Programa de
Liderazgo Integral Juvenil 2019
Liderazgo y desarrollo personal 1.
Presentación
2.
Shackleton, una historia de liderazgo
3.
Motivaciones profundas
4.
Compromisos fuertes
5.
La persona humana
6.
El camino del desarrollo personal
7.
Líderes confiables y que saben confiar
8.
La virtud como disposición para el bien
9.
Necesidad del autoconocimiento
10.
Líderes prudentes
11.
Líderes creativos e innovadores
12.
La técnica, las habilidades y el liderazgo
13.
Ensayando una definición
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Presentación El libro que presentamos es el fruto de cinco años de reflexión y experiencia en la enseñanza de temas relacionados con el liderazgo y el desarrollo personal. Se trata de un intento de ordenar y clarificar –de manera provisional y sin pretensión de exhaustividad- las principales ideas que rodean estos temas tan importantes inspirados en el pensamiento social católico. Este libro tiene una estructura que va desde los fundamentos del liderazgo en la persona humana hasta la necesidad de las técnicas y habilidades para la efectividad, pero al mismo tiempo, el texto, que ha sido redactado de manera coloquial, se inspira y se apoya en la historia de Sir Ernest Shackleton, un extraordinario explorador irlandés que sustentado en virtudes admirables protagonizó una de las aventuras más ilustrativas sobre el tema. Queremos agradecer a las autoridades de la Universidad Católica San Pablo, por su interés y constante apoyo al equipo de profesores del Centro Liderazgo para el Desarrollo y profesionales a nivel nacional que nos han apoyado desde la creación del programa en el año 2005. A los miles de alumnos que han participado de nuestros diplomados y talleres, que con su participación entusiasta, opiniones y sugerencias acertadas nos han ayudado en la formulación de nuestros contenidos. También queremos agradecer a todos nuestros asesores e instructores que han aportado significativamente en la formación de nuestros estudiantes. Creemos que este ensayo va a contribuir en la formación integral de sus participantes, así como en el desarrollo de habilidades blandas, las cuales son fundamentales y muy bien ponderadas en nuestros tiempos.
Equipo de profesores Centro Liderazgo para el Desarrollo Universidad Católica San Pablo
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ÂżTienes el valor de luchar por los demĂĄs?
justicia
“Que un hombre tenga la entereza de darle al otro lo que le corresponde, lo que le es debido."
BergantĂn Endurance atrapado en el hielo
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Shackleton; una historia de liderazgo Poco antes de la primera guerra mundial apareció un discreto anuncio en los principales diarios de Inglaterra; “se busca hombres para viaje arriesgado, poco sueldo, mucho frío, largos meses de oscuridad total, peligro constante, dudoso regreso a salvo, honor y reconocimiento en caso de éxito”. Lo más extraño fue la respuesta; cerca de 5000 personas entre marineros, exploradores y científicos egresados de Cambridge, acudieron sin demora. Se trataba de la convocatoria para la expedición dirigida por Sir Ernest Shackleton, un explorador irlandés decidido firmemente a conquistar para el Imperio Británico la epopeya de cruzar la Antártida a pie. Nos encontramos ante la hazaña de supervivencia más asombrosa de toda la historia de la navegación, una hazaña que manifiesta, como ha ocurrido en innumerables ocasiones en la historia, que el ser humano es un misterio, un ser débil y limitado que de pronto nos puede sorprender con destellos de grandeza y virtud. La historia de Shackleton es una dramática aventura donde el liderazgo y la virtud unidos a impresionantes habilidades técnicas hicieron posible lo imposible; salvar la vida de toda una tripulación en condiciones absolutamente adversas. Tripulando un Bergantín¹ construido en Noruega de una madera extremadamente dura, Shackleton era asistido por un grupo de 27 hombres conformado por marineros, científicos, dos médicos y un fotógrafo. El equipo contaba con 60 perros de tiro, trineos, tres botes salvavidas y las provisiones necesarias. Faltando un día de viaje para llegar a la Antártida, la temperatura descendió bruscamente y la nave quedó atrapada en una masa de hielo dura como el cemento. La tripulación pensó que la primavera austral elevaría la temperatura debilitando el témpano, pero esto no ocurrió y los días de espera se convirtieron en semanas y luego en diez interminables meses de trabajo inútil por liberar la nave, el calendario marcaba el mes de octubre de 1915.
1 Un Bergantín es un barco, generalmente de dos mástiles, equipado con velas de gran tamaño. Aparece en la segunda
mitad del siglo XVII y se empleó de forma generalizada hasta el siglo XIX. Eran buques extremadamente rápidos y ágiles en la maniobra, y apropiados para el tráfico entre continentes.
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Campamento improvisado en el hielo luego del hundimiento del Endurance
Shackleton era consciente de todos los peligros, pero en su interior sabía bien que el enemigo más temible era la desesperación, un equipo desmotivado y dividido era el camino directo hacia la muerte. Por ello, siempre trabajó por alejar el fantasma de la tristeza manteniendo la disciplina como si nada hubiera pasado. Con gran sabiduría delegaba responsabilidades según el carácter de cada uno para ayudarlos a no deprimirse con pensamientos negativos, organizaba partidos de fútbol y él mismo asumió las tareas más humildes para dar un buen ejemplo. Su aversión a la desesperanza fue tan grande que no guardó el excedente de carne de foca (que les servía de alimento) para no expresar demasiada preocupación; “"eso inquietará a la gente y pensarán que nunca saldremos de aquí" -le comentó a un compañero. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Shackleton, era común que los marineros atribuyan sus desgracias a todo tipo de supersticiones y este caso no fue la excepción, algunos llegaron a pensar que una inteligencia maligna y sobrenatural, llamada “mala suerte”, estaba dirigiendo un plan sistemático para tomar como trofeo la vida de todos los tripulantes. Lamentablemente los hechos confirmaron sus peores temores, la temperatura en vez de ascender con la llegada del verano, descendió aún más, el hielo se contrajo y empezó la agonía del barco, la madera crujía cada vez con más fuerza, tanto así que uno apuntó en su diario “era como oír
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lamentos”. En ese momento, Shackleton supo que la situación era desesperada. Ordenó bajar los botes salvavidas, las provisiones e instaló el campamento. A las pocas horas la presión del hielo partió la nave en dos, luego se abrió un forado y como si fueran las fauces de un animal venido de otro mundo, el mar helado se tragó de un bocado lo que hasta ese momento había sido su patria. Ahora, los 28 hombres estaban en la más terrible desolación, flotando a la deriva sobre un enorme témpano, arrastrados por las corrientes hacia mar abierto. Al grupo sólo le quedaba esperar que el hielo se derrita lo suficiente como para utilizar los botes salvavidas y tratar de alcanzar algún islote cercano. A mediados de enero, la capa de hielo era tan delgada que hizo imposible el uso de los trineos y por lo tanto de los perros. Los pingüinos y las focas que eran la principal fuente de alimento empezaron a escasear, en ese momento Shackleton dio la orden de sacrificar el último grupo de perros. Frank Wild, que fue encomendado para realizar esta misión, anotaba en sus memorias: “fue lo peor que tuve que hacer en mi vida”. En el mes de marzo, el grupo tuvo que utilizar los tres botes de manera permanente y después de muchos intentos por enfilar hacia la isla Paulet, cambiaron de rumbo a causa de las marejadas. La única salida era tratar de alcanzar la isla Elefante, un peñón ubicado a cientos de kilómetros al norte. Fueron 7 días de pesadilla, los navegantes que estuvieron siempre mojados, soportaron temperaturas de -23 grados centígrados y la tensión de realizar maniobras
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desesperadas para sortear las olas gigantes. Al llegar a Elefante, unos manifestaron síntomas de deshidratación y agotamiento extremo, otros se comportaron erráticamente tendidos en la playa y riendo nerviosamente. El sufrimiento fue enorme pero al menos no hubo bajas. La isla Elefante era un alivio pasajero, vientos de hasta 130 km por hora la azotaban constantemente, el peñón era inhabitable y estaba muy lejos de toda ruta de navegación, sin embargo, Shackleton sabía que no podía someter a todo el grupo a otro viaje suicida, por ello decidió liderar un grupo de cinco para intentar lo imposible; navegar 1,300 km en un bote de 7 metros de eslora a través del mar más peligroso del mundo hasta la isla ballenera de Georgia del Sur. Shackleton escogió a aquellos que tuvieran la habilidad de navegar en condiciones extremas y a los de carácter difícil para poder vigilarlos personalmente. El tormentoso viaje duró 17 días, muchos de ellos en oscuridad total. Aún no se sabe como hicieron para mantener el rumbo correcto, un error de 1 grado significaba una desviación de 90 km y ser arrojados por la corriente a la nada. Worsley, el capitán, guió la embarcación con una intuición casi sobrenatural. Los navegantes llegaron agotados y deshidratados a la parte posterior de la isla de Georgia, el agua que llevaban se había mezclado con agua marina y tenían la piel destruida por la combinación de sal y frío. Como el estado el bote hacía imposible rodear la costa, el valiente líder y dos compañeros más, tuvieron que cruzar a pie una cadena de picos inexplorados; fue una caminata de 36 horas. Años después, Shackleton recordaba que durante la caminata sintió una presencia, que los peregrinos ya no eran tres sino cuatro y que luego Worsley le comentó: “jefe, tengo la sensación que alguien nos acompaña”. El 20 de mayo llegaron a la estación. Los balleneros noruegos escucharon admirados la historia de los sobrevivientes, los atendieron inmediatamente y guardaron el bote como si fuera una reliquia digna de veneración. Al poco tiempo, el gobierno chileno prestó un barco para el rescate de los expedicionarios que permanecieron en la isla Elefante. El rescate tomó 4 meses y varios intentos fallidos por las tormentas. Finalmente, el 30 de agosto de 1916, Shackleton pudo acercarse al peñón. Desde lejos divisaba ansioso la costa e iba contando una a una las siluetas humanas que asomaban; “están todos, no hemos perdido ninguno”, exclamó emocionado hasta las lágrimas. Era un milagro.
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20 meses de tenaz lucha por la vida, condiciones naturales radicalmente adversas, ninguna baja. Aún hoy, casi un siglo después, la historia de Shackleton y su tripulación sigue suscitando muchas preguntas y la más profunda admiración de todos aquellos que anhelan una vida inspirada en nobles ideales. Esta no es una historia más de supervivencia, es una historia de liderazgo con fundamentos profundos, un liderazgo que manifiesta que lo más importante es la persona humana y su auténtico desarrollo. Es interesante además considerar que Shackleton no era un hombre perfecto, tenía muchos defectos, pero sus palabras nos descubren su calidad personal y su rica experiencia de vida; “Habíamos visto a Dios en sus esplendores, oído el eco de la naturaleza, habíamos llegado al alma desnuda el hombre”. ¿Qué nos enseña la historia de Shackleton? ¿Qué estilo de liderazgo es el más adecuado? ¿Cuáles son las motivaciones profundas del verdadero líder? ¿Qué virtudes y habilidades lo caracterizan? A lo largo de estas páginas e inspirados en la historia narrada, vamos a reflexionar sobre algunos aspectos del liderazgo y su relación con el desarrollo humano.
Aviso de convocatoria publicado por Sir Ernest Shackleton.
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Motivaciones profundas El liderazgo de Shackleton se inspiró en el tipo de motivaciones que son capaces de generar héroes con una perseverancia a prueba de todo. La motivación es lo primero por que es la raíz de la acción, es un tema tan importante que un líder desmotivado es un desperdicio de talento y un líder perversamente motivado es un peligro comparable a una bomba atómica; “la corrupción de lo mejor es lo peor” decía Santo Tomás. La motivación es uno de los asuntos más difíciles de tratar. Sabemos que existen motivaciones internas y externas, también sabemos que los estímulos externos no son suficientes si los internos no son consistentes. En los últimos 50 años han aparecido muchas teorías sobre la motivación; para Young (1961) la motivación es un proceso para despertar la acción, para Leavit (1964) es un comportamiento dirigido a una meta y es causado por estímulos internos y externos. Robbins (1994) afirma que es un proceso que se inicia con una necesidad insatisfecha y que estimula impulsos en el interior del individuo. Como podemos ver, la mayoría de los autores concentran su atención en los procesos y no ofrecen reflexiones precisas sobre el fundamento de las motivaciones. Uno de los escritores más influyentes sobre el tema es Abraham Maslow, famoso por su “jerarquía de necesidades” y en diálogo con Maslow es que aparecen muchas teorías similares. En líneas generales, Maslow dice que en las personas existen tres tipos de necesidades: las fisiológicas, las sociales y las de autorrealización. Las tres están ordenadas en grados de urgencia: primero es necesario satisfacer las fisiológicas, luego las sociales y finalmente las de autorrealización. Probablemente la debilidad más grande de la teoría de Maslow sea justamente, este orden de “urgencias” ya que no pocas veces los líderes ven como más urgentes las necesidades de fondo. Se puede ver un ejemplo en el mismo Shackleton quien en ciertos momentos prioriza las necesidades psicológicas a las corporales. Ante el inagotable mercado de discursos, se percibe que cuando se habla de autorrealización, los términos se hacen sumamente borrosos y relativos. Da la impresión de que las necesidades fisiológicas y sociales no requieren de una especial profundización porque, al ser de índole material, temporal y
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experimental, no generan mayores dudas sobre cómo deben ser satisfechas. No ocurre lo mismo con la autorrealización ya que parece ser que no existe una objetividad que permita un consenso. Ocurre así que todas las buenas intenciones basadas en la satisfacción de necesidades fisiológicas, sociales y de autorrealización terminan por tambalear en la vida de la persona concreta por una grave ausencia de sentido de lo real. Por eso es necesario ir más allá de las teorías parciales y tratar de buscar una motivación profunda, una motivación que permanece, que no se inspira sólo en un sentimiento ya que los sentimientos son variables y no aseguran la perseverancia, tampoco se inspira en una ley o en una teoría arbitraria impuesta por otros o por uno mismo ya que, este tipo de motivaciones reclaman tarde o temprano la alienación de la persona. Una motivación profunda requiere fundamentos consistentes, necesitamos por lo tanto una idea cierta y sólida sobre este asunto basada en la experiencia. La palabra motivación proviene -etimológicamente hablando- de la palabra “moto” que quiere decir movimiento. Así, la motivación es lo que mueve a la acción. La motivación es el conjunto de razones apropiadas por la persona para satisfacer su necesidad de autorrealización, que inspiran su corazón y la vuelcan a la acción por medio de comportamientos estables. ¿Qué es una motivación profunda? Es la motivación que nos mueve desde lo más hondo de nuestro ser. Es la que experimentamos como segura e indiscutible y que permanece a pesar de los cambios. La motivación profunda reclama comportamientos estables y la educación de la voluntad. Es la motivación que demanda lo mejor de nosotros mismos y por lo tanto, la que nos exige ser mejores seres humanos. Es la que exige la verdad. Paul Chauchard en su libro sobre la educación de la voluntad nos dice que para que ésta se mueva, el entendimiento tiene que reconocer la meta que se nos presenta como algo verdadero y por lo tanto bueno, también es necesario percibirla como algo posible y preciso. A mayor bondad, posibilidad y precisión, mayor será la intensidad de nuestro querer y por lo tanto de nuestra motivación. Una persona motivada en los términos que venimos diciendo, se vuelve creativa e innovadora,
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experimenta sentimientos de entusiasmo cuando los logros se acercan, manifiesta actitudes de lucha y perseverancia cuando aparecen los obstáculos. Los problemas motivacionales empiezan cuando nuestro entendimiento no se abre a la verdad objetiva si no que se adhiere a la mentira, cuando nos acostumbramos al subjetivismo, juzgando la realidad desde nuestros caprichos o malos hábitos. La motivación se vuelve perversa cuando consideramos que lo bueno es malo y lo malo es bueno. Además hay que añadir que las motivaciones erradas, esto es, aquellas que a larga nos destruyen como personas, no suelen inspirarse en metas abiertamente malas, por lo general se trata de realidades con “apariencia de bien” y algo aparentemente bueno, en el fondo, es malo. Por ejemplo, algunos grupos de poder han promovido con gran eficacia el aborto argumentando intenciones supuestamente buenas como salvaguardar la salud de mujeres de escasos recursos o evitarle a un futuro niño pobre o posiblemente enfermo una vida de penurias. En el fondo, no es difícil darse cuenta que lo que está detrás son intereses económicos e ideológicos y por lo tanto nos encobramos ante un asesinato disfrazado de bien social aparente. A esto hay que añadir que cuando sabemos o intuimos que objetivamente estamos anhelando un mal al cual no estamos dispuestos a renunciar, llegamos a convencernos que es un bien para nosotros. Es entonces cuando el aparato afectivo y volitivo se pone en marcha y nos mal acostumbramos, adquiriendo, por repetición, hábitos negativos. Para hablar de motivaciones perversas un caso extremo nos puede ayudar; es indudable que los terroristas que atacaron las torres gemelas estaban muy motivados, tanto así que fueron sistemáticos y perseverantes, también es indudable que estaban fanáticamente convencidos de tener la razón a pesar de la tragedia que todos hemos presenciado y también es muy probable que pensaron que el asesinato era un “costo necesario”. Los terroristas del 11 de septiembre estaban perversamente motivados y en este punto la realidad nos enseña de manera contundente que objetivamente existe el bien y el mal frente a los cuales debemos tomar posición y por lo tanto, decisiones. Un segundo problema motivacional aparece cuando creemos subjetivamente que la meta a alcanzar es imposible o tan difícil que nos quedamos paralizados. Existen dos razones que pueden explicar este fenómeno; la baja autoestima y la pereza.
