La tuna como manifestación cultural universitaria

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La Tuna como manifestación cultural universitaria: el caso de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico Bermarie Rodríguez Pagán1

La vida universitaria tiene un modo propio de fiesta, la calidad del estudiante sigue siendo un privilegio que se disfruta y se celebra permanentemente. Desde la Edad Media ha existido una cierta bohemia alrededor de los centros universitarios. Los estudiantes, además de estudiar, viajan, se reúnen, beben, discuten, bailan, se exceden, hacen música, juegan, se enamoran, se inmiscuyen en lo público, se organizan y se desorganizan como ciudadanos libertos. Y no les basta el día y la noche y la ciudad entera y el mundo todo. Mil mundos nos esperan tras las clases para acabar de educarnos. Diana María Molina Medina

Ciertamente resulta fascinante estudiar, analizar e investigar las universidades como entornos culturales, pues a lo largo de la historia en muchos casos se han proyectado como espacios que impulsan una parte significativa de la vida cultural de la comunidad y/o país en donde se insertan. Estas “casas de estudio” cobran vida y relevancia para su entorno inmediato a partir de la actividad que llevan a cabo sus estudiantes, académicos y comunidad en general. Al mismo tiempo, los discursos que se generan desde estos espacios (y también fuera de estos), indiscutiblemente influyen en el desarrollo de las prácticas y/o manifestaciones culturales ya sea de índole musical, artístico plástico, teatral, entre otras. Sin duda alguna, son estos espacios universitarios fuentes vitales para hablar del desarrollo de las Tunas, especialmente si se hace desde el contexto puertorriqueño donde la primera Tuna surge precisamente como resultado de los esfuerzos de un comprometido grupo de profesores de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Por tanto,

1 La autora posee un Bachillerato en Educación Secundaria en Artes Visuales y una Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Durante el año 2013 llevó a cabo la planificación y creación del Archivo Digital de la Tuna de la UPR, agrupación a la que perteneció como miembro activa desde el 2006 hasta diciembre de 2013. Actualmente se desempeña en el campo de la educación artística, la gestión cultural con enfásis en archivos digitales para la preservación de la memoria musical universitaria y ha colaborado como redactora en la Revista Visión Doble y la Revista Jurídica de la Escuela de Derecho de la UPR. También forma parte de los colaboradores de Tunae Mundi desde el 2013.

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para dirigir esta discusión de manera cronológica se abordaran, en primer lugar datos relevantes sobre las coordenadas y rutas que trazó esta tradición hasta incorporarse en la Universidad de Puerto Rico. En segundo lugar, se presentarán aspectos que detallan el contexto en que se desarrolla la vida cultural en la Universidad de Puerto Rico, tomando como punto de partida las épocas comprendidas entre los años cuarenta, cincuenta y sesenta en adelante. De esta manera, se puede tener un acercamiento a las formas en que se fue configurando el entorno cultural universitario como terreno fértil para la germinación de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico hasta la actualidad. Para poder comenzar a identificar las coordenadas históricas de la Tuna en la Isla, y más específico en la universidad, es preciso plantear ciertas interrogantes que nos permitan acercarnos a una lectura en torno a esta tradición desde nuestro marco cultural. Por tanto, ¿existía una noción de lo que era una Tuna en Puerto Rico antes de la fundación de la Tuna UPR? ¿se conocía una Tuna o Estudiantina? ¿cuándo y cómo se da un primer encuentro con las Tunas y/o Estudiantinas? El desarrollo de las Tunas en Puerto Rico es reciente, comparado con otras regiones del mundo como es el caso de España. No obstante, uno de los primeros acercamientos a este tipo de agrupación musical en Puerto Rico se da a partir de la llegada de las Estudiantinas a la Isla a finales del siglo XIX. De acuerdo a Pedro Malavet Vega, se reconoce la presencia de la Estudiantina Fígaro en Puerto Rico en el año 1894 y la Estudiantina Pignatelli en 18932. Además, a través del periódico el Boletín Mercantil se reconoce la presencia de una “Estudiantina Española” en Puerto Rico a finales del mes de marzo y principios del mes de abril de 1881 3 . De acuerdo al periódico, esta estudiantina, luego de hacer escala en la isla de Cuba se dirigió en el vapor Correo de las Antillas a Puerto Rico donde estuvo participando y presentándose en diversos escenarios entre las ciudades de Ponce y San Juan4.

