Música, literatura, cine y dibujo EDITORIAL Pulsa el tringulito de play. Cae en una primera página. Se abre un telón. Se perciben los trazos. Se apaga la luz. Lo que viene después cae como un aguacero; notas, personajes, colores, líneas, gestos, ritmos, que empiezan a hablarnos. En muchos casos pasan por nosotros como por un colador. En otras oportunidades se adhieren a nuestros día, y a veces, a nuestra vida. Muchos de ellos hacen parte de los filtros que median nuestra mirada del mundo. La percepción nunca es tan aislada como muchas veces se plantea. Aunque intentemos encasillarlas, guardarlas en direfentes cajitas para poder estudiarlas, clasificarlas y medirlas, todas estas manifestaciones se conectan, se trenzan. Se nutren entre sí, se evocan mutuamente para ampliar su expresión, su capacidad de atravesar a aquel que recibe, aquel que percibe y construye con este acto, el sentido complementario de la obra. De alguna manera, somos tan autores quienes creamos, como quienes percibimos; es tan colorida una canción, como rítmica una imagen. A veces las obras adquieren tal fuerza, que se convierten en presencia, en estela de nuestros actos, terminan siendo compañeras, multiplicando y transformando las sensaciones cotidianas. Claro, todo depende del estado en el que nos encontremos cuando llegan. Si lo pensamos bien, todas ellas (independientemente de la razón por la cual son creadas) son mundos que otras personas nos están compartiendo; invitaciones a descubrir maneras de habitarlos. Algunos de estos mundos tienen el maravilloso poder de convertirse en hogares. Esos espacios que nos ofrecen resguardo, cobijo y que nos esperan, así guardados como están, en el recuerdo, en la biblioteca, entre los discos o los archivos. Este número de Chalupa convocó a nuestros navegantes a recordar, a desempolvar la memoria, la biblioteca, los estantes. A recorrer esos caminos que se transitan entre medios y lenguajes; a compartir esas sensaciones atravesadas por diferentes obras, y que por momentos, se parecen a la vida misma.
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Elegía teatral Por: Mauricio Arévalo Arbeláez
El espacio vacío angustia. Está ávido de ser llenado como el placer insatisfecho, como una víbora insaciable.
La pared fría reclama color. El silencio ansía el ruido, las voces, la música. La nada espera la luz, la oscuridad, la sombra. La nada espera al todo para abrazarlo manosearlo poseerlo y luego botarlo. La nada es un gran teatro,
el arte efímero
que empieza y termina a un mismo tiempo.
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La música, el yo, la casa (tres recuerdos en desorden) Por: Astrid Ávila
i.
La música, a veces, desgarra. Parece como si se metiera en las tripas, las revolviera y las quisiera expulsar fuera del cuerpo. Otras veces regocija, hace las veces de almohada, de cama, de hogar, de lugar seguro donde nada malo puede pasar. Conmueve, calma, eleva, estremece el espíritu. A veces, la música no hace nada. Carente de latidos, sus notas inertes pasan casi desapercibidas, como un bichito incómodo que da vueltas por la casa sin llamar demasiado la atención. ¿De qué depende que la música destruya, cure, anestesie?
ii.
Las primeras canciones que me hicieron llorar también habían hecho llorar a mi abuela, a mi abuelo, a mi mamá, tal vez a mi papá, a algunos de mis tíos (los más nostálgicos) y a algunos de mis primos que todavía por ese entonces no habían escuchado el Incesticide (1992) o el Antichrist Superstar (1996), discos que, debo aceptar, les endureció un poco el corazón, a su manera. Pero, cuando yo era apenas una niña, en la casa de mi abuela sonaba música de cantina: Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Óscar Agudelo, Rodolfo Aicardi, Helenita Vargas, María Dolores Pradera. Muchas veces, recuerdo con tristeza, negué esta música porque no estaba de moda.
iii.
Los recuerdos de la infancia se arraigan al corazón eternamente, para bien o para mal. La comida, los lugares, los sonidos, las lecturas, los momentos de desespero infantil o de enorme felicidad ad portas de un sueño cumplido nunca, o casi nunca, logran desprenderse del propio cuerpo. La música, a veces, desgarra y marca para siempre. En ella está estampada la historia personal, los dolores olvidados y los que todavía no se van. La música acompaña cuando algo se rompe para siempre.
