EL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO.
Hacia 1580. Óleo sobre lienzo, 81,8 x 66,1 cm. Museo Nacional del Prado, Madrid, España. No hay certeza sobre la identidad del caballero retratado. Es uno de los retratos españoles más conocidos en el mundo. Un caballero con la mano en el pecho mira al espectador como si hiciese un pacto con él. La postura de la mano parece un gesto de juramento. Este hombre está vestido de forma fina y elegante y porta una espada dorada. De oro es también el medallón con cadena que lleva. En su tiempo se convirtió en la representación clásica y honorable del español del Siglo de Oro. Fue pintado en su primera etapa española.
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DOMÉNIKOS THEOTOKÓPOULOS
-EL GRECO-
Grecia 1541 - España 1614.
Hola, soy el Greco, me llamaban así porque como nací en Grecia, y para los españoles mi nombre era tan dificil de pronunciar (Doménikos Theotokópoulos) que mejor me llamarón El greco, es decír, El griego. Nací en la capital de la isla de Creta hace algún tiempo, en 1541, territorio de la República de Venecia en esos entonces, en el seno de una familia griega, pero de religión católica más que ortodoxa. Mi familia trabajaba como colaboradores del poder colonial, mi padre era comerciante y recaudador de impuestos así que me formé como pintor de iconos, que eran cuadros de devoción religiosa que seguían reglas fijas desde la Edad media. A los 22 años era ya maestro de pintura. A los 26 años me fui a Venecia, en ese tiempo era el mayor centro artístico de Italia. Allí viví hasta 1570 y más que ser discípulo de Tiziano, un pintor muy famoso e importante, pude aprender su estilo desde fuera de su taller. Pronto me convertí en un autentico pintor veneciano, muy colorido. Tras un viaje de estudios por Italia (Padua, Vicenza, Verona, Parma, Florencia), decidí quedarme en Roma un tiempo, ahí conocí al círculo intelectual del cardenal Alejandro Farnesio, que frecuentaban diversos religiosos y hombres de letras españoles, e inicialmente estuve alojado en el ático de su palacio.
Un poco mas tarde, fui expulsado de la servidumbre del cardenal así que puse mi propio taller, trabajando preferentemente desde entonces como retratista y en pequeñas obras religiosas para clientes particulares. En cierta ocasión, cometí un error al decir sobre Miguel Ángel: “Es un buen hombre, pero no sabe pintar”. Me gané el desprecio de todos los pintores y eruditos romanos, ademas que no me estaba yendo muy bien así que tuve que emigrar. A mis 36 años ya estaba yo en España, deseando entrar al servicio del rey Felipe II. Supe que se estaba construyendo El Escorial, un monasterio muy importante, y que andaban contratando artistas. Después llegué a Toledo, “la segunda Roma”, una ciudad cosmopolita y el corazón de España.
Sin embargo amplié mi taller iniciando la producción de retablos, no solo de lienzos, para conventos y parroquias de la ciudad y del arzobispado toledano, cuadros de dimensiones reducidas para una clientela de carácter privado más que institucional. Mi hijo creció y trabaje con él varios proyectos, otros muchos retablos que nunca llegue a ejecutar. En algunas de estas últimas obras, proyecté de forma innovadora conjuntos artísticos en los que se combinaban las esculturas, la arquitectura de los retablos con los lienzos y otras telas empotradas en muros o bóvedas, quería hacer obras nuevas y modernas.
En 1577, me comisionaron El Expolio para la sacristía de la Catedral y para El Escorial el Martirio de San Mauricio. Llegué a España con un joven ayudante italiano, Francisco Prevoste, con quien viví hasta mi muerte. En 1578 nació mi hijo Jorge Manuel Theotocópuli,, fruto de mi relación con Jerónima de las Cuevas, una amiga artesana toledana. El rey me encargo dos obras, que hice con mucho esmero, pero no le gustarón para nada, así que no volvio a hacerme caso.
Disfruté mucho en vida, tuve fama de "extravagante", Tuve mucho reconocimiento en Toledo, y aunque nunca trabajé para la corte del rey, pero trabaje para muchos mecenas que bien valoraron mi trabajo pese a muchas críticas. Viví muy bien, no puedo quejarme. A mis 72 años caí muy enfermo y sucede mi muerte, no sin dejar un legado importante que mas tarde muchos artistas de otros lugares y otros tiempos me estudiaron y pudieron desarrollar sus propias obras y estilos.