COOPERAR EN FEMENINO: POLÍTICAS Y PRÁCTICAS DE COOPERACIÓN CON PERSPECTIVA DE GÉNERO
BELÉN GARCÍA CABEZA (ED.) Investigadora experta en Género y Educación de la Facultad de Ciencias de la Educación Universidad de A Coruña
Valencia, 2010
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ÍNDICE PRÓLOGO ............................................................................................. Patricia Faraldo Cabana
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INTRODUCCIÓN ................................................................................. Belén García Cabeza
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PARTE I GÉNERO Y COOPERACIÓN EN DIÁLOGO: ELEMENTOS PARA EL DEBATE GÉNERO EN LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO. UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES ..................................................................................... Irene López Méndez ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL RÉGIMEN INTERNACIONAL DE PROMOCIÓN DE LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LAS NACIONES UNIDAS................................................................................................. Irene Rodríguez Manzano MARCO TEÓRICO PARA LLEVAR EL GÉNERO A LA PRÁCTICA EN LA COOPERACIÓN AL DESARROLLO ...................................... María Paz Caínzos Rodríguez
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PARTE II POLÍTICAS DE COOPERACIÓN CON PERSPECTIVA DE GÉNERO EL DESARROLLO DE LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA PARA AVANZAR EN LA IGUALDAD DE GÉNERO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. ................................................................................................ Raquel Tomás Pérez LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA EN CENTROAMÉRICA: EL PROGRAMA DE COOPERACIÓN REGIONAL EN MATERIA DE GÉNERO. .............................................................................................. Ana de Mendoza Barberá
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ÍNDICE
POLÍTICAS PÚBLICAS DE IGUALDAD DE GÉNERO: LA IGUALDAD EN LA COOPERACIÓN GALLEGA .......................................... Paula Cirujano Campano
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PARTE III OBJETIVOS DE LA COOPERACIÓN: EXAMINANDO LOS DERECHOS HUMANOS CON LENTES DE GÉNERO VIOLENCIA DE GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS EN LA INFANCIA. CONSIDERANDO A LAS NIÑAS. ...................................... Begoña Leyra Fatou MUJER E INFANCIA EN LA COOPERACIÓN AL DESARROLLO Esther Cerro Alonso SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA DE LAS MUJERES COMO OBJETIVO DE COOPERACIÓN ......................................................... Ana María García Fernández PARTICIPACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA DE LAS MUJERES COMO OBJETIVO DE COOPERACIÓN. DIFICULTADES E INCOHERENCIAS....................................................................................................... Rosa María Ricoy Casas
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PARTE IV DE LA RETÓRICA A LA ACCIÓN: EXPERIENCIAS DE CAMPO UNA EXPERIENCIA DE COEDUCACIÓN EN NICARAGUA: LA IGUALDAD DE GÉNERO COMO CONDICIÓN PARA EL DESARROLLO ................................................................................................ Ana Iglesias Galdo
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IMPLICADAS NO DESENVOLVEMENTO: DIEZ AÑOS TRABAJANDO DESDE EL GÉNERO..................................................................... Andrea Manuela García Corzo
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RETOS Y DIFICULTADES EN EL TRABAJO CON PERSPECTIVA DE GÉNERO. LA RETÓRICA FRENTE A LA PRÁCTICA ............... Vanessa Míguez Martín
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PRÓLOGO PATRICIA FARALDO CABANA1
