Conocí a Rodolfo Izaguirre mirando la televisión. Su voz me fue después familiar en la radio a través de los microprogramas con su figura, a lo lejos, por los predios de la Cinemateca Nacional donde fue Presidente por más de 20 años. Nunca tuve el coraje de acercarme, quizás por timidez. Con los años y otros menesteres a cuesta hemos coincidido en algunos sitios, la mayoría relacionados con el cine. Amable y generoso siempre, un agudo sentido del humor y enorme inteligencia se esconden detrás de una simpática e inflexiva sonrisa. Estos rasgos se encuentran con prontitud y en tono fehaciente en una obra plena de rigor en los investigativo, saludable en la crítica, oportuna en la escogencia de sus temas como una sabiduría que ha ido decantando con el tiempo.
Publicado originalmente en la revista Imagen #100-111. 1995.