JOSÉ MARÍA FRANCO es hijo y padre de artistas, nació en Huelva en el año 1936, donde, luego, sería discípulo del paisajista Pedro Gómez. Estudia Bellas Artes en Santa Isabel de Hungría, Sevilla, y ejerce la docencia hasta su jubilación. Al tiempo que su obra iba creciendo, no ha dejado de exponer, individual y colectivamente en España y en el extranjero. Su nombre está recogido en numerosos y acreditados estudios y antologías y su obra se expone en museos y colecciones particulares de prestigio artístico: Museo de Bellas Artes de Huelva, Trinity College de Leeds, Casa Museo Juan Ramón Jiménez de Moguer, Fundación Blas Infante, Universidad Hispalense, Universidad de Huelva, Museo Vázquez Díaz, Fundaçao João Alberto Faria… Cultiva técnicas tan dispares como óleo, acuarela, dibujo, cartelismo, grabado o pergamino. Tiene una gran actividad en su papel de portadista, ilustrador y maquetista en notables publicaciones. Vive en Aracena donde ejerce el magisterio de enseñarnos a gozar la luz y el color de la Sierra.
Museo de Huelva Del 4 de diciembre de 2012 al 31de enero de 2013
Las estaciones en la pintura de
JOSÉ MARÍA FRANCO [ 1952 / 2012 ]
Edición de Alberto Germán Franco
Patrocinadores Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte Autoridad Portuaria Cepsa Refinería La Rábida Comisario y Edición Alberto Germán Franco © Textos Alberto Germán Franco Rafael Martínez-Cañavate Manuela de Paz Dañez Vicente Zarza Vázquez Alberto Germán Franco Romero Francisco Pérez Gómez, El Capitán de las Dunas Antonio Sánchez González María José Parejo Delgado Sixto Romero Sánchez José Pérez-Guerra Sánchez Vitor Escudero Manuel Moya Escobar Maquetación y Fotografía Antonio J. de la Cerda / TresPixels Traducción José Ramón Horrillo Estrella Colaboradores Juan Ramón Portero Moreno Janet Murray Jaime Rodríguez Angelina Transporte Moyano y Rafael S.L. Seguro Generali Imprime Coria Gráfica Depósito Legal H 309-2012 ISBN (en tramitación)
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JOSÉ MARÍA FRANCO EN EL MUSEO DE HUELVA
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tro año más, y ya son nueve, la labor de mecenazgo de CEPSA y de la Autoridad Portuaria de Huelva, con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Museo de Huelva, cristaliza en esta exposición dedicada al decano de los pintores onubenses, José María Franco, en la que se recoge el fruto de una larga trayectoria de fecunda creación artística. Hablar de la pintura de José María Franco es referirnos a una visión cromática de la historia de Huelva de los últimos sesenta años, por lo que esta antología nos puede ayudar a comprender el devenir de varias generaciones que convivieron en nuestros pueblos, desde donde muere el Guadiana, hasta la linde con nuestra vecina Badajoz. Desde aquellas marinas de la mano de su maestro Pedro Gómez, hasta las acuarelas de lugares mágicos de donde brota el agua perenne que nos habla de la vida, de hombres y mujeres de ancestrales oficios, de tradiciones que no quieren ser olvidadas, y que se hacen eternas en la pintura de este onubense que trasciende fronteras, pues ese mismo agua la derrama en bellos rincones de tierras portuguesas. La historia que este artista nos cuenta tiene mucho que ver con nuestros orígenes y con nuestras costumbres, las de la Sierra y las del Andévalo más íntimo también, así como las de otras tierras que nos hablan del Condado. Su formación en aquel Estudio de la Calle San Cristóbal- verdadero ateneo o academiabajo la tutela de los recordados Antonio León Ortega y Pedro Gómez, hacen de José María un valedor de nuestra Cultura desde las entrañas de la ciudad que lo vio nacer. Así pues, les invito a recorrer “Las estaciones en la pintura de José María Franco” que tanto puede contarnos y que nos ayudará a querer más, si cabe, a nuestra Huelva y a nuestra Cultura. Vicente Zarza Vázquez Delegado Territorial de Educación Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía
LAS ESTACIONES EN LA PINTURA DE JOSÉ MARÍA FRANCO
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POSTALES DE HUELVA
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a Autoridad Portuaria de Huelva, Cepsa Refinería La Rábida y la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía se han unido un año más para poner en valor las creaciones artísticas de grandes pintores de la provincia.
En esta ocasión el pintor José María Franco Gutiérrez mostrará su obra en el Museo de Huelva, donde sus paisajes y su luz nos trasladarán a distintos rincones de nuestro paisaje. En sus cuadros la pincelada queda inmortalizada a modo de hermosas postales en las que se aprecian los variopintos colores de la provincia, desde el verde hasta los tonos ocres y rojizos, el blanco que llena de luz a los pueblos y el agua que fluye por las fuentes de la Sierra. Este prestigioso pintor manifiesta su admiración por el paisaje, así como por las costumbres y tradiciones de nuestra tierra. Su obra transmite sensibilidad y una gran pasión por lo que le rodea, heredada de uno de sus grandes maestros como fue el artista Pedro Gómez. Por su parte, José María Franco Gutiérrez muestra su particular visión del paisaje con una pincelada sencilla y fiel a la realidad que evoca. Con esta nueva exposición el Puerto de Huelva apuesta por promocionar la cultura en colaboración con otras instituciones. Una actuación que se enmarca en el ámbito de las relaciones Puerto-ciudad y forma parte de su compromiso con el entorno socioeconómico donde está enclavado. La responsabilidad social empresarial de la Autoridad Portuaria de Huelva comprende también actuaciones de este tipo para contribuir a generar bienestar social. Aprovecho esta oportunidad para invitar a la ciudadanía a visitar esta exposición en la que podrá sentir el paisaje a través de la mirada veterana de José María Franco. Manuela A. de Paz Báñez Presidenta de la Autoridad Portuaria de Huelva
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EL AMOR AL PAISAJE. EL AMOR A HUELVA
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a historia de la pintura en Huelva no se puede escribir sin la obra de José María Franco Gutiérrez (Huelva, 1933). Artista de formación rigurosa, sensitivo e intuitivo, divulgador y experimentador; de mensaje directo y gesto medido; crítico, inquieto, estudioso; abierto al diálogo, a la amistad, al entendimiento y a la concordia. Amante de Huelva sin golpearse el pecho. Con juicio, con palabras constructoras de hechos, aquellas que dignifican a los hombres, aquellas que forjan realidades. Hace más de un año, la Autoridad Portuaria de Huelva y CEPSA pensaron en dedicar su exposición anual a José María. A lo largo de estos ocho años mostrando lo mejor de la pintura onubense viva, hemos ofrecido artistas que son ejemplos y exposiciones que son referencias, puesto que la sociedad las espera. Con José María Franco marcamos un recorrido que nos llena de orgullo. Un recorrido que narra una hermosa historia de la pintura de Huelva. La obra de Franco tiene un sello que es fácil identificar. Esa facilidad le otorga primacía, orgullo y pertenencia. No hay nada más feliz para un artista que tener impronta propia. Distinguirse. Lo hace diferente al resto. Franco, hijo y padre de artistas, es un palmario ejemplo de pintor con fondo y forma. A lo largo de su extensa carrera ha tocado diversos estilos y variados géneros. Pero si pudiera quedarme con alguno, sintetizaría la ‘impresión expresiva’ de su lenguaje y el paisaje que lo enmarca. Para amar el paisaje hay que fusionarse con el país y con el paisanaje. Y Franco lo ha hecho con una finura llena de inteligencia y gracia. Tuvo maestros para ello, Pedro Gómez, Bacarisas o Labrador, pero más que la lección aprendida encontró, buscando, la comunicación con la naturaleza. Si hermoso fue viajar por la capital y la costa de Huelva, insuperable fue su inmersión en la serranía huelveña. Aracena es su coto, pero toda la sierra es el templo donde se ha erigido en patriarca. Un pintor del sentido y del deber, García Vázquez dijo de Pedro Gómez que todo aquel que osara pintar el Conquero tras él debería pedirle permiso. Franco ha conquistado una parcela de gloria similar, pues pocos, como él, han sabido interpretar y ver la sierra de Aracena con tanta exactitud. Cuestión de destreza, lirismo, voluntad y entusiasmo. Pero más, mucho más, cuestión de amor. De amor al paisaje. Color y luz como encantadores de palabras pintadas. Estas exposiciones anuales están destinadas a ubicarse en la memoria. Viven porque se comentan. Viven porque se esperan. Viven porque la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, la Autoridad Portuaria y CEPSA se vuelcan en la continuidad. Seguro, convencido, que no defraudaremos el año que viene. Gocemos ahora del presente. Y ese presente, desde hace más de sesenta años se llama José María Franco. El arte de Huelva está vivo, tan vivo como estas dos instituciones onubenses que tanto velan por la responsabilidad de todos. Rafael Martínez-Cañavate Director CEPSA Refinería ‘La Rábida’
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Las estaciones en la pintura de
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Iglesia de Carboneras (Aracena). Ă“leo sobre lienzo 81x81 cms. AĂąo 1987. Fondo del autor.
ANTOLÓGICA DE JOSÉ MARÍA ANDRÉS FRANCO
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o es fácil escribir sobre un artista plástico, teniendo en cuenta lo complejo que es el mundo que se mueve en el campo de lo ininteligible, que al fin y al cabo es el mundo que habita la mente del creador plástico, sin solución de continuidad.
Créanme lo que digo es con pleno conocimiento de causa y no es un tópico al uso. Sin embargo he de reconocer que los que nos dedicamos a esto del Arte estamos obligados a acercar nuestro lenguaje al común de los mortales, que al fin y al cabo son los testigos del devenir existencial de todo artista. En este caso se trata de abordar una obra compleja, si partimos del hecho que complejo es quien la concibió, y no es otro que José María Franco Gutiérrez, y la dificultad de su obra radica en su carácter multidisciplinar, pues hemos de tener en cuenta que ella la conforman más de cinco décadas en las que desde celajes de blancos empastes sobre arpilleras, hasta la más sutil pincelada de acuarela, que no hablan sólo de calidades plásticas, sino de toda una vida llena de experiencias y entornos distintos y distantes que le han ido acompañando en cada momento de su existencia. Se podría decir que su pintura es fiel testigo de la sociedad onubense del último medio siglo, desde aquellos paseos imborrables hasta la punta del Sebo, o subir a la atalaya del Conquero, acompañando al insigne Pedro Gómez con el ansia de un chaval ávido de conocer el secreto de capturarle el alma al paisaje, pero lo que él no sabía por aquel entonces es que eso no se puede aprender, y aun más difícil es poderlo enseñar. Porque, por si ustedes no lo saben, el paisaje tiene alma, pero esta tiene muchas caras, tantas como pintores ha habido, hay y habrá en el mundo, y luces, horas del día y estaciones existan durante el año. Precisamente José María Franco siempre ha tenido una máxima, y esta ha sido la búsqueda de esa alma, y poco a poco se dio cuenta de la fuente inagotable de recursos que tiene la creación de las creaciones, que es la naturaleza. Quizás a él le haya pasado como a San Agustín, y haya pretendido aprehender lo infinito en su pintura… ¡qué disparate!, pero como decía el fado “mas bendita esta locura…”, pues sin la osadía del que tiene inquietudes, la pintura se queda en un mero pasatiempos de trucos y cocinilla barata. El pintar como lo hace este artista, implica comprometerse con su entorno, que en sus primeros escarceos fue el de unos hombres que combatían el hambre y los desastres de la postguerra pintando y esculpiendo, entre el penetrante olor del aguarrás y la linaza que destilaban las pinturas de Pedro Gómez, y el embriagador perfume de la madera de cipreses que en una época fueron testigos de muerte y que Antonio León Ortega los convirtió en iconos de vida y esperanza.
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A RETROSPECTIVE OF PAINTER JOSÉ MARÍA ANDRÉS FRANCO It is not easy to write about a painter, taking into account the complexities of the world inhabited by the artist’s mind –which is often very difficult for the outside world to understand. What I say is based on first-hand knowledge and not on popular clichés. I must admit, though, that those devoted to Art are compelled to bring our language closer to the general public, who is in the end witness of the artist’s existential development. We are tackling here a complex work by a complex artist: José María Franco Gutiérrez. This multidisciplinary work has been built through more than fifty years covering from white skylights on hessian to the subtlest brushstroke of watercolour. This shows not only different plastic qualities, but a whole life filled with different experiences and places often distant from each other. You could say that his paintings bear faithful witness to the Huelva society in the last half century, starting with those unforgettable walks hand in hand with the notable Pedro Gómez to punta del Sebo or to Conquero lookout. In that time, he had a deep yearning to learn how to capture the soul of the land. What he did not know then was this is something which cannot be learnt and which is even more difficult to be taught. Just in case you do not know: landscapes have a soul and their soul may have many different faces, as many as the painters the world has seen and will ever see and as many as different lights, hours and seasons are in a year. José María Franco’s intent has always been the search of that soul and step by step he realised the endless resources that nature –the greatest of all creations- has to offer. He may have tried –same as St. Augustine- to apprehend the infinite in his paintings… such nonsense! But, as the fado goes, “mas bendita esta locura” [“but blessed be this folly”], for without the boldness of the concerned, painting would be a mere pastime of cheap tricks. Painting in the way this artist does means commitment with the milieu. At the time he first dabbled in painting, this milieu was made of men who had survived a war and fought hunger by painting and sculpting among the penetrating odours of turpentine and linseed oil distilled by Pedro Gómez’s paintings and the intoxicating scent of cypress wood, once witness of death and then made into icons of life and hope by the hand of Antonio León Ortega. How beautiful memories of the times of the “Academia de los Cristobalones”! In that studio -Parnassus of philosophers- dreamers who rebelled against indolence gathered in a workshop in San Cristóbal street and influenced greatly the culture in Huelva in the 1940’s and 1950’s. At that time, he listened more than talked –those who know him well will not believe this. He learned to absorb the importance and significance of Art, which could already be noticed in his awkward brushstrokes. Still, these first brushstrokes showed the fundamentals of volume and colour which cannot be learned: you can see it or you cannot, it is a question of talent.
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Qué recuerdos aquellos en la llamada “Academia de los Cristobalones”, en aquel estudio y parnaso de pensadores, soñadores que se revelaban a la indolencia, y que tenía su espacio físico en aquel taller de la calle San Cristóbal, que marcó tanto la cultura de la Huelva de las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo veinte. Por aquel entonces, él escuchaba más que hablaba, aunque los que lo conocen bien, no darán crédito a esto. Él supo absorber la importancia y trascendencia del Arte, que ya empezaba a vislumbrarse en sus torpes pinceladas, aunque con mucho fundamento de volumen y color, al fin y al cabo el color se ve o no se ve, no es cuestión de aprendizaje, sino de condiciones naturales. Una beca con nombre de gran maestro como fue Vázquez Díaz, le dio la oportunidad de embriagarse de los paisajes de la Sierra desde sus Primer trabajo con el maestro. Óleo sobre cartón 24x36 cms. Año 1952. Fondo del autor. adentros, y comprender su propia idiosincrasia, y le obliga a enriquecer su paleta, para expresar todo aquello tan distante a los colores de la mar y la costa, y bodegones de estricta academia, en los que rigurosos trazos en negros limitaban los planos de color, como ejercicio de reafirmación y necesidad de dar un lugar preferente al dibujo, como garante de sus conocimientos.
Caballo en el Conquero. Óleo sobre lienzo 21x27 cms. Año 1956. Fondo del autor.
Sin embargo y adentrándonos en los años sesenta del pasado siglo, José María sufre una necesaria transformación, y el hecho de conocer personalmente al referido artista nervense, y sobre todo sus breves y concisos consejos, descubre la magia de una nueva dimensión en la que el color busca sus propios planos, y sus paisajes se enriquecen con un cubismo que no necesita hablar de límites, pero sí de texturas impregnadas de empastes decididos, de cales blancas bañadas de luces procedentes de los más recónditos rincones del espectro cromático, y haciendo que los lienzos sean el lugar de encuentro entre el color luz y el color materia.
Pero es más tarde, otra influencia, la que le hace cambiar su pintura de manera ostensible, y que no es otra que la de Gustavo Bacarisas, toda una explosión de azules intensos y naranjas transparentes con el que identifica su necesidad plástica, escapando de aquellos amplios planos, que ahora se giran sobre sí mismos y buscan niveles intermedios en forma de legato pictórico. Ahora se olvida de rectas y emprende el camino de lo sinuoso de lo imperfectamente perfecto, que ya consiguieran los romanos en sus retratos, y de este modo busca que su pintura sea más explícita y sincera con la realidad que percibe, que no tiene nada que ver con lo mimético ni la copia.
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A scholarship named after the great master Vázquez Díaz gave him the chance of getting intoxicated by the landscapes in la Sierra –the mountains- from the inside, and of understanding its idiosyncrasies. He fees compelled to enrich his palette in order to express what was so distant from the sea and the coast colours and to paint strictly academic still lives where austere black strokes limited colour as a way to reaffirm and give precedence to drawing. José María undergoes a necessary transformation in the 1960’s and thanks to his meeting the above-mentioned artist from Nerva and, above all, thanks to this artist’s succinct advice, he discovers the magic of a new dimension where colour searches for its owns planes and his landscapes get richer with a cubism where limits are not needed and where he uses textures impregnated with determined fillings and with white limes coated with lights coming from the remotest corners of the chromatic scale and thus making canvas the meeting point of colour as light and colour as matter. Later on, another influence makes him change his painting more evidently: Gustavo Bacarisas’s. As a result José María expresses his plastic need with an outburst of deep blue and transparent orange, avoiding large planes and making them revolve and looking for intermediate levels. It is time to forget about straight lines and he takes the road which leads to the sinuously and imperfectly perfect, just as the ancient Romans did with their portraits, and thus he tries to find a more explicit way of painting which mirrors reality without faking nor imitating. He goes through an analytical period -until the mid 1970’s- which culminates in a new plastic form that lasts until now. That does not mean he is closed to evolution, but he has progressively consolidated his creative purpose. He later tries new ways of expression: engraving, drypoint etching, aquatint, xylography etc. together with one-ink wash-drawing illustrations which inevitably led him to watercolour. Before that he had tried gouache when painting the town of Cáceres. In the 1980’s gouache, watercolour, engraving and drawing –always drawing- occupy his mind. In the village of El Castañuelo he spends the long hours of summer in front of a watermill which, as if it was a kaleidoscope, he never painted twice the same: a caprice of nature, a caprice of God. Colour range and light splitting become an obsession for him and he shares it with his students. It is also a recurrent topic of conversation with Luis Cabrera, a teacher artist who shares with José María his interest in colour and in finding a way to understand the concept and explain it to art students. I do not know whether they succeeded in explaining colour, and from my humble point of view, even though they did their best, it was like trying to explain the Holy Trinity. We should content ourselves with enjoying nature as a gift from God. Those who look at nature from José María’s perspective enjoy a vantage point, which is something he realises when he comes to his artistic maturity and he expresses himself in a language he shares with Rusiñol, Beeruete, Arpa Peréa, Mir and many other landscape painters who tell stories which touch the observer’s soul.
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En esta serie de años, hasta mediados de los setenta, es un periodo analítico que eclosiona finalmente en una forma plástica que le acompaña prácticamente hasta nuestros días. Esto no implica que se cierre a evoluciones, aunque si a una consolidación progresiva de su propósito creador. Es por todo esto, por lo que pretende nuevas vías plásticas, a traPunta del Sebo. Óleo sobre tablex 25x33 cms. Año 1957. vés del lenguaje del grabado, punColección familia Cruz León, Ayamonte. ta seca, aguatinta, xilografía, etc., y todo esto acompañado de incursiones en el mundo de la ilustración, que en forma de aguadas a una sola tinta, le van llevando inevitablemente hacia el mundo de la acuarela, tras varios ensayos con el guash en su encuentro con el paisaje urbano de Cáceres. Son los años ochenta, y el guash, la acuarela, el grabado y el dibujo, siempre el dibujo, son sus preocupaciones, entre horas eternas de estío frente al molino de mil caras que en el Castañuelo le espera siempre con un disfraz distinto, y como si de un caleidoscopio se tratase, jamás consiguió captarle dos luces iguales… caprichos de la naturaleza y del Creador Supremo. El círculo cromático y la descomposición de la luz son una obsesión que transmite también a sus alumnos, y tema sobre el que habla incesantemente con Luis Cabrera, un artista docente que comparte con él, el porqué del color, en una sincera labor de interiorizar el concepto para compartirlo con el estudiante. No sé si lo consiguieron, pero desde mi humilde punto de vista, aunque lo intentaron incesantemente, aquello era como dar explicación al misterio de la Santísima Trinidad, y bastante tenemos con que Dios nos haga partícipes de su gran Creación que es la Naturaleza. Claro está, quienes la observan desde el estadio que lo hace José María Franco, tienen una cierta ventaja con el resto de la humanidad, y de eso él ya se fue dando cuenta, pues llega a una madurez artística que le permite participar del lenguaje en el que se explican Rusiñol, Beruete, Arpa Peréa, Mir, y un largo etcétera de maestros paisajistas, narradores de naturalezas vivas que llegan al ama del espectador. Pero antes de profesar fidelidad absoluta a la acuarela, sus inquietudes le llevaron también al mundo del off set y la cuatricromía, entre el pantoner y el intenso olor a tinta calcográfica, misterio al que tuvo acceso de la mano de José Luis Ortiz de Lanzagorta, con quien compartió luchas de imprentas, fotolitos, y llegar a las tripas de un arte al alcance de pocos. Tardes interminables de tertulias entre escritores y hombres inquietos le aportan otra dimensión y sentido al trabajo en el estudio, y le retrotraen a aquellas del taller de San Cristóbal. Y es a principio de los años noventa cuando decide junto a otros dos grandes acuarelistas, como son Fernando Rodríguez y Paco Sánchez, no quedarse para sí la enrique-
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Before remaining loyal to watercolour, he also tried offset and the four-colour process. José Luis Ortiz de Lanzagorta guided him through this little-known art form where photolithographs, Pantone, printers and the smell of ink are the main characters. He has long conversations with writers and other inquiring minds, which gives some other meaning to his work at the studio and remind him of the old times at San Cristóbal workshop. In the first 1990’s he and other two important watercolour painters, Fernando Rodríguez and Paco Sánchez decide to share the enriching experience of mastering colour and embark on a fascinating and generous adventure: the foundation of Andalusian Watercolour Painters Association, whose first exhibition takes place in José María’s beloved town of Aracena. In the last 20 years, he is a tireless researcher on watercolour, to the point where some of us thought he had definitely quitted oil painting. The fruit of his research proves his efforts were worthy and can be appreciated in three major publications containing his watercolours: “Las Fuentes de Sevilla” [Fountains of Seville], “Sitios del Agua” [Water places], depicting springs in the Sierra de Aracena y Picos de Aroche natural park and “Certas cousas nos suurprenden” [Some things surprise us], depicting landscapes in Arruda dos Vinhos, near Lisbon. In the last ten years, though, he feels an urge to use intense colour fillings again, which is something he can only do with oil painting, and he returns to this technique as if he had never quitted it. His experience, made of years spent among easels and paint brushes prevails, no matter whether he uses bristle or Marta Colinsky’s: the important thing is to have a clear idea. He even climbed the scaffolding again to add the finishing touches to some Gloria [praise] a la Virgen de la Cinta. He was as excited as the kid who had done the same thing long before, showing that the passing of the years had not in the least diminished his willingness to start new projects. Who would, after this introduction, deny that painting is a way of life? It has been and it is indeed for José María Franco. And don’t you ever dare to hint that painting is a hobby for him. He is not a man of hobbies and I suppose you understand why. Finally I would like to invite you to view this exhibition as a collection of life experiences. Maybe you have shared with him some of the moments he describes. Let us view this exhibition as another example of José María’s generosity and learn about his career, his thoughts, his experiences, his joys and disappointments, all of them necessary to explain his life. Alberto Germán Franco Organiser of the exhibition
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cedora experiencia de dominar el color en forma de acuarela, y se embarcan en una apasionante aventura generosa, que fue la fundación de la Asociación de Acuarelistas de Andalucía, regalándole a su querida Aracena la ocasión de ser testigo de su primera exposición. A partir de este momento, y en los últimos veinte años, su investigación en el mundo de la acuarela ha sido constante, hasta el punto de que algunos pensamos que el óleo en su obra quedó para el recuerdo. Ahora visto con el tiempo, todo esto mereció la pena, cuando vemos el fruto de toda esa investigación reflejado en tres grandes publicaciones con acuarelas suyas, como son “las fuentes de Sevilla”, las fuentes del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en “Sitios del Agua”, y “Certas coisas nos sorpreendem”, de paisajes de Arruda dos Vinhos cerca de Lisboa. No obstante en los últimos diez años, brota de nuevo en él la necesidad de retomar el Barcas para el desguace. Óleo sobre tablex 21x33 cms. Año 1957. empaste de intensos colores, que sólo puede Colección familia Cruz León, Ayamonte. conseguir con el óleo y retoma esta técnica como si no la hubiese dejado jamás, y lo hace con una gran madurez que le dan los años entre caballetes y pinceles, sean de pelo duro, o de marta colinsky, qué más da, la cuestión es tenerlo claro en la cabeza. Tuvo además la experiencia de volver a subirse en el andamio para dar los últimos toques de unas Gloria soñada a su Virgen de la Cinta, como ya lo hiciera siendo un chaval, y además vimos que lo hizo con la misma ilusión que entonces, sin que el paso de los años haya echo la más mínima mella en las ganas de comenzar un nuevo proyecto, como si del primero se tratase. Después de todo esto, ¿quién puede negar que la pintura sea una forma de vida?. Al menos para José María Franco lo ha sido y lo es… y por favor no se atrevan a insinuarle si lo considera un hobby, esa palabra no existe en su vocabulario, y comprenderán porqué. Por último les invitaría a que viesen esta exposición como una pléyade de experiencias vitales, de épocas distintas y distantes, y es probable que en algunos de esos momentos que describe, los hayan conocido e incluso compartido con él. Por tanto, tengamos en cuenta que esta exposición no deja de ser otro ejemplo más de generosidad de este onubense, que nos quiere hacer partícipes de su trayectoria, reflexiones, vivencias, alegrías y decepciones, necesarias para justificar su existencia. Alberto Germán Franco Comisario de la exposición
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Conquero. Óleo sobre tablex 49x68 cms. Año 1962. Fondos del autor.
