1_9788498767636

Page 1


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

PEDRO CARBALLO ARMAS Profesor de Derecho Constitucional Universidad de las Palmas de Gran Canaria

Valencia, 2010


Copyright ® 2010 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito del autor y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant lo Blanch publicará la pertinente corrección en la página web www.tirant.com (http://www.tirant.com).

© PEDRO CARBALLO ARMAS

© TIRANT LO BLANCH EDITA: TIRANT LO BLANCH C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email:tlb@tirant.com http://www.tirant.com Librería virtual: http://www.tirant.es DEPOSITO LEGAL: V I.S.B.N.: 978-84-9876-763-6 IMPRIME: GUADA IMPRESORES, S.L. MAQUETA: PMc Media Si tiene alguna queja o sugerencia envíenos un mail a: atencioncliente@tirant.com. En caso de no ser atendida su sugerencia por favor lea en www.tirant.net/politicas.htm nuestro Procedimiento de quejas.


ÍNDICE INTRODUCCIÓN ...............................................................................

9

Capítulo primero ANTECEDENTES HISTÓRICOS: SOCIEDAD, POLÍTICA Y DERECHO EN CANARIAS 1. INTRODUCCIÓN ...................................................................... 2. LA INTEGRACIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS EN LA CORONA DE CASTILLA ......................................................... 2.1. Condicionamientos estructurales, jurídicos y políticos del proceso de conquista y colonización.............. 2.2. La estructuración político-jurídica del archipiélago. Una breve consideración sobre las singularidades del territorio ...................................................................... 3. CANARIAS EN EL TRÁNSITO A LA CONTEMPORANEIDAD .............................................................................................. 3.1. El “pleito insular” y su significación en el nuevo contexto sociopolítico y jurídico ......................................... 3.2. España bajo el autoritarismo de Franco. El sistema político franquista ............................................................

15

17 24

28

36 39 51

Capítulo segundo CANARIAS EN EL “ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS” 1. TRANSICIÓN POLÍTICA Y PROCESO CONSTITUYENTE: EL CAMINO HACIA UNA NUEVA CONSTITUCIÓN . 2. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO EN LA CONSTITUCIÓN DE 1978: “LA ESPAÑA DE LAS AUTONOMÍAS” ............................................................................... 2.1. Autonomía territorial y principio dispositivo ........... 2.2. Proceso autonómico y vías de acceso de las “nacionalidades” y “regiones” ................................................... 2.3. El Estatuto de Autonomía como norma institucional básica de la Comunidad Autónoma. Consideraciones sobre su posición jurídica en el ordenamiento constitucional ....................................................................

55

60 64 65

67


8

ÍNDICE

3. LA AUTONOMÍA EN CANARIAS .......................................... 3.1. El contexto jurídico y sociopolítico en el período preautonómico .................................................................. 3.2. El primer régimen autonómico en Canarias. El Estatuto de 1982 ........................................................................ 3.3. La consolidación del autogobierno canario: Canarias como “nacionalidad” (la reforma estatutaria de 1996) ..................................................................................... 3.4. Las singularidades del régimen jurídico-político de la Comunidad Autónoma de Canarias ......................... A) Integración y asimetría en el Estado Autonómico: homogeneidad y hechos diferenciales ................................ B) La dimensión política de algunas singularidades del sistema jurídico-político en Canarias ............................ a) La influencia de la realidad insular en el sistema electoral canario........................................................ b) La representación insular en el Parlamento de Canarias......................................................................... c) La Comunidad Autónoma de Canarias y las consecuencias político-jurídicas derivadas del pleito capitalino: la capitalidad compartida .............................

69 69 76

80 82 82 85 85 87

87

Capítulo tercero: NACIONALIDAD Y NACIONALISMO EN CANARIAS 1. INTRODUCCIÓN: LAS “NACIONALIDADES” Y LAS “REGIONES” EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978 ...........................................................................................

89

2. CANARIAS COMO “NACIONALIDAD” ................................

92

3. NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS ............ 3.1. La configuración del nacionalismo canario: un apunte histórico sobre su ideologización ............................... 3.2. Nacionalismo e identidad canaria................................

95 96 105

CONCLUSIONES ...............................................................................

109

APÉNDICE ..........................................................................................

117

BIBLIOGRAFÍA..................................................................................

