Tropo 4 revista literaria Centro Creatividad Literaria Cancun

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Revista del Centro de Creatividad Literaria

año I (nueva época) marzo 2014

Entrevista con Saúl Enríquez • Obra de María Carvajal • Entrevistas con Víctor Manuel Mendiola y Claudia Hernández de Valle-Arizpe • Omar Khayyam y Nezahualcóyotl, poetas de la vida • Julio Cortázar (mínimo homenaje)

Teatro independiente: entre el amor y la necedad



Editorial

C

on la publicación del volumen de cuentos Cada quien su paraíso, de Miguel Meza, inicia formalmente el lanzamiento de la editorial Letramar, tercer proyecto del Centro de Creatividad Literaria. Mediante dicho proyecto se da inicio a la creación de un fondo de publicaciones que atienda, con solvencia y cuidado editorial, la producción creativa de los escritores locales, y ofrezca un sello institucional independiente que los respalde y los aglutine. Letramar no solo se ha planteado como misión el que nuestros escritores se conviertan en referentes de la literatura y la escritura de Cancún, sino que aspira a posicionarlos de manera destacada en el mapa literario y cultural del ámbito caribeño. En este su primer año, el programa editorial de Letramar contempla la publicación de tres libros, y dependiendo del resultado de su esquema de financiamiento buscará atender anualmente a mayor número de autores. Esto permitirá difundir el trabajo creativo de muchos de ellos, que actualmente se encuentra disperso en antologías, perdido en libros de tirajes demasiado pequeños y artesanales o simplemente inédito por falta de recursos, todo lo cual prácticamente los mantiene en el anonimato. La conformación de un fondo de publicaciones como el que pretende el CCL no sería posible sin la asociación con otros proyectos editoriales y sin un esquema de coedición que comparta el costo y financiamiento de publicación con instancias oficiales de la cultura estatal, fundaciones y empresas privadas. Así, el CCL —mediante su oferta de servicios editoriales en corrección, edición de originales y diseño— absorbe parte del costo de producción del libro, dejando el financiamiento de la impresión a cargo de un sistema de patrocinios. Un ejemplo de la viabilidad de esta propuesta es justamente la publicación de Cada quien su paraíso. La edición de este libro —que ha fungido como plan piloto— ha permitido enfrentar dificultades reales y ha posibilitado, asimismo, la creatividad y el empeño de sus impulsores para hallar salidas alternativas pragmáticas y hasta cierto punto exitosas. Concretar una empresa cultural como se pretende en Letramar tampoco sería posible sin un equipo de colaboradores entusiastas y desinteresados. Pero fundamentalmente soñadores y creyentes en que es posible impulsar un proyecto de esta naturaleza si se contribuye con tiempo, trabajo y creatividad, con la certeza de que todo bien cultural puede conjugarse con el bien material en lo individual y en lo colectivo. Desde este foro, Letramar, Fondo de Publicaciones del CCL, invita a los autores en los géneros de novela, cuento, poesía y ensayo literario a presentar su obra a la consideración de nuestro Consejo Editorial, de tal manera que pueda entrar a dictamen, se evalúe el manuscrito propuesto, se le dé seguimiento a su trabajo de corrección y edición y se recomiende su publicación.

¿Y qué es TROPO? El nombre de esta revista es una expresión metafórica que implica varios niveles de sentido. Une dos conceptos y luego los expande. Por un lado, la frase “trompo a la uña” (primer nivel) que es el nombre de la suerte más difícil del juego del trompo: subirse el trompo a la uña mientras este gira veloz es labor solo para expertos. Por extensión (segundo nivel), se aplica a toda aquella empresa que implica una dificultad especial, todo un reto. Por otro lado, la palabra “tropo”, término propio de la retórica, que es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es figurado. Implica cambio de dirección. El uso de tropos es cualidad esencial al lenguaje literario. Al unir el segundo sentido de la primera expresión (realizar una empresa difícil) con el término “tropo” (que aprovecha su semejanza fónica con “trompo”), aparecen los dos sentidos ocultos y crean una nueva realidad: darle vida a una revista literaria en Cancún es por cierto una empresa difícil, todo un desafío, “TROPO a la uña” enfrenta este desafío con gusto.

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Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C.

SUMARIO

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Director Miguel Meza Consejo directivo Marcos Constandse Madrazo (Presidente) Carlos Constandse Madrazo Marcos Constandse Redko Hilario López Garachana Emilio Reynes Portes Gil Consejo editorial Lorena Careaga Patricia Maya Felipe Reyes Ramón Patrón

Marién Espinosa Alejandra Flores Mariel Turrent

Asistencia editorial Lizbeth Peña Arte y diseño Mauricio Cejín Colaboradores de este número Saúl Enríquez Raúl Castro-Lebrija David Anuar Vázquez Karinna Maich Víctor Manuel Mendiola Eugenia Montalván Colón Héctor Hernández O. Claudia Hernández de Valle-Arizpe Svetlana Larrocha Norma Quintana Sinae Dasein Alejandra Gándara Jorge Antonio Villalobos Gabriel Avilés Nohemí Pérez Cruz Felipe Reyes Marién Espinoza Garay Antonio Iñiguez Ma. Ofelia Arruti Agustín Abreu Cornelio Juan Carlos Serrano Víctor Vallado Castellanos Mariel Turrent Luis Armenta Malpica Lorena Careaga Luis David Canul Colaboradores gráficos María Carvajal Josué Fernández Norma García Laura Rojo Jaime Villegas Karen Plascencia Arturo Ríos Agustín Labrada Coordinación de Portafolio Norma Ordieres Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Karinna Maich Sangiacomo Distribución René Alberto Vera Contreras TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Universidad del Caribe. Sm 78, Mza. 1, Lote 1, Fraccionamiento Tabachines, 77528 Cancún, Quintana Roo. Teléfono: 01 998 881 4400. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en tropo a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 042000-032217031500-102.

4 Entrevista con Saúl Enríquez Raúl Castro-Lebrija

8 Teatro independiente en Cancún Raúl Castro-Lebrija

10 Inmigración y soledad, una mirada desde el teatro Miguel Meza

12 Sábanas azules Karinna Maich

14 Entrevista con

Víctor Manuel Mendiola Eugenia Montalván Colón

17 ¿Está la belleza

en los ojos del observador? Héctor Hernández O.

20 Entrevista con

Claudia Hernández Svetlana Larrocha

23 El hijo

Claudia Hernández de Valle-Arizpe

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24 Elvira:

el cocodrilo interior Norma Quintana

26 Muerte en Brindisi Sinae Dasein

29 Sueño cuasiérotico Alejandra Gándara

30 Vals triste Jorge Antonio Villalobos

32 Entrevista con

María Carvajal Miguel Meza

34 Si los muelles hablasen Gabriel Avilés

35 Volver, volver Nohemí Pérez Cruz

36 Nezahualcóyotl

y Omar Khayyam, poetas de la vida Felipe Reyes

38 Como saber

no puedes del mañana… Ommar Khayyam

39 Tres poemas Nezahualcóyotl

40 El bar y la nada

Marién Espinoza Garay

43 Fuga (parte VI) Antonio Íñiguez María Carvajal Personajes Óleo sobre tela 60 cm x 50 cm

PAPIROS

44 El club de los optimistas incorregibles Ma. Ofelia Arruti

46 Muerte y vida de Catulo entre nosotros Agustín Abreu Cornelio

48 Retrato de una vida heroica Juan Carlos Serrano

51 El valor de las reformas Marcos Constandse

TERTULIAS 52 El verdadero Cortázar Miguel Meza

Consulte la revista electrónica en: http://www.issuu.com/tropoalauna

del Perseguidor Víctor Vallado Castellanos

56 Testigos

Mariel Turrent Eggleton

58 Nos vemos en Palizada Luis Armenta Malpica

59 Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga

PORTAFOLIO 60 Josué Fernández (Jos)

P.36

P.14

Correo: tropoalauna@gmail.com Centro de Creatividad Literaria – CCL

54 Tras las huellas

P.20


La mayoría tenemos las mismas ausencias Raúl Castro-Lebrija Este 2014, Saúl Enríquez cumplirá diez años como director y dramaturgo. Esa década de trabajo lo ubica no solo como el más importante hombre de teatro de todo Quintana Roo sino como una de las más importantes y sólidas promesas de la dramaturgia mexicana. Ahora, en entrevista, habla sobre su trayectoria y su nueva faceta como formador de talentos al amparo del CCL.

E Entrevista con

Saúl Enríquez 8

l estresante y helado cierre de 2013 terminó por congelar los últimos restos de mi creatividad. Así pues, entrada la madrugada y con un insomnio a prueba de balas, hice lo que mejor hago cuando no tengo la menor idea de cómo resolver un texto: mando todo a volar y me dejo llevar por los encantos del omnipresente Facebook. Entonces me encontré con un post escrito, el pasado 6 de enero, por el actor, director y dramaturgo, Saúl Enríquez: Hace 8 años, después de una crisis económica en el D. F. llegué a esta ciudad que no conocía: Cancún. 5 de enero a las 5:30, bajé de un ADO con dos maletas y una mochila. Una maleta con ropa, otra pesadísima llena de libros. En la mochila, una Laptop por pagar y 432 pesos en la cartera; lo recuerdo porque los conté antes de descender del autobús. Me recibió una querida amiga y su esposo; ellos ya no viven en esta ciudad. Me dieron un paseo por Zona Hotelera y me hablaron honestamente de Cancún: “En esta ciudad hace falta gente como tú, pero también probablemente no te necesite”. Hoy tengo a mi lado gente muy valiosa, amigos entrañables y personas extraordinarias que seguramente conoceré este año. Una mujer y una pequeña que son mi motor... y un montón de proyectos en la cabeza. Hoy, pues, déjenme agradecer a este mar azul turquesa que tanto me ha dado y contar con la bendición que es tener a mis amigos caribeños. ¿En qué estabas pensando? • Laura Rojo

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Graves pero estables • Jos Rodríguez

Graves pero estables • Karen Plascencia

¿En qué estabas pensando? • Laura Rojo

¿En qué estabas pensando? • Arturo Ríos

Él jamás lo va a decir, porque no es su costumbre presumir sus logros —de hecho le cuesta trabajo hablar de ellos— y porque prefiere que sea su trabajo el que hable en su lugar, pero hubo algo que no mencionó en aquella reflexión: también se convirtió no solo en el mejor director y dramaturgo de Cancún y de Quintana Roo, sino en uno de los más importantes exponentes del arte escénico del país. Y los hechos —los mismos que apenas comenta durante la entrevista— lo respaldan. Ha participado en más de 30 obras de teatro y sus puestas en escena lo han llevado a algunos de los más importantes festivales de México, España e Inglaterra. Sus obras de teatro, todas escritas dentro de la categoría de “joven escritor”, ya han sido traducidas al francés, inglés, ruso y búlgaro. Incluso a finales de 2013, en la última función de su pieza ¿En qué estabas pensando? —proyecto en el que dirigió a jóvenes actores recién egresados de la universidad— cerca de 200 personas se quedaron haciendo fila porque el improvisado salón de exhibiciones de un hotel del centro de la ciudad resultó claramente insuficiente para dar cabida al público asistente. Unas semanas antes de que publicara aquel post, durante nuestra entrevista formal y frente a los alumnos del curso de Periodismo y Difusión del Centro de Creatividad Literaria (CCL), le pregunté cómo inició todo. Habló entonces de Los mochados, obra para niños “pero de humor negro” —me advirtió, como si yo no supiera que casi todas sus piezas echan mano de ese recurso— donde la mano izquierda de un pintor se aburre de su condición y se separa del cuerpo. Entonces conoce a otros órganos igualmente mutilados, lo que la lleva a valorar su condición integral. La obra resultó finalista en un concurso del Centro Cultural Helénico de la Ciudad de México, junto con otros 24 proyectos. Fue por aquellos años, por cierto, “cuando me tuve que venir a Cancún por una crisis económica personal”.

Teatro. Merlot es una uva diseñada para madurar rápidamente y producir vino. Entonces, Nunca Merlot significa no hacer teatro solo por hacerlo, sino dejar madurar los proyectos. Vinieron mis primeras obras: Corazón, desazón, Poema para tres y Esprinbreiquer. Me empezaron a invitar a festivales nacionales y fuimos llamados a festivales internacionales como IBERESCENA.

aceptar el juego que uno le proponga. No es como el cine o la televisión donde nos dan las cosas literales. Si le digo al público, por ejemplo, “yo soy un perro” la gente va a participar imaginándome como perro, precisamente.

ríquez imparte un curso de dramaturgia como parte de la oferta del CCL. Mientras tomo asiento, el profesor les reclama, de forma enérgica pero paternal, a sus alumnos: —¡Es que no quiero que escriban como yo! ¡Quiero que tengan sus propias propuestas! Esa simple escena me habla, precisamente, de su gusto por la formación y el trabajo con los jóvenes. En adición al éxito de ¿En qué estabas pensando?, su faceta de maestro nos habla de un futuro promisorio para el teatro cancunense. De ahí saldrán más dramaturgos; “habrá réplicas”. —Te vi, no dando una clase, sino compartiendo tus secretos en este oficio y eso no lo hace cualquiera. ¿Cómo estás viviendo esta faceta de maestro? —¡Es algo muy enriquecedor! En México, a veces tenemos miedo a compartir la información. Pensamos: si hacer esto me costó trabajo, ¿por qué te lo voy a compartir? ¿Por qué te la voy a poner fácil? Pero, de lo que no nos damos cuenta es que, cuando actuamos así, atrasamos todo. Cuando somos egoístas y no compartimos la información, no generamos un movimiento; no hay réplicas de nuestro trabajo. Algo que me enseñaron en Inglaterra es que, lo que tú escribas, nadie más lo va a escribir porque esa propuesta va a pasar por un bagaje y una experiencia personal. ¡Eso te da autoridad al momento de crear! Además uno tiene la obligación de dar. Tú recibes algo, lo transformas y lo enriqueces. Yo espero que más adelante algo de lo que he dado me regrese, me sorprenda, y eso también me va a enriquecer. Tropo

—Sin embargo, fue aquí donde se detonó tu creatividad. Tu teatro es netamente cancunense. ¿Qué encontraste en esta ciudad que te permitió explotar en términos creativos? —Aquí encontré tranquilidad. Encontré calidad de vida en el sentido de tener tiempo para mí. Terminaba mi trabajo a las tres de la tarde y ya no tenía nada que hacer. Fundamos Nunca Merlot

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El Facebook me habla de la intimidad del dramaturgo. El pasado 30 de diciembre Saúl Enríquez escribió: Momentos fugaces de felicidad, trato de escribir una obra en la cocina de mi madre… Entran corriendo mis sobrinos y Romina —su pequeña hija— a la cocina, toman agua rápidamente y escapan. Romina, tratando de alcanzar sus pasos, y mi madre en el comedor tratando de convencer a mi mujer de tener otro hijo lo más pronto posible. Y el primer día de este 2014: Me levanto a las seis de la mañana. Volteo a ver a mis amores dormir plácidamente. Pongo a calentar el ponche que hizo mi madre. Me siento a escribir, en la casa que crecí. Feliz año nuevo. Precisamente uno de los rasgos más representativos del teatro de Saúl Enríquez es la mezcla de complejidad y sencillez en sus historias y personajes. Todos tienen defectos y virtudes, uno genera empatía con ellos en la medida que develan sus conflictos. —¿Cómo vas construyendo, delineando, tus personajes? —Yo parto de una premisa: lo que a mí me duele, seguro te va a doler a ti; no somos tan únicos o diferentes. La mayoría nos sentimos igual y tenemos las mismas ausencias. Entonces, ataco desde lo que a mí me preocupa. Luego viene la parte más complicada, descubrir de qué quiero hablar realmente. Si descubro que quiero hablar de la culpa, por ejemplo, me creo un monstruo a través de la culpa. El viaje del personaje va a ser, entonces, que abandone la culpa o que esa culpa lo lleve a su destrucción. —¿Y tu planteamiento escénico? En Esprinbreiquer los propios actores juegan con una escenografía que nadie ve pero todos la ven. En Graves pero estables la escenografía cambia escena a escena porque está hecha con video. —Ahí tengo que ubicarme como director. La dirección es pensar en imágenes, es ver qué herramientas tengo para contar una historia. El teatro tiene algo a su favor: el público siempre va a

El 4 de diciembre, Saúl escribió: Desde que salí de la carrera, comencé a dar clases de teatro a grupos escolarizados. Desde primaria hasta universidad, con el tiempo he desarrollado metodologías con objetivos muy precisos, y aspectos a desarrollar en cada uno de ellos... después de meter muchas veces la pata (créanme). Siempre y por encima de cualquier cosa, espero que tengan una experiencia divertida y enriquecedora, que en el peor de los casos los alumnos salgan diciendo: “eso del teatro está padre”. Hoy cerré el primer semestre con un grupo de 2º de Secundaria. Al principio del curso les pido que den una definición de lo que es para ellos el teatro. Las definiciones son muy variadas, desde “el lugar donde se actúa” hasta “lo que hacen los que no llegan a hacer tele”... Pero hoy, después de haber vivido un curso, hubo varias que me encantaron, sobre todo viniendo de chicos de 13 años. Les comparto algunas de ellas: Para mí el teatro es el único lugar que no tiene fronteras. Un juego donde necesitas dar todo; si no, no tiene sentido. Por último, y que me dejó pensando mucho: Un arte en el que, si te quedas en tu zona de confort, pierdes una oportunidad... pero cuando haces lo contrario: creces. Discreto y sin llamar la atención, me cuelo en el salón donde En-

Saúl Enríquez (Cardel, Veracruz, 1979). Egresado de la ANDA. Actor, director, dramaturgo. Comienza su carrera como actor en el D. F. donde participa en más de 30 obras. Debuta como escritor y director en 2004 con Los mochados. En el 2006 se muda a Cancún, funda “Nunca Merlot Teatro”. Escribe y dirige la Trilogía de la soledad y con estas obras gana la IV y V Muestra Estatal de Quintana Roo, además es seleccionado para varios festivales nacionales e internacionales entre los que destacan: XXX y XXXII Muestra Nacional de teatro, IX Muestra Internacional de la Dramaturgia, VIII Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia e IBERESCENA. Entre sus obras más representadas se encuentran: Pato schnauzer, Corazón, desazón, Esprinbreiquer, Intríngulis, Graves pero estables y Poema para tres (esta última tuvo una exitosa temporada en París, nombrada Autopsie de´l amour). Ha impartido talleres de dramaturgia y dirección en varios estados. Ha obtenido en dos ocasiones la beca estatal PECDA, fue finalista de la Royal Court Theatre de Londres, es ganador de la beca FONCA para una residencia en Nueva York y obtuvo Mención de Honor en el Premio Nacional de Dramaturgia 2013. Sus obras han sido traducidas al francés, inglés, ruso y búlgaro. Tropo

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Teatro independiente en Cancún

Entre el amor y la necedad ¿Mamá? ¿Papá? Creo que el Ádvil no sirve porque ya me volví a embarazar. Carola Lentas pero seguras

Raúl Castro-Lebrija Hacer teatro independiente en Cancún es una lucha donde se tienen todos los factores en contra. Aun así, actores, directores y productores reconocen que aman los escenarios y difícilmente podrían dedicarse a otra cosa.

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a entrevista quedó concertada para un sábado a las 19:30 horas. Patricia Madero —actriz, bailarina, directora y productora— me recibe amablemente y me conduce al lugar más íntimo para todo trabajador de los escenarios. Sobre una mesa de plástico hay miles de tubos labiales, maquillajes, sombras, cepillos, espejos. Colgados en improvisados armarios, una cantidad similar de vestuarios y sombreros de ésta y otras producciones. En el camerino, en absoluta concentración —y también en sillas de plástico—, se encuentran Bertha Ruiz (Carola) y Titah Migoya (Sole), quienes junto a la propia Patricia (Cova) conforman el elenco de la obra Lentas pero seguras; sin duda alguna, el más claro ejemplo de lo que es el teatro independiente de Cancún. La actriz Cecilia Suárez alguna vez declaró que hacer cine en México era un acto que se debatía entre el amor y necedad. Algo similar podría decirse del rey de los espectáculos en el principal destino turístico de nuestro país. De entrada, los productores deben enfrentarse a la falta de infraestructura de la ciudad. El único foro con las condiciones necesarias para albergar esta clase de espectáculos es el Teatro de Cancún, pero rentar el espacio resulta muy costoso, particularmente para actores que deben buscar diversos empleos como medio de subsistencia. El Auditorio de la Casa de la Cultura, del gobierno estatal, ha cambiado sus condiciones de contratación, lo que representa mayores costos para los productores. El Teatro 8 de Octu-

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bre, del gobierno municipal, está en reconstrucción. Así pues, el único foro para el teatro independiente en la ciudad—junto con el showroom del hotel B2B que logró adaptar Saúl Enríquez para su pieza ¿En qué estabas pensando?— es el pequeño Teatro Xbalamqué, en el hotel del mismo nombre ubicado en la Av. Yaxchilán, en el Centro de la ciudad. “Es un teatro que funciona prácticamente todo el año. Solamente tres fines de semana no hay función”, explica Patricia. Dejar este foro implicaría una serie de complicaciones para la producción, pues su tamaño permite una poca inversión en iluminación, sonido, escenografía o telones. Crecer o buscar un escenario más grande implica costos que no se pueden solventar. Luego viene el problema de la difusión. A la prensa local no le interesan o no le reditúan los espacios para la cultura y los espectáculos locales. De hecho, en muchas ocasiones cobran las entrevistas con los actores como si se tratara de espacios comerciales y la opción de comprar anuncios está totalmente cerrada dada la estrechez presupuestal. Estaciones como Caribe FM y Radio Cultural Ayuntamiento, al ser gubernamentales, rompen con el esquema y apoyan estos esfuerzos transmitiendo spots gratuitos a lo largo de su programación; prácticamente es la única forma de que el público se entere de la oferta teatral. Algo muy diferente sucede con las obras que vienen de la Ciudad de México, todas con actores con participación televisiva. La prensa local dedica mejores espacios y, en términos generales, las cataloga como espectáculos de mayor calidad… aunque no siempre lo sean.

