1_9788498762303

Page 1


TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN MEDIÁTICA

PILAR CARRERA

Valencia, 2008


Copyright ® 2008 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito de la autora y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant lo Blanch publicará la pertinente corrección en la página web www.tirant.com (http://www.tirant.com).

Director de la colección: MANUEL ASENSI PÉREZ

© PILAR CARRERA

© TIRANT LO BLANCH EDITA: TIRANT LO BLANCH C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email:tlb@tirant.com http://www.tirant.com Librería virtual: http://www.tirant.es DEPOSITO LEGAL: I.S.B.N.: 978 - 84 - 9876 - 230 - 3


ÍNDICE I. PRÓLOGO: TEORÍA EN SINGULAR .......................................

7

II. LA COMUNICACIÓN COMO CIENCIA Y COMO OBJETO DE ESTUDIO ...................................................................................

21

III. COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN ......................................

71

IV. MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y CULTURA DE MASAS .....

107

V. INTRODUCCIÓN A LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN MEDIÁTICA: DE LOS ORÍGENES ESPECULATIVOS A LA LEGITIMACIÓN ADMINISTRATIVA ......................................

131

VI. LA TEORÍA HIPODÉRMICA (THAT NEVER WAS?) ..............

145

VII. LOS CAMINOS DE LA PERSUASIÓN .....................................

151

VIII. LAZARSFELD & CO: LA NATURALEZA DE LA INFLUENCIA

163

IX. FUNCIONES, DISFUNCIONES, USOS Y GRATIFICACIONES ............................................................................................

179

X. ESTRUCTURALISMO, SEMIÓTICA Y COMUNICACIÓN DE MASAS .......................................................................................

189

XI. LA INDUSTRIA CULTURAL .....................................................

201

XII. LAS TRES EMES DE LA COMUNICACIÓN MEDIÁTICA .....

211

XIII. DE LA TEORÍA DE LOS CULTURAL STUDIES A LOS CULTURAL STUDIES COMO METATEORÍA.................................

277

XIV. LOS “EFECTOS A LARGO PLAZO”: CONSTRUCCIÓN Y (DECONSTRUCCIÓN) SOCIAL DE LA REALIDAD ......................

235

XV. REVISIONISMO REVISITED...................................................

251

XVI. DISCURSOS ACERCA DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y LOS (YA VIEJOS) NUEVOS MEDIOS .......................

255

BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................

275



I. PRÓLOGO TEORÍA EN SINGULAR En el título Teoría de la comunicación mediática, el concepto de “teoría” aparece declinado en singular, lo cual nos obliga a distinguir entre este concepto genérico de “teoría” y las múltiples “teorías” a las que en este volumen se alude. El hecho de que el término se presente en singular alude a un nivel de evaluación del concepto susceptible de unificar la multiplicidad de teorías acerca de la comunicación mediática: es decir, se presume que existe una “teoría de la comunicación” por encima de los particularismos que inevitablemente son el signo de las diversidad de teorías mediáticas, con su consiguiente diversidad de modelos e hipótesis comunicacionales, y sus consiguientes presupuestos disciplinares, políticos y sociales. ¿Qué nos permite hablar de teoría en singular en el caso de la comunicación mediática? ¿Tan solo un objeto común —la “comunicación mediática”— y el hecho de compartir los elementos constitutivos de toda teoría (hipótesis, axiomas, modelos...), coherencia, objetividad y proceder metódico? No parece suficiente, ni siquiera viable habida cuenta de la disparidad de significado entre conceptos nominalmente idénticos y la variedad metodológica según la disciplina en que sean abordados. La unidad o acuerdo conceptuales que Peirce consideraba la base de toda teoría no la encontramos en las distintas disciplinas que abordan el objeto “comunicación mediántica”: “En lo tocante al ideal a que debe tenderse es conveniente, en primer lugar, que cada rama de la ciencia llegue a tener un vocabulario que provea una familia de palabras afines para cada concepción científica y que cada palabra tenga un único significado


8

Teoría de la Comunicación Mediática exacto, a menos que sus diferentes significados se apliquen a objetos pertenecientes a diferentes categorías que nunca puedan ser confundidos entre sí”1.