159


INTRODUCCIÓN Cuenta la mitología romana acerca de sus dioses, que uno de ellos —Jano—, estaba curiosamente provisto de dos pares de ojos. Así, mientras un par observaba lo que pasaba delante, el otro par no perdía de vista lo que ocurría detrás. De modo muy parecido, puede decirse que la andadura del autonomismo español alcanza cierto paralelismo con aquel dios de los cambios y las transiciones. Y es que, en efecto, las diversas Comunidades Autónomas surgidas al amparo de la Constitución de 1978 también echan una mirada hacia atrás al objeto de comprobar los diversos procesos y logros alcanzados en el pasado a la vez que prestan atención al devenir que tienen delante con el fin de aportar nuevas lecturas de la Constitución respecto del modelo territorial del Estado español y, en suma, redefinir su encaje en el futuro. Los nuevos vientos llegados a España en los últimos tiempos, condicionados de una parte por la generalizada voluntad de las Comunidades Autónomas de reformar nuevamente sus Estatutos, y de otra parte, también, por el protagonismo que ha cobrado en la contienda política la posibilidad de reformar el texto constitucional, han traído consigo una revitalización del “debate autonómico”, apuntándose desde diversos foros nuevas propuestas del modelo territorial o, incluso, distintas perspectivas de encaje de algunas Comunidades Autónomas en el concierto del Estado español ante las deficiencias detectadas en el modelo —argumentan—, y cuyo esquema continúa siendo objeto de crítica y nuevas reflexiones1. Es, precisamente, en esta España plural, reconciliada con la diversidad, desde donde se afronta el futuro inmediato de la organización territorial del Estado y donde empero caben distintas posiciones más o menos razonadas y fundadas que abren nuevos frentes de discusión en la progresión del Estado Autonómico.

1

Véase al respecto, AA.VV.: La reforma de los Estatutos de Autonomía (Coord. G. Ruiz-Rico Ruiz), Tirant lo Blanch, Valencia, 2006; A. L. SANZ PÉREZ: La reforma de los Estatutos de Autonomía (con especial referencia a los Estatutos de Autonomía de Cataluña y de la Comunidad Valenciana), Aranzadi, Navarra, 2006.


10

PEDRO CARBALLO ARMAS

Si hay algo de cierto en el “Estado de las Autonomías” es que éste por lo general ha constituido una sucesión de encrucijadas, pero al mismo tiempo, curiosamente, ha sido capaz de alentar su propio desarrollo, fundamentalmente derivado de las propuestas que han ofrecido los diversos Estatutos de Autonomía. Pero probablemente, de los diversos planteamientos englobados en la evolución del Estado de las Autonomías, acaso el más significativo sea el debate dibujado en torno a si la evolución del modelo autonómico ha tocado a su fin para enraizar y consolidarse definitivamente2, y a renglón seguido, si la tendencia del modelo territorial español está dirigido a reconducir su significación de modo que tenga encaje en un modelo federal clásico o por el contrario, si esto no resulta posible, la tendencia se ha de situar en el ámbito del denominado “federalismo asimétrico”. La importancia de la conciencia y la identidad autonómica, no exenta en ocasiones de enormes tensiones, también ha tenido su reflejo, como no podía ser de otra manera, en la configuración de la autonomía canaria. Y es precisamente sobre la misma —la Comunidad Autónoma de Canarias—, donde se pretende centrar la concepción y realidad del presente estudio, pues si bien el Derecho Autonómico canario presenta ciertas singularidades con un marcado sesgo jurídico-político en el contexto nacional, cuyo cauce normativo arranca desde la propia Constitución, hay que subrayar a renglón seguido que el autonomismo canario no ha gozado sin embargo de una excesiva atención doctrinal. De ahí que insistamos en subrayar la importancia del presente estudio, cuya estructura, dicho sea de paso, se configura en torno a una serie de cuestiones que necesitan ser precisadas aquí. La visión que se pretende de la autonomía canaria en el marco de la soberanía española, dicho en síntesis, encierra como exigencia fundamental tratar de desvelar las especiales connotaciones que han rodeado su proceso configurador como Comunidad Autónoma hasta el momento actual. Tal explicación tiene, sin embargo, no pocas lagunas que acogen nuevas reflexiones de diverso calado. En efecto, conviene aca2

Entre otras reflexiones, véase M. ARAGÓN REYES: “El Estado autonómico: ¿modelo indefinido o modelo inacabado?”, Autonomies, nº 20, 1995; F. BALAGUER CALLEJÓN: “La constitucionalización del Estado Autonómico”, Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario de la Universidad de Murcia, nº 9, 1997; L. LÓPEZ GUERRA: “Modelo abierto y hecho diferencial”, Revista Vasca de Administración Pública, nº 47 (II), 1997.


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

11

so advertir que la configuración de la autonomía canaria no está exenta de enormes complejidades que necesitan ser puestas al descubierto. En este marco, pretender describir la autonomía canaria —como es nuestra intención— trae consigo abrir las espitas de un debate inevitable donde se han de discutir diversos problemas. Así, la propia configuración de las islas a lo largo de la historia conlleva atender, en un primer plano, a una serie de connotaciones que precisan ser explicadas nuevamente para poder entender así la propia realidad canaria: un archipiélago orillado por la omnipresencia del Atlántico que en incontables ocasiones se siente injustamente olvidado por el Poder Central. A renglón seguido, además, un territorio caracterizado por fluctuar ante una situación económica muy frágil que de continuo condiciona la difícil supervivencia del archipiélago. Hay que añadir a ello que si bien la condición insular acapara uno de los ejes de vital trascendencia en la andadura de la Comunidad Autónoma de Canarias y la configuración de sus propias particularidades, ésta ha generado sin embargo una serie de azarosas consecuencias en el ámbito político del archipiélago que tomará cuerpo en el conocido e infortunado “pleito insular”. De ahí que hayamos ensayado brevemente la historia jurídico-política de las islas, y en ella la del autonomismo canario, para así poder entender la génesis del planteamiento autonomista canario. Por razones similares, sin dejar de centrarnos en el proceso autonómico, también se hace necesario explicar la amplia significación de la conciencia nacionalista en Canarias. Aunque su aparición fue algo tardía, parece que a finales del siglo XIX de la mano de Secundino Delgado, en una coyuntura internacional marcada por la guerra de Cuba y la liquidación colonial española, y con una situación en Canarias caracterizada por el dominio socioeconómico británico3, la entrada de este personaje en el escenario político arrojará por primera vez en las islas un proyecto cuya ideologización dejaba entrever claramente sus aspiraciones nacionalistas. – Por nuestra mayoría de edad —dirá Secundino Delgado—. Estamos obligados a reclamar del Gobierno de España, mediante su

