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CONCEPCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA ACCIÓN Y TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO

JOSÉ ANTONIO RAMOS VÁZQUEZ Doctor en Derecho Universidade da Coruña

Valencia, 2008


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ÍNDICE Estudio Preliminar del Prof. Dr. Tomás S. Vives Antón .................... Prólogo del Prof. Dr. Carlos Martínez-Buján Pérez ............................ Nota Previa............................................................................................ Plan de Investigación ............................................................................

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Capítulo I Fundamentación de una concepción significativa de la acción 1. INTRODUCCIÓN: PROPÓSITO Y ALCANCE DEL CAPÍTULO 2. LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE DEL “SEGUNDO WITTGENSTEIN” ............................................................................................... 2.1. La filosofía de Ludwig Wittgenstein: un primer acercamiento 2.2. La filosofía del lenguaje en el “segundo Wittgenstein”: un acercamiento a las Investigaciones Filosóficas ...................... 2.2.1. La crítica de Wittgenstein a la concepción agustiniana del lenguaje y, en particular, a la definición ostensiva 2.2.2. Parecidos de familia, juegos de lenguaje y formas de vida................................................................................. 2.2.2.1. La aparición de la noción de “juego de lenguaje” en el pensamiento del “último Wittgenstein” . 2.2.2.2. Los juegos de lenguaje en las Investigaciones Filosóficas ......................................................... 2.2.2.3. Las formas de vida: sociedad, lenguaje y mundo en las Investigaciones Filosóficas ................... 2.2.3. Las reglas y su seguimiento en las Investigaciones Filosóficas ...................................................................... 2.2.3.1. La actividad lingüística como actividad reglada ...................................................................... 2.2.3.2. Wittgenstein, reglas y escepticismo: la visión de Saul Kripke ................................................. 2.2.3.3. Saliendo del círculo escéptico: lenguaje, acción y reglas ............................................................. 3. DE LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE A LA FILOSOFÍA DE LA ACCIÓN. WITTGENSTEIN Y LA FILOSOFÍA DE LA MENTE . 3.1. Recapitulación: Wittgenstein y la filosofía del lenguaje ........ 3.2. Wittgenstein y la filosofía de la mente: la crítica wittgensteiniana a la concepción cartesiana de la mente ........................

83 94 94 106 106 121 121 130 140 149 151 161 166 176 176 183


ÍNDICE

3.2.1. La concepción cartesiana de la mente: una primera aproximación ................................................................. 3.2.2. La crítica de Gilbert Ryle a la “doctrina oficial” .......... 3.2.3. El denominado “argumento del lenguaje privado”. Planteamiento ....................................................................... 3.2.4. El diario privado: el referente de las sensaciones........ 3.2.5. La caja del escarabajo: la relación objeto-designación 3.3. El redescubrimiento de “lo mental”: abriendo la caja herméticamente cerrada de la mente ............................................... 4. CONCLUSIONES ...........................................................................

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183 190 196 234 247 257

Capítulo II La concepción significativa de la acción 1. INTRODUCCIÓN: OBJETO Y ALCANCE DEL CAPÍTULO....... 2. LA CONCEPCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA ACCIÓN ................ 2.1. Consideraciones previas: en pos del concepto de acción ........ 2.2. La acción y la gramática de la intención ................................ 2.2.1. De nuevo Wittgenstein .................................................. 2.2.2. Los criterios ................................................................... 2.2.3. Acción e intención: una relación interna ...................... 2.2.4. Conclusiones: “nada está oculto”................................... 2.3. La disolución del problema del concepto de acción: el concepto de acción como significado....................................................... 2.3.1. La disolución del problema del concepto de acción...... 2.3.2. La concepción significativa de la acción ....................... 3. UNA PRIMERA CRÍTICA A LA CONCEPCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA ACCIÓN: GONZÁLEZ LAGIER Y LAS “PARADOJAS DE LA ACCIÓN”....................................................................................

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Capítulo III De una concepción significativa de la acción a una reordenación de la teoría jurídica del delito

1. INTRODUCCIÓN............................................................................ 2. LOS EJES DEL SISTEMA PENAL ............................................... 2.1. La libertad de acción ............................................................... 2.2. La razón práctica ..................................................................... 3. TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO Y CONCEPCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA ACCIÓN ................................................................ 3.1. La estructuración del sistema penal ...................................... 3.2. La pretensión de relevancia ....................................................