En este sentido la teoría de la comunicación se perpetua (posiblemente esté en su naturaleza) en un estadio multidisciplinar. La interdisciplinariedad es escasa en lo que respecta al asentamiento de unas bases conceptuales y metodológicas o procedimentales comunes, todavía un horizonte lejano en cuestiones de comunicación. El recurso a un lenguaje formalizado uniforme, como factor de unificación teórica, resulta por ahora impracticable, precisamente al depender la formalización de las distintas disciplinas que se ocupan de la comunicación y al no existir una formalización interdisciplinaria y común y exclusivamente comunicativa, lo cual es difícilmente alcanzable incluso en el ámbito interdisciplinar y realmente solo podría ocurrir si existiese una ciencia autónoma ocupándose del objeto (una suerte de “comunicología”). Este hecho característico de la teoría de la comunicación mediática —su naturaleza multidisciplinar— hace muy difícil establecer comparaciones entre las distintas teorías, y prácticamente imposible plantear la sucesión de teorías en términos de superación o de “progreso”, por lo que toda perspectiva diacrónica aplicada a las teorías de la comunicación, perspectiva que en parte adoptamos, ha de contar con esta especificidad. Se requiere una adecuación del significado del discurso histórico aplicado a las teorías de la comunicación, cuestión sobre la que más tarde volveremos. Pero este “hecho característico”, que para algunos autores pone en cuestión el estatuto mismo de la comunicación como ciencia, más allá de la suma de descubrimientos sectoriales y tangenciales al “núcleo duro” de cada una de las disciplinas que la abordan, puede ser considerado al mismo tiempo fuente de gran riqueza teórica si se consigue justificar el estatuto teórico de la comunicación como ciencia, asumiendo al mismo tiempo su naturaleza multidisciplinar y la más que

1

Ch. S. Peirce, La ciencia de la semiótica, Buenos Aires, Nueva Visión, 1974, pág. 16.


Pilar Carrera

9

probable imposibilidad para alcanzar el estadio de “conciliación” o síntesis que la interdisciplinariedad presupone. Si hubiese que buscar un rango diferenciador que unificase la pluralidad de enfoques —sociológicos, psicológicos, politológicos, lingüísticos, económicos— sobre lo mediático, a partir de los que se elaboran teorías que inevitablemente llevan la marca de la disciplina matriz, y puesto que no existe una ciencia que se denomine “comunicología”, de la misma manera que existen la sociología o la economía o la psicología, se podría considerar que ese rasgo deriva de que el concepto de teoría, en singular, tendría como virtud situar el objeto —la comunicación mediática— a salvo de reclamaciones exclusivistas por parte de una disciplina sectorial, sea la sociología, la psicología, la economía o cualquier otra. El concepto en singular apunta en este caso no a un exclusivismo sino precisamente a una instancia renuente a la homeostasis, es el singular el que promueve y protege la necesaria pluralidad de enfoques. “Teoría” es el lugar agónico que define al propio objeto de estudio como algo que no se deja abordar por una disciplina sectorializada, sino que es atravesado por diversas disciplinas, y no podría ser de otra manera a riesgo de desaparecer como objeto. “Teoría” alude a una característica específica del estudio de la comunicación mediática: su naturaleza multidisciplinar. “Teoría” indica pues que la multidisciplinariedad se constituye en naturaleza primera para el objeto “comunicación mediática”. La función de preservación de esa multidisciplinariedad, que implica la transmisión de dicha naturaleza multidisciplinar y la negativa a reconocer derechos de legitimidad sectoriales sobre la materia, corresponde, en el mundo académico, a las Facultades de Periodismo y de Comunicación en general, las únicas capaces de erigirse en instancia “neutra”, en un sentido barthesiano2, y de garantizar la supervivencia de esta materia

2

“Doy una definición estructural de lo Neutro. Con esto quiero decir que, para mí, lo Neutro no remite a “impresiones” de grisalla, de ‘neutralidad’, de indiferencia. Lo Neutro —mi Neu-


10

Teoría de la Comunicación Mediática

como cruce de aportaciones procedentes de distintas disciplinas, impidiendo su disolución y subsunción en el marco de una ciencia particular. A. Moles, que defendía la existencia de una “ciencia de las comunicaciones” —“la comunicación constituye ya una ciencia autónoma con sus reglas propias” (Moles-Zeltmann, 1971: 118)— especificaba: “La teoría de la comunicación ... se presenta como una gran teoría (en el sentido epistemológico) de la forma de las relaciones del hombre con el mundo que le rodea. Se sitúa, pues, al nivel de esas pocas teorías unitarias, cuyo papel consiste en integrar las doctrinas parciales que propone la ciencia cotidiana.” (Moles-Zeltmann, 1971: 150).

