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ENTREVISTA. ESPARTACO Y SEVILLA. José E. Moreno

“La Maestranza es el templo del toreo” ESPARTACO

Espartaco cumplió el pasado verano 40 años de alternativa. Esta cifra redonda nos da pie a tenerle en estas páginas para repasar su vínculo con una plaza que puede definirse como la piedra angular de su brillante carrera. Espartaco arrancó en Sevilla y a Sevilla entregó lo mejor de su toreo hasta que se retiró en esta misma plaza de forma extemporánea y gloriosa en 2015. Por eso la entrevista no podía tener otro escenario que la Maestranza. Sentado en un tendido, Juan Antonio Ruiz Román (Espartinas, 1962) cierra un círculo de vivencias, emociones, respeto y sensaciones con esta plaza. Hablamos de Espartaco y Sevilla. Nada más. Y nada menos.

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Juan, recuerdo que una vez íbamos juntos en tu coche, pasamos por delante de la Maestranza y te santiguaste. Aquello me impresionó. ¿Siques haciéndolo? -Siempre. -¿Por qué? -Porque han sido tantos momentos aquí tan grandiosos y he estado tantas tardes en la capilla que cuando paso por aquí es como si diera gracias a Dios. Gracias por la oportunidad de haber estado durante tantos años y luego que las cosas siempre me han salido bien. Siempre lo hago. -Porque en realidad esta plaza es como un templo para todos los que amamos el toreo, y más para los toreros… -Esto es un templo, es algo grandioso, especial y único. La Maestranza, respetando a todas las plazas de toros, a las que les debo mucho, es especial. No sé si es porque soy de aquí o por la educación taurina que he recibido en Sevilla, pero para mí la Maestranza es el templo del toreo. Cada vez que paso me santiguo porque es una expresión de respeto y agradecimiento. -Ya has dicho mucho, pero si tuvieras que concretar, ¿qué es Sevilla para Espartaco? -Para mí, lo más importante de mi vida profesionalmente. Como persona y como profesional del toro he pasado tanto miedo aquí pero a la vez he sentido tanto respeto y tanto cariño que llego a la conclusión de que ha sido lo más importante. Ten en cuenta que Sevilla ha sido mi trampolín, mi credibilidad como torero, el lugar donde lo he arriesgado todo cada tarde. La credibilidad que me dio su gente es lo que me llevó en volandas hacia otros lugares del toreo. Sin Sevilla las cosas no habrían sido igual. -Siempre hablas de lo que te ha dado Sevilla, pero ¿qué le ha dado Espartaco a Sevilla? -Sevilla me ha dado mucho más que yo a ella. Eso siempre. Yo lo que he procurado es no dejarla en mal lugar nunca. He procurado que Sevilla se pudiera sentir orgullosa de mí. Que la credibilidad que me había dado no se perdiera. Eso es lo único, por eso creo que no le he dado casi nada. En la historia del toreo hay muchos toreros que le han dado mucho más. -Además, no eres prototipo de lo que se entiende como torero de Sevilla… -Por eso mismo. Mira, la afición de Sevilla sabe ver el toro. Eso es fundamental. Durante mi trayectoria como torero he podido gustar más o menos, nunca he sido un torero artista de los que aquí en Sevilla realmente gustan. Por eso tengo que agradecer más y por eso ha podido tener más importancia, porque no siendo un torero de los que aquí encajan a la primera, Sevilla ha sabido valorar al toro y ha sabido esperarme. Me han dado la oportunidad incluso cuando yo no sentía lo que sentí al final de mi carrera. Me han esperado. José Enrique Moreno @toromedia12

Espartaco, en su famosa faena al toro ‘Facultades’.

