DEBATES URGENTES A través de la revista Debates Urgentes (DU) proponemos un espacio de debate, reflexión e intercambio de conocimiento entre quienes pensamos, militamos y soñamos con una Nuestra América soberana. Quienes hacemos DU convocamos a estrechar lazos entre la investigación científica y académica y el campo de la acción política para el cambio social, político y revolucionario. Partimos de dos convicciones: primero, que la articulación entre el pensamiento y la acción es necesaria, no podemos entender uno sin el otro; segundo, que ambos se construyen colectivamente, esto es, siempre hay reflexiones y saberes compartidos detrás de las producciones firmadas por un sujetx (“no existe el héroe solx”). Entendemos, en síntesis, que el conocimiento se construye colectivamente sobre la base de la experiencia política y la reflexión sobre la misma. Por ello apostamos a la producción, sistematización y socialización del conocimiento orientado a producir saberes emancipatorios como forma de construcción de poder popular. En este espacio, para quienes producimos desde las aulas y los territorios de Nuestra América la histórica pregunta de “¿para quienes producimos conocimiento?” se encuentra con otros interrogantes: ¿cómo? ¿con quiénes? y ¿para qué lo producimos?. Multiplicando los interrogantes, buscamos radicalizar los debates, tensionar los límites y empujar las fronteras de lo posible más allá de lo establecido por el orden capitalista, colonial y patriarcal.
Una publicación del Centro de Estudios para el Cambio Social Número 5, Año 5, 2016. Periodicidad: Semestral ISSN: 2250-6535 (formato online) // ISSN: 2250-7809 (formato impreso) debatesurgentesrevista@gmail.com http://www.cecs-argentina.org COMITÉ ACADÉMICO: Francois Chesnais (Francia), Pierre Salama (Francia), Renán Vega Cantor (Colombia), Gilberto Valdés (Cuba), María Orlanda Pinassi (Brasil), Mabel Belucci (Argentina), Ariel Petruccelli (Argentina), Peter McLaren (EE.UU.), Ricardo Antunes (Brasil), Ana Esther Ceceña (México), Maristella Svampa (Argentina), Norma Michi (Argentina), Marildo Menegat (Brasil) COMITÉ EDITORIAL: Paula Belloni, Emiliano López, Nayla Pis Diez, Nicolás Trivi. FOTO DE TAPA: Micaela Ryan DISEÑO DE TAPA E INTERIOR: Trinidad Mele Helguera Centro de Estudios para el Cambio Social (CECS) Dirección Postal: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata | Calle 51 e/ 124 y 125 | Oficina c205 Ensenada (1925), Buenos Aires, Argentina Correo electrónico: debatesurgentesrevista@gmail.com http://www.cecs-argentina.org
DOSSIER: TENSIONES SOBRE LOS PROYECTOS POST-NEOLIBERALES EN AMÉRICA LATINA ¿LA REGIÓN ANTE UN NUEVO CAMBIO DE ÉPOCA? / 10 / Homenaje a Fidel Por Martín Ogando / 14 / Ofensiva neoliberal y resistencias populares: una contribución al debate colectivo sobre el presente y el futuro de los proyectos emancipatorios en Nuestra América Por José Seoane / 48 / Desenlaces del ciclo progresista Por Claudio Katz / 78 / Reordenando el patio trasero. La ofensiva estadounidense en la nueva época Por Leandro Morgenfeld / 101 / Venezuela: una nueva etapa en la guerra híbrida. Reflexiones luego del 6D Por Lucas Villasenin
/ 127 / Entrevista: A pesar de ustedes. Entrevista a Ricardo Gebrim Por Costanza Aceto / 145 / Reseña de libros: Economía y política en la Argentina kirchnerista Por Ulises Bosia / 154 / Reseña de cine La teta asustada Por Lucia San Miguel y Fernanda Ronconi / 161 / Imágenes para leer Entre sendas y caminos: mujeres qom y su vínculo con el monte en el oeste formoseño Por Mariana Daniela Gómez / 172/ Normas de publicación
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Luego de la larga noche que implicó el neoliberalismo, soplaron vientos de cambio en nuestra región. Las resistencias de los pueblos de Nuestra América y la emergencia de líderes populares hacia la última década del siglo XX, condujeron durante una “larga década” iniciada con el siglo XXI a modificar el mapa geopolítico de la región y a poner en cuestión el neoliberalismo como un proyecto excluyente. Ese escenario fue el que delineó un cambio de época progresivo en América Latina. Aún cuando persistieron (y persisten) diferencias de peso a escala nacional, en los distintos países el anti-neoliberalismo, el anti-imperialismo, el debate sobre la inclusión, el empoderamiento de ciertos sectores subalternos, la recuperación de la discusión sobre el Estado y reactualización de las banderas del socialismo, aparecieron como algunos de los clivajes comunes que marcaron un punto de inflexión histórico en el amanecer del nuevo siglo. Sin embargo, atravesada por los coletazos de la crisis internacional y la baja en los precios de los commodities y por las propias contradicciones y limitaciones de la acumulación periférica y dependiente, en los últimos años Nuestra América se encuentra nuevamente ante una serie de tensiones que nos condu-
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cen a preguntarnos por la continuidad y el futuro del “giro progresista en la región”. El impacto que tendrá la iniciativa norteamericana fundamentalmente en el plano económico y militar en el marco de la resolución del capitalismo en crisis, el agotamiento de los procesos más moderados de la región donde continua predominando un sentido común neoliberal y la exacerbación de los límites, las confrontaciones y polarizaciones en los países más radicales, que en el último año dieron lugar a un avance de la derecha expresado políticamente en el triunfo electoral de una fuerza de derecha en Argentina, el éxito del golpe parlamentario en Brasil, las elecciones parlamentarias en Venezuela en las que la oposición obtuvo mayoría; la derrota en el referéndum habilitante de la reelección de Evo Morales en Bolivia, son algunos de los elementos que hacen necesario reactualizar una lectura rigurosa de la coyuntura de Nuestra América. Los procesos sociales y políticos abiertos en nuestras tierras con el siglo XXI y el momento histórico que atraviesa la región no hacen sino interrogarnos, como militantes y como intelectuales. Por lo dicho, en el Dossier de este número de Debates Urgentes convocamos a la producción de trabajos que aborden la actualidad de los países de América Latina, para dar cuenta de los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de este impasse.
Despedida de Fidel en la Habana (2016).[Fotografía]
HOMENAJE A FIDEL
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// Por Martín Ogando1
Pronto deberé cumplir 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue capricho del azar. (…) A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos. A nuestros hermanos de América Latina y del mundo debemos trasmitirles que el pueblo cubano vencerá".1 Fidel Castro (sesión del VII Congreso del Partido Comunista Cubano, abril de 20 1- Sociólogo, docente y becario de investigación de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Integrante del Centro de Estudios para el Cambio Social (CECS) y militante de Patria Grande.
homenaje a fidel castro
Querido Fidel: Entiendo que finalmente hayas decidido descansar. Nadie ha trabajado tanto por Nuestra América, nadie ha entregado de manera tan radical su vida, su pensamiento y su acción a la liberación de los humildes de nuestra tierra. Entiendo, y te deseo lo mejor en este viaje. Comprenderás, sin embargo, nuestro egoísmo. Tenerte acá con nosotros y nosotras nos hacía sentir todos los días protegidos. Sabíamos que, pasara lo que pasara, podíamos contar con tu corazón y tu abrazo protector, que surgía siempre desde allá arriba, desde el Caribe, pero que se desplegaba fuerte hasta el extremo Sur de nuestra Patria Grande. Sabíamos que, además de con tu amor, contábamos con tu infinita sabiduría, con tu pensamiento atento y siempre punzante. Ese pensamiento que, aún cuando el físico te pidió bajar un cambio, siguió regalándonos extraordinarias reflexiones sobre este mundo cada vez más injusto. Nos acostumbramos a que vos fueras el vigía, el baqueano de Nuestra América. A que vieras las cosas antes que los demás y a que nos guiaras. ¡Cómo olvidarnos que fuiste el primero que entendió quién era nuestro Comandante Chávez! Y una vez que lo abrazaste, allá en la Habana, lo acompañaste hasta el final como un padre, ayudándolo a recorrer ese tortuoso camino de la lucha por la liberación y socialismo. Pero está bien Fidel. Somos grandes y tenemos que aprender a seguir adelante. Tenemos que permitirte descansar. Mierda que es difícil, pero lo vamos a intentar. Vamos a intentar estar mínimamente a la altura del legado inmenso que nos dejas. Dejame antes de irte, por favor, decirte gracias. Ya sé que un militante revolucionario no acepta que le agradezcan por cumplir con su deber. Ya sé... pero yo lo necesito. Gracias porque vos sos y serás el nombre de la revolución en América Latina. Porque toda Nuestra América sería distinta hoy sin esa hermosa Revolución Cubana que vos protagonizaste junto a tu heroico pueblo. Porque tu revolución estuvo en África y las luchas anticoloniales, en El Salvador, en Nicaragua, en Bolivia, estuvo en nuestro
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Buenos Aires, 26 de noviembre de 2016
Salas, R. (1959).[Fotografía]
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Cordobazo y en nuestras guerrillas, estuvo en todo el mundo. Y cuarenta años después volvió a estar con Chávez, con Evo, con lo que mal o bien logramos construir en esta última década. Porque tu revolución estuvo en ese Mar del Plata del 2005. Y esa revolución la hiciste contra todo y todos. Igual que Lenin y que todos los gigantes que hacen historia. Porque supiste comprender más a tu pueblo que a los manuales del marxismo de cartulina y de la historia oficial. Y esa es la clave de todo revolucionario: comprender las pasiones, los dolores, las aspiraciones, los sueños de su pueblo y ayudar a convertirlos en fuerza arrolladora para salir de la opresión y la explotación. Vos hiciste lo que es el deber de todo revolucionario: hacer la revolución. Y mientras algunos se dedicaban a evaluar las inconsistencias de esa rara revolución, vos y tu pueblo cambiaron para siempre la historia de América Latina. Gracias también, Fidel, porque cometiste errores, porque te equivocaste, porque te manchaste con sangre y con los avatares de la política de Estado. Porque erraste y también rectificaste.
homenaje a fidel castro
Chau Fidel querido. Hasta la victoria, siempre. Hasta el socialismo, siempre. Hasta siempre, hermano. ¡Venceremos! Martín PD: Dale un abrazo enorme de nuestra parte a Ernesto, a Hugo, a Camilo, y a todos los compañeros y compañeras que nos trajeron hasta acá.
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Gracias por ser humano. Porque necesitamos eso. No necesitamos panteones, próceres, seres sobrenaturales que todo lo saben y que conocen el camino de la emancipación. Necesitamos el ejemplo de seres humanos de carne y hueso, con sus pasiones y miserias, como nosotros y nosotras, porque sos eso Fidel, aunque cueste creerlo. Porque hoy, que finalmente pudimos confirmar que sos humano, renace en medio de la tristeza la convicción de que habrá otros como vos, de nuestro pueblo, de nuestras tierras, que seguirán el camino de rebelarse con furia y con amor frente a cualquier injusticia, frente a toda opresión. Se hizo largo, disculpá. Dejame que ahora te deje una promesa. De todos nosotros y nosotras. Es lo mínimo que te debemos. Te prometo hermano, que tus banderas, que tu lucha por una América Latina libre, unida y socialista seguirá flameando siempre. En nuestras manos y en la manos de millones más en Nuestra América. Te juro que las malas que vivieron no nos van a acobardar ni a desanimar. Al revés, nos vamos a hacer gigantes en las malas, como nos enseñaste vos. Vamos a sacar fuerza de nuestra historia, como hiciste vos, y vamos a vencer. Por nuestros trabajadores y trabajadoras, campesinos, pibes y pibas, por la primera revolución socialista de América Latina, por tu Cuba, por nuestra Cuba, porque en necesario para la vida en este mundo, VAMOS a VENCER. Y si alguno de nosotros no lo llega a ver, si los tiempos se hacen un poco largos, no pasa nada. Te prometo que trataremos de parecernos lo más posible a vos. Dejar hasta nuestro último aliento en esta lucha, y dejar, sobre todo, millones de militantes más que seguirán llevando nuestra banderas cuando nos toque descansar. Hoy llueve en Buenos Aires Fidel. Llueve, ¿podés creer? Esas cosas de la vida que te hacen pensar que el materialismo histórico no puede explicarlo todo. Ya sé que no te gusta la idea, pero dejanos llorar un rato.
Artículo recibido el 9 de agosto de 2016
OFENSIVA NEOLIBERAL Y RESISTENCIAS POPULARES:
UNA CONTRIBUCIÓN AL DEBATE COLECTIVO SOBRE EL PRESENTE Y EL FUTURO DE LOS PROYECTOS EMANCIPATORIOS EN NUESTRA AMÉRICA // Por José Seoane
Resumen: Resulta indiscutible que Nuestra América atraviesa un nuevo momento histórico, un período de transición signado por los avances de la ofensiva neoliberal; los límites, reflujo o crisis de los procesos de cambio; y el despliegue de un nuevo ciclo de luchas de los sujetos subalternos. Los acontecimientos de los últimos seis meses; el triunfo electoral de una coalición derechista en Argentina; el éxito del golpe parlamentario en Brasil; las elecciones parlamentarias en Venezuela; la derrota en el referéndum habilitante de la reelección de Evo Morales en Bolivia; parecieron dar razón a los diagnósticos del fin del ciclo progresista en Nuestra América. Sin embargo, consideramos aún que dicha caracterización dificulta la consideración colectiva de la complejidad de los procesos en los que estamos inmersos. A este desafío se proponen aportar estas líneas, con el sentido de poder delinear algunos de los puntos de referencia que configuran el campo del debate emancipatorio respecto de la actual coyuntura y las tendencias en progreso. Y, de aportar en este esfuerzo una mirada histórica más extendida que contribuya a la construcción de una perspectiva de más largo aliento. Para eso hemos dividido el presente artí-
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1- Sociólogo. Profesor e investigador de la UBA, dirigió el Observatorio Social de América Latina (OSAL/CLACSO) desde su creación hasta 2007. Colabora con movimientos sociales en proyectos de formación e integra el Grupo de Estudios sobre América Latina y el Caribe (GEAL). Correo: seoane.jo@gmail.com
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culo en tres partes relativas a las características de: a) el avance que registra la ofensiva neoliberal; b) los límites y crisis de los procesos de cambio; y c) el nuevo ciclo de conflictividad social.
Neoliberalismo: aparta de mí ese cáliz Resulta indiscutible que Nuestra América -latina, caribeña, indígena y afrodescendiente- atraviesa un nuevo momento histórico, un período de transición signado por los avances de la ofensiva neoliberal; los límites, reflujo o crisis de los procesos de cambio; y el despliegue de un nuevo ciclo de luchas de los sujetos subalternos. El intento de su caracterización, particularmente la identificación de las causas, desafíos y tendencias que plantea, ha sido en los últimos años uno de los tópicos principales de las reflexiones del pensamiento crítico latinoamericano y del debate de los movimientos sociales y políticos transformadores. Desde el 2013, con las masivas movilizaciones en Brasil cuestionadoras del gobierno de Dilma Rouseff, y particularmente luego, con los ajustados triunfos electorales del Partido de los Trabajadores (PT) y el Frente Amplio (FA) en Brasil y Uruguay en 2014 y un escenario gubernamental a nivel regional cada vez más teñido del giro conservador, se planteó y desplegó un debate sobre la consideración de estos procesos en términos de un “fin de ciclo” de los “gobiernos progresistas” (Zibechi, 2014). La relevancia de esta discusión regional sobre el “fin de ciclo” se reflejó en el lugar central que dicha temática ocupó en las diversas plataformas y publicaciones propias del campo del pensamiento crítico latinoamericano hacia fines de 2015; por ejemplo, entre otras, en las web de Rebelión y ALAI (ALAI, 2015; Arkonada, 2015a y 2015b; Boron, 2016; Gaudichaud, 2015; Katz, 2016; Modonesi, 2015; Sader, 2015; Zibechi, 2014 y 2015). Sin embargo, sus contribuciones a la comprensión de los procesos en curso quedaron muchas veces opacadas por la polémica
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Palabras claves: Neoliberalismo, Progresismo, Resistencias populares, Nuestramérica, Ciclo
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entre la crítica y la defensa de los rumbos gubernamentales in toto, aunque análisis más sugerentes plantearon abordar el debate desde la consideración de “reflujo del cambio de época” o, desde otra perspectiva, del “fin de la hegemonía progresista” (Modonessi, 2015; Arkonada, 2015a; Gaudichaud, 2015). Los acontecimientos de los últimos seis meses; el triunfo electoral de una coalición derechista en Argentina; el éxito del golpe parlamentario en Brasil; la derrota del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en las elecciones parlamentarias en Venezuela; la derrota en el referéndum habilitante de la reelección de Evo Morales en Bolivia; parecieron dar razón a los diagnósticos del fin del ciclo progresista en Nuestra América. Sin embargo, como lo señalamos en oportunidades pasadas, consideramos aún que dicha caracterización dificulta la consideración colectiva de la complejidad de los procesos en los que estamos inmersos (Seoane, 2014). Esta opinión se sustenta, entre otras cuestiones, en primer lugar, en razón de que dicha perspectiva tiende a restringir la visión de los cambios y sus causas al campo del régimen político y el Estado, ciertamente importante pero cuyas dinámicas no pueden comprenderse en sí mismas sino en referencia a sujetos (por ejemplo, las clases y sus fracciones o grupos sociales) y conflictos que se constituyen y despliegan también, e incluso a veces particularmente, en otros ámbitos societales. Y, en segundo lugar, porque esta noción de fin de ciclo asociada a los destinos gubernamentales tiende a promover una visión de los cambios que entorpece su consideración en términos de procesos, iniciados en el pasado e incluso abiertos y no resueltos de manera definitiva hacia adelante, de una transición en curso y, en cierta medida, en disputa2. El ejemplo más significativo de ello es la experiencia venezolana aún vigente, a pesar del despliegue de una 2- Una tercera cuestión importante que hemos señalado en esta visión crítica del llamado “fin de ciclo progresista” es la de aunar en un mismo conjunto bajo una referencia polisémica y ambigua como la de “progresismo” diferentes experiencias de cambio algunas más orientadas por un ideario socialista y otras bajo una programática de desarrollo capitalista e inclusión social. Estas diferencias tienen incluso incidencia en la realidad que cobró el llamado “fin de ciclo”. Así, mientras que en Argentina y Brasil, de formas distintas, las fuerzas conservadoras y de derecha han asumido el control del aparato del Estado, en Venezuela y Bolivia las derrotas electorales no han comprometido, hasta ahora al menos, el del poder ejecutivo. En este caso, no desarrollamos en profundidad este aspecto sin duda también significativo.
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guerra económica y multidimensional impulsada por el imperio y las burguesías locales que lleva, en su última fase, ya varios años; de las amenazas que oscilan entre la intervención extranjera directa y la desestructuración y descomposición socio-política interna, y de la propia crisis y límites del modelo rentista-burocrático y del propio gobierno. El despliegue de este combate del proyecto y pueblo bolivariano convoca no a lo prescripción de finales sino a la solidaridad atenta –incluso frente al peligro de una “guerra civil”– tanto como al análisis sin tapujos3. “Aparta de mí ese cáliz”, escribía en 1937 el gran poeta peruano César Vallejo ante el escenario de la Guerra Civil española que tuvo un profundo impacto y repercusión en América Latina4. Años antes de eso, pero en un clima de época similar, Antonio Gramsci reclamaba doblemente el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad5. No se trata de un cliché de pura ingenuidad formal como se lo ha querido fosilizar, o de un consejo reconfortante al estilo de “al mal tiempo buena cara”, o de un juego de esquizofrenia política. Sino de la estrecha y necesaria relación que, para las perspectivas emancipatorias, existe entre el examensin contemplaciones de los procesos en curso6 y la intencionalidad de la intervención humana para enfrentarlos y modificarlos. Huelga agregar que en ambos planos también se trata de una construcción colectiva. A este desafío se proponen aportar estas líneas con el sentido de poder delinear, sin pretensión de novedad, algunos de los puntos de referencia que configuran el
4- Nos referimos al poema titulado “España, aparta de mí ese cáliz” que da nombre también al último libro de Vallejo que reúne los poemas inspirados en la Guerra Civil española. 5-En un reciente texto, pero en un sentido similar, Eagleton habla de la esperanza sin optimismo (Eagleton, 2016). 6-La importancia y necesidad de un examen crítico profundo de los escenarios actuales ha sido resaltada por diferentes pensadores y movimientos. Sobre ello, por ejemplo, García Linera afirma: “De manera fría, como lo tiene que hacer un revolucionario, tiene que hacerse un análisis de plaza, como decía Lenin; de terminología militar, analizar las fuerzas y escenarios reales que hay sin ocultar nada, porque dependiendo de la claridad del análisis que se hace es que sabrá encontrar las potencias, las fuerzas reales prácticas del avance futuro” (Linera, 2016: 7).
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3- Ciertamente, esta misma apreciación podría formularse respecto de otras experiencias, como la boliviana. E incluso respecto de la situación en Brasil donde resta la resolución del juicio parlamentario contra Dilma Rousseff y la salida política que finalmente se impondrá en el contexto de las movilizaciones sociales contra el golpe y el creciente descrédito del gobierno golpista.
campo del debate emancipatorio respecto de la actual coyuntura y las tendencias en progreso. Y, de aportar en este esfuerzo una mirada histórica más extendida que contribuya a la construcción de una perspectiva de más largo aliento. Para eso hemos dividido el presente artículo en tres partes relativas a las características de: a) el avance que registra la ofensiva neoliberal; b) los límites y crisis de los procesos de cambio; y c) el nuevo ciclo de conflictividad social. Comencemos entonces nuestro recorrido por el primero de ellos.
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La significación de la ofensiva neoliberal: tres cuestiones en debate Nuestra reflexión parte de las constataciones de los avances conquistados a nivel regional en los últimos años o meses por lo que podemos llamar genéricamente la ofensiva neoliberal. Pero ciertamente, es una obviedad resaltar que el proceso de neoliberalización capitalista es permanente desde sus primeros despliegues en el contexto de los años ´70. O, para decirlo en un sentido más amplio históricamente, que el capital en sus múltiples formas persigue constantemente incrementar su acumulación. O, como dice el sentido popular, que el afán de lucro no descansa. En esta dirección, la noción de ofensiva –o de sus avances– remite a un cambio en la tendencia que configuraba las correlaciones de fuerzas societales entre los diferentes sujetos sociopolíticos, clases y bloques sociales en la región. Así, si el levantamiento zapatista de 1994 marcó los comienzos del despertar regional de un ciclo de resistencias de los sujetos subalternos, de creciente conflictividad social cuestionadora del régimen neoliberal; y si a partir del 2000 estas resistencias se trocaron en crisis de hegemonía del neoliberalismo cristalizando muchas veces en cambios gubernamentales y en procesos de transformaciones sociales; ahora nos encontramos en un contexto inverso, de avance o revitalización de las fuerzas del neoliberalismo. El carácter de esta “ofensiva” planteó y plantea una serie de debates al pensamiento
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crítico que, en este caso sin pretensión de exhaustividad, sistematizamos en tres cuestiones.
7-La agresiva política llevada adelante por el gobierno de Macri en Argentina y lo hecho hasta ahora así como los compromisos y anuncios formulados por el gobierno golpista de Temer en Brasil señalan, en relación a esta cuestión, que la ofensiva neoliberal actual se orienta fundamentalmente a imponer un acelerado shock concentrador del ingreso y la riqueza – con sus consecuencias sobre las condiciones de vida y la estructura económica– y una reestructuración del Estado tanto con la reformulación, restricción y/o desmantelamiento de las áreas o políticas sociales como de la promoción de una regulación e intervención estatal pro-mercado acompañado incluso de privatizaciones directas o indirectas. Ambos expresan asimismo el crecimiento de la preponderancia de las fracciones transnacionales o más transnacionalizadas del bloque dominante y de las corrientes y corporaciones más conservadoras con sus efectos incluso en la reorientación de una política regional e internacional alineada con los intereses de EE.UU. y Europa y en un tratamiento más represivo de la protesta y la acción colectiva de los sujetos subalternos. 8-Entre otras cuestiones, el inicio de la década de los ´90 esta signado por el desplome de los regímenes del llamado socialismo real simbolizados en la caída del Muro de Berlín y de un ciclo de expansión global del libremercado y del capital.
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La novedad, entre la restauración y la continuidad En primer lugar, la ofensiva neoliberal ha sido considerada tanto como una pretensión de restauración de las políticas y regímenes impuestos en los años ´90 en la región así como, desde otra perspectiva, se han enfatizado las continuidades socioeconómicas más allá de los cambios político-gubernamentales e, incluso en algunos casos, confiado en los anunciados aspectos neodesarrollistas de los nuevos gobiernos de derecha. La estrategia de shock llevada adelante por el gobierno del presidente Macri en Argentina ha refutado en los hechos esta última apreciación7. Por otra parte, la idea de la restauración de los noventa, potente en la evocación de la memoria popular y el pensamiento crítico de los lineamientos y efectos de los procesos de liberalización y mercantilización, puede invisibilizar que dicho “Consenso de Washington” se impuso bajo los golpes de la doble crisis de la deuda externa y las hiperinflaciones –y particularmente de esta última– que construyeron las condiciones de la derrota, desarticulación y tolerancia social en un contexto internacional diferente8. Más allá de las actuales evocaciones del ineluctable fracaso económico de los populismos o de su matriz de corrupción e ineficiencia –discursos también promovidos en los años ´90– la derrota social que posibilitó las transformaciones neoliberales de dicha
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década no ha tenido aún lugar. Finalmente, si el término neoliberalismo lo utilizamos para referir a una nueva fase capitalista que se despliega y extiende desde los años ’70 como la salida capitalista a la crisis –económica y de dominación– de esos años; dicho despliegue ha transitado por diferentes momentos, espacios y formas. De facto, frente a la crisis de hegemonía que cuestionó al régimen neoliberal en Latinoamérica en la primera mitad de los años 2000, la reconstrucción de legitimidad y poder para la continuidad de estas políticas en algunos países de la región adoptó la forma de lo que se ha llamado el “neoliberalismo de guerra” caracterizado por un proceso de mafiatización y militarización social y, simultáneamente, de reforzamiento de la capacidad punitiva del Estado, de promoción de un “Estado de excepción” complementario al funcionamiento de un “segundo estado” ilegal y mafioso (González Casanova, 2001; Seoane, 2008; Murillo, 2008; Segato, 2013). En un sentido similar, desde el pensamiento crítico se ha señalado la estrecha vinculación entre neoliberalismo y crisis, tanto en relación con el proceso contemporáneo de destrucción de las condiciones de existencia de amplias franjas de la población y la vida en general, como respecto del papel de las crisis en el arte de gobierno neoliberal y de la producción de una subjetividad que desintegra el lazo social en la recreación del “estado de naturaleza” hobbesiano (Murillo, 2015; Murillo y Algranati, 2012; Amin, 2001; Klein, 2007; Beinstein, 2014; Seoane, 2016) ¿En qué medida estos escenarios tiñen la ofensiva neoliberal actual?9 Los avances en los acuerdos de Paz en Colombia parecen marchar en otra dirección, aunque los tambores de guerra en la Venezuela limítrofe –y el crecimiento de la represión y la criminalización social- relativicen su significación. El debate, examen e identificación de las características de esta ofensiva; de su novedad, configurada entre la restauración y las continuidades; y de sus relaciones con 9- Frente a las amenazas de la I° Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo acuñó la frase de “socialismo o barbarie”, recuperada luego de diferentes maneras en la tradición crítica; en los años recientes en la experiencia latinoamericana se ha hecho referencia a la defensa de la humanidad, de los territorios, de la vida, de la paz.
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el contexto internacional actual; resulta importante para abordar los desafíos que afrontan el pensamiento crítico y la acción transformadora.
En segundo lugar, reflexionar sobre las formas de esta ofensiva neoliberal interroga también sobre sus comienzos, sus formas, su desarrollo. En este sentido, en el terreno estatal-gubernamental el año 2009 condensa a nivel regional un punto de inflexión. El 15 de marzo de ese año ganó las elecciones presidenciales en El Salvador el Frente Farabundo Martí (FMLN) y casi tres meses después, el 28 de junio, resultó exitoso el golpe de estado en Honduras. El triunfo del FMLN marcó el máximo punto de expansión de la elección de gobiernos críticos del neoliberalismo en un proceso que ya había experimentado sus límites en el ciclo electoral del 200610. En contraposición, el golpe en Honduras señaló el comienzo del despliegue regional de estas estrategias de desestabilización y golpe que tuvieron en los años siguientes sus principales manifestaciones en Bolivia y Ecuador y en el exitoso golpe parlamentario en Paraguay en 2012. Acciones en las que se aunaban clases o fracciones de clase dominantes y estratos conservadores locales con corporaciones transnacionales y la intervención estadounidense y que tuvo en el redespliegue militar norteamericano a nivel regional de esos años uno de sus principales sostenes. Sin embargo esta primera fase de la ofensiva neoliberal -más asociada a las formas de la intervención militar, el golpe, la “guerra” o la coerción- sólo resultó efectiva en los “eslabones más débiles” de los procesos de cambio sin conseguir alterar drásticamente el contexto regional. Esta primera fase de la ofensiva neoliberal cobró cuerpo en el contexto de la emergencia de un nuevo episodio de crisis económica de proyección global pero con epi10-Recordemos que en 2006 tiene lugar la elección fraudulenta de Felipe Calderón (PAN) en México, de Álvaro Uribe en Colombia, de Alan García en Perú, entre las principales continuidades del régimen neoliberal en la región bajo la forma ahora del “neoliberalismo armado”.
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Coerción y consentimiento, política y economía
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centro en el viejo núcleo del capitalismo central y posterior al cambio de política del establishment estadounidense simbolizado en el pasaje de Bush a Obama. Y no es una novedad -como han señalado desde los clásicos del pensamiento crítico hasta el debate contemporáneo- que las crisis capitalistas (y sus intentos de gestión) conllevan un reforzamiento de las políticas imperiales y de ofensiva del capital (Harvey, 2004) El procesamiento del primer momento de la crisis supuso entonces, junto a la recesión y rescates públicos de la banca privada en EE.UU. y Europa, la ofensiva neoliberal en la región y el desplazamiento de los flujos de capitales a los commodities con el consecuente acelerado incremento de sus precios. En este contexto, el crecimiento económico de China, los BRICS y el Sur del Mundo sostuvieron la economía global. Pero a partir del 2012 el procesamiento regional de la crisis cambió, la economía estadounidense comenzó a recuperarse relativamente, los flujos especulativos se reorientaron hacia el Norte, los precios de los commodities comenzaron a descender, la crisis como caída del crecimiento económico se desplazó al Sur y a los BRICS. Un nuevo periodo de la ofensiva neoliberal en la región comenzó entonces, asociado a la creciente desaceleración e inestabilidad económica. Sus efectos a partir del 2011 y 2012 comenzaron a incrementar las tensiones en las coaliciones sociales sobre las que se sostenían los procesos de cambio –particularmente los gobiernos neodesarrollistas- y exasperó la acción de los poderes económicos y las capas privilegiadas –reconfigurando sus equilibrios y acuerdos- y abriendo posteriormente un escenario de crisis de hegemonía del posneoliberalismo. No se trató, ni se trata, del resultado de una dinámica económica objetiva y natural, sino –de manera más mediada o más directa11- de un proceso y terreno propio de la acción de las clases y fracciones dominantes y de los poderes globales. La eficacia de las crisis económicas en la 11-Como ha sido señalado por diferentes analistas, por ejemplo, el descenso de los precios internacionales del petróleo acontecido en el periodo reciente es un resultado vinculado a la acción de gobiernos y Estados; en particular, de Arabia Saudita y su bloque dentro de la OPEP y de los EE.UU.
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construcción de las condiciones sociales del proceso de neoliberalización capitalista registra antecedentes claros en la historia latinoamericana de fines de los años `80 y principios de los `90, como ya hemos mencionado. En esta dirección puede leerse la profundidad de la recesión brasileña –según los datos recientes la más significativa de los últimos 25 años- y venezolana –que junto al desabastecimiento promueve, y persigue en la acción de diferentes actores, las condiciones de una implosión social. Aunque, es necesario recordar también que las crisis económicas pueden desembocar asimismo en la potenciación y expansión de la acción y conflictividad de los sujetos subalternos, como sucedió en Nuestra América entre fines de los años `90 y principios de los 2000.
Por otra parte, en este contexto de retracción y caída económica que hemos descripto, la ofensiva neoliberal demostró también su capacidad en la constitución de sujetos colectivos que incluso se conformaron como protagonistas de protestas y movilizaciones rivalizando, disputando y colonizando simbólicamente las prácticas de los movimientos sociales de raigambre popular que ocuparon las calles en el período de resistencias y cuestionamientos al régimen neoliberal. Ciertamente, la emergencia de estos sujetos vinculados a los intereses de sectores dominantes no es una novedad en la historia latinoamericana –habían tenido relevancia tanto en la disputa por el control de la industrialización sustitutiva frente a los regímenes nacional-populares y, luego incluso, frente a los procesos de radicalización y cambio social de los años `60 y `70. Sin embargo, la construcción del neoliberalismo en el periodo posterior y, claramente en los años `90, pareció asentarse en el compromiso entre los grupos dominantes de no convocar a otros sujetos sociales para dirimir sus diferencias. La explosión de las resistencias y movimientos sociales de los sujetos subalternos asediando la ciudadela neoliberal rompió ese consenso y, en un
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Neoliberalismo, construcción de subjetividad y movilización colectiva
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ciclo de ensayo y error progresivo12, comenzaron a aparecer en la escena pública movilizaciones y acciones de protesta con gran protagonismo de sectores medios pero también con capacidad de interpelación de otros sectores sociales que, frente a los procesos de cambio, se constituían en clave ciudadana liberal, reclamaban su condición apolítica como garantía de ser expresión legítima de la sociedad civil, planteaban una programática contra la corrupción, la inseguridad, la delincuencia, y el autoritarismo gubernamental-estatal y, en sus formas más violentas, se inscribían en procesos de fascistización social que pretendían servir como ariete del “golpe suave”. La construcción de estos sujetos, emergidos con similares características en diferentes países de la región, supuso el despliegue de un conjunto de dispositivos y tecnologías de gobierno, de saberes y prácticas, promovidas y difundidas por diferentes agencias estadounidenses y experimentadas también en otros continentes bajo las llamadas “revoluciones de los colores”. En este caso, la acción regional de organizaciones tales como la USAID (United States Agency for International Development) y el NED (National Endowment for Democracy), el modelo de “onegeización” de la sociedad civil y de su empoderamiento, el uso de las redes sociales, el papel cumplido por las cadenas o grupos multimedia privados, configuraron parte importante de la matriz de constitución de estos movimientos y sujetos colectivos. Sobre ello se han señalado los límites y dificultades que tuvieron los gobiernos no neoliberales de la región para comprender estos procesos e intervenir eficazmente sobre los mismos, particularmente en referencia a los medios de comunicación y las tecnologías de la información y la comunicación (Morales, 2016; García Linera, 2016) Aún con los avances registrados en los años pasados, está pendiente aún a nivel regional una transformación efectiva de la comunicación y del uso y desarrollo de las nuevas tecnologías orientada bajo los objetivos de la de12-Recordemos que en el 2004 se registran ya significativas movilizaciones en clave ciudadana contra el delito y con una programática de reforzamiento de la capacidad punitiva del Estado en diferentes ciudades y países latinoamericanos; en el caso argentino, las llamadas “marchas Blumberg”. Sobre ello ver: OSAL, 2004.
