No° 10
REVISTA
TLACUACHE
Resistencia social
No se olvida Víctor M. Campos Ciudad de México
Revista Tlacuache
EDITORIAL
Número 10 Octubre 2021 revistatlacuache.wordpress. com Equipo editorial Director editorial Alberto Sánchez Martínez Consejo Editorial Nayeli J. Ildefonso H.L.J. Ángel Bárbara Peñafiel Diseño H.L.J. Ángel Alberto Sánchez Martínez Bárbara Peñafiel Ilustración de portada Opresión, de Sahara Cygnus Revista Tlacuache es una revista sin fines de lucro. Respetamos los derechos de autor según la licencia Creative Commons. Se permite la reproducción, transmisión, parcial o total de este trabajo por cualquier medio, con la condición de dar reconocimiento al autor o autora, así como la fuente.
Existimos porque resistimos. Debemos tener una posición ante las adversidades de nuestro contexto histórico, político, social y económico. Hay de dos: dejarse consumir hasta desaparecer o ir a la contraria luchando contra estos obstáculos que quieren reprimirnos. Resistir para vivir. Alcemos los rostros, alcemos los puños, gritemos hasta que la garganta duela, marchemos hasta que los pies sangren, quememos el mundo que merece arder. No dejemos que apaguen la llama de nuestras vidas, no dejemos que nos repriman y que quieran desaparecernos. Resistencia social. Resistimos desde nuestras trincheras, desde nuestros espacios autogestivos, desde nuestros cuerpos y cuerpas, desde nuestras voces y gritos, desde las letras, el rap, el arte, desde temprano para ir a la chamba. Resistiremos hasta que nuestra vida se marche.
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CONTENIDOS
01
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Editorial
Creación
Flor Chaile
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Belyzel Arashimas
Karla Hernández Jiménez
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Héctor Daniel Olivera Campos
Gabriel Camilo Morales
Así en la sociedad para nosotrans
Rigor
Alas tornasol
AJUA
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Latinidad Cristina Espitia
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22 Elías Tonalli
Alejandro Molina
Eduardo Omar Honey Escandón
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Adair Zepeda
Iván Fernando Aparicio Flores
David Arias Negrete
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Esmeralda García
Ariel González
No soy yo el que habla
Ecos de un palacio negro
Antiespecismo prieto
Día cien mil
Retrato
Pesadillas del pasado
Provocadores
Recuerdo de una biblioteca
"Las Tlacuachas"
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Rusvelt Nivia Castellanos
Rolando Reyes López
Poetas de libertad
Resistir a toda costa
CREACIÓN Flor Chaile
Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina
Creo para no morirme. Creo para adivinar entre tanta incertidumbre. Creo porque no tengo muchas alternativas. Creo para entenderme. Creo para dar voz a los silencios. Creo para dejar salir estos impulsos de autodestrucción. Creo para no salir y comerme el mundo. Creo porque soy una diosa postsalvaje. Creo porque puedo parir deseos de manera indefinida. Creo porque las pulsiones hacen desastre si no florecen en forma de arte. Creo en los devenires. Creo al sentirme animal. Creo al sentirme inhumana. Creo para ser feliz. Creo para alcanzar la verdadera satisfacción. Creo siguiendo a mi intuición. Creo al amar. Creo al creer. Creo al dudar. Creo al besar. Creo al mirar. Creo al rogar. Revista Tlacuache | 4
Creo en los márgenes. Creo en la marginalidad. Creo en los puntos ceros. Creo en los abismos. Creo en las rutas que no te llevan a ningún lado. Creo al caminar en cuatro patas. Creo al deformar las palabras. Creo entre la asfixia que provoca esta vida y tus manos. Creo porque mi mundo interior no teme destrozar el mundo exterior. Creo para tener momentos de paz en esta guerra que me declaré a mí misma. Creo al resbalarme entre la hemorragia y los coágulos. Creo al sentir cómo la marea roja sale de mi entrepierna. Creación. Creación. Creación. No lo olvides: una crea para (sobre)vivir.
