XABIER PIKAZA
HIJO DE HOMBRE Historia de Jesús Galileo
Valencia, 2007
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A la memoria de Francisco y Carmen, mis padres, y de Ram贸n, mi hermano, testigos de la vida del hijo del hombre (gizasemeen bisitza)
Zatoz maitea gure estera dostatzera arratsean. Eder basoan haritza haran aldean garitza. Fruitu antzera ontzen da hemen gizasemeen bizitza. (Mikel Laboa)
Ven, amor, a nuestro cobijo, para resguardarnos cuando atardece. Como hermoso hayedo del bosque, como trigal de la zona del valle... la vida del hijo de hombre es fruto que madura aquĂ lentamente.
Sumario
Prólogo.......................................................................
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1. Introducción. Un judío de libro .......................
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2. Principio. Hijo de María, artesano galileo ......
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3. Maduración profética. Jesús y Juan Bautista . 111 4. Se ha cumplido el tiempo. Profeta del Reino . 163 5. Amor en acción. Hombre carismático ............ 213 6. Amor en palabras. Maestro del Reino ............. 255 7. Amigos de Jesús. La gente del Reino ............... 327 8. Decisión mesiánica. Subir a Jerusalén ............ 373 9. Destino mesiánico. Muerte en Jerusalén ........ 433 10. Tumba vacía y apariciones. Los primeros cristianos ................................................................. 499 11. Apéndice Cuatro excursus................................ 539 12. Bibliografía ....................................................... 589
Prólogo Vivió hace dos mil años y pensó que Dios le había confiado la tarea de actuar como Mesías de su pueblo, siendo un simple ser humano, hijo de hombre, vinculado a todos los seres humanos y a la historia y destino de la misma naturaleza (de la tierra)1. Se llamaba Jesús Galileo, era de Nazaret y su nacimiento marca el año cero del era común (de la que se cumplen ahora los 2007 años). Llevaba el nombre de Josué (=Dios o Yahvé salva), un conquistador, que había introducido a los hebreos en la Tierra Prometida, según el libro de su nombre (=Jos). Pero Jesús Galileo no fue conquistador, sino un Cristo o Mesías (Jesús-Cristo) que anunció y promovió en un tiempo duro la llegada del Reino de Dios: la justicia y la paz entre los hombres. En un sentido fracasó, pues los dirigentes romanos, con la ayuda de algunos sacerdotes judíos de Jerusalén, capital religiosa de Israel, pensaron que su proyecto resultaba peligroso y le condenaron a morir crucificado, para escarmiento de posibles seguidores o imitadores. Pero, en otro sentido, su propuesta siguió y sigue vigente, pues, como dijo F. Josefo, historiador judío, “la tribu de aquellos que le habían amado le siguió amando”, de manera que mantuvo su doctrina y ex-
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Por eso he querido recoger en la dedicatoria un famoso canto de Mikel Laboa donde se habla de “la vida del hijo del hombre” (gizasemearen bisitza), sabiendo que en ella se incluye la vida y destino de todos los seres humanos, incluso de aquellos que han muerto (padres, hermanos...), unidos a las hayas del bosque y los trigos del valle, en un camino que Jesús ha vinculado al amor gratuito y liberador que nos tensa a lo largo del día y nos destensa (en amor esperanzado y hogar) cuando anochece. Texto completo del canto y traducción castellana en http://www.musikazblai. com/mikel-laboa.
