluminar la vida cristiana demostrando que reproduce la vida de Jesucristo, por una continuidad interior, por la presencia viviente en el corazón de los hijos de Dios, del Espíritu del Hijo único. El cristiano vive del Espíritu Santo y de su impulso interior, vive de Jesucristo y modela su existencia sobre la suya. Pero, puesto que Jesús y el Espíritu son uno, porque el Señor es el Espíritu, esos dos esfuerzos se unen, esas dos vidas son una.

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Desde que Jesucristo ha vivido en su carne la plenitud del Espíritu, desde el momento que nos da su Espíritu en el sacramento de su carne, la atención a Jesucristo y la docilidad al Espíritu Santo son inseparables; la vida espiritual y la evangélica coinciden".12 3. La experiencia de ser objeto personal del amor siempre actual del Padre a) Singularidad de esta experiencia: -Hablando de un modo general puede afirmarse que en muchos es profunda esta experiencia. Parece calar hasta el fondo del ser, allí donde se halla el centro de la personalidad. En el "corazón", tomada la expresión en el sentido hebreo. No pocos lo expresan, a su modo, con términos sencillos y aún hermosos, cargados ele sentimiento sereno, libres de ficción. Hablan de "haber sido sumergidos en un mar de amor divino"; como de un éxtasis de gozo, al sentirse inundados por el amor del Padre; de verse como empujados hacia los brazos del Padre celestial... Comienzan o profundizan en la realidad de que Dios es una persona real, infinitamente amorosa y preocupada por ellos; de verse colmados por su amor, que ha esperado con paciencia la aceptación de su don. Y todo ello se ha realizado en Cristo por el poder del Espíritu Santo a quienes abrieron sus corazones.13 -"De lo que tienen mayor conciencia es del amor de Dios. Ahora saben que son amados. Experimentan de un modo personal ese amor que los sostiene y abraza. Y ellos corresponden con auténtico amor [...] Dios deja de ser para ellos un personaje periférico allá lejos, en el horizonte, pues pasa a situarse en el centro mismo de sus vidas y pensamientos. Se vuelven a Él ele una manera espontánea". 14 Para ellos, pues, conocer a Dios no tiene principalmente un sentido intelectual, aunque no lo desdeñan, al contrario. Lo primero y principal es "conocer" en el sentido de San Juan: Tener una experiencia de Dios, de su amor, frecuentemente profunda, inexpresable. "Antes -dicen dos protagonistas-, yo sabía de Él pero ésto no es lo mismo que conocerle". "Son muchos los cristianos que no creen sea posible amar a Dios de otra manera (que en una desnuda voluntad). Pero cuando el Espíritu Santo se infunde en alguien, éste ama a Dios con un amor inconfundible, con devoción y afecto [...] como el hijo ama a sus padres. Dios entonces es verdaderamente amado. Este conocimiento y amor a Dios se concreta a menudo en un hondo sentimiento de su paternidad". De otro modo y en expresión de Santo Tomás: "Dios existe en el hombre como lo conocido en el que conoce, como el amante en el amado" y el carismático lo experimenta de alguna manera.15 La conclusión que los participantes en el coloquio de Malinas parecen sacar, suena casi exorbitante: "Hay, pues que admitir que la categoría de experiencia inmediata de Dios, en su Espíritu, es inherente al testimonio del Nuevo Testamento".16 —En las asambleas o grupos de oración apenas hay tema que surja de los labios de los que oran en comunidad como el del amor del Padre de quien hablan con una ternura respetuosa y sinceridad conmovedoras: "Padre mío querido"; "Padre a quien anhelo amar con todo mi ser"; "Padre bueno"... Son expresiones que pueden saber a fingidas, ñoñas, infantiles o darnos la impresión de cierto sentimentalismo pernicioso. Creemos que tales impresiones, más aún, si se formulan en juicios son inexactas, al menos, en la inmensa mayoría de los casos. Puede y debe velarse para que no se cree una "jerga" de alabanza. Todo debe realizarse en un clima de naturalidad y sencillez que brota de la verdad creída y vivida. Por eso, afirma S. Tugwell, "si nos sorprendemos orando en una voz no natural (puede suceder esto), debemos estar alerta sobre nosotros mismos".17 -Los escritos de los místicos y de las personas enamoradas de Dios nos dicen que nos quedamos cortos en las manifestaciones expresadas por la palabra del Amor a Dios que ha prendido en el fondo de sus almas. Uno de los criterios para discernir la autenticidad de estas expresiones es el "respeto"; acatamiento profundo de que habla San Ignacio en sus Ejercicios, porque no sólo es el hijo que vuelca su corazón en el padre amoroso, sino la criatura que se dirige y entabla un diálogo con su Creador. 18 Por lo demás, no hacen sino seguir, aunque de lejos, el ejemplo de Cristo en sus relaciones personales con el Padre y las enseñanzas de Pablo en sus cartas (Rom 8, 15-17; Gal 4, 5) A esta relación de amor debería llevarnos, si no hubiera obstáculos de nuestra parte, que indican no aceptar el amor de Dios, el dinamismo de la Trinidad a quien hemos sido consagrados en nuestro Bautismo. Es realizarlo, en este aspecto fundamental, bajo el impulso y la fuerza del Espíritu. No siempre ni todo lo que reluce es oro, pero enjuiciar este hecho con una crítica negativa sería una injusticia. Tendríamos que preguntarnos si no es que el "secularismo" ha penetrado en nosotros tanto, que cualquier relación con Dios, sobre todo si se manifiesta en una mutua intercomunicación espiritual, nos extraña y aún nos molesta.19 -Es una relación personal de confianza, amor y entrega al Ser Viviente y cercano por excelencia que ha estado asediando al alma con su amor, pero permanece discreta y pacientemente a la espera de que se le abriera la puerta para entrar (Apoc 3, 20). Esto conlleva una visión nueva de la vida, de sus incidencias y aun de la creación entera. Un verdadero sentido providencialista emerge, donde antes reinaba