-Has remarcado el rasgo diferencial de esta afición: aquí se sabe ver al toro. -Eso es fundamental: primero una afición tiene que entender al toro y luego tiene que juzgar a los toreros. Y Sevilla me ha juzgado muchas veces por las condiciones de los toros que tenía delante y por la capacidad de hacerle faena a esos toros. Eso fue lo que me abrió la Puerta del Príncipe tantas veces. -Seis veces la has atravesado. Me gustaría que intentáramos definir cada una de ellas, si es posible, en pocas palabras. La primera, la de 1982, fue… -Un sueño en volandas. Un sueño que se produjo con Curro Romero y Paquirri, imagínate qué cartel. Cuando salía por la Puerta del Príncipe ese día fue la única vez que pensé en mi padre. Yo no me veía a mí saliendo por esa puerta, veía a mi padre saliendo por ella y lo recordaba entrenando con esa ilusión suya tan grande en la era en Espartinas, donde se trillaba el trigo en el verano. Esa ha sido la única vez que pensé en mi padre, en las otras ya pensaba en mí, en la satisfacción, en la alegría, en la familia, en la afición… -La segunda fue en 1985, la famosa de ‘Facultades’. Esa está claro lo que supuso para ti. -Esa fue para mí porque tenía las cosas tan complicadas, tan difíciles… En esa corrida, cuando hice el paseíllo, lo tenía todo claro: sabía lo que iba a hacer con mi vida profesional. Por eso estaba tan tranquilo que, sin ser mi mejor faena en Sevilla, fue la que más tranquilidad y más reposo transmití al público. Quizá no transmití la perfección de la faena, pero sí el temple que podía venir luego. Ese temple pudo dármelo la tranquilidad de haber tomado la decisión incluso de dejarlo. Me dije, bueno, yo ya estoy aquí, voy a hacerlo lo mejor posible, despacio, voy a disfrutar de esta situación y hacerlo lo mejor posible. Fue una faena de temple, de torear despacio, de tranquilidad… Como el que lo tiene todo perdido y se dice: bueno, voy a hacer las cosas como yo creo que hay que hacerlas. Y ese fue el gran triunfo de mi carrera. -Las de 1986 y 1987, ¿cómo las defines? -Estas fueron la confirmación. La confirmación de la credibilidad que esa gente me otorgó en el año 85. Ahí dijeron: es verdad que lo que nosotros pudimos percibir en ese año se está haciendo realidad, mucho más cuajado y con más perfección de lo que se vio entonces. Creo que fui dándole a Sevilla todo aquello que el público, sin darse cuenta, estaba esperando de mí en realidad. Si hubiera fallado en los años siguientes, ahí se me habría escapado. -En 1990 vuelves a salir por la Puerta del PrínciEn la primera Puerta del Príncipe pensé en mi padre, en sus ilusiones entrenando en la era de Espartinas Espartaco, ante la puerta de sus sueños.

pe, ahí ya estabas consolidado. -Fue el día de la alternativa de Julio Aparicio, con Romero en el cartel y la corrida de Torrealta. Esta ya fue con la serenidad de estar ocupando los primeros puestos, de estar en la parte más alta del toreo… Pero te aseguro que salir por la Puerta del Príncipe es siempre como la primera vez, no te lo esperas y es algo tan grandioso que es imposible definir las emociones que tienes. -La de 2015, cuando llevabas 14 años retirado y con todas las connotaciones que tuvo, debió ser diferente. -Fíjate lo que te digo: para mí esa fue la más importante porque no hay nada mas grande que el hecho de que lo puedan ver tus hijos. A ellos les habían contado muchas cosas, yo también cuando vengo a los toros con ellos les explico cosas que pasaron, pero lógicamente no lo habían podido vivir. Esa Puerta del Príncipe, ese paseo a hombros hasta el hotel en el ultimo día de mi carrera… Eso fue lo máximo porque ellos estaban allí. -¿No te entraron ganas de seguir? -Al contrario. Siempre tenía una espinita y cuando venía a los toros me entraban ganas de darle veinte pases a uno que embestía bien o de torear alguna corrida extraordinaria o un festival. Pues bien, después de ese día se me quitaron las ganas. Fue tan grande lo que ocurrió que al día siguiente me dio una pena increíble… Pensé: no me queda nada. Si antes tenía sueños, después de ver cómo me apoyó el público en esa corrida, de sentir ese cariño, ese respeto, esa admiración, esa salida por la Puerta del Príncipe… Estaba feliz. Pero cuando desperté al día siguiente me dije: qué pena, ya ha pasado todo. Fue como el final de mi carrera. Quizá porque ese día fue la culminación de lo que uno había sentido como torero. -Juan Belmonte decía que un día llegaría un torero que torearía a todos los toros. ¿Puede ser esa tu aportación a la Tauromaquia? -Yo creo que sí. Después ha habido toreros que lo han hecho mucho más, pero quizá aporté eso en su momento: que se podía intentar torear a un mayor número de toros. Esa es una cosa buena, pero también tiene su parte mala: que enseñas muchos defectos. Porque al intentar torear a todos los toros no en todos puedes estar perfecto ni hacer lo que sientes. ¿Por qué? Porque hay que tocarlos, porque hay que bajarles o subirles la mano, porque tienes que pasártelos más despegaditos o ceñírtelos más… Hay que aplicar una técnica y en ese proceso se te ven más defectos y resulta más frío todo. Si hubiera tirado por la calle de enmedio -que yo no era capaz de hacerlo por mi forma de ser- habría entendido y toreado menos toros pero se me habría catalogado en una forma de torear completamente diferente. Pero también es verdad que de esa manera no habría llegado a donde llegué. Por eso te digo que es una virtud, pero también tiene su problemática. Pero como digo siempre, a Hasta seis veces repitió Espartaco esta imagen en su carrera. Foto: Arjona