3

J. HERNÁNDEZ BRAVO DE LAGUNA: Franquismo y transición política, Historia Popular de Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1992, pág. 72.


12

PEDRO CARBALLO ARMAS

protección, las libertades necesarias para regirnos por nuestros propios destinos4. Este planteamiento de Secundino Delgado, en cierto modo vaticinador de lo que más tarde depararía el futuro político de las Islas Canarias, no encontró sin embargo respuesta en una sociedad canaria que en aquel entonces no supo, o tal vez no quiso, entender un mensaje ideológico cargado de unos tintes claramente nacionalistas, a mitad de camino entre sus inquietudes como canario y su intensa influencia de las ideas provenientes de América, insuflando con su brío apasionado en sus encendidos discursos la necesidad de desencadenar un proceso político con una perspectiva bien diferente, de alterar el orden establecido, donde en definitiva el archipiélago debía aspirar legítimamente a su propio autogobierno sustentado, de entrada, en una inevitable realidad geográfica. Bajo la sutil oratoria de Secundino Delgado —considerado por algunos como el padre del nacionalismo canario— emerge en Canarias por primera vez un sesgo de nacionalismo que en aquel entonces intentó formar parte del debate político en el archipiélago, tratando de alcanzar a toda costa, pese a la desafortunada coyuntura que el período ofrecía, algún protagonismo en los principales mentideros sociales. Sin embargo, todas sus expectativas quedaron muy pronto frustradas, y no precisamente por pura casualidad, pues lo cierto es que ni el marco socioeconómico, sujeto en la época a grandes intereses extranjeros, ni tampoco el propio escenario político, circunscrito secularmente en torno a unos pocos líderes que manejan prácticamente todos los resortes de la vida local isleña, permitieron entonces el éxito de aquellos ideales que profesaba el discurso nacionalista. A pesar de lo dicho, el hecho de que entonces en nombre de tales ideales los primeros brotes nacionalistas apenas tuvieran eco en el panorama sociopolítico canario, no significó por ello su total aniquilación como ideario. El abanderamiento de las ideas nacionalistas malvivirá en el archipiélago, la mayor parte de las ocasiones desde la clandestinidad, pero éstas llegarán a cuajar por fin en las últimas décadas del siglo XX, fundamentalmente a propósito del fenómeno

4

Citado por M. SUÁREZ ROSALES: Secundino Delgado. Apuntes para una biografía del padre de la nacionalidad canaria, Colección Benchomo, Islas Canarias, 1980, pág. 61.


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

13

de transición política hacia la democracia que vivirá el país, y que culminará con la aprobación de la Constitución de 1978. Sin embargo, el ideario nacionalista en Canarias presenta hoy un panorama bien diferente al que existió en el pasado. Como también lo es, ciertamente, el propio escenario de las islas. El nacionalismo en Canarias ha encontrado su propio espacio de confluencia ante el electorado canario y su estrategia política se integra en la propia mentalidad autonomista sin ánimo alguno (salvo ciertas excepciones) de desbordar la Constitución5. La conciencia de estos límites no evitó, sin embargo, que en la primera mitad de la década de los noventa del siglo pasado encarnara desde el propio autogobierno la defensa de una nueva fórmula auspiciada por el propio texto constitucional (art. 2). El proceso político cristalizará a finales de 1996 tras acordar la fórmula denominadora en la que las islas están más cómodas (entiéndase, desde una estricta perspectiva política) y de ella emergerá la Comunidad Autónoma ahora rebautizada como una “nacionalidad”. Por razones igualmente similares, procede advertir que el estudio de la autonomía canaria necesita también del referente social y político para poder comprenderla mejor. En esta línea, hay que decir que al objeto de hacer más comprensible los diversos problemas que son sometidos a estudio y crítica, la ciencia constitucional se ha servido a menudo de disciplinas científicas como la ciencia política, la sociología, o la filosofía, entre otras6, si bien no hay que olvidar que primordialmente se centra en aquellas cuestiones políticas rela-

5

6

Más allá de algunas organizaciones minoritarias nacionalistas sin representación parlamentaria, la fuerza del nacionalismo canario aparece concentrada en Coalición Canaria, fuerza política que ostenta representación en la vida local y autonómica del archipiélago, y aun en la estatal. Hay que decir, en este sentido, que Coalición Canaria, tras la celebración en 2008 del IV Congreso, emitió un comunicado en el que se dejaba claro que no apoyan políticas independentistas (La Provincia, 31 de octubre de 2008). Advertía muy temprano Lucas Verdú que, incluso desde otras especialidades jurídicas, se ha subrayado el carácter enciclopédico de nuestra disciplina (con elementos heterogéneos, filosóficos, sociológicos, científico-políticos, jurídicos), todos ellos interconectados de forma compleja, por no decir ardua o imposible (P. LUCAS VERDÚ: Curso de Derecho Político, vol. IV, Tecnos, Madrid, 1984, pág. 44).