Este libro colectivo que tengo el honor de prologar es uno de los frutos del Convenio de colaboración firmado el 10 de octubre de 2007 entre el Parlamento de Galicia y la Universidade da Coruña para, entre otros objetivos, desarrollar actividades formativas relacionadas con la formación e investigación en materia de género y cooperación. El Convenio estuvo vigente hasta el 31 de diciembre de 2009, habiendo decidido la nueva mayoría surgida de las elecciones gallegas de marzo de 2009 no prorrogarlo. Tras haber sido nombrada directora de la Oficina para la Igualdad de Género en octubre de 2008, me encontré con que lo primero que había que hacer era organizar unas jornadas sobre género y cooperación en ejecución de este acuerdo. La celebración de las jornadas Cooperar en femenino: políticas y prácticas de cooperación con perspectiva de género, en noviembre de ese mismo año, hubiera sido imposible sin el entusiasta y competente trabajo de Belén García Cabeza, que en ese momento colaboraba con la Oficina para la Igualdad de Género. Belén García, con una destacada formación en temas de género e igualdad, tenía una idea muy definida de lo que podía ser de interés tanto para la comunidad universitaria como para las organizaciones de cooperación a nivel local y autonómico, que se plasmó en un programa completo, que iba de lo general a lo particular y de la teoría a la práctica, con magníficas conferenciantes, contando también con la participación de organizaciones no gubernamentales. El éxito de las jornadas se debe fundamentalmente a ella. Con el fin de que lo que aprendimos estuviera al alcance de toda persona interesada decidimos publicar las ponencias. Para ello hemos contado con la aceptación de una editorial tan prestigiosa como Tirant lo Blanch, que con este libro consolida su importante línea dedicada a temas de género e igual-
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Patricia Faraldo Cabana es Directora de la Oficina para la Igualdad de Género y profesora titular de Derecho Penal de la Universidad de A Coruña.
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dad, y a quien agradezco, en la persona de Salvador Vives, su rápida acogida. En fin, nos encontramos ante un tema de gran relevancia, que exige combinar la teoría y la práctica para la mejora y el fortalecimiento de las políticas y los procesos de cooperación al desarrollo, de forma que sea posible analizar y comprender las causas de las desigualdades de género en ese marco, así como conocer los instrumentos normativos que determinan la necesaria introducción de la perspectiva de género y los problemas que se generan en la práctica. Desde la Oficina para la Igualdad de Género esperamos haber contribuido con esta publicación a mejorar el estado del conocimiento en la materia.
INTRODUCCIÓN BELÉN GARCÍA CABEZA1
“Una política multicultural democrática y deliberativa no relega a las mujeres, niños y niñas a sus comunidades de origen en contra de su voluntad, sino que alienta el desarrollo de su agencia autónoma frente a las identidades que les son asignadas”2.
Construir un marco de análisis de la realidad social implica comprender que la sociedad actual está atravesada por profundas desigualdades, donde las inequidades en términos socioeconómicos se entrelazan con las inequidades en términos de etnia y género. Fenómenos estructurales como el reconocimiento erróneo y la mala distribución de riqueza y poder, inciden en la persistencia de un orden social desigualitario que perdura en el tiempo. Más allá de los indudablemente encomiables logros normativos de la creación de conceptos jurídicos universales de igualdad y justicia social en el marco de los Derechos Humanos, el actual modelo de desarrollo perpetúa modos de organización social subordinantes en los que un gran número de mujeres se ven atrapadas. Paralelamente en las últimas décadas, nuevas y más ecuánimes ideas de distribución de riqueza y poder, se han visto aupadas por las acciones y reflexiones de corrientes de pensamiento crítico cuyo objetivo principal ha radicado en visibilizar exigencias y reivindicaciones hasta ahora consideradas en un segundo plano debido a la prevalencia de visiones más patriarcales, clasistas y racializadas de la sociedad. En esta línea, diversas autoras y autores han hecho énfasis en la necesidad de confeccionar un modelo de ciudadanía3 que —asentado
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Belén García Cabeza es investigadora experta en género y educación de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de A Coruña. Benhabib, Seyla. Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era global. Buenos Aires, Katz, 2006, p. 151. La multitud de formulaciones de ciudadanía ha quedado patente en las obras, entre otros, de Iris Marion Young, Charles Taylor, Will Kymlicka y Michael Walzer; en esta ocasión parece adecuado el remitirse a la propuesta de ciudadanía plena, realizada por la filósofa Alicia Miyares, por aunar