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ÍNDICE

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3.2.1. Acción y omisión: remisión y nueva vuelta de tuerca.. 3.2.2. El tipo de acción ............................................................ 3.2.3. La cuestión de la causalidad ......................................... 3.2.4. Pretensión de ofensividad ............................................. 3.3. La pretensión de ilicitud ......................................................... 3.3.1. De nuevo, la intención: dolo e imprudencia ................. 3.3.2. La exclusión de la ilicitud ............................................. 3.4. La pretensión de reproche....................................................... 3.5. La pretensión de necesidad de pena .......................................

414 421 425 435 443 444 457 465 472

Conclusiones: Un nuevo inicio .............................................................. Bibliografía ............................................................................................

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Estudio Preliminar

LA CONCEPCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA ACCIÓN: PRESUPUESTOS, IMPLICACIONES Y CONSECUENCIAS 1. INTRODUCCIÓN Es para mí una satisfacción que J. A. Ramos, bajo la dirección de Carlos Martínez-Buján Pérez, haya llevado a cabo este trabajo, que versa sobre la que he llamado “concepción significativa de la acción” que, en su día, formulé; y, en este caso, a la satisfacción se une el honor de haber formado parte del Tribunal que lo calificó, reconociéndole, como no podía ser de otro modo, la excelencia que cualquier lector puede comprobar por sí mismo. Aquí podrían terminar estas palabras introductorias. Pero como de algún modo me siento responsable de la suerte de esta obra, porque la he provocado con la mía, quisiera decir algunas cosas más. Pues, desde luego, este no es un trabajo “dogmático” al uso; sino que dedica muchas páginas al estudio del pensamiento de Wittgenstein, antes de analizar las aplicaciones que yo me permití hacer de él (o, en todo caso, basándome muy especialmente en él) y eso no es, precisamente, lo que se acostumbra en nuestra disciplina que, en España, vive bastante ajena a todo lo que no sea la discusión de la doctrina penal alemana (los vientos de Italia soplan hoy con muchísima menor fuerza), en la que, en el mejor de los casos, nuestros penalistas son una voz más. Si algo he querido mostrar en los “Fundamentos del sistema penal” y en otros trabajos posteriores es que la doctrina penal alemana, tan enraizada en otro tiempo en las corrientes de pensamiento que determinaban el espíritu de la época, vive hoy, con significativas excepciones, al margen de lo que llamaré —aunque el nombre sólo sea una metáfora— paradigma lingüístico-pragmático1 que, se quiera o

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Vid. v.gr. Schnädelbach, H., en Schnädelbach-Martins Philosophie. Ein Grundkurs. Rowolts Taschenbuch, Vol I, Hamburgo, 1991, págs. 68 y ss.; Del Castillo, R. Conocimiento y Acción. El giro pragmático de la filosofía, UNED, Madrid, 1995, págs. 229 y ss.


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no, es el que marca la agenda del pensamiento actual y que la internalización de ese paradigma no sólo invita a “cambiar los ejemplos”, como se ha dicho por algún penalista alemán, sino, probablemente, a disolver algunos de los conceptos más básicos de la dogmática y, quizás también, a redefinir sus sistemas, métodos y fines. Me parece, pues, muy oportuna la atención que J. A. Ramos presta a Wittgenstein, a quien cabe atribuir un señalado protagonismo en el nacimiento de ese paradigma, y muy atinada, en general y, desde luego, excelentemente trabajada, la descripción que de su pensamiento efectúa. Sin embargo, creo que puede ser de alguna utilidad enmarcar su trabajo con dos tipos de consideraciones generales acerca de ese pensamiento, que no se solapan con la exposición de Ramos, sino que sólo pretenden situarla: la primera, referente al impacto de Wittgenstein en el pensamiento alemán y la segunda relativa al sentido global de su “filosofía”. Estimo útil, en primer lugar, analizar el impacto de Wittgenstein en el pensamiento alemán actual, pues aunque se trata de un austriaco, cuyo impulso “filosófico” nace del corazón de la cultura germánica, su pensamiento se desarrolla en el mundo anglosajón: cuando “retorna” a sus orígenes, la cultura a la que llega tiene que “recuperarlo”; y, en efecto, lo hace, bien que de modo no enteramente satisfactorio, como a continuación se expondrá tomando como referencia la recepción efectuada por Habermas2.