14

PEDRO CARBALLO ARMAS

cionadas con el Derecho escrito7. En todo caso, la existencia de este fondo o núcleo tangencial, lejos de apartarse del rigor y la esfera de la propia investigación jurídica mediante una tarea multidisciplinar heterogénea, contribuye muy por el contrario a exponer con mayor riqueza y desde distintos ángulos si cabe, todas aquellas cuestiones que se relacionan más específicamente con el conocimiento jurídicoconstitucional, permitiendo de paso al lector hilvanar directamente (de modo que el principio no discrepe del medio, ni el medio de la culminación) el hilo conductor propuesto. Ello nos permitirá conocer no sólo la dinámica estructural, organizativa y competencial de Canarias, sino que puede servir asimismo para aportarnos algunos aspectos significativos que desde dicha perspectiva permitan valorar las diversas dificultades que ha encontrado la autonomía del archipiélago en su andadura. En suma, el estudio del autonomismo canario, bajo las distintas perspectivas que aquí se proponen, como es la propia creación y el desarrollo de la autonomía, la significación de la nacionalidad en el marco jurídico que informa la vigente Constitución española y la explicación de un nacionalismo que emerge al amparo de la propia Constitución como una fuerza representativa en el panorama político de las islas, constituyen todos ellos fenómenos de especial relieve que merecen que le prestemos atención y nos ofrecen como punto de partida, desde luego, argumentos más que suficientes para pensar y escribir nuevas reflexiones sobre la autonomía canaria. En fin, la complejidad de las distintas facetas aquí propuestas no tienen otro objeto que alimentar un enriquecedor debate que pueda reclamar el interés del cultivador del Derecho Público, poner al descubierto toda una serie de cuestiones que entendemos esenciales sobre el autonomismo canario, y quizá aún dejar abierto un espacio de discusión sobre los diversos problemas planteados. Pedro Carballo Armas Islas Canarias, 30 de mayo de 2009

7

AA.VV.: Regímenes políticos actuales (coord. J.F. Badía), Tecnos, 3ª ed., Madrid, 1995, pág. 28.


Capítulo primero

ANTECEDENTES HISTÓRICOS: SOCIEDAD, POLÍTICA Y DERECHO EN CANARIAS 1. INTRODUCCIÓN Pocas dudas pueden plantearse respecto de la específica configuración de las Islas Canarias a lo largo de la historia. Sin embargo, para quien conozca, siquiera sea en parte, los diversos avatares que encierran los primeros pasajes históricos del archipiélago, le resultará evidente la constatación de no pocas contradicciones en la visión de la misma. Nos referimos a la historia atesorada y refundida en lecciones subjetivas. Una historia que a lo largo del tiempo ha proliferado confusamente al ser relatada con variantes por la historiografía canaria y que podría dar lugar a leyendas forjadas o, incluso, a una reinvención del pasado. Y es que los años de estudio y excavaciones nunca han logrado clarificar suficientemente muchos aspectos de la sociedad prehispánica, y su imagen sigue rodeada de un halo mítico, imaginario, en cierto modo oscuro. De ahí, que los acontecimientos narrados en las denominadas “Crónicas de la conquista de Canarias” si bien constituyen por lo demás un fondo etnohistórico imprescindible y de obligada referencia para cualquier estudioso, no por ello han podido zanjar definitivamente las distintas zonas grises que presenta el primer estadio histórico del archipiélago canario, ofreciendo al respecto perspectivas y puntos de vistas frecuentemente difusos e, incluso, en muchas ocasiones confusos, derivados en gran medida por la ausencia de una cronología precisa. Como resultado, puede aventurarse que este período de la historiografía canaria, más allá de simples cuestiones terminológicas, aparece lleno de indefiniciones y de perfiles nítidos que no ayudan a sopesar y valorar en su justa extensión el panorama que ofrecían las Islas Canarias en general, y el mundo indígena en particular, durante la conquista y el período inmediatamente posterior a la misma1.