pandió su movimiento (cf. Ant XVI, 63; de los seguidores de Jesús tataré en la segunda parte de este libro: Historia de los primeros cristianos)2. El primer Jesús-Josué había sido un vencedor y se dice que el mismo cielo le ayudó a ganar la guerra, pues el sol se detuvo y el día se alargó, mientras caía el pedrisco sobre los palestinos “perversos”, a quienes los soldados de Israel debían rematar, para que la tierra quedara libre de “malvados” (cf. Jos 10, 12-13). Podemos recordar que esta leyenda del sol quieto y parado a la voz de mando de Josué sirvió para condenar en el siglo XVII las teorías de un científico llamado también Galileo, que empezó a decir que la tierra gira en torno al sol y no al contrario. En una línea muy distinta, pero también de forma simbólica, los evangelios dirán que cuando el Cristo murió clavado en cruz, llamando a un Dios en apariencia ausente, no cayó pedrisco para matar a los verdugos, ni se detuvo el sol, sino que la tierra se cubrió de un velo de oscuridad (cf. Mc 15, 33-34; Lc 23, 45), como si estuviera triste y no pudiera soportar aquella muerte. La vida del primer Jesús-Josué, conquistador, es casi solamente una leyenda victoriosa, destinada a resaltar la protección de Yahvé sobre un pueblo victorioso, que conquista por las armas una tierra ajena (¡prometida!), para establecer allí su Santo Estado. Muchos sionistas actuales recuerdan aún la historia de aquel primer Josué, con el Dios que responde al
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El subtítulo de este libro se parece al título del hermoso libro de S. Vidal, Jesús el Galileo, Sal Terrae, Santander 2006. A pesar de ello he decidido mantenerlo, pues un texto no va en contra del otro, sino que ambos (S. Vidal y yo, antiguos y buenos amigos) trabajamos en direcciones convergentes. Por otra parte, este subtítulo, Historia de Jesús Galileo, forma parte de una obra que, Dios mediante, constará de tres volúmenes. Éste trata de Jesús. El segundo, que en gran parte se encuentra ya compuesto, recogerá La historia de los primeros cristianos, durante el tiempo de la composición del Nuevo Testamento, es decir, entre el 30 y el 150 d. C. El tercero aplicará la vida de Jesús y de los primeros cristianos hacia el tiempo actual y llevará el título de Historia de los últimos cristianos. Prólogo
buen soldado, para justificar su derecho militar sobre Palestina. Algunos cristianos han querido apoyarse también sobre la santa espada del Yahvé guerrero de Josué (cf. Jos 5, 13) para establecer sus privilegios. Pero el Josué cristiano fue distinto: Jesús Galileo no quiso conquistar por armas una tierra, ni expulsar a sus “perversos” habitantes, ni llamar a las legiones de un posible Dios guerrero (cf. Mt 26, 53), sino que anunció y abrió, con la ayuda de su Padre, un camino de paz (Reino divino) para todos los hombres y mujeres, empezando por las ovejas perdidas de la casa de Israel (cf. Mt 10, 6), los pobres y excluidos de la sociedad galilea de su tiempo. Desde ese fondo he querido contar y comentar los elementos principales de la historia de Jesús Galileo, recogidos con bastante amplitud y fidelidad en los evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) y en menor escala en otros textos, dentro y fuera de la Biblia (Hechos y cartas de Pablo, historias de judíos y romanos, apócrifos, papiros etc.). Ciertamente, los mismos evangelios incluyen también algunas “leyendas” (narraciones simbólicas) de tipo ejemplar, destinadas a mostrar la importancia de Jesús; pero ellas no sirven para justificar la guerra, sino que están al servicio de la justicia, el perdón y la esperanza de los hombres, especialmente de los pobres. Jesús creció y maduró en Galilea, dentro de una familia que le transmitió su identidad israelita. Quizá sabía leer, pero no era letrado (escriba, hombre de letras), aunque tampoco era analfabeto, en el sentido moderno, pues tenía gran cultura social y religiosa, como iremos indicando. Fue, como su padre, un artesano (albañil-carpintero) y por su oficio (con trabajo o en el paro) estuvo en contacto con la miseria de una situación social y religiosa opuesta a las promesas de Israel, pues creaba cada vez más pobres y los expulsaba del orden social. Un día, siendo ya maduro y, al parecer, sin haberse casado, abandonó el trabajo (quizá no lo tenía) y se retiró al desierto, al otro lado del Jordán (Perea), donde fue discípulo de Juan, un profeta bautista que anunciaba el juicio de Dios, la destrucción del “orden” reinante y la nueva entrada en la tierra prometida, Prólogo