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Las dificultades de la recepción alemana de la filosofía de Wittgenstein han sido descritas, en general, por A. Wellmer, en Finales de partida: la modernidad irreconciliable, Madrid, Cátedra, 1996, págs. 255 y ss. En la obra de Habermas —en su contradictoria e insuficiente captación del pensamiento wittgensteiniano— se ponen de manifiesto esas dificultades de modo especialmente agudo. Quizás podría aventurarse la afirmación de que algunas de las confusiones que Wittgenstein quiso disolver se hallan situadas en el centro del pensamiento alemán. Al respecto, puede resultar muy ilustrativa la lectura de las últimas obras de Husserl —especialmente, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología transcendental, Crítica, Barcelona, 1991— en la medida en que ponen de manifiesto hasta qué punto la necesidad de concebir toda clase de conocimiento digno de ese nombre como epistemé, como ciencia se halla instalada en el corazón de la cultura alemana. Pero, ese es un tema que merece una análisis mucho más amplio que no puede llevarse a cabo aquí.


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Dadas las múltiples interpretaciones del pensamiento de Wittgenstein, su índole peculiar, de reflexión inacabada que progresa en espiral por medio de aforismos enigmáticos y el hecho de que su obra de la llamada segunda época no ha llegado a nosotros en la forma usual, de libros o artículos publicados por el autor, sino a través de recopilaciones de notas (que sólo en el caso de las Investigaciones Filosóficas constituyen un proyecto de libro) y de apuntes más o menos exactos de sus discípulos, parece de interés, en segundo lugar, dedicar algunas consideraciones acerca del sentido global de su pensamiento o, diciéndolo con mayor claridad, del modo de entenderlo según el cual redacté y sigo desarrollando la concepción significativa de la acción. También aquí seguiré utilizando a Habermas (a quien tanto debe mi desarrollo intelectual) como punto de referencia, frente al que se marcan algunas distancias básicas, que en modo alguno intentan empañar la admiración que su obra me produce ni esconder una gran convergencia de objetivos. Naturalmente, aunque cite en apoyo del entendimiento de Wittgenstein que propongo diversas opiniones ajenas que, sin duda, me han servido de guía, el único responsable de ese entendimiento soy yo. Por eso me satisface enormemente comprobar que, en líneas generales, el doctor Ramos lo comparte. Tras desarrollar esas reflexiones acerca del impacto y el sentido del pensamiento de Wittgenstein acabaré este estudio introductorio con algunas notas adicionales acerca de la concepción significativa de la acción, no porque considere que cuanto dice el doctor Ramos acerca de ella sea insuficiente; sino porque, con posterioridad a su trabajo, han visto la luz algunas publicaciones que él no pudo conocer y que merecen un comentario por mi parte.

2. LA IMPRONTA DE WITTGENSTEIN Para calibrar la importancia del pensamiento de Wittgenstein, como lugar de muchas de las preguntas y respuestas básicas en torno a las que gira el debate intelectual a día de hoy, trataré de exponer —sucintamente, aunque con algún detalle— el papel que ese pensamiento ha desempeñado en la obra de Habermas. Creo que, así, por referencia a un gran pensador alemán (no dudaría en escogerlo como el más importante que ha producido Alemania en los


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últimos cuarenta años) se pondrá de manifiesto claramente tanto la centralidad del pensamiento de Wittgenstein como la marginalidad de muchos de los cánones al uso en la doctrina penal alemana contemporánea (y, en consecuencia, como se ha dicho, en la española). Quizás haya mejores maneras de contribuir a que las páginas dedicadas a Wittgenstein —en esta y en otras obras— se tomen en serio por la doctrina; pero, la escogida no me parece la peor. A efectos expositivos, dividiré el análisis de la influencia de Wittgenstein sobre Habermas en tres partes: empezando por exponer el primer contacto, continuaré relatando el profundo estudio que le dedica en La lógica de las ciencias sociales y acabaré describiendo los desarrollos posteriores —la “pragmática universal” y la “teoría de la acción comunicativa”—. De todo ello, intentaré extraer algunas conclusiones que avalen la necesidad de incorporar el pensamiento wittgensteiniano al acervo desde el que se lleva a cabo la reflexión sobre el derecho penal.

2.1. El “retorno” de Wittgenstein El primer paso del análisis será pues un artículo publicado en 1965 con ese título (El retorno de Wittgenstein) en el que Habermas saluda la edición, en 1964, del segundo volumen de los Escritos filosóficos de Wittgenstein, en el que, junto a los Philosophische Bemerkungen, de 1930, se contenían dos escritos cortos de 19313. Con el título del artículo parece aludir Habermas al regreso de Wittgenstein desde la cultura anglosajona a la alemana, operado merced a la edición de sus obras, cuyo insospechado éxito subraya y parece atribuir a algunas “ventajas” que ofrecen, a saber: “El análisis del lenguaje nos desembaraza de nuestro sentido de la profundidad sin carecer del todo de sentido de la profundidad. Gozamos de las ventajas del positivismo sin compartir su tosquedad empirista. Nos hacemos radicales de la manera más plácida”4.