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La baja autoestima es el proceso subjetivo por el cual la persona asume una serie de creencias sobre sí misma que la llevan a considerar que vale poco o que no es merecedora del afecto que necesita para vivir. Los problemas de autoestima están relacionados con una mentira existencial ya que todo ser humano es valioso y merece ser amado por sí mismo. Tener un bajo concepto de uno mismo no es humildad, la humildad es andar en verdad reconociendo serenamente tanto nuestras posibilidades como nuestras limitaciones y actuando en consecuencia. El humilde asume responsabilidades con valentía y pide ayuda cuando se siente débil. La baja auto estima es en el fondo carencia de conocimiento personal y suele ser, si cabe el uso del término, bipolar, ya que se presenta como un péndulo que va de la presunción a la depresión. Por presumidos no consideramos las propias fragilidades y cometemos crasos errores. Nos deprimimos ante el fracaso porque nuestro orgullo herido nos impide aprender la lección y nos hunde en un torbellino de lamentos inútiles. Cuenta la historia que cuando Boabdil, el rey moro, perdió el reino de Granada, su madre le dijo; “lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre”. En la actualidad, algunos deportistas derrotados suelen decir; “jugamos como nunca, perdimos como siempre”, la frase es genial en el sentido que expresa exactamente lo que venimos diciendo, el “jugamos como nunca” es un hábil truco para consolarse huyendo de los errores cometidos y el “perdimos como siempre” es un justificarse atribuyendo a la mala suerte las derrotas sufridas. La presunción y la depresión van de la mano con la justificación y el falso consuelo. En pocas palabras, este tipo de deportistas no se conocen, y mientras no sean humildes no saldrán de dicho círculo vicioso. La baja autoestima exige el autoconocimiento para comprender y asumir nuestras motivaciones profundas de manera realista. La pereza es un vicio que ahoga cualquier motivación, incluso las motivaciones más profundas. Los que la padecen, entienden los beneficios de optar por un bien e incluso lo ven objetivamente posible, pero no quieren sufrir el esfuerzo que implica, son como niños engreídos que prefieren lo agradable al sacrificio. La pereza se manifiesta no solamente en la inacción, sino también en las tareas mal realizadas, en el descuido en los detalles, en las tardanzas y negligencias laborales. En la sociedad actual, que promueve la sensualidad y el confort, que nos ofrece todos los medios necesarios para sentirnos bien, es muy difícil encontrar jóvenes con espíritu emprendedor y con capacidad de sacrificio.
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Hasta ahora hemos hablado del proceso motivacional pero nos falta abordar el fundamento de la motivación profunda. Nadie duda que la motivación más profunda e indiscutible sea el anhelo de felicidad. Todo ser humano quiere ser feliz y en todas sus acciones busca serlo. No existe persona, estrictamente hablando, que se desee el mal, incluso, cuando alguien opta por un mal evidente como el suicidio, lo hace para huir del sufrimiento emocional que está padeciendo por alguna desgracia. Parece que Maslow se acerca a este concepto cuando habla de la autorrealización, ya que la felicidad suele estar relacionada con esta palabra, sin embargo el autor neoyorkino no llega a definir con claridad en qué consiste dicho estado. El tema de la felicidad es muy complejo y requiere de un estudio riguroso. Muchos han sido los pensadores que lo han tratado desde ángulos y disciplinas muy diversas. En esta publicación, que versa sobre el liderazgo, vamos a abordar la felicidad desde el sentido común, es decir, un sentido básicamente práctico o moral. Desde antiguo, los padres de la Iglesia, cuando enfrentaban asuntos especialmente difíciles de definir por misteriosos y profundos, optaban impulsados por la reverencia y el deseo de no agotar la realidad, por un método sencillo pero de gran sabiduría, ellos empezaban por definir lo que la cosa no es. En el tema de la felicidad conviene hacer lo mismo. Todos queremos ser felices pero existen tantas ideas sobre la felicidad como seres humanos en el mundo; unos dicen que se trata de un sentimiento, otros que es un estado pasajero, no faltan los que afirman que la felicidad consiste en hacer lo que a uno le provoca o alcanzar las metas que la vida nos propone, también hay personas que sostienen que la felicidad es compartir con los seres queridos. Existen muchas opiniones y lo más complicado es que todas tienen algo de cierto. En líneas generales, nos es muy difícil dar una definición, vemos el asunto de manera borrosa, intuimos las características de la felicidad y por otro lado nos sentimos más seguros sobre lo que no es felicidad. Podemos decir que existen tres certezas sobre lo que no es felicidad: ·
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La primera es que no puede ser limitada en sus dimensiones o en su intensidad, por ejemplo, lo material ayuda, soluciona muchos problemas,
pero el dinero en sí mismo no da la felicidad porque sólo responde a un ámbito de nuestro ser y por lo tanto es limitado. La larga lista de millonarios infelices, deprimidos, excéntricos y solitarios que no saben qué hacer con su dinero, es enorme. La experiencia común nos dice que siempre queremos más, que apenas logramos una meta ya estamos mirando más allá, si preguntáramos en números ¿cuánto quieres ser feliz? ¿Cuán intensamente quieres serlo? La respuesta unánime sería: infinito. La segunda certeza trata sobre el tiempo que queremos ser felices. La felicidad no puede ser pasajera, cuando es efímera la llamamos “momentos de felicidad” y por eso solemos decir “ahora me siento feliz”. Quizá el elemento que mejor grafique esta certeza es el deseo de placer, el cual no tiene nada de malo, el problema está en convertirlo en el sentido de nuestras vidas. El placer buscado en sí mismo termina causando la desesperación, porque es efímero y lo efímero nos deja vacíos. Llegados a este punto, si hiciéramos la pregunta ¿cuánto tiempo quieres ser feliz? ¿Minutos? ¿Meses? ¿Años? Todos responderían: eternamente. Las dos primeras certezas se refieren a las condiciones de la felicidad, la tercera está relacionada con la calidad y por qué no decirlo, con la esencia de la misma. Si viniera un genio, de esos que los cuentos describen saliendo de lámparas maravillosas, y nos concediera sólo a nosotros, todo el dinero del mundo y el elixir de la inmortalidad para gozar eternamente, nos daríamos cuenta que justamente nos encontramos ante un demonio que nos ha dado el infierno, porque ¿qué otra cosa es lo infinito y lo eterno sin el amor verdadero? El ingrediente que le da consistencia a la felicidad es el amor y no nos referimos a las caricaturas de amor que nos venden los medios de comunicación, si no al auténtico amor que es gratuito, sincero, desinteresado, libre, fecundo y que además se nos presenta de muchas maneras; conyugal, fraternal, divino, etc. Si pensamos con detenimiento sobre los momentos más felices y los más tristes de nuestras vidas, nos daremos cuenta que todos están relacionados con el amor. Es común escuchar que el momento más feliz fue cuando se contrajo matrimonio o cuando nació un hijo y que los más tristes suelen ser cosas como los divorcios, las peleas familiares, o la pérdida de un ser querido.
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Sumando certezas afirmamos que deseamos una felicidad que sea consecuencia de amar y de ser amados por un ser que es amor eterno e infinito y que dicha relación fundamental sostenga nuestros demás amores y amistades. Además tenemos la certeza de querer vivir la felicidad en nosotros mismos y de transmitirla a nuestros seres queridos, en especial a la familia, deseamos también que nuestra felicidad se proyecte en el trabajo y que dicho despliegue aporte al desarrollo de la sociedad en que vivimos. Realización personal, familiar, laboral y social son los ámbitos concretos donde se vuelcan nuestros anhelos de felicidad. Existen muchos ejemplos de líderes que se han inspirado en el amor a su patria, como en el caso de William Wallace, otros que se han motivado en el deseo de hacer cosas útiles para el bien de la humanidad, tampoco han faltado los que han luchado por el amor a su familia y que han encontrado en ello su propio crecimiento como seres humanos. Lógicamente que alguno se estará preguntando qué sentido tiene desear algo que parece no existir ya que somos limitados, nos morimos y la mayoría de los seres humanos son egoístas. Parece un propósito condenado al fracaso, un juego cruel, pero si nos cuestionamos sobre la raíz de dónde vienen esos anhelos, nos topamos con el misterio que somos y recordando la famosa frase de Hamlet; “Hay más cosas en el cielo y en la tierra que todas las que pueda soñar tu filosofía, Horacio”, nos damos cuenta que estamos llamados a mirar lejos y profundo. Todos deseamos lo que conocemos, sea por experiencia propia, sea por foto o por el testimonio de otros. No se puede desear lo desconocido, porque simplemente no tenemos idea de su existencia. El misterio de nuestro ser se pone de manifiesto en el hecho de que no habiendo conocido ni la infinitud, ni la eternidad, ni el amor pleno, lo deseamos, quizá con cierto escepticismo, quizá con temor, pero lo deseamos y si tuviéramos la oportunidad de tomarlos de una sola vez, no dudaríamos ni un instante. Sólo una realidad como la descrita es capaz de sostener las motivaciones más consistentes y los liderazgo más inspiradores.
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templanza
"Asegura el dominio de la voluntad para identificar las necesidades reales que llevan a conseguir el objetivo."
Âżte atreverĂas a luchar por tus ideales?
Compromisos fuertes Los líderes que no aman intensamente o son unos perversos o son unos mediocres. La historia nos ofrece una larga lista de líderes, unos mejores que otros. Al hacer un análisis de los más interesantes, tanto por su calidad humana como por su gran habilidad, descubrimos que sus motivaciones profundas, aquellas que se identifican con la felicidad, fueron las que generaron compromisos fuertes en su interior. El compromiso fuerte sólo puede surgir de un amor fuerte y dicho amor resuena con intensidad en las palabras, brilla en los ojos y se expresa a través de movimientos enérgicos y armónicos. Es un amor que se manifiesta de diversas maneras; amor a los amigos, amor a la patria, amor a los ideales nobles, amor a Dios, amor incluso a los enemigos, etc. Pero es importante que dicho amor se sostenga siempre en la verdad porque ciertamente nuestro corazón también puede apegarse al mal y convertirnos en la perdición de los que nos sigan. Shakespeare en su obra Henry V pone en boca del rey inglés uno de los discursos más hermosos de la literatura, capaz de inflamar el corazón en deseos de heroísmo a un ejército agotado y deprimido que ha de enfrentar a otro cinco veces más numeroso. Un resumen del famoso discurso nos permite recoger sus ideas fuerza; “Si estamos señalados para morir, somos la pérdida de nuestro país, pero si vivimos, cuánto menos sean los hombres mayores serán los honores, ruego que no deseéis ningún hombre más. Aquél que no tenga Enrique V de Inglaterra (Siglo XV) estómago para esta batalla, déjenlo marchar, no nos moriremos en compañía de un hombre que tema que su hermandad muera con nosotros. Hoy es día de San Crispín, aquel que sobreviva este día y llegue a viejo, cada año, a la víspera de dicha fiesta, se levantará las mangas, mostrará sus cicatrices y dirá “estas heridas las recibí el día de San Crispín”.
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Todo se olvidará pero él recordará la gran proeza que hizo y los nombres de sus compañeros de lucha como si fueran los de sus hermanos. Esta historia la contará el buen hombre a sus hijos. Nosotros somos los pocos, los felices, los hermanos de sangre, porque aquel que derrame su sangre conmigo hoy, será mi hermano”. En la misma línea, Juan Pablo II, dirigiéndose a un mundo herido por los horrores del siglo XX, exhorta a todos los hombres de buena voluntad a acompañarlo en su misión. Se trata de palabras que nos descubren las características de alguien que sinceramente quiere ser santo, un líder que ama y que está dispuesto a los mayores sacrificios posibles. “¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de recibir a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieran servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a toda la humanidad! ¡No tengáis miedo! ¡Abrid, y aun de par en par, las puertas a Cristo! A su salvadora potestad abrid los confines de los Estados, los sistemas económicos al igual que los políticos, los amplios campos de cultura, de civilización, de desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo Él lo sabe! Hoy, con mucha frecuencia, el hombre no sabe qué lleva dentro, en la profundidad de su espíritu, de su corazón. Muchas veces se siente incierto sobre el sentido de su vida en esta tierra. Está dominado por la duda, que se convierte en desesperación. Permitid, por tanto —os lo pido, os lo imploro con humildad y con confianza— permitid a Cristo que hable al hombre. Sólo Él tiene palabras de vida, ¡sí!, de vida eterna”. Todos sabemos que la muerte de este querido pontífice fue sellada con una frase que es todo un poema al compromiso y la fidelidad; “soy feliz, sedlo también vosotros”³. Compromiso generoso, dar la vida, servir a los demás ¿De dónde surgen estas motivaciones? Del ser humano. Un líder es una persona que guía a otras personas, por lo tanto necesitamos una idea cierta sobre el hombre. La relación entre antropología y liderazgo no es un tema casual, es fundamental, es un asunto insoslayable. Caminado a tientas es que el tema del liderazgo y las motivaciones profundas nos han llevado a la pregunta sobre el ser humano, al propósito, como diría Shackleton, de “llegar al alma desnuda el hombre”.