la suerte o la fatalidad. Y un deseo sincero de realizar en cada circunstancia su voluntad, por más que en la práctica tengan que luchar con frecuencia contra las debilidades y faltas. No es raro encontrar personas que comienzan a realizar y avanzar con rapidez, en lo que los autores espirituales llaman "la vida de oración": Es vivir con el Señor en amor allá en el fondo de sus corazones; se da en ellas una facilidad especial para encontrarlo frecuente y aun habitualmente en todas las cosas. Esto es lo que San Ignacio de Loyola llamaba y consideraba un carisma de sus hijos: "ser contemplativos en la acción".20 Por lo demás, no hacen sino seguir, aunque de lejos, el ejemplo de Cristo en sus relaciones personales con el Padre y las enseñanzas de Pablo en sus cartas (Rom 8, 15-17; Gal 4, 5) A esta relación de amor debería llevarnos, si no hubiera obstáculos de nuestra parte, que indican no aceptar el amor de Dios, el dinamismo de la Trinidad a quien hemos sido consagrados en nuestro Bautismo. Es realizarlo, en este aspecto fundamental, bajo el impulso y la fuerza del Espíritu. No siempre ni todo lo que reluce es oro, pero enjuiciar este hecho con una crítica negativa sería una injusticia. Tendríamos que preguntarnos si no es que el "secularismo" ha penetrado en nosotros tanto, que cualquier relación con Dios, sobre todo si se manifiesta en