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Malavet Vega, Pedro. Historia de la canción popular en Puerto Rico (1493-1898). Ponce: Corripio, 1992, pág. 419. “Estudiantina española”. El Boletín Mercantil 43.35 (1881): 3. 4 “Estudiantina española”. El Boletín Mercantil 43.39 (1881): 3. 3

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Nota del periódico el Boletín Mercantil, sobre la llegada de una Estudiantina Española a Puerto Rico el 23 de marzo de 1881.

Durante su jornada de actividades en la Isla, la Estudiantina Española ofreció un concierto particular en el Instituto Colegio de Santurce como petición de los profesores quienes querían obsequiar un concierto a sus alumnos. Según el Boletín Mercantil, la Estudiantina Española aceptó la invitación y accedieron a la actividad solicitada por este grupo de profesores del Colegio de Santurce. Esta agrupación, al momento de presentarse en la Isla, estaba compuesta por catorce individuos de los cuales diez tocaban la bandurria, cuatro tocaban guitarras y su director tocaba el violín5. Se entiende, por la compatibilidad de fechas, que pudiera tratarse de la Estudiantina Fígaro.

Datos sobre la composición e instrumentos aparece en el Boletín Mercantil el 25 de marzo de 1881.

Nota sobre el concierto particular que ofreció la Estudiantina Española en el Instituto Colegio de Santurce el 1 de abril de 1881.

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“Estudiantina española”. El Boletín Mercantil 43.39 (1881): 1.

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A partir de estos datos se observa por primera vez la presencia de este tipo de agrupaciones en la Isla. Por tanto, en cierta medida, la primera noción que los puertorriqueños tuvieron de lo que eran estas agrupaciones comienza a tomar forma a finales del siglo XIX. Por otra parte, cabe destacar, que la idea en torno a este tipo de agrupaciones no necesariamente se dio a partir de la presencia de estudiantinas en la Isla. La idea de una tuna y/o estudiantina comenzó a perfilarse en la memoria de los puertorriqueños a partir del flujo de estudiantes y profesores que viajaron a Europa. Un ejemplo de esos primeros acercamientos entre puertorriqueños y tunas se presenta en el libro Estudiantina: de la Gran Vía a la Calle de Alcalá, en el que se detallan las anécdotas y recuerdos del estudiante cagueño Francisco M. Rivera Lizardi durante sus años de estudio universitarios en Madrid en la época comprendida a partir del 1954 hasta el 1960.

Portada del libro anecdotario de Francisco M. Lizardi, Estudiantina de la gran vía a la calle de Alcalá.

En este libro, el autor no solo muestra imágenes de una tuna universitaria si no que también, aporta algunos datos sobre estas agrupaciones: “Cada facultad tenía una tuna. En mis tiempos, en la Universidad de Madrid tenían fama las de la Facultad de Derecho, la de Economías y la de Veterinaria. El recuerdo que nos llega de la Tuna madrileña es verla desfilar en dos columnas por las calles de Madrid a los acordes de mandolinas, bandurrias, laúdes y guitarras, y al ritmo de las panderetas, dirigirse a la casa de alguna novia. Persiste el recuerdo de sus negras capas adornadas por cintas multicolores que las chicas les regalaban como recuerdos de ellas. Algunas cintas llevaban bordadas un nombre, una frase de amor, un diseño… que les unía. La canción de la Tuna más

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característica de mis años de estudiante lo era Clavelitos. En toda actividad estaba presente Clavelitos como el éxito esperado de la Tuna. Por eso, Tuna y Clavelitos permanecen unidos en mis recuerdos” (137).

De la cita anterior, se desprende una idea de los instrumentos que utilizaban las Tunas, las características de las ropas, y algunas de sus prácticas más comunes, entre ellas las serenatas. Es preciso señalar, que la presencia de la mujer en la tuna, de acuerdo a este anecdotario, no se hace visible. No obstante, a lo largo de este libro anecdotario, sale a relucir un dato muy particular que muestra la presencia de un estudiante puertorriqueño que para el periodo de 1954 y 1960 formó parte de los viajes de una tuna madrileña. Francisco M. Rivera Lizardi, nos cuenta en su libro sobre aquel joven puertorriqueño que acompañó a una tuna madrileña: “Vivió un tiempo con nosotros un joven puertorriqueño mulato, muy formal y educado, cuyo padre era muy rico pues tenía grandes extensiones de terrenos sembrados de caña y azúcar y numerosas cabezas de ganado. Una vez, unos amigos estudiantes españoles, que formaban parte de la Tuna de una de las facultades madrileñas, le invitaron para que fuera con ellos a París, en donde harían una serie de alegres presentaciones musicales-estudiantiles” (97).