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La persona humana Es fácil reconocer que un líder lo es verdaderamente cuando es capaz de ser líder de sí mismo. Quien no se gobierna, no puede gobernar a otros. Ahí la primera tarea y muchas veces la más difícil ¿Por qué? Quizá porque no tenemos suficiente conciencia de quiénes somos. Muchas veces la idea más clara que tenemos de nosotros mismos es paradójicamente que somos seres misteriosos, es decir, que algo se nos muestra a la vez que algo se nos presenta oculto, escondido. Se ha dicho y con mucha razón, que el ser humano es un misterio.
La experiencia personal En ese sentido, no se trata aquí de encontrar una definición acabada de lo que es el ser humano. Señalamos más bien el punto de que toda reflexión sobre el liderazgo requiere una idea por lo menos elemental –aunque sin recortes arbitrarios– de lo que es el ser humano, podríamos decir, una antropología base. Esta antropología se puede buscar en los libros de filosofía o sociología, en las indagaciones de los grandes pensadores de la humanidad… pero también –y quizá principalmente– en la propia experiencia personal. ¡Todos tenemos la experiencia de ser seres humanos! Y ello nos aporta datos primeros e imprescindibles en nuestra tarea por entender lo que es el hombre. 3 Juan Pablo II, homilía de la misa inaugural de su pontificado, 22 de octubre de 1978
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Dinamismos fundamentales Si desde nuestra experiencia tuviéramos que señalar qué es un ser humano ¿qué diríamos? Quizá muchas cosas: que somos inteligentes, que sufrimos, que somos libres, que amamos, que odiamos, etc. Por cuestiones de espacio escogeremos un par de experiencias que consideramos que de alguna u otra manera engloban a las otras. La primera de ellas es que el ser humano es un ser que vive y quiere seguir viviendo; “vivo y más allá de los disgustos y frustraciones, quisiera seguir viviendo, pero eso no es un mero alargar mi vida sin un sentido: entiendo que en esta vida, que no deseo que acabe, tengo un propósito, un fin que alcanzar: educarme, tener mis hijos, hacer algo de dinero, etc.”. Es por eso que todo ser humano rechaza tendencialmente la muerte. A veces ni siquiera queremos oír hablar de ella. Pareciera que en nosotros existe una fuerza muy grande que nos impulsa a permanecer en la existencia, una especie de fuerza centrípeta parecida a la que gobierna los planetas. Si alguien nos amenaza nos defendemos, si estamos en peligro de morir nos resistimos. A esta fuerza la podemos llamar dinamismo o fuerza de permanencia. La otra experiencia es que queremos amar y ser amados, y este deseo –al igual que el de vivir– se nos presenta como ilimitado. Hasta el punto que si alguien a quien apreciamos nos dice querernos pero no estar dispuesto a querernos más, nos sentimos contrariados, incluso rechazados. Parecería que estamos convencidos de que siempre es bueno amar y siempre es posible amar y amar sin límites. Pero no se trata de un amar por amar, lo que anhelamos es un amor verdadero, que nos realice, que nos despliegue y nos haga crecer, madurar. Si seguimos con el ejemplo de los planetas diríamos que se trata de una especie de fuerza centrífuga. Tendemos a salir de nosotros mismo al encuentro de los demás, de la naturaleza, de la trascendencia. A esta fuerza la podemos llamar dinamismo o fuerza de despliegue. Entonces podríamos decir que tenemos la experiencia existencial de ser seres que vivimos y queremos seguir viviendo sin límites y que amamos y queremos seguir amando sin límites. También podemos decir que estas experiencias parecen corresponder a dos fuerzas interiores que nos impulsan a permanecer y a desplegarnos. Eso explicaría –por ejemplo– por qué a pesar de querer mejorar siempre, no estaríamos dispuestos a dejar de ser nosotros mismos: despliegue sí, pero en permanencia. Salir de sí pero seguir siendo quien se es.
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Unidad de cuerpo, mente y espíritu Estos dinamismos se expresan en todo nuestro ser: en nuestro cuerpo, en nuestra alma o psicología, y radican sin duda en lo más profundo de nosotros: nuestro espíritu. Y es que experimentamos que tenemos un cuerpo que cambia, pero no todo en él cambia, algo permanece, algo que sigue haciéndolo nuestro cuerpo y no otro– cosa que constatamos comparando dos fotografías nuestras a distintas edades–. Pero experimentamos que hay algo en nosotros más profundo que nuestra parte orgánica y física: experimentamos –por ejemplo– necesidades psicológicas: necesitamos seguridad, experimentarnos seguros, queridos, con un hogar, con un respaldo emocional, mientras que por otro lado necesitamos significación, experimentarnos valiosos, llenos de sentido, valorados por quienes valoramos, en cierto sentido indispensables. También experimentamos psicológicamente que estas necesidades permanecen y a la vez cambian, se adaptan: no siempre a lo largo de la vida lo que nos da seguridad y significación es lo mismo. “Soy mi cuerpo, pero no sólo soy un cuerpo. Soy mi alma, mi psicología, pero no sólo soy un alma”. Hay algo más en lo profundo de nosotros mismos y que nos hace únicos e irrepetibles, no intercambiables, inigualables y en donde radican en última instancia esos anhelos de permanecer y desplegarnos sin límites que se hacen presentes en nuestra alma y en nuestro cuerpo: quizá a esta dimensión profunda y misteriosa de lo humano deberíamos llamarla “espíritu”. Por ello aunque cuerpo y psicología cambian, siempre permanece nuestra identidad profunda, “me sigo llamando José o Pedro –y con razón– porque sigo siendo yo mismo”, algo que podríamos llamar mi “mismidad” recorre todo nuestro ser en su integralidad. Olvidar alguna de estas tres dimensiones del ser humano ha sido ocasión muchas veces de entenderlo parcialmente. Si reducimos al hombre a una de estas tres, en el fondo habremos fracasado en el intento de un conocimiento integral del mismo. El reducir todo el ser humano a una de sus dimensiones, es como reducir el cuerpo humano a una oreja o una pierna. Reduccionismo antropológico, se le llama. Las consecuencias de ello pueden ser dramáticas, pues se planteará el despliegue humano no considerando a todo el hombre, sino a una caricatura de él. Dicho falso despliegue jamás podrá hacer verdaderamente feliz al hombre, porque no responderá a todo su ser.
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Hablando de liderazgo, nos damos cuenta que si un líder cree que el hombre es un mero ser material o sentimental, lo liderará de acuerdo a dichos parámetros, buscando sólo su bienestar físico o emocional. Tal vez tenga “buenas intenciones”, pero tarde o temprano su error se expresará en decisiones que atenten directa o indirectamente contra la dignidad humana. Stalin, el controvertido líder ruso solía decir; “la muerte de un hombre es una tragedia, un millón de muertes es una estadística” y en coherencia con tal pensamiento, la historia nos muestra que sus planes desarrollistas⁴ tuvieron como consecuencia la muerte de más de seis millones de ucranianos.
Un ser libre Tanto las experiencias de vivir como de amar suponen que somos seres libres. A diferencia de las demás criaturas, los humanos nos experimentamos no determinados ni por las tendencias físicas internas de nuestro ser –hambre o sed, por ejemplo–, ni por los condicionamientos externos que pueda haber por parte de la naturaleza o la sociedad. Tenemos inteligencia y voluntad, somos capaces de escoger racionalmente nuestro destino. Pero podemos escoger bien o mal. Esa es también nuestra experiencia. Muchas veces nos arrepentimos de la elección hecha, ya sea porque no logramos el objetivo deseado, ya sea porque lográndolo experimentamos que nos hemos traicionado a nosotros mismos optando por lo fácil o cómodo, por lo vil e ilusorio, por lo que en el fondo no nos satisface del todo. El mero escoger no nos garantiza que lo hayamos hecho bien, que esa elección –más allá de nuestros gustos o disgustos, miedos o caprichos– sea de verdad una elección que nos despliegue según nuestra permanencia, que vaya de acuerdo a nuestros dinamismos fundamentales. Eso es lo que hace que nuestros actos libres sean buenos o malos, serán buenos si despliegan rectamente nuestro ser, serán malos si atentan de alguna u otra manera contra nuestro despliegue. El bien moral existe porque el hombre tiene una naturaleza dinámica que busca su realización, esa libre realización tiene como fundamento –y por ello también como límite– la propia naturaleza humana. La autoridad, tan importante en temas de liderazgo, se apoya en la libertad. Un líder tiene autoridad y para ejercerla necesita ser libre él mismo y respetar la 4 Al derrotar a sus opositores políticos, Stalin inició los planes de colectivización e industrialización por medio de los
cuales expropió las tierras de los capitalistas (kulaks) sin ofrecer ayuda alguna a la población, generándose una gran hambruna en Ucrania. Según los funcionarios del gobierno “fue una medida necesaria” para acabar con el sabotaje que practicaban dichos terratenientes.
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libertad de sus compañeros. Los puntos extremos de la laxitud y la tiranía, son defectos de la autoridad donde la libertad está directamente involucrada. La libertad no puede estar en el hombre sin un sentido: somos libres para ser felices, para alcanzar la plenitud, el propósito que está al final de todo propósito, aquella plenitud que hace que cualquier esfuerzo, trabajo, alegría, incluso sufrimiento, valgan la pena. Precisamente la vida y sus dinamismos fundamentales tienen un sentido porque la felicidad es lo que desde nuestro espíritu nos exige realizarnos. Es más, el anhelo de plenitud es una fuerza que va más allá de nuestras decisiones. Podemos escoger bien o mal los medios para ser felices, pero difícilmente alguien puede escoger no anhelar desde el fondo de su ser la felicidad. A veces detrás del conocido “yo no quiero ser feliz” se esconde precisamente lo contrario: una profunda frustración fruto del creer que ya no se puede alcanzar la felicidad. Es como si la felicidad, la plenitud nos reclamaran para sí, y nuestro corazón respondiera casi instintivamente, tendencialmente: así la plenitud o felicidad se convierten en el fin último de todos los otros propósitos buenos que emprendemos en la vida como estudiar, educar a nuestros hijos, trabajar, hacer grandes proyectos solidarios, etc. Es por ello que no escogemos desear la felicidad, pero sí debemos escoger los mejores medios para alcanzarla: esos medios tienen que ver con nuestra propia naturaleza humana, con nuestros dinamismos fundamentales de despliegue y permanencia.
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Ser contingente y relacional Decíamos al principio que el ser humano es un misterio y en parte lo es por las agudas paradojas que nos presenta. No tenemos espacio aquí sino para señalar quizá la más importante: “soy un ser que vive y que desea seguir viviendo… pero que sin embargo morirá”. Por otro lado, “soy un ser que ama y desea seguir amando… pero que sin embargo no ama y deja de amar”. Asistimos a lo largo de nuestra vida a la disolución de nuestro cuerpo, a un extinguirse de nuestras fuerzas. Podemos luchar por alargar la vida pero nadie en su sano juicio discutirá que la muerte llegará tarde o temprano. Por otro lado, los deseos que tenemos de amar sin límites, no pocas veces se estrellan contra la triste realidad de que es a las personas que más amamos a las que más hacemos daño. 5 El diccionario de la real academia define “contingencia” como algo que puede suceder o no. “Ser humano
contingente” se suele entender como un ser que es y que puede dejar de ser.
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¿Tiene solución esta aparente contradicción? ¿Puede el más perfecto de los seres ser el más incomprensible de todos? La hormiga tiene lo que necesita, lo tiene también el insignificante arbusto, pero el hombre, aquel que sueña con una vida y un amor eternos y sin límites ¿sueña en vano? ¿Tiene lógica alguna que el ser humano experimente necesitar lo que le resulta imposible tener? ¿Vivir para lo infinito y sucumbir irremediablemente en finitud? Decimos que el hombre es persona, es decir, un ser en relación –o relacional–, un ser que necesita de los demás, de encontrarse consigo mismo y con las cosas que lo rodean. Una criatura que no se basta a sí misma y que se descubre siempre en tensión hacia los demás, lanzada hacia los demás, que necesita de sí, de los demás y de lo que lo circunda, pero como acabamos de ver, necesita también –y sobre todo, según lo que podemos ver– del infinito, del abismo de la eternidad. Por eso que algunos autores hablan de cuatro relaciones: con las cosas creadas, con los demás, con uno mismo y sobre todo con el fundamento de la existencia, con el Infinito, con Dios. De ahí que el hombre sea entendido a fin de cuentas como un ser teologal, con hambre de infinito, con sed de eternidad.
Un ser teologal La razón puede acompañarnos hasta esta altura del camino, pero difícilmente podrá explicarnos la paradoja que anotábamos ¿Por qué buscando lo infinito, es lo finito lo que se nos presenta? En nuestra opinión, detenernos en esta búsqueda con la excusa de que la razón por sí sola no da para más, es tan irracional como pretender explicar con exactitud el tamaño que tiene una computadora y renunciar a entender –por lo arriesgado que pueda resultar– cuál es su función. Mal le sirve al hombre conocer su edad, medir su cuerpo y su peso, sino es capaz de responder en última instancia a las preguntas más acuciantes que palpitan en su corazón ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi existencia? ¿Qué clase de infinito es lo que busco? La paradoja se resuelve si tenemos el coraje de ir más allá de nuestra razón, de dar el salto meta racional de la fe. Un salto aun cuando sea sólo en un momento de valentía, un salto para preguntarle a Dios “¿quién soy? ¿Quién es el hombre?”. Decimos “coraje” porque la respuesta puede no gustarnos, “coraje”, porque la respuesta que viene de Dios definitivamente nos sobrepasará y quizá cuestione la manera en que estamos acostumbrados a conducirnos, quizá nos deje intranquilos, quizá arruine nuestro mundo de frágiles y fugaces seguridades. Si tenemos la valentía de preguntar, Dios responderá a través de las Sagradas Escrituras: somos imagen y semejanza suya. ¿Pero acaso nos parecemos a Él? Entonces se hará necesario hacerle una ulterior pregunta “¿Quién eres tú Señor?” Y
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Dios responderá también en las Sagradas Escrituras. A Moisés se le reveló como “el que Es” y por intermedio del Apóstol Juan nos dice que “es Amor”. Ser y Amor. El que siempre Es, la permanencia en sí misma, el que siempre vivió y vive para siempre, fuente de toda existencia y vida. Y el Amor eterno, fuente de todo amor. ¿Nos parecemos a Él? ¿Acaso no somos imagen y semejanza suya en nuestros dinamismos de permanencia y despliegue, en nuestras necesidades psicológicas de seguridad y significación, en nuestros anhelos de vivir y seguir viviendo para siempre y de amar sin límites? Pensamos que sólo desde la fe se puede dar una respuesta acabada al misterio del hombre e iluminar nuestra mente para entender el por qué la muerte y el por qué el dejar de amar. Por el dato revelado descubrimos que la muerte, el egoísmo y los males del mundo tienen su origen en una antigua y dolorosa culpa que los teólogos han llamado siempre “pecado original” y que explica por qué nuestra fascinación por el mal nos degrada y no nos realiza. La apertura a la fe nos permite descubrir también por qué Dios optó por hacerse hombre como nosotros, rescatarnos del mal y abrirnos otra vez la posibilidad de la vida eterna y del amor sin límites, en la línea de los dinamismos fundamentales de permanencia y despliegue que nuestra razón nos muestra. La naturaleza humana es la fuente de las motivaciones profundas y la reflexión sobre ella nos permite comprender mejor lo anotado al comienzo de este libro cuando se afirmaba que el hombre, siendo moralmente frágil, de pronto nos puede sorprender con destellos de grandeza y virtud. Estas reflexiones reclaman un liderazgo que incorpore en la acción el dato sobrenatural y esto no es novedad ya que lo espiritual siempre estuvo al lado de los líderes que valieron la pena y no sólo nos referimos a los líderes religiosos sino también a líderes políticos, sociales e incluso militares. Dicha naturaleza, nos exige además el desarrollo del don recibido. El desarrollo humano es el proceso por medio del cual nos ocupamos en crecer auténticamente como personas. Los grandes hombres son aquellos que no han recibido su alma en vano sino que han emprendido la gran aventura de desarrollarse esforzándose por ir siempre más lejos, de llegar más alto y de bucear más hondo en el noble ideal de amar y servir a los demás. Responder al impulso de nuestra identidad más profunda es un reto que requiere de una respuesta valiente, una respuesta audaz expresada en las palabras que una artista muy auténtica y de pensamiento crítico dijo una vez a sus mejores amigos; “pobres huesos míos, si supieran a donde los pienso llevar, si pudiera contarles el horizonte al cual me impulsan mis pensamientos más íntimos y que por nada del mundo me rendiré en mi propósito, temblarían sin parar, pobres huesos míos”.