“Entonces quedas a expensas de la publicidad que se hace de boca a boca, al trabajo que se hace en las redes sociales y a los medios que te permiten ir a entrevistas sin que te las cobren”, continúa Madero. Esa poca difusión ha provocado que gran parte de la población considere que en Cancún no hay nada qué hacer o, peor aún, que no hay cultura. Y como si no fuera suficiente, el teatro debe enfrentar la competencia de otros espectáculos. Una buena película, la llegada de un circo o un concierto de algún artista famoso significan una disminución del público asistente. Pero, a pesar de todo lo anterior, Lentas pero seguras se ha mantenido ocho meses en escena lo que la convierte en la obra de teatro independiente con mayor permanencia, en la actualidad, en todo Cancún. Estuve presente la noche del estreno con un lleno total y, esta segunda ocasión que la veo, el pequeño foro se encuentra a un 80 por ciento de su capacidad. “Nosotros —detalla Patricia, quien además de actuar, dirige la puesta en escena— no podemos cobrar al público el boleto completo, como sí lo hace el Teatro de Cancún, sino solamente una cuota de recuperación. Si cobras más caro, entonces sí te la juegas a que no venga la gente”. “Si cobráramos lo que vale este trabajo, entonces sí nadie vendría”, añade Bertha Ruiz. Y aunque las compañías teatrales no obtienen lo suficiente para vivir de su trabajo, todavía se atreven a compartir los pocos recursos que llegan: de la función a la que asisto, la mitad de lo recaudado en taquilla será donado para construir los baños para el público del Teatro Xbalamqué. Yo observo a las tres actrices a través del espejo. A cada una la alumbra un foco de 100 watts —salvo a Patricia, que no tiene foco en su lugar—. Entonces pregunto:

—Con tantos factores en contra, ¿cómo han logrado mantener la obra tanto meses en escena? —¡Con mucho amor! —responde inmediatamente Madero—. Tenemos confianza en que nuestro producto es de calidad y que el público debe apreciarlo. —La obra ha tenido buena aceptación. Ha costado mucho trabajo generar en el público el hábito de venir al teatro. Ha sido una labor de educar a la gente para que entiendan que pueden venir, que aquí hay un teatro donde puede apreciar obras muy variadas —añade Bertha Ruiz. Las condiciones difíciles tampoco limitan los sueños. Patricia Madero explica que 2014 es un año lleno de proyectos para la pequeña compañía teatral: además de buscar nuevos foros para presentar la pieza en Cancún, existe la posibilidad de llevarla a Playa del Carmen, Cozumel, Chetumal y Mérida. Hay talento y mucho potencial, pues. Quedan 15 minutos para salir a escena, de un momento a otro desaparecieron los maquillajes y las tres actrices ya llevan puestas las pelucas características de sus personajes. Solo falta que se pongan sus vestuarios; es decir, ya solo estorbo yo, así que tomo mi lugar como uno más entre el público asistente. T ropo Raúl Castro-Lebrija (1974, Veracruz). Licenciado en Periodismo. Tiene una maestría en Administración por la Escuela de Estudios Universitarios del Real Madrid, España. Premio Nacional de Periodismo Juvenil 1993. Inició su carrera periodística en 1994 en El Heraldo de México y ha trabajado en Televisa, Televisa Radio, El Economista, Quehacer Político, Expansión y Milenio Diario. Vive en Cancún desde 2009, donde ha sido subdirector de Luces del Siglo, coordinador de difusión del Instituto de la Cultura y las Artes del Municipio de Benito Juárez y uno de los fundadores de la compañía de servicios editoriales Barracuda7.

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l a t i n t a t e n t a

l a t i n t a t e n t a

Inmigración y soledad, una mirada desde el teatro

Cadenas. Agustín Labrada

Miguel Meza Estación Sureste (teatro) Óscar Reyes Secretaría de Cultura 2008

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ompuesto por tres piezas teatrales cortas —Inmigrantes, Isla Mujeres y Sonidos de viento nuevo—, el libro de Óscar Reyes, Estación Sureste, es la dramatización casi tópica de los dilemas que enfrentan quienes han elegido vivir en el Cancún actual. Ilustra, asimismo, el tipo de decisiones y renuncias vitales a que se ven obligados quienes desean sobrevivir en una ciudad no solo “superficial y llena de contrastes” sino también hostil bajo su leyenda de riqueza y seducción. Estructuradas casi todas bajo el precep-

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to clásico de unidad de acción, tiempo y lugar (con acotaciones escénicas interesantes que deberán ser puestas a prueba en una representación), las piezas de Reyes presentan situaciones de diversa gradación dramática que atacan desde varios frentes la problemática de la inmigración (sueño-esperanza-desilusión-huida) como si fuera una ecuación ineludible cuyo resultado arroja en todo caso un principio de incertidumbre, raras veces la felicidad, siempre la resignación: “Uno siempre se acostumbra a lo irremediable. Pero dejar tu ciudad es como sufrir una amputación, es como una mudanza en la que no llegan todas las cosas que embarcaste al inicio del viaje, algo de pronto se queda allá y po´s ya no sabes cómo recuperarlo… o dejarlo partir, por lo menos.” (Inmigrantes, p. 24) La caracterización de personajes en Es-

tación Sureste alcanza a veces logros notables (especialmente en las dos primeras piezas), sobre todo, cuando los sujetos de la acción se erigen como símbolos de la temática abordada y concentran tics conductuales propios de los grupos y clases sociales que cohabitan en distintos ámbitos de nuestra ciudad. Por ejemplo, el ex político y empresario, cínico y corrupto (de Inmigrantes), y la mujer pragmática y exitosa (de Isla Mujeres), que han sobrevivido a costa de la ambición y la explotación de los otros (si bien en el caso de la mujer hay un gesto final que la redime). O la joven bartender, personaje independiente y arrojado, que vive la vida entre el optimismo ligero y la irresponsabilidad gozosa, si bien marcada por la impronta de soledad que define a la mayoría: “La vida se toma con unas gotas de valor y de entusiasmo — dice—, mucha pero mucha fe y un caba-

llito desbocado de alegría. La muerte no es agonía, es un paso para afrontar una nueva forma de vida.” O los nativos de la zona: un joven de origen maya, trabajador en un parque temático, y una adolescente nacida en Isla Mujeres, que viven una especie de enajenación cultural: el primero sintiéndose extraño en su propia región (“No logro acomodarme, ni aquí ni en mi propia casa; ahí donde están mis tradiciones igualmente me siento ajeno, un desconocido.”); la segunda, renunciando a su pretendida misión (según la abuela bruja, como portadora de la “ofrenda de su raza y la palabra del espíritu”) en pos de una independencia incierta pero que enarbola visos de libertad. Vale anotar aquí un apunte referido a los diálogos, que afecta la caracterización mencionada antes. Como columna vertebral del teatro escrito —aunque éste se haya pensado para ser representado y, por tanto, para ser adaptado a condiciones escénicas, actorales y de dirección— algunos diálogos resultan en la lectura poco naturales, inestables a veces en el difícil equilibrio entre lo que se sugiere

para entender un conflicto interior y lo que se explica para conocer un contexto. Hay que justipreciar, sin embargo, que esto no atañe a todos los interlocutores ni define el nivel de todos los parlamentos, por lo cual podemos afirmar que, en general, este valor fluye eficientemente. El título del libro, Estación Sureste, no solo alude a la región en donde la acción se desarrolla, específicamente Cancún. Se refiere, asimismo, a ese punto de llegada de un largo viaje (quizá definitivo), o el regreso al punto de origen, cuando la ciudad expulsa a sus recién llegados debido a los fenómenos naturales o sociales (como el caso de la pareja de Sonidos de viento nuevo). O implica esa parada temporal, de paso, antes de continuar camino hacia otros derroteros, hacia el sur, dice la turista solitaria de Inmigrantes: “La soledad es un paso, un camino que se abre y que te llevará un poco más hacia el sur; si no, será necesario fundar un nuevo mundo, una nueva forma de vida.” En suma, si bien los conflictos internos y externos presentados en estas obras cortas no ofrecen una gran intensidad dramática (a excepción quizá de Isla Mujeres, la

mejor pieza del libro), todos resuelven su nudo con un movimiento crucial en los sujetos de la acción que define el tipo de migración correspondiente: el joven que decide traer a su familia a pesar de sus precaria forma de vida y quizá engañado por la experiencia lúdica vivida en el bar; la joven isleña que renuncia a su sueño de inocencia para sumirse en la vorágine devoradora de la urbe cancunense que la espera; la pareja que decide regresar a su lugar de origen, desengañada por la realidad huracanada que destruye su ilusión de paraíso fácil y publicitario. Habrá que esperar a ver una posible puesta en escena de estas interesantes piezas cortas para establecer una valoración definitiva, pues en el libreto —o sea, en el libro en sí— se ha apostado a la creación de atmósferas a partir de recursos escenográficos señalados en las acotaciones, lo que sin duda potenciará el valor de este trabajo. Con Estación Sureste, Óscar Reyes (Veracruz, 1966) fue uno de los ganadores del Primer Concurso de Publicación de Libros Juan Domingo Argüelles convocado por el Programa de Estímulos a la Creación Artística en 2007. En el ámbito académico se ha desempeñado como profesor investigador del Departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe. Y como artista se ha interesado acuciosamente por el fenómeno del arte multimedia en video y fotografía. Su poemario Costa urbana (publicado en 2011) continúa la preocupación temática de sus piezas cortas alrededor del fenómeno social de la inmigración en Cancún y el choque cultural que esto representa. Tropo

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d e v e z e n c u e n t o

d e v e z e n c u e n t o

El abrazo, Egon Schiele.

Sábanas azules Karinna Maich ¿Tienes con qué cuidarte?” El leve asentimiento del hombre despertó cierta inquietud que su intuición, acallada por la pasión de las caricias, solo alcanzó a percibir como un lejano cascabel atado al cuello de un tigre. Seguro que debía tener con qué cuidarse: era soltero y guapo, vivía solo... decenas de mujeres pasarían por sus sábanas. Eso no importaba, ahora estaba ella. A no ser que no quisiera cuidarse... Eso lo complicaría todo. Acceder a una invitación a cenar estaba clasificado en su escala como una osadía. Sostener la mirada, aun en medio de una charla sosa sobre el clima, fue comenzar a poner las losas de un camino que terminó, un mes después, sobre esas sábanas azules. Pero no protegerse era inadmisible. Y ella quería admitir al hombre en ese momento, permitirle que la abrazara de manera obscena, aceptar sus besos profundos, acceder a sus caprichos de macho joven. Llegó allí siguiendo un impulso que hacía años no sentía... que tenía vedado sentir. Catorce años de matrimonio, dos hijos, dos

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perros, un trabajo estimulante aunque no bien remunerado eran los ladrillos con los que, hasta ese momento, había construido una muralla protectora para dejar que la inercia comandara su vida, para no saltar la barrera y echarse al ruedo de las emociones pasajeras, de la seducción prohibida, de la piel ajena. Pero incluso las barreras más fuertes tienen sus grietas. Y esta grieta se llamó edad. No estaba segura si era su propia edad la que le pesaba, esas “cuatro décadas” que mencionaba aquel poeta popular… Esa canción le había causado risa. Incluso la había coreado, despreocupada, en alguna fiesta, siguiendo las vacilantes voces de sus amigas. No fue hasta el día en que se descubrió sollozando con la canción como telón de fondo, con la plena convicción de que mucha vitalidad le faltaba a sus años, cuando percibió el peso de la expresión: cuatro décadas… cuatro toneladas… cuatro mil kilómetros. La conciencia de que era menos lo que faltaba por recorrer que lo ya recorrido, literalmente le quitaba la respiración: la ahogaba. Se sentía muerta por dentro.

El hombre que ahora estaba con ella acariciaba sus piernas, las abría lentamente mientras subía sus manos. Estas caricias también le quitaban la respiración, pero la hacían sentirse viva. No se tomó la molestia de desvestirla: con urgencia le subió la falda hasta dejar sus muslos al descubierto. Y aunque ella se había sentido avergonzada de su cuerpo —algo entrado en carnes, lo definiría— las pláticas con el muchacho se habían encargado de llenarla de confianza en sí misma. Se sabía deseada, soñada por ese hombre joven que se fue atreviendo a saludarla más efusivamente cada vez que la veía. En toda ocasión, el beso en la mejilla iba acompañado por una palmada en la espalda que fue adquiriendo calidez y extensión, y perdiendo velocidad. Un saludo casual en las redes sociales, un comentario sobre temas de actualidad comenzaron a tomar un matiz que la matrona no se atrevió a interpretar hasta el día en que la invitó a comer quesadillas. Y tampoco ese día: las quesadillas no podían ser el preámbulo de nada relacionado con el amor ni con el deseo. Las quesadillas son neutrales. Pero resultó que las quesadillas también pueden ser celestinas, y los chilaquiles y el café. Y las conversaciones revueltas con dos cucharaditas de azúcar se habían tornado en largos monólogos, preludios donde el hombre enunciaba sus ensoñaciones con ese cuerpo maduro que ahora estaba entre sus brazos, y anticipaban los ardores que ahora ella experimentaba. La acarició sobre el calzón, pasó los dedos sobre el triángulo de tela, lo deslizó de lado, en un juego donde él llamaba y ella fluía. Un largo juego de ida y vuelta en el que la mujer volvió a tener veinticinco años. Con los ojos cerrados y la culpa atisbando por una rendija, no pudo evitar recordar los primeros encuentros con su esposo, tiempo ha, en los que la seducción de ambos había aflorado, crecido, desbordado. Quizá no era su edad sido la de su matrimonio; pero la cotidianidad había envuelto con un gélido manto todo atisbo de sensualidad, de ternura. La camaradería se había abierto paso entre esos dos seres que pagaban cuentas, cuidaban hijos, trabajaban, y se había asentado como una vieja y agria prefecta. Prefirió abrir los ojos y encontrar la mirada del joven entre sus piernas, mirándola, a tres palmos de su boca. Entrevió una sonrisa lasciva en el rostro sin arrugas, ocupado en procurarle placer. Y dejó de verla cuando el rostro se hundió en ella, y la mujer se perdió en una sensación líquida otra vez. El joven continuaba con sus caricias, su lengua ávida, sus estímulos, mientras murmuraba lo que, en medio del placer, ella reconocería como las descripciones lúbricas que días anteriores él había hecho, y que ahora parecía seguir como un instructivo. Él permanecía allá abajo, inalcanzable para ella, pero tan cerca… Y no parecía haber apremio alguno para subírsele, montarse sobre su cuerpo, penetrarla como se debe, como hacía mucho tiempo ella ansiaba. Y quizá no eran sus años ni los de su matrimonio, sino los de su marido. Con su esposo, la relación se había vuelto sin sorpresas, laxa; no podría afirmar si por el hecho de que en los últimos tiempos este había priorizado lo laboral

sobre todos los ámbitos de la vida doméstica o si otras blanduras propias de su edad habían hecho que el hombre de su vida se dedicara más al trabajo. La realidad es que las relaciones maritales no funcionaban. Al borde de la cama, ella quedaba suspirante mientras su esposo dormía. La lengua masculina hurgaba, lamía, subía por su ombligo mientras los dedos continuaban la labor, empapados dentro del cuerpo de la mujer que, por un momento, no era madre, no era amiga ni era empleada ni ciudadana ni vecina: era una mujer sobre una cama con un hombre que le susurraba al oído lúbricos adjetivos, que la volvía a poner al borde del orgasmo, que pronto entraría en ella con dureza, con toda la fuerza de su cuerpo joven. Aunque a ella no era el cuerpo lo que le atraía: eran sus abrazos, sus besos robados, sus promesas de voluptuosos encuentros. No obstante, ahora sería su turno de acariciar sin recato ese cuerpo excesivamente delgado, casi sin formas; sería su momento de tocarlo, palparlo hasta aprenderlo de memoria; de tomar con sus manos las firmezas prometidas y encerrar en su puño la llave del goce que abriría dentro suyo el manantial de placer. Recostada, bajó sus manos por la espalda del joven. Le sonrió ya sin miedo, sin reserva. Cuando alcanzó la cintura, él sonrió y ella volvió a sentir el cascabel de su intuición tintinear; pero siguió con su mano por el vientre velludo, convencida de que el salto al vacío que estaba a punto de dar bien valdría la pena, tantas noches de ganas contenidas tendrían su compensación en aquellos brazos. Deslizó la punta de sus dedos, lentamente, anticipando texturas y volúmenes, hasta que su mano topó con un pequeño capullo tierno, inconsistente. Buscó el rostro mancebo y solo encontró la sonrisa enigmática, la mirada impenetrable, augurio de lo que sería el resto de la noche. Estaba bajo el hombre de goces prometidos, sintiendo cómo él sacudía sus estrechas caderas en una vana imitación de los movimientos del amor. Enmudecida, comprendió que la osada incursión a las tierras prometidas había sido en vano. El valiente salto sobre la barrera de la cotidianidad no sería recompensado por ninguna miel. Conmovida, desde sus rescoldos de mujer en llamas, tendió un puente de agradecimiento. Entonces, acomodó la almohada, lo recostó sobre la espalda, posó su mano sobre la cápsula inerte entre las piernas masculinas, a ella se dirigió, y empezó a lamer como lamen las vacas a los jóvenes terneros. Tropo

Karinna Maich S. (Uruguay, 1969) Egresada en calidad de actriz de la EMAD (Montevideo). Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el género Literatura (2001). Es autora del libro de minificciones Agujas y alfileres (aún sin publicar). Actualmente, es profesora en la secundaria y preparatoria del Ecab y, desde 2003, imparte clases en la Universidad del Caribe. Correo-e: karinnam@hotmail.com

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Entrevista con Víctor Manuel Mendiola

Los intestinos son parte de

la experiencia del amor

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Eugenia Montalván Colón

éxico, D. F., 24 de enero de 2014. A la hora en punto, en la puerta de un edificio que mira hacia una plaza con forma de plato, me topo con el poeta que conocí el verano pasado: Víctor Manuel Mendiola. No lo había vuelto a ver desde entonces. Por la hora, lo primero que me pregunto, sin abrir la boca, es: ¿ya comió? Yo vengo de una sopa de zanahoria, un pan con tomate y una copa de vino. Avanza con pasos grandes hacia una taza de café (con leche). Ya comió, intuyo. Lo sigo. Es un tipo culto, conversador y, ¿cómo se dice cuando alguien no tiene pelos en la lengua? Así. Ya sentados, me mira con cara de “¿para qué soy bueno?”. Le digo que me sorprendió mucho haberlo conocido declamando a los poetas clásicos mexicanos en la Plaza de Armas de Durango. Obvio, lo que hace no se puede llamar declamación; iba apurado a una cena echando versos a diestra y siniestra al caminar. Por eso, para romper el hielo, le pregunto: —¿Cómo se llama lo que tú haces? —Digo los poemas, los platico como frases de una conversación. La declamación —explica con gesticulación cuidada— es un gesto teatral, exterior, y la poesía prefiere un lenguaje interior, sincero, y a veces conversado. Incluso los poemas épicos también deben ser dichos en un discurso interior en el terreno, en la voz de la poesía moderna; de hecho, ese tono lo descubrió en una forma absolutamente plena Ramón López Velarde en su poema “La suave Patria”, y lo llamó épica sordina. —¿Él también decía su poesía? —Supongo que aborrecía el tono altisonante, oratorio, de retórica de salón o auditorio. Todos los poetas verdaderos odian ese tono. Víctor Manuel Mendiola, invitado especial del Encuentro Internacional de Escritores “José Revueltas” (Durango, julio de 2013), dijo su poema “Vuelo 294”: al micrófono cuando le tocó el turno.

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Seis meses después, copio un fragmento de él recurriendo al libro Papel revolución y otros poemas (Ediciones del Ermitaño, 2012. Colección La Furia del Pez, dirigida por Víctor Roura). En el avión pensé: la altura viaja en ella misma cuando nos subimos en su escalera azul y percibimos con la salud del vuelo la ventaja de estar arriba, comprendiendo el alto material del oxígeno y la nube entre las alas con la luz que sube sin ser notada. Entonces dije: exalto esta salud por el avión vendida, espiral que revienta, viento duro, le doy mis pies y que ella me levante, le doy mi lengua y que ella me despida sobre el azul tan alto de su muro y en la frondosa lentitud vibrante. —No todos los poetas se aprenden sus poemas. —No todos. Es una buena costumbre y una mala costumbre no hacerlo. Es algo absurdo ver que muchos escritores e intelectuales de nuestro tiempo odian la memoria. La memoria es una fuente poderosísima y muy hermosa. La memoria es también conocimiento. —Rehuimos del conocimiento, entonces. —Lo que pasa es que en el mundo moderno hay el mito de que el conocimiento verdadero es solo razonamiento. Existe esa idea tonta. —Absurda. —Absurda y tonta. Todo lo que sabes bien, profundamente, lo sabes de memoria. —Decir tus poemas te hace diferente, original. —Es un detalle no original. Debería ser común y corriente. Hay excepciones. He visto a algunos poetas decir sus versos en algo así como un rap; esos autores se vuelven hit, por ejemplo,

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en el Festival Internacional de Poetas de La Habana. Digresión aparte, dejo fluir la entrevista con la siguiente declaración del escritor al que disfruto conocer y leer. —El tiempo en el que nos tocó vivir odia la memoria. —¿Hay algo que tú odies? —Odiar propiamente, no, pero hay cosas que me disgustan; me disgusta ser inconsecuente, me disgusta actuar de un modo equivocado en mi relación con los otros o conmigo mismo. Me da pena cuando lo hago. Y por desgracia, a veces lo hago. —¿Esa actitud abarca tu trabajo como maestro o instructor literario? —Soy muy exigente conmigo para ser exigente con mis contertulios o mis compañeros de trabajo o mis compañeros de taller. —A estas alturas de la vida, ¿qué te deja llegar a una provincia e impartir un taller, por ejemplo, sobre “La suave Patria”? —Me deja muchísimo releer 20 veces el poema, que ya conozco muy bien, para estar seguro de lo que voy a decir, y siempre es maravilloso ver lo que los otros dicen. Hay gente que tiene el don de ver cosas que otros no han visto. También es muy interesante ver las lecturas erradas. Un texto puede ser leído de manera errada, equivocada, y es el caso de “La suave Patria”. Se lee como una cancioncita bonita sobre la patria, cuando es un poema tremendamente dramático sobre nuestro país, que habla de la violencia. Antes de sentarnos a tomar café, mientras decidíamos qué mesa ocupar y darme cuenta de que Víctor Manuel Mendiola no había comido (termina la jornada de la mañana a las 3:30 o 4:00 pm), me dijo que está escribiendo una segunda novela. Tiene un avance de 18 mil palabras. Diario escribe mil, y esto me vino a la cabeza en este momento de la entrevista seguramente por la incertidumbre que me dejó no recordar ni un solo verso de “La suave Patria” para decirlo aquí y ahora. Entonces, le pregunté, tontamente, si prefería escribir novela. —No es que prefiera escribir novela, siento que no es posible escribir en el mundo moderno una lírica profunda y verdadera sin conocer los problemas de la narración y de la acción dramática. La triste situación en la que se encuentra la poesía moderna proviene del hecho de que esta abandonó la narración y la acción dramática. El lector se encuentra con los sentimientos abstractos de miles de poetas con los cuales es difícil comulgar profundamente, si no son sus amigos. Por eso la poesía, de haber sido el género más riguroso en exigencias literarias, ha pasado a ser un género devaluado. El Fausto o Tristán e Isolda están escritos en verso. Son poemas. Pero son al mismo tiempo grandes historias dramáticas. Los poetas en el pasado eran los mejores novelistas.