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una mutua intercomunicación espiritual, nos extraña y aún nos molesta.19 -Es una relación personal de confianza, amor y entrega al Ser Viviente y cercano por excelencia que ha estado asediando al alma con su amor, pero permanece discreta y pacientemente a la espera de que se le abriera la puerta para entrar (Apoc 3, 20). Esto conlleva una visión nueva de la vida, de sus incidencias y aun de la creación entera. Un verdadero sentido providencialista emerge, donde antes reinaba la suerte o la fatalidad. Y un deseo sincero de realizar en cada circunstancia su voluntad, por más que en la práctica tengan que luchar con frecuencia contra las debilidades y faltas. No es raro encontrar personas que comienzan a realizar y avanzar con rapidez, en lo que los autores espirituales llaman "la vida de oración": Es vivir con el Señor en amor allá en el fondo de sus corazones; se da en ellas una facilidad especial para encontrarlo frecuente y aun habitualmente en todas las cosas. Esto es lo que San Ignacio de Loyola llamaba y consideraba un carisma de sus hijos: "ser contemplativos en la acción".20 b) Modos de idealizarse Esta experiencia religiosa básica no se verifica del mismo modo en todos. Los planes de Dios son variados y el poder del Espíritu nos introduce en el Padre de maneras distintas. Pero, aún en las diferencias y diversidad, podríamos indicar tres modos prevalentes. Cuanto ahora digamos será válido para las demás experiencias que se toquen. -Para algunas personas "es una experiencia decisiva, que sobreviene en un momento determinado, susceptible de ser verificada con precisión".21 Esta manera de actuar del Espíritu no es tan rara como pueda creerse, en la Renovación, y tiene diversas manifestaciones: entrada en el amor de Dios, liberación de heridas de alma.... No es, en realidad, algo nuevo en la Iglesia. Empalma y tiene sus antecedentes en la más remota tradición eclesial, aún en las primeras comunidades apostólicas. Tal experiencia no está exenta de ilusión. También en ella cabe y habría que aplicar, no pocas veces, las reglas de discernimiento. Es fundamental, al menos, la certeza moral de su verdad; como lamentable, verse acaparado por el mal espíritu, por más que en apariencia se trate de una realidad tan maravillosa. -En otros, la experiencia dinámica de la presencia y actuación del Espíritu se manifiesta menos fulgurante, más tranquila y progresiva. Actúa en un ir descubriendo a Cristo y al Padre, y ser introducidos en su amor lentamente. Es una "experiencia de crecimiento". También en el primer caso se dará un crecimiento progresivo, si el alma es fiel al Espíritu, pero en los comienzos del encuentro con el Señor por el poder ele su Espíritu. Este se hace sentir de un modo muy diverso. "No nos hacemos cristianos perfectos" de un golpe. Pero el punto de partida es muy distinto. Tan lejos de una realidad ilusionada está el creer que ya desde el comienzo de la Renovación vamos a realizar con perfección nuestro Bautismo que, por el contrario, "el camino se ve más duro y largo que antes". Es esta una observación sobre la que volveremos. Tenerla presente nos evitará frustraciones peligrosas e impaciencias inoportunas La maduración espiritual, en su marcha a través de la Pascua del Señor, es necesaria también para el compromiso en la Renovación. El segundo tipo de experiencia, como el primero, está sujeto a las reglas de discernimiento. -Todavía podría señalarse un tercer modo. Los testimonios de personas que lo han vivido garantizan la verdad de la experiencia. Los escritos de autores espirituales eminentes mencionan esta manera como algo frecuente en la vida espiritual. Es la de aquellos en quienes por un tiempo, más o menos largo apenas se deja sentir la acción del Espíritu o parece retrasarse. Han recibido la "Efusión del Espíritu Santo", pero parecería complacerse en dejar al alma sin percibir sus efectos, esperando pacientemente su acción. Es una vivencia en "fe". No es raro que pasen días y aún semanas sin sentir ráfaga alguna de su soplo. Sin embargo, si hay una apertura sincera, si le damos la oportunidad que El siempre aprovecha, allí está Él trabajando activamente en su obra, sin apenas hacerse sentir hasta que llegue su hora. c) Un a viso prudente: -O'Connor toca este punto con maestría en un artículo. A su experiencia y discreción nos atenemos: "La gente siente que el Reino de Dios se está realizando en ellos, y el resurgir de fragilidades humanas mezquinas que ellos creían superadas, puede resultar en una desilusión aplastante [...] El Espíritu Santo es el poder del Señor resucitado obrando en el mundo, el mismo poder que traerá la plenitud del Reino. Conocerlo es estar en contacto real con el Reino por venir [...]. El cuadro verdadero de nuestra situación lo dice San Pablo: sólo tenemos "los primeros frutos del Espíritu"; por lo tanto, debemos "gemir interiormente" mientras aguardamos a que se complete nuestra redención. La obra del Espíritu en nosotros es ge- nuina, pero no completa aún y el toque más leve de su realidad intensifica nuestra agonía por lo que nos falta. La imagen de Dios ha sido impresa en nosotros, pero nuestra naturaleza carnal, aún no sometida completamente