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mocratización, la participación y la soberanía popular. Se ha señalado también la importancia de no sobreestimar el papel de los medios y las redes, en el sentido de que no sirva a ocultar el “cúmulo de otros factores intervinientes” (Borón, 2016) Por otra parte, la problemática de los medios y las redes desde la perspectiva emancipatoria no se restringe a una cuestión regulatoria técnica, legal o público-estatal sino que, en la medida que una comunicación alternativa sólo puede constituirse y construirse en el marco del despliegue de una práctica social alternativa, se trata de una cuestión esencialmente política, en el sentido del ejercicio y desenvolvimiento del hacer colectivo y la autoactividad de los sujetos subalternos. Este caso particular apunta así también en una dirección más amplia, a la importancia que guarda para los procesos de transformación social el fortalecimiento de las prácticas y subjetivaciones políticas de los sujetos subalternos y de los límites que para ello plantea la estatalización y mediatización liberal de su acción. Examinemos estas cuestiones con mayor detenimiento entonces.
Hemos señalado en otras ocasiones que, a diferencia de lo que a veces se piensa, la crisis de hegemonía del neoliberalismo en la primera mitad de los años 2000 no se tradujo inevitablemente en cambios posneoliberales en toda la región. En algunos países las resistencias fueron derrotadas, los cambios se restringieron al interior de la élite política, y se constituyó lo que ya referimos como neoliberalismo de guerra. Con sus diferencias, lo sucedido en México, Colombia o Perú es ejemplo de ello. Por otra parte, donde se experimentaron políticas y transformaciones del régimen neoliberal, las mismas adoptaron distinta intensidad, características y radicalidad según los países e, incluso, los períodos; inscribiéndose a grandes rasgos entre dos grandes proyectos: el del neodesarrollismo y el del nuevo socialismo, llamado del siglo XXI o comunitario.
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De los límites endógenos a la crisis de hegemonía de los procesos de cambio: la significación del golpe de timón
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Del post-neoliberalismo al post-capitalismo Con las diferencias sustantivas que pueden señalarse entre ambos proyectos, en la historia reciente los procesos de cambio pos neoliberal en la región afrontaron una serie de limitaciones endógenas, tensiones internas que se convirtieron, progresivamente, en muchos casos, en contradicciones abiertas. El balance que Hugo Chávez hacía sobre ello respecto de la revolución bolivariana en 2012, sin duda uno de los procesos más transformadores, radicales e inspiradores en Nuestra América reciente, resulta un ejemplo y lección mucho más válido incluso para otras experiencias nacionales donde las transformaciones posneoliberales fueron mucho más modestas o restringidas. En relación con ello, en el programa que acompañó la última campaña electoral de Chávez –el llamado “Plan de la Patria”-, en ese año que, ya enfermo, ganara finalmente las presidenciales en octubre con el 56% de los votos se señalaba con claridad: “no nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”; y se afirmaba la importancia de avanzar: “hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo”, de “acelerar el cambio del sistema económico, trascendiendo el modelo rentista petrolero capitalista al modelo económico productivo socialista”; y la necesidad de “un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo”, y de “pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política” (Chávez Frías, 2012). Transformación de las relaciones sociales capitalistas; superación del modelo extractivo exportador (rentista petrolero en el caso venezolano); desmantelamiento de la maquinaria
estatal burguesa y construcción de formas comunitarias y participativas de gestión de lo público-político y de la economía (por ejemplo, la construcción comunal); potenciación de prácticas colectivas desarticuladoras de las tramas sociales de opresión y explotación; una serie de señalamientos que se han vuelto a mencionar en muchos de los balances y reflexiones sobre las limitaciones y falencias propias de los gobiernos no neoliberales que contribuyeron a mantener o profundizar rasgos de la estructura social propios de la razón neoliberal y que posibilitaron luego el avance de la ofensiva neoliberal. Frente a estos desafíos, en la primera reunión del consejo de ministros ya como presidente electo Chávez planteó la necesidad del golpe de timón para motorizar estos cambios en la transición al socialismo. No se trata de hacer una exégesis del presidente bolivariano, cuyas decisiones y pensamientos no están ajenos al debate y la crítica, sino recordar que ya en 2012, cuando todavía los bonos venezolanos se disparaban y PDVSA aparecía como la segunda empresa dentro de las 500 más grandes de América Latina y una de las grandes del mundo (Chávez Frías, 2012), uno de los referentes más lúcidos en la construcción de Nuestra América planteaba este balance crudo sobre los límites y desafíos pendientes en el cambio social. En el examen de estas horas, en similar dirección, François Houtart, entre otros, ha señalado que el desafío fundamental, en particular para los países que más despertaron expectativas de cambio, sigue siendo la definición de caminos de transición profunda hacia un nuevo paradigma civilizatorio poscapitalista (Houtart, 2015; Gaudichaud, 2015) La experiencia de los últimos años –o, si se prefiere, de esta década y media de cambios- es suficientemente indicativa sobre ello. No resulta suficiente el control político “progresista” del orden económico capitalista, en particular, del modelo extractivo exportador; ni la promoción de una matriz más justa en la distribución de la riqueza generada que reproduzca y amplíe simultáneamente dicha matriz. Veamos.
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Extractivismo y distribución del ingreso El nuevo contexto económico mundial que se abre a partir del 2012, con el cambio en el procesamiento regional de la crisis y la caída sistemática del precio de los commodities, habrá de transformas estos límites en pérdida de hegemonía, las tensiones en contradicciones, las disputas en confrontaciones abiertas. Particularmente, el modelo extractivo exportador, motor del extraordinario período de crecimiento económico regional entre 2003 y 2007, mostró no sólo las dimensiones del saqueo y la devastación ambiental que lo caracterizan desde sus comienzos sino también su profundo carácter dependiente e inestable sometido como está estructuralmente a los flujos especulativos que fijan centralmente los precios internacionales de estos bienes en los mercados globales a futuro. Es más que evidente hoy, en base a esta experiencia histórica reciente, que no puede considerarse un proyecto de cambio social en la región que no aborde centralmente la construcción de los caminos de salida del extractivismo latinoamericano. Por el contrario, en muchas de las experiencias de cambio no neoliberal en América Latina se promovió la expansión del extractivismo como fuente del crecimiento y de los ingresos para las políticas públicas, incluso contribuyendo a fortalecer económicamente a las fracciones dominantes de esas actividades, las cuales, llegada la crisis, reclamaron con mayor fuerza la “devolución” del ejercicio del poder estatal. En este sentido, la construcción de una transición post-extractivista requiere romper con la dicotomía que opone la respuesta a lo social frente a la cuestión ambiental, desde un paradigma emancipatorio que articule ambas dimensiones, que se aleje progresivamente de la explotación intensiva de los bienes naturales bajo control transnacional y orientado a la exportación, para avanzar en la defensa y mejora de las condiciones de existencia y la soberanía efectiva de los sujetos subalternos. No es cierto que ello sea una ilusión imposible, las programáticas planteadas por los propios movimientos sociales a lo largo y ancho de Nuestra América ofrecen ya un plan para iniciar esa transición (hemos desarrollado esta cues-
tión en Seoane, 2011 y Seoane, Taddei y Algranati, 2013) Hoy más que ayer bajo la amenaza global de extinción de la vida que despliega el cambio climático neoliberal-capitalista, el horizonte emancipatorio se alimenta en la misma medida de las dimensiones sociales y ecológicas. Por otra parte, la desaceleración o caída de las economías latinoamericanas a partir de 2012, luego de los años de crecimiento -más significativo hasta 2007, menor después de ahí-, reabrió o intensificó las tensiones sociales y volvió ya definitivamente inconciliable las mejoras en ganancias, ingresos y consumo de los sujetos dominantes (o algunas de sus fracciones) y subalternos. El ascenso socioeconómico de franjas significativas de la población –eso que se ha llamado la “nueva clase media” latinoamericana- enfrentada a restricciones no podía sino traducirse en malestar y constituirse en un sujeto disponible para la interpelación ideológica de las fracciones dominantes que demandaban un cambio. En este sentido, se ha señalado que “si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador” (García Linera, 2016: 9) La importancia de esta batalla cultural e ideológica, de la formación y debate político, ha sido destacada también en varias oportunidades (Borón, 2016; Arkonada, 2015a). Por otra parte, esta necesaria politización de los procesos de distribución del ingreso no sólo implica la efectividad y profundidad de estos procesos que no pueden desarrollarse sin conflictos y rupturas sino también de una transformación en los propios patrones de consumo y de bienestar y, consecuentemente, de producción y tecnológicos.
Del golpe económico a la crisis de hegemonía Finalmente, el examen de la historia regional reciente muestra que en el contexto de caída del crecimiento económico a partir de 2012, en muchos casos los gobiernos no neoliberales, más que el golpe de timón, adoptaron una
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orientación económica orientada hacia un ajuste “suave” o “fino” haciendo un uso creciente del arsenal de la ortodoxia neoliberal para la confección de las políticas públicas. Posiblemente, el ejemplo más claro y dramático de este proceso es la experiencia brasileña, y particularmente, la gestión de Dilma Rousseff. En el periodo más próximo, sus límites para responder a las demandas planteadas por las movilizaciones y conflictos del 2013 y las fallidas promesas de reforma política, sanitaria y educativa, posibilitaron que el malestar social pudiera ser capitalizado en las elecciones de fines de 2014 en gran parte por las fuerzas más conservadoras que ampliaron su presencia parlamentaria y condicionaron la ajustada victoria presidencial del PT. Posteriormente, la designación como Ministro de Hacienda del economista ortodoxo Joaquim Levy, proveniente del sector financiero y apodado “manos de tijera” por su compromiso con el recorte del gasto público, y de Katia Abreu, representante del agronegocio, al frente del Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, entre otros, mostraron la decisión gubernamental de afrontar la crisis económica con mayores concesiones al pensamiento neoliberal y los grupos dominantes. Los resultados de ello están a la vista. La crisis económica se potenció, el rumbo elegido deterioró más las propias bases electorales del gobierno del PT, y la crisis política se profundizó. En este escenario se construyeron las fuerzas que hicieron posible el golpe de estado parlamentario que desplazó a Dilma Rousseff. Años atrás, en el marco de la hiperinflación de fines de los años `80 que consumió al gobierno de Raúl Alfonsín en Argentina, un ministro de economía de su gobierno acuño la frase “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, que podría evocarse trágicamente en estos hechos. Desde el presente, en similar dirección, García Linera reconoce que “algunos de los gobiernos progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado al bloque social revolucionario, potenciando al bloque conservador” y advierte que “...gobernar para todos no significa entregar los recursos o tomar decisiones que por satisfacer a todos, debiliten tu base social que te dio vida, que te da sustento y que
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serán, al fin y al cabo, los únicos que saldrán a las calles cuando las cosas se ponen difíciles…Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, o que va a neutralizarla, se cometió un error, porque la derecha nunca es leal, nunca va a ser legal” (García Linera, 2016: 11). Estos señalamientos constituyen parte de un balance crítico necesario de la experiencia de los gobiernos no neoliberales pero también de una enseñanza que es necesario no perder de vista.
El estudio de la conflictividad social ha ocupado históricamente un lugar principal en la atención del pensamiento crítico. Hemos señalado ya el ciclo de luchas sociales y emergencia de sujetos colectivos desplegados a lo largo de la segunda mitad de los años `90 y que, en la primera mitad de la década siguiente, puso en muchos de nuestros países en cuestionamiento la hegemonía neoliberal. Desde esta perspectiva, consideramos un ciclo de conflictividad social no sólo como un proceso de crecimiento socio-espacial e intensificación de los conflictos sociales sino también por la existencia de un conjunto de características comunes que lo identifican, particularmente en relación con los sujetos (la constitución subjetiva), sus prácticas y programáticas (Marx, 2008; Gramsci, 1999; Seoane, 2014) En este sentido, en el análisis del nuevo contexto regional que se planteó a partir del 2009 y, particularmente, en relación con lo que hemos llamado como una verdadera “ofensiva extractivista” puede identificarse un nuevo ciclo de conflictividad de proyección regional que emerge ante la expansión e intensificación que anima a los emprendimientos y actividades económicas extractivo exportadores (la megaminería a cielo abierto, la explotación hidrocarburífera, los hidrocarburos no convencionales, los monocultivos forestales y las pasteras, los cultivos transgénicos y el agronegocio, etc.) y las obras de infraestructura (energéticas y de transporte) que los acompañan. Hemos analizado algunas de las
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El nuevo ciclo de conflictividad sociopolítica: características e interrogantes
características de este ciclo y sus límites en el terreno de su proyección nacional y regional en contribuciones anteriores (Seoane y Algranati, 2012) El levantamiento indígena amazónico en el Perú y la masacre de Bagua que desencadenó la política de Alan García se constituyeron en un símbolo regional de esta ofensiva y de las resistencias que la confrontaron, particularmente en los avances sobre la selva amazónica sudamericana y los pueblos que la habitan.
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Los cambios en la conflictividad social posterior al 2012 El nuevo contexto económico regional abierto a partir de 2012 planteó un nuevo momento de la conflictividad social. La desaceleración o crisis económica incrementó las tensiones y malestares sociales en el mundo urbano y del trabajo y en otros sectores sociales, complejos procesos atravesaron la subjetividad de los sectores populares perdida la estabilidad económica y política del periodo anterior. Todo ello también redundó en el despliegue de un nuevo ciclo de conflictividad social a nivel regional más amplio, diverso y significativo aunque heterogéneo, en algunos casos fragmentado, a veces convergente y, en otros casos, sólo simultáneo, a las resistencias y movimientos surgidos frente al extractivismo. El ejemplo más evidente fueron los procesos de lucha experimentados en Chile y Colombia en esos años y que luego de una ralentización en el marco de los contextos eleccionarios de 2013 y 2014 se reactivaron en el periodo reciente. Sobre ello, es conocido la emergencia, constitución y despliegue de un movimiento nacional por la educación pública en Chile entre 2011 y 2013 que tuvo en los jóvenes universitarios y secundarios su actor central pero que se amplió y convocó a profesores, padres y a otros sectores sociales hasta convertir su demanda en un reclamo nacional. Pero tal vez es menos reconocido en ese período el incremento del conflicto del pueblo mapuche en el sur, o la protesta y movilización regional pero con proyección nacional contra la construcción de las represas en Aysén, o la emergencia e intensificación de las luchas obreras (de los trabajadores portuarios, en el cobre, en el sector
minero, de la industria forestal) que tuvo en la jornada de paro nacional de julio de 2013 “la convocatoria más grande realizada por una organización de la clase trabajadora desde el fin de la dictadura” (Aguiar, 2014) Las movilizaciones, conflictividad y acción de los sujetos subalternos en ese período en Chile fueron tan significativas que fueron consideradas como “el despertar de los movimientos sociales”, el del “desplazamiento de la política a las calles”, y el del final de la eficacia del terror (Aguiar, 2013a; Urra Rossi, 2012; Ouviña, 2012; Gaudichaud, 2014) En el terreno político estas luchas conllevaron la derrota del experimento “Piñera” –con significativos parecidos al del PRO y el gobierno de Macri-, la descomposición de las fuerzas de derecha en las elecciones de 2013 y la elección nuevamente de Bachelet ahora en el marco de una nueva coalición llamada Nueva Mayoría. Por otra parte, el proceso en Colombia comenzó en 2013 en el contexto de la apertura de las negociaciones de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, que para los sectores dominantes perseguían mejorar las condiciones para la inversión extranjera y el clima de negocios pero que inesperadamente abrió un ciclo de luchas significativas con los paros nacionales agrarios y populares. En este proceso, desde las primeras protestas de caficultores y agricultores en general –vinculados a la caída de los precios internacionales y las consecuencias del TLC con EE.UU.- la protesta creció en el ámbito rural y urbano, en la zona del pacífico y del atlántico hasta la realización del primer paro agrario y popular de agosto-septiembre de 2014 y la conformación luego de la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular que agrupó y agrupa a un conjunto diverso de organizaciones y sujetos sociales donde conviven las dos plataformas sociopolíticas más importantes de dicho país (la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos), con las principales organizaciones campesinas, indígenas, estudiantiles, populares y de los pueblos afros. Dicha intensidad y amplitud de la conflictividad social en Colombia en el año 2014 ha sido incluso considerada “un verdadero auge de luchas” y “un revivir de la lucha de clases” (Dorado, 2014; Archila, García, Parra y Restrepo, 2014) así como, en tér-
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minos cuantitativos, el 2013 registró la mayor cantidad de hechos de protesta desde 1975, según el trabajo de seguimiento de los conflictos que realiza el CINEP desde los años ´70 (CINEP, 2014) De esta manera, en el contexto del incremento de las tensiones y la crisis de los gobiernos no neoliberales, en otros países donde la ruptura con el régimen neoliberal no se había producido, por ejemplo en Chile y Colombia, tenía lugar un ciclo de intensa conflictividad social. Sin la significación de lo acontecido en estos casos y bajo el despliegue cruento del neoliberalismo de guerra13, incluso en México pueden identificarse importantes hechos de movilización y conflictividad. Desde la reaparición pública del zapatismo en 2012 ante los comienzos del nuevo gobierno de Peña Nieto, las resistencias frente a la reforma (privatización) petrolera (de PEMEX) desde 2013, las movilizaciones frente a la represión y desapariciones de los normalistas en Ayotzinapa en 2014 y 2015 que desenmascararon a nivel nacional e internacional la estrecha comunión entre la clase política, las fuerzas de seguridad y los grupos de la economía ilegal en el control terrorista de la población; y más recientemente pero con varios años de historia la lucha de los maestros (particularmente de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) contra la reforma educativa y que tuvo en las protestas y represión recientes en Oaxaca uno de sus acontecimientos más conocidos.
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La conflictividad social en los procesos de cambio Estos procesos de crecimiento de la conflictividad y de la acción de los sujetos subalternos no son una excepcionalidad de los países donde las recetas neoliberales más duras siguieron vigentes en estos años, también bajo los gobiernos no neoliberales se desplegaron experiencias similares. Por ejemplo, en Brasil las llamadas “jornadas 13-Se trata de una verdadera guerra contra el pueblo –y no contra el delito- que comenzó en el 2007 con el gobierno ilegítimo de Fernando Calderón y se continúa en el nuevo gobierno de Peña Nieto y que en estos casi 10 años, aunque no se cuentan con cifras oficiales confiables, puede estimarse que se ha cobrado la vida de más de 100.000 personas y más de 40.000 desaparecidos.
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14-Bautizada como “Día nacional de luchas” el paro general incluyó una serie de demandas obreras así como parte de la programática planteada en las grandes movilizaciones de junio. 15-Entre ellos, puede considerarse la ola de huelgas y rebeliones en la industria de la construcción civil que afectaron algunas de las obras del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) del gobierno federal, las huelgas de bancarios y de correos, del Complejo Petroquímico de Río de Janeiro, entre otras. 16-En el caso de los conflictos rurales en términos cuantitativos se mantienen en similar nivel que 2011. Sin embargo, debe destacarse la movilización indígena popular contra la construcción de la represa hidroeléctrica de Belo Monte.
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de junio” de 2013 iniciadas con las movilizaciones juveniles por el boleto gratuito (pase libre) en San Pablo y proyectadas nacionalmente luego a todos los grandes centros urbanos tras la represión que intentó conjurar estas primeras demostraciones, ha sido comparadas, por su masividad, con la Campaña por el impeachment de Collor de Mello de 1992 y la recordada Campaña por las elecciones directas (Diretas Ya!) de 1985 frente a la dictadura militar (Antunes, 2013) e, incluso, como un regreso del movimiento de masas que había desaparecido de la escena política desde 1989 (Singer, 2013). Ciertamente heterogéneas y disputadas por los sectores más conservadores y fascistas en el rechazo a Dilma Rousseff y el PT, pero que impulsaron también la primera huelga nacional al gobierno del PT organizada por las ocho centrales sindicales en julio14, las “jornadas de junio” no fueron un “rayo solitario en cielo sereno” sino que se inscribieron en un proceso más amplio de crecimiento de la conflictividad social (Antunes, 2013). En este sentido, desde el 2011 puede apreciarse en Brasil un crecimiento de la conflictividad social de diferentes sectores sociales; por ejemplo, los conflictos en el campo que se incrementaron, en términos cuantitativos, casi un 15% respecto del año anterior aún sin alcanzar las dimensiones que tuvieron entre 2003 y 2007 (CPT, 2013). Pero más significativo aún resultó el crecimiento de la conflictividad sindical urbana15; considerando por ejemplo que el número de huelgas creció casi un 25% en este periodo aunque de carácter particular y fragmentado (Leher, 2012; DIESSE, 2013). Esta tendencia se mantuvo y acentuó en 201216 cuando, por ejemplo, las horas de paro fueron un 75% más que en 2011 alcanzando un pico histórico apenas inferior al de los años 1989 y 1990, y la cantidad de huelgas resultó un 57% mayor, el número más importante desde 1997 (DIESSE, 2013).
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Debates e interrogantes En esta dirección, podríamos mencionar y examinar otras experiencias de lucha en otros países de la región en esos años. Sin ninguna pretensión de linealidad ni determinismo, con sus ascensos y descensos, sus heterogeneidades, fragmentaciones y convergencias, esas experiencias de movilización de sujetos subalternos siguen vigentes o se prolongan hasta la actualidad en lo que puede considerarse aún un mismo ciclo de conflictividad social. Por otra parte, los avances de la ofensiva neoliberal, particularmente en los países donde conquistó el control del aparato del Estado, ha supuesto también nuevos procesos de activación de los sujetos subalternos y de conflictividad social. El mejor ejemplo de ello es, tal vez, el escenario social en Argentina cruzado por conflictos sindicales, sociales y territoriales, desde las movilizaciones frente a los despidos y ajustes en el sector público –especialmente en el primer tercio del año-; los conflictos sindicales en el marco de las negociaciones salariales anuales y de las organizaciones territoriales contra los recortes de las políticas sociales -entre el primer y segundo trimestre-; hasta los cacerolazos o “ruidazos” en las principales ciudades del país frente al alza de tarifas –en el final del segundo trimestre. En su diversidad, estas acciones -aún en la forma local, sectorial o discontinua que a veces asumieron- constituyen un arco de resistencias frente al shock concentrador del ingreso promovido a nivel gubernamental y sus consecuencias. Ciertamente, se trata en la mayoría de los casos a nivel regional de luchas defensivas y, muchas veces, de resistencia. Y esto es una característica del periodo. Si parte del debate emancipatorio se centró en el pasado inmediato en las alternativas y horizontes de cambio, es evidente que la coyuntura actual plantea abordar esta misma discusión desde el desafío de la construcción de sujetos y fuerzas en un contexto adverso, como lo era ya para muchos movimientos y conflictos. Pero ello no significa que estos conflictos resulten inevitablemente derrotados en sus objetivos inmediatos o en su contribución a un proceso de acumulación de fuerzas de más largo aliento. Frente al ciclo de luchas regionales que cuestionó primero y conmovió después la hegemonía neoliberal, la reno-
vación y debate del pensamiento crítico latinoamericano se centró en la interpretación (histórica y teórica) de la novedad de la constitución movimientista de los sujetos subalternos. Las discusiones sobre los sujetos protagonistas de dichas luchas así como sobre sus prácticas y programáticas ocupó un lugar central en la producción del pensamiento crítico. En ese momento, la importancia alcanzada por los movimientos indígenas, territoriales, comunales, los constituidos desde su desposesión (los llamados “movimientos sin”) en contraposición a la pérdida de centralidad política de la forma sindical y del movimiento obrero implicó una discusión teórica y política sobre la interpretación de esta novedad que se formuló a veces desde la falaz oposición entre viejos y nuevos movimientos, o entre la valoración de la identidad cultural-simbólica enfrentada a la determinación de clase (examinamos estas cuestiones en Seoane, Taddei y Algranati, 2008). En la actualidad, este debate vuelve a emerger entre los que realzan los cambios en la configuración de los sujetos subalternos de la última década y asimilan el escenario actual más a las fuerzas que operaban antes de la profundización neoliberal y aquellos que enfatizan la continuidad de las transformaciones estructurales y resaltan el lugar que el territorio y la forma comunidad cumplen en la constitución subalterna y las resistencias. Más significativo aún puede resultar el examen de las experiencias de emergencia de la acción colectiva de los sujetos subalternos, los procesos de activación social y expansión del asociativismo y la solidaridad en sus múltiples dimensiones, y la relación que en estos procesos aparece entre lo que suele llamarse espontaneísmo y organización, o, para pensarlo desde otra perspectiva más precisa, de la emergencia de nuevas prácticas colectivas y de renovación-reinvención organizativa. En este orden también, otra de las cuestiones importantes apunta al examen de las formas de lucha y organizativas referidas a los procesos de construcción de las convergencias y articulaciones multisectoriales y las relaciones que en la conflictividad y constitución subjetiva subalterna se plantea y despliega entre lo local y lo nacional; y entre lo particular-corporativo y lo político ge-
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neral. Esta última cuestión refiere también a la dinámica que puede establecerse entre el crecimiento de la conflictividad de los sujetos subalternos y la posibilidad del despliegue de nuevo procesos de radicalización ideológica. Y, en ese mismo orden, también en el examen de las relaciones entre estos movimientos, el Estado y la producción de lo común-comunitario más allá del Estado. Finalmente, este último aspecto interroga también sobre las formas, tiempos y características del ciclo de resistencias, en el debate sobre su capacidad de abrir procesos de cuestionamiento social más amplios o de acumulación de fuerzas de más largo aliento. Estas problemáticas e interrogantes, y ciertamente otros más que por cuestiones de espacio quedan fuera de mención, constituyen una agenda de los debates que las luchas sociales actuales le plantean al pensamiento crítico y la acción transformadora.
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Los desafíos presentes de la emancipación, entre el pasado y el futuro A lo largo de esta contribución hemos propuesto un examen de los interrogantes que afrontan los movimientos populares en Nuestra América a partir del análisis de tres procesos simultáneos, contrapuestos y tendenciales: la ofensiva neoliberal; la crisis de hegemonía de los gobiernos y proyectos de cambio y el nuevo ciclo de luchas de los sujetos subalternos. Y en esta consideración hemos propuesto una mirada que recorta un período de tiempo extendido iniciado entre 2011 y 2012 y que se proyecta como horizonte más allá de la coyuntura. Desde esta perspectiva, el debate sobre los desafíos del presente se formula siempre interrogando al pasado, para mirar hacia adelante. Sobre estas preguntas, en su obra “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” Carlos Marx, reformulando una vez más a Hegel, señala que la historia no se repite; que su evocación en la interpretación del presente opera en realidad como encubridora de las novedades que distinguen la actualidad (Marx, 2008). Coincidiendo con ello, Gramsci, por otra parte, enfatiza otra dimensión
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del pensamiento marxiano alrededor de la importancia de la discusión, el examen y la interpretación del pasado como campo en el que se constituyen las condicionalidades “objetivas” claves para responder a los desafíos del presente, entendiendo a éste como disputa y posibilidad de cambio (Gramsci, 1991). Walter Benjamin aporta, en este diálogo imaginario, una nueva dimensión, donde el pasado aparece como el adueñarse de un recuerdo convertido en un relámpago, una evocación-invención que relumbra e ilumina frente al momento de peligro, que enciende la chispa de la esperanza (Benjamín, 2006). Entre estos pasados y presentes se enhebran los futuros emancipatorios en Nuestra América.
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Artículo recibido el 13 de mayo de 2016
DESENLACES DEL CICLO PROGRESISTA // Por Claudio Katz 1
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Resumen: El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que modificaron las relaciones de fuerza en Sudamérica. Hubo mejoras sociales, conquistas democráticas, y frenos a la agresión imperial. Pero se acentuó el extractivismo exportador y la balcanización comercial. Los convenios de cada país con China ilustran fracturas en la integración que han facilitado el resurgimiento de los tratados de libre comercio. El progresismo quedó afectado por ensayos neo-desarrollistas fallidos, que no lograron canalizar las rentas agro-exportadoras hacia actividades productivas. El gasto social permitió distender la protesta, pero el descontento se extendió bajo los gobiernos de centroizquierda. La derecha logró la presidencia de Argentina por las inconsistencias del kirchnerismo, se fortaleció en Brasil por la mutación conservadora del PT y despunta en Ecuador por las falacias del discurso oficialista. Los conservadores ocultan la corrupción, el narcotráfico y la desigualdad que acosan a sus gobiernos. Venezuela batalla contra la intención estadounidense de retomar el control de su petróleo. Un contragolpe chavista requiere poder comunal para erradicar el desfalco de divisas que enriquece a la burocracia. Se define la radicalización o la involución del proceso bolivariano. La caracterización del ciclo progresista como un período pos-liberal omite las continuidades con la fase previa e ignora los conflictos con el movimiento popular. Pero la
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1 - Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
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preeminencia del extractivismo no uniforma a los gobiernos, ni convierte a las administraciones de centro-izquierda en regímenes represivos. Los proyectos socialistas ofrecen el mejor desemboque para la etapa en curso. Palabras clave: Latinoamérica, Ciclo progresista, Nueva derecha, Neo-desarrollismo, extractivismo El 2015 concluyó con significativos avances de la derecha en Sudamérica. Macri llegó a la presidencia de Argentina, la oposición obtuvo la mayoría en el parlamento venezolano y persisten las presiones para acosar a Dilma en Brasil. También hay campañas de los conservadores en Ecuador y habrá que ver si Evo obtiene un nuevo mandato en Bolivia. ¿En qué momento se encuentra la región? ¿Concluyó el periodo de gobiernos distanciados del neoliberalismo? La respuesta exige definir las peculiaridades de la última década.
El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que tumbaron gobiernos neoliberales (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina) o erosionaron su continuidad (Brasil, Uruguay). Esas sublevaciones modificaron las relaciones de fuerza, pero no alteraron la inserción económica de Sudamérica en la división internacional del trabajo. Al contrario, en un decenio de valorización de las materias primas todos los países reforzaron su perfil de exportadores básicos. Los gobiernos derechistas (Piñera, Uribe-Santos, Fox- Peña Nieto) utilizaron la bonanza de divisas para consolidar el modelo de apertura comercial y privatizaciones. Las administraciones de centro-izquierda (Kirchner-Cristina, Lula-Dilma, Tabaré-Mugica, Correa) privilegiaron la ampliación del consumo interno, los subsidios al empresariado local y el asistencialismo. Los presidentes radicales (Chávez-Maduro, Evo) aplicaron modelos de mayor redistribución y afrontaron severos conflictos con las clases
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Causas y resultados
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dominantes. La afluencia de dólares, el temor a nuevas sublevaciones y el impacto de políticas expansivas evitaron en la región los fuertes ajustes neoliberales que prevalecieron en otras regiones. Los clásicos atropellos que padecía el Nuevo Mundo se trasladaron al Viejo Continente. La cirugía de Grecia no tuvo correlato en la zona y tampoco se padecieron los desgarros financieros que afectaron a Portugal, Islandia o Irlanda. Este desahogo fue también un efecto de la derrota del ALCA. El proyecto de crear un área continental de libre comercio quedó suspendido y ese freno facilitó alivios productivos y mejoras sociales. Durante el decenio imperó una drástica limitación del intervencionismo estadounidense. Los marines y la IV flota continuaron operando, pero no consumaron las típicas invasiones de Washington. Esta contención se verificó en el declive de la OEA. Ese Ministerio de Colonias perdió peso frente a nuevos organismos (UNASUR, CELAC), que intermediaron en los principales conflictos (Colombia). El reconocimiento estadounidense de Cuba reflejó este nuevo escenario. Al cabo de 53 años Estados Unidos no pudo doblegar a la isla y optó por un camino de negocios y diplomacia, para recuperar imagen y hegemonía en la región. Esta cautela del Departamento de Estado contrasta con su virulencia en otras partes del mundo. Basta observar la secuencia de masacres que soporta el mundo árabe para notar la diferencia. El Pentágono asegura allí el control del petróleo, aniquilando estados y sosteniendo a gobiernos que aplastan las primaveras democráticas. Esa demolición (o las guerras de saqueo en África) estuvieron ausentes en Sudamérica. El ciclo progresista permitió conquistas democráticas y reformas constitucionales (Bolivia, Venezuela, Ecuador), que introdujeron derechos bloqueados durante décadas por las elites dominantes. También se impuso un hábito de mayor tolerancia hacia las protestas sociales. En este terreno, salta a la vista el contraste con los regímenes más represivos (Colombia, Perú) o con los gobiernos que utilizan la guerra contra el narcotráfico para aterrorizar
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al pueblo (México). El período progresista incluyó, además, la recuperación de tradiciones ideológicas antiimperialistas. Esta reapropiación fue visible en las conmemoraciones de los Bicentenarios que actualizaron la agenda de una Segunda Independencia. En varios países este clima contribuyó al resurgimiento del horizonte socialista. El ciclo progresista involucró transformaciones que fueron internacionalmente valoradas por los movimientos sociales. Sudamérica se convirtió en una referencia de propuestas populares. Pero ahora han salido a flote los límites de los cambios operados durante esa etapa.
