COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES
Manuel Asensi Pérez
Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València
Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia
Mª Teresa Echenique Elizondo Catedrática de Lengua Española Universitat de València
Juan Manuel Fernández Soria
Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València
Pablo Oñate Rubalcaba
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València
Joan Romero
Catedrático de Geografía Humana Universitat de València
Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid
Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales
LA DEMOCRACIA SEGÚN SARTORI
MANUEL ZAFRA VÍCTOR
Profesor de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología Universidad de Granada
Valencia, 2016
Copyright ® 2016 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito del autor y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant Humanidades publicará la pertinente corrección en la página web www.tirant.com.
© Manuel Zafra Víctor
© TIRANT HUMANIDADES EDITA: TIRANT HUMANIDADES C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email:tlb@tirant.com www.tirant.com Librería virtual: www.tirant.es ISBN: 978-84-16349-80-7 MAQUETA: Tink Factoría de Color Si tiene alguna queja o sugerencia, envíenos un mail a: atencioncliente@tirant.com. En caso de no ser atendida su sugerencia, por favor, lea en www.tirant.net/index.php/empresa/politicasde-empresa nuestro Procedimiento de quejas.
Para Luis que piensa en inglテゥs
A Carlos Rico y テ]gel Rivero
PRÓLOGO De cuando conocí a Manuel Zafra guardo un recuerdo que me ha perseguido siempre: su afirmación, rotunda, de que la democracia no es un sistema en el que gobiernan los expertos si no más bien lo contrario, en el que la gente tiene la última palabra… y a veces también la primera. Si algo he admirado en el autor de este libro desde entonces —siempre que nos hemos visto y hemos conversado apasionadamente sobre lo que tanto nos interesa o cuando le he leído con idéntico interés— es su capacidad para desenvolverse en medio de un espacio intelectual y práctico lleno de paradojas, dilemas, contradicciones, aporías e incertidumbre. No todo el mundo lo lleva así de bien, y hemos de respetar que haya quien prefiera la seguridad de los lugares comunes o la rotundidad de las soluciones. La política, sea como espacio de reflexión intelectual o como ámbito de decisiones prácticas, nos obliga a transitar por senderos que están poco trazados, con manuales de instrucciones siempre inexactos y asediados por peligros que no conocíamos cuando nos pusimos en marcha. Es esta incertidumbre la que hace de la política algo tan difícil y tan interesante. Este libro se presenta modestamente como una lectura crítica de la teoría de la democracia de Sartori, pero a mi juicio es mucho más. Se trata de una teoría propia y original de la democracia representativa, en la línea y a la altura de las defendidas por Manin, Rosanvallon o Rubinati. Me atrevo a sintetizarla en la siguiente afirmación. Una democracia representativa no es lo mejor que los humanos hemos conseguido hacer toda vez que la democracia directa es imposible, sino algo mejor que la democracia directa. La representación es, ciertamente, un procedimiento para tomar decisiones colectivas y actuar colectivamente cuando todo esto ya no está inmediatamente al alcance de una sociedad compleja. Pero el elemento representativo y deliberativo mejora la democracia en la medida en que introduce nuestros ideales e intereses en un espacio en el que es posible su ponderación reflexiva. La democracia es una construcción y no una simple transposición de lo que habríamos deseado individualmente si no viviéramos en sociedad.
