O R I E N TA C I O N E S revista de homosexualidades
Director: Santiago Esteso Consejo Editorial: Antoni Mora, M. Ángel Sánchez, J. M. Núñez, Luis Rodríguez-Piñero, F. Javier Ugarte, Marieta Pancheva, Fernando Sánchez Amillategui Diseño y maquetación: PAPF Edita: Fundación Triángulo por la igualdad social de gais y lesbianas C/ Eloy Gonzalo 25, 1º ext. 28010 - Madrid Tfno/Fax de información y suscripciones: 91 593 05 40 www.fundaciontriangulo.es Recepción de artículos: Fundación Triángulo A la atención de Santiago Esteso E-mail: orientaciones@fundaciontriangulo.es ISSN: 1576-978X Depósito Legal: M-41320-2000 Impresión: Cyan, proyectos y producciones editoriales. S.A.
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Presentación. .......................................................................................... 4
MONOGRÁFICO: América Latina Marcelo Ferreyra El orden de los factores... ¿altera el producto? Logros y desafíos legislativos en la defensa de los derechos de las personas GLTBI en América Latina .............................................. 7 Beatriz Díez Las luchas de las minorías sexuales en América Latina. Una mirada desde los movimientos sociales ........................................ 23 Verónica Villalba, Rosa Posa y Alejandra Sardá Lesbianas en América Latina: de la inexistencia a la visibilidad .......... 37 Flabio Rapisardi Raras teorías al sur. Una experiencia de diversidades y desigualdad político-sexual................................................................ 53 Santiago Esteso Martínez El sexo de la nación. Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad ............................... 75 Gabriel Giorgi El relato sin futuro: homosexualidad y ficción contemporánea en América Latina ............................................ 93
ANEXO DOCUMENTAL Frente de Liberación Homosexual «Carta abierta a todos los homosexuales» y «Puntos básicos de acuerdo» .............................................................. 111 Miguel Ángel Sánchez Rodríguez La legalización de las organizaciones LGBT en Honduras, un ejemplo paradigmático ................................................................. 115 Comunidad Homosexual Argentina Hacia la Unión Civil nacional y «Ley Nº 1.004 – Unión Civil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires» ...................... 125 2
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Nº 9
Primer Semestre 2005
ESTUDIOS Y ENSAYOS Daniel Noam Warner Hacia una metodología de investigación queer .................................. 131 Fernando Sánchez Amillategui Visiones de las homosexualidades en la producción científica reciente .................................................... 155
NOTAS DE LECTURA Elizabeth Stuart Teologías queer (por Javier Ugarte).................................................... 173 Josefina Fernández, Mónica D´Uva y Paula Viturro Cuerpos ineludibles (por Ros Amils) .................................................. 176 Javier Ugarte Pérez Sin derramamiento de sangre (por Dardo Cocetta) ........................... 179 Manuel Ángel Soriano Gil La marginación homosexual en la España de la Transición (por Javier Ugarte).................................................... 181 Gabriel Giorgi Sueños de exterminio (por Santiago Esteso) ..................................... 184
OBRA GRÁFICA Y TAPA Paula Iglesia Rois (Paula Noya) Licenciada en Bellas Artes. Ha realizado exposiciones en varios países y ha sido premiada en diferentes ocasiones. ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Presentación América Latina El noveno monográfico de Orientaciones tiene como objeto de estudio el conjunto de tensiones y desconciertos que se producen cuando las homosexualidades se vuelven visibles y toman la voz, las voces, en América Latina. Irrupción, la de la diferencia, que produce sentidos, desigualdades y molestias. Urgencias, para algunos, de «hacer» o «decir» algo. Este dossier, al tomar partido por la palabra, crea su objeto en esa encrucijada. La elección de este tema ha obedecido a múltiples determinaciones, entre las que cuentan tanto las inquietudes intelectuales y afectivas de quienes hacemos la revista, como los intereses y apuestas de la organización que acoge este proyecto. En este sentido, ha sido fundamental la posición de Fundación Triángulo en relación con los nuevos retos que el movimiento homosexual español no debería seguir aplazando: entrar de lleno, con un trabajo formal y sensato, en el campo de la Cooperación Internacional para el Desarrollo, atendiendo específicamente a los problemas con los que a diario se enfrentan gais, lesbianas y transexuales, más allá de la aceptable situación de la Unión Europea y su entorno1. En este marco, Orientaciones ha querido acompañar la iniciativa política de Fundación Triángulo, dotándola de contenidos, conceptos e instrumentos críticos. Si las estrategias orientadas al desarrollo de las sociedades civiles de Iberoamérica, Asia o África, a través de la cooperación internacional, no van acompañadas de una reflexión y un conocimiento amplio de sus realidades, los objetivos que se planteen estarán condenados a un cumplimiento parcial, cuando no a la esterilidad; serán «buenas intenciones» malogradas por gestos paternalistas, desmesuradas aspiraciones o diálogos entre sordos. Una vez acometido el trabajo, la dificultad más importante a la que nos enfrentamos fue la de decidir los límites y alcances del número; o en otras palabras, qué sentidos de aquella encrucijada seleccionar, por dónde aventurarnos. Podíamos dar primacía a la descripción de determinados casos históricos (las homosexualidades en la Cuba revolucionaria, en el Chile de Salvador Allende, en el México del PRI, etc.) o bien, en un afán generalista, proponer a nuestros colaboradores la búsqueda de semejanzas estructurales y aires de familia, reales 4
1 Apuesta que se ha materializado en proyectos de cooperación y en dos encuentros de debate y formación, primeros de este tipo, en 2003 y 2005. Ver en el Anexo Documental el artículo de Miguel Ángel Sánchez.
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o ficticios, en el conjunto de los estados latinoamericanos. ¿Cómo evitar los extremos de una «singularidad rica», pero carente de perspectiva sobre el conjunto, y de una «generalidad pobre», que descuide el análisis de realidades concretas? Planteadas estas opciones, decidimos que el objetivo específico de este monográfico fuera partir de la consideración de procesos, hechos o producciones particulares para alcanzar hipótesis explicativas y planteamientos conceptuales (extensos e intensos) respecto de las homosexualidades en el espacio social, cultural y político que se extiende entre Tierra del Fuego y la frontera estadounidense de México. En este sentido, cada uno de los artículos que forman parte del monográfico desarrolla sus argumentos según una doble maniobra: por un lado, pensar nuestro objeto a partir de interrogantes y conceptos valiosos en contenidos, en especificidades; por otro, ensayar hipótesis que tengan un valor explicativo para más de un caso concreto. Con este dossier, nuestra revista se aventura por primera vez (aunque en números anteriores se hayan recogido incursiones aisladas) más allá de los límites de Europa para escudriñar un contexto que puede resultar familiar en España aunque también, muchas veces, ajeno, distante, o simplemente desconocido. Y es la primera vez, además, que escogemos como objeto de estudio un «territorio» y no una disciplina (el derecho, la historia), o un tipo de producción cultural (el cine, la literatura), o un proceso histórico específico (el nazismo, el franquismo), o una «realidad» social inmediata (la homoparentalidad, las adolescencias homosexuales) – aunque algunos de estos elementos hayan vuelto a estar presentes, es lógico, a la hora de examinar nuestra materia. En cualquier caso, nos ha espoleado la voluntad de andar, cruzar y descorrer este territorio desde el prisma múltiple de las homosexualidades desconfiando de las demarcaciones que hicieran otros viajeros para volverlo cognoscible. Hemos querido explorar entradas y sentidos inéditos, poner en cuestión lo que sabemos o creemos saber respecto de un subcontinente tantas veces «hablado» por otros – curiosamente, de la misma manera en que a gais, lesbianas y transexuales se les usurpó la palabra. En el reverso de conquistas y colonizaciones, de golpes de Estado y revoluciones, de liderazgos y utopías, hemos buscado leer y conocer los restos de sujetos y poblaciones excluidas también por sus orientaciones y sus prácticas sexuales. Y lo hemos hecho con el convencimiento de que no es admisible perder ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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de vista ese horizonte de cuerpos expuestos a la amenaza, dolorosamente vulnerables, que en América Latina comparten su suerte con gais, lesbianas y transexuales. Si queremos evitar miradas comunitarias (auto)complacientes y (auto)referenciales, especie de autismo homosexual que amenaza desbaratar su potencialidad política y conceptual, es imprescindible no borrar ni descuidar el contexto donde las homosexualidades acontecen. Se trata, en este caso, de unas sociedades signadas por «el retorno del desamparo» y la multiplicación de los «prescindibles» e «inviables», en palabras del ensayista argentino-chileno Martín Hopenhayn2. Ojalá las lecturas que se sucedan, aquí y allá, sirvan para reabrir tanto nuestros textos como el mapa de América Latina, ayudando a (re)inventar y (re)hacer un continente desgarrado por viejas y renovadas formas de exclusión, opresión, injusticia y violencia. Equipo Orientaciones
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2 «Hay una relación bastante clara entre la exclusión social y el imaginario del desamparo. Estar arrojado fuera del mundo laboral, de la pertenencia a una comunidad política, de las redes que garantizan un mínimo de seguridad física y económica, así como estar expuesto a trayectorias temporales sobre las cuales no se puede ejercer casi ningún control, son formas de exclusión y a la vez abono del desamparo», Hopenhayn (2004) «Desamparo y exclusión social en América Latina», en Cartografías de la Argentina de los ‘90, Córdoba, Ferreyra Editor, pág. 17.
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El orden de los factores... ¿altera el producto? Logros y desafíos legislativos en la defensa de los derechos de las personas GLTBI en América Latina Marcelo Ferreyra
Introducción 1 En noviembre de 1967, en un conventillo en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, Héctor Anabitarte (hoy activista residente en Aranjuez, España), junto con otros activistas fundan «Nuestro Mundo». Anabitarte era un cuadro medio de la Juventud Comunista y cuando planteó por escrito a la dirección de la Federación, en 1966, que era homosexual y que había que reflexionar sobre la homosexualidad, aprovechando las circunstancias de la clandestinidad, se le recomendaron «vacaciones» y lo enviaron a un psiquiatra del PC, que muy ingenuamente decía que la URSS era psicoterapéutica en sí misma.
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Las comunidades GLTBI en América Latina llevan una tradición de más de 36 años de activismo político, que se remonta hasta finales de la legendaria década de los sesenta y anterior a Stonewall. Así lo reconocen quienes cada 1º de noviembre en Buenos Aires (Argentina) conmemoran la fundación de «Nuestro Mundo», primer grupo político de homosexuales en Argentina y en Latinoamérica, creado en 19671. El activismo de la región actualmente constituye un movimiento sumamente dinámico, que en junio de 2004 sumó en la marcha del orgullo más grande del mundo, en la ciudad de Sao Paulo (Brasil), 1.500.000 personas. Muchos y muy importantes fueron los cambios sociales que se sucedieron a lo largo de ese período. Y también cambió en gran medida el punto de vista con respecto a la homosexualidad. Poco a poco esta evolución y la importante labor de los activistas se vieron reflejadas en cambios legales. El proceso de despenalización de las relaciones homosexuales realizadas con mutuo consentimiento todavía sigue vigente pero ya en 1980 era un logro en Colombia, en Cuba en 1988 y 1997, en Ecuador en 1997, en Chile y en México en 1998, en Puerto Rico en 2004. En enero de 2005 el Tribunal Constitucional de Perú, consideró que el artículo 269 del Código Penal Militar que castigaba con penas que iban desde veinte días a veinte años de cárcel «los actos deshonestos de conocimiento carnal en contra del orden natural» era inconstitucional por incurrir en discriminación por motivo de orientación homosexual, entre otras razones. 7
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Medidas paradigmáticas de protección contra la discriminación en la región El arduo trabajo de los y las activistas de la región ha sido motivo de numerosos logros en la legislación que protege contra la discriminación por orientación sexual. El ejemplo más emblemático de ese trabajo se encuentra en la Constitución de Ecuador (1998), que prohíbe este tipo de discriminación en su artículo 23(3). La única medida en relación con la discriminación por motivo de orientación sexual con alcance regional fue tomada por el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), un proyecto de integración económica que cuenta con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay como miembros plenos, y con Bolivia, Chile, Perú y Venezuela como estados asociados. En su Declaración Número 10 (1998), referida a Derechos Individuales, se reconoce a los trabajadores la «igualdad efectiva de derechos, trato y oportunidades en el empleo y ocupación», e incluye explícitamente al «sexo u orientación sexual» como motivo tasado de discriminación (art. 1). A la fecha, esta normativa no se ha incorporado al derecho interno de ninguno de los países miembros del MERCOSUR. Por el momento, su importancia se limita a una declaración de principios –válida en sí misma– que abre la posibilidad de acciones concretas en los distintos países para dotarla de fuerza legal.
Legislación nacional Varios países han incorporado en su legislación diversas medidas de protección a nivel nacional. En este sentido cabe destacar la Ley Federal para prevenir y eliminar la discriminación de México, vigente desde el 12 de julio de 2003. Esta es una ley ejemplar -y lamentablemente única por el momento en la región- por su concepción integral de los aspectos de la sexualidad que es necesario proteger contra la discriminación. Esta ley avanza más allá de la «preferencia» e incluso de la «identidad» sexual, e incluye un abanico de conductas que integran la categoría «expresión de género». Así, el texto ley protege en contra de la discriminación por «preferencias sexuales» (art. 4), así como por «la apariencia física, forma de vestir, hablar, gesticular o por asumir públicamente su preferencia sexual» (art. 9.XXVIII). Los 8
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artículos 2 y 3 obligan a las autoridades federales a aplicar todas las medidas y recursos en su poder para detener la discriminación dentro de sus propias dependencias y en las políticas públicas sobre las que tiene jurisdicción. De esta manera se transforma la concepción frente a la discriminación que el estado mexicano venía sosteniendo ya que además de la obligación negativa por parte del Estado (que éste no cometa actos de discriminación y que sancione a quienes incurrieren en ellos) ahora también se establece una obligación positiva que significa que el Estado se obliga a prevenir y establecer todas las medidas que crea convenientes para modificar los climas que contribuyen a la discriminación. La legislación mexicana establece la creación de un Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación, para supervisar su implementación. Se supone que el Consejo elaborará regulaciones y establecerá sanciones para las violaciones. Sin embargo, la ley está escrita en términos generales y no especifica sanciones ni otorga al Consejo poderes reales para su cumplimiento. Es importante señalar también la disparidad entre el sector público (que está sujeto a sanciones) y el sector privado (al que se lo invita a un proceso de concertación con la persona discriminada, tutelado por el Consejo). El nuevo Código Procesal Constitucional del Perú (Ley Nº 28237 de 31 de mayo de 2004) modifica las garantías constitucionales existentes con la finalidad de garantizar la vigencia de los derechos constitucionales. La novedad de la norma es que por primera vez se reconoce la no-discriminación por orientación sexual como objeto de protección legal mediante el recurso de amparo. Con esto, cualquier miembro de la comunidad lésbica, gay, trans* y bisexual (LGTB) peruana dispondrá de un recurso al que apelar cuando sea objeto de discriminación. En Venezuela la no-discriminación por motivo de orientación sexual se encuentra expresamente consagrada en la legislación laboral. El artículo 8(e) del Reglamento de la Ley Orgánica del Trabajo Nº 5292, vigente desde el 25 de enero de 1999, establece el «[p]rincipio de no discriminación arbitraria en el empleo, por razones de género o preferencia sexual». El 10 de Julio de 2003 se modificó el Código Penal Uruguayo para condenar la incitación «al odio, al desprecio, o a cualquier forma de violencia moral, física o psicológica contra una o más personas en razón de su (...) orientación sexual e ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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identidad sexual» (art. 149 bis), así como la comisión de «actos de violencia moral o física, de odio o de desprecio contra una o más personas en razón de su (...) orientación sexual e identidad sexual» (Art. 149 ter).
Políticas públicas En otros países se han tomado medidas administrativas para extender el mismo tipo de protecciones contra la discriminación por orientación sexual. El 24 de marzo de 2004 el gobierno Federal de Brasil lanzó el programa «Brasil sin Homofobia» con el objeto de combatir la «Violencia y la Discriminación contra Gays, Lesbianas, Transgéneros y Bisexuales» y para la «Promoción de la Ciudadanía Homosexual». El programa, que involucra a 9 ministerios, Secretarías especiales y otros organismos gubernamentales en los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) se aboca especialmente a la realización de políticas afirmativas principalmente en las áreas de educación, salud, empleo, cultura y legislación. La elaboración del Programa Brasil sin homofobia contó con la participación directa de representantes de la comunidad GLBT, que será también garante de la implementación del programa.
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Jurisprudencia Otro tipo de medidas que cabe destacar son de tipo jurisprudencial, y especialmente la jurisprudencia ejemplar de la Corte Colombiana en el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas homosexuales. Cuando en 1994 un estudiante de la Escuela de Carabineros solicitó la protección de sus derechos fundamentales al debido proceso y al buen nombre vulnerados por las directivas de la escuela al expulsarlo por supuestas conductas homosexuales, sin el cumplimiento del procedimiento debido, en los considerandos de su sentencia T-097/94, la Corte manifestó que El homosexualismo, representa una manera de ser o una opción individual e íntima no sancionable. Otra cosa ocurre con las prácticas sexuales, dentro de cuarteles y escuelas, así como con las demás manifestaciones externas de este tipo de conducta que, si interfieren con los objetivos, funciones y disciplina, legítimamente instituidos, bien pueden ser objeto de sanción.
En este caso, la Corte Constitucional al conceder la tutela incorporó el «derecho a la educación» como derecho violado, y señaló que «la condición de homosexual, por sí misma no puede ser motivo para la exclusión de la institución armada». En 1979 se promulgó el Decreto 2277, para el «ejercicio de la profesión docente» en Colombia. Su artículo 46 trataba sobre las «causales de mala conducta» (sancionables) e incluía en el punto «e» al «homosexualismo o la práctica de aberraciones sexuales», al mismo nivel que otro tipo de conductas como la asistencia a clase en estado de intoxicación, la falsificación de documentos públicos, la malversación de fondos escolares y el tráfico de calificaciones. En 1997, un grupo de activistas homosexuales y lesbianas presentaron un recurso de inconstitucionalidad de dicho artículo, considerando que atentaba contra el derecho al libre desarrollo de la personalidad reconocido por la Constitución colombiana. Al derogar dicha disposición, la Corte Constitucional colombiana produjo un fallo memorable (C-481-98), al afirmar: La Corte considera más plausible la tesis, según la cual, la presencia de profesores con distintas orientaciones sexuales, en vez de afectar el desarrollo psicológico y moral
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de los educandos, tendería a formarlos en un mayor espíritu de tolerancia y de aceptación del pluralismo, lo cual es no sólo compatible con la Carta sino que puede ser considerado un desarrollo de los propios mandatos constitucionales, que establecen que la educación deberá formar al colombiano en el respeto de los derechos humanos, la paz y la democracia (…). No existe ninguna justificación para que se consagre como falta disciplinaria de los docentes la homosexualidad. La exclusión de los homosexuales de la actividad docente es totalmente injustificada, pues no existe ninguna evidencia de que estas personas sean más proclives al abuso sexual que el resto de la población, ni que su presencia en las aulas afecte el libre desarrollo de la personalidad de los educandos. Además, el propio ordenamiento prevé sanciones contra los comportamientos indebidos de los docentes, sean ellos homosexuales o heterosexuales. Normas como la acusada derivan entonces de la existencia de viejos y arraigados prejuicios contra la homosexualidad, que obstaculizan el desarrollo de una democracia pluralista y tolerante en nuestro país. Por ello, la Constitución de 1991 pretende construir una sociedad fundada en el respeto de los derechos fundamentales de las personas y en donde la diversidad de formas de vida no sean un factor de violencia y de exclusión sino una fuente insustituible de riqueza social. La diferencia y la igualdad encuentran sus lugares respectivos en esta Constitución que pretende así ofrecer las más amplias oportunidades vitales a todas las personas.
Ante la negativa en 1998 de un establecimiento educativo de permitir el reingreso de unos estudiantes por su condición de homosexuales, la Corte Constitucional amparó con su sentencia T–101/1998 el derecho a la educación considerando que «[l]a educación en un Estado social de derecho ha de propender porque cada uno de los actores del proceso educativo, especialmente los alumnos, se apropie e interiorice principios fundamentales para la convivencia humana, tales como la tolerancia, el respeto a la diversidad y la igualdad en la diferencia». La sentencia concluye afirmando que «[l]a homosexualidad es una condición de la persona humana que implica la elección de una opción de vida tan respetable y válida como cualquiera, en la cual el sujeto que la adopta es titular, como cualquier persona, de intereses que se encuentran jurídicamente protegidos, y que no pueden ser objeto de restricción por el hecho de que otras personas no compartan su específico estilo de vida».
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2 El mencionado proyecto de Unión Civil fue votado en la Cámara de Senadores el 26 de agosto de 2003 y derrotado por 55 votos contra 32. Antes de su tratamiento en la Cámara generó una fuerte campaña a favor y en contra. Los activistas LGBT se movilizaron realizando reuniones informativas a lo largo de todo el país. El proyecto, cuya autora es la senadora Piedad Córdoba, incluye normativa para garantizar derechos como la herencia y la seguridad social a las parejas formadas por personas del mismo sexo. También exige la inclusión de información actualizada y con base científica acerca de la homosexualidad y la transexualidad en los planes de estudio de todos los niveles del sistema educativo y prevé penas para los discursos que inciten al odio homofóbico.
3 IGLHRC (2004) Resumen GLTBI de América Latina 2003, Nueva York.
4 Las ciudades capitales de países de composición federal están facultadas para aprobar su propia legislación local funcionando como comunidades autónomas. Tal es el caso del DF de México, Brasilia o Buenos Aires.
El 20 de marzo de 2003 fue expulsado de los Scouts de Colombia el activista gay Edgar Robles Fonnegra, tras 24 años de pertenencia a esa institución. La causa de su expulsión fue la visibilidad alcanzada por Edgar como gay y su defensa del proyecto de ley de parejas del mismo sexo2. El 3 de octubre del mismo año, una vez más la Corte Constitucional falló a favor de la diversidad sexual. En su sentencia T- 808/2003, la Corte ordenó a la Asociación Scouts de Colombia reintegrar a Edgar, invocando el derecho a la igualdad y al libre desarrollo de la personalidad y observando que «una institución que pretende educar niños y jóvenes en ciudadanía no puede de ninguna manera tomar decisiones arbitrarias o discriminatorias, como en este caso por orientación sexual, y que sus reglamentos no pueden ir contra la Constitución y deben reformarse para que armonicen con la misma»3. Muchas veces, la jurisprudencia comparada ha extendido su alcance antidiscriminatorio al reconocimiento de las parejas de personas del mismo sexo. Por ejemplo, la Corte Suprema de Puerto Rico amplió en 2003 los alcances de la Ley Nº 54 sobre la Violencia Doméstica para incluir a las parejas del mismo sexo. Según su criterio, la ley no tiene nada que ver con homosexuales, lesbianas o heterosexuales, sino con el daño físico y emocional que sufren quienes son sometidas o sometidos a abusos por las personas con quienes tienen una relación íntima en condiciones de mutuo consentimiento. En este mismo sentido, el 10 de febrero de 2003 el juez Marco Aurelio, del Supremo Tribunal Federal de Brasil, dictaminó que el Instituto Nacional de Seguro Social debía pagar pensión a los viudos gays y a las viudas lesbianas de todo el país. Siguiendo este ejemplo, el Instituto Aerus – entidad de previsión social privada que reúne a las empresas del sector aéreo, como Varig o Transbrasil–reconoció en 2003 el derecho a la pensión para compañeras/os del mismo sexo.
Legislación estatal y normativa municipal Además de las medidas de alcance nacional muchas provincias o estados y ciudades, de países con legislación a nivel nacional o no, introdujeron en su propia legislación medidas para defender de la discriminación a las orientaciones sexuales diferentes4. El artículo 11 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1996) «reconoce y garantiza el derecho a ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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ser diferente» y prohíbe las «discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de (...) orientación sexual». Una formulación similar se recoge en la Ordenanza Antidiscriminatoria Nº 6231 vigente en la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe), desde el 20 de diciembre de 1996. La ley Nº 13168 de Violencia Laboral de la Provincia de Buenos Aires, del 27 de enero de 2004, define como «acoso en el trabajo» a «la acción persistente y reiterada de incomodar al trabajador o trabajadora, manifestada en comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica del individuo, o que puedan poner en peligro su empleo o degradar el clima de trabajo, en razón de su (...) opción sexual» (art. 6). La Ley de Reivindicación de los Derechos Humanos del Gobierno Municipal de La Paz (Bolivia) afirma en su artículo 2 que «los derechos enunciados son reconocidos a todos los habitantes que vivan o estén de paso por el municipio (…) sin discriminación alguna debido [a] (…) la opción sexual». En Brasil varios estados han establecido en sus constituciones cláusulas que prohíben la discriminación por orientación sexual: Alagaos, (art. 3, 1989), Mato Grosso (1989), Santa Catarina (art. 4.IV, 2002) y Sergipe (art. 3.II, 1989). Otros estados tienen leyes antidiscriminatorias que específicamente prohíben la discriminación por orientación sexual, como Bahía, Distrito Federal (Ley 2615, 2000), Minas Gerais (Ley 14.170, 2002), Río de Janeiro (Ley 3559 y Ley 3406, 2001), Río Grande do Sul (Ley 185, 2002), São Paulo (Ley 10.948, 2001). El Código Penal de Distrito Federal de México, publicado en la Gaceta Oficial de la Federación el 16 de julio de 2002, fue el primer caso en la legislación mexicana en tipificar la discriminación por orientación sexual, al imponer sanciones en su artículo 26 «al que por razón de (…) orientación sexual (…) veje o excluya a una persona o a un grupo de personas; o niegue o restrinja derechos laborales». Por su parte, el artículo 207 bis del Código Penal del Estado de Chiapas, vigente desde 25 de febrero de 2004 señala: Se impondrá pena de tres a seis años de prisión, de cincuenta a doscientos días y multa y de veinticinco a cien días de trabajo a favor de la comunidad, al que por razón de edad, sexo, embarazo, estado civil, raza, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad,
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origen o posición social, trabajo o profesión, posición económica, carácter físico, discapacidad o estado de salud; I.- provoque o incite al odio o a la violencia; II- en ejercicio de sus actividades profesionales, mercantiles o empresariales, niegue a una persona un servicio o una prestación a la que tenga derecho. Para los efectos de esta fracción se considera que toda persona tiene derecho a los servicios o prestaciones que se ofrecen al público en general; III.- deje o excluya a alguna persona o grupos de personas, cuando dichas conductas tengan por resultado un daño material o moral, o IV.- niegue o restrinja derechos laborales. Al que siendo servidor público, incurra en alguna de las conductas previstas en este artículo, niegue o retarde a una persona un trámite o servicio al que tenga derecho, se le aumentará en una mitad la pena prevista en el primer párrafo, y se le impondrá la destitución e inhabilitación para el desempeño de cualquier cargo, empleo o comisión públicos hasta por el mismo tiempo de la pena de prisión impuesta (énfasis añadido).
El Código Penal del Estado de Aguascalientes (México), en su artículo 91(d), señala que «[l]a discriminación consiste en: (I) provocar o incitar al odio, a la violencia, o negar o restringir derechos laborales por razón de edad, sexo, embarazo, estado civil, raza, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad, origen o posición social, trabajo o profesión, posición económica, carácter físico, discapacidad o estado de salud» y (II) «vejar o excluir a alguna persona o grupo de personas cuando dichas conductas tengan por resultado un daño material o moral» (énfasis añadido). Tanto la Provincia Argentina de Río Negro como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sancionaron en 2002 sendas leyes de Unión Civil que reconocen a las parejas del mismo sexo los mismos derechos que a las de sexos distintos en los planos provincial y municipal, respectivamente. Las empresas privadas no tienen obligación de aplicar las disposiciones de esta ley, por lo que en materia de beneficios sociales sólo alcanza a las empleadas y empleados estatales. El Estado de Río Grande do Sul (Brasil) reconoció el 3 de marzo de 2004 las uniones entre personas del mismo sexo, que pueden ser registradas ante notario público y gozan de la mayor parte de los derechos de las uniones heterosexuales: adopción, custodia de hijos, herencia, pensión y seguro social. Las ciudades brasileras de Recife (Pernambuco, 2001), Porto ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Alegre (Río Grande do Sul, 2001), Pelotas (Río Grande do Sul, 2002), São Paulo (São Paulo, 2002) y Río de Janeiro (Río de Janeiro, 2003) tienen leyes que equiparan a las parejas homo y heterosexuales de servidoras y servidores públicos en cuanto a beneficios sociales, incluyendo atención médica y derecho a pensión. Además existen numerosas medidas administrativas que garantizan los derechos de las parejas homosexuales. El 27 de marzo de 2003, el Instituto Nacional del Seguro Social en el estado de Bahía (Brasil) confirmó que la inscripción en el Libro de Uniones Estables entre Homosexuales es un documento válido para que las parejas de personas de orientación no heterosexual accedan a los beneficios que brinda el instituto. El Libro fue una iniciativa del Grupo Gay de Bahía. El 4 de abril de 2003, el Instituto Nacional del Seguro Social en el Estado de Paraná reconoce el Libro de Registro de Uniones estables de homosexuales en los mismos términos que su par de Bahía. En este caso, la iniciativa fue del Grupo INPAR 28 de Junho. El 24 de abril de 2004 el Juzgado Civil N° 14 del Estado de Sao Paulo instó a quince de las principales entidades prestadoras de salud a que reconocieran como beneficiarias a las parejas del mismo sexo y les dio un plazo de sesenta días para poner en práctica dicha medida. El incumplimiento de la medida judicial, que alcanza entre otras a las operadoras Bradesco Salud, Med, Porto Seguro y Blue Life, será sancionado con una multa diaria de 2.000 reales (unos 660 euros). Un tribunal de la provincia de Mendoza (Argentina) reconoció en 1998 como tal la unión de hecho de una pareja homosexual. Este veredicto, al parecer el primero de su tipo en Argentina, otorga beneficios de atención sanitaria a las parejas del mismo sexo.
Normativa discriminatoria A pesar de los constantes progresos para eliminar la discriminación, la región presenta aún marcados contrastes y contradicciones en cuanto al respeto de los derechos fundamentales de las personas de orientación sexual diversa. La documentación proveniente de toda América Latina atestigua numerosos casos de asesinatos, violaciones, ataques, palizas, tratamientos médicos, psicológicos o religiosos obligatorios para alterar la sexualidad, diversas formas de 16
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5 Aunque desborda el ámbito cultural conocido normalmente como América Latina, se incluye aquí información sobre las excolonias británicas del Caribe puesto que constituyen, o pueden constituir, una fuerte influencia para algunos de los restantes países de Centroamérica y el Caribe.
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tortura y privación arbitraria de libertad debido a la orientación sexual real o aparente y/o a la identidad o expresión de género. Lo que es aún más grave es que estas situaciones están, en muchos casos, avaladas legalmente. En varios países sigue vigente una legislación que prohíbe o reglamenta la actividad sexual consentida entre adultos del mismo sexo. Así sucede con el Código Penal de Costa Rica (1970), el Código Penal de Nicaragua (1992) y el Código Penal de Guyana (2002); y con las leyes de delitos sexuales de Barbados (1992), Trinidad y Tobago (1986), Antigua y Barbuda (1995), Dominica (1998), Saint Kitts y Nevis, y San Vicente5. En ciertos casos, aunque no se hable explícitamente de conductas homosexuales, el campo de aplicación de las leyes es bastante amplio. Este es el caso, por ejemplo, de los Códigos Penales de Belice (1980), Granada (1994) y Santa Lucía (1993), que prohíben cualquier acto sexual arbitrariamente definido como «antinatural» o «indecente». Algunas leyes vinculan la orientación sexual de las personas con alguna otra contravención, convirtiéndose en leyes indudablemente discriminatorias y estigmatizantes para todo un sector de la sociedad. Así lo hacen por ejemplo en Argentina algunos Códigos de Faltas de algunas provincias, como por ejemplo el Código de Faltas de la Provincia de Mendoza, Nº 3365 (1965), el de la Provincia de San Juan, Nº 6141 (1990), los Códigos de Faltas de la Provincia de Buenos Aires, de 1977 y 1979, el de la Provincia de Neuquén, Nº 813 (1962), y el de la Provincia de Santa Cruz, Nº 2338 (1961), bajo el título de «Prostitución escandalosa y homosexualismo». Existe legislación que va aún más allá en su móvil discriminatorio y directamente convierte la identidad o expresión de género de las personas en un delito. Una vez más nos encontramos con los Códigos de Faltas en Argentina, como el de la Provincia de Buenos Aires; Nº 8031 (1973), el de la Provincia de Mendoza, Nº 3365 (1965); el de la Provincia de Santa Fe, Nº 10703 (1991) y el de la Provincia de Santiago del Estero, Nº 2425 (1953) que castigan «a quien en la vida diaria se vista y haga pasar como persona de sexo contrario». Si bien sabemos que en muchos casos estas leyes son herencias coloniales o de periodos represivos y están en revisión, su mera existencia supone riesgos evidentes a los derechos a la privacidad, a la igualdad, a no ser sometida/o a discriminación, a no ser arrestada/o en forma arbitraria, a la vida, la libertad y la seguridad personales, a no ser sometida/ o a tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes, a la 17
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reunión pacífica y a la asociación, a la libre participación en la vida cultural de la comunidad, a tomar parte en la vida pública, y a la igualdad en el empleo y la educación. Lo que resulta completamente paradójico, y a la vez es signo evidente de las contradicciones regionales, es que en algunos casos, como por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, los legisladores estudien la posibilidad de aprobar leyes destinadas a reconocer las relaciones de hecho de las parejas del mismo sexo, cuando están aún vigentes leyes que proscriben la diferente orientación sexual y/o penan la identidad o expresión de género que se aparte de ciertas normas, amenazando la libre circulación de los potenciales beneficiarios integrantes de las parejas aludidas en esos proyectos de ley. En este contexto es importante tener en cuenta que todos los derechos son igualmente importantes y que es imposible disfrutar de unos si se carece de los otros (si alguien no tiene sus necesidades básicas satisfechas –comida, vivienda, libre circulación etc. –, de nada le sirve tener derecho al voto, ya que probablemente esa persona venda su voto por comida; o el que se reconozca legalmente su relación de pareja, si no puede siquiera cruzar la calle para poder ejercer los derechos garantizados por ese reconocimiento).
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Aplicación discriminatoria de normativa de expresión ambigua Aunque son relativamente pocos los casos en que la legislación discriminatoria hace referencia directa a la orientación sexual o a la identidad de género, por lo general se usan con el mismo fin normas referidas a conceptos jurídicos indeterminados, como lo son las nociones de «orden público» u «orden», «bien común», «bienestar general» o «vida o bienestar de la comunidad», «seguridad nacional», «seguridad pública» o «seguridad de todos», «obscenidad», «moral» o «moral pública», «salud pública» o «prevención del delito». Cuando se utilizan conceptos morales en textos legales, ningún Código Penal brinda una definición apropiada, con lo cual la calificación queda a criterio personal de las funcionarias y funcionarios que deben aplicar la ley. Este tipo de conceptos jurídicos indefinidos dejan la puerta abierta para que la orientación sexual o la identidad o expresión de género puedan ser interpretadas como contrarias al «orden público» o al «bien común», o como conductas «obscenas» e «inmorales» por quienes asumen el deber público de «prevenir el delito» a través de «limpiezas sociales». Los ejemplos a continuación son una muestra de la amplia difusión en la región de esta normativa ambigua. En Bolivia se hace referencia a «actos obscenos» (art. 323 del Código Penal de 1940, reformado en 2003) y «espectáculos obscenos» (art. 324). La misma ambigüedad, con sus posibles consecuencias discriminatorias, la encontramos en la Ley del Trabajo, cuyos artículos 65 y 67 utilizan términos como «honorabilidad» y «moralidad». En Brasil, el Código Penal (1940, con reformas de 1998) reglamenta las acciones que constituyen delito por constituir «atentados al pudor», el capítulo está íntegramente dedicado a reglamentar las sanciones contra «actos obscenos». El artículo 233 señala que se castigará a quienes «practiquen actos obscenos en lugares públicos, o abiertos a la exposición pública». Artículo 234 penaliza con detención de 6 meses a 2 años, o multa a quienes «[f]abriquen, importen, exporten, adquieran o tenga en guarda, para fines comerciales, de distribución o de exposición pública, escritos, diseños, pinturas, estampas o cualquier objeto obsceno». Incurren en la misma pena quienes vendan, distribuyan o expongan a la venta o al público objetos obscenos, así como quienes realicen exhibiciones obscenas en público en formato teatral, cinematográfico, radial o «cualquier otro». ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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En Honduras el Código Penal penaliza en su artículo 418(2) a quien «[m]ediante estampas o grabados o de cualquier otra manera ofende la moral y las buenas costumbres». La Ley de Policía y de Convivencia Social, emitida por el Congreso Nacional mediante el acuerdo No. 226-2001 y publicada el 7 de marzo de 2002, contiene varios artículos que son utilizados para estigmatizar a las personas por motivo de su orientación sexual. Artículo 54- La Policía Nacional podrá limitar o restringir, por el tiempo imprescindible, la circulación o permanencia en vías o lugares públicos, zonas de alto riesgo en que opera la delincuencia, en alteración del orden público para proteger, prevenir o reprimir al crimen organizado, la seguridad o la pacífica convivencia, cuando fuere necesario para su restablecimiento [al no especificar el tiempo, esta disposición limita el derecho a la libertad de circulación establecido en el artículo 81 de la Constitución]. Artículo 100- La persona que se encuentre vagando en forma sospechosa, si no da razón de su presencia, será conducida a la estación de policía, con el objeto de ser identificado y será sometido a vigilancia en defensa de la sociedad. Deberán ser sometidos a vigilancia policial las personas vagas en estado de peligrosidad social, tales como los que no trabajen ni tengan modo de vivir conocido y tengan dinero para gastar.
Esta normativa criminaliza la pobreza y discrimina por la apariencia física de las personas. Las detenciones que se practican invocándola vulneran el principio de igualdad y la prohibición de toda forma de discriminación que establece el artículo 60 de la Constitución. En México, en el Estado de Zacatecas, las «exhibiciones obscenas» en lugares públicos en momento y oportunidad tales que puedan ser presenciadas por menores conllevan una penalidad adicional (Código Penal de 1983, art. 181). En el estado de Colima, «transportar» o «poseer» objetos que son obscenos «en sí mismos o por su contenido» con la intención de distribuirlos o exhibirlos en público también es delito (art. 154). En Yucatán, es delito también la «publicidad» acerca de productos obscenos (art. 207). El Código Penal de Jalisco penaliza también las «exhibiciones obscenas» que tengan lugar «en privado pero que puedan ser vistas por el público» (art. 135). 20
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Ahora bien, de alguna manera, la definición de esos «valores y principios» no puede desvincularse de los sentimientos dominantes en una sociedad dada, de manera que si estas normativas ambiguas no se interpretan vinculándolas estrechamente con los estándares de una sociedad democrática, pueden representar una vía para privar de contenido real a los derechos humanos internacionalmente protegidos. En nombre de esas normas, subordinadas a principios antidemocráticos, cualquier restricción a los derechos humanos podría ser legítima.
Restricción de interpretaciones discriminatorias de la normativa ambigua En México tanto el Código Penal Federal como todos sus equivalentes estatales castigan: «[a]l que publique por cualquier medio, ejecute o haga ejecutar por otro exhibiciones obscenas» (art. 200.2) y «[a]l que fabrique reproduzca o publique libros, escritos, imagines u objetos obscenos, y al que los exponga, distribuya o haga circular» (art. 200.1). A nivel federal, las penas por «obscenidad» van de seis meses a 5 años de cárceles, y de 300 a 500 días proporcionales de salario mínimo como multa, o ambos, según criterio del juez/a. Sin embargo, en este caso se aclara que las conductas cuyo fin sea la «investigación o divulgación científica, artística o técnica» están exentas de esta penalidad. Esta distinción – que no existe en otros Códigos Penales de la región, como el boliviano– es muy importante porque permite la protección de docentes, artistas, periodistas, sexólogos/as y escritores/ as de orientación sexual diferente –o que aborden temáticas de homosexualidad o lesbianismo– frente a acusaciones de «exhibiciones obscenas» en el transcurso de su trabajo. La misma formulación se encuentra en los Códigos Penales de Aguascalientes (art. 194), Baja California (art. 268), Baja California Sur (art. 255), Campeche (art. 175), Chihuahua (art. 174), Coahuila (arts. 2098 y 299), Distrito Federal (art. 200), Durango (art. 220), Guanajuato (art. 191), Guerrero (art. 216), Hidalgo (art. 276), México (art. 204), Michoacán (art. 162), Nayarit (art. 198), Oaxaca (art. 194), San Luis Potosí (art. 185), Sonora (arts. 167 y 168), Tamaulipas (art. 190), Tlaxcala (art. 164), Veracruz (art. 228) y Yucatán (art. 207). En todos estos ejemplos se ha considerado que las nociones aludidas implican una importante medida de ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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relatividad, que deben interpretarse en estrecha relación con el derecho al que están referidas y que hacen menciones específicas con el objeto de tener en cuenta las circunstancias del lugar y del tiempo en que son invocadas e interpretadas. De esta forma se logra evitar la arbitrariedad y la discriminación en el uso del poder.
Conclusión El cúmulo de contradicciones en la legislación local da lugar a diferentes estrategias y puntos de vista de los y las activistas locales. Mientras en algunas marchas del orgullo reinan el colorido, la música, la fiesta y la alegría, hay quienes sostienen justamente que también deben estar destinadas a proclamarnos en contra de la violencia cotidiana a la que nos somete la discriminación: las agresiones al caminar por la vía pública, las persecuciones policiales, la imposición del silencio, la obligación de invisibilizarnos en el trabajo, si todavía tenemos, y en la vida familiar por miedo a las represalias. Para estos y estas activistas es hora de concienciarnos sobre el lugar que esta sociedad otorga a los gays, travestis, trans, bisexuales y lesbianas: llevar las plumas, los brillos y las lentejuelas un día del año y aguantar la represión los 364 días restantes. O, lo que es lo mismo: vivir relativamente protegidos por logros legales mientras aún formamos parte de una sociedad que apenas ha iniciado el proceso de integrar plenamente la diversidad.
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Las luchas de las minorías sexuales en América Latina. Una mirada desde los movimientos sociales Beatriz Díez
Introducción 1 Ver la editorial del décimo número de la revista Tram(p)as de la comunicación y la cultura, dedicado a los Movimientos sociales.
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Vivimos unos tiempos que algunos no dudan en definir como una nueva Edad Media, una etapa de oscuridad a la espera de un «renacimiento» que devuelva a la humanidad la esperanza que parece haber perdido justo al comenzar un siglo que se anticipaba como el que pondría fin a los conflictos, eliminaría el hambre y acabaría con cualquier tipo de discriminación hacia mujeres y hombres. La fatídica fecha del 11 de septiembre de 2001 dio la bienvenida a una nueva época que podríamos definir como la del dominio de las guerras preventivas y la persistencia de las desigualdades sociales, no sólo entre Norte y Sur sino dentro de los propios países. Paradójicamente, la voz de las Organizaciones No Gubernamentales se escucha cada vez en más foros y no cesa la publicación (y publicidad) de informes que denuncian la injusticia y que abogan por la consecución de un mundo diferente, un mundo en el que la pobreza sea de verdad erradicada. Y aunque los recursos para hacerlo estén ahí, la falta de voluntad política hace que las resoluciones y documentos no lleguen muy lejos de las salas de reuniones de los organismos internacionales. Así las cosas, resulta complicado hablar de los movimientos sociales como un todo homogéneo sin replantearnos si los movimientos que conocimos como tales entre las décadas del sesenta y ochenta del pasado siglo siguen vigentes, o si es necesaria una nueva definición de los mismos. Como expresan Florencia Saintout y Jorge Huergo, directores de la revista Tram(p)as de la educación y la cultura, en un contexto nuevo los actores sociales y los movimientos tienen un doble papel: son sistemas de reconocimiento social, que expresan identidades colectivas viejas y nuevas, y por otro lado son intermediarios políticos no partidarios que traen necesidades y demandas de las voces no articuladas a la esfera pública, vinculándolas con los aparatos institucionales del Estado1. 23
Las luchas de las minorías sexuales en América Latina
El movimiento en defensa de los derechos de las minorías sexuales no es ajeno a este mundo cambiante; y si bien se ha fortalecido durante las tres últimas décadas, especialmente en América Latina, asistimos a un período de confrontación por parte de la jerarquía eclesiástica y los sectores conservadores que promete un futuro en el que la cohesión dentro de los grupos LGBT será imprescindible.
2 Citado por Barry Adam (1995, 65). Traducción propia.
3 Amnistía Internacional (2001) Crímenes de Odio, Conspiración de Silencio, Tortura y Malos Tratos Basados en la Identidad Sexual.
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Marco de desarrollo de los movimientos sociales El derecho que pido para mí, y para todos los que son como yo, es el derecho a elegir la persona a quien amo. Peter Wildeblood, Against the Law2
Es indiscutible que entre todos los problemas existentes para la consecución de una sociedad de individuos iguales en derechos y en responsabilidades, las minorías sexuales conforman un grupo frecuentemente olvidado cuando se habla de ‘violaciones de los derechos humanos’. Los abusos contra gays y lesbianas violan algunos de los derechos fundamentales protegidos en normas internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En este sentido, afirmar los derechos de gays y lesbianas como derechos humanos no significa reivindicar unos derechos nuevos o especiales, sino exigir que se garantice a todas las personas, con independencia de su orientación sexual, el pleno disfrute de sus derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales3. Según la hipótesis de Nancy Fraser, existen dos formas interrelacionadas de injusticia en el ordenamiento social. Por un lado, las injusticias de distribución o económicas mantenidas por un sistema de fuerzas y equilibrios desiguales, especialmente patente entre los países del Sur y los países del Norte. Por el otro, las injusticias culturales o de falta de reconocimiento de ciertos grupos minoritarios, vulnerables, irrespetados y/o sometidos, como por ejemplo, las minorías sexuales. Muchos han señalado, a veces críticamente, que en la era postsocialista asistimos al fortalecimiento de los movimientos sociales que trabajan por el reconocimiento y la libertad cultural; y que los objetivos de estas luchas parciales, al enfrentarse a un amplio rango de injusticias, pueden sobreponerse y algunas veces entrar en conflicto4. 24
Recordamos que, en su origen, los movimientos sociales se vincularon tradicionalmente con las luchas de clases, especialmente los conflictos protagonizados por la clase obrera, instituyéndose durante los siglos XIX y XX como vanguardias de las luchas sociales. Durante las décadas del sesenta y setenta el protagonismo de los movimientos sociales cobró especial importancia debido a las turbulencias políticas de la época, fundamentalmente con la aparición de los movimientos por los derechos civiles y el activismo de izquierda en torno de la lucha del movimiento feminista y por los derechos de los negros en Estados Unidos. En estos casos, fue importante la existencia de una situación política favorable que permitió, hasta cierto punto, que los grupos se organizasen –grietas en el sistema de poder a través de las cuales el movimiento social pudo deconstruir el concepto en el que se asentaba la injusticia que se propuso resolver. Ver Iris Young, La justicia y la política de la diferencia (2000).
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5 Cualquier referencia al movimiento gay y lésbico incluye también la lucha de bisexuales, travestis y transexuales.