—¿Un poema narrativo, en tu caso, puede abarcar solamente dos o tres versos? —Yo he escrito poemas que tienen un fuerte sentido narrativo... —¿Donde lo narrativo se conjuga con la crítica y la reflexión, en ocasiones? —Se conjuga con técnicas propiamente poéticas, como el cubo-futurismo o el expresionismo. —¿Cubo-futurismo es un concepto común y corriente entre poetas? —Sí. Lo descubrió en la pintura Apollinaire, él escribió poemas cubo-futuristas; de hecho, hay muchos poetas que lo han ensayado sin saber que lo ensayan. —¿Qué significa para ti la proliferación de poetas por aquí y por allá en nuestro querido México? —Eso revela que hay mucha gente sensible y, al mismo tiempo, revela algo totalmente negativo: que es muy fácil escribir poesía; cualquiera escribe poesía hoy en día porque no hay ninguna exigencia, porque simplemente vas a exponer tus sentimientos de una forma preciosista, abstracta y oscura, acaso con una frase pornográfica, cochina, sucia, obscena, porque así te vas a ver más duro. A mí me interesa la exploración escatológica pero no por el camino convencional, es decir, usando las palabras que siempre se usan para hablar de ese tema: hay otro vocabulario con el que lo puedes abordar de otra manera.

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e n t r e v i s t a —¿Tienes un poema que sirva como ejemplo? —”Tu mano en mi boca”. Son 59 variaciones sobre un plato. Está en la Internet. Se mete con el problema de cómo nosotros comenzamos a desear y amar a otra persona yéndonos a comer: comes porque te da placer la promesa de que luego vas a entrar en el cuerpo del otro: si eso sucede en un momento dado, tu estómago va a hacer ruidos, borborigmos, y esos ruidos de tu estómago son ruidos de amor: es lo que te comiste disfrutando con la otra persona. —Sin embargo, más bien evitamos manifestar todo eso que supone la digestión. —Bueno, normalmente cuando nuestro estómago hace ruidos nos da pena, pero en la intimidad con una persona los compartes. Está la famosa escena de El amante de Lady Chatterley, donde él le pide a ella que orine en su presencia. Esta escena en la literatura del siglo xx se ha vuelto recurrente. Muchos autores la han copiado. —Se me ocurre que “Tu mano en mi boca” puede leerse como un manual didáctico sobre el delicado tema del contacto íntimo con la persona amada. —Nunca deja de ser delicado y más que delicado, creo que nunca usa un lenguaje ofensivo. Es duro, pero no ofensivo. Tiene momentos en los que hay un espacio de comprensión y de descendimiento a la animalidad. —Descenso, ¿no? —Cuando se habla del momento en el que bajaron a Cristo de la cruz se dice descendimiento. De nuestro cuerpo bajamos a nuestras vísceras, a nuestros intestinos... —¿Los intestinos hablan tanto como el corazón? —Son parte de toda la experiencia del amor. De eso nos damos cuenta cuando acariciamos el vientre de la persona que amamos. No hay cosa más maravillosa que escuchar la maquinaria interna de la persona que amamos. Son momentos de apertura excepcionales que después se van... Vaya, es como si le cambiaras los pañales a tu hijo toda la vida, pues no. Sin embargo, luego sucede que le tienes que cambiar los pañales a tus padres: Díaz Mirón tiene un verso en el que ve un vínculo entre el pañal y la mortaja. Descender a esos grados implica una piedad enorme: son momentos de descendimiento, como cuando la Virgen María recibió el cuerpo de Cristo en sus brazos, ¡le entregaron un cadáver! —¿Por qué llegamos a este tema? —Por “Tu mano en mi boca”. Es una exploración. Es un poema largo en prosa, pero no olvida el verso. El poema en prosa tiene en la memoria el poema en verso. Cuando lo digo, el texto adquiere toda una dimensión lírica porque el verso lo alimenta de forma invisible. —¿Cómo empieza? —Un plato es una mano ahuecándose con sed o con hambre. Un plato es una boca, es la metáfora de la garra de sangre que es el estómago. —¿Cómo te explicas que a pesar de esa garra, activa todo el tiempo, no apestemos poderosamente? —El cuerpo despide malos olores todo el día; todo el tiempo está en

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un proceso de exhalaciones. Curiosamente, vivimos inmersos en un mundo maloliente, aunque no queramos; se le puede decir maloliente o escatológico, pero lo escondemos, y los animales no. Los animales se aman y se identifican a través de su excremento. Si soy un lobo voy a perseguir las exhalaciones de una loba, si se trata de “amor”, o de un venado, si se trata de comer. En el plano de la animalidad, el olor no es una perdición; es una promesa, un premio. —¿En el plano del amor cómo funciona eso? —Como símbolos invertidos. En vez de feromonas, hormonas o sangre, el efecto de sustitución es al revés: cremas, perfumes, lápiz labial... Es una pérdida, pero también es una riqueza. Así terminó la entrevista; esperé sentada la conexión al Wi-fi; Víctor Manuel Mendiola salió corriendo a cumplir un compromiso. Tu mano, mi boca está en la revista electrónica Adamar (www.adamar.org) Les copio diez de los 59 puntos que abarca: 41. Te miro a los ojos; te miro con hambre, te miro con mi boca; quiero guardarte; déjame abrazarte con mi estómago. 42. Cuando decimos “te amo” o “te quiero” no deberíamos señalar la sonrisa o el cabello, tampoco la espalda; sería mejor hablar como nos hablamos en el silencio de la cama o del baño. Los sentimientos me hacen mentir. 43. En el dominio del plato puedo decir: necesito husmear tu pie, probar tu áspera axila desdoblada, aspirar las fosas de tu cuello caliente, tocar el anillo de tu cuerpo, comer de ti, comer de tus huecos. Roer tu hueso, tu adentro. Déjame. 44. Cuando nos dejamos de amar, ya no comemos juntos ni nos comemos. El teatro de afuera extravió el teatro de adentro. No somos un plato que corre en la velocidad de su placer sino un vaso estrechándose sin acento ni rima. 45. En un plato no sólo pones tu alimento; depositas los gramos y las pulgadas de tu cuerpo. Tu carne y tus huesos. Sobre todo tus huecos. 46. Una ecuación: deseo = hambre, o a la inversa; pero quizá sería mucho mejor: amor = plato = boca = estómago. 47. El plato es una boca abierta. Dale de comer. 48. Vi a dos caracoles hacerse dos bocas en mis narices sobre mi plato. Era el beso más apasionado de la historia del cine. 49. Te pienso y te divido con el cubierto de mi lengua. No necesito cuchara ni tenedor ni cuchillo. 50. El plato es tu boca cuando te acercas a mí. Escucho las cuentas de tus pequeños dientes.

e n c u e n t r o

e n t r e

l i t e r a t u r a

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f i l o s o f í a

¿Está la belleza en los ojos del observador? Héctor Hernández O.

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ra casi la medianoche de un día lluvioso. A lo lejos, la morada se proclama escuetamente como un solitario punto luminoso abandonado en la densa opacidad que engendra el rostro nocturno de la montaña. Pero en cuanto la distancia reduce su talla, se aprecia una cálida y elegante cabaña que parece estar plácidamente sentada en un bien afeitado jardín rectangular, desplegando pródigamente una majestuosa corona de luces que esculpe los límites superiores de la residencia en la maleable vastedad del firmamento. Alrededor de la mesa central, directamente frente a la chimenea principal, posaban aquellos tres sonrientes filósofos veteranos en unas hospitalarias sillas arcaicas barrocamente ataviadas. Aunque la lluvia seguía manifestando su obstinada intención de desviar su atención, haciendo estruendo con gotas cada vez más robustas, el sonido de la incesante marcha fluvial se traducía al interior del recinto solo en un tenue murmullo que mantendría intacto aun el liviano sueño de un neonato. A primera vista parecía que estaban jugando póquer. Tenían ante sí columnas de fichas de diversas estaturas y colores contando cada quien con lo equivalente a mil euros. El juego iniciaba con la elección aleatoria de un sobre hermético tomado de una urna que contenía más de treinta, cada uno con una pregunta filosófica escrita en su interior que podría contestarse con un sí o un no. Al abrir el sobre, fulguró sobre la mesa la pregunta que decretó el azar para aquella célebre noche: “¿Está la belleza en los ojos del observador?” Las reglas del juego eran nítidas, pero excéntricas, supongo que solo a un filósofo se le ocurrirían. Aquel que extraía la pregunta plasmaba por escrito su respuesta en una tarjeta utilizando solo un número preestablecido de palabras, y el siguiente participante en turno tenía que defender en forma persuasiva la postura opuesta usando solo la mitad del número de palabras del primero. La respuesta directa trazada en la tarjeta textualmente decía:

Por supuesto. La calidad de la belleza que cada quien ha degustado en su pareja (real, potencial o ideal), ni siquiera en la imaginación de los más hábiles artistas del futuro es posible alcanzarla o siquiera aproximarla exaltando los momentos del máximo esplendor expresado en cualquier otra especie de seres vivientes. “Para un sapo, lo más bello es la sapa”, indicó el filósofo francés Voltaire. Pero donde el sapo ve esa belleza inigualable, otras especies vislumbran a un ser repugnante y perturbador. Si ante la presentación de la misma imagen, dos distintos tipos de ojos difieren tanto en su juicio estético, entonces la belleza debe residir en los ojos del observador, no puede estar solo en el objeto que se exhibe ante ellos. Por lo tanto, puesto que cambiar la especie del espectador puede intercambiar un juicio de belleza por uno de fealdad y viceversa en el mismo escenario, entonces sin duda la belleza está en los ojos del observador. El argumento me parecía muy fuerte, y el primer filósofo manifestó confianza en su argumento al colocar 300 euros en fichas al lado derecho de su tarjeta. Si el segundo filósofo no podía refutarlo en la mitad de las palabras, tenía que pagar esa cantidad y concederle esa oportunidad al tercer participante. Sin embargo, para mi sorpresa, al tiempo que el vino fino se distribuía generosa y alegremente en sus copas, aquel hombre recogió apaciblemente las monedas y replicó: El registro histórico que los seres humanos han atesorado tiene incrustadas en varias de sus páginas destacadas los grabados indelebles que han plasmado las vidas de grandes artistas que degustaron la belleza en la música, la escultura, la retórica, la arquitectura u otras fuentes de goce estético aun estando privados de la vista. Por consiguiente, puesto que la imposibilidad de ver no impide disfrutar de la belleza, entonces es obvio que la belleza no está en los ojos del observador.

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tuales, jubilados y jubilosos, eran capaces de defender posturas antagónicas con igual habilidad, así que no me atreví a preguntar a cada quien cuál era su auténtica postura. Mientras dormían, decidí leer las diez tarjetas que resultaron de aquel desafiante diálogo tomándolas prestadas del archivo donde solían recolectar las evidencias de sus tertulias, y así resolví anclar mi propia respuesta en un texto que afortunadamente no tenía restricción de palabras. ¿Está la belleza en los ojos del observador? La belleza está en parte en la mente (incluyendo la vista y demás sentidos) del observador y en parte en el objeto, pero solo se alcanza con la colaboración de un medio circundante favorable para una convivencia e interconexión positivas, pues “de noche todos los gatos son pardos”:

El desafío para el tercer filósofo era refutar al anterior y apoyar la primera respuesta utilizando razones distintas a las del primer presentador, pero ahora la condición era que la cantidad de palabras tenía que corresponder a la suma de las dos intervenciones anteriores. Nuevamente pensé que el pensador en turno se rendiría, pues en cada etapa había un límite establecido de tiempo para responder, pero su respuesta aparecía contundente: Las idiosincrasias peculiares que rigen a los instrumentos ópticos del espectador influyen en cómo percibe e interpreta su entorno. Si tiene miopía, ésta le impide percibir las anomalías y con frecuencia le obliga a extraer de un objeto más belleza de la que es dueño. La belleza de un diamante declina cuando se ponen de manifiesto sus imperfecciones cutáneas. Ante la vista de un microscopio emergen muchas irregularidades que no existen ante la mirada ordinaria del ojo desnudo. Así que los rasgos concretos de los ojos del observador pueden aumentar o disminuir la belleza de lo observado. Si la belleza no emanara de la vista particular de los individuos, la cultura del observador no influiría en los juicios estéticos, pero influye. Prueba de ello es que la belleza se ha evaluado con disímiles criterios en distintas épocas y territorios. Si se congregara la más selecta compilación de los poemas más impresionantes de la humanidad y se obsequiara la más exquisita y depurada composición poética a un ser incapaz de leer o entender su lenguaje, todo atisbo de belleza se extinguiría. Como observó el filósofo Raymond Smullyan, una flor no puede percibir su propia belleza, así que si no existieran ojos para apreciarla, no habría resquicio alguno en el universo donde la más mínima belleza pudiera asomarse. Entonces la vista sostiene una complicidad esencial subyacente dondequiera que brote algo bello. Por lo tanto, la belleza está en los ojos del observador. A estas alturas del juego me quedaba claro que para aquellos intelectuales era inconcebible rendirse ante un argumento; siempre parecía haber lugar para una réplica con mayor poder refutatorio. A continuación, las circunstancias del juego obligaban al primer filósofo a atacar su propia postura inicial y defender la respuesta adversaria. En ese instante la curiosidad empezó a apoderarse vorazmente de mí. ¿Cómo iba a defender persuasivamente aquel pensador la conclusión opuesta a la que había sostenido? Sin embargo, su contestación fluyó ágilmente:

Camil Tulcán

El vertiginoso avance de la ciencia moderna con el entendimiento que engendra pone al hombre en contacto con una belleza inexplorada, previamente sepultada en terrenos inaccesibles. Por ejemplo, el panorama macro cósmico que ofrece el entendimiento actual del universo permite acceder a una belleza cosmológica que supera a la más espléndida imaginación pretérita limitada ineludiblemente por la cultura y el lenguaje propios de la cuna del ser humano. Tal belleza existe incluso donde todavía no hay ojos que observen. El alcance de las leyes naturales que resguardan esa belleza rebasa la percepción humana, pues no solo gobierna en lugares donde el hombre no ha llegado, sino donde no puede jamás llegar. Si, como sabemos, la belleza se extiende hasta los confines lejanos del universo que preexisten y trascienden al ser humano y los demás seres vivos, entonces la belleza no puede depender de los ojos, humanos o no. Además, la evidencia indica que hay suficiente riqueza y belleza en el espacio y el tiempo, cuya existencia y propiedades no dependen de que los perciban nuestros pobres y endebles sentidos. El espacio y el tiempo son indiferentes ante la vista y los demás sentidos. El espacio existe donde hay ojos y también donde nunca los habrá, y el tiempo ha presumido su existencia antes y después de la creación de la vida prescindiendo del número de sentidos que la acompañen. Por tanto, la belleza no está en los ojos del observador.

Hay objetos que son bellos cuando se contemplan desde ciertas perspectivas (incluyendo distancia, cantidad de luz, ángulos, dimensiones…) e intenciones. Pero cuando se alteran estas condiciones, algunos exhiben otro tipo de belleza o ingresan al terreno de la fealdad. El cutis del más hermoso rostro humano exhibido por una refinada dama se devalúa ipso facto visto desde el microscopio. Pero se puede ingresar al campo de un nuevo tipo de belleza al apreciar las estructuras epidérmicas. Un intercambio de escenario entre lo micro y lo macro y entre una intención y otra, en donde se mezclan lo real y lo ideal, puede convertir el príncipe en sapo y viceversa, pero también puede convertir el príncipe en compañero y amigo, y el sapo en el protector y benefactor de otros. Un cambio de perspectiva no solo nos puede deslizar desde la belleza hasta la fealdad, sino también puede trasladarnos de un tipo o nivel de belleza a otro que no todos son capaces de percibir. El futuro conserva en secreto otras bellezas ahora insospechadas cuya llave gradualmente será otorgada por el desarrollo científico y tecnológico en el momento oportuno, cuando nuestra mente esté preparada para darle la bienvenida. Pero el éxtasis estético resultante de la comprensión profunda instantáneamente iluminadora, no tiene un contrato exclusivo con la vista: se puede alcanzar por cualquier vía genuina de conocimiento y comunicación, natural o virtual. En resumen, en una experiencia estética de cualquier clase donde aflore algún tipo de belleza habrá una intrínseca complicidad simbiótica que exige cooperación entre la mente o percepción del observador y los elementos esenciales y morfológicos del objeto bello así como la forma de exhibirse, arbitrados todos por la naturaleza del escenario en el que interactúan. Tropo Héctor Hernández Ortiz (México, D.F.). Individuo poli-

Brassäi

facético (licenciado en actuaría, licenciado en matemáticas, maestro en filosofía, doctor en filosofía de la ciencia y doctor en educación) que escribe solo por gusto con la optimista esperanza de despertar en algún corazón preparado la convivencia confidencial con alguna letra viva. Actualmente colabora como Jefe del Departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe. Correo: hhernandez@ucaribe.edu.mx

A estas alturas ya me había convencido de que estos intelec-

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Entrevista con Claudia Hernández de Valle-Arizpe

El poeta vive en conflicto con su entorno

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Svetlana Larrocha

esde que comenzaste a escribir poesía, ¿de qué forma piensas que ha evolucionado tu visión del mundo? —Desde que publiqué mi primer libro —Trama de arpegios (UNAM)— han pasado 20 años y en esas dos décadas ha sido sobre todo la tecnología la que ha transformado de manera radical la conducta del ser humano. El aislamiento, por un lado, y la inmediatez, por el otro, que inevitablemente han sido consecuencia de ese dominio tecnológico, me fascinan pero también me perturban. Mi visión del mundo ha evolucionado en sentidos diversos pero siempre bajo el azoro que despierta en mí este mundo que se ha vuelto más vertiginoso y más injusto que nunca en los órdenes económico y social. —Entonces, a pesar de, y con, la tecnología, ¿qué es lo que a tu parecer no ha cambiado? —En materia de poesía, para ceñirme a un ámbito concreto, no ha cambiado la incomodidad del poeta, su malestar y cuestionamiento del mundo que habita. —Desde tu perspectiva, ¿qué cosas en común se pueden encontrar en tus libros de poesía? —Los temas que reaparecen en mis libros son claros: la memoria, el viaje, la partida y el regreso, los ritos diversos que involucran “otros usos” humanos de sustancias, de plantas, de alimentos, de piedras. En los dos libros de poesía más recientes que he escrito (inéditos) y en una primera novela que apenas concluí, el tema común es la demencia. Siempre me ha interesado leer y escribir sobre las enfermedades mentales. —Hablas de la demencia… ¿piensas que de una u otra manera, ella acompaña al ser humano de forma inherente? ¿Imposible escapar de ella? Y, en el arte, ¿cómo crees que nos ha signado?

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—Claro que es posible escapar de ella. Hay quienes mueren lúcidos, hay quienes mueren satisfechos. La demencia aparece en muchas personas, pero no en todas, por fortuna. Es algo terrible y doloroso. El Alzheimer es devastador para quien lo padece. —Me parece que la soledad permea tu obra… ¿sin soledad, se podría hacer poesía? —Sí, la soledad —y las conductas y los pensamientos que de ella derivan— afloran de manera no buscada en mis poemas. Quizá he reflejado con especial interés la soledad del individuo que habita en las grandes ciudades (sobre todo en mi libro Perros muy azules), para subrayar que el tumulto, el bullicio, la aparente compañía, no evitan jamás la soledad, tan necesaria al hombre. —El corazón en la mira y Porque siempre importa son dos libros de ensayo publicados por Claudia. —El primero, editado por la UAM en 1996, analiza la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño, en especial, Albur de amor. Se trata de un trabajo académico de corte estructuralista, una exégesis de la poesía de RBN y también un método de análisis poético que me ha sido muy útil y que sigo aplicando en mi trabajo como tallerista con otros poetas. El segundo, editado por la UACM en 2009, es una reunión de textos sobre la comida en relación con la literatura, el cine, los viajes, las costumbres. El tema de la gastronomía siempre me ha apasionado y creo que es inagotable. —Ahora que hablamos de gastronomía, se dice que —a nivel mundial— la comida mexicana trasciende fronteras mucho más que otras. ¿Por qué piensas que es esto? Y, ¿cuál de toda nuestra variedad prefieres? —El tema me interesa mucho y desde hace años he escrito sobre comida y literatura, sobre comida y arte, sobre comida, tradiciones y rupturas. Creo que la comida mexicana es diversa y original, arriesgada y barroca y, junto con otras cocinas, como la china, la francesa, la italiana, la india, la peruana, tiene raíces fuertes, reconocibles. Otro asunto es que hacia afuera no se haya difundido bien. La comida mexicana en el extranjero

suele ser mala y pobre, y ello tiene varias causas: la interpretación que han hecho de ella en Estados Unidos, la dificultad para conseguir los ingredientes, y el temor al rechazo. Mi comida favorita es la del Sureste mexicano. Suspiro por un buen pan de cazón, por un puchero (como lo hacía mi abuela yucateca), por unos papadzules o un relleno negro. —Periodista igualmente, la autora del poemario Lejos, muy de cerca, fue colaboradora semanal del suplemento sábado del unomásuno con Huberto Batis por cuatro años. —A él le debo oficio y disciplina y le agradezco la libertad que me dio para escribir y publicar siendo muy joven. Fui editora de otro suplemento: El Nacional dominical, del periódico El Nacional, que era realmente plural. Aprendí mucho. En radio trabajé por años conduciendo programas culturales. Es un trabajo que pronto voy a retomar porque realmente lo extraño, sobre todo hacer entrevistas. Creo que los escritores que trabajamos en medios (somos muchos, por cierto) adquirimos velocidad y, qué bueno, el sentido de la oportunidad y la conciencia de lo efímero. —La familia nuclear de Claudia es pequeña: Rafael, su marido, y Sofía, su hija. —Con mi marido —quien fue diplomático y es lingüista y traductor— comparto desde hace 25 años muchas cosas, como los

libros, la pasión por la lengua escrita y hablada, los viajes, el gusto por la comida. Mi hija es mi alegría. Es inteligente, hermosa y muy divertida; lo mejor que me ha pasado. El resto de mi familia es grandísima: mis amigos. —En tu libro más reciente, México-Pekín, hay un paralelismo entre dos mundos aparentemente distintos, hay una conversación entre dos ciudades… ¿cuál sería la no conversación? ¿Cuál sería el silencio entre la historia de estas dos urbes? —En México-Pekín (Conaculta, 2013) hago énfasis, en efecto, en el diálogo entre lo aparentemente muy distinto y hasta irreconciliable, pero es verdad que también hay una frontera de silencio dada por la barrera de la lengua y por el mutuo desconocimiento. ¿Qué sabemos realmente de los chinos, más allá de los estereotipos, y viceversa? —Pero no sabemos mucho de otras culturas, igualmente… ¿por qué la china? ¿Qué te atrajo de ella? —Por la sencilla razón de que tuve la oportunidad de vivir y trabajar en Pekín durante ocho meses, entre el 2005 y el 2006. Di clases de literatura hispanoamericana a alumnos en la facultad de español en dicha universidad, y fue tanto lo que me sorprendió, tanto lo que vi y aprendí, que tenía que escribirlo. Al preguntarle acerca de sus influencias en el aspecto poético, Claudia señala que en su caso van cambiando conforme descubre nuevos autores... —…o en la medida en que regreso, distinta, a los conocidos. Afirmar que Paul Celan es una influencia es correcto, como es cierto decir que Anselm Kiefer en su relación con Celan también lo es. Es influencia Rilke y ha dejado de serlo Olga Orozco, por ejemplo. Es influencia reciente la poeta australiana Sarah Holland-Batt, nacida en 1982 y de la que apenas he leído poemas sueltos que me impresionaron. Dar una lista invariable de solo ciertos autores sería falso e impostado. —En cuanto a música, artes pláticas y cine, los autores desfilan desde distintas épocas… —Mozart, Rachmaninoff, Satie, todo el blues, la música cuba