Este último dato resulta interesante, ya que a pesar de que Puerto Rico, para ese entonces (1954-1960), no contaba con Tunas, podemos reconocer la participación del estudiante puertorriqueño en los viajes de una Tuna madrileña. En gran medida, el hecho de que los estudiantes puertorriqueños fueran a cursar estudios universitarios en Madrid, de alguna manera u otra les permitió tener una idea, así como también participar y ser testigo de lo que eran las Tunas en ese contexto particular. Cabe entonces reconocer, a partir de la participación de este estudiante puertorriqueño en un viaje de una Tuna madrileña, que de alguna manera u otra la historia de la Tuna en Puerto Rico comenzó a perfilarse también fuera de los límites geográficos de la isla, es decir, la idea de lo que era una Tuna comenzó a tomar forma en la memoria de algunos puertorriqueños que recorrían Europa.

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Por consiguiente, las visitas de los puertorriqueños y puertorriqueñas a Europa sin duda alguna, tuvieron gran influencia en lo que hoy día son las Tunas en Puerto Rico. Tal es el caso de Norma Urrutia de Campo, fundadora de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico del Recinto de Río Piedras. Fue en uno de sus viajes a Europa que la profesora Urrutia tuvo un primer encuentro con una Tuna española. En un artículo, cuyo título lee, Triunfo en Sevilla: La Tuna UPR alcanza su mayoría de edad6, publicado en el periódico El Reportero, las palabras de Norma Urrutia de Campo detallan esa experiencia que marcó en definitiva un sueño a cultivar más tarde en la Universidad de Puerto Rico. “En el estío de 1959 hice un viaje a París. Cierta tarde me encontraba disfrutando de esa sana costumbre europea de no hacer nada mientras se paladea con lentitud una horchata, cuando, en medio del bullicio cosmopolita del Café de la Paix, escuché los hispánicos acordes de una estudiantina que, en jira veraniega, tomaba por asalto la ciudad” (párr. 1). “Era la primera vez que veía de cerca una tuna y ésta me conquistó inmediatamente” (párr. 2). “ A mi regreso a Puerto Rico y a la Universidad aún mantenía fresca aquella vivaz imagen estudiantil” (párr. 3).

Fue entonces, para el año 1961 que la Profesora Norma Urrutia de Campo emprende el proyecto de incorporar una Tuna Universitaria al Recinto de Río Piedras; propuesta que fue aceptada por el entonces rector de la Universidad de Puerto Rico, el Dr. Jaime Benítez. Es aquí, donde el campo musical y las prácticas culturales en la universidad comienzan a tomar una nueva ruta y la Tuna de la Universidad de Puerto Rico contribuyó en gran medida a una nueva paleta de prácticas y tonos musicales, además de contribuir en cierto modo, al desarrollo de otras Tunas y agrupaciones que adoptaban características similares. Sin embargo, es importante preguntarse, ¿qué características presentaba el contexto universitario al momento de la incorporación de la Tuna en la Universidad de Puerto Rico? ¿hacía donde se dirigía la Universidad en términos culturales?

6 Urrutia de Campo, Norma. “Triunfo en Sevilla: La Tuna UPR alcanza su mayoría de edad”. El Reportero [Carolina] 4 de mayo de 1982, n. pág.

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Encuentro de los exiliados españoles Juan Ramón Jiménez y Pablo Casals en la residencia de Jaime Benítez, Rector de la Universidad de Puerto Rico. Foto Colección Fundación Luis Muñoz Marín