veces tus defectos son tus grandes virtudes y nunca puedes tapar tus defectos. Fui como fui en todo y una de las aficiones que se dio cuenta de ello, de que estaba dispuesto a darlo todo incluso enseñando los defectos, fue la de Sevilla. Por eso me respetaron tanto y me dieron tanto. -Llegó un momento en tu carrera, cuando dejaste de lado las presiones de ser el líder, en el que todo el mundo reconoció que el toreo de Espartaco se había relajado y había evolucionado hacia una estética más depurada, ¿fue así? -Por eso siempre digo que tengo que agradecer la espera. Todo en la vida va muy deprisa y a mí, no siendo un torero del gusto de la afición de Sevilla, vieron o notaron algo en mí y me dieron tiempo para que me definiera, para que mostrara lo que al final pude hacer. Vieron más allá, esa es la grandiosidad de esta plaza. -¿Qué sensación has tenido ahora cuando hemos entrado en la plaza? ¿Y qué emoción experimentas cuando vienes a los toros? -Cuando yo entro en esta plaza me emociono siempre, lo que pasa es que la gente no se da cuenta, procuro disimular. Es que no tengo palabras suficientes para explicar lo que es esta plaza. Entonces lo primero que hago es ponerme mi corbata, hoy en el parking me he puesto mi corbata. Es una sensación de respeto. Y cuando vengo a los toros y salgo al finalizar la corrida es como si hubiera toreado. -Explica eso, por favor. -Tengo la presión porque empiezo a pensar: Dios mío, ahora los toreros están en la capilla: y me veo allí; cuando faltan cinco minutos, pienso: ya les ha dicho alguien “señores, prepárense que faltan cinco minutos”… Lo vivo. Cuando veo a los toreros, a los que están en figura, siento la responsabilidad que conlleva mantener su estatus: porque yo la he vivido. Y también siento a los toreros que necesitan del triunfo, porque también lo he vivido. Entonces estoy viviendo una serie de sensaciones que cuando salgo de la plaza salgo agotado.

En mi caso, Sevilla vio más allá y me dio tiempo para que me definiera y mostrara lo que al final pude hacer

-¿Por eso no vienes más? -Mucha gente me lo pregunta. Yo estoy pendiente de lo que pasa y me gustaría venir más veces de las que vengo, pero te tengo que decir que cada vez que voy a una corrida de toros, que disfruto mucho porque en una corrida de toros, aunque no pase nada, hay siempre quinientos milagros, llego a mi casa como si hubiera toreado yo. Es por la preocupación. Me preocupo por todo: porque el público se divierta, porque la gente esté feliz, porque los toros embistan, porque los toreros estén bien… Es una presión que te deja sin fuerza. -¿Cómo te ha tratado la empresa de Sevilla a lo largo de tu trayectoria? -Siempre fenomenal. Tengo que dar gracias a la empresa de Sevilla porque me respetó siempre, me dieron mi sitio siempre. Pero no cuando me había ganado mi sitio –que también-, sino cuando no tenía nada. Incluso no ya como torero, sino como persona. Cuando yo era un chaval que quería ser torero y no tenía dinero, me daba mi abuela para el autobús, llegaba a la empresa, preguntaba por Eugenio y pedía con el máximo respeto: por favor, ¿tienen algo? Y siempre me daban mi pase, una invitación para entrar a los toros. Me he sentido ayudado y apoyado por la empresa no ya como torero, sino como persona, como un simple aficionado que venía a los toros con el dinero que le daba su abuela, porque mis padres no podían. Con un pase he visto aquí hasta la despedida de Diego Puerta mano a mano con Camino, con una corrida de Urquijo. Muchas veces me metía en los ojos de buey y ahí veía la corrida. Me preguntabas al principio por qué me santiguo cada vez que paso: es que me tengo que santiguar porque Sevilla me lo ha dado todo. -¿Por eso acudiste cuando en 2015 la empresa te lo pidió? -Tan grande es Sevilla para mí que he estado dispuesto por ella a tirar toda mi vida profesional por la borda por un día. Me lo dijo mi familia, me lo dijo mi padre: todo lo que has sido en el toreo lo vas a tirar por tierra en un día. Y yo solo tenía en la mente que me necesitaban para ese día y si yo podía hacer aunque fuera solo el paseo, allí estaría. Esa es mi única contribución. Por eso después de esa corrida, como he dicho antes, me sentí vacío: lo he hecho todo, he dado todo lo que podía dar como torero. Esa es la verdad. -¿Por eso te cortaste la coleta? -Yo nunca me habría cortado la coleta ni me hubiera retirado del toreo, jamas. Y me la cortó mi hijo para que la gente no pensara que iba a utilizar Sevilla para hacer algo más en el toreo. Por eso me la corté. Por respeto a Sevilla: lo hice por Sevilla. Me siento muy orgulloso de esa tarde porque di el paso adelante cuando todo era muy complicado. ¿Y por qué lo di? Por Sevilla y porque la empresa me dijo que haría un bien con torear en ese momento en Sevilla. Por eso tiré adelante. Repito, por lo único que aposté toda mi vida profesional a una tarde fue por Sevilla. Bonito remate de Espartaco, que con los años ganó en torería. Foto: Arjona

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