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Campos de Lucena del Puerto. Óleo sobre cartón 28x35 cms. Año 1961. Fondos del autor.
HOMENAJE A José Mª Franco, pintor y amigo mío. Solo el rumor del agua y , de la brisa, el leve soplo que la hierba orea faltan a tu pintura, que recrea, viva, la realidad. Una imprecisa sombra festoneando la cornisa de una serrana casa ,que azulea loca de cal…; la luz que centellea restallante en los verdes y, remisa, Homenaje a Jesús Arcensio. Acuarela sobre papel 20x25 cms. Año 1997. Fondos del autor.
palidece en azules del celaje…; los ocres y los sienas, los alberos de los que surge un forestal paisaje de tiernos chopos o árboles severos le rinden a tu arte vasallaje quedándose del lienzo prisioneros. JESUS ARCENSIO Huelva, Febrero MCMLXXXIII
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EMPEZANDO A EMPEZAR
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a vida de cada uno es como una novela. Y como toda novela, además de su consabido planteamiento, acción y desenlace, lleva, como no, la parte más substancial: sus personajes. En la novela de la vida de cada uno hay capítulos y cada uno de ellos tiene su propia unidad de argumentación, su dinámica, el donde y el cuándo, su significación emocional, su propósito, su parte esencial de vértebra en la sinopsis de la obra total de la existencia. Los personajes, como en las novelas, entran y salen de sus páginas, aparecen y desaparecen en los capítulos, interactúan, nos leen en sus vidas como nosotros los leemos en las propias. Los hay protagonistas y principales, secundarios y fugaces, buenos y malos, relevantes y anónimos, criaturas tan efímeras como todo ser que se manifiesta en el variopinto jardín humano por el que pasamos con paso breve. Y los argumentos son tan parecidos y diferentes como la huella digital del pícaro gordo pulgar. Cada vida un mundo, cada corazón sus amores, cada destino sus causalidades, cada ronda su calle, cada lotería su suerte, cada espalda su mochila, como todos. Y lo diferencial es cosa del autor de cada libro. No es fatalismo es designación. Tú esto, tú lo otro. Tú lo de más acá, tú lo de más allá. Irrepetibles y únicos.
D. Pedro Gómez por D. Policarpo Domínguez de Guzmán. 1950.
El muchacho de la película, el héroe de la novela, el inevitable, el recurrente, es, como ya habrán adivinado, el protagonista de su propio guión. Estas novelas tienen muy diferente número de páginas, muy variado índice de interés, un valor universal o un lugar en los rincones de la intrascendencia. Nadie sabrá bien en qué biblioteca se alinean y para qué bibliófilo. Pero ahí están, desde el principio de los tiempos. La vida de cada uno. La vida.
Parque Moret, Huelva por D. Pedro Gómez. 1926.
Aquí y ahora hay una que es y que se llama José María Franco. Yo la conozco desde hace más de medio siglo. Muchos capítulos
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de la mía propia se han mezclado con los suyos, muchos personajes han sido compartidos, lugares, personas, nombres, olores, sentimientos, anécdotas, risas y penas. El polen de las flores de pasadas primaveras ha caído sobre nosotros mientras nadamos en el río entrañable de los recuerdos. Soy testigo de muchas cosas y muy ciertas de nuestra vieja hermandad, cómplices de una existencia que caminó por senderos muy parejos en una geografía del ayer. Por eso me siento autorizado para dar cuenta y razón de las palabras que siguen y que dicen de la JUVENTUD de José María Franco, PINTOR. Y el primer capítulo, su FORMACIÓN. Era la Huelva de los cincuenta, aún lejana y rosa, inocente y entrañable. Entre la Plaza Niña y Alfonso XII, Amigos de la infancia. Jesús Casas, José María Franco y Juan Ochoa. una calle recta paralela a la de La Paz: la calle San Cristóbal. En ella, frente a la casa donde nací y me crié, estaba El Estudio (como le gustaba llamarlo mi abuelo), también conocido como El Taller, el Taller de la calle San Cristóbal. Cuando se entraba por su portalón de doble hoja se daba a un amplio vestíbulo donde el tallista Miguel Hierro y sus artesanos se aplicaban en la elaboración y decorado fundamentalmente de pasos procesionales, desplegando sus técnicas de dorado, estofado y encarnación de figuras. A continuación, el pasillo de acceso al interior se abría a la izquierda al gran salón, verdadero Sancta Sanctorum de aquella catedral consagrada al Arte. Un gran ventanal. Un alto techo. Tallas y cuadros, espejos y paneles, pigmentos, colas, barnices, herramientas y pinceles, lienzos y óleos, madera y gubias y frutas de modelo y tiestos de cerámica y fotos de un torso, una amalgama de útiles y de menos útiles trazando un escenario subyugante, propio de un laboratorio de alquimista, abalorios de la singularidad, el Estudio, el Taller, cofre de los mejores tesoros del ayer que robó el tiempo. Tercer curso de bachillerato, 1949. Colegio Francés, Huelva. José María abajo en el centro.
El umbrío pasillo terminaba en un patio no sé si cripta o mazmorra abierta. Aún se huele la fogata con astillas y virutas donde Enrique, el aprendiz de siempre que sabía más que muchos maestros, ponía a cocer las tabletas de cola que espesaban como una sopa de trincheras. Allí también afilaba gubias y formones haciendo girar la rueda de piedra de amolar desde su canjilón de agua. Y el retrete, desde donde alguna vez salía una rata para mi espanto. En ese taller de la calle San Cristóbal, José María, después de frecuentes visitas de la mano de su padre el inefable Domingo Franco, de alma tan grande y eterna como
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su imborrable sonrisa coronando de gloria su enorme humanidad, Domingo el exquisito pergaminista, como premio a sus buenos resultados escolares, accede a tan variopinto lugar para ser tutelado artísticamente por Pedro Gómez. Lo común es que haya profesores y alumnos, sólo en los casos singulares y trascendentes se da el rico binomio maestro-discípulo.
Planos. Óleo sobre lienzo 87x100 cms. Año 1962. Colección D. Jesús Casas, Madrid.
Dicen los místicos orientales que en el camino de la vida cuando el discípulo está preparado siempre aparece el maestro. La decidida y temprana vocación de José María de ser pintor encontró desde aquel año de 1951 la bondadosa y sabia dirección del gran paisajista onubense que sería larga y fecunda por muchos años.
Los primeros pasos fueron dibujos de formas simples, modelos de escayola, la forma y sus proporciones. Ese dominio previo que mi abuelo siempre fijaba como antesala del subyugante palacio del Arte de la Pintura. Después el gran bautismo del color, el acceso del iniciado al ritual sagrado que ilumina lienzos y cartones con la luz de la verdad, el arco iris que mana como una fuente desde la sensibilidad y la inspiración. -“Este ve el color”, dijo con orgullo su maestro a León Ortega. Y bien es cierto que ya no dejó de verlo nunca, en los ocres conquerizos, en el espejo de cal y océano que refleja un deslumbrante Ayamonte, a través de múltiples ventanas que en su camino se asomaban a la estética de las tierras de España, hasta venir a remansarse como un ancho río completo y profundo en las dulces vertientes de nuestra Sierra de Aracena. Castañares y pinaredas, caseríos y pobladuras, el milagro del agua y la piedra. La verdad. La pintura de la verdad cuando de verdad es el color y la línea que lo sustenta y las luces que lo nutren. Don Policarpo Domínguez de Guzmán, catedrático de Dibujo del Instituto Rábida, hombre de una gran cultura y dotes pictóricas, pidió permiso al maestro para que José María pudiese ir a dibujar a su aula que poseía una excelente luz del norte y una comparcial de Toledo. Óleo sobre tablex 58x110 cms. Año 1963. pletísima colección de reproduc- Vista Colección D. Manuel Domínguez y Dña. Victoria Pabón, Madrid. ciones clásicas de tamaño natural. Concedida la licencia, como era propio entre caballeros, ¡ay, los caballeros de entonces!, empieza una intensa y fructífera actividad de dibujos sobre papel continuo y sobre todo a encajar. Los días están llenos de aprendizaje desde la mañana a la noche. Del aula de Don Policarpo al Estudio para preparar el material de la tarde que tomaría rumbos diversos junto a don Pedro: el Conquero, la bajamar y sus barcos, la marisma del Rincón, la finca vaqueriza de Pepe Robles, hermano de Diego Díaz Hierro, el corazón del campo aún latiendo acompasadamente en el cuerpo inocente de una Huelva ya fallecida.
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Con su maestro, D. Pedro Gómez, 1959.
Técnicas y labores ocupan a José María en aquél complejo taller de la calle San Cristóbal. Estirar lienzos sobre el bastidor, su preparación, el molido de pigmentos y la aplicación de aglutinantes, restauración, traslados de dibujo a escalas, estarcidos… Mucho tenía aquello de perfil renacentista y como tal no podía faltar el complemento a los oficios con un ambiente humanista impregnándolo todo. Aquello era el escenario perfectamente compuesto de una obra que empezaba cada día. Los personajes esenciales, Pedro Gómez y Antonio León, cada uno en su cometido. El primero a pié de caballete, próximo al gran ventanal que daba al patio del desaparecido colegio San Ramón, inmerso en su mundo de colores, navegando al óleo por su universo de paisajes y marinas, manejando sus pinceles como batutas que orquestaran una callada sinfonía de formas y luces. Junto a él, José María como un grumete en sus primeras travesías aplicado a las enseñanzas de aquel veterano capitán. Entonces, para todos, se llamaba Franquito, una manera cariñosa y entrañable de hacerle pertenecer a la exclusiva familia de aquella gente y su Corte. Antonio León, inclinado sobre su banco, manejaba gubia y mazo sobre la madera de sus tallas. Golpe a golpe se iba formando lo mismo un Crucificado que una Dolorosa, un Nazareno o un sayón, un centurión o un apóstol. Hacía parir aquella madera que aún olía a campo verde para dar a luz criaturas sagradas que vivirían en templos y sus altares para la piedad de los fieles y la admiración de los amantes del arte.
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El Estudio era en aquella época el lugar de Huelva donde convergía toda la pléyade intelectual y artística. Un lugar variopinto y único que concitaba los más singulares personajes. Una permanente tertulia de todos los temas. Un ágora donde circulaban todas las ideas y opiniones, se hablaba de lo más viejo y lo más nuevo, de Arte y Filosofía, de lo divino y lo humano, lo anecdótico y lo esencial. Y digno de ser subrayado es el hecho admirable de que entre tantas palabras y opiniones jamás se dio lugar a la grosería o la pendencia ni a la crítica cobarde ni al oportunismo artero. La más exquisita corrección respiraba siempre en el ámbito de aquella verdadera cátedra tan amable y enriquecedora. Plaza de las Monjas, Huelva. Óleo sobre tablex 38x46 cms. Año 1959. Colección Dña. María Salud Cardenas, Valencia.
De tantos personajes que frecuentaron aquél lugar, justo y oportuno es recordar algunos de ellos. Cada uno tenía su pedigrí y su perfil en la curiosa obra que tenía lugar cada día cuando se levantaba el telón. Si empezamos por los operarios, yo empezaría por el inefable Enriquito, Enrique Pérez Saavedra. Auténtico escudero de León, capaz de un recado o una restauración, preparar materiales o modelar con soltura. Enrique, el entrañable Enrique que cada año me montaba en casa el Belén como el altar sagrado donde vivía mi niñez. Y Aurelio Barreda, mano derecha de Antonio León en el ensamblaje de las obras, Aurelio que tanto tuvo que padecerme cuando absorto en la delicada tarea de dorar, yo me acercaba por su espalda y soplaba sobre los finísimos panes de oro que desde su librillo volaban como mariposas por el aire de la tormenta que se me avecinaba. Y estaban los alumnos de mi abuelo, Juan Manuel Seisdedos, Pilar Barroso, Pilar Toscano, Paco Doménech, Encarnita Gómez y algunos más que aparecían y desaparecían. Y claro está, el discípulo que ahora nos ocupa, Franquito. De la galería de asiduos que nutrían aquella tertulia cotidiana hay personajes en esta novela que de por sí cada una de sus vidas era ya una extraordinaria novela misma, verdaderos tesoros para el anecdotario de aquella época y aquél lugar. Recuerdo bien a Manolo Rodríguez, elegante y afable, abogado sin ejercicio y eso que se llama todo un caballero. Su pasión y búsqueda por la cultura le llevó a sembrar la
Membrillero de Jardín. Acuarela sobre papel 47x31 cms. Año 1962. Fondos del autor.
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considerable herencia de su patrimonio familiar en los caminos que buscan la Belleza y sus dádivas. Asiduo de Madrid y sus cenáculos culturales, profundo conocedor del Museo del Prado, enamorado de los rincones de Salamanca y de Toledo. Esas semillas sólo germinarían dentro de su noble alma y de tan selecto jardín sólo quedó el invierno de su ruina. En Sevilla, pobre y solo, a escondida de quienes pudieran reconocerle, acabó sus días envuelto en la capa raída de los hidalgos indigentes, sin otro techo en la noche que los recuerdos de la cultura y su belleza que él llegó a tocar muchas veces con sus dedos enamorados. José María recibió de él uno de los más valiosos regalos que se nos puede dar: la afición por la lectura. Manolo le iluminó el espíritu con la luz de Gabriel Miró, verdadero Sorolla de la Literatura. Don Celestino Verdier era un médico pediatra que hubiera preferido ser pintor. Llegaba hasta el Estudio en coche de caballos y de allí se dirigía en compañía de mi abuelo y de José María a buscar el oportuno paisaje para el óleo de la jornada. Durante su faena pictórica pedía con frecuencia: “Franquito, dame esto o lo otro y así la historia hablará de ti como el que le llevaba cosas al gran maestro Celestino”. Un día, Don Celestino vio un apunte de José María y tanto le gustó que le dijo: “Cuando necesites algo me lo pides a mí, y así la historia dirá: y Celestino le llevaba al gran maestro Franquito el material que necesitaba…” Un asiduo visitante del Estudio era Don Lorenzo Barroso, propietario de la fábrica de harinas que estaba en la esquina de la calle, casi en la Plaza Niña. Don Lorenzo era un personaje galdosiano, de otra época, patriarcal y vestido siempre de oscuro cruzado su ancho torso por una leontina de oro que sostenía las horas largas y sosegadas del tiempo que disfrutaba.
Primera exposición y primer premio, año 1957.
José María, su padre, Monís Mora y Vázquez Díaz. Sala Toisón, Madrid, 1962.
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Un gran aficionado a las tertulias era el médico Don Luis Buendía, curioso siempre por los quehaceres del lugar. Otro médico visitante era Don Camilo Bell, hombre de notable gracejo. Es preciso mencionar también por lo habitual de sus comparecencias a Don Eloy López Molina, a Don José Sousa, Don Guillermo Manito, Venancio que poseía un huerto en el Conquero, el Padre Jerónimo Román, jesuita, gran aficionado a la pintura y con habilidades de pianista. Encargó a José María y a Paco Doménech la confección de dos tablas que configuran el retablo de la Inmaculada de la Iglesia de San Francisco. Alberto Crespo, de palabra fácil y carácter abierto, padre de nuestro querido amigo ya desaparecido el pintor y profesor Manolo Crespo en quien, sin duda, influenció para su camino profesional y artístico la asiduidad de aquellas visitas. Alberto Crespo junto a Felipe Martínez de Acuña fueron los impulsores de la comisión que llevó a cabo el Monumento
a Pedro Gómez a las puertas de su Conquero. No sólo visitante sino gran amigo de mi abuelo era Don Benito Cárdenas, médico dermatólogo y muy aficionado al Arte. Mis recuerdos de su persona son entrañables. En su casa, en la Plaza de las Monjas, tenía en la azotea una gran pajarera donde cultivaba su afición a la canaricultura. Me fascinaba sentirme rodeado de trinos y alas cuando mi abuelo muy frecuentemente me llevaba allí. Recuerdo que Don Benito venía de visita a casa todos los jueves a las nueve de la noche. Era una asiduidad cordial y llena de buenos recuerdos. Don Benito Cárdenas falleció después de Pedro Gómez, cuando yo era ya un hombre. Asistí a su entierro Mi amigo Pepe. Grafito sobre papel 51x39 cms. Año 1964. Fondos del autor. representando interiormente a mi abuelo, aunque también sé que de alguna manera, el estaba allí, para recibirlo una vez más, en la Iglesia de La Milagrosa. Don Benito Cárdenas. Que Dios lo bendiga, ese Dios del que siempre fue profundo creyente y cumplidor de su palabra. Un personaje singular, inolvidable, era su primo Paco Moya. Un niño travieso dentro de un hombre bueno. Su temperamento, su chispa, su simpatía, no dejaba a nadie indiferente. Mi abuelo le quería entrañablemente. Había sido portero de fútbol en el viejo Recre, apasionado gastrónomo, profesor y aficionado a una Filosofía que desde el recuerdo ahora tengo datos para aproximarla al Panteísmo y la Teosofía. Además de las oportunas veladas en El Estudio, solíamos frecuentar con él, mi abuelo, José María y yo el ya desaparecido Bar Chiclana. Allí nos daba conferencias sobre todo lo divino y humano. Cuando mi abuela le comunicó su muerte no dijo nada y rompió a llorar amargamente. Ha sido la única vez que vi a mi abuelo llorar, al menos delante de mí. Había también personajes salidos como de novelas de Baroja. José, el maestro barbero que prestaba sus servicios a diario montando su tenderete de fígaro en una tarima situada al fondo del Estudio. El sillón de manipulaciones era El Sillón, un gran sillón verde de mecedera, único y preferencial, supremo protagonista suntuario de aquél salón, donde tantas posaderas tuvieron cabida a lo largo de los años y sus pasajeras criaturas.
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José María pintando a su padre en el estudio de La Rábida, 6. Huelva.
Otro era El Chamarí, de estrafalaria figura y atuendo. Un viejo chamarilero ambulante que llevaba el mostrador de su género bajo las indescriptibles ropas. Para exhibir su mercancía sólo tenía que desabrochar sus prendas y aparecían plumas estilográficas, medallas, relojes despertadores o de bolsillo, todo un bazar sin impuestos. Creo haber dicho ya antes que El Estudio de la Calle San Cristóbal era el punto de encuentro para los artistas e intelectuales de la Huelva de entonces. También lo era para los que residiendo fuera recalaban alguna vez que otra por nuestra ciudad. Tratar de recordar a todos y cada uno de los asiduos del pincel o la pluma no es tarea fácil y la fragilidad de la memoria es la única excusa para las ineludibles omisiones, injustas siempre aunque no deseables. A vuela pluma, como pintores quiero dejar constancia de Mateo Orduña, Antonio Brunt, Manolo Moreno, Pablo Martínez Coto, José Martín Estévez, Enrique García Orta, Sebastián García Vázquez, León Astruch, Rafael Cantarero, Gómez Feu, José María Labrador, Muñoz Báez, Enrique Montenegro… La pléyade de escritores también era numerosa, unos iluminados por la sana ambición de su juventud y otros suficientes en el oficio de su madurez.
Trabajando en su estudio de Huelva.
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Diego Díaz Hierro, Alberto Insúa, Diego José Figueroa, Manolo Sánchez Tello, José Manuel de Lara…
Y periodistas, locutores, galeristas y un variopinto etcétera. Mi niñez creciendo entre todo aquello como el arbolito en su aire, mucho cariño y algunos sofocones por parte de todos, el nieto privilegiado de Don Pedro, el inquieto Paquito y sus cosas. Franquito reía con ellas y yo estaba afectivamente próximo a él con una empatía de buenos hermanos, una complicidad vivencial y emocional que aún existe. Aquél mundo extraordinario estaba puesto en un planeta de otro tiempo, un rincón urbano de la Huelva que se nos fue para siempre. La calle San Cristóbal. Aunque José María tenía su residencia en la calle Rábida, muy próxima, su asiduidad al Estudio lo hacía un miembro más de aquella comunidad.
Domingo Franco. Óleo sobre tablex 71x85 cms. Año 1962. Fondos del autor.
Era un vecindario complejo y entrañable donde se mezclaban criaturas y sus historias en una realidad pretérita que hoy son el material de los sueños donde se disuelven dulcemente los recuerdos, los más queridos recuerdos. Repasar casa por casa es como leer muchas novelas, ver muchas películas, oír muchos relatos. Los personajes del ayer, tan vivos, son hoy los náufragos del barco hundido del tiempo empujados hasta la playa, sólo muertos cuando ya nadie recuerde sus nombres ni sus rostros.
Galaroza. Óleo sobre lienzo 73x61 cms. Año 1961. Colección Dña. Cinta López, Ginés, Sevilla.
Así a mi memoria dolorida y amorosa me llegan Luciano y Luisa, en su nostalgia del hijo que nunca tuvieron y el olor a limpio inmaculado de su lechería. O El Uno, banderillero de la cuadrilla de El Litri, al que recogían para las ocasiones taurinas con un gran coche negro que aún veo desde mi balcón frente a su casa. Traje de luces más bien opacas, raído y alguna vez blanco, como sus sueños de gloria. Aún le veo con más cara de abuelo que de rahiletero mientras su mujer, Fernanda, lloraba en la despedida como si se lo llevaran a la guerra. Y es verdad que a las trincheras de los burladeros iba. Había una academia de baile, la de Paquito Ortiz, y una echadora de cartas y sor-
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tilegios, como salida de un film de Fellini y que se llamaba Isabel. Y frente a mi casa La Tachina y su hija Elia y su nieto, mi fiel Isidoro, parentela muy próxima al jerarca republicano Martínez Barrio. Bajo mi casa un músico realquilado que ensayaba con su clarinete. Más allá un policía secreta, bajito, despacioso y atildado, que de tal tenía poco pues todos le conocíamos por “el policía secreta” como podría haber sido el talabartero o el frutero. Y la fábrica de harinas, y el Convento de las Hermanitas de la Cruz, y gente de la mar y de la industria, funcionarios y comerciantes, la gente, la buena gente que tomaba el fresco a sus puertas en verano y que corría con sus paraguas las tardes largas de invierno. Y el color cambiante de las voces de la calle, la música antigua de los pregones que se fueron perdiendo por paulatinas esquinas que daban sólo a la nostalgia. “¡Caballas, caballas vivas…!, “¡Helado chambri, al rico helado…!, ¡sardinas de alba, las de galeón…!, y la perfecta joya de los jazmines para prender en el sencillo ornato de las mocitas, clavados en biznagas en una pita en brazos de la vendedora, “¡Niña los jazmines…!”, y la melancolía infinita de aquella voz fina que cantaba “Se arreglan los paraguas y las sombrillas, las sombrillas y los paraguas se arreglan…” desde la pequeña mujeruca enlutada que aparecía y se perdía como un fantasma en el misterio gris de la lluvia. Y los vendedores de lotería, los de barro de cabezos para fregar, el Nini rifando muñecas, Bellerín tocando el silbato para anunciar cartas, ruedas de carros tirados por mulos con sacos de trigo para harinearla en la Fábrica, en el silencio del mundo la comitiva de El Rosario de la Aurora como una Santa Compaña a la luz de sus velas… José María Franco estaba allí, crecía allí. En 1958 y por animación de su maestro se presenta por primera vez a concurso en una Exposición Pública de pintura. Cuatro obras, entre ellas un bodegón. Consigue el primer premio dotado con tres mil pesetas. Excelente comienzo. En 1959 se presenta al concurso oposición de la beca de pintura de la Diputación de Huelva Daniel Vázquez Díaz. La consigue y es un logro muy importante para este inicio público de su carrera de pintor. Con su dotación comienza por marchar a Galaroza. Su iniciación en la Sierra. Allí es introducido de la mano del sacerdote Don Emilio Beneyto, amigo de El Taller, y del gran poeta Jesús Arcensio en la mágica belleza de aquellos paisajes de los que extrae un valioso fruto. Con el bagaje creativo de aquella estancia y la decidida aprobación de su maestro es animado a presentar en la sala del Ayuntamiento de Huelva su primera exposición individual. Aquello fue un rotundo éxito. Vendió casi todo lo expuesto. Con aquél dinero compró su primera caja-caballete y aún le quedó dinero y ánimos de Don Pedro para marchar a Madrid. El ilusionado rumbo de su incipiente destino. Allí fue atendido por Manolo Rodríguez, del que ya antes hemos hablado, y por Don Francisco Macías Rodríguez, íntimo amigo de Pedro Gómez, excelente poeta y fotógrafo, hombre tan inteligente como bueno y así mucho de ambas virtudes.