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El hijo Claudia Hernández de Valle-Arizpe

na. Los primitivos flamencos (sobre todo, Jan van Eyck), James Ensor, Francis Bacon, Lucian Freud, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Willem de Kooning, Pablo Picasso. El cine de Luchino Visconti, de Wong Kar-Wai, de Zhang Yimou, de Luis Buñuel, de Ken Loach; películas como La historia oficial y El secreto de sus ojos; y actores como Daniel Day Lewis, Javier Bardem; actrices como Irene Papas, Meryl Streep, Victoria Abril… —Retomando la poesía mexicana, las nuevas generaciones… ¿cuál es su camino, su visión, desde tu punto de vista? —En cuanto a lo que están escribiendo los poetas jóvenes en México me parece que hay, como siempre ha habido en la poesía, una enorme diversidad de temas y de búsquedas. Muchos de ellos incorporan, eso sí, a manera de intertexto y de referencia el vocabulario, los personajes, las anécdotas de series de televisión, del Internet, del espacio cibernético en general, y eso es algo que todavía no veo claro si será un factor de suma, de resta (por tanto facilismo) o de indiferencia. Hay muchos poetas con talento escribiendo sobre lo que les rodea o les preocupa: la violencia, el desencanto, la enfermedad, la vida que se vuelve absurda, las ciudades, la frontera del país. La poesía en voz alta y que se “proyecta” o “suena” distinta, cercana al performance, irá creciendo y explorando nuevas formas. El poeta, cuando en verdad lo es, vive en conflicto con su entorno y se cuestiona siempre. Eso no ha cambiado en siglos y no tiene por qué cambiar porque es parte de la naturaleza del poema. Claudia tiene planes de publicar pronto una trilogía con dos libros de poesía y una novela, con el título de Dementia… —…ya que los tres libros versan sobre las enfermedades menta-

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Mi padre camina, habla, se viste Mi padre fue solar, es nocturno Vive en un psiquiátrico Pago la clínica sin árboles ni pájaros que le canten Mi padre camina, habla, se viste con ropa sin cierre, sin botones, repitiéndose hasta la náusea

les. También quiero traducir poesía del alemán, una lengua que hablo desde niña y que me gusta muchísimo. Me llegó la hora de hacerlo. —Finalmente, para cerrar nuestra entrevista, dinos: escribir, ¿por qué? ¿A quién? ¿Hasta cuándo? —Porque es lo que me apasiona. ¿Para quién? No sé… quizá para mi hija, seguramente escribo para ella. Siempre hay temas que me rondan la cabeza, que me resultan importantes, misteriosos, inagotables. Hay anécdotas, visiones, personajes que si no descifro, describo, interpreto, me estarían atormentando. Escribir clarifica, cura, abstrae, revela. Espero escribir siempre. Ciudad de México, enero de 2014 Svetlana Larrocha (Mérida, Yucatán, 1967). Escritora, periodista y asesora editorial. Actualmente se desempeña como profesora de español para extranjeros.

Lo veo salir de un sueño: Habíamos conversado en una lengua que sólo él y yo entendíamos Tronaba su lengua ante un espejo: Odia sus gestos ¡Gesticula! Odia su cara Mírate hablar y ¡articula! Luego se abría el ventanal a un paisaje que todo lo abarcaba en sus plantaciones de arroz, su extensión de caña, sus picos de hielo navegando el mar oscuro y se sucedían las bellezas del mundo, las creaciones del hombre que lo engalanaban y lentamente lo destruían

Yo te hablaba y tú extendías vocales cortándolas con machete: ¡zas! ¡zas! caña cañ caa cavera caaveeeraa Te gritaba: ¡Cañaveral! ¡Ya dilo de una vez! Y tú respondías mirando al piso, avergonzado Luego cambiaba la luz del día y a lo lejos veíamos formas cilíndricas, flechas negras, espirales en movimiento de los pájaros que migran Tu cara crecía en su imagen junto a mi inutilidad de regresar el tiempo o de sacar con la mano de tu boca las palabras necesarias, bien dichas, para que el mundo volviera a escucharte y tú pudieras hacerle preguntas como antes Nota: Este poema pertenece al libro inédito Dementia.

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Elvira: el cocodrilo interior Norma Quintana Mirando fijamente el agua verdiazul de la bahía, una niña obstinada y curiosa aprieta, firme, la boca, mientras sus ojos taladran el horizonte. Allí, en Punta Estrella, de pie frente al agua perezosa, se empeña en vislumbrar en la distancia un leve chapoteo, un súbito temblor de escamas tornasoladas, algún signo que le indique la presencia de la sirena cuyo canto la despierta en las madrugadas y cuya historia va ocupando sus pensamientos en un asalto silencioso y tenaz. El día se hunde lentamente, disuelto en un desparrame de lilas, rosas y girasoles; y mientras ella descubre al fin el esperado guiño luminoso, toda la costa hasta donde alcanza la vista comienza a llenarse de saurios verde esmeralda.

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s así como me gustaría pintar a Elvira Aguilar, si la naturaleza me hubiera otorgado el don para expresarme mediante la línea y el color. Me dio, en cambio, una cierta habilidad con las palabras, falaces sustitutas de la realidad, y es con ellas que estoy aquí, humildemente, para tratar de encerrar en el breve espacio de unas líneas el espíritu libertario, la desbocada imaginación que la siguen cuando, en la intimidad de su estudio, cierra la puerta al mundo y se desnuda para llevar a cabo el acto que

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le da sentido a su vida: escribir, contar historias. Elvira Aguilar, nacida en Chetumal, en 1964, es la primera mujer narradora quintanarroense por nacimiento con una voz propia y con los pies bien puestos en la senda del estilo personal. Ha venido ejerciendo una vocación literaria desde hace suficiente tiempo como para haber aprendido con provecho los secretos del oficio. Sabe la diferencia que existe entre el simple deseo de contar y el acto de escribir un texto eficaz desde el punto de vista de las leyes literarias, posee habilidad para escoger el punto de vista narrativo de modo que la historia nos llegue a través del narrador adecuado a los matices y propósitos del

asunto, es capaz de equilibrar en su discurso los componentes realistas y los elementos imaginativos, de manera que las situaciones fantásticas o inusuales se presenten con naturalidad de hecho consumado, sabe mantener interesado al lector con detalles sorpresivos y salidas inesperadas, a veces humorísticas, a pesar de que muchas de sus historias comienzan por el final. Ligada a la secuela del realismo mágico; sorprende, sin embargo, su independencia respecto de los modelos canónicos. Las historias de Elvira transcurren en un Chetumal donde la magia se nos cruza en cada esquina, de manera que no se percibe como tal; donde lo extraño o fuera de lo común es pan de cada día y parte indisoluble del mundo doméstico. Este universo en donde el tiempo a veces parece estancarse y el calor desdobla los objetos como si cada cosa tuviera su propio fantasma; es también, como el que habita en El resplandor de la madera, de Héctor Aguilar Camín, un Chetumal evocado, pero de más carne y nervio que el mítico Carrizales de la mencionada novela, con nombres de lugares conocidos y de personas con las que nos topamos en la calle, todas metidas en esa vida de apariencia apacible donde lo extraordinario, e incluso la propia locura, andan, sin embargo, por la calles. Lo notable en la obra de Elvira Aguilar es su tono. La ironía y el desenfado, con los cuales ataca las situaciones más escabrosas, equilibran la tensión dramática sin que por ello pierda efectividad la contundente crítica de costumbres encerrada en sus textos. Sensible, minuciosa, atenta al detalle, amante del humor negro, definitivamente femenina, son sus divisas la naturalidad y el sentido lúdico, elementos que le otorgan a su obra un estilo peculiar. Tiene publicados, además de numerosas colaboraciones en revistas locales, cuatro libros de cuentos Mujeres de sal (1997), Donde nunca pasa nada (1999), Mirando al puerto de Payo Obispo (2002), y Cierro los ojos y te miro (2011) y una novela, Rincón de selva, que vio la luz en el 2006. El escritor debe sentir que lo que quiere decir a través de imágenes es de gran interés humano; que es importante, que tiene verdaderas novedades para el mundo; que ha hecho un descubrimiento sobre la naturaleza humana.

La mayoría de las personas tiene dificultad para expresar sus sentimientos e ideas, y podría parecer que las mejores historias nunca se han contado. Lo que para algunos puede ser una experiencia tonta, para el escritor se convierte en un texto apasionado y luminoso. En el caso de Elvira, ese descubrimiento acerca de la naturaleza humana nos llega desde una perspectiva que en mucho se relaciona con la mirada del niño. El gusto por narrar viene de la mano de una necesidad de comunicación cuya fuente está en las preguntas que la infancia no suele ver respondidas por los adultos, situados como están en un espacio ajeno a sus inquietudes, a sus intereses, a sus emociones, a sus miedos. Ella nos cuenta, en definitiva, su historia, la historia de una niña imaginativa, y en cierto modo solitaria, que observa el universo en torno, lo evalúa según su peculiar criterio y luego lo enmienda a su gusto, transformando así los sucesos cotidianos en esas historias apasionadas y luminosas donde puede perderse y encontrarse, nadando contra la corriente, en aguas verdes y profundas, como un cocodrilo. Trop

Norma Quintana. Poeta y profesora de literatura hispanoamericana. Ejerce la crítica literaria. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana. Ha publicado el poemario Éxodos (1991) y el libro de ensayos La muerte en la poesía de Nicolás Guillén. Trabaja para la Secretaría de Cultura de Quintana Roo desde 1993. Imparte las cátedras de Gramática y Redacción en la Universidad de Quintana Roo desde hace doce años. Becaria en dos ocasiones del Programa de Estímulo al Desarrollo y Desempeño Artístico en la categoría de Creadores con Trayectoria. Producto de estos estímulos son sus libros inéditos En la espalda del viento y Por los anchos caminos. Reside en Chetumal.

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Muerte en Brindisi Sinae Dasein Era de noche cuando el mar se borró de los rostros de los náufragos como una expresión sagrada. JCB

en silencio en negritud (pálido fruto que desciende sobre la pluma del escriba) en torcido ademán que fugaz aniquila todo ser sueño de espesa cobertura dócil criatura sin fondo donde se abisma la materia del deseo

I Era de noche la oscuridad iluminó los cuerpos de los náufragos como una flor dispersa sobre el mar las palabras buscaron su tonelaje ahora polvo retorciéndose con el derrumbe de selvas sobre el asfalto el abismo de roca tragando las líneas de tu cuerpo tu imagen en hormigas desprendiéndose del espejo arrastrándote al fondo de los muelles donde los ahogados decían que flotarías mejor detrás de los escombros yace tu mano desnuda de sueño estás varado como un gran cetáceo como una lengua desgranándose sobre papel hueco detenido por el movimiento de las olas atrincherado en la ausencia de tu deseo éstas son aún mis reuniones contigo el deshielo que en la noche deshace tu máscara y la pierde Brillan los muelles a orillas del pantano muda grafía de la roca soñándote dentro de sus murallas en el espejo de tu caída

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II La mañana debe seguir gris sometida por el impulso de la noche sudario de cost(r)as y oscura hierba a orillas del Adriático nítida imagen de este embalsamamiento de esta pútrida negación de las aguas de conchas y moluscos los huesos roídos por el viaje dibujan extraños mapas ciudades contenidas en un espasmo de polvo que petrifica la memoria he muerto hace 4 días el peso de las cosas se me esfuma como quien canta desde las sombras como quien pierde una mano y continua padeciendo la vellosidad del tacto la porosa sustancia de lo tocado he muerto la campana del verano herrumbró el canto y las puertas de los templos (recuerdo [¿o veo?] a mi madre apoyada sobre las faldas del Usumacinta aquel hondo tumulto de rocas primitivas abriéndose paso entre sombras incendiadas veo a mi madre caminando sobre las aguas cubriéndose los labios detrás del aroma de algas que brilla sobre su frente) la noche calló cayó sobre mi rostro como un metal que jamás abrirá sus alas como una ola presa en la mirada del náufrago fenicio subí al auto abordé el estúpido deseo de subir al auto no tuve miedo (ahora yazgo solo encerrado en hielo lleno de heridas brillando sobre la frente de mi madre) la cálida brisa del

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verano inundó mi corazón no tuve miedo: a lo lejos las cuerdas de un viejo instrumento inflamaron las comisuras del silencio un estribillo cubierto de raíces y húmeda tierra me llamaba escuché la carne de mi madre vibrar como un laúd cogí el gancho de sus ondulaciones ( ahora se miran se abren dentro de lo que los limita como una sola llama que vibra sobre el vacío su mirar es cerrarse en lo intemporal como se cierra la semilla para dar paso al fruto) – había que conectarnos con un gancho había que decirnos algo con un gancho – murmuraste y pisé el acelerador hundí la cabeza oscurecido por el leve movimiento del acelerador rompimos en silencio los signos que nos unían al mundo y una palabra una sola palabra quedó varada entre tus labios y la sujeté: un susurro una gema henchida de sí misma que en su fulgor se pudre dentro de su propia destilación: debemos templar el músculo de la muerte debemos iluminar la evaporación de los cráneos debemos aquilatar la nausea de los neumáticos al lamer el pavimento y sometido en su trayecto de-solador anochecí girando girando mi cuerpo regresó al caos de la materia el mundo se hizo añicos en mi obsesión giratoria: ahora mi cuerpo yace solo encerrado en hielo lleno de heridas adecuándose al aire que las hojas bifurcan cuando en otoño se despedazan por los suelos la mañana debe seguir gris esperando el movimiento de los astros la lengua del mar asediando los restos dispersados de la mano que escribe

III Sinae Dasein (México, D.F.) Ha asistido a diferentes talleres de poesía y de creatividad literaria. Colaborador de la revista Salvo el crepúsculo, y del movimiento “Red de la palabra Áurea” realizando lecturas de poesía y esténsiles. Reside actualmente en la ciudad de Cancún, Quintana Roo. Prepara su primer volumen de poesía.

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Me detengo sobre las ciudades sobre los muelles sobre las cabezas de piedra miro la noche como quien se contempla frente a un espejo la noche se me adentra por todos los pasadizos el ojo naufraga en todas direcciones cada cosa abismándose en su luminosidad (caminas por la playa ella ha venido ha traído algunas flores aquello que ambos perdieron ninguna palabra solo un abrirse sin goznes inagotable…) ¿dentro de qué líneas ahora te estás despedazando? ¿en qué rincón de tus palabras estás floreciendo?

Sueño cuasierótico Alejandra Gándara El gran árbol de chicozapote que custodia la puerta de mi (¿su?) cabaña me ha hecho el amor mientras estaba dormida. Sentí cómo me embestía su rama y me despertó el brinco que dieron mis caderas. Solo uno y nada más. No lo niego, sabía que estaba enamorado de mí, se erguía y mecía sus ramas cuando yo llegaba, mostraba vanidosamente las mejores caras en su corteza cuando tomaba mi café matutino, espiaba por la ventana del tapanco cuando me cambiaba la ropa y antier cuando me recargué en su tronco para admirar la luna llena lo sentí vibrar en mi espalda. Me dejó preñada como dicen los españoles. Tuve un embarazo rarísimo, el embrión se alojó en el pecho, muy cerca del corazón y tuvo la duración de una pequeña siesta después de comer. Aún puedo sentir el eco de sus latidos y la opresión en la caja torácica. El parto fue por la boca, rápido y sin dolor y vi a nuestro Gnomo, Alux o Liprechaum (fue solo un instante y de espaldas por lo que no estoy segura de qué clase era) corriendo o más bien brincando para internarse en la selva. Pero estoy segura de que volveré a saber de él. Y también sé que esta historia de amor, aún está inconclusa. Alejandra Gándara (México, D. F.). Vive en Quintana Roo desde hace cinco años. Licenciada en Historia del Arte, con maestría en Comunicación en Madrid, España. Ha colaborado con diversos medios impresos y electrónicos.

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Vals triste

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Jorge Antonio Villalobos

Niña Veva! ¡Niña, niña! ¿Qué pasa Eulogia? ¿Qué tienes? Vino el Agustín a darme razón de don Ramoncito. El grito de la nana Eulogia interrumpe los rezos de Pilar, quien vuelve su rostro con dirección a la puerta de la pequeña capilla para escuchar a lo lejos el suave ¿Qué pasa Eulogia? ¿Qué tienes?, de su hija Genoveva. Hace años Pilar, como señora de la residencia Rocha, fue el centro y eje de la casa. Todo cuanto sucediera en el interior de sus habitaciones habría de ser verificado y autorizado por ella: doña Pilar de Fátima Saucedo de Rocha, hasta que poco a poco se fue apagando, como los cirios ante los que ahora reza. Así como la humedad invade los muros y se instala perennemente, la distancia entre Pilar y su marido, Eleuterio Rocha, vino a residir con ellos. La humedad no puede ser extirpada de los muros, hay que tirar las paredes y levantar nuevas, sin embargo, ello no es posible en un matrimonio. Se debe seguir en pie, es menester continuar el papel de muro hasta que por sí mismo se derrumbe, a pesar de que en los escombros la humedad siga intacta. Pilar abandonó todo para dedicarse a dios, dejó a su hija a cargo de la nana, todo para consagrar su fe al creador. Ahora reza, suplica, ruega. No siente paz. No necesita el perdón de dios sino el de su hija pero ¿por qué, si adorar a dios sobre todas las cosas es el primer mandamiento, siente tanta culpa? ¿Acaso no será un pecado mortal aceptar que fue un error dejar los cuidados de su hija en la nana para dedicarse a dios? Se ensimisma otra vez en sus oraciones pero un ¡ay dios mío! surgido de la voz de Genoveva, proveniente de la sala, hace que Teresa tenga un sobresalto. Lleva al pecho su mano derecha, de la que cuelga

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un rosario. Perdóname señor, perdona a esta tu sierva, perdona todo el dolor que ha provocado en esta familia, perdona a esta tu humilde pero cobarde y débil sierva, padre nuestro… Pilar llora como los cirios que en cada gota van muriendo. ¡Niña Veva! ¡Niña, niña! ¿Qué pasa Eulogia? ¿Qué tienes? Vino el Agustín a darme razón de don Ramoncito. Eleuterio desde su estudio escucha a la vieja nana dirigirse a Genoveva y que ella le contesta. Avanza hasta la puerta y está a punto de interponerse en el camino de la anciana para exigirle un comportamiento acorde a la residencia de los Rocha pero la nana pasó de largo con un rostro afligido, distinto al de todos los días, lo que hizo a Eleuterio contenerse. Él, padre de Genoveva, jefe de la casa y la familia Rocha, sigue con la mirada a la nana, preguntándose si ella lo habrá visto; escucha la noticia, cierra la puerta y se sienta frente a su escritorio. Tiene miedo al reclamo, porque en situaciones en las que el sentimiento femenino aflora, las mujeres no saben distinguir entre la prudencia y la verdad. ¿Cómo enfrentar a la nana quien ama a Genoveva como si fuera su propia hija? ¿Cómo negarle razón a esa mujer que años atrás además de sirvienta fue su amante en las caballerizas, en los corrales y a la orilla del arroyo? ¿Cómo pedirle perdón a Teresa del Pilar, por aquella, ésta y todas las faltas? ¿Cómo mirar a Genoveva a los ojos? Decide que debe esperar que las mujeres se desahoguen, que salgan de ese trance hasta que nuevamente sean conscientes que ha de guardarse la compostura que el apellido Rocha les impone. ¡Niña Veva! ¡Niña, niña! ¿Qué pasa Eulogia? ¿Qué tienes? Vino el

Agustín a darme razón de don Ramoncito. Genoveva advierte en la voz de la sirvienta, mientras la sigue con los ojos, desde la estancia que comienza fuera de la cocina hasta la sala donde ella lee, alguna noticia triste. Se levanta del sillón y se para frente a la ventana para darle la espalda, no le corresponde a una señorita decente mostrar júbilo o preocupación alguna por un hombre que socialmente no estuvo a la altura del matrimonio que en casa de los Rocha no ha llegado, de quien pudo ingresar al seno familiar en calidad única de amigo por resolución de don Eleuterio, pero principalmente para disimular lo que al menos para la nana Eulogia es del todo sabido, que él, Ramón, fue el único de todos sus pretendientes cuya presencia y recuerdo erizan los vértices donde convergen los senos de esa mujer soltera, doncella y casi a mitad de la treintena, quien aún se esperanza con algún vuelco del destino o en la compasión paterna. ¿Y qué pasa nana?, ¿por qué tanto alboroto? ¡Ay niña!, pos’n... pos es que... ¿Es que qué nana? Eulogia no cesa de ludir sus manos en el delantal y su dubitación se debe a que quiere verla a los ojos para mostrarle lo que siente y no solo anunciar la razón que la hizo dar alaridos desde la cocina como si la finca fuera presa de un incendio. Genoveva sigue observando las cortinas como si no estuvieran ahí y oteara los ires y venires de los transeúntes. Pos’n, pos que... ¡que se murió niña!, dizque diuna neumonía, ¡ay niña! Al tiempo que Eulogia está emitiendo su frase pos’n, pos que, Genoveva frente al terciopelo que pende del umbral, igual que un párpado de la ventana, percibe claramente las lágrimas de la vieja y con ellas, antes de escuchar se murió, un vórtice de angustia clava en su vientre un vacío, una fría inundación de desamparo, de futura soledad sobre su piel, y una pequeña apnea es el previo impulso reflejo para el escape de un ¡ay dios mío!, surgido de los labios de la niña Veva en respuesta al se murió de la nana. Esos segundos eternos entre el presentimiento y la revelación dan pie a un desplome de sueños en la señorita de la casa, quien gira hasta encontrar la mirada de Eulogia y frotándose las manos como una monja nerviosa, inicia un diálogo de silencio con ella que también permanece restregando sus manos en el delantal. Genoveva comienza un acompañamiento para el lenguaje de las manos con pasos de un lado al otro, con el ritmo de un vals fúnebre, poco a poco creciendo, un segundo ¡ay dios mío!, quedo, atónito, doliente, eco del primero, establece la línea melódica para un luto de recién arribo, al que asiste otro ¡ay niña! de la nana, el cual erige la voz secundaria que flanquea esa melodía que avanza y se hincha en la garganta de la niña Veva ¡ay, ay dios!, ¡ay niña! Melodía y acompañamiento maduran su compás de súbita lasitud en cada marcha de izquierda a derecha hasta que la pieza exige su clímax, el cual se consolida en el preciso instante cuando el cuerpo de Genoveva se abate sobre el sillón donde leía y abraza las piernas de Eulogia, quien se hubo acercado con esa clarividencia materna que la hizo intuir el inminente caer de la ahora virgen vitalicia; así

Estudio para Las tres Gracías, Picasso.

