La tierra de los sherpas ella maillart primeres pàgines

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La tierra de los sherpas Ella Maillart Traducciรณn de Irene Aparicio


La tierra de los sherpas Ella Maillart

Primera edición: octubre de 2016 © del texto: Ella Maillart (The Land of the Sherpas, 1955) © de las imágenes: Ella Maillart. Succession Ella Maillart, Musée de l'Elysée, Lausanne. © de la fotografía de la autora: Anneliese Hollmann © de la traducción y corrección ortográfica: Irene Aparicio © de los mapas: Marc Ancochea © 2016 Tushita edicions www.tushitaedicions.com info@tushitaedicions.com

Diseño de la colección y confección de la portada: Marc Ancochea Edición fotográfica y tratamiento de las imágenes: Itxaso Zuñiga Asesoramiento en lengua francesa: Mercedes Ruiz Maquetación: Sir Gawain & Co Impreso en: Romanyà Valls ISBN-13: 978-84-944590-5-4 Dipòsit legal: B-20977-2016 BIC: BM, WTL No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la su transmisión a través de cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, a través de fotocopia, mediante grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Fotografía de portada: De camino hacia el Everest, el monasterio de Syangboche. Un chorten, el símbolo de la vida. Nepal 1951 © Succession Ella Maillart. Musée de l'Elysée, Lausanne. Fotografía de contraportada: Jóvenes sherpas en la escuela. Nepal 1951 © Succession Ella Maillart. Musée de l'Elysée, Lausanne.


«No dejéis nunca de preguntaros: ¿quién soy yo?

Y gracias a este recordatorio constante sabréis que sois la luz de la percepción». Ella Maillart



«Si no conseguís vuestra propia felicidad, los méritos acumulados solo enriquecerán a los demás. Si no obtenéis la luz de la paz interior, la comodidad y el placer meramente externos se convertirán en una fuente de dolor. Si no domináis el demonio de la ambición, el deseo de la fama os conducirá a la ruina y a litigios. Si recorréis el camino secreto, encontraréis el atajo más corto. Si os percatáis del Vacío, la Compasión aparecerá en vuestros corazones…». Milarepa, siglo XII d. de C. Traducido por W. Y. Evans-Wentz. Oxford University Press, 1928.

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ÍNDICE

Prólogo | 13 Nepal | 19 Hacia Malemchi | 31 Malemchi | 37 Tarkhe Gyang | 47 En dirección al Gosainkund

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Boudhanath | 67 Swayambhu | 75 Listado de fotografías

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| 85


Mapa original de Nepal aparecido en la primera ediciĂłn del libro en 1955


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Chanauti Talamarang Melamchi

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Katmandú

Bodnath Bhaktapur

Itinerario a pie seguido por la autora

Patan 0

10 km



ELLA MAILLART: PAISAJES VIVIDOS, PAISAJES NARRADOS, PAISAJES LEÍDOS

«A todos cuantos la acompañaban, Ella [Maillart] les decía: “No dejéis nunca de preguntaros: ¿quién soy yo?”. Y gracias a este recordatorio constante sabréis que sois la luz de la percepción».

Viajera mayúscula donde las haya, humanista, vital, espontánea e introspectiva, esta gran escritora muy pronto descubrió que su camino era hacia el este, hasta Oriente; y también hacia adentro, hasta el fondo del alma. Y no tuvo miedo de embarcarse en dirección a cualquiera de los dos destinos por muy largo que fuera el viaje y por muy desconcertantes que fueran a ser los resultados de dirigirse hacia las propias incertidumbres. Ella Maillart, que nació en 1903 y vivió largamente hasta los 94 años, tras un crucero de juventud por el Mediterráneo y una breve estancia en Moscú, fue contratada por el periódico francés Le Petit Parisien como corresponsal. La enviaron a Manchuria, donde conoció a Peter Fleming, flamante periodista de The Times (¡y espía del MI6 británico!). En 1935, ambos se enfrentaron a un extraordinario viaje de ocho meses y más de seis mil kilómetros, desde Pekín hasta Srinagar, que fue el germen de los dos libros donde relataron su aventura (traducidos