La Universidad de Puerto Rico desde sus comienzos hasta la actualidad se ha caracterizado por tener una “larga trayectoria como entorno protagónico de la actividad cultural del país” (Quintero 98). Al mismo tiempo, el Teatro de la Universidad y el cuadrángulo que le sirve de antesala, se tornaron espacios de encuentro desde donde la reforma universitaria de la década de los años cuarenta y cincuenta buscaba “plasmar un ideario cultural y proyectarse como puente entre culturas”, dicho de otro modo, “buscaba vincular a Puerto Rico con los principales escenarios de Europa, América Latina y Estados Unidos” (Comité Especial, 7). Para lograr estos objetivos, la reforma universitaria establecida bajo la gestión del Rector Jaime Benítez se articuló tomando la música como principal factor de transformación social de los estudiantes y la sociedad puertorriqueña. Asimismo, la gestión impulsada por Benítez “estuvo guiada por el occidentalismo humanista” que se hizo evidente en el currículo académico, convirtiéndose así “la casa de estudio en el más importante difusor de la alta cultura en Puerto Rico” (Quintero, 98). Ejemplo de esta dirección cultural se evidencia con la “llegada del maestro Casals y la fundación del festival que lleva su nombre, con sede en el Teatro Universitario” (Quintero, 98). Estos acontecimientos, de acuerdo a Mareia Quintero, en su ensayo La Universidad y la vida musical: una mirada a medio siglo de políticas culturales “marcaron la cresta de una ola cultural universitaria que venía formándose por varias décadas” (98).

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Sin duda, este ideario cultural fue claro en sus lineamientos, sin embargo fue “excluyente de otras visiones de cultura que se desarrollaban tanto dentro de la institución como fuera de la misma” (Comité Especial, 8). Inmediatamente, la orientación occidentalista hacia la que se dirigía la universidad en términos académicos y culturales se vio enfrentada por la visión puertorriqueñista que impulsó la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Quintero, nos lo explica de la siguiente manera: La orientación occidentalista, que sí se hacía evidente en la oferta cultural de la Universidad hasta por lo menos la década de 1970, contrasta con el enfoque de la otra gran institución cultural que nace enmarcada en el proyecto populista: el Instituto de Cultura Puertorriqueña, fundado en 1955 bajo la dirección del antropólogo Ricardo Alegría (110).

Como resultado, ante la mirada y el impacto occidentalista en la oferta cultural universitaria de ese entonces, el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) asumió el papel de rescatar lo que se comprendía como las tradiciones culturales y el patrimonio puertorriqueño (en gran medida como antídoto al olvido del pasado por la reforzada identificación cultural y política con los Estados Unidos). Al mismo tiempo, se dio a la tarea de apaciguar la mirada occidentalista mediante la “promoción del folclor”. Ciertamente, estos lineamientos estaban atados a discursos políticos que venían tomando forma bajo la sombrilla del Partido Popular Democrático dirigido por Luis Muñoz Marín. En palabras de Catherine Marsh: …la política culturalista del Estado Libre Asociado que surgiría del proyecto del Partido Popular bajo el gobierno de Luis Muñoz Marín, pretendía crear una base para concebir lo puertorriqueño desligado del status. La falta de soberanía requería de todas las estrategias posibles para construir un concepto nuevo de lo que debía entenderse por cultura puertorriqueña” (18).

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Al fondo se observa al Rector Jaime Benítez en una presentación de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico en el Centro Universitario.

En consecuencia, “la preeminencia de una visión occidentalista se redujo” y por consiguiente, surgen nuevas iniciativas en el panorama musical universitario, (así como en otras áreas artísticas y culturales) que “apelaban a otras sensibilidades” y que es preciso auscultar ya que son el resultado de los debates entre miradas occidentalistas y el rescate de lo que se entendía como las tradiciones culturales, patrimonio y el folclor puertorriqueño (Comité Especial, 9). Por consiguiente, dentro de las iniciativas que formaron parte de este proceso histórico que marcó una transición en la visión universitaria, se puede mencionar a la Tuna de la Universidad de Puerto Rico, agrupación que, como ya se ha mencionado, se incorporó al escenario cultural universitario a principios de la década de los sesenta como iniciativa propuesta por la Profesora Norma Urrutia de Campo con la colaboración de la profesora Carmen Muñiz de Barbosa y el profesor, músico, investigador y folclorista puertorriqueño Francisco López Cruz. Es preciso mencionar, que el deseo de fundar una Tuna en Puerto Rico no fue fácil, pues como bien señala Norma Urrutia de Campo en un artículo para el periódico El

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Reportero, hubo algo de resistencia desde y fuera de la universidad. Por un lado, se entendía que al no haber una tradición de tunas en Puerto Rico sería muy difícil reclutar jóvenes que no tenían idea de lo que era una Tuna. Por otra parte, luego de fundada la Tuna de la UPR, hubo quienes se atrevieran a decir que las tunas no debían fomentarse en Puerto Rico por el hecho de que no eran autóctonas, y en cambio se proclamaba la creación de grupos típicos de música jíbara. Esto, ciertamente era argumento que reflejaba en cierta medida las tensiones que se generaban a partir del contexto político y la urgencia de definir una identidad puertorriqueña frente a la preocupación del olvido del pasado y las tradiciones que se entendían autóctonas.