Durante el 2015 las exportaciones latinoamericanas declinaron por tercer año consecutivo. El freno del crecimiento chino, la menor demanda de agro-combustibles y el retorno de la especulación a los activos financieros tienden a revertir la valorización de las materias primas. Esa caída de precios se afianzará si el shale coexiste con el petróleo tradicional y se consolidan otros sustitutos de insumos básicos. No es la primera vez que el capitalismo desenvuelve nuevas técnicas para contrarrestar el encarecimiento de los productos primarios. Estas tendencias suelen arruinar a todas las economías latinoamericanas atadas a la exportación agro-minera. Las adversidades del nuevo escenario se verifican en la reducción del crecimiento. Como la deuda pública es inferior al pasado no se avizoran aún los colapsos tradicionales. Pero ya declinan los recursos fiscales y se estrecha el margen para desenvolver políticas de reactivación. El ciclo progresista no fue aprovechado para modificar la vulnerabilidad regional. Esta fragilidad persiste por la expansión de negocios primarizados en desmedro de la integración y la diversificación productiva. Los proyectos de asociación sudamericana fueron nuevamente desbordados por actividades nacionales de exportación, que incentivaron la balcanización comercial y el deterioro de procesos fabriles. Luego de la derrota del ALCA surgieron numerosas
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Frustraciones con la integración
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iniciativas para forjar estructuras comunes de toda la zona. Se propusieron metas de industrialización, anillos energéticos y redes de comunicación compartidas. Pero estos programas han languidecido año tras año. El banco regional, el fondo de reserva y el sistema cambiario coordinado nunca se concretaron. Las normas para minimizar el uso del dólar en transacciones comerciales y los emprendimientos prioritarios de infraestructura zonal quedaron en los papeles. Tampoco se puso en marcha un blindaje concertado frente a la caída de los precios de exportación. Cada gobierno optó por negociar con sus propios clientes, archivando las convocatorias a crear un bloque regional. El congelamiento del Banco del Sur sintetiza esa impotencia. Esta entidad fue especialmente obstruida por Brasil, que privilegió su BNDS o incluso un Banco de los BRICS. La ausencia de una institución financiera común socavó los programas de convergencia cambiaria y moneda común. La misma fractura regional se verifica en las negociaciones con China. Cada gobierno suscribe unilateralmente acuerdos con la nueva potencia asiática, que acapara compras de materias primas, ventas de manufacturas y otorgamientos de créditos. China prioriza los emprendimientos de productos básicos y retacea la transferencia de tecnología. La asimetría que estableció con la región sólo es superada por la subordinación que impuso en África. Las consecuencias de esta desigualdad comenzaron a notarse el año pasado, cuando China redujo su crecimiento y disminuyó sus adquisiciones en Latinoamérica. Además, comenzó a devaluar el yuan para incrementar sus exportaciones y adecuar su paridad cambiaria a las exigencias de una moneda mundial. Estas medidas acentuaron su colocación de mercancías baratas en Sudamérica. Hasta ahora China se expande sin exhibir ambiciones geopolíticas o militares. Algunos analistas identifican esta conducta con políticas amigables hacia la región. Otros observan en ese comportamiento una estrategia neocolonial de apropiación de los recursos naturales. En cualquier caso el resultado ha sido un aumento geomé-
trico de la primarización sudamericana. En lugar de establecer vínculos inteligentes con el gigante asiático para contrapesar la dominación estadounidense, los gobiernos progresistas optaron por el endeudamiento y la atadura comercial. En UNASUR o CELAC nunca se discutió como negociar en bloque con China para suscribir acuerdos más equitativos. Los fracasos en la integración explican el nuevo impulso que logró el Tratado del Pacífico. Los TLCs rebrotan con la misma intensidad que decae la cohesión sudamericana. Estados Unidos tiene objetivos más nítidos que en la época del ALCA. Alienta un convenio con Asia (TTP) y otro con Europa (TTIP) para asegurar su preeminencia en actividades estratégicas (laboratorios, informática, medicina, militares). En el escenario que sucedió al temblor del 2008 promueve con renovada intensidad el libre comercio. Sudamérica es un mercado apetecido por todas las empresas transnacionales. Estas compañías exigen tratados con mayor flexibilidad laboral y explícitas ventajas para litigar en los pleitos de contaminación ambiental. Estados Unidos y China rivalizan utilizando estos mismos instrumentos de apertura comercial. Chile, Perú y Colombia ya aceptaron las nuevas exigencias librecambistas del TTP en materia de propiedad intelectual, patentes y compras públicas. Sólo esperan lograr mayores mercados para sus exportaciones agro-minerales. Pero la gran novedad es la disposición del gobierno argentino a participar en ese tipo negociaciones. Macri pretende destrabar el acuerdo con la Unión Europea e inducir a Brasil a cierta participación en la Alianza del Pacífico. Ha registrado que el gabinete de Dilma incluye representantes del agro-negocio, más proclives a la liberalización comercial que al industrialismo del MERCOSUR. Un test de los TLCs se verificará en las tratativas de otro convenio negociado en secreto por 50 países, con cláusulas extremas de liberalización en los servicios (TISA). Esta iniciativa ya afrontó un rechazo en Uruguay, pero las tratativas continúan. El ciclo progresista está directamente amenazado por la avalancha de libre-comer-
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cio que propicia el imperio.
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Fallidos neo-desarrollista Los límites del progresismo han sido más visibles en los intentos nacionales de implementar políticas neo-desarrollistas. Estos ensayos pretendieron retomar la industrialización con estrategias de mayor intervención estatal, para imitar el desenvolvimiento del Sudeste Asiático. A diferencia del desarrollismo clásico promovieron alianzas con el agro-negocio y apostaron a un largo período de reversión del deterioro de los términos de intercambio. Al cabo de una década no lograron avanzar en ninguna meta industrializadora. La expectativa de igualar el avance asiático se diluyó, ante la mayor rentabilidad que genera la explotación de los trabajadores en el Extremo Oriente. La esperanza de conductas emprendedoras de los empresarios locales se desvaneció, frente a la continuada exigencia de auxilios estatales. La promoción de un funcionariado eficiente quedó neutralizada por la recreación de ineptas burocracias. El principal intento neo-desarrollista se llevó a cabo en Argentina durante el decenio que sucedió al estallido del 2001. Ese experimento fue erosionado por múltiples desequilibrios. Se renunció a administrar en forma productiva el excedente agrario mediante un manejo estatal del comercio exterior. También se confió en empresarios que utilizaron los subsidios para fugar capital sin aportar inversiones significativas. Además, se apostó a un virtuosismo de la demanda cimentado en aportes de los capitalistas, que prefirieron remarcar los precios. El modelo preservó todos los desequilibrios estructurales de la economía argentina. Afianzó la primarización, potenció el estancamiento de la provisión de energía, perpetuó un esqueleto industrial concentrado y sostuvo un sistema financiero adverso a la inversión. El mantenimiento de una política impositiva regresiva impidió modificar los pilares de la desigualdad social. Las tensiones acumuladas inducían a un viraje regresivo que el candidato del kirchnerismo (Scioli) eludió al
perder los comicios. Postulaba un programa gradual de ajuste con re-endeudamiento, devaluación, arreglo con los buitres, mayores tarifas y recortes del gasto social. En Brasil se ha discutido si el gobierno del PT gestiona una variante conservadora de neo-desarrollismo o una versión regulada del neoliberalismo. Como allí no se afrontó la crisis y la rebelión popular que convulsionaron a la Argentina, los cambios de política económica tuvieron menor intensidad. Pero al cabo de un decenio los resultados son semejantes en ambos países. La economía brasileña se ha estancado y la expansión del consumo no ha resuelto las desigualdades sociales, ni masificado a la clase media. Hay mayor dependencia de exportaciones básicas y un fuerte retroceso industrial. Los privilegios al capital financiero persisten y el agro-negocio sofoca cualquier esperanza de reforma agraria. Dilma introdujo el viraje conservador que el progresismo evitó en Argentina. Ganó la elección cuestionando el ajuste promovido por su rival (Aecio Neves) y desconoció esas promesas frente a las presiones de los mercados. Designó un ministro de economía ultra-liberal (Levy) que reprodujo el debut de Lula con personajes del mismo tipo (Palocci). Durante el 2015 esta gestión ortodoxa generó subas de tasas y aumentos de tarifas. Dilma justificó el recorte de las políticas sociales y mantuvo las ventajas que tienen los financistas para acumular fortunas. Pero al comienzo del nuevo año remplazó al hombre de los banqueros por un economista más heterodoxo (Barbosa), que promete un ajuste fiscal más pausado para atenuar la recesión. Este giro no anticipa salidas al pantano que generan las políticas conservadoras. Ecuador ha padecido la misma involución del neo-desarrollismo. Correa debutó con una reorganización del estado que potenció el mercado interno. Aumentó los ingresos fiscales, otorgó mejoras sociales y canalizó parte de la renta hacia la inversión pública. Pero posteriormente enfrentó todos los límites de experimentos análogos y optó por el endeudamiento y el privilegio de las exportaciones. Suscribió un TLC con Europa, facilita la
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privatización de las carreteras y entrega campos maduros de petróleo a las grandes compañías. Las falencias del neo-desarrollismo han obstruido el ciclo progresista. Ese modelo intentó canalizar los excedentes de la exportación hacia actividades productivas. Pero enfrentó resistencias del poder económico y se sometió a esas presiones.
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El nuevo tipo de protestas
Durante la última década se atenuaron los estallidos de descontento popular. Todas las administraciones contaron con un significativo colchón de ingresos fiscales para lidiar con las demandas sociales. La derecha recurrió al asistencialismo, la centroizquierda concretó mejoras sin afectar a los poderosos y los procesos radicales facilitaron conquistas de mayor gravitación. En toda la región hubo mayor distensión social y los principales conflictos se trasladaron al plano político. Se verificaron grandes resistencias contra las acciones destituyentes de la derecha y gigantescas movilizaciones para apuntalar las batallas electorales. Pero no se registraron levantamientos equivalentes al periodo pre-progresista. Sólo la heroica respuesta al golpe de Honduras se aproximó a esa escala. La combatividad popular se expresó en otros terrenos. Irrumpieron multitudinarias manifestaciones de estudiantes chilenos por la gratuidad de la educación y se consumó una llamativa huelga general en Paraguay. También se observaron activas demandas de los campesinos, indígenas y ambientalistas en Colombia y Perú. Pero la principal novedad de la etapa fueron las protestas sociales en los países gobernados por la centroizquierda. En un contexto de fuertes presiones políticas de la derecha, esa interpelación desde abajo puso de relieve la insatisfacción popular. El desafío fue notorio en Argentina. Primero se extendieron las huelgas de los docentes y estatales. Luego apareció el rechazo al pago de un impuesto que grava a los asalariados de mayores ingresos. Este disgusto detonó cuatro paros generales en el 2014-2015. La masividad de estas acciones sorprendió a los gremialistas del oficialismo que se opusieron a la protesta. En Brasil el descontento emergió en las jornadas de
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julio del 2013. Las grandes manifestaciones para reclamar mejoras en el transporte y la educación convulsionaron a las principales ciudades. Estas peticiones no sólo constituyeron reclamos de “segunda generación” suplementarios de lo ya logrado. Expresaron el fastidio con las condiciones de vida. Ese malestar se verificó en los cuestionamientos a los gastos superfluos realizados para financiar el Mundial de Futbol, en desmedro de las inversiones en educación. Finalmente en Ecuador, las movilizaciones sociales e indígenas incrementaron su presencia callejera y alcanzaron el año pasado un pico de masividad. Correa respondió con dureza y autoritarismo, ensanchando la grieta que separa al oficialismo de amplios sectores populares.
El arribo de Macri a la presidencia representa el primer desplazamiento electoral de una administración centroizquierdista por sus adversarios conservadores. Este viraje no es comparable a lo ocurrido en Chile con la victoria de Piñera sobre Bachelet. Allí se registró una acotada sustitución dentro de las mismas reglas neoliberales. Macri es un crudo exponente de la derecha. Triunfó recurriendo a la demagogia, la despolitización y las ilusiones de concordia. Con promesas vacías transformó los virulentos cacerolazos en una oleada de votos. El nuevo mandatario ya designó un gabinete de gerentes para administrar el estado como si fuera una empresa. Inició una drástica transferencia regresiva de ingresos mediante la devaluación y la carestía. Recurre a los decretos para criminalizar la protesta social y prepara la anulación de los logros democráticos. El triunfo de Macri no fue una casualidad. Estuvo precedido por la negativa del progresismo a asumir numerosas demandas que la derecha recogió en forma distorsionada y demagógica. Esta responsabilidad del kirchnerismo es omitida por sus seguidores. Algunos progresistas observan la victoria del PRO como una desventura pasajera y esperan retomar el gobierno en pocos años, desconociendo las probables mo-
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¿Por qué avanza la derecha?
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dificaciones del mapa político en ese interregno. Otros suponen que la elección se perdió por mala suerte o por el desgaste de 12 años, como si ese cansancio siguiera una cronología fija. Quienes atribuyen el desenlace electoral a la prédica ciertamente efectiva de los medios de comunicación hegemónicos, no aceptan que al mismo tiempo falló el armado alternativo de la propaganda oficial. Lo mismo vale para quienes se burlan de la “pos-política” del macrismo, sin registrar la decreciente credibilidad del discurso kirchnerista. El fastidio con la corrupción, el clientelismo y la cultura justicialista de verticalismo y lealtad explican la victoria de Macri. La ofensiva reaccionaria para acosar a Dilma no logró los resultados de Argentina, pero desconcertó al gobierno brasileño durante todo el 2015. Los derechistas comenzaron con grandes manifestaciones en marzo, que no pudieron sostener en agosto y menos aún en diciembre. Las movilizaciones sociales contra el golpe institucional siguieron en cambio un curso opuesto y se engrosaron con el paso del tiempo. El Tribunal Supremo frenó por ahora el juicio político y el gobierno logró un alivio, que utiliza para reordenar alianzas a cambio de cierto desahogo fiscal. Pero Dilma sólo ha conseguido una tregua con sus oponentes en el Congreso y los medios de comunicación. Al igual que en Argentina el progresismo elude cualquier explicación de ese retroceso. Simplemente maniobra para asegurar la supervivencia del gobierno, mediante nuevos pactos con el poder económico, las elites provinciales y la partidocracia. Sus teóricos evitan indagar la involución del PT que erosionó su base social al aceptar los ajustes. En la última elección Dilma ganó por muy poco y compensó con votos del nordeste los sufragios perdidos en el sur. El sostén de las viejas bases obreras del PT disminuyó frente al clientelismo tradicional. Además, el gobierno está manchado por graves escándalos de corrupción. Han salido a flote negociados con la elite industrial, que retratan las consecuencias de gobernar en alianzas con los acaudalados. En vez de analizar
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esta dramática mutación, los teóricos del progresismo reiteran sus genéricos mensajes contra la restauración conservadora. Una regresión semejante se observa en Ecuador. La gestión de Correa está signada por un gran divorcio entre la retórica beligerante y la administración del status quo. El presidente polemiza con los derechistas y es implacable en sus denuncias de la injerencia imperial. Pero cada día cruza una nueva barrera en la aceptación del libre-comercio y en la confrontación con los movimientos sociales. También aquí los análisis del progresismo se limitan a redoblar las alertas contra la derecha. Omiten la desilusión que genera un presidente comprometido con la agenda del establishment. Este giro explica su reciente decisión de renunciar a un próximo mandato. El desenlace del ciclo progresista se juega en Venezuela. Lo que sucede allí no es equivalente a lo acontecido en otros países. Estas diferencias son desconocidas por quienes equiparan los recientes triunfos de la derecha venezolana y argentina. Ambas situaciones son incomparables. En el primero caso los comicios se desarrollaron en medio de una guerra económica, con desabastecimiento, hiperinflación y contrabando de las mercancías subsidiadas. Fue una campaña llena de pólvora, paramilitares, ONGs conspirativas y provocaciones criminales. La derecha preparaba sus típicas denuncias de fraude para descalificar un resultado adverso en los comicios. Pero ganó y no logra explicar cómo pudo registrarse esa victoria bajo una “dictadura”. Por primera vez en 16 años obtuvieron mayoría en el Parlamento e intentarán convocar a un revocatorio para deponer a Maduro. Como no están dispuestos a esperar hasta el 2018 se avecina un gran conflicto con el Ejecutivo. Promoverán en el Congreso exigencias inaceptables, con el explícito propósito de acosar al presidente (liberar golpistas, transparentar la especulación, anular conquistas sociales). Ningún rasgo de ese escenario se observa en Argentina. No sólo Capriles tiene prioridades muy distintas a
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La centralidad de Venezuela
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Macri, sino que el chavismo difiere significativamente del kirchnerismo. El primero surgió de una rebelión popular y declaró su intención de alcanzar objetivos socialistas. El segundo se limitó a capturar los efectos de una sublevación y siempre enalteció al capitalismo. En Venezuela hubo redistribución de la renta afectando los privilegios de las clases dominantes y en Argentina se repartió ese excedente sin alterar significativamente las ventajas de la burguesía. El empoderamiento popular que desencadenó el chavismo no se equipara con la expansión del consumo que promovió el kirchnerismo. Tampoco el proyecto antiimperialista del ALBA guarda semejanzas con el conservadurismo del MERCOSUR (Cieza, 2015; Mazzeo, 2015; Stedile, 2015). Pero la principal singularidad de Venezuela proviene del lugar que ocupa en la dominación imperial. Estados Unidos concentra todos sus dardos contra eses país, para recuperar el control de las principales reservas petroleras del continente. Por eso mantiene una estrategia de agresión permanente. Basta observar la guerra que libró el Pentágono en Medio Oriente -demoliendo a Irak y Libia- para notar la importancia que le asigna al control del crudo. El Departamento de Estado puede reconocer a Cuba y discutir con presidentes adversos, pero Venezuela es una presa no negociable. Por esta razón los medios de comunicación hegemónicos martillean día y noche sobre el mismo país, con imágenes de un desastre que requiere salvamento externo. Los golpistas son presentados como víctimas inocentes de una persecución, omitiendo que Leopoldo López fue condenado por los asesinatos perpetrados durante las guarimbas. Cualquier tribunal estadounidense hubiera dictado sentencias mucho más duras frente a esas tropelías. La diabolización mediática busca aislar al chavismo para incentivar mayores condenas de la socialdemocracia. Esta campaña no logró resultados hasta la reciente victoria electoral de la derecha. Ahora se disponen a retomar los planes para tumbar a Maduro, combinando el desgaste que promueve Capriles con la destitución violenta que impulsa López. Tratan de empujar al gobierno
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a una situación caótica para repetir el golpe institucional perpetrado en Paraguay. Macri es el articulador internacional de esa conspiración. Encabeza todos los cuestionamientos a Venezuela, mientras criminaliza la protesta en Argentina. Gobierna por decreto en su país y exige respeto a los parlamentarios de otra nación. El líder del PRO ya sugiere sanciones contra el nuevo socio del MERCOSUR, pero no habla de Guantánamo, ni menciona los padecimientos de los presos políticos en las cárceles estadounidenses. Pospuso su exigencia de sanciones a Venezuela a la espera de mayores definiciones de Dilma. Pero volverá a la dureza si estima oportuno acompañar las provocaciones de López.
El chavismo ha debido confrontar con fuertes agresiones por la radicalidad de su proceso, la furia de la burguesía y la decisión imperial de manejar el petróleo. El contraste con Bolivia es llamativo. También allí ha primado un gobierno radical-antiimperialista. Pero el Altiplano no tiene la relevancia estratégica de Venezuela y arrastra un nivel muy superior de subdesarrollo. Evo mantuvo la hegemonía política y logró un crecimiento económico significativo. Forjó un estado plurinacional desplazando a las viejas elites racistas e impuso por primera vez la autoridad real de ese organismo en todo el territorio. Hasta ahora la derecha no pudo disputarle el gobierno, pero hay una batalla abierta en torno a la reelección de Morales. En cualquier caso Bolivia no afronta aún las impostergables definiciones que debe asumir el chavismo. Desde la caída del precio del petróleo Venezuela sufre un drástico recorte de los ingresos. Están amenazadas las importaciones requeridas para el funcionamiento corriente de la economía. También se verifica un gran desborde del déficit fiscal, la brecha cambiaria, la inflación y la emisión. Ya no alcanza con la simple constatación de la guerra económica. También hay que registrar la incapacidad
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Definiciones impostergables
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del gobierno para enfrentar ese atropello. A Maduro le ha faltado la firmeza que tuvo Fidel durante el período especial. El sabotaje económico es efectivo porque la burocracia estatal continúa sosteniendo con los dólares de PDVSA, un sistema cambiario que facilita el desfalco organizado de los recursos públicos (Gómez Freire, 2015; Aharonian, 2016; Colussi, 2015). Este des-manejo acentúa el estancamiento del modelo distribucionista, que canalizó inicialmente la renta hacia programas asistenciales y no logró posteriormente gestar una economía productiva. El escenario actual ofrece una nueva (y quizás última) oportunidad para reordenar la economía. Resulta imprescindible cortar el uso de las divisas para el contrabando de mercancías y el ingreso de importaciones encarecidas. Ese fraude enriquece al funcionariado aburguesado y subleva a la población. No basta con reorganizar PDVSA, controlar las fronteras o encarcelar a ciertos delincuentes. Sin remover a los corruptos el proceso bolivariano se auto-condena al declive. El chavismo necesita un contragolpe para recuperar sostén popular. Varios economistas han elaborado detallados programas para implementar otra gestión cambiaria, a partir de la nacionalización de los bancos y el comercio exterior. Como ya no hay dólares suficientes para solventar las importaciones y pagar la deuda habría que encarar también una auditoria de ese pasivo. Maduro ha declarado que no se rendirá. Pero en la delicada situación actual no alcanzan las definiciones por arriba. La supervivencia del proceso bolivariano exige construir un poder popular desde abajo. Ya existe una legislación que define las atribuciones del poder comunal. Sólo esos organismos permitirían sostener la batalla contra capitalistas que burlan controles cambiarios y recuperan excedentes petroleros. El ejercicio del poder comunal está bloqueado desde hace años por una burocracia que empobrece al estado. Ese sector sería el primer afectado por una democracia desde abajo. Al comenzar el año Maduro instaló una asamblea del poder comunal. Pero el verticalismo del PSUV y la hostilidad hacia las corrientes más radi-
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cales obstruyen esa iniciativa Szalkowicz, 2015; Teruggi, 2015).
(Guerrero, 2015; Iturriza, 2015;
Cualquier impulso a la organización comunal redoblará las denuncias de la prensa internacional contra la “violación de la democracia” en Venezuela. Estos cuestionamientos serán propagados por los artífices del golpe estadounidense en Honduras y por los inspiradores de la farsa institucional que derrocó a Lugo en Paraguay. Son los mismos personajes que silencian el terrorismo de Estado imperante en México o Colombia. Han debido aceptar la institucionalidad cubana dentro de UNASUR, pero no están dispuestos a tolerar el desafío de Venezuela. Confrontar con ese establishment mediático es una prioridad en todo el continente.
El nuevo escenario sudamericano ha envalentonado a la derecha. Piensa que llegó su hora y promete cerrar el ciclo “populista”, para reemplazar el “intervencionismo por el mercado” y el “autoritarismo por la libertad”. Con estos mensajes oculta su responsabilidad directa en la devastación sufrida durante los años 80 y 90. Los gobiernos progresistas impugnados aparecieron frente al colapso económico y el desangre social generado por los neoliberales. La derecha no sólo retrata ese pasado como un proceso ajeno a sus gestiones. También encubre lo que sucede en los países que gobierna. Pareciera que los únicos problemas de América Latina se ubican fuera de ese radio. Este engaño ha sido construido por los medios hegemónicos de comunicación, que pasan por alto cualquier información adversa a las administraciones derechistas. El apañamiento es tan descarado que el grueso de la población desconoce cualquier información ajena a los países objetados por la prensa dominante. Los medios describen la inflación y las tensiones cambiarias reinantes en los gobiernos impugnados, pero omiten el desempleo y la precarización imperantes en las economías neoliberales. También resaltan la “pérdida de oportunidades” que
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Ocultamientos derechistas
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ocasiona el control de los capitales y silencian los terremotos que provoca la desregulación. Despotrican contra el “artificio del consumo” y ocultan el deterioro generado por la desigualdad. Pero la omisión más grosera se ubica en el funcionamiento del estado. La derecha impugna el “paternalismo discrecional” vigente en el área progresista y desconoce el desmoronamiento que afecta a los narco-estados, expandidos al calor del libre comercio y la desregulación financiera. Tres economías ponderadas por su grado de apertura y afinidad con el capital -México, Colombia y Perú- sufren esa corrosión del estado. México padece el nivel de violencia más dramático de la región. Ningún funcionario de alto rango ha sido encarcelado y numerosos territorios están bajo control de bandas criminales. En Colombia los carteles de la droga financian presidentes, partidos y sectores del ejército. En Perú el grado de complicidad oficial con el tráfico de drogas incluyó la conmutación de penas a 3200 condenados por ese delito. Ninguno de estos datos es difundido con la insistencia que se retratan las desventuras de Venezuela. Esta dualidad comunicacional se extiende al tema de la corrupción. La derecha presenta esta adversidad como una gangrena del progresismo, olvidando la participación protagónica de los capitalistas en los principales desfalcos de todos los estados. Los grandes medios exponen los detalles del oscuro manejo oficial del dinero público en Venezuela, Brasil o Bolivia. Pero no hablan de los casos más escandalosos que afectan a sus protegidos. La indignación colectiva que precipitó la reciente renuncia del presidente de Guatemala no encabeza los noticieros. La derecha recurre a las mismas unilateralidades mediáticas parar embellecer el modelo económico de Chile. Este esquema es ponderado por sus privatizaciones, ocultando el asfixiante endeudamiento de las familias, la precarización laboral y las miserables pensiones de la jubilación privada. Tampoco se comenta el freno del crecimiento y el aumento de la corrupción, que socavan las reformas de la educación y la previsión social prometidas por Bachelet. El contraste entre el paraíso neoliberal y el infierno progresista también incluye el silenciamiento del único caso de ce-
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sación de pagos del 2015. Puerto Rico se quedó sin plata para financiar el despojo de sus recursos humanos (emigración), naturales (reemplazo de la agricultura por la importación de alimentos) y económicos (deslocalización de la industria y el turismo). Las consecuencias del neoliberalismo no tienen espacio en los periódicos, ni minutos en los informativos. La derecha discute el fin del ciclo progresista omitiendo lo que sucede fuera de ese universo.
La engañosa mirada de la derecha sobre el ciclo progresista contrasta con el importante debate que se desenvuelve en la izquierda, entre teóricos de la continuidad y del agotamiento de ese período. El primer enfoque resalta la solidez de las transformaciones de la última década. Subrayan los logros socio-económicos, los avances en la integración, los aciertos geopolíticos y las victorias electorales (Arkonada, 2015a; Sader, 2015a). La consistencia que observan en los cambios operados se verifica en el uso del calificativo pos-liberal para describir ese ciclo. Estiman que una etapa “pos” ha dejado atrás a la fase precedente por la contundencia de las mutaciones registradas. Con este enfoque polemizan con las visiones que remarcan el declive de ese proceso (Itzamná, 2015; Sader, 2016b; Rauber, 2015). El triunfo de Macri, el avance de Capriles-López y la parálisis de Dilma o Correa han moderado estas apreciaciones e inducido a ciertas críticas. Algunos resaltan los efectos nocivos de la burocracia o las falencias en la batalla cultural (Arana, 2015; Arkonada, 2015b). Pero en general mantienen la caracterización del período y subrayan las limitaciones de la ofensiva conservadora. Resaltan la debilidad de ese proyecto, la transitoriedad de sus éxitos o la proximidad de grandes resistencias sociales (Puga Álvarez, 2015; Arkonada, 2015b). Esta visión no permite registrar hasta qué punto la profundización del patrón extractivista ha socavado el ciclo progresista. La sintonía de ese esquema económico con las
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¿Un período pos-liberal?
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administraciones derechistas no se extiende a sus pares de centroizquierda. Estos gobiernos son afectados por las nefastas consecuencias de un modelo que deteriora el empleo e impide el desarrollo productivo. Esta contradicción es mucho más severa en los procesos radicales. El supuesto de un periodo pos-liberal omite esas tensiones. No sólo olvida que la superación del neoliberalismo exige comenzar a revertir la primarización de la región. También recurre a muchas indefiniciones en la caracterización del período. Nunca se aclara si el pos-liberalismo está referido a los gobiernos o a los patrones de acumulación. A veces se sugiere que conforma un período contrapuesto al Consenso de Washington. Pero en ese caso se enfatiza el giro político hacia la autonomía, desconociendo la persistencia del patrón de exportaciones básicas. También se argumenta que un cambio más sustancial del modelo económico desborda lo que puede encarar América Latina. Este giro supondría virajes más significativos en un capitalismo multipolar en gestación. Pero nadie precisa como esas transformaciones alterarían la fisonomía tradicional de la región. Lo ocurrido en la última década ilustra un curso de primarización, contrapuesto a los pasos que debería transitar la región para forjar una economía industrializada, diversificada e integrada. El enfoque afín al progresismo también reivindica el basamento económico neo-desarrollista del último decenio resaltando sus contrastes con el neoliberalismo. Pero no registra las numerosas áreas de complementariedad entre ambos modelos. Tampoco nota que ningún ensayo de mayor regulación estatal ha revertido las privatizaciones, erradicado la precariedad laboral, o modificado los pagos de la deuda. Estas insuficiencias no constituyen el “precio a pagar” por la gestación de un escenario pos-liberal. Perpetúan la dependencia y la especialización primario-exportadora. Es cierto que en la última década hubo mejoras sociales, mayor consumo y cierto crecimiento. Pero estos repuntes ya ocurrieron en otros ciclos de reactivación y valorización exportadora. Lo que no ha cambiado es el perfil del capitalismo regional y su adaptación a los requerimientos actuales de la mundialización. Cuando este dato es ignorado se tiende a observar avan-
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ces donde hay estancamiento y logros perdurables donde imperan los desaciertos. El trasfondo del problema es la santificación del capitalismo como único sistema factible. Los teóricos del progresismo descartan la implementación de programas socialistas o a lo sumo aceptan su eventualidad para futuros lejanos. Con ese presupuesto imaginan la viabilidad de esquemas heterodoxos, inclusivos o productivos de capitalismo latinoamericano. Cada evidencia de fracaso de este modelo es sustituida por otra esperanza del mismo tipo, que desemboca en desengaños semejantes.
Los problemas reales que afectan al progresismo son frecuentemente eludidos, cuestionando exclusivamente a la burocracia, la corrupción o la ineficiencia. Se olvida que esas adversidades suelen acosar en algún momento a todos los modelos económicos y no constituyen una peculiaridad de la última década. Como se supone, además, que la única alternativa frente a esas administraciones es el retorno conservador se justifican conductas que terminan facilitando la restauración derechista. Este comportamiento se corroboró durante las protestas que irrumpieron bajo los gobiernos de centroizquierda. Los oficialistas rechazaron estas manifestaciones observando una mano de la derecha en su gestación. Cuestionaron a los “desagradecidos” que ganaron las calles, desconociendo lo hecho por las administraciones progresistas. Durante los paros de Argentina (2014-15) el progresismo repitió los argumentos tradicionales del establishment. Objetó el carácter “político” de las huelgas, omitiendo que ese perfil no reduce su legitimidad. Arremetió contra la “extorsión de los piquetes”, olvidando que ese chantaje es ejercido por las patronales y no por los activistas. Ignoró que esos cortes protegen de sanciones a los trabajadores precarizados sin derecho a la protesta. Otros progresistas descalificaron las huelgas afirmando que “mañana todo seguirá igual”, como si un acto de
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Oficialismo sin reflexión
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fuerza de los trabajadores no favoreciera su capacidad de negociación. Incluso presentaron la huelga como un acto de “egoísmo” de los asalariados con mayores sueldos, cuando esa ventaja ha permitido motorizar las mayores resistencias sociales de la historia argentina. En Brasil la reacción del PT fue semejante. No participó en el inicio de las jornadas del 2013, expresó su desconfianza hacia los manifestantes y sólo aceptó la validez de las marchas cuando se masificaron. El gobierno se limitó a acusar a la derecha de incentivar el descontento, en lugar de registrar la desilusión popular con una administración que designa ministros neoliberales. La hostilidad hacia las acciones callejeras fue un resultado de la involución del PT. Ese partido perdió sensibilidad hacia los reclamos populares al estrechar vínculos con el empresariado y con los banqueros. Su cúpula gestiona la economía al servicio de los capitalistas y se sorprende cuando sus bases sociales demandan lo que siempre reclamaron. Las mismas tensiones salieron a flote en Ecuador frente a numerosas peticiones de los movimientos sociales en defensa de la tierra y el agua. Como estas marchas coincidieron con rechazos de la derecha a los proyectos impositivos del gobierno, los oficialistas subrayaron la convergencia de ambas acciones en un mismo proceso de restauración conservadora. En vez de propiciar una aproximación a los reclamos sociales para forjar un frente común contra los reaccionarios, el progresismo acompañó ciegamente a Correa. Lo ocurrido frente a las protestas en los tres países gobernados por la centroizquierda ilustra cómo las administraciones progresistas toman distancia (en vez de aproximarse) al movimiento popular. De esa forma pavimentan el repunte de la derecha.