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Tornasol Zacnict Revista Tlacuache |
Ciudad de México
Así la sociedad para nosotrans Belyzel Arashimas
Ciudad de México
Indigna de ti me sé apocada a falta de mi valía como mujer no por la sociedad ni por mi familia ni siquiera por mí misma, sino por ti mismo y por quienes te rodean. A nosotrans no nos presumen: a nosotrans nos ocultan. Así, esta sociedad mexicana así, nuestros aliados (hombres) “que nos apoyan y prefieren como su mujer” y tal vez como una posible compañera ya sea de vida, ya sea para un tiempo, pero no es lo que nosotrans queremos: ¡queremos ser visibilizadas!
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Tornasol Zacnict Ciudad de México
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Alas tornasol Karla Hernández Jiménez
Veracruz, México
Su cabello rizado se movía con el viento mientras hacía resonar su voz a través del megáfono que tenía en la mano. Estaba cansada de que a la gente como ella la trataran como basura, estaba cansada de ver los cuerpos desmembrados en callejones y terrenos baldíos sin que nadie se preocupara por investigar sobre las víctimas, sin sentir preocupación por la gente que nunca volvería a verles. Había extendido sus alas ante ese poder que se empeñaba en ignorar su lucha con la esperanza de marcar la diferencia, de lograr hacer que escucharan su voz reclamando justicia. Ahora, su cuerpo estaba descomponiéndose en uno de los callejones en los que tantas veces había visto a otros como ella. Los implicados reían pensando que, una vez más, se habían salido con la suya, sin sospechar que aquello únicamente había servido para iniciar una revolución que duraría muchos años en el país.
9 | Revista Tlacuache
. S e r ala r i u g tem
A a r ma
Xio
Revista Tlacuache |
Gua
Rigor Héctor Daniel Olivera Campos Le llamaban Cristóbal manostijeras, pero él no se daba por aludido. El alto funcionario había hecho del rigor profesional y también del rigor presupuestario, su doctrina personal, económica, política y moral. No es que fuera ajeno a los sufrimientos que estaban causando los recortes entre la población, pero cuando lo interpelaban al respecto, solía pronunciar una consabida sentencia: “No hay alternativa”, y añadía: “El déficit presupuestario es como un elefante en el salón de una casa, por mucho que cerremos los ojos y no queramos verlo, no va a desaparecer, a no ser que recortemos el gasto público”. Aumentar los ingresos incrementando los impuestos a las grandes empresas y a las fortunas nunca era una solución “porque desincentivaba la inversión”. (Cristóbal fue un chico aplicado cuando estudiaba en la Universidad, un Chicago boy, nada de juergas, número uno en su promoción. Ser más feo que un demonio, tener la dicción pastosa y no ligar nunca, ayudaba a no distraerse y concentrarse en sus estudios). Cristóbal estaba trabajando, como cada día, en el Ministerio, cuando le telefoneó su mujer aterrorizada porque un grupo de desalmados había provocado un escrache frente a su domicilio. El funcionario abandonó las oficinas y ministeriales y se encaminó hacia su
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casa, cuando llegó, el escrache ya se había disuelto, según le informó un par de agentes de policía, que habían intervenido con la diligencia y la profesionalidad que les caracteriza. Cristóbal habló con su mujer y sus hijas y se indignó hasta el paroxismo al pensar que les podría haber pasado algo; pues, pese a que la protesta era pacífica, la prensa que leía el funcionario advertía de los antisistema, anarco-violentos y otros elementos de aviesas intenciones, que se infiltraban en dichos colectivos reivindicativos y montaraces. Calmada la situación en casa, decidió regresar al Ministerio, estaban en plena revisión de la ejecución presupuestaria y quedaban muchas partidas por recortar para adaptarlas al objetivo de déficit. Nada más al pisar la calle, se percató que junto al portal de su edificio habían pegado unos carteles en los que aparecía una guillotina, cuya hoja lucía los colores de la bandera republicana y la leyenda: “Yo también sé recortar”. “Hijos de mala madre”, fue lo que pensó el señor Cristóbal, cuya ira fue incrementándose en su paseo de vuelta a su trabajo, hasta el punto de comenzar a sentir un dolor agudo en el pecho que le hizo desplo-
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marse sobre la acera. Sufrió un infarto. Varios transeúntes se arremolinaron junto al hombre que agonizaba en el suelo. Personas con buena voluntad, llamaron al teléfono de emergencias, pero el servicio de ambulancias estaba privatizado y había que pagar el traslado a la clínica antes de autorizar el envío de ninguna unidad. Tampoco había ningún desfibrilador en la vía pública, pues estos aparatos se habían retirado por orden de Cristóbal en uno de sus enésimos recortes, él siempre tan eficaz en quitarle “grasa” al presupuesto. Por último, el hospital privatizado estaba a varios kilómetros del lugar del suceso, pues se había desmantelado el hospital público de la zona. El hombre llegó cadáver al centro sanitario. En las necrológicas que se publicaron se elogió el gran rigor con que el alto funcionario había desempeñado su carrera en la administración pública. En las redes sociales, los más críticos, también celebraron el mentado rigor… mortis.
