Maulicán y Francisco. Amigos-enemigos en el Arauco del siglo XVII

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Carlos González Vargas Hugo Rosati Aguerre

Maulicán y Francisco Enemigos-amigos en el Arauco del siglo XVII. Comentario al Cautiverio feliz

Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Filosofía Instituto de Estética


Maulicán y Francisco. Enemigos-amigos en el Arauco del siglo xvii. Comentario al Cautiverio feliz Primera edición: julio 2008 © Carlos González y Hugo Rosati, 2008 isbn 978-956-14-1007-7 © Instituto de Estética Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008 Av. Jaime Guzmán Errázuriz 3300 • Providencia Fono (56-2) 3545007 • e-mail aisthesis@uc.cl Santiago de Chile Diseño y edición: Tipográfica • www.tipografica.cl En portada: Lamina «Batalla de Las Cangrejeras» Cautiverio feliz y razón individual de las guerras dilatadas del Reino de Chile, 1673. Archivo Nacional Impreso en Chile • Printed in Chile Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin permiso de la editorial.


Contenido

Prólogo, por Horacio Zapater Equioiz ................................. 7 Agradecimientos ................................................................. 11 Introducción ....................................................................... 13 Rasgos biográficos ................................................................ 14 Su obra ................................................................................. 17 Método de trabajo ................................................................ 18 1. Datos autobiográficos del autor .......................................... 23 2. Cronograma del cautiverio .................................................. 29 3. Datos geográficos: toponimia (lugares de la Araucanía) ...... 51 4. Conceptos en lenguas indígenas mencionados en la crónica .. 55 5. Nombre propios de personas citadas por el autor ............... 69 6. Organización social y política de los mapuches ................... 75 7. El mapuche y la guerra. Armas, combates, tácticas y trato a los prisioneros ...................................................... 79 8. Fiestas y reuniones sociales de los mapuches ....................... 95 9. Alimentación y bebidas consumidas por los indígenas ....... 109 10. El mundo de los valores y las costumbres mapuches ....... 121 5


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11. El trabajo y otras costumbres domésticas entre los mapuches ......................................................... 133 12. Vestimenta mapuche ....................................................... 143 13. La vivienda y otras construcciones. Arte y artesanías .... 147 14. Juegos y entretenciones de los mapuches ..................... 159 15. Creencias religiosas de los mapuches .......................... 163 16. Medicina mapuche ......................................................... 179 17. Críticas al mal gobierno de la Capitanía General de Chile y a los modos de conducir la guerra .................. 185 18. La mujer indígena y su papel en la sociedad mapuche ..... 195 19. Las llamadas «digresiones», aparentes rupturas del discurso ..................................................................... 201 anexos Estructura de la crónica ....................................................... 207 Bibliografía .......................................................................... 239

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Prólogo

Guerra o convivencia entre mapuches e hispanocriollos reflejan una realidad que recorre la historia de Chile y alcanza resonancias en la actualidad. Sin embargo, hay que puntualizar que antagonismos y acercamientos constituyen una unidad bicéfala. Si se rememoran lecturas literarias o históricas se visualiza en los primeros escritores del período colonial, sorpresa o asombro ante gentes que no se doblegaban al poder extranjero. La sensibilidad poética de Alonso de Ercilla se manifiesta al expresar: «son pocos los que con tan gran constancia y fortaleza han defendido su tierra contra tan feroces enemigos como son los españoles». Otro cronista del siglo xvi, Jerónimo de Vivar, coteja la voluntad guerrera del mapuche con la de los antiguos pobladores de la tierra ibérica: «me parece a mí en los ardides que tienen en su guerra y orden y manera de pelear de ser como españoles cuando eran conquistados por los romanos y así están a las gradas y alturas de nuestra España». Santiago Tesillo y otros cronistas de la época se expresan de modo similar. Se infiere que pese a las crueldades de la guerra se percibe una aproximación del «hombre de la tierra» con el espíritu crítico del hispanocriollo. Esa tradición de vida esforzada se proyecta en páginas del Cautiverio feliz de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. Estas acotaciones son anteriores (pro) al logos, es decir, a las razones o argumentos que Carlos González y Hugo Rosati tejen alrededor del testimonio del ilustre cautivo de la Guerra de Arauco; este prólogo se limita a enfatizar las vivencias del indígena y a las paradójicas consecuencias de un conflicto, inútilmente prolongado.