Aspecto de uno de los ensayos de la Tuna UPR bajo la dirección del Profesor Francisco López Cruz (derecha). Foto de la Revista Boricua 1962.

Desde esta perspectiva, parecería una gran contradicción que ante las iniciativas del ICP por promover una visión puertorriqueñista, un folclorista como Francisco López Cruz fuera quien asumiera la posición de dirigir una agrupación que en primera instancia se entendía pertenecía al escenario estudiantil español. No obstante, con López Cruz como su primer director, la Tuna coincidió con los esfuerzos de rescatar esos rasgos puertorriqueños que proclamaba el ICP. Por consiguiente, este destacado músico y folclorista comenzó a realizar la tarea de promover el instrumento del cuatro puertorriqueño, labor que emprendería también en el ICP y que hoy día prevalece con la fundación que lleva su nombre. En ese sentido la Tuna “coincidió con los esfuerzos que hacía el Instituto de Cultura Puertorriqueña por preservar el cuatro y sacarle de la

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categoría de instrumento de música de campo”7. En cierta medida, así fue como en la Tuna de la UPR, el cuatro puertorriqueño vino a sustituir el laúd español, de tal modo que entre las manifestaciones del tunar hoy día en Puerto Rico, en su gran mayoría, lo incorporan también como parte de sus instrumentos. Eventualmente, se incorporan instrumentos como el laúd y la bandurria, los cuales prácticamente eran desconocidos en el contexto puertorriqueño, y que como resultado le añaden una sonoridad particular a nuestro repertorio popular y folclórico. Además, en la Tuna de la UPR el uso de los instrumentos típicos como el tiple y la bordonúa, actualmente se suman al esfuerzo de incorporar elementos vinculados al rescate del folclor y patrimonio puertorriqueño, lo que sin duda, le otorga una sonoridad criolla al repertorio que la Tuna ha ido adoptando de diversos contextos culturales. En ese sentido, es importante destacar, que durante los primeros años fundacionales de la Tuna de la UPR, las expectativas que se tenían de ese proyecto era unir el repertorio de primer orden del folclor puertorriqueño con el repertorio musical español. De esta manera, según lo describe José A. Gautier en un artículo publicado en la Revista Boricua, la Tuna: …no pretende, ni aspira, ni quiere elevarse a los planos de la música clásica de concierto. No es ese, ni debe ser ese su asunto. Llanamente, sin altanería, pero con seriedad y rigor en el ensayo, ejecución e interpretación, y con fresca, autentica y primaveral alegría de juventud, lejos de esa ridícula y ñoña afección intelectual que solo tolera a Schonberg, Hindemith, Prokoffiev, y si acaso Bach, Beethoven y Mozart, pero lejos también de la chabacanería, la mediocridad y el plebeyismo, darle tono, categoría, extraerle riquezas melódicas a esa música folclórica y popular tan maltratada e incomprendida por tantos (31).

A partir de lo antes citado, podemos notar que la Tuna de la UPR no estuvo ajena a las tensiones que se generaban en torno a la a la música “culta” frente a la “popular” en el contexto universitario. Ciertamente este panorama estuvo marcado por tensiones entre visiones que respondían a aspectos políticos y civilizadores donde la música ha sido el eje desde donde ha girado en gran medida la gestión cultural universitaria desde la década de los cuarenta y que ha ido transformándose hasta la contemporaneidad. Como resultado

7 Urrutia de Campo, Norma. “La Tuna de la Universidad de Puerto Rico en sus veinte años”. Teatro de la Universidad de Puerto Rico. 15 de marzo de 1981. Discurso