t c i n c l Za
o xico s a n r To ad de Mé Ciud
| Revista Tlacuache
AJUA Gabriel Camilo Morales
Colombia
¡Ajua! ¡Ajua! Gritan las flemas. Gritan las flemas. Flemas con armadura. Flemas con escudos. Flemas con rifles. Flemas con botas. ¡Ajua! ¡Ajua! Gritan las pestes. Gritan las pestes. Pestes con armas. Pestes con dientes. Pestes con chalecos. Pestes con placas. ¡Ajua! ¡Ajua! Gritan los piratas. Gritan los piratas. Piratas de día. Piratas de noche. Piratas polizones. Piratas violadores. ¡Ajua! ¡Ajua! Gritan por última vez. Gritan por última vez. Cuando una molotov eterna, sonriente, triunfante y silenciosa, se inmola con rabia contra sus uniformes ensangrentados.
La psique Jorge Oberto Venezuela
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Latinidad Cristina Espitia (A Donald Trump) Desmembrar al mundo revestido de ideología perversa barreras, fronteras o muros del humano diferente haces tu presa. Persecución por color de piel, acento, o lugar de nacimiento. Desprecias a los hermanos de otras latitudes nicaguenses, guatemaltecos, salvadoreños o mexicanos ¿No te das cuenta? Tu país lo edificaron migrantes latinoamericanos. Te acobija el racismo con el poder de la derecha rompecabezas xenofóbico de absurda pureza. Supremacía blanca y religión recalcitrante clasismo profano ¡has enfermado a tu Estado!
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Persigues, fracturas, segregas y rompes a la minoría desvalida, ¿No te das cuenta? Das muerte a la vida construyendo una barrera fronteriza. Habitante de la Casa Blanca no hay quien detenga la gran multiculturalidad de todo un continente aliado ni por barreras, fronteras o muros dejaremos de luchar. Jamás dividirás ni tampoco amedrantarás a la diversa población de la América Latina porque estamos más unidos en la batalla por la vida y la defensa de la libertad porque jamás separarás nuestra orgullosa latinidad.
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No soy yo el que habla Alejandro Molina
No soy yo, el que habla es el aire recorriendo suavemente el mutilado mapa del ayer, las palabras trituradoras, otras veces masticadas en cada sol escritas en el papel de los ojos puestos en la tierra. Habla el vestigio de la piedra del sol, con sus estaciones, plumas llamativas, hierbas poderosas y prados de obsidiana resplandeciente. Habla la imagen salida del corazón, la que se refugia en las calles, las que la frontera no pudo matar, la del desierto tan lleno de calor e injusticia, la negación para no matar la alegría. Habla el tiempo esclavizador sin cosechar maíz la plegaria múltiple que no trajo progreso industrial el ahogado grito del abuelo desde donde no hubo escuela y heredó sólo su arado y el terrón de tierra para romper corajes. Habla el dolor de la desgarradora despedida, la que un emigrante le da a lo más querido,
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Hablando a gritos Curbina
Venezuela la que se obliga porque el país está en llamas, la ubicada fuera de los informes la despedida dolorosa, al dejar amigos, pueblo querido y la vida, la despedida petrificada en el viaje sin retorno a otra tierra vociferando otro lenguaje y otro nombre. Habla el sur con su caminata de harapos y su silencio, con su huella en las arenosas travesías, con su odisea, la que deja el anonimato, la que oculta por sentirse desplazado la del golpe de expulsión, la de lágrimas amargas porque ha muerto el futuro la del miedo porque sólo cuenta con el martillo en sus manos y el año que termina. No soy yo el que habla; habla el dolor del repatriado! Revista Tlacuache | 18
Día cien mil Eduardo Omar Honey Escandón
Ciudad de México
Me siento inútil cuando veo a Damaris recibir el impacto en el pecho. Mientras, detrás de mí, suena el grito del líder del grupo de resorteras y chinas avisando que sostengamos la posición para que recarguen. Damaris cae inconsciente, golpeándose con fuerza en el suelo. Su escudero está arrodillado frente a ella y no deja de estremecerse por el temor. A todo novato le pasa la primera vez y por eso le pedí a mi amiga que se mantuviera con el grupo de apoyo, pero Damaris lo escogió para estar en la punta izquierda. Le grito a Daniel, mi sustituto, para que cubra mi posición. —¿Estás bien? —pregunta apenas coloca su escudo en mi lugar y así hacerme a un lado. No le contesto y me salgo de la tortuga, nuestro pequeño fuerte humano, a la mitad de la autopista. Alcanzo a ver, a no más de veinte metros, la muralla de tanquetas blancas con sus lanzadores de cápsulas de humo, las tres hileras de guardias nacionales con su equipo antimotines con sus escudos, rifles y lanzagranadas. Miento madres que haya empresas del primer mundo vendiendo equipo antimotines.