Tomemos ahora el segundo concepto comprendido en el título, el de “comunicación”. Tradicionalmente se ha establecido una relación paradigmática fuerte entre los conceptos de “comunicación” e “información”, con la consiguiente carga expresa de intencionalidad en la elección de un término o del otro, convirtiéndolos en un verdadero manifiesto, en toda una declaración de principios tanto a la hora de adjetivar la teoría como de nombrar asignaturas o bautizar Facultades. La información acostumbra a asociarse a lo cuantitativo, a la máquina, al “hombre sin atributos” en términos de Musil, a lo unidireccional, al monólogo, a la manipulación, etc. etc., mientras que se han reservado para el concepto de comunicación, arropado por la arcadia del “directo”, del “cara a cara” —aún refiriéndose a formas de comunicación mediáticas—, lugares más amables: la interacción, el sentido, lo cualitativo, el humanismo, el diálogo, la equipolencia... Cuando es obvio que, en primer lugar, la comunicación “cara a cara” no está libre de las relaciones de poder —es más, se podría sostener que es la instancia operativa por excelencia de dichas relaciones—, y que la posibilidad de retroalimentación no convierte en inmaculado al acto comunicativo. Por lo tanto vamos a evitar perfumar tro— puede remitir a estados intensos, fuertes, inauditos. ‘Desbaratar el paradigma’ es una actividad apasionada, ardiente”. R. Barthes, Le Neutre. Cours au Collège de France (1977-1978), París, Seuil, 2002.


Pilar Carrera

11

de “humanismo” el concepto de comunicación frente al de información, porque nos parece que supone entrar innecesariamente en un terreno resbaladizo. La comunicación implica una fuerte carga procesual, la inserción de pleno derecho del “informado” en el proceso infinito de reproducción del acto comunicativo. No hay necesidad de entrar en consideraciones acerca de la bondad o perversidad de tal acto, del potencial de “realización” subjetiva que presuntamente conlleve o de su “humanidad” o “inhumanidad”. Por otra parte, la información es mucho más que un momento o movimiento de la totalidad del acto comunicativo, acto que tiende a ser considerado con un grado de universalidad y atemporalidad poco propicios para el rigor teórico. La comunicación es, hoy más que nunca, un concepto que posee una gran fuerza legitimante, hasta el punto de quedar desproblematizado y sustraído a toda crítica (¿quién se atrevería a criticar las bondades de la comunicación?). Como punto de partida habría que deseufemizar el concepto y devolverle la tensión que todo objeto teórico requiere para existir. Obligarlo a descender del cielo del mito al purgatorio de la teoría. El concepto de comunicación, pese a ser tan “siglo XX” como el de información ha representado desde el principio el papel del clásico, puenteando la gran urbe capitalista y mediática con la polis griega, si se quiere expresar así. Es por ello un concepto mucho más esquivo que el de información, connotado éste, en su versión más popularizada, de objetivismo tecnológico y la crítica correspondiente a dicho objetivismo. Así como el concepto de información se asocia rápidamente a la presencia de los medios de comunicación masivos en la sociedad, la comunicación aparece como un islote mediático, en el que la omnipotencia de la mediación se rinde a lo inmediato, a la “verdadera” relación comunicativa, de manera que aquellos medios que mejor remeden ese ideal de comunicación cara a cara, cuyo indicador básico es el potencial de retroalimentación o interacción, serán exonerados de “culpa” (caso de Internet). Sin embargo la comunicación


