Eden Maguire
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El papel utilizado para la impresión de este libro ha sido fabricado a partir de madera procedente de bosques y plantaciones gestionadas con los más altos estándares ambientales, garantizando una explotación de los recursos sostenible con el medio ambiente y beneficiosa para las personas. Por este motivo, Greenpeace acredita que este libro cumple los requisitos ambientales y sociales necesarios para ser considerado un libro «amigo de los bosques». El proyecto «Libros amigos de los bosques» promueve la conservación y el uso sostenible de los bosques, en especial de los Bosques Primarios, los últimos bosques vírgenes del planeta.
Título original: Beautiful Dead. Book 2. Arizona Diseño de la cubierta: David McDougal Adaptación de la cubierta: Random House Mondadori / Judith Sendra Fotografía de la cubierta: © Julia Star / Deviantart Primera edición: octubre de 2010 © 2009, Eden Maguire © 2010, Random House Mondadori, S. A. Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona © 2010, Teresa Camprodón, por la traducción Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Printed in Spain – Impreso en España ISBN: 978-84-8441-615-9 Depósito legal: B-33.895-2010 Compuesto en Fotocomposición 2000, S. A. Impreso en Limpergraf Pol. Ind. Can Salvatella c/ Mogoda, 29-31 08210 Barberà del Vallès Encuadernado en Encuadernaciones Bronco GT 1 6 1 5 9
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Para mis dos hermosas hijas
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hoenix Rohr me cambió. Irrumpió en mi vida como una estrella fugaz en un vasto y oscuro cielo iluminando mi mundo. An-
tes de conocer a Phoenix yo era una persona a medias, inacabada y temerosa. Después, por unas breves semanas, fui una persona completa. Cuidamos el uno del otro. Nos mantuvimos siempre unidos contra el mundo hostil, mi mano asiendo la suya y sus brazos rodeando mis hombros. Lo cierto es que las personas de mi mundo tienen la mala costumbre de perder la vida: cuatro chicos de nuestro instituto en un año. Eso da cierta intensidad a tu existencia: cada día te agarras a lo que tienes viviéndolo al máximo. Amor y sexo, compartir cada momento. Me agarré a Phoenix como si fuera mi salvador. Y entonces todo se hizo añicos. Lo perdí, en pocas palabras. Se enzarzó en una pelea y murió. Lo busqué por todas partes. Salí de la ciudad en coche, a través de los temblorosos álamos y las altas secuoyas, hasta donde las recortadas colinas se unen con el cielo. «Phoenix», susurré mil veces. Su nombre era todo lo que me quedaba. 9 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Phoenix, el cuarto de una lista de estudiantes que nunca regresarían. Uno, dos, tres, cuatro golpes en el corazón, pero el último fue un millón de veces peor. «Phoenix.» Me aferré a los recuerdos. Sus besos, sus caricias… los días de pleno verano en que nadábamos en el río Deer, las noches en que él subía el volumen del equipo de música de mi coche y conducía hasta el lago Hartmann, mientras yo descansaba la cabeza en su hombro e intentaba contar las estrellas. Durante un tiempo temí olvidarlo. Entonces las alas de los ángeles, los fantasmas, los espíritus del limbo —como se quiera llamarlos— empezaron a batir. Y Phoenix volvió.
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o quiero hablar con nadie. Necesito estar sola.
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De acuerdo, es cierto que todo ha salido bien para Jo-
nas, y eso en parte me ha fastidiado. Pero aún tengo en mis manos el destino de tres Almas Elegidas. Es cierto, aún lo tengo. Arizona, Summer y Phoenix. Arizona, Summer, Phoenix. En ese orden; los nombres se repiten en mi mente como un mantra. «Darina, me gustaría que pudieras quedarte en casa más tiempo. Podríamos hacer cosas, como hacernos la pedicura o ir de compras.» Esa es Laura, mi madre. «Darina, tienes que dejar de conducir el descapotable. Gasta mucha gasolina.» Ese es mi padre adoptivo, Jim. Es fácil hacerse una idea. «Quedamos en el centro comercial. Irán Lucas y Christian.» Estos son Jordan y Hannah. Pajaritos por aquí… pajaritos por allá… Y Logan Lavelle. «Darina, ¿por qué no te pasas por mi casa como antes? Podemos ver un DVD nuevo que tengo que mola mazo». Fuera todos. Dejadme en paz. Mi lenguaje corporal debería haber bastado, pero son demasiado insensibles para interpretarlo. O tal vez se preocupan por mí. 11 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Da igual, conduzco mi coche por Centennial, siempre en la misma dirección, hacia Foxton. Me interno