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FORTALEZA
“Podríamos decir que la fortaleza en realidad no es otra cosa que la disposición a realizar el bien aún a costa del cualquier sacrificio."
¿hasta dónde estás dispuesto a llegar?
¿Cómo Gestionar los Estados Anímicos dentro de las Organizaciones? Lucila Rosa Mejía Londoño
Por mucho tiempo las emociones fueron ignoradas o ilusoriamente alejadas del contexto laboral debido a que las organizaciones eran vistas como lugares serios, objetivos, pensados y creados para producir vienes, servicios y ganar dinero, para alcanzar esto, prevalece el uso de la lógica y la razón por lo que se requiere de “cabeza fría” con un ambiente de trabajo racional, donde las emociones no tenían cabida. Sin embargo, en los últimos años se han hecho avances sustanciales para entender su impacto en el ambiente organizacional; diversos estudios y algunas investigaciones han demostrado como las emociones pueden explicar fenómenos individuales y organizacionales. Éstas juegan un rol fundamental en la satisfacción laboral, funcionamiento grupal, liderazgo, desarrollo, crecimiento personal y colectivo, se manifiestan y aparecen en los episodios de violencia y/o acoso, en los procesos de negociación, conflicto y toma de decisiones, en los desafíos y planteamientos de metas y niveles de competitividad, en el estrés laboral y más recientemente el denominado “trabajo emocional” como característica intrínseca del puesto de trabajo y su influencia en la organización. Hoy día el estado emocional de una compañía considerada un “buen lugar para trabajar”, tiene la influencia suficiente para impactar el valor accionario de la corporación, tanto así que hoy el abordaje en las organizaciones apunta a la creación de una cultura organizacional más humana que legitime la importancia de las emociones y el manejo de las mismas. En este sentido se puede hablar de aquellas estrategias usadas para modificar o eliminar las fuentes de emociones llamadas “negativas” presentes en el ambiente laboral (rediseño de las tareas, horarios de trabajo flexibles, home office, hacer partícipe al empleado en su desarrollo de carrera, proveer retroalimentación entre jefes y compañeros, establecer políticas justas para los trabajadores, etc.); y de las tácticas dirigidas al desarrollo de habilidades en el personal para lograr que experimenten emociones más saludables, llamadas “positivas”, (programas de promoción de la salud, procesos de acompañamiento emocional, coaching, mentoring y cambios de estilo de vida, buscando el work life balance). Debido a lo anterior y después de haber tenido la inmensa posibilidad de acompañar a líderes y ejecutivos de empresas, quienes en sus palabras, me han habado de la soledad del poder, de lo mucho que desean una vida tranquila, algo de compañía y manifiestan que se sienten orgullo de la gran responsabilidad que su cargo conlleva, al pensar en las familias que de sus decisiones dependen, así como el miedo a fallar y equivocarse en su gestión… pareciera salta a la vista que no hay liderazgo ausente de emociones, para poder describir lo que se hace y se vivencia en el mundo empresarial, aparecen varias y variadas emociones…
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Es por todo esto que afirmamos que aquel que sepa gestionar las emociones en los equipos que lidera, las emociones de las personas de la organización y reconocer las suyas propias, tendrá mayor capacidad de gestionar el cambio, honrar el progreso y garantizar resultados sostenibles que contribuyan con la construcción de un mejor planeta, lo equivalente a decir que tendrá en sus manos la fórmula secreta del éxito en nuestras organizaciones y como seres humanos integrales dentro y fuera del trabajo. Gestionar las emociones dentro de las organizaciones es la clave del éxito en la modernidad. Cómo hacerlo? Primero es importante que el líder reconozca las suyas propias, pueda identificar lo que le pasa y de ésta manera también saber que es eso que hace, cuando se encuentra en esta emoción, el saber esto da un paso hacia la templanza emocional, cuyo primer peldaño radica en el autoconocimiento. Los estados anímicos nos pertenecen a las personas y a los equipos, a las organizaciones y a los países, dado que son alimentados por una cierta identidad que se manifiesta en una cierta manera de ser y de estar, así que los líderes deben poder reconocer, cual es el estado anímico que moviliza a su equipo, y/o a su organización, debe poder identificar, cual es esa emoción que permanece, que acompaña a la mayoría si no a todos en sus decisiones y acciones, y una vez esto sea claro puede comenzar a realizar de manera dirigida y consciente un rediseño del mismo, esto impacta directamente el clima laboral por tanto la cultura y los resultados. Qué hacemos los líderes? El líder es un especialista en crear situaciones cargadas de emoción El líder para implementar proyectos innovadores y desafiantes requiere administrar herramientas que gestionen el dominio emocional, y lo debe hacer con maestría ya que las personas cuando se enfrentan ante un cambio, reconocen sus perdidas y ahí aparecen todos los temores, enojos, miedos, frustraciones y tensiones, los cuales adjudican al líder como autor de la situación que los puso en ese estado anímico y el llegar a esto es una de las causas, sino la mayor, causa de mortalidad directiva. Dado esto, ¿Qué emociones inicialmente debe gestionar? 1- Poder amistarse con el miedo, la ansiedad y la angustia: Sólo quienes pueden frustrar expectativas y desafiar el “status quo” tienen algunas posibilidades de éxito. En cambios importantes será necesario crear espacios o momentos de generan dolor y miedo con lo que el cambio puede traer: lo desconocido, lo incierto, la ansiedad que provoca lo nuevo o la pérdida de privilegios, lo conocido y el confort. El líder debe poder sostener las reacciones y administrar las pérdidas que enfrenta la gente.
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2- Crear visión, ilusión, esperanza: construir un futuro, partiendo de dejar el pasado atrás, el construir y crear se hace más fácil con base en sueños y esperanza, el poder visualizar un entorno diferente en el que quieran estar y con el que haya compromiso. Los grandes líderes consiguen crear en la mente de los demás ilusiones que les muestran el camino que les viene bien andar y los impulsan a realizar esfuerzos personales extraordinarios. Los hombres se mueven mucho más por sueños que por lo establecido. Las personas somos seres básicamente espirituales es posible que esto a veces genere incredulidad y es absolutamente cierto, por tanto el líder visionario, logra conectar a las personas con algo mas grande que ellos mismos, ese algo, por lo que vale la pena comprometerse y continuar. 3- Construir certidumbre y administrar la incertidumbre: Los grandes sueños se deben alimentar con la certeza de una realidad: proporcionar seguridad y estabilidad a su gente, se espera que los líderes, sean personas especialistas en mostrar a sus organizaciones las primeras evidencias, afirmaciones y hechos, de los frutos de los cambios. Son capaces de resaltar los primeros resultados y evidencias que impulsan las organizaciones a cambiar. 4- Brindar reconocimiento y gratitud: La apreciación es el mayor motor de la motivación y la motivación es la clave del cambio personal, la transformación individual y organizacional. Los cambios organizacionales requieren mucha energía para conseguir los primeros resultados y para mantenerlos: se necesitan agentes de cambio, seguidores comprometidos con quienes contar en momentos de esfuerzo, dedicación y sacrificio que estén dispuestos a adaptarse a situaciones aparentemente no deseadas,… para esto se debe buscar que todos sean protagonistas, parte del cambio, ser quien participa, y por encima de todo ser reconocido. El reconocimiento, es una recompensa es una de las mayores motivaciones de los seres humanos, el logro y la aprobación por haberlo obtenido, así como la afiliación y el sentir aprecio, la forma de estima, ternura o “amor” en el mundo profesional, solo de esta manera se garantiza el sentido de pertenencia. 5- Creer en su ideología y compartirla, valentía: Los cambios suponen nuevas formas de entender las reglas y valores, así como requiere replantear lealtades y dar paso a nuevas maneras de hacer y pensar, las doctrinas que mantienen y dan unidad, sentido y propósito a las organizaciones. Cambiar los valores de una organización implica redefinir que es el “orgullo”, la “envidia”, la “vergüenza” o la “culpa” en la organización y se requiere saber administrar estas emociones y ser un experto en la gestión del alma humana. Las emociones son lo que provoca la acción y movimiento en las personas. En las organizaciones sucede lo mismo: las emociones son las que movilizan las organizaciones. Dado esto la maestría en gestionar las emociones define la delgada línea que separa los directivos del pasado de los líderes del futuro. Los líderes del futuro son gestores de emociones, que se emocionan con lo que les pasa a ellos y a sus equipos.
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Partida hacia la isla Georgia del Sur
Líderes confiables y que saben confiar Al llegar a la isla Elefante, Shackleton comunicó al grupo su propósito de realizar con otros cuatro compañeros, el peligroso viaje de 1,300 kilómetros a Georgia del Sur para pedir ayuda. Hubo muchos diálogos e intercambios de ideas, algunos decían que era mejor esperar, otros que era necesario ir todos juntos, pero los botes y el estado de salud de Blackborrow (quien tenía los pies lesionados) hacían imposible dicha propuesta. Fue entonces que el jefe de la expedición explicó las razones de su plan y todos asintieron porque confiaban en la integridad y las habilidades de su líder. Todos confiaron, los que se quedaban en la isla y los que navegaron con Shackleton. El día de la partida, mientras se alejaba el bote salvavidas con sus cinco tripulantes, el grupo exclamó mientras se despedía; “Qué líder tan valiente”. El liderazgo se construye sobre la base del desarrollo humano integral. Un auténtico líder que trabaja incesantemente en su desarrollo personal suele ser confiable y sabe confiar, si no es confiable, nadie la dará la autoridad que necesita para dirigir y si no sabe confiar no podrá apoyarse en su equipo. La confianza es la base de la autoridad. Confiar y dar confianza es una de las cosas más difíciles, porque no se trata ni de ser ingenuo ni de estar desconfiando de todos. La confianza es la experiencia más sensible de la seguridad. Confiar significa ponernos en las manos de los demás,
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tener fe en los otros. La confianza es una necesidad, nadie es dueño de la verdad, ni nadie tiene todas las habilidades, por lo tanto, necesitamos complementarnos y ayudarnos los unos a los otros. Sin embargo la confianza no es una adhesión irracional, eso es fanatismo, para confiar necesitamos dos elementos: Ÿ Ÿ
Conocer a la persona y sus intenciones. Conocer las capacidades que tiene.
Existen grados de confianza, confiamos plenamente en Dios, porque nos ama, sólo desea nuestro bien y lo sabe todo, pero cuando se trata de los seres humanos debemos ser prudentes. Los hombres somos esencialmente buenos porque somos hijos de Dios pero también somos pecadores y por lo tanto moralmente débiles. La confianza en los demás debe ser regulada de acuerdo al conocimiento que tengamos de la persona y al nivel de capacitación que tenga. La confianza en las intenciones dependerá de la relación que tengamos con los otros, a mayor relación, mayor confianza. Sin embargo, no olvidemos que las traiciones suceden causando las heridas más graves. Es diferente ser traicionado por un desconocido que por un familiar y cuando esto pasa debemos saber perdonar. También sucede que algunos líderes traicionan a sus amigos e incluso a sus seres más queridos, en este caso hay que aprender a pedir perdón con humildad y reparar, en lo posible, el daño realizado. Por otro lado, debemos guardar la proporción entre al grado de la cosa confiada con las capacidades y posibilidades de la persona a la cual se le asigna una tarea, por ejemplo, uno puede confiar en su hijo pequeño, pero no le puede confiar la administración de una empresa, nadie duda de su amor y buena intención, lo que sucede es que es un niño y los niños no pueden asumir responsabilidades como esa. De la misma manera, no desconfiamos de la buena intención de nuestros amigos, pero sí debemos considerar sus capacidades para responder. El líder, confiable y que sabe confiar con sensatez, de una u otra manera, siempre ejerce la autoridad, hay que entender bien lo que implica esto, ya que si se malinterpreta el concepto de autoridad se puede caer en un liderazgo deforme y negativo. Por un lado existe una visión laxa de la autoridad. Algunos tienen la idea de que el líder tiene que ser un anfitrión que armoniza todas las opiniones sin descartar ninguna para no ofender a nadie, así, nos encontramos ante un líder blando y sin energía. Si bien es importante un recto grado de participación, la gente necesita un líder que decida con firmeza ya que muchas veces no hay tiempo que perder. Permanecer en diplomacias es preocuparse más del “qué dirán” que de la misión
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que el grupo debe cumplir. Un líder laxo genera mucha desconfianza. Por otro lado existe el líder autoritario que manipula y/o asusta. El autoritarismo suele ocultar un fuerte sentimiento de inseguridad, porque aquel que necesita de la amenaza o la fuerza para ejercer la autoridad en el fondo sabe que ha perdido la lealtad y el afecto del grupo. Es frecuente que el líder autoritario tenga sentimientos de inferioridad y revanchismos. Esto no quita que en ciertos momentos hay que poner “mano firme”, somos humanos y no existe el grupo perfecto, por ello, a veces hay que actuar con energía. El éxito de las decisiones firmes se apoya en los vínculos de amistad y respeto que el líder ha logrado generar. La autoridad se fundamenta en la confianza, el grupo le hace caso al líder porque confía en él y en su capacidad de tomar decisiones. La confianza se basa en la percepción de que el líder es virtuoso, leal (tiene buenas intenciones) y competente (tiene las habilidades necesarias). Cuando estas ideas están claras, el líder se ha ganado al grupo y por lo tanto la autoridad cae por su propio peso. Penamos que la autoridad confiable es la mejor opción, sin embargo, es un camino exige mucho más al líder que a sus subordinados. El auténtico líder no necesita gritar ni amenazar, basta con decir las cosas claras y precisas para que los demás se adhieran rápidamente. Con respecto a la competencia, no es necesario ser una enciclopedia viviente, basta con tener un conocimiento general y suficiente de la realidad que permita pedir consejo a los expertos para tomar las decisiones adecuadas.