12

Teoría de la Comunicación Mediática

tal como aquí se concibe es un concepto tan mediático como puede serlo el de información, y tiene tan poco que ver como ella con las formas “prístinas” de la experiencia no vicaria. Por eso es necesario centrar dicho concepto, historizarlo al máximo, y esa es la función del atributo “mediática”, que busca tanto incidir en el fenómeno de la mediación, que debe constituirse en objeto teórico de pleno derecho al lado de otras instancias canónicas —como la receptora implícita en la clásica acuñación “comunicación de masas” o la emisora, o la perspectiva contenutista o esencialista que aísla el mensaje del medio—, al mismo tiempo que permite delimitar el objeto, si no excesivamente genérico, de “comunicación”. Se trata de anclar históricamente el concepto de comunicación para evitar la pérdida de vigor teórico del mismo por exceso de generalidad. Por su parte, el resto de las formas comunicativas clásicas, la interpersonal, intrapersonal o la organizacional habrán de ser consideradas en su interacción con la comunicación mediática. No se pueden tipificar aisladamente en las sociedades actuales, donde el elemento mediático es pervasivo. Ocurre con la comunicación mediática lo que ocurre con la comunicación en general como objeto de estudio: es un objeto lábil y escurridizo, que por lo tanto hay que abordar sin despreciar ninguna estrategia tangencial. En este caso el extrañamiento requerido, derivado de la reconstrucción del objeto experiencial, intuitivo y cotidiano o vinculado con la práctica profesional, y de su conversión en objeto teórico, en un primer movimiento, debe permitir enfrentarnos de nuevo, finalmente, a la cotidianeidad, a la realidad cotidiana de los medios, que es atributo básico y diferencial de la comunicación mediática como objeto de estudio científico. Esa es la única justificación de ese extrañamiento inicial, que de no consumarse este segundo movimiento de conceptualización empírica, no tendría ningún sentido. Un discurso sobre los medios debiera encontrar su integración en la praxis, sus conceptos debieran poder encontrarse a gusto entre los conceptos empíricos, y no generar —lo que normalmente ocurre— un discurso para-


Pilar Carrera

13

lelo con el que ocultar o mitificar una praxis —que obviamente incluye también sus discursos— que es asumida por el públicoencuestado como reprochable en el marco de un discurso social contenutista crítico instituido. La teoría debe entrar de lleno en la praxis —entendiendo que toda praxis es “mediata” y se legitima desde un universo conceptual dado— saber contaminarse de los hechos y los discursos inherentes a esta última. En el caso de los medios de comunicación toda teoría es, de alguna manera, “espuria”. Su papel no es ofrecer un desideratum sublimado acerca del uso “benéfico” —y beatífico— de los medios, ni tampoco limitarse a constatar estados de hecho y sus regularidades, sino labrarse su propio camino entre las practicas tal y como tienen lugar, permaneciendo tangencial tanto a la facticidad abrumadora como al discurso utópico. Lo “simbólico”, el “imaginario”, o la “cultura popular” son conceptos que en su aplicación mediática se han hecho virar innombrables veces hacia lo épico, hacia la gran teoría, hacia el gran relato que, como el ave fénix, se consume en su propio fuego para volver incesantemente a renacer. La relación del espectador o del consumidor —de todo consumidor y no solo del intelectual— con los medios, es una relación problemática. Objetivo de este libro es plantear esta perspectiva o discurso, y no el del “zombi social”, discurso este, por otra parte, que es el que el público ha naturalizado, y en cierta forma espera y agradece. No tiene sentido negar a los medios, como Judas. Tampoco tiene sentido declararlos evidentes. No lo son. En ese terreno entre la negación y la evidencia habría de encontrarse una filosofía de la comunicación mediática, que evite caer en el “desprecio hipócrita hacia las cosas que los hombres se toman de hecho como las más importantes, todas las cosas que les son cercanas”3. Esta es, en el terreno en que nos movemos, la única perspectiva heurísticamente fructífera.

3

Friefrich Nietzsche: El paseante y su sombra, Madrid, Siruela, 2003, pág. 14.