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El contenido coincide, en esencia, con el del volumen 2 las Werkausgabe in 8 Bänden editadas por Surkamp, en 1989, que transcribe, a su vez, el volumen 2 de la edición de bolsillo de 1984, que reproduce, revisado por Nyman y Schulte, el texto de 1961. Habermas, J., Perfiles filosófico-políticos, Taurus. Madrid, 1975, págs. 196 y 197.


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Según esta primera percepción, Wittgenstein se atuvo durante toda su vida al principio de que “la filosofía es crítica del lenguaje.” “De todos modos”, añade ulteriormente, “la actividad del análisis de lenguaje ocupa en el primer Wittgenstein una posición distinta que en el segundo.” En efecto, en “el Tractatus se deja guiar todavía por la desconfianza crítica frente al lenguaje ordinario”5. Pero, posteriormente, recupera la “vieja idea hermenéutica de que el lenguaje ordinario concreto representa un metalenguaje último que ya no es rebasable, es decir, una especie de límite trascendental”. De este modo, “la crítica del lenguaje pierde su aguijón crítico”. Wittgenstein, siempre según Haberlas, queda atrapado en la actitud positivista, que no le permite rebasar la dimensión concreta de los juegos del lenguaje que a su juicio, puede ser sobrepasada, por “el trabajo de las ciencias y la reflexión crítica de los filósofos... pues, de no ser así, todos habríamos decaído en nuestro derecho a la razón”6. Este primer contacto resulta, pues, negativo: muestra, junto a una serie de incomprensiones básicas, que ser irán poniendo de manifiesto, una valoración inadecuada.

2.2. La “recepción” de Wittgenstein Poco después, en 1967, con ocasión de su trabajo “Un informe bibliográfico: la lógica de las ciencias sociales”7 lleva a cabo una cala mucho más profunda en el pensamiento de Wittgenstein, realizada desde la perspectiva del esclarecimiento de las bases de las ciencias sociales en general y de la sociología en particular.

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Habermas expresa de modo algo tosco la idea de los dos Wittgenstein y su distinta posición ante el lenguaje ordinario, problema más complejo de lo que aquí parece dar a entender. Recuérdese que en Tractatus 5.5563 se había afirmado ya que todas las proposiciones de nuestro lenguaje ordinario están de hecho, tal como están, perfectamente ordenadas desde un punto de vista lógico. Vid. al respecto p.e. Connant, J., Le premier, le second et le dernier Wittgenstein, en Wittgenstein, derniéres pensées, Agone, Marsella, 2002, págs. 49 y ss. Habermas, J., Perfiles, cit. pág. 199. Vid. Habermas, J., La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1988, esp. págs. 173 y ss.


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Expone Habermas el punto de partida de ese nuevo approach a Wittgenstein en los siguientes términos: “Hoy la problemática tradicional de la conciencia ha sido sustituida por la problemática del lenguaje: la crítica transcendental del lenguaje disuelve la de la conciencia. Las “formas de vida” de Wittgenstein, que corresponden a los “mundos de la vida” de Husserl, no obedecen ya a las reglas de síntesis de una conciencia en general, sino a las reglas de la gramática de los juegos de lenguaje. De ahí que la filosofía lingüística no entienda ya, como la fenomenología, la conexión entre intención y acción a partir de una constitución de plexos de sentido, es decir, en el marco transcendental de un mundo que se construye a partir de actos de conciencia. El entrelazamiento de intenciones, con que también se topa el estudio de la acción intencional, ya no se explica por una génesis transcendental del “sentido”, sino mediante un análisis lógico de significados lingüísticos. El análisis lingüístico conduce, al igual que el fenomenológico, a la fundamentación de una sociología comprensiva que estudia la acción social en el plano de la intersubjetividad. Pero la intersubjetividad ya no se establece por el recíproco entrelazamiento de perspectivas virtualmente intercambiables en el mundo de la vida, sino que viene dada con las reglas gramaticales de las interacciones regidas por símbolos. Las reglas trascendentales conforme a las que se estructuran los mundos de la vida nos resultan ahora accesibles (en términos de análisis del lenguaje) en las reglas de los procesos de comunicación”8.