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La confección de la crónica se presenta con fecha tardía en relación a los acontecimientos. Hay que recordar que nuestro protagonista cayó prisionero el 15 de mayo de 1629, pero recién comenzó a redactar su libro en 1656 para finalizarlo en 1675, ¿cuál era la situación de la Araucanía en ese lapso? El alzamiento general contra el dominio hispano (1655-1663) otorgó a la zona una relativa independencia. Parecería, por consiguiente, que la crónica de Núñez de Pineda fue confeccionada, por un lado, en base a los recuerdos de su «feliz cautiverio», pero por otro, cabe suponer que recogió información para su relación en períodos de paz. Por esa razón se interponen a su narración vivencial severos alegatos contra una guerra sostenida por espurios intereses. El humanismo de nuestro cronista responde a una corriente de pensamiento cuyas raíces estaban en la orden de los domínicos, en el siglo xvi. El espíritu evangélico se opuso a la conquista militar de América. Se destacan en esa centuria por su espíritu combativo Antonio Montesinos, Francisco Vitoria y Bartolomé de las Casas. La organización social y política de los mapuches se caracterizó —como señalan los autores— por la falta de centralización en sus jefaturas y por la parcialidad o rehue que constituía la unidad primordial de una organización simultánea de carácter religioso y agrupación de familias. Hay que destacar que Núñez de Pineda —como su padre— llegó a ser maestre de campo, en la jerarquía militar de la Gobernación, razón por la cual logró una inestimable experiencia sobre la Guerra de Arauco, además sus observaciones y coloquios con toquis y caciques constituían un valioso material para una mejor comprensión de la vida militar del indígena sureño. Esa copiosa información comprende tanto la descripción de sus armas (lanzas, porras, arcos y flechas), como los procedimientos para convocar a los guerreros, conas, de las distintas parcialidades al alzamiento. Se señalaba mediante nudos la fecha de la concentración en un lugar previamente establecido. El cronista también informa sobre incursiones o malocas a las estancias españolas, práctica que se agudizaría en el siglo xviii al desplazarse los mapuches a las planicies argentinas. Además, el cronista trata detalladamente otro aspecto de la cultura mapuche, tocante a fiestas, celebraciones y ceremonias religiosas, vinculadas a estrechas relaciones sociales.

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prólogo

Núñez de Pineda recuerda su participación en una festividad que duró seis días, pero estaba programada para ocho, las dos últimas jornadas se suspendieron por mal tiempo. Acudieron a dicha reunión entre hombres, mujeres y niños cerca de diez mil personas provenientes de diversas parcialidades. El largo festejo estuvo revestido de un carácter de rito mágico-religioso, debido a la presencia del canelo, árbol sagrado del indígena, ubicado como centro de atención en la explanada donde ocurrió la celebración. En las galerías o ramadas ubicadas en el lugar se acumulaba toda clase de alimentos y bebidas alcohólicas (chicha). En el sitio se levantaron andamios y gradas de distinta altura que fueron utilizadas para el canto y la danza, al igual que en otra celebración descrita por el cronista, en la cual algunos bailarines se presentaban desnudos con cuerpos y rostros «tiznados con carbón y barro». Esas danzas respondían al ritmo de tamboriles y flautas. En estas celebraciones se producía un extraordinario consumo de bienes alimenticios, se reforzaban lazos sociales y se tomaban acuerdos a futuro; se destaca así un rasgo tradicional de la sociedad araucana, donde la jefatura de los caciques cumplía un papel importante para la unidad de las parcialidades y además mostraba su generosidad para con las familias que integraban estas unidades. La antigua sociedad indígena destacaba la solidaridad entre sus miembros, ya fuese por una convocación a un alzamiento o una invitación a los festejos. En una de estas celebraciones, el cronista se refiere a un adorno que permite señalar un vínculo con la vida animal, se trata de la mañagua. Una atractiva doncella, en la fiesta anteriormente mencionada, cubría su cabeza con una ornamentación que podría calificarse de erótica, se la pasó al cautivo para que se la colocase y, así, establecer un vínculo amoroso. Esa especie de máscara representaba: «un hocico de zorra desollado, abierta la boca mostrando los dientes y los colmillos, las orejas muy tiesas y levantadas para arriba cubierta a trechos de muchas llancas y chaquiras (adornos de piedra) de muchos colores y muy bien adornados que en tales festejos los tienen por gran gala las que entran a bailar entre las demás mozas». El empleo de este recurso, a nivel de la sociedad mapuche de esa época, permitía generar un entendimiento. Un tocado o una máscara no constituye un mero adorno, como tampoco lo fueron los adornos de plata de la mujer mapuche. En lo que atañe a la medicina mapuche, Núñez de Pineda —como testigo presencial— narra la actuación de un curandero, es decir, un machi hombre. Como es sabido, hoy día, las prácticas medicinales 9


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son desempeñadas generalmente por mujeres. El cronista describe una curación, los factores mágicos están muy presentes en su relato. Se reconoce en la etnografía del pueblo mapuche que la relación más antigua de un machitún se encuentra en esta crónica de Núñez de Pineda. El tema de los cautivos, que da origen a esta obra, se relaciona tanto con la Guerra de Arauco de los siglos xvi y xvii, como con la vida fronteriza de Chile y Argentina en los siglos xviii y xix. Aun el pintor alemán Juan Mauricio Rugendas trata del ciclo de las cautivas. En razón del conocimiento de la existencia de muchas mujeres cautivas es que se suele afirmar que la sociedad mapuche corresponde a una sociedad mestiza. Pienso que hoy día se complementa la obra de los historiadores del siglo xix, porque el primer paso correspondió a su publicación; el segundo momento radica en analizar el material informativo. Así, Diego Barros Arana inspiró la «Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la Historia Natural». La labor actual de los historiadores es desglosar los distintos aspectos que ofrecen las crónicas y los documentos, clasificar esa información, comentarla e interpretarla. La presente publicación cumple ese requisito, lo que permitirá al lector encontrar información sobre algunos modos de vida indígena que le interese estudiar. Horacio Zapater Equioiz Profesor Emérito Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Chile