Daniel Innerarity
Una afirmación semejante contrasta con las soluciones políticas que actualmente se nos proponen, cuando el remedio universal que se ofrece para nuestros males políticos es la receta de la proximidad. En virtud de las tecnologías que tenemos a nuestro alcance, vivimos en una sociedad seducida, además, por la inmediatez. Por si fuera poco, el descontento con la política ha llevado a muchos a pensar que toda representación es una falsificación. Este libro no se suma a la ola de indignación y, aunque su autor es consciente de que muchas cosas no se están haciendo bien, prefiere enfrentarse a esas deficiencias con reflexiones profundas. En la indignación hay muchas cosas, buena parte de ellas muy estimables, pero suele faltar una crítica política de la política. Los políticos hacen mal algo que nadie hace mejor que ellos. Podemos sustituirlos, tal vez debamos hacerlo, pero no deberíamos dejarnos engañar con el señuelo de que quienes los reemplazaran no fueran, a su vez, políticos. La representación tuvo sus enemigos en el absolutismo pre-democrático, pero hoy está puesta en cuestión por una lógica libertaria que habla en nombre de las redes, la sociedad civil, la autorregulación de los mercados o la democracia directa, apelaciones diferentes pero que tienen en común la desconfianza ante las mediaciones. Desde esta perspectiva, la representación pasa de ser un instrumento para la configuración del espacio público a convertirse en el medio de expresión de los deseos, los intereses y las identidades. A esta lógica obedece el ideal de “proximidad” de los representantes. Cuanto más se parezca el representante al representado, mejor, viene a decirse. Pero la crisis actual de la política no se debe, como suele afirmarse, a que exista una gran distancia entre los electores y los elegidos, sino más bien a lo contrario: a la exigencia de que se identifiquen ambas instancias, de manera que resulta imposible cualquier “elaboración” de las identidades y los intereses, sentenciados como algo no negociable. Nuestro gran problema es la dificultad de legitimar democráticamente esa distancia de manera que sirva a la coherencia y operatividad de la sociedad. Con esta lógica se hace imposible la política, que es representación y síntesis. Los derechos privados de los individuos pasan a un primer plano, entendidos como algo completamente exterior a
Prólogo
la escena política, completos en su forma original, no necesitados de negociación ni compromiso, radicalmente despolitizados. La política sería entonces una transposición inmediata de lo que la sociedad es, sin “elaboración” alguna, sin el valor añadido de la cooperación, como si cualquier intervención de otros fuera una traición a unas esencias de evidencia inmediata. Toda mediación política sería sinónimo de falseamiento y ocultación. El problema de todo esto es que sin representación, la sociedad quedaría pulverizada en una yuxtaposición de reivindicaciones incapaces de interiorizar sus condiciones de composibilidad. Pero la representación no es una transposición cacofónica de la variedad social sino un trabajo de sintetización, un proceso en el que se van configurando los compromisos gracias a los cuales una sociedad puede actuar como una sin olvidar su pluralidad constitutiva. Como advierte Manuel Zafra en estas páginas, el principio deliberativo se opone a la creencia en una esfera privada prepolítica y exógena, que ignora hasta qué punto las preferencias son un producto de las leyes, los prejuicios y las situaciones de dominio. La concepción del orden social que sucumbe ante la inmediatez de los intereses parece desconocer la fuerza transformadora de la política, que no es una mera gestión de lo que hay sino, en muchas ocasiones, una modificación de las situaciones de partida. La política sirve, entre otras cosas, para que la sociedad adquiera una cierta distancia respecto de sí misma, una reflexividad que le permita examinar críticamente sus prácticas. La representación es una relación autorizada, que en ocasiones decepciona y que, bajo determinadas condiciones, puede revocarse. Pero la representación no es nunca prescindible salvo al precio de despojar a la comunidad política de coherencia y capacidad de acción. Mejoremos la representación, exijamos una mejor rendición de cuentas, mayor control, renovación de los representantes, toda la transparencia que sea necesaria, pero no busquemos las soluciones en otra parte y, sobre todo, con otra lógica que no sea política. Esto equivaldría a ceder frente a quienes piensan que la política no tiene remedio, involuntariamente aliados con quienes desean que la política no tenga remedio.