Distinciones perdurables Las tesis pos-liberales son objetadas por otros autores que remarcan el agotamiento del ciclo progresista, como consecuencia del extractivismo. Estiman que los emprendimientos mega-mineros (Tipnis, Famaitina, Ya-
suni, Aratiri) y la primacía de la soja o los hidrocarburos han impedido reducir la desigualdad social. Consideran, además, que todos los gobiernos de América Latina convergen en un “consenso de commodities” que acentúa la primarización (Svampa, 2014; Zibechi, 2016, Zibechi, 2015a). Esta visión describe correctamente las consecuencias de un modelo que privilegia las exportaciones básicas. Pero postula erróneamente la preeminencia de una fisonomía uniforme en la región. No registra las significativas divergencias que separan a los gobiernos derechistas, centroizquierdistas y radicales en todos los terrenos ajenos al extractivismo. Venezuela no erradicó la gravitación del petróleo, Bolivia no se liberó de la centralidad del gas y Cuba mantiene su atadura al níquel o el turismo. Pero esta dependencia no convierte a Maduro, Evo o Raúl en mandatarios semejantes a Peña Nieto, Santos o Pinera. Las exportaciones básicas prevalecen en toda la economía latinoamericana sin definir el perfil de los gobiernos. Al resaltar los nefastos efectos del extractivismo se evita la ingenua visión pos-liberal. Pero las limitaciones del progresismo no se reducen al reforzamiento del patrón agro-minero. Tampoco el neo-desarrollismo se define por esa dimensión. Si la impronta extractiva constituyera el rasgo principal de ese modelo, no presentaría diferencias significativas con el neoliberalismo. Los nuevos desarrollistas han intentado canalizar la renta agro-minera hacia el mercado interno y la recomposición industrial. Fallaron en ese objetivo, pero tuvieron una pretensión ausente en sus adversarios librecambistas. Es importante precisar estas distinciones para elaborar alternativas. De la exclusiva contraposición en torno al extractivismo no emergen esas respuestas. Frente al capitalismo pos-liberal impulsado por los teóricos de la continuidad del ciclo progresista, sus objetores no postulan la opción socialista. Más bien enuncian genéricas convocatorias a proyectos centrados en la multiplicación de comunidades auto-gestionadas. Este horizonte localista suele desechar la necesidad de un estado administrado por las mayorías populares, que concilie la protección del medio ambiente con
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el desenvolvimiento industrial. América Latina necesita nacionalizar los principales resortes de su economía, para financiar emprendimientos productivos con la renta agro-minera. Los beneficiarios de estas propuestas serían las mayorías laboriosas y no las minorías capitalistas. Aquí radica la principal diferencia del socialismo con el neo-desarrollismo. Los teóricos del declive progresista cuestionan el autoritarismo de los gobiernos de ese signo. Describen restricciones a las libertades públicas, agresiones al movimiento indígena y reforzamientos del presidencialismo. También denuncian la sustitución de dinámicas de hegemonía por lógicas coercitivas y el silenciamiento de las voces independientes frente a la palabra oficial (Svampa, 2015; Gudynas, 2015; Zibechi, 2015b). Pero ninguna de estas tendencias ha convertido a una administración de centroizquierda en un gobierno de la reacción. El único caso de ese tipo sería Ollanta Humala, que se disfrazó de chavista y ejerce la presidencia con mano dura y entrega neocolonial. Es importante reconocer estas diferencias para tomar distancia de los mensajes que divulga la derecha contra el “autoritarismo” y el “populismo”. Mientras que los políticos conservadores buscan unificar las críticas al progresismo en un engañoso discurso común, la izquierda necesita delimitarse. Repudiar explícitamente los argumentos o posturas de los reaccionarios es la mejor forma de evitar esa trampa. Conviene no olvidar que radicalizar los procesos empantanados por las vacilaciones del progresismo es una meta contrapuesta a la regresión neoliberal. Por eso pueden existir áreas de convergencia con la centro-izquierda pero nunca con la derecha. La confrontación con los reaccionarios es un requisito de la acción política popular. Estas distinciones se verifican en todos los planos y tienen especial vigencia en el terreno democrático. El progresismo puede adoptar actitudes coercitivas pero no actúa estructuralmente con patrones represivos. Por esta razón un pasaje de formas hegemónicas (consenso) a dominantes (coerción) en la gestión estatal es habitualmente acompañado por cambios en el tipo de gobierno. Las dife-
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rencias entre la centroizquierda y la derecha que aparecieron al inicio del ciclo progresista persisten en la actualidad.
Todos los debates en curso asumen actualmente en Venezuela un contenido urgente. Allí no se discuten diagnósticos genéricos de continuidad o agotamiento de la etapa, sino propuestas específicas de radicalización o involución del proceso bolivariano. El primer planteo es alentado por los revolucionarios. Rechazan los pactos con la burguesía, promueven acciones efectivas contra los especuladores y auspician la consolidación del poder comunal. Estas iniciativas retoman la audacia que caracterizó a las revoluciones exitosas del siglo XX. Propician tomar la iniciativa antes que la derecha gane la partida (Conde, 2015; Valderrama, Aponte, 2015; Aznárez, 2015; Carcione, 2015). El segundo enfoque es alentado por los socialdemócratas y los funcionarios que lucran con el statu quo. Sus teóricos no explicitan claramente un programa. Ni siquiera objetan abiertamente las tesis radicales. Simplemente soslayan las definiciones, sugiriendo que el gobierno sabrá encontrar el camino correcto. Con esa actitud suelen denunciar la culpabilidad del imperialismo en todos los atropellos que sufre Venezuela, pero no aportan propuestas para derrotar esas agresiones. Convocan a redoblar los esfuerzos contra la “ineficiencia” o el “descontrol”, sin mencionar la nacionalización de los bancos, la expropiación de quienes fugan capital o la auditoria de la deuda. En la disyuntiva actual la simple reivindicación del proceso bolivariano (y de la adhesión que preserva) no resuelve ningún problema. Sin discutir abiertamente por qué el chavismo perdió votantes activos, no hay forma de revertir el mayor predicamento de la derecha. Tampoco alcanza señalar elípticamente que el gobierno “no supo o no pudo” adoptar las políticas adecuadas. Más desacertado aún es culpabilizar al pueblo por su “olvido” de lo otorgado por el chavismo. Esta forma de razonar supone que las mejoras concedidas paternalmente por
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Controversias concretas
una administración deben ser aplaudidas sin chistar. Es la mirada contrapuesta al poder comunal y al protagonismo de trabajadores que construyen su propio futuro. Los proyectos de capitalismo pos-liberal chocan con la realidad venezolana. Allí se comprueba el carácter fantasioso de ese modelo y la necesidad de abrir caminos anticapitalistas para impedir la restauración conservadora. Rechazar estos senderos con un recetario de imposibilidades simplemente conduce a bajar los brazos. Algunos pensadores coinciden con esta caracterización, pero estiman que “ya pasó el momento” para avanzar en esa dirección. ¿Pero cómo se determina esa temporalidad? ¿Cuál es el barómetro para dictaminar el fin de un proceso transformador? La pérdida de entusiasmo, el repliegue a la vida privada y las proclamas de “adiós al chavismo” son datos de la coyuntura. Pero muchas veces el pueblo reaccionó frente a situaciones de extrema adversidad. No sería la primera vez que las divisiones y los errores de la derecha precipitan un contragolpe bolivariano.
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Identidad socialista La persistencia, renovación o extinción del ciclo progresista en la región depende de la resistencia popular. No se puede indagar la continuidad o cancelación de ese período omitiendo esta dimensión. Es un gran error evaluar cambios de gobiernos ignorando los niveles de lucha, organización o conciencia de los oprimidos. Por el momento la derecha tiene la iniciativa, pero el signo del período se definirá en las batallas sociales que seguramente precipitarán los propios conservadores. El resultado de esos conflictos no sólo depende de la disposición de lucha. La influencia de corrientes socialistas, antiimperialistas y revolucionarias será un factor clave de ese final. Las tradiciones de estas vertientes han sido actualizadas en la última década por movimientos sociales y procesos políticos radicales. Una nueva generación de militantes retomó especialmente el legado de la revolución
cubana y el marxismo latinoamericano. Chávez jugó un papel clave en esa recuperación y su fallecimiento afectó severamente el renacimiento de la ideológica socialista. Ese impacto fue tan grande que indujo a buscar referentes sustitutos. La centralidad asignada al Papa Francisco es un ejemplo de esos reemplazos, que suelen confundir roles de mediación con papeles de liderazgo. Es incuestionable la utilidad de ciertas figuras para negociar con los enemigos. El primer latinoamericano que accede al Papado aporta una buena carta de intermediación con el imperialismo. Su presencia puede servir para romper el bloqueo económico sobre Cuba, contrarrestar el sabotaje a las negociaciones de paz en Colombia o interceder frente a las bandas criminales que operan en la región. Sería insensato desperdiciar el puente que aporta Francisco para cualquiera de esas tratativas. Pero esa función no implica protagonismo del Papa en las batallas contra el capitalismo neoliberal. Muchos suponen que Francisco encabeza esa confrontación, a través de mensajes contra la desigualdad, la especulación financiera o la devastación ambiental. No registran que estas proclamas contradicen la continuada fastuosidad del Vaticano y su financiamiento a través de oscuras operaciones bancarias. El divorcio entre prédica y realidad ha sido un clásico de la historia eclesiástica. El Papa retoma también varios preceptos de la doctrina social de la Iglesia, que auspician modelos de capitalismo con mayor injerencia estatal. Estos esquemas buscan regular los mercados, alentar la compasión de los poderosos y garantizar la sumisión de los desposeídos. Desenvuelven una ideología forjada durante el siglo XX en polémica con el marxismo y sus influyentes ideas de emancipación. Las concepciones de la Iglesia no han cambiado. Francisco intenta retomarlas para recuperar la pérdida de adhesión que sufre el catolicismo a manos de credos rivales. Esas religiones se han modernizado, son más accesibles a las clases populares y están menos identificadas con los intereses de las elites dominantes. La campaña del Vaticano cuenta con el beneplácito
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de los medios de comunicación que enaltecen la figura de Francisco, ocultando su cuestionado pasado bajo la dictadura argentina. Bergoglio mantiene su vieja hostilidad a la Teología de la Liberación, rechaza la diversidad sexual, niega los derechos de las mujeres y evita la penalización de los pedófilos. Encubre, además, obispos impugnados por las comunidades (Chile), canoniza misioneros que esclavizaron indígenas (California) y facilita las agresiones contra el laicismo. Es un error suponer que la izquierda latinoamericana se construye en un ámbito compartido con Francisco. No sólo persiste una gran contraposición de ideas y objetivos. Mientras que el Vaticano continúa reclutando fieles para disuadir la lucha, la izquierda organiza protagonistas de la resistencia. Es tan importante reforzar esta actitud combativa como afianzar la identidad política de los socialistas. La izquierda del siglo XXI se define por su perfil anticapitalista. Batallar por los ideales comunistas de igualdad, democracia y justicia es la mejor forma de contribuir a un desemboque positivo del ciclo progresista.
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Artículo recibido el 5 de julio de 2016
REORDENANDO EL PATIO TRASERO.
LA OFENSIVA ESTADOUNIDENSE EN LA NUEVA ÉPOCA // Por Leandro Morgenfeld
Resumen:Luego de una década de retroceso relativo en Nuestra América, Estados Unidos procura reordenar el mapa regional, restableciendo su histórica posición dominante. La baja en el precio de las materias primas y el estancamiento de los proyectos alternativos de integración ofrecen a la Casa Blanca un escenario más propenso para una ofensiva económica, política, militar e ideológica. En su segundo mandato, Obama logró reposicionarse en la región, retomando la iniciativa e impulsando el fin del llamado ciclo progresista. Así, impulsa la Alianza del Pacífico, logró firmar el Acuerdo Transpacífico, busca relegitimar a la OEA, retoma la militarización, distiende la relación con Cuba y procura aislar a Maduro y quebrar el eje alternativo en torno al Mercosur. Una década después de la derrota del ALCA, avanzan nuevamente los tratados de libre comercio. En este artículo analizamos los alcances y límites de la ofensiva estadounidense en esta nueva etapa histórica y los desafíos que ésta supone para Nuestra América.
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Palabras clave: Estados Unidos, Nuestra América, Restauración conservadora, Libre comercio, Neoliberalismo 1-Historiador y docente en la UBA. Investigador Adjunto del CONICET, radicado en el IDEHESI. Integrante del CECS y del Grupo de Trabajo CLACSO “Estudios sobre Estados Unidos”. Correo: leandromorgenfeld@hotmail.com
Reordenando el patio trasero.
Desde el final de la segunda guerra mundial, en 1945, Estados Unidos logró terminar de desplazar a las potencias europeas y erigirse como el poder hegemónico en América. El Departamento de Estado pudo fortalecer el sistema interamericano, acordar en 1947 el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y, un año más tarde, conformar la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto lo logró con promesas de ayuda económica (mandatarios regionales reclamaban una suerte de Plan Marshall para América Latina), cuya concreción se fue postergando hasta que la Revolución Cubana instaló la guerra fría en la retaguardia estadounidense (aunque Washington ya había utilizado la excusa del peligro rojo para apoyar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954). En los años sesenta, Estados Unidos desplegó hacia la región una política bifronte: el ambicioso programa de la Alianza para el Progreso (una promesa de ayuda por 20 mil millones de dólares) y a la vez el clásico intervencionismo militar, que incluyó un variado menú: invasión a Bahía de Cochinos, terrorismo y desestabilización en Cuba, con intentos de magnicidios, apoyo a golpes de Estado (el encabezado por Castelo Branco en Brasil, en 1964, fue el más significativo) y desembarco de marines (Santo Domingo, 1965). La Doctrina de Seguridad Nacional y las alianzas con militares golpistas fueron una constante en los años siguientes. Ya en la era Reagan, la Casa Blanca logró el apoyo de dictaduras latinoamericanas para la lucha contrainsurgente en Centroamérica. La caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética y el consecuente fin de la guerra fría provocaron un cambio en el vínculo con los demás países del continente. Reforzado el poder de Estados Unidos como gendarme planetario –aunque el mundo unipolar augurado por Fukuyama fue una ilusión que se desvaneció rápidamente–, Washington procuró la consolidación de su hegemonía hemisférica. El presidente George Bush lanzó, en 1990, la Iniciativa para las Américas. Tres años más tarde, su sucesor Bill Clinton concretaría este proyecto
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Introducción
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con la primera cumbre interamericana de Jefes de Estado. En el marco del Consenso de Washington, Estados Unidos impulsaba el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y, para instrumentar ese proyecto hegemónico, propuso realizar cumbres presidenciales, incluyendo a los 34 países que constituían la Organización de los Estados Americanos (OEA) y dejando expresamente excluida a Cuba (apartada de esa institución en enero de 1962, con los votos de Estados Unidos y otros 13 países de la región). La primera, no casualmente, se realizó en Miami, en 1994. El proyecto del ALCA avanzó sin demasiadas oposiciones en los primeros cónclaves continentales, hasta que en la tercera cumbre (Québec, 2001) emergió, por primera vez, una voz claramente disonante, la del presidente venezolano Hugo Chávez, quien cuestionó, casi en soledad, la iniciativa de Washington. Pocos meses antes se realizaba el primer Foro Social Mundial en Porto Alegre, que se transformaría en un espacio vital de articulación en la lucha contra el ALCA. En los años siguientes fue cambiando la correlación de fuerzas en América Latina, a la vez que muchos países exportadores de bienes agropecuarios, en todo el mundo, exigían a Estados Unidos, la Unión Europea y Japón que la liberalización del comercio incluyera también a los productos agrícolas, que sufrían diferentes restricciones y protecciones no arancelarias por parte de las potencias. En la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de Cancún (2003) se paralizaron las negociaciones para liberalizar todavía más el comercio mundial. Y algo similar ocurrió con el ALCA, que fracasó en la célebre reunión de Mar del Plata dos años más tarde, cuando los cuatro países del Mercosur, junto a Venezuela, rechazaron la iniciativa (Morgenfeld, 2006a). Ante la resistencia de múltiples sindicatos y movimientos sociales –a través del Foro Social Mundial, la Alianza Social Continental y las Contra-cumbres de los Pueblos–, que lograron articular una oposición popular al ALCA, y el rechazo de los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela, Estados Unidos debió abandonar esa estrategia e impulsar Tratados de Libre Comercio bilaterales.
En esos años, avanzó la integración latinoamericana: expansión económica y política del Mercosur, aparición de la Comunidad Sudamericana de Naciones, luego Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP). En forma paralela, la OEA, escenario de las relaciones interamericanas dominado por Washington desde la posguerra, fue perdiendo influencia. Hasta debió revocar la expulsión de Cuba luego de que los países latinoamericanos presionaran a Obama en la Cumbre de las Américas de Puerto Principe, Trinidad y Tobago (2009). Pocos meses más tarde, hubo una reacción latinoamericana conjunta frente al golpe en Honduras. La UNASUR también actuó rápidamente ante el intento separatista en Bolivia y el levantamiento policial contra Rafael Correa en Ecuador. En febrero de 2010, además, se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), una asociación continental que excluye a Estados Unidos y Canadá. Impulsada por el eje bolivariano y resistida por el Departamento de Estado, la CELAC podría convertirse en un instrumento inédito e histórico de coordinación latinoamericana por fuera del control de Washington. La cumbre inaugural se realizó en Caracas (diciembre 2011) y luego hubo reuniones presidenciales en Santiago de Chile (enero 2013), La Habana (enero 2014), San José de Costa Rica (enero 2015) y Quito (enero 2016). Desde que asumió como presidente, Obama intentó superar los obstáculos de Bush para mantener la hegemonía en su patio trasero. En este artículo vamos a analizar los alcances y límites de esta nueva ofensiva de Estados Unidos para recuperar su dominio regional, focalizándonos en el segundo mandato de Obama.
Obama y el intento de reposicionamiento regional, durante su primer mandato Menos de tres meses después de su llegada a la Casa Blanca, Obama se encontró con los mandatarios de la
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región en la V Cumbre de las Américas, que se realizó en Puerto España, Trinidad y Tobago, entre el 17 y el 19 de abril de 20092. En su intervención, el flamante mandatario estadounidense realizó un primer intento por afianzar los lazos interamericanos después del traspié de Bush en Mar del Plata y ahuyentar los temores derivados de las agresivas políticas militaristas de su antecesor. Recién asumido, señaló que pretendía relacionarse con la región en otros términos, estableciendo una alianza entre iguales. La reunión realizada en Puerto España revistió una gran importancia, siendo la primera luego del rechazo al ALCA y con Obama como presidente. Todos los mandatarios buscaban la foto con el primer presidente estadounidense afrodescendiente. Hasta Hugo Chávez tuvo su encuentro cara a cara, que aprovechó para regalarle un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, el célebre libro del uruguayo Eduardo Galeano. Aunque se preveían chispazos entre los países de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el nuevo ocupante de la Casa Blanca, la cumbre mostró un inusual escenario distendido con elogios cruzados y un ambiente de cuidada fraternidad. Más allá de estos gestos, no hubo avances concretos y no se logró firmar una declaración final, entre otros motivos por diferencias en relación a la persistencia de la exclusión de Cuba, a las políticas sobre biocombustibles y a las acciones frente a la crisis económica mundial. La Casa Blanca logró inicialmente relajar las relaciones interamericanas, luego del revés recibido por Bush en Mar del Plata y planteó la importancia de la región para la política exterior de Washington. El encuentro personal de Obama con Chávez significó, para muchos, el reconocimiento del liderazgo de su par latinoamericano y una clara muestra del intento de dar una vuelta de página frente a la prepotencia de su antecesor. También hubo un saludo cordial con Evo Morales y Daniel Ortega, dos críticos del imperialismo estadounidense en la región. Más allá de los gestos, Obama debió enfrentar la 2-Véase la página web oficial de la V Cumbre: http://www.summit-americas.org/v_summit_ sp.html.
posición cada vez más uniforme del resto de los países de la región en cuanto al rechazo a la exclusión de Cuba del sistema interamericano. El gobierno de Raúl Castro obtuvo una gran solidaridad de muchos mandatarios en Trinidad y Tobago. Como señal de distensión hacia Caracas, Obama anunció el nombramiento de un nuevo embajador en Venezuela, a la vez que Chávez manifestó que nombraría a Roy Chaderton, ex ministro de Relaciones Exteriores y por entonces embajador venezolano ante la OEA, como representante en Washington. Esta nueva política regional, o más bien su escenificación en esta reunión cumbre, fue criticada por los sectores conservadores estadounidenses, que demonizan a líderes caracterizados como izquierdistas y populistas y defienden una línea intervencionista sin demasiados reparos. Muchos mandatarios latinoamericanos mostraron en la V Cumbre su confianza y expectativas en el nuevo presidente estadounidense, a quien consideraban capaz de revertir las políticas de su antecesor. Más allá de los gestos, los países de la región, y en especial el eje bolivariano, mostraron que no estaban dispuestos a que Estados Unidos siguiera marcando la agenda. No alcanzaba con la derrota del ALCA. El tema de la exclusión de Cuba volvía a ser uno de los ejes. En la sesión de clausura de la Cumbre, el entonces canciller brasilero, Celso Amorim, sostuvo que Lula juzgaba “muy difícil que tenga lugar una nueva Cumbre de las Américas sin la presencia de Cuba”3. Este tema obstaculizó la rúbrica conjunta de una declaración final: “De hecho, no ha habido consenso alguno sobre el documento final de la Cumbre de las Américas –la ‘Declaración de Compromiso de Port-of-Spain’– ya que los miembros del ALBA, con el apoyo unánime del conjunto de los países latinoamericanos y del Caribe, se negaron a avalar un texto que no pedía el levantamiento del embargo impuesto a Cuba. Los presidentes anularon la ceremonia de firma de la declaración final y para salvar las apariencias el texto sólo fue rubricado por Patrick Manning, primer ministro del 3-BBC Mundo, 18 abril de 2009.
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país de acogida y, a ese título, presidente de la Cumbre” (Lemoine, 2009). También hubo divergencias en cuanto a cómo debía enfrentarse la crisis global iniciada en 2008 y críticas a la decisión de circunscribir al G20 el ámbito para debatir cómo salir de la misma. En los meses siguientes, las expectativas que había generado la asunción de Obama se transformaron rápidamente en decepción. La continuidad de la IV Flota del Comando Sur –reinstalada por Bush en 2008, luego de 50 años, para patrullar las aguas del Atlántico Sur–4, la ratificación del bloqueo económico a Cuba, el mantenimiento de la cárcel de Guantánamo –a pesar de que Obama se comprometió a desmantelarla ni bien asumió–, la ausencia de progresos en cuestiones migratorias y la no ratificación –al menos durante varios meses– de tratados de libre comercio bilaterales ya firmados (por ejemplo con Colombia, que entró en vigencia recién hacia 2012), provocaron decepción en muchos gobiernos. Tres años más tarde, Obama debió encontrarse nuevamente con sus pares continentales, en la VI Cumbre de las Américas, que se realizó en Cartagena, Colombia, los días 14 y 15 de abril de 2012. Para el gobierno estadounidense, la reunión de Cartagena era estratégica porque necesitaba relanzar las relaciones con América Latina. En los últimos años, los países del Sur fueron mostrando una creciente reticencia a aceptar los mandatos de Washington. Ya sea por su responsabilidad en la crisis financiera iniciada en 2008, la persistencia de las sanciones contra Cuba, las políticas duras contra los inmigrantes latinos (incluyendo el muro en la frontera con México), las restricciones al ingreso de las exportaciones latinoamericanas (vía subsidios y otros mecanismos paraarancelarios), o el histórico intervencionismo (actualizado tras el golpe de Honduras a mediados de 2009), persistía un generalizado sentimiento anti-yanqui que había alcanzado su auge durante la presidencia de George W. Bush, pero que no desaparecía (Morgenfeld, 2014). En su intervención en la Cumbre de 2009, como describimos más arriba, Obama había realizado un pri4-Véase el dossier “Estados Unidos vuelve a patrullar”, Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, 2008 (Buenos Aires) junio.
mer intento por afianzar los lazos interamericanos después del traspié de Bush en Mar del Plata y ahuyentar los temores derivados de las agresivas políticas militaristas de su antecesor. El segundo intento se produjo en la gira presidencial de marzo de 2011 por Brasil, Chile y El Salvador. Pero allí sólo hubo anuncios acotados, relativos a intercambios académicos, y ninguna mención a las concesiones comerciales reclamadas, por ejemplo, por Brasil. El tercer intento del líder demócrata fue precisamente en el cónclave de Cartagena. Esta reunión crucial se dio en el contexto de un constante retroceso del comercio entre Estados Unidos y sus vecinos del Sur (del total de las importaciones estadounidenses, las de origen latinoamericano disminuyeron del 51 al 33% entre 2000 y 2011) (Oppenheimer, 2012). La contracara era el avance de China, constituido en un socio comercial fundamental para los principales países de la región además de un creciente inversor; para 2020 la CEPAL calcula que el 20% de las exportaciones latinoamericanas se dirigirán hacia el gigante asiático. Esto ha producido cambios significativos en la relación de Estados Unidos con lo que históricamente consideró su patio trasero. ¿Cuáles eran las necesidades geoestratégicas del Departamento de Estado para la reunión de Cartagena? Alentar la balcanización latinoamericana –ninguneando organismos como la CELAC y tratando de reposicionar a la OEA–; morigerar el avance chino, ruso, indio e iraní –el énfasis estaba puesto en los crecientes vínculos del por entonces presidente iraní Mahmud Ahmadinejad con Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador (Klich, 2010)–; y debilitar el eje bolivariano –la estrategia de la Casa Blanca incluía una aproximación a Brasil y Argentina para intentar contener la influencia de Chávez en la región5–. Pero también existían necesidades económicas, potenciadas por la crisis estadounidense, que llevó el desempleo al 9%. Como señaló Obama en reiteradas oportunidades, un objetivo de su política exterior es exportarle más a América Latina, para ayudar a equilibrar 5-Obama se entrevistó con Cristina Fernández de Kirchner en la Cumbre del G20 de Cannes (noviembre de 2011) y recibió a Dilma Rousseff en Washington el 9 de abril, para discutir el fortalecimiento del sistema interamericano.
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la cada vez más deficitaria balanza comercial estadounidense (Obama, 2011). ¿Cuál fue el saldo de la Cumbre de de Cartagena? Fue la tercera consecutiva en la que no hubo consenso para firmar la declaración final. Fue el cónclave al que más jefes de estado faltaron (Correa, Chávez, Ortega y Martelly). Quedó claro que Washington ya no domina como antes: los tres temas principales de debate fueron planteados por los países latinoamericanos, a pesar de los deseos de la Casa Blanca. En dos temas prioritarios hubo consenso de 32 países: Cuba y Malvinas. Mientras los mandatarios latinoamericanos se pronunciaron por el fin del bloqueo y la exclusión de Cuba y por los reclamos argentinos de soberanía sobre las Islas, Estados Unidos y Canadá boicotearon la inclusión de estos tópicos en la declaración final. Se debatieron otros temas polémicos: lucha contra el narcotráfico (se planteó el fracaso de la guerra a las drogas impulsada hace cuatro décadas por Washington), políticas migratorias (se criticaron las duras políticas estadounidenses para combatir la inmigración latina), proteccionismo (barreras arancelarias y no arancelarias, como las que Estados Unidos utiliza para limitar algunas exportaciones agropecuarias de los países latinoamericanos). El presidente colombiano Santos, el anfitrión, se distanció de su antecesor Uribe y se ofreció como un mediador en el tema Cuba, intentando emular a Frondizi, quien pretendió mediar entre Kennedy y Castro antes de la expulsión de La Habana del sistema interamericano, en enero de 1962. En forma paralela, y aprovechando la visita de Obama, los gobiernos de Estados Unidos y Colombia anunciaron la implementación de un TLC bilateral (negociado en 2008 por Uribe y Bush), siendo éste uno de los pocos logros concretos que Washington obtuvo en Cartagena, aunque fue al margen de la Cumbre. En síntesis, los esfuerzos de la Administración Obama para revertir la decepción latinoamericana frente a sus políticas hacia la región resultaron infructuosos. Ni siquiera el presidente colombiano, aliado estratégico en América del Sur, respondió a las expectativas de la Casa Blanca: en su discurso de apertura, le enrostró a su
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par estadounidense que eran anacrónicos el bloqueo y exclusión de Cuba de estas reuniones. En Cartagena, en definitiva, se puso de manifiesto la relativa pérdida de influencia estadounidense, tanto desde el punto de vista económico como político. Tras la reunión de Trinidad y Tobago, en 2009, se profundizó una integración latinoamericana alternativa, en torno al ALBA, y una creciente coordinación y concertación política, alrededor de la UNASUR y la CELAC, una suerte de OEA sin Estados Unidos. Allí, los 33 países de América Latina y el Caribe dieron algunos pasos hacia la construcción de la ansiada integración regional6. Y empezaron a desarrollar una agenda propia. Si en 2005 se dijo que Mar del Plata había sido la tumba del ALCA, parecía que Cartagena iba a ser la tumba de las Cumbres de las Américas. Los países del ALBA ya habían dicho explícitamente en 2012 que si Cuba no era invitada, no volverían a participar en este tipo de encuentros. Argentina y Brasil también se habían expresado en un sentido similar. Sin embargo, el anuncio conjunto entre Obama y Castro, en diciembre de 2014, del inicio de las relaciones bilaterales y la invitación que el gobierno panameño extendió al de la isla para participar en la Cumbre, cambiaron el escenario del siguiente encuentro continental.
El miércoles 17 de diciembre de 2014, el presidente estadounidense anunció, en forma casi simultánea con su par Raúl Castro, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales. La explicación de este cambio en la política del Departamento de Estado no es unívoca sino que responde a la convergencia de una serie de factores, siendo el más importante el geopolítico (Mor6-La CELAC se inauguró en diciembre de 2011 en Caracas. En enero de 2013 tuvo su primera cumbre presidencial en Santiago de Chile; en enero de 2014, su segunda cumbre, en La Habana. El 28 y 29 de enero de 2015 se realizó la tercera en Belén, Costa Rica, y la cuarta, en enero de este año, en Quito.
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La apuesta al reposicionamiento en América Latina y el Caribe, durante el segundo mandato de Obama
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genfeld, 2015a). Con esta audaz jugada, el gobierno de Washington pretende recuperar su histórica posición hegemónica en América Latina y el Caribe y eliminar lo que Cuba representaba: el mayor foco de resistencia anti-estadounidense en el continente, inspirador de múltiples movimientos revolucionarios y de liberación nacional. A lo largo del siglo XXI, Nuestra América avanzó como nunca antes en un proceso de integración regional, por fuera de la órbita de Washington. La UNASUR y la CELAC, como instancias de coordinación política, por un lado, y el proyecto de integración alternativa del ALBA-TPC, por otro, fueron iniciativas que horadaron el histórico poder de Estados Unidos. Luego del fracaso que resultó para Washington la Cumbre de las Américas realizada en Cartagena, Obama pretendió recuperar la iniciativa en las relaciones interamericanas, detener el avance de potencias extra regionales (fundamentalmente China) y limitar las aspiraciones de Rousseff de transformarse en vocera de América del Sur –vía el MERCOSUR o la UNASUR–. Por eso, la Alianza del Pacífico es fundamental para el reposicionamiento de Washington en la región. A través de la misma, se pretende atraer a los países disconformes del MERCOSUR, como Uruguay y Paraguay, y reintroducir políticas neoliberales que tanta resistencia popular generaron en las últimas dos décadas. El anuncio de la distensión con Cuba debe entenderse en ese contexto, ya que podría eliminar una de las principales causas de fricción con los países de la región. La Cumbre de Panamá, realizada el 10 y 11 de abril de 2015, fue un escenario interesante para medir hacia dónde van las relaciones interamericanas y cuál es el margen que mantienen los países bolivarianos para seguir impugnando la política de Estados Unidos en la región, a partir de la distensión entre los gobiernos de Washington y La Habana y de la invitación por parte del gobierno anfitrión a Raúl Castro para participar de este encuentro. La foto del cónclave de Panamá fue la del histórico encuentro entre Obama y Castro. Los grandes medios de comunicación y la derecha continental destacaron el supuesto triunfo diplomático de Estados Unidos, quien habría desbaratado los argumentos anti-imperialistas
del eje bolivariano y la izquierda latinoamericana. La activa diplomacia del Departamento de Estado en las horas previas al inicio de la Cumbre logró desactivar los dos temas más ríspidos: prometió a Cuba la inminente revisión de su inclusión en la lista de supuestos patrocinadores del terrorismo –el 14 de abril Obama presentó ante el Congreso esa solicitud– y envió a Thomas Shannon a Caracas para iniciar conversaciones con el gobierno de Nicolás Maduro –tras las tensiones generadas a partir de la orden ejecutiva del 9 de marzo, en la cual declaró a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional” estadounidense–. Obama visitó Jamaica antes de arribar a la Cumbre, y allí se reunió con los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM), para intentar alejarlos de la influencia venezolana a través del ALBA y Petrocaribe. Estos analistas se ilusionan con el agotamiento de las experiencias “populistas” y auguran la ampliación de la Alianza del Pacífico. Destacan que Obama impuso su agenda a favor de la democracia y los derechos humanos –no se privó de reunirse con representantes de la “sociedad civil” cubana, o sea con reconocidos disidentes– y participó en reuniones con los grandes empresarios de la región, además de recibir la felicitación de todos los mandatarios, quienes elogiaron su apertura hacia Cuba, lo contrario que había ocurrido en la Cumbre de Cartagena, tres años atrás. Logró neutralizar a Brasil y sólo tuvo que soportar las “críticas anacrónicas” de los “populistas más recalcitrantes”, léase Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Cristina Kirchner y Nicolás Maduro (aunque este último hizo un llamamiento al diálogo y tuvo el sábado un encuentro bilateral con Obama). Sin embargo, ese balance expresa más los deseos de la derecha continental que la realidad (Morgenfeld, 2015b y c). Lo cierto es que en la Cumbre, una vez más, se expresaron las tensiones que atraviesan el sistema interamericano y la relativa pérdida de hegemonía de Estados Unidos en la región. El 3 de abril, apenas una semana antes de la Cumbre, la propia Subsecretaria de Estado Roberta Jacobson, en una conferencia de prensa, debió admitir su “decepción” por el rechazo continental a la acción de su
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gobierno contra Venezuela. Fue la primera vez en la que participaron los 33 países de Nuestra América, incluida Cuba, lo cual forzó a Estados Unidos a reconocer el fracaso de sus agresivas políticas contra la isla y a negociar con el gobierno revolucionario. Este giro no respondió a la voluntad de Obama, sino a la lucha del pueblo cubano y a la solidaridad del resto del continente. La persistente demanda de la UNASUR, la CELAC y el ALBA cosechó sus frutos en Panamá. Estados Unidos debió ceder ante La Habana, que no apuró la apertura de las embajadas, y Raúl Castro mantuvo sus banderas en alto, solidarizándose con el gobierno de Venezuela. Obama no logró imponer una declaración final consensuada y los mandatarios reclamaron la derogación de la orden ejecutiva contra Venezuela. Y el presidente estadounidense no solamente fue criticado, como era previsible, por sus pares del eje bolivariano, sino también por la mandataria argentina. Los movimientos sociales también tuvieron su protagonismo y participaron activamente de la Cumbre de los Pueblos, que defendió a Cuba y Venezuela, reclamó por la soberanía de las Malvinas, exigió la salida al mar de Bolivia, la independencia de Puerto Rico, el retiro de las bases militares de Estados Unidos esparcidas por toda la región, la indemnización a Panamá por la invasión de 1989 y criticó las políticas económicas neoliberales que siembran el hambre, la pobreza y el atraso en todo el continente.