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Agradecimientos

Queremos agradecer a la Pontificia Universidad Católica de Chile por su constante apoyo a nuestros trabajos de investigación, especialmente, al que culmina con la presente publicación. Formamos parte de los institutos de Historia y de Estética, cuyas direcciones nos han otorgado todas las facilidades para dedicar parte de nuestras actividades universitarias a esta investigación. El Instituto de Estética nos ha posibilitado la presente publicación, incluyéndola en la Colección Aisthesis, que ha ganado un prestigio por la continuidad y nivel de las obras que ha puesto a disposición de sus lectores. Por cierto, también queremos agradecer a nuestros núcleos familiares, que siempre y en todo momento nos han apoyado en nuestras investigaciones, incluso, en aquellas en las cuales hay que comprobar datos en terreno. Carlos González Vargas Hugo Rosati Aguerre

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Introducción

Muchos consideran que ya se han dicho y escrito demasiadas cosas acerca de las crónicas de la época colonial chilena, las que han quedado como temas de lectura sólo para los especialistas. Otros estiman que aún queda una buena parte de lo consignado por los cronistas que merece un tratamiento y estudio cuidadosos, debido a la importancia de la información que contienen sus obras. Desde esta perspectiva, estimamos que el Cautiverio feliz, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, es una de las crónicas que merecen mayor dedicación. El siglo xvii chileno se refleja casi en su totalidad en esta crónica. Pineda nace en la primera década del siglo, en el área donde su padre cumple un papel importante dentro del ejército español, y siendo muy joven sigue sus pasos, «cargando una pica». Nunca olvidó los años durante los cuales permaneció como estudiante al alero de los jesuitas, tal aprendizaje le entregó un modo de ver el mundo que le sirvió mucho cuando cayó prisionero y debió convivir con sus captores. La opinión que se forma del pueblo mapuche es más humanista que militar y la mantuvo a lo largo de su vida, la que continuó vinculada al ejército. En muchas ocasiones se manifiestó contrario a los abusos cometidos en la Guerra de Arauco. Al estudiar este manuscrito, se aprecia que, a lo largo de su vida, Pineda se preocupó de incorporar una gran cantidad de obras de pensadores de su época, lo que enriqueció aún más su visión humanista. El texto que presentamos toma diversos aspectos que, desde nuestro punto de vista, reflejan cabalmente la realidad del mundo mapuche, como también su opinión acerca del otro, y contiene un juicio valorativo que es muy equilibrado. Para el cronista, los mapuches 13


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fueron no sólo sus enemigos, sino también seres humanos, situación que, para nosotros, no debe dejar de ser tomada en consideración al evaluar su relato. La obra original, que se conserva en nuestro Archivo Nacional, junto con la edición publicada en 1863 por Diego Barros Arana en el tercer tomo de la Colección de Historiadores de Chile, además de la reciente edición crítica de Mario Ferreccio Podestá y Raïssa Kordic Riquelme, nos sirvieron de base para el estudio que ahora presentamos. Las citas del texto corresponden a esta última edición. El Cautiverio feliz circuló en su época mediante copias manuscritas y, desde ese tiempo, hasta hoy cautiva a sus lectores. Prueba de esto es que incluso se realizó hace pocos años un filme centrado en la narración de Pineda y, a comienzos del año 2007, se estrenó una obra de teatro con su nombre. La crónica también ha sido estudiada por filólogos, historiadores y literatos, para citar sólo algunas de las disciplinas en que destacan varios de los autores citados en la bibliografía general que presentamos al final de este estudio.

Rasgos biográficos Estimamos que el cronista nació en la ciudad de San Bartolomé de Chillán, en el año de 1609, en lo que coincidimos con Sergio Correa Bello, uno de los autores que han profundizado en la vida y obra de Pineda. 1 Tempranamente, a los siete años de edad, debido a la muerte de su madre, es trasladado a la ciudad de Concepción, donde su padre, un importante militar en la Guerra de Arauco, lo interna en el Colegio de los Jesuitas, permaneciendo en éste por unos nueve años. Durante su permanencia en el colegio aprendió sus primeras letras, estudió latín y conoció las obras de muchos autores clásicos, lo que más tarde se verá reflejado en su obra. Según Correa Bello, debido «a ciertos juveniles desaciertos» su padre, don Álvaro Núñez de Pineda, toma la determinación de retirarlo y le ordena incorporarse a la milicia española, iniciándose como un simple soldado. Esto ocurre en el año 1625, durante un período de efervescencia indígena, tras el fracaso del proyecto impulsado por el sacerdote jesuita Luis de Valdivia, conocido con el nombre de guerra defensiva. 1

Consideramos que la obra de Sergio Correa Bello sistematiza muy bien la información concerniente al cronista y es una de las más completas.