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Pócima de letras Por: L’enfoiré
En medio de cada calle, el oso de corbata blanca buscaba las tres letras que le faltaban en su alfabeto. Pues para todos es bien sabido que en el alfabeto de cada oso hay más de tres mil letras que conforman un léxico de más de un millón trescientos cuarenta y dos mil y pico ‘e palabras. Sin embargo, este oso de corbata blanca tenía un gran problema: era mudo, sordo y ciego. Por lo tanto, el lenguaje era a él tan ajeno como un plato de carne cruda en un templo hindú. Caminaba sin bastón porque con sus garras los destruía. Tampoco tenía un auricular, pues aún no los han hecho a la medida de los osos. Y mucho menos podía escribir lo que necesitaba en una libreta, ya que al no poseer todas las letras de su alfabeto, la escritura le resultaba complicada. El pobre oso de corbata blanca se tropezó con una A. Al tocarla sintió su textura gelatinosa y supo que la última letra de la palabra gelatina era ella. La tomó con cuidado y la guardó dentro de su pelaje. Al doblar en la esquina de la calle del riachuelo, un gran embotellamiento de salmones truncó su recorrido, pues todos sabemos que los salmones, además de obstaculizar el tráfico, son bastante torpes y sus voluminosos cuerpos van dejando estelas de escamas resbalosas y afiladas. El oso de corbata blanca solo podía confiar en su olfato y en su instinto, y si bien los salmones representaban una tentación gastronómica indudable, esa mañana se había desayunado a un anciano famélico con sabor a tamarindo rancio. Sin embargo, tomó uno de los salmones, pues sabía que “salmón” comienza con S y termina con N.
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Ya tenía las tres letras que faltaban en su alfabeto. Ahora sí podía llevarlas a su casa, bañarlas en miel con una pizca de sal y sentarse a comérselas lentamente, pues esa fue la pócima que le dio la abuela comadreja antes de ser devorada la noche anterior. Supuestamente al comerse estas letras que le faltaban podría recuperar la vista para leer, el oído para escuchar las notas musicales que componían los micos al golpear sus panzas, y el habla para poder insultar a todas las termitas que se pegaban a su lomo cuando se rascaba en su roble. Al tragarse las tres letras, la pócima no dio resultado, pero la NASA lo contrató como intérprete del lenguaje venusino, el cual fue muy útil para comprender las leyes astrofísicas de los órganos reproductores de los androides con sobrepeso.
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El ingenioso rigor de
Cosimo Vitti Por: Camilo Velásquez
Dicen que las razones que lo motivaron a iniciarse en la música solo las conoce Carmen Orrantia, su última mujer, quien, habiendo heredado los derechos de autor de más de cien canciones inéditas, se ha convertido en la mira de muchos empresarios rampantes. Cosimo Vitti (née Cosimo Alfredo Lerula Vitti), hijo de inmigrantes italianos, nació en Asunción el día 13 de agosto de 1929. Termina sus estudios de Arte en la Universidad de Buenos Aires y se radica en Bogotá donde oficia (de manera intermitente) hasta su muerte como catedrático de arte contemporáneo en la Universidad Nacional de Colombia. Desde 1970 empieza un trabajo crítico cuya agudeza e ingenio termina por sumarle a su criterio un peso que no alcanzó ningún otro judicial latinoamericano de las artes plásticas. Bastaba su presencia o su ausencia en una exposición para arrojar un desmesurado descrédito o una inesperada y abrupta fisura en la supuestamente sólida reputación de un artista en auge. No es fácil establecer con precisión el día que decidió cambiar sus notas críticas por canciones; pero se sabe que sus primeros libros de armonía y cuadernos pentagramados fueron adquiridos apartir de 1992 en La parada de música, almacén bogotano provisto con el halo de exclusividad que le confiere haber sido el único proveedor que tuvo Cosimo Vitti para la ejecución de sus “dispositivos críticos tonales”. La idea parecía sencilla, no así la ejecución. Cosimo Vitti había sido un hombre más bien indiferente a la música, de hecho, se sabe gracias a los cuadernos publicados por Carmen Orrantia, que en cierta fiesta en Nueva york, dada por un magnate de la cerveza sudafricana que había contratado a un Ken Vandermark todavía incipiente; dijo en medio de un interludio que “el modo, insidioso y ubicuo, como esa forma expresiva se imponía a la percepción, era más propio de la histeria estridulatoria de ciertos insectos veraniegos que de la tenida por más perfecta de todas las artes.” Y que “nunca en su vida una escultura o un cuadro o un libro le habían obligado a mantener sus ojos puestos sobre ellos sin previamente surtir su efecto de encantamiento”. El hecho es que menos de tres años después de ese incidente se le vio encerrado en el estudio del pintor guatemalteco Fabio Garza, tomando literalmente notas musicales sobre un cuaderno pentagramado como si fuera su habitual cuadernillo de críticas. Así fue que Fabio Garza se convirtió en el primer