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En Madrid se enriquece pictórica y humanamente en una larga estancia con residencia en la casa de la familia Pabón, grandes amigos de sus padres. Una casa en el barrio de Argüelles en la que disponía de una espaciosa estancia como estudio. Además de pintar hay visitas diarias a El Prado y las diversas salas de exposiciones. Viajes a Segovia y Toledo de donde saca una colección de apuntes. Los caminos que le han llevado por la Villa y Corte han sido ricos en dádivas plásticas, y llega la hora del regreso a Huelva, a donde llega con una larga barba rojiza, aditamento bastante excéntrico en aquella época causando el correspondiente escándalo provinciano. Tras aquella primera exposición vinieron otras, como la colectiva de La Pintura Onubense, en el salón de actos del Ayuntamiento junto a pintores como Vázquez Díaz y Pedro Gómez, entre otros. A final de la década de los cincuenta, el arquitecto Don Alejandro Herrero, en el jardín de su casa en el Paseo de los Naranjos crea un grupo de niños próximos a su hijo para fomentar el gusto y cultivo de las artes plásticas. Allí se pinta y se dibuja desde la mejor pedagogía que es la actividad lúdica. Retrato del Poeta Diego J. Figueroa. Óleo sobre lienzo 81x65 cms. Año 1963. Colección Dña. María José Figueroa, Madrid.
El primer encargado de tutelar aquél grupo fue Paco Doménech. Cuando tuvo que irse a residir en Madrid le pasó el testigo a José María que se aplicó a la tarea en aquél lugar de vista privilegiada. De aquél grupo de niños saldrían en el futuro tres arquitectos y otros varios marcados por la inclinación literaria, como el propio hijo de Don Alejandro Herrero. Por aquella misma época su maestro Pedro Gómez evidencia su confianza en José María encomendándole la corrección en el Taller de los nuevos alumnos. Así, de manera paulatina pero determinante, en aquél mundo pleno de humanismo que lo rodeaba como un abrazo privilegiado de su destino, comienza a germinar la profesión docente que algún día no lejano sería la amorosa profesión de un pintor que enseña o de un maestro que pinta. La personal dinámica de ese mundo renacentista en que José María Franco inició sus pasos de artista y el largo y fecundo viaje que lo lleva por la vida. Los dedos del tiempo que pasa se ocupó de cerrar el capítulo de aquél entonces. Comenzaba la novela, su novela. El primer acto y sus personajes. La acción sigue su curso, incesante río de la vida, mapa de las causalidades, imprevisible cauce por donde discurren avatares, nuevos actores y bambalinas, y en lo más profundo del telón la imagen solitaria del protagonista, su destino imprevisible, su aventura de creación, el guión que sólo el destino puede escribir. Francisco Pérez Gómez El Capitán de las Dunas. Abril, 2012
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Poeta José Manuel de Lara. Dibujos en sus años de juventud y madurez.
Al pintor José María Franco Estás, José María, aquí conmigo pintando tu verdad sencilla y pura, con esa inspiración que de la altura te llega hasta el pincel, querido amigo. Y, ya lo ves, entre mis versos sigo cantando el modo con que tu pintura pone a la cal, exacta, su blancura, su azul al cielo y su amarillo al trigo. Mientras con mi palabra te acompaño tu mano va arrancando año tras año a un mundo que era gris siete colores. Déjame refugiarme en ese mundo y sentir junto a ti que en él me inundo de verdes montes y de rojas flores. JOSÉ MANUEL DE LARA Abril de 2012
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Crisantemos. Óleo sobre lienzo 93x73 cms. Año 1968. Colección D. Ignacio de Villa-Zeballos y Dña. Margarita Romero, Sevilla.
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Eucaliptos del Rodeo, Aracena. Óleo sobre lienzo 81x90 cms. Año 2008. Fondos del autor.
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Oros de otoño. Óleo sobre lienzo 116x81 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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AYAMONTE SIEMPRE EN SU CORAZÓN
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or razones de edad –nos separa casi una generación– no pude compartir con nuestro protagonista las vivencias aquí narradas. La mayoría de ellas se las he oído a él; otras me las han contado algunos de sus muchos amigos con los que compartió tan buenos momentos. Pues fueron trece inolvidables años los que pasó en Ayamonte José María Andrés –que así es su nombre completo de pila–, a donde llegó en 1967 para tomar posesión, el último día de abril de ese año, de su plaza como funcionario del cuerpo superior de policía. Una llegada deseada Fue aquel para José María un destino muy deseado, no sólo por el merecido reconocimiento de ciudad hospitalaria de este histórico lugar a orillas del Guadiana sino también por su belleza, por su luz con sus variados matices (de la que nuestro pintor aprendió tanto) y por el movimiento artístico que le caracterizaba.
Conocedor de su destino, a su llegada a la ciudad, aquella primavera le espera con interés el gran dibujante Prudencio Navarro Pallares para que le ayudara José María en la realización del Desde el Parador, Ayamonte. Óleo sobre lienzo 59x91 cms. Año 1967. Colección D. Ignacio de Villa-Zeballos y Dña. Margarita Romero, Sevilla. Longinos y caballos del paso de la cofradía de la Lanzada. Antonio León Ortega se desplazaría los fines de semana para trabajar con ellos. Prudencio tenía varios bocetos, algunos de tamaño natural, pero falleció ese mismo agosto de 1967, esfumándose así el proyecto. Sin embargo, aquello sirvió para que José María quedase desde entonces vinculado a la cofradía que cada martes santo sale desde el ayamontino y franciscano templo de San Francisco. Años más tarde Antonio León realizó el caballo y el Longinos del paso de La Lanzada por un precio simbólico gracias a su mediación. Tan vinculado estuvo José María a la cofradía que hizo hermano de ella a los marineros de la carrera y todos salieron de nazarenos portando él la cruz de guía. Fundador de esta Hermandad fue también Prudencio Gutiérrez Pallarés “El Comentarista”, corresponsal de prensa y cronista de la ciudad, personaje culto de particular gracejo y muy peculiar en sus formas. Siempre llevaba una negra chalina y se desplazaba en una bicicleta que blanqueó para dar publicidad de la cal del lugar. Por eso se le conocía como “el hombre de la bicicleta blanca y un lazo negro por corbata”.
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El Tajo, Ronda. Óleo sobre lienzo 92x73 cms. Año 1973. Colección D. Rafael Fernández de Córdoba y Dña. Luisa Pérez, Sevilla.
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Buen tertuliano Era constante por parte de José María su participación en tertulias con diferentes tipos de gente, de dispar estatus social y nivel cultural. La permanente era en el Kiosco Manolito, situado a la espalda de la Aduana. Todas las mañanas el dueño del establecimiento, cogido del brazo de Clemencilla La Picona, se pasaba por su despacho aduanero para darle los buenos días. Tertulias con personajes relevantes como el viejo republicano y antiguo inspector de policía depurado tras la Guerra Civil Don Celestino Ríos (que cursó estudios de Derecho atendiendo como recepcionista nocturno en un viejo hotel de Logroño), los hermanos Don Trinidad y Don Carlos Navarro, ambos abogados, el galeno Don Enrique González Mayboll (su médico de cabecera y buen amigo), de gran cultura y muy aficionado a la pesca, Don Genaro Botello de aproximadamente la misma edad que Don Celestino y siempre discutiendo, Pedro Orta, Juan Manuel Ríos y otros tantos. Esta Tertulia, después del café, se prolongaba en el despacho que Pedro Orta tenía en su tienda y que utilizaba como corresponsalía del Banco Hispano. Además, su contacto con los demás artistas ayamontinos era casi diario. Algunas de estas tertulias se llevaron a efecto en su propio estudio, como aquella tarde-noche-madrugada en la que Don Manuel de la Corte Amo –hombre de vastísima cultura y sensibilidad artística, además de amigo íntimo de Federico García Lorca– tuvo a todos los tertulianos una larga jornada recitándoles, con su grave y profunda voz cargada de gran sentimiento, al gran poeta granadino y en especial poemas inéditos que él guardaba. Como participantes de esta tertulia estaban Mateo Orduña Castellano, gran pintor onubense, Amalia Feu, Rafael Oliva, Manuel Feu y otros compañeros, durante largas jornadas pero que supieron a poco. Mantuvo José María contactos con Lola Martín, la gran pintora de Ayamonte, y con Manolín Feu, grandes amigos suyos; los dos tenían una gran capacidad artística y formación cultural. Con Ruy Fernando Carmo Ribeiro –entonces hijo del cónsul de Portugal y posteriormente cónsul en Huelva de su país hasta hace muy poco–, hombre de gran peso cultural, también compartía nuestro protagonista muchas charlas en la cafetería del hotel Vasco de Gama de Monte Gordo (Portugal), en un ambiente gratísimo por estar acompañados de melodías al piano. Y qué decir de las tertulias nocturnas en la barra del bar-restaurante Barberi con Pepe, su dueño y gran maestro de la gastronomía ayamontina, con Ernesto Gálvez –que fuera director del Parador Nacional “Costa de la Luz” durante tantos años– y con Juan Manuel Ríos, más agregados, servidos por Rafael, el cuñado de Pepe Barberi. No ha vuelto a probar nunca José María un arroz tan jugoso como el de Barberi, la especialidad de la casa. Vivencias inolvidables en aquel puerto... El entrañable contacto con el personal de los barcos de la carrera originaron frecuentes merendolas en la Aduana amenizadas a veces con el saxofón de Telesforo el Zapatero y el acordeón de Horacio. En aquella Aduana, según sus compañeros, José María recogía a todos los “locos del pueblo”, como Manolo el Millonario que creía ser la reencarnación de Manolete y que,
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siendo él soltero, pensaba que su mujer le había “puesto los cuernos”. La empresa Damas la reconocía como de su entera propiedad y el pobre vivía de una mísera paga de su anciana madre. Solía cubrirse con un sombrero verde de ala ancha al que, poco a poco, le iba recortando las alas de forma que terminó pareciéndose un solideo. Portaba siempre una guitarra, fabricada por él, y lo más extraño era que emitía sonidos; o una jabonera transformada en linterna, que funcionaba. Soñaba que el transistor tenía múltiples usos, como plancha, y a todo el que veía trataba de plancharles los pantalones con el suyo. Un día Manolillo El Loco le regaló a José María un aparatoso artilugio confeccionado mediante piezas de un cochecito de bebé al que le adosó un aparejo de fondo para pescar. Para no desilusionarle José María comenzó a utilizarlo en el muelle, anécdota que corrió por todo el pueblo, que acudía a ver el espectáculo. Tal fue la relación que cuando venían los del manicomio desde Huelva, en sus desequilibrios, se acercaban a la aduana a buscar el cobijo y el amparo del administrador de la aduana Don Amadeo y también el de José María. Don Amadeo Riudavets Malet fue otro gran personaje de gratísimo recuerdo así como sus amigos incondicionales Don Cipriano Carrasco, Enrique Gómez o mi suegro Joaquín Rodríguez Vizcaya. De ellos y de tantos otros ayamontinos siempre he oído decir a José María que “fue una suerte que pasasen por mi vida”. ... Y en todos sus parajes Una de sus costumbres era la visita los fines de semana, con la familia, a la finca de La Cocorrita, con Miguel Sánchez Pérez de León y su esposa Isabel Gómez, propietaria del lugar, conllevando el preceptivo asado de sardina o carne de cordero en borrajo de jara, según la época. Era bastante fructífero el paseo por aquellos parajes donde el AnEn su estudio de Ayamonte con el periodista Rubén Ávila y los compañeros dévalo termina fundiéndose con el litoral de Amalia Feu, Rafael Oliva y Manolín Feu, 1971. Ayamonte; tanto es así que este precioso paisaje de contraste fue recogido con maestría en varias pinturas de José María. Otra de las fincas del término que frecuentó y pintó era una que poseía su amigo Pedro Orta, de la que no olvidará jamás nuestro protagonista aquel atardecer en el que desde el ventanuco de una vaqueriza de la finca pudo contemplar el fenómeno óptico-meteorológico conocido como El Rayo Verde, unos destellos de luz totalmente verde que en pocos lugares se dan; Sorolla lo contempló y admiró en Ayamonte, y José María también. Tampoco olvidará a su gran amigo Cipriano, el hortelano de la Huerta de los Naranjos, situada a la espalda de la Tuta, villorro de nacimiento y amante de la belleza y costumbres de este singular barrio ayamontino. Este barrio lo vivió intensamente acompañado de su inseparable amigo, sobre todo aquellos entierros, con los caleros y hortelanos vestidos de terno negro (los mismos que habían servido para sus bodas y que después lo utilizaban en acontecimientos solemnes como el Viernes Santo, en el acompañamiento por la madrugá de Ntro. Padre Jesús, y que, al final, servían de mortaja). Finalizados aquellos sepelios en la Villa, se pasaba a la visita de uso y consumo de las distintas tabernas del barrio; como es lógico las borracheras no se hacían esperar, siendo normal las caídas
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Aracena. Óleo sobre lienzo 90x70 cms. Año 1968. Fondos del autor.
por la calle conocida como Rompeculos y otras empinadas cuestas del barrio. Cada domingo de señas, a las 7:30 de la mañana, Cipriano recogía a nuestro protagonista para acompañar juntos a Padre Jesús, con todo Ayamonte, en su traslado matutino desde su capilla del Socorro a la parroquia del Salvador; en los años de sequía lo subían a la Era para que, con su bendición divina a los campos, cayese la lluvia deseada. Por la tarde se repetía la procesión, como hoy, en el acompañamiento del regreso de Padre Jesús a su sede canónica, y allí estaba también José María con su amigo Cipriano. Visitas Su vida en Ayamonte fue intensa y muy fructífera en todos los sentidos. Allí recibió José María visitas muy interesantes como la del escritor catalán Francisco Candel que, al venir a Andalucía para impartir unas conferencias, mostró interés en conocerlo personalmente; por su mediación Candel protegió a Manuel Aníbal Álvarez, por entonces joven ayamontino lleno de ambiciones literarias y de escasos recursos económicos. La relación entre este gran escritor y José María Franco se fraguó a través del también escritor extremeño Rodolfo Meneses, amigo común. Al regreso a Barcelona Candel escribió unos artículos sobre la ciudad del Guadiana y el encuentro con el pintor onubense. El gran poeta Jesús Arcensio, que en su juventud fue maestro en Ayamonte, al aceptar la publicación por la Diputación de Huelva de un libro con 30 sonetos suyos, puso como condición que tenían que ir ilustrados por José María Franco. Tanto fue para el poeta el interés por este trabajo que lo siguió diariamente desplazándose desde Huelva. En 1969 se desplaza hasta Ayamonte el profesor de literatura española, británico de nacionalidad, Ronald Cueto, gran conocedor y amante de nuestro país. Su visita se debía a la adquisición de dos obras de José María Franco para el fondo pictórico del TRINITY
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AND ALL COLLEGES TROY, HORSFORH near LEEDS-ENGLAND: uno era una panorámica de Segovia, ciudad en la que se conocieron años atrás; el otro, de Linares de la Sierra (Huelva). El hispanista consideraba de lo más brillante la obra de José María, en aquel período de austera paleta, precisos volúmenes y carencia de detalles; sus blancos y grises le recordaban a la pintura de Zurbarán. Esta adquisición para la institución británica fue recogida como un hecho notable en los medios de comunicación. Pero quedaba ahí la cosa pues en Liverpool, centro cultural neurálgico en Gran Bretaña, todos los años se celebraba un gran festival, que ese año se iba a dedicar como homenaje a España, concretamente a la música clásica hispana y el ballet español, nuestra Orquesta Nacional, el Teatro Clásico Español y, por supuesto, también a nuestro Arte –programándose una muestra plástica, para la ocasión, con una exposición de la obra de José María Franco–. El complemento de este homenaje era el desplazamiento de nuestro artista a todos estos eventos para darse a conocer en aquel país. Pero una vez más la política jugó una mala pasada: el gobierno de España, por su desavenencia con Inglaterra por la cuestión de Gibraltar, termina por cerrar la Verja y, como consecuencia de ello, todo aquel interesante proyecto cultural se vino abajo. Aún conserva José María como testimonio de aquel frustrado proyecto la carta en la que, con gran respeto y cariño, la entidad organizadora le comunicaba que se cancelaban todos los actos programados de homenaje a España. Por otro lado, más que ilustre visitante, huésped incondicional suyo fue el gran imaginero ayamontino Antonio León Ortega, y mejor amigo, quien a pesar de tener familia en Ayamonte (caso de su cuñada Trini y su concuñado Santiago), desde que José María llegó a Ayamonte, tenía como parada y fonda en esta ciudad la casa del pintor. Primero en el Banderín (en la que León le recordaba casi a diario a nuestro protagonista la de veces que había pasado por allí con su ganado cuando era pastor) y posJosé María con Mateo Orduña y Lola Martín, Ayamonte, 1969. teriormente en la calle Jovellanos (cuando el imaginero tuvo una larga estancia en la iglesia de la Merced restaurando los altares destrozado por las hordas vandálicas durante la Guerra Civil). José María ayudó a León en la restauración de la figura del Cirineo de Ntro. Padre Jesús y, como los honorarios del escultor fueron tan ridículos, cuando en alguna ocasión José María le recriminó esto, León le contestaba: “es que yo no tengo gastos de alojamiento pues vengo a tu casa y además no te pago por ayudarme”. Cambio de rumbo en su vida Precisamente un buen día, estando José María Franco en su despacho de la aduana, se originó el gran cambio de rumbo de su vida. Por aquellos años llegó al puerto de Ayamonte un señor sacando unos apuntes pictóricos y Pepe, el encargado de la empresa Campsa, le habló de José María, mostrando entonces el visitante interés por conocerle; aquel encuentro conllevó una larga conversación. El personaje era Don Amalio García del Moral, catedrático de instituto de dibujo, luego catedrático de Escuela Normal de Magisterio y catedrático de la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla “Santa Isa-
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bel de Hungría”, quien le dijo a nuestro protagonista: “Me hablaron de usted como funcionario y como hombre habilidoso en la pintura, cosa lejos de la realidad pues usted es un aficionado a funcionario y un artista”. Entonces le animó a realizar estudios de Bellas Artes por libre. Así un 23 de octubre de 1970, día en que nació su hijo Alberto, se dirigió José María a la Escuela de Bellas Artes, que celebraba la onomástica de la Patrona, y con gran alegría el gran Amalio –que le acompañaba– pidió a Juan Abascal, secretario de la Escuela, impresos para que el próximo junio se matriculase José María de ingreso, hecho que consumó. Posteriormente nuestro protagonista pidió dispensa al rector de la Universidad para poder examinarme de Santo Domingo . Óleo sobre lienzo 79x98 cms. Año 1968. Fondos del autor. un curso en la convocatoria de junio y de otro en la de septiembre, de modo que lo que eran seis años de estudios, incluido el ingreso, se convirtieron para él solo en tres. Poco tiempo después de realizar la carrera solicitó la excedencia del cuerpo superior de policía para ingresar como profesor de dibujo en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado en Huelva. Tomada esta decisión se lo hizo saber a Don Amalio, quien le correspondió con una tarjeta en la que le decía lo siguiente: “¡Por ahí arde el puro!, como dicen los castizos”. Mantuvo contacto con él hasta su muerte, orgulloso Don Amalio de haber cambiado el rumbo de José María. La vida laboral de nuestro protagonista había cambiado radicalmente pero el domicilio no, pues permaneció viviendo en Ayamonte hasta el verano de 1980. El año antes había conseguido por oposición en Madrid la plaza de profesor de dibujo en Enseñanzas Medias, siendo su primer destino Cáceres. El primer curso en esta ciudad fue bastante fatigoso para él, pues iba y venía todas las semanas desde Ayamonte. Se aventuraba ya un cambio de aires... Incansable defensor del patrimonio ayamontino
Pinar de Ayamonte. Óleo sobre lienzo 82x105 cms. Año 1967. Fondos del autor.
Permanentemente José María Franco dio sobradas muestras de su preocupación por la defensa del patrimonio histórico-artístico ayamontino. En este sentido, él siempre ha tenido la sensación de que el templo de San Francisco, situado en el lugar de encuentro entre la Villa y la Ribera con su acceso por la Barranca, ha sido la principal conservadora del pasado ayamontino más genuino: sus gruesos muros, sus vanos altos, su grandioso artesonado y la ranciedad de la cofradía del Santo Entierro que allí tiene establecida su sede, de fundación franciscana bajo patronazgo de los marqueses de Ayamonte, perecen compendiar una buena parte del pasado
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Conejos. Óleo sobre lienzo 59x69 cms. Año 1966. Fondos del autor.
histórico de Ayamonte. Precisamente en la Barranca vivía Don Manuel Pérez Bautista, mayordomo perpetuo de la citada cofradía, que un día le manifiesta a José María su gran preocupación por el mal estado del artesonado de San Francisco, preocupándole que se pudiera quedar el edificio destechado. El artista le animó para que se dirigiera al entonces Director General de Bellas Artes, Don Florentino Pérez-Embid Tello. A los pocos días el citado Director General le contesta al mayordomo de san Francisco que acometerían de forma inmediata las obras de restauración de la techumbre del templo, a la vez que le daba al Sr. Pérez Bautista el nombramiento, a título honorífico, de Delegado Local de Bellas Artes por la preocupación mostrada en la defensa del inmueble y de sus obras de artes.
Durante la restauración del templo, el escultor ayamontino Pepe Vázquez y el propio José María Franco buscaron con ahínco las estatuas orantes renacentistas del enterramiento de los primeros Marqueses de Ayamonte, realizadas en mármol por los escultores genoveses Antonio Maria Aprile di Carona y Pier Angelo della Scala y que Martínez Montañés contempló en Sevilla para la realización de los sepulcros de los Guzmanes en San Isidoro del Campo (Santiponce). Estas esculturas, debido a las medidas desamortizadoras de Mendizábal de la que no se escapó el antiguo cenobio franciscano, fueron halladas más tarde en la iglesia del monasterio de San Lorenzo de Trasouto en Santiago de Compostela, donde hoy permanecen. También intervino José María Franco en la defensa del patrimonio de la ciudad cuando, con ocasión de la restauración del convento de las Hermanas de la Cruz, desmontaron su precioso ajimez renacentista; de inmediato nuestro artista se dirigió al Ayuntamiento y le hizo observar al alcalde el valor de la pieza. Lo mismo, y por separado, hicieron sus compañeros Lola Martín y Manuel Feu. La protesta surtió efecto, pues el asunto se llevó a un pleno municipal, obligándose el consistorio a reintegrar la pieza a su lugar, donde hoy permanece. Una impronta indeleble en su pintura
El Salvador, Ayamonte. Óleo sobre lienzo 21x29 cms. Año 1971. Colección D. Miguel Martín, Huelva
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En Ayamonte la pintura de José María Franco trató todos sus “escenarios”: marismas, barcos, pinares, atardeceres... Es más, durante su estancia ayamontina, sus conceptos artísticos fueron cambiando, recortando la paleta y sometiéndola a una gran austeridad: blanco, azul ultramar, ocre amarillo claro, tierra siena, rojo inglés, carmín, verde esmeralda y negro; además simplifica detalles y estudia los volúmenes, siguiendo el criterio de su gran maestro Vázquez Díaz, que le apasionó desde el primer momento en el que estudió su obra. Luego su contacto con el nervense
fue grande. También entró en contacto por esa época con otro gran maestro, Gustavo Bacarisas, al que José María también estudió y que tanto le sirvió de guía para adquirir los conceptos que posteriormente el artista onubense ha aplicado a su obra. Siempre ha huido José María Franco de aquello que le resultaba fácil y que pudiera considerarse como una fórmula. Sus floreros tuvieron una gran demanda y, ante la pesadilla de que pudiera ser una fórmula, Desde La Cocorrita, Ayamonte. Óleo sobre lienzo 60x73 cms. Año 1975. Colección D. Isabel Fernández Gómez, Ayamonte. prefirió el artista prescindir de los ingresos que le aportaban para su economía. Picasso decía que “un pintor es un hombre que pinta lo que vende, y un artista el que vende lo que pinta” y en esto claramente José María se inclinó siempre por seguir el segundo camino. A principios de los años 60 del siglo pasado nuestro pintor realizó un gran cuadro de aceptables dimensiones de Toledo, ciudad admirada y pintada por el artista durante sus estancias en Madrid. Este cuadro, que le dejó ciertamente satisfecho, le parecía una gran obra a Don Antonio Gómez Feu, gran pintor ayamontino que, aunque estaba privado del sentido del oído y de la voz, se comunicaba perfectamente mediante gestos. El cuadro viajó en una exposición itinerante de pintores onubenses por Hispanoamérica, resultando curioso que a la conclusión de la muestra le reintegraran todos los cuadros que aportó a la misma excepto éste, que desapreció en extrañas circunstancias; desde entonces no se sabido más de su paradero. En 1968 José María realizó el cartel de la Semana Santa ayamontina, sin cobrar emolumento alguno, lo que creó costumbre en los artistas locales. La comisión de cofradías le respondió con una cena en el Parador de Turismo de la ciudad y con la imposición de una imagen de solapa de la patrona, la Virgen de las Angustias, que le acompaña desde aquel día.
Aromos. Óleo sobre lienzo 91x73 cms. Año 1975. Fondos del autor.