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como en tiempos de Jesús-Josué, al principio de la historia israelita3. Cuando Juan fue ajusticiado, por orden de Herodes Antipas, soberano de Galilea/Perea, vasallo de Roma, Jesús no rechazó los ideales que con había compartido con él, ni volvió a su aldea, sino que avanzó en su línea y, dando un paso en adelante, dejó el desierto (al otro lado del río), como si el mensaje de Juan ya se hubiera cumplido, y comenzó a proclamar la llegad del Reino de Dios en Galilea. De esa manera, superó el nivel de una esperanza puramente profética en Perea (al otro lado), para iniciar en la tierra prometida (Galilea) su proyecto y camino de Reino. Fue Mesías de los pobres, los expulsados y enfermos, los ilegales y manchados, y con ellos (pero también con otros que tenían tierras y les acogían en sus casas), intentó crear un movimiento de familia universal (de amigos de Dios), actuando como Cristo. Formó un grupo de seguidores, que asumieron, al menos en principio, su proyecto. Tuvo cierto éxito y logró crear grupos mesiánicos en diversos lugares de la periferia campesina de Galilea. Pero suscitó el rechazo de la autoridad establecida. A pesar de ello (o por ello) subió a Jerusalén, para culminar su pro-
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Sobre Josué, cf. J. L. Sicre, Josué, Verbo Divino, Estella 2002. De la espada y violencia de Josué he tratado en El Señor de los Ejércitos. Historia y teología de la guerra, PPC, Madrid 1997. La leyenda político-sacral de Josué conquistador sirvió y puede servir para avalar la “providencia violenta” del Dios que concedió su tierra a uno hebreos oprimidos. De su vida real no sabemos quizá nada y bastantes exegetas afirman que ni siquiera existió, de manera que su mismo nombre (Josué: Yahvé Salva) es quizá un símbolo de la “victoria de Dios”. En contra de eso, los rasgos esenciales del segundo Josué (Jesús) Galileo se encuentran históricamente bien documentados, como iremos viendo. Aquí podemos adelantar que nació en Nazaret de Galilea, en torno al año cero; que su madre se llamaba María y que su padre legal era José, artesano de oficio, campesino sin hacienda. Tenía al menos dos hermanas y cuatro hermanos (a quienes algunos consideran primos), con nombres (Santiago-Jacob, José, Simeón y Judas: patriarcas de las tribus) que marcaban su identidad israelita (cf. Mc 6, 3). Prólogo
yecto, esperando que Dios respondiera a su mensaje y ratificara su obra. Pero las autoridades de Jerusalén (y el representante del Imperio) tuvieron miedo de su movimiento y le mataron, como habían matado al Bautista. Así murió, rechazado por unos sacerdotes, crucificado por Roma, abandonado, según muchos, por el mismo Dios, sin más dignidad ni título que ser hijo de hombre, representante humano de Dios. Sus jueces pensaron que habían acallado su voz y detenido su movimiento. Pero sucedió al contrario, porque muchos discípulos y amigos, que parecían haberle abandonado en su muerte, retomaron su mensaje y comenzaron a extender con más fuerza su proyecto, afirmando, además, que le habían “visto” y que se hallaba vivo, pues Dios le había resucitado. De esa forma, con el paso del tiempo, recrearon su recuerdo de Jesús y lo fijaron en unos libros ejemplares, llamados evangelios. No todos los relatos incluidos en los evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas, Juan) y en otros libros, públicos y apócrifos (más o menos escondidos) de aquel tiempo son igualmente fiables en sentido crítico (científico), pues la historia de Jesús ha sido interpretada desde una perspectiva creyente (dentro o fuera de la gran iglesia), partiendo de la esperanza israelita y de la experiencia pascual de sus discípulos. De todas formas, si estudiamos su vida con los métodos usuales de la crítica histórico/literaria, podemos afirmar que conocemos muchas cosas de ella, como indicarán los tema y capítulos que siguen4:
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He desarrollado el tema, desde otra perspectiva, sobre el modelo de E. P. Sanders, Jesús y el judaísmo, Trotta, Madrid 2004, en la introducción a Este es el hombre (bibl. 12). En esa línea quiero citar la conclusión provisional de J. P. Meier a su obra Un Judío marginal (Verbo Divino, Estella 1998-2006): «Simplemente, como dato fáctico, podemos decir: ningún judío individual de los que podamos identificar, que viviera en Palestina, en aquel tiempo de cambio de era, ha encarnado en sí mismo y, ciertamente, en una carrera que sólo ha durado unos pocos años esta variedad de funciones: (1) Predicador itinerante, (2) profeta escatológico, (3) heraldo del Reino de Dios, (4) hacedor de milagros (así se le suponía), (5) maestro e intérprete de la Ley de Moisés, (6) maestro de sabiduría y
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Introducción. Un judío de libro. Fue un “judío mesiánico” y su vida se hallaba definida, de algún modo, de antemano por el “libro” de la historia y profecía israelita. No surgió del vacío, como si debiera encontrar a solas la respuesta a los problemas de su identidad y de su trama existencial. Al contrario, a él le dijeron en su educación lo que había de ser, de forma que el guión de su vida se hallaba de alguna forma escrito en la Escritura. Principio. Hijo de María, artesano de Galilea. Nació probablemente en Nazaret, en una familia de clase baja, hacia el año 6 a. C. Tenía varios hermanos y hermanas y su madre se llamaba María. Recibió una buena educación judía, pero la tradición le recuerda sobre todo como artesano-campesino (no propietario). Nació y creció en un tiempo de crisis fuerte y se educó de una manera especial en la escuela del trabajo. Maduración. Jesús y Juan Bautista. La problemática social y personal le llevó hasta Juan Bautista, cuya doctrina compartió, aceptando su mensaje de juicio, al otro lado del Jordán retirándose, pues él al “desierto” del principio de la historia israelita, para iniciar otra vez el camino de Dios hacia la tierra prometida. Creyó que era inminente el fin de la historia antigua. Pero después de haber sido bautizado en el Jordán, volvió a Galilea. Se ha cumplido el tiempo. Profeta del Reino. Volvió a Galilea, anunciando que la etapa anterior se había cumplido, de manera que Dios actúa ya de un modo directo, como fuente de amor, no de juicio. Así anunció y expresó la llegada del Reino de Dios, que se manifiesta en el pan compartido, es decir, en la comunicación gratuita y amorosa entre los hombres. Dios no fue para él puro Señor de juicio, ni simple futuro, sino Presencia creadora de vida. Amor en acción. Hombre carismático. Juan había anunciado la llegada del “más fuerte”, para realizar el juicio. Jesús sabe que el “más fuerte” (el mismo Dios) ha llegado y le ha dado poder, pero no para juzgar, sino para sanar a los enfermos y endemoniados. Así aparece y actúa como carismático, en la línea del profeta Elías,
tejedor de parábolas y aforismos, (7) gurú personal y líder de una banda itinerante de discípulos, varones y mujeres, (8) profeta judío de Galilea, que terminó siendo crucificado en Jerusalén por el prefecto romano, a causa de su pretensión de ser Rey de los Judíos. (9) Hijo de David...» (cf. J. P. Meier, Del Profeta como-Elías al Mesías real davídico, en D. Donnelly (ed.), Jesús: Un coloquio en tierra santa, Verbo Divino, Estella 2004, 107108).