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Frank Wild, llamado “la mano derecha de Shackleton” se caracterizo por ser el miembro más leal de la tripulación
La virtud como disposición para el bien Un hombre virtuoso inspira confianza. Para alcanzar la virtud, el ser humano ha de buscar perseverantemente la felicidad verdadera y responder a las exigencias necesarias poniendo los medios proporcionados. En contraposición a los reduccionismos que pregonan que el hombre es sólo un ser biológico, psicológico, sociológico o un consumidor, la mejor manera de responder a nuestra humanidad integralmente es la virtud. La virtud, es la disposición adquirida con esfuerzo y constancia para la realización de actos buenos. Un acto bueno es aquel que está en coherencia con la naturaleza humana. La virtud entre muchas cosas, implica un trabajo disciplinado por ordenar todo nuestro ser, por ello decimos que el primer sentido del liderazgo integral es “un liderazgo dirigido a toda la persona”. El hombre es una unidad de cuerpo, mente y espíritu, una unidad jerarquizada, de esta manera, en la medida que trabaje por subordinar el cuerpo a la mente y ambas al espíritu, estará mejor dispuesto para abrirse a la verdad y ejercitar su libertad. Si nos dejamos gobernar por el cuerpo, por las emociones o por nuestras ideas subjetivas, descuidando el espíritu y la opción sincera por el amor y la verdad, iremos debilitando nuestra libertad. Liderazgo y libertad están íntimamente unidos. Un liderazgo sin libertad es tiranía y como sabemos de sobra, la tiranía es ejercida o por la fuerza o por el engaño. Un líder virtuoso, esto es, un líder que trabaja incansablemente en armonizar su ser, descubrirá en su espíritu el anhelo de ser auténtico y de servir a los demás en el
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amor. Se trata de un líder que vivirá intensamente la comunión en sus relaciones fundamentales: con Dios, consigo mismo, con los demás y con lo creado. Requisito fundamental para iniciar este recorrido es el autoconocimiento personal.
¿Cuáles son las principales virtudes? En Siena (Italia), existe un edificio municipal muy antiguo llamado “El palacio público” y era el lugar desde el cual se gobernaba la ciudad y por lo tanto el punto de encuentro de sus principales líderes. En una de las salas, en la que se tomaban las decisiones más importantes, se encuentra un mural de 14 metros de longitud pintado por los hermanos Lorenzetti en el siglo XIV y que lleva por nombre; “Effetti del Buon Governo” (Los efectos del buen gobierno). Dicho mural, que es toda una clase de teoría política, nos muestra al gobernante acompañado por las virtudes necesarias para lograr el bien común. En la parte superior se pueden ver las virtudes teologales (las que solamente Dios puede otorgarnos) de la fe, la esperanza y la caridad. A los lados del gobernante se encuentran las virtudes humanas o cardinales; la prudencia, la templanza, la justicia y la fortaleza. Las virtudes humanas se llaman cardinales porque todas las demás se agrupan en torno a ellas. En la parte inferior de la pintura aparecen las consecuencias del buen gobierno en la relación armoniosa entre el campo y la ciudad, donde reinan la justicia y la paz. Como contraparte, en el muro opuesto, podemos apreciar los efectos del mal gobierno. El tirano, quien parece un demonio, está rodeado de los vicios capitales de la gula, la pereza, la lujuria, la avaricia, la vanidad, la ira, la envidia y la soberbia. Debajo del tirano y como corolario de su viciosa conducta, vemos a los habitantes del campo y la ciudad sufriendo la violencia y la injusticia. Según el mural de los hermanos Lorenzetti, el buen gobernante ha de vivir una intensa relación con Dios por medio de la fe, la esperanza y la caridad, por otro lado, la armonía entre fe y razón le permiten ordenar sus pasiones y actos generando en él las virtudes cardinales las cuales se adquieren mediante las fuerzas humanas y disponen las potencias del hombre para armonizarse con el amor divino⁹. En resumen, las virtudes humanas nos disponen para vivir las teologales y las teologales fundamentan las humanas.
9 Catecismo de la Iglesia Católica, 1804.
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¿Cómo se adquieren las virtudes? Las virtudes se adquieren queriendo, cuando a alguien no le da la gana de ser virtuoso no hay nada que hacer. Un primer paso es comprender y apropiar la virtud como camino necesario para la felicidad. En los tiempos actuales la virtud ha sido tan ridiculizada que se la considera como un anacronismo, un convencionalismo, un formalismo sin fondo y también como una meta imposible. Tanto se nos ha dicho que somos unos monos evolucionados, unos pobres demonios irredimibles o, parafraseando a Nietzsche, unos Dionisios tratando de liberarse de los tiránicos Apolos impuestos por la sociedad¹⁰, que nos resulta difícil creer que podremos alcanzar la plena humanidad por medio de la virtud en consonancia con la gracia de Dios. Para muchos, la virtud es para los tontos y la felicidad está en gozar de la vida según el gusto y el disgusto, “sólo se vive una vez” dicen, sin tomarle el peso a las cosas. Entonces, es necesario rescatar a la virtud desenmascarando lo desatinado de tal pensamiento y considerando la triste suerte que corren aquellos que practican éste mediocre estilo de vida. Las reflexiones ayudan pero al mismo tiempo, la virtud tiene que verse, nadie cree en teorías desencarnadas, es forzoso ver los ideales plasmados en personas concretas, de allí la importancia de los modelos de vida. Todo ser humano desea naturalmente afirmar su personalidad y necesita de buenos paradigmas en los cuales pueda reconocer virtudes a seguir en un proceso en el cual su interioridad se va configurando y adquiriendo solidez propia. Quizá uno de los grandes triunfos de la cultura de muerte es la entronización de los anti héroes, sin embargo, también existen muchos buenos paradigmas de vida, la Iglesia, por ejemplo, nos propone el modelo de los santos para poder entablar una amistad con ellos mediante la oración y seguir sus enseñanzas. En liderazgo es muy importante aprender de los grandes líderes. Cuando un paradigma nos atrae y nos inspira, no es para dejar de ser nosotros mismos copiando el modelo externo, sino para preguntarnos ¿qué virtudes encarna dicha persona? ¿Qué me dice de mí mismo esta experiencia? ¿Qué debo hacer? Las virtudes son disposiciones para el bien y por lo tanto uno las vive en medio de la acción. Como la mayoría de las veces no hay tiempo para reflexionar
10 Nietzsche sostenía que en el hombre había dos fuerzas básicas, la primera que tendría hacia el orden y que era
impuesta por la sociedad, dicha fuerza era representada por el Dios de la armonía llamado Apolo. La segunda fuerza, que era la «más auténtica», era representada por Dionisio, el dios del vino, de la locura ritual y que impulsaba al hombre hacia la satisfacción de sus movimientos más salvajes.
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Ambrogio Lorenzetti “Los Efectos del Buen Gobierno� (Detalle)
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Ambrogio Lorenzetti “Los Efectos del Mal Gobierno� (Detalle)
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pausadamente, necesitamos de ideas fuerza que marquen nuestro norte y que sean al mismo tiempo escuela de vida. Los lemas y los símbolos son sabiduría concentrada y en ese sentido nos ayudan en nuestro obrar. Un lema o un símbolo que tienen riqueza son aquellos, a partir de los cuales podríamos hablar muchas horas extrayendo importantes enseñanzas para la vida. Por ejemplo, el lema; “en tiempo de confusión no se toma decisiones” ha salvado a muchos de cometer errores irreparables, porque a pesar de haberse sentido presionados por circunstancias difíciles pudieron tener claridad recordando un lema que es toda una escuela de prudencia. La historia de Shackleton también nos ayuda en este asunto; su barco se llamaba “Endurance” (inglés) que significa “Resistencia” o “Entereza” y que era una palabra inspirada en su escudo familiar. Es un hecho que una de las virtudes más evidentes del explorador británico fue su resistencia a todas las adversidades, la misma que le permitió salvar a toda su tripulación. Cuando un marinero le pone un nombre a su barco es porque ese nombre representa un valor para él, para Shackleton, la palabra “Entereza” era su ideal de vida, una palabra que lo representaba y al mismo tiempo una meta a la cual llegar. La virtud es una disposición y todas las disposiciones se arraigan por repetición de actos. Para forjar virtudes hay que forjar la voluntad. La voluntad es como el cuerpo humano, un atleta necesita ejercitar su cuerpo para competir, sin entrenamiento los músculos pierden su capacidad y poco a poco el ejercicio se hace más difícil. La voluntad se fortalece por la repetición de actos concretos que luego se hacen hábito. Lo más difícil de generar un buen hábito es comenzar, pero con la repetición sistemática, el ejercicio se va haciendo cada vez más fácil. Para adquirir cualquier buen hábito se necesita perseverancia. La perseverancia es la capacidad de mantener una decisión hasta el final. Supone fortaleza, humildad y renovación continua. Hace unos años un alumno que participaba de un curso de liderazgo, hizo una peregrinación de 60 kilómetros, entre montañas y desiertos, con un tiempo de duración de aproximadamente 14 horas. Al final de la marcha nos explicó que el reto había sido muy duro físicamente hablando, pero que lo más difícil fue la exigencia al nivel psicológico y espiritual. Interesados en su testimonio le pedimos que nos escriba una crónica a partir de la cual resumimos las siguientes recomendaciones: Lo primero es fijar la meta y no dejar espacio al abandono. Es necesario “quemar las naves”, tomar la firme decisión de llegar, el cumplimiento de la misión es “no negociable”, “algo intocable”, no hay que hacerle caso a aquellas voces que nos piden rendirnos.
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Para iniciar la caminata necesitamos estar en buen estado físico y tomar todas las precauciones, esto es, usar calzado adecuado, llevar un bastón, gorro, líquido y algunas provisiones. Para ser perseverantes hay que ser precavidos, calcular las posibles necesidades. También es importante no exigirnos ni más ni menos de lo que conviene, por ejemplo, hay que llevar el peso necesario, mientras más ligeros, mejor. La perseverancia implica quitarnos de encima todos los pesos innecesarios. Un vez que estamos en la ruta es fundamental mantener un ritmo constante, siempre a la misma velocidad, los cambios de ritmo generan lesiones y si nos lesionamos no podremos caminar por más fuerte que seamos. Cuando nos cansemos, nunca pensemos en lo mucho que falta, concentrémonos en caminar, en mantener el ritmo, en ponernos metas posibles como caminar 30 minutos y descansar un poco para luego retomar la marcha. Nunca nos consintamos ni la queja, ni los pensamientos negativos, porque tarde o temprano terminarán por descorazonarnos y quitarnos energía. Nunca paremos más de 15 minutos, los músculos se enfrían y retomar el ritmo se hace más duro. Siempre caminemos acompañados, todos necesitamos de un compañero de ruta para animarnos y ayudarnos mutuamente. Los consejos que hemos visto, son perfectamente aplicables a cualquier proyecto o hábito que queramos adquirir.
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Liderazgo, una cuestión de carácter y voluntad Profesor Santiago Álvarez de Mon
Para el Profesor Álvarez de Mon, el liderazgo es un proceso dinámico que influye en las conductas, los pensamientos y los sentimientos, liberando un caudal de energía y talento humano en pro de un objetivo común. En este contexto, liderar y aprender son verbos casi sinónimos. De ahí la importancia de la orientación, del diálogo socrático a través del cual se ayuda a una persona a descubrir y utilizar su valor interior. Extraemos de su intervención – diálogo con la audiencia que asistió al evento, cuatro mensajes clave: 1. Nuevos líderes para Nuevos Tiempos Para el Profesor Álvarez de Mon, Profesor en el Departamento de Recursos Humanos y Organización de IESE en Madrid, doctorado en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad de Salamanca, precisamos líderes adaptados a la nueva realidad empresarial, cada vez más turbulenta y global. Estos son tiempos propicios para descubrir nuevos líderes. Líderes capaces de gestionar en la incertidumbre, en ambientes cambiantes, con una mentalidad más global. Líderes que: Ÿ No buscan certezas, pero sí poseen la sabiduría para gestionar en la
incertidumbre; Ÿ Apuestan por un aprendizaje permanente, tanto personal como de su
equipo, para mantener la adaptabilidad y agilidad en un mundo en permanente cambio; Ÿ Realizan una gestión derivada de los errores que conlleva el aprendizaje,
desde la mentalidad de que el que se equivoca aprende y evoluciona; Ÿ Apuestan por la creatividad, que no surge de una “brainstorming”, sinó de
un debate profundo que estimule y libere el talento de los equipos; Ÿ Preguntan libremente, desafiando la creatividad de los demás y dispuestos
a escuchar todas las respuestas; Ÿ Son ambiciosos y optimistas por naturaleza; Ÿ Liberan el talento de la ortodoxia, de la burocracia y de las estructuras
heredadas. 2. La fuerza de voluntad La mayor parte de las empresas están sobrecargadas de planes, reglas, comisiones, de jerarquías, de sistemas de procedimientos y controles que constriñen el talento. Están carentes de intensidad, pasión, entusiasmo,
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imaginación. Cuando las cosas no funcionan bien aumentan sus herramientas organizativas, que tienen su utilidad, pero no sustituyen la necesidad de liderazgo. La inversión en nuevos métodos de trabajo y nuevas herramientas a veces se pierde debido a una radical carencia de interés y motivación de las personas, topando con la apatía. El exceso de lógica, análisis y planificación no hace que crezca nada, todo lo contrario. Solamente la voluntad de alcanzar una visión conjunta, que tiene significado para los receptores puede estimular una organización. Cuando algo tiene sentido, cuando mi función es relevante, cuando tengo espacio vital para crecer es más fácil generar la curiosidad, la pasión por el trabajo y por la acción y en ese contexto, se instalará una cultura corporativa positiva. En este contexto, los planes de carrera, planes de formación, evaluación 360º, orientación y programas de formación son importantes apoyos, pero quedan obsoletos o queda reducida su utilidad si no están soportados por liderazgos eficaces. Si se ofrece a los empleados una causa noble y atrayente, quedarán sorprendidos con la respuesta. Para eso es preciso conocer la realidad de los que le rodean, comprenderlos, desafiar el status quo, innovar, atreverse a ser diferente, confiar en el talento, permitir el error, aprender y celebrar en conjunto, construyendo así equipos altamente motivados. 3. El Liderazgo comienza en el autoconocimiento El inicio del proceso es el autoconocimiento. En la nueva era del conocimiento, serán las habilidades individuales las que harán la diferencia, y no solamente brillará la alta dirección de la empresa. En este contexto, el primer paso para la formación y desarrollo de líderes es el autoconocimiento, la identificación de deficiencias personales y de puntos fuertes. Este es un campo en el cual todos, sin excepción podemos trabajar. Todo el proceso de desarrollo de competencias, algo tan difundido actualmente, debe estar basado, como punto de partida principal, en el conocimiento propio. Pero el momento clave del liderazgo es la acción, actuando primero sobre uno mismo, cambiando personalmente antes de cambiar a los demás. El liderazgo tiene que ver con la capacidad de cada uno de nosotros de ser mejores, y no con una característica innata. Ese liderazgo no nace con nosotros, no se estudia. Se practica, se aprende en las actividades del día a día. No resulta de una “gran eclosión”. Viviendo, trabajando, nos vamos aproximando o apartando de nuestro propio liderazgo gradualmente.