En la “Casa Grande” ayamontina hay un cuadro suyo titulado Por la Ribera del Odiel, que donó al Ayuntamiento con motivo de la exposición de los Sitios del
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Agua (las acuarelas originales del libro de la muestra iban acompañadas por poemas de Manuel Moya). Durante su estancia ayamontina pintó “La Romería en la Sierra”, obra premiada y depositada en el Museo Provincial de Huelva. Siguiendo una costumbre suya, nunca pensó presentar la obra a concurso, pero por la insistencia del también pintor onubense Mateo Orduña Castellano así lo hizo; el día del fallo José María pasó un mal rato pues su obra fue premiada mientras que la del maestro Orduña fue reconocida con un accésit. Franco impartió, además, varias conferencias artísticas en Ayamonte, como la de Picasso en el Hogar Infantil, que tuvo gran relevancia en los medios de comunicación de Huelva y Sevilla. Ayamonte desde la distancia Fue en agosto de 1980 cuando la familia Franco abandona Ayamonte y cambia de residencia a Castilleja de la Cuesta pues María de la Luz, su mujer, había conseguido ese destino en el concurso de traslado de Magisterio. Sevilla les abría el abanico de posibilidades para los estudios superiores de sus hijos. Y en la capital culminaron su formación tanto Beatriz María como Alberto Germán, quienes –sin ser ayamontinos de nacimiento– sienten plenamente a Ayamonte como su tierra por lo felices que fueron en aquella etapa tan importante de sus vidas.
Puerta de los Principes, trabajo de examen. Óleo sobre lienzo 81x61 cms. Año 1972. Fondos del autor.
Perdices sobre cuenco granaino. Óleo sobre lienzo 47x59 cms. Año 1968. Colección del Dr. D. Antonio Martín, Aracena.
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Tras la marcha de Ayamonte, transcurrieron varios años hasta el regreso de José María a la ciudad costera, unos años de mucha añoranza. Las noticias del fallecimiento de grandes amigos agrandaron ese espacio de ausencia. Sin embargo, a raíz de que su hijo Alberto comenzara su andadura artística profesional, como el gran escultor que es, y se sucedieran una serie de encargos en la ciudad de la desembocadura del Guadiana, se va a producir el retorno intermitente de José María a Ayamonte para acompañarle aprovechando cualquier ocasión. En estos reencuentros pudo recordar tantas vivencias pasadas y saludar a los viejos amigos, que lo acogen con todo el cariño. En cualquier caso, desde la lejanía (primero en Castilleja de la Cuesta-Sevilla y luego en Aracena), José María ha seguido viviendo intensamente “lo ayamontino” que lleva dentro. En Sevilla, diariamente constituía un ritual la copa de mediodía en el bar Roma con su amigo el artista ayamontino Pepe Vázquez, al igual que las frecuentes visitas al estudio del escultor en la Cruz del Verde aledaña a la calle Feria, donde en muchas ocasiones encontró a más de un ayamontino que se desplazaba a la capital hispalense como Pedro Pérez Massoni y otros. Conmigo mismo no paraba de hablar de Ayamonte en el Instituto trianero durante los años en los que compartimos docencia.
Muchas veces le he oído decir a José María Franco que aquellos trece años (1967-1980) vividos tan intensamente en Ayamonte han sido los más felices de su vida. Por eso siempre él la ha llevado y sigue llevando en su corazón, y por eso la añora tanto y está pendiente siempre de ella desde la distancia, ahora afincado en otra ciudad, como Aracena, donde también se siente como en casa. Como ayamontino que soy, considero un deber de mi ciudad natal que se promueva un reconocimiento público a este gran artista que, por encima de magnífico pintor, fue para Ayamonte un hombre de bien que ha dejado una huella imborrable en tantas manifestaciones artísticas y culturales y, más aún, en el corazón de tanta gente. Y siendo Ayamonte una ciudad tan querida, por lo general, por sus afincados y visitantes, jamás encontré a nadie como él que sintiera tanta admiración, cariño y respeto por Ayamonte ni que la añorara tanto, mucho más incluso que los propios ayamontinos de la diáspora. ¡Muchas gracias por todo lo que has hecho, José María Andrés Franco Gutiérrez,... paisano! Barcas. Óleo sobre lienzo 100x80 cms. Año 1975. Colección Dña. María del Carmen Guerrero, viuda de Fon.
Toledo. Óleo sobre lienzo. Año 1971. Paradero desconocido.
Antonio Sánchez González Doctor en Historia, Profesor Titular de la Universidad de Huelva, Ex - Director del Archivo y la Fundación Casa Ducal de Medinaceli y actual Director del Archivo General de la Universidad de Huelva
Trabajo de examen. Óleo sobre cartón 69x69 cms. Año 1972. Fondos del autor.
Rosas. Óleo sobre lienzo 45x54 cms. Año 1975. Colección Dña. María del Carmen Guerrero, viuda de Fon.
Beatriz. Óleo sobre lienzo. Año 1973. Fondos del autor.
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Romería en la Sierra. Óleo sobre tabla 70x60 cms. Año 1973. Museo de Huelva.
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Por el nacimiento de El Tinto. Ă“leo sobre lienzo 60x73 cms. AĂąo 1996. Fondos del autor.
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Autorretrato. Ejercicio para curso del doctorado. Óleo sobre lienzo 92x73 cms. Año 1985. Fondos del autor.
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JOSÉ MARÍA FRANCO. LA CREACIÓN PLÁSTICA COMO DOCENCIA
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n plena madurez de su producción pictórica, José María Franco simultaneó la investigación plástica individual con la docencia de dibujo artístico en distintos Institutos de Enseñanzas Medias y Bachillerato. Estudiantes de Cáceres, La Palma del Condado, Pilas, Sanlúcar la Mayor y Triana aprendieron el quehacer artístico de su fina sensibilidad plástica. En este último espacio docente, coincidí con él en 1989. Desde el principio me di cuenta de que su impronta marcaría la vida del centro, de los estudiantes y la de sus compañeros. Su trayectoria vital le había hecho coincidir con el poeta Vicente Aleixandre en Madrid en 1963 donde en compañía del fotógrafo Alfonso pasearon largo rato por la calle Sevilla comentando animadamente lo que les habían sugerido los cuadros que José María había llevado a su Exposición de la capital de España. Nuestra común pasión por el arte fue el comienzo de una colaboración pedagógica con un objetivo claro, acercar a nuestros estudiantes a la contemplación de la obra de arte. José María trato de conseguir nuestro objetivo combinando distintas estrategias de aprendizaje: la observación detallada de las obras de arte aplicando el conocimiento técnico y el lenguaje pictórico estudiado, la creación directa y el debate sobre obras de arte, existentes en Museos, como elementos de diálogo y difusión de la pintura entre la comunidad educativa.
En sus clases, como docente de Dibujo Artístico, José María acercaba a sus alumnos, el conocimiento de los Barca en la Punta del Moral. Óleo sobre lienzo/tabla 46x53 cms. Año 1971. Fondos del autor. aspectos físicos de la luz como mezcla aditiva y sustractiva. Ese color materia percibida casi siempre lleva la mirada del estudiante al infinito. Por eso, analizando los contrastes era posible llegar a la búsqueda de la armonía. El estudio de la luz conduce al color. Para conseguir dicho objetivo, el docente proponía a sus estudiantes ejercicios prácticos que familiarizaban a los jóvenes en el conocimiento de las formas: triángulos, círculos. De la forma, los llevaba a la comprensión de la perspectiva organizada en planos. A partir de este momento, siguiendo al gran Leonardo, le hacía ver a través de la ventana de la clase, la línea del horizonte y los puntos de fuga. Completaba el proceso invitando a los estudiantes a jugar con las formas creando series crecientes y decrecientes y finalmente elaborando formas arquitectónicas debidamente iluminadas.
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Muchas de estas reflexiones son fruto de comentarios que José María realizaba a sus compañeros del Seminario de Geografía e Historia acerca de nuestra práctica docente. Sus agudas dotes de intuición y observación, facilitadas por los hábitos adquiridos en su anterior trabajo en Ayamonte, le ayudaron a detectar los problemas que la mayoría de los estudiantes presentan a la hora de aprender a dibujar. Entre ellos, José María, destaca la falta de confianza en sí mismos que lleva a muchos jóvenes a renunciar al aprendizaje. Para superar dicho obstáculo, el docente recordaba a sus estudiantes que todos siendo muy pequeños hemos descrito una imagen que nos resultaba atrayente y para ello hemos empleado un garabato realizado con mayor o menor acierto. Continuaba su José María en su estudio de Huelva explicación, alegando que es verdad que no todos podemos ser arfotografiado por Perico, 1962. tistas pero también lo es, les aclaraba que todos podemos comunicar nuestras vivencias a través de la luz y el color. Por ello, animaba a los estudiantes a mostrar cierta arrogancia a la hora de describir sus sentimientos y expresarlos visualmente. Estas palabras alentaban a los alumnos y muchos realizaron trabajos que durante dos años consecutivos fueron expuestos en los salones del Distrito de Triana. Esta experiencia motivó que un grupo de alumnos se inclinase hacia el aprendizaje artístico. Otra de sus estrategias didácticas fue la creación directa. José María se complacía mucho en sacarlos de la clase habitual y llevar a sus estudiantes a contemplar un paisaje natural o urbanizado invitando a cada alumno a recrear la forma que más les agradase al objeto de familiarizarlos con la luz y el color de hojas, árboles, puertas, mobiliario urbano. La recreación personal de dicha forma ayudaba a los estudiantes a percibir la belleza no en su dimensión clásica, sino como algo que le place y puede transmitirse en libertad. La belleza se convierte entonces en un sentimiento intuido y sentido. Un elemento plástico que varía según los condicionamientos del artista, los materiales y la época. A través de la creación directa realizada al natural se pueden explicar algunas técnicas artísticas como la aguada y el grabado. Como docente, José María descarta la utilización del óleo por los alumnos por la complejidad que presenta dicha técnica pictórica para emplearla en una clase académica. La aguada en cambio contribuye a la comprensión de la monocromía y variaciones tonales de los objetos y del paisaje por los estudiantes. Es decir, permite a los alumnos acercarse a la fuerza plástica del Arco Iris de la paleta. De igual modo, apuesta por el grabado al disponer de un pequeño tórculo con el que familiarizar a los estudiantes en el conocimiento de distintas texturas y elaboración de collage con materiales diversos.
Juan Delgado, Alberto Germán, José María y Manolo Moya en el Museo Vázquez Díaz de Nerva.
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José María durante los años que ejerció como docente fue un activo colaborador en las visi-
tas culturales. Organizó viajes a París, Madrid, Barcelona, Córdoba etc. Recuerdo muy especialmente nuestras visitas a Córdoba, La Rábida y Sevilla. Estas visitas eran concebidas como recursos didácticos que favorecían el acercamiento y la motivación de los estudiantes al lenguaje pictórico, analizando sus valores como medio de comunicación y espacios en los que aplicar los conocimientos técnicos y formales aprendidos en Historia del Arte y Dibujo Artístico. Además, fueron espacios de debate El Callejón de las Brujas. entre el docente-pintor y la profesora de Historia del Arte. Los estudiantes Óleo sobre lienzo 46x55 cms. Año 1975. Colección Herederos A. Martín Raja, Madrid. se daban cuenta de nuestras coincidencias y divergencias, de las motivaciones y los intereses que una obra suscita al historiador y de la mirada del pintor. Todos descubrimos las sensaciones que pintores de épocas distintas a la nuestra provocan en nuestra retina y nos hacen vibrar como seres humanos y vivos espectadores de la belleza. Nunca olvidaré la atención que generaba en los estudiantes sus comentarios sobre las calidades de Alejo Fernández, el colorido y la técnica de Murillo, los puntos de fuga del cuadro de las Cigarreras de Gonzalo Bilbao y los valores lumínicos de los paisajes de Domínguez Bécquer y Sánchez Perrier en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Todos
Santo Domingo, Aracena. Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 1978. Colección Dr. D. Antonio Martín, Aracena.
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sabíamos que faltaba la contemplación de la joya de nuestro Museo según José María, el cuadro de Gustavo Bacarisas “Sevilla en fiestas”. Obra que el pintor definía como esencia plástica del color y la perspectiva. Una creación donde se respira Sevilla en el color, en la luz y en el movimiento.
Compartiendo tertulia con amigos poetas.
Tres amigos, tres pintores. Coixat, Arcenegui y José María en Aracena
Con el poeta cubano Reinaldo Arena y el polígrafo sevillano José Luis S. Ortiz de Lanzagorta.
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En Córdoba tras estudiar las claves de su Mezquita-Catedral y Museo Arqueológico, José María, llama la atención de los estudiantes sobre el concepto dibujo-materia y el valor etnográfico de los cuadros de Julio Romero de Torres. Entre 1983 y 1999, José María simultáneo docencia, investigación y creación. Los logros técnicos y espirituales conseguidos en estas actividades beneficiaron y enriquecieron su práctica docente pues a través de anécdota o explicando cualquier técnica u obra en clase surgía la explicación de los aciertos y fracasos obtenidas en sus otras actividades. Gran conversador, José María, participó de forma activa en la vida cultural sevillana asistiendo de forma regular a la tertulia, organizada por los promotores de la Editorial Rodríguez Castillejo, primero en la calle Cardenal Cervantes y más tarde en la calle Betis. A dicha tertulia, llego a través de una figura singular de las letras sevillanas, José Luis Ortiz de Lanzagorta. Su amistad con José Luis se retrotrae a Huelva donde había colaborado con él, realizando la escenografía del Hamlet que el escritor sevillano montó para las Congregaciones Marianas. Lanzagorta, considerado por el escritor Carlos Muñiz como “la madre de los narraluces” descubrió al pintor, la esencia de la patria andaluza. Todos los que tuvimos la suerte de conocer a José Luis como amigo o profesor de Literatura sabemos que era la personificación del Humanismo renacentista en el siglo XX. José María Franco reconoce que aprendió de él, a maquetar libros, a valorar a Cervantes, el diálogo y la tolerancia entre personas dispares, a conocer y a amar Andalucía y las claves de la Semana Santa sevillana. José Luis le puso en contacto con los contertulios narraluces como Manolo Barrios, José María Requena, Carlos Muñiz, Manuel Ferrand, Quiñones, Enrique de la Vega, José María de Mena, José Antonio Garmendia, Aurelio Verde, Nicolás Salas, José Luis Guerrero, Juan Aizpuru, Manuel Lauriño y José Santos Torres entre otros. El querer saber más constantemente de José Luis sembró en el pintor-docente su inquietud por el conocimiento progresivo; Unos saberes que el pintor supo plasmar en dibujos e ilustraciones de artículos, libros y páginas literarias como las del periódico El Correo de Andalucía y ABC. Manuel Ruiz Lago y José Luis animaron a José María a realizar retratos de las figuras más
singulares del mundo taurino de la Feria de Abril de Sevilla y lo pusieron en contacto con la Fundación Blas Infante. El conocimiento de esta institución, enriqueció su actividad pictórica pues permitió a José María ilustrar los artículos, el libro y el cartel con el que se conmemora el Centenario del Nacimiento de José Andrés Vázquez, realizar las ilustraciones de libros Homenaje a José María Izquierdo y los carteles de los Congresos del Andalucismo Histórico. A partir de ese momento, Andalucía se convertirá en un objetivo plástico de su pintura, buscando elementos singulares representativos de nuestra tierra como el agua y el árbol. José Luis a través de su verbo amable, reposado y certero se ganó el ánimo del pintor con el que cultivo una amistad que se mantuvo hasta los últimos días del escritor, siendo una de las últimas personas que lo vio con Desde mi estudio de Aracena. Óleo sobre lienzo 73x60 cms. Año 1981. Fondos del autor. vida. Todavía conservo en mi retina el espléndido retrato en barro que su hijo Alberto Germán realizo inmortalizando los rasgos de esa personalidad, -la fuerza de su mirada-, que a muchos jóvenes nos motivó a continuar investigando sobre nuestra tierra andaluza. La influencia de José Luis en la obra pictórica de José María es tal que a partir de sus coloquios, José María identifica Andalucía con un Arco Iris pictórico y con el agua que no se somete y dibuja caprichosas y variadas formas y colores en libertad. La experiencia de la tertulia enriquece su docencia pues a través de sus nuevas vivencias comunica a sus estudiantes como se forjó las raíces de la patria andaluza. Cada vez más el pintor comprende mejor a su admirado Gabriel Miró de juventud. Los cuadros de José María son Rosas rojas. Óleo sobre lienzo 60x74 cms. Año 1980. Colección Dña. Rosario Jurado Quintas, Aracena. recreaciones plásticas de agua, sombras, luz y color, que describen de forma plástica imágenes literarias. Antonio García Barbeito comenta acertadamente como “José María es un artista de la amistad, un paisajista de la charla, un acuarelista de ratos dorados que propicia la relación entre los hombres”. Andalucía se nos presenta como algo dinámico, vivo, un cielo hecho luz y color que expresa sentimientos por sí misma. Andalucía se organiza en torno a un cauce fluvial que es el río Guadalquivir, esencia de luz y variedad cromática. Andalucía se identifica en la creación pictórica de José María Franco con los distintos árboles que pueblan nuestra tierra. El árbol es representado por los pinceles del pintor como un elemento con vida, en movimiento constante y cam-
Santo Domingo, Aracena. Óleo sobre lienzo. Mediados de los ochenta. Paradero desconocido.
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biante. El alcornoque, árbol habitual en las provincias de Cádiz y Huelva, es la iconografía de la generosidad por todo lo que aporta su envoltura y frutos. El castaño tiene vida y contenido que se presenta verde en la sombra y dorado en otoño. Encinas y acebuches son otros símbolos del paisaje natural de José María y del continuo laborar de nuestros campesinos.
En el Puerto “Las Cañá” de Castañuelo con su amigo Emilio Romero Canterla.
La investigación sobre la pintura en sus aspectos técnicos y formales ha sido otro de los temas de estudio del pintor y docente José María durante estos años. Una investigación, que parte de su apoyo a la integración de las distintas disciplinas artísticas; un anhelo impreso en su espíritu desde su temprana juventud. Su sencillez le lleva a reconocer el caudal de conocimientos que sobre geometría descriptiva aprendió de su compañero Luis Cabrera y que tanto le han ayudado a la hora de resolver muchos retos artísticos. Su habilidad para conversar sobre las distintas técnicas y vanguardias pictóricas le permitió relacionarse con personalidades con una diferente concepción de la creación artística, como el pintor Modest Cuixart; coloquios que influyeron en la trayectoria artística de ambos pintores. Su amistad con José A. Manzorro, profesor de la Escuela de Artes y Oficios y Facultad de Bellas Artes, le permite indagar los secretos del grabado calcográfico desde la xilografía hasta el grabado en color pasando por la talla dulce y el aguafuerte. Estos conocimientos le ayudarán a contribuir en el rescate de un bello grabado de la Virgen del Mayor Dolor, patrona de Aracena, obra de finales del siglo XVIII, a la que la atrevida impericia de un artesano había causado profundos destrozos.
Uno de los retos técnicos más interesantes en su andadura como pintor fue la resolución del problema planteado en la última restauración de las pinturas del Santuario de Nuestra Señora de la Cinta El Cardenal Poupard encargado de Bienes Culturales del Vaticano en la en Huelva. Una serie sobre ángeles que él mismo había realizado en exposición ‘Las Fuentes de Sevilla’, en la sala del Rectorado hispalense. 1963. Las pinturas murales habían sufrido daños por el agua filtrada en las cubiertas y los humos provenientes de los usos litúrgicos. José María contempló en este caso el condicionante de su edad, una madurez que le permite seguir pintando pero no llevar a cabo la restauración in situ. Sus conocimientos técnicos le ayudaron a diseñar un soporte de planchas de poliéster con carga de sulfato sobre un anclaje en piezas de acero inoxidable. De esta forma, el pintor-docente procedió a restaurar sus pinturas de una forma cómoda otorgando a su obra una textura de lienzo con un efecto similar al del soporte mural. El éxito de este recurso técnico permitirá a futuros restauradores desmontar con facilitad las pinturas y restaurarlas cuando sea necesario por el implacable paso del tiempo. Muchas de estas investigaciones José María las ha aplicado a su producción pictórica, expuesta en distintas exposiciones locales, regionales e internacionales como las del Instituto Cervantes en Bruselas o la del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Tertuliano, docente y comprometido con Andalucía, José María colaboró con revistas juveniles como El Gallo Loco y periódicos como el ABC de Sevilla. Su desbordante capacidad de trabajo le deja tiempo para exponer su producción pictórica personal en la Galería Álvaro de Sevilla. José Luis Ortiz de Lanzagorta comenta una de estas
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Serranías. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 1983. Fondos del autor.
Variaciones sobre el mismo cuadro. Óleo sobre tabla 61x81 cms. Año 1986. Fondos del autor.
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Fuente de Mercurio, Alcázar de Sevilla. Acuarela sobre papel. Año 1992. Fondos del autor. Exposición permanente Teatro Sierra de Aracena.
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exposiciones diciendo “El pintor, se refugia en los confines del antiguo Reino de Sevilla, quedándose voluntariamente prisionero del lienzo, como dicen también que se quedara en una ermita de aquel paisaje hondo y sabio Arias Montano, huyendo del barullo de la Corte y de los cortesanos y de los zarpazos inquisitoriales de la envidia hispalense”. Fue además uno de los promotores de la creación de la Agrupación de los Acuarelistas de Andalucía junto a Paco Sánchez, Fernando Rodríguez, Carmen Márquez, Julia Hidalgo y Antonio Hernando. En dicha agrupación desempeñará cargos de secretario, tesorero y vicepresidente primero de dicha entidad además de proponer Aracena como lugar de encuentro de dicho grupo pictórico. Su amor por la acuarela queda patente en un viaje a Italia que realiza animado y en compañía de su esposa Mari Luz, en el que su retina queda cautivada por los reflejos de las puertas olvidadas de los traseros de los nobles edificios en el agua. Esta atracción por el agua lleva a José María a diseñar un libro sobre Las Fuentes de Sevilla, surgido al azar de una conversación casual entre el pintor José María Franco y el escritor José María de Mena acerca de la luz que iluminaba la fuente de la Plaza de la Encarnación; una idea que pretende fusionar la creación pictórica y el texto literario. Un proyecto que contó con el apoyo de la Editorial Rodríguez Castillejo y que fue presentado en los Reales Alcázares de Sevilla de la mano del entonces Comisario de la Expo Montaño y del concejal Alberto Jiménez Becerril. Unas creaciones pictóricas donde el pintor capta aguas limpias y cristalinas, llenas de ondulaciones que hacen vibrar de emoción la retina de quienes contemplan su discurrir. Aurelio de Vega evoca en el Huelva Información como “Las fuentes más características de Sevilla se convierten en sinfonías de chorros cristalinos, cuyas siluetas respiran un compás de alegrías y archivan en su pentagrama de aguas aquella canción, que una tarde se hizo melodía de amores imposibles”. José María de Mena añade “Quizás en sus fuentes, es donde mejor se reconoce a Sevilla sobre todo porque casi todas tienen un jirón de la herencia romana. Sevilla romana con mármoles y luego reproducida en fuentes. Las acuarelas de las fuentes fueron expuestas a la consideración de todos en la Galería Álvaro y en el Salón del Rectorado d la Universidad de Sevilla donde el Fray Carlos Amigo, Cardenal de Sevilla mostró al encargado cultural del Vaticano como era posible reconocer en ellas las distintas fuentes de la ciudad hispalense. Este libro sobre las fuentes sevillanas dio paso tras su jubilación docente a “Los sitios del agua” en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche donde las acuarelas van acompañadas de los exquisitos y certeros poemas de Manolo Moya. Enrique Montenegro comenta que “estas creaciones están realizadas con una paleta brillante de colores calientes donde en su paisaje tiene cabida un sentimiento de interioridad que simplifica, estratifica y refuerza el detalle para sondear la vida de una tierra como Aracena y toda la sierra”. Unos años antes, Manuel Lorente, crítico de arte de ABC Cultural en 1999 escribe sobre “Silenciosos horizontes encumbrados rotos por la blancura radiante de sus caseríos y el murmullo de la brisa o el agua que corren entre la vegetación en este paisaje serrano”. Un paisaje del que el crítico resalta la poética intimidad de sus rincones y la espectacularidad de sus anchos horizontes. El agua y la acuarela se convierten en su producción pictórica en un eslabón ibérico peninsular. Margarida Ruas Gil Costa, Directora del Museo del Agua de Lisboa escribe
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como “José María con la acuarela consigue ligar y revelar los hechizos del agua con una poesía intensa, clara pero profunda sublima y sin embargo asertiva que deja en el espectador un conjunto de melodías cromáticas”. Vicente Quiroga en el Huelva Información destaca la singular habilidad de José María para captar la riqueza cromática de la población portuguesa de Arruda dos Vinhos en una zona de próspera riqueza vinícola al oeste de Lisboa con un paisaje ubérrimo de viñedos y valles cultivados, aldeas de blancos caseríos y típicos molinos de viento. Sus relaciones literarias y personales con la tierra portuguesa se apreciaron en la inauguración de esta exposición donde el fado y el flamenco, el jamón ibérico y el vino de la zona de Lisboa constituyeron un símbolo de fraternidad ibérica, la fusión del optimismo luminoso hispano y la melancólica saudade portuguesa. En esa línea pero referido a su espacio vital actual: los pueblos de la Sierra de Aracena sobresale su obra Geografía y Amor en colaboración con el poeta Juan Delgado.
Con los miembros de la tertulia editorial Rodríguez Castillejo de Sevilla.
Pintando la fuente del Rectorado de Sevilla.