En este marco, el movimiento en defensa de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales5 (al igual que, entre otros, el movimiento feminista, los movimientos por los derechos de negros y latinos, el movimiento ecologista) supone un reto para la organización social del poder que opone el centro contra la periferia, y a los grupos dominantes contra los grupos subordinados. Entre otras luchas, el movimiento gay y lésbico se ha ocupado de mostrar cómo los estados modernos, a través de leyes, normas y reglas burocráticas, han reproducido un sistema de relaciones sociales que margina a los homosexuales. En este punto es importante señalar que el poder ha intentado históricamente reprimir el florecimiento de una cultura y un movimiento gay no tanto por razones vinculadas a la defensa de la moralidad, sino por la amenaza que dicho movimiento podría suponer para el mantenimiento del sistema capitalista, en el que la familia tradicional ha jugado, y sigue jugando, un papel más que relevante. Por lo tanto, la persecución de la homosexualidad no debe explicarse únicamente en términos de problemas vinculados con cierta definición de lo moral o lo inmoral, sino que debe considerarse también en qué medida la libertad sexual puede afectar al sistema social y económico imperante.
Desarrollo del movimiento homosexual en América Latina ¿Qué tan debilitado se vería este sistema patriarcal, heterosexista, conservador y jerarquizante, si dejamos de considerar a nuestros semejantes como enemigos, si dejamos de escondernos tras cortinas, vidrios polarizados y rejas, y decidimos organizarnos, creando, conociéndonos y cooperando en nuestras igualdades y diferencias, atreviéndonos a trabajar unidas para hallar soluciones?. Jennifer Durán, Movimiento GLBTTTI y movimientos revolucionarios en América Latina.
En la actualidad, es posible constatar en Latinoamérica un proceso de cambios legales y culturales insospechados, producto de los efectos globalizadores de las comunicaciones, las economías y los tratados comerciales. En este sentido, ha surgido la preocupación respecto al impacto que estos procesos pueden producir, cómo afectarían a comunidades, poblaciones y pueblos con identidades étnicas, sexuales y/o culturales más vulnerables, o de qué manera impactarían en ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Las luchas de las minorías sexuales en América Latina
economías frágiles o en tradiciones culturales profundas y acentuadas. En cualquier caso, la región ha entrado de lleno en un proceso de debate acerca del modelo de desarrollo social y económico futuro. Y es en este contexto en el que se manifiesta con más fuerza el impulso de los nuevos movimientos sociales. En América Latina se originó el Foro Social Mundial, y desde allí nos llegan también ecos del Movimiento de los Sin Tierra, el movimiento indígena, el movimiento de los ‘piqueteros’ en Argentina, o las protestas que han dado lugar a cambios de gobierno, como las ocurridas durante los primeros meses de 2005 en Ecuador y que acabó con la destitución de Lucio Gutiérrez. Una de las novedades más importantes que han traído estas luchas ha sido la aparente ruptura entre los movimientos sociales y los partidos políticos, como si los nuevos movimientos sociales reconocieran a los partidos políticos como una parte más del sistema de dominación. Los analistas del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Autónoma de México afirman que esta situación «constituye sin duda un desafío para los partidos y un llamado a repensarse en esta nueva realidad pero, simultáneamente, es una oportunidad para revisar todas las certezas con las que se ha construido la historia revolucionaria»6. Sin embargo, muchas organizaciones en defensa de los derechos de gays y lesbianas denuncian la falta de empatía de los otros movimientos sociales hacia su propia causa, e incluso se subraya que la discriminación ha venido dada, en numerosas ocasiones, desde la misma izquierda. En su artículo sobre los movimientos homosexuales en América Latina, Jennifer Durán, representante de la Coordinadora Universitaria por la Diversidad Sexual de Chile (CUDS), señala que aunque el movimiento gay, lésbico, bisexual, transexual, transgénero no estuvo ausente en los distintos procesos revolucionarios latinoamericanos, su participación se invisibilizó de dos modos: por la ausencia del discurso gaylésbico-transexual de estas luchas y por el discurso público que negó la participación de las minorías sexuales en estos procesos en la medida de que constituirían una vergüenza y un deshonor para las acciones revolucionarias que se estaban llevando a cabo. Los inicios del movimiento gay y lésbico en América Latina se remontan a los años 70, en países como México, Argentina y Brasil. Esos comienzos se dan en un contexto de luchas de liberación general en la región (liberación política y social) y 26
6 El Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Autónoma de México, organizó un seminario que con el título «América Latina en movimiento. Experiencias de los movimiento sociales en México, Haití, Argentina, Brasil y Bolivia» (Ciudad de Mexico, del 31 de mayo al 2 de junio de 2004).
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7 Ver Anexo Documental de este monográfico.
8 Coordinadora para América Latina y el Caribe de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos de la Comunidad Gay y Lesbiana (IGLHRC).
9 En Nicaragua, el gobierno de Violeta Chamorro impuso una ley de sodomía (1994) que actualmente es la única que queda vigente en la región.
10 Ver en este monográfico el artículo de Marcelo Ferreyra.
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muy ligados con los movimientos feministas, comprometidos con la misma idea de ‘liberación’ de la vida privada. De hecho, los primeros grupos homosexuales en esos tres países se llamaron Frente(s) de Liberación Sexual y tuvieron un discurso muy radical que no hablaba de «derechos» sino de «libertades»7 –en Argentina, por ejemplo, decían que ellos querían «liberar» al homosexual que había «dentro de cada persona». En esa primera etapa se trabajó mucho en la refutación de los prejuicios de la medicina y de la psicología, y a través de los medios, mostrando imágenes de personas homosexuales que no encajaban en los estereotipos. Después de estas primeras experiencias, y como explica Alejandra Sardá8, a finales de los años 70 y en la primera mitad de los 80 se dieron condiciones más represivas en casi todos los países de la región (dictaduras en muchos casos, o ‘dictocracias’ como se le llamó al régimen del PRI en México), produciéndose un repliegue de los movimientos homosexuales. Un caso especial es el de los países centroamericanos, cuyos movimientos revolucionarios eran muy reaccionarios en materia sexual, algo que retrasó en esas zonas el inicio del planteamiento de estos temas. A partir de mediados de los 80 resurgen los movimientos y se van expandiendo lentamente por toda la región, con un enfoque de «ciudadanía» y «derechos» muy acorde con el momento político de «revalorización» de la democracia que se estaba viviendo. Actualmente, hay organizaciones en todos los países de la región y se han logrado unos cuantos avances legislativos importantes, como la derogación, en los años 90, de las leyes de sodomía en Chile y Ecuador9 y el logro de significativos avances en materia de protección antidiscriminatoria en Argentina, Brasil, Ecuador y México. Se ha despenalizado la homosexualidad en casi la totalidad de los países de la región, y se han comenzado a modificar algunas normas legales con el objetivo de reconocer la diversidad de las familias, las parejas del mismo sexo, etc10.
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Grupos como la Fundación Ecuatoriana de Acción, Estudios y Participación Social (FEDAEPS), Closet de Sor Juana o la Comisión Internacional sobre Derechos Humanos de la Comunidad Gay y Lesbiana (IGLHRC), entre otros, han dado la pauta para crear un espacio de trabajo y coordinación distinto de aquellos en los cuales se había participado tradicionalmente, como por ejemplo las «Conferencias Sobre SIDA». Este hecho se relaciona con la idea de potenciar la lucha LGBT poniéndola en contacto con la de otros movimientos sociales que aspiran a poner término a las desigualdades y a la discriminación, como por ejemplo los grupos feministas o los movimientos juveniles y anticlericales11. Sin embargo, el movimiento en defensa de la población LGBT en América Latina tiene que seguir haciendo frente al desprecio social, la humillación pública y las persecuciones policiales –es un lugar común decir que «hay que ser muy macho para ser gay en América Latina». El antropólogo brasileño Luiz Mott resalta la paradoja que supone la situación de gays y lesbianas en Cuba, régimen que se destacó en la década del 60 por la violencia con la que persiguió, apresó y obligó a exiliarse a centenares de homosexuales, identificando la homosexualidad con la decadencia capitalista. Aunque no se tienen noticias de ningún movimiento homosexual organizado en Cuba, se sabe que dentro de las estructuras propias de los comités vecinales, lesbianas y gays discuten sus reivindicaciones teniendo buena acogida por parte de la comunidad. Una prueba de esta nueva postura oficial –respecto de la orientación sexual y los roles de género– fue que Cuba fue el único país latinoamericano que defendió todas las referencias anti-discriminatorias basadas en la orientación sexual durante la Conferencia sobre la Mujer realizada en Pekín12.
11 Conferencia regional sobre Homosexualidades, Globalización y Movimientos Sociales en América Latina, Asociación Internacional de Lesbianas y Gays (ILGALAC, Santiago de Chile, Septiembre 2004).
12 Luiz Motto, «Homofobia en América Latina», en www.convencion.org.uy.
El caso de Ecuador Ecuador no se escapa a la historia de América Latina. Es más, por ser una nación pequeña rodeada de grandes países ha experimentado desórdenes y agitaciones a menudo provocadas por el contexto de la región. Al igual que en otros países latinoamericanos, en Ecuador la presencia de las fuerzas militares fue importante en la década de los 70. En este contexto social y político, los movimientos sociales debieron 28
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13 Luis Macas (2002) «La lucha del movimiento indígena en el Ecuador».
14 Entrevista concedida por Alberto Cabral a la autora.
enfrentar una serie de limitaciones entre las que se destacan la carencia de procesos de ciudadanía en amplias capas de la población, la insuficiencia de recursos para acceder masivamente a los medios de comunicación, la inexperiencia en el manejo electoral e institucional, la falta de visión en la política de alianzas y la exigua credibilidad de sus propuestas. Por otro lado, hablar de movimientos sociales en el Ecuador es hablar, en primer lugar, sobre el movimiento indígena. La década del ochenta fue la etapa más importante para su fortalecimiento, al iniciarse un debate amplio y sostenido sobre las demandas indígenas, al mismo tiempo que el movimiento indígena asumía conciencia como entidad cultural y como clase. En 1986 se constituyó la Confederación de Naciones Indígenas del Ecuador (CONAIE), que actúa como representante, «voz» y «pensamiento» de los pueblos indígenas. La importancia de la CONAIE no se reduce a la esfera del movimiento indígena sino que supone todo un reto al poder establecido con su propuesta de disolución de los tres poderes del Estado y la conformación de un nuevo gobierno; de este modo, ha roto con las prácticas tradicionales de los movimientos sociales y ha instaurado una nueva visión respecto del poder13.
El movimiento en defensa de las minorías sexuales en Ecuador El movimiento gay y lésbico floreció en Ecuador con posterioridad a las décadas de los sesenta y setenta. Según palabras del Director de la Fundación Ecuatoriana de Minorías Sexuales (FEMIS), Alberto Cabral: Mientras que en varios países de Europa y en los Estados Unidos existieron movimientos que encontraron motivos y las oportunidades para revelarse, en Ecuador aquellas manifestaciones se las veía como noticias únicamente, no existía ningún movimiento social que tomara la bandera puesto que la idiosincrasia de esos tiempos no asimilaba aún la necesidad de manifestarse por derechos tan controversiales para la época14.
El origen de los movimientos LGBT en Ecuador se dio en la década de los 90, momento en el que dichos colectivos surgieron como grupos de autodefensa ante las constantes agresiones y violaciones de los derechos civiles que se daban ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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de forma sistemática e institucionalizada. En este contexto surgieron la Agrupación Coccinelle (ahora FEMIS) y Triángulo Andino, entre otros. En el año 1997 sucedió algo que cambiaría radicalmente la historia de las minorías sexuales en el país cuando miembros de la Policía Nacional hicieron una redada en una discoteca gay y detuvieron a todos los presentes bajo el cargo de homosexualidad. Tras la violación en los calabozos de uno de los detenidos, se interpuso ante el Tribunal de Garantías Constitucionales la despenalización de la homosexualidad. Hasta ese año, las manifestaciones y procesos organizacionales de la comunidad LGBT se observaban disgregados, con un alcance limitado a la reclamación de reivindicaciones casi exclusivamente en el campo de la salud sexual. Mención especial merece la Fundación Ecuatoriana de Acción, Estudios y Participación Social (FEDAEPS), dedicada a la investigación, soporte y desarrollo de acciones ciudadanas para procurar la vigencia plena de los derechos humanos, la diversidad y la pluralidad, la igualdad de género, la justicia social y la eliminación de todas las formas de discriminación y exclusión, principalmente aquella por orientación sexual15. Lo interesante de todo esto es la conexión que se observa entre los distintos movimientos sociales en Ecuador, pues si bien en un principio la FEDAEPS se asoció casi exclusivamente a cuestiones de salud sexual, su ideario actual engloba a casi todos los movimientos activos en Ecuador. Al vincular sus propuestas de erradicación de toda forma de exclusión con otros sectores sociales cuyos derechos han sido violentados por razones de raza, género, condición social, etc., los colectivos enmarcan esta lucha dentro de procesos políticos, sociales y económicos de largo alcance16.
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15 Desde finales de los años 80 FEDAEPS sostiene la necesidad de desarrollar enfoques integrales sobre la problemática del VIH-SIDA, y en esta línea colaboró activamente en la organización del Primer Foro Social de las Américas, que se celebró en Quito en julio de 2004. Su trabajo en prevención con mujeres trabajadoras del sexo le mereció el premio a las ‘Buenas Prácticas de Prevención del VIH-SIDA en América Latina’, acordado por ONUSIDA en el 2001
16 Fundación Ecuatoriana de Acción, Estudios y Participación Social (www.fedaeps.org).
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17 Asimismo, cabe destacar el importante papel que juegan los medios de comunicación. «Desde los medios de comunicación se transmiten continuamente imágenes y contenidos homófobos. Por ejemplo, cuando hay un asesinato, si el asesino es gay o lesbiana, se incluye este dato como relevante en el titular, si es heterosexual se omite. Esa manera de dar una noticia es abiertamente homófoba y manipuladora. La radio y la televisión emiten chistes que hacen escarnio y burla de lesbianas y gays, e introducen imágenes pintorescas para ridiculizar a los homosexuales. Los profesionales de estos medios deben comprometerse para abandonar ese tipo de prácticas homofóbicas» (publicado en La Hora, el 10 de marzo de 2001).
18 Información recogida en la declaración de intenciones de la Fundación Ecuatoriana de Minorías Sexuales (FEMIS).
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La Agrupación Coccinelle (origen de la actual FEMIS) ha sido también vital en la lucha por los derechos de las minorías sexuales en Ecuador17. Su trabajo se ha desarrollado de forma especial en el campo de la transexualidad. Para Alberto Cabral, el hecho de no tener una ley específica que neutralice eficazmente la discriminación por orientación sexual, sumado al disgregado desenvolvimiento de las organizaciones LGBT que principalmente han buscado protagonismos vanos y que no han pensado en los intereses de la comunidad gay de Ecuador, ha supuesto un importante obstáculo para el éxito de las demandas del movimiento homosexual18.
Principales logros: despenalización de la homosexualidad y reconocimiento constitucional Como hemos señalado, el primer gran éxito en la historia del movimiento homosexual en Ecuador fue la despenalización de la homosexualidad en septiembre de 1997. La campaña nacional para la despenalización de la homosexualidad significó un hito: la aparición pública de una comunidad gay, lésbica y transexual y la primera oportunidad en que ésta realizaba una propuesta cuyo impacto modificaría el orden jurídico, social y cultural del país, permitiendo la visualización ‘real’ de este sector de la población y sus reivindicaciones más urgentes. El texto del artículo 516, parágrafo primero del Código Penal, declaraba que «en caso de actos homosexuales sin violación las personas implicadas serán sancionadas con penas de cárcel de entre cuatro y ocho años». Mediante esta definición, los homosexuales eran considerados como criminales y se les negaba la protección y el derecho al respeto por parte del Estado. Esta demanda y su correspondiente proceso ilustran la capacidad organizativa del movimiento: la campaña fue apoyada por 1.460 ciudadanos de diferentes partes del país y las encuestas públicas mostraron que entre un 58 y 67 por ciento de los ecuatorianos estaban a favor del cambio de la ley. Los argumentos legales utilizados se basaban en una serie de artículos de la Constitución Política de la República del Ecuador, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y obligaciones, entre otras. El parágrafo primero violaba, además, una serie de tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos por Ecuador. Esta acción legal fue emprendida por Movimiento Triángulo Andino del Ecuador, 31
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el colectivo gay-lésbico En Directo, Grupo Tolerancia y la Agrupación Coccinelle. La acción recibió el apoyo de varias organizaciones como la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos, el Servicio de Justicia y Paz, la Fundación Regional en Apoyo a los Derechos Humanos, la Coordinadora Nacional del Movimiento Social, FEDAEPS, el Movimiento de Mujeres Rumiñahi, la Asamblea Ecuatoriana para los Derechos de los Jóvenes y diversos sectores de la opinión pública, además organizaciones internacionales de gays y lesbianas. El otro acontecimiento a destacar es el hecho de que Ecuador sea uno de los pocos países que recoge el derecho a la libertad de orientación sexual explícitamente en su Constitución: el artículo 23, del capítulo 2, Título III («De los derechos, garantías y deberes») establece que «todas las personas serán consideradas iguales y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin discriminación en razón de nacimiento, edad, sexo, etnia, color, origen social, idioma; religión, filiación política, posición económica, orientación sexual; estado de salud, discapacidad, o diferencia de cualquier otra índole».
19 Ver Amnistía Internacional (2001) Ecuador. Persisten las torturas y malos tratos a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.
A modo de conclusión: ¿sigue vigente la lucha de las minorías sexuales? Los logros alcanzados en el terreno jurídico, sin embargo, se observan en la actualidad insuficientes. Una ley, para aplicarse, requiere de años, décadas de concienciación social. El gobierno de Ecuador incluyó esa protección en su Constitución pero luego no ha hecho nada para garantizar que se cumpla, sobre todo en los sectores que más proclives son a las violaciones contra los derechos humanos, como la policía. La exclusión, discriminación y represión siguen determinando el escenario en que se realiza la vida cotidiana individual y social de las personas y agrupaciones GLTB. Desde el año 2000 Amnistía Internacional ha recogido información sobre torturas y malos tratos, amenazas de muerte y detención arbitraria de lesbianas, gays y transexuales en Guayaquil, por citar un ejemplo19. Para valorar la situación actual de las minorías sexuales en Ecuador, sin olvidar todos los atropellos y violaciones que se cometen casi a diario y la impunidad en la que quedan muchos de estos crímenes, debemos mirar hacia atrás y reflexionar 32
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20 No obstante, visto el clima de tensión política que se respira en el país tras el derrocamiento del gobierno del coronel retirado Lucio Gutiérrez, no se prevé que el nuevo presidente, Alfredo Palacio, adopte ninguna medida en defensa de las minorías sexuales. Al mismo tiempo, la fuerza que ha demostrado la ciudadanía para revertir una situación de crisis judicial, política y social insostenible, abre la esperanza a una etapa de mayor concienciación social y solidaridad.
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sobre los avances que se han logrado. Hace 15 años, no sólo en Ecuador sino en la mayoría de los países de la región, mucha gente podía decir (y decía) que nunca había visto una lesbiana en persona. Hoy, nadie podría decirlo. «Se puede discutir sobre si una lesbiana es un ser humano como cualquiera o una enviada de Satanás» (Alejandra Sardá), pero no puede desconocerse su existencia. En prácticamente todos los países de la región, la idea de que hay homosexuales y lesbianas (y en algunos países, personas trans) ya está incorporada en el imaginario colectivo, y eso hace más fácil el camino para las y los jóvenes que empiezan a identificarse como tales. Por supuesto, también son importantes los cambios legales de los que hemos hablado, y también la fuerza y la presencia pública del movimiento gay y lésbico. Hace una década, era prácticamente imposible que en algún evento vinculado con los derechos humanos se mencionara la palabra «homosexualidad». En nuestros días, el movimiento LGBT es parte del comité organizador del Foro Social Mundial y del Foro Social de las Américas, y en los países de la región está representado en todas las redes, coaliciones o campañas de derechos humanos que se realicen. Representantes de algunas organizaciones alzan la voz para exigir la consecución de nuevas metas, planteando que si bien las leyes antidiscriminatorias fortalecen la democracia, aún queda mucho por hacer en cuanto a la exclusión social y laboral. Los activistas del movimiento gay y lésbico ecuatoriano reconocen los avances pero reclaman la aplicación de la justicia20. La sensibilización y concienciación social se erigen como actividades básicas para la construcción de una real libertad, y en especial en estos momentos. Los vaivenes en cuanto a la moral estadounidense han influido siempre y mucho en la aceptación o discriminación de gays y lesbianas. En este sentido, preocupa a muchos expertos en derechos humanos el florecimiento de los «fundamentalismos» evangélicos y católicos en la región, además del avance del militarismo, el cercenamiento de las libertades civiles y la cerrazón de un modelo económico excluyente y violento. Esta situación limita bastante las posibilidades de los colectivos LGBT. Se pueden conseguir leyes contra la discriminación o beneficios, menores, para las parejas, pero la «sustancia» de la exclusión y el castigo van a permanecer iguales, o quizás empeorar. Para que haya un verdadero cambio en la manera de mirar la sexualidad y el género, además de la consolidación de un 33
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Estado laico, se necesita garantizar una justicia económica y social que permita la ciudadanía efectiva de las mayorías. La consecución de la «utopía» por la que numerosos activistas trabajan cada día (el fin de la discriminación por motivos de orientación sexual) requiere que se afronten con seriedad las violaciones de derechos humanos contra las minorías sexuales, promoviendo su investigación y haciendo comparecer ante la justicia a los agresores, no permitiendo que las víctimas de una agresión homófoba se encuentren completamente desasistidas jurídicamente. La vigencia del movimiento en defensa de las minorías sexuales queda justificada mientras persista la falta de reconocimiento y la desigualdad, una realidad que no presenta signos de cambios inmediatos, especialmente en Centroamérica, donde el rearme de las posiciones conservadoras puede provocar un retroceso alarmante en los derechos hasta ahora conseguidos.
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Lesbianas en América Latina: de la inexistencia a la visibilidad. Alejandra Sardá, Rosa María Posa Guinea, Verónica Villalba Morales
Identidades lésbicas en América Latina Ser lesbiana en Latinoamérica tiene muchos significados, el principal es la posición política de las que se nombran como tales. La construcción de la identidad lésbica implica la conciencia de la discriminación histórica del ser lesbiana; en la medida en que esta palabra tiene connotaciones negativas en la sociedad, la mayoría de las mujeres que aman a otras mujeres y que tienen relaciones sexo-afectivas con ellas no desean denominarse así. Como afirma Alfarache, «el nombre es una marca identitaria que posiciona a las mujeres en el mundo y ante los otros, desde la cual las mujeres definen tanto su autopercepción como sus relaciones con las y los demás» (Alfarache, 2003, 242) El proceso de nombrarse implica pensarse en el contexto de una sociedad cuya norma es la heterosexualidad obligatoria para mujeres y hombres. Según Adrienne Rich (1999, 189): «La existencia lesbiana comprende tanto la ruptura de un tabú como el rechazo hacia un modo de vida obligatorio»; es un «ataque directo o indirecto a los derechos masculinos de acceso a las mujeres». Ser lesbiana significa también romper con el modelo de mujer de sociedades patriarcales como las latinoamericanas; es en ese sentido que Monique Wittig dice que las lesbianas no somos mujeres por no cumplir con la normativa heterosexual (Tron, 2003). El objetivo de este artículo es mostrar algunos rasgos de la situación social, organizativa y legal de las lesbianas en América Latina y el Caribe que permitan conocer un poco más acerca de esta realidad. Para ello, partiremos de una posición política identitaria que pretende evadir la identidad esencialista que niega las diversas formas que existen de ser lesbiana, sobre todo si se asocia a una única forma biológica ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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de ser mujer; de hecho, existen personas con cuerpos diferentes a los concebidos tradicionalmente (personas transgéneros) que se identifican así mismas como lesbianas. Por supuesto que no pretendemos en este artículo ni ser exhaustivas nombrando todas las diferencias, ni proporcionar una visión monolítica y uniformizadora.
Discriminaciones hacia lesbianas en lo privado y en lo público Es muy conocido el discurso lésbico según el cual las lesbianas somos doblemente discriminadas: por ser mujeres y por ser lesbianas. Pero en muchas ocasiones no está muy claro en qué consiste esta doble discriminación, ni por qué es doble. Por otro lado cuando se habla de las mujeres como «sector» discriminado se piensa en las mujeres heterosexuales, se pretende abarcar las mujeres «en general». Las lesbianas constituyen la «excepción» o el «aparte» tanto cuando se habla de mujeres como cuando se habla de homosexuales. De hecho las grandes persecuciones en los diferentes países de América Latina han sido a homosexuales varones. Esta circunstancia ha podido resultar «cómoda» para las mujeres lesbianas porque las ponía a salvo de las persecuciones policiales, pero el silenciamiento y la ocultación hacen difícil la comprensión de los problemas de las lesbianas asimilándolas a los hombres homosexuales o a las mujeres heterosexuales. En esta sección, abordaremos muy brevemente en qué se traducen concretamente las discriminaciones de género en América Latina y el Caribe. Para ello examinaremos cuatro aspectos básicos que ilustran esta situación: la economía, la política, la educación y la violencia, y veremos brevemente la situación de las mujeres y de las lesbianas respecto a estos temas. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) creó el Índice de Desarrollo Humano para poder medir la situación de los países de una forma más amplia que el Producto Interior Bruto (PIB) per capita. Este índice está compuesto por tres variables: la esperanza de vida, la educación y el PIB per capita. Como esta medición no reflejaba las desigualdades entre mujeres y hombres, se creó el Índice de Desarrollo Humano Relativo al Género, donde se miden las tres variables que citamos anteriormente pero diferenciadas 38
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1 Deberíamos escribir «las mujeres de la población» porque dentro de la población femenina caben perfectamente los hombres, ya que las mujeres no somos dueñas de la feminidad, ni los hombres de la masculinidad.
2 Véase http://www.undp.org/rblac/ gender/campaign-spanish/ itsourright.htm
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para hombres y mujeres. La disparidad de ingresos que se constata es muy considerable. Tomemos algunos países como ejemplo (en dólares USA por persona y año): en Colombia, la estimación de la media de ingresos para las mujeres es de 4.429 $, mientras que para los hombres es de 8.420 $; en México es de 4.915 $ para las mujeres y de 12.967 $ para los hombres; en Paraguay es de 2.175 $ por mujer y de 6.641 por hombre; y en República Dominicana es 3.491 por mujer y de 9.694 $ por varón (PNUD, 2004, 217-220). Los hombres, en América Latina, perciben el doble o más del doble de los ingresos de las mujeres. Respecto a la participación política, tomemos como ejemplo el porcentaje de mujeres que ocupan escaños parlamentarios, siempre basándonos en los datos del PNUD: en Bolivia, un 17,8 %; en El Salvador, un 10,7%; en Nicaragua, un 20,7 %; en Guatemala un 8,2 %; en Brasil un 9,1%; en Uruguay un 11,5% (ídem). En educación las cosas cambian un poco, en la mayoría de los países la tasa de matriculación neta para las mujeres es de más del 90% en primaria (Bolivia, Ecuador, República Dominicana, Paraguay, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Panamá, México, Cuba, Uruguay ) y en otros, más del 80% (Guatemala, Nicaragua, El Salvador), pero a partir de ahí el porcentaje se reduce hasta llegar a la educación terciaria, con los siguientes porcentajes: Bolivia y Paraguay, 22 %; Brasil, 21 %; Colombia, 25 %; Venezuela, 31 %; Panamá, 42%; México, 21 % (PNUD, 2004, 225-228). Agreguemos un dato más: la violencia contra las mujeres, el ser víctima de agresión sexual. El informe del PNUD sólo cuenta la población femenina en este apartado1. Y encontramos cifras espeluznantes: el 1,7 % de víctimas sobre la población total en Asunción (Paraguay); el 4,8 en Bogotá (Colombia); el 6,4 en Buenos Aires (Argentina). Si lo pensamos en cifras reales son muchas las mujeres y mucho el sufrimiento imposible de medir. Según las estimaciones del propio PNUD, entre el 25 y el 50% de las mujeres en América Latina han sufrido alguna forma de violencia doméstica2. Se trata de un fenómeno que conlleva graves consecuencias en la sociedad. Con estos distintos aspectos podemos hacernos una idea de la situación de las mujeres en América Latina, y aunque no está todavía a nuestro alcance desagregar los datos por orientación sexual, sí podemos afirmar que las mujeres lesbianas formamos parte de esa mitad de la población en situación de desventaja. 39
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Como acabamos de decir, las lesbianas no son la excepción, al contrario, soportan algunas discriminaciones más a causa de la orientación sexual (discriminación étnica y racial, por discapacidad, por idioma, etc.). En el ámbito laboral, la discriminación hacia las lesbianas se traduce en despidos sorpresivos cuando el empleador/a «se entera» de la opción sexual de la trabajadora; en la marginación; en la presión hasta conseguir la renuncia; en la invasión a la vida privada; y en el acoso sexual, donde además del factor del abuso de poder se agrega la creencia de que la lesbiana es así «porque no conoció a un verdadero hombre» que casualmente es el acosador, que pretende «convertir» a esa mujer a la que no
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puede concebir «sin hombre». En la mayoría de los casos, las lesbianas deben ocultar su orientación sexual para conservar sus empleos, lo cual, además de obligarlas a vivir en una tensión constante por el miedo a ser descubiertas, hace muy difícil para muchas la lucha abierta por sus derechos. Las consecuencias económicas de que no se reconozcan los derechos de las parejas lesbianas están relacionadas con el derecho a la seguridad social, a la atención médica y a los beneficios familiares. Como vimos por los datos anteriores, las mujeres latinoamericanas perciben salarios inferiores a los de los hombres, en consecuencia, «por el hecho de estar formadas por mujeres, las familias lésbicas están más expuestas a la pobreza que las familias en las que hay varones, tanto heterosexuales como de hombres gays» (Hinojosa, 2003, 2). Esto plantea un dilema: puesto que la mayoría de los Estados han debido plegarse a los famosos programas de ajuste estructural y utilizar sus presupuestos para pagar la deuda externa, han dejado de cubrir (o en algunos casos nunca llegaron a cubrir) áreas fundamentales como la salud, la educación y las jubilaciones. Estas áreas, al privatizarse, pierden su función social y llegan sólo a sectores con ingresos suficientes. Cuando lesbianas, bisexuales, gays y transgéneros, reivindicamos el derecho a la seguridad social, sabemos que los Estados latinoamericanos no garantizan ese derecho a ningún tipo de familia por muy tradicional que sea. Como afirma Hinojosa (2003, 3), «reclamar estos derechos es una cuestión de principios, que hace al cumplimiento de la igualdad ante la ley y la no discriminación, bases fundantes de la perspectiva de los derechos humanos. Por eso seguiremos reivindicándolos». Respecto a la participación política, según el informe del International Gay and Lesbian Human Rigths Commision (IGLHRC, 2004), en el pasado año hubo candidaturas LGTB a las elecciones en Brasil, México y Colombia y ninguna de ellas resultó electa. En el ámbito educativo, las adolescentes y jóvenes que empiezan a desarrollar sentimientos por otras mujeres se hallan en situación de vulnerabilidad por la discriminación de sus compañeras, las actitudes de los colegios y facultades, y la falta de comprensión y apertura de las familias. Además el miedo a que su orientación sexual sea divulgada las obliga al silencio; por esta razón, pocas situaciones de discriminación son denunciadas y publicadas. No obstante, la expulsión de una alumna en 2002 del liceo Juan Francisco Vergara en Viña ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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del Mar (Chile), la denuncia ante la prensa de alumnas del Colegio Carmela Carvajal de Santiago de Chile en 2003 porque estaban siendo hostigadas por el equipo docente por ser lesbianas (les habían puesto guardias privados para espiarlas) y la obligada renuncia de una alumna del Liceo Cristiano en El Salvador en 2003, ilustran un panorama que es muy frecuente en América Latina y el Caribe3. Pasando al espacio privado, a la familia de origen de las lesbianas, podemos evocar sin equivocarnos mucho las ideas del antropólogo Julian Pitt Rivers en su libro Antropología del honor, basada en una investigación sobre este tema, hace más de 20 años, en un pueblo del sur de España. Rivers (1979, 49) describe la concepción de la mujer como guardiana de la moral en el seno de la familia, «de modo que el honor de un hombre está implicado en la pureza sexual de su madre, esposa e hijas y hermanas, no en el suyo». El comportamiento sexual de las mujeres «compromete» a la familia en general y de ahí que tienda a ocultarse, o que incluso las familias que lo aceptan traten de ocultarlo frente a la sociedad en general, y a veces frente al resto de parientes. Para ejemplificar, veamos unos fragmentos de entrevistas a diferentes mujeres de una investigación inédita sobre la invisibilidad lésbica en Paraguay: «cuando le dije que era lesbiana, mi mamá me dijo que estaba todo bien, pero que ella me pedía que nunca avergüence el apellido de mi padre»; «incluso uno de mis tíos me dijo que lo que yo hacía queriendo ser homosexual era darles una bofetada y que la puerta de todas sus casas estaban cerradas para mí, que no fuera pero ni aunque me estuviera muriendo»; «mi hermano decía ‘ahora yo tengo que ir con la cabeza agachada por ahí si es que se enteran’» (Posa, 2001, 10). La violencia doméstica en las parejas heterosexuales es un tema difícil sobre el cual los Estados latinoamericanos han hecho esfuerzos gracias a la lucha del movimiento de mujeres, aunque la protección a las víctimas sigue siendo insuficiente y las denuncias aumentan. En el caso de las parejas lesbianas, si existe la violencia doméstica, las dificultades para denunciarla y poder salir de ella se agravan por la falta de formación del personal de las instituciones que trabajan el tema, y por la presión social debida a la discriminación por ser lesbianas. Existen iniciativas interesantes al respecto, por ejemplo el proyecto argentino «Desalambrando»4 que se dedica exclusivamente a la cuestión de la violencia doméstica entre lesbianas. Pero se trata de un tema que sigue siendo poco conocido y escasamente abordado por el movimiento lésbico. 42
3 Todos estos casos están desarrollados en IGLHRC International Gay and Lesbian Human Rights Commission – Informe sobre la situación de las mujeres lesbianas y bisexuales en América Latina 2000-2003. Novena conferencia regional sobre la mujer de América Latina y el Caribe. 4 de Junio de 2004
4 Hay iniciativas similares, hasta donde sabemos, en México, Brasil y Puerto Rico. Más información en : www.desalambrando.com/
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Avances legales Para evaluar los avances legales en el reconocimiento de los derechos de las lesbianas en América Latina es preciso concentrarnos antes en los derechos humanos de las mujeres consagrados en las convenciones y pactos internacionales. Estos instrumentos, así como las distintas conferencias internacionales con implicaciones para los derechos de la mujer, tales como la Conferencia sobre Derechos Humanos de Viena (1993), la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo (1994), o la IV Conferencia Mundial de la Naciones Unidas sobre la Mujer de Beijing (1995), han tenido un impacto fundamental en la discusión en América Latina. Dos son los principales instrumentos internacionales que es preciso tener en cuenta a estos efectos: la CEDAW y la Convención de Belem do Pará.
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La CEDAW (Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación hacia la mujer), adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1979, define la discriminación hacia la mujer como «toda distinción, restricción o exclusión basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o civil o en cualquier otra esfera». La CEDAW fue ratificada por todos los países de América Latina y el Caribe. Cuando una mujer lesbiana es expulsada de su trabajo porque no se adapta a los roles determinados por la normativa de género se pone en evidencia que los Estados no tomaron las medidas suficientes para «modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres» (CEDAW, Artículo 5). Cuando en el ámbito de la docencia se persigue y despide a mujeres con apariencia masculina (lesbianas o no), los centros educativos se olvidan de que su Estado se comprometió a eliminar «todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en todos los niveles y en todas las formas de enseñanza» (CEDAW, Artículo 10). En el contexto específico de América Latina y el Caribe, el texto de referencia es la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belem do Pará), firmada por los países de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1994. Esta convención reconoce el derecho de todas las mujeres a una vida libre de violencia en lo público y en lo privado, sirviendo de impulso para la adopción de leyes contra la violencia doméstica en muchos países de la región. Sin embargo, queda mucho trecho por recorrer y más, como vimos anteriormente, para las mujeres lesbianas. Lo interesante de la Convención de Belem do Pará es que amplía el concepto de «vida libre de violencia» que incluye el «ser libre de toda forma de discriminación» y el derecho de la mujer a ser «valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y 44
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culturales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación» (Artículo 6). La convención es también interesante en la medida en que puede servir de base para la acción de los órganos del sistema interamericano de derechos humanos, permitiéndose el recurso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (y, en determinadas circunstancias, a la Corte Interamericana), en casos de violación de los derechos reconocidos en la Convención. Sin embargo, no existe todavía una amplia jurisprudencia interamericana al respecto. Queremos dar dos casos como ejemplo, el primero es el caso de Colombia a favor de Alba Nelly. El 11 de octubre 2001, la Corte Constitucional de Colombia falló a favor del recurso de tutela interpuesto por Alba Nelly Montoya para garantizar su derecho a recibir la visita privada de su compañera en el centro de reclusión de mujeres de Rirasalda. El recurso había sido negado en primera instancia por el Tribunal superior de Pereira el 2 de agosto 2001. Revocando este fallo, la Corte Constitucional ordenó a la directora de la prisión que concediera la visita lésbica solicitada en las mismas condiciones en las que se concede a otras reclusas que reciben visita heterosexual. En este caso, el recurso de tutela fue una estrategia jurídica más amplia, complementando la lucha iniciada unos años antes en el caso de Marta Álvarez (Colombia), un caso de características similares que está siendo analizado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Un segundo caso que está sustanciándose ante los órganos del sistema interamericano de derechos humanos por discriminación contra las lesbianas es el de Karen Atala, en Chile, un asunto que ha mantenido en vilo a numerosas organizaciones LGTB de la región. La Corte Suprema de Justicia chilena revocó un veredicto del Tribunal de Apelaciones que había otorgado la tenencia de sus tres hijas a su madre, la jueza Karen Atala, en el hogar que formó con la historiadora Emma de Ramón tras separarse del padre de las niñas. En su sentencia de mayo de 2004, la Corte Suprema dictaminó contra Atala, concediendo custodia y tutela de las niñas a su ex marido. A pesar de todos los estudios que indicaban que las niñas no sufrían ningún daño psicológico, los jueces consideraron que la situación exponía a las niñas a ser discriminadas. Tras agotar las instancias internas, el caso se encuentra actualmente ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Junto con los casos ante el sistema interamericano de derechos humanos, varias instancias en América Latina y el Caribe están promoviendo un instrumento interamericano que reconozca los derechos sexuales y los derechos reproductivos, en el marco de la denominada Campaña por la Convención de los Derechos Sexuales y Reproductivos, y que incorpora e integra los derechos de lesbianas, bisexuales, gays y transgéneros5. Por muy lejos que estén estos conceptos de las voluntades de las personas que dirigen los Estados, es fundamental que se pueda recurrir a los instrumentos internacionales, aunque sean muy pocos los procesos que llegan hasta la justicia internacional. Es un camino que tenemos que andar. Lo que nos preguntamos desde las asociaciones civiles es cuál es el mecanismo que hace que nuestros políticos (y políticas) adopten un talante progresista que les hace ratificar todas las convenciones internacionales de derechos humanos, mientras que después eso apenas se refleja en las actitudes de los diferentes niveles del Estado en el interior de los países.
Las organizaciones que impulsan esta campaña son Campanha 28 de Setembro, Católicas por el Derecho a Decidir, CIDEM, CLADEM, Comisión Internacional de Derechos Humanos para Gays y Lesbianas - Programa para América Latina, COTIDIANO MUJER, FEDAEPS, FLORA TRISTAN, Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, Rede Saúde, Red Feminista Latinoamericana y del Caribe contra la Violencia Doméstica y Sexual, Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos, REPEM-DAWN, SOSCORPO. Véase: http:// w w w. c o n v e n c i o n . o r g . u y / default.htm
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Las lesbianas organizadas en América Latina: la lucha por ser visibles La historia de las luchas de las mujeres en el mundo durante muchos años «no existió»: no conocíamos los nombres, ni las caras de las pioneras que iniciaron el camino para el reconocimiento de los derechos de las mujeres, mucho menos lo que ellas habían hecho. Sabíamos los nombres de los protagonistas de la Revolución Francesa, los hombres que lucharon por la libertad, la igualdad y la fraternidad, sin embargo hasta hace muy poco no sabíamos de las mujeres de aquella revolución, que ya en ese entonces pedían la aprobación de la Declaración de los Derechos de la Ciudadana; hasta hoy muy pocas personas conocen quién fue Olimpia de Gouges, la revolucionaria feminista francesa que murió en la guillotina. Pero hace ya unos años que las mismas mujeres organizadas desde diferentes grupos e instituciones vienen escribiendo y rescatando las historias de las luchas por los derechos. Entre ellas, la lucha de las lesbianas, una historia que continúa inacabada –pues faltan nombres, imágenes, relatos y experiencias olvidadas– y que en muchos casos permanece todavía invisibilizada o poco difundida. Según la abogada feminista costarricense Alda Facio (2003, 7), la historia de las lesbianas es la menos conocida entre todas: «si las mujeres hemos sido invisibilizadas como constructoras de la historia de la humanidad, presentándonos en su relato oficial, cuando aparecemos, como objetos de los afectos, miedos, odios o necesidades masculinas, más aún lo hemos sido las lesbianas, de las cuales ni siquiera se menciona nuestra existencia en la historia oficial o no de Costa Rica». Las lesbianas comienzan a organizarse en América Latina hacia finales de la década de los setenta. Uno de los acontecimientos que se relata en la historia del movimiento como el inicio de la irrupción pública de las lesbianas es lo sucedido en la Conferencia de Naciones Unidas por el Año Internacional de la Mujer, realizada en México D.F. en 1975. Durante la conferencia, la representante de los sindicatos de estudiantes de Australia subió al escenario para demandar que se discutiera el derecho de las mujeres al lesbianismo. Según los diarios de la época, la activista recibió aplausos y agresiones verbales que decían: «¡Sáquenla!, ¡Vete a ver al médico!» (Hinojosa, 2003, 2). ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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En esa misma época emergieron en la región varios grupos mixtos y otros exclusivos de lesbianas. En México uno de los primeros fue el Frente de Liberación Homosexual, que organizó Nancy Cárdenas, y Lambda, que tenía entre sus líderes a Claudia Hinojosa, que contribuyó a la creación del Comité de Lucha Feminista dentro del mismo. En Brasil, la organización lésbica se inicia con el ingreso de algunas lesbianas a la organización SOMOS, constituido hasta ese entonces por homosexuales, que se autodenominaron Facción Lésbica Feminista (o Subgrupo Lésbico Feminista, o Acción Lésbica Feminista), convirtiéndose luego en un colectivo independiente que todavía existe, denominado Red de información Um Outro Olhar. Con el impulso de la nueva ola del movimiento feminista de los ochenta se crearon las primeras organizaciones lésbicas feministas. En el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Bogotá, Colombia), el lesbianismo fue un tema «de pasillos». Dos años más tarde, en el II Encuentro en Lima (Perú), el lesbianismo pasó a convertirse en el tema de un taller separado que resultó ser multitudinario. Este acontecimiento promovió la creación del Grupo de Autoconciencia de Lesbianas Feministas (GALF) en Perú y Ayuquelén en Chile que, junto con otras organizaciones (incluyendo Las Entendidas de Costa Rica, Mulas de México, Mitilene de República Dominicana y GALF de Brasil) promovieron la realización del I Encuentro Lésbico Feminista Latinoamericano y del Caribe que se llevó a cabo en México en el año 1987, días antes del IV Encuentro Feminista. Los encuentros feministas y los lésbicos feministas sirvieron para la interacción, las relaciones y el fortalecimiento entre varias organizaciones de la región latinoamericana y caribeña que iniciaban su andadura en aquel entonces, incluyendo también activistas españolas, de EE UU y de otros países. El pensamiento construido desde el movimiento feminista sirvió para sustentar las primeras demandas y propuestas de las lesbianas. Como señala Hinojosa (2003, 5), «la identidad política y el aliento inicial de los primeros grupos visibles de lesbianas provino directamente de los argumentos del feminismo; de su crítica radical a la opresión sexual, que iluminó entonces nuevas formas de entender no sólo la sexualidad, sino también la política». Igualmente, las lesbianas feministas han enriquecido con sus reflexiones al movimiento. Existen experiencias muy positivas como las que relatan las integrantes del GALF de Perú: «La lucha contra la 48
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lesbofobia al interior del movimiento feminista de Lima no afectó negativamente, todo lo contrario, benefició enormemente las diversas oportunidades que tuvimos de trabajar juntas en grupos de discusión y en la organización de campañas y celebraciones. Las integrantes del GALF formaron parte de la nueva estructura del movimiento, el Colectivo Coordinador Feminista» (Jitsuya y Sevilla, 2004, 15). Sin embargo, no sucedió lo mismo en otros países como Chile, donde el grupo Ayuquelén fue duramente cuestionado y descalificado por la organización feminista La Morada, con la que se encontraba vinculado usando su local para las reuniones (Riquelme, 1999, 1). En Argentina sucedía algo parecido: «Ya sea por el temor de ser confundidas con las lesbianas, o porque las prioridades que estaban siendo consideradas no eran lésbicas, las feministas argentinas heterosexuales generalmente no veían la presencia de lesbianas dentro del movimiento feminista como algo positivo» (Csömyei y Palumbo, cit. en Jitsuya y Sevilla, 2004, 6). Luego de estos inicios, llegaron los años noventa y las conferencias de la ONU, en las que el reconocimiento de los derechos de las lesbianas fue demandado sin éxito, pues siempre formaron parte –junto a otros temas de sexualidad– de lo «negociable» para las agendas del movimiento. El derecho a la opción sexual no fue incluido en ninguno de los documentos de esas conferencias, sin embargo el hecho de demandar generó debates importantes que sirvieron para visibilizar la existencia de las lesbianas. El activismo de las lesbianas feministas ha estado ligado al movimiento feminista en su conjunto, y entre ambos colectivos se han establecido relaciones complejas marcadas por tensiones. Las lesbianas hemos aportado al movimiento cuestionamientos y debates sobre la sexualidad de las mujeres, así como sobre lo que implica la institución de la heterosexualidad obligatoria y la importancia y formas de cómo reconstruirla. Pero no hemos logrado que «nuestros temas» formen parte de la agenda común de las feministas. Éste todavía sigue siendo el desafío. «Frente a una dinámica histórica que nos ha persistentemente sustraído, aislado, extirpado, desaparecido de la agenda más amplia del movimiento feminista, una alternativa fundamental es continuar haciendo visibles los vínculos entre institucionalización de la heterosexualidad ‘obligatoria’ y el sistema de género que actúa en detrimento de todas las mujeres» (Hinojosa: 2003). ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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La relación con el movimiento gay y transgénero Las relaciones con el movimiento gay han sido y continúan siendo conflictivas. En varios países de América Latina y el Caribe existen experiencias de organizaciones mixtas que han atravesado procesos de rupturas y resquebrajamientos organizacionales. En la mayoría de ellos, las lesbianas luego de haberse integrado a los grupos compuestos por homosexuales los han abandonado para formar organizaciones exclusivas de lesbianas. La lucha por la visibilidad de las lesbianas se inicia con la demanda de ser nombradas, la necesidad de convertirnos en «sujetas» con una identidad propia frente a lo masculino que es utilizado como genérico. Por ello, la integración de las lesbianas a los colectivos homosexuales significó una lucha interna por la visibilidad: «La invisibilidad nos condena al silencio, y la palabra homosexual que se usa tanto para hombres como para mujeres se ha convertido en un falso neutro que denota únicamente la realidad masculina, del mismo modo que la palabra hombre en el sentido de humanidad recoge únicamente la experiencia y la visión masculina del mundo» (Gimeno, 2004, 2). En muchos casos, las lesbianas lograron que la letra «l» se incluya en los nombres de las organizaciones, pero eso sólo fue el primer paso. Por ejemplo, la Asociación Gay Internacional (IGA, por sus siglas en inglés) fundada en Inglaterra, y que también integra al continente Americano, después de ocho años pasó a denominarse ILGA (International Lesbian and Gay Association). En Brasil, las lesbianas conmemoran el Día de la Visibilidad Lésbica desde el año 1996, fecha en que fue creado el primer Seminario Nacional de Lesbianas (SENALE). Igualmente, las distintas organizaciones brasileras de lesbianas se organizaron para crear la Liga Brasileira de Lésbicas. Tanto en Brasil como en México se realizan anualmente marchas lésbicas por separado. Hoy sucede algo parecido con las y los transgéneros. Muchos colectivos han optado por incluir la letra «t» a su nombre, lo que en la mayoría de los casos no se traduce en una inclusión de las especificidades y demandas de las personas transgénero. Pero este es un debate nuevo que tenemos que dar, ya que es necesario repensarnos críticamente para ver las formas nuevas de exclusión que nuestras prácticas fomentan. Por ello, la alianza con el movimiento transgénero debe ser construida sobre otras 50
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6 «Mirando al Paraguay con otros ojos» fue el lema del Primer Encuentro Feminista del Paraguay, convocado por la Coordinación de Mujeres del Paraguay (CMP), y celebrado el 15 y 16 de noviembre de 2003 en la ciudad costera de San Bernardino.