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ese panorama dinámico abrió paso a nuevas formas de expresión y por consiguiente, además de la Tuna, comienzan a emerger un sinnúmero de agrupaciones musicales que aun prevalecen y que han sido parte de las necesidades que se planteaban desde la mirada de lo popular frente a la mirada occidentalista que prevalecía en la Universidad. Por tanto, si miramos nuestro contexto actual podemos ver que ambos aspectos han podido convivir bajo la misma sombrilla, de manera que el entorno cultural universitario tiene una oferta dinámica y variada. Ahora bien, dejando a un lado el contexto universitario, cabe preguntarse entonces ¿cuáles fueron las primeras andanzas de la Tuna en la Universidad de Puerto Rico? ¿qué tuna coincidió con los primeros pasos de la Tuna UPR? ¿cómo se hablaba y se entendía a la Tuna? ¿cuáles son algunas de las prácticas características de la Tuna UPR? ¿cómo se ha configurado su repertorio? ¿a que cambios responde y cómo dialoga con tendencias musicales? ¿en que contribuyó la incorporación de la Tuna a la Universidad de Puerto Rico? Desde estas interrogantes, se puede hacer un acercamiento al desarrollo de la Tuna tuvo en la producción musical puertorriqueña, entre otras características que nos permiten entender mejor su existencia y aportaciones.

Reportaje del periódico El Mundo, sobre primera actividad de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico.

El 15 de diciembre de 1961, bajo la dirección del profesor Francisco López Cruz, coincidiendo con la visita del Presidente Kennedy y la Tuna Hispanoamericana de

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Madrid a la Isla, la agrupación compuesta por hombres y mujeres, actúa por primera vez para la comunidad universitaria en el cuadrángulo frente al Teatro con el “objetivo inmediato de llevar al campus el espíritu navideño”8. Para entonces, como ya se ha mencionado, el Teatro y el cuadrángulo eran espacios que se perfilaban como los principales ejes centrales de la actividad cultural universitaria e inclusive de Puerto Rico. Por consiguiente, en esta primera presentación, de acuerdo a la reseña presentada en el periódico

El Mundo,

la

tuna

interpretó

“villancicos,

aguinaldos,

canciones

latinoamericanas y números populares y cómicos”9, cumpliendo así el objetivo de animar “el espíritu navideño” en el recinto. Cabe destacar, que la época navideña en Puerto Rico tiene un colorido y entusiasmo particular que se refleja desde la música, hasta la gastronomía, entre otros aspectos. Desde esta perspectiva, la presentación en época navideña tuvo gran acogida por lo que no tardó mucho tiempo en aparecer a través de las reseñas en la prensa una asociación entre la tuna y la navidad como un binomio. Respecto a esta asociación, cabe prestar atención a los apuntes que señala Pedro Malavet Vega en un artículo publicado en el periódico El Roble, cuyo título lee Las Tunas navideñas nacen en Río Piedras10. Desde sus observaciones, Malavet acentúa y concluye que la Tuna de la UPR, influenciada en gran parte por la Tuna Hispanoamericana de Madrid, impulsó e inspiró a otros músicos/as puertorriqueños/as en la creación de agrupaciones cuyo repertorio gira en torno a la época festiva. A raíz de las visitas indicadas de la Tuna de la Universidad Central de Madrid prende la idea de crear una en la Universidad de Puerto Rico, lo que se logra en 1961, gracias al entusiasmo de la profesora Norma Urrutia y del Dr. Francisco López Cruz. Este actúa como su director en los primeros meses, y posteriormente lo hace el Sr. Juan Silva Parra. De ahí en adelante el entusiasmo corre por el país y en esa década, se forman Tunas en Cayey- la Tuna Taurina de Puerto Rico y la Tuna Estudiantina de Cayey, entre otras. Al empezar los años setenta Vicente Caratini organiza uno de los grupos más logrados: Los Cantores de San Juan, los cuales se distinguen por no usar las capas tuneras tradicionales ni las cintas multicolores que son símbolos de estos grupos. Han de seguir la Tuna de San Juan bajo la dirección de Deogracias Santos, la Tuna de San Lorenzo, la Tuna de Comerío, la Tuna Imperial- con Elena Ortiz, Ivette Pacheco, Jenny Pacheco y Ángeles Ortiz-: en fin, docenas de agrupaciones similares (Malavet párr. 5).

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Rojas Daporta, Malen. “Agrupación llevará a Campus UPR espíritu navideño”. El Mundo 16 de diciembre de 1961, 10. Ibíd., 10. 10 Malavet Vega, Pedro. “Las tunas navideñas nacen en Río Piedras”. El Roble [Río Piedras] 1997, 18. 9

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Desde la perspectiva de Malavet Vega, quién asocia el fenómeno de las tunas con la época navideña, la Tuna de la UPR en cierta manera motivó el desarrollo de otras agrupaciones, inspiradas en el peculiar estilo de la Tuna, desde donde el acervo cultural musical navideño pudo florecer, al mismo tiempo que se lograba una producción que resultó en una vasta cantidad de composiciones musicales y discos de larga duración de entre diez a doce canciones cada uno.