1

Una síntesis de estos planteamientos puede verse en J. J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ: “Las fuentes etnohistóricas canarias. Crónicas, historias, memorias


16

PEDRO CARBALLO ARMAS

No obstante, hay que advertir que los distintos datos históricos que aquí se expondrán, tratarán ante todo de aportar un discurso desprovisto por completo de mitos, huyendo de relatos y narraciones que tal vez no harían sino originar mayor confusión2. Por lo demás, la “comprensión racional” de ese período de la historia —una vez decidida la conquista y colonización del archipiélago canario—, se resume fácilmente: el cruento forcejeo suscitado entre las tropas europeas y los pueblos indígenas que habitaban las islas, como parecía harto previsible —pues el poderío militar castellano era a todas luces muy superior en tecnología y organización—, terminará por desembocar en la victoria de las fuerzas europeas y, consecuentemente, en la implantación de un nuevo orden social, político y económico derivado del derecho de conquista. Con certeza, el menos justo de los derechos. De igual manera, resulta fácil suponer que el contingente invasor, pese a ser numéricamente inferior, poseía claramente un mayor poder militar. Además, sus hombres estaban acostumbrados a guerrear y, por tanto, la correlación de fuerzas con las de los aborígenes canarios les fue casi siempre ventajosa. Con este panorama, parecía bastante lógico y previsible que con el transcurso del tiempo las trompetas de victoria del ejército invasor terminarían anunciando el fin de la tarea conquistadora. Las fuerzas europeas, dotadas de gran movilidad y bien organizadas, eran sabedoras de que el proceso conquistador se presentaba como una cuestión resueltamente esperada: ellos, como vencedores, proclamando su triunfo; los vencidos, humillados, cargando con el peso de la derrota. Esto es, muy probablemente, lo que sucedió cuando, hace ahora algo más de quinientos años, los castellanos decidieron acometer la singular empresa de conquistar y colonizar las “afortunadas islas” tras el redescubrimiento3 de éstas.

2

3

y relatos”, Anuario de Estudios Atlánticos, Patronato de la “Casa de Colón”, nº 44, 1998, pág. 199 y ss. De todo ello ya nos hicimos eco en algún trabajo anterior. Véase, P. CARBALLO ARMAS: Canarias y su diferencialidad. Balance y perspectivas del hecho diferencial canario, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2001. Este aspecto ha sido constantemente enfatizado por la historiografía canaria, pues resulta claro que el archipiélago canario ya era conocido desde la antigüedad. Así, autores como Homero, Plutarco, Plinio o Ptolomeo, entre


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

17

2. LA INTEGRACIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS EN LA CORONA DE CASTILLA La reflexión precedente podría parecer ociosa al lector, pero nada más alejado de tal intención. Muy por el contrario, el anterior esbozo narrativo ha pretendido ilustrar en una primera aproximación cómo era probablemente la situación del archipiélago canario en el período inmediatamente anterior a la conquista para así poder obtener una adecuada perspectiva de la época a la vez que una descripción aproximada del contexto en que se desenvuelve el movimiento expansionador de la Corona de Castilla hacia el Atlántico en el siglo XV4. De este modo, los castellanos, superando constantemente los azares de la fortuna, estigmatizaron con su huella aquellos siete pedazos de tierra (con algunos peñascos anejos5) en el Océano Atlánti-

4

5

otros, alumbran ciertas referencias de unas islas míticas, más allá de las columnas de Hércules: “Islas Afortunadas” , “Campos Elíseos”, o “Jardín de las Hespérides”, no son sino las diversas denominaciones que reciben las islas en la antigüedad y que contribuyen a forjar un sentimiento de leyenda, alejado de cualquier realidad, y que se apodera sustancialmente de la memoria colectiva en el mundo conocido de entonces (una síntesis del panorama mitológico en Canarias puede verse en M. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ: Canarias en la mitología, Historia Popular de Canarias, vol. 11, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1992. También, un acertado excurso del redescubrimiento del archipiélago puede verse en B. BONNET: Las expediciones a las Canarias en el siglo XIV, CSIC, Madrid, 1946). Conviene advertir, en este sentido, que el proceso de conquista y colonización del archipiélago canario no fue ejercido desde los inicios por la Corona de Castilla, sino que tal empresa fue cedida en un principio a los poseedores del señorío de dichas islas. Así pues, bajo esta fórmula fueron conquistadas las islas de Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera, quedando sujetas, de este modo, a la dominación de los señores (de ahí su denominación como islas de señorío); si bien, lo cierto es que las mismas quedaron desde un primer momento vinculadas a Castilla, en virtud de la declaración de vasallaje de Juan de Bethencourt al rey Enrique III. Bien diferente fue la situación, sin embargo, con respecto a las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma (denominadas islas de realengo), cuyos derechos de conquista serían adquiridos por los Reyes Católicos que sobre las mismas poseían Diego de Herrera e Inés de Peraza. Si bien ha sido y es tradicional en la península el desconocimiento y el confusionismo de los topónimos de las “islas grandes” —Gran Canaria, Te-