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en las bases de un diálogo democrático4— garantice la condición de las personas en tanto que sujetos políticos. Así, y retomando la idea de Benhabib expuesta anteriormente, el reforzamiento del sujeto político por encima del de la identidad —normativa y cultural5— asignada por la sociedad, a través de la paridad participativa y con el diálogo como herramienta fundamental, debe ser la premisa esencial sobre la que se apoye el ejercicio de la ciudadanía. Y es aquí donde la educación cobra un papel protagónico. Es el ámbito de la educación el marco idóneo para la elaboración de las reflexiones acerca del entramado social. Es desde la educación desde donde la reflexión crítica acerca de las desigualdades de género es un “imperativo ético y una necesidad política”6. Y, en definitiva, donde se torna imprescindible la construcción de una estructura de conocimiento que permita, modificar las situaciones injustas, a través de formulaciones de reivindicación real de una transformación social, que impliquen la reestructuración del “marco generador subyacente”7 y cuyo fin sea formar ciudadanos y ciudadanas que participen de la sociedad mediante el ejercicio de una igualdad efectiva de oportunidades y trato. Universidad: ¿crisis u oportunidad? “La universidad constituye el lugar por excelencia en el que se ha de garantizar y ejercer la libertad incondicional de palabra y de cuestionamiento: el derecho a decir todo”8.
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los requisitos de reconocimiento y redistribución, así como la participación ciudadana y la elección. Cfr. Miyares, Alicia. “Multiculturalismo, coeducación y ciudadanía”, en Cobo, Rosa (ed.). Interculturalidad, feminismo y educación. Madrid, Los libros de la catarata, 2006, pp. 34-54. Fraser, Nancy. “La justicia social en la era de la política de la identidad: redistribución, reconocimiento y participación”, en Fraser, Nancy y Honneth, Axel. ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico. Madrid, Morata, 2006, pp. 69-71. Miyares, Alicia, op. cit. Cobo, Rosa. “Prólogo”, en Cobo, Rosa (ed.). Educar en la ciudadanía. Perspectivas feministas. Madrid, Los libros de la catarata, 2008, p. 18. Fraser, Nancy, op.cit., p.72. Derrida, Jacques. Universidad sin condición. Madrid, Trotta, 2002, solapa frontal.
INTRODUCCIÓN
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En 1994, Boaventura de Sousa Santos identificó tres grandes contradicciones que generan crisis en la universidad: por una parte, surge una crisis de hegemonía de la institución, que deriva de la no correspondencia entre las demandas de la sociedad y las propias funciones que tradicionalmente ha desempeñado; en segundo lugar, aparece una crisis de legitimidad, como resultado de la pérdida del reconocimiento de la capacidad de ésta para dar una respuesta a la escisión entre la jerarquía de los saberes y las exigencias de la democratización universitaria; por último, se ha generado una crisis institucional, producto de la contradicción entre el énfasis de su autonomía y las crecientes presiones sociales de mercantilización. Si bien el sociólogo portugués define estas problemáticas, también considera que se han convertido en un desafío que invita a formular respuestas transformadoras. Propongo. entonces, como modo de empezar a dar respuesta a estas contradicciones, que la universidad se convierta en agente y espacio de acercamiento de horizontes simbólicos, de saberes académicos y no académicos. Este proceso ha de apoyarse indefectiblemente en el desarrollo de su autonomía —que no aislamiento de la vida social de la cual hace parte— y en el diálogo de facto democrático. Uno de los campos que definitivamente ha de ayudar en este propósito es la cooperación en el ámbito universitario, que, como afirma el Código de conducta de las universidades en materia de cooperación al desarrollo, “se inscribe en el esfuerzo global que instituciones y organizaciones sociales realizan a favor de un compromiso solidario capaz de contribuir al avance del desarrollo humano y la sostenibilidad en el mundo”9. La propia naturaleza de la cooperación nos remite, pues, a su comprensión como un modo de acción y respuesta a las condiciones desiguales en los ámbitos socioeconómico, político y cultural; mas sería erróneo el considerar acciones de cooperación neutras, que obvien el enfoque de género, pues la cooperación en femenino proporciona nuevas miradas igualitarias a problemas de hombres y mujeres, resignificando no solo las realidades sino las respuestas que se les dan.