Izquierda: Miembros de la Tuna Hispanoamericana en la Universidad de Puerto Rico. Derecha: Santiago Gómez, director de la Tuna Hispanoamericana, y Ángeles Ponce, integrante de la Tuna de la UPR, saludan al rector Jaime Benítez. La foto fue captada en ocasión de la visita de la Tuna Hispanoamericana a la Universidad. Fotos: Colección El Mundo

También, es preciso destacar, que la Tuna Hispanoamericana de Madrid contribuyó grandemente a forjar una idea de lo que las tunas hacían, pues desde diciembre de 196111 estuvieron presentándose en diversos escenarios en la Isla lo cual tuvo gran acogida y por ende sirvió en gran medida como modelo a seguir por la Tuna de la Universidad de Puerto Rico que comenzaba sus primeras andanzas en ese periodo navideño. Desde esta perspectiva, José A. Gautier reconoce la importancia de adoptar estímulos que llegan de otras culturas y ante ello señala en su artículo titulado “La UPR ya tiene su Tuna”, publicado en la Revista Boricua que: …si es bueno seguir la orientación del modelo español que la inspiró, no debe ser tampoco un plagio servil de la Tuna madrileña. Puede lograrse una fusión, que

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Álvarez, Fernando. La Tuna Hispanoamericana, pionera en viajar a América. Primer Congreso Iberoamericano de Tunas. 13 abr 2012. Web. 2 sep. 2013.

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sin perder el lazo o entronque espiritual con el ejemplo español, logre destacar nuestros originales matices. Hay un repertorio de primer orden de nuestro folklore que, unido al repertorio español, puede desembocar en magníficos programas y en un repertorio propio y original (31).

Nuevamente, se observa la necesidad de mantener un balance entre lo que se entienden como rasgos de la cultura puertorriqueña, sin temor a adoptar nuevas tendencias que enriquecieran las prácticas de los estudiantes en la Tuna de la Universidad de Puerto Rico. Por otro lado, la Tuna de la UPR, bajo la dirección de su segundo director Juan Silva Parra (quién en sus años de estudiante formó parte de la Tuna Hispanoamericana de Madrid) logra lanzar su primer disco de larga duración bajo la firma de Caribe Records a finales de noviembre de 1963. En diciembre de ese mismo año Albert D. Herger publica a través de su columna Tu Hit Parade en el periódico El Mundo: Hay gran excitación en el ambiente disquero por el “long playing” de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico. El disco contiene canciones tradicionales interpretadas con mucho entusiasmo por el conjunto estudiantil… El disco incluye canciones como “El Gusto”, “Pin-piri rin pin pin”, “En mi Viejo San Juan, “El silbidito”, “Las Mañanitas, etc. La compañía que publica el disco es pequeña, pero hábil. Siendo este su primer disco en el mercado, ya tienen un hit en las manos (párr. 2).

Carátula y parte posterior del primer disco de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico (1963).

Con el dinero recaudado de este primer disco la agrupación se colocó en el mapa internacional de las tunas durante el viaje realizado en el verano de 1964 a España,

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Francia, Suiza e Italia. Más tarde, la agrupación logra lanzar tres discos, también de larga duración, uno de ellos acompañando a la cantante Lissette Álvarez.

Carátula del segundo disco de la Tuna UPR (1965) y carátula del disco en el que la Tuna UPR acompaña a la cantante Lissette Álvarez (1966).