18

PEDRO CARBALLO ARMAS

co, muy cerca de la costa africana, apenas a cien kilómetros de la frontera continental. Trozos de tierra agreste, habitados por grupos compactos o tribus de seres humanos acampados en medio de los mismos. Tribus cuyos hombres, mujeres y niños aparecen ataviados con pieles de animales y otros enseres de diversa índole, desconocen la evangelización y, en términos generales, aparecen a simple vista con una cultura y una civilización en sí misma ni buena ni mala, simplemente a ojos de los europeos, netamente inferior. Con este panorama, sólo era cuestión de tiempo que las huestes europeas proclamaran su triunfo, mientras los indígenas asistían —aún sin saberlo— al desmoronamiento de su sociedad. Con seguridad, en aquellos tiempos el empeño de la Corona castellana estaba aún muy lejos de conocer sus limitaciones: fue tal la incipiente tradición militar de cruzada que se había impuesto en la Castilla medieval con la idea de que detrás de una nueva frontera siempre había otra, y cuyo resultado, como de sobra es conocido, le haría ganar en el siglo XVI un vasto imperio ultramarino, que condujo inexorablemente a continuar la cruzada al otro lado del estrecho, en tierras africanas. No en vano, la península ibérica era probablemente a finales del siglo XV la región mejor equipada de Europa para la expansión marítima: catalanes y aragoneses habían adquirido una gran experiencia en la aventura comercial y colonial en el norte de África y en el Mediterráneo oriental. Los mallorquines, por su parte, habían creado una importante escuela de cartografía cuyas ideas alcanzarían un valor inapreciable en la confección de mapas de tierras hasta entonces desconocidas. Por otro lado, los vascos con su experiencia en la pesca de altura en el Atlántico se habían convertido en hábiles pilotos y constructores navales. En fin, los portugueses habían desempeñado un papel de primer orden en el perfeccionamiento de la carabela, un sólido navío que había de servir como instrumento esencial en la expansión marítima europea de los siglos XV y XVI6.

6

nerife, Fuerteventura, La Palma, Lanzarote, La Gomera y El Hierro—, éste resulta mayor aún con respecto de los restantes islotes del archipiélago; esto es, La Graciosa, Lobos, Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste. Según ha podido observar Elliott, en realidad casi todas las partes de la península contribuyeron de un modo u otro a formar un fondo común de vital importancia durante ese vasto período, y de cuyo provecho no tardaron en


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

19

No obstante, y pese a su enorme potencial, es preciso advertir que en realidad las primeras incursiones de los navegantes españoles estuvieron preferentemente dirigidas a ocupar y guarnecer únicamente una serie de puntos claves en el litoral africano. Y fue de este modo que la inteligencia política de la Corona de Castilla terminara optando por ocupar el archipiélago canario con la indudable intención de permanecer en aquellas aguas en orden a establecer su influencia sobre el África magrebí7. En cualquier caso, hay que señalar que la ocupación de las Islas Canarias por la Corona castellana, una vez saldado el complicado mosaico de disputas con Portugal, no dejó de ser, debido a un inesperado chance oportunista, un acontecimiento de gran importancia: de un lado, pese a que no existía ningún justificante ideológico, sino más bien una venturosa empresa de carácter mercantil, la conquista del archipiélago canario coadyuvaba a la consecución de los objetivos estratégicos trazados por la Corona en el continente africano. De otro lado, y quizá con un mayor peso específico y distintivo, las islas se convirtieron de golpe en un auténtico enclave de referencia en el inicio de la aventura imperialista castellana, pues su situación geográfica no sólo haría de ellas una escala indispensable en la ruta hacia América, sino que, además, sirvieron como un verdadero laboratorio para los experimentos coloniales castellanos8. Hechas, pues, las precedentes aclaraciones, resulta claro que a los ojos de cualquier europeo de la Edad Media, las Islas Canarias se aparecían como una oportunidad inmejorable para lanzarse a la búsqueda de especias, esclavos, y en términos generales, cualquier artículo sobre los que existiera una fuerte demanda en aquella épo-

7

8

beneficiarse los audaces castellanos (J. H. ELLIOTT: La España Imperial (1469-1716), ed. Vicens-Vives, 1996, pág. 62). En opinión de Elliott, esta política de ocupación en África fue, sin embargo, limitada y vacilante, pues para los castellanos la incursión en terreno africano era difícil y el botín poco atractivo, más aún si tenemos en cuenta que muy pronto las miras quedaron fijadas en una empresa mucho más espectacular: la conquista de América. En definitiva, esta situación no dejaría de tener a la larga un coste muy alto para los intereses de la Corona de Castilla, pues con ello se permitió a los corsarios berberiscos establecer guarniciones a lo largo del litoral africano, base ideal para salir al paso y realizar ataques de piratería en las rutas comerciales en el Mediterráneo de la flota española (Ibidem, pág. 57 y ss.). Ibidem, pág. 64.