Ante la tormenta horizontal de balas de goma apenas levanto mi escudo hecho con la lámina recortada de un bote de basura. Mantengo el perfil bajo, procurando que me cubra totalmente. Resuena la descarga del lanzador multigranada de una de las tanquetas: los desgraciados de seguro me centraron. Me arrodillo y me acurruco lo más que puedo detrás del escudo y lo inclino a 45 grados. Siento tres impactos directos y otros tantos a mi alrededor. No disparan al aire tal como marca el manual sino a mansalva. Así fue como le dieron a Damaris. Desde la tortuga llega la orden del líder para lanzar otra ráfaga de piedras y botellas hacia los antimotines. Aprovecho para levantarme cubriéndome y correr hacia mi amiga y su escudero. En cuanto los alcanzo me pongo al lado del novato. —Vamos de salida, no te apendejes, ¿eh? —le digo al chico lo más tranquila que puedo entregándole mi protección—. Ponte de rodillas e inclina un poco los escudos. Voy a revisarla. El jovencito se ve más seguro al sentirse acompañado. Me hace caso y reviso
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rápido a Damaris, le tomo el pulso… muy débil, la marca en su ropa no me gusta. Rompo su blusa y veo el moretón negro, circular de bordes irregulares, sobre su corazón. En las reuniones por la noche ya habíamos platicado de lo que hacen varios grupos antimotines en diversos países: disparan las supuestas balas de goma, inofensivas según los traficantes, al rostro para dejarte ciego. Lanzan directo las granadas de humo al pecho o a la cabeza para matarte. Avanzan las tanquetas sin importar quién está delante o debajo. Busco mi pañuelo rojo en el bolsillo trasero del jeans, pero no está. Así que me quito la máscara de pintor y desenredo el paliacate que usaba como segundo filtro. La cantidad de gases hace que se me cierre la garganta pero me fuerzo a resistir. Levanto mi brazo derecho y empiezo a agitarlo solicitando ayuda para retirar a un herido. Varios golpes pegan en el dorso de la mano y rayo de dolor baja al hombro. Pero no desisto, sigo pidiendo ayuda y solamente paro cuando veo a dos escuderos seguidos de tres acompañantes. Así será fácil mover a Damaris lejos de la línea de fuego. Palmeo el hombro del novato y le susurro que tenga paciencia, que ya viene ayuda. Tomo mi escudo y le recuerdo cómo se actúa en estos casos. Para que no estorbe él quedará al frente, retrocediendo de a poco mientras los otros escuderos se ponen a mi lado y los que vienen detrás cargan al herido. Ruega que confíe en él. Le digo que sí. Minutos después, tras ser objetivo de más granadas y disparos directos, estamos a resguardo. Damaris me ruega que no la lleven a emergencia, que está bien y pierde el conocimiento. La despido mientras se la llevan entre dos en moto a urgencias Lavo mi cara, pongo en su lugar el paliacate y la máscara. Recojo mi escudo de donde lo dejé y me dirijo rumbo a la tortuga. Mientras llueven proyectiles por doquier reflexiono que es el día noventa de nuestra resistencia, quizás el día cien mil de la lucha que aún corre por toda América Latina. Hemos ganado varias veces, algunas dictaduras no han caído y en otros países aún nos mantenemos en pie de lucha. Llego junto a Daniel y le digo que retome su posición. No me importa el hoy: por Damaris, por los cientos de compañeras y compañeros caídos como heridos, por los familiares, las amistades... quizás por el futuro, no podemos detenernos. Cierro mi posición junto al resto de las escuderas de la primera línea mientras gritamos a todo pulmón. Otra lluvia de pedruscos y molotovs surca el cielo rumbo a las tanquetas y los antimotines. Cae la noche, incendiada una vez más.