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bases y con un pensamiento que signifique un avance en nuestras reflexiones. Como hemos visto, la lucha por los derechos de las lesbianas en América Latina y el Caribe es una cuestión poco conocida y silenciada, pero no por ello exenta de infinitos y pequeños logros, miles de horas de trabajo de norte a sur, de incontables caminos que nos quedan por andar. No hemos pretendido ser exhaustivas. Cada país tiene sus propios recorridos, algunos empezaron en los años sesenta y otros recién en la década de los noventa, y siempre es muy difícil tratar de abarcar algo tan amplio como es la lucha por el reconocimiento de los derechos en un contexto tan diverso como el de la región. Sabemos que tenemos elementos en común tanto con otras luchas como con otros continentes. Ante el esfuerzo por mirar a América Latina, y sus sexualidades, con otros ojos6, la cuestión no se agota evidentemente en lo planteado aquí, en próximas reflexiones deberíamos abordar la lucha de las lesbianas dentro del movimiento negro, el trabajo con las discapacitadas y la conexión con las indígenas y las campesinas.
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Raras teorías al sur. Una experiencia de diversidades y desigualdad político-sexual. Flavio Rapisardi
Teoría de la historia e historia de la teoría Carlos Marx, El Capital
Un queer amanecer 1 En Argentina se utiliza la sigla GLTTTBI (gay, lésbico, travesti, transexual, transgénero, bisexual e intersexual) como un modo de distinguir e integrar al colectivo travesti que rehúsa utilizar el término ‘transgeneridad’ utilizado por otros colectivos. Por otra parte se recupera la noción de intersexualidad como categoría política distinta a las otras.
* Nota del editor: a lo largo del artículo el autor utiliza la arroba como un modo de explicitar el género/sexo no unívoco de algunos sustantivos, pronombres y artículos.
2 Si bien el Área de Estudios Queer y Multiculturalismo fue creada en el año 1997 dentro del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA, con anterioridad, desde el año 1993, much@s de quienes formamos el Área trabajábamos en el Colectivo Eros, un espacio de producción teórica y política de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad.
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El 27 de junio de 1997 alrededor de 10 docentes y estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) organizamos una ‘Maratón de Cine Gay Lésbico’ como actividad de inicio del Área de Estudios Queer y Multiculturalismo. En aquella muestra exhibimos desde Un chant d´amour dirigida por Jean Genet hasta Trevor de Peggy Rajski. Dábamos así comienzo al ciclo ‘Imágenes de la diferencia’ con el que cada año aportábamos una actividad a la Semana del Orgullo GLTTTBI1 organizada por las distintas agrupaciones de diversidades sexuales de la Ciudad de Buenos Aires. Tres años después nuestra programación cambiaba. Así, el domingo 1 de noviembre de 2000 propusimos una programación que iba de La fobia de Homero, capítulo de Los Simpson en donde Homero trata de «asegurar» la heterosexualidad de Bart, hasta un excepcional cortometraje que conseguimos sin sus créditos sobre la experiencia de «las mujeres libres» españolas en el que se relatan las luchas previas al gobierno franquista y sus acciones durante la guerra civil. «¿Qué tienen que ver los gays con las anarquistas españolas?», se preguntó un enojado asistente a la nueva maratón. Y nosotr@s* nos ofendimos, como corresponde a quien le critican la fiesta que organizó con esmero, ensayando algunas respuestas que hoy ya suenan a meros balbuceos. Como el búho de Minerva alza vuelo al amanecer, hoy tenemos algo más que decir que aquellos simples ensayos de respuesta: eliminamos de nuestra denominación el término multiculturalismo2. Este cambio de denominación fue casi sin saberlo, sólo intuido, el nuevo y decisivo paso en la ‘territorialización’3 de 53
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la teoría queer en una Buenos Aires en la que su derecha cultural se horrorizó con pomposas notas de protesta en el conservador periódico La Nación que «se preguntaba», ante su nada despreciable audiencia, por qué una universidad pública invertía fondos «de todos» en «semejantes cosas», mientras la izquierda académica nos exigía carta de nacionalidad teórica. Los conservadores argentinos fueron y son tan banalmente burdos que no hizo falta ninguna respuesta; por su parte, la izquierda (marxista ortodoxa, socialdemócrata, lacaniana, entre otras) pasó de la crítica manida a preocuparse cuando escuchó que no reivindicábamos ningún «post», asumiendo, quizá, sus propios fantasmas4. ¿Políticas queer en América Latina? Aquí estaban.
«América Latina» como ficción despreciable Y es que el valor abstracto y su determinación por el costo de producción no son, en efecto, más que abstracciones absurdas... El valor es la proporción entre el costo de producción y la utilidad. F. Engels, Esbozo de crítica de la economía política
En el ideario nacional, Argentina no es América Latina. Pero como sabemos, la auto-percepción criolla siempre fue algo más que desmedida, esquizofrénica. Y en esta tarea de hacer los deberes Buenos Aires fue y es maestra: antigua capital de un imperio agrícologanadero, que sí lo fue aunque sólo para los patrones de estancias, la «Reina del Plata» es hoy el remanente de un imperio verde, nada imaginario, reconvertido en cuidado patrimonio oficial porque la cultura ha sido privatizada y hoy lleva la ambigua marca de la industria cultural capitalista estadounidense o europea5. En este devenir europeo, Buenos Aires se enfrentó a lo que denomina despectivamente como «interior» del país y a toda América Latina. En este trabajo funcionó de maravillas el «dispositivo orientalista» que convirtió en productivas metonimias a los pueblos originarios, al gauchaje, a la afroargentinidad, a las mujeres, a l@s homosexuales, al resto de la América no sajona y a l@s pobres. Construcción de coherencia, al decir de Edward Said, sobre una correspondencia más que dudosa. Y no hablo aquí de representaciones sino de prácticas concretas de juicio, examen, corrección e ilustración en donde la distinción entre contenido 54
3 Con ‘territorialización’ me refiero al concepto de Gilles Deleuze utilizado como integrador de «traducción» y «apropiación» de prácticas de lecturas, libros, teorías y materiales culturales.
4 En este sentido aparecieron cartas de lectores y comentarios en las secciones culturales sobre la preocupante proliferación de «estudios homosexuales» en el ámbito universitario. Por otra parte, revistas de la autodenominada «izquierda académica», como el Ojo Mocho, incluían en la década del 90 algún comentario contrario a lo que ell@s consideraban, y aún consideran, como la improductividad teórica de los estudios gay-lésbico o feministas.
5 Me refiero a lo que Néstor García Canclini (1992) señala como la reconfiguración de la producción cultural en la década de los 90.
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6 Ver Edward Said (1990) Orientalismo.
7 Con «superficie de inmanencia» me refiero al concepto deleuziano de la «capa hojaldrada» en y sobre la que se articulan las formaciones conceptuales en tanto multiplicidades recorridas a velocidad infinita.
8 «Gatillo fácil» refiere a los asesinatos de civiles, sobre todo jóvenes, a manos de las fuerzas de seguridad.
9 El dispositivo orientalista, latinoamericanista en este caso, no sólo opera en la relación entre el denominado «primer mundo» y el «tercero», sino también como modo de relación entre las naciones del propio tercer mundo. En este sentido, resulta interesante el modo en el que la comunidad gay argentina tematiza sobre el Brasil como tierra de sexo y encantos, cuando en realidad es el país latinoamericano de mayor cantidad de crímenes de odios y expresiones homofóbicas. Ver Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli (2001) Fiestas, Baños y Exilios. Los gays porteños en la última dictadura.
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y representación se vuelve analítica ante la inminencia de la construcción de la hegemonía de turno6. América Latina fue y es una ficción reguladora tanto para nosotr@s como para l@s otr@s que muchas veces suelen regodearse en la disciplinadora y homogeneizadora categoría de «latinoamericanismo» ¿De qué hablan estos especialistas de la «diferencia» latinoamericana? De sus propias prácticas de condensación e inversión, nos atrevemos a contestar. Para nosotr@s, «América Latina» es una especificación, no una particularización que funde por sí misma alguna posibilidad político-epistemológica emancipatoria. La «diferencia latinoamericana» se articuló así en una precisa coincidencia de geografía, conocimiento y poder, en tanto superficie de inmanencia7 en la que nuestras prácticas político-institucionales (militantes, académicas, estéticas) han enraizado más allá de nuestro acuerdo. Y este hacer raíces fue tan sexualizado como el acto eleccionario de la urna o el botón: desde el genocidio de los pueblos originarios hasta las actuales muertes de mujeres por aborto clandestino o las más de mil muertes por el «gatillo fácil» 8 , Argentina fue latinoamericanizada, a la francesa, por la espada, la cruz y la pluma dentro y fuera de su productiva auto-percepción «falseada» que se refuerza en Uruguay, la Suiza del sur, Chile, la Inglaterra austral, y Brasil, los Estados Unidos tropicales, verdaderos modelos «civilizatorios» interiores-exteriores de la «barbarie sudaca»9.
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De este modo, una vez más el contexto y la posición se vuelven brutalmente sobre todo lo que podamos decir, casi al modo de las paradojas de autorreferencia como las de los cretenses mentirosos que Epiménides inmortalizó en su juego lógico. Pero sabemos que la lógica, ciencia formal al fin, habla de lo hablado y no de quienes hablan. Y en este intersticio se filtra algo más que un error, se escurre una concepción sobre las relaciones entre sujeto, lenguaje y realidad: la política desmembrada para la prolija academia10.
Una política queer para una academia al sur Institución es uno de varios ejemplos de un sustantivo de acción o proceso que, en cierta etapa, se convirtió en sustantivo general y abstracto que designa algo aparentemente objetivo y sistemático Raymond Williams, Palabras Claves
10 Las impugnaciones lógicas a las narrativas de los estudios culturales y la teoría queer, que proponen la relativización de algunas afirmaciones de la teoría política, suelen hacerse desde la figura de la autorreferencia que haría imposibles sus concepciones. Sin embargo, sabemos que cuando se relativiza un argumento no se alcanza la propia concepción de manera necesaria e inmediata si tomamos en cuenta la posición de las enunciaciones en pugna. Para el tema de la autorreferencialidad, ver Douglas Hofstadter (2003) Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle.
Con una población de 350.000 estudiantes y cerca de 50.000 profresor@s, la mitad de ellos ad honorem, la Universidad de Buenos Aires parece más un proyecto colonizador transplanetario a lo Verne que una unidad académica en términos clásicos. Sin embargo no hay queja en estas palabras, sino reconocimiento de condiciones: quienes defendemos el ingreso irrestricto y la gratuidad de los estudios en un país con el 45% de su población en la pobreza asumimos esta situación como condición de nuestra lucha académica, política y gremial.
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11 El «Gran Buenos Aires» es un cordón poblacional que rodea a la Ciudad de Buenos Aires. Antigua zona industrial hoy en clara decadencia a partir del proceso de reconversión económica neoliberal.
12 Esta proliferación es registrada en el documento Abriendo Puertas. Una aproximación a la problemática lésbico-homosexual en América Latina (1992), Santiago de Chile.
13 Ver parte del debate en la página web: www.cha.org.ar
14 La dictadura del año 1976 en Argentina fue el resultado de una alianza entre las empresas multinacionales (estadounidenses y europeas), las grandes empresas nacionales, la banca internacional, el sector agrícola-ganadero y las fuerzas armadas y de seguridad, con la complicidad de muchos partidos políticos. El plan de la dictadura fue desarmar el perfil industrial de la economía argentina a partir de un proceso de apertura indiscriminada de la economía y la privatización. Para esto fue necesaria la brutal represión que se cobró la vida de 30.000 personas que fueron detenidasdesaparecidas. Ver Mesyngier (1999) La Política Implícita. Economía y Sociedad en la última dictadura.
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En el año 1993 y en esta institución, campo de disputa, tod@s l@s que hoy formamos parte del Área de Estudios Queer LPP/UBA éramos estudiantes. La Argentina había entrado colapsadamente al primer mundo privatizador de la mano del gobierno neoliberal del peronista Carlos Menem. En este contexto, y al calor del desembarco del capital transnacional, las luchas sociales «desertaban» de una a una: crisis en los sindicatos, quiebre del movimiento de mujeres, «desaparición» de las luchas de los pueblos originarios. Sin embargo en este marco una lucha fue visibilizada: las del movimiento GLTTTBI. Fue la época del festejo multicultural, de la visibilidad, del inicio de las marchas del orgullo y de la multiplicación de las organizaciones. En Argentina pasamos de la existencia de un grupo público a la existencia de 13 grupos organizados en torno a la edad, la identidad de género, la zona geográfica, la orientación sexual y el «sexo»: surgieron grupos autónomos de jóvenes, de travestis, de transexuales y de lesbianas, grupos en provincias y en el gran Buenos Aires11. No había medio de comunicación que no incluyera una historia gay como parte de ficciones, talk shows o programas de investigación periodística12. Tampoco el sistema judicial estuvo ausente en este escenario de luces y «transparencia»: la Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó la personería jurídica de una de las organizaciones gays, dando comienzo a una comedia de enredos que finalizó con el otorgamiento de la personería por decreto presidencial. En aquel entonces se creyó que el triunfo se debía a las movilizaciones organizadas por grupos de argentin@s en el exterior contra las embajadas del país en Nueva York y París. Sin embargo había algo más fundamental en juego, respecto de lo que las movilizaciones eran parte convidada13. La lucha por la visibilidad en la que tod@s nos vimos implicad@s tenía una condición que recién hoy despunta en toda su complejidad: la extrema visibilización de las diferencias nos llevó a pensar en términos de visibilidad-opacidad / identidad-homogeneidad lo que en realidad debimos pensar en términos de productividad política: las identidades GLTTTBI eran el pivote de un nuevo modo de regulación del arrasador capital que venía a terminar la faena comenzada con la dictadura del año 197614. El nuevo modelo neoliberal no soportaba el conflicto más allá de los límites que ponía a su propio juego: el del acotado reparto en una mesa de negociación que reconvirtiera el problema de la desigualdad 57
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en problemas temáticos –pobreza, riesgo social, género, educación, salud, equilibrio fiscal, entre otras cuestiones15. Con esto no pretendo criticar, por ejemplo, la tematización de las configuraciones desigualitarias en torno al género, sino la operación contraria que limita el problema de la desigualdad a un problema de ‘accesos diferenciados por particularización’ que deben ser abordados fragmentariamente16. Para nosotr@s las diferencias no particularizan, sino especifican modos desigualitarios de acceso, y en este sentido autorizan a pensar cadenas equivalenciales de lucha, reclamo y política en las sociedades capitalistas del presente. Sin embargo no pretendo confundir esta crítica con el macho llanto de quienes desde una supuesta posición de izquierda política o académica criticaron a la teoría queer, al feminismo y a las perspectivas etáreas (por edad) y étnicas confundiéndolas con las políticas conservadoras del neoliberalismo y de la tercera vía. En este sentido las críticas que Marie Pratt realiza contra las quejas apuntadas por las teorías metropolitanas en relación con los estudios feministas, GLTTTBI, queers, étnicos y etáreos son esclarecedoras en tanto ponen de manifiesto el carácter sintomático de una imprecación que devela la pérdida del privilegio interpretativo y epistemológico del establishment hegemónico, autorizado por el circuito institucional de producción teórica y sus disidencias funcionales17. Por esto, tod@s teníamos en los años 90 nuestros propios Harold Bloom intentando codificar cánones de materiales, modos de lectura, historizaciones y andamiajes interpretativos. En el contexto de un debate «serio», las «teorías metropolitanas» se justificaban mutuamente en una rencilla que silenciaba toda disidencia caracterizándola como infundada epistemológicamente, metodológicamente inconsistente y narrativamente complicadas18. Por otra parte, en América Latina existía ya como debate desde las primeras décadas del siglo XX una importante crítica cultural de cuño marxista tanto en las universidades como en los emprendimientos de partidos políticos y movimientos sociales. Muchos de estos ensayos no estuvieron exentos de seguidismo soviético o eurocentrismo. Sin embargo, autores del marxismo occidental como José Martí, Julio Antonio Mella, Mariátegui, Aníbal Ponce y Adolfo Sánchez Vázquez aportaron interesantes territorializaciones a Latinoamérica de la crítica cultural marxista en las que los temas étnicos, etáreos y hasta sexuales se encuentran presentes, aunque a veces de manera problemática 19. No podemos obviar este aporte en el 58
15 Ver el documento del Banco Mundial Argentina. Notas sobre las políticas y los programas del Banco Mundial (1999, Buenos Aires, mimeo).
16 El concepto de «fragmento» es caro tanto al liberalismo, por su visión atomista de la realidad, como a cierto marxismo que lo elige como blanco de sus críticas. El llamado pensamiento posmoderno convirtió al fragmento en una estetización loable. Contra estos usos y críticas rechazamos por idealista la noción liberal y por conservadora la crítica del marxismo ortodoxo que confunde especificación de la diferencia con mero fragmento liberal. En este sentido la socialdemocracia y el liberalismo proponen abordar problemas de acceso universal como problemas de las diferencias.
17 Ver Mary Pratt (1999) «LuchaLibros. Rigoberta Menchú y sus críticos en el contexto norteamericano».
18 Un ejemplo paradigmático de estas impugnaciones son las denominadas «críticas epistemológicas» de la historiografía y la antropología a los estudios culturales. Ver Carlos Reynoso (2000) Apogeo y decadencia de los estudios culturales. Una visión antropológica.
19 Para una esquemática y clara historización de los aportes de las críticas culturales marxistas en y de América Latina, ver Néstor Kohan (2001) El Capital. Historia y método.
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20 Ver Flavio Rapisardi (1998) «En torno a las políticas queer de emancipación».
21 Esta crisis macroeconómica, producida en México, repercutió en todos los denominados «mercados emergentes» y encaminó a Argentina, ni silenciosa ni inocentemente, hacia la crisis del 19 y 20 de diciembre de 2001.
momento de producir crítica cultural en el continente, fuera o dentro de la academia –y mucho menos cuando este «fuera» y este «dentro» se complejizan a partir de la consideración de las teorías como «sistemas regionales de lucha» y se considera a la historia como materia y condición de la misma problematización que hoy nos pretende ubicar en una postura emancipatoria20.
Pedagogía pervertida de la identidad: el más allá y más acá del individualismo liberal, la clase ortodoxa y las multitudes toninegrinas El alumno piensa, de entrada, que escapa a sus padres; la escuela es su guarida, tiene su colegio o su instituto, y ahí forma sus bandas. Pero vuelve a encontrar un cercado, y vive en él... Se exhibe creyendo provocar; quiere ignorar que, al otro lado del muro, su familia sigue vigilándolo. René Scherer, La Pedagogía Pervertida
En los comienzos de la década del 90, y en el campo específico de las teorizaciones de las diversidades sexuales y genéricas, la dialéctica visibilidad-opacidad fue parte del discurso teórico y político que nos llevó (en un contexto de fuertes debates feministas, étnicos y de crítica «material» de la cultura) a pretender articular los estudios queer con el multiculturalismo. En este contexto, entre 1995 y 1997, realizamos jornadas como ‘Políticas Culturales y Nuevos Sujetos’ y ‘Experiencias Estéticas y Conflictos Culturales’ en las que proclamas feministas antifundamentalistas, editoriales independientes, grupo de lesbianas cantantes de tango, grupos de música electrónica alternativa y talleres de poesía de trabajador@s retirad@s hacían arte en aulas contiguas, mezclando voces, rompiendo cánones, articulando materiales, estéticas y prácticas en un coro, no en un canon, que pretendíamos disruptivo. Sin embargo, en un lapso de dos años, todo nos hizo ruido a «humanismo». Si bien en nuestras primeras experiencias proponíamos revisar el lugar del canon cultural desde sus condiciones y no desde sus representaciones, el concepto de diversidad que proponíamos se volvía cada vez más problemático en su relación con el de desigualdad. En este sentido, la crisis mexicana denominada «Tequila»21, que azotó a América Latina ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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y que repercutió en el sur del continente, reconfiguró aquellos vínculos. Si bien nunca habíamos considerado la noción de «diferencia» de manera autónoma a sus condiciones (como hacen las políticas y estéticas pro-representación, por ejemplo las de la identidad gay o lesbiana), sí dejaba de ser intercambiable el carácter de la misma en un contexto de mayor conflictividad social en la que la mesa de reparto a la que habíamos sido invitad@s al comienzo de la década se estrechaba al ritmo de las contracciones cada vez más aceleradas de la acumulación capitalista posterior a las privatizaciones, y que ya no tardaría en mostrar su crudeza en las cifras macroeconómicas y sociales (por ejemplo, el reparto del producto bruto interno). Esta tardanza en reconocer la reconfiguración de la relación entre desigualdad y diferencia, parte de la territorialización de la teoría queer, se produjo en consonancia con la paulatina politización del colectivo travesti de Buenos Aires, que entonces hacía sus primeras armas teóricas y política al calor de la lucha antirrepresiva contra la policía y el poder político y jurídico, que en definitiva son los grandes proxenetas. En varios países de América Latina, el colectivo travesti no aportó solamente la retematización del carácter ficticio y performativo de las identidades, según Judith Butler, sino también del carácter de clase y de los modos de articulación de la desigualdad con las luchas específicas. En este clima de crisis y luchas cívicas se puso de manifiesto que la elaboración de políticas y circuitos identitarios, la política gay o lésbica en sentido clásico, siempre se resuelve en la creación de un mercado particular, de mayor o menor capacidad de consumo, pero mercado al fin. Esto es lo que ocurre, como sostiene la feminista Ien Ang, con el multiculturalismo que propone absorber las diferencias subalternizándolas, sin cuestionar nunca los modos dominantes y hegemónicos de distribución de bienes materiales y simbólicos que tiene la comunidad que «recepciona»22. Es decir, se absorbe esa diferencia, se la incluye con medidas de acción positiva, pero el status de ‘comunidad’ no se cuestiona, por lo tanto es una asociación paternalista y jerarquizante, con efectos culturales, materiales y simbólicos reaseguradores del control, y sobre la que no es posible evitar la pregunta por los efectos sobre la hegemonía, al menos desde una perspectiva emancipatoria. Por otra parte, se debatió en torno al radicalismo lésbico, en tanto subversión que opera o se resuelve dentro del modelo 60
22 Ver Ien Ang (1995) «I’m a Feminist but...’Other’, Women and Postcolonial Feminism».
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23 Sobre los modos de articulación de las lógicas de la identidad y lógica de la diferencia ver Ernesto Laclau (1996) Emancipación y diferencia.
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cultural hegemónico. En este sentido el radicalismo lésbico no supera el modelo del multiculturalismo en tanto ciertas posturas separatistas confirman un estado de cosas, manteniendo un status de comunidad –la postura de inversión radical sólo valida la misma diferencia constitutiva23. En este marco resultaron productivas las políticas queer que propusieron articular y problematizar la lucha de los «particularismos», pero entendidos como especificidades y no como meros fragmentos ‘performáticos’. Este sentido de las luchas de las diversidades por orientación sexual e identidad de género implicaron un cuestionamiento del status de comunidad en función de la propia especificación, y también por la apertura de «cadenas equivalenciales» (según la denominación de Ernesto Laclau) que articulan luchas y políticas. Es decir, si el propio lugar es considerado como una posición jerárquica en conflicto con el modo o con el status de comunidad hegemónico, muy posiblemente se abra una cadena equivalencial hacia otros sectores en conflicto. El carácter productivo no se mide cuantitativamente por la longitud de la articulación, sino a partir de las mutuas limitaciones de los reclamos en una cadena equivalencial que abre una transformación y una auto-transformación de la propia identidad, lo que implica una inestabilidad progresiva y una revisión de la posición de cada sujeto, además del carácter no cerrado del campo de reclamos y alianzas democrático-emancipatorias. En este sentido se puede entender que Milton Friedman, padre del neoliberalismo, sostenga que las luchas anticapitalistas, en general, siempre se fundan sobre comunidades como la de los judíos o de los negros. Lo dice abiertamente en su libro Capitalismo y libertad: la «culpa» es de los judíos y de los negros, y el mercado es el único capaz de producir una articulación en la que la diferencia se borre como problema de acceso y conflicto. Como caso concreto en el que se reflejó esta postura articuladora de la clase, la orientación sexual, la identidad de género, la etnia, la edad y la procedencia geográfica, podemos citar el conflicto que se desató a partir del artículo 71 del Código Contravencional, en relación con la regulación de la oferta y la demanda de sexo en la vía pública. ¿Por qué? Porque el colectivo de travestis cuestionó la «política de la identidad gay». Ellas sostuvieron que la política de marginación hacia su colectivo, en las prácticas de prostitución, no era sólo una cuestión de irrespetuosidad cultural sino también de acceso a circuitos de empleo, salud, vivienda y educación, 61
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complejizando la gramática de la identidad con la perspectiva de clase24. Aportaron esta doble dimensión: la de la cultura, por un lado, y la material, por el otro –separación analítica en la medida de que la cultura es materialidad. Esta doble dimensión fue y es (re)articulada por el conflicto desatado en torno a las travestis que pusieron en debate el canon de regulación comunitaria no solamente en términos de reconocimiento, sino de acceso, permanencia y resultados25.
24 Algunos colectivos de travestis y mujeres no adhieren al concepto de «trabajo sexual» porque consideran que la prostitución no constituye una elección en los contextos de marginación y pobreza; ellas utilizan la noción de «mujer y travesti en estado de prostitución». Además, apoyan la posición abolicionista sobre prostitución, opuesta a la legalizadora y la prohibicionista, en tanto consideran necesario el desarrollo de políticas sociales que permitan a las mujeres y las travestis abandonar este modo de supervivencia a cambio de formación, empleo y vivienda.
25 Con la noción de resultados y permanencia pretendo diferenciar esta propuesta de la consigna liberal de «la igualdad de oportunidades».
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Categoría psicoanalítica que se refiere a la operación de represión e institución simultánea sobre la misma.
Es en este sentido que la territorialización que pretendemos de la teoría queer quiere dar continuidad a la crítica material de la familia comenzada por Marx y Engels, y no ser un simple estertor posmoderno. Es más, frente a la «confusión americana» del paradigma de la diferencia con el de la performance, el programa queer que sostenemos en nuestras prácticas de intervención e investigación propone recuperar la tradición crítica que hace de la identidad y de la diferencia modos materiales de vivir la desigualdad y claves heurísticas de la comprensión de los modos de ejercicio de la hegemonía, el dominio y la represión en las sociedades latinoamericanas26. Por esto consideramos que los debates en torno a la «diferencia sexual» y la «diferencia genérica» deben ser deconstruidos según el consejo de Eve Kosofsky Sedgwick en tanto sus resultados nos deparan algún tipo de marcaje, estigmatización, represión y regulación administradora del poder hegemónico, siempre impelido a asegurar la gobernabilidad sobre toda disidencia. Sin embargo, no pretendo abandonar estos debates en función de su productividad puntual en campos «disciplinares» específicos, por ejemplo el psicoanálisis27, la teoría política y la estética, pero sí evitar supeditar las luchas políticas a «decisiones científicas» o académicas que cualquier crítica epistemológica, desde el Programa Fuerte de Edimburgo hasta la fecha, no deja de caracterizar certeramente como articulaciones sociales y campos de batalla cultural tan interesados como ineludibles, y por lo tanto peligrosos andamiajes a la hora de pensar las regulaciones culturales28. Esta problematización también abarca hoy los intentos de adaptación de las «gramáticas de la multitud» toninegrinas, que en Argentina tuvieron su apogeo a partir de las revueltas que voltearon a cuatro presidentes en una semana y que aún siguen circulando en torno a los colectivos autonomistas, muchos de los cuales han devenido verdaderas agencias de turismo que pretenden dar a conocer la «Argentina piquetera»29 a cambio de suculentas sumas de dólares o euros. Pero más allá de este problema de «gestión», lo cierto es que la «política autonomista de multitudes» ha devenido en la práctica en un nuevo modo de forclusión30 de las condiciones reales de participación y acceso. Y mucho más si pretendemos arrojar este «manto conceptual» sobre los pequeños colectivos GLTTTBI de América Latina, aunque con consecuencias seguramente diferentes que merecen análisis mucho más situados y concretos que el que
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26 Resultan ejemplificadoras las denominadas políticas posmodernas de las performances que tienden a confundir crítica con resignificación, sin problematizar el propio lugar de enunciación. Un claro ejemplo es el desaparecido (quizá bajo las piedras justas de la revuelta aborigen) dúo estético-político boliviano «Las Galán», que operaba ácidas críticas contra las teorizaciones políticas desde una posición liberal no tematizada en el contexto de un país con el 80% de su población bajo la línea de la pobreza.
27 Ver el debate que Javier Sáez (2004) establece entre el psiconálisis y la teoría queer; o los debates feministas, sobre todo franceses, que critican las teorizaciones estadounidenses sobre la identidad y las limitaciones de los enfoques sociológicos sobre la subjetividad sexuada (Marta Lamas, 2000, Usos, dificultades y posibilidades de la categoría de género).
28 Me refiero al Programa de David Bloor, el «programa empírico de relativismo», EPOR de Harry Collins y las propuestas francesas de análisis literario de la ciencia y la antropología de laboratorio.
29 El movimiento piquetero es un movimiento de trabajador@s desocupad@s que cortan rutas, calles y puentes como modo de pedir trabajo, además de desarrollar emprendimientos cooperativos.
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aquí podemos presentar. En el caso particular de la «experiencia argentina», la «política de las multitudes» opera volviendo intercambiables todos los modos de asociación preexistentes bajo la sospecha de «institucionalidad», y oculta bajo el imperativo de la autonomía y la igualdad formal los efectos catastróficos y la reproducción de la crisis social local. Frente a esto, se vuelve necesario repensar los efectos de la desigualdad en términos de una dialéctica en la que «desigualdad» y «diferencia» no se articulan residualmente, sino como modos de regulación hegemónica que encuentran a las diversidades culturales y a la clase como modos de determinación del parasitismo de las sociedades capitalistas. Sostener la intención de producir intervenciones emancipatorias a partir de la igualdad formal de la multitud es caer en la vieja formalidad ciudadana ya denunciada por Marx, y luego por las feministas seguidoras de Carla Lonzi que alertaban sobre la urgencia de avanzar en los efectos de la dominación antes que en el intento de construir el plano de una igualdad plena, que nunca llegará a los «no presentes» en el momento del pacto que reduce y autoriza al poder que en nuestros países discrimina, reprime y asesina. Más que una valoración multiculturalista de las comunidades y de la celebración de lo diverso, la política queer que hemos territorializado propone releer la diferencia como una construcción por medio de la cual lo diverso se da como diverso: la constitución misma de la diversidad como tal. Entender la diferencia como un régimen que reporta lugares que pueden vivirse, como una experiencia auténtica (lo que hacen los estudios gay-lésbicos o los movimientos que proponen la idea de una identidad gay o una identidad lesbiana, etc.), o vivir el lugar que otorga el régimen de la diferencia como una posición sesgada, jerarquizada (una posición que otorga, potencialmente, cierto privilegio epistemológico desde el que articular una mirada oblicua sobre el resto del grupo social). La identidad es entonces para nosotr@s una configuración en la cultura, y la cultura misma es un campo de enfrentamientos políticos. Las identidades son así configuraciones materiales en la cultura que se constituyen en función de prácticas de especificación que responden a experiencias de desigualdad. En este sentido es que se concibe el antagonismo como una materialidad que puede tener en un momento histórico específico el aspecto de una 64
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diferencia cultural (étnica, religiosa, genérica, generacional o de orientación sexual) en tanto experiencia concreta de la desigualdad. Esto es lo que Simmel expresó cuando sostuvo que los intereses en la diferenciación son de hecho tan importantes y que en la práctica producen diferencias donde no existe una base objetiva que las sustente. En esta línea podemos ubicar a E.P. Thompson y Raymond Williams cuando historizan las clases sociales o la clase obrera británica como proceso complejo de constitución de experiencias formuladas a partir de modalidades culturales. Es decir, la definición de clase como una relación antagónica y no como un dato ontológico. En función de estas consideraciones sostenemos que las «identidades» son configuraciones articuladas culturalmente en la materialidad de lo social en función de distribuciones materiales y simbólicas no-equitativas, y no en función de decálogos identitarios que pretenden normativizar y/o reflejar experiencias autentificadoras. En síntesis, la identidad no es atributiva, en tanto se la propone como una instancia crítica de antagonismos articulada por un régimen injusto de regulación en donde desigualdad y diferencia se ligan de manera no residual.
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Sobre los terrores a la teoría queer sin subjetividad Las historias de brujos se asemejan, casi se funden: credulidades, miserias económicas... Carlos Monsiváis, Los rituales del Caos
Si aceptamos que la identidad política se articula en función de antagonismos y por entrecruzamiento diagonal de ejes como la clase, la etnia, la edad, la procedencia geográfica, entre otras cuestiones no intercambiables, se hace necesario clarificar el modo en que esto es posible. En un primer momento, la teoría gay, travesti o lesbiana proidentitaria sostuvo el «modelo de adición» o el «modelo del paralelismo». Según éste, los ejes de etnia, género, sexualidad, orientación sexual, clase, etnia, entre otros, se sumaban de manera simple. Esto daba como resultado que una mujer negra lesbiana debía ocupar una posición más desfavorable que otra blanca y heterosexual, o que otra blanca y lesbiana. Esta tesis permite comprender la estructura general de posibilidades, así como el funcionamiento global de ciertos regímenes de reparto. Pero tiene algunos problemas. Adolece de ser muy abstracta y generalizadora, y de producir descripciones intercambiables al modo de un juego de ingenio de los distintos ejes. Frente a esta postura se propuso el «modelo de la asincronía» según el cual la intersección de los ejes era siempre asincrónica, imposibles de ser sumados de manera simple en función del contexto, que en general regula de manera desigual la eficacia de cada uno de los ejes. Por ejemplo, Jorge Salessi en su libro Médicos maleantes y maricas (1995) habla de cómo la orientación sexual fue utilizada en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX como un término regulador de los conceptos de clase, de etnia y nacionalidad. Bajo diatribas antihomosexuales contra inmigrantes europeos, generalmente españoles e italianos que contorneaban sus cuerpos en la plaza Garibaldi, operaba el discurso clasista del gobierno nacional en su cruzada por controlar las masas inmigrantes obreras expuestas a la degeneración e inversión sexual/social. Ahora bien, si la tesis de la adición «hace aguas» por su generalidad, la asincrónica puede enmascarar o trivializar ciertas articulaciones globales. Por esto resulta productivo articular ambos modelos como modo de producir las revisiones y mutuas limitaciones prácticas de los sujetos emancipadores. Esto causa terror a las teorías metropolitanas. 66
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31 Citada en Rodríguez Magda (1999) Foucault y la genealogía de los sexos.
32 Resulta ejemplificador de lo que aquí llamo «terror» las críticas de Slavoj Zizek (2001) a Butler y Laclau en las que sostiene que las «políticas de la diferencia» no superarían el «gesto histérico» de no concretar lo que postulan como modo de prolongar la situación de marginalidad proveedora del goce, entrando así en el esquema de lo que Ranciere denomina como pospolítica: simple administración y gestión en lugar de políticas emancipatorias.
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Sin embargo, esta revisión del sujeto no es equiparable al terror por su disolución, como apunta la ortodoxia de izquierda, sino la revisión de las propias condiciones de la práctica política. Linda Alcoff sostiene que no se trata de afirmar que si no hay identidad ontológica entonces la práctica reivindicativa es imposible, sino que, precisamente, porque hay lucha reivindicatoria se genera una identidad operativa oposicional hacia adentro y hacia fuera del lugar de la enunciación31. En América Latina existen distintos esquemas de oposición con los que los géneros y las sexualidades se articulan: las poblaciones afros, la inmigración interna, los pueblos originarios y, en todos lados, la pobreza32. Las convulsiones sociales a la que nos vemos sometid@s cíclicamente en este continente no son el resultado de la ausencia de construcción de una civilidad local, sino de la profundización de las determinaciones de la crisis, entre las que la sexualidad constituye uno de varios intentos de regulación social. Por esto proponemos abandonar las preguntas kantianas (¿Qué es lo que yo deseo?, ¿Qué puedo desear?, ¿Qué debo desear? y ¿Quién soy yo?) que proponen refundar la identidad de las comunidades gays, lésbicas, travestis, transexuales, bisexuales e intersexuales, para avanzar sobre la interrogación respecto del tipo de productividad política que autoriza aquello con lo que pretenden que nos identifiquemos en un continente en el que los cuerpos extraños son varios: aquellos arrojados al río en la noche de la dictadura, los sometidos al hambre de los $150 (35 Euros) mensuales que cobran los sectores carenciados (plan «Jefes y Jefas de Hogar»), los expulsados de sus tierras por los terratenientes locales y extranjeros, los que algunos psicoanalistas se vanaglorian de enviar a «rectificar» con operaciones transgenéricas en la búsqueda de una «coherencia identitaria», los gays y las lesbianas mal mirados por ir de la mano (a pesar de las leyes provinciales conseguidas que permiten la unión civil) , o las travestis perseguidas por ejercer la prostitución fuera de los «corralitos» regenteados por proxenetas y policías. Un continente en el que los cuerpos extraños son los que manifiestan la desigualdad contra la que no hay conjuros más que la acción política. Desigualdad y extrañeza que la raritud queer sólo puede articular de manera crítica si gira sobre sus pies (o sus tacones) para poner su mirada no sobre el ruedo de su vestido sino sobre las manos que aún están prontas para arrebatárselo. 67
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El sexo de la nación. Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad * Santiago Esteso Martínez a Alberto, que oye mis historias El alma argentina, bajo el signo de su prócer estirpe, ha sabido convertir el odio en amor; el egoísmo, en generosidad; la pasión vengadora, en alianza de firmes amistades. Juan Domingo Perón, Doctrina Peronista (1948) No hay cosa peor que un policía puto. Germán Maggiori, Entre Hombres (2001)
Un cuento * Versos de la marcha Los muchachos peronistas que llevó en su cartel el Frente de Liberación Homosexual, en junio de 1973, para dar la «bienvenida» a Juan Domingo Perón, que regresaba al país después de casi dos décadas de exilio.
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Poco antes del golpe de estado del general Pedro Ramírez, segundo alzamiento militar de la torpe biografía institucional de la Argentina del siglo XX, sucedió la historia que sigue. Al mejor estilo borgeano, muchas son las versiones, tantas como los matices extraviados o los inevitables falseamientos superpuestos. Muchas también podrían ser las lecturas y las interpretaciones, las lecciones aprendidas, los sentidos lanzados a tramarse y murmurar. En cualquier caso, interesa su significación ilusoria, novelesca y novelera; su capacidad de impresionar el imaginario colectivo, de traumatizar la vida de la nación y de sus discursos en relación con la sexualidad y los afectos, el erotismo y la camaradería; su productividad semiótica que, además de dar lugar a purgas y humillaciones, urdió fantasías y pesadillas recurrentes –de manera abierta entre los cronistas homos que a partir de los setenta identificaron este ‘cuento’ como un incidente elocuente en la historia de la sexualidad argentina. Como en cualquier fábula ejemplar, hay personajes buenos y malos. O, mejor, malhechores y víctimas: los que tienden emboscadas y los que, incautos, se dejan entrampar. Los nombres y apellidos acaso no importen tanto como su origen de clase. Corre el año 1942. Un joven, hijo de la oligarquía del país, pone su piso, en el centro de Buenos Aires, a disposición de un grupo de conocidos con el propósito de llevar a la práctica un original sistema de leva homosexual. 75
El sexo de la nación
Una atractiva muchacha de 19 años se encarga de incorporar a filas a los ingenuos y desprevenidos cadetes del Colegio Militar, uno de esos objetos fetiches del deseo que no osa decir su nombre, que honestamente entusiasmados ante la posibilidad de mantener relaciones sexuales con ella son conducidos hasta el piso en cuestión. Una vez allí, la mujerseñuelo desaparece, dejándolos en manos de un cortés caballero quien, imaginamos que amablemente, les da unas pocas y justas explicaciones para invitarlos, de improviso, a mantener relaciones sexuales con otros caballeros tan educados como él. Algunos cadetes, al descubrir el engaño, se retiran. Otros aceptan el impensado cambio de planes. Por las evidencias que se descubrirían meses más tarde, es verosímil inferir que los conjurados habían ideado, además, una estrategia para no quedar a merced de la bravuconería de los que serían sus amantes, y en un futuro más o menos cercano, los hombres del ejército argentino: subrepticiamente, o no, fotografiaban a los adolescentes desnudos, cuidando que algún elemento del uniforme (la gorra, el cinturón) revelara su condición de cadetes. Si alguna vez sus remordidas conciencias los decidiesen a chantajear o delatar a sus antiguos amantes, éstos tendrían al menos algún recurso con que apurar el mal trago. Otras crónicas apuntan a que estas fotografías fueron utilizadas para coaccionar a los cadetes durante los meses que duró el affaire , obligándolos, bajo amenaza de publicar las instantáneas, a reclutar nuevos compañeros sexuales. Durante un tiempo el negocio funcionó a la perfección hasta que, no hay mal que dure cien años, a mediados de octubre un cadete de los 76
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Santiago Esteso Martínez
1 Ver Acevedo (1985, 228-229) y Jáuregui (1987, 162-163). Ver también «Documentos del GOU» (en Perón, Obras completas. Tomo VI); aunque no se mencione el hecho, late entrelíneas cada vez que los oficiales que integran esta cuadrilla (atribulada por la suerte de la institución militar en el contexto del enfrentamiento de Alemania y los aliados) se refieren a los males morales que aquejan a la patria y, especialmente, al ejército. En este artículo me referiré casi en exclusiva al ‘caso argentino’ y, más puntualmente, al peronismo. Las referencias que haga a la revolución cubana, o a otros procesos de la región, tienen como propósito señalar tendencias comunes en relación con los lenguajes y las políticas que tienen a la nación y la sexualidad como objeto. La ‘lectura’ que hago de la Argentina peronista, en conexión con aquellos devenires, constituye una hipótesis de trabajo cuya capacidad explicativa general continúa en fase de investigación.
2 Ver «Las revoluciones hispanoamericanas en el siglo XX», de Adolfo Luis González Rodríguez. El autor se refiere a las revoluciones de México, Guatemala, Bolivia, Cuba y Nicaragua.
que no habían aceptado participar en aquellas transacciones asentó ante el Colegio Militar la debida denuncia. La institución no tardó en iniciar una investigación; pronto, como corresponde a la naturaleza de estos actos, la policía descubría toda ‘la verdad’. En el lugar de los hechos se encontraron numerosas cajas de fotografías y las habituales listas, en este tipo de operativos, con los nombres y direcciones de las ‘personalidades’ involucradas. Las primeras detenciones se produjeron sin la cobertura de la prensa mientras el pánico se extendía entre los implicados. Zelmar Acevedo y Carlos Jáuregui refieren que el 30 de octubre el periódico Noticias Gráficas publicaba, para escándalo de la nación, los nombres y apellidos de 32 personas detenidas bajo jurisdicción del Dr. Narciso Ocampo, acusadas del delito de corrupción y asociación ilícita. Unos cuantos huyeron, otros fueron encarcelados, alguien optó por el suicidio. Los cadetes, aunque hubieran rechazado mantener relaciones sexuales con los acusados, fueron expulsados del Colegio Militar. El hecho de haber encubierto semejante irregularidad volvía a todos, protagonistas o no de la innombrable fiesta, igualmente culpables. Impuesta la ley, distribuidos los escarmientos, calmados los ánimos, quedaría entre los que detentaban el poder de estado un desazonante malestar ante la secreta existencia de unas prácticas sexuales que, en sus propias narices, habían escapado a su control. Y lo que era aún más alarmante: que podían volver a repetirse, manchando la honradez de vaya a saber cuántos jóvenes y desprevenidos argentinos1.
Problemas de salud
Para una deconstrucción de las «incoherencias lógicas» del discurso emancipatorio clásico en relación con las luchas sociales contemporáneas, ver el ensayo de Ernesto Laclau «Más allá de la emancipación», en Emancipación y diferencia (1992).
Tanto las consideradas por la historiografía en los términos de las revoluciones latinoamericanas del siglo XX2, como los procesos de cambio político y social que protagonizaron Perón en Argentina, Allende en Chile o Vargas en Brasil, constituyen bruscas irrupciones (físicas y simbólicas) de la novedad política; ocasiones de recreación nacional que provocan transformaciones tanto al nivel de las instituciones estatales como de la sociedad civil; «cortes» (Josefina Ludmer) del devenir nacional que llevan por santo y seña la promesa de una ansiada, fantasmagórica emancipación –estandarte que atraviesa los campos de batalla o los sordos muros de prisiones políticas y parlamentos3.
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El sexo de la nación
Estos acontecimientos colocan en escena a un nuevo sujeto político, objeto de la emancipación perseguida: «el pueblo» o «las masas», comprendido, parece banal reiterarlo, no como un conjunto plural y contradictorio sino como uno compacto y clausurado. Parafraseando «Las Veinte Verdades del Justicialismo», leídas por Perón el 17 de octubre de 1950 desde los balcones de la Casa de Gobierno (en Buenos Aires), no existen para ninguno de estos «movimientos» más que una sola clase de hombres: los que trabajan. Perón, Castro o los sucesivos líderes mexicanos (re)posicionan en los imaginarios nacionales, por un acto de «justicia revolucionaria», a las multitudes que habían hecho grande a la patria, sistemáticamente excluidas por las oligarquías nacionales4. En sus manos, unos y otros, encomendaban su espíritu. Procesos en apariencia diversos como el peronismo y el castrismo (dos paradigmas de la revolución à l’Amérique Latine) develan sugerentes aires de familia al ser examinados como acontecimientos discursivos: entre 1943 y 1955 en Argentina, o a partir de 1959 en Cuba, estalla una dinámica socio-semiótica que revoluciona profundamente el universo ideológico-verbal, en el sentido bajtiniano, fuerzas centrífugas que desordenan lo pensable y lo decible, lo imaginario y lo simbólico5. Desde esta perspectiva, si atendemos al lenguaje político que Castro o Perón forjan, leeremos entre otras ansiedades, de modo manifiesto o latente según las circunstancias de producción y recepción, una desmesurada atención respecto de «los males colectivos» –la salus latina, próspera metáfora que atraviesa los discursos sociales de nuestros países. Entre las apelaciones de los líderes abundan las referencias, por un lado, a la moral o la integridad física y espiritual de la nación, la «decencia» que debe revestir y resguardar (contra cualquier enemigo) las maneras de la patria, engalanada de fiesta ante la ocasión de unos tiempos históricos que la convertirán, de una vez y para siempre, en justa, libre y soberana; y por el otro, alusiones –anticipación de chismes, habladurías– a las costumbres privadas de los ciudadanos. Para los que lideran estos procesos, la nación, a través del estado que la organiza, será eso que estaba llamada a ser sólo en la medida en que los individuos que la conforman se comporten en su intimidad y en sus prácticas sociales con honradez y rectitud –desquiciante superposición entre el imperio de la justicia (revolucionaria o social) y el ejercicio 78
4 Son oligarcas, según la décima octava verdad justicialista, además de «los que no trabajan», aquellos que no quieren una nación «socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana».