Eulogia continúa, en esos tres pasos hasta el mueble, el acompañamiento, cuyo motivo es retomado y sustituido por esa voz de fondo ¡ay niña!, ¡mi niña!, paralela a la melodía que se desarrolla, corre y modula armónicamente del sollozo al llanto pleno en las cuerdas vocales de Genoveva. La sala en su regazo acoge esa congoja de musical relieve, por momentos abierta, a capela, en otros cerrada, bajo el matiz de una sordina en lastimero corno, cuando Genoveva sumerge su cara en las faldas de Eulogia, desplazándose durante minutos eternos hacia su destino de silencio, en un disminuyendo parsimonioso, hasta que el canto, el llanto, como lluvia amaina, dejando únicamente su rastro en el rostro rojo y salado de Genoveva y el acompañamiento ¡ay niña! se ha transformado en un dejo de caricias que la nana vierte en la cabellera castaña y suave de Genoveva Rocha. Tropo

Jorge A. Villalobos Martínez (México, D. F., 1972). Abogado y escritor. Ha obtenido las siguientes becas: la Salvador Novo del Centro Mexicano de Escritores (1991–1992); la del INBA y el Colegio de México (1994–1995); y la de Jóvenes Creadores en poesía del FONCA de Aguascalientes (2000–2001). Durante una época vivió en Cancún, donde tomó talleres literarios.

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Entrevista con María Carvajal

En mi obra siempre hay secretos por descubrir Miguel Meza Con más de 30 exposiciones colectivas y 25 individuales —y una gran aceptación en el mercado del arte por parte de coleccionistas privados de México y Europa (tan solo uno de ellos atesora más de 120 obras suyas)—, María Carvajal (Puebla, 1957) es una de las artistas plásticas importantes radicadas en Cancún. En la siguiente entrevista, María habla del acto creativo como una combinación de intuición, espontaneidad y dominio técnico y revela que detrás de uno de sus proyectos para este año (realizar escultura de gran formato en varios estados de la República) abriga un deseo muy especial: crear una gran escultura que sea símbolo e identificación de nuestra ciudad.

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uando llegó a Cancún, procedente de Francia, una vez terminados sus estudios en la Universidad de Avignon en La Provenza, María Carvajal era ya una artista con trayectoria. Había trabajado como pintora y escultora en Madrid y había realizado ya varias exposiciones en museos importantes de México y el mundo: en el salón d´Art del hotel Hermitage, en Montecarlo; en París, Francia; en Londres, Inglaterra; en el Museo Universitario de Puebla (por tres años), en la embajada de México en Berna, Suiza, y en el Museo de Arte de Querétaro. Pintora diurna que trabaja durante el amanecer sintiendo que su creatividad “está al tope”, María efectúa una especie de ceremonia ritual antes de empezar a pintar, que consiste en conectarse consigo misma, con su interior, con su propia esencia: “de ahí sale la inspiración que conlleva a la creación”, afirma.

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Creadora que aprendió a plasmar en el lienzo las emociones generadas por la música —“cada sonido me llevaba a trazos suaves, intensos o sutiles dependiendo de cada acorde”—, María Carvajal reconoce a Manuel Felguérez como uno de sus mayores maestros (el que mayor huella le ha dejado), al lado de Carlos Jacanamijoy, “un revolucionario de la pintura abstracta de vanguardia”. —¿El mar de Cancún o la naturaleza del Caribe han influido en tu obra, en tu manera de plasmar ciertas ideas pictóricas? —Por supuesto que sí. Mi atracción por los turquesas, los azules, los rojos y naranjas de los atardeceres, así como la luna reflejada en el mar, el viento y la naturaleza han influido de manera importante en mi obra, en ella se refleja mucho este espacio. —¿Qué reacción buscas en el observador de tu obra: interés, complicidad, seducción? Cuéntanos una anécdota memorable de algún encuentro con un espectador durante una de tus exposiciones.

María Carvajal

Los amantes a media luna Óleo sobre arcilla 30 x 30 cm


Tres rĂ­os Mixta con hoja de oro sobre madera 120 cm x 4OO cm

Cenote sagrado Mixta sobre tela 90 cm x 100 cm

Me & Myself II Mixta sobre tela 100 cm x 100 cm


e n t r e v i s t a

Manglares I Mixta sobre madera 120 m x 200 cm

—Busco despertar sensaciones y emociones, crear sentimientos y propiciar el fluir del pensamiento en la mente del espectador. En una ocasión —durante una de mis exposiciones—, un niño de aproximadamente diez años, guiado por su mamá, se me acercó y me contó una breve historia. Era una verdadera historia llena de ilusión e imaginación, inspirada por los colores y las formas de una de mis pinturas, a través de los cuales la fantasía del niño había viajado. Fue un momento lleno de sorpresa y felicidad, un momento puro de un sentimiento sorpresivo lleno de inocencia y fantasía. Me sorprendió ver a través de los ojos de ese niño el mundo fantástico que veía dentro de mi obra. —¿A qué estímulos o impulsos previos respondes en el momento del acto creativo? ¿Partes de una imagen, de una idea o concepto, o de una emoción a la hora de pintar? ¿O crees en el acto creativo que nace de forma espontánea? —Creo en el acto creativo que nace de forma espontánea. Me dejo llevar por el momento actual, por lo que vivo y siento. Generalmente parto de un concepto, pero dicho concepto —que va acompañado de técnica— tiene que llevar emoción, creatividad, de tal manera que pueda seguir descubriendo facetas que a mí misma me sorprenden. —En tus obras hay trazos que recuerdan la gestualidad espontánea de la action painting. ¿Hasta qué punto te dejas llevar por el automatismo psíquico a la hora de crear y hasta dónde eres consciente de tus recursos técnicos controlados? —Por supuesto que me dejo llevar por el automatismo psíquico. La creatividad pura solo pertenece a la naturaleza y, por lo tanto, la intuición y la atención se centran en mi lienzo en blanco, que se llena de movimiento y atención suspicaz. El action painting siempre está presente en mi obra abstracta, donde abundan sensaciones tales como el movimiento, la velocidad y la energía, sin dejar aparte el color y los materiales no específicamente pictóricos. Todo esto da como resultado una obra original e irrepetible. —¿Cómo sabes que un lienzo ya está terminado, que ya no necesita ni una pincelada más, ni un retoque? —Jamás puedo decir que una obra está terminada; por mí, seguiría pintándola o esculpiéndola, pues siempre tengo la necesidad de expresar más sentimientos. Es como si tratara de evolucionar y crear sin límites ni final. —En alguna de tus obras aparecen trazos que prefiguran indicios de escritura o texto. Estos trazos cambian el carácter de la obra e incluyen un misterio… —El misterio siempre tendrá un lugar importante en mi obra. Cada quien interpretará tanto la caligrafía como la obra misma, haciendo que se provoque un diálogo entre lo creado y el espectador. En esta fase, como autora paso a un segundo término,

pues el espectador ha hecho suya la obra, sintiéndola, siendo el verdadero critico de la misma. En mi obra siempre hay un secreto escondido por descubrir. —¿En dónde te sientes más cómoda, en el expresionismo abstracto o en el que calificas como arte pop? —En los dos me siento cómoda. Es solo el momento que me inspira a pintar arte pop o irme de cabeza al arte abstracto. Es cuestión de los momentos que vivo, de sentimientos. —Háblanos de tu labor como escultora. ¿Qué te hace incursionar en esta disciplina? —La primera vez que sentí el barro fresco entre mis dedos, viví una experiencia que jamás podré olvidar. De ahí nació la inquietud: de incursionar más sobre los materiales, descubriendo formas, texturas. Era salir del lienzo que a veces te encasilla, y sentir las formas, los volúmenes y finalmente darle vida a una masa de barro, que pueda expresar sentimientos. —En este sentido, ¿cuáles son tus proyectos para este año? —Mi proyecto inmediato es realizar escultura de gran formato para diferentes estados de la República. Y, además, me encantaría poder hacer, en un tiempo no muy lejano, una escultura de gran formato que sea un símbolo para esta ciudad y se identifique con este bello lugar. —Ahora eres una artista plástica reconocida y valorada. ¿Qué tan difícil es para un artista el ser reconocido? ¿Qué tan difícil fue para ti? —Nunca fue mi finalidad ser reconocida. Más bien es el resultado de muchas horas de trabajo, de estudios, dedicación y, sobre todo, de entrega combinada con pasión por el quehacer artístico, el tener la oportunidad de poder realizarse en lo que más amo. —¿Cómo te han tratado la crítica y los medios de comunicación especializados en el arte? —Por fortuna, los medios (sobre todo, los especializados en el arte) me han tratado muy bien: he tenido muy buenas críticas y reconocimientos. Valoro esto porque me motiva a seguir adelante. —Si María Carvajal fuera uno de sus cuadros, ¿cuál sería? —Quizás sería todas las obras. Pero la que más siento que habla de mí es Me & My Self, por la profundidad de los azules suspendidos sobre la tierra, porque habla de mi espíritu libre, de mi esencia, con los brazos abiertos, rodeada de esa niebla que habla de misterio, nostalgia y sorpresa. —¿Cuál es el color María Carvajal? —Azul. —Si tuvieras que pintar la libertad, ¿de qué color sería? —Azul... o a veces roja, por la sangre que se derrama para defenderla. Tropo

Entre cortinas Mixta sobre tela 100 cm x 100 cm

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Volver, volver Si los muelles hablasen Gabriel Avilés Si los muelles hablasen, alzarían sus voces a los hemisferios con el rictus de las mantarrayas los marinos beberían su copa a media tormenta festejando que el desamor se incuba en el sargazo. Las olas que besaron las piernas de Ulises no habrían cambiado, ahora se deslizarían por tu dorso añorando un descanso temporal. El crujir de la madera por el desgaste manifestaría el reinado de Penélope antes de ser descubierta o el designio del hombre cuya escritura falsifica tu faz con peces y mendrugos a cambio del destierro, acallándose la santidad por el agridulce designio de tu savia. Si los muelles hablasen.

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Noemí Pérez Cruz

or fin llegó el día. Después de mucho viajar encontró el lugar ideal con el que había soñado por largo tiempo: un paraíso frente al mar, no el suyo, pero sí igual de bello. No importaron ya los esfuerzos para llegar ni lo costoso de su plan, lo importante era que estaba allí, en el lugar preciso. Se acomodó en la terraza con la mejor panorámica del inmenso mar. Por días y noches había soñado con este momento en su aventura, traía en su alma toda una vida de recuerdos, de formas, de colores. Ordenó no ser molestada por varios días y salió a navegar solo con sus ojos. Sus ojos llegaron a la orilla, la arena humedecida a esas horas de la noche; entraron al agua de mar y siguieron luchando con las fuertes olas hasta llegar a las aguas más profundas y tranquilas. Pasaron a su lado peces y botes pero ellos siguieron la ruta trazada. Muy pronto llegaron a una isla muy bella pero esta no era su objetivo y siguieron adelante con su viaje. Al fin, varios días después, llegaron a su adorado mar y se acomodaron en su orilla. Allí estaban todos sus recuerdos: el viejo puerto que había dejado hacía 40 años, ya no había barcos ni almacenes, todo estaba en ruinas, pero aun así era bello el panorama. Ya no había pescadores exhibiendo su pesca en grandes mesas, ni niños jugando en la arena; tampoco estaban los amigos que se trasladaban en el viejo tren costero que llegaba hasta el puerto. Allí, frente al viejo mar se posaron sus cansados ojos hasta llenarse de todos los recuerdos del pasado. Estaba en casa. Después de varios días, ante el silencio de la extraña huésped, llegaron los encargados del lugar a despertarla. Dijeron que parecía dormida, con la misma sonrisa en sus labios como el primer día de su llegada. Solo faltaban sus ojos. Tropo

Del libro inédito Costas sin aura. Noemí Pérez Cruz. Sagua la Grande. Cuba. 1928-2012. Gabriel Avilés (México, 1974). Entre sus poemarios más recientes se encuentran Cartas para la hoguera, Reos del Tiempo, De la Oscuridad a los Vitrales, Al trasluz del Espejo y Poemas de Suburbios y Burdeles. En el 2013 publicó “Presagios en el destierro” dentro de la antología Navíos sin Derivas, la cual representa el trabajo del Taller de Creatividad Poética Cancún, dirigido por él mismo. Actualmente trabaja en la publicación de su más reciente libro Costas sin aura. Correo: presagiomarino@hotmail.com www.eloleajedelasletras.blogspot.com

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* Nota: Unos días después de la muerte de mi madre, mis hermanos y yo salimos rumbo al mar Caribe a depositar sus cenizas en su adorado mar, el mismo que bañaba los dos mundos que ella habitó durante sus 52 años de exilio de Cuba, el de la costa colombiana y el del Caribe mexicano. En ese mismo mar que la vio crecer y salir de Cuba para nunca volver, dejamos sus cenizas con la esperanza de que algún día llegaran a las costas de su tierra añorada. Al regresar, nos sentamos a revisar sus pertenencias y encontramos varios cuadernos de escritos y cuentos. Este escrito, “Volver, volver”, es el primero de ellos. (Marisol Vanegas Pérez)

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Nezahualcóyotl y Omar Khayyam

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Poetas de la vida Felipe Reyes

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er inmortal, resguardarse de la muerte, vencer a la vejez o al menos postergarla, ser joven ante el paso del tiempo, búsquedas incesantes en el pensamiento occidental, odiseas y cruzadas. La teología, la literatura, las exploraciones, proveen de argumentos suficientes para definir a Occidente como una cultura anhelante de perpetuidad. El conde Drácula, el Frankenstein, el elixir de la vida, la resurección, el botox, las cirugías renovadoras, las cremas rejuvenecedoras, las vitaminas, la fama, se avocan a atrasar el paso del tiempo y a prolongar la juventud. Desde otra perspectiva se puede decir que, en Occidente, el miedo a envejecer y morir es el peso en la existencia. Explicaciones del por qué de estos temores han sido múltiples y desde diversos lugares. Elías Canetti en su portentosa obra Masa y poder, publicada en 1960, sostiene que el miedo estriba en ser tomados por lo desconocido y nos muestra ejemplos de poderosos paranoicos que ejercen su poder intentando alejar a la muerte. Nietzsche, en la Genealogía de la moral (1887), señala el miedo al vacío, el no saber qué hay después de la vida y, con ello, no encontrar sentido a la existencia. El judeocristianismo ha elaborado

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para Occidente uno de las soportes más sólidos ante el miedo al vacío con la idea de trascendencia y reencarnación. Nietzsche subraya este hecho como un engaño inmanente y una complicidad ciega entre religión y seguidores quienes, ante el miedo al vacío, buscan creer en cualquier cosa antes que no creer en algo. La teología sería entonces una suerte de asidero ante lo desconocido, al que uno se amarra, entregando la libertad de pensamiento y del ser. Vejez y muerte. Jinetes apocalípticos de Occidente. La muerte como sinsentido de la vida, y la vejez como negadora de la fortaleza y la vitalidad, aspectos negativos para la existencia plena, costes de la vida difíciles de aceptar. Quien envejece y quien muere pierden los atributos de la existencia, por eso preservar, por eso sobrevivir, por eso trascender, por eso ser inmortales. Sin duda este temor deriva de mirar a la vida como carencia y a la muerte como inoportuna. Los cínicos, desde tiempos de la Grecia clásica, ya ponían en evidencia la vacuidad de la existencia y, por ende, de los valores que sobre la eternidad se acuñan. Como todo en la vida, si se cambia el sitio desde donde se mira el mundo, cambia la perspectiva y las conclusiones a las que se pueden llegar. ¿Y si la vida no fuera carencia sino realización? ¿Y si la muerte no fuera tragedia sino condición?, entonces las preguntas sobre la existencia cambia-

rían. Vivir resultaría una oportunidad y morir un reto de la existencia. Este trastocamiento de las ideas lo podemos ver en dos pensadores alejados, temporal y geográficamente, pero que comparten puntos comunes en cuanto a la valoración de la existencia: Omar Khayyam y Nezahualcóyotl. Omar Ibn Ibrahim Khayyam nace en Naishapur, Persia, hacia el año de 1048 de la era cristiana. Nezahualcóyotl nace en Texcoco, Anáhuac, en 1402. Un océano, casi medio milenio, una cultura les separan. Les acerca la mirada descarnada de la existencia finita y su apuesta por proveer a la vida de argumentos y no de sufrimientos. Ambos prefieren lo tangible, la vida terrenal, al hipotético paraíso prometido, y convocan en su pensamiento a asumir el reto de existir la vida como un reto. Que sea tragedia, drama o pesar, eso corresponde al camino que cada quien asuma. Desde una perspectiva pragmática, la vida es un dato, es, como Heidegger definiera, un ser ahí, un ser arrojado al mundo. La voluntad shopenhaueriana definirá si es como voluntad o representación. Sus pensamientos proveen de puntos de vista que, sin renunciar a la muerte no le otorgan la carga de temor, sino una frontera para las posibilidades de la existencia. Pensamientos que no se quedan pasmados ante el hecho ineludible de la muerte sino que observan a la vida como reto de existencia. El temor a la muerte se traslada

a la demanda de existir. Escépticos, cínicos, realistas extremos, antipesimistas, o, simplemente poetas comprometidos con la tarea de existir. Tanto Khayam como Netzahualcóyotl elaboran su poesía partiendo de un punto fijo. La vida es un momento; la muerte es eterna. La tarea del poeta es pasar entre esos dos momentos, vida y muerte, con entereza. El esteta Khayyam ve en el disfrute de la existencia, la advocación a los placeres, el disfrute del vino, la exaltación de los sentidos, la manera más placentera de vivir la vida. Netzahualcóyotl, el poeta guerrero, mira en el regocijo de la existencia, en la apertura de los sentidos a la magnificencia de la creación, la forma más honrosa de asumir la existencia. Placer y honor tienen atributos de trascendencia en la medida en que al vivir el instante se alcanza a percibir la profundidad finita de la vida. No es pensando en ser eternos como se alcanza la perpetuidad sino asumiendo la finitud como se puede lograr la realización. La eternidad es un instante y en ese instante está el sentido pleno de la vida propia; reconocer en dónde se está y cómo se está, resulta mucho más duradero que los paraísos postreros. Khayam escribe sus Rubaiyat (cuartetas) donde elogia los placeres terrenales y se rebela contra el fatal destino que lleva lo bueno y lo hermoso a la muerte, también ironiza a los que no saben disfrutar de los

dones de la vida pensando que después de la muerte alcanzarán el paraíso, y pierden la oportunidad de lo que tienen por una promesa de algo que no poseen. Netzahualcóyotl en sus Cantos censura a los que viven atemorizados de vivir, temiendo a la muere y olvidando que su única posesión es la vida. Ambos poetas nos recuerdan que la vida es finita y nos habremos de ir a la muerte, y que al hacerlo todas nuestras grandezas como nuestras bajezas serán polvo, que lo único que tenemos es el vivir. En un mundo donde vemos la acumulación de riquezas y el goce por el poder, que se refleja en la miseria del mundo y en el sometimiento de los otros como medio de realización, no está de más mirar las enseñanzas de estos poetas que nos dicen “no vivirás para siempre”, “unos hombres vienen otros se van”.

Felipe Reyes Miranda. Doctor en ciencias políticas y sociales con especialidad en sociología por la FCPyS de la UNAM. Es autor del ensayo La idea de modernidad y la construcción del Estado nación en México. Cambio, crisis y utopía (Promep, editorial Itaca y Universidad del Caribe, 2013) y de la novela Al final, solo el abismo (editorial Praxis, 2011). Actualmente es profesor e investigador en la Universidad del Caribe. Radica en Cancún desde 2006.

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Como saber no puedes del mañana... Ommar Khayyam Como saber no puedes del mañana, la angustia que te causa es solo ficción. Si es sabio tu corazón, no dejes pasar este momento, pues la vida que tienes es tu bien más valioso.

Nezahualcóyotl ¿A DÓNDE IREMOS? ¿A dónde iremos dónde la muerte no existe? Mas ¿por esto viviré llorando? Que tu corazón se enderece: aquí nadie vivirá para siempre. Aun los príncipes a morir vinieron, hay incineramiento de gente. Que tu corazón se enderece: aquí nadie vivirá para siempre.

¡EN BUEN TIEMPO VINIMOS A VIVIR!

Aun cuando mi cabeza esté ya turbia, llena un vez más la copa de vino que da vida a la vida. Este mundo es un mito. ¡Apresúrate! Cual brisa, mis días van pasando veloces.

¡En buen tiempo vinimos a vivir, hemos venido en tiempo primaveral! ¡Instante brevísimo, oh amigos! ¡Aun así tan breve, que se viva!

Al sentir el anhelo de encontrar el secreto de la vida, posé mis labios en el borde de la copa de barro. Una voz susurróme: “En tanto vivas, bebe, que los muertos no vuelven”

Yo soy Yoyontzin: aquí se alegran nuestros corazones, nuestros rostros: hemos venido a conocer vuestras bellas palabras. ¡Instante brevísimo, oh amigos! ¡Aun así tan breve, que se viva!

Si dejaste pasar tus días a la vera de tu amor; si de todos los placeres del mundo gozaste, puedes irte. Comprenderás entonces que toda tu existencia ha sido sólo un sueño.