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Tornasol Zacnict Ciudad de México
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Retrato Elías Tonalli
Ciudad de México
(De Ayotzinapa a la ciudad)
Hoy en la madrugada me quitaron las cobijas junto a tu rostro Las ventanas se abren grito el infierno que se quiebra de espanto y de frío Una mujer hermosa llora cuarenta y tres veces Luego prende el computador Nos miramos a lo lejos y nos enviamos lo mismo: “Nos golpearon nos golpearon en el rostro, cariño”.
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Tornasol Zacnict Ciudad de México
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Ecos de un palacio negro Adair Zepeda Texcoco, México
Las rendijas paren el silencio, herida cínica, maltrecha parvada, mutilada hora, cenizas que gastan la herrumbre, escucho voces que revientan en lo oscuro, que se agotan bajo un puño sólido que los despierta entre obscenas reinterpretaciones de la ley; trueno ácido, ¿dime quién viene y a dónde va? Los muros relucen una caligrafía de sangre que adereza las puertas con locuacidad; ratas famélicas buscan su equivalente entre los vestigios de la luna; mátenlas, mátenos, prendan fuego con las rejas herméticas para que la mierda y la confusión alienten la flora y la fauna que pueblan los rincones del alcázar quemado, vírgenes sin alma comulgan entre los pasajes donde se apilan cuerpos despedazados con tubos, taxidermistas de barro negro; mándalos en una horda de demonios, ¿quién gritó?, ¿quién sobra?, ¿qué bestia del erebo asoma su vientre hinchado?; aquí no ronda la muerte, rondan los muertos. Lecumberry Revista Tlacuache | 24
Pesadillas del pasado Iván Fernando Aparicio Flores
Arequipa, Perú
Apelo a mi Memoria para leer el futuro, ensoñado encontré la Esperanza muerta. Aún con mis párpados cerrados por miedo a saber que dejó de ser un sueño, vi hacinado el odio; y la desidia, empapelada. Y esta Democracia se volvió una faena por evitar la embestida de la razón. Y elegir un Cambio se volvió el peligro de una bala perdida sinrazón. Mil Botas alineadas, marcha la Tortura. Los Secuestradores del verso dejan sin palabras al Hambre, el Hombre y su garrote tienen la voz. Mientras la Libertad enmarrocada, grita: «auxilio… …que me matan y a mis hijos». -contengo la respiraciónEl silencioso inquisidor y sus verdugos ya no temen, se creen intocables; sentenciados a recorrer el camino de la indiferencia, 25 | Revista Tlacuache
la sociedad que olvidó su nombre es condenada. Me cubro con la manta de nuestra Indoamérica reprimida, tirito abrazado a su recuerdo, sostengo en la mano su dolor, que me conlleva el reconocer que, si no tengo miedo de caer en el olvido; en este sueño tampoco lo tendré, al escribir mis últimas palabras:
Este es mi corazón, a la izquierda de la historia, al sur de mi tierra, enlodado de pueblo con justicia y dignidad. Si no despierto, declárenme desaparecido.
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Recuerdo de la Biblioteca Municipal * Sitio de Cuautla 1812 David Arias Negrete Cuautla, Morelos
* En los últimos días del mes de julio del año 2020, agentes de la SEDENA procedieron a destruir el jardín y la explanada de la Biblioteca Municipal Sitio de Cuautla 1812, comprendida en la zona de monumentos históricos de la ciudad de Cuautla, Morelos, como «Antigua Plazuela de Gualupita», después de que el predio de este inmueble fuera cedido por cabildo, para la construcción del Banco del Bienestar del actual Gobierno. Luis de Antuñano, muralista y representante del Consejo Municipal de Protección del Patrimonio Cultural, junto con demás inconformes, se manifestaron en el sitio para cancelar la depredación y detener la destrucción de la Biblioteca Municipal, el 31 de julio del año 2020.