La huella personal de su amigo José Luis queda patente en su paleta y en sus preocupaciones vitales. El escritor sevillano y el pintor compartieron su pasión por la necesidad de difundir y hacer respetar el patrimonio cultural andaluz y muy especialmente, la Semana Santa. Como colaborador en la tertulia de los narraluces, José María realizo varios dibujos sobre el mundo cofrade; algunos de estos dibujos se convirtieron en óleos como Palio en la Plaza San Francisco que ilustraría la portada del libro “La Pasión según Sevilla” del francés Joseph Peyre, que forma parte de la colección del científico y humanista Joaquín Herrera Carranza con el que participa gráficamente en publicaciones científicas. Algunos años después, el pintor y docente regresaría al Instituto donde se jubiló, el I.E.S.Vicente Aleixandre de Sevilla, para presentar su libro y acuarelas sobre la semana santa onubense “Lo que vos queráis Señor”. Una investigación donde la lírica religiosa onubense a cargo de Carlos Muñiz y las imágenes de los Cristos y Vírgenes de la Semana Santa de Huelva convierte la plástica de la Semana Santa en una experiencia técnica y vital para el lector. El público estudiantil, algunos de los cuales habían estudiado con el profesor Franco sus primeras nociones de Dibujo Artístico, formularon al artista numerosas preguntas sobre procedimientos técnicos; acuarela, distribución de la luz y el color y curiosidades sobre la iconografía de Cristo y la Virgen; interpelaciones que fueron satisfechas por la paciencia y amabilidad proverbial de José María. Su experiencia docente convirtió la presentación en un fluido diálogo entre distintas generaciones, que en muchas ocasiones se plantean los mismos problemas técnicos y buscan nuevas soluciones a los retos técnicos y formales que surgen a diario en el quehacer artístico.
Su amor a la enseñanza queda patente con motivo de la lectura de su Discurso de Ingreso en la Academia Iberoamericana de La Rábida sobre El paisaje de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche escogiendo el Instituto San Blas de Aracena para su lectura y debate lo que supone una puesta en valor de los Centros de Enseñanzas Medias como espacio cultural acreditado para motivar y difundir el amor por la creación artística. De nuevo el
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paisaje fue el objetivo de sus preocupaciones artísticas y técnicas. El recorrido cronológico que José María realiza sobre los paisajistas de la Sierra de Aracena recoge análisis de obras de Carlos Haes, Domínguez Bécquer, Pedro Gómez, José María Labrador y Vázquez Díaz entre otros. Un paisaje donde la figura humana se adivina aunque no siempre esté presente físicamente. Un paisaje que recrea una atmósfera donde los seres humanos actúan veladamente. Un paisaje que en palabras de Teresa Lafita se representa como un paisaje donde se funde en la perspectiva de las calles estrechas, en las laderas que bajan desde la sierra, en la Palio por la Plaza San Francisco. Óleo sobre lienzo 56x47 cms. Año 1988. Colección D. Joaquín Herrera Carranza, Sevilla presencia del hombre y de su medio geográfico, en la cal, en los balcones, en los encuadres y contornos que van desde la más mínima pormenorización de los motivos o del instante, para adueñarse totalmente de la superficie del cuadro. Una luz que describe lo atlántico, una tonalidad característica que la hace distinta y la convierte en metálica según la hora del día o estación del año, Es luz azul/violeta que se plasma en las fachadas de José María Franco solo puede estar referida al concepto onubense. Huelva, ciudad de la luz aposenta en la retina una manera diferente de entender el arte. Una reflexión que resume el eje vital del quehacer artístico de un pintor que como buen humanista y conversador supo armonizar la docencia, la creación, la investigación y la difusión de los conocimientos adquiridos convirtiendo sus cuadros en bocetos de piedras humanizadas como anotó uno de sus maestros Vázquez Díaz en el dibujo a grafito con anotaciones de color que le regaló con motivo de su boda. Una pintura hecha desde la emotividad de la contemplación pero con el raciocinio de la libertad y una técnica depurada y constantemente renovada.
El Pozo de Maruja, Aracena. Óleo sobre lienzo 65x55 cms. Año 1989. Colección D. Manuel Márquez y Dña. Elvira Guerrero, Tomares.
María Josefa Parejo Delgado Doctora en Historia. Catedrática de Enseñanzas Medias y Bachillerato. I. E. S. Vicente Aleixandre
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¡Cuándo más vivo un paisaje que en óleos o en acuarelas¡ Tú, a pinceladas, revelas la vida y su reciclaje. No se aquieta el oleaje azul de Sierra Morena, vive el verde, llora el siena, clama el ocre, vibra el blanco, pues José María Franco cuaja vida y no la frena. CARLOS MUÑIZ ROMERO Octubre de 2004
Tormenta sobre la Sierra. Óleo sobre lienzo 90x116 cms. Año 2006. Fondos del autor.
Dorado atardecer. Ă“leo sobre lienzo 100x100 cms. AĂąo 1992. Fondos del autor.
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Arroyo entre piedras. Acuarela sobre papel 30x47 cms. Año 2009. Fondos del autor.
La casa del Doncel, Sigüenza. Acuarela sobre papel 53x45 cms. Año 1994. Colección Alberto Germán Franco.
Iglesia de cañaveral, Cáceres. Acuarela sobre papel 44x32 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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JOSÉ MARÍA FRANCO. AGUA Y LUZ DE LA SIERRA DE HUELVA
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osé María Franco es una persona como nuestra Sierra de Huelva, admirada por los que la conocen, anhelada por los que hace tiempo que no la ven, expectante para los que han oído hablar de ella, sorprendente, amigable,..., una serranía y una persona que nos enseñan todos los días que la naturaleza es arte y que el arte también es naturaleza. Y es que hay veces que el territorio se confunde con el hombre y que éste forma parte indisoluble de un espacio. Hoy, hablar de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche es hablar de un sitio mítico, mágico, de dimensión humana, que es defendida por guardianes que la conocen y la glorifican, que la conservan sobre todas las cosas, como hace José María Franco, que pregona con su obra los lugares serranos que pueblan el subconsciente de los que hemos tenido la suerte de vivir aquí, donde el agua y la luz le han permitido dibujar el tiempo, blanco de la cal, verde de la vida. A José María le ocurre como a mí: Si yo fuera un lugar, Me gustaría ser la Sierra de Huelva Donde descubrí la luz Bosque soñado Tierra herida Sabor, olor y color.
Esta tierra es sensual, en la que la vida mana como un prodigio fecundo de la naturaleza, por eso, los serranos hacemos un uso sosegado de la existencia, y el tiempo pace en sabia Alcornoques. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. montanera, con tradiciones vestidas de fiesta y las estacioAño 1987. Universidad de Huelva nes danzan al son de las tonalidades, donde la naturaleza nos obsequia con todos sus matices, aquí, donde la luz es un regalo para los sentidos que, gracias a la mirada de José María Franco, se asienta en nuestras emociones para siempre. Esa luz, que nos anima a disfrutar de un verdor primaveral que se convierte en amarillos y ocres en otoño, consintiéndonos saborear cuadros pintados por la naturaleza con una paleta infinita de colores. Como dice el gran amigo de José María Franco, el poeta de la sierra, Juan Delgado López, Aquí, donde los patios y brocales se encuentran con la luz a la medida; Aquí donde el sendero de la huida se le niega a la luz y sus cristales. Esta es una historia de amor, del “poeta del pincel” y de la tierra que da vida a una sierra que también quiere a José María Franco. Prueba de ese amor son los “Sitios del
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agua”, libro de acuarelas con textos del magnífico escritor serrano Manuel Moya, que muestran cómo florece el líquido elemento en nuestra tierra, a través de las fuentes que han pasado a la eternidad gracias al papel, el color y el agua que han formado acuarelas en las que se refleja el agua y la luz, esencia de la subsistencia, osadía de una naturaleza que vence gracias a la savia que florece a chorros como bálsamo de nuestra sierra. Como dice José María Franco, “El agua es para mí un concepto de vida y me anima completamente”, además, la “luz es mi constante, pues incluso en la sombra también hay luz”. José María Franco, pintor de Huelva, que formó parte de aquella generación de artistas que en el marco del Paseo de Santa Fe hicieron brillar en los años sesenta del siglo XX la literatura y la pintura onubense, se fue enamorando de la sierra. Quizás ser discípulo de uno de nuestros mayores paisajistas, Pedro GóEntrega de la Medalla de la Universidad de Huelva por el Rector. mez, le llevó a tener una mirada preparada para enamorarse de nuestra Sierra. También su amistad con nuestro querido Daniel Vázquez Díaz, y ver la Sierra a través de los ojos de otro gran paisajista Gustavo Bacarisas. Todo ello, y una sensibilidad especial, casi genética, pues tanto su padre, Domingo, como su hijo, Alberto Germán, son renombrados artistas, hicieron que se atrajeran todas las fuerzas para hacer de José María Franco uno de los grandes paisajistas de la pintura española de nuestro tiempo. José María es un maestro de la pintura en su concepción global, tanto del pincel como del lápiz, con el óleo y la acuarela, con el dibujo en papel, en cartel o en pergamino, con el grabado, la ilustración, el mural o el fresco, ya que todo sirve para expresar sus inquietudes artísticas.
Acto de entrega de la Medalla de la Universidad de Huelva.
Es un artista completo, formado en la autenticidad de la pintura, que encuentra en la naturaleza la inspiración en la que volcar su personalidad estética, hechizándonos en un embrujo que le lleva a ser nuestros ojos en la Sierra de Huelva.
Desde que se trasladó a vivir a Aracena se ha erigido en divulgador de su tierra, tanto en la vertiente pictórica como en la social y cultural. Ha organizado y participado en numerosos eventos serranos, como las magníficas Jornadas de Patrimonio de la Sierra, o en sus tertulias en Radio Aracena, donde compartía pasión con nuestro anhelado Juan Delgado López, con el que realizó el maravilloso libro “Geografía y amor. Hablan los pueblos de la Sierra de Aracena”, en el que se hace una poética descripción de todos los pueblos que conforman nuestra Sierra con la ilustración de cada pueblo de los apuntes tomados al natural de José María Franco. Además, es un estudioso de la cultura de nuestra historia, trabajando arduamente para conservar nuestros archivos, tanto municipales como eclesiásticos y privados.
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A la par, ha realizado una investigación artística de primer orden al rescatar y dar a conocer la obra gráfica del pintor José Domínguez Bécquer, padre de Gustavo Adolfo Bécquer, que realizó una espléndida obra sobre el paisaje serrano del primer tercio del siglo XIX. Este estudio lo realizó como discurso de entrada en la Academia Iberoamericana de la Rábida, de la que es miembro de número. Quiero destacar también su vocación docente y universitaria, a la que ha dedicado casi toda su vida. Estudió la carrera de Bellas Artes como alumno libre y luego fue profesor haciendo aflorar el sentido pictórico de la vida a numerosísimos alumnos, entre otros los de la Universidad de Huelva en su Escuela Normal de Magisterio. La Universidad de Huelva le reconoció este esfuerzo con su máxima distinción, la Medalla de la Universidad, y luce en su capilla un retablo del Cristo de la Sangre de la Hermandad de los Estudiantes, de la que fue hace más de medio siglo uno de sus fundadores. Incluso ha superado un reto que tenemos todos los onubenses, nuestra unión cultural con Portugal, que en la parte serrana es de especial interés, por ser territorios muy similares que unas veces han estado unidos y otras separados políticamente. Por ello, su obra tomó Cristio de la Sangre. Óleo sobre tabla 200x145 cms. Año 2006. un acento portugués con la bella colección Preside el Altar Mayor de la Iglesia de la Universidad de Huelva. de acuarelas realizadas al amparo de la Fundaçâo Joâo Alberto Faria que, bajo el título de “Certas Coisas nos Sorpreendem…”, que captan diversos paisajes de la localidad portuguesa de Arruda dos Vinhos. Por último, como persona, es un amigo que siempre está al servicio de los demás, inquieto y constructivo, siempre ideando cosas, con una ilusión que se transmite rápidamente a su entorno y una mente preclara que nos orienta a todos y nos muestra con su amor a nuestra tierra el camino a seguir de esta luz que José María Franco ha plasmado como nadie en nuestra memoria colectiva. Francisco José Martínez López Rector de la Universidad de Huelva
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LLUEVE OTOÑO AMARILLO A José María Franco Por sus huebras de luz
Un hombre solo va
por los altos caminos de la serranía de Aracena llevando su mochila de ingrávidos tesoros. Un hombre solo va; y le saltan los pulsos de tantas emociones conjugadas, y le gozan los ojos de tantas luces para la memoria, y le gritan colores dosmilquinientos ángeles sonoros… Después, en su taller, donde viven los sueños, abre con su pincel la repleta mochila, y consigue que el tiempo se detenga, que el otoño amarillo se eternice, gracias, José María, sobre la virgen sábana del lienzo.
JUAN DELGADO
Arrebatador otoño. Óleo sobre lienzo 100x116 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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ALGUIEN DIJO: “… UN AMIGO ES UNA PERSONA CON LA QUE SE PUEDE PENSAR EN VOZ ALTA…”
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riesgo de caer en la tentación de no ser objetivo, no voy a profundizar en la obra de José María Franco, personas más autorizadas que yo han escrito, y mucho, sobre su trabajo.
Como Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida, quiero dejar constancia del reconocimiento de nuestra Academia hacia su persona como un gran onubense, como un serrano de altísima talla intelectual donde el humanismo derrochado le ha hecho acreedor de importantes premios y reconocimientos. La provincia de Huelva que ha abierto y abre al Atlántico lo más hondo de su ser, tierra que proyectó las figuras y los paisajes de la vieja Europa hasta los más alejados rincones americanos, la que supo ir más allá, necesita encontrarse no solo consigo misma, sino conocer su historia y el mosaico sobre el que se asienta, mirarse en ese espejo tan amplio, que llamamos Cultura, para afanarse mejor en la búsqueda de nuestro común futuro. Con este empeño se constituyó nuestra Academia, y con ese espíritu sigue deleitándonos nuestro querido José María Franco como Académico de Número. Tormenta sobre Higuera de la Sierra. Óleo sobre lienzo 54x66 cms. Año 1989. Colección de D. Manuel Márquez y Dña. Elvira Herrero.
Su obra ha ido en aumento, no dejando de exponer en museos de nuestro país y fuera de él, siendo objeto de estudio y recogida en diferentes antologías. Cuando se inaugura una exposición es como cuando se presenta un libro: se abre las puertas a la imaginación. Tal vez sea deformación profesional pero puedo afirmar, con ruego de disculpas a quien pudiera corresponder, que José María Franco utiliza su gran talento artístico para producir trabajos asombrosamente bellos, que en el caso de los dibujos, al mismo tiempo, hacen las veces de lo que denomino diagramas geométricos. Para él sus dibujos, sus acuarelas, sus óleos, sus grabados, sus pergaminos… representan un vehículo perfecto para formular sus modelos conceptuales que se recrean en cada lienzo como verdaderas joyas de la naturaleza. Pero, en mi modesta opinión, ello no sería posible si
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no tuviera la comprensión científica de las diferentes formas que aparecen en su obra, con las que nos conmueve, y que para un buen análisis se necesita cierta habilidad artística para darles vida. En definitiva, la principal herramienta de José María Franco es su extraordinaria facilidad que Ingreso en la Academia Iberoamericana de la Rábida. en la práctica llega a igualar la rapidez de su visión: la observación y la documentación se funden en un solo acto. Como buen científico y humanista, José María Franco, fundamenta su arte en la observación sistemática. De ahí que su punto de partida sea el ojo humano con ilustraciones en largas series de dibujos y acuarelas que constituyen la base científica de su extraordinaria capacidad artística para comprender y representar las complejidades visuales más sutiles. Al mejor estilo Leonardiano, José María Franco lo deja claro: es la perspectiva unificadora y el hilo integrador que recorre su obra. Surge así, como indicaba con anterioridad, una estructura conceptual coherente con la que tal vez ha intentado e intenta emplear a la hora de reflejarlo en el virgen lienzo, como dijera su amigo y “hermano”, el añorado poeta, y también Académico de Número de la Academia Iberoamericana de la Rábida, Juan Delgado. En febrero de 2008 con motivo de la presentación del libro del gran poeta serrano, Geografía y Amor-Hablan los pueblos de la Sierra de Aracena, José María Franco nos acompañó en tan entrañable acto organizado por la Academia Iberoamericana de la Rábida. En aquella ocasión hice hincapié en el papel tan importante que jugó la radio en su publicación. Juan decía: “Geografía y Amor… - es un libro que surge con la espontaneidad de una conversación improvisada”. Qué duda cabe que los medios de comunicación han pasaCon los compañeros de la Academia Iberoamericana. do la barrera de meros informadores para ejercer un poder mediático sobre los ciudadanos: crean opinión, marcan estilos de vida, imponen modas…Quizá hay que ahondar en esta realidad para intentar potenciar esa función social. Buscar nuevas perspectivas que enriquezcan la comunicación como un bien social al que hay que cuidar es lo que consiguieron Juan Delgado y José Mª Franco con su programa semanal en Radio Sierra de Aracena de la Cadena SER, avalado por la sensibilidad de su Directora. ¡Qué hermosas palabras, GEOGRAFÍA Y AMOR!, conjugadas por Juan Delgado y fielmente pinceladas por José María Franco y que hacen un perfecto maridaje para:
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a) Por un lado, imbricar la tradición paisajística, la tradición espacial, la tradición social, la tradición cronológica, y si se me permite, hasta la tradición ecológica. b) Por otro, el amor que muestran por la Sierra, su Sierra, parece que no estuviese circunscrito al amor humano. Llega mucho más allá. Llega a desarrollar nexos emocionales con otros elementos que parece como si quisiera comunicarnos diferentes perspectivas del amor: perspectiva psicológica, perspectiva histórica y perspectiva Cultural Quiero aprovechar la oportunidad que se me brinda para destacar su magnífico trabajo de ilustración pictórica, en la obra citada ut-supra: ¿…se trata de un solo alma serrana abierCastaños. Óleo sobre lienzo 100x100 cms. Año 1986. Colección de D. Manuel Márquez y Dña. Elvira Herrero. ta en trocitos, abierta en fragmentos que pueden absorberse independientemente pero a la vez de forma complementaria…? (Juan Delgado, Paisajes de la Memoria). La lectura de cada pueblo con pinceles de José María Franco, me ha sabido a Poesía, y como amante de ella quiero romper el tópico que he repetido y seguiré repitiendo, desde el convencimiento: Humanismo y Ciencia dos amores ancianos, a mi juicio, han estado injustamente enfrentados. Puede parecer paradójico, pero son dos ramas del pensamiento que, en realidad, conversan permanentemente, y además en buena armonía a su manera. Su diálogo es un continuo debate entre dos formas escritas de la representación. Para finalizar tomo prestadas, por un instante, las palabras de: José Baena (1983): “…Y los buenos dioses, José María, desde entonces en pleamares de luz, se inundaron de colores por tu mano…” y de Juan Delgado (2008): “…José María Franco, el indiscutible amador de los paisajes serranos, el enamorado pintor de los otoños amarillos, el maestro conocedor de todas las facetas de los pueblos de la sierra, el artista amigo…”. Felicito al Académico José María Franco por su constancia, su inquietud y su deseo de participación activa cultivando un talante de serena confianza en sí mismo reflejada en toda su obra. Sixto Romero Sánchez Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida Profesor de la Universidad de Huelva
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Carboneras. Ă“leo sobre lienzo 97x97 cms. AĂąo 1995. Fondos del autor.
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Por el nacimiento del Odiel. Óleo sobre lienzo 100x100 cms. Año 1996. Colección D. Matías Rodríguez Sánchez, Valverde del Camino.
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A JOSÉ MARÍA FRANCO EXEGETA DE LA LUZ. Los dioses buenos, José María, te eligieron a ti, de entre todos los mortales, en fiel mensajero de los hombres. Ellos consintieron que tú, Atrevido, silencioso, le dijeras como es Toledo sobre el Tajo; cómo se dibuja la blanca ondulación de la ola sobre el profundo silencio del mar atlántico. Querían que tú explicaras a la vida la vida de las cosas, que acercaras la belleza a la inteligencia de la sencillez y de la dicha. ¿Como son los ojos?, te preguntaban curiosos; y el Universo, ¿ cómo es ¿ Y tu pincel iba modelando despacio las suaves formas para nuestro escándalo. Desde entonces, ellos aprendieron a amar a los hombres a través de ti, a conocer por ti, desde entonces, el almendro en Primavera, las paredes blancas de cal, los ojos, malvas, crepúsculos de la Sierra, la cristalina transparencia del río, las altas palmeras agujereando el cielo… Y los buenos dioses, José María, desde entonces en pleamares de luz, se inundaron de colores por tu mano. JOSÉ BAENA Febrero 1983
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Ribera de Montemayor, Sierra de Aracena. Óleo sobre lienzo 100x92 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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EN LA PINTURA DE JOSÉ MARÍA FRANCO ESTÁN SUS VIVENCIAS
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n los cuadros de José María Franco notamos un trasfondo biográfico que nos induce a pensar que, bajo la piel de su pintura, subyace el alma del artista. De ahí que sus retratos, paisajes y motivos, sean el resultado de experiencias, afectos y aconteceres; una ruta ilustrada con dibujos, óleos, acuarelas o gouaches, en la que ha ido narrando lugares y elementos de la naturaleza; tradiciones que marcan la historia y rostros de personas que forman su arco familiar, de amigos y compañeros de viaje. José María Franco aprendió el oficio de pintar en su Huelva natal, y se ha curtido transitando por la vida. Mirando al océano mientras sus aguadas, como recogidas en el limo del principio, le invitases a centrarse en su propio universo: inmenso porque lo intuía desde la atalaya del Conquero, y posteriormente desde la encrucijada de Ayamonte, donde residió algunos años. Con esos miradores, con las mareas que salpican, José María Franco se afirma en el dibujo para ilustrar libros y cuestiones. Y cultivar la pintura utilizando diversas materias para describir instantes e ir trazando un discurso en el que su memoria tiene el verbo de sus trazos y colores.
Bodegón sobre blanco. Óleo sobre lienzo 50x91 cms. Año 1964. Colección D. Ignacio Villa-Zeballos y Dña. Margarita Romero, Sevilla.
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En los tiempos de éste pintor se advierte una obra que inspira música y ecos de la Humanidad en curso. Y uno siente la brisa atlántica y una temperatura física y anímica en la obra de sus paisajes donde el cielo y el mar aparecen como un ‘plus ultra’ tan geográfico como imaginado, en la que la naturaleza es una caja de sorpresa. El pintor, tras una primera etapa en la que ahonda en su labor, se gradúa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla, e inicia tareas Tres generaciones, familia Franco. de profesorado a lo largo de 25 años; un periodo en el que la didáctica y práctica aparecen como las dos caras de su profesión, enriquecida una por la otra: porque convivir con sucesivas generaciones agregan frescura y dinamismo. Y en Sevilla continuó su interés por el agua. Esta vez el agua de sus fuentes, lo que dio lugar a una serie de acuarelas sobre las fuentes de la capital. Desde la Fuente de la Plaza de la Alianza a la del Hospital de los Venerables, con otras como la del Parque o Pila del Pato, serie que fue reproducida en un libro junto con poesías de Manuel de Barrios, José María Mena, Manuel Lauriño y, entre otros, José María Requena. Fuentes antiguas y modernas en la Sevilla monumental, con sus surtidores y grifos, transparencias y espuma, pintadas con maestría por quien conoce la historia que salpica su presente. Es el tema que siguió cuando asentado en Aracena, tras jubilarse como profesor de dibujo, recorre sus manantiales y los de la Sierra, recreando con ellos testimonios del sistema acuífero que mantiene frondosa una comarca donde el mito, con Gárgoris, fue haciéndose historia. Lugares del agua, pero también un costumbrismo desde constantes actuales. Como otra importante serie de acuarelas con el tema de la Semana Santa, obras recogidas en otro libro titulado ‘Lo que vos queráis, Señor. La Pasión de Huelva’, Antología de la lírica religiosa onubense a cargo de Carlos Muñiz Romero, en la que se reproduce una serie de acuarelas con color de devoción, como ‘Amanecer en el Conquero’, ‘Cristo de la Sentencia’, ‘Nuestra Señora de los Ángeles’ o ‘Nuestro Padre Jesús del Prendimiento’, con azules de cielo, de misterio, y violetas de eternidad. Porque en la representación de la Pasión y muerte de Jesús hay fe, hay historia y hay tradiciones que son capítulos que se renuevan.
Con Alberto Germán, Carmelo Guillén y Luis Cabreras.
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José María Franco es un artista de vocación con largo y brillante currículo que ha realizado y lo sigue haciendo, una pintura realizada desde el conocimiento y el compromiso consigo mismo. Una obra donde se recoge visiones e intuiciones a la que agrega un plus personal que la idealiza y
Cabras. Acuarela sobre papel 30x46 cms. Año 2007. Fondos del autor.
vivifica. Ha recreado el alrededor desde su epicentro, rostros de familiares y amigos. Y al señalar amigos recuerdo a uno en común, que ya se nos fue, Enrique Montenegro, quien escribió que ‘la obra de José María Franco, aún manteniéndose dentro de sus principios clásicos, que sigue vulnerando lo suficiente como para dejar bien sentada su autonomía y personalidad, ha dado tan gran salto como para quedar incluido dentro de lo categórico. El concepto de la luz y del color, tan problemático en la pintura actual figurativa, encuentra en nuestro artista un intérprete de excepción. Embebido en el sol de estas latitudes, sus obras centellearán siempre en los blancos inmaculados de las fachadas blancas, contrastando con los azules y violetas de las sombras, al mismo tiempo que disciplinará el color con el realismo de la forma’. El texto de nuestro recordado Enrique Montenegro pone punto final a estas consideraciones. José Pérez Guerra Sánchez Director infoempunto Madrid Puerta del Perdón, Almonaster la Real. Acuarela sobre papel. Colección D. José Pérez-Guerra Sánchez, Madrid.
