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Siempre vamos a ser tu y yo
“Lo que estás haciendo, solo te dañará a ti, no es lo correcto”, esas palabras resonaron en la cabeza de Álvaro, ya no estaba seguro de su decisión, tan solo quería dejar de pensar, incluso deseaba no sentir nada, así, no tendría que soportar la tristeza, el dolor y a la vez la ira y el odio; lágrimas salían de sus ojos marrones, el viento azotaba su negro cabello; estaba parado en el balcón de su casa, era de noche, una noche fría y tranquila, pero en la cabeza de Álvaro había una gran batalla, la cual parecía no tener un final, el siguiente día era muy importante para él, pues el día siguiente sería martes 1 de julio… Álvaro no dejaba de pensar en su hija, era 26 de junio, el cumpleaños de la pequeña Sofía, una de las personas que más amaba, había planeado hacerle una pequeña sorpresa, una pequeña cena y un regalo, él le había dicho a su esposa, Laura, que todo estaría organizado por él, así que, apenas salió del restaurante en el que trabajaba, pues Álvaro era cocinero, comenzó a preparar todo; iba de aquí para allá en su automóvil, comprando lo necesario, aunque ya solo le faltaba las velas, necesitaba ocho exactamente, ya que esa era la edad que su hija cumpliría. Cuando llegó a su hogar, el cuál no era muy grande, pero tenía espacio suficiente para su familia; decidió cocinar el pastel y la cena, de repente, escuchó su teléfono sonar, pensó que seguramente Laura estaría llamándolo, pero se sorprendió cuando el número era desconocido… Laura salía de una casa agarrando la mano de su hija Sofía, la cual estaba muy emocionada por su cumpleaños, traía su rizado y rojo cabello agarrado en una cola alta, a Laura no le gustaba ver a su hija con los pelos en la cara, a pesar, de que Sofía tenía el mismo cabello que su madre, el cual era muy difícil de peinar; Laura estaba muy cansada, había recorrido cinco casas, ya que, era diseñadora de interiores, y al final del día ella terminó muy agotada; Sofía había acompañado a su mamá desde que salió de la escuela, eso era una rutina, estaba totalmente acostumbrada. El semáforo dio la señal para que pudieran cruzar, eran ya las ocho de la noche, no había ni un solo carro por esa zona, pero Laura, era una mujer a la que gustaba seguir las reglas, así que esperó el momento adecuado para caminar al otro lado. -Y casi pierdo, pero logré esquivar la pelota en el último momento. –Le dijo Sofía a su madre. Laura estaba a punto de contestar cuando sintió una luz resplandeciente cegarle la vista, pudo abrir un poco los ojos y descubrió que se trataba de un automóvil, su cerebro reaccionó rápidamente y empujó a su hija lejos de
ella, apenas lo hizo, sintió un fuerte golpe en su costado derecho, seguido de muchos más, notó que su piel tocó algo frío, y su cabeza se impactó contra el suelo, oyó un pitido muy fuerte, y luego todo se volvió negro. Sofía logró poner las manos para que su cara no se chocara en la dura superficie de la calle, pero al hacerlo sus manos se rasparon y empezaron a sangrar, se paró rápido del suelo y vio a un carro de color azul detenerse un poco más allá de donde ella estaba, luego giró la cabeza y la escena que divisó la dejó horrorizada, su madre yacía en medio de la calle inmóvil, cerca de su cabeza había un charco de sangre, y seguía aumentado, temió lo peor, ya sabía lo que podía pasar, podría perder a su madre y la sola idea la paralizó, su vista se nubló por lágrimas que se amontonaban en sus ojos marrones. Del auto se bajó un hombre alto y moreno, que, al ver a Laura inconsciente, sacó su teléfono temblando y sudando, el terror se reflejaba en su rostro; todavía temblando llamó a una ambulancia, él sabía las consecuencias que el último suceso le traería, pero le preocupaba más la vida de la mujer; su mirada fue a parar en Sofía, la cual arrojaba lágrimas a borbotones, sin embargo, no se movía, lo único que hacía era llorar desesperadamente. –¿Estás bien?, mi nombre es Eduardo. –Le dijo el hombre a la niña, arrodillándose ante ella para quedar a su misma altura. –¿Mi mamá estará bien? –Preguntó ella sin dejar de mirar a su madre, su voz apenas salió de su garganta. -Yo… no lo sé. –No tuvo oportunidad de decir algo más, ya que, llegaron dos ambulancias seguidas por la policía, las sirenas sonaban a todo volumen, y en el lugar se armó un gran bullicio. Álvaro