cuentos de animales raros

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Un día, un mono gordo, que no era ágil y tan peludo que ni siquiera se le veía la cara, fue a llamar a su amigo. Era un ratón gigante, con el rabo cortito y que podía volar. Un día, mientras jugaban en el estanque, apareció Jirafi, una jirafa que tenía el cuello muy corto y daba saltos de 10 metros. Todos empezaron a jugar. Jugaron y jugaron hasta que por la noche, intentando llegar a su casa. Estaban tan cansados que se perdieron en la selva. Al rato, escucharon unos ruidos muy fuertes que venían de los árboles. De repente, vieron a un búho y comenzaron a lanzarle piedras. El búho, asustado, les miró y les dijo: -¡Oye, vosotros! -¿Qué quiere señor búho? –Contestaron. -¡Estoy construyendo mi nido! -Pero… ¿los búhos no duermen por la noche? -¡Jajaja! Qué graciosos. ¡Un momento! ¡No puede ser! -¿El qué? -No puede haber un mono peludo, una jirafa de cuello corto y un ratón gigante. ¡Es imposible! -No, que va, aquí todos somos así. No es nada raro, para nada. -Mirad chicos, yo soy un búho investigador y vengo de tierras muy lejanas. Allí, todo es diferente. Os contaré todo de donde yo vengo. Estuvieron toda la noche escuchando al búho. No se podían creer, que en otra tierra, todo fuera diferente respecto al mundo real.

Patricia Jiménez García. 6ºA.


Un buen día, unos niños llamados Mario y Lucía, se fueron con el

colegio de excursión al Amazonas. La obsesión era ir a la selva en vez de ir a visitar cualquier otra cosa. Por ello decidieron escaparse e ir ellos dos solos. Cuando llegaron se encontraron con algo muy extraño. Todos los animales que habitaban en aquella selva eran rarísimos: los elefantes, eran bajitos y con pequeñas orejas; las arañas, eran enormes y con los ojos saltones y llamativos; los guepardos, eran los más lentos. Las jirafas tenían el cuello diminuto y las patas larguísimas. Más tarde Mario y Lucía oyeron un diminuto rugido de un León. Él iba cojo y despeluchado. Los niños se quedaron asombrados; pero todavía les quedaba algo por ver: un Oso Polar con un chupete y un vestido de muñeca que su madre le había puesto. Ese día no lo pudieron olvidar jamás. Se hicieron una foto con todos los animales raros, para comprobar que todo lo que estaban viendo no se trataba de un sueño. A esa selva la llamaron: La extraña selva.

Laura Bueno



Cuando volvía del parque me equivoqué de camino y legué a un bosque muy raro. Me paseé por el bosque para encontrar la salida y lo único que en encontré fueron unos quinientos árboles y tres especies raras de animales. Primero me encontré con un mono pequeño y gordo, muy gordo. Lo único que hice fue cogerle unos plátanos del árbol. Más tarde me encontré con un oso flaco y enano. Le fui a traer un poco de agua del rio, cuando… vi al tercer animal raro. Un pez grande y parlante. Me dijo que le llevara agua al oso y que después volviera. Le dejé el agua al oso y volví. Me dijo que tendría que buscar a la cuarta especie, que se me había olvidado contar. Lo estuve buscando un buen rato hasta que lo encontré… una jirafa con el cuello del tamaño de un humano y también era parlante, y me dijo que la salida estaba justo a mi lado, y era cierto. Estaba a mi lado. La verdad, también había un cartel gigante en el que ponía, con mayúsculas, SALIDA. En fin esta es mi historia.

Andrei Lungu


LA TRAMPA TRAMPOSA DE DELFINELANDIA En un país llamado Delfinelandia , vivía una abeja diminuta, con alas gigantes y un cerdo pijo. Un día vino un nuevo animal, llamado Pingi, era un pingüino volador y de color rojo. A la abeja le caía fatal, pero al cerdito le caía genial. Estaban todos los días juntos. La abeja estaba enamorada del cerdo. Ella estaba hasta el moño. Y ella decidió vengarse y dejarle sola. Un día que el cerdo y Pingi fueron al parque, ella también fue. Llegó antes que ellos, ya que tenía unas alas inmensas. Ellos se fueron a los columpios. La abeja le había preparado una trampa. En cuanto el cerdo se sentó en el columpio salió volando. Pingi se había quedado. Festinado la abeja no podía parar de reírse. Ese día se había vengado. Ella no es que estuviera muy bien. Delia Acín


LOS

ANIMALES

Un día, los animales del zoo y del pueblo quedaron para planear como decirle a los humanos que eran extraterrestres. El perro gigante y lento dijo con tono francés – Les podemos decig que no se altegen pog lo que están viendo – El cocodrilo diminuto y lento dijo con tono chino – O no les podemos decil nada y seguil con nuestlas vidas – El lagarto grande y rápido y el elefante pequeño y rápido prefirieron la idea de su compañero el perro. Al día siguiente el elefante fue a decírselo al alcalde y no se alteró y corrió la voz por todo el mundo. Y desde entonces la vida es diferente. Javier Serrano 6ºA

Peñalba


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