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pintor del mundo en recibir una canción-crítica. El proyecto de Cosimo Vitti consistía en tener prolongados encuentros íntimos con obras que él llamaba de “alto vuelo”, en los cuales se dedicaba a traducir sus impresiones en colecciones de acordes a los que, secretamente, había asignado una de las muchas palabras del tipo “desmesurado” “rebozante” “insuficiente granulado” “luminoso restante” “ardua completitud” “reciprocicante”, “luz mascullante -luz” “negro-mascullante-negro”, entre otras marcas de autor que ya habían ganado su lugar y su copia rebajada en las revistas de arte del continente. Las canciones eran interpretadas en las mismas galerías donde las obras eran expuestas. Como se negó rotundamente a interpretarlas él mismo, alegando una deficiente técnica para el piano, las interpretaba David Raigada, el autor de A la montaña y quien además protagonizó cierto escándalo por incumplimiento de términos con su disquera. Al principio, sus conciertos, sin importar la peculiar calidad de la música, terminaban enalteciendo la calidad del artista, cosa que nunca sabremos hasta donde iba de la mano con la apreciación que verdaderamente había causado la obra en el señor Vitti. Con el tiempo, las exposiciones empezaron a poblarse de académicos de la música que aseguraban que cierta séptima hablaba de falta de resolución en los trazos o que cierto acorde disonante puesto así de abrupto, no podía sino hablar de una impresión malograda y desagradable. A partir de este momento fue que empezaron a darse las indemnizaciones. Más de diez pintores recibieron paquetes llenos de dólares (equivalentes a la suma que había cobrado Vitti por sus críticas canciones) luego de haber recibido un crítica desfavorable certificada por todos los entendidos menos el propio autor. Es un misterio y resulta absurdo tratar de adivinar la razón que lo hacía preferir una anulación transaccional a simplemente abrir la boca y decir lo que francamente pensaba. Algunos pintores (al menos el valor de sus obras) nunca se repusieron a los devastadores efectos de la ambigüedad de sus canciones-críticas. Su muerte fue fulminante. Cayó súbitamente de su propia altura mientras Benjamín Ostra (integrante del taller) le servía una copa de vino tino que terminó haciendo que la escena pareciera un asesinato para cualquiera que hubiera llegado después de ocurrido el fatídico evento cerebrovascular. Los numerosos militantes de La Sinalefa todavía conservan el croquis de un Vitti bruscamente aterrizado con la inscripción adentro que dice prohibido pisar.
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-¿Cuál es tu color preferido?
-Todos Por: Anattolia
Cuando tenía catorce o quince años quería estudiar cine porque me parecía que era el único arte que podía contener todas las demás. Me había pasado la infancia practicando música, amando la pintura y la fotografía, deseando el teatro y viendo cine independiente para adultos en un ambiente familiar dedicado a la literatura, y en plena adolescencia no podía elegir cuál de todos los campos me gustaba más aunque estaba segura de que no dedicaría mi vida a nada distinto. Al llegar la hora de decidir realmente mi carrera me invadió la duda. También me gustaban las ciencias y las humanidades… Mejor dicho, me interesaba casi todo y parecía tener facilidades para la mayoría de las cosas, exceptuando la física, las finanzas y los deportes con balones. ¿Qué hacer con tantas posibilidades abiertas? En un ejercicio de descarte elegí la arquitectura porque supuestamente combinaba el arte, las ciencias y las humanidades, aunque luego descubrí mi equivocación. Era más bien cuestión de pensamiento funcional, que nunca ha sido una de mis características pues más tiendo al divague contemplativo. Supe que había tomado la decisión equivocada y retomé la música y el dibujo lúdico buscando recuperar mi arbitrariedad infantil. Ese sentimiento innombrable en la niñez me invadía de nuevo y esta vez podía hacerme cargo de él conscientemente: se trataba sobre todo de divertirse y darle sentido simbólico a la vida. Lo demás debía nacer de eso, porque aunque lo que hiciese no iba a ser más útil ni más altruista ni más importante que otra profesión, me mantendría despierta y viva. Si tenía que elegir me abrazaría a Kafka, a Da Vinci, a Antonin Artaud, a Xul Solar, a la fantástica Leonora Carrington y los confundiría a todos.