en las montañas que se alzan cortadas a pico a cada lado de la autopista tapando el cielo azul. La música estalla en el aire silencioso. La velocidad es la clave para quitar el peso de mis hombros, mientras voy dejando todo atrás. «¡Conduce, nena, conduce!» Paso por la zona quemada. Un incendio kilométrico ha dejado tocones negros y retorcidos, troncos caídos, tierra gris… Tal vez en diez años la vegetación vuelva a crecer. Dejo atrás la matanza de árboles, sigo subiendo entre las montañas y las secuoyas que se alzan verdes contra la roca rosada, y me libero del pesado secreto, resbala por mis hombros porque no hay nadie que pueda presionarme. Estoy a salvo. El ritmo de la música me golpea los tímpanos. Los gemidos de las guitarras. Canto a voz en grito mientras doy saltos en el asiento agarrada al volante. Carrocería roja como brillo de labios y tapicería de piel beige, con pespuntes plateados. Brandon Rohr demostró tener gustos caros cuando me encontró este coche. Paso la cresta de Turkey Shoot, que está a diez minutos de Foxton. A media hora de las Almas Elegidas. Supongo que estoy obsesionada. Sé que lo estoy. A cada instante de mi vida, anhelo a Phoenix, anhelo sus ojos que saben leer lo que tengo en mente y en el corazón mientras me abraza. Quiero saber por qué no puedo estar con él todo el tiempo. Aquí está Foxton: una extensión desordenada de casas de madera, una tienda, un cruce sin ninguna señal de tráfico. Tomo la carretera lateral, paso las cabañas de pescadores que dan a las aguas bravas donde Bob Jonson por fin se vengó de la muerte de Jonas; sacó a Matt Fortune de la carretera y los dos se estrellaron contras las rocas 12 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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y se ahogaron. Le entregaron la Harley de Matt a Charlie Fortune y este se la arregló para él. Me estremezco solo de pensarlo. No pienses en ello, Darina. Sigo conduciendo. Ya he pasado las casas y la carretera se ha convertido en un camino de tierra. Más allá no hay nada, así que me veo obligada a salir del coche y seguir andando por el camino que los ciervos han trazado al dirigirse hacia la alameda de la cresta de la colina. Es la quinta o la sexta vez que subo aquí desde que murió Jonas y siempre encuentro silencio y vacío. El viento sopla a través de los álamos, pero no hay batir de alas, ni campo de fuerza que diga a los del otro lado, como yo, que se alejen. «Phoenix, soy yo. ¿Dónde estás? Tengo que verte.» Cuando me abraza se me acelera el corazón. Es el único momento en que me siento en casa. «Si sigo guardando tu secreto mucho más tiempo, me vendré abajo. Cuéntaselo a Hunter, cuéntaselo a los otros, no puedo hacer esto sola.» Subo a la cresta de la colina y, sin resuello, me quedo a la sombra del herrumbroso depósito de agua. A través de los árboles se puede ver el siguiente valle sin que se vislumbre el viejo establo. Las hojas de los álamos tiemblan y crepitan… ¿como alas? Es hermoso de verdad: los álamos y la pendiente de la ladera de la colina, espigas amarillas de tabaco indio que se yerguen orgullosas entre la plateada hierba de los prados. Y el gran, gran cielo. Pero no, aún no oigo el batir de alas, solo el latido de mi propio corazón y mi respiración jadeante, y no noto ni a Phoenix ni a las Almas Elegidas. Lo busco mientras bajo a grandes zancadas la pendiente, con tantas ganas que tal vez se me escape lo más obvio y no consiga divisar esa alta e inmóvil figura junto a la puerta del establo, 13 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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que se vuelve hacia mí y me espera. Estará allí, si bastara con desearlo y anhelarlo. Mis piernas se deslizan sobre la hierba. Me agacho y me arrastro por debajo de la verja de alambre de espino. Y miro directamente dentro del establo porque la puerta se balancea abierta como siempre. —¿Phoenix? —pregunto en voz alta mientras me adentro en la oscuridad. Se me llena la nariz de olor a polvo y a los tabiques podridos del establo e inclinados en ángulos delirantes. Unas viejas riendas de caballo cuelgan de los ganchos, y las telarañas tienden puentes de una viga a otra. —¡Por favor! Aclaremos algo. Aquí es donde pasan el rato las Almas Elegidas. No se dejan ver si no quieren. En realidad, necesitan guardar el secreto, ahuyentar a la gente del otro lado —eso quiere decir a nosotros— o a quienes no están… Iba a decir «muertos», pero eso suena un poco raro. Phoenix, Hunter, Arizona, Summer y el resto ya son historia. Son aparecidos, que regresan de entre los muertos.