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Entre 1625 y 1629, fecha esta última en que es capturado, su carrera militar le había permitido alcanzar el grado de capitán de la infantería española, cuando integraba el tercio de San Felipe de Austria con asiento en Yumbel. La batalla en la que cae prisionero ocurre en el estero de Las Cangrejeras, en las cercanías de la mencionada sede, el día 15 de mayo de 1629. Su cautiverio se extendió por seis meses y catorce días finalizando cuando es canjeado por tres caciques el 29 de noviembre, día en que llega al fuerte de Nacimiento, para dirigirse más tarde a las tierras de su padre, en Chillán, ciudad a la que arriba finalmente el 7 de diciembre. Durante el período que permanece cautivo, su captor, el cacique Maulicán, le perdona la vida y lo protege, en consideración a que era hijo del maestre de campo español don Álvaro Núñez de Pineda, a quien los mapuches llamaban «Álvaro maltíncampo» en señal de respeto por su carácter de gran guerrero y, a la vez, por haber demostrado rasgos de generosidad para con los prisioneros indígenas, no importando su condición, extendiéndose su fama por toda la Araucanía. La caballerosidad del padre salva la vida de Francisco y el cacique Maulicán procura mantenerlo a salvo durante todo su cautiverio, preocupándose él mismo de negociar su canje. La protección de su cautivo redunda incluso en que el cacique llegue a enemistarse con varios otros de sus pares, situación que lo obligó a eludir sistemáticamente a aquellos que lo buscaban para raptar y sacrificar a su cautivo. El período que dura el cautiverio y los traslados a distintas parcialidades del área de los ríos Cholchol e Imperial (véase mapa adjunto), permitió al cronista conocer el territorio y familiarizarse con las costumbres y creencias indígenas. Posiblemente debido a la educación recibida desarrolló una aguda sensibilidad para percibir los más variados detalles de la vida en las comunidades que visitó y en el medio natural en que esto ocurrió. Otro factor que puede incidir en su valoración del mundo indígena puede estar constituido por su experiencia posterior al cautiverio, ya que permaneció por largos años en el territorio mapuche, lo que puede haberle permitido enriquecer y complementar el texto de la crónica. Entonces, ¿qué sucedió en los años posteriores con la vida de Pineda? Hay muy pocos antecedentes que se puedan recolectar entre 1630 y 1655 para agregarlos a los ya entregados por Diego Barros 15


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Arana y otros historiadores. Se sabe que llegó a ser maestre de campo, igual que su padre, y que tuvo a su cargo el fuerte de Boroa (en las cercanías del actual Temuco), donde tenía a su hijo Fernando como soldado. En 1656 es alejado del mando y ese mismo año comienza la redacción de su obra, veintisiete años después de su cautiverio, la que concluirá luego de escribirla durante diecisiete años, en 1673.2 Entre 1664 y 1668 escribe un anónimo contra el gobernador Francisco Meneses, hecho que deteriora aún más su relación con dicha autoridad. La paternidad de este escrito no es negada ni por José Toribio Medina ni por Correa Bello. Este último sostiene que el autor viajó a Perú en 1667. Ese mismo año, al pasar por Arica en el mes de noviembre, le escribe a su hijo Fernando y luego se dirige a Arequipa a cobrar una suma de dinero a la corona por la posesión de una antigua encomienda de su padre. Probablemente, llega a Lima en 1670 residiendo en la ciudad, lugar donde se dedica a concluir los últimos capítulos de la crónica.3 También lee y estudia, entre otras, las obras de los jesuitas Francisco de Mendoza y Gaspar Sánchez, el libro del catedrático Antonio Maldonado, las obras del Arzobispo Gaspar de Villarroel y La política indiana de Solórzano Pereira, famosas en la época. En relación con este viaje, el cronista entrega la siguiente referencia: «Y yo digo de mí que, al cabo de mis años y de más de cuarenta y cuatro de servicios personales, me obligó la necesidad a salir de mi patria, pidiendo limosna por ajenos distritos para sustentar a mis hijos y buscarles remedio, pudiendo un gobernador evitarlo con una encomienda» (discurso 4, capítulo 27: 772). Regresa a Chile y en reconocimiento a su extensa carrera militar es nombrado gobernador de Valdivia en 1673, cargo que desempeña hasta octubre de 1675. Se sabe que vende tierras en Concepción y en 1679 logra ser nombrado Corregidor de Indias en Pacajes, que pertenecía a la Real Audiencia de Charcas, Alto Perú.4 Rechaza este nombramiento y, estando en Lima, a fines del año 1679, el Virrey del Perú le concede el corregimiento de Moquehua. Viaja de Lima al puerto del Callao y se dirige a Arica para viajar a Moquehua pero 2

Sergio Correa menciona que la obra pudo haber sido terminada diez años antes, lo que parece ser confirmado por la existencia de una carta del autor dirigida al Virrey del Perú en 1664, en la cual menciona que ha terminado su libro. 3 Los antecedentes aparecen en una colección de ocho cartas escritas por Pineda en Archivo Nacional, Real Audiencia, vol. .mcmlxvii, pieza 3, fojas 28-58. 4 Este nombramiento consta en Archivo Nacional, Real Audiencia, vol. .mcmlxvii, pieza 3, fojas 39 y 40.