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de manera que sus sanaciones y exorcismos aparecen como signo de la llegada del Reino de Dios. Amor en palabras. Maestro del Reino. La llegada del Reino y sus signos (curaciones) se expresan como palabra de amor dirigida, de un modo especial, a los enfermos, mendigos, impuros y pecadores, que así aparecen como destinatarios y portadores del mismo Reino. Jesús anuncia y anticipa de esa forma, con parábolas y enseñanzas de sabiduría, la transformación de los hombres, a quienes ofrece y pide amor: pide que se perdonen y se amen entre sí, amando a los mismos enemigos (sin juzgarles). Amigos de Jesús. La gente del Reino. Fue un célibe, abierto a todos en amor, en especial a los más necesitados. Quiso unir a los pobres (itinerantes, sin casa o trabajo) con los sedentarios, más ricos, de manera que los pobres curaran a los ricos y los ricos acogieran a los pobres, superando el modelo de familia patriarcal que dominaba entre los “buenos” israelitas. Escogió un grupo de discípulos, simbolizados y centrados en los Doce, a quienes invitó a compartir su obra y a proclamar la llegada del Reino al conjunto de Israel. Decisión mesiánica. Subir a Jerusalén. Su manera de optar por los excluidos y su experiencia de ruptura y creación de una nueva familia se tradujo y expresó en un choque fuerte con las instituciones religiosas y sociales de su pueblo. En un momento dado, para culminar su proyecto, Jesús decidió subir a Jerusalén, a fin de plantear allí su mensaje, como “hijo de hombre”, dispuesto a morir por la causa del Reino. No se enfrentó a los soldados del César, ni conquistó el templo de los sacerdotes con las armas, pero su gesto de autoridad mesiánica suscitó el rechazo de todas las autoridades. Destino mesiánico. Morir en Jerusalén. Otros profetas anunciaban grandes prodigios externos. Jesús sólo ofreció el signo de su vida, al servicio de los pobres. No subió a Jerusalén para morir, sino para iniciar el Reino de Dios, pero aceptó la muerte. Subió esperando que Dios se manifestaría y que las autoridades pudieran acogerle, pero no le acogieron y así tuvo que morir, rechazado por los sacerdotes, condenado por Roma y abandonado por la mayoría de sus discípulos. Pero antes de morir ofreció a sus amigos una copa de esperanza, prometiéndoles que la siguiente la tomarían en el Reino. Tumba vacía y apariciones. Los primeros cristianos. La muerte de Jesús fue tan distinta e “inesperada” que sus discípulos y amigos no pudieron ni siquiera sepultarle con honor, para mantener su memoria en una tumba. Pero algunos de ellos, a partir del
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testimonio de unas mujeres amigas, descubrieron que no había recuerdo de tumba (o que su tumba se hallaba vacía), pues Dios le había “resucitado” y él estaba vivo, haciéndoles vivir y anunciar su Buena Nueva de Reino. Ellos iniciaron así la nueva historia de Jesús, el camino del Resucitado, del que tratará el siguiente libro (Historia de los primeros cristianos). Apéndice. Cuatro excursus. Para ampliar y precisar algunos temas anteriores, he querido introducir al final del libro cuatro breves apéndices, que sirven para evocar brevemente los argumentos más conflictivos o teóricos sobre el origen (historia de María, concepción virginal, función de José y genealogía) y sobre la identidad y conciencia de Jesús (hijo del hombre). Son argumento que pueden parecer marginales en un libro como éste pero que, a mi juicio, merecen ser tratados, aunque sea de paso.