El establo estaba vacío, comprobé cada milímetro, incluso el granero, donde exiguos haces de luz se proyectaban sobre el suelo putrefacto. Ahí fue donde vi por primera vez a Phoenix, en el centro de un círculo formado por un grupo de gente que entonaba cánticos; las Almas Elegidas y su señor le daban la bienvenida del limbo. ¡Pam!, mi mente explotó. Cuando logré reunir los añicos, mi novio muerto formaba parte del grupo de Hunter y la marca de la muerte lo de14 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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mostraba: un ala de ángel tatuada entre las escápulas, en el lugar donde le atravesó la navaja. «¡Phoenix, vuelve!», le supliqué. Salí del establo y crucé el patio, mientras iba perdiendo la esperanza. —¡Hunter! —grité—. Eres tú el que hace esto. ¡Te odio! El señor de los zombis los mantuvo invisibles. No estaba preparado para que volviera a ver a las Almas Elegidas otra vez. Se tomaría su tiempo, dejaría que hicieran acopio de fuerzas después de lo de Jonas. Y también tenéis que saber que no tienen libre albedrío y que Hunter domina cada cosa que hacen. Aunque permaneciera invisible, me oyó decir que lo odiaba, en aquel mismo momento. Ese es otro de los útiles superpoderes que tiene. Decidí apelar a su lado tierno, aunque sabía que no lo tenía. —Hunter, por favor. Echo de menos a Phoenix. Esto me duele mucho. Aguardé junto al remolque de la camioneta oxidada, pero no obtuve ninguna respuesta. Y, como seguía buscándola, entré en el porche de la casona y me asomé por la ventana mugrienta. Alcancé a distinguir la mecedora junto a los fogones de la cocina, la mesa cubierta de polvo centenario. Giré la manija y empujé con el hombro la puerta cerrada. —Hunter, te odio —murmuré. Un mes atrás me habría alejado y me habría dicho a mí misma que todo eso de los zombis era una locura. No era más que el efecto de la pena en mi mente febril, que me hacía ver cosas donde no las había. ¿Qué otra cosa puedes hacer cuando la persona que más quieres en el mundo muere apuñalada? La pérdida no cubre ese senti15 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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miento. Necesitas llorar y contraatacar al mismo tiempo, caes en un agujero muy negro y profundo, de paredes lisas, donde no puedes agarrarte a nada. Según Kim Reiss, la terapeuta a la que Laura me mandó, es entonces cuando hay más probabilidades de que la mente te juegue una mala pasada. Pero de aquello hacía cuatro semanas. Desde entonces, había viajado en el tiempo y regresado con la respuesta del misterio de la muerte de Jonas Johnson, y me había convertido en toda una creyente. Así que sabía que Hunter, el señor de los zombis, se me estaba resistiendo y me impedía ver a Phoenix. Él prefería mantenerse alejado. —Si sigues con estas, no voy a volver —le amenacé. Sonó tan blandengue… que hasta a mí me lo pareció—. Me necesitas. Soy tu vínculo con el otro lado. Silencio y, nada más. —Arizona me necesita —insistí. Hacía casi un año desde que se había ahogado en el lago Hartmann—. Se le empieza a agotar el tiempo. El viento soplaba en el porche levantando una de las tablas sueltas del tejado. Probé sin éxito todos los trucos que sabía para hacer que las Almas Elegidas volvieran. Aun así, me quedé toda la mañana sentada en la cabina de la vieja camioneta, mirando hacia la Roca del Ángel. Al final bajé de la camioneta. —De acuerdo, tú ganas —murmuré echando a andar colina arriba—. Además, tengo que ir a un funeral.
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No era el auténtico funeral de Bob Jonson. Después de cuatro en un año, he decidido no ir a ninguno más. Así que me pasé más tarde por el velatorio. Todos los viejos moteros estaban allí presentes, con sus trajes de cuero y flecos, sus barbas de chivo y su despeinado cabello gris. Las Harley estaban aparcadas en semicírculo fuera del bar favorito de Bob. Yo era menor de edad, así que esperé en el aparcamiento con Jordan, Lucas y Logan. —Me da mucha pena. Jordan tenía lágrimas en los ojos. Un rizo ondulado negro caía sobre su rostro. Yo esperaba que el tímido de Lucas le pasara el brazo alrededor de los hombros y la consolara. El tipo ni se movió, así que avancé un paso y le di a Jordan un pañuelo de papel. —Estabas aquí, Darina —dijo—. Lo viste volar por encima del precipicio. Asentí. —No fue un accidente. Bob obligó a Matt a resbalar por el borde, entonces él aceleró y salió a perseguirlo. Estaba decidido a poner fin a aquello. —Sin embargo, es muy trágico —insistió Jordan—. El tipo ya se había vengado. No tenía por qué morir. —Sí, tenía que morir. —Logan habló sin mirar a Jordan, sino directamente a mí—. A Bob ya no le quedaba nada, nada, después de que Jonas fuera asesinado. La vida no tenía ningún sentido para él. Andaba siempre por casa bebiendo con mi padre. Yo fui testigo de cómo se derrumbó. ¿A que sí, Darina? Volví a asentir. 