En cuanto al repertorio de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico, a lo largo de su trayectoria se ha configurado alrededor de pasodobles que han servido como piezas claves para desarrollar las coreografías de panderetas y bailes de capa y bandera, espectáculos a los que esta agrupación se refiere con el nombre de “fantasías”. Desde esta perspectiva, el uso de la pandereta se diversifica y la capa, más allá de ser una pieza para portar cintas, parchos y en ocasiones cubrir del frío, se presenta como pieza bailable de manera elegante al igual que la bandera desde donde también se pueden mostrar la insignia de la agrupación y el escudo de la Universidad. El repertorio, además ha conservado las piezas que tradicionalmente interpretan las tunas, como el vals Clavelitos. También se han interpretado piezas instrumentales como La Boda de Luis Alonso, elevando y diversificando el uso de los instrumentos típicos puertorriqueños como la bordonúa, el tiple y el cuatro puertorriqueño. A través de las visitas a Perú y Chile a partir de la década de los noventa, la Tuna UPR ha recopilado variedad de canciones del repertorio sudamericano incluyendo piezas como el vals peruano La Flor de la Canela y la canción folclórica Está Naciendo una Raza del compositor, poeta, músico y escritor chileno Nano Acevedo. La tuna ha

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incorporado también diversas piezas del repertorio mexicano como La Bikina y Que bonita es mi tierra del violinista clásico y compositor mexicano Rubén Fuentes. Por otra parte, se han interpretado canciones del repertorio portugués y francés como por ejemplo Uma Casa Portuguesa de Amalia Rodríguez y Coloeur Café de Serge Gainsbourg. Además, dentro del repertorio de la agrupación se han interpretado danzas puertorriqueñas como Alondras en el Bosque de Carlos Padilla, Isla Nena de Silverio Pérez, entre otras canciones del repertorio popular y folclórico puertorriqueño como Son Borinqueño, En Mi Viejo San Juan, Lamento Borincano, etc. En términos generales, la Tuna UPR, ha armado su repertorio a través de la música popular y folclórica puertorriqueña, así como también ha recogido e incorporado elementos del repertorio popular y folclórico español, sudamericano, mexicano, portugués y francés. No obstante, en el 2011 como parte de la celebración de los cincuenta años de trayectoria ininterrumpida, la Tuna UPR lanza su más reciente producción discográfica en la que recoge las canciones de los discos antiguos que se perfilaron como éxitos en la época de los sesenta y se incluyen nuevas canciones entre las que destacan composiciones hechas por miembros de la tuna para la agrupación, entre ellas el pasodoble de Iván Ayala titulado Galanteo Isleño y la pieza instrumental Negrito, compuesta por Gissette Torres Fontánez y Seni García. Cabe mencionar, que la tuna, a lo largo de su trayectoria sirvió como un espacio de creación desde donde varios de sus miembros realizaron composiciones que enriquecen el repertorio de la Tuna y el acervo cultural musical puertorriqueño. Actualmente se han inventariado alrededor de veintiocho composiciones que van desde pasodobles, villancicos, parrandas navideñas, piezas instrumentales, entre otros. Sin duda, la Tuna es un semillero de compositores y compositoras que hoy día se desenvuelven en el campo musical puertorriqueño como maestros/as, arreglistas, músicos independientes y cantantes. Al mismo tiempo se puede decir que la Tuna funge como un espacio no académico dentro de la academia, desde donde, el “músico de oído” así como el músico con formación académica pueden desarrollar nuevas formas y lenguajes de creación.

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Finalmente, podríamos decir que la idea de la Tuna fue tomando forma en la memoria de algunos puertorriqueños hasta que finalmente logra concretarse como un proyecto de envergadura gracias a la gestión de la Profesora Norma Urrutia de Campo. En medio de una década que marcaba transición entre visiones que dirigirían la universidad en términos académicos, sociales y culturales se incorpora la Tuna de la UPR como una nueva voz y un nuevo espacio que permitió aprovechar los talentos que andaban desperdigados por la universidad y que sirvieron para sacarle brillo a la música popular puertorriqueña y fusionarla con el repertorio popular español, sudamericano, entre otros. Esto sin duda, contribuyó a que se enriqueciera la vida cultural universitaria, así como el acervo cultural musical puertorriqueño, al mismo tiempo motivó la creación de otras tunas universitarias que actualmente prevalecen. Al día de hoy, la Tuna de la Universidad de Puerto Rico del Recinto de Río Piedras continua con su actividad ininterrumpida, sin ánimo de lucro y con la característica alegría juvenil con la que irrumpen por los diversos espacios universitarios, así como en importantes escenarios alrededor de la Isla y en el extranjero. Queda claro que para hacer la historia de la Tuna en Puerto Rico aún queda mucho por investigar y aclarar. Sin embargo, lo que se ha discutido hasta el momento son algunos datos, rasgos característicos y aportaciones que sirven como “pie forzao” para continuar tan ardua labor de manera responsable.

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