Daniel Innerarity
Esforcémonos en proporcionar una capacidad efectiva de controlar, pero no contribuyamos a debilitar la política cuestionando su naturaleza representativa. Tanta delegación como sea inevitable y tanto control como sea posible, este sería el consejo que puede deducirse de la lectura de este libro. El control ciudadano no resulta fácil en las actuales condiciones de complejidad, pero tiene que ser facilitado expresamente para que no se convierta en un principio vacío. Cuanto más se ponga el sistema político en manos del control ciudadano (que en una democracia avanzada se realiza a través del control parlamentario, de la opinión pública, los organismos de supervisión o regulación y la sanción electoral), más capaz será de detener ese desafecto que, en los actuales niveles, empobrece la calidad de nuestra democracia. Esto es algo que se lleva a cabo a través de las elecciones, los mandatos, las supervisiones y las sanciones, entre las cuales la más importante políticamente hablando es la posibilidad de mandarles a casa y elegir a otros. No se trata tanto de decir a los políticos en todo momento, como si fueran meros ventrílocuos de la sociedad, lo que tienen que hacer, del mismo modo que tampoco ellos tienen el derecho de prescribirnos la opinión que nos merecen. DANIEL INNERARITY
PRESENTACIÓN A la obra de Giovanni Sartori, como recomendara E. Burke, debemos acercarnos con mano temblorosa, como a las heridas de un padre. El rigor analítico y la imponente erudición abruman al lector. Si la intención no queda en la lectura sino que se alberga la pretensión de señalar alguna incoherencia o contradicción, uno siente no solo el temor advertido por Burke sino la ironía de Emerson: los grandes pensadores pueden permitirse el lujo de contradicciones no resueltas pues la innovación y creatividad constituyen la marca de la genialidad mientras que la congruencia es el coco de los espíritus pequeños. Esta cita de Emerson la tomo de A.O. Hirschman1 que concluye este pensamiento afirmando que la originalidad de un autor exhibe tal grado de complejidad que serán sus críticos quienes asuman la tarea de señalar las contradicciones y sus glosadores el esfuerzo de darles coherencia. A pesar de estas prevenciones he decidido leer en sentido crítico la teoría de la democracia de Sartori. La tesis de este trabajo versa sobre la desproporción concedida por Sartori a la realidad frente a los ideales, al condicionamiento de cómo funciona la democracia sobre qué es la democracia, a la prevalencia de lo empírico sobre lo normativo y a las consecuencias que esta concepción tiene sobre la democracia. Adelanto la conclusión: la centralidad de los gobernantes (representantes) y la casi irrelevancia de los gobernados (representados). Significativamente todas las objeciones y salvedades formuladas al behaviorismo pierden vigor, incluso desparecen, en las críticas al idealismo. Revelador de este planteamiento asimétrico entre idealismo y realismo es el Epílogo que finaliza el libro dedicado a los costes del idealismo, fundamentalmente el primitivismo democrático que repudia el control y la representación exaltando la democracia directa. En lo que sigue trato de exponer el sesgo de Sartori hacia la preocupación prioritaria por las condiciones que hacen posible la democracia frente a las que la hacen perfectible, intentando mostrar las carencias y vulnerabilidades del planteamiento: mientras que los requisitos de la democracia empírica se erigen en condición necesaria 1
Tendencias autosubversivas Fondo de Cultura Económica 1996, pág. 74.
Presentación
y suficiente para la viabilidad democrática, los que hacen más profunda la democracia solo reciben atención para advertir sus peligros; incluso el reparo admite un enunciado más contundente: nada dice Sartori acerca de la conversión de una poliarquía competitiva en una poliarquía selectiva, pese a sostener la necesaria complementariedad entre lo que la democracia es y lo que debe ser. La exposición observa el siguiente orden: una primera parte donde se expone el pensamiento de Sartori, comenzando por la relación entre ideales y realidad y la referencia fundamental del binomio: el comportamiento político del ciudadano común. A continuación la doble definición de la democracia: empírica y normativa a través de la distinción analítica entre democracia electoral (horizontal) y representativa (vertical), en este caso el concepto que las vincula es el de representación política. Por último la controvertida relación entre liberalismo y democracia. La segunda parte discute cada uno de estos apartados tratando de mostrar algunas incoherencias, incluso contradicciones, entre las tesis defendidas por el autor. Esta lectura crítica sobre la obra de Sartori se hará en el marco de los fundamentados y sagaces comentarios de Norberto Bobbio con motivo de la publicación de Teoría de la democracia, singularmente el punto dedicado a la tensión entre liberalismo y democracia.