5 Por lo general se olvida que los insignes eventos políticos que transformaron el control del poder de estado en América Latina, de los que tomo al peronismo y al castrismo como aleccionadoras parábolas, son ante todo significativas embestidas discursivas.
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Santiago Esteso Martínez
6 Uno de los últimos y más destacados representantes de una tradición del pensamiento latinoamericano que en Argentina se ha conocido como el ensayo de interpretación. Murena fue el primer traductor al castellano de Theodor Adorno, Max Horkheimer y Walter Benjamin.
7 «Pues si en el paso inicial la homosexualidad logra burlar la exigencia secretamente pavorosa de salir de la casa de su sexo y enfrentar la oscura noche del otro (...), en el segundo momento comprueba con angustia que el supuesto atajo es un círculo vicioso que lo condena al encierro y a la tortura de la claustrofobia que no mata pero extravía» (Murena, 1961, 36).
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virtuoso de la hombría, entre la decencia doméstica y la heroicidad pública. En este marco, no importa demasiado la veracidad de cada uno de los detalles narrados en el cuento anterior, ni su inscripción en coordenadas espacio-temporales específicas (la Argentina pre-peronista), como sí su ejemplaridad disruptiva, productora de sentidos en torno de la (a)normalidad sexual –ese desbarajuste, también definicional, que desconcierta y amenaza. Un episodio con algún componente homosexual acaecido cuando Cuba era el lupanar del vecino del norte, antes de la llegada de los rectos revolucionarios, funcionaría imaginaria y simbólicamente de manera similar, marcando la peligrosidad de unas prácticas que, a partir de entonces, habrá que vigilar de cerca en tanto que identificarán siempre, blanco preciso, la línea enemiga. Digresión a propósito de la irrupción del Homo atomicus. Héctor Murena6 titula de este modo un ensayo de 1961 sobre «la extinción en nuestros días de un estilo de vida milenario y el surgimiento de otro». En el capítulo «La erótica del espejo», Murena argumenta que la homosexualidad y la escandalosa aceptación que él constata entre sus contemporáneos (que rinden un «oscuro homenaje» a una conducta hasta no hace mucho «repudiable») son síntomas que revelan el fin de una época. Su tesis es que el homosexual (el individuo homosexual «militante» tanto como ése, agazapado, que todos llevamos dentro) comparte con otras formas del homo atomicus el estar condenados a «la autoidolización»7. Anunciada por Nietzche, «la inversión sexual contemporánea forma parte de la subversión general de los valores», consigna del «actual nihilismo», odio inconsciente «hacia todo lo espiritual». En este sentido, la exaltación del uranismo, por pasiva o por activa, es el principal indicio de ese «conflicto neurótico en que Occidente ha entrado respecto a su sexo» y que ha producido, para mayor gravedad del asunto, su propio anticuerpo en el psicoanálisis. Hasta aquí, no difiere demasiado la valoración de nuestro ‘filósofo’ respecto de aquellas que, de una u otra manera, acabaron traducidas en las ficciones nacionales de América. Sin embargo, nos revelará una filiación aún más inquietante e imprevista: la sodomía se parece peligrosamente al peronismo en la medida de que éste significa «la entrega total, femenina (sic), de los hombres a un dirigente y de las mujeres a una dirigente que –en la instancia política al menos– procedía como virago». Inmediatamente la ecuación y la sorpresa se amplían: junto con el (a)salto de las masas al ámbito público, y no sólo bajo el peronismo, el «homosexualismo» 79
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(Murena usa los mismos términos que una década más tarde utilizará el I Congreso de Educación y Cultura de La Habana) constituye «uno de los factores preponderantes en el Zeitgeist en que vivimos», al igual que la energía atómica, la dictadura del proletariado, las filosofías existencialistas, el marxismo o la «glorificación» del deporte y la niñez. Muy a su y a nuestro pesar, resístanlo o no Murena y sus compatriotas, «todos compartimos de algún modo» este sombrío curriculum morbi.
Fantasías Observados y leídos fuera de su espacio material, en el extranjero como lugar y tiempo post-nacional, aquellos estados y naciones se nos descubren como una trama de sagas y alegorías8 que acabó encarnando en formas institucionales específicas, sin perder nunca su fuerza novelesca y novelera (como decía a propósito del cuento de los cadetes). André Malraux, en La Tentation de L’Occident, habla de la energía sentimental que une a una nación: una «idea-ensueño» que la alucina y la mantiene «en éxtasis», en un delirante estado, y tiempo, de ilusión y aturdimiento –la nación no es fría ni apática. Cautiva en este juego de espejos deformantes, de símbolos y materializaciones, la nación civilizada acaba siendo otro fantasma, suplemento, contracara del errante espectro de Facundo que recorre y hace estremecer el cuerpo de la patria americana, tanto como excita las pesadillas e iluminaciones de Sarmiento. La mítica nación latinoamericana fue, sobre todo, un profuso corpus de potentes fantasías en torno de la independencia y el «destino común»; guiones imaginarios forjados a lo largo de poco menos de un siglo por ideólogos, poetas y narradores que, junto con los «libertadores» y «padres de la patria», soñaron despiertos, en largas vigilias de pólvora y camino, las formas soberanas de esas tierras, entonces polimorfas, perversas9. Relatos, «novelas familiares», sueños y episodios legados, interpretados, escindidos y vueltos a contar en un lento proceso de re-elaboración destinado a presentar, cada vez, aquellas iniciales fantasías bajo la forma de una ficción capaz de marcar el rumbo hacia la deseada estabilidad, eficacia y organización de las nuevas naciones, y de apelar y constituir subjetividades10. ¿Qué deseos cumplían aquellos sueños? Primero, la independencia política y económica de España. Enseguida, la (re)conquista de un continente uno y fuerte, pujante y viril 80
8 Desde la Lettre aux espagnols américains (1792) del jesuita peruano Juan Pablo Viscardo, zócalo del independentismo, hasta cada una de las foundational fictions estudiadas por Doris Sommer (1991).
9 El proceso de desmoronamiento de la «unidad colonial» se acelera durante el siglo XVIII. En 1781 José Gabriel Túpac Amaru, que se había rebelado un año antes al frente de sesenta mil indios, es «ajusticiado»; descendía de una hija del Inca Felipe Túpac Amaru, otro cadáver exquisito de nuestra historia, ejecutado en 1572. Subrayo esta forma de «hacer justicia» contra aquellas fuerzas centrífugas (los Túpac Amaru como modelos) que amenazan, desde dentro, el orden colonial. En adelante, se seguirá ajusticiando a aquellos identificados como elementos desintegradores.
10 Ver Jean Laplanche y Jean Bertrand Pontalis (1996) Diccionario de Psicoanálisis (entradas «fantasía», «fantasías originarias», «Sueño diurno», «Novela familiar», «Imaginario», «Escena originaria» y «Elaboración secundaria»). También, Sigmund Freud, capítulo VII de La interpretación de los sueños.
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–una América machaza, en un raro e irónico giro del español latinoamericano. Por último, y tras medio siglo de enfrentamientos civiles, la consolidación de estados nacionales ordenados jurídicamente y pacificados. Por debajo, velado, el deseo que hace sentido, determinándolo todo: borrar definitivamente la barbarie tanto de un orden imposible (la colonia) como aquella que anida en el interior, monstruo maloliente y grosero que habita el revés de la frontera, memoria de la escena primigenia que enloquece a los ilustrados que imaginan el porvenir. Desde entonces, la nación, en un extraño ejercicio de añoranza, como si de vivir al borde del peligro se tratara, necesitará de la barbarie para definirse, persiguiéndola y multiplicándola –en una dinámica que recuerda la persecución de «la verdad del sexo» durante el siglo XIX, búsqueda que según la conocida hipótesis de Michel Foucault, lejos de reprimirlo, lo multiplica e intensifica. Al terror por la salvaje indiada, que robaba nuestras propiedades y violaba y secuestraba a nuestras mujeres, seguirá, según las épocas y las clases o alianzas de clases en el poder, el pánico por todo tipo de barbaries (anarquista, marxista, capitalista, judía, española, italiana, etc.), incluida la homosexual. En este preciso sentido, la categoría «barbarie» ha funcionado no como significante vacío, sino como uno fácilmente adaptable y prolífico: reminiscencia colectiva de una impresión lacerante e instructiva prefiguración del delito. Según Louis Althusser (1975) el Estado constituye una «fuerza ejecutiva y de intervención represiva» que permite a la clase dominante asegurar su dominio sobre la clase obrera a través del accionar de la policía, los tribunales, las cárceles, el ejército y, por encima de ellos, el presidente de la república, el gobierno y la administración. Con el objetivo de explicar la reproducción de las relaciones de explotación, Althusser distinguía entre el poder y el aparato de Estado: el objetivo de la lucha de clases era conquistar, primero, el «poder de Estado» para revolucionar, luego, la dinámica del «aparato de Estado», destruyéndolo en su forma burguesa y sustituyéndolo por otro proletario –más tarde llegaría el tiempo de poner término a ese proceso, rematando tanto el poder de Estado como todos sus dispositivos. Referida al proceso de construcción de los estados nacionales durante el siglo XIX, esta tesis se ajusta bastante a ‘la realidad’: hacer la nación fue, además de habitar el territorio, prever y gestionar las condiciones materiales para la reproducción de la fuerza de trabajo, satisfaciendo las ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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necesidades de alojamiento, vestimenta y alimentación del asalariado y asegurando la reproducción en sus hijos, que a la vez había que alojar, vestir y alimentar, pero sobre todo (Sarmiento inmortal) educar como fuerza de trabajo futura11. Althusser subraya la función del par escuela/familia, heredero de la labor socializadora y de sometimiento ideológico que antes cumplía la iglesia: un aparato ideológico bifronte que, asistido por otras instituciones, constituye una maquinaria imprescindible para garantizar a las clases que detentan el poder de estado la cualificación de los trabajadores. En este sentido, educar y proteger la familia implicó, además del proceso de aprendizaje de técnicas y conocimientos básicos, y el hecho biológico de la reproducción de la mano de obra, el adiestramiento en las mañas de la civilización, esas reglas del ‘buen comportamiento’ moral, cívico y profesional –reglas que, en cualquier caso, responden al orden establecido mediante la dominación de unas clases sobre otras. En el contexto del triunfo de la civilización sobre la barbarie, la escuela pública enseñó al pueblo de la nación a ser prolífico y dócil, además de un poco más cultivado. Sobre esta interpretación se fundamentaba la apelación a «una revolución dentro de la revolución» que hicieron colectivos como el Frente de Liberación Homosexual (FLH) en la Argentina de los años setenta12. No bastaba liberar a los «oprimidos», eliminando las condiciones que hacían posible la reproducción de las relaciones de explotación, sino que era urgente revolucionar también la jerarquía de las «clases sexuales» y los aparatos que contribuían a su mantenimiento. El FLH ilustraba esta tesis planteando que un obrero después de su jornada diaria de atropello capitalista regresaba al ámbito de la intimidad familiar a ‘explotar’ a su mujer y a sus hijos, alguno de los que, además, podía ser homosexual. En consecuencia, acaso lo que vincule los procesos revolucionarios latinoamericanos del siglo XX no sea tanto haber sucedido en el contexto violento y explícito de una lucha de clases (que volvería problemático, por ejemplo, la consideración del peronismo como revolución e introduciría en el debate la especificidad del populismo13), como que, en todos, sucedió un cambio provisional o permanente en el control del poder de estado, tanto por una clase determinada (Cuba) como por una alianza de clases o de fracciones de clases (el peronismo). Sin embargo, sucedida esta novedad, la función represiva y de sometimiento imaginario que cumplía el aparato de Estado (y el conjunto de los aparatos ideológicos 82
11 Ver «La formación de las nacionalidades: el conflicto ideológico» (1991), de María Carmen Borrego Pla, en Historia de las Américas (tomo IV, pp. 131147).
12 Ver, entre otros documentos mimeografiados, «Sexo y Revolución», «La juventud y la miseria económica y sexual» y «La moral sexual en Argentina», todos difundidos durante 1973.
13 Para un ensayo clásico en relación con este tema, ver Emilio de Ípola, Ideología y discurso populista (1982), en especial el capítulo 3, «Populismo e ideología. A propósito de E. Laclau: política e ideología en la teoría marxista».
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Citas de la Doctrina Peronista (1948), capítulo «El Estado» y «Los valores humanos». La Doctrina Peronista fue designada por ley, en 1952, «Doctrina Nacional».
que lo sostenían) permaneció prácticamente inmutable, interpelando y constituyendo sujetos nacionales (a través de la sanción, la exclusión, la selección) según unos guiones especialmente rígidos en cuanto a la sexualidad y los afectos. Retomando la parábola del FLH, cuando aquel obrero se liberó de las relaciones de explotación que lo sometían (gracias a la revolución), o dispuso de un estatuto y de una serie de seguridades sociales desconocidas hasta entonces (gracias al peronismo), al volver a casa siguió moliendo a palos a su hijo travestido con el vestido y los tacones de su esposa, la que tampoco se salvaría de su varonil furia (como hubiera hecho bajo Batista o bajo cualquier gobierno oligárquico de la región)14. Si el Estado refundado se preocupó (o continuó preocupado) de que la maquinaria que lo apuntalaba regulara de manera precisa y contundente aquellos ámbitos vinculados con «el sexo», ¿qué secretas «clases», de qué signo, siguieron luchando hacia el interior de las nuevas instituciones?, ¿qué se jugaba en esas luchas?, ¿qué opresiones sin nombre se estaban negociando? El ejemplo paradigmático lo constituyen las conclusiones, y consiguientes políticas y cuerpos jurídicos, del I Congreso de Educación y Cultura de La Habana (1971), revolucionario evento que demandó, con una ansiedad ciertamente patética, el control, junto a cualquier asomo de «diversionismo ideológico» (falso inconformismo, pelos largos, pantalones anchos, colores indecorosos, etc.), de los «focos de propagación del homosexualismo», letal enfermedad que amenazaba al organismo de la nación y a su nuevo estado – cuyo aparato fue limpiado de homosexuales a través de las célebres «parametrizaciones»15. Por su parte, la insistencia peronista en la función de la familia (heterosexual) como «célula» de la nación, de la mujer como madre ejemplar y «eco» de «los hombres de la Revolución», de la educación como transmisora de lo que «constituye la nervadura del carácter de nuestro pueblo y de nuestra raza», y un largo etcétera, nos obliga a preguntarnos, sorprendidos, si el que discurre sobre estas cuestiones es el líder de un «verdadero renacimiento nacional»16 o si, súbitamente, a propósito de estas materias ha borrado sus irreductibles diferencias respecto de las clases vencidas por su gobierno. Llegados a este punto, parece evidente que esa zona de la ideología17 referida a la sexualidad –las «Bellas Mentiras» acerca del sexo de la nación, presentes en estado puro en la moral y la instrucción cívica– ha sido la misma o prácticamente la
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14 Ver «Tipos de progresismo y de conservadurismo», en Sin derramamiento de sangre. Un ensayo sobre la homosexualidad, de Javier Ugarte Pérez (2005, 5052), reseñado en este número.
15 Entre las muchas lecturas que se podrían recomendar al respecto, ver Memorias. Congreso Nacional de Educación y Cultura (1971) y el capítulo cuarto de En los reinos de Taifa («El gato negro de la Rue de Bièvre») de Juan Goytisolo. Para un estudio del período, ver Ficciones en las fronteras de la ley (2004), de Esteso. Sobre la homosexualidad en Cuba, el dossier «La voz homoerótica» en La Gaceta de Cuba (2003).
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misma para unos y otros, nuevos y viejos detentadores del poder. El obrero no sólo continuó castigando a su hijo maricón, sino que contó con la inestimable colaboración de las fuerzas policiales y de sus vecinos, organizados en comités de defensa de la nación (¿o de la revolución?), alertas detrás de puertas y tabiques. Y aquí nos detenemos, por el momento, sin saber muy bien si lo que salta por los aires es la teoría de Althusser respecto de los aparatos de estado y la ideología18, o si, como en otros campos, las intensas contradicciones –lo ‘real’ (que no ‘maravilloso’) de América– astillan marcos conceptuales y tesis concebidas en un mundo, por cierto, mucho más predecible.
17 Según Althusser (1975, 146-147), la ideología «representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia» –especie de fantasía deformante que el sujeto se narra a sí mismo y en la que es protagonista. Como al inconsciente de la teoría freudiana, «basta con interpretarlas para reencontrar, por debajo de su representación imaginaria del mundo, la realidad misma». En el post scriptum de abril de 1970, Althusser plantea que «las ideologías no nacen en los Aparatos Ideológicos de Estado, sino que tienen su origen en las clases sociales enfrentadas en la lucha de clases».
18 Ver Emilio de Ípola, «Crítica de la teoría althusserista sobre la ideología», en op. cit. (1982).
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Una neurosis 19 Ver «El peronismo y la Iglesia Católica», de Lila Caimare (2002). También Juan José Sebrelli, «La sociedad civil», en Los deseos imaginarios del Peronismo (1983).
20 En Antes que anochezca, Reinaldo Arenas narra episodios similares a propósito de las correrías clandestinas y las persecuciones sufridas por los maricones habaneros.
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Volvamos a la Argentina estremecida por la ligereza sexual de cadetes y oligarcas. Y revisemos rápidamente esa particular obsesión por gobernar y re-encauzar «los valores humanos» de la nación. Con el primer golpe militar, en 1930, y tras décadas de un relativo desinterés del Estado argentino en los hábitos privados de sus subordinados, se inicia una época en la que la vasta maquinaria de la nación cambió paulatina y drásticamente. Entre otros aspectos, no es menor la inédita influencia de la iglesia católica respecto del aparato de estado, reconciliación sellada durante el Congreso Eucarístico de 1934 y, en 1943, por la inclusión por decreto de la enseñanza religiosa en la educación pública –disposición ratificada en 1947 por el poder legislativo19. El caso es que episodios y políticas sexuales más o menos explícitos se suceden a partir de entonces. Un año después del escándalo del Colegio Militar, la noche del 31 de julio de 1943, la policía irrumpe en el Teatro Avenida durante la actuación de Miguel de Molina, deteniéndolo junto a su compañía y al público del Paraíso20. Dos años después, durante el primer gobierno de Perón, se sanciona el Reglamento de Procedimientos Contravencionales (más conocido como «edictos policiales») que tipifica, bajo la categoría de contravenciones, determinados actos de tipo sexual: exhibición en la vía pública con ropas del sexo contrario, incitación pública «al acto carnal», corrupción de menores, etc. Delitos minúsculos, pero delitos al fin, castigados con arrestos en el Pabellón de Contraventores Homosexuales de Villa Devoto, y no conmutables por multas. Al estudiar atentamente la evolución de los dos gobiernos peronistas (entre 1946 y 1955) vemos, a veces entrelíneas, cómo la política sexual se constituye en arena de negociación, garantía de armonía y, finalmente, piedra arrojadiza entre el aparato de estado y la iglesia católica, actriz ineludible en las políticas públicas no sólo de Argentina –aunque fuera excluida o invitada de piedra en los debates en torno del contrato social. Ya sea en los buenos tiempos (cuando la iglesia reconoce en las políticas sociales del gobierno la realización de su propia doctrina social, desarrollada en las encíclicas Rerum Novarum y Quadragesimo Anno de León XIII y Pío XI), como en los malos (cuando el gobierno elabora y difunde una interpretación peronista del ‘auténtico’ cristianismo), el sexo es objeto de entendimiento o escándalo: o bien coincidían 85
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ambas partes en que debía preservarse la «sana convivencia social» a través de estrictos códigos y medidas que paliaran «las fallas de los individuos» o que suplieran «la carencia de resortes morales»21 (edictos policiales, defensa de la familia heterosexual, políticas deportivas encaminadas a fortalecer el cuerpo y el «espíritu» de las nuevas generaciones, etc.); o bien esos mismos desequilibrios morales venían a demostrar el nefasto efecto secundario producido por la moral católica que, por ejemplo, obligaba a «los hombres de la Revolución», cerrados los prostíbulos por imposición de la Iglesia, a (re)volcarse en la pederastia. La estrategia del gobierno peronista, en este punto, fue similar a las maniobras en otros campos: mientras fue posible la convivencia con la jerarquía católica, las políticas públicas se plegaron a sus tesis respecto del «buen» ordenamiento sexual y moral de la población; cuando la iglesia se convirtió en un «vil centro de poder», vertedero de todo tipo de desestabilizadores, el gobierno abrió el debate sobre la igualdad de hijos legítimos e ilegítimos, legalizó el divorcio, suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, proyectó una reforma constitucional con el objetivo de separar definitivamente la iglesia y el estado, y concluyó que la mojigatería de los obispos en relación con el sexo, además de dar lugar a todo tipo de inmoralidades entre ellos, entorpecía y desviaba el correcto sentido de la sexualidad nacional22. Latente bajo estas provocaciones, en principio atractivas, parece evidente lo que Acevedo entiende como una manifestación engañosa de liberalidad sexual que en realidad enmascara la vieja política de estricta vigilancia de la vida cotidiana y las costumbres. Dos años después del golpe de estado que derrocó a Perón (1955), el régimen militar consideró la inconstitucionalidad de aquellos edictos –la historia de América Latina está jalonada de cruentos absurdos– en la medida de que, según el procurador general Sebastián Soler, «otorgaba una inaudita autonomía a la policía frente al Poder Judicial» al facultar al jefe de la policía a «condenar sin la intervención de la justicia ordinaria». Sin embargo, el gobierno democrático de Arturo Frondizi, vencedor en las primeras elecciones celebradas bajo el signo de la proscripción del peronismo, reimplanta el Reglamento, nombra al frente de la División moralidad al comisario Margaride23 y pone en marcha el Plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES) –un recurso represivo elaborado para castigar las previsibles revueltas sociales que sucederían tras la aplicación del Plan de estabilización, 86
21 Doctrina Peronista, capítulo I, «El Estado», ítem «Moral».
22 Entre noviembre de 1954 y junio de 1955 se acentúa el conflicto entre la iglesia y el gobierno peronista, con curas arrestados, iglesias quemadas y una «oligarquía clerical», según la retórica oficial, quebrantada al constatar la fragilidad del compromiso que había creído arrancarle a Perón de convertir al estado en «garante de la hegemonía del catolicismo en la sociedad argentina» (Caimari, 2002, 463).
23 Margaride fue el responsable de «las primeras campañas sistemáticas de moralidad, razzias regulares e incontables operativos policiales en plazas y subterráneos» (Acevedo, 1981, 231). Tras el breve gobierno democrático de Illia (el peronismo aún proscrito), el general Onganía (1966) vuelve a nombrar a Margaride, que se mantendrá en su cargo hasta el golpe de 1976. Frente a estos progresos, el asalto al teatro donde actuaba Miguel de Molina se nos antoja como un juego de niños, los primeros tanteos de un estado aún inexperto en la lucha contra la subversión sexual.
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24 La autora (2002, 30) parece reconocer esta objeción, aunque no se ocupe de argumentar ni de matizar sus anteriores explicaciones.
consecuencia de un crédito stand by otorgado por el FMI a cambio del compromiso de la administración a reducir o congelar el coste de la fuerza de trabajo. En La policía que supimos conseguir, Alejandra Vallespir (2002, 21-28) señala que con la vigencia de este plan, además de la persecución de todo tipo de movimiento y líderes sociales (especialmente peronistas), sucedió una «recategorización permanente de lo que integra el corpus delictivo» –corpus politizado al demandar a las fuerzas de seguridad que cumplieran una función ajena a la «prevención» o el «combate» del delito: la identificación y contención de esos pérfidos delincuentes que aspiran, en apariencia, a controlar el poder de Estado. Sin embargo, ¿es esto algo específico de la policía argentina a partir del Plan CONINTES y bajo el desarrollismo?, ¿no sucedió algo similar durante el gobierno peronista cuando a través del Reglamento Contravencional se facultó a la policía a castigar conductas impropias en la «vía pública» y un poco más allá?, ¿no es ésta una forma de delictivizar, de hacer delitos, interviniendo allí donde supuestamente la policía no debía actuar?24, ¿qué hacían, si no, las fuerzas del orden, antes del peronismo, deteniendo a los que oían las coplas del ilustre republicano español?; ¿no es algo inherente a la policía, tanto como al Código Penal, piezas fundamentales del aparato de Estado (Althusser), producir delitos y delincuentes, identificar a los enemigos internos, erradicar los peligros que acechan la armoniosa convivencia ciudadana?
Conclusiones Para nosotros la raza (...) constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. Ella es la que nos aparta de caer en el remedo de otras comunidades cuyas esencias son extrañas a las nuestras, pero a las que con cristiana caridad aspiramos a comprender y respetamos. Para nosotros la raza constituye nuestro sello personal indefinible e inconfundible. Juan Domingo Perón, Doctrina Peronista
Etimológicamente, el vocablo nación proviene del latín natio, y éste del griego ethnos. En el sentido de ethnos, se solían utilizar más o menos indistintamente natio (nación o pueblo; también raza o especie de un animal), gens (pueblo, raza; también país o región, linaje, descendiente, vástago, raza, especie) y civitas (ciudad y ciudadanía). Además, natio ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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se vincula con el verbo latino nascor (nacer). Tanto ésta como aquellas acepciones apuntan hacia dos sentidos: por un lado, la nación como parentesco étnico de un conjunto social; por el otro, la nación como un pueblo que habita un territorio físico y simbólico originario, claustro materno, útero lingüístico y cultural. A partir de estas genealogías, el concepto de raza perderá parcialmente su literalidad como noción biológica, para significar, en palabras de Perón, «algo puramente espiritual». Aunque al mismo tiempo, parecerá indicar algo más, un plus tan indefinible como manifiesto25. En cualquier caso, la idea de (una) raza proveyó a los constructores de los
La apelación a los «datos étnicos» (la raza, la etnia, la sangre) es cardinal en la teoría alemana de la nación. Ver el quinto monográfico de Orientaciones. Revista de homosexualidades, «Exterminio bajo el nazismo» (2003).
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26 Himnos nacionales como el argentino, escrito durante la primera década de existencia independiente, reclaman el derecho a ser oídos por «los libres del mundo».
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estados nacionales de la intuición de que «algo en común» tenía que haber, un enigma que nos viene de atrás –de dónde venimos– y nos lanza, victoriosos, hacia el futuro. Al vaciar el concepto de raza de su significado como conjunto de datos étnicos, además de negar y borrar eficazmente la realidad de los pueblos indígenas, se dispuso de una categoría lo suficientemente lábil como para que allí entrara «lo indefinible», a la vez que lo suficientemente precisa (igual que la noción de barbarie) como para que no quedaran dudas acerca de lo que nos alejaba de «otras comunidades» –que cristianamente podemos comprender aunque nos sean esencialmente ajenas. ¿Qué celebramos los latinoamericanos cada 12 de octubre, oficialmente el «día de la Raza», envés melancólico y trágico del «día de la Hispanidad»? ¿de qué se habló cuando se habló y se sigue hablando de la «raza» espiritual de América?, ¿cómo se sostuvo, a qué precio, el mito de la comunión de intereses y destino?, ¿sobre qué exclusiones y restos se construyó el Uno Nacional? Tras la ruptura del orden colonial, las supuestas naciones latinoamericanas fueron, antes que un rumbo o una unidad velada en busca de su intérprete, una opacidad que fue necesario tornar inteligible mediante la invención de una mitología (algo así como la «fundación mítica de América Latina», parafraseando la cosmogonía de Buenos Aires que imaginó Jorge Luis Borges) que, además de explicar el pasado, programara el porvenir: quiénes éramos, qué nos otorgaba una identidad, alguna coherencia, qué nos volvía un pueblo audible ante el orbe civilizado26, qué hacía de unas gentes dispersas en inconmensurables distancias una nación, un pueblo como una raza ex nihilo, inédita, como su lengua, su historia, sus proyectos, sus supersticiones. Durante el arduo proceso de construcción de los estados nacionales, y especialmente a partir de cada uno de los cortes que a lo largo del siglo XX señalaron momentos de refundación institucional, el discurso político latinoamericano tendió a elaborar y a funcionar sobre oposiciones binarias excluyentes (civilización y barbarie es, sin lugar a dudas, la más productiva aunque no la única), identificando y distribuyendo a partidarios y adversarios en esta grilla, y convirtiendo a los antagonistas, por la violencia simbólica y material de los discursos, en el enemigo público, el «otro absolutamente distante y distinto de nosotros» (Adriana Boria). Reducidos «los términos de la política a los de la guerra», militarizadas todas las disputas, no quedó otra salida que vigilar, ofender o 89
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eliminar al que amenazaba la buena salud de la nación. El discurso político que sostuvo la construcción nacional y sus sucesivas reconstrucciones trabajó en el orden simbólico. Las fuerzas policiales latinoamericanas, y llegado el caso los ejércitos, trabajaron en las calles, y un poco más adentro27. En América Latina, la homosexualidad, además de los sentidos que le otorgó la maquinaria moderna europea, fue identificada imaginariamente como algo extraño tanto al proyecto de convivencia (esa comunidad de intereses que configura toda nación) como a su historia (esa memoria compartida) y al «parentesco espiritual» que hacía de ella algo racialmente diferente de otras28. Agentes foráneos, enlaces del enemigo, infiltrados, marionetas del capitalismo internacional, espectros de la burguesía y la oligarquía, enemigos de la feliz reproducción y solidaridad del pueblo: en cualquier caso, un asunto de seguridad nacional. Murena acaba asegurando que el carácter «demoníaco» de la homosexualidad radica en que perturba el «instinto genésico», «clave del arco de la sociedad». Si uno de los aglutinantes de las fantasías nacionales del XIX fue el mandato de poblar el territorio y educar al soberano (o si se prefiere, siendo menos idealistas, asegurar las condiciones para la reproducción de la mano de obra de un subcontinente que debía aportar las materias primas imprescindibles para el funcionamiento del capitalismo), la homosexualidad cierra «el horizonte de la procreación» y «pide el fin de la humanidad». Al identificar la homosexualidad como una de las formas actuales de la barbarie (y la barbarie siempre nos conduce a la frontera, al agotamiento, a las postrimerías), en su honesta preocupación ante lo que puede deshacer nuestras formas (civilizadas) de estar juntos, Murena coincide con Perón o Castro, y se aviene perfectamente a las lógicas de Sarmiento, Martí y el resto de ideólogos del XIX. Murena termina diciendo que, entre todos los signos del fin de los tiempos, la identidad entre el homosexual y el comunista («igualitaristas» ambos) es la que más le llama la atención. Los responsables de la educación y la cultura cubana decían más o menos lo mismo, con una ¿mínima? diferencia: el capitalista y el homosexual eran los enemigos del socialismo porque representaban la negación de todas las promesas de emancipación real. En cualquier caso, no puede haber nada peor (en Argentina, en Cuba, o en cualquier país latinoamericano) que un policía maricón29. Ni nada más bárbaro que unos bellos e imprudentes cadetes sodomizados. 90
27 Una historia del malestar que produjeron las sexualidades insubordinadas constituye un instrumento para desmontar la compacta trama de fantasías nacionales que, forjadas a lo largo del siglo XIX, el discurso social latinoamericano parece empeñado, hoy, en restaurar. Los estudios culturales y literarios que tienen a América Latina por objeto deberían esforzarse en una mirada crítica trans- y postnacional que deshaga o desvaríe las fronteras selladas durante el siglo XIX, reforzadas en el XX por gobiernos tanto como por academias y especialistas.
28 En próximas indagaciones se podrían contrastar los argumentos desarrollados a propósito del sino traumático del sexo en América Latina con lo acontecido semiótica y políticamente en escenarios distantes y diversos como las repúblicas soviéticas, la China de Mao o los territorios descolonizados tras la Segunda Guerra Mundial.
29 Se lo dice un policía a otro, mientras lo somete a una modélica sesión de picana eléctrica, en la estupenda novela de Germán Maggiori (2001), cifra de la Argentina de los noventa: un mundo entre hombres condenado a autodevorarse, y no exactamente por la homosexualidad de sus protagonistas. Maggiori titula uno de los últimos capítulos «Homo toxicus», postrera enunciación del «Homo atomicus» de Murena en el contexto neoliberal del fin de siglo.
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Santiago Esteso Martínez
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El relato sin futuro: homosexualidad y ficción contemporánea en América Latina Gabriel Giorgi
1 Juana Suárez y Carlos Jáuregui (2002), por ejemplo, analizan producciones literarias y cinematográficas en torno al paisaje devastado de la ciudad colombiana.
2 Pratt, Mary Louise, 2002, p. 94.
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Forma ya parte del repertorio de lugares comunes de la crítica cultural señalar la poderosa erosión que el neoliberalismo tuvo sobre las culturas y sociabilidades que se constituyeron, en la modernidad latinoamericana, en torno al Estado-nación y sus narraciones emancipatorias. Los ’90, en su euforia globalizadora, parecen haber cancelado esas tradiciones modernas, y la cultura verifica ese proceso diseñando, de diferentes maneras, escenarios más o menos apocalípticos en los que la violencia, la ruptura del pacto social, la fragmentación del universo urbano y la producción de humanidad residual se repiten de manera aparentemente sistemática. Un tropo de estos lugares comunes en torno a las culturas del neoliberalismo es la ‘cancelación’ del futuro: ficciones que registran, apocalípticas, el fin de temporalidades o narraciones colectivas (o de la narración como forma de un tiempo colectivo) y la imposibilidad de enunciar o de imaginar, de una manera más o menos creíble, la gestación de un futuro compartido1. Este carácter ‘apocalíptico’ de ciertas ficciones latinoamericanas se combina con otro lugar común: el de la homosexualidad como pulsión de muerte, como cuerpo improductivo y como revés negativo de la ‘cultura de la vida’. Los cuerpos del deseo homosexual –cuerpos asociados, al menos desde el siglo XIX, con la esterilidad, el final de los linajes familiares, la terminación de los ciclos de la generación– se vuelven, al parecer, protagonistas de estas sagas sin futuro de la era neoliberal. En su estudio sobre el imaginario novelístico latinoamericano de los ’90, Mary Louise Pratt, por ejemplo, refiriéndose a La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, habla de un «orden monosexual» masculino, en el que el cuerpo femenino es excluido, y que realiza un orden imaginario «no sólo homicida, sino suicida, autocondenado al exterminio» 2. La novela de Vallejo, paradigma de esta imaginación apocalíptica, despliega la fascinación sexual y literaria del narrador hacia los sicarios, 93
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adolescentes asesinos a sueldo de Medellín vueltos ángeles exterminadores de una Colombia terminal. En esta unión masculina, Pratt lee una alegoría del fin del contrato social moderno, y del contrato sexual que le es complementario (que todavía inscribe a la mujer, aunque subordinada a la dominación masculina; el nuevo «orden monosexual» tendría lugar sobre la exclusión del cuerpo femenino, que se volvería «superfluo»). Otros textos dejan escuchar las resonancias de este «orden suicida»: Salón de belleza (1994), del mexicano Mario Bellatín, en donde un peluquero queer transforma su salón en un «moridero» para enfermos de sida, una especie de campo de concentración para residuos humanos; Plata quemada (1997), de Ricardo Piglia, que cuenta la intensidad política de las sexualidades y los lenguajes clandestinos del Buenos Aires de los ’60 (pero que leen la crisis del pacto social de los ’90) en la historia de dos delincuentes amantes en su guerra final contra el Estado. Estos textos se organizan en torno a esta inscripción del deseo homosexual masculino como un sitio donde se cierran relatos, donde una temporalidad se cancela, donde la muerte no tiene una cualidad redencional sino apocalíptica: los cuerpos del fin3. A diferencia de la muerte recuperable del Molina de Puig en El beso de la mujer araña (1976), estas homosexualidades no se ofrendan al futuro ni a la virtualidad de un pacto deseante y político; declaran la pura intensidad de un presente que no mira hacia adelante, que no lega nada, que abraza la violencia y emprende una fuga veloz hacia la muerte. Violentos, estériles, estos homosexuales parecen escenificar de manera privilegiada la crisis de los pactos sociales, políticos y sexuales que definieron el paisaje latinoamericano hasta décadas recientes, al mismo tiempo que encarnan la imposibilidad de un nuevo pacto, de una articulación simbólica sobre la que se funde la imaginación de un orden colectivo futuro. La homosexualidad, en fin, parece traer una fuerza disolvente respecto del universo de lo social que estas novelas verifican de diferentes maneras; una fuerza disolvente en la que el abrazo no reproductivo entre varones se combina con violencia social para diseñar el paisaje quebrado del lazo social. Cabe preguntarse, sin embargo, hasta qué punto estos modos de leer la inscripción de la homosexualidad en la cultura no responden a una lógica simbólica organizada en torno a una heterosexualidad normativa que condensa los sentidos de continuidad de la ‘vida’ y del futuro colectivo –del futuro como ‘cura’ o corrección 94
3 Pratt habla de un «orden monosexual» y no de «homosexualidad» para referir una exclusión radical del cuerpo femenino precisamente porque en este nuevo orden, argumenta Pratt, los cuerpos masculinos absorben o apropian la femeneidad, convirtiendo al cuerpo femenino en residual, inútil, sobrante, cancelando el contrato sexual moderno teorizado por Carol Pateman. Aunque sugestiva, la palabra «monosexual» no termina de reemplazar la más obvia «homosexual», dado que muchos de los textos que ejemplifican el imaginario novelístico de los ’90 tratan de personajes y relaciones marcados por el deseo homosexual y en algunos casos por la identidad homosexual.
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4 Estoy pensando en las sugerencias de Anthony Giddens cuando analiza las transformaciones de las sexualidades contemporáneas a partir de la diferenciación entre sexualidad y reproducción. Ver al respecto Giddens, Anthony, 1992.
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de las carencias presentes–, mientras que reserva para las sexualidades disidentes (de las que la homosexualidad es un paradigma) la asociación con las crisis del orden social y con la imposibilidad de alegorizar y afirmar una temporalidad alternativa, un futuro reparativo (todo lo contrario: la homosexualidad es el significante que subraya la carencia, la falta, el hueco de imaginario social). Cabe preguntarse, en otras palabras, si estos cuerpos negativos y sus textos no están haciendo otra cosa más allá de alegorizar el fin, si precisamente leyendo el texto y su forma, más que la alegoría y su orden figurativo, no se hacen legibles otras operaciones y otra política. Es sin dudas significativo que incluso cuando sexualidad y reproducción se constituyen en dominios diferenciados, en el momento histórico en que cambios tecnológicos y sociales permiten liberar la procreación de su confinamiento en la familia heterosexual 4, la homosexualidad sigua siendo asociada a estas retóricas, con larga tradición cultural, de esterilidad y de ‘pulsión de muerte’. Semejante persistencia no hace sino señalar hasta qué punto estas retóricas son funcionales a culturas y a lógicas simbólicas que – independientemente de las transformaciones sociales y tecnológicas– buscan reforzar intervenciones normalizadoras a partir de sexualidades disidentes y sus cuerpos negativos. Si, por un lado, la homosexualidad se asocia con culturas y estilos de vida de consumo, narcisismo, hedonismo, y con una cierta resistencia ‘activa’ a la reproducción –todo lo contrario de la maternidad y paternidad idealizados por la cultura–, por otro lado, cuando la homosexualidad reclama su lugar y su reconocimiento jurídico en el orden de la reproducción sexual, las reacciones, violentas y radicales, apuntan a proteger la familia –y la reproducción misma– de contaminaciones ‘indeseadas’ (como lo prueban los resultados de las elecciones del 2004 en EE.UU., y las retóricas de los moral values que definen el debate en torno al matrimonio homosexual). Toda relación entre homosexualidad y reproducción se torna, entonces, problemática, fuente de ansiedades, de reacciones, y, siempre, de reclamos normalizadores, como si, en alguna medida, los lenguajes de la reproducción –que siempre remiten a una zona de indistinción entre lo biológico y lo político, entre lo ‘natural’ y lo ‘cultural’– se constituyeran precisamente contra prácticas sexuales no-normativas; como si el Niño, esa proyección imaginaria de los adultos, y que nada tiene que ver con la 95
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experiencia singular de la infancia, fuese, cada vez más intensamente, el resultado de un sueño eugenésico en el que la sociedad se limpia de aquello que la perturba, de sus raros, sus ‘enfermos’, sus ‘individuos problemáticos’; como si ese Niño, en fin, fuese la condición para imaginar el futuro colectivo5. Lee Edelman ha analizado en un libro reciente, No Future6, el lugar de lo queer en relación a esta imaginación reproductiva del futuro. Incluso (o precisamente) cuando gays y lesbianas reclaman el reconocimiento jurídico a su lugar en la reproducción sexual, el lugar de la homosexualidad como desgarrón, agujero, fisura de la proyección imaginaria en el futuro se refuerza y se acentúa: la homosexualidad sigue siendo, quizá más que nunca, el revés de la ‘cultura de la vida’ que hace del Niño imaginario y de la familia heterosexual su iconografía normativa y su gramática simbólica fundacional; allí donde la ‘cultura de la vida’ se torna un mecanismo ferozmente normalizador, la homosexualidad es sistemáticamente reenviada a la ‘pulsión de muerte’. Esterilidad, melancolía, fijación en el pasado, negación del futuro: desde esas posiciones la homosexualidad es definida como revés de la ‘cultura de la vida’. En lugar de aspirar a una asimilación a modelos normativos dentro de los cuales los homosexuales siempre tendrán una inscripción fallida, argumenta Edelman, se trata de insistir en este lugar negativo como instancia queer: como relación con aquello que la cultura repudia, pero que la constituye (relación, dice Edelman, con lo Real lacaniano: jouissance). Sin embargo, más que situar la homosexualidad en este lugar negativo y crítico –un lugar donde el ‘residuo’ ilumina la economía que lo produce–, quizá sea interesante pensar qué produce ese residuo: qué inventa, que experimentos propone, qué relaciones diferenciales genera con el orden colectivo, con el tiempo compartido, con la memoria propia en la memoria de los otros. En lo que sigue, quiero revisar algunos textos del colombiano Fernando Vallejo, en los que la homosexualidad es escrita y narrada en torno a esta crisis entre generaciones y de la generación, y consecuentemente, en torno al problema de la herencia –las herencias biológicas, materiales, simbólicas. La obra de Vallejo, que desafía las leyes de los géneros y atraviesa la biografía con la ficción, la novela con la autobiografía, la autobiografía con la leyenda, es una apuesta al estilo, a la singularidad de una voz: ideológicamente provocadora, irritante, la voz narrativa no ahorra lenguajes 96
5 Analicé algunas operaciones en torno a esta imaginación política en la literatura argentina en Giorgi, 2004.
6 Edelman, Lee, 2005.
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7 Arturo Arias analizó el gesto nihilista de la escritura de Vallejo en «Queering the Latin American Canon: Fernando Vallejo’s Reconfiguration of the Past from a Contemporary Perspective», ponencia presentada en la III International Humanities Conference, Hawaii.
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racistas, clasistas, misóginos; sus ejercicios de violencia verbal, sin embargo, son la instancia de un exceso y una acumulación que vuelve improbable su contenido pragmático, y los reconduce al gesto, a la forma, a la intensidad del estilo. Textos de un hijo sin hijos (para tomar prestada la expresión de VilaMatas) en los que la progenie familiar se cancela y en los que se interrumpe la continuidad imaginaria de los linajes y de las secuencias de los relatos familiares; textos, entonces, que dislocan la narración del pasado y la proyección del futuro, y que hacen de la ficción menos una dimensión imaginaria que una zona de experimentación con memorias, secretos y temporalidades. En lugar de leer en esta interrupción una alegoría de la crisis del contrato social, y sin neutralizar su gesto negativo en una asimilación o una normalización que los textos mismos resisten, quiero trabajar algunas operaciones de la escritura en torno a las herencias, a la circulación y sus desvíos, a los mundos virtuales que esas herencias parecen condensar. Puesto que el gesto que constituye a estos textos, el gesto queer de su diferencia y su resistencia, pasa menos por su alegoría de la crisis del pacto social, que por la invención de temporalidades más allá de la reproducción, en una relación con la memoria y con el pasado como origen de lo nuevo. Más que una representación o un ‘testimonio’ de la Colombia del ‘presente’7, lo que en Vallejo se ofrece a la lectura es la construcción de una voz, el gesto del estilo, y un experimento en torno a la memoria y al estatuto de la ficción. 97
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El estallido de las herencias Alexis era imprevisible y me estaba resultando más extremoso que yo. Conque eso era pues lo que había detrás de esos ojos verdes, una pureza incontaminada de mujeres. Y la verdad más absoluta, sin atenuantes ni importarles un carajo lo que piense usted que es lo que sostengo yo. De eso era de lo que me había enamorado. De su verdad. Vallejo, La virgen de los sicarios, p. 19
Alexis es un sicario: con él, el narrador va a iniciar un ciclo de asesinatos azarosos, arbitrarios, que despliegan el paisaje –el lugar común– del Medellín apocalíptico que se vuelve escenario de su pasión amorosa. Pero además de su violencia, como lo señala agudamente Pratt, los sicarios traen una indiferencia hacia el cuerpo femenino como objeto de deseo sexual: Alexis nunca se acostó con una mujer. Esa indiferencia se inscribe, en las palabras del narrador, como ‘verdad’: una pureza incontaminada de cuerpo femenino. El deseo homosexual aquí parece inscribirse precisamente sobre la exclusión del cuerpo femenino, en una suerte de misoginia militante, fervorosa (con las mujeres –dice el narrador– «es imposible el amor»). Esta misoginia tiene que ver menos con cualidades o características de la mujer (como pudo haber sido el caso de ciertas tradiciones masculinistas, que veían en la feminización de lo social una amenaza política y cultural) que con el poder reproductivo del cuerpo femenino. La escritura de Vallejo abunda en maldiciones: es un arte generoso en insultos e invectivas que, si se dirigen a casi toda criatura humana – incluyendo el Papa, las azafatas de Air France, los políticos colombianos y mexicanos, etc.– insisten, de manera obsesiva, en las madres, y específicamente en las madres colombianas, culpables de reproducir esa raza «ventajosa, envidiosa, rencorosa, embustera, traicionera, ladrona» (La virgen ..., p. 28). El deseo homosexual masculino aquí, entonces, se traza en el revés de la madre y como negativa a la reproducción – como si ese amor masculino sexualizara un deseo del fin, la campaña de exterminio verbal de Colombia que, representada y vociferada por estos textos provocadores, no deja de perpetuarse y de continuarse a sí misma en esa voz narrativa que renace o se reconstituye cada vez. Como si estas ficciones violentas fueran la ocasión incesante de un estilo que, enamorado de la lengua, se funda en el arte del insulto y de la maldición, en el placer de la lengua mala. «Y aquí me tienen, 98
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8 Balderston, Daniel, 2004.