20

PEDRO CARBALLO ARMAS

ca9. El sentimiento de prepotencia de los conquistadores advirtiendo las fisuras de una civilización inferior aparecía indisociablemente unido a sus creencias religiosas, pues a los ojos de éstos los aborígenes canarios, por su condición de infieles (y por tanto, enemigos de la Santa Fe) estaban privados de personalidad. Si a ello unimos su primitivismo cultural, resulta más que evidente que la situación de inferioridad del canario terminara por traducirse en un menosprecio general hacia los habitantes de las islas, y de ahí que frecuentemente se convirtieran estos últimos en presa de las correrías de los europeos. Bajo ese manifiesto, típico del medievo europeo, se encuentra muy posiblemente una de las razones de ser de la conquista de Canarias: “tierras que conquistar y ocupar, comercio que ejercer, mares para pescar, esclavos que someter y almas que salvar”10. Si entendemos esta realidad que acabamos de describir muy resumidamente, podemos dar una idea aproximativa del cuadro general: las Islas Canarias, junto a algunos puntos claves situados en el lito-

9

10

Sin duda, uno de los productos más preciados lo constituía la orchilla, un líquen utilizado para la tintura de los tejidos y por ello muy codiciado en las manufacturas textiles europeas, principalmente Flandes, Italia y Levante. De hecho, el primer colonizador de las islas —el normando Juan de Bethencourt—, llegó a Lanzarote en 1402 planeando explotar la orchilla que precisaba como tinte para la industria textil, actividad entonces destacada en Normandía. Para una mejor aproximación respecto de la explotación de los recursos naturales de las islas Canarias, véase AA.VV.: Conquista y colonización, Historia Popular de Canarias, vol. 2, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1988, pág. 75 y ss. También, véase R. ESPINO ROMERO: El fondo de previsión para inversiones y el régimen especial de Canarias, Centro de Investigación Económica y Social de Canarias de la Caja Insular de Ahorros de Canarias, Madrid, 1990, págs. 23-70. F. FERNÁNDEZ ARMESTO: Las Islas Canarias después de la conquista. La creación de una sociedad colonial de principios del siglo XVI, Ed. del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1997 (la versión original de la citada obra aparece escrita en lengua inglesa, The Canary Islands after the conquest. The making of a colonial society in the early sixteenth century, Clarendon Press, Oxford, 1982). También, con carácter general, véase A. GARCÍA-GALLO: “Los sistemas de colonización de Canarias y América en los siglos XV y XVI”, I Coloquio de Historia CanarioAmericano (1976), Ed. del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1977, pág. 425 y ss.


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

21

ral africano, constituyeron un área territorial de especial predilección para la Corona de Castilla en su proyecto político de expansión marítima y asentamiento geoestratégico en África. Pero, además, y de forma un tanto inesperada, su importancia se vio aún acrecentada al constituirse igualmente en punto de obligada referencia para la escala de los barcos en su ruta hacia el Nuevo Mundo11. Retrospectivamente, lo dicho hasta aquí resulta fácil de explicar: el choque de dos culturas completamente diferentes, una de ellas —la castellana—, poseedora de una cultura y civilización superior, y la otra —la canaria—, formada por sociedades tribales netamente inferiores no sólo en su estructura sociocultural, sino también en su organización económica y militar, trajo consigo el resultado de todos conocido; esto es, la incorporación de las islas al mundo europeo mediante la única acción entendible y potencialmente factible en el pensamiento del siglo XV: la conquista12.

11

12

Advierte Roldán Verdejo en este sentido que en todo caso la conquista y colonización del archipiélago canario no fue, ni mucho menos, una empresa unitaria en lo temporal, como tampoco fue realizada siempre bajo idénticas premisas políticas. En realidad, fue un conjunto de acciones y operaciones bastante dispersa en el tiempo y organizadas por instancias muy diferentes y móviles distintos (R. ROLDÁN VERDEJO: “Canarias en la Corona de Castilla”, en AA.VV.: Historia de Canarias (Ed. Antonio de Béthencourt Massieu), Ed. del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1995, págs. 254-255). De entre la extensa e inabarcable bibliografía existente dedicada al estudio de la conquista y colonización de las islas Canarias, resulta imprescindible destacar una serie de obras clásicas de la etnografía de Canarias, aunque algunas han sido sometidas a revisión en los últimos años. No obstante, y de obligada referencia, consúltese: Fray J. de ABREU GALINDO,: Historia de la conquista de las Siete Islas Canarias, ed. Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1955; E. AZNAR VALLEJO: “La colonización de las Islas Canarias en el siglo XV”, VII Jornadas de Estudios Canarias-América, Santa Cruz de Tenerife, 1985; S. BERTHELOT: Etnografía y anales de la conquista de las Canarias, trad. por J. Malibrán, Santa Cruz de Tenerife, 1849 (2ª ed., Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, 1978); también del citado autor: Histoire naturelle des illes Canaries, ed. Béthune, París, 1835-1850; B. BONNET: “Descripción de Canarias en el año 1526, hecha por Tomás Nichols, factor inglés”, Revista de Historia Canaria, V, 1932-1933; del mismo autor y E. SERRA RAFOLS: Conquista de la isla de Gran Canaria. Crónica anónima conservada en un Manuscrito de la Biblioteca Provincial de La Laguna, Fontes Rerum Canariarum, I, La Laguna, 1933; G. CHIL Y NARANJO: Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas


22

PEDRO CARBALLO ARMAS

Pero antes de seguir, conviene precisar que la conquista y posterior colonización de las Islas Canarias, en rigor, apenas fue diferente en sus rasgos más esenciales (salvando las inevitables distancias geográficas y la envergadura de tal empresa, así como el propio desarrollo cultural aborigen) de las posteriormente acometidas por el reino de Castilla en su incursión americana. A estas alturas, tampoco constituye ninguna revelación afirmar que, en cualquier caso, el territorio archipielágico canario no formaba parte de la continuidad geográfica del continente europeo, y sus moradores constituían un grupo étnico (puede que incluso varios), aislado, culturalmente situado en la Edad de Piedra y, por tanto, claramente diferenciado del ejército invasor. Ciertamente, cuando las islas entran en contacto definitivamente con el desarrollo y la expansión de la civilización castellana a finales de la Edad Media, la cultura de los aborígenes canarios era tan primitiva e introspectiva como cualquiera conocida por la historia o la ciencia13.

13

Canarias, Primera Parte-Historia, Imp. La Atlántida, a cargo de Manuel Rodríguez y Vallejo, Las Palmas de Gran Canaria, 3 tomos, 1876-1880; F. CLAVIJO HERNÁNDEZ: Crónicas de la Conquista de la isla de Gran Canaria (Crónica Lacunense), present. y transcrip. de Pedro Schlueter, Estudio preliminar de Elías Serra, Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, 1976; T. MARÍN Y CUBAS: Historia de la conquista de las siete Islas de Canaria, origen, descubrimiento y conquista, 3 vols. (1694), Tagala Ediciones, Sta. Cruz de Tenerife, Canarias, 1984; A. MILLARES TORRES: Historia General de las Islas Canarias, 6 tomos, Edirca, Las Palmas, 1977-1981; F. MORALES PADRÓN: Canarias: crónicas de su conquista, Ed. del Cabildo Insular de Gran Canaria, 2ª ed., Las Palmas de Gran Canaria, 1993; J. NUÑEZ DE LA PEÑA: Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria y su descripción, con muchas advertencias de sus privilegios, conquistadores, pobladores, y otras particularidades en la muy poderosa isla de Tenerife, ed. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 1994 (reprod. facs. de la ed. de Imp. Real, 1676); L. de la ROSA OLIVERA: Evolución del régimen local de las Islas Canarias, La Memoria, Islas Canarias, 1994; A. RUMEU DE ARMAS: España en el África Atlántica, CSIC, 2 vols., Madrid, 1965-67; E. SERRA RAFOLS: Alonso Fernández de Lugo, primer colonizador español, Enciclopedia Canaria, Aula de Cultura de Tenerife, 1972; L. TORRIANI: Descripción e historia del Reino de las Islas Canarias antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, Santa Cruz de Tenerife, 1959; J. VIERA Y CLAVIJO: Historia de Canarias, Goya Ediciones, 8ª ed., 1982. F. FERNÁNDEZ ARMESTO, op. cit., pág. 28.


NACIONALIDAD, NACIONALISMO Y AUTONOMÍA EN CANARIAS

23

Ahora bien, hemos dicho que las causas que condujeron a la conquista de las Islas Canarias por la Corona de Castilla hace algo más de cinco siglos resulta fácil de explicar. Pero ello no significa que al volver la vista atrás no resulte difícil tratar de clarificar cuál fue en realidad la situación del archipiélago canario recién concluida la conquista de cada una de las islas. Es importante comprender esto ya que, como adelantamos en las páginas precedentes, la existencia de algunas zonas grises en el estudio histórico de la conquista del archipiélago canario podría dar pie a un revisionismo literario ciertamente interesado no en tomar abiertamente un rumbo de reconstrucción del pasado (indudablemente una de las funciones básicas —con mayúsculas— de la historia), sino más bien en reinventarlo14, pues como ya advirtiéramos, el legado etnohistórico atesora fisuras no fáciles de superar. De modo que la indagación sobre numerosos acontecimientos de la conquista y el período inmediatamente posterior a la misma no nos permiten cerrar definitivamente estos capítulos de la historia. O al menos, a nuestro juicio, no de un modo plenamente satisfactorio. Teniendo presente esto, a continuación trataremos de esclarecer muy someramente dos aspectos esenciales que se produjeron en el período inmediatamente posterior a la conquista del archipiélago: en un primer plano, nos detendremos a analizar el controvertido destino de la población aborigen isleña ante el nuevo modelo de sociedad impuesto por los castellanos; y a continuación, abordaremos el estudio de todas las consecuencias directas que se originaron en el archipiélago tras la implantación de los principios y reglas de comportamiento social, político y jurídico de la Corona castellana.

14

Acerca de la mitificación del pasado y las consecuentes desvirtuaciones de la historia que con tanta frecuencia se han producido, bien nos puede valer las excelentes reflexiones en torno al País Vasco llevadas a cabo por J. CORCUERA ATIENZA: Política y Derecho. La construcción de la autonomía vasca, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991; o también el lúcido ensayo de J. JUARISTI: El bucle melancólico. Historias de Nacionalistas Vascos, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1997. Sobre la mitificación en Canarias de algunas figuras políticas del pasado, véase P. CARBALLO ARMAS: El Diputado del Común de Canarias, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2000.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.