… en un país como el nuestro es posible que, efectivamente, la gente tenga el deber de reflexionar sobre los asuntos clave y formarse su propia opinión. Pero en el mundo que vivimos, ¿cómo puede pensarse que la gente corriente tiene “opiniones fundadas” sobre cualquier clase de temas, hecho que, como imagina mister Harry Smith, caracteriza a este pueblo? Además no solo se trata de una idea poco realista sino que me pregunto incluso si será una idea deseable. Después de todo, las posibilidades de la gente corriente para aprender y saber son limitadas, y exigir que cada cual participe con sus “ideas bien fundadas” en los grandes debates de la nación denota muy poca cordura. En cualquier caso, es absurdo suponer que la “dignidad” de una persona se defina siguiendo estos criterios. Los restos del día Kazuo Ishiguro
Primera parte
LA TEORÍA DE LA DEMOCRACIA SEGÚN SARTORI. EXPOSICIÓN El contraste entre la Presentación y el Epílogo del primer volumen de la Teoría de la democracia2 ofrece criterios fundados para la comprensión cabal del pensamiento de Giovanni Sartori. El libro está dedicado a la reflexión sobre el debate contemporáneo y el autor lo resume aludiendo al clásico tema de la relación entre hechos y valores, entre realidad e ideales. La propuesta del ilustre profesor aborda la interacción entre ideales y realidad, la constructiva tensión en la concepción de los ideales para una adecuada percepción de la realidad que, a su vez, module el ideal en un círculo virtuoso entre pensamiento y acción o entre teoría y práctica. No plantea la relación entre ideales y realidad en clave de oposición; considera la necesidad de su distinción analítica pero advierte el riesgo de separarlos. Partiendo de esta premisa propone extender la exposición a las dos definiciones de la democracia, la empírica y la normativa. De la misma manera que ideales y realidad no se oponen sino que deben ser tratados en términos de interacción, también descripción y prescripción exigen tratamiento conjunto. No nos hallamos ante dos teorías rivales y alternativas de la democracia sino ante una compleja visión democrática en torno a la presión entre la resistencia de la realidad (lo que es) y el empuje del ideal (lo que debe ser). Sartori se autositúa en una posición intermedia entre el conductismo y el idealismo. Frente al primero postula la trascendencia de los ideales en política y frente al segundo la relevancia de la realidad. En otras obras expone el autor sus inquietudes y planteamientos metodológicos y las objeciones formuladas al conductismo, en este primer volumen de la Teoría de la democracia el objeto de la polémica es el perfeccionismo provocado por la desmesura de los ideales y la subestima de la realidad. Resumiendo su lectura del empirismo anglosajón y el racionalismo franco-alemán, concluye: 2
Teoría de la democracia 1. El debate contemporáneo Alianza Editorial Madrid 1988.
Manuel Zafra Víctor … la cultura angloamericana bien puede formar un homo faber formidable, pero corre el peligro de no vivir a la altura de su responsabilidad en la educación del homo sapiens que debe nutrir y completar aquél. Por tanto, si el racionalista no está preparado para solucionar problemas prácticos, el practicalismo carece de garra intelectual apropiada y, verdaderamente, de fuerza intelectual. Sería de gran beneficio para ambas partes el encuentro a medio camino de los métodos racionalista y empírico. Este es el camino que trataré de seguir en esta obra3.
Ideales y realidad. Hechos y valores Sartori prefiere el empleo de ideales al de valores. A su juicio los valores son entidades de difícil tratamiento mientras que los ideales ofrecen la ventaja de más fácil manejo y explicación: se forjan ante una evaluación crítica de la realidad, constituyen una referencia que permite comparar lo que es frente a lo que debería ser. El interrogante que surge en la comparación de lo existente y la imagen de lo deseado o deseable es ¿son realizables los ideales? La respuesta de Sartori, en coherencia con su pretensión de equilibrio, es tanto positiva como negativa, sí y no, lo son en parte pero nunca de forma plena. Por definición un ideal se mantiene como una aspiración, una suerte de horizonte que se aleja en cuanto nos acercamos. Sin embargo el ideal no realizado en su plenitud contribuye a la modificación de la realidad juzgada insatisfactoria. Solo disponiendo de referencia se puede contrastar lo existente con lo deseable, ahora bien, el manejo de esta interacción se revela una operación delicada. La sombra que amenaza la administración de los ideales es la maximización, el voluntarismo de su realización acabada. Así concebido el ideal no se presenta como una evaluación crítica de la realidad sino como una alternativa radical. Para que un ideal proporcione una dimensión constructiva debe proyectarse no sobre otros mundos alternativos sino sobre su mundo, es decir aceptando la realidad que se quiere cambiar. No es lo mismo esgrimir ideales democráticos frente a un régimen autocrático que evaluar críticamente el funcionamiento de una democracia. Sartori opone la crítica constructiva a la crítica negativa. El sentido de la realidad reclamado por Schumpeter impone la consideración de dos condi3
Pág. 82
La democracia según Sartori
ciones que, a su vez, exigen dos preguntas: ¿para qué sirve?¿Cuál es el objetivo perseguido y el resultado a conseguir? El segundo interrogante ¿Cuál es la alternativa?… ¿… será mejor que lo reemplazado?4 Ante estas preguntas entona un lamento que desarrolla analíticamente en el volumen segundo de Teoría de la democracia cuando distingue entre teoría del conocimiento y sociología del conocimiento. En lugar de un debate sobre la consistencia de las ideas se desata una caza de brujas que desplaza la pregunta ¿para qué sirve? Espetando ¿a quien sirve? Estos interrogantes obligan a distinguir la creatividad del pensamiento de los motivos para su divulgación entre quienes no se dedican a pensar y se adhieren al pensamiento ajeno. En definitiva no cabe reducir la epistemología a una sociología del conocimiento, sin que esta advertencia signifique menospreciar los condicionamientos que limitan y estimulan las inquietudes intelectuales. Resumiendo: … una sociología del conocimiento proporciona un criterio sobre el destino de un pensamiento ya creado, no un criterio para pensarlo5.
