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La joya de los bosques
La joya de los bosques
Desde hace una década el picamaderos negro se ha ido asentando en nuestros bosques
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Agurtzane Núñez
Si en un paseo por el bosque oímos un ‘cri, cri’ parecido al de un grillo, y sentimos algo moviéndose de un lado a otro, lo más probable es que lo que estemos escuchando sea un picamaderos negro, ‘Dryocopus martius’. De la familia de los pícidos, es el último de ellos en llegar a Gipuzkoa. Hasta hace dos décadas se mantenía en los bosques limítrofes con Navarra. Mikel Olano, guarda forestal de la Diputación Foral de Gipuzkoa y miembro de Aranzadi, recuerda que «en el último atlas de especies reproductoras que se realizó sólo ocupaba dos o tres cuadriculas, cerca de Ataun».
Hoy en día, este pájaro del tamaño de una paloma ya está asentado en la mayor parte de la provincia. «No está en todo el territorio, pero ya no es una especie rara en nuestros bosques. No es fácil verlo, hay que seguirlo por sus reclamos», indica Olano. El picamaderos negro, como indica su nombre, es completamente negro. Tiene el pico, las patas y el borde de los ojos blanco, y una mancha roja en la cabeza. Esta mancha es bastante más grande en los machos que en las hembras.
El mencionado ‘cri, cri, cri’ es el sonido que emite cuando vuela, y su canto territorial, durante los meses de febrero y marzo, es parecido a ‘cuiii, cuiii’. Además, también se caracterizan por el tamborilero que hacen al golpear con sus picos el tronco. «El es más grande de los pícidos y el ruido que hace es mayor», explica.
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Bosques maduros
Si antes era casi un completo desconocido, en la última década el picamaderos negro ha vivido una expansión en el territorio. «La principal razón para ello es que los bosques han madurado», resalta. «Cada especie de árbol necesita un tiempo diferente para madurar. Los hayedos necesitan unos 200 años, pero los pinos unos cincuenta. Los pinares le han venido de maravilla a este ave, porque en sus bosques maduros ha encontrado árboles muertos donde encuentra su alimento: hormigas, orugas y larvas».
Además, las enfermedades de los pinares, la ‘banda roja’ en el pino laricio y la ‘banda marrón’ en el insignis, han hecho que abunden árboles muertos donde buscar alimento. «Durante años los pinares no se han talado y por eso hemos tenido mucho pinar maduro. Ahora cambia la cosa, habrá que ver de aquí en adelante cómo reacciona, tendrá que buscar alimento en los bosques autóctonos».
Reproducción
Tras marcar el territorio durante los meses de febrero y marzo, en los que también hacen el nido, en abril incuban los huevos. Normalmente para finales de mayo ya saltan los pollos. «Hemos contabilizado nidadas de hasta cuatro pollos, aunque depende de la comida que tengan», indica. El nido lo hacen en el tronco de árboles altos y de cierta consistencia, preferiblemente hayas, robles americanos «y algún que otro plátano». La razón es sencilla: tienen troncos lisos, sin rugosidades, rectos y sin ramas, «para evitar que puedan subir sus depredadores».
Y es que aunque puedan tener nidadas de cuatro polluelos, «la mortandad entre los juveniles es muy alta. Cuando saltan del nido hacia finales de mayo, son todavía torpes y al caer al suelo les atacan, sobre todo la marta y el azor», destaca Olano. Pese ello, indica que esta mortandad «es natural en la especie, ya que está evolucionando bien. El reto actual está en gestionar bien los bosques, ahora que ha venido no vamos a ahuyentarlo», recalca.
El picamaderos negro es considerado como una joya en los bosques que habitan. «Es un indicador de la calidad de los bosques», recuerda Olano, ya que necesita unas condiciones especiales en su hábitat. «En los documentales sobre los bosques de Alemania, Francia, Noruega o Rusia siempre aparece como indicativo de conservación. Aquí poca gente sabe que lo tenemos en nuestros bosques».
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