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Puente de Barrancos, Portugal. Ă“leo sobre lienzo 81x90 cms. AĂąo 2003. Fondos del autor.
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Atardecer en Burgos. Óleo sobre lienzo 100x100 cms. Año 199. Fondos del autor.
SONETO AL PINTOR JOSE MARIA FRANCO Esa dulzura gris que en la mañana arrancando tus ojos van del día para que con letal melancolía prenderla en tu paleta noble y llana, esa luz que en tus ojos, tan lejana, toda la albura tiene y lozanía de la rosa que se abre al medio día déjanos para siempre tan temprana. Déjanos el color de tu imposible, de tu paz en el silencio clausurada, que seas llamarada incontenible corazón de una lluvia enamorada, y pases como llama inextinguible que dé vida y amor sin pedir nada. M. SÁNCHEZ TELLO. 1957 (Dejando el alma entre las cosas, primer poemario publicado)
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Portera. Temple sobre cart贸n 45x53 cms. A帽o 1989. Fondos del autor.
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Tras el descorche. Óleo sobre lienzo 100x116 cms. Año 2000. Colección Museo de Arte Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz, Nerva
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ANTOLOGIA DE VIDA E ARTE MAIOR PELA CULTURA IBÉRICA!
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Memorias (Casa dajunta Autonoma das Estradas). Acuarela sobre papel 52x73 cms. Año 2005. Colección Fundación João Alberto Faria, Arruda dos Vinhos, Portugal.
u, Ibérico – confesso, convicto, militante e optimista! – andaluz pelo coração e onubense de alma, me proclamo fraternalmente solidário com José María Franco, esse genuíno e generoso embaixador da multissecular cultura ibérica, de proximidade e vizinhança, de afectos e emoções partilhados, com tantas e tantas raízes comuns que, desta jangada de pedra como lhe chamou e a trovou José Saramago, com a sua Arte e a sua Sensibilidade, a levou aos quatro cantos do mundo e, cantando a espalhou por toda a parte, com a grandeza de visão e da ambição de Vasco da Gama e de Cristóvão Colombo e o preclaro pensamento e grandíloquo sonho de Cervantes e de Camões.
Eu, Irmão e Amigo de José María Franco, peregrinos, seguros, livres, interdependentes e responsáveis, neste caminho (também de Santiago Apóstolo, nosso Patrono da nossa Ibéria!), que se faz caminhando, também na nossa Basílica de Nossa Senhora dos Mártires, bem no coração do boémio, castiço e cultural Chiado, quando quantas vezes o irmão não é o amigo, mas sempre o amigo é o irmão e o companheiro que se escolhe e a família que se elege e persegue, na doce quimera de sempre aproximar, permanentemente aprofundar e eternamente fundir num desígnio comum de maior e melhor futuro para Todos. Eu, Constantiniano, afectuoso Irmão de Hábito de José María Franco, com ele ajoelho, dobro a cerviz, me persigno e adoro a Santa Cruz a quem exaltamos, na fé e na carinhosa e filial devoção de romeiros e penitentes de uma Semana Santa que só poderá ser a de Sevilha ou a da verdadeira paixão – lo que Vos queráis, Señor – de Huelva, onde ainda mais, se possível seja, nos irmanamos baixo o doce e protector olhar da nossa querida Mãe - Nuestra Señora del Valle -, na nossa Hermandad de los Estudiantes. Eu, bandarilheiro, picador ou mozo de estoques de José María Franco, Maestro de Maestros, sinto-me honrado por pertencer à sua cuadrilla de intermináveis, sabedoras e reflectidas tertúlias, onde a(s) memória(s), a(s) estória(s) e as recordações da mais legítima, antiga e tradicional festa popular ibérica – a Festa de Toros! – nos abrem cons-
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Ponte Dalaje. Acuarela sobre papel 34x26 cms. A帽o 2005. Colecci贸n Fundaci贸n Jo茫o Alberto Faria, Arruda dos Vinhos, Portugal.
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tantemente, com afición, as portas de um passado que possa projectar experiência, esperança e sabedoria pelas janelas que teimamos em abrir sobre um presente de intolerância e um futuro de perplexas incertezas. Eu, académico e companheiro, de José María Franco, na Academia de Letras e Artes, de Portugal, sempre serei o seu defensor na intransigente e inteligente demanda que sempre levanta, como bandeira ética e moral, pela dignificação e engrandecimento da excelência, da transversalidade e da multidisciplinaridade da Cultura Ibérica, aberta, coerente, consistente e autêntico motor do incremento das relações transfronteiriças onde Portugal e Espanha, Espanha e Portugal, sejam mais unidas e, ainda que aparentemente anacrónico, mas verdadeiro (!), mais soberanas. José María Franco, Graças a Deus, é hoje, em plena época doirada da sua criatividade e maturidade artísticas, um consumado e acreditado Humanista com as visões, as cores, Otoño en Arruda dos Vinhos, Portugal. Óleo sobre lienzo 73x60 cms. Año 2003. Fondos del autor. os movimentos, as impressões, as (re)interpretações, os sentimentos, as emoções e uma conspecção plástica e estética muito peculiares. Cidadão do Mundo, tanto quanto se conhece do seu trajecto público e do muito que se pode intuir, do seu permanente, insatisfeito e irrequieto eu interior, bem o podemos encontrar na Serra de Aracena, a pintar os amarelos castanheiros em flor, como o podemos descobrir envolto na mistura de ocres e pastéis outonais, das vinhateiras terras da Arruda dos Vinhos. Na sua mágica e telúrica paleta estão, também, os azuis e os verdes revoltos dos dias de tormenta de um Guadiana que aproxima mais do que afasta. Como nos seus quadros, que nos encantam e nos tocam, estão o “nazareno y oro” das Irmandades de Semana Santa e dos toureiros que, da Real Maestranza de Sevilha, fazem catedral do toureio redondo em faenas de ‘pellizco de arte’. É a circunstância do seu iberismo convicto, é a condição de andaluz assumido e bem resolvido, de ser sem medos ou tibiezas, produto desse triângulo místico e de fantasia entre Sevilha, Aracena e Ayamonte, cujo coração repousa na quente Huelva dos nossos maiores. É, também, a prova da grandeza de José María Franco, da sua superior cidadania social e cultural, comprometida e esbanjada em dádiva magnânima e, porque não dizê-lo, da sua coerente e consistente universalidade! Um pouco à imagem e semelhança da arte em prosa, sentida e exaltada, de Rogelio Buendía, o percursor da poesia espanhola do século XX, quando na sua “Lusitania - Viaje por un país romântico”, sig-
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nificativamente dedicada “a los buenos patriotas que en Portugal y en España sientem el hermoso ideal del iberismo”, afirma: “- nuestro sueño…los hombres de España irían a Portugal a conocerla y a amarla. Y los nietos de los Lusitanos vendrían a España para comprendernos y amarnos también!”. Mestre de Cores, Mestre de Luz…mas, muito mais ainda, Mestre de Vida, José María Franco é um Filósofo, um contertuliano na arte de bem viver, estar, fazer e ser, com a simplicidade dos eleitos, mas com enormes paixões…desde logo pela terra que o viu nascer, Huelva e Andaluzia! En el bautizo de su ahijada María Do Carmo, Arruda dos Vinhos.
Essa Andaluzia, cantada pelo idealismo, quase romântico e épico, de Blas Infante no grito vibrante de “Andalucía por Sí, para Ibéria y la Humanidad”. Essa Andaluzia, tornada sentimento e genuinidade, nas generosas palavras do intelectual da verdade José Luís Ortiz de Lanzagorta, que tão bem soube contar a vida e obra de Blas Infante, irmanando autor e biografado, num único sonho de mais e melhor futuro para essa bendita terra da bandeira verde e branca.
Sonhador, José María Franco é, também, um Homem que Ama Portugal e acredita numa Ibéria culturalmente nossa e sem fronteiras, que fomente e potencie a Amizade e a Fraternidade entre os Povos! Como a sonharam outros antes de nós e outros, depois de nós, a conseguirão definitivamente levar por diante e concretizar… oxalá!
Inauguración de la exposición en el Museo del Agua de Lisboa. Autoridades españolas y portuguesas y el comisario de la muestra D. Vitor Escudero.
Muito a propósito desta extraordinária, impressionante e magna exposição antológica – vida, obra, trajectória, coração e alma de José María Franco – que, em boa hora, a Universidade de Huelva entendeu e bem (nunca é de mais sublinhar!), preparar, acarinhar e apresentar, importa homenagear o autor, a quem é Instante de la inauguración en el Museo del Agua de Lisboa. justo, devido e merecido brindar pelo permanente esforço de superação, pelo empenho na excelência, pala dedicação a temas de profunda raiz popular e tradicional, pela criatividade e inovação e pela infinita capacidade de captar com modernidade a evolução do mundo, sem perder de vista o clássico e o essencial, numa perfeita simbiose e bem matizada ponte cultural que nunca esqueceu a necessária e natural ponte cultural que importa estabelecer entre ambos os Povos desta peninsular piel de toro ao sol da Ibéria.
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Parroquia de Arruda dos Vinhos. Acuarela sobre papel 34x26 cms. Año 2005. Colección Fundación João Alberto Faria, Arruda dos Vinhos, Portugal.
José María en Arruda dos Vinhos.
Filósofo e poeta, artista plástico, Mestre da luz e da cor, farol cintilante e sensível de ideias e desígnios, condutor de observações cuidadas e reflectidas, sempre com saudades do futuro, como diria e o definiria o grande poeta Fernando Pessoa, José María Franco, é agora uma âncora criativa e imaginativa, alicerçada e construída, entre um passado de arte envolto em pergaminhos que são memória e saudade; um presente contemplativo e vibrante que transborda pelos poros da sensibilidade; e, um futuro que se vai consubstanciando no bronze de três gerações de sonhado apelido artístico. José María Franco, destinatário desta consagração, muito justa e merecidamente já devida…é Arte pela Arte! Aqui fica a minha vénia e a dos seus admiradores portugueses que, como eu, nele se revêem e se projectam com carinho e amor! Na e pela… Cultura Ibérica!. Vítor Escudero Academia Nacional de Belas Artes La Nora esquecida. Acuarela sobre papel 40x32 cms. Año 2005. Colección Fundación João Alberto Faria, Arruda dos Vinhos, Portugal.
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Garganta del Río Lobo, desde tierras de Burgos. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 2004. Fondos del autor.
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San Pedro de Arlanza, Burgos. Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 2003. Colección Cajasur, Córdoba.
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SONHOS IBÉRICOS A José María Pintaste-a multicolor Como quem agarra sonhos E memórias e histórias da infancia. É esse teu ver penetrante, Quase transparente, certamen inspirador, Que nos agarra ao agora, ao aquí, Ao perto e ao infinito íntimo, Transportando-nos, ao mesmo tempo, Para lugares suspensos, alegóricos, ritualizados… Onde a alma, servindo-se da voz feita cor, Fala numa linguagem alta, sublime e intensa, Tao alta como a luz Que ilustra os nossos gestos eternos, Perfumada com o ligeiro sorriso De quem traz consigo A paixao do mundo E a tempestade da criaÇao. JORGE DA CUNHA Febrero 2007
Ribera en otoño. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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APUNTES PARA UNA POSIBLE BIOGRAFÍA
C
onocí a José María Franco en un lugar al que llaman La Fuente del Loro, a dos pasos del cruce de Almonaster, en Santa Ana. Antes habíamos tomado copas alguna que otra vez e incluso habíamos mantenido una entrevista en su estudio de Aracena donde, entre otras cosas, me dejó una honda impresión sus conocimientos de taller. En la mencionada entrevista hablamos, no se me olvida, de su maestro Pedro Gómez, pero sobre todo de cocina: pigmentos, telas, fijadores y todos esos pequeños e imprescindibles cofrades alquímicos de la pintura, nos tuvieron enredados durante horas. Los conocimientos de José María en este campo parecieron apabullantes al pobre chico que aquel día se acercó por su taller, pero él, haciendo uso de su proverbial llaneza, los atribuía a los años pasados junto a su maestro Pedro Gómez, quien le había legado, además, su íntima, radical relación con la luz.
Pero yo tuve cabal conocimiento de José María Franco años más tarde, en La Fuente del Loro. El día en que me describió una sombra. Me percaté entonces que el verdadero pintor no es el Las alberquillas, Valdelarco. Acuarela sobre papel. Año 2003. Exposición permanente Sala Teatro Sierra de Aracena. que se agota en un lienzo, el que se adscribe a una fórmula, como el funambulista al alambre, sino el que puede describir una sombra. Entendí aquella tarde que el arte y el funambulismo son cosas bien diferentes, aunque a ambos los una la posibilidad de romperse la cabeza. El buen pintor es, desde aquel día, aquél que es capaz de describir una sombra. El que posee el don de introducir en una sencilla sombra el berbiquí de la perplejidad, la incertidumbre que hace mucho más sombra a la sombra. Porque el verdadero pintor, el imprescindible, no es tanto el que mancha un cuadro, sino quien lo ve, quien lo hace habitable. Cualquier muchacho habilidoso con un par de años de bellas artes puede tener el suficiente oficio como para acabar una razonablemente tela, la habilidad social para venderla en una bonita galería o aparecer en la página impar de cualquier semanario cultural, pero nada de esto vale si no hay encarnadura, si no sabemos
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que la obra está carnal, íntimamente habitada. Lo otro, ya digo, es oficio y habilidad social, un oficio y una habilidad necesarios sin lugar a dudas para campar por estos piélagos de la valoración social. Comprendí también aquella tarde, mientras José María describía su sombra velada entre los alcornoques, que sólo quien es capaz de describir una sombra, tiene trato carnal con la Con Paco Herrera en Toledo, 1964. luz. Y éste es, por decirlo en pocas palabras, el mérito contraído por la obra de José María Franco: un trato carnal, cordial con la luz. Carnal por cuanto descubrimos en nosotros su presencia transitiva. Cordial porque José María Franco parece hablarnos desde sus telas con una voz muy baja, como quien espera que algo suceda en el espacio que él propone. En fin, seguramente mencionaré muchas cosas pero me quedo con aquella tarde en la Fuente del Loro, cuando José María Franco, en una de sus iluminaciones, describía una sombra. Perteneciente a una saga de preeminentes artistas (su padre, Domingo, fue un reconocido pergaminista y su hijo, Alberto Germán, se ha consolidado como un escultor de prestigio), José María Franco nació en Huelva (1936), entonces ciudad popular y marinera. De niño recorrió las calles y los esteros y se bañó en la párvula luz de una ciudad aún rota por la Guerra Civil, pero en la que un niño inquieto y observador podía encontrarse fácilmente con la naturaleza. En su temprana adolescencia fue discípulo del paisajista Pedro Gómez, en cuyo taller se empapó de un profundo conocimiento pictórico y de la pasión por el paisaje y la luz. Pedro Gómez se convertirá en su gran maestro, no sólo exponiendo ante él su prodigioso dominio de las variadas técnicas pictóricas, sino preparando sus ojos para la luz, enseñándolo a ver, a mirar, a observar la naturaleza. Para José María Franco aquellas subidas al Conquero, aquellos paseos por la ría y por los alrededores de la ciudad junto Pintando ewl Santuario de la Cinta, 1963. al maestro, cargado de caballetes y carpetas, serán su verdadera universidad. Es allí, observando al maestro y contemplando los cambiantes paisajes que rodean a la capital onubense, es donde se hace pintor, allí donde se gesta su sensibilidad cromática y su amor por la pintura. Allí es donde aprende a ver. Será más tarde, con ocasión de su primera exposición en Madrid, cuando entre en relación personal y artística con el genial pintor Daniel Vázquez Díaz, quien tendrá una
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Fuente de las abluciones, Almonaster la Real. Acuarela sobre papel. Año 2003. Exposición permanente Sala Teatro Sierra de Aracena.
notable importancia en su formación pictórica. Rasgos del pintor de Nerva en JMF podremos encontrarlos en la sobriedad de su dibujo, en su gusto por la línea o en su equilibrio cromático. Perteneciente al Grupo Santafé, nacido en 1962 al hilo de una renovación estética que ya comienza a cundir en la dictadura y que toma el nombre de una tasca del céntrico Paseo Santafé de la capital onubense en la que se reunían los artistas emergentes de la ciudad estuaria, José María Franco entabla amistad con los jóvenes e inquietos artistas que en ese momento se abrían paso en Huelva. La del Santafé es una tertulia pluridisciplinar, donde se dan cita jóvenes de distinta laya, pero en la que la curiosidad intelectual y artística, así como la necesidad de superar las estrecheces de un mundo provinciano y obsoleto se convertirán rápidamente en sus estandartes. Plásticos como Paco Pérez, Manolo Crespo, José María Franco o Juan Manuel Seisdedos, periodistas como Jesús Hermida o Víctor Márquez Reviriego, poetas como Antonio de Salas Dabrio o José Ma-
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nuel de Lara, narradores como Manuel Garrido Palacios, Ricardo Bada o Manuel Pizán, músicos como José Mora Romero o dramaturgos como José Luis Gómez, formarán el núcleo de la tertulia a la que se sumarán otros jóvenes inquietos y con hambre de cambios, mientras degustan unos tollos con tomate o unas habas enzapatadas y miran de reojo la puerta del negocio no vaya a entrar algún poli de la cercana comisaría. La impronta que la citada tertulia tendrá en José María es evidente. Allí encontrará no sólo el estímulo que todo joven artista necesita, sino también el interés por otras facetas del arte, como ha sido la palabra escrita, que sin duda abrirán su espectro creativo y vital. En los años sesenta, tal vez en el propio Santafé, por donde aparece de cuando en cuando, conoce al poeta Jesús Arcensio (Galaroza, 1911-Sevilla 1992), quien será de indudable importancia en la formación del joven pintor. Con Arcensio, como antes con Pedro Gómez, recorrerá los bares últimos de la capital y se impregnará de todo ese mundo interior que rodea a este singular poeta. Será precisamente José María Franco quien logre convencer al poeta de la publicación de su primer libro, Treinta sonetos, del que también será su ilustrador. José María en el Santuario de la Cinta.
Pero será el conocimiento de Gustavo Bacarisas y sus paseos primeros por la sierra onubense lo que afianzarán a José María Franco en la pasión por el paisaje, del que se ha convertido en uno de sus más respetados cultivadores. Con un Bacarisas ya anciano, el joven aprendiz de pintor recorrerá la Sierra, haciendo cada vez más suyo un paisaje que una vez descubierto en su hermoso temblor, ya nunca lo abandonará. El cromatismo y los volúmenes serranos darán carácter a una paleta ya de por sí instruida en el preciso anclaje de la luz y del color. La Sierra se convertirá para Franco en el gran desafío a su sensibilidad, a la vez que un escenario íntimo, recorrido una y mil veces, que nunca le deja indiferente. Los otoños serranos con sus sublimes dorados, la arquitectura popular, que parece concebida para responder a una naturaleza serena -y aun feraz- y cambiante, y esa consecuente dimensión humana que ofrece un paisaje construido por el hombre, han servido a José María Franco no sólo para identificarse con un paisaje concreto, sino para mejor interiorizar en sí mismo.
Si el descubrimiento de la Sierra será capital en la formación como pintor de JMF, el hallazgo de Ayamonte no le vendrá a la zaga. La ciudad del Guadiana consolidará su interés por la luz y lo hará crecer como pintor. Esa luz tan especial de la que tanto oyera hablar a su maestro Pedro Gómez viene a su encuentro, como pintor que frisa su madurez artística, en la ciudad fronteriza. Aquellos concepCon Paco Herrera dibujando en Toledo. tos abstractos que oyera de su maestro y que tal vez él retuviera sin entender del todo, se ven liberados al fin en Ayamonte, donde la concepción de la obra artística crecerá de manera apreciable. Como Sorolla, a quien él trata de emular en la búsqueda de esa luz ayamontina, se empapa incansablemente de una realidad lumínica
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que parece bastarse a sí misma. Estando todavía en la ciudad del Guadiana, cursa como alumno libre estudios de Bellas Artes en Sevilla, para, de inmediato, ejercer la docencia, que no abandonará hasta su jubilación, en 2001. Tras su etapa ayamontina, José María Franco trabajó como profesor de dibujo en el Instituto Vicente Aleixandre. En su largo periplo sevillano contacta con plásticos, escritores, poetas y músicos de la ciudad con los que abraza proyectos de carácter ecléctico y de diálogo entre las artes. Uno de estos personajes será el polígrafo José Luís Ortiz de Lanzagorta, con el que se embarca en numerosos y a veces disparatados proyectos. Sin la figura de Lanzagorta, frecuentemente reivindicada por JMF, sería difícil concebir la cultura del tardofranquismo y la Cáceres. Guache sobre cartón 47x56 cms. Año 1980. Fondos del autor. “transición” hispalense. Otra presencia notable en estos años sevillanos será el poeta Carmelo Guillén Acosta, con quien JMF recorrerá los caminos del Aljarafe sevillano. En realidad, la época sevillana se corresponde con la madurez creativa y personal de JM Franco. La sensibilidad cimentada con interioridad se robustece conceptualmente al contacto de la efervescencia sevillana de la transición. Durante estos años trabaja en su serie de acuarelas Las fuentes de Sevilla, donde el pintor trata de poner el acento sobre uno de los elementos más característicos y sin embargo desconocidos de una ciudad que realmente late en sus fuentes. Con esta primera serie acuarelística arranca un ciclo de proyectos en torno al agua y a la tradición arquitectónica, al que seguirán Los sitios del agua, una serie de acuarelas que tiene como protagonista las fuentes serranas, o Certas cosas nos surpreenden, un libro que acaricia la arquitectura popular de Arruda dos Vinhos en Portugal. Digamos que durante el período sevillano la pintura de José María Franco se va volcando sobre los paisajes que le son naturales de la Sierra de Aracena, lugar de sus ancestros. Desde su jubilación, en 2001, reside en Aracena. La ciudad serrana y su entorno marcan el destino pictórico de José María Franco. Entre el pintor y su paisaje se establece un diálogo único, basado no sólo en aspectos contemplativos, sino identitarios. José María se sabe parte de ese paisaje y de esa tradición popular a la que él jamás se cansa de prestarle voz. Esta inequívoca relación y este compromiso vital serán algunos de los rasgos de su pintura. Pocos artistas se han asomado a esta tierra feraz y a la vez serena con tanto apego y prodigalidad. Entre las obras que más interés han suscitado y suscitan de su trayectoria acaso estén sus series de acuarelas. Yo tuve la ocasión de trabajar con él en Los sitios del agua, que acoge una serie de 29 piezas, donde el pintor vuelca todo su compromiso con la arquitectura tradicional del agua. Su relación con el agua le viene de antiguo. Hace años, traté de describir esta relación en el prólogo a una de sus innumerables exposiciones: “Lo primero
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En su estudio de Aracena.
que pintó en su Huelva natal fueron las aguas quietas y últimas de su ría. Allí, desde los cabezos onubenses, donde acaso siglos antes se doctoraran en nostalgias los tartesios y algo más tarde sucumbieran los árabes a su concentrada y perpleja belleza, no mucho después de que Cernuda, cantara la belleza de algún furtivo muchacho y a Arcensio, nuestro gran poeta olvidado, le diera por humanizar la noche con sus versos, contemplaba y aprendía JMF los esteros, las aguas remansadas, tornasoladas de una luz limpísima, apenas distraído por el vuelo armonioso de las garzas y el verde frugal de los enebros. Más tarde, en su Ayamonte del ama, donde la luz es como lluvia, José María ahondó sin saberlo en ese vínculo con el agua huidera, en esa razón misteriosa que hacen del agua, de la luz y del fuego, tan entregados al fluir y a lo cambiante, tan imbricados en el atanor del tiempo, el símbolo de lo eterno. Fuego, luz y agua han sido, son, algunas de las referencias vitales de este pintor que ha hecho del paisaje y de lo cambiante su propio alimento. En José María el agua es tiempo y es hombre. Es actitud y es vida. José María le canta a las fuentes, a las humildes y a las peripuestas, a las de un lado de la raya y a las del otro, a las que parecen olvidadas de la mano de dios, expuestas a la ruina y a las artimañas del tiempo, y a las que, orgullosas y ufanas, posan junto al palacio o la muralla; José María le canta a la ensimismada fuente de las abluciones, donde parecen platicar Dios y el mundo, pero le canta también a la fuente en la que abrevan los animales, a la fuente donde el trabajo se purifica y donde el amor busca su consagración. Fuentes de Sevilla, seductoras, enamoradizas, machadianas y cernudianas fuentes, donde palpita el Con Griselda, Manolo Moya y Pedro Rodríguez Pacheco. gorrión y madura el limonero, ahítas de azahar y
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de guitarras. Fuentes de La Sierra, laboriosas, desprendidas, enjutas, pobretonas, a vueltas con el orín de los caminos y el aguijón de las zarzas, fuentes donde aún zurea la tórtola y se esconde el liz de las fábulas y es humo la libélula. Fuentes portuguesas, manuelinas, que añoran el vino y as descobertas, fuentes voladas y revoladas de gaviotas y saudades, que parecen llegar de un largo, larguísimo viaje”. Tal vez debido a su fuerte relación con la frontera portuguesa -Piedras Albas primero o Ayamonte más tarde- o tal vez por su identidad con una tierra que es de por sí fronteriza en tantos aspectos, en la obra de JMF existe un profundo sentido iberista, siguiendo la estela del poeta onubense Rogelio Buendía, el pensador Unamuno o Blas Infante, padre de la patria andaluza. La estrecha relación mantenida con la Fundación Joao Faria, ha servido sin duda para profundizar en este aspecto, que ha sido vital durante los últimos años del pintor. Portugal ha significado para JMF, una profundísima revelación, una de las más grandes de su vida. CiertamenEl mayorazgo, Galaroza. Óleo sobre lienzo 60x54 cms. te no se ha acercado a esta tierra con la vehemencia del Año 1992. Fondos del autor. muchacho que necesita descubrir su mundo, sino como el artista maduro que ofrece su bagaje al nuevo mundo que se le presenta ante la vista. Desde 1956 ha expuesto con regularidad tanto en España como en el extranjero y su obra se cuelga en prestigiosos museos y colecciones particulares como el Museo BB AA de Huelva, el Trinity College de Leeds, Casa Museo JRJ de Moguer, Fundación Blas Infante, Universidad Hispalense, Universidad de Huelva, M.A.C Vázquez Díaz, Fundaçao Joao Alberto Faria (Portugal)... Figura en importantes publicaciones pictóricas y literarias como ilustrador: Escritos sobre Juan Goytisolo (IEA Almería), José Mª Izquierdo, 1886-1922, Lievas, Sepancuántos (junto al narrador Manuel Garrido Palacios)... así como los libros de acuarelas: Las Fuentes de Sevilla (Sevilla, 1992), obra que mereciera un galardón por parte del Ministerio de Cultura en 1992, y Sitios del agua (Aracena, 2001), en colaboración con el poeta Manuel Moya, o Certas coisas nos surpreendem (para la Fundación J. A. Faria de Arruda dos Vinhos, 2006). De naturaleza inquieta y gran conocedor de las técnicas pictóricas, ha cultivado disciplinas tan dispares y enriquecedoras como el cartelismo, el grabado, el pergamino o la pintura mural, como la ejecutada no tan lejanamente en la bóveda del Santuario Virgen de la Cinta, en Huelva. Figura en numerosos estudios y antologías de la pintura española conCruz de las Pizarrillas, Galaroza. Óleo sobre lienzo. Año 1990. Paradero desconocido. temporánea como Acuarelistas de
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Hermandad de los Estudiantes, Huelva. Acuarela sobre papel 29,5x38 cms. A単o 1998. Fondos del autor.