ESTOY EMBRIAGADO, LLORO, ME AFLIJO…

Deja ya tu egoísmo; no temas la pobreza. No persigas el oro. Y bebe, que una vida tan llena de pesares hay que pasarla siempre en un sueño profundo o embriagado de vino. Rubaiyat, España, Plaza y Janés, 1969.

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Tres poemas

Estoy embriagado, lloro, me aflijo, pienso, digo, en mi interior lo encuentro: si yo nunca muriera, si nunca desapareciera. Allá donde no hay muerte, allá donde ella es conquistada, que allá vaya yo. Si yo nunca muriera, si yo nunca desapareciera.

José Luis Martínez, Nezahualcóyotl Vida y Obra, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.

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El bar y la nada Marién Espinosa Garay

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l cruza la puerta de un bar poco iluminado. Después de algunos titubeos entre las luces de colores y las mesas ocupadas, se dirige sonriente a una joven. —¡Dios sigue tirando a los angelitos del cielo! No esperaba encontrarte aquí… —Ante la indiferencia de la mujer, agrega en tono confidencial:— ¿Y esa cara de funeral? Ella, sin voltear a verlo, murmura apenas.

—¡Qué te importa! —¡Claro que me importa! Y aunque no tengas la delicadeza de invitarme a acompañarte, me sentaré a tu lado, para que al menos te diviertas ignorándome... Ella sonríe sin ganas. —Vamos, perdóname. Es que hoy no estoy de humor. Él agita la mano. —¡Mesero! Tráigame un vaso de lo que está tomando la señorita, y a ella tráigale una flor, aunque sea de alguna maceta de este miserable antro. —¡Estás loco! ¿Quién eres tú para andar dándome flores? Si todavía no me muero... —Pero poco te falta, ¡mira nomás qué cara! Dirás que soy metiche, pero me parece que tienes un conflicto... —¡Que no te metas en lo que no te importa! —...de amor. Se establece un largo silencio donde ella deja escapar algunas lágrimas. El mesero llega con una flor de plástico, pequeñísima. Él la guarda con cuidado entre los dedos de ella, quien permanece indiferente. Después de un devoto silencio, Él se rinde. —Creo que tienes razón, soy un metiche y un baboso y mejor me voy... Pero Ella detiene su mano. —No, no te vayas, quédate conmigo un rato, total… Quizá sea mejor hablarlo con alguien. El se envalentona. —Siempre dije que el idiota con el que andabas era un pendejo.

Pero nunca me hiciste caso... —Es verdad, tenías razón… ¡Ahora búrlate! —También te he dicho que el mejor partido que puedes encontrar en el mundo soy yo, pero tampoco tomas en serio mis proposiciones... —Lo que pasa es que no entiendo, de repente todo se acabó, todo se convirtió en nada, así de pronto, en nada... —¿Una nada existencial o una nada metafísica? —¡Qué sangrón eres! —Es que me recuerdas a Sartre, con estas cosas del Ser y la Nada... —¿Qué tiene qué ver Sartre con esto? Él suspira y da un enorme trago al vaso. Enciende un cigarro. —Entonces quizás sirvan de algo unas migajas de filosofía para un corazón roto. Al fin, ella sonríe con timidez. —Pues aunque te parezca extraño, resulta que tú no eres lo que eres. En realidad, no eres esta loser patética que llora la pérdida del amor de un idiota… A menos de que así lo elijas. —¿Qué dices? ¡El idiota eres tú! —Solamente las cosas que nos rodean son lo que son. Un árbol es un árbol, un perro es un perro. Las cosas son lo que son, sin esforzarse por serlo… Ella ríe. —Pues esta pinche flor de plástico que trajo el mesero se esfuerza mucho por parecerse a una flor de a de veras, y definitivamente no es lo que parece, así que ya te falló tu pomposa filosofía… —Tienes razón. La pobre nunca será lo que pretende ser… —Él toma la pequeña flor con dos dedos y la observa atentamente. —Pero tú y yo, el mesero y los borrachos que andan por aquí, los que bailan en la pista y los que se besan en los rincones, ninguno es lo que es gratuitamente… —A ver a ver, no entiendo nada. —Yo soy, tú eres, el mesero es (tu ex novio es un imbécil, pero en fin), nosotros somos, vosotros sois, ellos son... ¿Entiendes? Usamos alegremente el verbo ser, porque la filosofía nos había dicho que teníamos garantizada una esencia, o sea, lo dijeron Platón y Aristóteles, lo afirmó todo el pensamiento medieval, también

buena parte de los modernos y hasta la ciencia, todos quieren definir la naturaleza humana y nos dicen que somos el zoon politikón o el animal racional, el homo faber, el homo sapiens, o lo que sea. Se nos han endilgado mil definiciones sobre lo que somos como especie o como categoría, pero Sartre afirmaba que no somos esencias, sino existencias… Ella alza los dos brazos. —¡Ay, carambas! Mesero, tráigame ahora sí algo que raspe... Pero, ¿qué clase de maestro eres tú? Porque creo recordar que, desde que nos conocemos, te has dedicado a torturar chamacos en las escuelas con tus locuras filosóficas, y ellos se la pasan diciendo que tus clases solo sirven de relleno en el programa de estudios y que prefieren la computación o cualquier otra cosa. Ahora entiendo por qué, nada más les complicas la vida con tanta tontería. ¿Por qué no les enseñas a tus sufridos alumnos asuntos más sencillos y evidentes, digamos, que el ser humano se distingue de las cosas y los animales por el uso de la razón? Él ha desdibujado la sonrisa y responde con los ojos bajos. —Sí, en general, los seres humanos podemos ser racionales a veces, aunque con excepciones notables, como el tarado de tu ex novio, por ejemplo. Pero si al igual que a mis alumnos, a ti también te aburren mis locuras y tonterías, podemos hablar de otros

temas, de lo que tú prefieras, verbigracia, criticar a los que bailan, comentar el clima, denostar a los políticos… o intentar quedarnos callados sin decir nada… Ella lo abraza, estirándose sobre la pequeña mesa, amenazando el equilibrio de los vasos y la botana. —Ay perdóname, creo que me estoy desquitando contigo. Por favor, háblame de Sartre y de todo ese embrollo de la existencia. A mí ya se me olvidó lo que me enseñaron en la escuela, pero de algo me he de acordar. Él vuelve a sonreír, y cuando Ella pretende deshacer el abrazo, Él la retiene un momento más. —Seguramente no recordarás nada, porque fuiste a la escuela hace un sinfín de años. Pero al parecer te enseñaron que la razón es esencial en el ser humano, así como el lenguaje, la voluntad y otras muchas cosas, pero para Sartre, lo único que importa es la libertad. —Sigo sin entenderte… y no, no han pasado tantos años como crees. —Te decía que para Sartre hay cosas que son lo que son sin mayor problema. Pero tú y yo, el mesero, todos los hombres y

Jaime Villegas

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l a t i n t a t e n t a mujeres que estamos aquí adentro y allá afuera de este mugroso antro, a diferencia de las cosas (a las que por cierto él llama seres-en-sí), no tenemos una esencia, como esta mesa, la silla o la botella, nosotros tenemos que fabricarnos el ser, porque con cada elección que hacemos, estamos siendo lo que elegimos ser. Somos seres-para sí. Sin embargo, no habitamos ni el pasado, ni el presente, porque cada momento se desliza y no permanece, por lo que vivimos siempre arrojados al futuro... La perplejidad da paso a nuevas sonrisas. —A ver. Creo que ya entiendo. ¿Quieres decir que al elegir al estúpido que me mandó al carajo, yo misma provoqué esto que ahora me pasa? —Claro. Eres lo que eliges. La existencia precede a la esencia, decía Sartre. Mira: el mesero se esfuerza por ser mesero, y lo es en este momento. Míralo cómo se afana en servir equilibrando precariamente esa charola. Se está fabricando a sí mismo. Está siendo un mesero. Pero mañana puede elegir otra cosa, todo depende de su libertad. Por eso, el mesero está siempre proyectado hacia el futuro, hacia lo que será según sus decisiones libres… —Es verdad. Ayer era feliz con aquel patán. Hoy, sin embargo… —…lo que fue ayer, ya no es. ¿Y qué es entonces tu amor el día de hoy? Igual que el mesero, solamente una pasión inútil que se desliza al olvido. Por eso, tú, yo y tu ex galán introducimos en el mundo la Nada… Ella da un gran trago y le arrebata la flor. —Entonces la Nada es… —Lo que todos elegimos ignorar, dejar a un lado, pretender que no existe, porque te asaltará una terrible náusea cada vez que te topes con ella. Es la consciencia del vacío, ya que el presente (este momento que vivimos tú y yo ahora), es nada, porque está aprisionado entre el pasado y un permanente proyecto de futuro… Por lo tanto, como dijo Sartre “el hombre es el ser por el que la nada viene al mundo”. Ambos sonríen largamente. Ella parece aliviada y murmura en tono confesional: —Por culpa de las locuras filosóficas que siempre andas regando por todas partes, muchos amigos prefieren no invitarte a las reuniones para que no les salgas con que si Sócrates por aquí, o que Kant por allá, y comiences a aburrir a todo mundo, como siempre haces. Pero ahora, con esto que me estás diciendo sobre Sartre, pareciera más fácil dejar atrás los malos recuerdos de mi ex… Ella se revuelve el cabello con los dedos nerviosos, se llena la boca de botanas. —En fin, no puedo cambiar nada del pasado, pero usando mi libertad, puedo elegir construirme un futuro… Dicho así parece tan fácil. —Tú viviste con el idiota ése una plenitud de experiencias, para decirlo de manera decente. —Sonríe malicioso—. Pero los días y noches que compartiste con ese mequetrefe ya no existen, están en el pasado, un pasado inmodificable, duro como una piedra.

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t r a s l u z Sin embargo, en este momento, aquí en este bar, tú habitas la Nada, solo tienes tu libertad, y estás arrojada al futuro… Ella duda. —¿No será al revés? Tal vez lo único que tengo en el presente es el Todo, o sea, todas las posibilidades de crecer en cualquier dirección, como una raíz en la tierra. —Puedes creer lo que quieras, pero Sartre dice que la Nada está instalada en nosotros “como el gusano en la manzana”. El hombre (y en tu caso, la mujer) está condenado a ser libre. “La libertad ha caído sobre mí”, dice Orestes, en la obra de teatro Las Moscas. Así, eligiendo una y otra vez, le damos sentido al mundo, que de otra manera sería completamente absurdo. —Qué grueso. Ya me está dando un dolor de cabeza, y se me revolvió el estómago, en serio. Nomás de pensar en la Nada ya me agarró un cólico ¿No habrá alguna receta contra La Náusea? —Sí. Componer una canción, o escribir un libro. Son las propuestas de Antoine Roquentin, el personaje que vence al absurdo escuchando música, y se propone escribir una obra literaria que trascienda su propia vacuidad. Quizá solo el arte pueda instaurarse entre el Ser y la Nada… —¿Y qué puedo hacer yo? —No lo sé. Eres libre y responsable de tus acciones. Pero por mi parte yo quisiera escribir algunas letras que recuerden este diálogo y mis pomposas tonterías filosóficas. Ojalá pueda aparecer en una revista literaria, en algún lugar hermoso, tal vez Cancún. ¿Qué te parece? Estos momentos que ahora vivimos detendrán su caída hacia el pasado… y las letras los atraparán en un paréntesis de tiempo, que durará quizás un poco más que tú y yo… Él vuelve a colocar la florecilla de plástico entre las manos de Ella. —Y como dice Roquentin: “Quizá un día sienta que el corazón me late más rápidamente, y me diga: fue aquella hora cuando comenzó todo”.

SARTRE, J.P. (s/f) La Náusea, México, Ed. Época,

Marién Espinosa Garay. (Monterrey, NL, 1953). Maestra en Estudios Humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Primer Lugar Premio FIMPES 2012 a la Innovación Educativa. 1er. lugar concurso de cuento Como el mar que regresa (2000), Casa de la Cultura de Cancún. 2do. lugar Premio FIMPES 1996 a la investigación educativa. Finalista en la XXVIII edición “Cuentos Lena”, Pola de Lena, Asturias, España (1991), Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Docente y responsable de la Coordinación de Humanidades en la Universidad La Salle Cancún. Correo: marien46@hotmail.com

Fuga (parte VI) José Antonio Íñiguez Antes de que luz y sonido se adentraran, quietos e inasibles, por la ranura de la noche. Antes, casi antes de que hálito y carne soñaran con fiebre la palabra yerta nacida del asombro. Antes, incluso antes de la primera ruina, del primer desastre… hubo tardes como esta, sin orden ni tiempo, batidas por las lluvias, Y hubo también caminos –o brechas imprecisas– en las que viento y luz nunca asomaron sus garras afiladas.

La tiniebla, el frío, el bochorno eran entonces lo único presente, insólito, para pulir al fin el rostro de las formas. No era necesario ya tanta carne, tanto bullicio, para habitarlo todo de vértigo después.

José Antonio Íñiguez (Distrito Federal, 1991). Poeta y editor. Sus poemas han sido publicados en diversas revistas y suplementos del país. Fue incluido recientemente en Los caminos de la lluvia: muestra poética de Cancún (Ediciones Del lirio, 2013). Actualmente dirige la revista digital Salvo el crepúsculo.

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El club de los optimistas incorregibles Ma. Ofelia Arruti Hay en la lectura algo que tiene que ver con lo irracional. Antes de haber leído el libro, intuyes enseguida si te va a gustar o no. Lo husmeas, lo olfateas, te preguntas si merece la pena pasar el tiempo en compañía suya… Un libro es un ser vivo. Jean-Michel Guenassia

El club de los optimistas incorregibles Jean-Michel Guenassia Trad. de María Teresa Gallego Urrutia Editorial RBA 2010, 647 p.

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ste libro, opera prima del francés Jean-Michel Guenassia, empieza en 1980 en el multitudinario entierro de Jean-Paul Sartre. La muerte de Sartre, “el último de los optimistas” —según Guenassia—, marca el final de una época, el desencanto del idealismo y el fin del optimismo cálido y amable de los intelectuales europeos. La novela sigue dos tramas paralelas. La

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primera es la historia de Michel Marini, un muchacho de 12 años, fotógrafo aficionado, lector voraz y jugador de futbolito (como le decimos en México) en el café Balto de la plaza de Denfert-Rochereau en París. Un día, en la trastienda de ese café, conoce a un grupo de exiliados de Europa del Este, el club de los optimistas incorregibles. Las historias de estos hombres constituirán la segunda trama de la novela. Cuando empieza a contarnos su historia en 1959, Michel Marini tenía 12 años y 17, cuando la termina en 1965. Michel tenía, según nos dice, dos familias que se aborrecían entre sí: los Marini, descendientes de italianos y proletarios, y los Delaunay, una típica familia burguesa. A Michel no se le daban los estudios, menos aún los de

matemáticas, así que, cada vez que podía, en lugar de ir al liceo, se iba a jugar futbolito al café Balto con su amigo Nicolás. Allí pasaba horas, oyendo rock and roll y dándole palizas a todos aquellos que osaban enfrentarse en el futbolito a él y a Nicolás. Y entre juego y juego, devoraba libros. Un día vio pasar a un hombre mal afeitado con una gabardina raída que desaparecía detrás de una cortina verde. La curiosidad natural de su edad, lo hizo descorrer la cortina y vio que alguien había escrito en la puerta: club de los optimistas incorregibles. Entró y se sorprendió de encontrarse con un club de ajedrez donde jugaban unos diez hombres. Pero mayor fue su sorpresa cuando vio jugando juntos a Jean-Paul Sartre y al escritor y periodista Joseph Kessel. Siendo ambos reconoci-

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dos enemigos políticos, Michel no salía de su asombro cuando los contempló riéndose y bromeando en torno a la partida. Así, fue conociendo a los jugadores de aquel club de ajedrez: Ígor, un antiguo médico judío que huyó de las purgas estalinistas; Leonid, un ex piloto militar comunista; Gregorios, un diplomático griego venido a menos; Pavel, un refugiado húngaro; Imré, húngaro y homosexual enamorado de Tibor, famoso actor del cine húngaro; el misterioso Sacha y otros más, todos ellos refugiados de Europa del Este que habían cruzado la cortina de acero para salvar la vida y habían dejado atrás su casa, su familia, sus amores, sus ideales y todo cuanto eran. Gracias a ellos, Michel comienza abrir los ojos a la realidad, a conocer el exilio, el comunismo y las dolorosas decisiones que tuvieron que tomar esos hombres para seguir siendo optimistas, pese a haber dejado atrás todo lo que era importante para ellos. Para entenderlos, deberíamos remitirnos al epígrafe anónimo de la novela: “Prefiero vivir como un optimista y equivocarme que vivir como un pesimista y tener siempre razón”. La relación de Michel con este grupo de optimistas incorregibles habrá de dejar una huella indeleble en su vida. Por su parte, la historia de Michel no está exenta de drama. Es la época de la guerra de Argelia y su hermano mayor se enrola en el ejército. Michel se apega emocionalmente a la novia de su hermano y aprenderá, junto con ella, el dolor que puede causar el amor. La familia de Michel se desmorona, su hermano se convierte en fugitivo, el hermano de su madre y su familia, que vivían en Argelia, son repatriados y vienen a vivir con ellos, sus padres se divorcian, muere su abuela paterna y su abuelo se va a Italia. Buscando a que aferrarse en esos momentos de desilusión, adopta a la gente del café Balto como su nueva familia. Un tema recurrente de la novela es la lectura. La pasión por la lectura lleva a Michel a seguir leyendo mientras camina

por la calle o a llegar tarde a clases por detenerse en el camino para seguir leyendo. Otra gran pasión de Michel es el cine. Como no tiene mucho dinero, se aficiona a ir a la cinemateca, donde ve todo tipo de películas, a veces dobladas, a veces en otras lenguas con subtítulos, pero todas interesantes para Michel. El club de los optimistas incorregibles es una novela repleta de historias y de los personajes más diversos. Con ellos, vamos conociendo, o recordando, los acontecimientos de la historia reciente de Francia y de Europa. A lo largo de sus más de 600 páginas, el autor va recreando, a través de los ojos de un adolescente, el ambiente en que se desenvolvían los exiliados del Este en el París de la década de 1960. Hay una gran cantidad de temas históricos de fondo: una época de bonanza en Francia, la guerra de Argelia, la llegada a Francia de los repatriados (los llamados pieds-noir), los exiliados apátridas del Este, el muro de Berlín, la manipulación política de Stalin, los ideales que sirvieron de simiente al mayo del 68. La novela es el retrato de una generación y una reconstrucción fiel del París de los años 1960 y de los intelectuales de esa época; una historia en la que se mezclan historias ficticias con detalles reales. Es un relato lleno de humor, amor, dolor y descubrimiento. No cabe duda de que Guenassia es un gran narrador, capaz de transmitir emociones personales, familiares, sociales, políticas e históricas con un tono sencillo, dinámico y conmovedor. El resultado es una novela deliciosa, que el lector disfrutará de principio a fin. Jean-Michel Guenassia nació en Argel en 1950. Abogado de profesión, se ha desempeñado también como guionista de cine y televisión. Aunque en 1986 publicó la novela policiaca Pour cent million, él mismo considera El club de los optimistas incorregibles como su primera novela, es más, como “la novela de su vida”. Tardó más de seis años en escribirla, la destru-

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yó y la volvió a escribir. La envió a varios editores sin muchas esperanzas y, finalmente, a sus casi 60 años, se convirtió en una de las revelaciones literarias de 2009. El club de los optimistas incorregibles ha alcanzado un éxito rutilante en Francia. Obtuvo el Premio Goncourt des Lycéens 2009, concedido por mil quinientos lectores jóvenes entre los finalistas del Goncourt y se ha ganado el aplauso unánime de la crítica y del público. Tropo

María Ofelia Arruti. Estudió física y traducción. Es traductora, editora y correctora de estilo. Fue maestra de matemáticas, traducción y español. Fue coordinadora de Publicaciones del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) por más de ocho años. Ha traducido del alemán varios cuentos para niños y dos novelas juveniles para el Fondo de Cultura Económica, así como otros libros de economía, sociología e historia para diversas editoriales. También ha traducido muchos artículos de economía, sociología, historia, filología, etc. del inglés, francés y alemán para prestigiadas revistas nacionales e internacionales. En la actualidad, traduce regularmente para la revista National Geographic en Español y es correctora de estilo de la revista Educación Matemática. Radica en Cancún desde 2003.