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fallece durante el viaje, en el oasis de Locumba, al norte de Tacna, el 5 de mayo de 1680.5 Esta fecha se reconoce porque existe una carta enviada desde Moquehua por el capitán Francisco Ruiz de Córdoba, fechada el 27 de junio de 1680, en la cual anuncia la muerte de Francisco Núñez de Pineda a sus familiares en Chile.6

Su obra El manuscrito de la crónica de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, conocida como Cautiverio feliz, se encuentra en el Archivo Nacional, en Santiago de Chile. Se tienen referencias de que existieron algunas copias manuscritas. La primera edición impresa tuvo que esperar hasta el año 1863, cuando Diego Barros Arana la incluyó como el tercer tomo de la Colección de Historiadores de Chile. Originalmente, la obra constaba de dos partes: un relato autobiográfico y un tratado político-militar, el cual fue separado del manuscrito, conservándose solamente el índice. Al volumen se agrega una gran cantidad de registros referenciales y un resumen del mencionado relato, elaborados por el autor. El relato autobiográfico está estructurado en cinco discursos y cada uno de éstos fue subdividido por el autor en capítulos, los cuales, en total, suman ciento cincuenta y uno. Cada uno de éstos se inicia con una síntesis del mismo; la crónica contiene, además, cinco dibujos, hechos a tinta y aguada, del tamaño de la hoja manuscrita, supuestamente realizados por el autor. En el año 2001, apareció una edición crítica de la crónica realizada por Mario Ferreccio Podestá y Raïssa Kordic Riquelme. Esta nueva edición emplea las normas actuales para la escritura castellana que atiende paralelamente la antigua edición de Barros Arana y el manuscrito de Pineda por lo que la estimamos más apropiada para leer y comprender el relato. Además, presenta un glosario de términos indígenas y otro con datos linguísticos de interés y facsímiles de los índices finales de la crónica y el «Índice General del Tratado» y, finalmente, un índice de los autores y obras que el autor consignó en el manuscrito. 5 Diego Barros Arana sostiene que Pineda falleció en 1682, sin haber alcanzado a desempeñar el cargo que le fuera otorgado. Ver tomo v de Historia general de Chile, parte cuarta, capítulo vigésimo cuarto, página 304. Sergio Villalobos, menciona en su libro Historia de los chilenos, tomo 1, p. 194, que el oasis de Locumba está situado al norte de Tacna. 6 Consta en Archivo Nacional, Real Audiencia, vol. mcmlxvii, pieza 3, fojas 47-102.

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Método de trabajo ¿Cuál es el método apropiado para estudiar una crónica, en particular, esta crónica? La pregunta está latente en todas las personas que se aventuran en conocer antiguos textos que, en algunos casos, suelen ser áridos y de lectura difícil debido a que el autor mezcla dos o más lenguas, o porque la distancia temporal dificulta su comprensión; pero también pueden ser sumamente amenos en razón de la riqueza del lenguaje empleado o por la valiosa información que contienen. Nosotros llegamos a la lectura del Cautiverio feliz por diversas vías: primero, desde la perspectiva histórica, gracias a la sugerencia de un etnohistoriador dedicado al estudio de las crónicas americanas; segundo, porque desde muy temprano nos motivó a buscar y conocer la obra, por ser ésta uno de los textos iniciales de la literatura chilena, y cuyo autor se expresa mediante la prosa y el verso, incorporando, además, numerosas citas de textos clásicos. Las cinco láminas integradas al texto también nos llamaron la atención porque hay muy pocas crónicas coloniales chilenas que cuenten con tales recursos. Naturalmente, nos interesó la crónica por ser un valioso testimonio de época, más aún, escrito por alguien que valora a sus enemigos luego de haber vivido un proceso de cautiverio que marcó su existencia. Por lo general, lo que se encuentra en las obras de ese siglo contiene testimonios que reflejan o se refieren a las acciones de los conquistadores españoles. La información acerca de los nativos contiene pocos juicios valóricos de éstos y, generalmente, se apoyan en otros escritos de época, como por ejemplo, la obra del sacerdote Diego de Rosales, que abunda en antecedentes históricos pero que, a pesar de dedicarle importantes capítulos a los mapuches, no logra ponerse plenamente en la situación del otro. En cambio, este simple soldado sí fue capaz de comprender y valorar al indígena y su mundo. El texto del autor posee múltiples facetas, destacándose en su estructura varios elementos distintos: uno, es el relato de lo que le sucedió y todo lo que pudo observar durante el período que duró su cautiverio entre los mapuches; un segundo elemento está conformado por las numerosas digresiones incorporadas al relato, en las cuales se manifiesta toda su formación cultural y religiosa entre los jesuitas; otro elemento es el que está constituido por sus reiteradas opiniones acerca de la mala conducción de la Guerra de Arauco y del papel que desempeñan los funcionarios administrativos al servicio de la corona, destacando la existencia de algunas virtudes y de innumerables vicios. 18