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¿elegirías el mejor camino aunque el mundo esté en contra tuyo?
“Dispone la razón práctica a discernir en toda “Dispone lanuestro razón práctica a discernir toda circunstancia verdadero bien y a en elegir circunstancia verdadero bien y a elegir los mediosnuestro rectos para realizarlo" los medios rectos para realizarlo"
Un ejercicio para empezar a practicar el silencio Reinhold Messner, la primera persona en escalar el Everest sólo y también la primera en conquistar las 14 cumbres de más de 8,000 metros, dijo en una ocasión; “La soledad es una fuerza que te aniquila si no estás preparado para superarla, pero que te lleva más allá de tus posibilidades si sabes aprovecharla para tu propio beneficio”. La soledad y el silencio pueden darnos miedo pero al mismo tiempo son los factores que nos permiten conocernos más y saber de qué estamos hechos. Nuestras ciudades están llenas de ruido, imágenes publicitarias, tensiones y distracciones de todo tipo. En la actualidad no es fácil tener espacios adecuados para pensar con tranquilidad, por ello necesitamos del silencio. El silencio integral es un trabajo de toda la vida y son pocos los que logran una maestría en su práctica, sin embargo podemos empezar a vivirlo por medio de algunos ejercicios de meditación y toma de consciencia personal. Meditar es hacer silencio interior con el objetivo de encontrarnos y percibir mejor la realidad. Para algunos la meditación puede sonar a pérdida de tiempo pero en el fondo es todo lo contrario, ya que nos permite recogernos, sopesar las cosas y prepararnos para tomar decisiones con la claridad. Suele suceder que las decisiones tomadas desde un espacio de reflexión nos ahorran mucho tiempo y energía, porque la acción que nace dicho estado está mejor dirigida.
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A continuación ofrecemos un método muy sencillo para empezar a tener experiencias de silencio. Se recomienda escoger un lugar tranquilo, como el jardín de la casa o la propia habitación. Asegurarnos que no nos interrumpan por lo menos en 15 minutos, por ejemplo apagando el celular. Sentarse en suelo o sobre un cojín en una posición cómoda y con la espalda recta. Mirar un punto fijo (que puede ser un objeto o una vela encendida), sin retirar la vista del mismo durante todo el trabajo. En estas prácticas la respiración es fundamental, se trata de respirar profundamente por la nariz y expulsar el aire por la boca. Algunos expertos recomiendan respirar inflando el abdomen y no el tórax. La respiración es el eje y siempre hay que recordarlo. Mientras se respira sin quitar la mirada del punto fijo, se presta atención al propio cuerpo, al grado de tensión en el cual se encuentra cada miembro del mismo. Luego se realizan actos conscientes de relajamiento, empezando por la cabeza, pasando por el tórax y terminando en los pies, al tiempo que nos vamos diciendo en voz baja las decisiones que vamos tomando. Por ejemplo, prestamos atención a nuestra frente percibiendo tensiones como por ejemplo el tener el ceño fruncido y después realizamos el acto de relajarla hasta sentir un descanso total mientras susurramos; “ahora hago el acto concreto de relajar mi frente”. Paso a paso, hacemos lo mismo con el rostro, los ojos, el cuello, los brazos, los abdominales, las piernas y los pies. Siempre hay que mantener la mirada en el punto fijo respirando según lo indicado anteriormente. Una vez que se ha tomado consciencia del cuerpo se pasa a la consciencia del mundo interior. El objetivo es reconocer como las tensiones corporales vienen de pensamientos y sentimientos estresantes, por ello hay que identificar las preocupaciones actuales, las del pasado y las del futuro. Reconocidas dichas preocupaciones hay que aprender a prescindir de ellas temporalmente por medio de actos deliberados. Lo primero es pensar en todas las cosas que nos inquietan ahora y de los sentimientos que nos suscitan, luego decirnos que en éste preciso instante no las vamos a solucionar, que de nada sirve el gastar energía en ellas. Seguidamente, ayuda mucho imaginar que las recogemos y las guardamos en una caja hermética. Hacemos lo mismo con las cosas del pasado y con las del futuro, no olvidando la mirada y la respiración.
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Cuando se ha logrado cierto grado de concentración y relajamiento, nos repetimos lentamente que estamos en presencia de ese don que somos con frases como; “ahora estoy conmigo mismo y nada me molesta, siento paz y tranquilidad”. Hay que recordar que es un momento de libertad porque no experimentamos la presión de las ocupaciones cotidianas. Muchas personas acostumbradas a la meditación coinciden que experiencias como éstas, en las cuales nos encontramos con nosotros en el silencio, son los espacios donde resuena la voz de Dios. Después de unos momentos de meditación abrimos lentamente los ojos. Fin del ejercicio.
Diario de Sir Ernest Shackleton
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Necesidades del autoconocimiento Nuestro proyecto de vida debe empezar por el autoconocimiento. El conocimiento personal es uno de los temas más importantes. “Nadie da lo que no tiene”, es más; “Nadie tiene lo que no conoce”. Si no nos conocemos, no podremos entregarnos, ni podremos liderar a nadie. Sin embargo el tema del conocimiento personal es uno de los más difíciles, ¿Qué significa conocernos? ¿Es acaso saber nuestro peso, nuestro número de identificación y el sueldo que tenemos? No, el conocimiento es mucho más que eso. Existen algunas ideas erróneas del conocimiento personal, aquí damos las más importantes: Conocerse no es… Mirar sólo la superficie o lo “más evidente”. Algunos creen que se conocen porque son conscientes de sus preferencias, de ciertas costumbres, manías o excentricidades y de algunas ideas que tienen sobre la vida. Las personas que se conocen a este nivel, no son capaces de dar una razón de fondo sobre sus vidas y sus conductas, se conforman con decir “soy así, que le vamos a hacer”. La sola introspección. Otros suponen que conocerse es pensar todo el día en uno mismo, escribir sobre la propia historia, hacer listas de virtudes y defectos, realizar ejercicios de concentración o manejar absolutamente los propios pensamientos. Es cierto que el primer responsable del autoconocimiento somos nosotros, sin embargo, esto no es suficiente. Hay casos que la sola introspección genera mayor tensión, a veces auto engaño y un perfeccionismo que esclaviza. Estar informado de la opinión de los demás. Por otro lado, es verdad que necesitamos de la ayuda de la gente que me rodea, pero las personas tienen impresiones sobre uno y dichas impresiones algunas veces pueden ser ciertas y otras veces distorsionadas. “Depender” de la opinión de los demás es un problema, suele manifestar poco conocimiento personal, inseguridad, vacíos afectivos y necesidad desproporcionada de aprobación. Como hemos visto, conocerse implica algo más que mirarnos desde un solo ángulo de visión, sin embargo, tampoco podemos prescindir de estos elementos. La persona humana es un ser que se relaciona consigo mismo, con los demás y con Dios, por ello es que para conocernos mejor necesitamos integrar las relaciones mencionadas. El esquema sugerido a continuación nos recuerda a una ventana y nos ayuda a tener una aproximación más rica al tema del autoconocimiento.
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ÁREA PÚBLICA
ÁREA MIOPE
Conocida por todos
Conocida principalmente por los demás
ÁREA OCULTA
ÁREA MISTERIOSA
Conocida principalmente por mí
Conocida plenamente por Dios
Algunos comentarios a nuestra ventana… Es como una ventana: La ventana es para mirar la realidad, no para poseerla ni inventarla subjetivamente. Ella supone el concepto de misterio y esto quiere decir que no podremos agotar nunca el conocimiento que tengamos de nosotros mismos. La ventana, como “apertura”, es para que entre la luz e implica el llamado al encuentro, al diálogo y la comunión. Una ventana en cuatro partes: La persona es una y las partes de la ventana no son compartimientos estancos sino, ángulos de percepción de la misma realidad. La idea es ir integrando estas percepciones para alcanzar el mayor autoconocimiento posible. El área pública (la más evidente), suele ser la más pequeña. Es un área donde existe una opinión de “consenso” sobre la persona, por lo tanto es un área superficial y puede estar distorsionada por muchos factores sociales. El área miope (la conocida principalmente por los demás), es horizontalmente amplia y verticalmente poco profunda porque los otros pueden tener muchas impresiones pero pocas certezas sobre la persona. El nombre “área miope” expresa que la mirada desde afuera es general y difusa. El miope tiene dificultad para ver de lejos pero en la medida en que se acerca tiene una mejor visión (a mayor relación personal, mayor precisión en el conocimiento). El aporte de esta área
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estriba en que la persona está acostumbrada a percibirse desde dentro y suele ser poco consciente de lo que expresa hacia fuera, en esta línea, los demás nos pueden ayudar mucho al decirnos lo que ven de nosotros. El conocimiento del área miope por parte de los otros, suele ser por identificación, los demás ven en nuestras expresiones algunos rasgos que les recuerdan experiencias personales que los remiten a la común humanidad. El área oculta (la conocida principalmente por mí), es verticalmente profunda y horizontalmente estrecha porque la persona al mirarse a sí misma, suele tener poca amplitud de visión por estar emocionalmente muy involucrada, por ejemplo, es muy común ver gente que se ahoga en un vaso de agua por mirar la realidad desde un determinado problema. Se llama área oculta porque se encuentra escondida en lo profundo. Esta idea nos propone algo muy interesante, se trata de descubrir nuestro ser, no de inventarlo. Además, descubrimos que existen obstáculos reales que nos impiden conocer nuestro “yo” más profundo. Se trata de distinguir lo que “no soy” de lo que “soy” verdaderamente. El área misteriosa es la más grande, tanto en amplitud como en profundidad y es el área conocida plenamente por Dios y percibida por nosotros como “la consciencia”. El Catecismo citando a la Gaudium et Spes 16 nos dice “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella”. La relación con Dios ilumina nuestra realidad de manera asombrosa, en dicho encuentro recibimos la luz de Aquel que es nuestro origen y nuestro fin. En ese sentido, San Agustín nos dice “Señor, que me conozca a mí y que te conozca”. La oración y la vida espiritual son excelentes medios para un conocimiento cada vez más profundo.
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El proyecto de vida Cuando avanzamos en nuestro conocimiento personal descubrimos que nuestra vida es un proyecto muy particular. Existen proyectos de todo tipo; oímos de proyectos empresariales, sociales, arquitectónicos, educativos, políticos etc. Cada proyecto, esto es, cada conjunto de acciones para lograr un fin, debe estar diseñado de acuerdo a la naturaleza del objetivo y sus beneficiarios. Un proyecto empresarial tendrá que hacer diagnósticos, cálculos de probabilidades económicas, informe de gastos y evaluación de metas. Nuestra vida no es un proyecto empresarial, no somos ni productos de consumo ni dinero, por ello, el proyecto de vida tiene características muy particulares: Ÿ
Un punto de partida: la vocación personal.
Ÿ
Una meta: mi realización como persona humana, la felicidad.
Ÿ
Los ámbitos: personal (espiritual, intelectual, físico), familiar, laboral, social.
Ÿ
Los medios: metas a corto y largo plazo.
Ÿ
Las etapas: niñez, juventud, adultez, ancianidad.
Ÿ
La renovación: distinguiendo lo esencial de lo accidental.
El punto de partida: La vocación personal Detrás de las grandes gestas se encuentran personas que escucharon un llamado superior. El punto de partida para todo ser humano y en especial para todo líder, es encontrar lo que algunos denominan “el llamado”, la vocación personal o nuestro
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propósito en este mundo. Dicho llamado no es el producto del subjetivismo ni de las emociones superficiales, el llamado no se inventa sino que se descubre a partir del autoconocimiento y la respuesta a la pregunta sobre el sentido de la propia vida. La vocación, es el llamado a realizar nuestras motivaciones profundas por medio de una vida virtuosa y una acción sostenida. El llamado nos reclama sacar lo mejor de nosotros mismos y por lo tanto nos hace mejores personas. No responder nos termina frustrando, sin embargo, son muchos los que no quieren enfrentar la pregunta por egoísmo, pereza o temor. En los grandes líderes, esta experiencia siempre se presentó como algo que los sobrepasaba, una aventura frente a la cual las propias fuerzas no eran suficientes. Hay que ser valientes para preguntarse sobre el sentido de la vida y asumir responsablemente la respuesta resultante. William Wallace, el héroe escocés del siglo XIII, solía decir; “Tu corazón es libre, ten valor para hacerle caso”. El motivo por el cual alguien se pregunta sobre el sentido de la vida suele ser la consciencia de la realidad, de las rupturas, de los desafíos que se le presentan ser humano y de la necesidad de una respuesta en término de lucha. Gandhi decía al respecto; “La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo”. Muchos hombres generosos que asumieron su misión en la vida manifiestan que ellos no eran dueños si no servidores de la verdad que habían encontrado.
La meta La meta es la felicidad y supone la vocación recibida pero también la consciencia del camino a recorrer, esto es, la realidad y la historia personal. Alcanzar la meta es la realización de nuestra vocación personal en las circunstancias concretas que nos tocó vivir. Enfocar bien la meta es fundamental. A veces podemos tener una idea errada de la meta y por lo tanto llegar a frustrarnos. La meta no es solamente sumar títulos profesionales, acumular dinero, sentirnos bien u obtener prestigio, esas cosas se las lleva el viento, no dan auténtica felicidad y no nos la podemos llevar a la tumba. La meta, lo que realmente da satisfacción es el haber amado al máximo en cada circunstancia concreta de nuestra vida, es la conciencia de habernos esforzado por servir a los demás y a Dios. El proyecto de vida, debe ayudarnos a mirar siempre la meta.