Así quedan expuestos los elementos esenciales de una historia que ha sido tan real y tan intensa que ha debido ser adornada con leyendas (representaciones, símbolos, semblanzas), que ayudan a entenderla (no a negarla), destacando su extrañeza y cercanía. Ésta es una historia real, la vida de un hombre (que pudo haber sido igualmente mujer, por lo que hizo), que no destacó por las cosas que más suelen destacarse (poderío militar, político, económico), sino por su humanidad: quiso que hombres y mujeres fueran lo que son, seres humanos, capaces de quererse y entenderse de un modo gratuito, compartiendo desde Dios (en Dios) bienes y vida, en este mismo mundo, porque ha empezado el Reino. Careció de poder, pero tuvo una inmensa autoridad; por eso le mataron los poderes que fundan la vida sobre bases de violencia o de dinero, los que temen a los hombres y mujeres que son simplemente lo que son: humanos. Este Jesús Galileo, a quien he querido presentar, con la tradición más antigua, como Hijo del Hombre (Ben Adam, Bar Henosh, Gizaseme), sigue siendo la figura quizá más significativa de occidente, un personaje fundamental de la historia humana, de manera que sus devotos y amigos, le invocan y veneran como Hijo de Dios, Señor divino. De su mensaje y destino dependen muchas de las cosas que somos y podemos ser y su vida resulta fascinante, por poco que entremos en
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ella, como intentaré mostrar a los lectores, sean o no creyentes. He querido contar, razonando brevemente, los “hechos” de esa historia, procurando que los mismos lectores evalúen, respondan y decidan. Ésta es la historia de Jesús Galileo, que sólo quiso ser “un hijo de hombre”, aunque fue también, como veremos, profeta escatológico, sanador famoso, maestro de sabiduría, animador o gurú de un grupo de amigos, renovador social, Hijo de David, Mesías de Israel. Ésta es una historia de dinámica social, más que de pura religión o teología, aunque también incluye elementos de religión y teología. Tengo la esperanza de que podrá servir para creyentes que quieran conocer mejor la identidad y las obras de Jesús Galileo en quien confían; también podrá servir para aquellos no creyentes que quieran comprender mejor la figura de un hombre que ha cambiado y puede cambiar la historia de la humanidad. He querido que el libro se pueda leer de corrido, sin necesidad de acudir constantemente a discusiones de detalle y precisiones de bibliografía, aunque incluye algunas notas eruditas y supone (e introduce al final) una abundante bibliografía, a veces anotada y valorada, para aquellos que quieran seguir leyendo sobre el tema5. 17 de enero de 2007 Madrigalejo del Monte
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La bibliografía (citada en las notas con bibl) es bastante extensa y está dividida por temas, de manera que pueda servir a los que quieran profundizar en los argumentos. Para elaborar el libro he seguido los métodos de las ciencias literarias y sociales (de continuidad y diferencia entre Jesús y su entorno) aunque no he querido decirlo (probarlo con citas) en cada uno de los casos. (1) He querido comparar a Jesús con el judaísmo ambiental y con la iglesia posterior, para mostrar aquello que es más propiamente suyo, sabiendo, sin embargo, que muchas de las cosas que él dijo las decían o podían decirlas otros judíos de su tiempo y muchos cristianos posteriores. (2) También he utilizado el criterio de la atestación múltiple de fuentes (cuando una palabra o relato aparece en varios evangelios o
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tradiciones). (3) Pero me he fijado, sobre todo, en la coherencia interna de la misma historia de Jesús. Asumo así los métodos que cientos y miles de investigadores siguen utilizando al estudiar la vida de los personajes del pasado y, en especial, la de Jesús. Procuro ser riguroso, aunque no vaya discutiendo en cada caso tradiciones, cotejando textos y citando los trabajos de los especialistas sobre el tema. Por eso pido a los lectores su voto de confianza: que ellos mismos, siguiendo el hilo de mi exposición, acudan a las fuentes (sobre todo a los cuatro evangelios canónicos), a fin de que obtengan su propio criterio sobre el tema. Para una valoración más amplia de los métodos de estudio, véase la introducción o primera parte de algunas obras básicas sobre Jesús, que cito en bibl 4.1 y en especial las de Crossan, Dunn, Meier, Theissen y Whrigt. Sigo el testimonio de los evangelios canónicos, aunque me apoyo también en otros historiadores” (como F. Josefo). Pienso que los restantes autores, judíos y romanos y, en general, los evangelios apócrifos no alteran los datos sustanciales de la historia de Jesús según los evangelios, como ha mostrado J. P. Meier, Un judío marginal I, Verbo Divino, Estella 1997, 47-182.
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INTRODUCCIÓN UN JUDÍO DE LIBRO 1. 2. 3. 4. 5.
Nacer judío. Hijo de profetas Moisés, Elías y David: la identidad judía Figuras ejemplares: de Adán al Justo Perseguido Alternativas de Jesús. Cinco tipos de personajes de su entorno En la plenitud de la historia romana. Julio César