De una época de mi vida en que fui muy feliz, ¡cuántos días hermosos pasé aquí, entre los libros y las mesas de escribir! Venía por la tarde, cuando terminaba de hornear el pan. A veces llegaba desde muy temprano y me iba ya a la hora de cerrar. Me gustaba venir, porque en esta biblioteca podía encontrar silencio fecundo propicio para ensoñar y paz mental para trabajar, que en otros
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lados no podía tener. Solía suceder que los vecinos dieran a la biblioteca muchos libros como donación, y las bibliotecarias ponían una mesa repleta con estos libros, con la intención de regalarlos al público lector. ¡Así conocí la poesía de Eliseo Diego y la de Salvatore Quasimodo! Por mi uso asiduo de la biblioteca, entablé cierta cordialidad con las bibliotecarias, digamos que no éramos completos desconocidos, y a veces me avisaban que habían llegado nuevas donaciones de libros. Recuerdo también, con especial cariño, a una de las bibliotecarias, era la mayor, encorvada y empequeñecida por el tiempo, su cabello era blanco y lo usaba en trenza, de 90 años de edad, más o menos, eso calculé. Era muy diligente con sus labores cuidando la biblioteca. Acarreaba una silla por aquí y por allá, para alcanzar la parte más alta de los libreros. Siempre limpiando el polvo pernicioso de los libros, acomodando las obras consultadas en su lugar. Procuraba los libros tanto como a sus propios hijos. Además, sabía de memoria la ubicación de los libros de la Biblioteca, por título más que por número de ficha. ¡La bibliotecaria es así de longeva y su memoria es prodigiosa porque vive su vida rodeada de libros!, llegué a pensar. Antes de ponerme a trabajar, solía buscar inspiración en las páginas de los libros de la sección de literatura: James Joyce, Kafka, Cortázar. En las aulas de esta biblioteca leí por primera vez el tomo Varia Invención de Juan José Arreola. Y en sus mesas escribí varios poemas, algunos relatos, y si mal no recuerdo, una corta novela. Toda la mañana o toda la tarde, a veces todo el día, se me podía encontrar aquí,
leyendo y escribiendo. Al atardecer, ya cansado, dejaba de escribir. A esa hora podía escuchar con cuánta ternura una mamá leía en voz baja cuentos infantiles para su niña chiquita, y cómo la niña le pedía que le leyera todos los libros que tenían ahí. ¡Qué emoción y qué asombro para esa niña descubrir los cuentos y las posibilidades de la palabra escrita! De igual modo era para mí, todos los días en la biblioteca pública. Salía al jardín para despejar el pensamiento, y me sentaba en una de las banquitas a la sombra de los árboles robustos. ¡Aquél era un lugar para visitar el canto de los pájaros y estar muy fresco! Fue una época feliz, sin duda, en que la Biblioteca Municipal Sitio de Cuautla 1812 se volvió mi refugio, también una casa. Eso es lo que fue destruido, esa comunidad humana alrededor del libro, esas posibilidades creadoras que se orquestan en el acto de la lectura y la escritura, la plural posibilidad de otras formas de nombrar, entender y habitar el mundo. Todo eso es destruido, cuando se destruye una biblioteca. Ese es el amoroso recuerdo que tengo de la biblioteca, mientras sigo haciendo escrutinio de la bestialidad, las ruinas y lo que ahora parece un terreno baldío o tiradero de escombros.