17 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—¿La madre de Jonas ha hecho el viaje desde Chicago? —indagué. —Sí, ha venido en avión con su hermana. Están dentro con los chicos. —¿Qué aspecto tenía? —preguntó Jordan. Puedes perder a un hijo y luego separarte de tu marido porque está roto de dolor, pero te sigue importando. Y la prueba es que había acudido al velatorio. —¿Qué aspecto creías que tendría? —repliqué. Empezaron a aparecer otros compañeros del instituto Ellerton. Alguien encendió el reproductor de CD de su coche y, desde muy al fondo, empezó a sonar una canción de Bob Dylan titulada «Knocking on Heaven’s Door». —A Bob Jonson le habría gustado —dijo Logan. La triste letra de la canción me dio ganas de llorar, pero le había ofrecido a Jordan mi último pañuelo de papel. En lugar de llorar, me quedé mirando los brillantes tubos de escape y los depósitos metálicos de las motos e intenté recordar lo completamente felices que habían sido Jonas y Zoey. —¿Por qué sonríes? —preguntó Jordan con impaciencia—. Eres un bicho raro, Darina. Jordan se alejó seguida por Lucas. —No, no lo eres —me reconfortó Logan con la intención de ponerme una tirita donde suponía que debía de estar mi amor propio herido—. Ya sé de dónde vienes. Le miré fijamente. —¡Crees que lo sabes, Logan, pero no tienes ni idea! Entre Logan y yo existe una larga historia, que me impulsa a apartarlo de un empujón cada vez que intenta acercarse. Aunque, para ser 18 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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justa, explota el hecho de que lo conozco desde parvulario, vivía en la calle de al lado y me compró un ramillete de orquídeas blancas y me llevó a nuestro primer baile de instituto… como si siempre fuéramos a estar así de cerca, con pajarillos de Disney piando en los árboles y campanas de boda repiqueteando a lo lejos. ¡No! Capté la expresión herida de sus ojos, mientras se pasaba una mano insegura por su rizado cabello castaño. Luego procedió a valorar los daños. —Bueno, nadie sabe con exactitud lo que la otra persona siente… Es obvio, pero en ningún caso eres un bicho raro. —Gracias —murmuré, mientras divisaba a la madre de Zoey, que la dejaba en el aparcamiento. Zoey aún iba en sillas de ruedas, pero se había peinado y teñido el pelo y tenía buen aspecto. Fui directamente a hablar con ella. —Hola —dijo en voz baja. Intenté precisar con exactitud el modo en que me sonreía y descartaba la palabra «pálido». Debí de haberla leído en algún sitio. —Hola, Zoey —respondí. Parecía pequeña y frágil en la silla de ruedas junto a las monstruosas Dyna y Softail—. Supongo que esto es duro para ti, ¿no? Zoey asintió. —He venido por Jonas. —¿Aún tienes la insignia de su Harley? —le pregunté. Con Zoey no tenía que romper el hielo. Íbamos directas al grano. Se levantó la sudadera y me enseñó que la llevaba en el cinturón. —¿Tú qué crees, Darina? ¿Jonas y su padre están juntos ahora? —¡Buena pregunta! —Me encogí de hombros—. Depende de lo que quieras creer. 19 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Hubo un largo silencio. Un par de tipos de cabellos largos con insignias y acarreando unas birras salieron del bar y se montaron en sus motos. Dos mujeres con traje sastre negro, americana y pantalón, estaban de pie justo al otro lado de la puerta. Reconocí a la rubia y menuda, era la madre de Jonas. —¿Tú qué crees? —quiso saber Zoey. ¿Qué podía hacer ante aquella pregunta? ¿Encogerme de hombros para librarme de la pregunta o decirle lo que quería oír? —Supongo que sí lo están —murmuré. —Juntos —repitió con un suspiro—. ¿No has dicho precisamente eso? Intentaba disimular. Sabía seguro que Jonas se había separado del grupo de las Almas Elegidas el día que su padre murió, próxima parada: la libertad y la paz para ambos. Phoenix me lo había explicado de ese modo, pero no podía contarle a Zoey ni una palabra. —Sí, lo creo —dije con los dientes apretados. ¿Alguna vez has guardado un secreto tan grande que te da miedo que se te escape cada vez que abres la boca? Me imaginaba a mí misma poniéndome de pie en el sillín de una de las Harley, y gritando con los brazos extendidos: «¡Todos vosotros: escuchad esto! Jonas y su padre están bien. Son libres. Tienen la paz que deseaban. ¡Tenéis que alegraros por ellos!». —Darina, ¿estás bien? —me preguntó Zoey. —Estoy bien —le mentí. Por suerte, siguió adelante. —Allí está la señora Jonson. ¿Debería ir a hablar con ella? ¿Tú qué opinas, Darina? 