El mirarnos al espejo es un acto cotidiano, por lo que el paso del tiempo es difícil percibir de un día para otro. En ocasiones nos encontramos con algún amigo (o conocido) al que estábamos años sin ver y nos damos cuenta de que el contador está en marcha y no se pausa. (Él/ella también se da cuenta cuando te mira). Los antiguos álbumes fotográficos, sustituidos por dispositivos digitales, son otro chivato del inexorable paso del tiempo. Hay gente que mejora con la edad; yo no. Pero no sólo la marca de unas arrugas, un pelo blanco (quien lo tenga), o unos inexplicables y desagradables kilos que antaño no estaban ahí, nos avisan de qué está pasando (años). Hay aniversarios, que por su cuantía, también nos dicen cosas.
Así que hoy me voy a comprar una tarta con 30 velas (1985-2015), para celebrar la suerte que he tenido, estando casi todo este tiempo de cara al público, de haber compartido infinidad de vivencias con todos vosotros en el trabajo. Muchas gracias.