Cuando Sartori diferencia entre los ideales esgrimidos en la lucha contra una dictadura y los invocados para profundizar la democracia propone un doble tratamiento metodológico de los conceptos que constituye uno de los pilares de su pensamiento: disyuntivo y continuo6. Al definir la democracia, asumiendo que definir consiste en delimitar, procede determinar su opuesto. Por tanto, para establecer lo que es la democracia se ha de establecer también lo que no es democracia, su contrario, la antítesis de la democracia. Una vez definida la democracia será posible determinar la mayor o menor democraticidad, es decir, la formación de los conceptos es anterior a la cuantificación. Solo si sabemos lo que queremos medir, mediremos bien. El orden cronológico se revela fundamental, en primer lugar se impone la formación del concepto, un paso necesario para estructurar y concretar la concepción. Sartori insiste en la independencia y prioridad de las reglas para la formación conceptual. La independencia requiere, a su vez, no confundir metodología con técnicas de investigación, la enumeración de hechos no sirve para conceptuar, 4 5 6
La democracia después del comunismo Alianza Editorial Madrid 1994 págs. 67-68. Teoría de la democracia 2. Los problemas clásicos pág. 599. Cómo hacer ciencia política págs. 23 y sgts.
Manuel Zafra Víctor
el concepto es un prius no un post. Al referirse a la distinción entre teoría y sociología del conocimiento la creatividad del pensamiento consiste en la elaboración de conceptos a partir de una concepción determinada. Bajar de la concepción a los conceptos demanda definir y la mejor manera de hacerlo es por determinación de su opuesto, sea contrario o contradictorio. La diferencia entre contrario y contradictorio es que lo contrario admite el punto medio mientras que lo contradictorio conduce a un dilema excluyente y exhaustivo sin tercera posibilidad, tertium non datur. La queja de Sartori nace de la pretensión cuantitativa de conceder atención solo al gradualismo del más o menos democrático (hasta qué punto un sistema es democrático) sin previamente definir la democracia, esto es, moviéndose en lo contrario y orillando lo contradictorio. Entre el tratamiento contradictorio (disyuntivo) y el contrario (continuo) puede haber complementariedad a condición de respetar la secuencia lógica: … que la relación fundamental entre los conceptos y la medición es que la segunda implementa los primeros7.
Metodológicamente la interacción entre ideales y realidad obliga a la neutralización de los valores, en ningún caso a su cancelación. Gráficamente escribe Sartori que la realidad no entra en la cabeza de los hombres, los asuntos humanos se configuran a partir de lo que los hombres tienen en la cabeza8. Si los ideales se fraguan mediante una concepción que permita la adecuada percepción de la realidad, las expectativas deben guardar relación con la experiencia. No cabe, pues anular los valores, mucho menos desconocer los ideales para describir los hechos, procede neutralizarlos, una operación que Sartori expresa en tres posibilidades. En primer lugar separar los juicios de hecho de los juicios de valor; en segundo lugar explicitar con antelación los propios valores o bien comprobar y describir antes de evaluar; por último, observar criterios de imparcialidad exponiendo otros juicios de valor sobre los mismos hechos. La neutralización de valores es un paso imprescindible para evitar que una percepción 7
8
Obra citada pág. 151. La política. Lógica y método en las ciencia sociales Fondo de Cultura Económica 1996 pág 129.