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Parches reivindicadores del esqueleto y sus alrededores, de la propia periferia. Algunos nunca perdieron la costumbre, otros la recuperaron, y otros recién se desayunan de su derecho a moverla. En uno se me invitó a probar. Sociedades urbanas que mantienen la práctica comunitaria de músicas y bailes. Cada barrio hace su grupo y sale cada finde a mostrarse. En uno de ellos el poder social de los folclores me fue revelado. Gente que hace arte profesional sin dejar el aficionado. Otra que, luego de dominar el profesional, es iniciada en la rama aficionada, para bien suyo y de su entorno. Así me pasó a mí. Hechos artísticos anónimos y espontáneos, más para el directo que para su preservación documental, y más para hacerse que para presenciarse. Que se borran para reaparecer, gesto que no anula ni memoria corporal ni emociones relativas al, renovables igual. Una de estas manifestaciones pude ejercer con su cultura originaria. Géneros que estallan en ferias y fiestas, pero que independientes y anteriores a, son a lo largo de todo el ciclo vital, y no como ensayo para (que también, pero solo a veces). A varios presencié en pleno desfile de carnavales y en otro tradicional, siendo en otro así mismo partícipe (y perdiéndomelo todo por encontrarme al interior del mismo). Pero la técnica la fue dando la práctica barrial tradicional que se me concedió. Pueblos campeones, de hacer colgado, de monse andar, de bajísimo perfil y largo carnaval, capaces de vivir al ritmo de sus más tranquilos ejemplares. Ir su gente a los ensayos de sus grupos y salir a ver a su comparsa: sentarse en la vereda a pitear y verla pasar. A uno de ellos quise pertenecer, así fuera un poquito. Y me dejaron (hasta me invitaron). Una ciudad: Montevideo. Una nación: Uruguay. Allá estas cosas pasan cada semana y desde allá se van contagiando. Les dicen murga y candombe. A ambos conocí, con uno tuve amores.
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Tabla decontenido 1 2-3
Editorial Manuel Gómez (Colombia) guijarroclub.blogspot.com
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Mauricio Arévalo A. (Colombia)
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Sylvia Gómez G. (Colombia)
revistaartificio.com
Natalia Rojas Castro (Colombia)
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David Cleves (Colombia)
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Carlos Velásquez(Colombia)
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Camilo Velásquez (Colombia)
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Antonia Bustamante (Colombia)
sylviagomez.net
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Manuela Fajardo G. (Colombia)
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Camila Torre Notari (Colombia)
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Astrid Ávila Castro (Colombia)
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Keki Un Puntito (Argentina)
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flickr.com/manuisquity
bloguicomics.com.ar
astridavila.tumblr.com
unpuntito.com
L’enfoiré (Colombia) Lau-lao (Colombia) lau-lao.blogspot.com
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flickr.com/natalarata
facebook.com/disturbedchildillustration
facebook.com/pages/ Rat-Trap/358167270925526
lacancionescrita.net
flickr.com/anattolia
Criollan brothers (América Latina) criollanbrothers.blogspot.com
Marcelo Canevari (Argentina) julioyagosto.bandcamp.com
Interestellarmedium (Colombia) ismedium.com Ilustración portada y contraportada
Publicado en octubre de 2014, Bogotá, Colombia. ISSN: 2357-5182 Información y contacto ¡RUGE! todoslosrugidos.blogspot.com todoslosrugidos@gmail Facebook:todoslosrugidos Equipo editorial: Manuela Fajardo G. Rafael I. Oliver G. Sylvia Gómez G.
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Producción audiovisual: Laura Mickan vimeo.com/lrmckn Impresión de carátula en serigrafía: Rattrap facebook.com/rat.trap.98 Impresión interior: Centro Gráficas
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Esta publicación es beneficiaria de la beca de estímulos para proyectos editoriales en artes plásticas y visuales del Instituto Distrital de las Artes, Idartes.
Queremos agradecer a Julián García por sus aportes en investigación y divulgación del proyecto.