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A esto se agrega una serie de ideas y recomendaciones al rey de España para poner coto a las malas prácticas al interior del gobierno de la Capitanía General de Chile. En primera instancia, es cierto que las digresiones a las que recurre continuamente el autor parecieran estar demás o dificultan la lectura del relato de su cautiverio, que es el eje del texto. Éste es el motivo que hace que la crítica realizada por Diego Barros Arana parezca muy certera y tenga muchos seguidores; sin embargo, para nosotros, tales digresiones fundamentan éticamente sus críticas al ejercicio del poder y a la forma de conducir la guerra, todo lo cual permite hacerse una idea acerca de lo que sucedía en la Capitanía General de Chile durante el siglo xvii.7 Además, son utilizadas por el autor como argumentos que contribuyen a probar sus postulados éticos y morales, adquiridos durante su vida, marcados por su paso como discípulo de la Compañía de Jesús. Pero, recalcamos que lo medular del texto es la narración de su cautiverio y por ello nos hemos dedicado a realizar un detenido estudio de la obra. Como metodología de análisis fijamos un conjunto de diecinueve aspectos a considerar, los que están expuestos más adelante. Éstos procuran dar una cuenta ordenada de todos los datos y antecedentes que el autor entrega en su relato. Ello nos exigió estar atentos a la lectura para ordenar y clasificar la información de acuerdo a qué aspecto correspondía el antecedente entregado, separando y valorando la información. Estimamos que de este modo el lector interesado en la crónica tendrá a su disposición la información completa y ordenada. No descartamos que pueda hacerse una malla de análisis con una mayor cantidad de ítemes, pero creemos que nuestro listado puede ser bastante útil. El que los lectores tengan un conjunto de aspectos a considerar les facilita la comprensión y, lo más importante, les propone un desafío, intentar ampliarlos para profundizar aún más en el estudio de la crónica. La malla de análisis que hemos desarrollado no fue previamente elaborada por nosotros, sino que es el resultado del desglose de los párrafos que consideramos más importantes en el texto, sin dejarnos llevar por una idea preconcebida. Si el autor explicaba los alimentos que estaba consumiendo una familia mapuche, nos interesó conocer, en lo posible, llegar a determinar los distintos 7

Barros Arana, Diego. Historia general de Chile, Tomo V, Editorial Universitaria y Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 2000. Parte iv, Capítulo vigésimocuarto, p.304.

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componentes, como también las modalidades que ellos tenían para consumir tales productos. Un aspecto adicional vinculado con el método de trabajo, y no por ello menos importante, lo constituye la lectura conjunta y en voz alta del texto, de manera que, cualquiera de los dos, al captar algo que considerase importante, detenía inmediatamente dicha lectura, para discutir y evaluar el contenido. El paso siguiente consistía en incorporarlo dentro del listado de aspectos previamente establecidos, con lo cual la información se fue ordenando y enriqueciendo progresivamente. Estamos conscientes de que hemos puesto varias citas que pueden estar repetidas en distintos lugares de la malla que elaboramos. Si no hemos eliminado las duplicaciones se debe a que consideramos que la obra puede ser leída de acuerdo con los intereses de cada lector. Así, cada uno podrá seleccionar el conjunto de aspectos que desee, para lo cual las referencias aparecen más completas. Paralelamente, desde el análisis, se desprendió un trazado de la posible ruta de Francisco Núñez de Pineda en su tránsito por el territorio mapuche a contar de la batalla de Las Cangrejeras, hasta su retorno al fuerte de Nacimiento, como se aprecia en el mapa adjunto, el que elaboramos sobre la base de la información contenida en el texto. Aspectos considerados en la crónica

1. Datos autobiográficos del autor. 2. Cronograma del cautiverio. 3. Datos geográficos. Toponimia de la Araucanía 4. Conceptos en lenguas indígenas mencionados en la crónica. 5. Nombres propios de personas citadas por el autor. 6. Organización social y política de los mapuches. 7. El mapuche y la guerra (armas, combates, tácticas y trato a prisioneros). 8. Fiestas y reuniones sociales de los mapuches. 9. Alimentación y bebidas consumidas por los indígenas. 10. El mundo de los valores y las costumbres mapuches. 11. El trabajo y otras costumbres domésticas entre los mapuches. 12. Vestimenta mapuche. 13. La vivienda, otras construcciones, artes y artesanías. 14. Juegos y entretenciones de los mapuches. 15. Creencias religiosas de los mapuches.

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16. Medicina mapuche. 17. Críticas del autor al mal gobierno de la Capitanía General de Chile y a los modos de conducir la guerra. 18. La mujer indígena y su papel en la sociedad mapuche. 19. Las llamadas «digresiones» (aparentes «rupturas del discurso»).

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Mapa que ilustra la ruta del cautiverio de Pineda

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datos autobiogrĂĄficos del autor

capĂ­tulo 1 Datos autobiogrĂĄficos del autor

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La niñez Los primeros pasos de mi niñez, ocupándome en el ejercicio de virtud y letras hasta los diez y seis años, que de esta edad senté plaza de soldado por orden y gusto de mi amado padre, que cuidó primero de darme la educación y enseñanza que deben dar los padres a los hijos; pues, habiendo quedado de cinco a seis años, me entregó a los padres de la Compañía de Jesús; porque de tan tierna edad quedé sin madre (75). El tiempo de mi niñez hasta los dieciséis años ocupé en el ejercicio de las letras, si bien en poco no se puede adquirir mucho [...] Después de haber cursado las escuelas algún tiempo y llegar a penetrar con el discurso algo de lo que la ciencia filosófica nos muestra; por ciertos juveniles desaciertos [...] determinó sacarme de la clausura y colegios adonde desde edad de seis a siete años me había puesto, habiendo quedado de ese tiempo sin madre por habérsela llevado Dios (240-1).