14

Teoría de la Comunicación Mediática

Es necesario lastrar históricamente el concepto de comunicación para evitar que se convierta en una nada por exceso de significado. La comunicación como ciencia nace en un momento y contexto histórico precisos de los que porta la huella. Es cierto que puede defenderse la existencia de la comunicación casi desde la aparición del primer hombre sobre la tierra, o aún antes, desde la aparición de las primeras formas de vida animada, pero el objeto de estudio que aquí nos ocupa se entiende como datado, limitado y restrictivo, no hablamos de la existencia “esencial” de la comunicación, sino de su existencia teórica, textual, en cuanto ciencia o como metalenguaje. Asistimos a cierta transvaloración desde el punto de vista de la tradición conceptual —y poco importa que nos movamos en el terreno del cliché o la humareda, lo importante de los conceptos no es que estén “vacíos” o no, sino que cumplan, durante el tiempo de vida que les sea otorgado, su función de relés, que permitan que el juego siga— a una especie de pirueta semántica, cuando lo social ha pasado a declinarse en términos informacionales. Tomemos por ejemplo el concepto de “sociedad de la información”. Ahora más que nunca es fundamental precisar estos términos. Que la información haya llegado a convertirse en la supuesta naturaleza primera de lo social debería dar qué pensar. Cuando tradicionalmente la información ha quedado subsumida como subsistema de lo social, ahora parece querer definir no una de sus propiedades, sino su esencia, o su característica esencial. No es menos casual que el epíteto sea “de la información” y no “de la comunicación”, término este último que había sido durante décadas el Doctor Jeckyll de los estudios cualitativos de los medios. Hay que remontarse a la arqueología de estos conceptos en su relación con los medios de comunicación de masas para apreciar en su justa medida esta elección conceptual, que tiene mucho que ver con el relegar el término “común” a favor de una supuesta interacción individual y directa, entrópica, redentora respecto a la clásica conceptualización de los medios (el supuesto de que cualquier sujeto puede emitir, supuesto especialmente explotado en los


Pilar Carrera

15

discursos sobre Internet) y no filtrada por otras instancias, con lo mediático —que aparece como eminentemente normativa antes que constatativa— que algunos postulan como el “retorno al sujeto” —aunque todo “retorno” merezca ser acatado con justificado recelo— como si se hubiese consumado el viejo sueño liberal del vínculo social emergiendo triunfal de la entropía de las querencias individuales. La información cumple un papel de legitimación social y política. Es importante por lo tanto saber cuál ha sido el recorrido del concepto hasta alcanzar el suficiente prestigio como para ser adoptado social y políticamente como atributo en pie de igualdad con otros grandes conceptos que tradicionalmente han acompañado al término “sociedad”: “democrática”, “liberal”, “capitalista”, “de masas”. Adjetivos axiomatizados a los que se ha recurrido tradicionalmente para justificar la acción socio-política. Por lo tanto no es baladí preguntarse cómo se ha axiomatizado un término que, a diferencia de los adjetivos antes citados política y económicamente muy cargados, se presenta como aparentemente desemantizado, inocuo, despolitizado, meramente tecnológico —la información porta la marca entrópica y el horizonte utópico del canal sin ruido y capacidad ilimitadamente creciente, antes que la transmisión de un sentido preciso. No es casual que no se hable de “sociedad de la comunicación”. Puesto que este último concepto, si se lo libera del mito agorístico que lo maniata, para considerarlo plenamente “mediático”, es un concepto mucho más delicado y desestabilizador —al menos teóricamente— que el de información. Pensemos en la teoría de la comunicación como en un lugar disciplinario vacío, “neutro”, canal sin adscripción a un Mensaje exclusivo, cruce de caminos multidisciplinar, cuyo único filtro ha de ser la potencia teórica y la pertinencia respecto al campo teórico concreto de la comunicación mediática, esto es, el potencial heurístico de la teoría en cuestión para la comprensión del objeto. Se contribuiría así, desde dentro, a prevenir todo imperialismo disciplinario en las cosas de la comunicación y