De ahí deriva, inmediatamente una consecuencia, que merece destacarse, a saber: que “las acciones sociales pueden ahora analizarse del mismo modo que las relaciones internas entre símbolos”9. Pero esa consecuencia sólo puede producirse “una vez que el positivismo lógico ha recorrido sus dos etapas de autocrítica” reflexiva, ambas marcadas por Wittgenstein. La idea del Tractatus, de un lenguaje universal que representa la realidad porque tiene en común con ella la forma lógica (“una red trascendental tensada en torno al bloque de los hechos”, usando la expresión de Habermas), quiebra también el hechizo positivista, en la medida en que lo que dice algo del mundo no es que pueda ser descrito con una determinada red, sino que una red permita describirlo mejor que otra10.

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Habermas, J., La lógica... cit. pág. 203. Habermas, J. La lógica... cit. págs. 203 a 204. Por esa, entre otras razones, he hablado de la concepción significativa de la acción y he rechazado las críticas de quienes entienden que llevo demasiado lejos la semejanza entre acción y lenguaje. Habermas, J., La lógica... cit. pág. 208. Vid. Tractatus, 6.341-6.342.


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El programa del “primer” Wittgenstein resultó, no obstante esa autocontención, impracticable11. El lenguaje significativo, en ese programa, podía construirse sólo sobre el modelo objeto-designación, es decir, sólo como un sistema de descripciones. Así, resulta desconocida —negada— la “irreductible diversidad” de los usos del lenguaje que emerge frente a esa imagen reduccionista en una ulterior y más profunda reconsideración. Esa reconsideración comienza, tras un largo período de abstinencia filosófica, en las Philosophische Bemerkungen (1930), que cita expresamente Habermas: “!Cuán extraño que la lógica hubiera de ocuparse de un lenguaje ideal y no del nuestro! Pues ¿qué habría de expresar ese lenguaje ideal? Sin duda, lo que ahora expresamos en nuestros lenguajes corrientes. Entonces son éstos los que han de investigar la lógica... El análisis lógico es, pues, el análisis de las oraciones tal como son. (Sería raro que la sociedad humana hubiera hablado hasta aquí sin llegar a producir, en conjunto, ni una sola oración correcta)”12.

Desde ese momento, hasta las Investigaciones Filosóficas y las obras posteriores, pasando, especialmente, como señala Urmson, por el Cuaderno azul (1933), hay un giro, que no es un giro lingüístico, sino uno pragmático: las palabras y las oraciones ya no son representaciones más o menos estilizadas de la realidad; sino herramientas con las que interactuar en ella. “La base del nuevo enfoque” dice Urmson, “es una nueva concepción del lenguaje; la vieja concepción del Tractatus, de que en principio existe el lenguaje científico perfecto con la sola tarea de describir el mundo es abandonada y el lenguaje es considerado como un conjunto indefinido de actividades sociales, que sirve cada una a un tipo diferente de intención.” “Cada uno de estos modos diferentes de usar el lenguaje es llamado por Wittgenstein un juego de lenguaje; sin duda existe un uso del lenguaje para describir el mundo y puede que haya un modo de hacerlo que pueda ser llamado razonablemente figurar; pero hay una serie de otros usos del lenguaje para dar órdenes, preguntar, agradecer, blasfemar, felicitar, orar”13.

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Habermas remite en este punto a la exposición de Urmson, J. O., en El análisis filosófico, Barcelona 1978. Son singularmente esclarecedoras las págs. 220 y ss. Philosophische Bemerkungen, 3 (he alterado levemente la traducción de M. Jiménez sin afectar, para nada, al sentido). Urmson, J. O., Enciclopedia concisa de Filosofía y Filósofos, Cátedra, Madrid, 1979, pág. 392.