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Andalucía (Cajasur, Córdoba, 1991), La vida cotidiana en la pintura andaluza (Ed. Focus, 1992), de Luis Quesada, La acuarela hoy; Andalucía, Cataluña y Euskadi (Ed. Museo de la Acuarela, Llançá, 1994), Diccionario de escultores y pintores españoles. Siglo XX (Ed. Forum Artis, Madrid, 2000), de Mario Antolín Paz, La pintura onubense en el siglo XX, de Jesús Velasco Nevado (Dip. Prov. Huelva, 2000), Diccionario de artistas onubenses de Enrique Montenegro (Huelva, 2003), Quién y por qué. Anales de las artes plásticas del siglo XXI (Madrid, 2001)... Miembro Fundador y de Honor de la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía, en su obra existe una inequívoca visión integradora de las artes. Hasta aquí un somero repaso en los datos biográficos de José María Franco, pero existe un aspecto en José María Franco no suficientemente divulgado, que es el de su vitalidad sin límites. Mientras caminábamos por La Sierra en busca de fuentes para el libro conjunto Los sitios del agua, tuve la oportunidad de tratarlo con mayor profunMolino de Crispín, Castañuelo. Óleo sobre lienzo 81x77 cms. Año 2003. Colección Córdoba. didad. Digamos que su cabeza nunca paraba de buscar nuevas coartadas para la emoción, mil y un proyectos que nacía de su magín como el culantrillo en los pozos. De hecho, en numerosas ocasiones me sentía en la obligación de frenar su enardecida imaginación, porque sus pies (¿sus sueños?) no paraban de emboscarse por desconocidos caminos, inexploradas sensibilidades y nuevas coartadas de viaje. Cuando no era un proyecto sobre el fado o la tauromaquia, era un trabajo sobre la piedra o sobre la arquitectura popular. Lo bueno era que apenas vislumbraba alguno de estos proyectos, comenzaba a buscar la más idónea compañía. Pintar para él siempre fue sinónimo de compartir, pero también de viaje hacia lo desconocido. En el fondo, pensaba yo, JMF tiene alma de explorador portugués del XV. ¿Será por esto que su relación con el imaginario luso es tan, como diríamos, natural? Vida y obra en él se imbrican de tal forma que la una es inconcebible sin la otra. Caminar junto a él significaba explorar no sólo un territorio, sino unas pulsiones que entraban en erupción ante el zurear de los pájaros o el eterno temblor de los chopos. El camino, por decirlo de alguna manera, lo hacía fluir hacia sí mismo y al caminar a su lado uno tenía la impresión de estar asistiendo al nacimiento mismo de la obra. Las fuentes fueron la coartada del camino, pero por una extraña paradoja de la vida, para él el camino era la paradoja de sus fuentes. Caminar y soñar en voz alta, bajo la sombra de los castaños, ante las talliscas, sentados junto a la humilde alberca, pasando ante las porteras, contemplando un horizonte entrecortado de ramas y de sombras: en eso él encontraba su inspiración que es tanto como decir su vitalidad. En la leve conversación, en el dibujo plástico de una tarde de primavera, José María, parecía renacer de sí mismo, brotar como brotaban los castaños y lanzarse a cualquier aventura. Y así fui sabiendo que a José María no le gusta caminar a solas, sino en buena compañía, que él encuentra en el paisaje y en la amistad. Manuel Moya Escritor y poeta
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CONTIGUITO HASTA QUE MUERA DECIMILLAS de ocasión para el pintor JOSÉ MARÍA FRANCO. Para la pintura el óleo, Para perspectiva el cielo, Para sentirse de vuelo Ni la nube ni el petróleo, Que básteme a mano el óleo De la amistad verdadera Como terrenal esfera De la más viva alegría; Por eso, José María, Contiguito hasta que muera. Contigüito hasta que muera, y para color el tuyo, quiero decir el barullo de tu vida en ventolera, porque sé bien que a tu vera tu palabra es buen paisaje acaso porque el lenguaje que usas muestra el sabor del que ofrece en mirador su alma por balconaje. Y ya que sé que soy blanco de las huebras de tu luz, sírvame pues de arcaduz sumirme en el dulce flanco del sentimiento más franco con que llega, aventurera, tu pintura, pregonera de la inmortal serranía, que quiero ser su vigía contiguito hasta que muera. CARMELO GUILLEN ACOSTA Director de Adonais.
Castaños. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 1997. Colección D. Ramón Rodríguez y Dña. Elena Angelina, Huelva.
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Finaliza el otoño. Óleo sobre lienzo 60x73 cms. Año 2006. Fondos del autor.
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Hinojales. Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 2012. Fondos del autor.
A JOSE MARIA FRANCO Pleno pincel, grave el vuelo, desentumece y desbroza misterios de Galaroza y cales de Castañuelo ¿En que gloria o tal vez suelo Serrano, José María, nace esa melancolía con que averiguas y nombras lo añejo de sabias sombras desde las claras del día? CARLOS MUÑIZ ROMERO Febrero 1983
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Antología de Interpretaciones Críticas
María de la Luz. Dibujo a tres lápices sobre papel 60x40 cms. Año 1977. Fondos del autor.
...José María Franco tiene un fuerte temperamento de pintor. Singularmente sus paisajes acusan una gran robustez de dibujo y un sentido del equilibrio de la composición nada vulgares. El color está manejado sobriamente, obteniendo muy finas cualidades cuando toma como motivo las blancas fachadas de los pueblos de la provincia de Huelva… Diario DIGAME MADRID. 5/12/1962 Federico Galindo
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San Francisco, Cáceres. Flomaster sobre papel 30x40 cms. Año 1980. Fondos del autor.
…José María Franco, vibra, así mismo, en ese entusiasmo de la luz de Huelva, la de los grandes planos, la de los altos cielos, la de la inmensidad del Atlántico que llega hasta América por los milagros de los sueños de un loco genial. Como una aurora que se levanta en la noche oscura, José María apunta su personalidad. Sus calles de Aracena notable dicen cómo es la forma de su pensamiento y de su corazón y su deseo de vestir de blanco las cosas con la luz de Dios, llena de pureza y de verdad. Porque José María Franco pinta de frente a una verdad que le acaricia el alma, con su lenguaje actual, con la inquietud juvenil de ahora, pero sin perder de vista la otra verdad inconmovible del padre.
Muchas veces he dicho que la salvación del arte está en provincias. Los artistas que, como Domingo y José María Franco llegan a Madrid o hacen con esa lealtad y pureza que produce el silencio la soledad creadora, el pensamiento en comunión con Dios, lejos del teatro, de la farsa, de la insinceridad del oportunismo, de la envidia, de la publicidad, del mercantilismo, de los siete pecados capitales que azotan sin piedad al noble arte de España. Diario MADRID. 5/1/1963 José Prado López Crítico de Arte, Secretario perpetuo de La Asociación Nacional de Pintores y Escultores
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Corral de Los Marines. Aguafuerte. Año 1985. Fondos del autor.
Entrevista con Domingo y José María Franco, con Vázquez Díaz de testigo Cuando sale Daniel Vázquez Díaz de la sala Toisón se fija en un cuadro y dice:
Son dos exposiciones diferentes. El padre, cincuenta y seis años, 22 pergaminos, “arte olvidado por nuestros pintores”, y el hijo 26 óleos, en su mayoría paisajes. Figura también un retrato y varios bodegones... He querido preguntar al maestro a qué esta asiduidad.
- Es un cuadro de gran armonía y de gran luz, dentro de una atmósfera de grises –hace un gesto con las manos y añade algo más de lo que dicen sus palabras- muy ordenado. El cuadro, según se sale a la derecha, lleva el título de “Planos (Toledo)”, es una vista de Toledo, en la que no se ve la luz tan descarnada como en otros de José María Franco, que conjuntamente con su padre, Domingo Franco, expone en la sala Toisón.
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-¿Por qué, Don Daniel? - Porque son paisanos y por las condiciones de pintor de José María, que ha mejorado muchísimo con respecto al año pasado. Domingo es un gran amigo mío. Arriba Madrid. 27/11/1963 Octavio Roncero
Castaños en invierno. Óleo sobre tablex 21x30 cms. Año 1963. Fondos del autor.
En la sala Toison, segunda exhibición de padre e…. hijo, Domingo y José María Franco; uno con sus extraordinarios pergaminos y el otro, con su amplia visión juvenil del paisaje andaluz, lleno de luz y color, en trance de auténtica alegría… …José María nos trae la visión actual de la pintura, dentro de conceptos amplios de una estética que concibe la vida y sus bellezas como un grito de esperanza en la luz de Andalucía. La mayor parte de los cuadros de José María Franco son paisajes urbanos o de campo de ese pueblo de Aracena, que ha pasado a la historia. Como una de las manifestaciones más expresivas de la luminosidad y esplendor de los cielos meridionales.
José María Franco, encerrado en su Huelva famosa e histórica, nos trae su mensaje de blancura inmaculada y sombras luminosas que todos los andaluces llevamos dentro. Superado en avance de caminos descotados para su ambición mocera, José María Franco reitera su pasado triunfo en Madrid, en trance de exigir un puesto entre los jóvenes pintores de hoy, que son directriz de simplificaciones sabias y representan la cordura, el sentimiento y la esperanza de esta generación de sensatez entrañable. Diario MADRID. 2/12/1963 José Prado López Crítico de Arte, Secretario perpetuo de La Asociación Nacional de Pintores y Escultores
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...José María Franco, joven pintor que en su exposición del pasado año ya apuntaba buenos logros, en esta nueva salida a la capital de España deja constancia de una mayor madurez. Hay más unidad en el conjunto de sus obras que alcanzan sus mejores momentos al interpretar las bellas calles de los pueblos de Huelva. Su color es siempre apacible. Hay un gran sosiego en toda la obra de este buen pintor... Diario DIGAME MADRID. 10/12/1963 Federico Galindo
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Aguada sobre papel. Año 1986. Fundación Blas Infante, Sevilla.
Un onubense en Sevilla debería de estar como en su casa. Más aún si es pintor y en su pintura se quedan prisionero los paisajes de oro, con el agua y la brisa de las cresterías y peñas de Aracena, Alajar, Galaroza y un largo etcétera hasta la raya de Portugal. José María Franco es un pintor de Huelva, melancólico y solitario, equilibrado y robusto, que inauguró hace unos días en la galería Alvaro su primera individual sevillana, con esa sinceridad creadora que nada tiene que ver con las publicidades y oportunismos, tan frecuentes en los mercados del arte. Luego, como es habitual, se hablará del artista, según los medios y los círculos, la trama pública de las complicadas relaciones o el zascandileo consi-
guiente de comentaristas, críticos amigos y enemigos, apreciadores y despreciadores. El pintor, sin embargo, se refugia en los confines del antiguo Reino de Sevilla, quedándose voluntariamente prisionero del lienzo, como dicen también que se quedara en una ermita de aquel paisaje hondo y sabio Arias Montano, huyendo del barullo de la Corte y de los cortesanos y de los zarpazos inquisitoriales de la envidia hispalense… El Correo de Andalucia. 27/03/1985 José Luís Ortiz de Lanzagorta Escritor, poeta y Humanista
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Jseús María. Óleo sobre lienzo 73x87 cms. Año 1988. Colección D. Manuel Márquez y Dña. Elvira Herrero, Tomares.
El paisaje, que se fue desprendiendo progresivamente de los grandes lienzos del Renacimiento y del Barroco, que avanza hasta el Romanticismo donde será tema que todo lo recubre, nos llega a la obra de José María Franco, uno de los pintores más universales en cuanto a la difusión plástica de nuestro suelo, para ser el tema fundamental y predominante que defina su pintura. Un paisaje en la obra de este autor onubense, que se registra bajo las tonalidades del realismo figurativo e impresionista. Decimos realismo, ya que sus formas se adscriben a esa representación que a través del color se manifiesta. Del mismo modo, impresionista, ya que será la luz la determinante de su pintura. Indivisible es la una de la otra, al igual que las manchas de color de los volúmenes, la forma del fondo de sus temas.
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El paisaje se funde en la perspectiva de las calles estrechas, en las laderas que bajan desde la sierra, en la presencia del hombre y de su medio geográfico, en la cal, en los balcones, en los encuadres y contornos que van desde la más mínima pormenorización de los motivos o del instante, para adueñarse totalmente de la superficie del cuadro. Una luz, por otra parte, que describe lo atlántico, esto es, una cierta tonalidad característica que la hace distinta y la convierte en metálica, según la hora del día o la estación del año. Esta luz azul/violeta que se plasma en las fachadas de José María Franco, solo puede estar referida al concepto onubense. Huelva, ciudad de la luz, aposenta en la retina una manera diferente de entender el arte... El Correo de Andalucia. 10/04/1985 Teresa Lafita Dra. en Historia del Arte - Crítica
La Encarnación, Sevilla. Acuarela sobre papel. Año 1991. Colección permanente Teatro Sierra de Aracena.
...Lo curioso y a la vez, valioso es que José María franco ha llevado al papel, en preciosas acuarelas, las fuentes más características de Sevilla, hermoseándolas, recreándolas con luces y colores, en sinfonías de chorros cristalinos, cuyas siluetas “respiran un compás de alegrías, archivan en su pentagrama de aguas aquella canción que una tarde se hizo melodía de amores imposibles”. (El subrayado de un tocayo, el poeta Aurelio Verde). José María ha escuchado las fuentes, se ha enamorado -como de todo lo que hace- se ha embelesado con ellas, les ha sacado su esencia y en cada vibración, cada trazo, ha dejado su impronta de artista... Diario Huelva Información. 27/10/1985 Aurelio de Vega
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...su pintura se caracteriza por una manifiesta concreción de las formas y dominio del color. José María Franco es una persona sensibilizada con la realidad y se deja llevar por la emoción de los pueblos y las ciudades por donde pasa. Es amante de de los viajes, y siempre que puede aprovecha para conocer un lugar nuevo, que luego traslada al lienzo porque siente la necesidad de comunicar lo que ha visto. Las acuarelas que se pueden contemplar en esta exposición muestran un conjunto de escenas en las que todas tienen en común un elemento, el agua. Desde la mítica Venecia, con el oscuro encanto de sus canales, hasta las fuentes de las calles de Sevilla, en todas las imágenes hay agua. El azul se confunde con los rosas, verdes y violetas de las casas del entorno y el paisaje que rodea a fuentes y canales… Diario de Jerez. 21/12/1988 Esther Laso Viejo Palacio, Venecia. Acuarela sobre papel 50x30 cms. Año 2006. Fondos del autor.
José María y su esposa María de la Luz en Venecia.
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Fuente del Castaño del Robledo. Acuarela sobre papel. Año 1998. Colección permanente Teatro Sierra de Aracena.
...José María Franco, en sus acuarelas viene a demostrar su madurez como pintor de una larga trayectoria en este difícil mundo de la pintura. Nos pone de manifiesto su privilegiado lugar de pintor, ocupado a base de entrega y vocación profunda, hoy reconocido por los grandes eruditos del arte, quienes ven en él la inquietud por el color, como el mejor medio para hacer llegar su obra a los más insensibles. Sus cales, blanco del papel se ven enriquecidas de matices insospechados, llenos de luz y transparencia cristalinas. Sus aguas venecianas y andaluzas, son limpias y profundas, llenas de vida y ondulaciones que hacen vibrar de emoción a las retinas que las contemplan. El frescor de la vegetación que adorna a sus paisajes, exhalan el más puro perfume de la naturaleza. Todo eso y más es posible de captar en la obra homogénea que nos presenta en la recién nacida Galería de Arte Doña Blanca… El periódico del Guadalete. 24/12/1988 J. Salazar
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En un primer momento resulta notable la influencia de Pedro Gómez- ¡quién pudo impermeabilizarse ante tanta honestidad y verdad La lección es bien fácil: un impresionismo de pretendida pincelada menuda y vibrante, más un detalle de carácter e identificación personal, amar lo que se plasma, amar a la naturaleza, fundirse en ella, hacerla suya. Su corta estancia ayamontína le inundó de luminosidad. Luz, en cualquier caso, ajena a su formación, aunque siempre apetecible y dirigible. Pero sin lugar a dudas, la Sierra le ofrece el paisaje ansiado. Desde muy pequeño anduvo por esos pagos, descubriendo cada rincón, cada tramo de terreno. La verdad impresionista se conjuga en un cromatismo feroz, donde encontramos los ecos de Bacarisas y, sobre todo, de José María Labrador.
Acuerela sobre papel. Año 1975. Colección D. José Baena, Huelva.
…La pintura de José María Franco se desenvuelve bajo las tonalidades del realismo y el impresionismo, o mejor aún, para no recurrir a técnicas estilísticas, una figuración fiel y poética que registra en esa unión feliz entre una personalidad, abierta a la verdad natural desde un corazón sentido, y un paisaje. No reproduce, crea a partir del descubrimiento de un submundo que se apropia. Si bien Franco ha realizado una obra completa en el paisaje total de una provincia, ningún lugar como el que se despierta en la Sierra onubense para acelerar el compromiso de unión, donde las continuas investigaciones hacen de cada cuadro un estallido inesperado de luz y color, sin secretos, sin metáforas, tan solo verdad poética, exquisita e íntima. No le interesa los detalles de estampas. Un momento, un lugar, una perspectiva inesperada, un color o una luz, conjugan una mentalización subjetiva para afirmar su yo artístico. Ahí reside toda su fuerza, todo el encanto de una pintura de paisaje.
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A pesar de su estancia sevillana, escuela que le hace madurar, sobretodo con la relación con Amalio García del Moral, y de la que toma un contacto muy directo en la labor pictórica de sus realistas, la obra de José María Franco es eminentemente onubense. La razón no solo obedece a una formación que debe al patriarca de todos los paisajistas de una escuela, Pedro Gómez, o a un desarrollo artístico que se enamora de la pincelada expresiva de los paisajistas de Sierra y Andévalo de Labrador, de los que muy cerca, por fuerza, temática y variabilidad de carácter, se halla la obra de Orduña Castellano, otro ejemplo por conducta y generación a contemplar y seguir, sino, esencialmente, en su persona que no abandona el espíritu de fomento de escuela y de una cultura pictórica de neto sabor onubense, y y en su obra, deudora de una estela de buenos paisajistas que comienzan su labor a fines del siglo XIX, encontrando en José María Franco a uno de los mejores representantes de este arte a lo largo de todo un siglo pictórico... Historia de la Pintura Contempoánea en Huelva. 1892/1992 Jesús Velasco Nevado Doctor en Historia del Arte
José María con Antonio García Barbeito.
...el día se me ha puesto cantarín de aguas que hilvanas el aire en la punta del silencio que siempre asiste a las fuentes. De pronto como un milagro para esta sequía, se me aparecen en chaparrón las fuentes de José María Franco amigo y pintor de Aracena. Como si hubiese domesticado todos los manantiales de la piedra de su sierra –aguas de madrigueras-, José María fue a Sevilla y volvió a su pueblo cargado de fuentes, las fuentes de una Sevilla que, de secas, tienen un extraño sonido de flauta de metal oxidado. Mi debilidad por la sierra de Aracena creció cuando supe que José María es de allí. Si no pintara, nada cambiaría, porque José María Franco es un artista de la amistad, un paisajista de la charla, un acuarelista de los ratos dorados que propicia relación entre los hombres. Pero es pintor, es artista. Lo oculta, sí como si más que una virtud fuera una mácula, en los pliegues de una sencillez difícilmente superable. Cuando uno se encuentra con José María siente esa satisfacción del que sabe que se arrima a una buena sombra. Diario El Correo de Andalucia. 09/1995 Antonio García Barbeito
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Por el Alcornocal. Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 2003. Colección D. Joaquín Bernal Méndez, Sevilla.
…Estudioso y luchador incansable, espíritu rebelde en busca de la perfección y de la verdad, artista de inspiración profunda, sin concesión alguna las excentricidades que tantas veces disfraza su importancia de vanguardia inaccesible, José María Franco, a través de una obra colmada en la exquisitez y en la belleza total, es de los maestros que saben expresar, en óleos y acuarelas, el espíritu que las ánimas como muestra de su arrolladora personalidad. En ellas la blancura azulada de Sevilla. Un esbozo de melancolía romántica resuelta en la paleta audaz del impresionismo, y un poema de amor infinito traducido en los rasgos magistrales de esas fuentes insertas en el paisaje que alienta la inspiración del pintor comprometido con las imperiosas exigencias del arte verdadero...
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...Añejos y frondosos árboles –escribe José María Requena, que tanto entiende de amor y ensueños– pueblan de sombra la glorieta frontera que la fuente envidia, bajo el fundido sol de los veranos, en horas de agravarse la calentura del aire en el atolondrado olor a gasolina quemada, en continuo cerco de apabullantes autobuses, el verdor de las ramas y las hojas. Fuente en fin, fronteriza entre nostalgias y ruidos, pasmada presencia de los sosiegos del agua en el agobiante y guerrero predominio del tráfico rodado... Diario ABC. 24/1/1996 Manuel Barrios
Pastor. Óleo sobre lienzo 64x54 cms. Año 1978. Colección D. José Luis García Palacios, Huelva.
...La pintura de nuestro artista responde a una realidad impregnada de sustancia, sin ofrecer otros signos de reconocimiento que la verdad de los acentos de la luz o la sombra, del calor o del frío, del que le va marcando los ritmos sentidos de la Naturaleza. Sus óleos, siempre ambiciosos, paisajes, acuarelas y dibujos, prueban dos cosas: un profundo conocimiento del oficio, cosa tan conveniente cuando hay que decir algo y un deseo de decir constantemente cosas inspirándose en las realidades hondamente queridas. He aquí, como en “las casas humildes de la aldea”, como en “ los castaños de hojas doradas”, o como en el “paisaje urbano de Aracena”, la sensibilidad pura y la clarísima razón sale a flor de piel.
el maestro su estética, convirtiéndonos la amada geografía serrana en algo decididamente nuevo, inédito hasta el instante mismo en que la intrínseca tierra fue trascendida a cuadro. No es el paisaje de la mostrenca literalidad, ni su artificioso esquema de fórmula franciscana o fauve. Es, digámoslo sin ambages, la Naturaleza humanizada, acentuada personalmente, originalmente sentida, recreada. Un gran pintor, al menos para mí, este José María Andrés Franco, en su plena madurez que nos ofrece un espectáculo de visión fresca, jugosa y renovada. Por ello debemos felicitarnos, porque un “Nuevo” pintor, el mismo, pero “Otro” nos espera….. Diario de Sevilla. 12/09/1996 Rafael Muñoz
La tierra está ahí, si, idéntica a sí misma, invulnerada, pero entre la tierra y nosotros ha proyectado
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Descorche. Óleo sobre lienzo 100x116 cms. Año 2003. Fondos del autor.