Familia del cronista Le respondí [a Quilalebo] que no tenía más que dos hermanas, que estaban en un monasterio de monjas, adonde se habían criado desde muy pequeñas (686).

Sienta plaza de soldado Mandóme [mi padre], como queda dicho, fuese a servir a Su Majestad con una pica en una compañía de infantería española, y ocupase su lugar (75, 242). Y, habiéndome mandado a servir de soldado mero, sin oficio ni preeminencia alguna le signifiqué parecería más bien que yo principiase el real servicio con una bandera o jineta de capitán [...] me respondió con algún desabrimiento que no sabía lo que decía, como muchacho; que cómo había de saber mandar sin haber sabido obedecer (76).

Ingreso al Ejército (1625)

En el capítulo 12 (706), el autor menciona que «el año de veinte y cinco, cuando la guerra andaba más viva y sangrienta, asenté plaza de soldado»: Estando gobernando los estados de Arauco de maestro de campo general mi padre —que Dios tenga en su gloria—, me hizo llevar a ellos luego que quedé sin madre, como queda a los principios ma24


datos autobiográficos del autor

nifiesto, y fui de tan pocos años, que apenas tendría siete. Entróme en el convento o casa de residencia que allí tenían los padres de la Compañía de Jesús [...] allí [estuvo a cargo de] Rodrigo Vásquez y Agustín de Villaza. [En la capilla] había una imagen de la Virgen Santísima del Popolo, en un lienzo pintada con tal perfección y arte, que, luego que se entraba por la puerta, ponía los ojos fijos y miraba a todos de hito en hito (880).

Relato de la derrota Estando sirviendo al rey, nuestro señor, en el tercio de San Felipe de Austria, ocupado en una compañía de infantería española, en la derrota que tuvo el tercio en el sitio y paraje que llaman Las Cangrejeras, después de haber degollado el enemigo más de cien soldados de la infantería que estaba a mi cargo, me apresaron y llevaron a sus tierras, malherido y maltratado (77). Una legua de nuestro cuartel —como queda referido— llegaron más de ochocientos indios enemigos, y en un estrecho paso del estero que llaman Las Cangrejeras nos aguardaron resueltos y alentados, adonde tuvimos el encuentro y batalla campal (259). Llegó la primer cuadrilla de hasta doscientos indios al referido paso de Las Cangrejeras [...] adonde embistió con ellos y trabó su escaramuza por apoderarse del paso que tenían ganado, y ellos por defenderle con los nuestros, de suerte que fue la suya tan buena que en aquel primer encuentro degollaron quince españoles y cautivaron tres o cuatro, obligando a los demás a retirarse a una loma rasa cercana al paso, y aguardar la infantería que con toda priesa marchaba a mi cargo [...] Cuando en el alto de la loma me puse con la infantería [...] como capitán más antiguo de infantería, disponiendo los soldados que conmigo acababan de llegar con el mejor orden que pude, entreveradas las picas con la arcabucería, fui marchando para el enemigo (262). Y, estando yo haciendo frente en la vanguardia del pequeño escuadrón que gobernaba, con algunos piqueros que se me agregaron [...] no habiendo podido resistir la enemiga furia, quedaron muertos y desbaratados mis compañeros, y los pocos que conmigo asistían iban cayendo a mi lado algunos de ellos, y, después de haberme dado una lanzada en la mano derecha, quedando imposibilitado de manejar las armas, me descargaron un golpe de macana [...] me derribaron en tierra dejándome sin sentido [...] cuando volví en mí y cobré algunos alientos, me hallé cautivo y preso de mis enemigos (263-4).

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maulicán y francisco

Tras la derrota trata de ocultar su identidad Llegó a nosotros un indezuelo, ladino en nuestro vulgar, quien había guiado la junta y traído el ejército enemigo a la estancia y heredad de su amo encomendero y a otras comarcanas, que a pocos días antes del suceso se había de nosotros ausentado y agregádose a los enemigos por algunas vejaciones y tratamientos malos que había recibido [...] quien, con otros amigos y compañeros suyos —a quienes había manifestado quien yo era—, llegó al sitio y lugar adonde me tenían despojado de las armas y de la ropilla del vestido, diciendo en altas voces: muera, muera luego este capitán sin remisión ninguna, porque es hijo de Alvaro Maltíncampo (267).

El cacique Lientur lo defiende en la asamblea Tú sólo [a Maulicán, captor del cronista], capitán esforzado y valeroso, te puedes tener en la ocasión presente por feliz y el más bien afortunado [...] pues te ha cabido por suerte llevar al hijo del primer hombre que nuestra tierra ha respetado y conocido [...] Este capitán que llevas es el fundamento de nuestra batalla, la gloria de nuestro suceso y el sosiego de nuestra patria; y, aunque te han persuadido y aconsejado rabiosos que les quites luego la vida, yo soy y seré siempre de contrario parecer (271).

Tío sacerdote Un tío [del autor] [...] predicador y presentado de la religión sagrada de nuestro padre San Agustín, que asistió con el gobernador desde que se principiaron los tratos de mi rescate hasta que se efectuaron (954).