16

Teoría de la Comunicación Mediática

a mantener lo multidisciplinar como rasgo fundamental de la teoría de la comunicación. Se ha optado en este texto por conciliar lo diacrónico con lo sincrónico. El recorrido histórico por las distintas teorías está muy relacionado con la creencia en que el pasado es algo más que la semilla de lo presente, superado o contenido en el propio presente. En el caso de los medios de comunicación, como en otros objetos teóricos, hay que considerar la posibilidad de que muchas de esas potencialidades no se hayan consumado, es decir, que la evolución de las teorías haya dejado “cabos sueltos”, caminos artificialmente sellados, cuyo destino desconocemos. Por lo tanto es fundamental conocer el pasado, el devenir teórico, no únicamente para conocer las raíces del presente, sino para reconocer los falsos muros susceptibles de ser derribados y andar esos caminos que apenas se habían empezado a recorrer. Las teorías pasadas no son mera genealogía de lo presente, pura arqueología. Es probable que muchas posibles genealogías no se hayan consumado y aguarden aún hoy por su presente. Se ha optado por conjugar un enfoque sincrónico, que rastree la unidad de las formas más allá del tiempo de su manifestación, con la recensión cronológica o lineal de las distintas teorías. Esta consideración debida al “tiempo de las formas”, lo que podríamos denominar cierto pudor histórico, cierta reverencia debida a lo pasado, no tiene nada que ver con la nostalgia ni tan siquiera con la tradición. Suele darse entre las teorías de la comunicación una relación de latencia-actualización cíclica, lo que algunos autores denominan el continuo “redescubrimiento de la rueda”, que realmente no es sino la manifestación de lo históricamente no saldado, y en cierta medida un síntoma de buena salud de un discurso que se resiste a conceder a las teorías de la comunicación el dulce sueño de la reliquia. En este sentido el discurso histórico en el caso de los medios poco tiene que ver con un discurso historiográfico de recensión museística. La historia de las teorías de la comunicación no es una carrera de relevos en la que unas teorías servirían de apoyadero a las otras en el


Pilar Carrera

17

camino del conocimiento hacia la “cima”. Ya hemos explicado el papel que, en esta relación inter-teórica consumada en la planicie, juega la naturaleza multidisciplinar de la comunicación de masas. Por lo tanto la opción diacrónica viene impuesta por la necesidad de atender al texto concreto “historizado”, localizado en el momento de su emergencia, no por ninguna noción de evolución teórica o de superación de unas teorías por otras, ni siquiera por una exhaustiva reconstrucción del fondo epocal o contextual. El desarrollo propuesto se atiene al tiempo cronológico histórico, pero no efectúa ninguna subsunción de lo teórico en el marco histórico ni es en absoluto exhaustivo en la búsqueda de explicaciones contextuales. En este caso el “contexto” histórico no agota el “texto” teórico, sino que empieza con él y en él. Este tiempo histórico del que hablamos no es el de los “Acontecimientos”, sino el del discurso. En la misma línea nos posicionamos en contra de un paradigma que postule la “sustituibilidad” mediática. Igual que en el caso de las teorías, en el de las tecnologías de la comunicación mediática no se puede hablar de “progreso” en un sentido comunicativo. No estamos ante una carrera de relevos tecnológica. No se puede entender los medios de manera inmanentista, solipsista y exclusivista. Un medio solo puede abordarse desde una perspectiva estructural como relación, en un sistema no atomista sino relacional. Los medios ni se sustituyen ni se subsumen unos en otros. Tanto los medios tradicionales como los de vanguardia en cada respectivo momento histórico, forman parte de una estructura en la que la entidad de cada uno de ellos depende de su posición relativa respecto a los otros. En este sentido el “sistema de medios” puede ser comparado con una sociedad con sus distintos roles —el medio aristócrata, el populista, el manipulador, el demócrata, el conservador, el progresista, el serio, el superficial...—, o con un tejido, en el que recortar una parte de su superficie aislándola de su sistema de relaciones equivale a que dicha parte se deshilache entre nuestras manos. Las teorías sobre los media son el ejemplo más fehaciente de esta simultaneidad de la que estamos hablando,