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en su día por Península-Altaïr): Oasis prohibidos, el de Ella Maillart, y Noticias de Tartaria, el de Peter Fleming. De Maillart, la también viajera Cristina Morató apuntó con acierto que «sobre todo fue una mujer sabia que alimentó los sueños de muchos trotamundos. Para ella, el viaje, aventuras aparte, se convertiría en una búsqueda espiritual como lo fue para Alexandra David-Néel»,* otra grandísima viajera de lo íntimo y lo profundo. En 1939 emprendería otro viaje mítico y fructífero. Esta vez se enzarzaría en una larguísima ruta en automóvil hacia Irán, Afganistán y Pakistán junto a la muy ecléctica Annemarie Schwarzenbach. Ambas dejaron atrás Ginebra traqueteando en un Ford de la época con destino a Kabul y Peshawar. Y ambas nos legaron sendos libros que, con el tiempo, han devenido unos clásicos de primera magnitud de la literatura de viajes: los apuntes de Schwarzenbach, recopilados en Muerte en Persia (felizmente traducido por Minúscula en 1995), y La ruta cruel (tras una primera edición de la editorial Labor en los años 50 del siglo pasado y una segunda edición a cargo de Timun Mas en 1999, recientemente, con mucho acierto, la editorial La Línea del Horizonte nos lo ha devuelto con el título de El camino cruel).** En él, Ella Maillart nos habla del viaje * Morató, Cristina. Viajeras intrépidas y aventureras. Ed. DeBolsillo, 2006, pg. 165. ** Tampoco debemos olvidar la película dirigida por Fosco y Donatello Dubini Die Reise nach Kafiristan, basada en el periplo de ambas viajeras que, en su versión en DVD, incluye el documental Afgan nómades de Ella Maillart y dos documentales más sobre la controvertida figura de Annemarie Schwarzenbach.

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o, mejor aún, de la redención hecha viaje, puesto que algo de eso también tenía ese extraño periplo hacia Oriente junto a ese luminoso ángel (u oscuro demonio) embozado por las drogas que era Schwarzenbach… ¡Qué espléndida escritura la de ambas! De 1940 a 1945, Ella Maillart pasó la Segunda Guerra Mundial en la India malviviendo de sus escasos derechos de autor. Echó raíces en el ashram del popular maestro yóguico Ramana Maharshi, cerca de Madrás, aunque también recibió las enseñanzas espirituales de Atmananda, en Kerala. Focalizada en la espiritualidad, en la lucha entre el atman y el ego y en la cesación de los deseos mundanos, no dejó nunca de esforzarse en la búsqueda de sí misma «explorando el no cartografiado territorio de mi propia mente»,* según citaba ella misma. Al regresar a Suiza tras la guerra, se instaló en Chandolin, en el valle de Anniviers, lugar donde dos años más tarde se hizo construir su casa (Atchala, apócope de Arunachala, donde estaba el ashram de Maharshi). Actualmente, en Chandolin existe un pequeño aunque intenso espacio dedicado a esta autora, donde la Asociación de Amigos de Ella Maillart rinde un esforzado y muy merecido homenaje a su memoria.** Fue su perpetua conexión con Oriente la que le instó o, mejor dicho, la catapultó hacia Nepal en 1951 al conseguir un permiso muy * Morató, Cristina. Viajeras intrépidas y aventureras. Ed. DeBolsillo, 2006, pg. 166. ** www.ellamaillart.ch/espace_en.php

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especial dos años antes de que este país abriera sus fronteras por primera vez al turismo exterior. Allí estaba ella, ávida de nuevas aventuras, abierta a todos los conocimientos, recolectando experiencias interiores para ser vividas, narradas y, posteriormente, leídas por todos nosotros. Viajó a Katmandú, donde quedó embelesada por la multiculturalidad nepalí y, literalmente, se tiró al monte para ascender hasta el lago Gosainkund, donde vivió entre los sherpas, ahora tan conocidos por todos nosotros (puesto que su trabajo resulta imprescindible para la mayor parte de las expediciones que apuntan como objetivo a los ochomiles) y entonces recluidos en unos cuantos valles de Nepal, donde vivían de forma muy precaria y en un ámbito eminentemente rural. Recordemos que aún faltarían dos años para que, en mayo de 1953, el sherpa Tenzing Norgay, junto al neozelandés Edmund Hillary, ascendiera al gigante más alto del planeta abriendo traza por el Collado Sur y abriendo brecha en el pandemónium que vendría después. Fascinada por la cultura de los sherpas, por la afabilidad de sus gentes, por su cotidianidad en cierto modo tan parecida a la de su añorada infancia en las montañas de Suiza, y muy especialmente cautivada por su espiritualidad, Maillart nos propone con este libro, inédito hasta hoy y en una exquisita traducción al castellano de Irene Aparicio, una aproximación fascinante, y fascinada, hacia un Nepal que puede que ya no exista. Y no me estoy refiriendo al devastador terremoto del

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año pasado que, por cierto, donde más fuerte golpeó fue en la zona del Langtang, allí donde estuvo Ella Maillart, sino a otra destrucción mucho más mundial y, por ende, letal: la globalización y la occidentalización; un Nepal que, como digo, puede que ya no exista pero que aún nos puede ofrecer tantos elementos comunes, tantas cosas que contarnos, como las que halló en su viaje Ella Maillart, como las que le fascinaron y le robaron el corazón, y como las que ahora nos ofrece en este delicioso relato, puede que demasiado corto aunque sublime. No me equivoco. Enric Soler Junio de 2016