El talante siempre claro, fugaz con esa frescura y vitalidad de José Mª Franco siempre me ha conmovido. Tuve la suerte de conocerlo en el ambiente de la docencia, compañero de aulas en la antigua Escuela de Formación del Profesorado, en ella aportó también cuatro años de su vida a endurecer las raíces de nuestra Universidad; allá en la década de los setenta. Desde entonces su espíritu comunicativo profundo en vivencias, contagia es alegría que concuerda, sin duda, con lo que plasma en el lienzo. Algunos críticos de arte lo definen como el nómada incansable; buscador de una cosecha insospechada de matices ocultos, de belleza desconocida que rescata con su personalidad de nuestro patrimonio natural. José Mª tiene, además, ese espíritu serrano de fortaleza, que tanta sabiduría le ha dado siempre a nuestra tierra. Siendo el destino de una pintura, la imagen de una sociedad, ésta debe ser partícipe de esa realidad y de ese propio destino. El sentimiento que converge
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en el autor adorna, además, la atmósfera artística. La ética en el arte, la intensidad de la luz y de la sombra, amante de la serranía de Huelva, son cualidades innegables. Es uno de los mejores exploradores de esos bellos límites de nuestra provincia. La relación de la Universidad de Huelva con otras instituciones, hace posible que esta primavera pueda presentarse una muestra pictórica como es “Huebras de luz” que representa parte de nuestro patrimonio natural y cultural. El autor es uno de los valores más en alza que inmortaliza el paisaje personaje de nuestra tierra. La mano y la idea de José Mª vuelve a la Universidad de Huelva, después de dos décadas de ausencia, seas bienvenido a nuestra galería, querido profesor. Campus de la Merced, primavera de 1999 Roque Jiménez Pérez Vicerrector de Extensión Universitaria. Universidad de Huelva
Corral. Acuarela sobre papel 34x48 cms. Año 2007. Fondos del autor.
La Sierra enmarcada José María Franco aún no había expuesto individualmente en Sevilla cuando, en Febrero de 1997, me hice eco en las páginas de ABC de la muestra entonces por él presentada en la ciudad que le viera nacer, celebrándola con estas palabras que ahora, bajo el mismo título y más de veinte años después me ha parecido oportuno volver a suscribir: Aracena, Galaroza, Linares de la Sierra…Toda la belleza de la Serranía onubense se encuentra enmarcada en la exposición que José María Franco presenta en la galería de arte –así llamaban entonces a su sala de exposiciones- de la Caja Provincial de Ahorros de Huelva. Silenciosos horizontes encumbrados, rotos por la blancura radiante de sus caseríos y el murmullo de la brisa o el agua que corren entre la vegetación de este paisaje serrano”. Un paisaje, para mi entrañable, al que, contando aquí con el espacio que entonces no tuve para poder adjetivarlo, ahora debo resaltar tan poético en la intimidad de sus inefables rincones como en la imponente espectacularidad de sus anchos horizontes.
Aunque cursó los estudios de Bellas Artes en Sevilla, donde ejerce la docencia y reside desde hace no pocos años, José María Franco siempre ha considerado su maestro a Pedro Gómez, recordado pintor onubense que junto a las claves fundamentales de su oficio, le ayudaría a descubrir su apasionado amor al paisaje y, sobre todo, a encontrar su propio camino artístico. El ha seguido hasta entonces a la vera del maestro. Huelva, su ría y su entorno rural o urbano, el que, siguiendo su sabio consejo, no tardaría en hallar por sí mismo en Galaroza, primero, y en toda la Sierra de Aracena, después. Desde entonces hace y más de cuarenta años, la singular belleza de esos paisajes anida el corazón del pintor que en ellos encuentra el mejor motivo para profundizar en lo mejor de la Naturaleza. No sólo con el pretexto de captar y trasmitirnos su visión, evidente, por supuesto. También, con el decidido propósito, creo adivinar, de expresar sus más profundos sentimientos.. “…rumor del agua y, de la de brisa…”. 08/1999 Manuel Lorente Crítico de Arte de ABC Cultural
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...Al decir “Maestro de la sierra de Aracena”, todo el mundo aficionado de aquellas tierras benditas serranas y artístico sevillano, donde ha pasado parte de su vida, dedicado a la enseñanza de jóvenes generaciones, se sobreentiende que se trata de JOSÉ MARÍA FRANCO. Su obra se refiere principalmente a un paisaje tomado directamente de la naturaleza como fuente directa. Trabajando en su estudio de Aracena, tiene delante un espectáculo natural que le ofrece constantemente sugerencias, al tiempo que provocaciones para enriquecerlo con una paleta brillante de colores calientes. Las formas del paisaje conforman ávidamente sus temas pictóricos. Pero la orquestación de los mismos conlleva una inventiva que raya lo histérico de la realidad. El suyo no es realismo frío sino un figurativismo de órdenes ideológicos, donde la razón duerme bajo la exaltación personal de nuestro artista. Pero también tiene cabida en su paisaje un sentimiento de interioridad que simplifica, estratifica, y refuerza el detalle para sondear la vida de una tierra como Aracena y toda la sierra, preferida y amada. JOSÉ MARÍA indaga, con sus pinceles, la grandiosidad de un paisaje explotado una y mil veces por su particular belleza y orografía. He aquí su arte, un desafío para abarcar vitalmente toda la realidad.Tal es, al menos, el objetivo último de su impulso que pudimos apreciar en su reciente exposición de la Universidad onubense. La naturaleza, el paisaje rural y sus variantes, quedan respetados ensanchando el ámbito del arte, impenetrándose de modo que resulte difícil deslindarlos. Aún siendo óleo la técnica de su mayor representación, la acuarela nos sorprende por la unidad de color y la rítmica compositiva que preside sus obras. En su colección “Las Fuentes Sevilla”, realizadas para el magnífico libro de edición numerada de ARFE, editada por Editorial Castillejo, galardonado por el Ministerio de Cultura, recoge la fuentes más emblemáticas de la ciudad de la Giralda acompañadas de textos firmados por los más ilustres escritores sevillanos. En esta excepcional obra se comprende el entusiasmo de un artista que ha encontrado su fórmula y nos ofrece, a través de ella, una temática cargada de historia y poesía….
José María Franco, maestro del color
“…rumor del agua y, de la de brisa…”. 08/1999 Enrique A. Montenegro Pinzón Presidente de la Asociación Andaluza de Críticos de Arte
Sevilla. Casco Antiguo. Historia y Tradiciones. 16/12/2000 José María de Mena Académico C. de la Real Academia de la Historia
Dicen los entendidos que después de muerto Vicente Pastor Calpena en Madrid, el mejor acuarelista que queda en España está en Sevilla. Se llama José María Franco. García Barbeito ha definido a José María con estas palabras:”Un hombre llamado paisaje”. Y es así porque al pintarlo se integra él mismo en el paisaje, y se deja absorber por los colores del paisaje hasta ser abrazado y abrasado por el color. En su adolescencia obtuvo por oposición la beca “ Vázquez Díaz “para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Ya viejo Vázquez Díaz se sintió feliz y orgulloso de que la beca de su nombre hubiera sido tan bien aprovechada pues a penas terminada la carrera, José María Franco emprende un peregrinaje con sus obras participando en exposiciones en toda España, en Venezuela, Portugal, y sus cuadros van a parar a museos y colecciones prestigiosas como Trinity and all Sitens´ Colleges Troy Horsfohr, y unas decenas en Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Francia, Portugal… De sus trabajos, quizá los más deliciosos son sus “Fuentes de Sevilla”. Comenzó pintando una acuarela de la fuente mural de los jardines de Catalina de Ribera. Después pintó la Fuente de Jano en el patio de la Casa de Pilatos, y ya se decidió a continuar la colección de todas las fuentes de Sevilla. De Sevilla en plazas Públicas, como la de la Plaza de San Francisco, la de la Encarnación, la de la Puerta Jerez, las de los jardines de Alcázar. Una colección bellísima de acuarelas que han glorificado a Sevilla en los distintos salones de exposición donde se han presentado. Las fuentes de Sevilla casi siempre enmarcadas en verdes árboles, de adelfas o festones floreales. Quizá en sus fuentes es donde mejor se reconoce a Sevilla sobre todo porque casi todas tiene un jirón de la herencia romana. Sevilla romana con mármoles y luego reproducida en fuentes...
Homenaje a Juan Ramón. Acuarela sobre papel. Año 1999. Colección Casa Museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez, Moguer.
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Ilustración para el artículo de Pedro Rodríguez Pacheco para el diario El Mundo. Acuarela sobre papel. Año 2002.
José María Andrés Franco es un pintor onubense afincado desde hace muchos años en Aracena; discípulo de Vázquez Díaz, está considerado uno de los grandes paisajistas españoles y sus cuadros se cotizan según tan alta consideración; toda la belleza de los paisajes serranos, marítimos de Huelva, los de Extremadura, han tenido plasmación asombrosa en sus lienzos; las fuentes sevillanas suenan en una colección de arrebatadora belleza…He conocido al pintor en Fuenteheridos gracias al poeta Carmelo G. Acosta y, del conocimiento hemos llegado a una entrañable amistad forjada en los caminos, senderos, trochas y veredas de esta robusta serranía que hemos recorrido en infatigables caminatas. Escribí en Fuenteheridos unas reflexiones literarias y él, generosamente, se brindó a ilustrarlas; la serie, de nueve acuarelas, es toda una explosión de sensibilidad y captación del texto y el contexto… Cuadernos del Sur. Diario de Córdoba. 20/02/2003 Pedro R. Pacheco
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Chafarif Pombalino. Acuarela sobre papel 50x32 cms. Año 2004. Colección Fundación João Alberto Faria, Portugal.
“CERTAS coisas nos surpreendem…” Nunca mejor dicho, pero para nadie en Huelva es una sorpresa la obra pictórica de José María Franco. Sobre todo para quien esto escribe que lo conoce, como suele decirse, de toda la vida y sabe de su arte exquisito, sensible, extraordinario, múltiple y prolífero en su expresión más sutil y colorista, como una de las grandes personalidades de la pintura onubense. Escribía Jesús Velasco, en su imprescindible “Historia de la Pintura Contemporánea en Huelva”, sobre su pintura que “se registra en esa unión feliz entre la personalidad abierta a la verdad natural desde un corazón sentido y un paisaje”. “…certas coisas nos surpreendem... Lugares de Arruda”, es la exposición que estos días visitan –y en buen número como hemos podido comprobar- los onubenses. La muestra nos ha permitido reencontrarnos con unas acuarelas que si de verdad sorprenden es por esa singular habilidad de José María Franco para cap-
tar la riqueza cromática de la población portuguesa de Arruda dos Vinhos, en una zona de próspera riqueza vinícola al Oeste de Lisboa en un paisaje ubérrimo de viñedos y valles cultivados, aldeas de blancos caseríos y típicos molinos de viento. Muchos de estos parajes de Arruda dos Vinhos han quedado plasmados en estas deliciosas acuarelas de José Maria Franco con su magia exquisita a la hora de plasmar la belleza plástica del lugar, la afortunada expresión del tipismo urbano, el pálpito indescriptible de esa sensación de autenticidad y de indefinición del artista con los lugares qu él inspiran y mueven su mano taumatúrgica y privilegiada... Huelva Información. 13/11/2006 Vicente Quiroga Periodista de la Academia Iberoamericana de la Rábida
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Alcornoques rojos. Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 1993. Colección D. Matías Rodríguez Sánchez, Valverde del Camino.
José María Franco es, por encima de todo, un pintor donde el color y la luz ...ganan una dimensión de trascendente belleza. Al nivel de lo irrepetible que nos legó Sorolla, José María Franco nos recrea con su luminosidad, con sus juegos de luz y sombras, con su colorido hecho sentimiento, con su atenta y pormenorizada visión, con su tierna mirada y su memoria de emociones, cual viajero de lugares, paisajes, tierras, hábitos y costumbres... Revistart. Barcelona. 12/2006 V.E.
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Portera. Acuarela sobre papel 73x47 cms. Año 2006. Fondos del autor.
¡Quien pudiera pintar así! Como español, que es lo que todos saben que soy, es un honor escribir estas líneas de presentación de la obra de un compatriota, José María Franco, AGUAS FRANCAS, por su calidad y variedad resulta un orgullo para España. Como diplomático, que seguramente algunos saben que soy, reconozco que actividades como ésta facilitan mucho la labor de mantener, profundizar y ampliar las buenas relaciones existentes entre los dos países, y más cuando la obra es fruto de un artista buen conocedor de Portugal. Mi agradecimiento también tanto a la Dirección de este Museo, Dª. Margarida Ruas, siempre dispuesta a iniciativas
que acentúen el iberismo, como a las personas e instituciones portuguesas y españolas, sin las cuales no abría podido tener lugar. Destacadamente, las Fundaciones Joao Alberto Faria y Sousa Pedro, el Ayuntamiento de Aracena, el polifacético Daniel Gouveia, y el Comisario de esta exposición, Vítor Escudero. Pero lo más importante y personal, y que como acuarelista aficionado que soy, (lo que casi nadie sabe) no puedo disimular junto con mi admiración por la maestría y la limpieza de este pintor, un poco de envidia…¡ quien pudiera pintar así!. Lisboa. 10/12/2008 Gaspar Díaz Consejero Cultural de la Embajada de España en Portugal
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Aguas Ibéricas El trabajo de José María Franco está repleto de una luminosidad satinada y de una estética fascinante y extremadamente seductora que sólo podemos encontrar en algunos genios dotados de corazones generosos. Así José María Franco consigue, con la acuarela, ligar y revelar los hechizos del agua con una poesía intensa, clara pero profunda sublime y sin embargo asertiva, que deja en el espectador un conjunto de melodías cromáticas. Sus acuarelas están cargadas de energía, levedad y color, pero son sus perspectivas las que invitan a la libertad de combinar azares, apuntes imponderables y hasta instantes sorprendentes y de gran belleza que hacen de determinadas acuarelas un alarde de vibraciones y estremecimientos, capaces de comunicar la frescura del agua impoluta y franca. Mi agradecimiento a D. Gaspar Díaz, artífice de este encuentro entre España y Portugal, entre todo que gloriosamente nos une, todo lo que es diverso y hace de nosotros países hermanos. Agradezco a José María Franco el amor y el arte puro. Lisboa. 10/12/2008 Margarida Ruas Gil Costa Directora del Museo del Agua, Asesora del Concelho Administraçao da EPAL
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Ilustración 30 sonetos de Jesús Arcensio. Tinta sobre papel. Año 1975. Colección D. José Baena Rojas.
Las acuarelas de José María Franco inundan Lisboa. El onubense expone desde ayer en la capital lusa El agua como protagonista de diferentes paisajes perfilados por el pincel de José María Franco, imágenes que trasladan al espectador a distintos rincones de Sevilla, a la Sierra de Aracena y Picos de Aroche y a la villa lisboeta de Arruda de los Vinhos. Un viaje límpido, cristalino, como las aguas plasmadas por por el artista onubense en las acuarelas –de nuevo el agua como elemento artístico- que ilustraron tres publicaciones –Las fuentes de Sevilla, Los sitios del Agua de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche y Lugares de Arruda dos Vinhos- y que desde ayer se exponen en el Museo del Agua de Lisboa. Una vez más Franco pone de manifiesto su estrecho vínculo con el país vecino, donde su arte es muy apreciado. Precisamente fue el agregado cultural de la embajada española en Lisboa, que conocía la obra del onubense, el que se interesó en hacer realidad este proyecto, posible gracias a la colaboración de la Empresa de Aguas de Lisboa, que patrocina el Museo del Agua. Rua Heliodoro Salgado. Acuarela sobre papel 40x33 cms. Año 2005. Colección Fundación João Alberto Faria, Portugal.
La estrecha relación entre el pintor y Portugal, entre España y el territorio luso, también quedó patente en la inauguración de la exposición. Fado y flamenco se dieron la mano en un espectáculo de cante mientras que el jamón ibérico de la Denominación de Origen Jamón de Huelva se fusionaron en los paladares de los presentes acompañado de exquisitos vinos de la región lisboeta. El Mundo. 11/12/2008 Virginia González
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Ntro. Padre Jesús de la Pasión. Acuarela sobre papel 38x30 cms. Año 2000. Fondos del autor.
Un pintor de la luz José María Franco es un pintor de la luz, vitalista, que nos acerca con toda fuerza aquellos momentos que tiene guardado en su retina. Ahora en la plenitud de su carrera artística se recrea en una serie de estampas cofrades, que le lleva y nos lleva a es mundo del que es buen conocedor. Nos muestra a un hombre cercano a la idea trascendente de la vida, un humanista que ha ido cultivando amigos, los que ven sus acuarelas y los que disfrutan, disfrutamos, con su palabra y cercanía. José María nos desmenuza, como en el mejor Pregón de la Semana Santa, cada escena, cada instante de las cofradías, aquellos incluso para muchos son imperceptibles pero están ahí, fluyendo en las pinceladas coloridas del artista. La razón es bien fácil José María está unido desde niño y luego
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se ha reafirmado como hombre a nuestras hermandades. Por eso él no se queda solo en la sinuosa luz acompasada de un paso de palio, o en el monte de lirios sobre el que se alza el crucificado, sino que va más allá, a ese sueño eterno que tiene con ellos. En su juventud aprendió mucho de los colores de la vida, que fue despertando su paleta inquieta, y en la creación de una hermandad; lo mismo que maduró aquel proyecto, ha madurado el artista, son realidades de un esfuerzo y de un trabajo, de una fe y de una ilusión por la vida. Y José María continúa con esa ilusión, tantas que a veces nos desborda a sus amigos, nos contagia de es vigor, de esas ganas de hacer y esta colección de acuarelas de la Semana Santa de Huelva es un buen ejemplo... Lo que vos queráis, Señor. 19/03/2009 Eduardo J. Sugrañes
Aguadas sobre papel que ilustran el pregón de Semana Santa del ayamontino Antonio Sánchez González en 1996.
Arte y poesía Es tiempo de luz, de aromas, de colores, de creación en una palabra. Cada vez que puedo repaso, ojeo, leo y, sobre todo, admiro ese libro que ha sido uno de los auténticos pilares de la Semana Santa de Huelva de 2009 y que han presentado dos auténticos valores onubenses: José María Franco y Carlos Muñiz. Con ambos artistas me unen lazos más fuerte que la amistad y que nos llevan al sentimiento familiar y a unos años inolvidables que supimos todo el cariño de nuestros respectivos padres. Las acuarelas de José María son realmente prodigiosas. Tienen luz, tiene color y tienen perfección; todos ellos elementos muy difíciles de conjugar con el pincel y el agua que hacen cromática armonía en el papel.
Otra vez, para alegría del espíritu, hemos tenido la suerte de admirar su arte, su valía y su onubensismo en es exposición que ha dejado huellas en la pasada Semana Mayor onubense. José María es capillita, es fundador de una hermandad y es choquero. Al fin todas ellas cualidades que le hacen ser el mejor intérprete de una Pasión con aromas de Huelva. Sin duda alguna, un éxito que como todos los suyos ennoblecen a esta Huelva que le quiere. Y con la fina prosa, siempre poesía de alma serrana, de Carlos Muñiz, uno de los mejores protagonistas de la narrativa andaluza… El Mundo. 17/5/2009 José María Segovia Escritor y periodista
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Otros trabajos y documentos
Óleo sobre lienzo 46x45 cms. Año 1976. Colección Herederos D. A. Martínez Raja.
Óleo sobre lienzo 53x56 cms. Año 1982. Colección Dña. Paloma Bravo y D. Ignacio López, Huelva.
Óleo sobre lienzo 81x81 cms. Año 1987. Colección D. Antonio Roldán Casas, Sevilla.
A JOSÉ MARÍA FRANCO EXEGETA DE LA LUZ. Los dioses buenos, José María, te eligieron a ti, de entre todos los mortales, en fiel mensajero de los hombres. Ellos consintierón que tú, Atrevido, silencioso, le dijeras como es Toledo sobre el Tajo; cómo se dibuja la blanca ondulación de la ola sobre el profundo silencio del mar atlántico. Querían que tú explicaras a la vida la vida de las cosas, que acercaras la belleza a la inteligencia de la sencillez y de la dicha. ¿Como son los ojos?, te preguntaban curiosos; y el Universo, ¿cómo es? Y tu pincel iba modelando despacio las suaves formas para nuestro escándalo. Desde entonces, ellos aprendieron a amar a los hombres a través de ti, a conocer por ti, desde entonces, el almendro en Primavera, las paredes blancas de cal, los ojos, malvas, crepúsculos de la Sierra, la cristalina transparencia del río, las altas palmeras agujereando el cielo… Y los buenos dioses, José María, desde entonces en pleamares de luz, se inundaron de colores por tu mano. JOSÉ BAENA 22/2/83 148
Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 1998. Colección Dña. Ana Pabón Torres, Madrid
Óleo sobre lienzo 90x100 cms. Año 200. Colección Dña. Gloria Rodríguez, Aracena.
Variaciones sobre un mismo tema “El Molino de Emiliano”, Castañuelo, Aracena
Óleo sobre lienzo 73x81 cms. Año 2002. Colección D. Leopoldo Vázquez Vázquez, Mairena del Aljarafe.
Óleo sobre lienzo 81x100 cms. Año 2007. Fondos del autor.
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Pergamino de los presidentes de la Excma. Diptación Provincial de Huelva. Año 1983.
Xilografía. Año 1985.
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Aguafuerte. Año 1985.
Grafito sobre papel. Regalo del maestro Vázquez Díaz a José María con motivo de su boda en agosto de 1964.
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Temple sobre papel en bastidor.
Temple sobre papel en bastidor.
Temple sobre papel en bastidor.
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Temple sobre papel en bastidor.
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Retratos a grafito sobre papel, publicados en el diario El Correo de AndalucĂa durante la Feria de Abril de 1988
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TRES VARIACIONES PARA UN MISMO TEMA “LAS FUENTES DE SEVILLA”, JOSÉ MARÍA FRANCO Son veintisiete suspiros ¿o son los gritos quizás de un sueño de cristal en el tiempo detenidos? Son veintisiete sonoros y limpios surtidores que pregonan los amores del aire de Rumaikya y de Almutamid el moro: Son, las Fuentes de Sevilla. Son veintisiete canciones a la luz de Andalucía en clave de epifanía para adorar tradiciones. Son veintisiete latidos en tarde de grana y oro donde Curro con el toro perfila la seguiriya del más jondo colorido: Son, las Fuentes de Sevilla Son veintisiete verdades del corazón de un artista que quiso ser el cronista del agua y sus claridades. Son veintisiete ventanas donde José María Franco pinta con un clavel blanco los sueños de una chiquilla cigarrera de Triana: Son las Fuentes de Sevilla. JUAN DELGADO LÓPEZ 156
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Retrato de José María por Tomás Martínez.
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Índice JOSÉ MARÍA FRANCO EN EL MUSEO DE HUELVA.........................................5 Vicente Zarza Vázquez Delegado Territorial de Educación Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía POSTALES DE HUELVA........................................................................................7 Manuela A. de Paz Báñez Presidenta de la Autoridad Portuaria de Huelva EL AMOR AL PAISAJE. EL AMOR A HUELVA....................................................9 Rafael Martínez-Cañavate Director CEPSA Refinería ‘La Rábida’ ANTOLÓGICA DE JOSÉ MARÍA ANDRÉS FRANCO.......................................13 Alberto Germán Franco Comisario de la exposición EMPEZANDO A EMPEZAR...............................................................................23 Francisco Pérez Gómez El Capitán de las Dunas. Abril, 2012 AYAMONTE SIEMPRE EN SU CORAZÓN.......................................................39 Antonio Sánchez González Doctor en Historia, Profesor Titular de la Universidad de Huelva, Ex - Director del Archivo y la Fundación Casa Ducal de Medinaceli y actual Director del Archivo General de la Universidad de Huelva JOSÉ MARÍA FRANCO. LA CREACIÓN PLÁSTICA COMO DOCENCIA.......55 María Josefa Parejo Delgado Doctora en Historia Catedrática de Enseñanzas Medias y Bachillerato. I. E. S. Vicente Aleixandre JOSÉ MARÍA FRANCO. AGUA Y LUZ DE LA SIERRA DE HUELVA...............71 Francisco José Martínez López Rector de la Universidad de Huelva ALGUIEN DIJO: “… UN AMIGO ES UNA PERSONA CON LA QUE SE PUEDE PENSAR EN VOZ ALTA…”......................................77 Sixto Romero Sánchez Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida Profesor de la Universidad de Huelva EN LA PINTURA DE JOSÉ MARÍA FRANCO ESTÁN SUS VIVENCIAS..........85 José Pérez Guerra Sánchez Director infoempunto Madrid ANTOLOGIA DE VIDA E ARTE MAIOR PELA CULTURA IBÉRICA!.............93 Vítor Escudero Academia Nacional de Belas Artes APUNTES PARA UNA POSIBLE BIOGRAFÍA.................................................103 Manuel Moya Escritor y poeta ANTOLOGÍA DE INTERPRETACIONES CRÍTICAS.......................................117 OTROS TRABAJOS Y DOCUMENTOS...........................................................145
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Ilustración para artículo de Pedro Rodríguez Pacheco en el diario El Mundo. Acuarela sobre papel. Año 2002. Fondos del autor.
Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Coria Gráfica el día 23 de noviembre de 2012, festividad de Santa Isabel de Hungría, Patrona de la Escuela Superior -acual facultadde Bellas Artes de Sevilla
Museo de Huelva Del 4 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013