continuará por largo tiempo reafirmándose y desfigurando su imagen. Todo esto debe tomarse en consideración, para no exigirnos excesivas cargas (y exigirlas a los demás)".22 Es decir, el amor de Dios, la experiencia de su paternal bondad se verá no pocas veces, enturbiada, oscurecida y aún eliminada por las faltas que rebrotan una y otra vez. Seamos reales; contemos con que esto puede pasar, pasará en ocasiones. No tenemos por qué poner el grito en el cielo. Pertenece a las marchas y contramarchas de toda vida espiritual, por más favorecida del amor de Dios que haya sido. Hay modos, existe una sabia pedagogía para superar estas situaciones que debemos conocer y aprender de los libros espirituales juiciosamente escritos, o de las personas que Dios ha puesto para dirigirnos y aun de otros experimentados en los caminos del Señor aunque no sean sacerdotes. A su vez los señores Renaghan confirman la cita anterior desde otro punto de vista: Nos queda un camino largo, al parecer. Se ve más largo y más duro que antes. Tenemos delante el encargo de ser Cristo en el mundo. Eso quiere decir que en Él, con Él y por Él, y con el poder del Espíritu, hemos de reverenciar, amar y adorar a nuestro Padre, así como lo hizo Jesús. También quiere decir que nosotros, unidos en el Cuerpo de Cristo, debemos comunicar al mundo la experiencia del amor

II.

salvador de Jesús. 'Al mundo' quiere decir a los hombres; no a los sentimientos o emociones de los hombres, no a los meros espíritus de los hombres, sino a seres humanos en sociedades humanas y en instituciones hechas por los hombres. El mundo que necesita el amor de Jesús está encadenado a la pobreza y a las enfermedades, al racismo y a la guerra, a la codicia del poder y a la indiferencia para con los semejantes. Este es el mundo al cual somos enviados para transformarlo con el amor de Jesús, no para que se condene el mundo, sino para que se salve. La vida cristiana de adoración y de servicio, en todas sus formas distintas que se presentan en la Iglesia de hoy, es el cargo más gozoso y a la vez el más crucificante que el hombre puede tomar [...]. Hablando así es claro que [...] (la experiencia del Espíritu) no es el final de la vida cristiana: No es más que el principio.23 Cuanto se diga en este punto (de la ausencia o no experiencia del amor de Dios que habíamos sentido profundamente) no está de más. Es una dificultad que toda persona entregada a Dios experimenta. Por no saber interpretarla, se les convierte en una trampa en la que no pocos perecen. La "sequedad", como la llaman los autores espirituales, es la más común de las dificultades. Se presenta sin guardar una presumible alternancia con el gozo del amor de Dios y es aplicable en especial a la oración. Su esencia, quizá pudiera decirse, se halla en el sentimiento de encontrarse Dios ausente de nosotros, mejor, de aparecer como alejado, aunque la realidad sea del todo distinta. Su amor, que nos invadió con fuerza e hizo alegrarse a todo nuestro ser, parece haberse esfumado para siempre. Esta es la impresión que recibe quien se halla bajo la bruma de la desolación interior. "Desde una causa física (falta del conveniente sueño, del conveniente alimento, el dolor físico...) pasando por las causas psicológicas (fracaso, humillación, angustia...) hasta la causa sobrenatural: Dios que nos retira su gozo, todas ellas pueden intervenir en esta "sequedad espiritual". Las causas físicas y psicológicas habría que considerarlas como situaciones que el "espíritu del mal", en frase de los clásicos de la espiritualidad, aprovecha para convertirlas en "desolación". Nadie debe alarmarse por estar pasando este túnel ni preocuparse porque algún día se le quitará la experiencia gozosa del amor de Dios. Estas fluctuaciones son normales. Aun en la hipótesis de que seamos nosotros los causantes por nuestra tibieza o soberbia, hay que ver en ello una prueba que Dios permite o quiere. Nuestros sentimientos y nuestras motivaciones deben ser purificados. Corremos el riesgo, sobre todo, cuando el gozo del amor de Dios es desbordante, de que nuestros sentimientos se conviertan en el "motivo" del amor de Dios que decimos buscar. Todo este mundo ambiguo debe ser aclarado y purificado. "El amor no madura ni se profundiza a menos que él reafirme su elección del Amado, cuando la consolación o experiencia espiritual no existe". Dios nos va conduciendo a su plan de unión con Él y a una experiencia profundizada de su amor. Pero en la medida en que permanezca nuestra fidelidad en tiempos de "sequedad espiritual". Esta doctrina, tan enraizada en la tradición más pura de la Iglesia, la repiten, una y otra vez, sobre todo los que tienen una mayor responsabilidad en la Renovación: "Estoy convencido [...] que el Señor está dejando que todo caiga dentro de nosotros para que aprendamos realmente lo que es la fe". "Cambio en el corazón, amor al Señor, amor a todos, morir a nosotros mismos". "Necesitamos dejar de ser [sólo] un movimiento de Bautismo en el Espíritu, un movimiento de reuniones de oración. Somos personas que deseamos vivir el Evangelio sin compromisos, que deseamos seguir a Jesús y toda la inspiración de su Santo Espíritu radicalmente, para que el Padre pueda construir su Reino aquí en la tierra, para que nos convirtamos en levadura ele ese reino". Podríamos resumir el ciclo en que se desarrolla la vicia espiritual en las palabras de H. F. Smith, aplicadas por él al discernimiento. "Un discernimiento maduro espiritual es una espiritualidad de Pasión-Resurrección". —Notas 1