20 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—Creo que sí. ¿Quieres que vaya a saludarla para que venga aquí? Zoey sacudió la cabeza. A pesar de todas las operaciones que le habían hecho para soldarle la columna por donde se la había roto en el accidente de Jonas, tuvo que hacer un gran esfuerzo para levantarse de la silla de ruedas y dar unos pasos lentos e inseguros hacia la puerta del bar. Los muchachos del aparcamiento se comportaron de un modo correcto e intentaron no mirar. Uno de los moteros de cabello entrecano que se sentaba a horcajadas en su Dyna dejó la cerveza, se acercó a ella y le dijo: «Hola, deja que te ayude». Juntos subieron el único escalón de la entrada. Haley Jonson dio un respingo cuando vio a Zoey, pero luego se esbozó una sonrisa en su cara. —¡Zoey, mírate! Zoey separó las manos como si estuviera haciendo un truco de magia. —¡Tachán! —Oye, esto es genial —dijo Haley con voz ahogada y los ojos anegados en lágrimas. Se quedó mirando a Zoey un buen rato, tal vez pensando: «Si alguien tenía que sobrevivir al accidente, ¿por qué no podía ser mi Jonas?». Una ráfaga de emociones atravesaron su cara pálida, antes de coger la mano de Zoey. —Me alegro de verte —susurró por fin. —¿Lo has oído? —murmuró Zoey—. Darina por fin me ayudó a recordar exactamente lo que pasó. —¡Cariño, basta! 21 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Zoey bajó la mirada. Era como si todo el mundo en el bar y en el aparcamiento estuviera conteniendo la respiración, esperando una pausa en la insoportable tensión que se había creado entre la madre de Jonas y la novia de este. —No quiero conocer los detalles —dijo Haley—. El pasado pasado está. No podemos volver atrás por mucho que lo intentemos. —Me habría gustado… —empezó a decir Zoey, pero la frase se fue apagando como un muñeco de cuerda, y nadie sabría nunca qué era lo que le habría gustado. —Escúchame —susurró Haley poniéndole con cariño la mano bajo la barbilla y levantándole la cabeza—; mira hacia delante, no mires atrás.
Llamé a la señora Bishop para decirle que ya acompañaría yo a Zoey a casa. Pasamos junto al Hartmann, la mayor parte del tiempo en silencio hasta que aparcamos el coche en un mirador desde el que se divisaba todo el lago, que destellaba bajo el sol. —Me gustaría que hubiera alguna razón —empezó Zoey. Reclinó la cabeza contra el cálido cuero del reposacabezas con los ojos entornados. —¿De qué? Saqué las gafas de la guantera, me las puse, y adopté la misma postura que Zoey. —De todo esto. Jonas, Arizona… —Summer y Phoenix —añadí—. Cuatro en un año. ¡Qué casualidad! Zoey suspiró. 22 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—Si al menos supiéramos por qué. El sol calentaba, reflejando la luz desde su capucha roja. —Lo sé. Todos desearíamos que tuviera algún sentido, pero tal vez sea producto del azar. —Me da mucho miedo. —Zoey contemplaba el lago a lo lejos—. ¿Cómo pudo Arizona ahogarse en algo tan hermoso? —¡Preguntas y más preguntas! —me quejé. Ya era hora de volver a encauzar el tema—. ¡Mira, allí arriba hay un águila! El ave planeaba en una corriente de aire caliente, con las puntas de las alas muy abiertas. Luego se inclinó y descendió desde la térmica, se detuvo en el aire sobre un punto, preparada para lanzarse en picado. —No creo que lo hiciera. —Zoey giró la cabeza hacia mí. Volvíamos a pisar un terreno delicado. Oculté mi inquietud tras las gafas oscuras. —¡Arizona no se suicidó… para nada! —Ellos dicen que sí. —¿Quiénes son «ellos»? La gente de la ciudad. Los periodistas… ¡Qué sabrán ellos! Había salido en la tele y en los periódicos: segunda defunción en el instituto Ellerton. Esta vez, una ahogada, y parecía un suicidio. Aquello era lo que había insinuado el informe forense. —Ellos no conocían a Arizona tan bien como yo. —Zoey observó cómo el águila descendía hasta el suelo y volvía a alzar el vuelo con un pequeño animal colgando del pico—. Para empezar, de haber querido matarse, no lo habría hecho en el agua. Aquello no era bueno, intentaba resistirme, pero no podía especular. 