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CRUE. Código de conducta de las universidades en materia de cooperación al desarrollo. Artículo 25, 2005.
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A modo de conclusión, el presente trinomio Género-CooperaciónUniversidad ha de materializarse en tres líneas de actuación como son la formación, la sensibilización y la investigación; todo ello encaminado a trascender las barreras de lo meramente académico para alcanzar una mayor visibilización de los mundos no hegemónicos y, superada la retórica, generar acciones orientadas a transformar la multiciplidad de formas de exclusión. La propia libertad incondicional de cuestionamiento, sugerida por Derrida, ha sido la motivación fundamental que me ha llevado, desde mi labor para la Oficina para la Igualdad de Género de la Universidad de A Coruña, a dirigir, en noviembre de 2008, las jornadas Cooperar en femenino: políticas y prácticas de cooperación con perspectiva de género. Gran parte de las aportaciones realizadas en el marco de las jornadas por personas expertas en género, cooperación y desarrollo, representantes de la Administración pública, universidades, consultorías externas, institutos de investigación y ONGD han cristalizado en las próximas páginas, que aspiro puedan contribuir a la consolidación del género como categoría analítica, perspectiva política y marco ético.
BIBLIOGRAFÍA BENHABIB, Seyla. Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era global. Buenos Aires, Katz, 2006. COBO, Rosa (ed.). Educar en la ciudadanía. Perspectivas feministas. Madrid, Los libros de la catarata, 2008. CRUE. Código de conducta de las universidades en materia de cooperación al desarrollo, 2005. DERRIDA, Jacques. Universidad sin condición. Madrid, Trotta, 2002. FRASER, Nancy y HONNETH, Axel. ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico. Madrid, Morata, 2006. SOUSA SANTOS, Boaventura de. La universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad. México, UNAM, 2005.
PARTE I GÉNERO Y COOPERACIÓN EN DIÁLOGO: ELEMENTOS PARA EL DEBATE
GÉNERO EN LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO. UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES IRENE LÓPEZ MÉNDEZ Experta en Cooperación Internacional y Políticas de Género
El presente artículo es producto de un taller llevado a cabo sobre el tema, en las Jornadas de la Universidade da Coruña el 28 de noviembre de 2008. La idea era debatir hasta qué punto los Objetivos de Desarrollo del Milenio, tal como habían sido formulados y se estaban interpretando y aplicando, podían constituir una oportunidad para promover los derechos humanos de las mujeres. Para ello, en primer lugar, nos pareció necesario contextualizar los aspectos relativos a la igualdad de género en relación a la Declaración del Milenio, como un paso más en la agenda internacional del desarrollo y los derechos humanos desde la década pasada. A continuación nos centramos en analizar las aportaciones del ODM3 relativo a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento, teniendo en cuenta que recogía tanto el concepto de igualdad de género como el de empoderamiento, para después sopesar hasta qué punto las metas e indicadores retenidos para el ODM3 eran coherentes y aportaban luces o más bien sombras para la aplicación y desarrollo de un objetivo tan ampliamente formulado. En relación al cumplimiento del ODM3 utilizamos el ejemplo de El Salvador para dar cuenta de algunos de los principales retos con los que se enfrentan gobierno y sociedad civil para responder cabalmente al cumplimiento real (que no solo formal) que puede requerir tal objetivo. Y ello, de acuerdo a la interpretación más amplia que nos da el enfoque de derechos aplicado a la igualdad de género, por la cual, es necesario comprometer una transformación de fondo de las relaciones de género si realmente se quiere avanzar en este objetivo. Por último, y no por ello menos importante, cuando hablamos de igualdad de género en relación a los ODM no nos podemos quedar con la observación del único ODM específico así titulado (el 3), sino que se hace especialmente perentorio establecer los vínculos e interre-