Cardenal L-J. Suenens.

2

G. Blaquiere, "Qu'est-ce que le Renouveau Charismatic?," Tychique, n, 54, mars, 1985, 5.

3

Colloque de Malines, ob. cit. 4.

4

S.Carrillo Alday, ob. cit. 217.

5

Cfr. LG. 4.

6

LG, 6.

7

Newsletter, mayo-junio, 1984, 6-8.

Cfr. Y. Congar, en Iniciación a la práctica teológica, Edic. Cristiandad, Madrid, 1984, II, 479 (Dir B. Laurel, F. Refoulé). 8

P. Philippe, Afín que vous portiez beaucoup de Fruits, 2, Pneumatheque, París, 1983, 23.

9

Y. Congar, cita anterior (7), 479.

10

Y. Congar, Je crois en l'Esprít Saint, Desclée de Brouwer, París, 1979, II, 268.


11

A Fermet, El Espíritu Santo es nuestra vida, Sal Terrae. 1985. 80-81.

12

J. Guillec, Jesucristo ayer y hoy, Marova, Madrid, 1971, 19.20.

13

Cfr. K. and D. Ranaghan, Pentecostales Católicos Logos Internacional, Plainfield, N. J. '1971, 15-28.

14

E. D. O'Connor, La Renovación Carismática, Lasser Press, México, 1974, 129.

15

Santo Tomás, Q. 43, ob. cit. 3

l6

Colloque de Malines, ob. cit, 13-14.

17

S. Tugwell, Did you receive the Spiñtu? Darton, London, 1973, 24.

18

EE. n. 114.

19

J. Custeau, Alabanza n. 15, 1976, 11.

20

Frase muy repetida por el Santo, aunque en realidad, el autor de la misma es el P. J. Nadal, San Ignacio empleaba "hallar a Dios en

todas las cosas". 21

Colloque de Malines, ob. cit. 14.

22

II.

E D. O'Connor, Cuando la nube de gloria se disipa, Alabaré, 1976, n. 17.

23

K. Ranaghan, ob. cit. 180-181.


APÉNDICE-RESUMEN ¿QUÉ ES LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA?

1. Aspectos Fundamentales 1o El "redescubrimiento déla importancia fundamental" (La conciencia viva, la persuasión íntima) de la acción del Espíritu Santo en la obra de la santificación (personal); en la vivencia del

II.