La democracia según Sartori
subjetiva (una preferencia de valor) aparezca como un hecho evidente9. La neutralización de los valores se erige en un “principio regulador” perfectamente diferenciable de un “principio constitutivo” como pretende el behaviorismo con la cancelación de los valores. Aunque el observador evite evaluar, lo cierto es que los observados evalúan, su lenguaje se halla pleno de valoraciones. La distinción entre filosofía y ciencia, al igual que la de ideales y realidad o la doble dimensión de la democracia, empírica y normativa, debe remitirse a la frontera entre prescripción de los valores (filosofía) y la comprobación de los hechos (ciencia). La tensión entre las dualidades enumeradas no ha de plantearse en clave dicotómica sino complementaria, más bien de interacción constructiva. La definición prescriptiva de la democracia, como la filosofía, busca la ratio essendi, el por qué metafísico; definida en términos descriptivos su objetivo, al igual que la ciencia, es el cómo. Otro binomio empleado por Sartori se mueve en la misma órbita: racionalismo y empirismo. Aplicado como adjetivo a la democracia, la democracia empírica gira en torno a cómo funciona la democracia, en cambio, contemplado desde la perspectiva racionalista, la finalidad es la esencia de la democracia, qué es la democracia. Aclarada la relación entre los tratamientos conceptuales disyuntivo y continuo resulta más fácil comprender la tensión entre realidad e ideales. Sólo teniendo sentido de la realidad cabrá modular la administración del ideal. Veamos ahora el análisis de la realidad para calibrar la conexión entre democracia descriptiva y prescriptiva.
El comportamiento político del ciudadano común En este marco metodológico estudiaremos la relación entre la democracia horizontal, electoral y competitiva, y la democracia vertical, representativa. La variable que facilita la conexión entre 9
La versión de este texto publicada en La Política es más terminante que la aparecida en Cómo hacer ciencia política. Taurus. Madrid 2011: explicitar los valores resulta una exigencia para evitar el contrabando y el fraude de presentar como hechos los juicios de quien habla o investiga pág. 252.
Manuel Zafra Víctor
democracia horizontal y vertical es el comportamiento político del ciudadano medio. Cuando Sartori propone una doble definición de democracia, empírica y normativa, ordena la secuencia condicionando el ideal a la realidad, lo que hace posible la democracia se erige en requisito previo a lo que la hace más democrática, de no ser así, advierte, el buey puede romper el carro en lugar de tirar de él10. En el mismo sentido recomienda la necesidad de medir las piernas y su paso al objeto de hacer efectivo el carácter constructivo de los ideales11. Estas cautelas aparecen imprescindibles para adquirir conciencia de una realidad preocupante: en la administración de los ideales nos hallamos en la infancia12, la teoría clásica, por ejemplo, ha cubierto el déficit descriptivo y analítico con un exceso de prescripción. La buena administración de los ideales reclama optimización frente a maximización. Sartori cuestiona la teoría de A. O. Hirschman sobre el “efecto perverso”13. Conjugar equilibradamente la dimensión descriptiva y prescriptiva para disponer de una teoría completa sobre la democracia exige estudiar la interacción entre ambas. De la misma manera que los tratamientos disyuntivo y continuo, bien secuenciados, producen una retroalimentación positiva o, en caso contrario, ubican adecuadamente el conflicto, la presión de los ideales sobre las resistencias de la realidad obliga a contemplar el problema desde el retorno positivo de la realidad a los ideales. Si de forma categórica, como hace Hirschman, se afirma que cualquier acción dirigida a mejorar una situación acaba empeorándola, descontando que las consecuencias imprevistas serán siempre negativas, jamás se hubiera abordado cambio alguno14. No obstante, si la variable clave para establecer las relaciones entre las dimensiones horizontal y vertical de la democracia y las exigidas por las definiciones empírica y normativa, es el compor10
11
12 13
14
Teoría de la democracia Vol. I pág. 203. En Cómo hacer ciencia política figura la misma idea: … una vez más parece que hemos empezado a correr sin haber aprendido a andar. Pág. 30. Ob. Citada, pág. 200. La democracia después del comunismo Págs. 71 y sgts. En estrecha relación con los riesgos de la reacción opuesta se halla la teoría de las consecuencias no intencionales. Un tema que el autor analiza en ¿Hacia dónde va la ciencia política? Revista Española de Ciencia Política Núm. 12 abril 2005 págs. 9-13.