18

Teoría de la Comunicación Mediática

de esta relativización del concepto de progreso como vínculo o nexo interteórico y que explicaría en parte —en aquella parte teóricamente fructífera— el “eterno retorno de lo mismo” en el terreno de las teorías de los media Se podría haber optado asimismo por una perspectiva analítica en la que se procediese a desagregar el concepto monolítico de “medios de comunicación”, puesto que es obvio que existen diferencias sustanciales entre los distintos medios —prensa, radio, TV, cine, Internet— que apenas permiten esta subsunción conceptual tajante. Es obvio que matices muy importantes se pierden en nuestra aproximación que sólo se detiene en la especificidad mediática en el seno de determinadas teorías más centradas en uno u otro medio. Pero nuestra decisión consiste en primar el epígrafe o encabezamiento teóricos —el nombre de la teoría— sobre el primado o encabezamiento nominal— mediático: “Prensa” “Televisión”, “Internet”..... Creemos que las teorías desempeñan de manera más eficaz la función de “arrastre” o de aglutinador de la multiplicidad textual, así como la de economía de la forma teórica, de lo que una perspectiva centrada en el análisis por separado de los distintos medios podría hacerlo. En ambas opciones se pierde algo, pero, en primer lugar no creemos que la “inconmensurabilidad mediática” sea total, como para justificar un estudio exclusivo de la comunicación en cada medio, puesto que finalmente, en todos los casos, incluso en el caso de Internet, pueden rastrearse lugares comunes: reproducción técnica, difusión “masiva”... y recordemos, ante esta palabra que ya suena démodée y desfasada (habría que preguntarse por qué puesto que difícilmente puede defenderse que haya perdido potencia teórica), que la masa (el “hombre-masa”) no es exclusivamente un concepto de orden físico o de recepción simultánea, es también como sostenía McLuhan “un fenómeno de velocidad eléctrica, no de cantidad física” (McLuhan, 1977: 80). Esta última definición de hombremasa es perfectamente aplicable al caso de Internet y al receptor “realizado” que se le supone. Así, sin pretender negar en absoluto la especificidad mediática, los atributos consustanciales a cada


Pilar Carrera

19

medio y solo a cada medio, no se puede obviar el hecho de que la mayoría de las teorías de la comunicación mediática han enfocado el objeto —la comunicación mediática— con visos de globalidad, entendiendo que tal forma de comunicación se ve implementada o “desviada” por la aparición de un nuevo medio, que introduciría cambios radicales o menores, pero que finalmente dicho enfoque puede ser defendido, por encima de las especificidades del tipo “comunicación periodística”, “comunicación televisiva”... que normalmente se conceptualizan en términos de “lenguaje”: “lenguaje periodístico, “lenguaje televisivo”, “lenguaje de Internet”... Bataille sin duda había reconocido la índole peculiar del concepto: “Il est dans la communication je ne sais quoi de fragile, qui meurt si l’on appuie: la communication exige que l’on glisse”4.

4

“Hay algo frágil en la comunicación que muere si se presiona:

la comunicación exige deslizarse” en G. Bataille; “C’est une banalité ...”, Tel Quel, nº 81, 1979.



II. LA COMUNICACIÓN COMO CIENCIA Y COMO OBJETO DE ESTUDIO Pues de otra manera el discurso sería largo e ilimitado y dejaría simplemente sin respiración al orador. Demetrio, Siglo I d. C.

LA MIRADA TEÓRICA Recurrimos en una primera aproximación al concepto de “teoría” a la etimología griega, sin pretender por ello otorgar un especial valor legitimador a la etimología, pero bien es cierto que los griegos la inventaron, así como su opuesto, la “praxis”. Antes de la “teoría“ podían existir acciones sobre el medio o sobre los demás hombres, “prácticas”, pero no existía “la praxis”. En griego, teoría significa “ver”. Ese “ver” dista absolutamente del concepto moderno de “punto de vista” que implica unas connotaciones epistemológicas radicalmente diversas de las existentes en el mundo griego. Y la posibilidad misma de ver, está en íntima relación con un trabajo sobre los conceptos, que pueden ser definidos como ventanas abiertas —o mirillas, o incluso pequeños agujeros furtivamente practicados— sobre lo real. Toda teoría es ante todo un trabajo de conceptualización. L. Althusser en un breve ensayo del año 1967 titulado Sobre el trabajo teórico: dificultades y recursos escribía acerca de la necesidad de establecer claramente la diferencia entre los sentidos usual y conceptual de las palabras. Dificultad tanto más acuciante cuando una palabra comparte usos teóricosconceptuales y cotidianos —tal es el caso de “comunicación”—


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.