Evangelio cada vez más profundizado hasta sus últimas consecuencias y la proclamación de Jesús como Salvador y Señor, centro de toda vida cristiana. 2o La experiencia profunda, en lo fundamental "social" o "comunitaria" de la acción de Cristo resucitado en el alma por su Espíritu. Implica un "conocimiento" que acompaña, antecede o sigue a la experiencia. 3o La apertura a la acción del Espíritu para que actúe "poderosamente en nosotros". -Para "transformarnos en Cristo" (con todas sus consecuencias), a partir de una conversión profunda y continuada y en una entrega al Señor, constantemente renovada, alimentada, profundizada; una vida de Jesús vivida en todos los niveles: personal, comunitario y con todos los "compromisos" que implica. -Para "evangelizar" con poder y ser "testigos" de Cristo resucitado. 4o La persuasión íntima de poder contar con sus dones y carismas para la edificación "en el amor" de su Iglesia. Toda la "dinámica" de la Renovación Carismática se orienta hacia ahí: "A liberar" el poder del Espíritu, a hacer al alma dócil a su acción; a tener la experiencia de su poder (colaborando con Él) para realizar "la vida de Jesús en nosotros" ; el Evangelio en creciente plenitud, en una comunidad llena "con el amor y servicio de Jesús". 2. Elementos básicos de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo a)

El Bautismo o Efusión en el Espíritu Santo, como poderoso comienzo a partir de una conversión y una entrega.

b)

Los Grupos de Oración: como continuación (también como preparación), de una profundización a nivel personal y comunitario.

c)

Los Carismas:

Para construir la Iglesia de Dios en santidad y para santificar (al menos indirectamente) a los sujetos usados por el Señor. 3. ¿Qué pretende la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo? Considerando cuanto se ha dicho anteriormente, la respuesta a esta pregunta surge como una consecuencia manifiesta. Del ser íntimo, de la esencia de la Renovación Cristiana nace su objetivo, su finalidad. Lo expresamos, pues, brevemente, por hallarse ya incluido en todo lo tratado antes. Podría formularse de las maneras siguientes: 1° Revitalización de las personas y del apostolado por el Espíritu Este "nuevo Pentecostés" pretende la transformación profunda del individuo, de la Iglesia y del mundo y la revitalización de todas las formas de apostolado con el dinamismo creativo del Espíritu. 2° Meta y dirección de la Renovación Cristiana Transformar en Cristo la persona, la Iglesia, el mundo polla fuerza del Espíritu; ser disponible, como instrumento de ese Espíritu de Cristo: Explicitada dicha meta y dirección: a) Suscitar la conversión a Jesús el Señor, y profundizarla constantemente. b) Enfocar cada esfuerzo en la Iglesia como un discernimiento del plan de Dios, no como un proyecto humano. c) Comprender que sólo el Espíritu Santo es capaz de hablar verdaderamente al corazón humano y hacerle oír la Palabra. d) Conocer al Espíritu como el poder de Dios entre nosotros; un poder que debe obrar a través nuestro, hoy, incluso con signos y prodigios, a medida que nos enfrentamos con las fuerzas modernas del mal. e) Rendirse como instrumentos de ese Espíritu, haciendo todo para la gloria del Padre y bien de los demás. f) Conducir a los fieles a comprender y realizar todo esto con humildad. A una renovada comprensión de que la obra de Dios es realizada exclusivamente por Dios mismo y que nosotros servimos sólo como instrumentos según los clones que el mismo Espíritu libremente nos da. g) Considerar los talentos evangélicos, apostólicos y todo talento de servicio como un don del Espíritu. 4. El propósito de la Renovación Carismática Cristiana (Sintetizado en sus aspectos más salientes, completando lo anterior),


a) Elevar a los individuos a un entendimiento y experiencia personales del poder del Espíritu Santo. b) "Pretender", con la mentalidad de la acción poderosa del Espíritu Santo y con la ayuda de sus carismas, todo entrenamiento apostólico y sacerdotal. c) Convertirse como pueblo en instrumento del Espíritu para la alabanza del Padre y bien de nuestros hermanos, aun en los compromisos más arduos. d) Ayudar a realizar las exigencias del Bautismo sacramental y la renovación del sacramento de la Confirmación. e) Ser instrumento de "evangelización" y dar auténtico "testimonio" de Cristo resucitado. 0 Comprometerse, por Cristo, en el trabajo en su Reino con preferencia hacia los pobres y necesitados. g) Y todo en una comunidad de alabanza, de amor y de servicio, reunida por el Espíritu Santo.

II.


Esre libro ¿Qué es la Renovación Carismática Católica y qué pretende? Guía para la Renovación Carismática Católica Benigno Juanes, S J . terminó de imprimirse en el mes de Febrero de 2007, en los talleres de la Editora Amigo del Hogar, Santo Domingo, Ciudad Primada de América, República Dominicana.

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