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El avance de las derechas y la estratégica visita de Obama a Cuba y Argentina Los últimos meses fueron favorables a los objetivos de Estados Unidos: se produjeron retrocesos de los llamados gobiernos progresistas, al mismo tiempo que Obama incrementó su presencia regional, lo cual se materializó en una gira muy significativa. La visita de Obama a Cuba y Argentina, en marzo del presente año, respondió a distintos objetivos, el principal, de carácter geoestratégico. Para reposicionarse en la región, Estados Unidos procura debilitar a los países bo-
livarianos y también limar las iniciativas autónomas que impulsó el eje Brasil-Argentina. Apuesta a un realineamiento del continente y busca debilitar las iniciativas de coordinación y cooperación política, como la UNASUR y la CELAC, reposicionando a la OEA, cuya sede está en Washington, a escasos metros de la Casa Blanca. Como señalamos más arriba, durante su segundo mandato, Obama inició negociaciones con Raúl Castro para retomar las relaciones diplomáticas –hito concretado el 20 de julio de 2015–, para disminuir el rechazo que la anterior política agresiva hacia la isla generó en el mundo entero, pero aún resta mucho para normalizar las relaciones bilaterales –persisten el bloqueo, la ocupación de Guantánamo, la injerencia en los asuntos internos y la demanda de indemnización por las pérdidas multimillonarias que causó el bloqueo–. El saliente mandatario estadounidense busca pasar a la historia, al haber sido el primero en visitar Cuba en 88 años y, a la vez, apuesta a impulsar la restauración capitalista en la isla y un movimiento político que reclame el fin de la revolución. Su promocionada llegada a La Habana tuvo como objetivo mostrar la cara más amigable de su política exterior. Sin embargo, al mismo tiempo ratificaba y extendía por un año más el decreto de marzo de 2015, que señala al gobierno venezolano como una amenaza extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos. Más allá de que la visita a Cuba respondía a los objetivos estratégicos mencionados, esa política de distensión le generó críticas internas de los sectores más anti-castristas –incluyendo las del por entonces precandidato presidencial republicano Marco Rubio–, por lo cual Obama “equilibró” la gira, incluyendo a la Argentina. El triunfo de Mauricio Macri, en noviembre de 2015, alentó la restauración conservadora en Nuestra América, que continuó con la derrota del chavismo en las elecciones legislativas en Venezuela (diciembre de 2015), el traspié de Evo Morales en su intento de habilitar una nueva reelección en Bolivia (febrero de 2016) y la ofensiva destituyente contra el gobierno de Rousseff en Brasil. Hasta ahora la derecha solo logró recapturar un gobierno, en la Argentina, y Obama busca impulsar a Macri como un
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líder que termine de inclinar el tablero político regional, atacando a los adversarios de Washington, como lo hizo el líder del PRO en la cumbre del Mercosur de diciembre pasado, cuando acusó a Venezuela de no respetar los derechos humanos. La gira de Obama tuvo como objetivo, también, impulsar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (conocido como TPP, por sus siglas en inglés). Si bien la Argentina no es uno de los 12 signatarios originales de este acuerdo, firmado en febrero de 2016 –y que aguarda la ratificación de los congresos de cada país–, la expectativa, tal como declararon Macri y su canciller Susana Malcorra, es que el país se aproxime a la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile), y eventualmente se incorpore al TPP. La incorporación de Argentina como observadora en la Alianza del Pacífico, y la participación del propio Macri como invitado en la cumbre de esa organización que se realizó el 1 de julio son un avance más en esa dirección. Esa reedición de una suerte de nuevo ALCA, con el que Estados Unidos procura horadar la expansión económica y comercial china, implicaría una mayor apertura económica y una disminución aún mayor del alicaído mercado interno argentino, en beneficio de las grandes trasnacionales estadounidenses y en perjuicio de las pequeñas y medianas empresas locales y de los trabajadores en general. Provocaría, además, un golpe fuerte al Mercosur, que atraviesa un momento de incertidumbre, a partir de la crisis económica y política en Brasil. Obama también viajó a la Argentina a promover las inversiones estadounidenses y los intereses comerciales de sus empresas. Su gobierno criticó fuertemente a los Kirchner por el supuesto proteccionismo que limitaba las importaciones, pero en realidad Estados Unidos goza de un amplio superávit comercial con la Argentina y protege a sus productores agropecuarios con medidas paraarancelarias, provocando pérdidas millonarias para nuestro país, que hace tres años debió recurrir a la OMC para frenar esas arbitrariedades. Como es habitual, el presidente estadounidense hizo lobby para que las empresas de su país –muchas de las cuales dependen de acuerdos con el estado, como el caso de la petrolera
Chevron– obtengan tratos preferenciales por parte del gobierno argentino. Con este objetivo la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina organizó una gran actividad, en las imponentes instalaciones de la Sociedad Rural Argentina, a la cual finalmente Obama y Macri no asistieron para evitar la movilización de agrupaciones populares de izquierda que marcharon allí para repudiarlos (Morgenfeld, 2016). La visita pretendió, además, que dependencias del gobierno de Estados Unidos, como el Pentágono o la DEA, recuperen posiciones y puedan tener una injerencia mayor en temas internos muy sensibles, como el de la seguridad. Con la excusa del narcotráfico y el terrorismo, en los últimos años Estados Unidos desplegó decenas de bases militares de nuevo tipo por toda Nuestra América. En la mayoría de los países de la región se viene cuestionando este intervencionismo estadounidense, planteando el fracaso de la “guerra contra las drogas” promovida desde el gobierno de Nixon en los años 70, cuestionando instituciones heredadas de la guerra fría como el TIAR e impulsando su reemplazo por otras nuevas, como el Consejo Suramericano de Defensa. A contramano de esa tendencia, desde el macrismo se explora un nuevo alineamiento. La ministra de seguridad Patricia Bullrich viajó a Washington en febrero, donde se reunió con funcionarios de la DEA y el FBI, en función de profundizar la “cooperación”. Parte de los acuerdos bilaterales firmados durante la visita de Obama tienen que ver con avanzar en esa línea. Poco después, se conoció la precoupante iniciativa estadounidense de crear una base “científica” en Tierra del Fuego, cerca de la Antártida y el paso bioceácino. Con la visita de Obama, entonces, la Casa Blanca procura transformar a la Argentina, que tantas veces en la historia dificultó sus proyectos hegemónicos a nivel continental (Morgenfeld, 2011), en el nuevo aliado que legitime el avance de las derechas en la región. El mandatario estadounidense lo repitió varias veces en Buenos Aires: Macri es el líder de la nueva época, el ejemplo a imitar.
Reflexiones finales En las últimas dos décadas, las Cumbres de las Amé-
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ricas fueron un termómetro de las relaciones interamericanas. Si en los años noventa la Casa Blanca pudo moldearlas según su interés, para desplegar el ambicioso proyecto del ALCA, las últimas cuatro cumbres (2005, 2009, 2012 y 2015) mostraron que Washington ya no puede comandar como antes. Fracasó en la creación de un área de libre comercio continental, en sus políticas de guerra contra las drogas, en su agresión contra Cuba y en los múltiples intentos por derrotar o debilitar al eje bolivariano. Esto obligó a Obama a redoblar sus esfuerzos en la región, modificando parcialmente la estrategia y las tácticas, lo cual está dando sus frutos en los meses finales de su segunda presidencia. El balance de las relaciones de Estados Unidos con América Latina y el Caribe, durante el primer mandato de Obama, había dado lugar a muchas frustraciones, en función de las expectativas que había generado en 2009, cuando prometió una nueva “alianza entre iguales” con sus vecinos del sur (Castillo Fernández y Gandásegui, 2012). En sus primeros cuatro años al frente de la Casa Blanca, se produjo el golpe de Estado en Honduras (contra un presidente que integraba el ALBA), desestabilizaciones en Venezuela –aunque no lograron derrotar electoralmente a Chávez–, creciente militarización en la región, con nuevas bases (Luzzani, 2012), profundización de la fracasada lucha contra el narcotráfico, persistencia del bloqueo contra Cuba y de la cárcel ilegal en la Base de Guantánamo, continuidad de los mecanismos proteccionistas no arancelarios que afectan las exportaciones de bienes agropecuarios latinoamericanos, e intervención en los asuntos internos de los países de la región que plantean políticas distintas a las neoliberales impulsadas por los organismos financieros internacionales. La decepción de muchos gobiernos de la región se expresó en Cartagena. En esa Cumbre de las Américas, en los temas principales, Washington quedó en soledad, secundado apenas por Canadá. En su segundo turno, la estrategia de Obama se centra en impulsar el afianzamiento de la Alianza del Pacífico, un resabio del ALCA en el que se impulsan políticas neoliberales, junto a los gobiernos de México, Colombia,
Chile y Perú. Su objetivo es intentar debilitar el eje bolivariano. En ese mismo sentido, el Departamento de Estado espera que el restablecimiento de relaciones con Cuba disuelva una de las políticas más antipáticas y criticadas en Nuestra América. La estrategia sigue siendo intentar debilitar los proyectos de integración (en torno al ALBA) y coordinación política (a través de la UNASUR y la CELAC) latinoamericanos y morigerar el avance económico chino, a través de la promoción del libre comercio de bienes y servicios (no así de productos agropecuarios) y el impulso a la radicación de capitales estadounidenses en la región, con mayores facilidades y menos regulación de los Estados. Además, como afirmó en 2012 el entonces secretario de Defensa León Panetta, uno de los objetivos estratégicos de su gobierno es mantener el liderazgo mundial y hemisférico de Estados Unidos. Para lograrlo, dada la necesaria restricción presupuestaria y la concentración de esfuerzos bélicos en Asia-Pacífico, el Pentágono tenía la función de elaborar “innovadoras y flexibles alianzas” con los países “amigos” o “aliados” del continente americano (Panetta, 2012). En los últimos años, sin embargo, la crisis internacional afectó el precio de los commodities, generando estancamiento y recesión en la región, luego de una década de acelerado crecimiento y, en marzo de 2013, con la muerte de Chávez, se ralentizó además el proceso de integración alternativa. Estos cambios económicos y políticos impulsaron a Estados Unidos a intentar recuperar la hegemonía en lo que históricamente consideraron su exclusivo patio trasero (Gandásegui, 2016). En sus meses finales como presidente, Barack Obama intensifica la ofensiva de Estados Unidos para recuperar el liderazgo regional. Si en la posguerra fría su hegemonía en América Latina y el Caribe parecía estar exenta de grandes desafíos, en los primeros años de este nuevo siglo debió enfrentar tanto los proyectos de cooperación política e integración alternativa que impulsaron los llamados gobiernos progresistas, como la competencia china, que se transformó en un socio comercial y financiero indispensable para muchos países. En su segundo mandado, Obama decidió recalcular su estrategia y avanzar
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en una nueva ofensiva, con las dos facetas habituales, zanahoria y garrotes. Obama inició negociaciones con Raúl Castro para retomar las relaciones diplomáticas – hito concretado el 20 de julio pasado de 2015–, para disminuir el rechazo que la anterior política agresiva hacia la isla generó en el mundo entero, pero aún resta mucho para normalizar las relaciones bilaterales –persisten el bloqueo, la ocupación de Guantánamo, la injerencia en los asuntos internos y la demanda de indemnización por las pérdidas multimillonarias que causó el bloqueo–. El saliente mandatario estadounidense busca pasar a la historia como el primero en visitar la isla en 88 años y a la vez apuesta a impulsar la restauración capitalista en la isla y un movimiento político que reclame el fin de la revolución. Como esa política de distensión le generó críticas internas de los sectores más anti-castristas, equilibró el viaje incluyendo en la gira a la Argentina. Obama busca realzar internacionalmente la figura de Macri e impulsarlo como el nuevo líder regional de la restauración conservadora. En el discurso que dio el 4 de julio de 2016, en la celebración del aniversario de la independencia de su país, el embajador estadounidense en Buenos Aires, Noah Mamet, destacó que el cambio operado por el líder del PRO había incluso superado las expectativas de Washington. En las antípodas del eje bolivariano y que postula una política exterior alineada con Estados Unidos y la Unión Europea, y una política económica de matriz neoliberal, en el marco de las exigencias de los organismos financieros internacionales. Además, pretende que Argentina se incorpore al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y que la DEA y el Pentágono trabajen más estrechamente con las fuerzas de seguridad que comanda Patricia Bullrich. La nueva política hacia Cuba busca, en parte, restablecer la posición hegemónica de Estados Unidos en el continente americano, recomponiendo el vínculo político con los gobiernos de la región. Impulsar la transición hacia el capitalismo en Cuba, ya que no logró hacer colapsar al gobierno encabezado primero por Fidel y luego por Raúl Castro, sería un elemento simbólico para mostrar el triunfo del modelo estadounidense y el fracaso del proyecto revolucionario.
A lo largo de la historia, las políticas de Estados Unidos hacia el sur del continente, desde que abandonaron las invasiones abiertas con marines en pos de la buena vecindad, se nutrieron de dos componentes: zanahorias y garrotes. Promesas de ayuda financiera, concesiones comerciales, inversiones e intercambios académicos convivieron históricamente con amenazas, desestabilizaciones, sanciones económicas y apoyos a militares golpistas. Así, para conseguir aprobar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947, se prometió una suerte de Plan Marshall para América Latina. Para lograr los votos que permitieran expulsar a Cuba de la OEA, se lanzó la Alianza para el Progreso. Luego del fracaso del endurecimiento de las sanciones económicas contra Cuba en la década de 1990, ahora Obama optó por la distensión y por promover el comercio, el turismo y la radicación de inversiones estadounidenses como un mecanismo para penetrar en la isla y forzar los cambios que Washington anhela hace más de medio siglo. Como ocurrió en todo el siglo XX, hoy conviven los ofrecimientos –acuerdos de libre comercio, inversiones, asistencia financiera–, con las amenazas para quienes confronten con los intereses de Washington: red de bases militares de nuevo tipo, desestabilización de los gobiernos bolivarianos, espionaje contra presidentes latinoamericanos, presión a través de las grandes corporaciones de prensa, financiamiento a grupos opositores a través de ONGs, quita de beneficios comerciales. Estados Unidos necesita restablecer la legitimidad e influencia que supo tener la OEA en la posguerra, una institución que fue, la mayor parte de las veces, funcional a sus estrategia de dominio y ordenamiento regional7. Los movimientos sociales y las fuerzas políticas populares de la región advierten, mayoritariamente, esta nueva ofensiva imperialista, que aprovecha las debilidades del bloque bolivariano para reintroducir la agenda neoliberal (ahora munida de un nuevo proyecto, el TPP). Retomar la integración desde abajo, aquella que hace 7-Para un análisis crítico del panamericanismo y de la OEA, véase Vázquez García (2001).
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casi una década logró derrotar el ALCA, parece uno de los caminos necesarios para resistir este nuevo embate. En esa línea, es hora de avanzar en cambio en la integración autónoma, por fuera del mandato de Estados Unidos, y con una agenda propia. La histórica estrategia de fragmentar la unidad latinoamericana cobra nuevo impulso. El ALBA, como proyecto de integración alternativa, y la UNASUR y la CELAC, como herramientas de coordinación y concertación política entre los países de Nuestra América, fueron una manifestación de la menguante hegemonía estadounidense en los primeros años de este nuevo siglo. Hoy Estados Unidos pretende debilitar esas herramientas alternativas, y volver a posicionar a la OEA (no casualmente, Obama y Macri destacaron a este organismo, en la declaración conjunta que firmaron el 23 de marzo pasado). Para ello, en alianza con las derechas de cada país, la Casa Blanca alienta el avance contra los procesos radicales (materializado en los triunfos electorales de la oposición en Venezuela y Bolivia) y la recaptura de los gobiernos de Argentina y Brasil (la derrota del kirchnerismo en las últimas elecciones argentinas y el avance destituyente contra el gobierno del PT en Brasil). Hay en marcha una ofensiva continental para volver a colocar al continente bajo la órbita de Estados Unidos. Sin embargo, más allá del contexto claramente adverso para el campo popular, la resolución de esta pugna no está preestablecida y dependerá de la correlación de fuerzas sociales y políticas. Superar la concepción del realismo periférico, renuente a confrontar con la principal potencia por los costos económicos que supuestamente acarrearía, es el desafío principal de las clases populares de los países de la región. Es hora de concebir otro tipo de integración, inspirada en los ideales bolivarianos, pero pensada como estrategia de real autonomía e independencia, en el camino hacia la construcción de otro orden económico-social a nivel mundial.
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• Vázquez García, H. (2001). De Chapultepec a la OEA: apogeo y crisis del panamericanismo. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Venezuela: una nueva etapa en la guerra hÍbrida.
Artículo recibido el 11 de julio de 2016
VENEZUELA: UNA NUEVA ETAPA EN LA GUERRA HÍBRIDA.
REFLEXIONES LUEGO DEL 6D // Por Lucas Villasenin 1
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Resumen: Luego de la elección del 6 de diciembre de 2015 en Venezuela se ha abierto una nueva etapa para la Revolución Bolivariana. En el siguiente artículo se analizan las condiciones de posibilidad de esta nueva etapa, así como las dificultades y desafíos para el proyecto del socialismo del siglo XXI. La guerra económica, la violencia política y la batalla de ideas como parte de la guerra híbrida que se lleva adelante en el país constituyen los elementos centrales del texto que tienen en cuenta los principales sucesos recientes. También se busca contextualizar la realidad venezolana como parte de una coyuntura regional marcada por la ofensiva del imperialismo y la derecha latinoamericana que intentan imponer el proyecto neoliberal en el continente. 1
Las condiciones de posibilidad de la realidad venezolana Luego de la elección del 6 de diciembre de 2015 en la República Bolivariana de Venezuela se ha abierto 1- Profesor en filosofía, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). E-mail: villaseninl@gmail.com
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Palabras clave: Revolución Bolivariana, Guerra híbrida, Batalla de ideas, Socialismo del siglo XXI, Imperialismo
una nueva etapa. A partir de la elección parlamentaria nuevas correlaciones de fuerzas marcan el escenario actual del país. Así también, nuevas coordenadas marcan los desafíos de un proceso revolucionario que quebró el orden neoliberal en América Latina. Para comprender la realidad venezolana se hace imprescindible dar cuenta de una multiplicidad de elementos históricos propios de la economía y la política locales. Elementos como la relevancia geo-estratégica de Venezuela en la crisis capitalista contemporánea y los recientes cambios políticos en la región constituyen también las condiciones de posibilidad de la compleja trama de la nueva etapa que atraviesa el país. Además, sirve aclarar que ninguno de los elementos actuales cobraría el sentido histórico que tienen sin señalar el quiebre que ha marcado para el proceso político la muerte de Hugo Chávez en el año 2013. El líder de la Revolución Bolivariana lejos de ser una referencia meramente simbólica era la expresión de la construcción de una hegemonía que ha ido mermando en los últimos años. Antes de explicar cuáles son las condiciones en las que se lleva adelante la guerra híbrida que se desarrolla Venezuela decidimos establecer algunos datos fundamentales de las condiciones de posibilidad propias de esta nueva etapa. El carácter mono-productor y dependiente de la estructura económica venezolana no se ha transformado. Si bien la Revolución Bolivariana permitió la recuperación del control estatal de PDVSA luego del paro petrolero en 2003 y con esa política logró desarrollar políticas sociales sin precedentes en el continente, aún no ha logrado superar su dependencia de semejante recurso estratégico. Los proyectos cooperativos; las planificaciones de que intentaron “sembrar el petróleo”; el Plan Guayana Socialista; las expropiaciones con control obrero de fábricas; la emergencia de las Empresas de Producción Social; y las iniciativas de la economía comunal que se llevaron adelante desde la llegada del chavismo al gobierno en 1999, no han logrado revertir la tendencia histórica de la economía local. En el año 2013 el 97% del valor de las exportaciones
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desde Venezuela fueron a partir de la exportación de recursos petroleros. En los primeros tres trimestres del 2014 la exportación de recursos petroleros llegaba al 96,4% de los valores totales. El carácter mono productor de la economía venezolana a partir de datos estadísticos tan simples es innegable. Los intentos por salir de un “socialismo rentístico” (Giordani, 2014) no se han logrado aún. La caída de los precios del petróleo desde junio de 2014 afecta directamente la proyección de la economía local. A pesar de las negociaciones con otros integrantes de la OPEP por reducir la producción no se lograron los resultados esperados durante los últimos años. El precio del barril Brent Mar del Norte a comienzos en junio del 2014 salía 112 dólares y cerró en 2015 a 37.2 Una devaluación del precio en un año y medio del 66% es innegable que afectara a la economía de los países exportadores. El mismo Nicolás Maduro ha reconocido que hay que prepararse para exportar petróleo a los precios actuales durante los próximos años. Luego de más de una década de superávit comercial, Venezuela ha vuelto a contraer un déficit comercial que sólo puede mantener hasta el momento con endeudamiento externo. Según las cifras de Banco Central de Venezuela (BCV) el déficit comercial en 2015 alcanzó los 18.150 millones de dólares, que se amortizaron con 10.996 millones de emisión de deuda externa. En el año 2016 el estado venezolano debe afrontar un alto vencimiento de deuda externa en una situación de bloqueo financiero internacional que no se condice con los cumplimientos en los pagos hasta el momento.3 La dependencia petrolera de la estructura productiva ha llevado a que en 2015 el PIB de la economía venezolana disminuya un 5,7%.4 La elección del 6 de diciembre de 2015 estuvo en el foco de atención política desde el impulso de la campa2- precio de exportación del barril desde Venezuela cerró en 2015 en 28 dólares. 3- En 2016 Venezuela deberá afrontar vencimientos de deuda por al menos 10.300 millones de dólares (y en 2017 por 10.500 millones). 4- Véase el informe del banco central de Venezuela del índice de precios al consumidor, producto interno bruto y balanza de pagos, disponible en: http://www.ine.gov.ve/documentos/ NotasdePrensa/pdf/aviso180216.pdf.
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ña golpista #LaSalida en febrero de 2014. El presidente Maduro había sido elegido en abril de 2013 por un escaso margen de votos y la contra-revolución no dejaría de estar al acecho con el desarrollo de la guerra híbrida. La oposición política profundizaría su división durante 2014 en torno a dónde poner sus energías para desplazar al chavismo del gobierno. Un sector proponía continuar con los ataques violentos promoviendo la destitución del presidente5 y otro proponía la construcción de una mayoría que derrote al chavismo en las próximas elecciones parlamentarias6. Todo el año 2015 estuvo enfocado tanto desde el chavismo como desde la contra-revolución en cómo llegaría el Gran Polo Patriótico (GPP) y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a las elecciones de fin de año. La política electoral de la MUD, más que expresar un gran mérito de sus integrantes y de la elaboración de su campaña, fue una imposición desde el conjunto de la contra-revolución. Si bien sus líderes políticos continuarían con las acusaciones cruzadas, ningún camino era posible para ellos sin la unidad formal. El resultado de la elección fue un abrumador triunfo opositor. Un total de 7.726.066 venezolanos votaron a la MUD y 5.622.844 al GPP. Se trató de la segunda derrota electoral del chavismo en su historia y de aquélla que se llevó a cabo por mayor margen de diferencia. A partir del 10 de enero la MUD asumió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. De esa manera, la contra-revolución obtiene el poder de uno de los cinco poderes del estado venezolano. Como respuesta a las acciones de la mayoría opositora el poder ejecutivo no puede vetar las leyes sancionadas en la Asamblea Nacional, aunque sí puede devolverlas al parlamento para que sean revisadas y luego aprobadas con mayoría absoluta. Lo que expresa el artículo 214 de la Constitución y que sí puede solicitar el presidente es 5- Este sector estaba liderado por las referencias de Leopoldo López del partido Voluntad Popular y por María Corina Machado de Vente Venezuela. 6- Este sector está compuesto por el conjunto de opositores que participaron en 2014 de las mesas de diálogo con el gobierno y tiene como referentes a Henrique Capriles del partido Primero Justicia, a Henry Ramos Allup de Acción Democrática y a Henry Falcón del Movimiento Progresista.
que el Tribunal Superior de Justicia se pronuncie sobre la constitucionalidad o no de esas leyes. En los primeros meses el poder judicial se ha pronunciado en contra de la ley de amnistía para los políticos opositores presos, la ley de restitución de empresas y tierras expropiadas y la ley que pretendía mercantilizar las viviendas construidas por la Gran Misión Vivienda -entre otras que ha votado la oposición en la Asamblea Nacional-. La crisis institucional es innegable y la misma MUD asumió su mayoría en la Asamblea Nacional como un paso para derrocar al gobierno de Maduro. Constitucionalmente cuenta con las siguientes herramientas: a) la convocatoria a un referendum revocatorio; b) promover una enmienda o reforma constitucional que acorte el periodo de vigencia del gobierno; c) promover que el Tribunal Superior de Justicia determine que Maduro no está en condiciones físicas o mentales probadas por una junta médica. La principal vía elegida hasta el momento es la activación del referendum revocatorio y ya han tenido éxito en la primera juntada de firmas que exige la Constitución. Para avanzar en el mismo necesitaran alcanzar el apoyo del 20% del censo electoral (3.900.000 de personas aproximadamente). Y, en caso de llevarse adelante el revocatorio, necesitaran superar la cantidad de votos obtenidos por Maduro en 2013 (7.500.000 votos). En caso de llevarse adelante el revocatorio en 2016 y siendo revocado Maduro el gobierno quedaría en manos del presidente de la Asamblea Nacional (Ramos Allup, dirigente de la Acción Democrática). Mientras que si Maduro es derrocado en 2017 el gobierno hasta el 2019 quedaría a cargo del vice-presidente. El proceso revocatorio formalmente no se puede realizar en 2016 debido al tiempo que llevó la decisión de activarlo luego de sucesivos debates al interior de la MUD. A pesar de ello, la derecha intentará forzar esa posibilidad. Simultáneamente el chavismo relanza una contra-ofensiva estratégica (Maduro, 2015) centrada en la recuperación económica, la lucha ideológica y el fortalecimientos político e institucional. Una multiplicidad de instancias del movimiento popular (el Partido Socialista
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Unido de Venezuela -PSUV, el GPP, los Consejos Presidenciales de Gobierno y el Parlamento Comunal) han sido parte de los debates. Estas política ha sido acompañada por movilizaciones masivas que aún demuestran la capacidad de respuesta del pueblo venezolano ante la ofensiva contra-revolucionaria. Hasta el momento, a pesar de las tensiones con grupos izquierdistas que hace unos años han abandonado el apoyo al gobierno7 o “chavistas de derecha”8, el amplio y diverso movimiento popular mantiene la unidad política en los momentos decisivos de la ofensiva contra-revolucionaria. La creación del Congreso de la Patria es la herramienta política de la que se ha dotado el movimiento popular para reagruparse en esta nueva etapa. Luego de la elección del 6 de diciembre el movimiento popular venezolano se ha mostrado en una situación de alerta y movilización permanente. También las 1.500 comunas y 45.900 consejos comunales9 que se han creado en los últimos años se encuentran ante el desafío de afrontar soluciones concretas a la crisis que atraviesa el país. Las tensiones política generadas por la crisis institucional ponen a los grupos contra-revolucionarios a trabajar conjuntamente en alternativas destituyentes. En caso de no lograr ese camino en los próximos meses en diciembre tendrán una nueva batalla electoral decisiva. Se trata de la elección para definir gobernadores y concejales legislativos en los Estados. La conquista de nuevos estados10 podría dotar a la contra-revolución de un poder territorial con el que jamás ha contado en los últimos años. El triunfo del 6 de diciembre fue celebrado por el Departamento de Estado norteamericano. La Revolución Bolivariana al hacerse con el poder político del estado venezolano se 7- Algunos de estos grupos son los partidos trotskistas Marea Socialista y Socialismo y Liberad. Otro referente de este espacio podría considerarse a Jorge Giordani (ex ministro de Planificación). 8- Un referente de este espacio podría ser Miguel Rodríguez Torres (ex ministro de Interior y Justicia). 9- Véase el sitio del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales: http://consulta.mpcomunas.gob.ve/. 10- Actualmente la oposición solo gobierna tres de los 20 estados. Ellos son los estados de Miranda, Lara y Amazonas.
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11-Venezuela ha demostrado contar con más de 316.000 millones de barriles en sus reservas, superando a Arabia Saudita que cuenta con 267.000 millones. Venezuela cuenta con el 25% de las reservas mundiales de petróleo registradas. 12- Cuando aceptamos la caracterización de un imperialismo contemporáneo hacemos referencia al fenómeno que señala Atilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo: “la realidad del imperialismo contemporáneo nada tiene que ver con la imagen divulgada por los teóricos de la globalización. El imperio tiene un centro, Estado Unidos, lugar en dónde se concentran los tres principales recursos del poder del mundo contemporáneo: Washington dispone de las armas y el arsenal atómico más importante del planeta; Nueva York, del dinero; y Los Ángeles tiene las imágenes y toda la fenomenal galaxia audiovisual. Más importante aún, los tres actúan sincronizadamente y en línea con las orientaciones estratégicas generales dispuestas por su estado mayor en la Casa Blanca” (Boron, 2013: 30). 13- Para comprender las dimensiones históricas de la crisis que estalló con la quiebra de bancos en Estados Unidos en 2008 recomendamos el libro El Minotauro global: Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía mundial de Yanis Varoufakis. (Varoufakis, 2014)
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constituyó durante los últimos 17 años en la principal amenaza para la dominación imperial en el continente. El gobierno de Chávez en la Cumbre de las Américas de Quebec en el año 2000 fue el único que se opuso directamente al proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y fue el lideró su derrota en Mar del Plata en 2005. El proyecto bolivariano marco un nuevo paradigma de integración regional antagónico con la propuesta neoliberal impulsada desde Estados Unidos. La conformación del ALBA, la UNASUR y la CELAC son muestra de ello. A nivel mundial, a partir de la iniciativa del gobierno venezolano, la OPEP desde el año 2000 volvió a transformarse en una instancia fundamental para regular los precios de la materia prima más codiciada por la economía norteamericana. Simultáneamente, con la nacionalización y el descubrimiento de las reservas de la Faja Petrolífera del Orinoco, Venezuela se transformó en la última década en la principal reserva de petróleo del mundo11. La economía venezolana también expresa el avance sustancial del bloque de los BRICS (y particularmente de China) en territorios tradicionalmente subordinados a la dinámica económica norteamericana. El imperialismo contemporáneo12 se encuentra atravesando la necesidad de superar la crisis del capitalismo en curso que ha estallado en las principales economías del mundo. El multimillonario salvataje a los bancos y a las empresas abocadas a la especulación financiera13 no alcanza para salvar al sistema capitalista y lo conduce a la necesidad imperiosa de reimpulsar la acumulación por
desposesión14 de los recursos naturales y la sobre-explotación de las masas trabajadoras. En este contexto mundial es que el imperialismo ha relanzado una nueva ofensiva política a partir del golpe de estado en Honduras en 2009, fortalecida con el golpe en Paraguay en 2012. Su ofensiva militar se expreso también en el re-establecimiento de la cuarta flota en el 2008, el Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá y las 76 bases militares con las que cuenta en la región. Entre noviembre de 2015 y mayo de 2016 la ofensiva imperialista lograría una seguidilla de éxitos que condicionaron el resultado electoral del 6 de diciembre en Venezuela. Con el triunfo electoral de Mauricio Macri en Argentina el imperialismo logró una referencia renovada que se constituye en la vanguardia del proyecto neoliberal para la región. Con la derrota de Evo Morales en el referendum para lograr presentarse a un nuevo mandato en 2019 se demostró la capacidad de dañar al proceso de cambio anti-neoliberal más sólido de la región. Y, con el golpe de estado en contra de Dilma Rousseff en Brasil, el imperialismo y la derecha latinoamericana demostraron estar dispuestas a conducirse sin pausa para recuperar el terreno perdido en el continente.