se limpió las manos en el delantal que llevaba puesto, cogió su celular y contestó la llamada, después de unos segundos dejó caer el celular, no lo pensó dos veces, cogió las llaves de su auto y de la casa lo más rápido que pudo, y salió directo al hospital. Mientras conducía, sentía su corazón latir a toda velocidad, la noticia del accidente de su esposa taladraba sus nervios, no quería perderla, ella era muy importante, una parte esencial de su vida, se negaba a perderla. Álvaro estaba sentado con su hija en brazos, ya era sábado 28, la incertidumbre inundaba su mente, quería mantenerse positivo, trataba de mantenerse fuerte, por su hija, extrañaba ver la sonrisa que ella tenía, la pequeña solo lloraba desde que el accidente ocurrió, apenas comía, y no se separaba de su padre. Sofía no quería separarse de su padre, pensaba que, si lo hacía, le sucedería
lo mismo que a su madre, quería que todo fuera como antes, deseaba abrazar a su madre, reír juntas, deseaba que el dolor se acabara, que volvieran a hacer las cosas juntas. Álvaro se levantó, aun marcando a Sofía, al ver que el doctor a cargo de Laura seacercaba. -Lo lamento tanto… -Dijo el doctor, Sofía despertó en ese instante, pero no se movió, se mantuvo escuchando. –su esposa… no pudo resistir, y lamentablemente… murió. –Para Álvaro el mundo se detuvo, se petrificó al instante, no sabía cómo reaccionar, no creía que esa noticia fuera cierta, debía de estar soñando, esto no debería haber pasado, y después de esa enorme tristeza, vino una ola de odio, quería destruir a ese hombre, el que causó el accidente, era un asesino, ese hombre le arruinó su vida, y no quería quedarse de brazos cruzados, lo único que deseaba, era que ese hombre sufriera tanto como Álvaro en esos momentos. El domingo 29, hubo el velorio de Laura, Álvaro estuvo muy ocupado, lo cual era beneficioso, así no se concentraba en sus sentimientos, además que ya le darían la condena a Eduardo, eso de alguna manera le daba satisfacción, pero a la vez se sentía intranquilo, como si algo le pesara, aunque, le restó importancia; Sofía no quiso asistir al velorio, para ella era demasiado dura la situación, así que, Álvaro respetó su decisión. Después del velorio, Álvaro se reunió con su abogado en su casa, y descubrió que Eduardo recibió tan solo un año de prisión, eso hizo perder los estribos a Álvaro, la sangre le hervía del enojo, era una injusticia para él, por eso, averiguó si no podían aumentar la condena, el abogado le informó que máximo podría aumentarle tres años más, con todo, Álvaro decidió darle su respuesta decisiva el 1 de julio, ya que, todavía tenía que organizar el entierro, que tendría lugar al día siguiente. Luego del entierro, habló con Cecilia, una mujer de setenta y dos años, la cual era gran amiga de Álvaro y Laura; después de conversar un rato, con mucha nostalgia, Álvaro le contó sus planes de venganza contra Eduardo. -Lo que estás haciendo, solo te dañará a ti, no es lo correcto. –Le dijo Cecilia antes de despedirse. Álvaro pensó mucho en esas palabras, ya no estaba seguro de su decisión, no sabía que elegir, la venganza o el perdón, no llegó a decidir, y después de acostarse en su cama, se durmió. Después de dejar a Sofía en su escuela, ya era martes 1 de julio, Álvaro se dirigió hacia la cárcel donde Eduardo estaba, ya se había decidido, por fin, sentía que de alguna manera era lo correcto, aunque su corazón seguía herido por el dolor constante de la muerte de Laura; cuando llegó le pidió a un oficial que le permita ver a Eduardo, este no se lo negó.
-Señor, por favor, le suplico que… -Eduardo comenzó a hablar apenas había visto a Álvaro, su voz sonaba rasposa y desesperada, estaba un poco demacrado, con la piel pálida y unas enormes ojeras bajo susojos. -No digas nada. –Le interrumpió Álvaro. –Yo… te… perdono. –Y, sin darle tiempo a Eduardo para que contestase, salió del lugar sin pensarlo, cuando estuvo de nuevo dentro de su automóvil se permitió pensar, lo que había hecho parecía una locura, ¿por qué perdonar a alguien que le había hecho tanto daño?, no estuvo seguro, pero pudo sentir que estaba en paz, el dolor y la tristeza seguían ahí, sin embargo, sintió como si una piedra hubiera sido quitada de su corazón, sentía tranquilidad, y, sobre todo, sintió que una mancha que había en su corazón fue limpiada. –Cecilia tenía razón. – Susurró para sí mismo.
Fin.