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| Revista Tlacuache
Cuautla, Morelos
David Arias Negrete
Antiespecismo prieto "Las Tlacuachas"
Cd. Neyahualcóyotl, Estado de México
Durante siglos, después incluso de la conquista y la supuesta independencia de los pueblos latinoamericanos, las corporalidades prietas se han visto minimizadas, negadas, hasta el punto de la sistemática invisibilización de nuestros cuerpos. Muchas de las veces que se menciona la existencia prieta, se hace desde la distinción y el privilegio de la contemplación, como la muestra de la marginación a la que se han visto obligados a enviarnos. Los cuerpos que no son de consumo, son cuerpos que existen al margen de la realidades del privilegio que exotiza nuestra corporalidad, mostándonos como entes de souvenir, que se deben salvar y educar para que lleguen a la realidad de los privilegiados, volviendo a hacer el ejercicio de nulificar la experiencia prieta, y colonizar a través del concepto de desarrollo y discursos de progreso. Hoy (en parte gracias a la crisis medio ambiental y de salud en la que estamos inmersas todas las realidades subjetivas), cuando existen condiciones que ya no son tan desfavorables y aparece la posibilidad de llevar la experiencia prieta por caminos que antes sólo eran sueños, pensamos en la realidad de ser opresores de corporalidades nuevamente diversas y silenciadas durante miles de años. Los otros animales1 han sido víctimas nuestras. Han pasado de ser considerados como meras “máquinas” sin consciencia, objetos y seres inferiores en todo sentido a la especie humana. Este especismo2, si bien practicado muchas veces por las necesidades de las circunstancias materiales, es sistematizado aún en las realidades que Revista Tlacuache | 30
mayor posibilidad tienen para cuestionar y renunciar a los privilegios. Aun así quienes sí cuestionan sus privilegios como especie, muchas veces no realizan procesos de cuestionamiento y desaprendizaje de los demás privilegios los cuales gozan. Presentar una lucha digna, tal cual lo es el antiespecismo, como parte de una moda, o de un grupo selecto que se da el lujo de ser empático y vivir en paz, sin accionar por la posibilidad de que esta conciencia pueda ser compartida por un mayor número de humanos. Quienes forman parte del selecto grupo de gente que tiene privilegio sobre privilegio, muchas veces nos colocan en el mismo saco de opresores a quienes además de ser oprimidos por ellos, oprime a los demás animales. La opresión realizada desde el privilegio, no es la misma que se ejerce desde un lugar menos privilegiado. Quienes además de ser oprimidos por ser prietos, y se dan cuenta de la violencia ejercida sobre los demás animales, sufren la violencia epistémica del blanco que dice “anymals” y silencia su experiencia. Ya la brecha cultural es bastante grande, como para que además se siga sustentando discursos coloniales desde el privilegio. La realidad del antiespecismo prieto es muy diferente a la realidad de quien se desenvuelve en un ambiente de total seguridad nutricional, acceso a la información, salud y soportes tecnocientíficos para llevar una vida digna. Quien vive el antiespecismo desde una realidad prieta, conoce que se sobrevive sin la necesidad de comer animales, sin hablar inglés, sin acceder a la cultura anglosajona, porque la multicidad de experiencias no necesita de un molde para existir, el antiespecismo prieto existe, porque resiste.
1 Los seres humanos somos también animales, por lo que es necesario hacer esta distinción y llamarles “los otros animales” a todos los demás seres con los que compartimos el orden taxonómico. 2 En este escrito no dejaremos espacio para dialogar sobre el antiespecismo, pues pensamos que luchar contra la discriminación es un asunto que no se discute.
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Provocadores Esmeralda García
Guadalajara, Jalisco, México
¡Basta, ya basta! no quiero seguir siendo apacible, el que siempre calla la que comprende y perdona, el tolerante, la displicente todo tiene un límite, sucumbe la pisoteada dignidad y estalla, estallas, estallo, estallamos. Nos reunimos, organizamos, alzamos la voz, protestamos, gritamos. Nos cierran el paso mundos que se entrecruzan. No entiendo por qué nos bloquean ¡No creo que nos tengan miedo! exigimos libertad de expresión. Nos insultan, blasfeman, golpean. ¿En qué mente estamos inmersos? ¿Es la tuya?, ¿es la de ellos?, Revista Tlacuache | 32
¿es de otros?, no es la mía. ¿Quién creó a quién? ¿Estas ideas a quién pertenecen? Me lastiman y no identifico quién, me falta aire y duele sólo corre un mar rojo y espeso...
Tornasol Zacnict Ciudad de México
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Ariel González
Ciudad de México
Mo Redignifica la existencia nuestra: ardiente mecha.
Lo Fuego de mano, ímpetu enfrascado: mi fe enciende.