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lación con el resto de ODM, lo que es cuestión de la llamada “transversalización” o “mainstreaming” de género, con lo que pretendimos dejar apuntados los principales retos pendientes para que los ODM constituyan realmente un marco de impulso para los derechos humanos de las mujeres en la agenda de desarrollo de este nuestro nuevo siglo XXI. Sumario: 1. Contextualizar la igualdad de género en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. 2. Ideas fuerza del ODM3: igualdad de género y empoderamiento. 3. ¿Cuánto aportan las metas e indicadores del ODM3 a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres? 3.1. ¿Se está cumpliendo este objetivo? “Relativizar el optimismo”: el caso de El Salvador. 4. Más allá del ODM3: el reto de la transversalización. 5. Reflexiones a modo de conclusión. 6. Bibliografía
1. CONTEXTUALIZAR LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO No debemos perder de vista que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se originan en la Declaración del Milenio septiembre 2000 como marco de prioridades para el desarrollo en el siglo XXI, cuya razón de ser no era otra que la de concretar, hacer medible y exigible los avances hacia el desarrollo, con una voluntad ampliamente compartida a alto nivel, de 189 países desarrollados y en desarrollo y Organismos Internacionales, incluidos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Recordemos que los ODM nos marcan, desde el año 2000, una hoja de ruta, con ocho objetivos, 18 metas y 48 indicadores acordados para poder medir los progresos en el desarrollo en un doble horizonte temporal, 1990-2005 y 1990-2015. Siendo los ocho objetivos retenidos los siguientes: • Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre • Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal • Objetivo 3: Promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres • Objetivo 4: Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años
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• Objetivo 5: Mejorar la salud materna • Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades • Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente • Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo Qué duda cabe que los ODM presentan fortalezas y debilidades como instrumentos en relación a la promoción de la igualdad de género y los derechos de las mujeres, cuestión que es el núcleo central de la reflexión del presente escrito, y así ha sido puesto de manifiesto por parte de la crítica feminista internacional, en la cual me incluyo. La tendencia a comprender los ODM en el marco de un enfoque economicista neoliberal sigue poniendo demasiado énfasis en una concepción del desarrollo más basado en los medios y el crecimiento económico, que en términos de bienestar humano y garantía de los derechos de las personas. Si nos quedamos con el mero enunciado de los objetivos, con sus metas e indicadores, difícilmente podremos enfocar las cuestiones estratégicas del desarrollo humano, que necesitan de transformaciones culturales, estructurales y políticas, así como la corresponsabilidad de países y gobiernos tanto del Norte como del Sur. En este contexto, es fácil que se produzca una “evaporación” de los derechos humanos y, con ella, de la igualdad de género. Por otro lado, llama poderosamente la atención la débil exigencia de rendición de cuentas a los gobiernos donantes e instituciones financieras internacionales respecto de los progresos en relación a los ODM. Ello se explica también por la escasa participación de la sociedad en la generación, debate, formulación y aprobación de la agenda del milenio, especialmente destacable la ausencia de las personas pobres y, llamativamente, de las mujeres. En este contexto se corre el riesgo de dejar de lado las principales áreas de interés relativas a los derechos de las mujeres, recogidas después de décadas de trabajo en el marco de Naciones Unidas, desde aquella primera década de las Naciones Unidas para las mujeres, en los años setenta, y pasando por su codificación en la Convención de la Mujer (CEDAW1) y su desarrollo programático y estratégico a
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Son las siglas en inglés correspondientes a la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación en contra de las Mujeres (1979).