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Los ámbitos y los medios Nuestra vida tiene diversos ámbitos, nuestra felicidad es realizarnos de manera integral en todos y en cada uno de los aspectos de nuestro ser. Dichos aspectos son: el personal, el familiar, el comunitario (los lazos de amistad) y el laboral. Son ámbitos que han de ser ordenados según prioridades. El primer ámbito es el personal, necesitamos estar bien con nosotros mismos y con Dios. El ámbito personal supone cultivar nuestro ser. Necesitamos cuidar nuestro cuerpo, cultivar nuestra mente y crecer espiritualmente. El segundo es el ámbito familiar, si estamos bien en lo personal, nos relacionaremos con los demás en armonía. El ámbito familiar supone cultivar la relación con nuestro conyugue, con nuestros hijos, hermanos, etc. No es que el trabajo sea lo menos importante, sino que tiene su lugar, lamentablemente a veces dejamos que las urgencias del trabajo interfieran demasiado en nuestra vida familiar o en nuestro cultivo personal. Es decisivo ordenar nuestras prioridades. El tercer ámbito es el laboral. El trabajo es un ámbito de realización personal por ello es importante el esfuerzo constante en armonizar nuestras motivaciones profundas con los objetivos de los líderes de nuestro centro laboral. Los medios para nuestro proyecto de vida deben ser aplicados en cada ámbito y tienen que ser concretos, proporcionados y eficaces. Si queremos vencer a un oso no podemos enfrentarlo con una carabina, necesitamos una escopeta. En la vida personal sucede de la misma manera. Los medios son de dos tipos, los medios a corto y largo plazo. Suele suceder que queremos mejorar en virtudes de fondo, que toman mucho tiempo, ello implica poner medios de largo plazo como leer sobre el tema, pensar en ello, conversarlo con nuestros amigos, renovar nuestras resoluciones. Los medios a corto plazo serían por ejemplo; tomar actitudes concretas en momentos específicos y hacer cosas precisas en su momento. Los medios inmediatos se ordenan para lograr la meta final.
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Las etapas y la renovación El proyecto de vida debe considerar que cambiamos constantemente. En el camino experimentamos que en lo fundamental seguimos siendo los mismos pero en muchas cosas cambiamos. Es muy distinto trabajar por alcanzar la felicidad en la adolescencia que en la ancianidad, cada edad de la vida tiene sus ventajas y sus desventajas, el arte de vivir implica madurar y asumir con amor cada etapa que nos toca. Si a los cuarenta años seguimos con dudas sobre nuestra vocación profesional, es que algo anda mal, no hemos madurado. Si en la ancianidad nos quejamos y nos sentimos frustrados porque ya no tenemos las fuerzas de antes, hemos caído en la amargura y la no aceptación, no hemos asumido creativamente cada etapa de nuestra vida. El proyecto de vida ha de contemplar las diversas etapas por las cuales pasaremos. Caminar por las edades de la vida exige la constante renovación. Renovarse es distinguir lo esencial de lo accesorio, abrirnos a la novedad que cada momento liberándonos de todo aquello que nos impiden ser más felices como personas. La renovación personal es una necesidad vital, lamentablemente hay muchos que no lo hacen y llegan a ser unos jóvenes de corazón viejo, por otro lado, quien sabe renovarse manifiesta un corazón joven y es capaz de transmitir entusiasmo hasta el último día de su vida.
Cuestionario «Mi Proyecto de Vida» Este cuestionario tiene por objetivo que puedas precisar tu proyecto de vida, el cual no es un listado de tareas desordenadas, sino el camino, la hoja de ruta que has de recorrer durante toda tu vida, por ello, el proyecto no puede ser ni tan indefinido que no sepas hacia dónde ir, ni tan detallado que te pierdas en lo accesorio. 1. El punto de partida Ÿ ¿Cuál es tu punto de partida? Describe tu vocación personal. 2. La meta Ÿ ¿Cuál es tu meta personal en la vida? descríbela lo más detalladamente posible. 3. Los ámbitos de tu vida Ÿ Describe cómo son actualmente los ámbitos de tu vida (personal, familiar, estudios y trabajo, otros). Ÿ Ahora describe cómo quisieras que sean cada uno de ellos.
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4. Los medios Ÿ ¿Qué tendrías que hacer para alcanzar tu meta y mejorar cada ámbito de tu vida? 5. Las etapas de la vida Ÿ ¿Cómo han sido las etapas de tu vida? Ÿ ¿Cuáles son las etapas que te esperan? ¿cómo quisieras vivir cada una de ellas? 6. Renovación del proyecto de vida Ÿ La renovación del plan de vida es fundamental y uno de sus enemigos es la rutina ¿qué tienes que hacer para renovarte y no caer en la rutina?
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Sir Ernest Shackleton
Líderes prudentes McNish, el carpintero del “Endurance”, al escuchar la orden de arrastrar los botes por un paso de hielo muy difícil, pensó que las embarcaciones quedarían seriamente dañadas. Shackleton tenía la intención de alejarse de tierra firme para intentar navegar hacia la isla Paulet, McNish era de la idea contraria, argumentando además su derecho de rebelión a partir de la costumbre que tenían los marineros de liberarse de su contrato y de la obediencia cuando se perdía la nave. En ese momento se suscitó una situación extremadamente tensa porque el subordinado anunció su deseo de separarse de la tripulación llevándose consigo un grupo de seguidores. Shackleton se dio cuenta de dos cosas; que tanto la de idea de dirigirse hacia tierra firme como la división de la tripulación eran muerte segura. Tenía que tomar una decisión; su propósito era indudable, seguir hacia Paulet, para ello tenía que persuadir al rebelde McNish por las buenas, pero si eso no sucedía, lo cual era altamente probable, tendría que matarlo. Shackleton ganó la disputa usando la lógica y su pistola. El líder salió diciendo que su contrato tenía una cláusula por la que conservaba su autoridad mientras durase la expedición, independientemente del estado del barco, y que todos recibirían su paga pase lo que pase. De vuelta a Inglaterra, Shackleton pagó los salarios prometidos pero a McNish le negó la medalla polar¹² por rebelión.
12 La medalla polar era el reconocimiento que daba el Imperio Británico para aquellos que habrían realizado expediciones
que contribuyeran con las ciencias y las investigaciones polares. Fue instituida en 1857.
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Pasado el incidente, cuando nuestro líder tuvo que llevarse a un grupo pequeño hacia Georgia del Sur, dejando al resto en la isla Elefante, no dudó en llevarse consigo al rebelde McNish por dos motivos; tenerlo cerca para vigilarlo y aprovechar sus habilidades como carpintero. Decisiones graves, poco tiempo, muchas variables, ninguna salida perfecta, son algunas de las características que suelen poner a prueba a los líderes al momento de tomar decisiones. Es así que descubrimos que la virtud de la prudencia es fundamental para la toma de decisiones porque nos ayuda a discernir lo que hay que hacer, el cómo, el cuándo y a elegir los mejores medios. Antes de definir esta virtud, comenzaremos por decir quienes no son prudentes. No es prudente el “soñador” que no tiene los pies en la tierra y que no ha enfrentado la realidad. En el otro extremo tenemos al “irreflexivo” quien bajo el pretexto de falta de tiempo para pensar, hace mucho pero sin un norte definido, desperdiciando mucha energía y cometiendo graves errores. Algunos imprudentes piensan que basta con tener las cosas claras, pero si no hay acción, al final la obra nunca se realiza. Los que tienen dirección y actúan hacia fines equivocados tampoco son prudentes ya que todo acto malo, al dañar a la persona, en el fondo es imprudente. Los que tienen dirección y buscan fines buenos pero usan medios inmorales, realizan una acción que anula toda buena intención. Por último, son imprudentes los que usan medios buenos pero desproporcionados con respecto al objetivo perseguido. En el episodio del intento de motín de McNish, vemos que Shackleton no fue ni soñador, ni irreflexivo, ni tardo para la acción, ni optó por fines malignos. Aunque el panorama no era nada fácil, este líder supo salir airoso siendo firme pero al mismo tiempo astuto al buscar despertar el interés prometiendo beneficios económicos que luego cumplió diligentemente.
¿Qué es la prudencia? Es la virtud que dispone la razón práctica para discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Por ser una virtud se trata de una disposición permanente del espíritu. En la prudencia tiene especial importancia la razón práctica por medio de la cual buscamos aplicar los principios generales a cada situación concreta discerniendo los elementos que entran en juego en cada caso, teniendo como base una adecuada visión del ser
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humano y considerando los principios que rigen la vida social, como por ejemplo; “el respeto a la dignidad de la persona”, “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti” o “el fin no justifica los medios”. Los tres elementos constitutivos de la prudencia son la deliberación o consejo, la decisión o el juicio y la ejecución o mandato.
La Deliberación Es el momento en el cual consideramos el pasado usando la memoria, el presente ejercitando el entendimiento y el futuro por medio de la previsión. Por la memoria recordamos las cosas tal y como ocurrieron realmente. Es muy importante el recuerdo fiel de las experiencias pasadas, cierto conocimiento histórico y el estudio de casos. El buen uso del entendimiento nos permite el conocimiento del presente en sus diversos aspectos tomando en cuenta todas las circunstancias posibles. La previsión es el acto por el cual deducimos con gran probabilidad lo que ocurrirá con tal o cual decisión. Sin embargo, a pesar de un atento ejercicio de la deliberación, la persona no lo sabe todo y por ello necesita consultar, el buen líder sabe dejarse decir algo para adquirir conocimiento a través de otros. Ocurre además que en ciertas circunstancias es preciso ser sagaces. La sagacidad es un tipo de respuesta ingeniosa que damos cuando el tiempo no permite recurrir a otros, es la pronta captación del medio que debe emplearse en una circunstancia concreta e inesperada.
La Decisión Después de haber deliberado, es menester juzgar bien, o sea, optar entre los medios que se nos ocurren cuales verdaderamente son los más eficaces y adecuados. Para decidir hay que tener en cuenta los criterios generales para un discernimiento conveniente. Nuestras impresiones son muchas veces emocionales y cambiantes por ello es muy importante el manejo de la subjetividad dejando de lado prejuicios y apasionamientos excesivos. Para asegurar una excelente decisión necesitamos siempre ir a lo esencial, examinando la situación a fondo, sopesando bien los pros y los contras.
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La prudencia nos pide ser cautelosos, pero tomar precauciones no debe llevarnos a caer en vacilaciones excesivas, recordemos que no existe la decisión perfecta, que suele haber un grado aceptable de incertidumbre al momento de pasar a la acción. No se puede pretender una exactitud matemática en las decisiones humanas.
Ejecución Conviene obrar rápidamente una vez tomada la determinación, pero ésta se ha de tomar con calma. La ejecución de una acción sin la suficiente deliberación y decisión es una imprudencia llamada “precipitación”. Mientras que demorarse en actuar habiendo deliberado y decidido es también un grave error llamado “negligencia” y mantenerse en el mismo error sin aprender la lección se llama “contumacia”. Al mirar los pasos de la prudencia alguno puede pensar que es imposible hacer tantas consideraciones al momento de decidir. Efectivamente, al comienzo puede parecer complicado, pero con la práctica y la repetición de decisiones acertadas nos iremos acostumbrando hasta incorporar dicho proceso en nuestra acción cotidiana.
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Bota utilizada por Sir Ernest Shackleton conservada en el Museo Naval Britanico
Líderes creativos e innovadores Una vez llegados a Georgia del Sur, después de una semana de dura travesía, los cinco navegantes extenuados y al borde del congelamiento se sentaron en las rocas pensando y conversando sobre la manera de llegar al otro lado de la isla donde se encontraba la estación ballenera. El bote no daba para más, las olas eran peligrosas, bordear la costa caminando era imposible por la enorme distancia, entonces sólo quedaba una salida, cruzar a pie por una cadena de montañas de hielo jamás exploradas. Shackleton calculó que la marcha tomaría por lo menos 40 horas y decidió ir sólo con Worsley y Crean dejando a Vincent y McNish esperando en la playa. El líder separó al grupo tal vez porque vio a algunos muy cansados o porque pensó en que si morían en el camino, aún quedaban dos que pudieran intentar pedir ayuda. Una vez tomada la decisión, apareció un pequeño problema técnico; no tenían zapatos para escalar. Subir una montaña de hielo sin calzado especial es imposible. Fue entonces que a alguien se le ocurrió usar los clavos del bote para acondicionar las botas de los tres viajeros. McNish fue el encargado de realizar esta tarea. La falta de equipo fue una complicación que requería de una respuesta sagaz. Los líderes creativos e innovadores son difíciles de encontrar y muchas veces dichos dones pueden hacer la gran diferencia, sobretodo en situaciones desesperadas. La creatividad de Shackleton también se puede percibir en sus curiosos métodos de contratación. Hussey recordaba la primera entrevista con el líder del “Endurance” de la siguiente manera; “El me llamo, me miro de arriba a abajo, caminando mientras me hablaba, no parecía prestar atención. Finalmente me dijo;
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“Si, me agradas, te llevaré”. Luego me dijo que me escogió porque me veía gracioso”. No se trata de una actitud superficial ya que, como lo veremos más adelante, la elección de Hussey no pudo ser más acertada, sino de aquella extraña conexión entre mirada inquisitiva, experiencia, intuición y creatividad. Lo más importante de la creatividad y de la innovación es de dónde vienen y hacia dónde van. El punto de partida nos habla de la calidad de la persona; el creativo e innovador suele ser entusiasta y lleno de vida, siente deseos de comunicar las respuestas halladas a los problemas que le preocupan y se descubre lanzado hacia el futuro. Podemos decir que existe una pequeña distinción entre creatividad e innovación. El creativo es aquel que produce algo novedoso, sin precedentes, de esta manera la creatividad está ligada al emprendimiento ya que se inicia casi de cero. Mientras que el innovador recoge algo existente, separa lo esencial de lo accesorio, descarta lo inservible y reavivando lo original, actualiza ese “algo” en el contexto que le toca vivir. El innovador sustancialmente renueva. Para no cansar al lector con engorrosas distinciones, en adelante hablaremos solamente de creatividad ya que la única diferencia con la innovación es el punto de partida. La creatividad es un proceso realizado por la persona humana, que tiene como punto de partida la realidad, como sujeto al hombre en búsqueda de sentido, como instrumento la habilidad y como fin la elaboración de un producto que responda novedosamente a las inquietudes de su realidad personal y cultural. El primer paso para la creatividad es la percepción de la realidad. Por el cuerpo nos relacionamos con la realidad externa, los sentidos nos permiten percibir y comunicarnos. La mirada es fundamental para el proceso creativo ya que entre el acto perceptivo y el acto creador hay un espacio muy pequeño. Pero ¿qué es la mirada creativa? Todos miramos la realidad pero la vemos de diferente manera, un poeta ve en la flor una metáfora de la vida, mientras que un empresario ve en ella un excelente negocio. El hombre mira desde la libertad, desde un propósito, el animal sólo ve cosas que estimulan sus instintos, por ejemplo, el león es incapaz de ver en el ciervo algo bello, sólo ve su carácter de presa. La mirada del hombre creativo es aquella que se aproxima a la realidad objetiva desde su realidad personal subjetiva, con su propia historia, su búsqueda de felicidad, sus preocupaciones y sus propósitos. Mediante la mirada, extraemos datos de la realidad y aprendemos a percibir; “pues bien, cogemos de nuestro alrededor lo que nos interesa, porque nuestro ojo no es un ojo inocente sino que está dirigido en su mirar por nuestros deseos y proyectos”. Cuando el creativo tiene claro lo que busca, surge también una gran capacidad para reconocer las cosas, por ello es que la facultad de reconocimiento es esencial a la
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mirada, en este sentido, Sherlock Holmes decía; “Sólo se puede ver lo invisible si se lo está buscando”. Sucede que en situaciones de supervivencia se estimula mucho la creatividad porque el objetivo es absolutamente claro, sin embargo, en personas cómodas que no tienen un propósito claro, el ingenio se desperdicia. El creativo entonces ha de preguntarse qué es lo que anda buscando, cuál es la intuición que le mueve a mirar la realidad. El hombre realmente no es capaz de crear de la nada, siempre necesita de algo previo y lo que hace es una ingeniosa combinación de realidades existentes, por ello, aunque parezca increíble, la memoria tiene un papel importantísimo en el proceso creativo. En la actualidad la memoria es infravalorada, es común escuchar entre los estudiantes frases despectivas sobre los que tienen buena memoria porque los tildan de poco originales. Algunos creativos creen que es necesario olvidar el pasado para proyectarse hacia el futuro y no se dan cuenta de que muchas de sus intuiciones ya habían sido desarrolladas siglos atrás o ya se encontraban en el fenómeno natural más evidente. Es verdad que el memorista carece de originalidad, pero también es muy cierto que para tener mucha imaginación hay que tener mucha memoria. Como ya hemos comentado cuando hablamos sobre la mirada creativa, hay cosas que llaman nuestra atención y nos atraen porque de alguna manera nos hablan. Intuimos que este acontecimiento, esta foto o este rostro algo nos dicen y que de alguna manera están relacionados entre sí, no sabemos cómo, pero algo tienen que ver y sentimos que un nuevo proyecto está gestándose. Por otro lado, perdemos el tiempo si tratamos de encontrar inmediatamente dicha relación, a veces es necesario no torturarnos y dejar que el tiempo y nuestro mundo interior hagan su trabajo. Por ejemplo, muchos escritores anotan las conversaciones que tienen cotidianamente porque les son sumamente útiles al momento de escribir sus novelas. Para el escritor es prácticamente imposible inventar cientos de tipos psicológicos distintos por ello necesita referencias reales para que sus personajes sean creíbles. La memoria tiene algunas características que debemos considerar. En primer lugar, se recuerda lo significativo y se olvida lo intrascendente, pero dicho olvido es relativo, ya que lo aparentemente intrascendente queda almacenado en lo profundo de la memoria y cuando aparece algún estímulo determinado nos hace sentir su presencia, a veces de manera evidente a veces de manera referencial.