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En I. Ph., 23, ofrece Wittgenstein una lista bastante extensa de tales “juegos del lenguaje”, que no son sino conjuntos de palabras y acciones primarias, en los que puede mostrarse de modo fácilmente aprehensible cómo el lenguaje adquiere sentido y cómo las palabras y oraciones, funcionan como herramientas sólo para usos determinados: fuera de ellos son como ejes que giran en el vacío y nada significan, pues dejan de cumplir su función14. Este profundo cambio es calificado por Habermas como “segunda etapa del análisis positivista del lenguaje”, la etapa de autorreflexión sociolingüística15. De modo que el reproche de positivismo se mantiene. Para Habermas, Wittgenstein “pese a la renuncia a un lenguaje ideal permanece todavía secretamente apegado al modelo de los lenguajes formalizados...” según el cual “...seguir una regla es aplicarla de forma idéntica. La equivocidad del lenguaje ordinario y la inexactitud de sus reglas es apariencia”, pues “todo juego de lenguaje obedece a un orden perfecto”16. Al formular esas ideas, dice Habermas que Wittgenstein no se percató de que “las reglas gramaticales comportan una necesidad de interpretación”17. Así, de una parte, se subraya la importancia de Wittgenstein para la elaboración de las ciencias sociales y se adoptan esencialmente las premisas de su concepción del lenguaje, despojándolas, claro está, de unos supuestos déficits y limitaciones presuntamente nacidos de su “actitud positivista”. Antes de seguir es preciso evaluar, siquiera sea prima facie, si esas apreciaciones de Habermas son mínimamente correctas. Su punto de partida es que el segundo Wittgenstein supera, en principio, el approach positivista del primero al conectar el significado, no con la estructura formal del lenguaje, sino con los juegos de lenguaje, en los que el entrelazamiento de palabras y acciones produce el sen-

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Vid. Fann, K. T. El concepto de Filosofía en Wittgenstein, Tecnos Madrid, 1992, pág. 91. El lenguaje se compara así, con una caja que contiene las más diversas herramientas. Habermas, J., La lógica... cit. pág. 212. La lógica cit. pág. 234. “El juego de lenguaje” añade “se coagula en sus manos como una entidad opaca”. Vid. también Habermas, J., Epílogo (1973) a Conocimiento e interés, Taurus, Madrid, 1986, pág. 301). La lógica cit. pág. 234. Por eso remite a la hermenéutica de Gadamer.


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tido a la vez que expresa una forma de vida. Sin embargo sostiene que ese nuevo modo de concebir el significado se atiene todavía al modelo de los lenguajes formalizados y funciona con su misma rigidez: su gramática no es menos exacta y unívoca que la de aquéllos, con lo cual el “segundo” Wittgenstein no habría salido del ámbito del positivismo. Pero, basta leer las Investigaciones Filosóficas para comprender que eso ni es ni puede ser así. En efecto, para no poner sino algunos ejemplos podemos tomar como punto de partida las reflexiones que sobre la exactitud se contienen en el número 88 de las Investigaciones: «Si le digo a alguien “!Detente aproximadamente aquí!” —¿no puede funcionar perfectamente esta explicación? ¿Y no puede también fallar cualquier otra? “¿Pero no es sin embargo inexacta la explicación?” ¡—Sí, ¿por qué no habría de llamarse “inexacta”? ¡Pero entendemos qué significa “inexacta”! Pues no significa “inusable”...».

Ulteriormente en el número 89, in fine, efectúa algunas consideraciones genéricas sobre la precisión, a saber: “Inexacto” es realmente un reproche y “exacto” un elogio. Pero esto quiere decir: lo inexacto no alcanza su meta tan perfectamente como lo exacto. Ahí depende, pues, de lo que llamemos “la meta”. ¿Soy inexacto si no doy nuestra distancia del Sol con 1 metro de precisión; y si no le doy al carpintero la anchura de la mesa a la milésima de milímetro? No se ha previsto un único ideal de precisión; no sabemos lo que debemos imaginar bajo este apartado —a no ser que tú mismo estipules lo que debe llamarse así. Pero te sería difícil acertar con una estipulación; con una que te satisfaga”18.

De modo que la exactitud requerida en cada caso depende de la actividad de que se trate; y, por ello, parece claro que la aplicable al hablar de problemas de la vida ordinaria no puede asemejarse a la requerida por un cálculo científico. Vista desde las exigencias de un cálculo, la inexactitud de las reglas del lenguaje ordinario no es sólo apariencia; y otra cosa es que, generalmente, pese a ella, tales reglas puedan usarse y sean útiles para cumplir sus fines. Pues de nada serviría en la vida ordinaria calcular la puntualidad en millonésimas de segundo.

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He rectificado la traducción contenida en la edición castellana de las Investigaciones por su evidente incorrección.


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Por lo que a la perfección respecta, Wittgenstein propone (en Investigaciones número 98) el siguiente problema: “Donde hay sentido tiene que haber orden perfecto.– Así es que tiene que hallarse el orden perfecto incluso en la oración más vaga.”