23 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—Te escucho. Estás diciendo que Arizona era una gran nadadora, hacía buceo a pulmón libre y con botellas… —No, no es eso. Lo que quiero decir es que Arizona tenía muchas manías con su pelo y su maquillaje, ¿te acuerdas? Con su aspecto en general, y montaba un drama a la más mínima. De haber sabido que la iban a encontrar muerta, se habría esmerado en tener buen aspecto. —Zoey hizo una pausa y se sonrojó—. ¿Soy tan cutre como parezco al hacer este tipo de comentarios? —Sí —sonreí—, pero estoy totalmente de acuerdo. —«Y no ha cambiado nada», quise añadir. «La última vez que la vi, entre las Almas Elegidas en la cresta de Foxton, seguía teniendo el mismo aire de diva egocéntrica.» Pero me mordí la lengua. «No hables de ello, ni se te ocurra.» Y, para recordármelo, Hunter me envió el millón de almas aladas que revolotearon alrededor de mi cabeza, hasta que me dio un mareo y me vi obligada a sentarme erguida en el asiento del conductor. —Entonces estás de acuerdo… ¿Arizona no planeaba hacerlo? —La teoría de Zoey la había puesto también muy tensa. Me encogí de hombros. Las alas aún estaban conmigo. Ya no me asustaban, pero me obligaban a prestarles atención. —¿Tú crees que yo leo el pensamiento? —protesté. —Piénsalo bien, Darina. ¿Supones que alguien en su sano juicio vendría hasta aquí, sabiendo que no tenía coche porque estaba en el garaje esperando a que lo reparasen, y caminaría una distancia de… ¿cuánto habrá?, casi un kilómetro, que es más de lo que Arizona debe de haber andado en toda su vida…? —De acuerdo, está bien. —Levanté las dos manos en señal de rendición. Las alas de Hunter que me advertían que no debía trai24 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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cionar a las Almas Elegidas casi me ensordecían—. No quiero hablar de ello. —¡Darina! —Zoey me hizo saber que la estaba decepcionando. Sacudí la cabeza y giré la llave de contacto. —Como dijo la señora Jonson, el pasado pasado está. «No podemos volver atrás», había añadido. Pero yo sabía que sí podíamos o al menos las Almas Elegidas podían, y lo hacían. Las alas batían enloquecidas mientras salíamos del mirador y girábamos hacia la carretera.
«Hola, me alegro de volver a oíros otra vez —le dije a las alas. Había dejado a Zoey en su casa y me dirigía hacia la mía—. Me estaba volviendo loca al pensar que no ibais a volver nunca más.» Conducía con la capota bajada y las alas revolotearon alrededor de mi cabeza como un remolino de plumas, de un modo que parecía más un recordatorio que una advertencia. «¿Sabéis cuántas veces me han echado a patadas de Foxton en los últimos tiempos? Sí, supongo que lo sabéis.» Me detuve en el semáforo rojo y miré de reojo. —¡Phoenix! Estaba sentado en el asiento que Zoey acababa de dejar libre y esperaba a que yo me percatara de su presencia con una sonrisa pícara en los labios. —¡Jolín! —grité. El semáforo se puso verde y conduje hacia el cruce, demasiado despacio para el tipo que iba detrás de mí, que casi se me incrusta en el parachoques trasero. 25 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—¡Phoenix, no hagas eso! ¡No puedes aparecer así! —Entonces, ¿quieres que me vaya otra vez? —preguntó con una voz perezosa que apenas era un murmullo—. ¡Puedo hacerlo! Se preparó para desmaterializarse. —¡No, no lo hagas! Oye, casi me da un ataque al corazón. Déjame que salga de la carretera. Toqueteé de manera torpe los mandos y por fin detuve el coche de un frenazo en el pequeño aparcamiento de un supermercado de alimentación. —¡Hola, Darina! —Phoenix sonrió. Alargué la mano para tocarlo, para comprobar que era…, bueno, ya sabéis, de verdad. Me cogió la mano. —¡Cuánto tiempo, ¿verdad?! —Una eternidad —suspiré. Había estado contando los días, las horas y los minutos, pero en aquel momento Phoenix estaba allí, y me costaba mucho decir algo que tuviera sentido. En lugar de hablar me quedé mirando nuestras manos, la suya grande y ancha y la mía más pequeña y suave, disfrutando de la sensación que me producía su pulgar al acariciar mi palma. —Hunter nos obliga a alejarnos —me dijo—. Ya sabes cómo es. —Un friqui del control —murmuré. —Sí, podría hacer un chiste de zombis y decirte que no tiene corazón… —¡Ni se te ocurra! —¿Te parece de mal gusto? 