Este sacerdote agustino acompañaba a la dotación que acudió al fuerte de San Cristóbal, junto con un mercedario y con el cura del tercio de San Felipe, acompañados de muchos capitanes amigos del autor y de su padre. Nombres de algunos capitanes y sacerdotes que lo reciben a su regreso del cautiverio Entróme dentro de su sala [don Luis Fernández de Córdoba y Arce] después de haber yo saludado y abrazado al sargento mayor del reino, a los capitanes y amigos, y, asentados en unas sillas de campaña en capellán mayor, fray Francisco Ponce de León, que así se nombraba, mi tío fray Juan Jofré de Loayza, el cura y vicario del tercio, don Luis Jofré de Loayza, deudo mío, y el sargento mayor Juan Fernández Rebolledo (956). 26


datos autobiográficos del autor

Viaje a las tierras de su padre desde Yumbel El capitán Pedro de Ayala, camarada y amigo de mi padre, quien cuidaba de nuestro viaje (958).

Hacienda de propiedad del padre del autor Cogimos la derrota para Gomero, que así se llamaba una heredad y estancia de mi padre, adonde, demás de los indios que asistían en ella para la labranza y beneficio de la hacienda, había otros cuarenta efectivos en las minas de Quilacoya (960).

1655: referencias que hace el autor al escribir la crónica En el capítulo 15 del discurso 3 el autor menciona que: Yo estaba por gobernador de las fronteras de Boroa, Imperial, Toltén, Villarrica y sus contornos, cuando me ordenó el gobernador y capitán general que saliese con los soldados de mi cargo, así indios como españoles, en compañía del maestro de campo general para las tierras de Junco y Río Bueno, adonde el antecedente año había tenido el dicho maestro de campo una gran pérdida de capitanes valerosos y soldados (578).

Más adelante, en la página siguiente, a propósito de un alzamiento indígena, el autor dice: Quedó el fuerte de Boroa cercado del enemigo, adonde tenía alguna hacienda y un hijo mío. Embistiéronle dos o tres veces con fuerza de más de cinco mil indios a llevársele; y, si cuando yo llegué a gobernarle no pongo todo mi cuidado en hacer de nuevo la muralla, con estacas nuevas y de buen porte, se llevan el fuerte. Finalmente, se defendieron valerosamente los que le asistían, y como fue el cerco de más de un año, necesitaron de valerse de la hacienda que tenía en mi casa, que serían cerca de tres mil pesos con la plata labrada y los reales, de que hicieron balas para defenderse, y la ropa la gastaron en vestirse y conchabar al enemigo algún sustento; todo lo cual sacaron de mi casa por acuerdo del cabo que había quedado, del fator y de los demás; y, como cuando llegamos a las fronteras hallé mis estancias despobladas y por cuenta del enemigo toda la demás hacienda de ganados y indios de mi encomienda, me vi obligado, después de haber sacado la gente de aquel fuerte —que me costó harto cuidado y desvelo, siendo maestro de campo general del ejército—, a querer valerme de la hacienda que para socorrer los soldados y para otras facciones del servicio de su majestad me habían sacado de mi casa (580).

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Continúa el autor señalando que tras de hacer intensos trámites: con que se me satisfizo la mitad de lo que Su Majestad había gastado por su cuenta, que fueron setecientos pesos de los que me deshicieron de plata labrada y reales para balas; y lo que trocaba a la deuda de los soldados [...] que yo cobrase de ellos [...] y como los soldados estaban divididos en diferentes compañías, quién había de andar cobrando diez pesos del uno y cuatro de otro, en retazos que no eran de provecho; con que hasta hoy me quedé sin mi hacienda (580).

Comentarios a este tema Como se desprende del título del presente capítulo, llama la atención la parquedad del autor para entregar antecedentes acerca de su vida, ya sea durante el período de la niñez, en la juventud o en su madurez, lo que contrasta con las cuidadosas observaciones que realizó durante su permanencia como cautivo entre los mapuches. Es posible que ello se deba a que quiso mostrarse muy humilde, para pasar desapercibido y no pecar de orgulloso, debido a su educación con los jesuitas, que, entre otros valores, planteaban la necesidad de practicar la virtud de la humildad. En el mundo colonial, un buen cristiano debía caracterizarse por su entrega a los demás, negándose a sí mismo. Es por ello que puede apreciarse como una de las constantes en las críticas que hace en su crónica a los conquistadores, soldados, funcionarios o sacerdotes la excesiva avidez de riquezas y honores mundanos que manifestaban. Él se exige a sí mismo, mostrando este rasgo tan particular. Incluso, no debemos olvidar que hace mención en su obra a que no efectúa ningún cobro de deudas a muchos soldados, demostrando con esta actitud que, para él, los bienes materiales y el dinero tenían un valor secundario (580). Este último rasgo reafirma lo pensado por nosotros en cuanto a que el autor fue un hombre de sólidos principios cristianos, siempre muy preocupado de su prójimo y constantemente interesado en acrecentar sus conocimientos, lo que se refleja en los fundamentos que esgrime, y los autores que utiliza, cuando incorpora las llamadas «digresiones» en su discurso. Esta característica de su personalidad impregna la obra, como percibimos que le imprimió carácter a su vida. Es lamentable que no exista una información más completa acerca de la vida del autor, debido a que éste no consigna una mayor cantidad de referencias o datos respecto a su vida personal.

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