Pero, más adelante, utilizando la metáfora del juego, considera el problema así planteado como un malentendido. En efecto, (en Investigaciones número 100) dice lo siguiente: “Pero no es un juego si hay una vaguedad en las reglas”. —¿Pero no es un juego?— “Sí, quizá quieras llamarlo juego, pero en cualquier caso no es un juego perfecto.” Es decir: está contaminado y yo me intereso por lo que está limpio.– Pero quiero decir: Malentendemos el papel que juega el ideal en nuestro modo de expresión. Es decir: lo llamaríamos también un juego, sólo que estamos cegados por el ideal y no vemos por ello claramente la aplicación real de la palabra “juego.”

Y, después, (en Investigaciones número 107) concluye que “cuanto más cerca examinamos el lenguaje efectivo, más grande se vuelve el conflicto entre él y nuestra exigencia”19. De modo que, según lo expuesto, bien puede afirmarse que hasta aquí Habermas no había acabado de entender el sentido del pensamiento del “segundo” Wittgenstein. Por eso se hace preciso desplazarse a momentos ulteriores si se quiere determinar si llegó a asimilarlo adecuadamente.

2.3. La “superación” de Wittgenstein 2.3.1. La “pragmática universal” Frente al carácter “particularista” del análisis lógico del uso del lenguaje en Wittgenstein y sus discípulos, Habermas opone la idea de una “pragmática universal” correlativa a la “hermenéutica trascendental” de Apel. Particularmente ilustrativa es la fundamentación de esa hermenéutica trascendental que Apel ofrece:

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Acerca del sentido de las proposiciones de Wittgenstein, transcritas, que parece bastante claro puede, no obstante consultarse Baker and Hacker, An Analytical Commentary vol. I 2.º Blackwell Oxford 1981. La huida a la interpretación, que efectúa Habermas, no sólo no resuelve el problema del significado; sino que lo agudiza, pues si todo fuera interpretación no habría, en realidad, reglas (Investigaciones filosóficas, ed. Critica, Barcelona, 1988, números 198 a 202)


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“Dicho brevemente: el filósofo, en tanto que crítico del lenguaje, tiene que percatarse de que, al describir un juego lingüístico, él mismo utiliza un juego lingüístico específico, que está ligado reflexiva y críticamente a todos los posibles juegos lingüísticos. Por consiguiente, el filósofo presupone ya siempre que él en principio puede participar en todos los juegos lingüísticos o entrar en comunicación con las correspondientes comunidades lingüísticas. Pero con ello se establece un postulado que parece contradecir la tesis de Wittgenstein, según la cual los múltiples y diversos “juegos lingüísticos”, a los que él alude, no tienen en común nada más que un cierto “parecido de familia”; por tanto, ningún rasgo esencial común. En realidad, lo común entre todos los “juegos lingüísticos” radica, a mi juicio, en el hecho de que con el aprendizaje de un lenguaje —es decir, con la efectiva socialización en una “forma de vida” “entretejida” con el uso del lenguaje— se aprende a la vez algo así como el juego lingüístico, es decir, la forma humana de vida; se adquiere básicamente la competencia para reflexionar sobre el propio lenguaje o forma de vida y para comunicarse con todos los demás juegos lingüísticos”20.

A partir de la teoría de los “actos de habla” de Austin y de los posteriores desarrollos de Sellars, Habermas formula su “pragmática universal” distinguiendo cuatro pretensiones fundamentales de validez (inteligibilidad, veracidad, verdad y rectitud). Si se han satisfecho o no las dos primeras puede determinarse mediante el análisis de los correspondientes conjuntos de acciones; pero, en el caso de las dos últimas, la cuestión sólo puede resolverse mediante un consenso racional, esto es, en el seno de un discurso en el que sólo prevalezca la coacción del mejor argumento. Lo que, en ambos casos, presupone ese recurso a la argumentación racional, es una situación ideal de habla. Ese presupuesto es lo que tienen en común ambas pretensiones de validez. “Mi tesis” dice Habermas, “es pues: la anticipación de una situación ideal de habla es lo que garantiza que podamos asociar a un consenso alcanzado fácticamente la pretensión de ser un consenso racional”21.

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Apel, K. O., La transformación de la filosofía, Taurus, III, Madrid, 1985, pág. 331 (la primera edición alemana es de 1973). Sobre las analogías y diferencias con la pragmática “universal” vid. Habermas, J. “¿Qué significa pragmática universal?”, (1976) en Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos, Madrid, 1989, págs. 320 y ss. Básicamente, el momento diferencial radica en que Habermas subraya la inevitable ruptura con el apriorismo kantiano, que la formulación de Apel enmascara. Lecciones sobre una fundamentación de la sociología en términos de teoría del lenguaje (1970/1971) en Teoría de la Acción Comunicativa: Complementos y estudios previos. Cátedra, Madrid, 1989, cit. pág. 105.