26 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Asentí. Sin sentimientos, literalmente sin corazón; así es como uno se siente cuando regresa de entre los muertos. Y la piel se te pone tan pálida que parece que jamás le hubiera dado la luz del sol. El hermoso y terso rostro de Phoenix hacía que el corazón se me acelerase como si latiera por los dos. —Ahora estoy aquí —dijo con dulzura. Entonces me hizo salir del asiento del conductor y ocupó mi lugar. Sin decir una palabra, tomó la carretera que salía de la ciudad y al cabo de cinco minutos dejábamos atrás las casas y nos dirigíamos al camino de gravilla que conducía hasta nuestro lugar preferido junto al río Deer. Mientras el coche daba brincos y botes, yo miraba el cielo. Ni una nube a la vista, ni rastro de brisa, por si alguien necesita un parte meteorológico. Phoenix aparcó el coche junto al río, cerca de una arboleda de gruesos y bajos sauces amarillos. Volvió a cogerme la mano, esta vez para sacarme del coche, y me llevó a través de los sauces hasta una cresta rocosa desde la que se divisaba el agua. Nos quedamos de pie uno al lado del otro, enlazados por la cintura, mirando hacia abajo. El agua era tan transparente que podías vez los guijarros que descansaban en el lecho del río. Fluía apaciblemente, transportando las primeras hojas del otoño en su superficie ondulada. Luego nos sentamos en la roca para mirar los últimos rayos de sol. Phoenix con sus largas piernas abiertas me ofreció espacio para que me sentara en medio de ellas y apoyara la espalda en su pecho. Luego me rodeó con sus brazos. —Te he echado de menos —murmuré. 27 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Lo cual no describía en modo alguno la profunda herida que sentía en el corazón, las noches de negra soledad sin nadie que me pudiera librar de la desesperación. Me di la vuelta para verle la cara; sus facciones no se ajustaban demasiado a los cánones de belleza, aunque a la amplia frente y a los pómulos les faltaba solo un milímetro, y esos enormes ojos de color gris azulados se ajustaban completamente a ellos. No, era la boca lo que le hacía diferente, ese preciso gesto de las comisuras hacia abajo y el modo en que sus labios carnosos se movían al arrastrar de forma relajada las palabras. Se inclinó hacia mí para besarme. ¡Otra vez! ¡Otra vez!, suspiró mi cuerpo. Aquello era todo lo que yo quería, no importaba nada más; sus labios en los míos mientras respiraba su aliento, viéndolo de muy cerca y difuminado a través de una hilera de pestañas negras. Phoenix me empujó contra un talud de hierba larga y seca y me besó más intensamente. Yo me sumí en aquella oleada de amor, más fuerte y peligrosa que la corriente de cualquier río de aguas bravas. De repente, Phoenix rompió el hechizo y apartó la cabeza de la mía. Entornó los ojos y levantó las manos para mantenerme a distancia. —¿Qué ha pasado? —Miré a mi alrededor. ¿Se acercaba alguien? ¿Cuál era el problema?—. No me lo digas… Es Hunter. ¿Está aquí? Phoenix sacudió la cabeza. —No… sí. Bueno, él siempre está aquí. —El amo —murmuré. La ardiente pasión se enfriaba deprisa, volvía a recuperar el control—. ¡Tío, Hunter es mejor que cualquier método anticonceptivo! 28 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Nos echamos a reír. Luego volvió a ponerse serio. —Hay una norma —explicó Phoenix—. No puedo… ya sabes… entregarme por completo. Hemos de mantener la distancia. —¿Quién lo dice? ¿Hunter? ¿No sabe que las normas están hechas para romperlas? Hunter era mucho peor que Laura y Jim. O debería decir que sus normas eran mucho más duras. Si llegaba tarde, Laura tenía derecho a castigarme, era su casa, pagaba las facturas, etcétera. Pero obedecer las reglas le daba a Phoenix una única oportunidad para aclarar las cosas; si se pasaba de la raya que su amo le había trazado, lo echaría de una patada de Foxton y lo enviaría otra vez al limbo, y se acabó. Y si aguzaba el oído, podía oír las alas de un millón de almas perdidas en el limbo batir y suplicar para ocupar su lugar. —De acuerdo —asentí. Ninguna objeción. Phoenix cerró los ojos. —Tienes que entenderlo —suspiró—. ¿Sabes lo difícil que es esto para mí? —Lo sé —susurré—. ¡A partir de ahora, prometo no tocarte! Aquella no fue una risa tan espontánea, sino más bien agridulce. —¿Qué he hecho para merecer esto? —preguntó Phoenix cogiéndome las manos y negándose a soltarme—. Me refiero a ti, Darina. Eres lo más hermoso que he visto en mi vida; además, nunca sé cuál será la próxima locura que vas a hacer o decir. Siempre me pillas desprevenido. —¿Y tú eres el que lee la mente? —bromeé. Sentí que estaba cayendo de pleno en un agujero oscuro y salí de él cambiando de tema—. Entonces explícame por qué Hunter ha permitido que te aparezcas por fin. 29 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Phoenix se encogió de hombros. —Hunter nunca da explicaciones. Lo cierto es que se ha presentado hoy a primera hora. No tengo ni idea de dónde ha estado desde lo de Jonas. —¿Y dónde estabais tú y los demás? —pregunté. En Foxton no, de eso estaba segura. Se puso nervioso y apartó la mirada. —Arizona tomó