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nivel planetario en la Plataforma para la Acción de Beijing. Tampoco podemos olvidar la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos, que se celebró en Viena en 1993, donde se afirmó que los derechos de las mujeres son derechos humanos, ni mucho menos la Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo de 1994, donde los gobiernos se comprometieron a promover y proteger los derechos sexuales y reproductivos. No nos equivoquemos. Los ODM no fueron pensados de modo autónomo: anclan su génesis en los derechos humanos y las estrategias de desarrollo acordadas en los años noventa y no están concebidos como sustitutos de los instrumentos anteriores de la Cooperación Internacional (incluidos los relativos a los derechos humanos de las mujeres, en los que participó ampliamente la sociedad civil), sino, más bien, como forma de renovar el impulso de las estrategias anteriores, en base a su especificidad, operatividad y sus plazos concretos. En definitiva, creemos que los ODM constituyen un acuerdo de mínimos al servicio de la realización de los derechos humanos y que la interpretación de género en relación a cada ODM ha de abordarse en el marco de los derechos humanos que le dan contenido cualitativo y fundamento: expresados, entre otros en la CEDAW y Beijing. Y lo creemos así porque sólo esta interpretación permite poner los ODM también al servicio de los derechos humanos de las mujeres.
2. IDEAS FUERZA DEL ODM3: IGUALDAD DE GÉNERO Y EMPODERAMIENTO Si hay algo especialmente significativo en el ODM3 es que se formula en los siguientes términos: “Objetivo 3. Promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”2. Ello sólo puede comprenderse como un definitivo reconocimiento de parte de los altos signatarios de la Declaración del Milenio de los principales anclajes conceptuales del movimiento feminista internacional de las últimas décadas en relación a los derechos de las mujeres: igualdad, género y empoderamiento. Sin ánimo de extendernos aquí en la profunda carga semántica, política e ideológica de cada una de estas ideas del pensamiento
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Las cursivas son nuestras.
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feminista en el desarrollo y la cooperación internacional, sí que es responsabilidad nuestra destacar que la única interpretación legítima de estos conceptos la encontramos en la fuente de su creación: el movimiento y pensamiento feminista de Género en el Desarrollo. Y desde la osadía que nos da el derecho y la razón histórica del movimiento feminista internacional y su traducción en derechos humanos codificados en el sistema internacional, entendemos que la igualdad entre mujeres y hombres significa que tengan el mismo estatuto y opten a las mismas oportunidades para realizar plenamente sus derechos humanos, así como participar en el desarrollo político, económico social y cultural y beneficiarse de sus resultados, en igualdad de condiciones. Y ante esto no hay excusas, ni axiología, ni falaces argumentaciones de respeto a la diferencia cultural. Se trata de una cuestión de derechos humanos fundamentales, Y, ante esto, hay la obligación por parte de los Estados de cumplir, hacer cumplir, respetar y garantizar los derechos humanos de las mujeres y, por parte de las organizaciones civiles, la de reivindicarlos y exigirlos. Si en lugar de hablar de igualdad de género preferimos traducir ese término como equidad de género, no seré yo quien diga que nos desencaminamos del objetivo, sólo que realizamos otros énfasis más ajustados a las realidades de muchas mujeres de América Latina o inmigradas en Europa. La equidad de género es el camino hacia la igualdad de género. Aunque a veces se utilizan como sinónimos y están indudablemente muy relacionados, no significan lo mismo. Equidad de género implica ser justo con hombres y mujeres e incluso la redistribución de recursos y oportunidades entre mujeres y hombres. E igualdad de género significa la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades, otorgando la misma valoración al conocimiento, experiencia y valores de hombres y mujeres. Algunas activistas de género en América Latina, e incluso instituciones políticas, prefieren la utilización del término equidad al término igualdad, pues interpretan que ésta puede ser meramente formal o retórica e implica muy pocos cambios en la situación real de las mujeres. Ello tiene también que ver con la falta de confianza de las mujeres en las leyes y las instituciones que han de garantizar la igualdad de trato en sus sociedades. Sin embargo, la igualdad de género no se refiere sólo a la igualdad formal (que sería un primer paso necesario, ya superado históricamente en todos los sistemas jurídi-
