UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA El carácter siempre permutable de las configuraciones de imágenes, en el atlas Mnemosyne, señala por si solo la fecundidad heurística y la sinrazón intrínseca de tal proyecto. A la vez análisis acabado (pues Mnemosyne no utiliza en total más que un millar de imágenes, realmente muy pocas en una vida de historiador del arte y, más concretamente, en un archivo fotográfico como el constituido por Warburg con sus colaboradores Fritz Saxl y Gertrurd Bing), y análisis infinito (pues siempre podremos encontrar nuevas relaciones, nuevas “correspondencias” entre cada una de las fotografías). Warburg, sabido es, colgaba las imágenes del atlas con pequeñas pinzas en una tela negra montada en un bastidor -un “cuadro”, vaya-, después tomaba una fotografía o mandaba que la tomasen, obteniendo así una posible “mesa” o lámina de su atlas, después de lo cual podía desmembrar, destruir el “cuadro” inicial, y volver a comenzar otro para deconstruirlo otra vez. Esta es, así pues, nuestra herencia, la herencia de nuestra época. Locura de la deriva, en cierto sentido: mesas proliferantes, desafío ostensible a cualquier razón clasificadora, trabajo sisífico. Pero en otro sentido, prudencia y saber: Warburg comprendió bien que el pensamiento no es asunto de formas encontradas, sino de formas transformadoras. Asunto de “migraciones” (Wanderungen) perpetuas, como gustaba decir. Comprendió que incluso la disociación es susceptible de analizar, remontar, releer la historia de los hombres. Mnemosyne lo salvaba de su locura, de sus “¡deas huidizas”, tan bien analizadas por su psiquiatra Ludwig Binswanger. Pero, al mismo tiempo, sus ideas continuaban “brotando” útilmente, cual imágenes dialécticas, a partir del choque o de la relación de las singularidades entre sí. Ni desorden absolutamente loco, ni ordenación muy cuerda, el atlas Mnemosyne delega en el montaje la capacidad de producir, mediante encuentros de imágenes, un conocimiento dialéctico de la cultura occidental, esa tragedia siempre renovada -sin síntesis, por tanto- entre razón y sinrazón o, como Warburg decía, entre los astra de aquello que nos eleva hacia el cielo del espíritu y los monstra de aquello que vuelve a precipitarnos hacia las simas del cuerpo.
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federico soriano Textos 2014-2015
16 Herencia de nuestro tiempo: el Atlas Mnemosyne GEROGES DIDI-HUBERMAN en Atlas, ¿cómo llevar el mundo a cuestas?, MNCARS, Madrid, 2010.
No resultaría difícil, parafraseando las fórmulas de Ernst Bloch en Herencia de esta época, considerar la forma atlas -al igual que el montaje del cual provienecomo el tesoro de imágenes y pensamientos que nos queda de la “coherencia derrumbada” del mundo moderno. Desde Warburg, no sólo el atlas ha modificado en profundidad las formas -y por ende, los contenidos- de todas las “ciencias de la cultura” o ciencias humanas, sino que ha incitado además a gran número de artistas a repensar por completo, en forma de compilación y de remontaje, las modalidades según las cuales se elaboran y presentan hoy las artes visuales. Desde el Handatlas dadaísta, el Album de Hannah Höch, los Arbeitscollagen de Karl Blossfeldt o la Boite-en-valise de Marcel Duchamp, hasta los Atlas de Marcel Broodthaers y de Gerhard Richter, los Inventaires de Christian Boltanski. los montajes fotográficos de Sol LeWitt o bien el Album de Hans-Peter Feldmann, toda la armadura de una tradición pictórica hace explosión. De este modo, lejos del cuadro único, encerrado en sí mismo, portador de gracia o de genio -hasta en lo que denominamos obra maestra-, algunos artistas y pensadores se han aventurado a bajar de nuevo, digámoslo así, hacia la más simple aunque más dispar mesa. Un cuadro puede ser sublime, una “mesa” probablemente nunca lo será. Mesa de ofrenda, de cocina, de disección o de montaje, depende. Mesa o “lámina” de atlas (dícese plate en inglés o lámina en español, pero el francés table, lo mismo que Tafel en alemán o tavola en italiano, posee la ventaja de sugerir cierta
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