La democracia según Sartori
tamiento político del ciudadano corriente, entonces el problema se vuelve manejable. La ciencia social ofrece pruebas incontrovertidas y fundamentos sólidos para que la realidad permita una gestión ponderada de los ideales. Como excepción al acopio de datos sin relevancia política, la ciencia social, en verdad, por una vez15, proporciona abundante corroboración. Estas pruebas afianzan la necesaria evidencia que hace los ideales constructivos en lugar de autoderrotados: Para que los ideales sean constructivos tienen que actuar en relación con, y explicar, la evidencia pertinente16.
La evidencia pertinente no implica la rendición del ideal, bien empleada la retroalimentación entre realidad e ideales se revela constructiva. ¿Cuál es la evidencia empírica facilitada por las sólidas pruebas provistas desde la ciencia social? El primitivismo político del ciudadano común. Sartori toma esta idea de Schumpeter y reproduce sus argumentos desarrollando y acentuando las premisas y las conclusiones.
La versión de Schumpeter y la reformulación de Sartori Basta contrastar, dice Schumpeter, el informe profesional de un abogado con sus opiniones ante un acontecimiento político. Mientras que el dictamen emitido en un caso litigioso reflejará la competencia de alguien avezado en el conocimiento jurídico, el juicio político mostrará la precariedad e inconsistencia de unos comentarios superficiales. Todos aquellos temas que salen del ámbito profesional o exceden de los intereses más directos escapan al razonamiento fundado. La conclusión de Schumpeter es harto conocida: Así pues, el ciudadano común desciende a un nivel inferior de prestación mental tan pronto como penetra en el campo de la política. Argumenta y analiza de una manera que él mismo calificaría de infantil si estuviera dentro de la esfera de sus intereses efectivos. Se hace de nuevo primitivo. Su pensamiento se hace asociativo y efectivo17. 15 16 17
Obra Citada pág. 162. Obra Citada pág. 112. Capitalismo, socialismo y democracia Ed. Orbis Vol. I pág. 335 Barcelona 1988.
Manuel Zafra Víctor
Sartori resume la tesis en los siguientes términos: … una persona puede ser muy culta y ser políticamente analfabeta18.
El abogado de Schumpeter adquiere un tono más incisivo en el astrónomo o el químico de Sartori que hacen crítica de filosofía o de música. Más incisivo porque solo en aquellas actividades sobre las que tenemos experiencia personal nos hallamos en condiciones de expresar ideas propias y declararemos nuestras limitaciones al hablar de asuntos fuera del interés personal o la preocupación directa. Sin embargo, mientras reconocemos la incompetencia para emitir juicios sobre cuestiones fuera del ámbito laboral o personal, no hay reparos, más bien se impone, el juicio político. Schumpeter perfila la tesis del primitivismo político del ciudadano corriente cuando analiza la voluntad del pueblo y la volición individual19. Cuestiona que la voluntad general culmine la interacción y debate entre voluntades individuales. Falla la premisa: atribuir a la voluntad individual independencia y calidad racional indica la completa pérdida del sentido de la realidad20. Para considerar la voluntad de la ciudadanía un factor político de alcance lo más elemental es comprobar su existencia efectiva. Schumpeter anticipa lo que páginas después caracteriza como primitivismo político, la calidad e independencia de la voluntad individual … tiene que ser algo más que un haz indeterminado de vagos impulsos que se mueven en torno a tópicos dados y a impresiones erróneas21.
El contrapunto a la reacción instintiva sería la precisión en la volición para la correcta observación e interpretación que permita cribar los hechos, destacando unos y descartando otros. Identifica el juicio político, idealizado por los defensores de la teoría clásica, a la rapidez mental para derivar con claridad la conclusión sobre un hecho específico en clave de deducción lógica. Si así fuera la operación se desarrollaría
18 19 20 21
Obra Citada pág. 144. Obra citada pág. 325. Obra Citada pág. 334. Obra citada pág. 325.