las riendas; dijo que teníamos que irnos de Foxton durante un tiempo, dejar que las cosas volvieran a la normalidad por aquí. —¿Y adónde fuisteis? —insistí. —A un par de lugares en los que no has estado nunca… No puedo decirte exactamente dónde. Chasqueé la lengua. —Querrás decir «que no te da la gana». Como si esa fuera otra de las normas de Hunter. —Lo único que sé es que Hunter se largó y Arizona se ocupó de nosotros y nos advirtió de que no hiciéramos ninguna pregunta. —De acuerdo, no tienes por qué responderme, pero déjame que lo adivine. Hunter volvió al limbo para ponerse al día con quien quiera o lo que quiera que tenga que reportarse… con su superamo. Dejó a las Almas Elegidas en un escondite secreto, una especie de hibernación hasta que volvió del otro lado. Estudié la cara de Phoenix a la espera de alguna reacción, pero no hubo ninguna, lo que significaba que estaba en lo cierto. —Eso es interesante. Hay alguien o algo que le dice a Hunter lo que tiene que hacer. Y escucha, Phoenix, no quiero oírte decir que mi preciosa cabecita no tiene que preocuparse por estas cosas, ¿vale? 30 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—¡Ojalá! —Se reclinó hacia atrás y, acomodando la cabeza sobre las manos, añadió—: ¡Qué pérdida de energía sería eso! —¿Y cómo te sentiste al recibir órdenes de Arizona? —Admito que la pregunta era un poco capciosa. —Arizona está bien. Es muy lista. —¿Debería estar celosa? Yo solo bromeaba a medias. Al fin y al cabo, conocía a una decena de chicos del instituto Ellerton a quienes Arizona traía de cabeza, aunque su arisca personalidad fuera tan atrayente como bañarse desnudo en un lago helado. Al igual que Phoenix, todos los estudiantes masculinos la admiraban de lejos. —¡Ojalá! —repitió—. Pero en serio… no querrás pelearte con ella, ¿verdad? —No, solo tengo que salvar su alma de zombi —le recordé el motivo principal por el que estábamos allí—. Mucha gente está concentrando su atención hacia Arizona desde que el misterio que rodeó la muerte de Jonas se ha aclarado. Zoey, por ejemplo, sin ir más lejos. Phoenix se sentó muy erguido. —¿Zoey te está haciendo preguntas? —Sí, y no te preocupes. No compartiré ningún secreto con ella. Hunter y un millón de alas se aseguran de que no me vaya de la lengua. Phoenix volvió a relajarse. —Zoey dice que no cree que Arizona se suicidara ahogándose, y tampoco cree que fuera un accidente. Supongo que tiene razón. —Ah, ¿sí? —Don Precavido no soltó prenda, recordándome que había cosas que no podía compartir, ni siquiera conmigo. 31 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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—Sí. De no ser así, ¿por qué motivo la habría elegido Hunter para regresar al otro lado? Sabía que el amo solo trataba con la injusticia y la duda: los disparos indiscriminados de Summer y Madison a manos de un pistolero desconocido, la muerte de Phoenix apuñalado en una pelea entre bandas… Una muerte directa y explicable no habría merecido que le dedicara una atención especial. —Arizona es una más de las Almas Elegidas porque su muerte está envuelta en misterio. Nos sentamos en silencio durante un rato, mirando el agua que fluía sin cesar a nuestros pies. —Darina, en realidad, no tienes por qué hacer esto. —Cuando habló, Phoenix tenía la cabeza en algún lugar remoto—. Hay muchas probabilidades de que podamos descubrir lo que sucedió sin ti. Reaccioné como si me hubiera clavado algo. —Sí, ya, ¡como si las Almas Elegidas no hubieran tenido más de once meses para descubrirlo!, y ¿adónde han llegado? No os queda mucho tiempo, ¿recuerdas? —¿Cómo vamos a olvidarlo? Un alma solo puede existir doce meses en una comunidad zombi, ni un día más. Y se acabó. »Sin embargo, no tienes por qué hacerlo. Me senté erguida y en equilibrio, con los brazos abiertos, justo en el borde de la roca. —¿Qué estás diciendo… que me borrarás la memoria con tus superpoderes y me iré de aquí como si tú nunca hubieras existido? ¡Perfecto! ¡Gracias! La alternativa, tal vez es demasiado pedir. 32 www.megustaleer.com (c) Random House Mondadori, S. A.
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Phoenix me ofrecía una salida a la locura, pero veía en sus ojos que no esperaba que la aceptara. Me conocía bien. —¿Cuándo podré alejarme? —murmuré. Me alejó del borde de la piedra y me besó con delicadeza esta vez, mientras me acariciaba la nuca. —Entonces, ¿ayudarás a Arizona como ayudaste a Jonas? —Me gustaría ayudaros a Summer y a ti. —Entonces es el momento —dijo cogiéndome de la mano.
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