9 Astutti, Adriana, 2003, p. 119.
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viendo a ver cómo le atino a la combinación mágica de palabras que produzca el cortocircuito del final, el fin del mundo», dice el narrador en El desbarrancadero, del 2001 (p. 179). Se trata de encontrar el lenguaje para escribir el fin del mundo –o el fin de un mundo, lo que es lo mismo. Hacer que el mundo colapse en las palabras, por las palabras, es la vocación, el llamado de este escritura. En esa intensidad, esa música, Vallejo escribe. Este ‘fin del mundo’ cantado –más que narrado– en las novelas de Vallejo tiene siempre el mismo escenario: Medellín, Antioquía, Colombia. Los textos de Vallejo son «autobiografías ficcionales» 8 del origen, un retorno perpetuo a una infancia mítica cuya desaparición se verifica, cada vez, por la escritura. Ese es el escenario del «cortocircuito final» del lenguaje, que en Vallejo se resuelve como estilo. Todos los textos ficcionales de Vallejo giran en torno a este escenario: el ciclo autobiográfico El río del tiempo (un ciclo de cinco novelas, publicadas entre 1985 y 1992) retorna circularmente a esta infancia en constante mutación, donde ficción y autobiografía se colapsan en el flujo de la escritura. Los textos más recientes, de diferentes maneras, narran siempre el retorno del narrador a la ciudad del origen y la infancia. Si La virgen de los sicarios, ofrece, a través de la figura y del amor a los sicarios, la excusa o el pretexto del folklore de la Colombia violenta, del narcotráfico y de la muerte sistemática e incierta, El desbarrancadero deja ver con mayor claridad que el motor que sostiene esta escritura es la construcción de una voz: las incesantes guerras de esta lengua violenta no sirven sino para dejar, como un resto exhausto después de tanta matanza, el eco de una voz. «Odiar la patria y aborrecer la madre», dice Adriana Astutti, es la fórmula de la escritura de Vallejo para componer menos el rostro reconocible del provocateur que una exploración radical sobre la lengua, una búsqueda en torno «al acontecimiento de la lengua materna, siempre pasado, siempre por venir ...»9. Ese acontecimiento del estilo, entonces, tiene lugar alrededor de la tensión permanente, radical, en torno al origen –la madre, la patria. El tema en torno al cual esta voz ejercita una y otra vez su «cortocircuito final» es la herencia –la sangre del linaje, el nombre del padre, la casa familiar, las memorias que, mientras que los miembros de la familia desaparecen, se multiplican, se transforman, se reinventan. 99
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El desbarrancadero cuenta el retorno a Medellín y a la casa familiar del narrador a acompañar en su muerte a su hermano Darío, que está enfermo de sida; termina, sin embargo, dando la muerte al padre, liberándolo de una agonía penosa y extendida. Se muere el hermano, se mata al padre: en torno a esas muertes se narra el derrumbe de la casa familiar y el fin del linaje. Este final del linaje familiar, del ciclo de las generaciones y de la circulación de las herencias está en el origen de esta voz y de su vocación. Desde ese quiebre inscribe –como efecto, pero no como contenido– la nación y la historia nacional. La obra de Vallejo no es sobre Colombia, ni sobre la violencia ni la pobreza; no habita ese paisaje que cierta lectura pintoresquista le pinta, como ‘testimonio desgarrador’ y cínico, al mismo tiempo que antimacondiano, de una Colombia apocalíptica. La obra de Vallejo es una «ficción autobiográfica» quebrada, dispersa, que trabaja con un ciclo de recuerdos (y con la falsificación de los recuerdos) como su fuerza de base; su trabajo es el diseño de una máquina ficcional que reclame el retorno perpetuo a la leyenda familiar, que es su principal contenido; un retorno a las voces, los lenguajes de una infancia que es pura fuerza disruptiva. El origen de esta escritura tiene lugar, entonces, en torno a la herencia, a lo que circula en la
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10 Desde luego, lo que se lee en esta crisis de la reproducción sexual y familiar no es únicamente el drama privado de una familia; es también, simultáneamente, la narrativa quebrada de un Estadonación que no asegura las condiciones de su perpetuación, que no puede garantizar la gramática mínima de su reproducción material y simbólica. Pero entonces quizá el desafío de la lectura es leer el trabajo de la forma –la forma del tiempo, las ecuaciones de la escritura– como el lugar político del texto, más que las figuraciones de una textualidad que todo el tiempo desbarata y extenúa sus mecanismos de representación.
historia familiar, sus leyendas, su memoria, su final. Es el texto del ‘hijo sin hijos’; pero un hijo que invierte la relación con el linaje: en lugar de conservarlo, de perpetuarlo, de celebrarlo a través de sus gestas y sus hazañas (por domésticas y triviales que sean, como hacemos con nuestros lenguajes de la memoria familiar), lo hace estallar, lo destruye, lo aniquila. Cada párrafo, cada página da testimonio del estallido del linaje: por eso la lengua de Vallejo es la del ‘fin del mundo’, que es el final de un linaje, de una familia, de las casas familiares y del Medellín de la infancia: el cierre de su mundo, en el estallido de las herencias. En esa disolución es donde la violencia prolifera en palabras y se vuelve estilo. Vallejo cuenta y canta el apocalipsis doméstico del ‘hijo sin hijos’; Colombia es la caja de resonancia de ese estallido10.
El revés de la herencia Dos recorridos organizan el estallido de las herencias en El desbarrancadero:
1) las generaciones y los linajes: en torno a la herencia de los cuerpos y la sangre, El desbarrancadero abunda, como ningún otro texto, en el odio a la madre, la Loca (su primer nombre no se pronuncia nunca en este texto; sabemos, por textos anteriores, que se llama Lía), y en la celebración del padre, quien aparece bajo el signo infantil «papi». La «Loca» y el «papi» ponen en escena los dos lados de la herencia familiar: la nobleza, la virtud, la elegancia del padre y la locura, el egoísmo, el asco de la madre. El narrador es el primogénito, y el relato de su nacimiento es nuevamente el pretexto para odiar a la madre y a la vagina: En la lobreguez viscosa del útero ciego donde se gestan todas las desdichas humanas, pugnando por salir, no sé cómo no le provoqué a la Loca un choque anafiláctico con semejante incompatibilidad de caracteres. Salí por fin, al sol, al aire, al mundo, en esa casa de la calle del Perú, futuro manicomio donde me recibieron como a un rey. Un rey sin reino. Yo fui el primero de los veinticuatro vástagos que la empecinada tuvo, víctimas inocentes de un desenfreno reproductivo sin ton ni son, sin son ni término, en virtud del cual habrían de ir ocupando, por riguroso turno, el mismo huevo lodoso, baboso, lamoso, esa víscera hueca con forma de redoma, cieno de lodazal. (El desbarrancadero, p. 185)
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En el horror a la vagina –ocasión del placer del insulto– se lee no sólo un vínculo secreto, indecible, el desprecio de la propia carne en la carne originaria, sino también el sueño de dar fin a esa serie de hijos –aquí es de veinticuatro, pero que en realidad es n hijos , pura potencia reproductiva, proliferación de criaturas que, por pasar por ese «lodazal» están condenadas a reproducir la ‘degradación’ que las origina. «Vacas cínicas, vacas puercas, vacas locas» –de las embarazadas habla el narrador– «Saco un revólver de la cabeza y a tiros les desinflo la panza» (ídem, p. 187). Disparos verbales, revólveres que salen de la cabeza: toda esta violencia gratuita, pulsional, contra el cuerpo de las madres no se lee solamente en relación a una fobia misógina, sino también en relación a discursos normativos que hacen de la procreación la validación simbólica y social más insistente, y que hacen de ella la medida de la continuidad del orden colectivo, de sus ciclos y de sus tiempos; es, creo, la ecuación entre procreación y futuro, el «futurismo reproductivo» del que habla Edelman, lo que el narrador agrede en el cuerpo de la madre, y a la que le opone una negativa al futuro, una retórica apocalíptica y una exploración en la memoria como temporalidad alternativa. La misoginia del narrador no invita a la coherencia: si la madre, la Loca, es el objeto de toda la violencia, la abuela es el objeto del más puro e incondicional amor –amor sin cuerpo, sin vagina, exento de esa carne maldita del origen. Estamos, pues, en un universo infantil donde es la pulsión la que controla los lenguajes y las representaciones –es precisamente de esa arbitrariedad infantil, de esa violencia y esa crueldad sin límite del niño furioso, una pulsión que ‘ve’ la vagina materna pero no la de la abuela (que ve el cuerpo de la madre pero que reinventa la abuela como pura memoria), de donde esta escritura obtiene la fuerza de su estilo porque articula la posición del niño como pura tensión del orden simbólico. La prosa de Vallejo trabaja en la convivencia y la simultaneidad de las voces, los eventos, los afectos de la infancia y el presente11: es en esa fricción donde desarticula las legalidades de los géneros (ficción, autobiografía, historia, chisme) y la ley del lenguaje –la de la ‘verdad’ de los hechos y su ‘ficción’, la diferencia entre el pasado y el presente, entre el insulto y la poesía, entre el canto y el cuento. Es allí donde el estilo y la escritura se alimentan del temblor del orden simbólico, de su violencia. Una crisis del ciclo de las generaciones: por un lado, se odia a la vagina; por otro, el narrador se declara «hijo de mí 102
11 En Los días azules, el primer texto de la saga autobiográfica de El río del tiempo, hay una escena donde el «señor muy viejo» que está escribiendo el texto se encuentra con el niño, que ‘se’ lee en el texto del viejo que escribe: la escritura como instancia de permutación temporal y biográfica, donde los ‘bloques de tiempo’ conviven e intercambian lugares. Ver Los días azules, pp. 109-110.
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12 La cita entera lee así: «Yo no soy hijo de nadie. No reconozco la paternidad ni la maternidad de ninguno ni de ninguna. Yo soy hijo de mí mismo, de mi espíritu, pero como el espíritu es una elucubración de filósofos confundidores, entonces haga de cuenta usted un ventarrón, un ventarrón de campo …» (El desbarrancadero, p. 44)
mismo», producto de «un ventarrón de campo que va por el terregal sin ton ni son ni rumbo levantando tierra y polvo y ahuyentando pollos» (ídem, p. 44)12, sin padre ni madre. Pero también, el narrador se saltea una generación y vuelve a los abuelos: no es sólo el ‘hijo sin hijos’ el que narra, es el nieto –la infancia absoluta– el que hace de los abuelos el objeto de amor, de la abuela la instancia de devoción, y de la finca de los abuelos, Santa Anita, el espacio mítico del antes y del afuera de la Historia. «Ay abuela, si me oyeras, si vivieras, si supieras en lo que se han convertido mi vida y este país y esta casa, ya ni nos reconocerías» (ídem, p. 104): la oración a la abuela es la invocación de un pasado remoto, el puro mito de la infancia y de una memoria incesante, origen puro de la ficción, ese «bloque de infancia» del que hablan Deleuze y Guattari, que interrumpe e intersecta el presente y lo abre a otro tiempo y a otra lógica diferente de la generación y sus ciclos. La escritura de Vallejo da testimonio, canta el final de estos linajes. Es el canto del fin del nombre propio (pero que se perpetúa como literatura, como autor, como firma). Este final del linaje se verifica en la muerte del padre, a manos del narrador, quien le inyecta un remedio mortal para terminar su agonía; ese dar la muerte confirma y le da realidad al padre y al hijo, los confirma en su lazo –la Loca, fuera– y los arroja a los dos a la nada: «En ese instante comprendí para qué, sin él saberlo, me había impuesto la vida, para qué había nacido y vivido yo: para ayudarlo a morir. Mi vida entera se agotaba en eso» (ídem, pp. 133-134). La vida «es impuesta» al hijo, que a su vez da la muerte al padre: aquí las generaciones se suceden para terminar la generación. La imposición de la vida se compensa con el regalo de la muerte. Matar al padre, significativamente, tiene que ver con el cuerpo paterno y no con la función simbólica –se mata al padre para que el Padre viva, o mejor dicho, para que «papi» y su hijo perpetuo se conviertan en escritura, en memoria incesante, en ficción. La guerra incesante del narrador contra los cuerpos de la familia y contra la procreación es la instancia para reinventar la memoria, el ‘tiempo perdido’, más allá de la cadena de las generaciones. 2) Las casas son el otro escenario donde se lee el estallido de las herencias en Vallejo. El desbarrancadero empieza y termina con la casa familiar, la casa que se derrumba. Esta casa presente se recorta contra la finca del pasado, la finca de los abuelos: si ésta es el espacio mítico de la memoria, bajo el
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control de la familia paterna, la casa presente es la casa tomada por la Loca13 y que señala el fin de la herencia familiar (el narrador dice hacer «un balance de la quiebra», que termina en «un tinglado que se caía a pedazos entre sombras rotas», p. 191). La casa presente es «el desbarrancadero», adonde el narrador invita a la «señora Muerte»: Bienvenida seas a esta casa, mi casa, tu casa, en el barrio de Laureles, ciudad de Medellín, departamento de Antioquía, país Colombia, que es el cielo pero en el infierno, y cuya puerta te abrió de par en par un día, mejor dicho una noche, mi hermano Silvio: la noche que se voló de un tiro la cabeza. Después fuimos siguiendo todos, uno por uno, como dicen que van cayendo las ovejas al desbarrancadero, aunque yo, la verdad, con tanto que he andado, vivido y visto aún no las he visto caer. (El desbarrancadero, p. 74)
13 En Los días azules, de 1985, «la Loca» es un aluvión que baja de las montañas en la temporada de lluvias en Antioquía, arrasando casas, muebles, invadiéndolo todo; en El desbarrancadero, ese efecto invasivo y destructivo se transfiere a la madre, que pierde su nombre («Lía») y se convierte en «la Loca».
La casa se vuelve tumba de la progenie: es, de nuevo, el sitio donde la historia familiar se cierra –en ese cierre diferido, recurrente, de la escritura. Pero la casa también cuenta la historia de una invasión: el primogénito, el heredero, ve cómo su patrimonio –la casa del padre, de «papi»– es tomada por la Loca, ocupada por esa fuerza incontrolable de la madre y su poder. Los textos de Vallejo giran en torno a la expropiación del heredero: el hijo de una clase social que se quedó sin su herencia, el que ve cómo la «finca» de los abuelos se convierte en el «tinglado» dominado por la Loca. La casa, el patrimonio y la propiedad son, entonces, el otro recorrido del fin de la herencia.
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14 «Fernando» se declara sistemáticamente muerto: es la voz de un ‘muerto en vida’ que siempre vuelve al origen familiar; su muerte no es nunca el final de una vida, la pérdida de un ‘yo’, sino la disolución de una herencia y la cancelación de una genealogía. Los textos de Vallejo se narran desde la muerte: es un muerto que ‘vuelve’ para narrar y para producir el estilo como ‘estallido’ de la lengua: «Y en el Panteón Civil de Dolores, sito en la segunda sección el Bosque de Chapultepec de esta inefable Ciudad de los Palacios, bajo un cielo de smog me cremaron. Entré al horno desnudo, avanzando sobre una banda mecánica. Y no bien transpasé la boca ardiente del monstruo, umbral de la eternidad, estallé en fuegos de artificio. En la más espléndida explosión de chispas verdes, rojas, violáceas, amarillas. ¡Tas, tas, tas, vida la fiesta, qué hijueputa! Me sentí una pila de Bengala de esas que quemábamos en navidad en Antioquia. Jamás sospeché que una poesía tan luminosa se me albergara en las tripas» (El desbarrancadero,, p. 165) El relato de la cremación del narrador, invariablemente, vuelve a la infancia colombiana, a la navidad y a sus bengalas. Y en esos fuegos de artificio, el cuerpo, las tripas, se vuelven poesía. El estallido del cuerpo y volverse fuegos de artificio de lenguaje, esa operación que se contempla en el límite entre la vida y la muerte -allí donde el cuerpo no se perpetúa, no procrea, sino que verifica y escribe el fin de sí mismo y de la herencia que lo produjoes, quiero sugerir, la operación que constituye la voz narrativa de Vallejo: «Colombia es un país afortunado. Tiene un escritor único. Uno que escribe muerto.» (ídem, p. 193).
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Alrededor de las propiedades y de lo propio como herencia es donde la casa y la nación se vuelven continuas: así como la Loca se apropia de la casa paterna, la raza ‘degradada’ de los colombianos, la «monstruoteca» se apropia de Medellín y de Colombia, las otras herencias de una clase propietaria que se sentía ‘dueña’, con títulos de propiedad material y simbólica, de una Colombia que ya no existe. El narrador no quiere ocultar ninguno de los tics clasistas de su origen social: por el contrario, los teatraliza, los acentúa, para irritar las convicciones democráticas de su lector. Pero no retorna al origen a reclamar derechos ni títulos, ni a restaurar propiedades; no hace del patrimonio una genealogía ni una legitimación del poder futuro; ni siquiera lo usa para reponer un lazo nostálgico con el pasado perdido; por el contrario, el resentimiento que sin duda es uno de los ‘tonos’ de la voz proporciona una violencia que sirve para narrar el fin de esta herencia, su extenuación, su transformación en otra cosa, en materia de memoria y ficción. ‘Fernando’ (Vallejo, dice Astutti, se disfraza con su nombre propio) vuelve a narrar el fin de la herencia, y a actualizar el tiempo virtual, las duraciones que de ese pasado permanecen virtuales como memoria, y con la capacidad de interrumpir el presente, dividirlo, desviarlo; vuelve para escribir el estallido de la herencia, porque es en este estallido donde el pasado produce algo nuevo, lo nuevo que irrumpe en el presente haciendo trizas toda ilusión de continuidad, toda narración imaginaria de la familia y la nación en el ciclo continuo de las generaciones.
Los memoriosos En esta crisis del circuito de las herencias –la sangre, la casa, la nación– la escritura de Vallejo inventa otro tiempo, quiebra la continuidad de las generaciones para iluminar una temporalidad que no se mide ni se lee en torno a los ciclos de la reproducción: es el tiempo de un narrador fantasma que se declara, cada vez, muerto14; el fantasma que vuelve desde la muerte, y el niño que canta desde la infancia perpetua, una voz y un tiempo que tienen lugar precisamente en la dislocación de la secuencia cronológica de las familias y las generaciones. Son los ‘bloques de tiempo’ que Deleuze y Guattari oponen a la memoria como narración meramente imaginaria con el pasado lo que «Fernando» conjuga en su voz y en su canto: un flujo subterráneo que registra la historia 105
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familiar y la historia nacional en ‘bloques’ de tiempos simultáneos: el ‘bloque de infancia’ en el mito de la hacienda de los abuelos, el ‘bloque de la juventud’, en las historias incesantes con Darío, el hermano moribundo, el ‘bloque de vejez’ , el fantasma que entra y sale de Colombia entre la vida y la muerte: todos estos ‘bloques’ de tiempo se conjugan, se superponen, se tornan simultáneos en la voz del narrador, en su canto. Y es esa simultaneidad y ese espesor temporal lo que el final del linaje, o el fin del mundo, inventa: una interrupción de la reproducción del mismo bajo el signo del ‘futuro’. En su negativa al futuro, el narrador de Vallejo se vuelve devenir, temporalidad sensible, en el revés de la ‘imaginación’ –el narrador se conecta con el mundo de la sensación que es ese pasado inagotable de donde proviene lo verdaderamente nuevo, lo ‘otro’ del yo y del ‘nosotros’, las otras herencias, las que vienen en la lengua, en las voces de la infancia15. Esa dislocación del tiempo y esa apertura a otra temporalidad vuelta sensación y simultaneidad es, quiero sugerir, un experimento queer: el descubrimiento de una temporalidad en las que el futuro se desprende de su ecuación normativa como reproducción de cuerpos, de valores, de culturas, donde el tiempo se complica en devenires que atraviesan el pasado para dispararse en direcciones imprevistas. Una temporalidad no confinada a la reproducción como motivo de refundación, de redención, de perfeccionamiento normativo de la vida, sino un tiempo experimental, exploratorio, donde el presente se diferencia de sí mismo, se abre a un pasado incesante, un pasado que retorna y se modifica y anuncia otro modo de la experiencia.
Se trata de lo que Deleuze y Guattari llamaban la «antimemoria» como devenir, que opone el «bloque de infancia» a los «recuerdos de infancia»: «... ‘un’ niño molecular se produce ... ‘un’ niño coexiste con nosotros, en una zona de entorno o un bloque de devenir, en una línea de desterritorialización que nos arrastra a los dos, –contrariamente al niño que hemos sido, del que nos acordamos o sobre el que fantaseamos, el niño molar cuyo futuro es el adulto–.» Deleuze, Gilles, y Guattari, Félix (1988), p. 294. Hablando de la memoria involuntaria en Proust, por su parte, Deleuze escribe: «Mais voil`à le propre de la mémoire involontaire: elle intériorise le contexte, elle rend l’ancien contexte inséparable de la sensation présente». Es esa conexión sensible entre tiempos, su capacidad al mismo tiempo disruptiva y creadora, en la que la simultaneidad insiste en la diferencia entre temporalidades y se vuelve experiencia de esa diferencia, lo que caracteriza la operación ficcional en torno a la memoria en Vallejo. Ver Deleuze, Gilles, 1983, p. 75.
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16 Eric Alliez analiza la durée bergsoniana en términos de una duración que difiere de sí misma y que trama la coexistencia entre pasado y presente, la contemporaneidad entre ser y devenir, en el proceso de una materialidad que es lo nuevo en su ‘hacerse’. Ver Alliez, Eric,, 2004, especialmente el Appendix II.
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«El futuro todo está en el pasado ...» (Los días azules, p. 80): la memoria es el único futuro posible, la única fuente de invenciones y de experimentos, el otro tiempo, en presente, en el presente de la voz y de su canto escrito. El pasado, en Vallejo, irrumpe en el presente: es un pasado irreverente, incontrolado, disruptivo. En esa violencia es donde la ficción en Vallejo quiebra la narrativa normativa de las familias, las generaciones, y la nación como futuro reproductivo, porque trae un pasado que no se reconcilia con el presente y que por lo tanto no asegura el relato, sino que por el contrario, lo divide continuamente, lo reabre, lo disloca. La voz divide el tiempo, fragmenta la memoria, y hace de ello una experiencia en la lengua: pura duración16. Esa operación, esta temporalidad entre la memoria y la ficción, quiero sugerir, encuentra en el cuerpo homosexual –el cuerpo que la cultura le dio, ese cuerpo contra natura, estéril e improductivo en la economía marcial de la reproducción– un sitio productivo, una máquina que, salida de los ciclos normativos de la cultura disfrazada de Naturaleza, abre la experiencia a otras duraciones, a otros modos de la memoria, a un relato que, de espaldas al futuro, incluso maldiciéndolo, se inventa otro tiempo desde la materia eterna del pasado. «Fernando» no vive en el pasado: vive el pasado en presente; rasga, mejor dicho, la película del presente y del futuro, con ese otro tiempo, ese devenir, de donde surge algo nuevo. Estas ficciones sin futuro, o ficciones de la negativa al futuro, ficciones en un tiempo alternativo al de la continuidad imaginaria del orden social son, paradójicamente, el terreno donde surge lo nuevo. ¿No son los cuerpos y las historias de los que no ‘tienen futuro’, de los residuos de las economías biopolíticas que diseñan el presente, el lugar donde surge lo verdaderamente nuevo? ¿No son justamente estas vidas en el límite de la desaparición, en el borde mismo de la existencia, las que pueden crear algo nuevo? Lo nuevo precisamente como lo que interrumpe una continuidad, lo que designa un evento, lo que rasga la película de la ‘realidad’ y de la comunicación y trae lo inesperado o lo imposible y redefine las reglas de juego; lo nuevo, entonces, no como las proyecciones del presente hacia el futuro, el futuro imaginado como reparación, como solución, como ‘orden’, sino lo nuevo como irrupción, como ‘tiempo violentamente recuperado’; eso nuevo, entonces, 107
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viene del pasado y no del futuro: en las voces, las memorias, las palabras de los ancestros, en la potencia que viene con eso. Esa novedad, es la tarea de Vallejo en su escritura, y una ficción que es actualización efectiva de aquello que permanece virtual en una lengua y en una historia, y no representación imaginaria o alegórica del mundo. En esta fuerza de actualización, que es una fuerza de devenir, la ficción de Vallejo se torna potencia de devenir: canto. Uno de los lugares que la cultura le reservó a los homosexuales ha sido, al menos desde el siglo XIX, el de los memoriosos: Proust –los que, precisamente por quedar afuera de la cadena reproductiva y del ciclo de las generaciones son los legatarios de la memoria familiar y/o cultural, el lugar de la más prístina melancolía, el del duelo perpetuo. Una posición fantasmal: como el Fernando de las novelas de Vallejo, la homosexualidad ha sido frecuentemente el lugar de una fijación ‘insuperable’ en torno a objetos de deseos perdidos, y por lo tanto, un cierto pacto con la muerte y con los muertos, con los ausentes. Esos cuerpos estériles, en lugar de abrazar el futuro bajo la forma de un niño, insisten en el diálogo con sus muertos, con los ancestros; y se arrojan, ellos mismos, al tiempo funerario del melancólico. Pero Vallejo radicaliza esa posición, y le invierte el signo: en lugar de preservar o conservar la herencia, en lugar de conjugar sentidos ideales en torno al pasado familiar y monumentalizarlos, Vallejo escribe su estallido –mejor dicho, escribe la simultaneidad entre ‘bloques de tiempo’ y la transformación permanente de la memoria como origen de lo nuevo. Interesantemente, una operación similar resuena en otros experimentos contemporáneos: pienso en El común olvido (2002), de la argentina Sylvia Molloy, donde el secreto lésbico de una madre interrumpe y disloca –temporal y territorialmente– la narrativa familiar de su hijo gay, un secreto que no sólo revela una relación ‘prohibida’ en el pasado, sino también un mundo, una ciudad, una época, una cultura que ya no existen pero que, sin embargo, interpelan el presente y abren la posibilidad de otras historias y ‘otra vida’; o Vivir afuera (1998) de Fogwill, también argentino, donde la voz de un muerto – homosexual, judío, seropositivo– llega como herencia literaria a interrumpir y a fisurar la aparente homogeneidad del presente. En estos textos –a los que se podría añadir también Plata quemada , de Piglia, donde el dúo de 108
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delincuentes amantes es la instancia en la que una memoria política irrumpe trayendo las potencias no realizadas del pasado nacional– la crisis del ciclo reproductivo que se escenifica alrededor de la homosexualidad abre el espacio para una circulación alternativa de las herencias y específicamente para una relación con el pasado y sus secretos en los que la ficción recobra tiempos, despierta narraciones interrumpidas, explora el archivo como el único origen posible de lo nuevo. Estos textos están mostrando que estos diálogos de los ‘hijos sin hijos’ con sus ancestros, con el pasado incesante, son un mecanismo privilegiado de reinvención; que precisamente por recortarse en contra del mecanismo de la tradición como reproducción, de la memoria como identidad que pasa entre las generaciones y en torno a la generación, estos cuerpos ‘perdidos en el tiempo’ son los que articulan nuevas temporalidades, los que enfrentan la realidad ‘presente’ a sus propios secretos, los que traen la ficción a la realidad y la realidad a la ficción; los que, en otras palabras, desgarran la película imaginaria de un futuro normativo –tal como se realiza en el Niño ideal, esa proyección eugenésica de un futuro sin indeseables– trayendo los cuentos y las palabras que vienen del pasado y de la muerte, esos secretos que se pierden y se reencuentran, se transforman, se permutan para abrir la posibilidad de que el futuro no sea, una vez más, la repetición implacable del presente.
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Bibliografía Obras de Fernando Vallejo citadas: (1994) La virgen de los sicarios, Bogotá, Alfaguara. (2001) El desbarrancadero, Bogotá, Alfaguara. (2002) Los ríos azules, Bogotá, Alfaguara.
Bibliografía general Alliez, Eric (2004) The Signature of the World. What is Deleuze and Guattari’s Philosophy?, New York-London, Continuum (traducción de Eliot Ross Albert and Alberto Toscano). Arias, Arturo, «Queering the Latin American Canon: Fernando Vallejo’s Reconfiguration of the Past from a Contemporary Perspective», ponencia presentada en III International Humanities Conference, Hawaii. Astutti, Adriana (2003) «Odiar la madre y aborrecer la patria: Fernando Vallejo», en Boletín/11 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Universidad Nacional de Rosario, diciembre (pp. 107-119). Balderston, Daniel (2004) «Etica y sexualidad en las ficciones autobiográficas de Vallejo», en El deseo, enorme cicatriz luminosa, Rosario, Beatriz Viterbo editora (pp.151-164). Deleuze, Gilles (1983) Proust et les signes, Paris, Presses Universitaires de France (PUF). Deleuze, Gilles, y Guattari, Félix (1988) Mil Mesetas, Valencia, Pre-Textos (traducción de José Vázquez Perez). Edelman, Lee (2005) No Future. Queer Theory and the Death Drive, Durham, Duke University Press. Giddens, Anthony (1992) The transformation of intimacy: sexuality, love and eroticism in modern societies, Stanford, Stanford University Press. Giorgi, Gabriel (2004) Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la litaratura argentina contemporánea, Rosario, Beatriz Viterbo editora. Jáuregui, Carlos y Juana Suárez (2002) «Profilaxis, traducción y ética: la humanidad ‘desechable’ en Rodrigo D, No futuro, La vendedora de rosas y La virgen de los sicarios», en Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Vol. LXVIII, N° 199, Abril-Junio (pp. 367-392). Pratt, Mary Louise (2002) «Tres incendios y dos mujeres extraviadas: el imaginario novelístico frente al nuevo contrato social», en Moraña, Mabel (comp.), en Espacio urbano, comunicación y violencia en América Latina, Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, University of Pittsburgh (pp. 91-106; p. 94).
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A N E X O
D O C U M E N T A L Carta abierta a todos los homosexuales Frente de Liberación Homosexual
1 El FLH se formó en agosto de 1971 en la ciudad de Buenos Aires, en un contexto "de politización, de contestación, de crítica social generalizada" (Néstor Perlongher, "Historia del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina", en Prosa Plebeya. Ensayos 19801992, Buenos Aires, Colihue). La "Carta Abierta" y los "Puntos Básicos" fueron publicados en el único número del periódico Homosexuales, en julio de 1973; los reproducimos porque compendian el programa político de uno de los primeros colectivos homosexuales de América Latina, además de reproducir y (re)interpretar el ambiente ideológico irrepetible en el que surgieron estas organizaciones. Agradecemos especialmente a Héctor Anabitarte la autorización para reproducir ambos documentos.
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Constituimos el Frente de Liberación Homosexual porque necesitábamos: - Contar con nuestra propia organización para defendernos de un sistema social, cultural y económico que nos oprime y desprecia. - Acumular fuerzas, sistematizarlas, haciendo de ellas un hecho histórico y político, para lograr la liquidación de nuestra persecución, tanto en las costumbres como cuando toman formas estatales, como en el caso de los edictos policiales antihomosexuales. - Coordinar esfuerzos, capacidades, conocimientos, relaciones, investigaciones, recursos. - Ayudar a los homosexuales presos y demás sancionados. - Descubrir los motivos reales de nuestra persecución y manejar toda la argumentación de los enemigos. - Conocernos, apreciarnos, terminando con la antihomosexualidad que el sistema explotador y antisexual infiltró entre y en nosotros. - Demostrar que somos apreciables y que podemos estar francamente orgullosos de ser homosexuales. - Luchar por una sociedad fraternal, un país liberado, un mundo de paz, no a pesar de nuestra homosexualidad, sino a partir de ella. - Desarrollar nuestra capacidad humana de amar, de creación, elaborando nuestra propia ideología, nuestros propios ideales. - Ser nosotros mismos, sin disimulaciones, mutilaciones, falsedades. - Reunirnos, charlar fraternalmente sobre nuestras experiencias y promesas, como una tarea de ayuda mutua y esclarecimiento.
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- Construir un movimiento, un instrumento, capaz de servirle a todo homosexual que considera que la revolución sexual es presupuesto fundamental en su vida. - Defender el derecho de la humanidad a la diversidad, a la plenitud. - No estar más solos, porque ya no nos sentimos solos. - Expresar que no somos como el opresor dice que somos; nos sabemos de otra manera. - Destruir el tabú antihomosexual, pues es causa de enfermedad y opresión, perjudicando la salud pública. La antihomosexualidad desde el punto de vista social y nacional es tan perjudicial como si se prohibiera a todos los habitantes el uso de tres dedos de la mano. - Ejercer sin limitaciones un derecho, el de ser homosexuales -y en realidad también una obligación moral-, para resistirnos a los prejuicios y a la injusticia.
Puntos básicos de acuerdo del Frente de Liberación Homosexual 1. Los homosexuales son oprimidos social, cultural, moral y legalmente. Son ridiculizados y marginados, sufriendo duramente el absurdo, impuesto brutalmente, de la sociedad heterosexual monogámica. 2. Esta opresión proviene de un sistema social que considera a la reproducción como objetivo único del sexo. Su expresión concreta es la existencia de un sistema heterosexual compulsivo de relaciones interhumanas donde el varón juega el papel de jefe autoritario, y la mujer y los homosexuales de ambos sexos son inferiorizados y reprimidos. 3. Con la represión de la sexualidad libre y las actitudes sexuales no convencionales, se lesiona el derecho a disponer del propio cuerpo y por consiguiente de la propia vida, derecho negado por este sistema de relaciones de dominación donde el hombre es una mercancía más. 112
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Frente de Liberación Homosexual
4. La lucha contra la opresión que sufrimos es inseparable de la lucha contra todas las demás formas de opresión social, política, cultural y económica. Nuestra reivindicación en cuanto a la derogación de la legislación antihomosexual pasa por el desmantelamiento del aparato represivo. 5. Todos aquellos que son explotados y oprimidos por el sistema que margina a los homosexuales pueden ser nuestros aliados en la lucha por la liberación. En ese sentido, nos proponemos seguir desarrollando discusiones y acciones conjuntas con las organizaciones feministas y otros movimientos. 6. El FLH mantiene fraternales relaciones con los movimientos de liberación homosexual de otros países. Considera necesario que los homosexuales a nivel internacional mantengan relaciones, intercambien experiencias e ideas, y se ayuden mutuamente. 7. El FLH no es ni será ajeno a las luchas sociales y nacionales. Se solidariza con ellas, manteniendo su independencia orgánica y sus objetivos específicos. 8. El FLH es una federación de grupos celulares donde cada uno y todos dirigen el movimiento. Se unifica el trabajo a través de coordinadoras de los grupos, repudiando todo tipo de sectarismo, burocratismo y liderazgo. 9. El Boletín del FLH es un instrumento de difusión y polémica, que refleja todas las posiciones que convergen en él. Se estima que este criterio permitirá unificar sobre una base firme a todos aquellos militantes en la liquidación del tabú antihomosexual. La unidad de acción se manifestará así concretamente y como resultado de una política. 10. En el FLH pueden participar heterosexuales que consideren que la libertad sexual es un presupuesto básico en la lucha por la dignidad humana.
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La legalización de las organizaciones LGBT en Honduras, un ejemplo paradigmático. Miguel Ángel Sánchez Rodríguez
1 "Personería Jurídica" es el término legal que se utiliza en América Latina para referirse al trámite de registro oficial de una asociación por parte del Gobierno, normalmente el Ministerio del Interior o similar. Sin dicha personería jurídica la asociación oficialmente no tiene su existencia reconocida.
2 La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en sus siglas CIDH, es un organismo autónomo pero dentro de la estructura de la OEA, la Organización de Estados Americanos, se dedica a proteger y promover los derechos humanos en la actuación de los países miembros de la OEA.
3 Nota de Prensa «Comunidades homosexuales hondureñas reciben reconocimiento del estado y personería jurídica», emitida por CEJIL (Centro por la Justicia y el Derecho Internacional) con sede en Costa Rica, fechada el 30 de agosto de 2004.
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A lo largo de más de diez años (a principios de los años 90), los grupos LGTB hondureños estuvieron solicitando la personería jurídica al Estado. Primero la Asociación Hondureña de Homosexuales de Lucha Contra el SIDA (AHHCOS), seguidamente la Asociación Colectivo Violeta, y posteriormente el Grupo Prisma, habiéndoseles negado el derecho a la libre asociación; se aducía que estas organizaciones de homosexuales eran contrarias a la moral y a las buenas costumbres. En el 2004, las tres organizaciones hondureñas que están trabajando en ese momento, se proponen solicitar las personerías jurídicas 1. Asociación Colectivo Violeta, La Comunidad Gay Sampedrana y Kukulcan presentan la debida documentación en la Secretaria de Gobernación y Justicia el 27 de Marzo. Es ilustrativo decir que antes de presentar esta documentación en las oficinas de dicha Secretaría, fue necesario entregar la petición de personería jurídica al Gobierno hondureño, directamente en una audiencia pública que se celebró en marzo de 2004 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos2, de forma que el compromiso de una respuesta rápida y justa fuese adquirido delante de los integrantes de la CIDH3. Cinco meses después, el 27 de agosto del mismo año (2004), el Vice Ministro de Gobernación y Justicia, Luís Suazo, hace entrega de las personerías jurídicas a estas tres Asociaciones, situación que se convirtió en días subsiguientes en una constante violencia verbal y psicológica por parte de los medios de comunicación, diputados del Congreso Nacional y líderes de las iglesias evangélicas, poniendo en peligro la vida de los líderes gais, así como los inmuebles de las organizaciones. La violencia verbal llegó a tal punto que el Gobierno hondureño aceptó en marzo de 2005 poner protección policial a los dirigentes más visibles del movimiento LGBT. Uno de los principales artífices de la incitación al odio ha sido, y es, el actual Presidente del Congreso Nacional, Porfirio 115
La legalización de las organizaciones LGBT en Honduras
Lobo Sosa y ahora candidato presidencial por el Partido Nacional, el mismo que gobierna el país en este momento. Una de sus mayores promesas ha sido la ilegalización inmediata de las organizaciones de gais y lesbianas en el caso de resultar ganador de las próximas elecciones generales, que se celebrarán en noviembre de 2005. Impulsado por Lobo, el Congreso de la Republica de Honduras aprobó, el 27 de octubre de 2004, una reforma constitucional que estable que no están permitidos los matrimonios entre parejas del mismo sexo. Dicha moción fue aprobada casi por unanimidad, a excepción de un pequeño partido, que se abstuvo4. Dicha reforma fue ratificada, al parecer saltándose el procedimiento legal, con fecha 29 de marzo de 2005, por lo que en este momento ya se encuentra en vigor. Todo esto evidencia claramente la complicidad establecida entre un poder del Estado hondureño, el legislativo, y el sector religioso, poniendo en grave peligro el estado laico en Honduras. El día 9 de noviembre de 2004, La Confraternidad Evangélica de Honduras presentó escrito de impugnación legal ante la Secretaria de Gobernación y Justicia a través de su apoderada legal, Paulette Patiño Munguia, con el siguiente titulo: «Se impugnan personerías jurídicas de homosexuales contrarias a la constitucion de la república». Y continúa posteriormente:
4 Diario la Prensa, 27 de Octubre de 2004, p. 18; Diario la Prensa, 29 de Octubre de 2004, p. 15.
Hechos: (...) Punto 2. Esta resolución a todas luces es contraria a lo establecido en nuestra constitución en relación a los derechos del niño… y haciendo relación al articulo 3 inciso antes mencionado y a otros diseñados en el mismo sentido, donde otorgan el derecho a los homosexuales organizados a PROPONER EL TEMA DE LA SEXUALIDAD EN TODA LA SOCIEDAD HONDUREÑA, QUE PROMUEVA LA ELIMINACION DE MITOS Y TABUES Y DESINFORMACION, QUE FAVOREZCA EL RECONOCIMEINTO DE LA DIVERSIDAD HUMANA, con estos estatutos nuestra infancia queda desprotegida, ya que se les autoriza de expandir información sobre un sexo degenerado e incorrecto, antinatural. Punto 4. El Código de Familia establece diversidad de artículos que protegen la familia, tales como el articulo 2. Siendo un deber del Estado proteger la Familia y las instituciones vinculadas a ellas, con la aprobación de estos estatutos queda TOTALMENTE DESPROTEGIDA LA 116
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Miguel Ángel Sánchez Rodríguez
5 Fotocopia de: Folio Uno, Secretaria General, Secretaria de Gobernación y Justicia de Honduras, Recibido 09-11-2004. Las frases en mayúsculas se han mantenido igual que en el original.
6 www.cha.org.ar
7 La Prensa. Panamá. 3 de febrero de 2001
8 Actualmente Ministro de la Corte Suprema.
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INFANCIA Y LA FAMILIA, dando a conocer una sexualidad errónea antinatural, creando problemas conductuales como es el homosexualismo. Punto 5. Si los estatutos estuviesen dirigidos a restaurar las vidas de las personas con problemas de homosexualismo, creando planes de rehabilitación sí serian aceptables en nuestra normativa, pero como son dirigidos a fortalecer su conducta sexual ANORMAL y no a corregirla atenta contra nuestro orden publico, la moral y las buenas costumbres...»5
La violencia de los argumentos de las iglesias evangélicas nos lleva a constatar, una vez más, la absoluta intolerancia de algunas confesiones, que afirman tener la verdad absoluta sobre la moral normal y natural y por ello exigen la privación de todo derecho, incluso el de asociación y expresión, para todos aquellos que no piensan o sienten como ellos. Pero lo peor de dicha constatación es que sus argumentos, claramernte anti-democráticos, tienen una poderosísima aceptación dentro de los círculos de poder en Honduras, y existe un enorme riesgo de que las autoridades hondureñas, igual que han cambiado la propia Constitución del país, decidan ilegalizar de nuevo a las asociaciones LGBT. Los defensores de los derechos humanos serían ilegalizados así, mientras los propagadores del odio estarían protegidos por el poder. Lo más llamativo es que esta realidad no es en absoluto extraña en América Latina. La Comunidad Homosexual Argentina solicitó su legalización en el año 1984, pero fue denegada por el Gobierno argentino en 1989. No la conseguirían hasta 1992, bajo el Gobierno de Carlos Menem, y tras varios años de protestas y quejas ante la Organización de Estados Americanos (OEA)6. También la Asociación de Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá, tuvo que recurrir ante la OEA para conseguir su legalización como organización. La petición de personería jurídica fue denegada hasta en tres ocasiones con explicaciones tan clarificadoras como las del asesor legal del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, Fernando Sucre, que expresó que la personería jurídica les había sido negada por «estar abiertamente contra los preceptos morales reconocidos»7. El ministro del ramo, en aquel momento Winston Spadafora Franco8, llegó a decir que la concesión de la personería jurídica a la AHMNP sería «por encima de su cadáver». La AHMNP, lejos de amilanarse, contactó con grupos de Derechos Humanos y solicitó amparo a la Organización de Estados Americanos (OEA), que les 117
La legalización de las organizaciones LGBT en Honduras
concedió audiencia en julio de 2001; al día siguiente de esta audiencia la delegación de la OEA tenía previsto reunirse con Spandora Franco. Sorprendentemente, a pesar de la amplia polémica mediática que había mantenido el ministro y sus categóricas afirmaciones, AHMNP recibió discretamente su personería jurídica a los tres días de la reunión con la OEA, sin tan siquiera una nota de prensa explicando el cambio de parecer del Gobierno panameño. Panamá, hasta ese momento, era el único país de Centroamérica que no contaba con una organización legalizada que defendiese a gais y lesbianas. Pero si analizamos esta afirmación más detenidamente veremos que no es del todo cierta, ya que ninguna de las organizaciones legalizadas en los otros países centroamericanos aparecía, oficialmente, como una organización de gays y lesbianas. Así, AHMNP fue la primera organización centroamericana legalizada constando expresamente en sus estatutos que su labor era: «Promover la consolidación de los derechos humanos de la población gay, lésbica, bisexual y transgenérica». El resto de organizaciones de la región habían obtenido su legalización presentándose exclusivamente como entidades de prevención del VIH-Sida; baste citar como ejemplos OASIS (Organización de Apoyo por una Sexualidad Integral frente al Sida) de Guatemala o CEPRESI (Centro para la Prevención del Sida) de Nicaragua. El hecho de que OASIS o CEPRESI optasen por este camino para conseguir su reconocimiento jurídico no puede ser objeto de crítica, especialmente si tenemos en cuenta que en Nicaragua, por ejemplo tras la victoria electoral de la Unión Nacional Opositora (UNO) ante el Frente Sandinista, la Presidenta Dª Violeta Chamorro firmó, en 1992, la inclusión del delito de «sodomía» en el Código Penal a través de su artículo 2049. Esta penalización de la homosexualidad y de su «propaganda» sigue vigente, siendo el único país del continente que mantiene esta indignidad. Por supuesto, la AHMNP también pudo optar por legalizarse como una organización de prevención del VIH-Sida, pero no lo hizo. Evidentemente, AHMNP también lucha contra el Sida, pero sus activistas se negaron a perpetuar la invisibilidad del movimiento por la liberación LGBT; ello les ha dado el orgullo de ser los primeros en Centro América en ser legalizados abiertamente como gais y lesbianas. Lo que no puede dejar de resaltarse es que lo consiguieran en una fecha tan tardía como 2001 (hace menos de cuatro años), y que tuviese que ser tras la intervención de la OEA. 118
9 El artículo 204 del Código Penal nicaragüense tipifica el delito de sodomía. Incurrirá en él quien «induzca, promueva, propagandice o practique en forma escandalosa el concúbito entre personas del mismo sexo. Sufrirá de uno a tres años de prisión.»
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Volviendo a Honduras, las iglesias evangélicas han planteado que si las tres organizaciones LGBT legalizadas retiran de sus estatutos las referencias a la igualdad de gais y lesbianas y reflejan únicamente su trabajo de prevención del VIH-Sida, retirarían su rechazo a las personerías jurídicas. Para analizar esta oferta, claramente envenenada, hay que volver a ponerse en la situación de los activistas hondureños amenazados e insultados, que tienen que vivir con protección policial, y con el que puede ser el futuro Presidente del país afirmando que les volverá a ilegalizar en cuanto alcance el poder. Todo lo que están construyendo peligra porque si les ilegalizan dejarán de recibir fondos y perderán los programas en marcha; incluso, poniéndonos en la parte más humana, perderán hasta sus puestos de trabajo, ya que varios de los dirigentes han sido contratados para llevar adelante los programas de prevención de VIH-Sida. Sin embargo, la decisión ha sido unánime por parte de los grupos hondureños: no volverán al armario, son grupos del movimiento LGBT, luchan contra el Sida, claro, pero también contra la violencia, la discriminación y la intolerancia y lo defenderán ante la OEA, los tribunales, y quien sea necesario.
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Fundación Triángulo lleva varios años siendo una observadora privilegiada de esta lucha desigual. La necesidad de la Cooperación internacional por parte del movimiento LGBT español con nuestros y nuestras colegas de Iberoamérica se abrió paso entre los y las activistas de Triángulo, y por eso en el año 1999 realizó su primer proyecto apoyando a OASIS de Guatemala. Luego, han seguido otras actuaciones, como las primeras jornadas públicas sobre homosexualidad realizadas en Paraguay, que se llevaron a cabo en el año 2000 por el Grupo de Acción Gay-Lésbico (GAL-G) en Asunción, con apoyo de Fundación Triángulo, o haber conseguido financiación, en 2001, para que se abriese el primer Centro Asociativo LGBT en esta misma ciudad paraguaya. También ha habido proyectos conjuntos con VOX de Rosario (Argentina), la mencionada CHA (Buenos Aires), la AHMNP (Panamá), Aireana (Grupo de Mujeres Lesbianas de Paraguay), Formación de activistas como con la Fundación Ecuatoriana de Minorías Sexuales - FEMIS (Ecuador) y varias otras10. Fundación Triángulo también acudió a Honduras en febrero de 2005, a petición de uno de los grupos recientemente legalizados, Kukulcan, para entrevistarse con diversas personalidades del gobierno y la sociedad civil, pero sobre todo para lanzar un mensaje nítido de solidaridad con las personerías jurídicas y el trabajo de las organizaciones LGBT hondureñas. Queríamos dejar claro que no están solas, y que el movimiento LGBT no va a permanecer callado por más tiempo ante las agresiones a los defensores de los derechos humanos de gais y lesbianas. El resultado fue muy positivo, como fue reconocido incluso por los responsables gubernamentales que apoyan el mantenimiento de las personerías. La presión internacional es importante para defender su decisión. Sin embargo, la conciencia de la mayoría de grupos LGBT del estado español sobre la necesidad de apoyar el inmenso y valeroso trabajo de nuestros compañeros y compañeras de los países del Sur es aún insuficiente. Esto nos animó a organizar las Jornadas de Cooperación Internacional con poblaciones GLBT de Iberoamérica, que ya cuentan con dos ediciones, la primera se realizó en 2003 en Extremadura; las II jornadas, que tuvieron lugar hace poco, en marzo de 2005 en Alcobendas (Madrid), fueron apoyadas, por primera vez, por el Ministerio de Asuntos Exteriores español. En estas últimas contamos con representantes de AHMNP (Panamá); AIREANA (Paraguay), Mujeres Creando (Bolivia), Kukulcan 120
10 Para un resumen más extenso de los proyectos de cooperación internacional con poblaciones GLBT realizados por Fundación Triángulo se puede consultar www.fundaciontriangulo.es
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Miguel Ángel Sánchez Rodríguez
11 En los próximos meses se editará una Memoria con las ponencias y exposiciones más destacadas de las II Jornadas sobre Cooperación Internacional con poblaciones GLBT en América Latina. Ver a continuación las «Conclusiones» de las I Jornadas.