13 José Antonio Marina, «Teoría de la inteligencia creadora», Círculo de lectores, 1993.
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El creativo ha de estar abierto a la realidad, la cual le habla de diversas maneras, a mayor variedad de experiencias mayor riqueza para aproximarse a las cosas. Un creativo ha de gustar de la buena lectura, de la buena música, del cine de calidad, de conciertos en vivo, ha de viajar, asistir a eventos culturales, procesiones y costumbres populares diversas, en ese sentido, toda experiencia auténticamente humana le enriquece y le permite tener un bagaje que luego le servirá para proponer novedades. Pero la memoria reclama la capacidad de síntesis. Un individuo hace síntesis cuando recoge diversos estímulos de la realidad a partir de una inquietud personal, hace una relectura y tomando lo mejor de cada estímulo propone una respuesta original a los desafíos que se le presentan. Por ejemplo, la comida peruana, tan de moda últimamente, tiene la virtud de recoger platos e ingredientes de diversos lugares y desde una identidad cultural propia, hace combinaciones donde se reconocen la diversidad pero desde una nueva propuesta. La persona que sabe hacer síntesis suele expresar: “tengo algo que decir, tengo algo que mostrar” y además es capaz de “decir o hacer mucho con poco” como McNish con sus clavos oxidados y tres pares de zapatos viejos. La fantasía también tiene un papel importante en la creatividad. Se trata de la potencia por medio de la cual recomponemos ideas e imágenes de acuerdo a la búsqueda personal y a la síntesis que intentamos construir estando ordenada sobre todo hacia la actividad artística y la invención científica. La fantasía tiene su lugar, no hay que endiosarla ni menospreciarla, sino ordenarla de acuerdo a la prudencia. Cuando se habla de creatividad se suele mencionar el tema de la inspiración. La palabra inspiración tiene connotaciones misteriosas. En el mundo griego, los poetas sostenían que la genialidad era dictada por los dioses y en el mundo empresarial se habla de ideas geniales que aparecieron por azar. Por otra parte, algunos afirman que la inspiración es sólo cuestión de un trabajo sostenido. Considerando ambas perspectivas, (magia o disciplina) podemos decir que la inspiración creativa no es ni la una ni la otra, pero también se percibe que tiene un poco de ambas. Es que en el proceso de inspiración hay un poco de todo, entra en juego la intención, la memoria, las emociones, las inquietudes, etc. La inspiración no se domina si no que se cultiva. Si analizamos las historias de gente creativa llegaremos a la conclusión que la inspiración nace más frecuentemente de la capacidad de crear problemas, de hacer preguntas, de plantear cuestionamientos que de la capacidad de resolverlos. Quien lo tiene resuelto todo, deja de buscar. En fin, la inspiración puede ser entendida como el momento en el cual se visualiza el camino en el cual confluyen nuestras intuiciones y por donde llegar a la respuesta de un problema determinado.
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Camara fotográ ca utilizada por Frank Hurley durante la expedición.
La técnica, las habilidades y el liderazgo La virtud y las buenas intenciones no son suficientes para liderar con eficacia un equipo de trabajo y con mayor razón si las condiciones son desfavorables. En la expedición comandada por Shackleton había personas en quienes brillaban las actitudes virtuosas, pero también hubo algunos que teniendo serios problemas de disciplina fueron vitales para la supervivencia del grupo por sus destrezas en las labores técnicas que se les encomendó. La genialidad del líder del “Endurance” fue la de encarrilar dichas habilidades hacia el bien común, manejando al mismo tiempo los temperamentos difíciles. Henry McNish, llamado Mr. Chippy, fue el personaje más controvertido de la expedición. Por su rebeldía y liderazgo violento se convirtió en el detonante de las situaciones más tensas. Era un carpintero con gran experiencia construyendo y reparando barcos. McNish preparó los botes salvavidas con tal eficacia que pudieron soportar los viajes a los que fueron sometidos. No es una exageración decir que su trabajo fue clave para la supervivencia de toda la tripulación. Taylor Hudson, inestable psicológicamente hablando, en varios momentos estuvo a punto de perder la razón debido a su fragilidad y a las presiones de un viaje como éste, sin embargo era el mejor caza pingüinos de la expedición y gracias a él, parte de la tripulación pudo sobrevivir cuatro meses en la Isla Elefante.
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Frank Hurley, el fotógrafo. Era arrogante y todo el tiempo despreciaba a sus compañeros, pero fue un experto en su profesión y sumamente hábil trabajando con la hojalata. Fue capaz de construir una bomba manual para sacar el agua de los botes además de una estufa portátil que servía para calentar el campamento. Gracias a su profesionalismo y perseverancia es que ahora contamos con el archivo de imágenes de la expedición. A l b e r t H u s s ey e r a a n t r o p ó l o g o y f u e a c e p t a d o e n l a e x p e d i c i ó n fundamentalmente por su entusiasmo. La decisión de Shackleton de contratarlo resulta misteriosa cuando consideramos que Hussey fue fundamental para levantar la moral de los otros hombres con su ingenio y tocando el banjo. Un día cuando la tripulación tuvo que deshacerse de muchas cosas, un compañero dijo; “Debemos llevar el banjo, si perdemos la comida será medicina para la mente”. El banjo se tocaba para celebrar la captura de alguna foca o pingüino que serviría de alimento. Todos los sábados en la noche se llevaba a cabo un concierto en la Isla Elefante. Alexander Macklin, médico cirujano de profesión, contaba con una gran habilidad para trabajar en condiciones extremas. En la isla Elefante fue capaz de sacar adelante a un compañero de un ataque cardiaco y amputó los dedos gangrenados del pie a Pierce Blackborow. También lidió exitosamente con problemas de congelamiento, disentería e infecciones, gracias a él no hubo ninguna baja por problemas de salud. Frank Worsley, era un marinero excéntrico y de carácter difícil pero muy experimentado, tenía unas habilidades para la navegación innatas que sumadas a una gran intuición, le permitieron guiar el bote salvavidas a la Isla Georgia del Sur en condiciones tan adversas que casi no usó los instrumentos de navegación. En la actualidad los expertos no encuentran explicación razonable a esta hazaña ya que un error de navegación de un grado hubiera sido fatal. Es evidente que las habilidades de los tripulantes del “Endurance” fueron importantísimas, sin embargo, la técnica sola, separada de la praxis y de la teoría pudo haber desencadenado una tragedia. Por más capacitados que hubieran estado estos hombres, desmotivados y sin virtud suficientes, hubieran caído en depresión o se hubieran matado unos a otros. Por ello afirmamos que las personas que buscan la auténtica eficacia a través de la técnica necesitan reconocer lo profundo en sus vidas y fortalecerse con las virtudes. La técnica es la acción humana que perfecciona la obra y tiene como objetivo la utilidad. Lo útil, puede ser un producto o un proceso. En liderazgo, las técnicas son acciones ordenadas en procesos por medio de los cuales se busca la eficacia. Por
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ejemplo, el dirigir una reunión efectiva es una técnica y por lo tanto requiere de factores previos como un lugar apropiado, equipos audiovisuales, pero sobretodo, de un proceso guiado por medio del cual se expone el problema, se recogen las diferentes opiniones y se llega a una conclusión precisa. Mientras menos tiempo dure la reunión y más problemas se solucionen en ella, será mayor la eficacia del proceso. Sin embargo, si esta técnica se desvincula del bien y la verdad, podrá ser utilizada para coordinar un equipo que busca tanto aliviar la pobreza como planear un atentado terrorista. Las destrezas o habilidades están relacionadas con la técnica, porque por medio de ellas logramos cosas útiles, pero si pensamos un poco en qué consisten, nos daremos cuenta que podemos hacer algunos matices. Cuando hablamos de destreza o habilidad acentuamos la necesidad de una especial disposición física o mental en el uso de una técnica. Por ejemplo, Juan tiene la destreza de jugar bien al tenis y Claudia tiene una habilidad innata para adivinar acertijos, en ambos casos son destrezas para actuar. Tanto las técnicas como las destrezas se adquieren entendiendo la acción a realizar, pero sobre todo se aprenden por entrenamiento. Conocer las reglas de un juego no requiere de mucha reflexión pero llegar a ser un gran jugador nos exige mucha práctica. Hace varios años, un gran tenista se dio cuenta que necesitaba mejorar su saque así que decidió practicar 6,000 saques diarios obteniendo excelentes resultados. En el entrenamiento participa toda la persona, de tal manera que no se trata solamente de una disposición física sino que también psicológica. Cuando uno aprende a conducir, al principio tiene una gran dificultad para coordinar los movimientos necesarios, ya que tenemos que mover armónicamente las cuatro extremidades, pero con la práctica sucede un fenómeno muy complejo, la técnica del conducir va siendo asimilada por nuestro cerebro hasta tal punto que llegamos a adquirir la capacidad de conversar sin prestar atención al embrague, al acelerador o al timón. Las destrezas obviamente requieren de una base corporal y psicológica necesarias para lograr la excelencia en una disciplina. Todos podemos aprender técnicas para jugar tenis pero no cualquiera puede llegar a tener la destreza de un campeón, así entrene desde niño, quizá en esto está el matiz entre técnica y habilidad. Existen muchas técnicas necesarias para el liderazgo y lógicamente habrá líderes más diestros que otros en el uso de las mismas. Cada persona u organización deberá discernir en cuáles entrenará para alcanzar los resultados específicos que necesita.
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Ensayando una definición Llegados a estas alturas y siendo conscientes de que al hacer definiciones podemos recortar la realidad, es que recién nos atrevemos a ensayar una con la intención de puntualizar y ordenar las reflexiones realizadas sobre el líder y el desarrollo humano integral. “El líder es la persona humana que sabiéndose parte de una comunidad, asume su vocación de servicio y por ello discierne prudentemente y comunica con creatividad los mejores medios para alcanzar el bien común, recogiendo el mejor aporte de cada uno, dirigiendo y coordinando el esfuerzo de todos en un ambiente de confianza”. La estructura de nuestra definición es la siguiente: Ÿ
Identidad del líder: es una persona humana.
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Su vocación y misión: el servicio comprometido a los demás.
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La virtud más importante: en general todas, pero para ejercer liderazgo es la prudencia.
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La actitud que lo caracteriza: ser creativo y buen comunicador.
Ÿ
Su objetivo en la vida: el bien común.
Ÿ
Las habilidades que tiene: recoge ideas, dirige y coordina.
Ÿ
El fundamento de su autoridad: la confianza, es confiable y sabe confiar.
Persona humana: Al ser el líder una persona humana, comprendemos que su naturaleza es la raíz de sus motivaciones más profundas, también tomamos consciencia de la necesidad del desarrollo humano integral por medio de la virtud y la adquisición de habilidades. El mejor líder es aquel que trabaja incansablemente por ser mejor persona humana. Su vocación y misión: el líder es una persona situada, por lo tanto es parte de una comunidad y vive en un determinado contexto histórico cultural, con sus desafíos, sus peligros y oportunidades. El líder naturalmente se siente cuestionado por la realidad y descubre en su interior un llamado único e irrepetible a poner al servicio de los demás los dones recibidos. El sentido de vocación y misión conduce al compromiso, se trata de un compromiso generoso y desinteresado. La virtud de la prudencia: el líder virtuoso se hace leal y confiable, pero siendo la toma de decisiones una de las funciones más importantes para quien guía a un equipo, la prudencia será la virtud a la cual el líder deberá prestar una especial atención.
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La actitud que lo caracteriza: una persona que se desarrolla integralmente descubre su vocación al servicio y experimenta entusiasmo, por lo tanto se hace sumamente creativa para buscar las mejores alternativas prácticas a las decisiones dictadas por la prudencia. El entusiasmo y la creatividad son los mejores ingredientes para la comunicación eficaz. El bien común: el desarrollo de una comunidad no se construye a partir de experimentos o teorías arbitrarias sino sobre la base de las auténticas necesidades del ser humano. A esto responde el pensamiento social católico cuando habla de bien común. La idea de bien común nos permite discernir el sentido de los diversos liderazgos que han aparecido en la historia. Una acción que no busca el bien común o que usa los medios equivocados para alcanzarlo es una acción imprudente y deslegitimiza al líder. Habilidades para el liderazgo: existen muchas, pero las que aparecen como las más necesaria para guiar a otros son las de recoger aportes, dirigir y coordinar. Se trata de procesos ordenados, que teniendo una metodología nos ayudan para alcanzar el bien común. La confianza: como ya hemos comentado, todo líder ejerce autoridad, y la confianza, es el fundamento de la auténtica autoridad ya nos libera de la tiranía o de la anarquía. Cuando el líder se hace confiable por sus buenas intenciones y altos desempeños se gana fácilmente la adhesión de las personas que persiguen sus mismos objetivos y se le hace más fácil construir relaciones interpersonales sólidas. Para terminar, sólo nos queda decir que esta definición es en el fondo un resumen de lo dicho a lo largo de todo el libro. Lógicamente no es ni la única ni la mejor, pero sí un llamado sincero a que otros autores profundicen en los temas de liderazgo teniendo como base la identidad de la persona humana y el desarrollo integral que necesita.
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