La guerra económica que lleva a la economía de guerra
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La guerra económica es un concepto que se tornaría central desde 2013 para explicar cómo funciona la economía en Venezuela. Esto no implica que previamente las prácticas que la componen no se llevaran a cabo, sino 14- El geógrafo marxista David Harvey da cuenta de este fenómeno de la siguiente manera: “La acumulación por desposesión se agudizó cada vez más desde 1973, en parte para intentar compensar los problemas crónicos de sobreacumulación surgidos en la reproducción ampliada. El mecanismo principal de este proceso fue la financiarización y la puesta en pie, principalmente por Estados Unidos, de un sistema financiero internacional que pudiera, de vez en cuando, emprender acometidas más o menos severas de devaluación y acumulación por desposesión contra ciertos sectores y hasta territorios enteros. Pero también desempeño un papel la apertura de nuevos territorios al desarrollo capitalista y a formas capitalistas de mercado, como en la acumulación primitiva que tuvo lugar en los países que trataban de insertarse en el capitalismo global como agentes activos (Corea del Sur, Taiwan, y ahora también, aún más espectacularmente, China). Para todo ello se precisaba no sólo la financiarización y un comercio más libre, sino un planteamiento radicalmente diferente de la aplicación del poder estatal, que siempre ha sido un agente destacado en la acumulación por desposesión. El auge de la teoría neoliberal y su política privatizadora representaba precisamente esa transformación.” (Harvey, 2004: 124).
que aun no lograban los efectos suficientemente dañinos para afectar al conjunto de la economía local. Este proceso hace referencia al ataque sistemático de empresarios y funcionario corruptos contra la mayoría de la población buscando dañar la gobernabilidad del país. Es válido trazar paralelismos con la experiencia de la revolución chilena que terminó con el derrocamiento de Salvador Allende, luego de que el boicot económico preparó las condiciones para el golpe fascista liderado por Augusto Pinochet. Al hablarse de guerra económica también se puede hacer referencia a cómo Carl Von Clausewitz consideraba a la economía como una parte de la guerra (Clausewitz, 2008) o al periodo del comunismo de guerra luego del triunfo de la revolución soviética (Carr, 2007). La especificidad en este caso es que la economía como arma creadora de daños y soluciones se encuentra en el centro de la disputa. No se trata en el caso venezolano de cómo se consiguen alimentos para seguir luchando en la trinchera sino que la trinchera está en dónde se producen, se distribuyen y se consumen los alimentos. Si de separar bandos consiste el trasfondo de una guerra hay que hablar de los millones de venezolanos que resultan afectados en el acceso a los bienes básicos y quiénes son los que se encargan de que aquellos no cuenten con los mismos. Se trata concretamente de señalar a quienes no pueden adquirir en el mercado alimentos, insumos de limpieza, medicamentos o materiales para la construcción y a quienes deliberadamente sabotean la producción, acaparan las mercancías o las venden ilegalmente adentro o afuera del país. En la guerra económica el gobierno está en el foco del ataque de los medios de comunicación, de los políticos opositores y de las cámaras empresariales. La guerra económica incluye también la participación directa de un sector del funcionariado estatal. El presidente de la Maduro en enero de 2014 ya reconocía que: Digamos, entonces, que en el origen de la guerra económica existe una complicidad entre la burguesía parasitaria y el funcionariado corrupto. Especulación, acaparamiento y desabastecimiento inducido, son apenas
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sus caretas más visibles. Pretenden inocularle a nuestro pueblo la creencia de que el modelo encarnado por la Revolución Bolivariana no sirve, lo que no encaja con la pujanza de esa misma burguesía parasitaria y sus riquezas exorbitantes. Se trata de la vieja sociedad de cómplices transmutada que no ha de terminar de morir (Maduro, 2014: 26). Así como el gobierno y las instituciones tienen que ver directamente con la guerra económica ya sea por su acción, inacción o complicidad, la oposición política también juega un rol relevante. Sus dirigentes, lejos de ser solamente hábiles figuras mediáticas que defienden intereses de clase, son los hijos de esa burguesía parasitaria.15 La principal consecuencia de la guerra económica es el desabastecimiento. Para comprender como funciona el desabastecimiento alcanza con analizar las góndolas de los supermercados en algunas de las principales ciudades. Es un desabastecimiento que está muy lejos de ser el resultado de que no hay condiciones para producir, manejar altas ganancias o no tener permisos para importar.16 La falta de productos consiste en un sistemático ataque en función de productos puntuales que son parte de las necesidades básicas de la población (alimentos, medicamentos o insumos de limpieza prioritariamente). Mientras una góndola que debería tener esos productos básicos no los tiene, sí cuenta con una innumerable cantidad de productos que no son de primera necesidad, que requieren más elaboración y tienen un mayor costo productivo (gaseosas, enjuagues bucales, cremas para pelo, etc.). Así como es real que en Venezuela es más barato un litro de gasolina que un litro de agua, con la guerra económica en un supermercado es más fácil conseguir 15- Alcanza con analizar quienes son los padres de los principales referentes de la oposición como Capriles, Machado o López para saber que se trata de los mismos herederos de una burguesía que si bien continúa amasando fortunas, sus intereses han sido directamente afectados por la revolución bolivariana. Sus familias eran parte de la directiva de PDVSA, eran dueños de empresas siderúrgicas expropiadas o aun son propietarias de las empresas productoras de alimentos, de medios de comunicación y centros de entretenimiento. 16- Agustín Otxotorena es un empresario vasco que cansado de las mentiras que se decían en España sobre la economía el desabastecimiento en Venezuela decidió mostrar cómo funcionaban normalmente los supermercados en las zonas ricas de Caracas. Desde entonces sus publicaciones se viralizaron por el mundo entero mostrando la hipocresía de los medios de comunicación internacionales. Véase la cobertura del portal RT: https://actualidad.rt.com/ actualidad/209164-empresario-vasco-abc-censuro-supermercados-ricos-venezuela.
Coca-Cola que agua. La decisión de quitar productos del mercado no tiene como objetivo principal -en la mayoría de los casos- aumentar ganancias, de hecho algunos de esos productos se consiguen hasta más baratos en el mercado ilegal. El ataque por parte de los empresarios está fundamentalmente ligado a responder a las medidas de control del estado en la producción, distribución y circulación de mercancías. El principal objetivo que buscan quienes lo llevan adelante es generar desesperación y bronca en contra del gobierno.17 Las consecuencias son hartamente repetidas por los medios de comunicación del mundo entero. Las interminables colas, las peleas por agarrar productos o los viajes a otras ciudades para comprar insumos de primera necesidad se transforman en parte del trastorno cotidiano generado por el desabastecimiento. Es importante destacar que quienes más se ven afectadas en su vida cotidiana por la guerra económica son las mujeres. Debido a la división patriarcal del trabajo imperante son ellas quienes mayoritariamente padecen las colas producidas por el desabastecimiento. Simultáneamente con el aumento de la falta de productos en el mercado se fortaleció el comercio ilegal. La venta ambulante, que en la mayoría de los casos no está controlada por el Estado, es una práctica de la economía popular que se da como resultado del carácter históricamente rentista y mono-productor de su economía. El promedio de los sobre-precios del mercado ilegal respecto a los precios justos supera el 1.000%. Otro aspecto de la guerra económica se da en torno al contrabando. El subsidio generalizado a las importaciones de productos de primera necesidad (alimentos, productos de higiene, medicamentos, etc.) y de la gasolina permiten que los precios en dólares de los productos en el país sean irrisorios comparados con cualquier otro lugar del mundo. 17- Para no extendernos en este artículo no damos cuenta del entramado empresarial detrás de la guerra económica. Pero se hace imprescindible señalar al Grupo Polar como la principal referencia de “quienes” promueven el desabastecimiento de alimentos, bebidas y productos de limpieza. Su dueño, Lorenzo Mendoza, es la cabeza local de la guerra económica.
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El contrabando con Colombia llega a cifras incalculables y tiene sus consecuencias en el desabastecimiento del mercado interno. La gasolina que está absolutamente subsidiada o los productos importados con dólares -también subsidiados- se venden del otro lado de la frontera con márgenes de ganancia altísimos. Una parte importante de la guerra económica está atravesada en la lucha contra una problemática nada nueva en el país: la “inflación”. En los años 2013 y 2014 la inflación en el país se multiplicaría. Mientras en el 2012 la inflación oficial era de 20% en el 2014 fue de 68,5%. Y, en 2015 la inflación alcanzaría el 180,9% de acuerdo a las cifras presentadas por el BCV.18 Luego del resultado electoral del 6 de diciembre Maduro reconoció la derrota como un triunfo de la guerra económica. La MUD durante los últimos días de campaña electoral prácticamente no salió a las calles, la guerra económica había minado a las mismas bases políticas del chavismo. Si hasta el día de la elección se podía pensar que el chavismo podría ganar la batalla política perdiendo la batalla económica, a partir del 6 de diciembre ese razonamiento se transformó en una ingenuidad. En los primeros seis meses de 2016 se tomaron medidas inmediatas. Se modificó el gabinete económico, se detuvieron a funcionarios corruptos en las áreas de distribución de alimentos y se planificó un año con el eje puesto en aumentar la producción local, las exportaciones y controlar estrictamente la circulación de producto básicos. Entre los cambios que se dieron se decidieron políticas de distinta índole. Entre las primeras medidas se determinó el aumentó del precio de la gasolina19 y se eliminó el subsidio de dólares para viajes al exterior buscando eliminar subsidios indiscriminados. Y, también se deci18-Como sostiene el economista Luis Salas Rodríguez: “El problema de los precios (...) deriva de otro problema: el de la distribución y acumulación de la riqueza una vez creada. Los precios altos no son un indicador de mercados distorsionados, es la expresión de la lucha de clases dentro de la sociedad venezolana (...) los capitalistas en Venezuela se apropian por la vía de la especulación en la esfera del consumo aquello que no pueden apropiarse del todo en la esfera del trabajo, dadas todas las barreras legales que tienen para ellos, barreras que, como todo el mundo en este país sabe, fueron no solo recuperadas sino llevadas a un nivel superior en los últimos quince años” (Salas Rodríguez, 2015: 12). 19- El precio de la gasolina no se aumentaba desde la llegada al gobierno del chavismo en 1999.
dieron reformas tributarias progresivas como aumentar el impuesto sobre la renta. En enero se decretó la ley de Emergencia Económica que establece la centralización de las compras públicas para evitar la corrupción, la creación de la tarjeta Misiones Socialistas para atacar directamente la pobreza extrema y la habilitación al gobierno a disponer del uso de recursos extra-ordinarios para asignar partidas destinadas a la salud, la alimentación la educación y la construcción viviendas. También se flexibilizaron las condiciones para la importación de insumos básicos y las inversiones extranjeras. Luego, se formularía la Agenda Económica Bolivariana que cuenta con 14 motores estratégicos20 con objetivos en el corto y mediano plazo. Para enfrentar directamente al desabastecimiento se decidió crear los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP)21 que intentan superar la especulación de los mercados privados y la burocracia estatal. Ellos son impulsados por la organización popular y el ministerio de Alimentación permitiendo la distribución centralizada y comunitaria de alimentos a precios subsidiados. Los CLAP han logrado un buen funcionamiento, aunque limitado. Los mismos han sido denostados sistemáticamente por la oposición e intentados sabotear por las mafias del comercio ilegal de alimentos. También se han realizado dos aumentos salariales en el primer semestre, que elevan un 50% el salario mínimo, aunque esos aumentos no dejan de estar por debajo de la inflación que continúa devaluando el salario de los trabajadores. Para derrotar en la guerra económica también es necesario revertir la tendencia de los últimos años en la reducción de las exportaciones no petroleras y para eso se establecieron mejores condiciones tributarias para las empresas que se comprometan con ese objetivo. Para ello también se hace primordial la tarea de reactivar las 20-Los mismos son: hidrocarburos, petroquímica, agroalimentario, minería, telecomunicaciones e informática, construcción, industria, industria militar, turismo, forestal, comunal y social, banca y finanzas, y exportaciones y nuevas fuentes de divisas. 21- Durante el primer semestre de 2016 ya se crearon más 15.000 CLAP.
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industrias básicas de Ciudad Guayana22. El desarrollo de la explotación de minerales y de la industria petroquímica son herramientas pensadas para transformar esta tendencia. A pesar de la guerra económica en el año 2016 la Gran Misión Vivienda, luego de haber alcanzado la construcción de 1.000.000 de viviendas en 5 años, buscará cumplir el objetivo de construir 500.000 viviendas y remodelar otras 500.000. Las decisiones económicas del gobierno venezolano, impulsadas algunas de ellas desde las instancias del poder popular, no pueden ser consideradas unilateralmente sin comprender el escenario de la guerra económica. Las mismas no son en sí mismo acertadas o erradas, su eficacia se determinara en el resultado que tengan para neutralizar los ataques del desabastecimiento, el contrabando y la inflación.
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La violencia fascista al acecho La contra-revolución ha apelado sistemáticamente a intentar derrocar al gobierno de Chávez primero, y el de Maduro luego, por medios violentos. Para recordar brevemente se puede dar cuenta desde el secuestro de Chávez en 2002, cuando se instalo un gobierno de facto por 48 horas, hasta la campaña #LaSalida en febrero de 2014, cuando un sector de la oposición convoco a desconocer en la calles al presidente Maduro (Guerrero, 2014). Lejos de ser eventos excepcionales, la violencia política se ha instalado de manera cotidiana a través del sicariato y el paramilitarismo. Las rebeliones violentas de la contra-revolución y sus “guarimbas” han mostrado su carácter netamente fascista. Un ejemplo también lo demuestran hacia dónde se dirigen sus ataques. Centros de atención médica, espacios educativos, sedes del PSUV, instituciones públicas han sido sufrido las consecuencias de la furia contra-revolucionaria. Los atentados contra militantes chavistas, comuneros y militares demuestran también su dimensión 22- En los casos del hierro y aluminio entre 2005 y 2013 se redujo un 60% a partir de la baja productividad de las industrias básicas de Ciudad Guayana (Giordani, 2014: 189).
fascista. La identificación de los jóvenes terroristas conducen directamente a la ruta política que tiene sus centros locales en el partido Voluntad Popular y en las agrupaciones estudiantiles de derecha. Los vínculos regionales conducen directamente al uribismo en Colombia y en el plano mundial llegan a grupos como OTPOR23. Las enseñanzas metodológicas de Gene Sharp y de Joseph Nye sobre el poder blando están presentes en las prácticas contra-revolucionarias.24 Sharp es un notable anti-comunista que está lejos de ser el inventor de una novedosa forma de “golpes blandos” en el siglo XXI, como muchos le atribuyen. Se trata de alguien que ya ha aportado a los lineamientos geopolíticos del imperialismo en la últimas décadas del siglo pasado con movimientos derechistas como la Alianza Democrática de Birmania, el Partido Progresista Democrático de Taiwan, los independentistas de Lituania que se enfrentaron al Ejército Rojo en 1990 y los jóvenes fundadores de OTPOR. Sharp comenzó a asesorar a sectores de la oposición venezolana luego del fracaso del golpe de abril de 2002. Su teoría de la no-violencia, surgida del estudio de la experiencia de Mahatma Gandhi en India, se funda en un liberalismo apologista de la “democracia” de la élite norteamericana. Sus esfuerzos teóricos se concentran en cómo derrotar con los métodos más efectivos a regímenes políticos que no se adapten a esa concepción del mundo (se trata en todos esos casos de “dictaduras” según él). Según él, ni la rebelión militar, ni la guerra de guerrillas, ni los golpes de estado tradicionales son métodos unilateralmente eficaces para enfrentar a las “dictaduras”. Tampoco las elecciones, dado que en las “dictaduras” solo pueden aparentar ser democráticas. La intervención extranjera para terminar con estos regímenes solo puede ser positiva si es apoyada por un movimiento interno 23- OTPOR fue un grupo juvenil de Serbia que participo activamente del derrocamiento de Slobodan Milosevich en el 2000. Esta organización de derecha inspirada en los textos de Gene Sharp y apoyada por el financiamiento norteamericano desde la National Endowment for Democracy (NED) fue fundamental para lograr la desintegración de Yugoslavia. 24- Véase el artículo de Atilio Boron “Guías para el golpe blando”: http://www.atilioboron. com.ar/2016/04/guia-para-el-golpe-blando.html.
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(Sharp, 2011: 6-7). Lo fundamental, según Sharp, es que los “oprimidos” confíen en su propia determinación. Las negociaciones pueden ser buenas en casos aislados pero la correlación de fuerzas y el triunfo estratégico solo se logra con la lucha. Los fascistas que actúan en Venezuela saben que cuentan con el apoyo del imperialismo, pero que solo tienen que confiar en ellos mismos si quieren terminar con la “dictadura” chavista, y por cierto que ni se les ocurre sentarse en la mesa de negociación.25 Su accionar pretende demostrar que en el país hay un gobierno represor que viola a los derechos humano para debilitarlo. Según la inteligente propuesta del politólogo norteamericano la oposición no tiene que priorizar soluciones inmediatas para los problemas propios de la “dictadura”; sino que “conociendo semejantes debilidades intrínsecas, la oposición democrática puede buscar cómo agravar deliberadamente, a fin de alterar el sistema drásticamente o desintegrarlo” (Sharp, 2011: 28). Los métodos de lucha no-violentos de Sharp -que son casi 200- son métodos económicos, políticos, psicológicos, mediáticos, culturales y sindicales -entre tantos otros. Su propuesta trata de no encerrarse en un método o en un par de acciones fundamentales sino en un amplio abanico de respuestas que haga imprevisible la respuesta de la “dictadura”. Sharp asimila esta forma de ataque con el jiu-jitsu en donde el rival es derrotado a partir de su propia fuerza. Este juego de pretender hacer caer al gobierno por su propio peso, con acusaciones infundadas e invisibilizando los crímenes de la contra-revolución, es el que mejor aprendió a jugar un sector de la oposición. En los primeros seis meses de 2016 han sido asesinados un diputado de Zulia del PSUV; el jefe de prensa del gobierno de Distrito Capital; un diputado de Táchira del partido Tupamaro; el principal dirigente de la comunidad haitiana en Venezuela; dos funcionarios policiales de Táchira; el alcalde del municipio La Ceiba; un dirigente de la Ju25- En 2014 el gobierno venezolano logró construir una mesa de diálogo con un sector de la oposición. Pero entre mayo y junio de 2016 fracasó el intento de constituir una mesa de diálogo promovida por la UNASUR en República Dominicana. Los grupos más radicales de la oposición han logrado traccionar a los más “dialoguistas” hacia su orientación golpista y violenta.
ventud del PSUV de Cojedes; una militante del partido Patria Para Todos en Aragu; un ex mayor general de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, entre tantos otros. En algunos de estos crímenes, como el reciente asesinato del general Felix Velázquez, se ha demostrado la participación de fuerzas policiales de municipios opositores. El sicariato y el terrorismo multiplican sus víctimas a lo largo y ancho del país atentando directamente contra referentes del chavismo. El plan inmediato de la contra-revolución está directamente vinculado a los planes imperialistas. Con más precisión sirve hacer referencia al documento “Operación Venezuela Freedom-2”26. El jefe del Comando Sur, el almirante Kurt Tidd, en el documento fechado el 25 de febrero de 2016, anticipa que la vía destituyente que manejan los estrategas del imperialismo tiene en la violencia su eje central. Para ello, cuentan como cobertura legal la orden ejecutiva firmada por Barack Obama en la que se considera a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. De esa manera, se preparan las condiciones de posibilidad para justificar el injerencismo político y una potencial intervención militar extranjera. El mismo documento habla de una “agenda común” con la MUD, la necesidad de promover confrontaciones violentas y de convocar a la rebelión para cercar y asfixiar al gobierno. También se hace referencia a sectores empresarios, a la jerarquía eclesiástica, a sindicatos, a ONG´s y a universidades como instituciones fundamentales para conformar un gabinete de emergencia una vez derrotado el gobierno. El 13 de mayo el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe señaló públicamente que las fuerzas de la MUD deben contar con fuerzas armadas que la protejan construyendo el escenario de una guerra civil.27 De esa manera, intentó deslizar las distintas variables militares de la contra-revolución: a) que un sector de las fuerzas armadas se 26- Versión electrónica disponible en: http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/ operacion-venezuela-freedom-2-el-documento. 27- Véase el video del canal Telesur titulado “Uribe llama a intervención militar en Venezuela”, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=6u7WewAaXHM.
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pasan al bando de la contra-revolución; b) que las fuerzas paramilitares que operan en el país se conviertan en un ejército regular; c) que las fuerzas armadas colombianas intervengan en el conflicto; d) que haya una intervención directa de las fuerzas armadas norteamericanas. Chávez siempre ha dicho que la Revolución Bolivariana es una revolución pacífica pero que no está desarmada. A pesar de posibles tensiones por la destitución de militares de cargos ejecutivos luego del 6 de diciembre, la unidad cívico-militar que ha permitido derrotar las anteriores arremetidas golpistas hasta el momento se mantiene firme. El carácter anti-imperialista y chavista de las fuerzas armadas junto a las milicias populares, que realizaron ejercicios militares con un total de 520.000 combatientes el 20 de mayo de 2016, son una muestra de poder de cara a la contra-revolución. A diferencia de Chile en 1973, en Venezuela no es posible un golpe de estado promovido por la violencia contra-revolucionaria sin una guerra civil abierta cuyas consecuencias son imprevisibles.
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La batalla de ideas en el centro de la lucha La “Operación Venezuela Freedom-2” tiene entre sus objetivos mostrar al mundo que el gobierno de Maduro es autoritario y viola los derechos humanos. También se establece como una necesidad para derrocar al gobierno instalar la idea de que el país atraviesa una “crisis humanitaria”. La aplicación de la Carta Democrática de la Organización de Estados Latinoamericanos (OEA) busca ser la consecuencia premedita por este plan en el plano internacional. El informe de 132 páginas redactado en mayo de 2016 por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, constituye un cínico manifiesto contra-revolucionario para aplicar la Carta Democrática.28 Almagro pretende garantizar impunidad para los terroristas y determinar unilateralmente que el único responsable de todos los males 28- Véase versió electrónica del documento, disponible en: http://www.oas.org/documents/ spa/press/OSG-243.es.pdf.
del país es el gobierno de Maduro. El texto carece de la más mínima coherencia argumentativa de por qué debería aplicarse la Carta Democrática y muestra la ignorancia de su autor sobre la misma Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.29 Al igual que la mayoría de los medios de comunicación internacionales, nunca se nombra a los 43 muertos y 878 heridos que generó la campaña #LaSalida de Leopoldo López o a los 8 militantes chavistas asesinados cuando Capriles desconoció los resultados electorales en 2013. Tampoco se nombra al diputado chavista Robert Serra, asesinado en su casa en 2014, al militar Eliecer Otaiza secuestrado y asesinado ese mismo año, o a las decenas de víctimas del sicariato y el paramilitarismo. Cuando se habla de Leopoldo López se hace referencia a un “preso político” y no a un político que ha sido condenado por la justicia a 13 años y 6 meses de prisión por los delitos de asociación para delinquir, instigación pública, daños e incendio, que se cometieron en la movilización a la Fiscalía Pública el 12 de febrero de 2014. Menos aún, se da cuenta de que el acusado y sus defensores en las 72 sesiones de debate en lugar de presentar pruebas que refuten las acusaciones se han encargado de victimizarse como parte de una persecución política. En esta batalla internacional no solo intervienieron en los últimos seis meses los medios de comunicación y la OEA. El conjunto de la partidocracia española que se ve amenazada por el ascenso electoral de Unidos Podemos ha hecho de Venezuela el centro de la campaña electoral en su país. El presidente Rajoy que le niega asilo a los refugiados sirios le ha dado la nacionalidad a familiares de Leopoldo López como si fueran perseguidos políticos, y el candidato Albert Rivera ha viajado a Caracas para solidarizarse con la contra-revolución en plena campaña. Luego de haberse presentado el informe de Almagro, el parlamento europeo se ha pronunciado a favor de la liberación de los políticos presos por actos de terrorismo y 25 ex presidentes latinoamericanos han firmado una 29- Almagro y el gobierno argentino buscan suspender a Venezuela de la OEA”, Notas, 31/5/2016. Versión electrónica disponible en: http://notas.org.ar/2016/05/31/luis-almagrogobierno-argentino-suspender-venezuela-oea/.
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solicitada apoyando la aplicación de la Carta Democrática de la OEA30 . La “Operación Venezuela Freedom-2” además de buscar el aislamiento internacional tiene otros objetivo concretos en el plano de la batalla de ideas en el país. El documentos filtrado sostiene que: Los análisis evidencian que se ha conformado una corriente de opinión incrédula y apática en torno a las promesas del llamado “Socialismo del siglo XXI”, existiendo en los jóvenes, fundamentalmente, una creciente identidad con nuestra forma de vida e ideales. De esta manera contamos con un piso sólido para nuestra seguridad e intereses económicos y nuestros valores políticos. EEUU quiere una Venezuela próspera para todos, asentada sobre una base de valores compartidos, con un gobierno eficiente, una democracia representativa y una economía abierta de mercado. Estos avances en los actuales momentos son el resultado de nuestras campañas propagandísticas, pero no podemos obviar el peso de la crisis como dato empírico que la detona y refuerza.31 Si la defensa de la democracia y los derechos humanos son las excusas por las cuales se pretende golpear a la revolución en el plano internacional, la guerra económica y el debilitamiento ideológico del chavismo son condiciones imprescindibles para derrotar a la revolución en Venezuela. La batalla de ideas en una revolución, lejos de cualquier desvío intelectualista, está presente en todos los actos sociales. Todo “dato empírico”, desde la falta de harina pan hasta los asesinatos selectivos, están atravesados por una batalla en torno a las orientaciones antagónicas entre el proyecto del socialismo del siglo XXI y el sistema capitalista. La hegemonía que logró construir el chavismo se ha quebrado y la elección del 6 de diciembre es un síntoma de ello. La guerra híbrida es el fenómeno histórico en el que confluyen la guerra económica, psicológica, mediática y militar desatada contra la Revolución Bolivariana. El 30-Véase versión electrónica de la declaración en: http://atodomomento.com/grupo-ideaotorga-respaldo-a-la-labor-del-secretario-general-de-la-oea-sobre-venezuela/. 31- Véase versión electrónica del documento en: http://misionverdad.com/la-guerra-envenezuela/operacion-venezuela-freedom-2-el-documento.
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objetivo último de la misma es desterrar el horizonte del proyecto socialista del siglo XXI. Desarrollar más eficazmente la batalla de ideas para reconstruir una nueva hegemonía es uno de los desafíos del movimiento chavista en la nueva etapa abierta en el país y en el continente.
El futuro inmediato de la Revolución Bolivariana está determinado por la necesidad de resistir y mantener el control gubernamental en los años posteriores a las elecciones del 6 de diciembre de 2015. El reciente golpe de estado en Brasil muestran que ninguna hipótesis golpista en Venezuela puede ser descartada. Sirve destacar que en caso de lograrse ese objetivo una nueva etapa se ha abierto en el país y los desafíos inmediatos ya pueden ser los mismos. El socialismo del siglo XXI ha sido un proyecto formulado por Chávez en el año 2004 que se ha ido reconfigurando durante la Revolución Bolivariana. En Venezuela no hubo, ni hay socialismo. Hay un proceso de transición que atraviesa una crisis. La situación del país se debe a las consecuencias de décadas de saqueo y de dependencia económica, política e ideológica que el proceso revolucionario no ha logrado revertir y que requieren un minucioso análisis de los errores que se pudieron haberse cometido. Desde la dirección de la revolución y los movimientos populares está claro que no hay posibilidad de una salida intermedia entre el capitalismo y el socialismo. En la situación actual son sumamente escasas las posibilidades de que el legado del chavismo y sus referencias puedan ser incorporadas como parte de un gobierno de transición golpista. También es importante recordar que al capitalismo no se lo elimina por decreto presidencial o movilización espontánea de las masas. Proyectos y propuestas ambiciosas desde el gobierno y el movimiento popular han abundado a lo largo del proceso. Ahora lo que hay abierto es el debate sobre cómo superar la crisis actual de la revolución.
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Breves conclusiones
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Decisiones como impulsar la apertura del Arco Minero32 con trágicas consecuencias medio-ambientales, el pago de la deuda externa, concesiones a las pequeñas-empresas exportadoras o levantar subsidios universales como el de la gasolina son parte de las políticas que causan tensiones en un proceso político que ha sido vanguardia en leyes contra de los monopolios agro-tóxicos, en fomentar la inversión estatal ligada a la organización popular y en otorgar derechos básicos a partir de las grandes misiones sociales. Estas políticas del gobierno entendidas como concesiones a la lógica de capital implican “un paso atrás” respecto al proyecto histórico del socialismo del siglo XXI, pero lejos están de poder compararse con aquéllas que hiciera el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil cuando designo al neoliberal Joaquim Levy como ministro de Finanzas. La necesidad de hacer concesiones tácticas ha sido parte de periodos trágicos de otras revoluciones. La Nueva Política Económica (NEP) en la URSS en los años veinte del siglo pasado o el más reciente “periodo especial” que padeció Cuba durante la década del noventa, son ejemplos de ello. Miguel Pérez Abad, actual vicepresidente de Economía Productiva, es un referente de la posición que podría ser denominada como la más conservadora del chavismo. La designación del ex presidente de Fedeindustria expresa la necesidad de otorgar ciertas concesiones al pequeño-empresariado para que se comprometa con la producción en un país en dónde el empresariado local está absolutamente decidido a derrocar al gobierno a como dé lugar. Estas concesiones solo pueden entenderse desde una perspectiva revolucionaria como un intento de saldar parcialmente los problemas de la corrupción e ineficiencia estatal y la aún débil capacidad del poder popular de organizar la economía local sobre nuevas bases. El proyecto socialista formulado en el Plan de la Patria 2013-2019 cuya orientación histórica es la superación del capitalismo es un camino estratégico pero no es un camino lineal. Ante estas decisiones es útil retomar aque32- El proyecto del Arco Minero incluye la explotación de oro, cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita y otros minerales en una superficie de 111.000 kilómetros cuadrados en los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro. El proyecto incluye la participación de mineras trasnacionales y ha suscitado críticas desde el mismo chavismo por sus consecuencias medio-ambientales.
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33- Guevara en sus apuntes críticos al Manual de Economía Política soviético sostenía que en la URSS predominaba “la errónea concepción de querer construir el socialismo con elementos del capitalismo sin cambiarles realmente la significación. Así se llega a un sistema híbrido que arriba a un callejón sin salida difícilmente perceptible que obliga a nuevas concesiones a las palancas económicas, es decir al retroceso” (Guevara, 2007:126). 34-Recordemos que Guevara no invalidó en sí mismas la concesiones capitalistas que implicaba la NEP en la URSS sino en haber transformado una táctica ligada a una coyuntura histórica de crisis a una regla de validez universal para la transición al socialismo (Guevara, 2006: 73). 35-Chávez señalaba: “El socialismo libera; el socialismo es democracia y la democracia es socialismo en lo político, en lo social y en lo económico” (Chávez, 2012: 10). 36- Así ya se ha hecho en otras oportunidades -como luego del golpe petrolero o la derrota de
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lla advertencia de Ernesto “Che” Guevara cuando sostenía que: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida” (Guevara, 1970: 372).33 Pero igual de imprescindible es comprender que las armas melladas en una situación de crisis pueden ser necesarias y útiles. Su contradicción no está en utilizarlas tácticamente sino en concebirlas como herramientas estratégicas.34 Algo similar se plantea en torno las propuestas de Golpe de Timón que formulara Chávez que se sinterizaban en la consigna “comuna o nada”, y fue retomada por cientos de miles de comuneras y comuneros. En el testamento político del líder de la Revolución Bolivariana hay tres conceptos intrínsecamente vinculados: socialismo, democracia y poder popular.35 El proceso de transición hacia el socialismo es concebido como la radicalización de la democracia que se materializa en el empoderamiento del pueblo en los consejos comunales y comunas. La Revolución Bolivariana en el plazo inmediato necesitará del jacobinismo de una dirección consecuente para superar las dificultades de la guerra híbrida pero no puede ir contra la orientación estratégica del socialismo del siglo XXI. Quien considere que en Venezuela puede haber un camino que no se sostenga en torno a la democracia y el poder popular ya no estará pensando en el socialismo del siglo XXI. Lo novedoso para la Revolución Bolivariana en esta nueva etapa no sería limitarse a radicalizar el proceso luego de una crisis.36 El principal desafío inmediato en
todos los planos está en multiplicar la eficiencia y la capacidad de gestión tanto en las instancias gubernamentales como en las instituciones del poder popular. Por último, es necesario resaltar que el proyecto del socialismo del siglo XXI solo podrá avanzar, y proyectarse históricamente en Venezuela, si la actual resistencia al neoliberalismo en el continente es exitosa y emergen nuevas oleadas revolucionarias. Es falso considerar que el proceso de la Revolución Bolivariana fue un proceso aislado. Las rebeliones populares en contra del neo-liberalismo y la emergencia de gobiernos que mantuvieran una relativa independencia del imperialismo en la región hicieron posible muchos de sus logros. Los niveles de organización popular que se expresan en las movilizaciones de resistencia contra los gobiernos de Macri en Argentina y Temer en Brasil son un punto de partida alto para la resistencia continental al neoliberalismo. En estas luchas y en la necesidad de construir la unidad popular que transforme las resistencias en alternativas de gobierno se juega también el futuro de la Revolución Bolivariana.
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Artículo recibido el 21 de diciembre de 2016
ENTREVISTA A // Por Constanza Aceto1
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C: ¿QUÉ ELEMENTOS HISTÓRICOS CREE QUE APORTAN A ANALIZAR LA ACTUAL COYUNTURA POLÍTICA EN BRASIL Y NUESTRAMÉRICA? R: 1La ventana histórica que se abre para las fuerzas progresistas y de izquierda a partir de la impopularidad generada por los gobiernos de la ofensiva neoliberal en la década de los noventa, generó un nuevo y complejo desafío para las mismas organi1-Profesora en comunicación social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Integrante de la coordinación política pedagógica "Alicia Eguren" de la Escuela José Carlos Mariátegui.