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(Honduras), Colombia Diversa (Colombia) y VOX (RosarioArgentina), además de decenas de grupos españoles. Poco a poco, la conciencia va despertando y también lo tiene que ir haciendo el compromiso de las instituciones españolas, y especialmente de la Agencia Española de Cooperación Internacional (también presente en las II jornadas), sobre la necesidad de implicarse en la defensa activa de los derechos de las minorías sexuales, al igual que lo hace con las minorías étnicas o con la igualdad de género. En principio, parece que se va avanzando en esa dirección11. Muchos otros proyectos están en marcha en los más variados campos: políticos, como la defensa de la personería jurídica de los grupos hondureños; de prevención del VIHSida, como las recientes campañas con VOX y AHMNP, de igualdad de las mujeres lesbianas, como la que se está preparando con AIREANA, o culturales, como el apoyo a los festivales de cine gai, lésbico y transexual, que ya están en marcha entre el Festival de Cine Gai y Lésbico de Madrid (LesGaiCineMad) y los grupos de Colombia, Paraguay, Honduras, Argentina... o la colaboración que está también iniciándose entre ZINEGOAK, de la organización LGBT vasca HEGOAK, y una ONG peruana. Hay mucho por hacer, pero algo parece claro y es que la igualdad social de gais y lesbianas ha avanzado mucho en España gracias al trabajo del movimiento LGBT, y a sus alianzas con el resto de organizaciones progresistas y de derechos humanos. El camino en América Latina puede ser similar. La sociedad latinoamericana no es más intolerante que la española, lo que sucede es que los homosexuales no han tenido voz para combatir los tópicos, las mentiras, el odio y la intolerancia. Los grupos LGBT de cada país serán los que elijan sus estrategias, aprendiendo de otras experiencias, innovando y construyendo su propia realidad. Los enemigos de la igualdad, los defensores del odio y la intransigencia, como los que se enfrentan ahora a la legalización en Honduras, lo saben, son conscientes de que la única manera de impedir el avance de la igualdad es mantener a la población en la ignorancia, impedir que puedan escuchar una voz diferente a la de sus fanáticos predicadores. Justamente por eso, les derrotarán los argumentos y la razón, porque los intolerantes son el verdadero peligro para sus sociedades, no gais y lesbianas, cuyo único delito es amar de forma diferente a la mayoritaria. No parece un gran delito, la verdad, como para justificar tanto fanatismo. 121
La legalización de las organizaciones LGBT en Honduras
Conclusiones de las I Jornadas «El movimiento GLTB y la Cooperación Internacional para el Desarrollo» Valencia de Alcántara (Cáceres). 9, 10 y 11 de Mayo de 2003
Los grupos representados en estas Jornadas12 alcanzaron las siguientes conclusiones:
12 Frenar el Sida y Mujeres Jóvenes (Asturias), Arca de Noé (Castilla La Mancha), DecideT (Alicante), Hegoak (Euskadi), Labrys, Triángulo Negro (Colombia), Fundación Triángulo (Madrid, Extremadura y Castilla León), Gama (Islas Canarias).
1. Nuestros proyectos de cooperación para el desarrollo orientados, prioritariamente, a la población GLTB latinoamericana- se centrarán en las dimensiones de la justicia, la democracia y los Derechos Humanos. Los proyectos vinculados con la problemática del VIH/SIDA y las enfermedades de transmisión sexual incidirán, además, en el campo de la salud pública. Se discutió acerca de los efectos de la cooperación para el desarrollo durante los últimos quince años, en particular en el campo de la economía. Algunos participantes creían que los resultados han sido en general negativos, mientras otros pensaban lo contrario, aunque se coincidió respecto de que la brecha entre pobreza y riqueza, y los conflictos que se derivan de esta situación, son hoy más agudos que hace una década. Se coincidió también en que nuestras intervenciones, a favor de la defensa de los derechos humanos de las minorías sexuales y de género, tienen posibilidades de alcanzar logros objetivos y relativamente permanentes. Aunque el interés prioritario se centra en los colectivos GLTB de América Latina, los participantes y todos aquellos que se sumen a la red constituida podrán optar por intervenciones en África, el mundo árabe o Asia. 2. Se insistió en la importancia del diálogo a lo largo del proceso del ciclo de cooperación. Se discutió respecto de la concepción de la cooperación como un posible «diálogo entre culturas»; un diálogo que debe esforzarse por sumar e implicar directamente a los colectivos beneficiarios. Si cooperar implica dialogar, será imprescindible reconocer en cada caso los factores y las diferencias culturales (entre las ONGD y todos los colectivos implicados en nuestra acción) que puedan obstaculizar o favorecer el proceso. Es posible que tales diferencias sean significativas si se considera que, al trabajar sobre cuestiones de orientación sexual y derechos humanos de poblaciones GLTB, nos enfrentaremos a (pre)conceptos y (pre)juicios de tipo moral, religioso y político. Reconocer las 122
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Miguel Ángel Sánchez Rodríguez
diferencias implicará entonces asumir el desafío de un intercambio y un debate cultural entre todas las partes. Diálogo que debe partir del respeto por el ordenamiento socio-cultural local (que como cualquier creación cultural puede ser criticado, deconstruido o transformado), apueste por el cambio social en cuestiones como la homofobia y las diferentes formas de exclusión y opresión de la población GLTB. Este tipo de cambio social supone un cambio de valores y, finalmente, de actitudes y comportamientos frente a las orientaciones y prácticas distintas a las heterosexuales. Coincidimos en que la mejor manera de guiar este proceso es a través de una «educación entre iguales» (que revalide la horizontalidad de la cooperación): una actuación respetuosa que dé información y trabaje a partir de preguntas y planteamientos abiertos que provoquen la reflexión, la crítica y el conocimiento. Coincidimos en la necesidad de ser prudentes y cuidadosos en nuestras relaciones con los participantes, para evitar que se conviertan en unos vínculos asimétricos y paternalistas. Finalmente, se introdujo la importancia del «co-desarrollo» como perspectiva nueva de cooperación que entre otras metas aspira a la bidireccionalidad de las intervenciones. 3. Se planteó la necesidad de analizar, calcular, y valorar en cada caso, los efectos de nuestras intervenciones. Se tenderá a que éstas sean, en todos los casos, sostenibles/ viables. Se discutió sobre la importancia de no perder de vista, en cada acción de cooperación, el horizonte social en el que se interviene. Se evitará aumentar la fragmentación sociales y se favorecerá siempre la creación de «puentes» entre los diferentes colectivos que conforman la sociedad civil de cada Estado-nación latinoamericano. Es fundamental encaminarse, a largo plazo, a la integración social y al trabajo coordinado con otros movimientos sociales -mujeres, indígenas, parados, trabajadores, etc. De esta manera, las intervenciones se orientarán a desarrollar una política igualitaria que favorezca la apertura y consolidación de espacios públicos abiertos a todos los grupos; se trabajará por democracias participativas y plurales que no reediten nuevas, o viejas, exclusiones. Finalmente, compartimos el convencimiento de que nuestras intervenciones tendrán una influencia socio-política y que ésta no debe ser entendida en, ni reducida a, los términos de los juegos partidistas en torno del poder político. 4. Se tenderá, en la medida de lo posible, a un conocimiento profundo y contrastado -en terreno- de los grupos que se conviertan en contrapartes de los proyectos (se ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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dispone de una relación, por países, de los grupos organizados GLTB de América Central, el Caribe y América del Sur), así como de los beneficiarios directos e indirectos. En este sentido, se aspirará a un análisis exhaustivo de todos los colectivos implicados, inclusive de los grupos excluidos y los hipotéticos oponentes o perjudicados por nuestra intervención. Aunque cada proyecto deba debatirse desde la fase de identificación con los beneficiarios, se remarcó que la ONGD es la única responsable del dinero y debe responder por éste ante los financiadores. Asimismo, en la fase de redacción/planificación final del proyecto es básica la responsabilidad técnica de la ONGD. 5. Se discutió acerca de la importancia, para nuestras futuras acciones, de la perspectiva de género, que es un eje relativamente consolidado en el contexto de la cooperación para el desarrollo, aunque desarrollado con dispar suerte. Se destacó la necesidad de esforzarnos por incorporar al lenguaje de la cooperación e introducir en todas las instancias involucradas (especialmente entre los entes financiadores y en la red de ONGD del Estado español) una nueva perspectiva, o un nuevo eje transversal para el desarrollo: la orientación sexual. No se alcanzó un acuerdo en relación con el término a usar; se propuso discutir, en futuros foros, algunos conceptos. Otras posibilidades que se sugirieron fueron: perspectiva «de la diversidad sexual», «de las minorías sexuales», «de la diferencia sexual», «de las orientaciones sexuales», «de la diversidad genérico-sexual». 6. En relación con el Enfoque del Marco Lógico, se coincidió en su valoración como una herramienta que permite racionalizar la formulación del proyecto y orientar la gestión de cooperación. Se planteó la posibilidad de planificar proyectos prescindiendo de este enfoque. Se valoraró el rigor analítico en el estudio de los participantes (o grupos implicados), los problemas, los objetivos y las alternativas. También se valoró la coherencia del planteamiento general, la formulación de objetivos alcanzables (se instó especialmente a identificar y postular un objetivo específico claro y asequible: qué problema de la población GLTB se pretende resolver), la función y el interés de la contraparte, y los beneficiarios en la última secuencia de la Matriz de Planificación (en el diseño y la ejecución de las actividades, así como en la identificación de los recursos y el cálculo de los costes).
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Argentina: hacia la Unión Civil nacional Alejandro Modarelli, César Cigliutti, Marcelo Suntheim, Pedro Paradiso Sottile (Comunidad Homosexual Argentina)
La historia del activismo homosexual en la Argentina puede contarse desde fines de los años sesenta, cuando en una de las muchas dictaduras, surgió en los suburbios de Buenos Aires un colectivo clandestino que se llamó Nuestro Mundo. Conformado por empleados de Correos de baja jerarquía, pero de increíble entusiasmo, poco tenía que ver con las corrientes liberacionistas del momento, la Revolución de California o el Mayo Francés. Reformistas antes que radicales, mantenían correspondencia con españoles que vivían atemorizados por la Ley de Peligrosidad Social, en época del franquismo. Unos pocos años más tarde, irrumpía en el panorama de la resistencia gay el Frente de Liberación Homosexual, en el que confluían intelectuales de diversa preparación, marxistas, deleuzianos y hasta un puñado de católicos. Reconoce Armand de Fluviá i Escorsa, uno de los primeros dirigentes del movimiento catalán, la influencia que tuvieron sobre éste las propuestas del Frente. El objetivo más radical: sumarse como sujeto histórico al tren del proyecto revolucionario global en curso en la Argentina de los setenta. «No hay que liberar a los homosexuales; hay que liberar lo homosexual en el cuerpo social para emanciparse». Pero los aliados de la izquierda tradicional y masculina, espantados con las consignas, los fueron aislando. Y la dictadura de Videla les marcó el camino del exilio. Las nociones de visibilidad, derechos humanos y derechos civiles aparecen en la agenda ideológica del movimiento argentino una vez recuperada la democracia, en los años ochenta. Se inspiran en los ejes estratégicos sobre los cuales trabajaban, desde hacía años, los activistas de todo el mundo. Ya no alianzas revolucionarias ni utopías globales, sino la profundización de un proceso autónomo. Había que ir desmontando las construcciones delirantes que se habían creado sobre las personas GLTTBI, y para ello había que operar sobre los medios de comunicación, que eran, ante todo, donde se originaban las peores imágenes. En 1984, la portada de ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Argentina: hacia la Unión Civil nacional
una revista de tirada masiva estuvo ocupada por la imagen de dos varones enamorados que interpelan a la sociedad argentina desde su sexualidad. El regreso a la ciudad democrática representó, en la batalla permanente del movimiento GLTTBI contra las estructuras conservadoras del país, un lento proceso que, no obstante, ha obtenido notables conquistas. Desde 1991, y contra la mayoría reaccionaria de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), creada en 1984, consiguió la primera personería jurídica, hasta que en 1996 se aprobó el artículo 11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires que «garantiza el derecho a ser diferente», no admitiendo la discriminación, entre otras razones «por motivos de orientación sexual». El debate por la inclusión de derechos en los medios masivos de comunicación y en los círculos políticos y sociales preparó el terreno para presentar, el 28 de agosto de 2001, en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un proyecto que derivó en la primera Ley de Unión Civil en América Latina y el Caribe. La historia reciente da cuenta del contexto que rodeó esa presentación. Un período de memorables convulsiones sociales y la consecuente caída del gobierno de Fernando De La Rúa. Sin un debate previo sobre este tipo de normas, inspirándose en las experiencias de distintas regiones españolas, la CHA entró en contacto con una reconocida Juez de Familia, la doctora Graciela Medina, quien redactó la letra de la futura ley. El tipo de normativa que se buscaba instalar en la ciudad funcionó como estrategia para objetivos de alcance nacional. El proyecto local era, por el momento, el «proyecto posible», de una dimensión administrable para la CHA. Se utilizó como modelo de fondo el Pacto de Solidaridad francés, que se traduce en beneficios concretos. Consciente de la importancia de ganar la batalla preliminar en los medios masivos, la CHA produjo allí los primeros movimientos para un debate público. En forma simultánea, se buscó el apoyo de organismos del Estado y se convocó a prestigiosos juristas para defender el proyecto en las universidades más importantes de la ciudad. Personajes representativos de todos los ámbitos sociales y culturales dieron su apoyo en una recordada solicitada en un importante diario nacional. De manera deliberada, la estrategia elegida buscaba evitar que algún partido político apareciera como impulsor del proyecto, para así sustraerlo de las peleas o enemistades típicas del microclima partidario. Por eso, junto con la CHA, firmaron como coautores diecisiete legisladores de distintas 126
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vertientes, lo que aseguró a la organización un acceso por diversas vías para promover, mediante sus asesores jurídicos, el avance de la propuesta en las comisiones legislativas intervinientes. Las reacciones no fueron menores en lo que a los sectores tradicionales respecta. La iglesia vaticana operó en todo momento sobre los legisladores y obligó a que el proyecto atravesase todas las comisiones imaginables. De manera maniquea, aunque esperada, el diario respetable de la burguesía, La Nación, reunió las opiniones de la derecha y actuó como un auténtico cruzado, por un lado en nombre de la preservación de la familia tradicional, por el otro haciendo hincapié en que la ley local, de promulgarse, atentaría contra la Constitución Nacional, mediante el falso argumento que la Ciudad no podría regular uniones de hecho. Un año y cuatro meses después de su presentación, el 12 de diciembre de 2002, el proyecto se votó por decisión mayoritaria. Se originaba así la Ley 1004 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ver Anexo). Se otorgaba finalmente a las parejas del mismo o diferente sexo los mismos beneficios sociales que la Ciudad reconoce a los matrimonios. Entre estos, la extensión de la Seguridad Social a ambos miembros de la unión, el acceso a planes de ayuda económica para familias o de vivienda, la concesión de permiso por defunción, el derecho a recibir los partes médicos en los hospitales y a la toma de decisiones sobre la salud del otro en caso de internación. Para los empleados dependientes de la Administración Central de la Ciudad se reconoce, asimismo, la pensión por viudez. Semanas después, la Comunidad Homosexual Argentina recibió en la Legislatura el Premio a las Estrategias Legislativas del Año 2002. El 16 de julio de 2003, dos de sus activistas se unieron para legalizar, por primera vez, una pareja del mismo sexo. El hecho trascendió las fronteras del país y fue motivo de una amplia cobertura mediática en todo el continente. Sin embargo, y a pesar del peso simbólico de la conquista lograda –por primera vez en la historia de Latinoamérica y el Caribe se reconoce la existencia de un tipo de familia no heterosexualquedaba aún, fuera de reconocimiento legal, aquellos beneficios regulados por las leyes nacionales: pensión por viudez sin exclusiones, derechos sucesorios, cuestiones patrimoniales y la adopción en pareja. El nuevo proyecto de Unión Civil Nacional (que presentará la CHA en el segundo semestre de 2005) busca equiparar, de un modo pleno, los derechos de las familias homo y heteroparentales, y cumplir ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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así los objetivos respecto de los cuales, la ley local, había dado el primer paso. La derecha alertó, en sus discursos, contra el propósito final de todo ese movimiento. Y tenía razón. La estrategia elegida conservará, en lo básico, las fórmulas de la conquista local. Pero la dimensión de la empresa, al ser tanto más extensa, requiere de nuevas alianzas. La organización ha conformado un frente científico con media docena de los más renombrados psicólogos y psicoanalistas del país, que otorga, desde la teoría y el conocimiento, una legitimación a la demanda de adopción, el más significativo de los derechos para el colectivo GLTTBI y el más inquietante para los sectores religiosos y tradicionales. Así, el debate sobre uniones civiles en la Argentina se inicia, en tanto estrategia, en un punto crítico, el de la adopción; ahí es donde la discusión, por tanto, quedará concentrada. Como efecto secundario, y al hablar de Unión Civil en lugar de matrimonio, se buscará distanciar la posición de la Iglesia y de los partidos de derecha. Se trata, nuevamente, de impulsar un «proyecto posible». No obstante, resulta interesante señalar que el modelo usado para la confección del proyecto nacional es la primera ley de matrimonio de Argentina. Una característica notoria del texto es que supera los 160 artículos. Los y las contrayentes se denominarán consortes (etimológicamente, «ligados a una suerte común»), y la pareja contará con mayor libertad para la administración de sus bienes, y para pactar mediante un régimen optativo la herencia. No señala los motivos de disolución, pues la unión se disuelve por voluntad de uno o una de los/as consortes, sin necesidad que medie la conformidad de la otra persona. No es heterosexista en la medida de que resulta independiente de la orientación sexual y la identidad de género. Si bien se infiere su carácter monogámico, por la binaridad del vínculo, no regula sobre la esfera de la sexualidad de los/ as consortes. Los acuerdos son fijados libre y exclusivamente por la pareja, sin inscribirlos en el contrato. No obliga a la fidelidad ni a un deber sexual, ni esto se menciona; mientras que en el matrimonio aquello es una imposición y su incumplimiento una causal de divorcio. En todo caso, se tratará de un valor consentido a priori. De tal modo que el Estado, omnipresente en el matrimonio tradicional, se retira de la intimidad de quienes eligen unirse. Por tanto, la unión civil aquí proyectada no replica las clásicas estructuras patriarcales. Al no hacer una referencia ni implícita ni explícita al género como elemento diferencial ante 128
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la ley, desaparece también el concepto de relación jerárquica o de funciones al que siempre quedó asociado el binomio marido/mujer, padre/madre. La suerte de la nueva Ley de Matrimonio votada en España influirá sin duda en el debate argentino. Y si bien aquí quedará excluida de la discusión la llamada «institución matrimonial», los efectos que producirá una ley como la que se propone en Argentina, no diferirá en cuanto a sus derechos.
Ley nº 1.004 – Unión Civil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina) Artículo 1º.- Unión Civil: A los efectos de esta ley, se entiende por Unión Civil A la unión conformada libremente por dos personas con independencia de su sexo u orientación sexual. Que hayan convivido en una relación de afectividad estable y pública por un período mínimo de dos años, salvo que entre los integrantes haya descendencia en común. Los integrantes deben tener domicilio legal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inscripto con por lo menos dos años de anterioridad a la fecha en la que solicita la inscripción Inscribir la unión en el Registro Público de Uniones Civiles. Artículo 2º.- Registro Público de Uniones Civiles: Créase el Registro Público de Uniones Civiles, con las siguientes funciones: a) Inscribir la unión civil a solicitud de ambos integrantes, previa verificación del cumplimiento de los requisitos dispuestos en la presente ley. b) Inscribir, en su caso, la disolución de la unión civil. c) Expedir constancias de inscripción o disolución a solicitud de cualquiera de los integrantes de la unión civil. Artículo 3º.- Prueba: El cumplimiento de los requisitos establecidos en el artículo 1º, a los efectos de proceder a la inscripción de la unión civil, se prueba por testigos en un mínimo de dos (2) y un máximo de cinco (5), excepto que entre las partes haya descendencia en común, la que se acreditará fehacientemente
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Artículo 4º.- Derechos: Para el ejercicio de los derechos, obligaciones y beneficios que emanan de toda la normativa dictada por la Ciudad, los integrantes de la unión civil tendrán un tratamiento similar al de los cónyuges. Artículo 5º.- Impedimentos: No pueden constituir una unión civil: Los menores de edad. Los parientes por consanguinidad ascendiente y descendiente sin limitación y los hermanos o medio hermanos. Los parientes por adopción plena, en los mismos casos de los incisos b y e. Los parientes por adopción simple, entre adoptante y adoptado, adoptante y descendiente o cónyuge del adoptado, adoptado y cónyuge del adoptante, hijos adoptivos de una misma persona, entre sí y adoptado e hijo del adoptante. Los impedimentos derivados de la adopción simple subsistirán mientras ésta no sea anulada o revocada. Los parientes por afinidad en línea recta en todos los grados. Los que se encuentren unidos en matrimonio, mientras subsista. Los que constituyeron una unión civil anterior mientras subsista. Los declarados incapaces. Artículo 6º.- Disolución: La unión civil queda disuelta por: Mutuo acuerdo. Voluntad unilateral de uno de los miembros de la unión civil. Matrimonio posterior de uno de los miembros de la unión civil. Muerte de uno de los integrantes de la unión civil. En el caso del inciso b, la disolución de la unión civil opera a partir de la denuncia efectuada ante el Registro Público de Uniones Civiles por cualquiera de sus integrantes. En ese acto, el denunciante debe acreditar que ha notificado fehacientemente su voluntad de disolverla al otro integrante de la unión civil. Artículo 7º.- El Poder Ejecutivo dictará las disposiciones reglamentarias para la aplicación de lo establecido en la presente ley en un plazo de 120 días corridos desde su promulgación. Artículo 8º.- Comuníquese, etc. 130
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E S T U D I O S
Y
E N S A Y O S
Hacia una metodología de investigación queer* Daniel Noam Warner Gracias por su ayuda a Bettina Bergo, Erika Fricke, Cary Federman, Jonathan Flatley, Brendan Gough, Martin Packer, Dan Rhoads, y a mi revisor anónimo.
Introducción * Publicado originalmente en Qualitative Research in Pyschology 2004; 1, 321-337, con el título «Towards a queer research methodology», por Daniel Noam Warner. © 2004 Edward Arnold (Publishers) Limited. Con las autorizaciones de editor y autor para Orientaciones. Versión castellana de Fernando Sánchez Amillategui (Abril 2005). Han contribuido a su revisión Francisco Javier Ugarte Pérez y Shane Chaplin.
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Este artículo nace del desasosiego sentido al leer diversos estudios de investigación psicológica convencional sobre sexualidad y orientación sexual. En especial, advertí que numerosas suposiciones y herramientas metodológicas utilizadas construyen una versión forzada del homosexual y del heterosexual, y que estas rígidas construcciones marginan a aquéllos cuya forma de «hacer» homosexualidades o heterosexualidades no se ajusta al molde. Paradójicamente, también advertí que estos investigadores eran favorables a los derechos de las minorías sexuales, aunque su obra parezca oponerse a tales reivindicaciones. Esta ironía me llevó a reconsiderar cómo se investiga hoy la psicología de la sexualidad, y cómo se podría estar investigando. Este trabajo consta de tres partes. Comienzo exponiendo la ‘teoría queer’ –una heurística crítica de la sexualidad que ha ganado reconocimiento en las humanidades y en las ciencias sociales, y que considero importante para la investigación psicológica. Tras ello, inicio una crítica ‘queer’ de la investigación psicológica de la sexualidad. Analizo uno de sus hitos históricos, el conocido estudio de Evelyn Hooker sobre la adaptación del varón gai, y muestro tanto su fuerza e importancia, como las paradójicas concesiones libertadoras que su trabajo inició. Prosigo mostrando cómo la investigación contemporánea de la sexualidad se apoya en el trabajo de Hooker. Sostengo que debamos evaluar dichos legados a la luz de las actuales preocupaciones políticas y de investigación, buscando nuevas direcciones. Concluyo argumentando que los psicólogos deberían incorporar perspectivas ‘queer’ en sus proyectos de investigación. Específicamente, los invito a que innoven en la forma en que reconocen y toman en cuenta cómo construyen su objeto de estudio en sus mismas investigaciones. 131
Hacia una metodología de investigación queer
Sección I: ¿Qué es la teoría queer? No hay una, sino muchas teorías ‘queer’, sostenidas por numerosos pensadores diferentes. Entre ellos destaca Judith Butler, cuyo El género en disputa (Butler, 1990) muchos siguen considerando como texto fundacional. Sencillamente, para Butler categorías tales como chico, chica, gai y hetero no son datos, sino construcciones sociales que escenificamos una y otra vez, para hacerlas naturales. Es más radical que la crítica feminista de segunda generación, que considera el género una construcción superpuesta al sexo real de las mujeres. Según Butler, también la biología debe entenderse como una construcción.
La matriz de inteligibilidad Butler comienza criticando que el ‘sexo’ biológico de un individuo sea real/efectivo, mientras que su ‘género’ esté culturalmente construido. No hay razón alguna para asumir que es así. ¿Cómo sabemos que la ‘construcción cultural’ del género se erige sobre dos sexos biológicos, si sólo podemos acceder a las construcciones? ¿Por qué buscamos dos sexos, a menos que estén ya en nuestra mente? En resumen, las ideas de género preceden a las de sexo. Una cultura concibe primero una idea de género, y busca luego la ‘materia’ que la respalde: biológica, en nuestra cultura; espiritual, en otras; o cualquiera. No es en absoluto necesario que la ‘cuestión del pene’ o su ‘ausencia’ deban determinar diferentes unidades ontológicas; una disposición ideológica dirige nuestra búsqueda. Y una vez ‘descubierto’ el sexo, se postula retroactivamente que haya estado siempre allí – predeterminando la investigación, y haciendo natural el género ‘social’. «El género es un tipo de personificación persistente que pasa por real» (Butler, 1990, viii). Así, el sexo se hace natural más allá de la retórica, del reproche. En nuestra sociedad creemos que hay dos géneros, masculino y femenino, y dos sexos, varón y hembra, que se desean recíprocamente (Butler, 1990, 6). Decir ‘creer’ es demasiado inocente; elude reconocer los intereses del poder que sostienen, refuerzan, e imponen esta imagen y, con ella, la ‘heterosexualidad obligatoria’ (Rich, 1993) y la opresión de sexo/género. Sencillamente, para existir en nuestra cultura, para ser inteligibles (fuera de prisiones o manicomios, sin ser humillados públicamente, etc.), debemos conformarnos a 132
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Daniel Noam Warner
1 Géneros ‘inteligibles’ son los que instituyen y mantienen coherencia y continuidad entre sexo, género, práctica sexual y deseo (Butler, 1990:17).
2 Ello no quiere decir que no exista material fuera de la matriz, sino que no existe subjetividad. Esta distinción se discutirá más adelante.
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su ‘matriz de inteligibilidad’ (Butler, 1990, 17). Esta matriz constituye una persona enunciando las diferencias individuales entre cuerpos como categorías ‘naturales’ distintas: varón, mujer, negro, blanco, etc. Tras asignar la persona a una categoría, se plantean suposiciones ‘naturales’: los varones, con pene, desean a las mujeres; las mujeres, suaves, son buenas secretarias, etc.1 Estos ‘objetos sociales’ son cognoscibles, categorizables y, en última instancia, manipulables. Desviarse de estas ‘identidades naturales’ hace al individuo ‘ininteligible’, y suele aparejar castigos. Un chico que llora arriesga ser ininteligible cuando crezca –un varón que llora. Se le dice, «contrólate, los chicos no lloran». El ‘chico’ deviene chico sólo escenificando la ficción que su propio llanto desmiente: dejando de llorar. El llanto se vuelve contorno de inteligibilidad para la identidad ‘varón’. La matriz de inteligibilidad no es un escenario que espere nuestra entrada. Esta lógica se alinearía bien con la teoría ‘dramatúrgica’ de Irving Goffman, que considera la persona pública como un papel, que el individuo puede abandonar ‘tras bastidores’ volviendo a ser sí mismo (Goffman, 1959). Butler, más radicalmente, no reconoce subjetividad alguna fuera de la matriz2. Su descripción explica, más que las interacciones, cómo un individuo construye su sensación de existir como ‘él’/’ella’. Construyen la matriz los proyectos de investigación, los sistemas jurídicos, y las campañas comerciales, así como nuestras tareas cotidianas: todas estas actividades están dirigidas hacia ciertos ‘tipos’ de gente, definiéndolos. Al responder a las diferentes llamadas de otras personas o estructuras sociales, resultamos constituidos según requieren estas ‘llamadas’ (Althusser, 1971). Nuestra identidad cobra naturaleza y se cauteriza en carne –nace un sujeto. Nuestra sociedad considera sana la persona cuyo sexo y género corresponden. Esta coherencia se demuestra mediante diversas acciones sociales, cotidianas, institucionales, académicas… Todas ellas son escenificaciones: es decir, el significado de cualquier comportamiento se encuentra en la forma en que encaja en la matriz de inteligibilidad, en aquéllos cuyas prácticas y miradas sostienen la matriz, y en el poder al que sirven dichas prácticas. Así, ‘ser varón’ escenifica lo que la matriz espera de los ‘varones’. Esta escenificación incluye ciertos accesorios (p.e., un pene, vello facial, una gorra de béisbol), ciertas responsabilidades sociales, etc. Mientras estés en ella, eres un varón. No hay verdad ‘bajo’ la escenificación (Butler, 1990, 16-25), y aunque algunos de sus aspectos 133
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parezcan más fundamentales que otros, eso depende de los espectadores. Así que, aunque solemos creer que el sexo es algo biológicamente concreto, en la cotidianidad no es así. Entre todos los varones que encontramos a diario, ¿a cuántos les hemos inspeccionado el pene para verificar su autenticidad biológica? ¿No será que normalmente nos basta con presumir su existencia? En la práctica, la identificación del género está basada en escenificaciones públicas, no en las partes privadas. ‘Homosexual’ y ‘heterosexual’, como ‘varón’ y ‘hembra’, son identidades derivadas de una escenificación 3. Lo demuestra cuán difícil es definir exactamente un homo- o heterosexual. ¿Qué comportamientos son ‘experimentales’ y cuáles constituyen ‘inversión’? Si un varón tiene relaciones heterosexuales hasta los treinta, y después pasa otros treinta años en una relación homosexual poliamorosa, para por fin sentar cabeza en una pareja heterosexual, ¿cómo la definiríamos? (sic) ¿Qué comportamientos indican deseos ‘reales’? ¿Habrá inspirado estas acciones el deseo de pasar tiempo con personas portadoras de ciertas marcas de género? No malinterpretemos a Butler: no está afirmando que la homosexualidad sea ‘sólo’ una construcción social, como si hubiésemos estado esperando sólo este anuncio para interrumpir la farsa. Ni dice que la gente se la juegue por deseos que sean un mero engaño universal. Los teóricos ‘queers’ no son escépticos ante la existencia de los homosexuales; tampoco cabe duda de que mujeres, o varones, existan ‘realmente’. Si acaso, estas categorías de identidad son demasiado reales. Pero, ¿cómo han llegado a dominar la forma en que la gente se entiende a sí misma y a los demás? ¿Qué criterios sociales demarcan el límite entre categorías? ¿Qué clase de vida transcurre en ellas? ¿Evolucionaremos alguna vez hacia algo más liberador y equitativo? Éstos son interrogantes ‘queers’, pues contemplan las identidades sexual y de género como fenómenos de una subjetividad naciente dentro de una estructura de poder temporal y sociohistórica. Su cuarto libro, La vida psíquica del poder (Butler, 1997), describe su visión de la psique, sobre la cual no podemos afirmar nada ajeno a las relaciones de poder. Incluso ‘hechos básicos’ tales como nuestro deseo, la comprensión de nuestro cuerpo, y las creencias que tenemos sobre nuestro papel reproductivo, se basan más en esas fuerzas que estructuran la vida, que en ningún atributo esencial en la vida. Para saber de una identidad, hemos de estudiar profundamente las estructuras de donde emerge, en vez de concentrarnos sobre el material biológico dispuesto en su rededor.4 134
3 De hecho, Butler prosigue demostrando cómo las prohibiciones relativas a la sexualidad y al deseo están íntimamente conectadas con el sexismo. No se limita, pues, a decir que la homosexualidad sea una construcción similar al género, sino que ambas construcciones están relacionadas a través del heterosexismo de la sociedad y del sesgo hacia la ‘heterosexualidad obligatoria’ (Butler, 1990:6).
4 Es importante reseñar que Butler no está diciendo que sólo relaciones de poder constituyan la psique, sino que cualquier noción de ella ya es política (Butler, 1993: 1-23).
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Queering NdT 1 Butch, que podría traducirse libremente por ‘camionera’, indica la lesbiana que se identifica con un papel de género masculino. El término de origen francés ‘Femme’ se referiría a la lesbiana que se identifica con un papel de género femenino.
La visión del mundo butleriana tiene un poderoso gancho político, que ha congregado numerosos académicos e investigadores bajo la bandera ‘queer’. Por simplificar, los estudiosos ‘queers’ hablan sobre género, sexualidad, y deseo (entre otros temas) problematizando el referente. Desdeñan proyectos que intenten averiguar si un personaje histórico (Lincoln, Juana de Arco, etc.) fue o no gai, o si los homosexuales son patológicos. Reexaminan la condición ‘queer’ de todos, en todo momento. La identidad ‘queer’ «demarca no una positividad sino una posicionalidad relativa a lo normativo– una posicionalidad no limitada a lesbianas y varones gais, sino disponible para cualquier persona que esté o se sienta marginado/a por sus prácticas sexuales» (Halperin, 1995, 62, cursiva mía). Con ello, aumentan enormemente las posibles alianzas políticas. Al contrario de identidades políticas divisivas, donde pugnan diferentes intereses, un movimiento ‘queer’ moviliza a quienes ‘no encajan’: no para decir, «¡Admitidnos! ¡Podemos adaptarnos!», sino para rechazar completamente el concepto de adaptación. Cualquiera puede ser/es ‘queer’. Ser hetero cuesta: requiere aprender tu papel, escenificarlo cuando toca, y negar toda parte de ti mismo que yazga fuera de la ley. Requiere repetir continuamente la escenificación de que no escenificas nada, repetir que tu identidad es esencial, a salvo de fracturas continuas. Ser ‘no-queer’ es un fenómeno regulador que pretende hacer la infinita diversidad humana cognoscible, reducible y, en última instancia, controlable. La condición ‘queer’ no estriba en vivir fuera del aparato regulador de la matriz de inteligibilidad, ya que en su exterior no hay verdadera existencia. No hay lugar desde el que podamos ver lo que realmente está pasando, porque el poder está entrelazado con todo. En cambio, la condición ‘queer’ se mofa de estas barreras: torcemos nuestra escenificación cuestionando las suposiciones ‘naturales’, combinando y emparejando de maneras vedadas, no solicitadas, viviendo (o investigando) como una serie de inferencias inconexas, subrayando que las supuestas relaciones ‘naturales’ de la matriz son meras construcciones. Para Butler, una relación lesbiana Butch/Femme NdT 1 no necesariamente debe ser cómplice de las normas heterosexuales, sino que también puede parodiar las exigencias de la matriz, que sólo permite ser femme teniendo
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vagina, o butch teniendo pene (Butler, 1990, p. 122-124). Esa relación desafía la supuesta coherencia sexo/género/deseo que el sistema exige, afirmando que «podemos hacer la heterosexualidad mejor que la pareja supuestamente ‘natural’». Más importante, Butler indica que las relaciones ‘Butch/Femme’ no copian el modelo heterosexual ‘original’, sino que muestran que no existe original –que la heteropareja supuestamente normal está atrapada en una escenificación que cree natural, pero que también la ‘Butch/Femme’ puede disfrutar. El propio término ‘queer’ incorpora la lógica de la teoría. Cuando muchos bienintencionados activistas gais rechazan su uso, por peyorativoNdT 2, no comprenden el verdadero poder de la palabra ‘queer’ –es decir, ‘peculiar’, ‘extraño’5. Porque sólo advirtiendo que ser ‘queer’ –ser diferente, sin explicación– no es un insulto, sino que merece orgullo, podremos dejar de preferir lo explicable (Halperin, 1995). Por eso los teóricos ‘queers’ usan términos tan poco convencionales –a veces aparentemente inconsistentes. Aquí hablaré de ‘minorías sexuales,’ ‘homosexuales,’ ‘queers’, y ‘gais’NdT 3 … ¿a cuál me refiero? Otros autores ‘queers’ usan términos que van desde MSMs (Machos que hacen Sexo con Machos), al exagerado ‘reinonas’, a ‘homos,’ hasta ‘fag hags’ NdT4. La razón de esta falta de rigor definitorio aparentemente irracional (¡casi ofensiva!), es precisamente que se está investigando el rigor definitorio de los términos. Ninguno de ellos posee un referente claro e inequívoco. ‘Homosexual’, supuestamente neutral, puede ser tan duro y limitativo como el supuestamente insultante ‘marica’. Y el progresista ‘queer’ puede utilizarse respetuosamente, mientras que ‘homosexual’ suele esconder un programa reduccionista y patologizador tras la antiséptica objetividad científica. Por sí solas, las palabras no contienen información; su significado emerge del contexto (Potter y Wetherell, 1987; Saussure, 1972). Por tanto, es importante leer una obra ‘queer’ holísticamente –observando cómo se desarrollan los términos en la argumentación, reconociendo cuáles se utilizan frívolamente, cuáles se ridiculizan, y cuáles se proponen. Con frecuencia, el investigador ‘queer’ evita definir claramente sus términos, eludiendo el riesgo de esencializar alguna categoría; en cambio, refiere al lector a la evolución del término en su investigación, y en el flujo de un texto dado. Ser ‘normal’ –conformarse a la estructura de poder– nada hace por romper esas fronteras que separan los deseos (o 136
NdT 2 Equivalente al castellano ‘marica’, entre otras acepciones. Véase la nota 6.
5 Es interesante señalar, no obstante, que ya en los años treinta existían comunidades de marginados sexuales que adoptaron el término ‘queer’ como autoidentificación positiva (véase Minton, 2002:62).
NdT 3 Pondré mi granito de inconsistencia … ‘queer’ … traduciéndolo unas veces por ‘marica’ y conservándolo otras en su forma original, entre comillas.
NdT 4 En el original, ‘fag hags’, formada por fag (marica) y hag (bruja). Con más relaciones que la mera consonancia, porque tanto brujas (hags) como maricones (faggots, apocopado en ‘fags’) han muerto en hogueras, alimentadas con haces de leña (faggots). ¿’Brujas marujas’?, ¿’mariconazas’?.
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6 LGBT es el acrónimo en ingles de Lesbiana, Gai, Bisexual y Transgénero. A veces se añade una Q, para indicar ‘Questioning’ (interrogación), o Queer. Por supuesto, sólo intento referirme a la psicología homosexual en general, sin excluir ninguna de las identidades en constante proliferación.
cuerpos) adecuados de los inadecuados. Según detallaré en la Sección II, la investigación que intente identificar mujeres ‘normales’, homosexuales ‘normales’, negros ‘normales’, etc., nunca logrará producir conocimiento liberador. No existe mujer ‘normal’, homosexual ‘normal’, etc.; al buscarlos, el investigador repite su escenificación. Cualquier descubrimiento que haga se limita a crear el objeto buscado; cualquier ‘materia’ que encuentre será postulada retroactivamente como aquello que inspirara la búsqueda, legitimando aún más la relativa categoría política. Esos pocos con pinta de ‘normales’ se benefician, pero aquéllos cuya desviación persista seguirán marginados. Muestre o no sesgo su autora, la investigación que da indebido relieve a las categorías de identidad lo hace siempre a expensas de una sexualidad más fluida, de una vida más libre.
Sección II: La investigación psicológica Trataré aquí ejemplos del campo de los estudios homosexuales y lesbianos. Comenzaré por la conocida investigación de Evelyn Hooker, de los años cincuenta, que demostró que no hay correlación necesaria alguna entre homosexualidad y neurosis. Hoy se considera que este trabajo abrió el camino a la investigación antihomófoba en psicología. Aún así, querría resaltar otro legado: Hooker estableció cómo hacer inteligibles a los maricas para la observación psicológica. Analizando algunos obstáculos que Hooker superó, mostraré cómo fueron construidos los ‘homosexuales normales’, excluyendo los ‘no normales’, y el papel que esta lógica de lo normal y su antítesis juega en la psicología contemporánea LGBT6. Sin criticar a Hooker -ejemplo notable del poder de la psicología al servicio de la verdad y la justicia-, quiero hacer las siguientes preguntas: ¿qué suposiciones sustentaban su investigación? ¿Qué poder fue cómplice de sus investigaciones? ¿Quién fue marginado en este proceso? Y, finalmente, ¿qué tipo de ‘homosexual’ quedó fuera del análisis, y qué tipo resultó preferido? Tras ello, analizaré escritos sobre pedofilia de James M. Cantor, investigador contemporáneo en psicología LGBT, escogido porque actualmente representa en EE.UU. la corriente principal en su campo. Mostraré cómo el énfasis sobre los homosexuales ‘normales’ ha hecho que, de nuevo, los psicólogos se ocupen de categorizar las minorías ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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sexuales, hablando en su nombre, en vez de ocuparse de liberarlas y ayudarlas a hablar con voz propia. Analizaré en particular por qué Cantor insta a realizar escáneres cerebrales de miembros de minorías sexuales. Este planteamiento, sea cual fuere su objetivo, intenta sustituir a las personas en la explicación de su propio deseo, y por consiguiente nunca puede ser liberador.
Evelyn Hooker Desde su origen (Halperin, 1990, p. 15), se ha usado el término decimonónico ‘homosexual’ para definir una patología –una persona de prácticas tan diferentes, que constituye un tipo inferior, que debe categorizarse, comprenderse, y controlarse. Como formulaba George W. Henry, uno de los primeros psicólogos de la desviación sexual, «la sociedad debe protegerse clasificando cuanto antes las variantes sexuales» (Minton, 2002, p. 51). Henry fue bastante progresista para su época, propugnando el trato más humano posible a los homosexuales. Su voluminosa monografía Variantes sexuales está repleta de testimonios directos de maricas, a quienes analiza utilizando una clasificación teórica personal (Henry, 1948). Por resumirla, traduce los muchos modos de vivir la sexualidad a un lenguaje objetivador, patologizante, con el que Henry trató de ‘protegerse’ él mismo (y a la sociedad) de la diferencia. Evelyn Hooker fue pionera en desafiar esta homofobia implícita. En los años cincuenta, se embarcó en un atrevido proyecto para probar que «los varones homosexuales no han de ser considerados necesariamente neuróticos sólo por su homosexualidad,» (Ruitenbeek, 1963, p. xiii). Aunque numerosas eminencias del momento lo dudaban, el valor y la determinación de esta psicóloga prevalecieron, y abrieron la puerta a extensas investigaciones sobre la ‘normalidad’ de los homosexuales. El papel de Hooker en la evolución antihomófoba de la investigación homosexual y lesbiana ha sido ampliamente comentado (APA, 1991; Schmiechen, 1992, Minton, 2002), pero sin analizar adecuadamente su método. Hooker adoptó algunas opciones metodológicas muy específicas, construyendo el ‘varón homosexual normal,’ identidad que ayudó a incorporar a la matriz de inteligibilidad, y que domina hoy tanto la investigación LGBT como muchos programas políticos. 138
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NdT 5 TAT son las siglas en inglés del Test Temático de Apercepción, concebido por C. D. Morgan y H. A. Murray, de la Universidad de Harvard, hacia 1930. El test de Rorschach fue concebido en 1921 por el psicólogo suizo H. Rorschach. MAPS son las siglas de ‘Make-A-Picture-Story’, literalmente ‘haz una historia con imágenes’: al sujeto se le suministran imágenes recortadas, que debe ordenar, elaborando a continuación una historia sobre cómo las ha dispuesto.
NdT 6 Asociación Americana de Psicología.
7 En su artículo, Hooker se refiere a los «aspectos fascinantes, frustrantes y gratificantes de los intentos de asegurar ambos grupos» (Hooker, en Ruitenbeek, 1963:142).
Cuando Hooker, entonces en la Universidad de California en Los Ángeles, intentó investigar la ‘adaptación de varones abiertamente homosexuales’, chocó con dos obstáculos diferentes: rígidos prejuicios sociales, y enormes dificultades de acceso real a su población de estudio. Irónicamente, lo que menos la preocupaba eran los prejuicios, y Hooker obtuvo para su investigación –verdadero logro para la época– financiación del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH). Para concederla, el NIMH controló su historial, comprobando que no fuera comunista ni lesbiana. Durante su investigación siguió siendo vigilada por los esbirros de Joe McCarthy (Minton, 2002, pp. 223-4). Igualmente arduo resultó localizar la población de estudio, que presentaba dos desafíos diferentes. Por una parte, la difícil búsqueda de gente que se considerara ‘homosexual’, así como ‘heterosexuales’, dispuestos a participar en el estudio (Minton, 2002, p. 227). Por otra parte, una vez que encontraba un sujeto, Hooker necesitaba cerciorarse de que realmente fuera ‘homosexual’ o ‘heterosexual’, según pretendía.
Encontrando una población: los homosexuales ‘puros» La investigación de Hooker es de apariencia sencilla, comparada con los diseños multifactoriales actuales. Reclutó a treinta varones homosexuales y treinta heterosexuales, y les aplicó una batería de ‘tests’ proyectivos (TAT, Rorschach, y MAPSNdT 5). Hizo interpretar los resultados por expertos, buscando indicios patológicos. Concluyó que «no había ninguna asociación entre inadaptación y homosexualidad» (Minton, 2002, p. 228). Este descubrimiento sacudió a la comunidad psicológica, provocándose un encendido debate en muchas convenciones de la APANdT 6 (Minton, 2002, pp. 256-62). Iniciar el proyecto presentó diversas dificultades7. Para empezar, ¿cómo asegurar que el sujeto fuera homosexual o heterosexual? La desconfianza que Hooker demuestra identificando ambos grupos resulta casi cómica cuando se lee: «Intenté obtener homosexuales puros; es decir, sin experiencia heterosexual» (Hooker, 1963, p. 144). Nótese la definición negativa de homosexualidad: no haber hecho nada de heterosexual. Ahora bien, ¿cómo fiarse de la palabra del individuo? Hooker describe cómo buscaba
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heterosexuales puros –algo igual de complicado que buscar homosexuales puros: Habiéndole descrito muy brevemente el proyecto, le preguntaba entonces, con naturalidad, sólo tras haber establecido una buena relación de cooperación, si había tenido alguna inclinación o experiencia homosexual,. Si el individuo parecía seriamente alterado por la pregunta, o respondía indeciso, o lo negaba vehementemente, no lo incluía en la muestra de treinta. Es posible, aunque lo dudo, que haya algunos heterosexuales en mi grupo con homosexualidad, oculta o latente. (Hooker, 1963, p. 145, con cursiva mía)
Se constata una cierta paranoia humorística en esta investigación de la homosexualidad, como en todas las sucesivas. Buscar individuos ‘puros’ genera sospechas, categorías inciertas. Pues no se puede reconocer un homosexual o heterosexual verdadero, si el sujeto no se identifica con tal identidad y se comporta coherentemente con la categoría. Para relacionar comportamiento e identidad, necesitamos creer que exista un núcleo puro ‘homosexual’ o ‘heterosexual’ que esté organizando ‘en lo más profundo’ su vida sexual. Y cruzar los dedos. Sin este acto de fe, el mismo comportamiento podría interpretarse de muchas otras formas. Los resultados de Hooker fueron ‘provisionales’, pero como dice Hendrik Ruitenbeek en la introducción de El problema de la homosexualidad en la sociedad moderna, [Hooker] nos proporciona razones para pensar que no sea preciso considerar neurótico al homosexual, sólo por su homosexualidad. En su ensayo, Albert Ellis va más lejos aún, subrayando la posibilidad de curar al homosexual – de convertirlo, por así decirlo, a la heterosexualidad (Ruitenbeek, 1963, p. xiii).