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mera sección del libro, el cual se abre con una famosa línea de Virgilio: “Oscuros en la solitaria noche” (12), hasta aquel “soneto en prosa hecho mediante la combinación de 13 versos de distintos autores” (28), Muerte de Catulo se convierte en una defensa de la apropiación lectora:

Muerte y vida de Catulo entre nosotros

¿Qué diría el César si supiera que tus poemas son plagio de otro poeta más antiguo que las antologías? ¿Qué diría si supiera que mientras Lesbia transcribía cada uno de sus versos, tú sentenciabas al fuego cualquier rastro de tu anónimo colega? (29)

Agustín Abreu Cornelio Muerte de Catulo Marco Antonio Murillo Editorial Rojo Siena 2013

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areciera que algunos poetas han estado siempre allí, que la historia se hubiese echado a andar por el peso de sus palabras. ¿Qué hubo antes de Homero en ese mar que hoy llamamos Mediterráneo? Indudablemente mujeres y hombres que vivieron, odiaron y amaron, pero que hoy ceden su lugar al de los pies veloces, al domador de caballos, al fecundo en ardides. Todo el universo arde y renace constantemente, y los poemas no pueden sino dar testimonio de que algo debió recordarse. Ponen una marca en la trayectoria del olvido: lo hacen interponiendo signos, palabras, metáforas, ante

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lo que no puede recuperarse. “Se canta lo que se pierde”, escribió Antonio Machado con razón plena. La obra de Gayo Valerio Catulo, lo mismo que la de autores más recientes o más antiguos, persiste como un monumento a lo que el tiempo nos ha arrancado de las manos. Sin embargo, las palabras del poeta latino, tan llenas de nada, solo indicios de lo que fue su atormentada vida, lucen ante nosotros como una invitación a la pasión propia. Es decir, el poder de la poesía reside en invertir la pérdida, en hacer del olvido una acción creativa. Marco Antonio Murillo, en Muerte de Catulo, describe de gran manera la naturaleza del fenómeno poético: Pero algo oculto, cierta cosa olvidada, acaso pueda recordar que alguien habitó lo que ahora es inhabitable. (31) El mencionado libro de Murillo no es únicamente un homenaje al gran poe-

ta latino, también es una exploración de la poesía desde los dos extremos que le conceden existencia: el del poeta y el del lector, siendo que la más fecunda relación de ambos elementos es aquella en la cual el lector se ve urgido de volverse creador. Síntoma de esto es que Murillo decidiera finalizar cada poema con dos puntos, en vez del punto final; ello podría interpretarse de dos maneras: como una indicación del estrecho vínculo que une un poema con otro, pero también como una oportunidad para que el lector imagine aquella consecuencia de lo que el poema plantea. Dos puntos que abren el texto. Pero no me refiero solamente a la lectura creativa en la que el lector va poniendo de sí, de su experiencia vital para actualizar las imágenes y metáforas que el texto le concede; sino primordialmente a aquella la ocasión en la cual el acto de leer obliga al lector a enfrentarse a una hoja en blanco para dar constancia de las propias pérdidas. Desde el segundo poema de la pri-

De esta manera, el poema que Marco Murillo nos concede se presenta ante nosotros, lectores del siglo XXI, como un espacio de la “ahoridad” que Haroldo de Campos exigía para la poesía contemporánea. Si bien el libro se encuentra lejos de los poemas concretos, sí atiende a aquel postulado de Campos que exige romper la orientación lineal de la tradición para que el poema sea un eterno presente en el cual conviven poemas de distintas épocas, pretendiendo romper de esta manera con el determinismo histórico (De Campos 47). Ya el primer poema de la serie “Pobre Valerio Catulo” describía el brindis en el cual se han de mezclar los licores con la sangre al romper las copas que los contenían. En el caso de Murillo hablamos no solo de la poesía de Catulo y Virgilio, sino también de Quevedo, Sor Juana y, sobre todo, Rilke. Podría sorprender el hermanamiento en Muerte de Catulo del poeta germano con el latino, del poeta purista con el exaltado autor de epigramas. Mérito de Murillo es hacernos recordar que ambos coinciden en el trabajo de la palabra, en la búsqueda de la belleza, en el conocimiento de que la belleza, como la felicidad, es inalcanzable y, por ello, terrible. Pero sobre todo, en la plena conciencia de saber que es la pérdida lo que persiste en el canto. “Aprende a

olvidar que tú cantaste”, recomienda Rainer María Rilke a un muchacho enamorado, en el tercero de sus sonetos a Orfeo, “esto no es tu amor” (Rilke 25). En cuanto al poeta latino, famoso es aquel poema en el cual cantó la muerte del gorrión que tanto hizo sufrir a su amada Lesbia. Pero más interesante, en la ocasión de este escrito, es la particular visión que de la poesía de Catulo se presenta en el libro de Murillo, quien pone énfasis en la lucha agónica que sostiene el poeta con la escritura, cuyo instrumento llama con gran coherencia “lanza de doble filo”. Lucha que sostiene contra el morir y olvidar constante, como contra el ángel de Rilke: lanza de doble filo, escribí para luchar por la vida, hoy renuncio a este combate, la victoria fue mi derrota frente al tiempo (Murillo 20) Sea quizá esa expresión del tiempo, del ser en el tiempo, aproximación a la poética de Rilke, lo que mejor realizado está en Muerte de Catulo. No buscar la conservación, el honor propio, si hasta los imperios caen –como se señala en el poema “Roma, 476 d.C.”–; sino entregarse a la pérdida de la voz propia: “Más que esta ciudad arrasada, me conmueve que escribas en el aire” (18). El fluir, representado en el poemario por el aire lo mismo que por el río Tíber, es símbolo del tiempo cuyas aguas “intactas casi” (13) corren sin encontrar desembocadura; fluir en el cual somos nada, aunque nuestras palabras sí puedan persistir cargadas con olvido con su irrevocable pérdida. Borges escribió en un breve poema “La meta es el olvido”. En esa entrega desinteresada es en la que Marco Murillo parece haber sido empujado por la poesía: en reconocer la valía de sus ruinas, en soplar la ceniza hasta que arda todo lo que de carbón hay en ella. La poesía, y él lo ha escrito en el poema “Las palabras y el fuego”, no

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es una decisión de vida, es simplemente vida; espacio que habitamos aunque no nos brinde refugio, como lo ha escrito él también en el último poema del volumen. “Se canta lo que se pierde”, escribió Machado. Habría que leer los versos de Muerte de Catulo al amparo de dicho pensamiento para comprender cuánto promete la poesía de Marco Antonio Murillo. Estos, por ejemplo: Tuvo un castigo más terrible y más perenne que Prometeo: El olvido. (34) Obras citadas De Campos, Haroldo. De la razón antropofágica y otros ensayos. Trans. Rodolfo Mata. México: Siglo XXI, 2000. Murillo, Marco Antonio. Muerte de Catulo. Puebla: Rojo Siena, 2013. Rilke, Rainer María. Sonetos a Orfeo. Trans. Otto Dörr Zegers. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 2002.

Agustín Abreu Cornelio (México, DF., 1980). Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Modelo y Maestro en Bellas Artes con especialidad en Escritura Creativa por la Universidad de Texas en El Paso. Actualmente cursa el doctorado en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Pittsburgh. Ha publicado los poemarios Los reflejos, Caramelo de muerta (plaquette), y Extinción del testimonio (de reciente publicación). Co-antologizó Sin lugar para la ternura. Antología poética, de Óscar Oliva. Ha sido ponente en congresos de literatura en México y Estados Unidos. Blog: http://suspirarcomolavictoriadesamotracia.blogspot.com

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Retrato de una vida heroica Juan Carlos Serrano

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El sueño de Celta Editorial Alfaguara 2012

sta novela histórica del escritor peruano Mario Vargas Llosa narra la peripecia vital de un hombre de leyenda: el irlandés sir Roger David Casement (1864−1916). Héroe y villano, traidor y libertario, moral e inmoral, una figura de múltiples aristas, controversial, admirado y odiado, que se apaga y renace después de su muerte en 1916. El autor elige comenzar ubicando al protagonista en sus últimos días. Desde su reclusión en la cárcel londinense de Pentonville, nos narrará su historia. Desde los días interminables que anunciaban su fatal desenlace, nos trasladará a su primera niñez en Doyle´s Cottage, un suburbio de Dublin, donde nace un 1 de septiembre.

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Hijo menor de cuatro hermanos que fueron educados como anglicanos, el pequeño Roger es bautizado por Anne Jephson —la madre— en la fe católica cuando él tiene cuatro años. Este pilar espiritual sólido fallece en 1873. Y su padre —que los ha enviado a vivir con un tío abuelo—, sumido en la desolación y la soledad por la pérdida de su esposa, fallecerá en 1876, víctima de la tuberculosis. A los 15 años, luego de abandonar los estudios y trasladarse a vivir a Liverpool, a casa de unos tíos maternos, accede a su primer trabajo en la compañía naviera Elder Dempster Line. Alentado por el recuerdo de aquellos pioneros que descubrió en su niñez en las historias de la India y Afganistán, Roger irá definiendo su destino. Leyó todo lo que pudo de las relaciones comerciales entre el Imperio Británico y el África Occidental: “Llevar al África los productos europeos e importar las materias primas era, más que una operación mercantil, una empresa a favor del progreso de pueblos detenidos en la

prehistoria, sumidos en el canibalismo y la trata de esclavos”. Así lo consideraba Roger, por eso, después de tres viajes que realizó al África, le anunció a su familia que partía a esas tierras; tenía veinte años. Después de servir un tiempo en Nigeria, Maputo y Angola, hacia 1900 le propone a la oficina del Foreign Office llevar a cabo una expedición al interior del Congo. Quería constatar los crecientes rumores sobre iniquidades cometidas contra los nativos en la región. Bélgica —aliada de Inglaterra— había recibido esta vasta zona, encomendándosele a Leopoldo II, rey de Bélgica la protección de los indígenas y la instalación de misiones e iglesias bautistas. En 1903, Roger Casement llega como cónsul y se instala en Boma. Desde allí recorrerá el bajo, medio y alto Congo, tomando notas de cuanto ve. En todas las estaciones que recorre, su tristeza y desilusión van en aumento. La cauchería, principal producto del lugar, conocido en aquella época como “el oro negro”, es re-

colectado de los arboles del látex por nativos que sobreviven en situación de esclavitud. Obligados a recolectar cantidades nunca alcanzadas, son separados de sus familias, torturados en el cepo, mutilados de las manos o azotados hasta perder el conocimiento. Con el tiempo reconocerá que la llegada de los europeos a estas tierras, en lugar de provocar su tan ansiada civilidad, ha provocado una barbarie inimaginable. Por su deterioro físico, sufrirá fiebres palúdicas y malaria que lo obligan a permanecer postrado por largos periodos. En los cuadernos también anota los encuentros sexuales, ocasionales y muy esporádicos, con jóvenes que lo deslumbran con su belleza autóctona, y algunos otros que parecen ser más el producto de su fantasía que de relaciones reales. A su regreso a Londres, compilará de sus notas lo vivido, lo visto y algunas entrevistas, con lo que conforma un documento que se conoce como “Informe sobre el Congo” y que el Foreign Office presentará al gobierno británico. La perplejidad y la indignación generadas no tienen precedentes en la época. Roger logra un reconocimiento extraordinario, su fama recorre el país entero y el extranjero, a tal punto que la corona británica le da el título de Sir. Esta distinción lo destina a una nueva aventura: el Foreign Office le solicita que como Cónsul, realice la misma tarea en la Amazonia Peruana, donde una compañía recolectora de caucho, la Peruvian Amazon Company, de capital inglés, pero dirigida por un peruano, Julio Arana, está en la mira del Gobierno desde hace tiempo. El último día de agosto de 1910, desembarca en Iquitos. Días más tarde se interna en la Amazonia, a la zona del Putumayo, donde el Perú limita con Colombia y Brasil. Lo que vive y lo que ve es la réplica exacta de lo acontecido en el Congo. Los encargados de las estaciones, barbadenses traídos por la compañía, se niegan a hablar en un principio, pero con la promesa de ser devueltos

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Roger David Casement

sanos y salvos a su lugar de origen, declaran las aberraciones más escalofriantes cometidas contra los nativos del lugar. De regreso, Roger entregará su “Informe sobre el Putumayo”, provocando la misma oleada de desconcierto e indignación que su anterior informe. Como consecuencia, desaparece la Peruvian Amazon Company y, con ella, el prestigio y propiedades de su director Julio Arana. Pese a ello, este nefasto personaje regresará al Perú y, con el tiempo, será elegido senador de la República. Toda esta experiencia, acumulada a lo largo de veinticinco años, lo han preparado, casi sin darse cuenta, para tomar la decisión más trascendente de su vida: “la independencia de Irlanda del Reino Unido”. Viaja a Irlanda, donde se reunirá con los rebeldes nacionalistas, los volunteers, los dirigentes de la Irish Citizen Army. De ahí, es enviado a New York, a solicitar dinero para armas, ya que los empresarios irlandeses de aquella ciudad poseen la capacidad económica para ayudar en tal propósito. Es en este punto donde muchos piensan que comete su único error. Roger, al igual que sus compañeros de lucha, saben que la liberación de Irlanda nunca será posible

sin una lucha armada. Propone entonces realizar un viaje a Alemania (que había declarado la guerra a Inglaterra en 1914) y convencerlos de trasladar armas a Irlanda en uno de los submarinos que Alemania enviaba a costas inglesas. Los alemanes se demoran y, cuando por fin parte, se entera de que los rebeldes han decidido no esperar y lanzar un ataque en Semana Santa de 1916. Mal preparados, mal dirigidos, son derrotados por el ejército inglés. Cuando Roger Casement desembarca en Irlanda dos días después con el armamento, es tomado prisionero y trasladado a Inglaterra. Recluido en la prisión de Pentonville, es sentenciado a la pena capital por traición a la patria. Durante cinco largos meses, aguardará con la esperanza de que le sea conmutada su pena. Así, la novela termina donde comenzó, en la prisión, donde el 3 de agosto de 1916, por decisión unánime del Consejo de Ministros, es llevado a la horca, donde fallece de manera instantánea. La novela está dividida en cuatro partes: El Congo, La Amazonia, Irlanda y un Epílogo. Escrita con un lenguaje épico que nos recuerda la prosa de los libros de historia, el narrador relata en tercera persona,

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l a t i n t a t e n t a

El valor de las reformas y el reto de Peña Nieto Marcos Constandse Madrazo

Tus sueños más remotos, Agustín Labrada.

y solo cede la palabra a la primera persona de los personajes en diálogos profundos e inteligentes. Resulta agradable comprobar un texto cuidado, escrito por momentos con la lucidez y la maestría a la que el autor nos tiene acostumbrados. No obstante, como lector, si no hubiese sabido anticipadamente de qué autor se trataba, me hubiese resultado imposible descubrir su pluma. Tal vez por la elección del personaje en cuestión y su connotación ideológica, me hubiese costado adivinar a un Vargas Llosa interesado en este tema. Vargas Llosa no solo se ha dedicado a la escritura: durante muchos años de su vida se dedicó a la política con relativo éxito. Es ampliamente conocida su filiación al nacionalismo de derecha y su postulación para Presidente del país. Postura, que le costó la antipatía de no pocos gobiernos —fundamentalmente en Latinoamérica— y la simpatía de muy pocos. Sin embargo, en esta novela, por su rigor histórico, su estudio y documentación, y

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el atrevimiento de la elección de un personaje —al cual rescata más allá de las controversias de la época—, no podemos más que coincidir con él. ¿Quién podría estar en desacuerdo con la crítica hacia la expansión imperialista? Esa que se entromete salvajemente en sociedades pacíficas destruyendo sus cimientos en beneficio propio. ¿Quién podría estar en desacuerdo, cuando alguien pretende rescatar las libertades individuales? Cuando denuncia sensible y airadamente la violación sistemática de los derechos humanos. Las vidas de hombres como la de Roger Casement, y su sueño de ver una Irlanda independiente, merecen nuestra admiración y respeto. Una elección acertada, digna de ser compartida. Mario Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, en 1936. Ahondar en su trayectoria literaria, sería innecesario porque es ampliamente conocida. Baste con decir que su carrera cobró notorie-

dad con la publicación de La ciudad y los perros; que ha escrito diez piezas teatrales, ensayos literarios, relatos y cerca de treinta novelas a lo largo de su carrera. Ha recibido innumerables premios y reconocimientos, entre los que destacan el Cervantes y el Príncipe de Asturias. En el 2010, por su trayectoria, fue galardonado con el Nobel de Literatura.

Juan Carlos Serrano (Buenos Aires, 1950). Estudió Sociología y teatro. Autor del libro de relatos breves Recuerdos, fantasmas y otras yerbas (1992). Radica en Cancún. Sus cuentos fueron publicados en TROPO a la uña (primera época). Coordinó un Taller literario de lectura y cuento en 2008. Actualmente, forma parte del taller itinerante “Pan, vino y cuentos”.

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lo largo de sesenta y dos años de mi vida —durante los años en que fui adquiriendo conciencia política—, han pasado por el gobierno del país ocho presidentes priistas (consecutivos), dos de la oposición y uno nuevamente priista, al retornar este instituto político al poder. Durante todo este tiempo, las transformaciones políticas a la Constitución generaron una gran desilusión entre los ciudadanos porque se realizaron en su mayoría con intenciones de control de poder y únicamente para la toma de decisiones discrecionales por parte de los políticos en turno, es decir, para beneficiar a los dueños de los mecanismos de impartición de justicia, todo lo cual ancló a México en la corrupción y la ineficacia. En todo este periodo, el país no había vivido transformaciones estructurales tan profundas y esperanzadoras como las logradas ahora: ni con las políticas cen-

tralizadas del PRI —con su dos etapas claramente definidas, la de desarrollo estabilizador (40 años) y la denominada Nacionalismo Revolucionario y su cauda de decadencia corrupta (30 años)—, ni con la llegada al poder de los dos gobiernos panistas —el primero decepcionante por su superficialidad e inoperancia, y el segundo con un hombre serio que no pudo enderezar los cauces perdidos de la nación. Ahora, en un solo año de gobierno —con las reformas estructurales aprobadas en comunicaciones, manejo de información y sistema judicial y penal; en educación, en la financiera y la hacendaria; y en la política y energética— se pudo hacer lo que no se había logrado en los cincuenta años posteriores al Nacionalismo Revolucionario: reformar prácticamente toda la base obsoleta, corrupta e inoperante del sistema del Derecho Mexicano. El Pacto por México —el acuerdo de las tres principales fuerzas políticas— ha logrado transformar a México en ochenta por ciento de sus tabús políticos, ideológicos y económicos y ha logrado supe-

rar al parecer las trampas del pasado. Sin temor a exagerar, podríamos decir que se empieza a vivir un auténtico “milagro mexicano”. Si Enrique Peña Nieto cumple su promesa de dedicarse a implementar correctamente todas esas reformas, no cabe duda de que pasará a la historia como el gran reformador del México moderno. Si la corrupción e ineficacia de su grupo político (el de Atlacomulco, que lo encumbró) lo absorbe, tendremos una nueva decepción, como las muchas que hemos vivido. Si es así, el pueblo de México seguirá su peregrinaje en la desesperación, la pobreza y la tristeza. De ese tamaño es la responsabilidad del Presidente Peña Nieto. TROPO

Marcos Constandse Madrazo. Empresario cancunense y promotor cultural. Autor de los libros Yo soy nosotros (Diana, Premio Industria Editorial a ensayo filosófico, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana, 2003).

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ter tulia s Con la publicación de los textos que aparecen en las siguientes páginas, TROPO a la uña ha querido sumarse —a manera de mínimo homenaje— a la previsible marea de celebraciones y remembranzas que suscitará el centenario del gran Julio Cortázar (19141984), un escritor que ha marcado toda una época —la del boom latinoamericano—, ha influido en la libertad creativa de los escritores de todas las latitudes y ha dejado una huella lúdica y revolucionaria en generaciones de lectores.

El verdadero Cortázar Miguel Meza

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firmar que Julio Cortázar fue siempre un escritor comprometido con la izquierda, o que desde sus primeros años como artista fue un hombre público y un escritor político —facetas destacadas solo al final de su vida—, es inducir una falsa creencia, alimentar su leyenda de manera parcial. Pretender que el autor de Los premios defendió desde su juventud “los ideales revolucionarios de los pueblos oprimidos de Latinoamérica”, y que por ello sufrió el ninguneo del capitalismo imperialista, es caer en anacronismos que resaltan solo un aspecto de la rica aventura cortazariana. Cortázar no defendió una postura política de izquierda desde su juventud. En realidad, el narrador argentino tuvo una primera época —larga y fructífera— de intelectual declaradamente apolítico, comprometido únicamente con la literatura. La magnitud de esta convicción excluía todo lo demás. Para Cortázar, la existencia se acotaba en los horizontes de un libro, y su mundo giraba en torno a dos intereses exclusivos: literatura y jazz. Cuando decide comprometerse con el socialismo —a raíz de su experiencia en los sucesos del mayo francés del 68— y se suma a la defensa apasionada de Cuba y Nicaragua, el creador de Rayuela tenía ya cincuenta y cuatro años. Era, en ese entonces,

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el autor de una obra que le había consagrado como una de las figuras literarias más admirables e importantes. Su estilo vanguardista y desmitificador; su propuesta vital e irreverente, y el enfoque insólito de sus temas, rescataron para nosotros la veta fantástica y revolucionaria de la realidad cotidiana. Cuando sufrió su radical transformación, cuando se volvió inevitable firmante de manifiestos políticos y asistente infaltable a congresos socialistas, Cortázar había escrito ya la mayor y mejor parte de su obra. Los dieciséis años restantes de su vida los dedicó —ésos sí— a la práctica de una actividad política dictada más por la obediencia a una ética humanista singular, que por los principios de una ideología para la cual el escritor argentino resultó ser demasiado bueno y generoso. Este Cortázar se perdió en la bruma de la circunstancia histórica, válida, pero inmediata y efímera. La imagen de un Cortázar reivindicador de los oprimidos no es la que mejor lo define. En sus memorables cuentos y reveladoras novelas está el verdadero Cortázar. El que selló con su obra una época en la historia de la literatura y dejó huella indeleble en la existencia de sus lectores ¿Quién de nosotros no se estremece aún al recordar el impacto transformador de una novela mítica como Rayuela? Ese es el Cortázar que queremos. El que pedía a su lector asumir la literatura como un riesgo que sacudiera sus acartonadas convicciones y creara una auténtica revolución en su interior.

El Cortázar para el cual la literatura implicaba la transformación existencial simultánea del lector y el autor, y el abandono de las zonas en donde se mueven los muertos en vida para entrar en el reino del desafío y la búsqueda. El que afirmaba que cada lectura debe procurar señales que orienten al lector en la indagación hacia su propio centro, hacia su revelación, hacia su esencial contradicción; si no, no sirve. Aún me sorprende constatar la vigencia de sus hallazgos. Por ejemplo, en Historias de cronopios y famas su división de los seres humanos. Basta voltear a nuestro alrededor para confirmar que la marea de los “famas” crece cada vez más y amenaza con ahogarnos. Los seres exitosos —los yuppis de la última moda— están aquí, a nuestro lado, adaptados, acomodaticios, obedeciendo puntualmente las propuestas del neoliberalismo actual, asumiendo la vida como una realidad segura, sin sorpresas desestabilizadoras, con una seriedad que les asegura respetabilidad y decencia, en una realidad en donde no existe lo otro, el riesgo, el desequilibrio. Me hace sentir vivo saber que ante esta seguridad sumisa, sigue siendo válida la definición cortazariana de los cronopios, aquellos entes cargados de inconformidades y rebeldías interiores, dispuestos a enfrentar el peligro que significa la búsqueda de una existencia más auténtica, que juega con las cartas de la crea-

tividad, el juego y el humor. Me gusta recordar a Horacio Oliveira y a la Maga y confundir a Cortázar con ellos. Imaginar que Oliveira-Cortázar anda aún por ahí, deambulando por los dédalos de las urbes contemporáneas, entre sus bestiarios interiores, rumiando su crisis existencial, su neurosis de eterno inadaptado, su rebeldía esperanzadora y sus continuas bromas a la vida, desde la inteligencia..., en el filo mismo del absurdo

Miguel Meza (México). Poeta, crítico y editor. Desde 1986 radica en Cancún. Fue director de la Casa del Escritor de Cancún (1997-2004), y de la revista literaria tropo a la uña (primera época, 1998-2007). Es autor de los poemarios Destellos de mareas (Praxis, 2004) y La tribu inmigrante (de próxima publicación), y del libro de cuentos Cada quien su paraíso (Letramar, Fondo Editorial del CCL, 2014). Actualmente, coordina talleres literarios (narrativa, lectura crítica y ensayo literario), dirige el Centro de Creatividad Literaria de Cancún y edita la revista tropo (segunda época).