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TOMÁS S. VIVES ANTÓN

He subrayado la expresión “garantiza” porque creo que en ella radica lo esencial de la superación de Wittgenstein que Habermas propone, sobre la que bascula su pensamiento ético, que no procede analizar aquí22.

2.3.2. La teoría de la acción comunicativa En los “Fundamentos del sistema penal” expuse ya que la teoría de la acción comunicativa obedecía a la sustitución de un interés metodológico —el de fundamentar las ciencias sociales (y, me permitiría añadir, la ética) en la teoría del lenguaje—, por otro sustancial —sentar las bases de una teoría de la sociedad—23. No tendría sentido reproducir ahora lo que allí se dijo24. Sólo me parece útil añadir algunas reflexiones.

2.3.2.1. Concepción objetiva o subjetiva de la acción Dejé en los Fundamentos sin responder la cuestión de “si, para Habermas, la referencia al sujeto —que la acción dirigida al entendimiento comporta—” (la referencia al propósito con que el sujeto actúa), constituye un elemento sobreañadido al concepto de acción en virtud del interés sustancial que persigue o, por el contrario, es un atributo conceptual de la misma25. Intentaré responder ahora; y digo que sólo que lo intentaré porque Habermas me parece, al respecto, extremadamente ambiguo. La concepción de la acción por parte de Habermas se explicita con ocasión de los comentarios a las tesis de Davidson y Goldman. No es este el lugar adecuado para analizar extensamente esa disputa26. Para Habermas, queda claro que no son los movimientos corporales los que generan la acción, que nace de un determinado “se-

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Basta remitir, al efecto, al excelente trabajo de M. Jiménez Redondo El pensamiento ético de J. Habermas, Valencia, 2000. Fundamentos del sistema penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pág. 196. Fundamentos, págs. 192 a 197. Fundamentos, cit. pág. 196. Vid. Habermas, J., Acciones, operaciones, movimientos corporales, en T.A.C., Complementos, cit. esp., págs. 242 y ss.


ESTUDIO PRELIMINAR

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guimiento de reglas”27: el problema radica en determinar hasta qué punto penetra, en la idea misma de acción, la referencia subjetiva. Desde luego, está claro que la acción contiene la referencia a un sujeto humano con una mínima competencia lingüística28. Ahora bien, queda por dilucidar en qué medida entiende Habermas que la referencia a un plan del autor es un elemento constitutivo de la idea de acción, sin el cual las posibles interpretaciones de lo que se hizo no podrán ser consideradas acciones. A tal efecto, cabe destacar en primer término, que Habermas, tras afirmar que “las acciones de nivel superior se constituyen, no sólo en virtud de planes más complejos que S haya tenido en efecto, sino también en virtud de interpretaciones que un tercero hace y bajo las que S hubiera podido ejecutar su acción. Distinguimos entre una acción de S (una acción que S ha puesto en práctica) y una acción imputada a S (una acción que S hubiera podido proponerse al realizar la que objetivamente llevó a cabo)”29. Hay, en ese caso, varias interpretaciones y varias acciones. Pero, “una jerarquía de acciones puede proseguirse mediante una jerarquía de interpretaciones que por su parte no constituyen nuevas acciones porque S no hubiera podido ejecutar sus acciones bajo esa descripción. Así, la historia de influencias y efectos de un suceso histórico consiste, normalmente, en una secuencia de niveles de interpretación que se refieren a la misma acción”30. Si lo que quiere decir Habermas, con esa formulación es que “elementos determinantes de la acción son... sólo aquellas descripciones que (el autor) hubiera podido (cuando menos) poner a la base de su acción como plan de acción”31, entonces el plan de acción del autor funciona, si no como

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Habermas, J., op. cit. n.º 22, pág. 246. Habermas, J., op. cit. n.º 22, pág. 233. Vid. también Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid, 1990, págs. 67 y ss. T.A.C., Complementos, cit. pág. 248. He corregido ligeramente la traducción. Habermas no distingue aquí, en mi opinión, entre acción ejecutada y acción meramente imputada sino entre acción que el sujeto se propuso efectivamente realizar y la que se hubiera podido proponer al llevarla a cabo. Para él hay, así, como se afirma en el texto, dos interpretaciones (dos significados) y dos acciones. T.A.C., Complementos, cit. pág. 248. T.A.C., Complementos, cit. pág. 247. Esa idea, en el contexto, aparece atribuida a Goldman.


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