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zaciones políticas que se mantenían firmes en la estrategia centrada en la conquista del poder del Estado. La ausencia de la retaguardia estratégica representada por la URSS y demás países del este europeo que vivenciaron experiencias de transición al socialismo, generó una correlación de fuerzas en el escenario mundial que limitó avances revolucionarios. El ejemplo más emblemático de esta dificultad es el momento en que Chávez derrota el golpe de abril de 2002. Aunque contara con amplios sectores de la masa movilizada y partes sustanciales de los sectores militares con mayor capacidad de combate, había un límite para aprovechar la situación y avanzar más allá de la derrota institucional de los golpistas, conquistando el conjunto de los aparatos del Estado. Por lo tanto, la cuestión de la conquista del Estado no se colocó en el plano inmediato ante la ausencia de una retaguardia en el plano internacional, manteniéndose entonces la estrategia en construir las condiciones de acumulación para tornarlo posible
en otro momento. En esta difícil correlación de fuerzas, heredando el desmonte de estructuras de desarrollo, blindaje jurídico y aprisionamiento económico de los años de la ofensiva neoliberal, las organizaciones políticas de izquierda de nuestro continente se concentraron tácticamente en conquistas electorales de administración pública y cargos legislativos, en las cuales consiguieron en varios casos, obtener gobiernos que implementaran políticas públicas fundamentales para los sectores populares. Con procesos históricos y correlación de fuerzas diferenciadas, las victorias electorales de la izquierda se generan con el rastro de los impactos sociales del neoliberalismo. Las expectativas de los electores eran claras e imponían inmediatas mejoras sociales, pero las condiciones para proporcionarlas eran bien restrictas. Dejando de contar con las herramientas económicas que habían asegurado el ciclo de desarrollo en décadas anteriores, se apostó a la expansión de los mercados internos de masa para asegurar el
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C: ¿EN ESA CONSECUCIÓN HISTÓRICA COMO FUE EL ARRIBO DEL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES (PT) AL PODER, QUE NOS PERMITA PENSAR EL LÍMITE AL QUE LLEGARON QUE PROVOCA EL IMPECHMENT A DILMA? R: Al contrario de las resoluciones de la década del '80, la victoria del Lula no ocurrió en un proceso de auge de la lucha de masas. El PT llega al gobierno federal en 2002, en el auge del descenso de la lucha de masas. Su táctica se había centralizado gradualmente en la lucha electoral. La desorganización de los espacios orgánicos colectivos y la secundarización del trabajo de base, producto de la transformación en máquina electoral, transforman las resoluciones estratégicas en un mero registro histórico. Una estrategia no es un
texto decorativo que consta de resoluciones congresales. Ella sólo puede ser considerada como tal, cuando efectivamente pauta y determina todas las acciones tácticas de una organización. En las famosas resoluciones del 5º Encuentro Nacional del PT, la conquista electoral del gobierno federal, que solamente se podría dar en un contexto de "avance de la lucha de clases", así como las luchas por las reformas previstas en el "programa democrático popular" radicalizaría el proceso político posibilitando la comprensión de la necesidad de la conquista del poder del Estado. Pero en 2002, ante circunstancias completamente distintas, ya no se percibía presencia de estos objetivos estratégicos, que apenas durante algunos años del final de la década del '80, habían conseguido tornarse mayoritarios en las instancias del PT. Entre los principales dirigentes, que determinaran los rumbos del gobierno, giraba la ilusión de que con la "nueva situación mundial", la burguesía se acomodaría y no buscaría una salida no-institucio-
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crecimiento económico, viabilizando, donde fue posible, alianzas con fracciones de la burguesía. Más allá de eso, buscaron fortalecer el Estado como conductor de ese proceso, apostando a políticas sociales que proporcionaran mecanismos de ingresos.
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C:¿CÓMO ANALIZARÍA LA DERROTA DE ESTOS GOBIERNOS PROGRESISTAS? R:Considerando tanto los desafíos colocados por la ausencia de una "retaguardia estratégica", cuanto los límites institu-
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nal por la pérdida parcial de uno de los aparatos do Estado. Era posible seguir ganando indefinidamente espacios administrativos. Son los impactos económicos de la crisis mundial, desde fines de 2008 que van a posibilitar las condiciones objetivas para cerrar la ventana histórica de los gobiernos progresistas. Se fue tornando cada vez más nítido que esa contra-ofensiva forma parte de una estrategia articulada por el imperialismo estadounidense que busca de todas las maneras retomar sus posiciones en el continente, actuando en las derrotas a los governos progresistas, que en los últimos 15 años buscaron responder a las aspiraciones de construcción de Estados Nacionales con mayor grado de soberanía política a partir de proyectos antineoliberales.
cionales de cada país ante una situación económica cada vez más desfavorable, el criterio para un balance de cada experiencia de gobierno progresista en nuestro continente, no puede ser simplemente su capacidad de reelección o victorias electorales. Lo más adecuado es recorrer las cuestiones formuladas por Lenin para evaluar la corrección de una táctica: "a) cuanto elevamos el nivel de consciencia política de las masas? Cuánto nuestras experiencias parlamentarias sirvieron para educar a la clase, politizar el pue-
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C:¿POR QUÉ EN EL CASO DE BRASIL, SE ESTÁ ANTE UNA DERROTA ESTRATÉGICA R:Estamos ante una "derrota estrategica", cuando las victorias tácticas del enemigo colocan la concreta posibilidad de destruir nuestra capacidad de acción, su gran objetivo estratégico. La posibilidad de destruirnos pasa a ser una realidad posible e inmediata para el enemigo, llevándonos a una situación defensiva. La destrucción puede ser física, como en diversas situaciones represivas que diezmen a las organiza-
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blo? b) Cuánto contribuimos para fomentar la organización autónoma del pueblo? c) Cuánto esa táctica nos aproximó a nuestros objetivos estratégicos?" Es en este contexto que las derrotas electorales de cada uno de nuestros países, por más impactantes que sean, conformando una correlación de fuerzas cada vez más desfavorable en el plano continental, poseen diferencias fundamentales que no permiten hablar en todos los países de una derrota estratégica como si hay en el caso brasilero.
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ciones populares, o moral, cuando destruyen fuertemente nuestro mayor patrimonio. O mezclar ambas posibilidades. Una derrota política, genera desánimo y explicaciones simplistas. Crecen los análisis que identifican que estamos ante una profunda derrota política que creciente va siendo definida como una derrota estratégica. En general se identifica como una "derrota estratégica" por su impacto en la correlación de fuerzas y probables efectos duraderos. Por eso, en nuestro caso, la consumación del cerco político con el golpe y la limitada capacidad de resistencia posibilitan una enorme posibilidad al enemigo de destruirnos. Una derrota estratégica es la derrota de una determinada estrategia, que, en nuestro caso, fue consciente o inconscientemente formulada, aplicada y pautó tanto las directrices de gobierno como los principales movimientos políticos de las últimas décadas. C: ¿SE PUEDE ENTENDER EN ESTE ANÁLISIS QUE LA ESTRATEGIA DE CONCILIACIÓN DE CLASES FUE UN FRACASO?
R:En este necesario proceso de balance es decisivo localizar correctamente el error estratégico. Se generaliza, mismo entre nosotros, la simplificación de que el error se debe a una aplicación de una “Estrategia de Conciliación de Clases”. A pesar de ser un término de fácil comprensión, conceptualmente dice poco y no identifica el problema. Es posible prever, que un análisis profundo, tendrá mayor capacidad de identificar, que del punto de vista de los intereses de clase, el frente neodesarrollista que se conformó en el gobierno de los últimos 13 años, fue efectivamente dirigido por la burguesía interna, más que por una representación petista. ¿El error fue proponer y consumar esa alianza política? Claro que no. Alianzas con clases y fracciones de la clase burguesa exigen la construcción de la fuerza propia del proletariado y principalmente claridad en los objetivos estratégicos. Con estos presupuestos, lo que determina la amplitud de las alianzas es centralmente la fuerza del enemigo. Siempre consciente de que tales
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tión es cuando el objetivo estratégico se limita a eso. El abandono de la perspectiva de conquista de poder de Estado, posibilitó nutrir la esperanza de que la victoria electoral en el Gobierno Federal fuera, efectivamente, la conquista del "poder". Que, incluso reformas estructurales podían realizarse por la vía institucional, al asegurar sillas parlamentarias necesarias. Y, lo que es más grave, que la clase dominante aceptaría pasivamente ese camino. C: TOMANDO COMO PUNTO DE PARTIDA TODO EL PROCESO QUE DESTITUYE A LA PRESIDENTE ELECTA DILMA ROUSSEFF DESDE EL PUNTO DE VISTA INSTITUCIONAL, CUÁL FUE DESDE EL PUNTO DE VISTA DE CLASES LO QUE CONSTRUYÓ LAS CONDICIONES PARA EL GOLPE QUE VA MÁS ALLÁ DE LAS INSTITUCIONES R: La misma conjunción de fuerzas económicas que estuvieron presentes en la tentativa de golpe en 1954 y en el golpe militar de 1964, se rearticularon nuevamente utilizando a la clase media-alta como base social, mas también con el mismo tema de corrupción para consumar un
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alianzas son temporales, instables y permanentemente sujetas a traición. Como vimos a lo largo de nuestra historia, la dirección política conferida por el "Ciclo PT" en los últimos 13 años de gobierno no traducía una estrategia de conquista del poder, inclusive porque tal concepto, presente en resoluciones petistas en la década del '80, desapareció gradualmente del horizonte de formulaciones de esta agremiación a partir de 1994. El conjunto de críticas contenidas en la expresión "estrategia de conciliación de clases", refleja, desde el punto de vista de acumulación de pensamiento revolucionario el abandono de la perspectiva del poder político, substituyendo el objetivo de conquista del conjunto de aparatos que conforman el Estado por la administración gubernamental posible en los límites institucionales. Es importante dejar claro que la conquista electoral de gobiernos y aparatos administrativos es elemento esencial, posible, para la realización de una estrategia de conquista del poder de Estado. La cues-
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golpe de nuevo tipo que pone fin al ciclo de gobiernos neodesarrollistas dirigidos por el PT. También ahora, el proceso es parte de una contraofensiva contra los gobiernos progresistas en nuestro continente patrocinada por el imperialismo. Un ataque coordinado, que busaca retomar el terreno perdido por el imperio estadounidense entre 2000 y 2008. En nuestro continente, los intereses estratégicos de EEUU, los sectores financieros y las grandes corporaciones transnacionales apostaron a los gobiernos neoliberales durante los años '80 y '90 a que abrieran nuestras economías para la hegemonía del capital financiero, promoviendo una onda de privatizaciones, restructuración productiva y reprimarización de las economías, entre otras medidas. Un período marcado por derrotas de la clase trabajadora y por regímenes políticos pautados por una concepción democrática restricta en el sentido de acceso a la ciudadanía política y social. La década perdida del neoliberalismo empobreció nuestros países, con-
centró la renta y secundarizó el capital productivo. Ese proceso deja un rastro de impopularidad que abre la ventana histórica a los gobiernos progresistas. Diversas conquistas democráticas y populares ocurrieron en este período que denominamos neo-desarrollista. El movimiento sindical logró una fuerte recuperación. Más allá de la reducción de desempleo, con la creación de más de 20 millones de empleos formales, cerca de 40 millones de brasileros fueron beneficiados con la reducción de la miseria. Un contingente que estaba excluido de la sociedad e ingresó en el mercado competitivo, en la condición de trabajadores y consumidores. Se mantuvo una política de reajuste del salario mínimo, en un período en que se combina el crecimiento económico y la baja de la inflación, posibilitando la recuperación del salario medio real, a partir de 2004. La integración regional de América Latina avanzó a través de múltiples iniciativas. En las relaciones externas, merece destacarse el papel activo en la articulación de los BRICs,
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C:¿CUÁLES FUERON LOS LÍMITES, Y BRECHAS DE ESTOS GOBIERNOS PROGRESISTAS? R: Aprisionados en ciertos límites: metas de inflación, cambio fluctuante y superávit fiscal y en los estrechos márgenes de alianza política con las fracciones de una burguesía interna, comenzaron a surgir los límites de tales gobiernos que se expresan en las dificultad desde de profundización de las conquistas populares y en una cierta incapacidad en pautar proyectos políticos de ruptura. Súmese a esto la constante articulación de las clases dominantes antinacionales y antipopulares con el imperialismo. La capacidad que los sectores burgueses tuvieron de imprimir en la dirección política de ese frente se amplió en este contexto. En Brasil, los gobiernos petistas respondieron a las exigencias de esta burguesía interna con la política de financiamiento del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), con la preferencia para el producto local en las compras hechas por el
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que reveló un movimiento geopolítico de mayor envergadura y papel estratégico en nuestra historia, elevando las tensiones con EEUU a un nuevo lugar. El resultado de más de una década de pasos en dirección a una política externa soberana combinado con avances en la calidad de vida del pueblo, acarreó inevitablemente la reacción imperialista y de las clases dominantes, como demuestran diversos momentos de nuestra historia. A lo largo de los años de los gobiernos petistas, la medida que tocó en la cuestión de la propiedad y tuvo un carácter estratégico para un proyecto de nación, fue el cambio en el marco regulatorio del petróleo. Los descubrimientos del pre-sal representan un volumen de riqueza varias veces mayor que el PBI de Brasil. Los estudios actuales ya evalúan que las reservas de Petrobras pueden llegar a 300 billones de barriles. Se calcula que las áreas de petróleo puedan ir de Santa Catarina a Espíritu Santo. Asegurar tal riqueza de forma soberana es la mayor decisión sobre nuestro futuro.
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Estado y por las empresas estatales, con la política externa Sur-Sur y, en el primer gobierno de Dilma, con medidas proteccionistas moderadas. Desde 2013, fueron surgiendo elementos de una ofensiva de derecha, y cambios en el escenario político y económico de la década anterior. Una creciente inestabilidad y el mismo agotamiento de las bases política que posibilitaron el frente neodesarrollista. Los sectores burgueses, desechados del poder político desde 2002, aunque tuvieron su poder económico ampliado, se vuelven a colocar en la ofensiva, en alianza con sectores reacciones en las fuerzas armadas, grupos de ultra derecha, fundamentalismos religioso, conservadores y los grandes medios. Las elecciones de 2014 fueron las más disputadas y ganadas por la entrada en escena de una militancia que confiando en la campaña de Dilma exigía avances del gobierno. Victoriosa, la Presidente opta por el llamado ajuste fiscal, manteniendo la política económica que lleva la crisis a cuestas de la clase
trabajadora, conforma un ministerio conservador, propone la reducción de derechos providenciaros señalizando un claro abandono de los compromisos electorales que habían despertado una intensa militancia, en gran parte no organizada. Eso causó un desánimo que va erosionando rápidamente las bases sociales del gobierno de Dilma y acentuando la frustración que fue siendo capturada por las fuerzas de la derecha. C:¿EN ESTE CONTEXTO CÓMO PODEMOS ANALIZAR LAS NUEVAS ESTRATEGIAS DE GOLPES DE LA DERECHA EN RELACIÓN CON EL IMPERIALISMO? R: La estrategia de promoción de golpes militares en las décadas de '60 y '70 precisó ser alterada. Más allá de cambiar la correlación de fuerzas mundial, alaban la autoimagen de EEUU. Por consecuencia, el concepto de golpe cambió. Ya no se trata de promover una ruptura institucional repentina que cause desgate y repudio internacional. El objetivo ahora es crear, artificialmente, presiones
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grandes medios de comunicación actúan como un partido político que organiza el conjunto de los actores. C:RETOMANDO LAS CAUSAS DE LA DERROTA ESTRATÉGICA QUE REPRESENTÓ PARA LAS FUERZAS POPULARES, CUÁLES SON LAS PRINCIPALES? R:El abandono de la perspectiva de conquista del poder del Estado se transparenta en cuatro cuestiones principales, cometidas por los dirigentes petistas que influyeron en los rumbos de gobiernos. Ellas son determinantes para que una experiencia con tanto potencial llegase a los límites actuales, convirtiendo lo que podría haber sido apenas una derrota política en una derrota estratégica. La primera brecha política cometida por los gobiernos que presidieron el frente neodesarrollista fue la negativa en organizar a las masas, en invertir en las organizaciones populares y sindicales. Al contrario de otras experiencias latino-americanas, especialmente Venezuela, en todas las situaciones en que se abrían perspectivas
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que anulen las garantías del Estado de Derecho y conformen interpretaciones jurídicas y rápidas que cumplan con el mismo objetivo que cumplían las fuerzas militares en las décadas de los '60 y '70. Los nuevos golpes deben parecer democráticos y obligatoriamente ser producidos sobre una máscara legal. Honduras, Paraguay, Libia, Siria y Ucrania muestran el amplio espectro de construcción del golpismo en el Siglo XXI. La estrategia es aprovechar las contradicciones y los problemas internos, a fin de agravarlos, generar turbulencia y caos y derrumbar el gobierno sin recurrir a los tradicionales golpes militares. En nuestro hemisferio, los objetivos estadounidenses, más allá de la apropiación de las riquezas del pre-sal, se vuelven para vaciar las articulaciones de los BRICS y la incorporación de Brasil y Argentina, que son las dos principales economías industriales de América del Sur. En esta nueva fórmula de golpe, en que el aparato de Estado ya nos son militares, sino policías federales, miembros del Ministerio Público y jueces, los
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de fortalecer los movimientos sociales y la organización popular los gobiernos de Lula y de Dilma recusaron de bancar cualquier enfrentamiento con las clases dominantes. Ejemplo de eso fue el emblemático conflicto entre José Graziano da Silva y Frei Betto en la coordinación del Programa "Fome Zero". En tanto el primero defendía el modelo que acabó predominando, la propuesta de Frei Betto apuntaba para la organización popular de base. Se escogió lo que no generaba conflicto. El resultado es que tenemos hoy una juventud beneficiada por programas de enseñanza como ProUni que no apoyan otros programas como Bolsa Familia. Esto es decisivo, para que las mismas masas que fueron beneficiadas socialmente en la última década, no perciban el papel del gobierno, abriendo flancos para la disputa ideológica de la derecha, dejando de contar con una base social movilizada. La segunda cuestión es la ausencia de una estrategia de superación, limitándose meramente a administrar el Poder Ejecutivo. No se desarrolló
ninguna estrategia para superar los límites políticos y económicos heredados. Venezuela, Bolivia y Ecuador, en procesos y correlación de fuerzas distintos, son experiencias que demuestran que concesiones económicas inicialmente hechas al capital financiero e industrial posibilitaron exitosas conquistas de asambleas constituyentes que promovieron decisivos avances en el sistema político. El tercer elemento fue aceptar las lógicas de las donaciones empresariales. Es real que gran parte del avance electoral no sería posible sin esto. Pero al asumirlo con la ingenuidad de que no acarrearía criminalización selectiva, por lo que todos los demás hacían, pagó no sólo el precio de caer en la bala común de los partidos de la clase dominante, sino también que posibilitó un imaginario de decepción potencializado por la campaña mediática. Y como cuarto, el descuido de desarrollar políticas capaces de atraer para su base social a los sectores medios. Cuando hablamos de estas cuatro falencias de los gobiernos
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C:¿CUÁLES SERÁN LAS PRIMERAS OFENSIVAS NEOLIBERALES YA CONSUMADO EL GOLPE? R: Así como en la primera ofensiva neoliberal de la década del '90, podemos prever que la nueva ofensiva neoliberal buscará aprovechar de su correlación de fuerzas parlamentaria para vaciar, aún más, los estrechos márgenes de poder que pueden ser disputados electoralmente. La PEC 241 es un paso en este sentido. Aceleran la venta de activos de Petrobras, reduciendo su papel como inductora de un proceso de desarrollo. Obligan BNDES a devolver 100 billones que habían sido pasados por el gobierno federal en los últimos anos. C: DIVERSAS ORGANIZACIONES, QUE PRESENTAN ESTRATEGIAS DISTINTAS EN MEDIANO Y LARGO PLAZO, HAN CONSTITUIDO EN EL PLANO TÁCTICO, FRENTES DE RESISTENCIA AL GOLPE ¿CÓMO VE ESO? R:Los conflictos en el siglo XX nos muestran el destino de las políticas centristas en período de crisis profunda. Y sabemos
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petistas, que se traducen en la derrota estratégica, estamos diciendo que la consumación del golpe nos lleva a una situación de baja acumulación para enfrentar el período de ofensiva neoliberal que proporcionó el cerco político. Negativa en apostar en la organización de masas, ausencia de una estrategia de superación del blindaje jurídico, economía y política del neoliberalismo, envolverse en la promiscuidad de las donaciones empresariales y la incapacidad de desarrollar políticas capaces de atraer para su base sociales a los sectores medios son las cuatro brechas principales, coherentes con la estrategia que abandonó la perspectiva de conquista de poder y que determinan que el saldo final de esta ventana histórica, tanto en relación a la organización popular, nivel de consciencia de las masas cuanto a la comprensión de un proyecto político es muy bajo, configurando una derrota estratégica del "Ciclo PT" tan grave como la vivenciada en 1964.
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que cuando las grandes masas no visualizan alternativas políticas en la izquierda -que podría corresponder a sus efectivos intereses materiales- consolidan su frustración de que no hay una salida, tornando-se víctimas potenciales de respuestas simplistas de la derecha. Eso exige de una izquierda osada, que combine su radicalidad con la capacidad de mostrar la viabilidad de su programa. Por lo tanto, contribuir para la reorganización de la izquierda
nos exige simultáneamente comprender la gran frustración con las herramientas políticas que se construyeron y fueron marcadas por la derrota y la consecuente necesidad de distinguirse de ellas, con la capacidad de construir a partir de militantes, cuadros y activistas formados en esta misma experiencia, dispuestos a enfrentar cambios profundos de concepciones, métodos, valores y prioridades organizativas. La línea política de
quien pretende persistir en el camino revolucionario pasa a consistir en el arte de descubrir las potencialidades existentes para hacer apuestas que permitan “tornar posible mañana lo que en el presente parece imposible”. Eso se convierte en una grave limitación. Todas las actividades que desarrollamos parecerán minúsculas delante de las posibilidades de la “política real”. Las tareas cotidianas, por más importantes, aparecen como actividades áridas, que exigen más la persistencia de que grandes talentos de un joven revolucionario. Mantener los cuadros y los militantes, apenas con convicciones ideológicas en estos momentos es un complejo y paciente desafío, donde muchas veces tenemos la impresión de estar en un bote agujereado retirando agua con un balde. Este fue el proceso que moldo nuestra existencia y lo sigue haciendo. Teniendo en claro que el actual momento que enfrentamos es una derrota estratégica, nos exigirá muchas más convicciones y esfuerzos. Nuestra militancia ab-
sorbió el aprendizaje leninista de que la organización es subordinada a la política. Pero ella es subordinada a las necesidades concretas de cada día asumiendo el formato determinado por la realidad. Como nos enseñó Carlos Marighella: “nuestro concepto de organización no es estático, ni dogmático, pues no existe –según nos enseña la teoría marxista leninista- ninguna organización abstracta. La organización está siempre al servicio de una línea política y tiene que sufrir las reflexiones del avance o de los reveces de la línea política”. Entendiendo que la reoganización de la izquierda es mucho más que la apropiación de una estrategia y de un método que rescatan lo mejor de la acumulación de las experiencias revolucionarias del siglo XX, por más creativa que sea, la herramienta organizativa, debemos estar preparados para muchos enfrentamientos ideológicos. No seremos capaces de avanzar sin retomar la más profunda unidad política e ideológica con el campo político compuesto por los movimientos sociales que conformaran.
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Incorporamos en nuestra formulación que la construcción de una vanguardia es siempre un proceso. Que no pasa ni por la autoproclamación, ni por estar dotado de los mejores análisis. También aprendemos, en nuestras innumerables tentativas de construcción de articulaciones amplias que la fragmentación de las fuerzas populares y de izquierda no se resuelve con soluciones administrativas. Hay que vivenciar muchas experiencias conjuntas para generar una base común de confianza capaz de impedir que se rompa la unidad en el primer choque. Con estas concepciones, comprendemos la construcción de una herramienta política de carácter estratégico como el resultado de una acumulación en el movimiento revolucionario. El Frente Brasil Popular deberá posibilitar el ingreso de militantes individuales, que no integren necesariamente, ninguna de las organizaciones pre-existentes. Será preciso superar el método de resoluciones apenas de consenso y avanzar en el análisis político y construcción de un programa
conjunto. Y, principalmente, no permitir que el Frente Brasil Popular permanezca en una lógica defensiva, incapaz de ofrecer una respuesta política inmediata a los millones de insatisfechos con el actual sistema político, perdiendo una oportunidad histórica única y permitiendo que las crecientes insatisfacciones sigan capitalizadas por las fuerzas de derecha. Es preciso construir un método que envuelva a participar en la construcción de un programa. Más allá de enriqueces los debates, el método adecuado puede empoderar a los luchadores en la construcción. Avanzar en este proceso implica aportar energía en la elaboración profunda del Proyecto Popular para Brasil, articulando a los intelectuales orgánicos, aprendizajes producidos por los movimientos sociales en distintas áreas con la intención de producir una contribución teórica que más allá de renovar la interpretación de Brasil concretice un programa de cambios estructurales necesarios, factibles y articulados entre sí. Al apostar nuestras energías en la
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Internamente debemos cualificar nuestra comprensión del marxismo como ciencia de la sociedad y de la historia. Un estudio que posibilite a nuestros cuadros enfrentar los complejos desafíos que son colocados en este próximo período. Envueltos en esta cualificación seremos capaces de extraer las lecciones teórico-históricas de nuestras experiencias y enfrentar toda la gama de teorías pos-modernistas y revisionistas que resurgen constantemente. Construir una herramienta unitaria, no implica diluir o enflaquecer nuestros avances organizativos. Estamos ante un desafío
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construcción de las bases del Frente Brasil Popular, debemos rescatar nuestro método de construcción, la mística, el funcionamiento colectivo, la valorización del trabajo de base, el desestimulo al protagonismo de individuos e grupos, la osadía en la acción y el funcionamiento volcado para afuera. Aprendemos, que más importante que traer representaciones políticas y sociales para adentro de la organización es conseguir atraerlas para la construcción de un proyecto político común. Las experiencias históricas nos enseñan que la unidad política y estratégica de la vanguardia puede asumir diversos formatos.
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diferente del que enfrentamos en el pasado. Nos impondrá respuestas teóricas y prácticas. Una estrategia de conquista del poder, evidentemente, exigirá mayor habilidad para ser reinventada en la actual situación histórica. Ante una crisis, que nos abarca a todos profundamente, lo más importante es la fidelidad: es preciso no ceder. La estrategia de la conquista de poder, presente en todas las experiencias revolucionarias de transición al socialismo es este punto decisivo. Es en torno de él, que el proceso de reorganización de la izquierda se debe producir para cumplir
su objetivo histórico. Por más insuperable que tal idea parezca en momentos de defensiva, no podemos extraviarnos de su fuerza. Son grandes los riegos que enfrentamos, pero lo peor de ellos es perder la energía para proseguir.
ReseÑa de EconoMÍa y polÍtica en la Argentina kirchnerista,
Artículo recibido el 11 de octubre de 2015 1
RESEÑA DE ECONOMÍA Y POLÍTICA EN LA ARGENTINA KIRCHNERISTA, DE ADRIÁN PIVA
Adrián Piva es sociólogo de la Universidad de Buenos Aires, doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador del CONICET. Viene trabajando junto a otros investigadores e intelectuales en una línea de investigación sobre el pasado reciente de nuestro país que ya dio frutos en trabajos como Acumulación y hegemonía en la Argentina menemista (2012) y Argentina en pedazos. Luchas sociales y conflictos interburgueses en la crisis de la convertibilidad (2009) -este último publicado junto a Alberto Bonnet-. Con Economía y política en la Argentina kirchnerista Piva completa su investigación del periodo iniciado con la hiperinflación de 1989, culminando prácticamente en el presente. Es que, efectivamente, para Piva el año 1989 da comienzo a una gran etapa que se extiende hasta hoy, dividida a su vez en dos periodos determinados por los cambios ocurridos durante la crisis de 2001, lo que ya es un dato decisivo para comprender su abordaje. Una de las claves generales de la lectura de Piva -que explica el título del libro- es que “la dominación política y la acumulación de capital son aspectos diferenciados de la misma realidad de subordinación del trabajo al capital”. Es decir que “la normalidad capitalista presupone la reproducción de ambas” (Piva, 2014: 37). Sin embargo, en función de profundizar en uno u otro aspecto del aná1- Profesor de Filosofía (UBA), maestrando en Historia Económica y de las Políticas Económicas (FCE – UBA).
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// Por Ulises Bosia
lisis de la misma realidad, el autor desarrolla primero uno -lo que supone abstraerse del otro momentáneamente- y después el otro, para concluir finalmente intentando una síntesis integradora.
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Alrededor del modo de acumulación de capital Primera hipótesis: el planteo de Piva es que desde 2003 existe en la Argentina un desfasaje entre la política económica y el modo de acumulación de capital vigente. Esto supone, en primer lugar, el cuestionamiento a la noción de “modelo económico” -usual en el discurso científico, político y mediático- porque mezcla el plano de la política económica de un gobierno con el modo de acumulación de capital vigente en un determinado momento histórico de una determinada sociedad. Usualmente -agregamos nosotros- esta forma de encarar la comprensión de nuestra realidad conduce al “politicismo”, que adjudica toda la responsabilidad de cualquier fenómeno económico a la acción de un gobierno o del Estado y, consecuentemente, a la invisibilización de las clases sociales como actores determinantes, especialmente en el caso de la clase dominante. Además, asume la acción del gobierno o del Estado en la economía como un elemento exterior a la dinámica del mercado, es decir, toma como punto de partida del análisis lo que en realidad es un punto de llegada del pensamiento liberal. Se trata, por lo tanto, de un abordaje que colisiona de frente con algunos de los rasgos elementales del pensamiento marxista, algo razonable para perspectivas liberales, pero no así para el discurso político de las izquierdas que se reclaman de esa tradición. En segundo lugar, la hipótesis de Piva supone contemplar la posibilidad teórica de ese mismo desfasaje, es decir, asumir que no siempre existe una correspondencia mecánica entre determinado régimen de acumulación de capital y las políticas económicas que lo regulan. A su vez, se abre así un plano de relativa autonomía de la política y de la acción estatal, cuyas condiciones de posibilidad deberán ser explicadas por la propia investigación, algo que Piva intenta a partir de la recuperación del
concepto de “populismo” -lo que supondrá también un debate con sus distintas interpretaciones. Entrando al contenido de la hipótesis propuesta, es necesario establecer la caracterización del modo de acumulación de capital vigente en nuestro país. El autor rastrea sus orígenes hacia 19892, desde cuando “se ha venido desarrollando y profundizando una estrategia de acumulación impulsada por la exportación de productos industriales de bajo valor agregado”, que fue “posibilitada por una reestructuración productiva desatada sobre la base de una profunda derrota de la clase obrera”, y que se dio en el marco de “una fase de expansión capitalista a nivel mundial caracterizada por la mundialización de las relaciones capitalistas” (Piva, 2014: 72). Las reformas neoliberales dieron lugar a una reestructuración productiva, cuyo corazón fue la reestructuración industrial: para Piva no se trató de un proceso de reprimarización de la economía, sino del “aumento del peso en la estructura económica de una industria productora de mercancías de bajo valor agregado y orientada a la exportación” (Piva, 2014: 21). Por otro lado, el nuevo modo de acumulación tuvo como rasgos destacados la dependencia de la acumulación de capital de la inversión extranjera directa y de los flujos financieros internacionales, lo que permitió una comunidad de intereses entre los capitales locales y transnacionales, directamente relacionada con la interpenetración entre ambos y la tendencia a la internacionalización del capital local3. Hacia finales de los años 90, crecieron las contradicciones entre las necesidades del proceso de valorización del capital -en una dinámica de ajuste permanente- y las necesidades de su legitimación, que cada vez más dependían de medios coercitivos. En este contexto la crisis se fue incubando y terminó explotando en diciembre de 2001. 2- Algunas tendencias de largo plazo se pueden rastrear hasta 1975-76, pero mayoritariamente para Piva el nuevo periodo económico toma forma desde 1989. 3-Piva discute contra la tesis que pone en el centro de las reformas neoliberales a la valorización financiera como eje del modo de acumulación, desarrollada entre otros por Eduardo Basualdo (2011).
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La lectura que hace Piva de este momento bisagra es interesante porque afirma que teóricamente era posible una salida deflacionaria a la crisis -mediante una profundización del ajuste-, pero que la irrupción de sectores medios y populares la bloqueó. Y, en ese contexto, los sectores de la burguesía partidarios de una salida inflacionaria -vía devaluación- aprovecharon para imponerse sobre sus adversarios en el bloque de poder, sentando las bases para pasar de un periodo neoliberal a uno neodesarrollista. La conclusión de Piva es que los rasgos centrales del modo de acumulación no se han modificado, pero sí han ocurrido cambios que pueden ser entendidos como “cambios tácticos en el marco de una misma estrategia de acumulación” (Piva, 2014: 31). Estos cambios no fueron neutros sino que conllevaron “un cambio del balance de fuerzas al interior del bloque en el poder más que un cambio de bloque” (Piva, 2014: 31) y una alteración de la relación de fuerzas entre clases dominantes y clases subalternas que conduce al fenómeno del “neopopulismo”. Todo ello da lugar a una profundización en la posconvertibilidad de la estructura dual típica de un desarrollo capitalista dependiente. Pero aquí es donde entra el elemento estrictamente político a jugar un papel determinante, a partir de la decisión del poder político de legitimarse a partir de una estrategia de satisfacción gradual de demandas populares, que rápidamente va a generar tensiones. A su vez, esta estrategia del poder político es el reflejo de las nuevas correlaciones de fuerzas sociales entre clases dominantes y clases subalternas forjadas tras la rebelión popular de 2001. Pero es desde 2008, con posterioridad al conflicto con las patronales agropecuarias y el cambio del contexto mundial, que las contradicciones se muestran como un desfasaje en toda su realidad. Ante las sucesivas dificultades económicas, la política económica del gobierno no se subordina a las necesidades del modo de acumulación y ensaya salidas que encuentran su explicación en la necesidad de mantener la estrategia de la satisfacción gradual de demandas como base de su construcción de poder político.
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En este punto, Piva considera que los límites que encontraron la reducción de la desigualdad en los hogares de acuerdo a sus ingresos laborales y el empleo en negro, a pesar de los esfuerzos de las políticas públicas, parecen responder a la reproducción de la dualidad de la estructura económica que caracteriza a nuestro país desde los años 90. A este límite objetivo se suma la reaparición de la restricción externa y en este marco da por finalizada una etapa en la que el Estado había logrado por su cuenta el sostén financiero suficiente para arbitrar entre distintas fracciones de la burguesía y redistribuir porciones de la renta desde el capital hacia el trabajo. Surgen aquí desde el interior del Frente para la Victoria -agregamos nosotros- fracciones políticas que representan variantes de “neodesarrollismo sin populismo”, cuyos programas consisten en un retorno al neodesarrollismo original, de manera muy explícita en el Frente Renovador.