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tertulias

Tras las huellas del Perseguidor

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Víctor Vallado Castellanos

ratar de llevar a cabo un análisis de uno de los personajes de Julio Cortázar es una aventura inquietante y no poco temeraria. Y en especial si se tiene en cuenta que estos son almas atormentadas e incomprendidas, que en ocasiones llegan a ser monstruos solitarios que habitan una comarca temporal denominada como “locura” a falta de un adjetivo más adecuado. Y digo “locura” ya que en realidad al analizarlos más profundamente ya no podemos saber a quién llamar inadaptado o incomprendido, pues muchas veces, por no decir siempre, terminamos admirando a ese enajenado por original y valeroso, oponiendo su forma de ser a la realidad que le ofrecen, pero que se niega a compartir. Y “El perseguidor” no es precisamente el más accesible de sus cuentos, lo que se vuelve evidente en el momento de su lectu-

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ra. Intentar un mero acercamiento o comprensión presupone la familiaridad con la literatura tan cargada de conceptos e ideas de Borges o el mismo Cortázar. El acercamiento a los hilos esenciales de la historia se tiene que hacer desde una postura altamente cargada de sensibilidad estética e intuición metafísica. Y no es para menos, pues la filosofía de creación de Julio Cortázar es un proceso tortuoso, oscuro y en ocasiones atemporal, con lo que el autor pone de manifiesto lo absurdo de la realidad, o más acertadamente, la realidad absurda que nos han querido imponer como “real”, en la que todo significado es una mera convencionalidad que nos da conceptos más para justificarnos que para darnos explicaciones. Pasando a la obra, de todos los personajes quien salta a la vista por su patetismo es el protagonista principal, Johnny Carter: vacío, desesperado, perdido pero inconforme, a la búsqueda de algo que pueda ir más allá, pero sin embargo, él mismo no sabe definir y que acaso no exista y sea una mera ilusión más del ab-

surdo que le rodea y le circunscribe. Por eso es el perseguidor, porque quiere creer que persigue al tiempo, pero en realidad apenas y alcanza a huir de él. Y es que el tiempo es la principal y única obsesión de Johnny, que en un intento por tratar de entender la apabullante e incomprensible mezcolanza de imágenes que se le presentan día a día, recurre a la incomparable música del jazz, en la que mezcla y justifica su frustración, sus sentimientos, sus pasiones y demás, exponiendo su única certeza: la música como única explicación del tiempo, en el instante fugaz que le pertenece o cree poder tomar, el efímero ahora, su existencia. Y es que fuera de eso ya no hay nada más que recuerdos. Es la visión fatalista del tiempo considerado como el más grande de los absurdos, lo que lleva a una realidad vacía e inútil, sin esperanzas, y sin embargo, en un último intento de búsqueda se lanza el individuo a “perseguir” ese infinito instante a través de la música del jazz, con la que logra dar un único significado al absurdo de la existencia, y pasar del instante finito al infinito. De lo anterior surge el distinto de Johnny . Su esquizofrenia, padecimiento al que se ha visto arrastrado por el vicio, la pobreza y la inestabilidad emocional. Y es que a primera vista aparece como una más de las almas atormentadas de los mundos absurdos de Cortázar. Sin embargo, a lo largo de los cortos diálogos que sostiene durante el relato se nos aparece como un ser marginal, sí, pero coherente en todo momento consigo mismo, insatisfecho, original y a la búsqueda perenne de sí mismo, en la que afirma su razón de ser y el significado de su existencia. Lo anterior se hace evidente en la envidia que le tienen los otros, que se sienten dignos y tranquilos por fuera, pero que se carcomen por dentro por la forma en que Johnny se ha impuesto a pesar de su patetismo ante el mundo que no comprende, y que realmente no quiere comprender; no lo necesita. A él solo le interesa el suyo propio, asequible solamente a través de la música del jazz. Esto es tan patente que uno se pregunta si la esquizofrenia de Johnny no será su respuesta y último refugio ante el absurdo de los demás y no una consecuencia. Después de todo, su lógica no es la lógica de los otros. Johnny “muere” a causa de su precaria salud, pero muere en realidad o acaso ha logrado dejar atrás el absurdo de los otros y perseguir el tiempo, a perseguirse el mismo.

Hay en el cuento otros puntos muy interesantes como son el sentido de la existencia y esta como una permanencia absurda en el tiempo. Pero también podemos apreciar en los párrafos que se suceden la necesidad imperante, quizá desesperada, de buscar, de “perseguir” el sentido de existir, de ser y de ser uno mismo. Tales ideas son las más profundas y a mi ver las más valiosas en la obra de Julio Cortázar. Y es también sumamente curioso encontrarlas en obras tan separadas en tiempo y contexto de nuestro autor como son Demian de Hermann Hesse y Alice´s adventures in wonderland de Lewis Carroll. En el primer caso por la búsqueda desesperada e inconforme del sentido de sí mismo y la consecuente autoafirmación; búsqueda que se da precisamente en medio del dolor y la soledad, bajo el estigma de Caín. Y en el segundo, por el absurdo de la existencia, no ya en sí misma, sino al verse obligada al mundo de los otros, que han querido inculcarnos como “realidad”, coartando el sentido de sí mismo y limitando al ser en todas direcciones. Y así es que los personajes solitarios, atormentados y obsesionados son los únicos locos en un mundo de cuerdos, o más bien, los últimos cuerdos en este mundo de locos. Sin embargo, el perseguidor se persigue a sí mismo y acaso sea en extremo difícil comprenderle. Después de todo no todos tenemos la suficiente “locura” para emprender la persecución. Acaso haya logrado correr tras las huellas de la sombra del otrora Johnny Carter. Tropo

Víctor Vallado Castellanos. (Mérida, Yuc. 1979). Estudió la licenciatura en Humanidades y Filosofía. Desde hace seis años es docente en el área de Humanidades. Ha colaborado en revistas literarias locales.

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tertulias

Testigos

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Mariel Turrent Eggleton

esde hace tiempo mantengo un romance literario con X. El mismo X que conocí entrando a la adolescencia en una kermés de la escuela. Lo vi de lejos, ni siquiera me acerqué, pero eso no evitó que se detonara en mi interior un torrente de ficción que no he podido detener en varias décadas. Al principio, la ficción se desarrolló de forma unilateral y se alimentaba solo de aquellas veces que fugazmente lo veía sin intercambiar palabra, sin que él notara mi presencia. Pasados un par de años, la vida nos unió por unos meses, para luego poner tierra de por medio y separarnos de nuevo. Entonces iniciamos un romance epistolar. Cartas de papel y tinta, dibujos, servilletas con mensajes, boletos del cine, recibos, y todo lo que cupiera en un sobre iba y venía a través del correo postal. Sin embargo, después de un tiempo, esta relación bilateral volvió a ser interna, es decir, se enfrascó en la mente de cada uno sin posibilidades, y sin deseos, de acercarse al otro. Pero como lo único constante en la vida es el cambio, la efervescencia de las comunicaciones en el SXXI venció los obstáculos, y sin explicación, reanudamos nuestras conversaciones. La insoportable levedad del ser encendió el diálogo. Las frases, esta vez electrónicas comenzaron a ir y venir, y sin pensarlo, a las pocas semanas nos vimos envueltos en un romance literario sin salida. La pasión, la traición, las infidelidades, los episodios, las historias. De la levedad siguió la gravedad, y fuimos yendo más adentro hasta que sin tiempo de preverlo, me vi escribiendo aun cuando no estaba en la computadora, describiendo en mi mente, relatando paso a paso mis emociones y sentimientos, mis peores miedos y mis grandes alegrías, retratando cada paisaje y cada detalle diminuto, enviándole a veces y otras no, todo lo que mi yo interno le relataba, como si a X de verdad le importaran las minucias de mi vida. La rutina que llevaba se volvió cada vez más emocionante. Se convirtió en una novela que aunque narraba cosas simples, transformaba el relato en eventos excepcionales. Me gustaba tener un espectador de todos mis movimientos. Alguien pendiente de todo lo que me ocurría. Y ya no podía ni siquiera tomar un café o comprarme una falda sin darle un significado o pensar en lo que podría provocar en X. Me volví más segura, empecé a darle una intención a mi arreglo personal y a convertir mi idea de mí misma en el personaje de mi propia ficción, que fluía en mi vida novelada y perfecta.

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Decidimos vernos. Emocionada por traer el reencuentro a un plano real (meses antes ya habíamos narrado juntos ese momento) dispuse de todo lo necesario y, con más nervios que en la ficción, acudí a la cita. Me sentí feliz al principio mientras se recreaba la escena previamente descrita con aparente fidelidad. X se había convertido en el Sr. X. Tenía un aire maduro e importante, y sus ojos eran mucho más hermosos que los que guardaban mi memoria. Sin embargo, no reconocía a mi personaje de ficción en ese hombre. Había una barrera infranqueable entre nosotros. Los abrazos que tan apasionadamente había yo sembrado en mi imaginación, no germinaron en la realidad. Y aunque era él, el mismo X que yo recordaba, había algo también que lo hacía totalmente ajeno, algo que me impedía acercarme. Nuestro encuentro cordial y feliz, para efectos literarios fue un fracaso. No había nada interesante que narrar de aquel momento, ademanes cariñosos, caras sonrientes, pero un ambiente leve, y dos personajes nadando con precaución en la superficie de la nada. Aunque nos conocemos desde hace años, está claro que no hay nada más lejano de mi realidad que el Sr. X. Él florece en el privilegiado clima de una gran metrópoli y yo, en una selva húmeda cercana al mar. Mientras él llega a un restaurante donde lo reciben por su nombre y le ofrecen el tequila de siempre, yo disfruto el agua de un coco, lavo los platos en chanclas y me divierto viendo las travesuras de mi gato (animal que él detesta). No existe en el plano real un posible encuentro entre nuestros mundos. No hay reconciliación plausible de nuestras ideas, de nuestros hábitos, de nuestras costumbres. Como consecuencia, vino una desavenencia en nuestro romance. Un “es muss sein!”* externo planteado por las convenciones sociales (según define brillantemente Milan Kundera en capítulo 8 de la Quinta parte de La Insoportable Levedad del Ser). Se me acabaron las palabras, las ideas, la trama dejó de fluir, y dejé de narrar esa historia hasta en mi pensamiento, pues sentía que aquel hombre me espiaba. Mi vida perdió la emoción literaria, y regresó un día a día hecho de costumbres mecánicas, sin testigos que exigieran algo fuera de lo normal. Pero fue tal vez la necesidad de eliminar ese desaliento lo que hizo que poco a poco la imagen de aquel momento se desvaneciera, dándole peso nuevamente a las imágenes que venían de adentro. Las palabras escondidas en las profundidades empezaron a surgir poco a poco, la barrera del encuentro se fue disolviendo, y mi yo interno volvió a liberarse de su realidad entre las

Vibraciones, Norma Ordieres

letras. Un “es muss sein!” interno, ese que surge al hender la superficie de las cosas y mirar lo que se oculta dentro (nuevamente, Kundera). Cada vez que hago algo, me entusiasma saber que él está ahí, observando y me emociona que sea testigo no de mis actos, sino de lo que me ocurre dentro. A X le escribo lo que no podría platicar a nadie, le confieso lo inconfesable y le relato lo inenarrable. Cuando recibo una carta de X, la reservo para un momento a solas, en la intimidad. Me late el corazón un poco más aprisa, mientras me preparo para leerla y luego me transporto a un mundo lejano donde el episodio no es tan importante como aquello que va tejiendo al elegir la palabra perfecta, el vínculo ideal para unir sus frases, la libertad con que plasma las ideas. El éxtasis surge con sus confesiones, lo que me dice sin reservas, sabiendo

que al hacerlo construye una historia de peso. De todo esto ya han pasado otras muchas décadas, mismas que no puedo imaginar sin la presencia de X. Nuestro romance literario no se ha interrumpido, y fluye sin prisas a su propio ritmo pero siempre bajo el acuerdo no formulado de nunca más volvernos a ver. Tropo * Debe ser Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros Desde adentro (aforismos), Cajón de muertes y amores (cuentos), y La jornada del viento y Desnudeces de agua (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo-e: marielturrent@gmail.com

TROPO, presente en el Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos Luis David Canul

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on apoyo de la Secretaría de Cultura de Campeche, El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Universidad Autónoma del Carmen, el H. Ayuntamiento de Palizada, Campeche e instituciones, el Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos llega a su novena edición, en un esfuerzo de mantenerse como punto de reunión no solo de personajes de las letras sino también de

disciplinas que lo enriquecen en todos los sentidos (teatro, música, cine, artes visuales). Uno de los propósitos del evento es dar a conocer las principales publicaciones que nacen en nuestro Sureste y que persisten pese a las adversidades. Es el caso de la revista TROPO a la uña que circuló en Cancún, Quintana Roo, y se conoció en diferentes estados de la república durante casi diez años (1998-2007), y que hoy renace bajo el

auspicio de la iniciativa privada y el entusiasmo de un nuevo equipo de colaboradores. Deseamos larga vida a proyectos en pro de la cultura y las artes y felicitamos a su director Miguel Meza por este logro. Tropo Luis David Canul. Autor, gestor y coordinador del Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos / Festival de Letras, Arte y Cultura.

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tertulias

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Nos vemos en Palizada

Crónicas de Ambarluna

Luis Armenta Malpica

Lorena Careaga Viliesid

ntes del Primer Encuentro Regional de Escritores en Palizada no había escuchado o leído de ese lugar (mágico desde entonces) de Campeche. Como en la película Fitzcarraldo, luego de var i a s horas río adentro, entre manglares y selva, la barcaza nos acercó a unas escalinatas de piedra y una serie de casitas de colores techadas con teja francesa; se destacaba, sobre todo, una pequeña estatua de la libertad que nos dio la bienvenida junto con la gente paliceña, cálida desde siempre, al conjunto de escritores del Sureste mexicano, excepto yo, único forastero de esa zona. El honor se lo debo, por supuesto, a Luis David Canul, quien ha organizado ocho ediciones más del ahora Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos y que incluye manifestaciones artísticas más allá de la literatura: artes plásticas, danza, música y teatro, que nos acercan a ese sueño de Herzog. Del mismo modo que en la música de dicho filme, Muerte y transfiguración son necesarias en cualquier proyecto que pretenda una vida fructífera. Tenacidad para cargar sobre la espalda, como se lleva un barco enorme por la selva amazónica, el sueño de acercarles las artes a la gente. Que la montaña no sea el impedimento, dice el refrán (que siguió al pie de la letra Fitzcarraldo). Ni el río, nos dice Luis David a quienes regresamos. Y cómo no volver si en Palizada me reencontré con Agustín Labrada, Ramón Iván Suárez Caamal, José Landa, Ervey Castillo, Pablo Graniel o mi querido Fernando de la Cruz, quienes hicieron memorables esos días. Con sus no-

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tas, su risa, las palabras que suben y bajan esas escalinatas a medio año, las personas también tenemos cambios. Palizada, ahora “pueblo mágico”, nos cubre con sus tejas pero nos deja libres (en la humilde quietud de las estatuas) para invitar a cientos de escritores que se han sumado, ya, a esta epopeya de devolver la tinta que tomamos prestada hace algún tiempo. En casa, de recuerdo, una teja francesa (regalo del pueblo paliceño) les da la bienvenida a los amigos. En medio del camino de mi vida, nada oscuro, por cierto, significa también ese esfuerzo por subir y bajar todos los días un poquito de luz a las palabras. A medio año, si todo sale bien, compartiré ese sol en Palizada. Ojalá que Fernando, Agustín o quienes acompañen mi viaje entonen con su abrazo las arias de Caruso. No lo había mencionado pero jamás he visto atardeceres más bellos que los de Palizada. Será que luego de remontar el día el sol se deposita entre las tejas y casa de colores con el mismo cuidado que ha puesto Luis David a los encuentros. Un acto rutinario y a la vez milagroso como la vida misma. Tropo

Luis Armenta Malpica. Poeta, ensayista y traductor del francés. Director de Mantis editores. Ganador de diversos reconocimientos nacionales e internacionales en cuento, novela y poesía, entre los que destacan los premios José Emilio Pacheco, Clemencia Isaura, Efraín Huerta, Ramón López Velarde, Benemérito de América, Alí Chumacero, San Juan del Río, Amado Nervo, de San Román, e iberoamericano de poesía Continentes (Unesco). Es autor de trece poemarios. El agua recobrada, antología poética (Vaso Roto, Barcelona, 2012) y Envés del agua (Secretaría de Cultura de Jalisco, Col. Clásicos Jaliscienses) son sus libros más recientes. Mague González Osés.

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i color predilecto es el anaranjado en toda su gama, del azafrán luminoso y estridente a los suaves tonos del salmón, el melocotón y la mandarina, el naranja quemado del ladrillo y el siena natural de la teja, pasando por el coral, el escarlata, el terracota amielado y el de reflejos cobrizos, ocres, mostazas y dorados. Por ello, el dije de ambarluna que él me regaló me va tan bien, responde armónicamente con mi tono de piel y acompaña mi usual temple y humor. Se dice que el naranja —nombre de una deliciosa, afrodisíaca y antaño exótica fruta— es el más llamativo y ubicuo de los colores y, al mismo tiempo, el más desapercibido y subestimado, ya que cantidad de cosas que definimos como rojas o amarillas, los colores primarios que lo constituyen, son en realidad anaranjadas: el atardecer y el amanecer, el cabello, las zanahorias, la piel del tigre, del zorro y de algunos gatos, ciertos peces dorados, los tejados… Él dice que el naranja me agrada y me pertenece por ser un color lleno de sabor, excitante, poco convencional y simbólico del peligro. Yo le respondo que tiene razón. Aquel viernes, mientras degustábamos una de sus creaciones culinarias —una pasta al dente con el aroma y la tonalidad del curry— nos encontramos hablando acerca del efecto que ejercen los colores en el estado de ánimo de las personas, una teoría que, con todo y su modernidad, viene de muy atrás en el tiempo y recoge la maestría de los egipcios y fenicios —expertos estos en las artes de la tintura y su comercio—, los saberes de nigromantes árabes y herbolarios renacentistas, hasta las disquisiciones psicológicas y simbólicas de Goethe, que pretendían echar por tierra los experimentos en torno a la óptica y la percepción de los

colores desarrollados un siglo antes por Newton. En respuesta a mi soliloquio, él comentó que, a pesar de las sensaciones individuales, hay una comprensión universal de las tonalidades que corresponden a cada estación del año; que las impresiones y vivencias que producen los colores son compartidas, a pesar de que cada quien vea, sienta y juzgue los colores de una manera personal. Tomándome desprevenida en medio de una frase acerca de la correspondencia de los colores con el tono de piel y la armonía de un tono subyacente, tan similar a la tonalidad en que está compuesta una obra musical, él aludió entonces al color púrpura de mi ropa interior y a sus posibles efectos en mi disposición permisiva de esa noche. El púrpura, mi segundo color favorito, opuesto natural del naranja, mezcla versátil, magistral y no espectral del magenta y el cian, representa la fusión de lo masculino y lo femenino, la conjunción de la sensualidad y de la espiritualidad, la concordia de los contrarios. Desde la antigüedad, el púrpura es el color del poder y la violencia, el acorde de la seducción y la sexualidad, el legendario tinte relacionado con Helena de Troya y un molusco —Murex brandaris— que su perro favorito descubrió aquel día en... Pero él me atajó con una sabia caricia, devolviéndome una vez más al cautiverio purpúreo de mi cuerpo. Me rendí al implacable asedio de sus ojos verdes con una condición: La danza, Alphonse Mucha que él mismo bajara los tirantes y desabrochara el encaje que me ceñía. Tropo

Lorena Careaga Viliesid es antropóloga e historiadora. Su vida académica ha girado en torno a la historia de Quintana Roo, del Yucatán decimonónico y de la Guerra de Castas. Actualmente, funge como jefa de la Biblioteca Antonio Enríquez Savignac de la Universidad del Caribe en Cancún. Ha escrito numerosos libros, ensayos y artículos en revistas especializadas, tanto de México como del extranjero.

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Portafolio

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Josué Rodríguez Aguilar (Puebla). Licenciado en Artes Plásticas por el Instituto de Artes Visuales de Puebla. Reside en Cancún desde hace seis años. Ha compartido espacio con artistas mexicanos de talla internacional y ha participado en bienales y encuentros de arte. Su búsqueda creativa actual le ha llevado a depurar “un estilo ecléctico que trasciende fronteras, épocas y espacios”.

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C U R S O S Y TA L L E R E S D E L C E N T R O D E C R E AT I V I D A D L I T E R A R I A CURSO DE REDACCIÓN Orden, precisión y claridad Coordina: Karinna Maich Próxima apertura TALLER DE ESCRITURA CREATIVA PARA NIÑOS Alebrijes de tinta Coordina: Lizbeth Peña Miércoles de 17:00 a 19:00 horas Para niños de 8 a 12 años CURSO DE PERIODISMO Y DIFUSIÓN Coordina: Raúl Castro Lebrija Sábados de 12:00 a 14:00 horas TALLER DE BLOG Narrativa de la Era Digital Coordina: Andrés Jorge Nuevo ciclo. TALLER DE ESCRITURA CREATIVA El anzuelo. Cordeles de tinta para pescar escritores Coordina: Alejandra Flores Pregunta por el nuevo ciclo. ESCRIBIR PARA LOS ACTORES Taller de dramaturgia Coordina: Saúl Enríquez Sábados de 11:00 a 13:00 horas

TALLER DE INICIACIÓN A LA POESÍA Palabras de azul vuelo Coordina: Daniel Cabrera Padilla Jueves de 19:30 a 21:00 horas Para mayores de 14 años TALLER DE NOVELA CORTA Novelarte Para escribir tu primera novela Coordina: Andrés Jorge Miércoles de 19:00 a 21:00 horas TALLER DE CUENTO Cuento con pelos y señales Arte y artesanía del relato Coordina: Miguel Meza Sábados de 11:00 a 13:00 horas TALLER DE ANÁLISIS LITERARIO Cómo leerte mejor El GPS del buen lector Coordina: Miguel Meza Martes 11:00 a 13:00 horas Informes: Universidad del Caribe. Lt. 1 Mz. 1 Región 78, esq. Fracc. Tabachines, Cancún, Q. Roo. Edificio B. Tel (998) 881 44 00. Ext.: 1294 Centro de Creatividad Literaria – CCL http://cclcancun.wordpress.com/ Correo-e: karinnam@hotmail.com

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Puntos de distribución

Cancún L I B R E R Í A S

C E N T R O S

Dalí

Te a t r o X b a l a m q u é

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Porrúa

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100% Natural

Dante

Inst. de la Cultura y las Artes

Ta p i o k a C a f é

C U L T U R A L E S

R E S T A U R A N T E S

Educal

Bisquets Obregón

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El Pabilo Sanborns Café Andrade Café Cardoni Marakame Café

Playa del Carmen Café Andrade Jardín El Edén Le Lotus Rouge Galería Escamilla Galería de Arte 5ta av. B i b l i o t e c a J a i m e To r re s B o d e t




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