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cos de corte occidental), sino a la igualdad de hecho (real o de facto), lo que implica la necesidad de llevar adelante acciones positivas. La igualdad permite, por tanto, establecer tratos diferenciados respecto de los colectivos históricamente discriminados, en este caso por razón de su sexo, para revertir, de hecho, tal discriminación. Tales medidas, de acción positiva, no deben considerarse como privilegios o discriminaciones inversas, sino. más bien, formas concretas de realizar la igualdad. El ODM3 no podrá ser llevado a cabo en la práctica si no se adoptan este tipo de medidas, que pueden calificarse como medidas de equidad para conseguir la igualdad real. Otra idea que puede llevar a preferir el término equidad al de igualdad de género es su supuesta identificación con identidad. Eso se produce cuando interpretamos que igualdad significa igualación entre hombres y mujeres en beneficio de la identidad de género masculina. Es decir, seria equivalente a masculinización de las mujeres. En la evolución del concepto de igualdad, el pensamiento feminista ha ido poniendo el acento en la necesidad de tener en cuenta las diferencias entre los hombres y las mujeres, sus distintos atributos si se quiere, pero no como el fundamento de la discriminación, sino como aquello que, siendo constitutivo de la propia individualidad, presupone la posibilidad ontológica de la igualdad, ya que sólo pueden ser iguales los que son individuos y, por tanto, diferentes entre sí, como muy bien nos ha venido explicando Celia Amorós en su doctrina. La identidad se da entre dos sujetos que son indiscernibles bajo una predicación, mientras que la igualdad implica una relación de homologación o equiparación bajo un mismo parámetro de sujetos que son perfectamente discernibles entre ellos3. Promover la igualdad entre mujeres y hombres no significa hacer de ellos algo idéntico, sino. más bien, equivalente, es decir, significa otorgarles igual valoración. Promover la igualdad de género implica, por tanto, acabar con las discriminaciones basadas en el sexo, otorgando el mismo valor, los mismos derechos y las mismas oportunidades a mujeres y hombres en una sociedad determinada. Y es, por tanto, a la luz de este
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Amorós, Celia. “Igualdad e identidad” en El concepto de igualdad. Madrid, Pablo Iglesias, 1994, p. 31.
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mensaje que habrá que medir los esfuerzos que se desplieguen para conseguir el ODM3. Por otro lado, el empoderamiento es un término recogido en la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujeres en Beijing (1995) para referirse al aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Sin embargo, el término incluye, además, la toma de conciencia individual y colectiva del poder que ostentan las mujeres en la toma de decisiones a todos los niveles, sean de alta política o en la vida cotidiana. Desde nuestro punto de vista, el empoderamiento puede definirse como un proceso mediante el cual las mujeres, individual y colectivamente toman conciencia sobre cómo las relaciones de poder operan en sus vidas y ganan la autoconfianza y la fuerza necesarias para cambiar las desigualdades de género en la comunidad, en el hogar, en el Estado y en el mercado. Coincidiendo con la definición recogida por la Estrategia de Género de la Cooperación Española, el proceso comporta tanto una dimensión individual que “tiene que ver con la recuperación de la propia dignidad de cada mujer como persona”, como colectiva o política, que “pretende que las mujeres estén presentes en los lugares donde se toman las decisiones, es decir, ejercer poder”. Tal proceso supone ganancias para la comunidad en general y no una pérdida, salvo para aquellos que quieren seguir manteniendo una posición de privilegio y dominio sobre las mujeres. Una definición completa del empoderamiento es compleja pues incluye elementos cognitivos, políticos y económicos, pero también psicológicos y subjetivos, que actúan de manera interrelacionada. Un aspecto central del empoderamiento es la participación de las mujeres en la determinación de las necesidades, prioridades y estrategias de desarrollo, y en concreto, en los distintos espacios de poder que se generan en torno a las políticas, programas y proyectos de desarrollo y cooperación internacional. Además, el empoderamiento de las mujeres, junto con la transversalización, es una estrategia clave para conseguir la igualdad de género. De acuerdo con el Grupo de especialistas de Género del Proyecto del Milenio, el concepto de empoderamiento está relacionado con la igualdad de género, pero es diferente. El núcleo del empoderamiento está ligado con la capacidad de las mujeres de controlar su propio destino.