Segunda hipótesis: el kirchnerismo es una forma de neopopulismo que buscó recomponer la dominación política después de la crisis de 2001 a partir de una estrategia de satisfacción gradual de demandas populares e incorporación de masas excluidas. Pero, del mismo modo que el populismo, no consiguió construir una nueva hegemonía estable. El despliegue de esta nueva hegemonía supuso la construcción de nuevos mecanismos estatales de institucionalización de las demandas populares. Asumiendo la dualización de la estructura económica, que se traduce también en una dualización de la fuerza de trabajo, el Estado debió poner en movimiento dos tipos de mecanismos, por un lado a partir de la interiorización de los reclamos sindicales alrededor de las negociaciones paritarias anuales y, por otro lado, mediante una política previsional en condiciones de alcanzar a los sectores de la clase trabajadora precarizada o desempleada, léase moratorias jubilatorias, asignación universal y planes de asistencia social. Sin embargo, para el autor, estas transformaciones institucionales no dieron lugar a una reorganización del Estado que permitiese articular una nueva hegemonía, sino
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Alrededor de la dominación política
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más bien a “un proceso de desorganización sin reorganización” (Piva, 2014: 243), que conduce a Piva a afirmar el fracaso de las políticas de canalización institucional de las relaciones de fuerzas nacidas en diciembre de 2001. Este fue sustituido por un mecanismo de desplazamiento de la contradicción capital/trabajo hacia variantes de la oposición pueblo/antipueblo, propio de las estrategias populistas. El autor entiende al populismo latinoamericano como “modos de la incorporación política de fuerzas y demandas populares previamente excluidas, en contextos de transformaciones sociales aceleradas y de lo que podemos denominar «crisis de hegemonía»” (Piva, 2014: 165). A partir de una revisión crítica de la discusión sociológica sobre la interpretación del peronismo, así como a la incorporación de elementos puntuales del planteo más reciente de Laclau y otros autores, Piva desarrolla una comparación entre peronismo y kirchnerismo que le permite ubicar al kirchnerismo como una forma de neopopulismo. Por un lado, el peronismo había logrado incorporar políticamente a la clase trabajadora y, en consecuencia, había producido también su unificación política como clase, forjando imaginarios y prácticas de duradera presencia y ganando un carácter policlasista que le dio mayor estabilidad que a otros movimientos nacionales y populares latinoamericanos. Por otro lado, la desorganización de clase y la desproletarización subjetiva que resultaron de las transformaciones aceleradas de la década neoliberal de los noventa le dan al kirchnerismo un contenido popular difuso en el que el componente clasista es un elemento secundario. Esta diferenciación con el peronismo lleva a Piva a afirmar que el kirchnerismo es una variante de neopopulismo, y que la unidad de la base popular del kirchnerismo es más frágil -en comparación con la época del peronismo-; por lo tanto, se trata de un movimiento que presenta un carácter menos estable y con mayores tendencias a la descomposición que el peronismo clásico. Por otra parte, también la interpretación del comportamiento de las clases medias tiene que ver con las marcas que dejó el peronismo clásico y su recreación en el presente. Si
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la clase obrera fue unificada políticamente por el peronismo, para Piva también “los sectores medios”4 encuentran su nacimiento como identidad política a partir de su oposición al peronismo. Es decir que la oposición populismo/antipopulismo es constitutiva de la clase media, y también dejó marcas profundas en sus modos de pensar, sentir y actuar. Pero las transformaciones de los años noventa también afectaron la identidad de la clase media, fundamentalmente la afectación de sus condiciones materiales de existencia. El impacto de la crisis condujo a que en 2001 se diera un proceso de movilización de la “clase media”, correspondiente con la crisis del mecanismo de intermediación política propio de esa identidad social, en este caso, la representación política. Si la intermediación con los sectores populares fue posible a través de la reorganización y revitalización de los vínculos clientelares y del movimiento obrero organizado, en el caso de los sectores medios, la crisis de representación no fue nunca resuelta.
Llegados al año 2016, la identificación de limitaciones objetivas de la estrategia neopopulista abre la puerta a un debate sobre el balance del programa político y económico de la experiencia kirchnerista. Trazando un paralelismo histórico, la formulación de John William Cooke de que “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, representa muy bien la idea defendida por Piva de que las estrategias populistas no dan lugar a la construcción de una hegemonía política estable, sino a un desplazamiento de la contradicción fundamental de la sociedad capitalista. En el marco de acción provisto por ese desplazamiento, supo darse en los años cincuenta, sesenta y setenta un gran debate en el mundo de las izquierdas sobre las vías posibles para hacer política a partir de esa contradicción, buscando puntos de contacto con el peronismo en aras de un proyecto transformador. La imposibilidad de construir una hegemonía plena a par4- No se trata de una clase social para el autor sino de una categoría sociocultural que refiere a prácticas y representaciones comunes a un heterogéneo conjunto de individuos, que constituye una identidad política.
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Algunas reflexiones finales
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tir de las estrategias populistas es una manera de decir que no existe una opción capitalista capaz de garantizar una vida digna para el conjunto de la comunidad nacional, aunque al mismo tiempo es también la confirmación de que son las estrategias más exitosas en términos de alcanzar mejorías en las condiciones de vida de las mayorías populares. Es por eso que trabajar políticamente desde el antipopulismo sólo puede conducir a chocar de frente contra los mejores imaginarios, recuerdos, experiencias y prácticas concretas de la clase trabajadora. Y, al mismo tiempo, limitarse al populismo tal como lo conocemos conduce a resignar las perspectivas anticapitalistas y, en consecuencia, las posibilidades de realización concretas de una vida digna para el conjunto del pueblo argentino. En este sentido, volviendo al presente, se vuelven muy interesantes los debates sobre la construcción de un programa político y económico que pueda tomar como objetivo la remoción de esas limitaciones estructurales, lo que supondría ir abiertamente no solamente contra la dinámica del bloque de poder en la Argentina sino también contra las tendencias del capitalismo globalizado. Será necesario entonces debatir, entre otras cuestiones, en torno del rol del Estado en la economía para evaluar los modos y las proporciones en que es posible sustituir a un empresariado reacio a la inversión. Cómo recuperar el control público de las exportaciones, que tomando el análisis de Piva implicaría colisionar de frente contra el núcleo duro de la clase dominante, así como la recuperación de la capacidad plena del Estado de regular las inversiones extranjeras a partir de modificar la legislación neoliberal aún vigente y transformar el régimen del sistema financiero, donde continúa imperando la normativa de la última dictadura militar. Por otro lado, aparece la reflexión sobre la alianza de fuerzas sociales capaces de llevar adelante un programa de esas características, es decir, los interrogantes sobre las fuerzas sociales capaces de impulsar un gobierno popular en la Argentina -que implica la construcción de un bloque social entre los sectores populares y las clases medias-. Uno de los principales núcleos de esta cuestión tiene que ver con las posibilidades de erosionar la fragmentación de la propia clase trabajadora. El problema es que, teniendo en cuenta
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que su carácter dual no es accidental sino que responde a la estructura también dual de la propia economía nacional, se corre el riesgo de caer en un círculo vicioso: la unidad de la clase trabajadora es necesaria para llevar adelante un programa que rompa la dependencia y por lo tanto termine con la dualidad estructural pero, ¿cómo conseguir una unidad que no sea artificial y efímera sino orgánica y duradera en este contexto de dualidad estructural? Por otro lado, en función del debate sobre la unidad entre sectores medios y sectores populares, el trabajo de Piva lleva a reflexionar sobre por qué setenta años después de 1945 el gran clivaje de la sociedad argentina entre populismo/antipopulismo se demostró vigente. Ello hace pensar que cualquier gobierno popular que lograra acceder al gobierno en un contexto democrático deberá enfrentar una situación de polarización semejante, a mayores niveles en la medida en que afecte de manera más sustancial las correlaciones de fuerza sociales, es decir, asumiendo las consecuencias de pasar de un desfasaje a una confrontación entre la política económica y el modo de acumulación.
• Piva, Adrián (2014). Economía y política en la Argentina kirchnerista. 1ra edición, Buenos Aires: Batalla de ideas.
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// BIBLIOGRAFÍA • Basualdo, Eduardo (2011). Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina: tres ensayos sobre la Argentina actual. 1ra edición, Buenos Aires: Atuel.
Brier, N. (2009).[Fotografía]
Artículo recibido el 22 de diciembre de 2016
LA TETA ASUSTADA // Por Lucia San Miguel y Fernanda Ronconi
“Cantemos, cantemos Hay que cantar cosas bonitas Para esconder nuestro miedo Cantemos, cantemos Cantemos cosas bonitas Para disimular nuestro miedo Esconder nuestra heridita Como si no existiera, no doliera.” (Fragmento musical de la película) Fausta canta, canta para aliviar su pena, canta para no llorar, canta para re-
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1-Lucía San Miguel, realizadora integral de cine y TV del Centro de investigación cinematográfica (CIC). Militante de Mala Junta. Correo: lu.sanmiguel@hotmail.com Fernanda Ronconi, profesora en letras de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Militante de Mala Junta. Correro: fer_ronconi@hotmail.com
la teta asustada
Fausta lleva consigo lo que su pueblo andino conoce como la enfermedad de “Mancharisqa Nuñu” (en español “la teta asustada”) mito que sostiene que durante el embarazo y la lactancia las madres trans-
Brier, N. (2009).[Fotografía]
“Yo lo vi todo desde tu vientre Lo que te hicieron, sentí tu desgarro Por eso ahora llevo esto Como un escudo de guerra” (Fragmento musical de la película)
miten a sus hijos todos los miedos, quitándoles el alma y poniendo en su lugar los temores y sufrimientos por los que ellas han pasado en algún momento de sus vidas. Así es como Fausta ha crecido con su vida a medias, callada, temerosa, sumisa y sangrando. Cada vez que fausta se asusta su nariz sangra. Manchay es un pequeño pueblo establecido en uno de los cerros más altos perteneciente a la provincia de Lima (Perú). Allí, lo que antes fueron canteras, hoy es el hogar de miles de familias que huyeron de la violencia en el interior del país durante la década del
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cordar a su recientemente difunta madre, quien fue violada años atrás durante la época de terrorismo en Perú mientras Fausta estaba en su vientre.
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80. Allí vive Fausta junto a su madre, tío y familia, sosteniendo su humilde casa mediante el negocio familiar que consiste en la organización de fiestas de casamiento. La película, sin más preámbulo, comienza con una pérdida: Perpetua, madre de Fausta, muere y su cuerpo debe ser enterrado. Limitados por la falta de dinero, el tío de Fausta decide cavar una fosa en su patio para enterrar allí el cuerpo, pero Fausta insiste que deben enterrarla en su pueblo de origen, de donde Perpetua tuvo que exiliarse luego de ver el fusilamiento de su marido y ser violada durante los años de terrorismo. Para cumplir su objetivo Fausta –y todos sus temores– consigue trabajo como empleada en la casa de una famosa pianista que ha perdido su inspiración. La historia y la memoria de estas mujeres se construyen a partir de un diálogo íntimo entre madre e hija, que toma la forma de canciones. Los cantos en quechua que Fausta comparte con su madre narran los padecimientos que Perpetua vivió y configuran un profundo miedo de Fausta hacia los hombres, a
ser violada, ultrajada y sufrir lo mismo que sufrió su madre. Fausta carga en sus entrañas un dolor y un miedo heredados, que le hacen repeler cualquier acercamiento a hombres que no sean de su familia y por eso, a forma de escudo protector, lleva en su vagina un tubérculo con el que pretende espantar a cualquier posible violador que quisiera profanarla. Fausta no solo es Fausta, es su madre, su vecina, sus tías y tantas mujeres más que han sufrido y las que aún sufren los dejos de torturas pasadas. Directora de “Madeinusa” –galardonada en festivales como Sundance, Rotterdam y Mar de Plata– Claudia Llosa decide volver a mostrarnos, desde una perspectiva costumbrista, la vida de su pueblo. Así es como, a través de la historia íntima de Fausta y de su miedo heredado, “La teta asustada” muestra crudamente las herencias que dejaron la conquista, la colonización y la instauración de un capitalismo brutal a los pueblos de América Latina. En este caso, la directora utiliza como anclaje histórico la el conflicto armado de mayor duración en la historia Peruana.
En 1980 y luego de varios golpes de estado, el movimiento maoísta Sendero Luminoso, se levantó en guerra institucional. En 1982, frente al crecimiento de las luchas, el Estado ordena a las fuerzas armadas peruanas iniciar la batalla. Este período de guerrillas se ha llevado consigo más de setenta mil muertos. Los informes oficiales muestran que el sector más golpeado fue el de mujeres y niñas quechuas campesinas, víctimas de desapariciones, detenciones ilegales, violaciones, torturas y ejecuciones. Casi treinta años más tarde y ya en tiempos de paz, las heridas del pasado siguen abiertas, sangrando a través de los hijos que la masacre dejó. “La teta asustada” muestra y denuncia la especificidad que ha asumido la violencia política hacia las mujeres en contextos de terrorismo de Estado, y la forma en que esta violencia se inscribe en cuerpos que son también territorio de disputa y campo de batalla de bandos opuestos: “A esta mujer que canta, esa noche la violaron; no les dio pena de mi hija no nacida. No les dio vergüenza. Me violaron con su pene y con su mano.
No les dio pena que mi hija viera desde dentro. Y no contentos con eso me han hecho tragar el pene muerto de mi querido Josefo”. La madre de Fausta canta y denuncia que en el cuerpo violado de las mujeres la agresión sexual inscribe la “soberanía” de los perpetradores. La “ocupación” del cuerpo de la mujer se asimila a la ocupación del territorio enemigo y sobre ellas se ejecuta también la venganza. Su hija, testigo del terror, debió aprender también cómo en el cuerpo de las mujeres se da la reproducción simbólica del poder patriarcal, del que se aprende a la fuerza el miedo, en el silencio, en la sumisión. Desde la conquista de América los cuerpos de las mujeres han sido botín de guerra de los poderosos y sobre estos crímenes se ha esparcido un enorme manto de silencio que recién hace unos pocos años comienza a quebrarse. En este sentido, las mujeres protagonistas de la película construyen memoria repitiendo de forma dolorosamente obstinada un relato que no debe ni puede olvidarse. La crítica social atraviesa la película del primer al último plano. No duda en
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la teta asustada
Brier, N. (2009).[Fotografía]
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mostrar con crudeza otra pesada herencia de la conquista: las relaciones desiguales de poder basadas en la noción de la raza, que se reflejan también en el modelo de trabajo. Para poder enterrar a su madre, Fausta trabaja como empleada doméstica en una mansión habitada por una adinerada mujer blanca y rubia y su esposo, que la obliga a cantar a cambio de perlas. Esta escena nos recuerda otra escena fundacional de la conquista: la que muestra a Colón intercambiando oro por vidrio con los nativos. En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista y fundar sobre esta desigualdad un modelo social, cultural y
de trabajo basado en la explotación y apropiación por parte de la burguesía no sólo de los cuerpos, sino también de los saberes y de la memoria de los pueblos. Así es como la pianista, nacionalmente reconocida, roba las canciones de Fausta, se las apropia y les pone firma propia, mercantilizando así la memoria del dolor construida ancestralmente. Aunque por momentos la película pueda sentirse como atravesada por un halo de realismo mágico, cada situación y elemento aquí es real. Desde las situaciones hasta los lugares e incluso los actores: los extras de esta película son habitantes del pueblo de Manchay, pueblo andino que realmente existe y se creó a partir de campesinos que, huyendo de las guer-
rillas durante los años 80, se instalaron en las afueras de Lima y crearon su pequeña ciudad subsistiendo en el desierto sin elementos tan básicos como el agua potable o la electricidad. Manchay hoy es habitado por los hijos de estos pioneros, y son ellos quienes toman los papeles de extras durante todo el film. La fusión de los componentes es un elemento esencial en la película, el equilibrio geométrico de los planos ensamblados a través de los cantos quechua apuntan, en otro nivel, al mismo resultado al que apunta la correlación entre las diferentes esferas de una misma historia, fausta como representación de tantas otras. Todo atravesado por los cantos que hacen fluir la historia como la misma música. Así es como aquí podemos encontrarnos con conflictos conocidos y muchas veces vistos, pero este nuevo ensamblaje le aporta un sabor diferente, con una nueva profundidad. Es por este motivo que una película peruana que narra una historia que se desata a partir de un hecho histórico ocurrido en Perú puede conquistar las miradas en el resto del mun-
do, porque no es necesario haber conocido esos lugares o conocer esa historia para empatizar con Fausta, para comprenderla. Los elementos reales aquí presentes se encuentran combinados, alterados, estetizados al punto de dejar de ser lo que son. No es casual ni paradójico que quien dirigió y guionó esta historia sea una mujer. A pesar de ser criticada por la sociedad de su país de origen luego del estreno de su primer película por vulgarizar a la sociedad peruana, Claudia Llosa sigue siendo una mujer que, aunque ha vivido la mayor parte de su vida fuera de Perú, no deja de hacerlo bajo los constantes mandatos y presiones que la sociedad patriarcal ejerce sobre nosotras. Aunque todos contamos con la capacidad para alertar sobre esta problemática de presiones y mandatos, solo las mujeres son capaces de sentirlos íntima y profundamente, y Llosa, como tantas otras antes, logró traducir esas sensaciones al idioma audiovisual para poder indagar sobre el significado de femineidad, para demostrar el reconocimiento de las mujeres por sí mismas y para reivindicar
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la teta asustada
Brier, N. (2009).[FotografĂa]
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las voces y hacerlas escuchar.
Entre sendas y caminos
MUJERES QOM Y SU VÍNCULO CON EL MONTE EN EL OESTE FORMOSEÑO // Por Mariana Daniela Gómez
En la actualidad los y las tobas (qom) del oeste poseen la propiedad comunitaria sobre un territorio de 35.000 ha., a nombre de la Asociación de Comunidades Tobas Comlaje’pi Naleua, y ésta representa una porción del antiguo territorio por el que nomadizaban sus antiguos. A partir de 1983 los tobas comenzaron a organizarse para reivindicar sus derechos territoriales.3 1- Financiada por el CONICET (2006-2011). 2- Doctora en Antropología (UBA-2011). Autora del libro Guerreras y Tímidas Doncellas del Pilcomayo Las mujeres qom del oeste de Formosa (Biblos, 2016). Investigadora del CONICET y docente en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Entre el 2002 y el 2007 trabajé en proyectos comunitarios en ONGs de Formosa. A partir del 2006 comencé mi investigación doctoral con becas del CONICET. Actualmente investigo problemáticas vinculadas a las formas de participación política y acciones colectivas de mujeres indígenas en Argentina. Becaria del DAAD (2009-2010) y de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México (2012). Contacto: gomin19@yahoo.com, marianadanielagomez35@gmail.com El texto y las fotos que figuran aquí formaron parte de una exposición que realicé en el Centro Cultural Tierra Violeta durante junio de 2014. Agradezco a todas las personas que me ayudaron en aquel entonces: Salvador Batalla, Noel Puebla, Luis María de la Cruz, Berta Elgandur, APDH Formosa, Silvia Citro, Tierra Violeta, Juan Francisco Moretti. 3- Mediante una investigación participativa con Luis María de la Cruz (hoy FUNGIR) realizaron un relevamiento sobre la toponimia toba en la cual se mapearon más de 100 topónimos que constatan la prexistencia toba en este territorio.
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ENTRE SENDAS Y CAMINOS:
Entre el 2003 y el 2005 trabajé en un proyecto, orientado a fortalecer los derechos territoriales indígenas de comunidades tobas (qom) y wichis, en el oeste formoseño y llevado adelante por una ONG provincial (Fungir). En aquel entonces una de mis tareas era acompañar en sus salidas al monte (viaq) a distintos grupos de mujeres. A partir de 2006 comencé mi investigación doctoral1, centrada en reconstruir y analizar los cambios en la construcción cultural del género femenino desde la década de 1930, momento en el cual los tobas comenzaron a vivir bajo la órbita de una misión anglicana, Misión El Toba. Mariana Daniela Gómez2
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Gómez, M. (2014) [Fotografía]
Antiguamente las mujeres indígenas del Chaco salían regularmente al monte a recolectar leña, agua, tintas para teñir sus tejidos, plantas medicinales y mágicas, algarroba y frutos que maduraban entre los meses de noviembre y diciembre, antes de que caigan las lluvias que apaciguaban el intenso calor de la región.
Desde que los jesuitas arribaron a los bodes del Chaco en el siglo XVII, hasta entrado el siglo XX, hubo quienes vieron en la práctica femenina de recolección – buscar recursos y cargar pesados bultos– un signo de bestialización de las mujeres e interpretaron que las indígenas haciendo este tipo de trabajo eran similares a unas “bestias de carga”. En verdad, se desconocían la importancia que el desarrollo de la fuerza y resistencia física tenía para los
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grupos indígenas del Chaco. Hoy en día, en las comunidades, a todas aquellas mujeres que continúan vinculándose con el monte y sus recursos se las llama “guapas” o uañagae, adjetivo que le hace honor a un tipo de mujer que algunas maduras y ancianas todavía encarnan. Son las que vivieron y conocieron un estilo de vida más vinculado al monte y al río durante sus infancias o juventud, y continúa transmitiéndoles a sus hijas y nietas los saberes necesarios para adentrarse en el monte a recolectar. En la actualidad, en casi todas las comunidades rurales del Chaco centro-occidental (nordeste de Salta y oeste de Formosa) podemos encontrar a algunas de estas mujeres guapas: aquellas que cuando salen al monte cubren sus cabezas con pañuelos
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Gómez, M. (2014) [Fotografía]
Gómez, M. (2014) [Fotografía] Gómez, M. (2014) [Fotografía]
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coloridos, se visten con sus ropas más gastadas para defenderse de las espinas, empuñan sus machetes y llevan grandes bolsas de chaguar que, a su regreso, cargaran en sus frentes y espaldas. Salen acompañadas por sus hijas, nietas y sobrinas. Cuando andan por el monte, si deciden conversar y contar historias, conjugan sus biografías familiares, la necesidad y la sabiduría del “saber buscar” alimentos para sus familias, los acontecimientos personales y la posibilidad, entre temerosa y deseada, del encuentro con la alteridad del mundo que el monte esconde y revela y se lo “sabe andar”.
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Las mujeres caminan por su territorio utilizando una red de sendas y caminos que data de décadas atrás y les permite ubicarse y orientarse. Sendas y caminos representan una toma de posesión humana, y cuando dejan de utilizarse, pueden volverse lugares peligrosos porque los payaks comienzan a morar en ellos. Temidos y respetados, porque pueden ayudar, provocar sustos o enfermar, los payaks son seres no-humanos que, desde los tiempos antiguos, moran en la tierra de abajo (aleua) Sin embargo, a partir del proceso de conversión a la religión anglicana que vivieron los tobas desde 1930 en adelante, los payaks quedaron sincretizados con la figura del diablo. Las guapas dicen no temerles, como sí les sucede a las jóvenes. Tal como me dijo hace mucho tiempo una mujer entrada en sus sesen-
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tas: “Yo ando nomás, meta por el monte, no le tengo miedo a los payaks”. Se cree que en contacto con el monte, los cuerpos de las mujeres se vuelven más fuertes y resistentes, pues aprenden a aguantar el cansancio, el calor, a cargar bultos pesados y a caminar varios kilómetros hasta encontrar los frutos para alimentar a sus hijos y nietos. Como suelen decir algunas de ellas: no quieren que las generaciones más jóvenes pierdan la costumbre ni se olviden de los sabores que el monte puede brindar. Para estas mujeres, salir al monte en su dimensión de necesidad, actitud o hábito, yace el recuerdo del vínculo que sus antiguos (man)tenían con ese espacio: aquí se vivía cuando antiguamente los grupos – antes de que lleguen los misioneros anglicanos-hacían campamentos, en el monte y en el río se buscaban los alimentos que consumían las familias y la preciada algarroba procesada por las mujeres para preparar una cerveza (aloja) que se bebía para celebrar encuentros (niemataq) matrimonios, juegos (como el polké) cantos, danzas y las guerras intertribale. Como la historia del Chaco centro-occidental lo testimonia, las guerras terminaron entre fines del siglo XIX y principios del XX, arribando un tiempo nuevo signado por el arrinconamiento militar y territorial por parte del Estado argentino, el exterminio, las masacres, las en-
fermedades y las misiones religiosas. Sin embargo, en las comunidades del oeste formoseño, el monte sigue siendo un espacio central en la vida de las familias: lugar de caza, recolección, encuentros amorosos, paseos. El monte todavía puede salvar de la necesidad, el hambre, y condensa nostalgias y sentires del antiguo modo de vida. Sendas y caminos, marcas y huellas, seres no humanos y humanos, signos y presencias de un espacio bisagra donde la vida de los antiguos retorna y las memorias se encarnan al paso ligero con el que se suele caminar: diligentes y atentas a lo que se pueda buscar y encontrar, a lo que anuncian los árboles que están por madurar, a los gritos de los pájaros, a las huellas de algún animal… las mujeres guapas recuerdan cómo era la vida en el tiempo del río y la misión, cuando el cauce del río Pilcomayo corría por las aldeas de entonces, décadas atrás…
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Gómez, M. (2014) [Fotografía]
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normas de publicaciÓn
NORMAS DE PUBLICACIÓN Normas para la recepción de originales
//Segundo Los objetivos principales de la Revista son los siguientes: a) Publicar artículos que reflejen la relevancia de las diferentes perspectivas críticas en ciencias sociales para interpretar la realidad de Nuestra América y, por su intermedio, otorgar elementosteóricosalosmovimientossocialesypopularespara la superación de los principales problemas de nuestros países. b) Lograr que la Revista participe en el debate teórico nacional, regional e internacional en cuanto a temáticas relevantes para el estudio de los problemas sociales, políticos, económicos de América Latina; estos debates incluirán también investigaciones de tipo empírico. c) Impulsar la difusión de las investigaciones que se realizan en el Centro de Estudios para el Cambio Social de tal manera que sus investigadores participen en el debate académico con otros autores e instituciones, tanto de la Argentina como del extranjero. //Tercero El contenido de la Revista incorpora las secciones siguientes: • DOSSIER TEMATICO. •ARTÍCULOS ORIGINALES: Se referirán a teoría social, ciencia política, economía política,
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//Primero Debates Urgentes es una revista que pretende fomentar reflexiones y discusiones hacia los espacios académicos como así también de cara a la sociedad en general, en temáticas relacionadas a Nuestra América desde perspectivas críticas dentro de las ciencias sociales. La revista es editada por el Centro de Estudios para el Cambio Social (CECS) y posee un sistema de referato al efecto.
historia argentina y latinoamericana, antropología social, estudios empíricos, metodología de las ciencias sociales, entre otras temáticas relevantes. • SISTEMATIZACIONES DE EXPERIENCIAS. • TESTIMONIOS Y ENTREVISTAS • RESEÑAS DE LIBROS Y CINE. • GALERÍA DE FOTOS E IMÁGENES • INFORMACIÓN //Cuarto La sección de DOSSIER TEMATICO se formará esencialmente con materiales inéditos y, de manera excepcional, aquellos que por su relevancia, y a pesar de haber sido publicados, merezcan ser rescatados parcialmente como publicables.
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//Quinto Los ARTÍCULOS que publique Debates Urgentes deberán ser inéditos y esencialmente producto de investigación con resultados relevantes para el estudio de los problemas sociales de los pueblos de Nuestra América. Los materiales que se publican en esta sección se someterán, sin excepción, al arbitraje anónimo de por lo menos tres especialistas en el tema. Una vez dictaminado y aceptado el artículo para su publicación, se le comunicará al autor y se requerirá confirmación sobre la originalidad del artículo enviado. //Sexto La sección de SISTEMATIZACIONES DE EXPERIENCIAS estará conformada por escritos que surgen del trabajo militante o de investigación en distintos aspectos que forman parte del trabajo cotidiano de organizaciones sociales y de espacios de construcción político-social. // Séptimo La sección RESEÑAS estará conformada por comentarios y aportes de tipo crítico al trabajo reseñado. //Octavo .La sección de GALERÍA DE FOTOS E IMÁGENES
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incluirá material relacionado a procesos históricos o de la coyuntura política de Nuestra América. //Noveno El resultado del proceso de arbitraje podrá ser de tres tipos: a) Positivo, b) Condicionado a modificaciones c) Negativo Un trabajo se publicará siempre y cuando cuente con al menos dos dictámenes positivos. Si se recibe un dictamen condicionado tendrá que ser el mismo dictaminador el que decida nuevamente si dicho trabajo es o no aceptado después de realizadas las correcciones. //Décimo Los originales deberán enviarse a la siguiente dirección de correo electrónico: debatesurgentesrevista@gmail.com.
ASPECTOS ESPECÍFICOS //Primero El autor deberá remitir el texto en formato compatible con los programas estándar de procesamiento de textos (Word o Word Perfect) en tamaño de página A4, fuente Times New Roman de 12 puntos, texto con alineación justificada, con interlineado 1.5.
SECCIÓN
/ EXTENSIÓN MÁXIMA* / EXTENSIÓN MÍNIMA*
* en carácteres con espacio
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//Segundo Los artículos no excederán el número de caracteres que a continuación se señala:
//Tercero En hoja aparte, el autor indicará la sección de la Revista a la que corresponde su texto, su nombre, tal como desea que aparezca en la publicación, incluido el de los coautores si los hubiese, su lugar de adscripción y los datos de teléfono, fax o correo electrónico y, en general, toda aquella información que permita su localización en caso de que se requiriera alguna consulta. //Cuarto Anexo al artículo se enviarán dos resúmenes de no más de150 palabras en castellano y en inglés, cinco palabras clave (castellano- inglés) como máximo que faciliten su inclusión en los índices y bases de datos bibliográficos.
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//Quinto Las gráficas, tablas (o cuadros), figuras, mapas y fotos (si las hubiese) de los trabajos remitidos se presentarán en formato de hoja de cálculo (.xls) por separado junto con los datos relevantes para la construcción de los mismos, irán numerados correlativamente por orden de aparición en el texto, y en éste se indicará el lugar donde se insertarán. Los cuadros y las gráficas habrán de explicarse por sí solos (sin tener que recurrir al texto para su comprensión), indicar las unidades y contener todas las notas y las fuentes completas correspondientes. El título de cuadros y gráficas debe estar separado del mismo (no debe ser parte del cuadro o gráfica). //Sexto Si la colaboración incluye citas textuales, será necesario seguir las siguientes modalidades: a) Si ocupan cinco líneas o menos irán precedidas de dos puntos, entrecomilladas y en el mismo párrafo. b) Si son de mayor extensión se ubicarán en párrafo aparte, con sangrado, sin entrecomillar y a un espacio. Los agregados que hubiera en alguna cita textual deberán ir entre corchetes. //Séptimo Las notas al pie de página irán a espacio y medio, con
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numeración consecutiva, y en caracteres arábigos (en superíndice), sin punto en la llamada.
//Noveno La bibliografía se presentará completa al final del trabajo. Sólo se presentarán Aquila bibliografía efectivamente citada en el texto, siguiendo estos criterios: (a) La referencia completa al final del texto debe tener para libros el siguiente formato: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). Título del libro. Número de edición, año de la edición original (si fuera distinto del año del libro citado), Lugar de la publicación: Editor. ISBN. (b) En el caso de un artículo de una revista, la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del artículo”. Nombre de la Revista, Volumen, Número, páginas correspondientes al artículo. ISSN. (c) En el caso de un artículo de un capítulo de libro, en una compilación de otro autor o autores (compiladores, editores), la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del capítulo”. En Compilador/es, Título del Libro, páginas correspondientes al capítulo. Número de edición del libro, año de la edición original (si fuera distinta del año del texto citado). Lugar de la publicación: Editor. ISBN. (d) En el caso de un capítulo de libro, de un mismo autor la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del capítulo”. En Título del Libro, páginas
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//Octavo La bibliografía debe ser presentada dentro del texto con el nombre del autor y entre paréntesis, indicando la fecha de publicación (Autor, fecha). Si la cita es textual se agregarán las páginas que correspondan (Autor, fecha: páginas). En la bibliografía, al final del trabajo, se dará la referencia completa. Si dos o más obras de un autor se editaron el mismo año, se distinguirán con las letras; a, b, c, etc.
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correspondientes al capítulo. Número de edición del libro, año de la edición original (si fuera distinta del año del texto citado). Lugar de la publicación: Editor. ISBN. (e) En el caso de un manuscrito o texto sin publicar, la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del artículo”. Lugar de Producción. Inédito. (f) En el caso de un artículo presentado o exposición realizada en un Congreso, Conferencia, taller, etc. (sin editar en actas), la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del artículo”. Nombre de la Conferencia. Carácter de la presentación (ponencia, exposición, disertación). Institución organizadora: Lugar de realización de la Conferencia. (g) En el caso de un artículo presentado o exposición realizada en un Congreso, Conferencia, taller, etc. (publicado en actas), la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título del artículo”. Nombre de la Conferencia. Carácter de la publicación (actas, etc.). Institución organizadora: Lugar de realización de la Conferencia. ISSN/ISBN. (h) En el caso de artículos periodísticos, la referencia bibliográfica se presentará de la siguiente forma: Apellido, Iniciales (para cada autor, separados por ;) (año). “Título de artículo”, Nombre del medio (diario, revista, etc.) donde fue publicado, fecha completa de publicación, páginas (de ser posible). Lugar de publicación: Editor. (i) En el caso de referencias de materiales en Internet la referencia bibliográfica, amén del título y autores y otra información disponible según el formato antedicho, incluirá lo siguiente: <www.sitio de internet; fecha de acceso> //Décimo El cumplimiento de estas normas es indispensable. No se publicarán artículos que luego de aceptados, no sean ajustados a estas normas por los autores.
/ 10 / Homenaje a Fidel Por Martín Ogando / 14 / Ofensiva neoliberal y resistencias populares: una contribución al debate colectivo sobre el presente y el futuro de los proyectos emancipatorios en Nuestra América Por José Seoane / 48 / Desenlaces del ciclo progresista Por Claudio Katz / 78 / Reordenando el patio trasero. La ofensiva estadounidense en la nueva época Por Leandro Morgenfeld / 101 / Venezuela: una nueva etapa en la guerra híbrida. Reflexiones luego del 6D Por Lucas Villasenin
/ 127 / Entrevista: A pesar de ustedes. Entrevista a Ricardo Gebrim Por Costanza Aceto / 145 / Reseña de libros: Economía y política en la Argentina kirchnerista Por Ulises Bosia / 154 / Reseña de cine La teta asustada Por Lucia San Miguel y Fernanda Ronconi / 161 / Imágenes para leer Entre sendas y caminos: mujeres qom y su vínculo con el monte en el oeste formoseño Por Mariana Daniela Gómez / 172/ Normas de publicación