Las implicaciones reguladoras de los métodos de Hooker aparecen en la segunda frase citada: al descubrir que los ‘homosexuales’ no son más neuróticos que otras personas, surge la posibilidad de que sean ‘convertibles’. Debo resaltar que afirma esto un autor no ostensiblemente homófobo, que revisó el volumen para incluir investigación antihomofóbica. Pero en un proyecto de identificación de verdades sobre los homosexuales, y de identificación de los homosexuales como objetos cognoscibles con certeza, está implícita la voluntad de modificarlos. 140
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Construyendo una población: los homosexuales ‘normales’ Los comentarios de Ruitenbeek, lejos de ser únicos, reflejan un mensaje implícito en los entresijos del estudio de Hooker. Para ver cómo puede influir sobre las futuras investigaciones de la sexualidad, debemos examinar el contexto extratextual donde trabajó Hooker, trascendiendo la mera lectura del estudio. Antes de Hooker, casi toda la investigación psicológica sobre homosexuales había estudiado poblaciones ya criminales o ‘malsanas’: presos, varones o mujeres que ‘habían salido del armario’ con sus terapeutas, etc. «Por tanto, parecía importante, cuando emprendí la investigación sobre la adaptación del homosexual, obtener una muestra de homosexuales manifiestos que no vinieran de estas fuentes; es decir, que pudieran ser individuos que, al menos superficialmente, aparentasen una adaptación media» (Hooker, 1963, p. 142). La decisión de evitar estas personas de adaptación inferior a la ‘media’ es importante. Si Hooker hubiera pretendido mostrar la ausencia de diferencias psíquicas entre heterosexuales y homosexuales –la falsedad del prejuicio–, habría podido utilizar fácilmente una población carcelaria. Con treinta convictos homosexuales y treinta heterosexuales, las mismas pruebas podrían haber revelado que, no obstante la ‘desviación’ de ambos grupos, nada identifica a los individuos como homosexuales o heterosexuales. Tal investigación habría atraído atención crítica sobre las propias categorías de identidad, sin plantear ninguna afirmación normativa, evitando deshumanizar poblaciones criminales, como si su sexualidad fuese pervertida. En un experimento así, homo y hetero serían igual de desviados, e indistinguibles. En cambio, el método de Hooker, y su propósito de estudiar sólo varones homosexuales ‘normales’ (Minton, 2002, p. 226), deslegitimaron desde un principio las poblaciones ‘desviadas’. Hooker se proponía demostrar no que los homosexuales fueran simplemente como los heterosexuales, sino que también los homosexuales podían ser ‘normales’. Cuando indicó a su Director de Departamento que estaba estudiando ‘varones homosexuales normales’, éste le contestó, «¿Quién se cree usted? Tales personas no existen» (Minton, 2002, p. 224). Este intercambio muestra claramente el prejuicio y la ignorancia que combatía Hooker; pero quizás el Director no se haya equivocado del todo. ¿Existe acaso un homosexual ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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‘normal’? ¿Quién, o qué, es normal? ¿No son normales los homosexuales en prisión? Hooker respondió que conocía a muchos homosexuales normales, y que podría ‘reclutarlos’ para su estudio (Minton, 2002, p. 227). Análoga garantía dio al NIMH para ver financiada su investigación (Schmiechen, 1992). Nótese que la promesa misma de poder informar sobre dónde se ocultaba esa minoría resultaba una condición necesaria para recibir financiación. Las relaciones homosexuales eran ilegales entonces en la mayoría de los EE.UU., y la cultura gai estaba en proceso de formación. Más aún, la identidad de ‘homosexual’ contaba apenas con cincuenta años, y no todos los participantes en la cultura la asumían. Mientras que hoy casi todas las ciudades importantes, y gran parte de las medianas, tienen una zona o un bar gai donde muchos (aunque difícilmente todos) se autoidentifican como gais, en los años cincuenta se estaba empezando a formar esa comunidad ‘gai’ (D’Emilio, 1993). Así pues, encontrar gente ‘gai’ no quería decir encontrar gente con un determinado deseo, sino más bien personas ya dispuestas a nombrar su deseo de una determinada forma cognoscible y describible. Hooker obtuvo acceso a un grupo así gracias a su amigo y alumno Sam From (Schmiechen, 1992), que la presentó a la comunidad homosexual masculina de clase media de Los Ángeles. Hooker fue a sus bares, participó en sus fiestas, y los invitó a su casa; se sentía cómoda, y se llevaba bien con esta gente. En suma, para Hooker estos varones eran normales, por lo que basó su investigación en esta población. Casi todos eran miembros de la Sociedad Mattachine, la primera organización gai de los EE.UU. Ciertamente, no eran normales, si por normales entendemos representativos de cómo vivían y se entendían a sí mismos la mayoría de los homosexuales de la época. Mayoritariamente blancos, de clase media, valoraban la monogamia, se entendían miembros de una comunidad gai, y sentían todos interés por promover el proyecto jurídico de liberación gai (Hay y Roscoe, 1997). Como recuerda Hal Call, uno de sus primeros líderes, Queríamos que se produjeran cambios, celebrando conferencias y discusiones, y convirtiéndonos en sujetos de investigación, y relatando nuestra historia. Queríamos ayudar a la gente del mundo académico y de las ciencias del comportamiento a transmitir la verdad a quienes tenían influencia en la ley y en su aplicación, los tribunales, la justicia, etc. (Minton, 2002, p. 174; cursiva propia) 142
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Lejos de ser participantes pasivos y desinformados en un estudio, eran un grupo muy organizado, con un programa político propio, que incorporaba una voluntad de exponer la propia psique a la ortodoxia científica, abandonando las sombras de la marginación, y (a pesar de la construcción de Call) de lograr que su historia fuera relatada en su nombre en el lenguaje de la psicología científica. Esto distaba de ser normal también en otros aspectos: pocos maricas gozaban de su situación económica, y menos aún eran miembros de
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una comunidad bien organizada y políticamente motivada. Se habrían dicho gais, entendiendo su deseo como específicamente ‘homosexual’, menos maricas aún (Halperin, 1990). Evidentemente, esta actitud les benefició: fueron la primera homosexualidad que desvelara nombre y semblante, creando una nueva casilla en la matriz de inteligibilidad, idónea para su clase de desviación sexual. Los miembros de la Sociedad Mattachine confiaban en los beneficios de narrar su historia, porque según muchos otros criterios eran cómplices de la fantasía del ‘estadounidense normal’ de los cincuenta: varones blancos, autosuficientes, capitalistas. De hecho, este modelo de homosexualidad pasa por norma en el discurso contemporáneo (piénsese en Will and Grace y en Queer as Folk), mientras que los presos homosexuales siguen casi completamente ignorados, y pocas investigaciones afrontan sus experiencias. Los desviados sexuales incapaces de adaptarse a los EE.UU. capitalistas fueron ignorados, no incluidos: la investigación de Hooker no los emancipó. Hooker no descubrió, sino que creó, la normalidad homosexual. Fue una especie de embajadora entre la estructura jurídico-científica, y la minoría homosexual recientemente organizada. Este homosexual nuevo, ‘normal’, iba a convertirse en el canon de medir maricas, en el modelo al que pudiesen aspirar, descubriendo sus deseos, los nuevos maricas. El ‘homosexual Mattachine’ podía vivir en cualquier barrio burgués. Era la solución perfecta al ‘problema’ creciente de la homosexualidad (Ruitenbeek, 1963).
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James Cantor 8 Asociación para el Estudio Psicológico de las Cuestiones Lesbianas, Homosexuales, y Bisexuales.
El trabajo de Hooker, aunque justamente ensalzado entre las investigaciones antihomofóbicas pioneras de la psicología estadounidense, también sirvió para construir el ‘homosexual normal’. Su investigación fue productiva : Hooker no ‘descubrió’ algo nuevo, sino que presentó un grupo de gente como el nuevo canon para pensar sobre quienes participan en ciertos comportamientos. Al hacerlo así, sostuvo la premisa de que los varones que practican sexo con otros varones compartan algún atributo esencial, afirmando que existe un modo ‘normal’ de expresar este atributo, y excluyendo por ende a todos los ‘no normales’. Este homosexual normal se ha convertido en la regla de oro con el que comparar a otros pervertidos sexuales, y para la cual se diseñan las directrices políticas. Muchos psicólogos actuales mantienen este modelo de investigación sexual, intentando demostrar la ‘normalidad’ de los homosexuales, apartando lo ‘anormal’ a un lado. No obstante su buena intención, la actitud ‘cientifista’ de estos investigadores les impide asumir que están construyendo su objeto de investigación. Como resultado, continúan marginados quienes no somos homosexuales ‘normales’, y negados los efectos potencialmente positivos del abandono de las concepciones normativas de la sexualidad, en favor de la libertad y de la poliperversidad. Examinaré ahora la investigación y las propuestas de James M. Cantor, para ver un ejemplo de cómo habita este legado normalizador en la psicología convencional. El trabajo de Cantor representa la principal corriente contemporánea de la investigación psicológica LGBT en Norteamérica. Cantor colabora regularmente en prestigiosas revistas de sexualidad, y ha sido un presidente sumamente dinámico de la Sección 448 del Comité Científico de la APA: su visión científica y psicológica está profundamente enraizada en las instituciones que lideran actualmente la psicología LGBT. Ha publicado una ‘Lista de los diez principales’ entre ‘los más candentes temas de investigación’ de la psicología LGBT (Cantor, 2003), lo que demuestra su interés por dar un enfoque específico a este campo de conocimiento, consciente de su papel en ello (su propia obra aparece en la lista). Cuando empecé a cuestionar la obra de Cantor, no sabía aún que la comunidad investigadora y activista transgénero (Conway et al., 2003; Mistress Krista y Pandora, 2003) ya la estaba examinando minuciosamente. Aunque no describiré
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esta controversia, los críticos de Cantor parecen expresar una crítica ‘queer’ análoga a la mía. Aunque las investigaciones de Cantor sobre transexualidad y homosexualidad son diferentes, este artículo puede arrojar cierta luz sobre las premisas metodológicas generales en su investigación, que provocan las evaluaciones negativas de aquéllos que supuestamente trata de defender. Analizaré aquí un breve artículo escrito para el boletín de la Sección 44, titulado ‘Homosexualidad masculina, ciencia, y pedofilia’ (Cantor, 2002). Sus ideales son nobles: desea que superemos la idea de que haya una predisposición homosexual a la pedofilia. Sin embargo, afronta esta tarea ‘precisando’ la definición de homosexual (peligroso, si comprendemos lo impreciso –y político– que es el término en su naturaleza). Afirmaciones tales como «de seis a ocho millones de muchachos fueron objeto de abusos antes de los dieciocho años de edad, por parte de entre uno y dos millones de homosexuales adultos» (Walker, 2001) son medias verdades. Aunque se podría decir razonablemente que los perpetradores de estos abusos fuesen pedófilos homosexuales, nada indica que fueran homosexuales teleiófilos (es decir, varones gais). Referirse al sexo y no a la edad que atrae eróticamente a los delincuentes es un mero sofisma (Cantor, 2002).
Resaltemos la estrategia seguida, pues su propósito principal es marcar distancias entre el homosexual adecuado y el desviado. Son sofistas quienes no distinguen entre objetos de deseo adulto e infantil: están haciendo juegos de palabras, pues el ‘verdadero homosexual’, según Cantor, sólo desea a sus coetáneos. Los varones pedófílos experimentan erecciones peneales cuando ven imágenes eróticas de niños, al igual que los varones teleiófilos experimentan erecciones cuando ven imágenes eróticas de adultos [citas] Tanto los varones gais como los heterosexuales demuestran escasa reacción al ver imágenes eróticas del grupo de edad para ellos menos interesante, al igual que tanto varones gais como heterosexuales exhiben escasa reacción al ver imágenes eróticas del sexo que les interesa menos [citas] Así pues, para describir el interés sexual de un varón es necesario precisar el sexo y la edad que le interesan … (Cantor, 2002)
Antes de que siga discutiendo las implicaciones que conlleva el intento de Cantor de precisar más el término 146
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9 Véanse Mistress Krista y Pandora (2003) para encontrar análogo rechazo hacia las categorías que Cantor utiliza para demarcar diferentes ‘tipos’ de transexual.
‘homosexual’, querría destacar cómo localiza la verdad de los deseos de su sujeto. Aquí se distancia mucho de Hooker, la cual abrigaba esperanzas de ayudar a los homosexuales a narrar su propia historia. En cambio, Cantor utiliza la biología para determinar qué ‘son’ sus sujetos. Su método requiere un sensor de erección; lo que el sujeto pueda tener que decir sobre esta erección resulta irrelevante para categorizarlo. Al final del artículo, no obstante, Cantor no se queda en los sensores: Es muy probable que los datos que más influirán en el futuro del debate sobre pedofilia y homosexualidad sean neurológicos. Los estudios de la función cerebral han revelado ciertos esquemas de funcionamiento en el varón gai normal que lo distinguen del varón heterosexual [citas] Análogamente, el funcionamiento cerebral del pedófilo parece distinguirse del teleiófilo según otro esquema diferente [citas] Aunque todavía no se haya comparado la función y estructura cerebrales de teleiófilos y pedófilos homosexuales, se espera que tal investigación aportará datos máximamente decisivos sobre las diferencias básicas entre ellos. (Cantor, 2002)
El principal interés de Cantor es diferenciar el gai adecuado del marica y desviado. No llega a vislumbrar que la creciente complejidad de estas categorías revele su inutilidad para explicar la naturaleza real del deseo9 . Tampoco explica la complejidad general de la pedofilia, ni las posibles diferencias internas. Porque Cantor está buscando, sobre todo, algo ‘ real’ que distinga definitivamente la homosexualidad normal de su parienta desviada. Las erecciones sirven a este fin, y las exploraciones tomográficas del cerebro, aún más. Sin embargo, es desconcertante que nunca explique si alguno de estos factores nos puede ayudar a controlar el comportamiento sexual predatorio. Porque la opción de abusar de un inocente está al alcance de todos nosotros, independientemente de erecciones y estructuras cerebrales (por supuesto, ocurre igual con la conducta homosexual). Quizás Cantor aprecie cada vez más, precisándolos, los términos que usa para entenderse a sí mismo, pero no nos aporta razones para pensar que estas definiciones mejoradas representen realmente cómo se viven las vidas descritas. Dos son las conclusiones. Primero, la dimensión política de esta investigación no es necesariamente progresista. ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Mediante un sensor peneal, la matriz de inteligibilidad está reduciendo las complejas fantasías y recuerdos que integran la vida sexual de un individuo a una cuestión de potencial priápico. Versión adolescente del deseo: «si me la levanta, me lo follo». Que los investigadores no reconozcan esto como construcción, da escalofriante cuenta del poco camino recorrido desde que se sostenían ideas como la del ‘hermafroditismo del alma’ (Foucault, 1978, p. 43). Segundo, realizar escáneres PETNdT 7 de los ‘pedófilos’ es un concepto orwelliano, que nada hará por eliminar los comportamientos sexuales predatorios. Tal planteamiento busca la verdad de la pedofilia en el lugar incorrecto: fuera de la subjetividad del pedófilo. Al parecer, la comprensión de la propia conducta es ilegítima, y hace falta un ‘experto’ para explicar el deseo del pedófilo. El investigador (a) afirma conocer el deseo de una persona mejor que ella misma, y (b) denomina este deseo con su propia terminología oficial. Sería difícil encontrar un ejemplo más claro de poder opresivo en acción.
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NdT 7 La tecnología de escanerizado PET (siglas en ingles de ‘tomografía por emisión de positrones’) permite obtener imágenes del cerebro en funcionamiento.
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Con los ejemplos de Hooker y Cantor, espero haber mostrado que la metodología no es una herramienta neutra cuando se utiliza para evaluar la verdad de una población situada ‘allí afuera’. Definiendo su muestra, y realizando su investigación, Hooker creó el homosexual científico y cognoscible, en detrimento de quienes pasaron el corte, y contribuyó a incrementar la regulación de quienes puedan, o no, pasar dicho corte. No eliminó el concepto de que haya diferencias radicales entre homosexuales y heterosexuales; en lugar de ello, la homosexualidad se siguió consolidando como una identidad con cepas normales y desviadas. Cantor representa la siguiente generación de investigadores de la sexualidad. No solamente ha continuado el proceso de distinción entre deseo homosexual normal y desviado, sino que sostiene que se debe identificar un substrato biológico de todos los deseos. Nos devuelve al punto de partida: en lugar de los maricas, hablan expertos que intentan influir en las directrices políticas según su propio concepto del ‘Bien’ y de la ‘Salud’.
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Sección III: Hacia metodologías de investigación ‘queers’ Llevando a su fin último la lógica de Butler, advertimos que un elemento constitutivo de ‘ser un homosexual’ consiste en disponer de un psicólogo para etiquetar la persona como tal. El término homosexualidad, aunque de origen algo misterioso, cobró aceptación en la psicología (Halperin, 1990; Foucault, 1978). No tengo del todo claro cómo llegó la gente a adoptar este término para autocomprenderse, y probablemente merezca ser investigado. Esto sería una investigación ‘queer’ –porque intentaría comprender cómo se forma y se despliega la subjetividad, y no presume saber desde un principio qué sea un ‘homosexual’. La homosexualidad no sólo es producto de la ciencia, sino también de las ciudades, del capitalismo, de la reorganización social de la postguerra, de los sistemas jurídicos, y de otros factores (D’Emilio, 1992; Greenberg, 1988; Foucault, 1978). La lista no tiene fin, y nos proporciona por tanto infinitas posibilidades ‘queer’ de combinar y emparejar; con todo, el científico seguirá presente en ella, hasta donde puedo prever el futuro. Mientras vivamos en una sociedad que distribuya bienes y servicios esenciales en base al deseo y al sexo, los investigadores seremos responsables de garantizar que se produzca conocimiento bueno, útil y liberador. ¿Cuál es la mejor ruta hacia nuestra meta? No existe una sola respuesta. Los científicos sociales innovadores deberían continuar experimentando y explorando los métodos y conocimientos que puedan ayudarnos a comprendernos a nosotros mismos, y nuestras opresiones. Por eso, en verdad, no puede haber una metodología de investigación ‘queer’, sino muchas metodologías. No existe una verdad única para la identidad sexual y la sexualidad, de donde se sigue que no existe un método único para generar respuestas sobre tales temas. Sin embargo, existen ciertas heurísticas básicas que una metodología ‘queer’ debería considerar. Primero, la metodología de investigación ‘queer ’ debería ser reflexivamente consciente de cómo constituye el objeto que investiga. Muchos métodos de investigación positivista, presuponiendo una dicotomía sujeto-objeto, eluden la naturaleza constitutiva que tiene la producción de 150
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conocimiento. Cuando los investigadores reconocen su papel en la producción de conocimiento, la investigación gana en equilibrio. De ahí una segunda heurística ‘queer’, a saber, que la investigación deba explicar su objeto cualitativamente. No por implícita fobia a los números, sino porque todo intento de cuantificar homosexuales, heterosexuales, etc., presupone una sospechosa coincidencia entre los deseos de los individuos y sus vidas. Los planteamientos cualitativos tienen mejores posibilidades de explicar las experiencias ‘queers’ en los mismos términos que usa la gente concreta que está viviéndolas. Éste es el conocimiento más liberador de todos, porque habla directamente a la experiencia de los oprimidos. Como Kidder y Fine explican, «la naturaleza de los datos cualitativos… no consiste simplemente en que sean ‘no números’, sino en que se analizan escuchando qué dicen los informadores, no observando categorías e hipótesis predeterminadas» (Kidder y Fine, 1997) . Debemos recordar que la investigación psicológica LGBT emancipadora depende de la contribución bienintencionada de maricas (Kameny, 1965). Acuden a nuestras consultas, llenan nuestros cuestionarios, se colocan sensores en sus penes, nos permiten escanerizar sus cerebros, etc. Sustenta su actitud una fe implícita en que renunciando a su intimidad y exponiéndose a nuestro sistema de observación y clasificación, su vida, y las vidas de gentes en situaciones similares, mejorarán. Los científicos debemos respetar nuestra parte del trato. La demostración continuada de la normalidad marica es contraproducente –se limita, o casi, a destacar el varón blanco de clase media que todos nosotros escondemos, y no nos permite descubrir nada nuevo: una maricondición que quizás podría agitar la sociedad y, al hacerlo así, traer cambios verdaderos y emancipadores. Ha llegado la hora de tal investigación. Por último, también querría exhortar a los psicólogos a abandonar la quijotesca búsqueda de una etiología de la homosexualidad. Como Mary McIntosh dice, «se podría, al igual que para la homosexualidad, intentar descubrir la etiología de ‘la presidencia de comités’ o ‘del adventismo del séptimo día’ « (McIntosh, 1996, 34). No sólo por la arbitraria agrupación de deseos dentro de una categoría de identidad, sino también porque intrínseca en el proyecto se halla una voluntad-de-saber que objetifica e intenta ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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‘normalizar’ lo propio por excelencia de cada persona: sus placeres y deseos. Quede claro que no es mi intención ser negativo, sino posibilitar que los investigadores psicólogos reflexionemos sobre los tipos de conocimiento que estamos generando. Nombrando una población de estudio, escogiendo prácticas y comportamientos operativos, e incluso examinando una MRINdT 8, estamos fabricando una realidad generada por las mismas preguntas que hacemos. No es que toda la investigación LGBT durante los últimos cincuenta años haya sido un desperdicio, ni tampoco estoy sosteniendo que toda investigación en sexualidad sea intrínsecamente cómplice de la opresión del marica. En vez de ello, estoy abogando porque comencemos a plantearnos ciertas preguntas sobre nosotros mismos en cuanto investigadores, y porque integremos estas preguntas en la investigación. Deje la investigación ‘queer’ de añadir letras a la investigación LGBT, y cree, en lugar de ello, una base de conocimientos sobre cómo estas categorías devienen cotidianamente tales, y son vividas. En la periferia de las ciencias sociales ya están naciendo esos proyectos, a medida que los estudiosos intentan comprender los interrogantes que deberían plantearse en las investigaciones sobre sexo, género, sexualidad, e identidad (véanse en especial McIlvenny, 2002; Coyle y Kitzinger, 2002; Holmes y Warner, 2004; Seidman, 1996; Stein, 1999). Ésta sería una metodología de frontera, que no intentaría volver inteligibles las cosas en los términos del heteropatriarcado, sino que intentaría descubrir las propias palabras de estas fronteras. En última instancia, sería una metodología que comprende la naturaleza escenificadora de la identidad, y que no intenta descubrir lo social en lo biológico.
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NdT 8 MRI son las siglas en inglés de ‘imágenes obtenidas por resonancia magnética’ (resonancias).
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Visiones de las homosexualidades en la producción científica reciente Fernando Sánchez Amillategui
1. Introducción En el mundo contemporáneo, la ciencia –y especialmente las ciencias dichas ‘duras’, es decir, las de pretendida objetivación lógico-experimental– se utiliza de forma creciente como apoyo a la toma de decisiones políticas de primera magnitud. Sale así la ciencia de su ámbito más especializado de actuación, convirtiéndose en uno de los discursos imprescindibles para entender la sociedad y la cultura contemporánea, incluso para los ciudadanos no científicos. Por poner sólo un ejemplo, hemos observado cómo en la reciente discusión (primavera de 2005) sobre la reforma del código civil español, una parte de la actuación de los grupos a favor de esta reforma ha consistido en enviar estudios científicos a los grupos parlamentarios , defendiendo ‘científicamente’ la bondad de su postura. Ello no obsta para que las decisiones políticas se puedan tomar, y de hecho se sigan tomando en algunas ocasiones, en contra de la evidencia científica disponible; pero la corrección política exige que se tome en cuenta de alguna manera, incluso oponiéndole en su mismo plano discursivo argumentaciones científicas de signo contrario, aunque en ciertos casos se pueda sospechar que hayan sido obtenidas ‘ad hoc’. Mejor vestir una arbitrariedad con ciencia ‘dudosa’, piensa seguramente quien ello decida, que no dejarla en científica pelota. Por supuesto, los operadores culturales en muchos ámbitos no pertenecientes a las ciencias experimentales están igualmente sujetos a la influencia de la actividad científica y de sus métodos de trabajo y de validación. Esta influencia es al menos doble: por un lado, influencia mediada a través del discurso político-social antedicho; por ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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otro, influencia metodológica directa, ya que durante los últimos decenios las ciencias experimentales, y muy especialmente la física y la biología, han conformado un estándar epistemológico que, aunque diste mucho de estar libre de críticas, ha ejercido una presión impresionante sobre otras áreas de conocimiento, y en particular sobre las ciencias sociales y humanas. La carta de legitimidad de cualquier actividad de producción de conocimiento, en cierta medida, viene otorgada hoy por su sometimiento a dicho estándar. Y como ya se ha apuntado, la ciencia dista de ser independiente de los poderes fácticos: política, complejos industriales, etc. En un plano menos evidente, pero que puede ser incluso más importante, la ciencia tampoco es independiente de los mismos individuos que la generan: la científica tiñe ideológica y epistemológicamente, de forma consciente o inconsciente, los mismos resultados que está generando. La ciencia, que en la ilusión ilustrada era un observatorio imparcial del mundo, adopta también, en cierta medida, la naturaleza de luz que escoge qué iluminar, y de espejo que decide qué reflejar. Espejo cambiante, pues la ciencia es mutable por propia naturaleza. Huérfana del confortable principio de autoridad1, la producción científica puede ser, en cualquier momento, modificada de múltiples maneras: revisada, contradicha, integrada en un paradigma más amplio. El presente embrión de estudio se fija pues como objetivo ofrecer a nuestra comunidad epistemológica una síntesis sobre cómo son vistas las homosexualidades a través del prisma de la producción científica contemporánea. En efecto, estas visiones se encuentran habitualmente fragmentadas, conocidas sólo por un público especializado (o mejor dicho: por un conjunto de públicos usualmente incomunicados entre sí). Espero que esta descripción sirva para reflexionar2 sobre uno de los contextos que condicionan nuestros estudios gais y lesbianos3. Este estudio, al ser puntual y no longitudinal (es decir, al no cubrir una serie temporal que permita comparaciones), no puede plantear afirmaciones sobre la dinámica de la ciencia, qué temas se estén privilegiando y, cuáles reduciendo. Ello será posible sólo mediante eventuales extensiones del estudio hacia el pasado reciente, y por supuesto, hacia el futuro. 156
1 Aunque siga actuando subterráneamente, de cualquier manera, en la ciencia contemporánea, limitando financiaciones públicas o privadas a determinadas líneas de investigación, o incluso ilegalizándolas –véase el reciente ejemplo de la reproducción asistida, en muchos países occidentales: especialmente notable en Italia, EE.UU., la España del octenio popular, etc.– o comprando y silenciando resultados. Consolémonos pensando que los tentativos de control de la ciencia, desde el Renacimiento en adelante, han rendido indirecto reconocimiento al enorme poder que tienen la investigación y la búsqueda de conocimiento.
2 Considere el lector (con un poco de sano relativismo, vista la pasmosa penetración cultural que tiene todo aquello que viene de ‘la ciencia’, incluso para la persona avisada) que esta investigación, al describir una parte del universo cultural de la ciencia, de ninguna manera lo equipara automáticamente con ‘la verdad’.Pretendo citar el mínimo de contenidos de los trabajos analizados, puesto que el objetivo de la investigación no es entrar en ellos. La bibliografía será, por consiguiente, extraordinariamente sucinta, ante la imposibilidad de citar la totalidad de artículos cuyos resúmenes han sido estudiados.El correspondiente archivo bibliográfico completo está a disposición de toda persona que me lo solicite para sus investigaciones.
3 Aquí, y en todo el resto del artículo, utilizaré ‘gai y lesbiana’ por brevedad, refiriéndome también con ello a toda la gama de orientaciones bisexual, trans-
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2. Metodología género, ‘queer’, y cuantas vinieran en mente a la lectora más puntillosa.
4 La elección metodológica sitúa el estudio en el ámbito cultural tendencialmente anglosajón; la terminología de búsqueda es, pues, inevitablemente inglesa. Por ahora, no encuentro alternativa a esta limitación conceptual.
5 CC (R) Search accede a más de 7.000 revistas de investigación (ciencias médicas y experimentales, ciencias humanas y sociales, tecnología). Scirus (de Elsevier BV), es un motor de búsqueda especializado en ciencia; además trabaja sobre una base de datos de revistas científicas, técnicas y médicas (incluyendo ScienceDirect). e indexa patentes. Ingenta Connect es un servicio multidisciplinario de búsqueda de documentos; cubre casi 18 millones de artículos, de casi 29.000 publicaciones periódicas. SwetsWise ( Swets Information Services), indexa tablas de contenidos y resúmenes de casi 17.000 revistas.
Para realizar el objetivo planteado, decido analizar la producción científica a través de una muestra que responda a los siguientes criterios: · Origen: principales bases de datos científicas, · Forma: artículo de investigación, · Temática: apreciablemente relacionada con las homosexualidades, · Período: año 2004, y primer trimestre de 2005. Por las dificultades de identificación rigurosa de la población, que se comentan más adelante, no hay pretensión, en sentido estricto, de representatividad estadística. Sí se pretende obtener una muestra suficientemente numerosa, de manera que las conclusiones del estudio cuantitativo permitan realizar análisis cualitativos con significado, en sentido amplio. Se han empleado varias palabras clave (‘gay’, ‘lesbian’, ‘homosexual’4), junto con otros criterios que se resumen en la siguiente tabla.
Es difícil evaluar con detalle la población de estudio (es decir, artículos originales de investigación científica publicados sobre el tema durante el año 2004-2005 y listados en bases de datos internacionales). Intentando una estima prudente, la población de estudio podría rondar las 800-900 unidades. Cada base opera con un criterio diferente; el material que sale del filtrado contiene elementos no deseados; por supuesto, hay además superposiciones; tampoco hay univocidad en la asignación de palabras clave. Resulta además limitativo que las bases de datos consultadas estén muy enfocadas al mundo cultural anglosajón. La muestra inicialmente extraída de este conjunto se depura eliminando duplicados, materiales formalmente ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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inadecuados (editoriales, cartas, reseñas de libros, etc.), apariciones de otros términos no relacionados (p.ej. GayBerne). Se han mantenido en cambio, por ser dignos de interés, los artículos cuyo autor no ha puesto en relación explícita con la temática de estudio, pero cuyos términos claves, que sí tienen esa relación, han sido añadidos durante su elaboración bibliográfica6. Pues arrojan luz sobre las visiones que las instituciones científicas actuales (incluidas las bibliográficas, por su significatividad) tienen sobre las homosexualidades. La muestra definitiva ha cubierto 350 artículos, cuyos resúmenes han sido estudiados. De una reducida submuestra de los mismos ha sido examinado el texto completo. A continuación, esbozaré una descripción cuantitativa de la muestra, para continuar con un epítome de las visiones contenidas en ella. Finalmente, presentaré unas valoraciones personales.
6 Véase al respecto la nota 12.
3. Algunas descripciones cuantitativas de la muestra 3.1 Origen geográfico El 90% (314) de la muestra son artículos que corresponden a un único país; el 10% (36) corresponden a dos o más países. El conjunto proviene de 24 países de los cinco continentes:
Cabe destacar ausencias científicas y culturales de relieve, tanto mundiales (Rusia, Japón, India, China, Colombia, Argentina, Méjico, …) como dentro de la Unión Europea 158
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(Austria, Dinamarca, Polonia, ...). Los EE.UU. lideran, con diferencia, los diez países más presentes en la muestra:
Ahora bien, la comparación científica entre países, para ser efectiva, ha de ponderar el número absoluto de artículos con otros índices relacionados con la producción científica. Si escogemos (UNESCO, 2005) el número de profesores de enseñanza universitaria (datos 2003/2003), y ponemos en relación ambos parámetros, el orden cambia sensiblemente:
Seis países no figuran en este análisis ponderado, al no disponerse para ellos del índice UNESCO de referencia. Los datos de China (Hong Kong), Irlanda, Bélgica, etc., han de considerarse con mayor prudencia, por las exiguas dimensiones de sus respectivas submuestras. Con las debidas reservas, se distingue claramente un grupo a la vanguardia cuantitativa, liderado por el Reino Unido, Países Bajos, Canadá y USA. En un segundo plano, dentro del resto de la Unión Europea, destaca únicamente Francia. ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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3.2 Revistas de origen Aquí analizo los artículos de la muestra en función de cómo se distribuyen en las revistas de proveniencia. La dispersión es notable: los 350 artículos de la muestra proceden de 209 diferentes publicaciones periódicas de carácter científico. Entre ellas, la distribución es muy desigual: en 156 revistas (el 75% del total), la presencia es puntual, pues recogen un solo artículo de la muestra.
Las quince publicaciones más representadas en la muestra, que en conjunto aportan 105 artículos (30% del total) son:
7 En el periodo bajo estudio, Journal of Homosexuality publica cinco números (en el 2004: Vol. 46, N° 3/4, Vol. 47, Nos. 1, 2 y 3/4; en el 2005: Vol. 48, N° 1), que recogen un total de 48 artículos. La submuestra representa, pues, un 29% de este total.
8 Sobre Archives of Sexual Behavior, la revista no especializada en homosexualidades más representada en la muestra, se ha realizado un control cruzado, examinando su producción editorial durante el periodo bajo estudio. Publica siete números (en el 2004: Vol. 33, Nos. 1 al 6; en el 2005: Vol. 34, N° 1), que recogen un total de 60 artículos. Estimo que 18 de estos artículos, por temática, podrían estar en la muestra. Como la correspondiente submuestra tiene 11 elementos, representa, pues, un 61% de este total de referencia.
9 En el periodo bajo estudio, GLQ – A Journal of Gay and Lesbian Studies publica cinco números (en el 2004: Vol. 10, Nos. 1, 2, 3 y 4; en el 2005: Vol. 11, N° 1), que recogen un total de 20 artículos. La submuestra representa, pues, un 20% de este total.
10 Nótese que en la relación figuran dos revistas especializadas en estudios gais y lesbianos (Journal of Homosexuality, y GLQ A Journal of Lesbian and Gay Studies). Nótese también, como curiosidad que subraya las limitaciones de la metodología, y del sistema estudiado, la presencia de una publicación en el extremo opuesto del espectro ideológicocultural (Christian Bioethics)10. Aunque suponga anticipar cuestiones relativas a la temática tratada (§ 3.4), es inevitable advertir que nada menos que 7 de estas 15 publicaciones se especializan en diversas cuestiones relacionadas con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. 160
En efecto, ha conquistado esta presencia mediante la simple publicación (e indexación bibliográfica, por supuesto) de un monográfico dedicado a la homosexualidad (AgostoDiciembre 2004, Vol. 10, Nos. 23), en el marco de la precampaña política que precediera las elecciones presidenciales en EE.UU.
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3.3 Reconocimiento y presencia de las homosexualidades 11 No he considerado en este análisis marcadores indirectos (como por ejemplo, ‘HIV/AIDS’) que en el imaginario colectivo, tanto científico como popular –así como en los datos cuantitativos que recoge el presente estudio–, se ponen en clara relación con las homosexualidades.
Para evaluar la visibilidad de los estudios gais y lesbianos, es importante estudiar cómo se menta el argumento de estudio en los títulos de los artículos. En 225 ocasiones (64% del total) aparece el término ‘gay’, u otros equivalentes en sentido amplio; en 22 casos (6% del total) está presente la mención especular ‘hetero-’, u otros equivalentes. Pero en un 31% de los artículos de la muestra, no figura en el título ningún ‘marcador de tema’ directo11 que ayude al observador a inferir del solo título que el artículo trata cuestiones ligadas a la orientación sexual o afectiva. Cuantificando las presencias en los títulos de los términos, ya solos, ya en combinación con otros, y agrupándolos en familias semánticas, la preponderancia de ‘gay’ y ‘lesbian’ es evidente. Incluyo en paralelo igual análisis de la contraparte.
3.4 La temática estudiada Analizando los contenidos de los resúmenes, he asignado a cada artículo un máximo de tres temas principales. Los quince temas –en realidad, familias temáticas– que aparecen con mayor frecuencia son los siguientes:
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Aparte de la considerable presencia de cuestiones ligadas a la enfermedad (VIH/SIDA, enfermedades de transmisión sexual, síndromes clínicos), en parte explicable por la significativa presencia de las ciencias de la salud en las bases de datos exploradas, encuentro digna de mención la significativa posición que ocupan «Grupos étnicos» (8ª) y «Drogas» (11ª; familia temática en parte médica, en parte con evidentes connotaciones de marginación), para identificar, como es el objetivo del artículo, el tipo de visiones imperantes en la producción científica contemporánea. Cumplido este análisis cuantitativo, pasaremos a estudiar cuáles son las visiones que transmiten los principales argumentos tratados, desde diferentes disciplinas, que interactúan frecuentemente.
12 Destaco un curioso fenómeno: la práctica bibliográfica, adusta guardiana de la ciencia contemporánea, en algunas ocasiones relaciona ‘de oficio’ el VIH/SIDA con la homosexualidad, especialmente masculina: en diversos artículos de la muestra sobre el argumento, donde las autoras no han escogido ‘homosexualidad’ como palabra clave, es asignada de cualquier manera por la base de datos, incluyéndola en las palabras clave adicionales.
13
4. Visiones desde las ciencias de la salud 4.1 El mundo del VIH/SIDA sigue atrayendo especialísima atención científica12 (29% de presencias). Dentro del mismo, los temas más frecuentes son la terapia HAART13 y relacionadas; la prevención, la vacuna, las bases fisiológicas de la resistencia a la infección VIH –incluyendo las genéticas–, y la interacción entre VIH/SIDA y otros posibles cofactores específicos, con mucha atención a las hepatitis B y C, a las drogas inyectables (§4.3), al herpesvirus y a la depresión. Junto a estudios analíticos, también son frecuentes modelizaciones matemáticas de la evolución de la pandemia ante diferentes supuestos médicosociales. Aún sin encontrar en la muestra una reflexión explícita sobre ello –quizás por las propias carencias metodológicas de este estudio–, seguramente el campo del VIH/SIDA sea uno de los que generen una evolución epistemológica en un futuro próximo. Los datos disponibles indican que los enfoques unilaterales, especializados, no logran afrontar eficazmente la complejidad del síndrome. En efecto, la difundida pandemia está causando sus peores estragos en una encrucijada de diferentes dimensiones sociales y biológicas. Allí confluye un torbellino de dolores para hacer posibles las prácticas de riesgo (§7.3): aislamiento cultural y educativo, problemas cognitivocomportamentales, homofobia (a menudo interiorizada), marginación social, depresión crónica y malestar psicológico, insuficiente cobertura sanitaria –diagnóstica, asistencial, farmacéutica–, y un sinnúmero de agresiones sobre el individuo, alrededor de los hilos conductores de la vergüenza y de la 162
Siglas inglesas de «Terapia Antiretroviral Altamente Activa», mejor tratamiento actual contra el VIH/SIDA .
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14 Podría hacerle competencia el cambio climático en particular, y el deterioro ambiental en general.
15 En efecto, existe un nominalismo (véase §7.1) VIP, que es el de los acrónimos; si tienes nombre, existes científicamente; pero si tienes acrónimo, y consolidado, ‘existes más’.
amenaza. No hay ciencia aislada –ni siquiera la mítica genética, paradigma moderno de la omnipotencia tecnocientífica– que por sí sola pueda sacarnos las castañas del fuego. Como quizás ningún otro desafío contemporáneo14, el VIH/SIDA nos dice que o las ciencias logran coordinarse en Ciencia, o lo tendremos crudo, muy crudo. 4.2 En el campo de la prevención (13%), desarrollada sobre todo en relación con las enfermedades de transmisión sexual, se estudian comportamientos vulnerables, y prácticas educativo-sociales enfocadas a la prevención. Aprecio una cierta fascinación (¿simbólica?) de numerosos estudiosos con las travesuras anales no protegidas, para las que han desarrollado un acrónimo específico (UAI, «unprotected anal intercourse»), señal indudable15 –y delicadamente onomatopéyica– de que ya gozan de un estatus especial en algunas visiones científicas del mundo. Ese encanto se manifiesta también en estudios sobre la neoplasia anal intraepitelial, o el síndrome de úlcera rectal con hemorragia aguda, o la perforación amébica del colon. El muy parco sustento factual que van encontrando las obvias hipótesis preliminares, a saber, que ‘ciertos’ comportamientos sexuales puedan propiciar estas incómodas contingencias de la carne, no descorazona mínimamente a sus autores, que seguramente continuarán a regalarnos esfuerzos análogos –y nunca mejor dicho–. 4.3 Las drogodependencias (11%) se estudian en asociación con la juventud (§5.1); con la marginación (§5.4), especialmente con la prostitución; y con las presiones psicológicas y sociales de la persecución homófoba (§7.2), así como con la vivencia de la salida del armario (§6.2). Se distinguen dos filones principales: las drogas inyectables, y el tabaco, verdadera epidemia entre la población gai, lesbiana y bisexual (se habla de incidencia doble, relativamente al común de la población). Junto a ellos, algunos estudios aislados sobre alcohol, marihuana, y nitrito de isobutilo (‘poppers’).
5. Visiones desde la sociología 5.1 La juventud (13% de presencias) es estudiada desde varios aspectos: desarrollo individual, social, profesional; salida del armario (§6.2); inicio de la actividad sexual … Interesan especialmente su consumo de drogas (§4.3), sus comportamientos de riesgo (§7.3), y actitudes ante el mismo (optimismos, toma de decisiones). Se discute cómo proyectar ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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intervenciones sociales específicas no sólo para la juventud, sino que tengan también en cuenta el género, la orientación, la pertenencia étnica (§5.2), etc. 5.2 El relevante tratamiento de los grupos étnicos (13%), tanto aborígenes como inmigrados, se debe, sin duda, a la importancia sociológica que les concede la sociedad estadounidense. Desde allí se traslada a otros ámbitos geográfico-culturales. Frecuentemente, su estudio se asocia al de la marginación y discriminación (§5.4), y como consecuencia al del riesgo (§7.3) diferencial, en este caso sexual. Viene la duda al observador de estos estudios de si ‘grupo étnico’ no se esté convirtiendo más y más en un docto eufemismo bienpensante para referirse a la combinación de pobreza y limitación de oportunidades, con marginación y desestructuración social. 5.3 Los estudios dedicados a la parentalidad gaya y lesbiana (10%) se centran especialmente, como es de esperar, sobre el desarrollo de los niños criados en estos hogares. Se dedica atención también a las actitudes sociales ante la misma (poniendo el rechazo conservador en relación con varios factores), y al problema específico de la persecución homofóbica de los hijos (§7.2). No faltan interesantes visiones críticas hacia algunas componentes del mismo activismo proparentalidad, de las que se ponen en evidencia posibles colusiones con el heterosexismo. 5.4 La marginación y discriminación (7%) comparecen con cierta frecuencia en los estudios: los sin hogar, la población carcelaria, la violencia sexual, la marginalidad social y étnica. Por supuesto, la prostitución. Así como las diferencias de clase: algún estudio, adoptando una perspectiva crítica ante el mismo método científico, analiza cómo las propias técnicas habituales de investigación sociológica (por ejemplo, la entrevista) dificultan comparativamente la expresión de individuos de clase social inferior. 5.5 En el campo del matrimonio (5%), abundan relativamente los estudios sobre dinámicas de pareja. Curiosamente, hay una parte de trabajos (un tanto dolorosos, si se me permite) dedicados al matrimonio heterosexual de individuos de orientación no heterosexual (normalmente varones), intentando analizar sus causas, las estrategias de resistencia adoptadas por la pareja, etc. 5.6 Los estudios espaciales tienen una cierta relevancia: se analizan cuestiones sociales y económicas ligadas al espacio urbano (4%), y la contribución de las homosexualidades al 164
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nacimiento y consolidación de ámbitos específicos de la ciudad; relativamente al espacio virtual (3%), toman tres direcciones: una, las formas de relación sociosexual que se establecen en internet; otra, las oportunidades metodológicas –y los riesgos aparejados– que ofrece como medio de estudio de las poblaciones gai y lesbiana; la tercera, su potencial como vehículo de intervenciones sociales.
6. Visiones desde la sexología 6.1 En el vasto y un tanto desorganizado campo de la sexualidad (20 % de presencias), los estudiosos más críticos analizan el «silencio estructural sobre la sexualidad» que impregna determinados ámbitos culturales, y el modo en el que la simple presencia gai y lesbiana compromete dicho silencio. Igualmente, se estudian las formas de excitación sexual, tanto subjetiva como genital; comportamientos sexuales forzados; éticas sexuales; prácticas sexuales, tanto protegidas como no; etc. 6.2 La construcción y expresión de la identidad sexual (14%) es analizada desde diferentes puntos de vista (lingüístico, etnográfico, sociológico), dedicando particular atención al momento y circunstancias de la salida del armario, así como a su influencia sobre el resto de la vida del individuo. Se investiga cómo la expresión de la identidad sexual es crucial para un desarrollo saludable del individuo, y se analiza desde los puntos de vista de la creatividad normativa y de sus relaciones con la flexibilidad cognitiva. 6.3 La etiología de la homosexualidad sigue atrayendo cierta atención (5%), que objetivamente es difícil de poner en proporción razonable con el reducido éxito de tales estudios. En la muestra se dedican varias investigaciones al análisis del índice ordinal de nacimiento. En el plano bioquímico, se exploran aromatasas, andrógenos, androstenonas, diferencias neurocerebrales en el tamaño de núcleos (mediante administración de fármacos y posterior escáner para medir la activación cerebral). Se estudian, además de posibles causas, circunstancias correladas con la homosexualidad: en el plano fisiológico, sistemas auditivos de mujeres lesbianas y bisexuales; en el neuropsicológico, algunas funciones cognitivas; en el fonético, la producción de vocales. Lo poquísimo que encuentra esta voluntariosa batería de estudios puede ser reconducido, por ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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lo general, hacia cautas explicaciones psicodinámicas. Pero se seguirá buscando con tesón visionario, no me cabe duda, este Arca Perdida de las sexualidades.
7. Visiones desde la psicología
16 La que se practica no directamente hacia las mismas lesbianas y gais, sino contra sus relaciones, familiares (sobre todo, hijos), etc.