Cha Resplandeciente llamarada en vuelo: luz de libertad.
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Poetas de libertad Rusvelt Nivia Castellanos
Ibagué, Colombia
Ante el grave presente; los jóvenes salen a marchar por el país, recorren las calles de la capital colombiana. Ellos crean la justicia popular, saltan por entre los caminos, nadie los puede parar. En demasía, bloquean el tránsito y promueven sus gestas de vanguardia con fidelidad. Como patriotas, luchan por la igualdad humana. Juntos en bien, le sugieren a la gente distraída que por favor estudie, la ponen a reflexionar sobre la honestidad. Y ellos rojos, pasan a bailar como una gran multitud. En ideal, trasiegan por la plaza de Bolívar, se mueven en amistad, actúan con empujes de renovación. Los unos; pacíficos, alzan las banderas del socialismo. Los otros; luchadores, sublevan las arengas de la independencia, sus voces son la viva resistencia. Al seguido paso, ofrecen sus manos a los otros suyos, impulsan la revolución. Ellos recuperan la nación cual es nuestra. De hecho, le regalan unos panfletos a los trabajadores técnicos, incitan al arte de rebatir y exhortar. Entre el instante, siguen su viaje por la avenida del escándalo, por allí sienten rabia, nomás ven imperfección con corrupción. De a poco, pues empiezan a destruir las puertas de los bancos mafiosos. De a mucho, deciden romper las ventanas de las instituciones politiqueras. Ahora tiran piedras y lanzan bombas de pintura contra los edificios. Ya provocan el disturbio, hacen resonar las papas explosivas. Ellos están 35 | Revista Tlacuache
Tornasol Zacnict
Ciudad de México
cansados de sobrellevar tanta opresión, por eso se defienden con inteligencia. Pronto al cabo de lo hecho; sacan y agitan los aerosoles y rayan las paredes, disponen sus pensamientos al beneficio de la comunidad. Muchos van de capuchas; más hacen algarabía, más acusan a los colonizadores gringos. Como unos guerreros; ellos bien se rebelan contra esos invasores, los quieren echar por ser abusadores. En tanto lo fuerte; persiste la huelga enrumbada con intensidad, crece en verdad muy alborotada, cuando claro, las mujeres y los viejos también se unen a esta revuelta, respaldando a sus patriotas. De fervor, unidos protestan con valentía, gritan por sus paisanos y no se rinden ante el riesgo, ellos son el pueblo, no quieren más esclavitud, así que juntos superan los muros y con sacrificio del corazón, todos ellos perseveran hasta la liberación. Revista Tlacuache | 36
Resistir a toda costa Rolando Reyes López
Jovellanos, Matanzas, Cuba
Resistir es complejo, es una de las peores tareas humanas, la parábola no es meta ni atributo o aquel acto inconsciente y que mueve los sucesos de lugar constantemente. Resistir no es un desafío que requiera pedir una limosna al primero que venga con intenciones de salvar los pedazos que quedan intactos en los rincones imposibles de observar a simple vista, fuera del alcance de gobiernos ansiosas de herir cualquier talón. Hay también huellas, voces repitiéndose continuamente en los mensajes no decodificados por mis acreedores, o claves de un enigma social que pronto elevará sus esperanzas hasta donde el sol y las demás luces apacientan sus hambres. Existen moratorias vigentes aún, preguntas sin sentido, clases inconclusas sobre poesía contemporánea, 37 | Revista Tlacuache
zonas que deben ser despojadas de minas, escombros y culpas inocentes antes que los nuevos gobiernos incursionen aquí, y quedan, por encima de todo, amigos que comprenden nuestra resistencia, quizás porque hemos sido precisamente lo que siempre han querido que fuéramos, Es insinuante la proposición “resistir a toda costa”, solo que la insinuación no incluye algunos sectores visibles de la sociedad Para resistir como yo no hace falta ser graduado en Medicina –son intrascendentes los títulos académicos-, o avales firmados por el actual jefe del Estado ni maestrías extra docentes en labores intensivas. No hay que vestir de monja o sacerdote o declarar en extinción las burguesías ni cancelar los vuelos sin escala hacia la luna. La complejidad de resistir como yo lo hago radica en que hay que resistir a toda costa.
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