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Rompiendo Límites: Poti Malal, Cuevas en Argentina

Por GABRIEL ALBERTO BERGONZI Diseño: JULIO LUIS STAUDE

Hace ya un tiempo atrás, temprano a la mañana y mirando las novedades en redes sociales, encontré fotografías de cuevas inundadas en donde era (y es) posible bucear. Una de ellas inmediatamente llamó mi atención por su belleza y por encontrarse en Argentina: la cueva de San Agustín. A partir de ese descubrimiento, me puse en contacto con quien había publicado la foto, el señor Juan Busaniche, quien a su vez me vinculó con Alfredo Marinaro, un reconocido instructor de buceo de la provincia de Mendoza. ¡Ese fue el comienzo de mi aventura! La cueva se encuentra en el paraje Poti Malal (que en lengua Mapuche significa "Gran corral de piedra"), en la provincia de Mendoza, en la parte occidental de la República Argentina, bien dentro de la cordillera de Los Andes. Para ubicarnos un poco más, Poti Malal está unos 100 km al sur de la ciudad de Malargüe y a 500 km de Mendoza. Esa zona se caracteriza por sus impresionantes y maravillosos paisajes cordilleranos con amplios valles de deshielo, y prístinos ríos y arroyos.

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El objetivo de mi primera expedición al lugar era claro: recorrer el esqueleto completo de la cueva. Por más escueto que parezca el objetivo, en realidad esconde una gran complejidad: implica atender direcciones y distancias, entender hacia dónde progresa la cueva y sobre todo tener muy en cuenta la seguridad del grupo de buceo; ningún aspecto puede quedar librado al azar. El grupo de trabajo estuvo constituido por espeleólogos de diferentes puntos del país junto a buzos profesionales con gran experiencia en cuevas de todo el mundo. Recuerdo a Carlos Lao de Puerto Rico, Cecilio López Tercero de España, Javier Lario de España y Raúl Carrizo de Argentina.

Foto: Lucas Oliva

La aventura arrancó desde Berrotarán, ubicada al sur de la provincia de Córdoba, distante unos 800 km a la ciudad de Malargüe, desde donde nos adentraríamos en la cordillera. Partimos con mi compañero de buceo Luis Pedraza y nos tomó unas 8 horas llegar hasta nuestro destino. A partir de allí, tomamos el camino de montaña que

nos conduciría a Poti Malal. Si bien el camino era de tierra y se encontraba en buen estado, debíamos ir a paso lento al llevar una gran cantidad de equipo, necesario para una completa logística de inmersiones de estas características.

Debido a que en el paraje no hay energía eléctrica, ni mucho menos lugar o infraestructura que nos permitiera llenar los tubos de aire, tuvimos que llevar absolutamente todo: tanques, compresor, oxígeno para mezclar y hacer nitrox (mezcla de aire enriquecido), el grupo generador para cargar lámparas, equipo de rescate, camilla, agua potable, y la lista continúa, pero no quiero aburrirlos, ya se deben dar una idea del entorno al que nos dirigíamos.

Durante un par de días nos alojamos en la casa de la familia Guajardo, propietarios de los terrenos en donde se encuentra la cueva San Agustín. Su hospitalidad y guía fueron una gran ayuda en nuestra inminente aventura.

Durante el primer día acomodamos los equipos, hicimos un primer porteo y planificamos los buceos. Todos utilizaríamos circuito abierto y nitrox 32; cabe aclarar que los buceos serían sin paradas obligatorias. Una vez que analizamos todos los tanques comenzamos a portear hasta la entrada de la cueva parte de los equipos. Esto nos tomó un poco más de una hora caminando a las 14 personas que participamos de esta etapa.

El segundo día arrancamos bien temprano y, luego de un buen desayuno, comenzamos a recorrer el trayecto hacia la cueva. Teníamos una hora de caminata por delante, por un sendero de acarreo con una importante pendiente, pero gracias a la ayuda de los espeleólogos del grupo GEMA pudimos llevar de una sola vez todos los equipos de buceo.

La boca de la cueva nos invitaba a entrar. Su aire fresco se sentía incluso desde el exterior, y nos acariciaba invitándonos a recorrerla. El ingreso fue la parte más complicada: tuvimos que recorrer unos 50 metros con pendiente muy pronunciada y gran cantidad de grava suelta. A pesar de esto, la vista era realmente impactante. Luego de este tramo, encontramos un domo inmenso que atravesamos, y luego tuvimos que trepar un sector de enormes piedras para luego pasar por pequeños túneles, en los que apenas podíamos deslizarnos. Luego de esas aventuras ¡llegamos al borde del agua! Habían pasado ya 3 horas desde que salimos del puesto de la familia Guajardo.

ver la nota completa en TRIM #6

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