7.1 Desde el punto de vista de la salud mental (17% de presencias), destaca la atención a la depresión, y su relación con síndromes clínicos; al riesgo de suicidio y a los varios tratamientos psicoterapéuticos –incidiendo especialmente sobre la conflictiva relación del psicoanálisis con la homosexualidad–, analizando sistemas formativos e institucionales, sesgos homofóbicos que en ellos subsisten, relaciones cliente-terapeuta –cuando una parte, o ambas, se identifican como gais o lesbianas–, etc. La cuestión de la catalogación ‘oficial’ de desórdenes merece varios estudios, y resulta interesante, además de políticamente, en cuanto evidencia la importancia que siguen teniendo en algunos ámbitos las visiones nominalistas de la ciencia. Se estudia la construcción de redes sociales y familiares, y su influencia sobre el bienestar psicológico, así como la relación con condiciones psicopatológicas que el individuo pueda desarrollar tiempo después. Las terapias de reorientación sexual (3%) se tratan poco en la corriente principal, y de forma inequívocamente crítica; fuera de ella, sólo en ámbitos de clara componente ideológica (véase el mencionado número de Christian Bioethics). 7.2 La homofobia (12%) es analizada desde varias perspectivas, con especial atención a la homofobia remanente tras cambios aparentemente homófilos, y a la ‘homofobia indirecta’16. Se estudia su presencia en colectivos específicos (profesionales de la salud, psicólogos, militares, estudiantes universitarios). Se tratan las circunstancias determinantes en las que se aprende, y los factores con los que suele estar asociada; se enfatiza el daño que inflige también sobre los no homosexuales. Y se dedican diversos estudios a su interacción con otras situaciones de marginación o desvalimiento. Se trata la variante específica del hostigamiento escolar, en una doble vertiente: el que sufren niñas y jóvenes gais y lesbianas, y el que sufren los hijos de padres unidos en parejas de idéntico sexo (§5.3). Algunos estudios intentan evaluar las consecuencias a largo plazo, en el individuo adulto, del hostigamiento sufrido a una edad temprana. 166
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17 Mi personal impresión es que la gaya ciencia tenga algo que decir en este campo, aunque sólo sea por la experiencia concreta, nada teorizada, de convivir con una pluralidad de riesgos (¿y quién teme al VIH/SIDA, decidme, en comparación con lo que quema una hoguera o corta un alfanje?) durante muchos cientos de años.
7.3 En el ámbito de la prevención, ya tratado en § 4, se da una circunstancia interesante: está segregándose del mismo un área de conocimiento con entidad propia, a saber, la del riesgo (9%). Provoca esta mitosis, dolorosa y aún poco reconocida, la simple constatación (frustrante, para los partidarios de enfoques monocientíficos) de que tras veinte años abundantes de distribución de panfletos, jeringuillas y condones, una proporción no desdeñable de gente persevera tenaz en los así denominados ‘comportamientos de riesgo’. Cualquiera que no padezca monocientifismo agudo deduciría, de este punto, que algo más hay bajo esta superficie, e iniciaría exploraciones tentativas sobre qué los hacen posibles. De aquí la escisión de la que hablo. Una parte de la comunidad científica sigue afrontando el tema con ‘más de lo mismo’, mientras que otra está osando aventurarse en lo aún desconocido: mecanismos de percepción, teorías de la decisión y de la negociación sexual, interacción con modelos cognitivos y comportamentales, estrategias de diálogo terapéutico, simbolismos y sentimientos profundos, variables ambientales, sentido de identidad personal, sexual, sanitaria; etc., … son algunas de las herramientas que usan para roturar estas nuevas tierras. Veremos el fruto que dan17.
8. Visiones desde otras disciplinas 8.1 La temática del activismo, junto con cuestiones políticas y de derechos civiles, resulta bien tratada (14% de presencias). El planteamiento es heterogéneo; junto a puras cuestiones jurídicas y doctrinales, se revisitan debates históricos en diferentes países sobre la equiparación de derechos. Resultan especialmente interesantes los análisis de los movimientos y argumentaciones que se oponen a los derechos gais; es destacable un estudio comparativo que encuentra que dicha oposición resulta más maleable y propensa al cambio, que su contraparte pro-derechos. Igualmente, se analizan las interacciones del activismo con otras iniciativas ciudadanas, como por ejemplo campañas de prevención. 8.2 La teoría ‘queer’, junto con los estudios de género (11%) aporta instrumentos de análisis crítico a estudios de varios tipos. Sin menoscabar para nada la importancia ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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de todas las investigaciones que la emplean explícita y productivamente, destacaría que su fuerza explicativa parece empezar a penetrar incluso las argumentaciones del campo contrario, de forma probablemente inconsciente. A título de ejemplo, citaría artículos nada menos que sobre terapias de reorientación sexual (§7.1), donde se introducen discursos sobre el ‘proceso por el cual se sintetiza la propia identidad sexual’, o bien sobre la ‘redefinición de la homosexualidad’, donde a mi juicio se pueden identificar elementos conceptuales reconducibles a posiciones y resultados de la teoría ‘queer’. 8.3 Las comunicaciones que discuten cuestiones ligadas a espiritualidad y religión (10%), de nuevo significativas en el universo cultural local estadounidense, tratan sobre todo del cristianismo (como ya dicho, relativamente agrupadas en un medio de carácter confesional), aunque no faltan estudios puntuales de las relaciones de islam, budismo e hinduismo con la condición gaya y lesbiana. Por lo general, reflejan importantes tensiones, incluso contradicciones, existentes en dichos ámbitos. Los estudios menos dogmáticos estudian la relación entre afiliación religiosa y determinadas actitudes sociales, comportamientos sexuales, reacciones ante situaciones de enfermedad, etc. Junto a ellos, completando el espectro de estas cuestiones, encontramos propuestas que plantean una integración de la ética con los conocimientos científicos y con los argumentos basados en los derechos humanos.
9. ¿Visiones reflexivas? Sólo cuatro artículos de la muestra (un 1%) parecen toman conciencia reflexiva, en grados diversos, sobre la misma ciencia dentro de la que están situados: son los únicos que cito explícitamente. Mucciaroni & Killian estudian la autoridad cultural de la ciencia, analizando cómo se empleó en algunos de los debates políticos sobre los derechos civiles de gais y lesbianas durante los años noventa, y estudiando el papel que tuvieran en ellos los argumentos científicos de aquella época sobre la inmutabilidad de la orientación sexual. Warner, cuyo artículo se reproduce en este mismo número, propone iniciativas heurísticas para enriquecer 168
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la propia metodología, desde el enfoque específico de la teoría ‘queer’. Su trabajo versa sobre psicología, pero es perfectamente generalizable a otros dominios. Con visiones algo más limitadas, Helminiak plantea una propuesta ética un tanto utilitarista, uno de cuyos componentes estriba en orientar el propio comportamiento hacia lo que es saludable según la mejor evidencia científica disponible; Ferri, aún sin generalizar su reflexión al conjunto de la ciencia, contempla lúcidamente la salud gai como un complejo de fenómenos físicos, sociales y culturales, reconociendo que la sola medicina no puede afrontarla.
10. Conclusiones, y cuestiones para un debate Resumiendo los datos cuantitativos, tenemos un conjunto de visiones en buena parte anglosajonas, y especialmente estadounidenses (§2, §3.1); con todavía escasa internacionalidad, y donde callan (¿intencionadamente?) voces nacionales de relieve (§3.1); con presencia regular sólo en un número muy reducido de publicaciones, estando abundantemente fragmentado en muchas otras (§3.2), y donde resulta aún fácil, con una iniciativa aislada, escalar posiciones significativas de la clasificación (lo que denominaría un ‘mercado cultural imperfecto’); donde la propia identificación del ámbito estudiado resulta imposible en casi un tercio de los títulos (§3.3); donde dominan numéricamente los temas médicos y epidemiológicos, con clara connotación patológica (§3.2, §3.4). Donde, en fin, escasean extraordinariamente las tomas de conciencia reflexivas (§9). Trazo este cuadro intencionalmente descarnado, está claro, para intentar construir una reflexión crítica sobre el mismo. Esta reflexión debe dirigirse al conjunto de la ciencia: en efecto, algunas de las carencias identificadas son generales, como la proliferación de categorías analíticas, segmentando y subsegmentando el campo inicial hasta hacer prácticamente imposible la reintegración convergente; como la pasmosa escasez de visiones reflexivas, que tomen conciencia de la interrelación entre
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actividad científica y ciencia producida; como el escaso diálogo entre visiones ‘blandas’ y ‘duras’, entre conocimientos culturales y experimentales. ¿Qué debe hacerse? Por ahora, exhortar al debate; concluiré este recorrido proponiendo un puñado de primeras cuestiones para el mismo, muchas de ellas ya planteadas en otras sedes: · la toma de conciencia del científico sobre su propio papel en la producción de conocimiento; ligada a ello, la adquisición de competencias básicas para incorporar activamente esta conciencia al diseño y conducción de programas de investigación.
18 «Si me inclino a suponer que un ratón ha surgido por generación espontánea de unas pelusas grises y del polvo, entonces es oportuno que investigue atentamente en estas pelusas grises cómo se haya podido esconder en ellas un ratón, cómo haya podido entrar en ellas, etc. Pero si estoy convencido de que un ratón no pueda surgir de estas cosas, entonces quizás será superflua esta investigación (Wittgenstein 1953, §52).
19 · la demistificación de la ciencia, la reconstrucción misma de su identidad: menos proveedora de certidumbres anheladas (incluso ideológicamente forzadas, en ocasiones), y más empresa organizada, colectiva, esperanzada, de búsqueda de conocimiento. Menos cortesana desganada del poder, y más compañera de viaje de la condición humana. · la integración, que es el fin último de una ciencia que se pretenda liberadora, emancipadora al menos parcial del sufrimiento y de la ignorancia. A mi juicio, es particularmente ilustrador el ejemplo del VIH/ SIDA –punto focal de un síndrome de opresión– para señalar el camino integrador que debe recorrerse.
Considero que no debemos aspirar a que la ciencia tenga autoridad en cuanto ciencia. Enunciar «La ciencia dice …» con una pretensión de verdad fuerte suele ser el más ideológico de los planteamientos. La ciencia debe buscar legitimidad, sobre todo metodológica, y a través de la continua exposición a una comunidad de iguales que pueden criticarla con idénticos medios. Esta legitimidad es más flexible y resistente que la autoridad; aspira, por supuesto, a ser escuchada, pero se prepara a convivir con quienes, por las razones que sean, no asuman cuanto «dice la ciencia».
· la selección cultural (sustentada por sólidos análisis críticos) de aquellas cuestiones donde no vale la pena perder el tiempo (ejemplo señero, etiología de la homosexualidad). Selección ciertamente no impositiva, no dogmática; otros son muy libres de derrochar sus energías en esas arenas. No desperdiciemos las nuestras18. · la legitimidad cultural , en la que debe devenir, madurando, el concepto de ‘autoridad cultural’19. Al explicitar la dimensión ideológica de la producción científica, y al asumir como propias – verdaderos instrumentos para la paz– las posiciones 170
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del relativismo cultural, nos exponemos a la fácil crítica de hacer ciencia programada, intencional, dirigida hacia fines predeterminados. ¿Cómo rebatirla? Se debe articular una respuesta convencida cuyas claves se encuentran distribuidas, pienso, en este debate. · la estrategia comunicativa desde dentro de la cual ha de plantearse la empresa de modelar conocimiento. A través de una selección del equipo de investigación, que debe incluir especialistas en comunicación; mediante elecciones lingüísticas y terminológicas medidas; previendo desde un comienzo los medios con los que se asomará al mundo de la vida. · los desafíos específicos de la gaya ciencia. Primero, salir al mundo exterior: debe coexistir el cultivo de medios que investiguen específicamente las homosexualidades con la presencia en medios científicos de carácter general. Luego vendrá el más meditado y exigente de identificar, desde nuestra experiencia específica, los campos donde podamos hacer una aportación singular (el estudio integrador, no opositivo, de la diferencia; la comprensión del riesgo; …).
Cuántas cuestiones; quizás resulte insensato plantearlas. Callándolas, sin duda, arriesgamos que las tablas de un estudio parecido, dentro de unos cuantos años, sigan pintando la misma soledad fragmentada, silenciada, patologizada. El mismo potencial desperdiciado. Las mismas ciencias pequeñas, casi intrascendentes, a fin de cuentas, para la especie.
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Bibliografía Ferri, R.S. (2004) «Issues in gay men’s health», en Nursing Clinical North America, Vol. 39, Nº 2 (Junio 2004), pp. 403-410. Helminiak, D.A. (2004) «The ethics of sex: a call to the gay community», en Pastoral Psychology, Vol. 52, Nº. 3 (Enero 2004), pp. 259-267. Mucciaroni, G. y Killian, M.L. (2004) «Immutability, science and legislative debate over gay, lesbian and bisexual rights», en Journal of Homosexuality, Vol. 47, Nº 1, pp. 53-77. UNESCO Institute for Statistics (2005) Global Education Digest 2005 Comparing education statistics across the world, Montreal, 2005, ISBN 92-9189-018-9. Warner, D.N. (2004) «Towards a queer research methodology», en Qualitative Research in Psychology, Vol. 1, Nº. 4 (Octubre 2004), pp. 321-337 (versión castellana en este número de Orientaciones). Wittgenstein, L (1953) (póstumo) Philosophische Untersuchungen – Philosophical Investigations , Blackwell Publishers, OxfordMassachussets, 1997.
El archivo bibliográfico de la totalidad de artículos utilizados, que no se puede incluir aquí por su extensión, está a libre disposición de toda persona que me lo solicite para sus investigaciones.
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N O T A S
D E
L E C T U R A S
Elizabeth Stuart, Teologías gay y lesbiana. Repeticiones con diferencia crítica , Barcelona, Melusina, 2005. En una reseña publicada en el nº 4 de Orientaciones, Luis Rodríguez-Piñero advertía de los peligros que encierra la lectura de manuales, y Teologías gay y lésbica es un manual. Se podría jugar con el subtítulo, y pensar que Repeticiones hace referencia a eso, aunque no sea ése el objetivo que la autora tenía precisamente en su cabeza. Ahora bien, que sea un manual no quiere decir que sea un manual clásico; todo lo contrario, ya que hay manuales y manuales. Para comenzar, no abundan los estudios teológicos, del tipo que sea, sobre la cuestión homosexual. Más raro resulta encontrar uno que se declara expresamente queer. Lo que es más, para justificar su posición Elizabeth Stuart afirma que el cristianismo es esencialmente queer (véase el octavo y último capítulo y la cita con la que concluye esta reseña). Por tanto, se trata de un libro arriesgado, ya que en él se defienden posturas poco tradicionales, aunque para ello su autora repase todo lo que se ha dicho en el mundo anglosajón sobre el tema antes de defender su posición, y ello le dé esa estructura de manual que comentaba. Por eso, se podría decir que su aire de libro tradicional se compensa con un tono arriesgado en el contenido. Así que es necesario avanzar más para juzgarlo. Entremos en el proyecto que le dio origen: tiene el objetivo de mostrar que los planteamientos que se han hecho en Teología (y desde las Iglesias: católica, anglicana, etc.) en los últimos veinte años resultan equivocados, tanto para atacar la homosexualidad como para defenderla. Las pruebas del error son que apenas se ha avanzado desde el comienzo del debate -y un ejemplo de ello es que los argumentos no dejan de repetirse- y que el enfrentamiento entre ambas posturas es completo. Por esas razones, es necesario cambiar el planteamiento. Para lograrlo se debe dejar de considerar la sexualidad como algo central en la vida del sujeto, que es algo en lo que coinciden homófilos y homófobos, y poner el bautismo como el hecho básico que debe ocupar la atención de los creyentes. La identidad que concede el bautismo a los cristianos está por encima de las identidades terrenales, puesto que en el cielo no habrá maridos ni mujeres, nacionales ni extranjeros. Por lo mismo, tampoco habrá heterosexuales ni homosexuales. Si esas identidades se diluirán tras la muerte, ¿por qué tenemos que concederles tanta importancia en ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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nuestra vida? ¿Por qué las Iglesias no pueden aceptar a los cristianos dejando de lado su sexualidad? Y añade la autora: ¿Seguimos las enseñanzas de Jesús o determinados versículos de las Cartas de Pablo? Preguntas, sin duda, pertinentes que vuelven inobjetable la tesis de que la identidad sexual es secundaria, tanto desde el punto de vista escatológico como del mensaje que transmiten los Evangelios. La autora, desde la perspectiva de la presencia del cristiano como cadáver delante del altar, y de las oraciones fúnebres que se dirán sobre él/ella en ese momento, nos incita a dejar de lado todas las identidades, incluida la sexual, y a considerarnos cristianos unidos por el amor a Cristo/Dios. Desde esa posición de partida, todo debate sobre la cuestión sexual se vuelve secundario. Es posible que sea como en el libro se afirma, pero las Iglesias son algo más que la expresión de una doctrina teológica. Prueba de ello han sido las insistentes peticiones que ha hecho la católica en las últimas semanas para que sus seguidores se nieguen a casar a dos personas del mismo sexo cuando la ley que lo permite entre en vigor en España. Incluso para que se rebelen ante la ley, mientras el cristianismo se presenta como la religión del amor o de la rebelión por amor, no contra él. Teologías hay muchas, posiciones eclesiásticas sólo una por Iglesia. Esto, por supuesto, no afecta a los valores intrínsecos del libro, incluso puede mostrar la valentía de su autora, pero resultan útiles para recordarnos que la teoría/teología puede estar muy lejos del mundo real. Por eso, es necesario seguir estudiando el texto para llegar a alguna conclusión. Si un creyente de otro planeta, por ejemplo el volteriano Micromegas, seguidor de otra deidad suprema, se hiciese con un ejemplar de Teologías gay y lesbiana y lo leyera, ¿qué impresiones sacaría? Aparte del hecho, señalado por Elizabeth Stuart, de que los terrícolas del hemisferio occidental están obsesionados con la sexualidad, creería que en la Tierra, contra lo que había estudiado en su planeta, sólo existen dos naciones, que son Estados Unidos y Gran Bretaña. Quedaría convencido de que el resto es un desierto, o bien de vida, o bien de inteligencia –y ambas cosas suelen ir juntas, como se sabe. Porque sólo se puede comprender que un conjunto de mensajes recopilados en Oriente Medio en los dos milenios anteriores a nuestra era, para ser extendido por todo el planeta, se discuta sólo en dos naciones si lo que sucede es que el resto del planeta carece de vida o inteligencia. Por tanto, el principal problema de estas Repeticiones con diferencia crítica 174
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es que están escritas por, para, citando a y pensando en teólogos/teólogas y creyentes anglosajones. No se trata del tradicional rechazo a otras creencias por pensar que son erróneas. La autora, digamos, “no peca de eso”, y de hecho en su estudio/manual menciona y cita tanto a teólogos católicos como anglicanos, hombres y mujeres, queers o no. Eso sí, anglosajones o que llevan muchos años viviendo en esos Estados. Ése es el requisito. El criterio que le permite saltar por una vez por encima de su etnocentrismo, lo que hace con la Teología de la Liberación, es que cumpla la función de explicar mejor los problemas que desea tratar. Esto es, mostrar por qué tenían que fracasar en sus propósitos todas las opciones teológicas anteriores y llevar a una teología queer como única salida. De aquí que una tercera cosa le quedaría clara al hipotético visitante de Micromegas, ésta también por deseo de la autora, y es que muy importante tiene que ser eso de lo queer para ser defendido como la solución a los ásperos debates que los cristianos tienen desde hace mucho tiempo en relación con la sexualidad. Qué sea eso de lo queer puede quedarle menos claro, pero que tiene que ser algo extraordinario sí que lo percibirá al leer el libro de Elizabeth Stuart. Concluyo dejando que la autora muestre su planteamiento: “Sólo el cristianismo puede hacer de una teoría queer una estrategia viable, pues sólo los cristianos están llamados a imitar a su Dios al actuar para phusin, en exceso de naturaleza” (p. 179). Javier Ugarte Pérez
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Josefina Fernández, Mónica D´Uva y Paula Viturro (comps.), Cuerpos Ineludibles: un diálogo a partir de las sexualidades en América Latina, Buenos Aires, Ediciones Ají de Pollo, 2004. Este libro es el resultado de la transcripción de las conversaciones, ponencias y talleres que tuvieron lugar en el Primer Foro Latinoamericano “Cuerpos ineludibles”. Las compiladoras1, integrantes del grupo feminista Ají de Pollo (Buenos Aires), nos hacen partícipes de los debates y reflexiones que este encuentro provocó: volver a pensar la sexualidad en sus múltiples formas vitales y políticas desde el contexto de América Latina. El Foro tuvo lugar entre el 4 y el 6 de septiembre del 2003, en el Centro Cultural Rojas de Buenos Aires, reuniendo a más de doscientos activistas, artistas, académicas y académicos de Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil, Perú, Colombia y República Dominicana. A lo largo del foro se afrontaron diversos temas transversales. Para dibujar la articulación de movimientos sociosexuales en los diferentes contextos latinoamericanos, desde Argentina, Chile o Uruguay, los activistas dieron voz a las diferencias nacionales y de lucha. Entre otros entrecruzamientos, se unió el activismo travesti de Lohana Berkins2 en Argentina (desde el que denuncia el Encuentro Nacional de Mujeres Feministas en el que se impidió la participación de travestis) con la lucha por el derecho al aborto y su influencia en la calidad de la participación política de la mujeres, así como las estrategias por las que estas reivindicaciones son unificadas en el contexto uruguayo y boliviano. Estas ponencias, enunciadas intensamente desde el territorio de la subjetividad, dieron pie a conversaciones igualmente intensas con el público. En una de ellas Berkins afirmó: “Lohana es esto, tiene tetas, tiene pene, esto es, esto soy. Empezó entonces el trabajo de desencarnar aquello que había puesto adentro mío, lo peor de la mujer, esa mujer comercial, estereotipada por el patriarcado” (p. 65). De esta manera, Lohana significaba, a través de ella misma, de su cuerpo, la necesaria revisión de los fundamentalismos dentro de cada movimiento. La tarea de sumar luchas, además, es compleja en la medida de que se buscan líneas de acción que unan la tarea 176
1 Entre ellas, Mónica D´Uva colaboró en el sexto número de Orientaciones (segundo semestre del 2003) con el artículo “Poder y control en el relato biográfico. Una caso paradigmático: Alejandra Pizarnik” (págs. 127-136).
2 Integrante y fundadora de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) y del grupo feminista Ají de Pollo, trabaja desde hace años por los derechos de las travestis y las mujeres. Es una de las primeras travestis que no vive de la prostitución.
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académica con las luchas políticas. Investigadoras como Paula Viturro y Yuderkis Espinosa-Miñoso nos permiten re-leer la teoría queer , re-pensarla, llevándola desde el ámbito anglosajón al latino, desde donde, por la experiencia histórica específica de los países latinoamericanos, es posible “ver” soluciones diferentes. Es el caso de la ley con la que se recupera la identidad de los hijos de desaparecidos, por medio de la cual las personas travestís pueden acceder a actas complementarias en las que aparece su identidad de documento, y así en las actas ordinarias presentarse con su propio nombre en la universidad. En este sentido, desde la acción paralela del activismo y la academia se pone en duda el discurso científico y su legitimación del pensamiento dicotómico “perezoso, impositivo, jerárquico”, como lo llama Amalia E. Fischer. Ese discurso que desde la medicina permite la mutilación sexual de los bebés intersexuados, y que obliga a volver, una vez más, al feminismo y a las reivindicaciones de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Y es posible explicar y politizar desde la experiencia personal, como la de Mauro Carvajal, nacido intersexual, registrado como de “sexo femenino”, y que hoy, tras pasar por ocho cirugías de normalización, se considera transgénero porque “me identifico de otra forma” (p. 238). Es en estos contextos personales donde se encuentran las bisagras que unen las luchas feministas, transexuales, transgénero e intersexuales. Hombres que han sido mujeres, mujeres que nacieron sin sexo biológicamente definido, lesbianas transexuales... todos nos unimos en una fuerza común por defender los derechos humanos de todas y todos. Y es en lugares como el Foro “Cuerpos ineludibles” donde estas bisagras se hacen explícitas, ya que permiten la formulación de la lucha desde lo personal y lo político. Por último las conferencias abordan la creación de los cuerpos y las sexualidades desde los contextos de América Latina. Contextos indígenas, lésbicos, subversivos. Desde las experiencias de Mujeres Creando en Bolivia donde se “vengan del sistema siendo felices”; o la diferencia entre “ser torta/ estar torta”, que toman Vanesa Ragone y María Cristina Lugones para significar su preferencia sexual a partir de investigaciones antropológicas sobre el pensamiento indígena. “Odio la palabra lesbiana, no tengo nada que ver con las cosas occidentales y con la hija de lesbos”, denuncia Lugones como una manera de “pensar desde la identidad ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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jota, donde nadie puede decirme que estoy asimilada por la gente gringa” (p. 244). Cuerpos ineludibles nos da la oportunidad de revisar las luchas por las sexualidades, en esta ocasión, desde América Latina, aportándonos elementos críticos y vivenciales que nos ayuden tanto a (re)interpretar nuestras propias experiencias como a (re)pensar cómo leemos textos y prácticas de la diferencia sexual para no borrar, todo lo contrario, su complejidad. Mujeres, travestis, transgéneros, indígenas, intersex, lesbianas, gais, bisexuales, gringas, heteros... buscamos hilos que nos conecten desde nuestra periferia, desde nuestro “activismo sectorial” en palabras de la teórica india Gayatri Chakravorty Spyvak. Ese afuera que “representa una capacidad crítica” y que es la fuerza renovada para la lucha. Nos lo recuerda Spyvak: “no es suficiente pensar en el problema propio, si uno considera verdaderamente el tiempo y el lugar” (p. 296). Ros Amils
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Javier Ugarte Pérez, Sin derramamiento de sangre. Un ensayo sobre la homosexualidad, Madrid, Egales, 2005. El discurso filosófico del siglo XX ha producido asiduamente escaladas más o menos declaradas hacia el campo de la práctica política. La contundencia reveladora del gesto filosófico sería la respuesta pragmática a un proyecto intelectual o constituiría programas tan operativos como los elaborados por los existencialismos europeos. Finalmente, uno de los sesgos más reiterados de la práctica filosófica de la postmodernidad es la imperiosa necesidad de tornarse un discurso sobre la política o sobre los estudios sociológicos, produciendo un género tan profuso que podría acuñarse bajo el marbete de “renuncias”. Éste recogería proclamas tan intensas como paradigmáticas; así la renuncia a la filosofía de Anna Arendt, y el pasaje a un activismo que produce simultáneamente un pensamiento reflexivo sobre la acción y una acción política sobre la filosofía. En este sentido, la respuesta de los cuadros políticos más dogmáticos (tanto de izquierda como derecha) no han dejado de abrigar sospechas sobre la práctica filosófica y discursiva de Foucault, Lyotard, Baudrillard y Vattimo, y aún sobre la visión antropológica de los estudios culturales y las versiones de los estudios de género. El filo de esa navaja ‘de andar para pensar’ y ‘pensar para actuar’, muestra el sentido de necesariedad del que está dotado este texto prodigioso de Javier Ugarte Pérez, que realiza una arqueología del espectro político presente para provocar una praxis crítica de las minorías homosexuales. El texto es particularmente relevante en el punto de inflexión presente del debate social acerca de la construcción de los nuevos estatutos legales para la homosexualidad en España y Europa. Es éste el costado más gozoso y utópico del libro, que se transforma en una guía de análisis y entrenamiento para el debate. Javir Ugarte no desiste del iluminismo didáctico y tampoco de la conciencia de producir un discurso inteligente que genere opinión pública. Su escritura está plenamente impregnada de esta participación intelectual en una disputa social vigente. Por otra parte, representa un estudio pionero, especialmente en la producción en español, ya que se aleja de las aproximaciones al tema desde categorías culturales, de subjetividad o de género. Su ensayo (si bien parte de la noción de “diferencia”) construye teóricamente la categoría ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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homosexual a partir de las homogenizaciones sociales que ofrece la igualdad legal de los actores sociales que participan de las modernas ciudadanías; en esto, el trabajo es señero pues permite avizorar y producir interpretaciones políticas para comprender las figuras de los actores sociales en la dinámica de los procesos políticos y los pactos sociales. Su visión arqueológica compromete, interesa y daña el peso del derecho natural con que se asimilaron los pactos políticos contraídos por las sociedades durante el siglo XIX, tan sagradamente respetados por el XX. Como indicamos, el texto de Ugarte lleva a los estudios homosexuales a definir sus principios sobre los marcos de la semejanza política y legal. El innegable y documentado rigor de los argumentos políticos que el ensayo provee ofrece inestimables herramientas para imaginar la construcción de un nuevo consenso social. El marco político de análisis será el de las democracias occidentales y el gran problema que nos ocupa: la inevitable obtención de derechos homólogos para todos los ciudadanos. El pragmatismo innato del proyecto intelectual del autor, ofrece una nueva comprensión de la subjetividad homosexual deconstruyendo las aproximaciones a las mismas desde perspectivas de la diferencia y de la autonomía (tan productivas en los contextos sociopolíticos de los años 80 y 90) pero que han revelado sus peligrosas celadas en las asimilaciones que estas teorías han producido en los discursos políticos de derecha del siglo XXI, que buscan ofrecer derechos (innegables ahora) como suplementos para ciudadanos especiales. El brillante planteo político de Javier Ugarte revisa el estatuto deficitario de estas subjetividades sociales y plantea la imperiosa necesidad de reconocerse dentro de la totalidad legal. El texto realiza constantes análisis arqueológicos de conceptos como los de “libertad”, “igualdad” o “ciudadanía”, revisando el pasado para evidenciar el sentido no natural de los mismos en el momento presente del debate. En esta línea, la argumentación se cierne en una didáctica clarísima, el texto es agudo e implacable, los ejemplos tan sencillos como contundentes La contrapartida a esta indagación del pasado es un ejercicio crítico y prospectivo de la imaginación política para ejecutar un programa de soluciones. En este orden se articulan los capítulos tercero y cuarto que analizan la constitución de los pactos sociales, las teorías políticas que justifican la inmutabilidad o mutabilidad de los mismos y la peligrosa
sociología que gobierna los presupuestos prejuiciosos que orientan la interpretación de lo homosexual en las democracias occidentales. Javier Ugarte no duda en indagar acerca de las dependencias que existen entre “sexo”, “género” y “orientación afectiva-sexual”, y la lógica y orden perverso bajo los que se intenta regular la homosexualidad dentro de esta economía productiva. Se proclama la muerte del optimismo y la euforia discursiva del ensayo sobre los estudios homosexuales, y se descubre el peso desencantado de una esperada normalización. Algo así como la madura sabiduría a la que finalmente arriba Cándido cuando le responde a su maestro Pangloss: “Dices bien; y sin embargo es necesario cultivar nuestro jardín”. Dardo Nahuel Cocetta
Manuel Ángel Soriano Gil, La marginación homosexual en la España de la Transición, Madrid-Barcelona, Egales, 2005. Es una lástima que La marginación homosexual en la España de la Transición, que se pensó y elaboró en 1979 como Tesis Doctoral para ser defendida en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, y que retrata el mismo periodo histórico que refleja, el final de los años setenta, no hubiera sido presentada y publicada en el momento en que fue escrita. En primer lugar, es una lástima si se tiene en cuenta el interés de su autor, que de esa forma habría conseguido el grado de Doctor con la defensa de un buen trabajo. Pero lo es también por todos aquellos lectores que se han quedado sin un estudio que profundiza en el conocimiento de la homosexualidad. Conocimiento tanto en sí misma como por la información que proporciona sobre la situación de los homosexuales cuando la obra fue escrita y en los años posteriores. Mientras proliferaban textos homófobos, La marginación homosexual en la España de la Transición, víctima precisamente de una homofobia que ha campado a sus anchas entre partidos de todas las ideologías (políticas) y tribunas universitarias, no llegó a ver la luz. Dicho esto, quiero señalar que a este libro no se le debe pedir un uso actual de los términos; lo aclaro para que nadie
se vea sorprendido por la semántica que el autor emplea. Prueba de ello, es que en sus páginas Manuel Ángel Soriano Gil prefiere emplear el término “homofilia” en lugar de “homosexualidad”. La razón de esta elección se encuentra en que el primer concepto incide, sobre todo, en el aspecto afectivo de la relación, mientras el segundo connota más la relación sexual (p. 24). Aunque ambos se puedan usar indistintamente, el autor prefiere recalcar el afecto porque eso define mejor la orientación de la persona que una relación sexual. Si la relación es sólo sexual puede afectar a una época de la vida para luego quedar en el olvido. Si además hay amor, es difícil que el olvido llegue a tener lugar. Pero la opción por el afecto no descarta la sexualidad, ya que tampoco se trata de una apuesta por la castidad. También hay que aclarar que el autor ha publicado su tesis/libro tal como fue escrito hace unos veinticinco años, sin actualizarlo. Esto implica ventajas e inconvenientes, aunque a mi juicio predominan las primeras. Algunos inconvenientes ya han sido explicados, y consisten en centrarse en problemas que hoy resultan lejanos, como la persecución policial, o el uso de términos como homofilia, que se encuentran en desuso. Sin embargo, también es una ventaja que el libro nos permita sumergirnos en la década de los setenta en sus dos periodos tan diferentes (final de la Dictadura, comienzo de la Transición) como si fuese algo que acaba de suceder. Además, se nos recuerda el origen de los primeros grupos homófilos, como el Comité Científico y Humanitario del alemán Karl Heinrich Ulrichs, y se nos informa de los que existen en ese momento, de la actividad que desarrollan y las publicaciones que editan, caso de la francesa Arcadie. En ese sentido, La marginación homosexual en la España de la Transición es un excelente testimonio y valoración de aquellos años. La obra está escrita con sensatez y eso hace que como trabajo haya envejecido bien. Es posible que la razón de esta “buena vejez” se deba a que el autor combina el estudio de su tema principal, la homosexualidad diríamos hoy, con su práctica como psicólogo que trata a pacientes que acuden a su consulta a causa de su orientación. En aquellos años, el autor señala que los homosexuales padecían problemas que guardaban, sobre todo, relación con su falta de aceptación. No es lo que podríamos esperar hoy día, cuando los homosexuales sufren los problemas derivados de la inestabilidad laboral, relación de pareja, etc., que son comunes al resto de los mortales. Del desajuste señalado derivaba una 182
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serie de patologías como la depresión o la ansiedad. Es de suponer que resulta difícil curar el síntoma sin enfrentarse a la causa que lo produce. Por ello, la necesidad clínica de enfrentarse al origen de los problemas de sus pacientes puede ser la razón de ese doble conocimiento que muestra el autor, como psicólogo que trata día a día el fenómeno, y como estudioso que lo rastrea en el psicoanálisis, la antropología, etc. Esto hace que el libro se lea con placer en la actualidad y sin la sensación de algo caduco. Pasados resultan muchos de los problemas que estudia, envolvente es el enfoque. En ese sentido, el estudio que aquí se reseña puede considerarse un texto que tiene también valor como documento histórico. En parte por las razones que he expuesto, y en parte porque su autor incluye un capítulo que lleva por título “La liberación homosexual en el estado español” (pp. 127-207), donde recoge las cartas, manifiestos y comunicados de los grupos que entonces estaban activos a lo largo de todo el país. En estos manifiestos, de dos o tres páginas en su mayor parte, los colectivos exponían a la opinión pública sus problemas y demandaban una serie de soluciones. Pese a tratarse de formaciones con planteamientos distintos, que iban de la extrema izquierda a los valores cristianos (del Concilio Vaticano II, hoy lejano), coincidían en sus demandas. Esto prueba lo reales que eran los problemas a los que se enfrentaban y lo factible que eran sus exigencias, juzgados con la perspectiva que da el cuarto de siglo que ha transcurrido desde que se expusieron. Solicitaban, por ejemplo, la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, la revisión de los Códigos Civil, Penal y Militar, la legalización del divorcio y la despenalización del aborto, la implantación de la educación sexual, etc. Como excepción a ese realismo, se encuentra su demanda de que se erradicara la prostitución por considerarla una forma de explotación. Ahora bien, mientras perdurara exigían su legalización y la protección sanitaria y económica de quienes la desempeñaban; algo que parece difícil de conseguir a día de hoy. Es tema digno de atención y estudio que la sociedad occidental (española, en este caso) vaya encontrando medios para resolver los problemas que tienen los homosexuales, pero apenas haya dado un paso para mejorar la situación de las mujeres, travestis, transexuales y hombres que se prostituyen. Javier Ugarte Pérez
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Gabriel Giorgi, Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la literatura argentina contemporánea, Rosario (Argentina), Beatriz Viterbo Editora, 2004. En el Prólogo a su Libro de sueños (1975), Jorge Luis Borges postula la escritura de una "historia general de los sueños", desde las profecías orientales a los "puros juegos de Carroll y de Frans Kafka". El ensayo de Gabriel Giorgi constituye una de esas formas posibles, o imposibles, de la historia imaginada por Borges: una lectura semiótica que hiende la superficie de las "fobias de la salud y de la pureza" (p. 174) para alcanzar su fondo, allí donde el universo y todas sus formas, y todos sus sujetos, parecen "contaminarse de horror". Giorgi ha escrito una fascinante y perturbadora historia de los sueños de "eliminaciones calculadas" (p. 168) que produjeron la Eugenesia y la Higiene Social modernas; ficciones o alucinaciones que atormentaron, con su mandato de (re)confeccionar cuerpos y poblaciones, la Argentina que acontece (extendiéndose y amplificándose, estrangulándose y agotándose) desde finales del siglo XIX hasta el momento de "desmantelamiento" del Estado-nación en el último fin de siglo. Sueños de prolíficos íncubos y elfos que oprimen e imponen "horrendas imágenes", también "sobre las letras" (Borges). Alucinaciones modernas que desean exterminar una serie exacta de subjetividades residuales. ¿Qué es y cómo se forma un "proletario", un "niño puto", un "viejo", "un delincuente", un "pobre", un "judío", un "seropositivo", un "homosexual"? A partir de una serie literaria plural y en apariencia discordante (Ricardo Piglia, David Viñas, Adolfo Bioy Casares, Osvaldo Lamborghini, Néstor Perlonguer, Rodolfo Fogwill)1, Giorgi indaga de qué maneras los sueños de exterminio se posan sobre aquellos cuerpos y los enganchan (p. 128), como si se tratara de un guión ("la película de la realidad") o de la mirada del soberano/médico que interviene "hasta el centro" del cuerpo y que desde allí lo inventa, sujetándolo "al régimen abstracto del lenguaje y su fuerza política", otorgándole una identidad. En otras palabras, cómo el cuerpo-puroresiduo, la "pura materia biopolítica", es sujetado (incorporado) a una economía simbólica de "identificaciones individuales y colectivas" que lo vuelven "algo humano en 184
1 Extraña antología, infrecuente en un campo cultural como el español en el que hasta no hace mucho era prácticamente inconcebible una producción literaria latinoamericana (y argentina) liberada de realismos mágicos y otras fórmulas por el estilo.
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y por la representación", inscribiéndolo en lo social a través de la subordinación de esos cuerpos a unos "Modelos abstractos". Giorgi pesquisa y narra cómo esos ocasionales nombres, artificios de la máquina biopolítica moderna, ocuparon violentamente los cuerpos, tornándolos monstruos, errores, excedentes. Una de las nociones claves con las que trabaja el autor es la categoría de "ficción normativa": una idea o una pura abstracción mediatizada por la voz higienista (o algún otro eco de las fundantes voces de los saberes modernos) que analiza, instituye, corrige y elimina, ocupando o rellenando un cuerpo, produciendo su realidad. En este sentido, los sueños de exterminio tienen un lenguaje, lo forjan, lo elaboran pacientemente; un lenguaje que es (re)escrito, hurgado, explorado, recodificado en cada una de las textualidades que Giorgi transita. Un lenguaje que "instituye aquello que diagnostica, produce aquello que dice encontrar" (p. 140). Dije antes que el corpus que se recoge y atraviesa era diverso: en este punto radica su capacidad de sorprender, de dislocar nuestras bibliotecas y prejuicios. Aquellas narraciones y la lectura crítica que Giorgi ensaya constituyen un excelente revulsivo, además de un ejemplar ejercicio intelectual, ante las hipótesis que demasiado a menudo plantean la existencia (otro sueño, no sabemos si de exterminio) de una cultura y una literatura homosexual – con conferencias o presentaciones de libros sobre cuestiones tan inverosímiles como el estado de la literatura gai o lésbica en tal país o en tal lengua. Huyendo de tópicos y de narcóticos espejismos (en algunos casos redituables), Giorgi nos plantea qué otras cosas se pueden hacer con las homosexualidades desde una perspectiva semiótica o en el marco de unos estudios que tengan a las sexualidades como horizonte de reflexión –en la línea de otros «ensayos críticos» publicados por Beatriz Viterbo (imprescindible editorial argentina en el campo intelectual latinoamericano) como Las culturas de fin de siglo en América Latina (compilado por Josefina Ludmer), Médicos, maleantes y maricas. Higiene, crimiología y homosexualidad en la construcción de la nacionalidad (de Jorge Salessi) o Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y Cultura literaria en la Argentina Moderna (de Francine Masiello). En una nota de lectura del séptimo número de Orientaciones, a propósito de Teoría Queer y psicoanálisis ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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de Javier Sáez, planteaba la necesidad de un cuestionamiento radical del lugar de enunciación de la teoría queer frente a, entre otras razones, la excesiva preocupación de sus voceros por definir(se) como sus auténticos herederos y traductores. Y vinculaba esta curiosa obsesión con el heterocentrismo de algunos feminismos ("voces médicas" vigentes y saludables aún en la universidad española) y el aburguesamiento clase-media-centrado de los gay and lesbian studies , aletargados todos por la fantasmagoría académica y/o mercantil de un sujeto coherente y aprehensible, insólitamente feliz (la mujer, el gai, la lesbiana, el/la queer). Sujeto extraño, en cualquier caso, a los prescindibles e inviables (ver la "Presentación" del noveno dossier de Orientaciones) que hoy llenan la geografía latinoamericana tanto como la de otros territorios en apariencia menos azarosos. La escritura de Gabriel Giorgi nos aleja, gozosamente, de aquellas obsesiones y manías. No pretende encontrar una ‘palabra’ que diga en español qué es lo queer, ni se erige en ‘traductor’, ni monta un ‘manual’ de sus lecturas. Sueños de exterminio traza un mapa mucho más arduo que nos da pistas respecto de por dónde aventurarnos en nuestras prácticas críticas, qué hacer con ellas, cómo construir nuestros problemas y reconstruir (o desquiciar) nuestros paradigmas teóricos; y cómo –acaso lo más importante– hacerle trampas, de las que producen cambios y desbarajustes sociales y simbólicos de largo alcance, a la máquina biopolítica de la modernidad, esa que aún hace nuestro destino y proyecta los sentidos de la cultura. Santiago Esteso Martínez
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P u n t o s Albacete Biblos Popular
Alicante Ligur El Che 80 Mundos
Almería
d e
Granada Babel Flash
Huesca Anónima
Lanzarote Puente
Picasso
Barcelona Antinous Cómplices
Bilbao Cámara Herriak Verdes
Cádiz Quorum
Cartagena Escarabajal
Compostela Gallaecia Follas Novas
Coruña Xiada
Donosti Bilintx Hontza
Fuenteventura Tagoror
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Leon Pastor
Logroño Cerezo
Madrid A diferent life Berkana Fnac Casa del Libro La Busca Ocho y Medio
Malaga Proteo
Murcia González Palencia
Oviedo
v e n t a Pontevedra Michelena
Salamanca Cervantes
Santander Estudio
Sevilla Casa del libro Palas Beta (Sagasti, Gaviria, Nervión) Yerma Maranta
Tenerife Universidad Foro Literario La Isla Lemos
Valladolid Margen Oletum
Vitoria Arriaga Study
Ojanguren
Las Palmas Nogal Canaima
Zaragoza General Amares Antígona
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Colaboran en este número Marcelo Ferreyra: Coordinador adjunto del Programa para América Latina y el Caribe, Comisión Internacional de Derechos Humanos para Gays y Lesbianas, IGLHRC. Beatriz Díez: Periodista, especializada en Información Internacional y Países del Sur. Editora del Departamento Latinoamericano de R adio Nederland (emisora internacional de Holanda con sede en Hilversum). Verónica Patricia Villalba: Comunicadora y activista lesbiana y feminista. Responsable del Informativo Mujer del Centro de Documentación y Estudios en Asunción (Paraguay). Integrante de la Coordinación de Mujeres del Paraguay. Fundadora de Aireana. Rosa M Posa: Pedagoga. Asesora en género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Paraguay hasta 2003. Actualmente es responsable del Instituto de IGLHRC, consultora en género y fundadora de Aireana, grupo paraguayo por los derechos de las lesbianas. Alejandra Sardá: Psicóloga y traductora literaria. Coordinadora del Programa para América Latina y el Caribe, Comisión Internacional de Derechos Humanos para Gays y Lesbianas (IGLHRC). Flavio Rapisardi: Profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de La Plata. Coordinador del Área de Estudios Queer y del Laboratorio de Políticas Públicas. Asesor en Derechos Humanos en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Coautor de Fiestas, Baños y Exilios. Los gays porteños en la última dictadura (Buenos Aires, 2001). Santiago Esteso: Director de Orientaciones (desde agosto de 2003). Autor de Ficciones en las fronteras de la ley. Literatura y homosexualidad (Madrid, 2004). Becario de Fundación Caja Madrid y doctorando de la Universidad Complutense. ORIENTACIONES revista de homosexualidades
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Gabriel Giorgi: Doctor por la New York University. Profesor en los departamentos de español y literatura comparada de la University of Southern California, en Los Angeles. Ha publicado Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la literatura argentina contemporánea (Rosario, 2004). Miguel Ángel Sánchez: Licenciado en Filología Árabe. Formó parte de la creación de COGAM en 1986, organización que presidió entre 1991 y 1994. Legalizó la Federación Estatal de Gays y Lesbianas, de la que fue su primer Secretario General. En 1996 creó Fundación Triángulo para continuar la línea igualitarista. Actualmente es miembro del área de Cooperación Internacional y presidente estatal de Fundación Triángulo. Alejandro Modarelli: Escritor. Coautor de Fiestas, Baños y Exilios. Los gays porteños en la última dictadura. Activista de la Comunidad Homosexual Argentina. César Cigliutti: Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina. Marcelo Suntheim: Secretario de la Comunidad Homosexual Argentina. Pedro Paradiso Sottile. Coordinador del Area Jurídica de la Comunidad Homosexual Argentina. Daniel Noam Warner: Profesor en la Duquesne University, Pittsburgh (Estados Unidos). Fernando Sánchez Amillategui: Miembro del Consejo Editorial de Orientaciones. Docente de la Universidad de Alicante. Consultor y escritor. Actualmente trabaja en el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea.
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Normas de edición para la publicación de artículos 1) Se pueden enviar las propuestas de artículos por e-mail a la dirección electrónica que figura a pie de página. Si se prefiere el correo postal, entonces se entregarán en diskette de 3,5” junto con una copia en papel Din A4. 2) En ambos casos figurará al final del artículo un breve currículo del autor 3) Se recomienda que los artículos tengan una extensión entre 9 y 11 páginas usando como letra base Times New Roman 12 y un espacio interlineal sencillo 4) No utilizar negrita fuera de los títulos y no utilizar subrayado en ningún caso 5) Para la Bibliografía final se aconseja seguir el siguiente orden: Gil-Albert, Juan (1975) Heracles. Sobre una manera de ser, Madrid, Taller de Ediciones Josefina Betancor. Lodge, David (1991) “The Language of Modernist Fiction: Metaphor and Metonimy ”, en Modernism. A Guide to European Literature, 1890-1930, M. Bradbury y J. McFarlane eds., Londres, Penguin. Sontag, Susan (1989) AIDS and its metaphors, Nueva York, Farrar, Strauss and Giroux.
Los textos propuestos pueden mandarse a la siguiente dirección postal: Revista Orientaciones Fundación Triángulo C/Eloy Gonzalo 25, 1º 28010 – Madrid Si se trata de un correo electrónico, la dirección es la siguiente: orientaciones@fundaciontriangulo.es (A la atención de Santiago Esteso)
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