Apunte final: Aunque no hemos podido conseguir hasta la fecha de publicación de este libro los derechos necesarios para efectuar su traducción, recientemente hemos sabido de un interesante artículo escrito por la autora y difundido en el Himalayan Journal del Club del Himalaya, en Darjeeling, Bengala Occidental, en 1952. Dicho artículo, aunque redunda en ciertos aspectos con el texto que constituye la base de este libro, aporta algunos datos complementarios que creemos de notable interés, por lo que adjuntamos el enlace donde se puede leer el texto original (en inglés): www.himalayanclub. org/hj/17/5/to-the-gosainkund/

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NEPAL

Enclavado en medio de las montañas más elevadas del

mundo, Nepal, el último reino independiente de la India, está preocupado, pues en 1949 finalmente acabó con su estricto aislamiento. Esta fortaleza del Himalaya, durante muchos siglos completamente cerrada a los extranjeros, ha sido un ejemplo permanente de esa hostilidad total en Asia Central que en el siglo XVII causó la expulsión de comerciantes occidentales y misioneros católicos de Japón y China, así como del Tíbet y Nepal. «Primero la Biblia, después los comercios y luego los cañones». Así ha sido la amarga experiencia de los asiáticos. Allí, en el rincón más lejano de Nepal donde ayer mismo la existencia de Europa era desconocida, peligrosamente encaramados en las abruptas pendientes de la montaña, vive una etnia de montañeros de carácter alegre, hospitalarios, valientes e increíblemente robustos. Estos sherpas se ganan el corazón de todos los occidentales que luchan codo con codo junto a ellos, tanto si se alistan en los regimientos gurkas británicos como cuando hacen de porteadores en las he-

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roicas expediciones de alpinismo. Han conseguido entender, aceptar y finalmente compartir los sueños y esfuerzos de nuestros escaladores más intrépidos. Asimismo, en años anteriores, miembros del Club Alpino Británico influenciaron a los montañeses suizos que hasta ahora se habían negado a molestar a las temibles fuerzas de la naturaleza que reinan en las alturas. Además, cuando Suiza era pobre como Nepal lo es ahora, el coraje de sus hombres los convirtió también en los mejores mercenarios del continente. Fue el amor por el montañismo lo que nos permitió echar el primer vistazo a Nepal. Esto contrasta notablemente con el siglo XIII, cuando, por el contrario, fue el espíritu comercial lo que dio a conocer China a los europeos. Fue para vender sus joyas al gran Kublai Kan por lo que los tíos de Marco Polo viajaron a Pekín, y se llevaron a su joven sobrino con ellos. En ese momento en China ya se conocía Nepal desde hacía cinco siglos gracias a los peregrinos chinos que regresaban de su lejana búsqueda de las huellas de Buda. Estos peregrinos quedaron abrumados por el esplendor de las pagodas nepalesas de nueve pisos cuyos techos eran de cobre y oro. Fue el propio Kublai Kan quien, para controlar el Tíbet con más firmeza, creó al primero de los «papas» budistas, el dalái lama («océano de sabiduría» en mongol), cuya decimocuarta reencarnación es venerada hoy en día por tibetanos y sherpas.

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Científicos de toda clase ya han seguido los pasos de los alpinistas; gracias a ellos, pronto descubriremos los secretos de las rocas, las plantas y los hombres del «Nepal desconocido». Algo que ya sabemos es que los visitantes de los valles del distrito de Khumbu, donde viven los sherpas, lo llaman «la tierra acogedora» porque su gente, a pesar de la dura vida que tienen, son muy amables y hospitalarios. Siempre tienen una sonrisa preparada; desean ofrecer a los desconocidos que están de paso té con mantequilla, cerveza de mijo y licores caseros, y bailarán la danza circular de los sherpas con su incesante ritmo durante toda la noche. El propio nombre del valle, Khumbu, es significativo, pues quiere decir «santuario protegido». Unos ciento cincuenta sherpas han participado en expediciones en las altas regiones de Asia. Kellas, el alpinista inglés, parece que fue el primero en escoger, en Darjeeling en 1907, a un grupo de estos hombres para que hiciesen de porteadores. (Algunos sherpas pobres llegaron a Darjeeling desde Nepal en el año 1900 para encontrar trabajo de culis de rickshaws o de jornaleros en las plantaciones de té). Desde 1935, el Club del Himalaya, fundado en 1928, ha ido entregando certificados a estos porteadores y medallas especiales a los «Tigres», aquellos que han alcanzado los 7864 metros. Son muchos los casos en los que se han demostrado las cualidades extraordinarias de los sherpas y su entrega incluso hasta la muerte.

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