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El beso de la lluvia y el sol

Capítulo 1

La noche estaba fría, la lluvia golpeaba con delicadeza la ventana y las gotas caían como lágrimas mientras la luz de la luna las tocaban como diamantes desparramándose por el vidrio. Mi lámpara alumbraba el estante de los libros que había leído durante toda mi vida, me gustaba aquel de pasta azul con dibujos de constelaciones, Gardenia. Cuando me pierdo en mis pensamientos y caigo en la oscuridad de mi subconsciente, recuerdo que en una de sus dedicatorias está escrito: “Para ti, que vuelas como una mariposa dorada en alguna parte. ¡Abre las alas, pero no vueles lejos!’’. Ese libro es la razón por la que me encantan las mariposas, al lado de él están los libros de Geografía e Historia, los que mi madre algún día compró para mi cuando era pequeño y la escuela me tenía en su poder llevándome a ser uno de los mejores estudiantes desde niño. Mi taza de café media llena me acompañaba mientras leía los parámetros de mi universidad para poder aprobar los exámenes finales y obtener mi título. Casi lo estoy logrando, meses y años, días y noches sin dormir, sin salir del departamento de la gran ciudad que me tenía atrapado entre sus enormes edificios y lujosos automóviles. Todo se vería reflejado el instante en que me convierta en el arquitecto más importante de todo el país. Mi universidad queda a menos de 10 minutos a pie de mi departamento. Es 17 de abril, el último día para presentar los últimos documentos que se requiere para poder aprobar el proyecto final de todas las carreras que están por graduarse. No quiero presumir, pero soy uno de los mejores estudiantes que tiene mi carrera de Arquitectura. Inmensas razones desbordan el porqué de mi pasión por ella. Mi bufanda color café castaño y mis lentes nuevos me acompañan junto con mi mochila en la que llevo la estructura de mi último proyecto. Las autoridades propusieron que cada estudiante debe presentar una maqueta con una estructura adecuada a construirse en áreas rurales, en el campo, al aire libre y que pueda beneficiar a los pobladores y el entorno. Mi idea es básica pero original. Espero que mi propuesta les agrade a mis autoridades y me aprueben el boceto para poder viajar al lugar que me vio nacer, al bosque encantado lleno de mariposas con un sol que calienta más que el de verano. Entro por la enorme puerta de la Universidad que da espacio a varios edificios lujosamente adornados de vidrios resplandecientes, camino hasta el edificio de ciencias y subo hasta el penúltimo piso, contando que es un edificio de 11 pisos. Se ve sumamente solitario, es comprensible puesto

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que siempre llego con media hora de anticipación. Cierro mis ojos y pienso en todo. Lo único que me alejó de mi hogar fue el querer ser alguien más que solo un ser humano. Nunca pensé que podría extrañar el lugar en el que no quería estar, decidí salir del pueblo en el que yo vivía y llegar a la gran ciudad para poder ser más que un niño que jugaba con el lodo y hacía carritos de madera al lado del arroyo. Y ahora después de tanto tiempo voy a volver a ver a mi madre, mi hermosa madre y la enorme granja que mantuvo a mi familia desde que mi padre murió cuando tenía apenas 7 años. Regreso a la realidad cuando veo al rector de toda la universidad al frente mío llamándome por mi nombre con una mirada algo confundida. -Youseff Villamar, me han dicho que usted es el mejor estudiante de toda la clase. Mis felicitaciones hacia su persona. Abro los ojos aún más por la sorpresa y lo miro estrechándome la mano con su corbata y su terno muy bien planchado mientras me sonríe con entusiasmo. -Un gusto saludarle señor William, me ha sorprendido con su visita hasta este edificio. -El que se ha sorprendido he sido yo, ¿Qué hace usted tan pronto en la Universidad? Me han dicho que la puntualidad es una de sus virtudes y ahora lo compruebo. Extendió su mano a lo que yo le entregué la carpeta de color celeste que tenía dentro el boceto de lo que sería mi examen final. -Su creatividad no deja de sorprender a los profesores, y ahora me ha sorprendido de forma total. Es usted un genio señor Villamar. Un pozo de agua dulce que pueda derramar agua sin necesidad de sacarla gracias al sistema mecánico, junto con pequeñas piletas a su alrededor para que los animales del pueblo se acerquen a beber y las personas puedan obtener el agua por los grifos automáticos en la parte superior. -Acompañado de un cielo faldero como techo que pueda brindar sombra y cobijar de la lluvia. Además de ser el nuevo atractivo turístico de mi pueblo, señor. No podía distinguir si era asombro o expectativa, había algo en su mirada que me intrigaba, pero dejé que me adulara, jamás esperé que el rector de mi universidad me estrechara la mano y quedara maravillado con lo que pensé que sería una maqueta más de tantas que hago. El misterio se terminó cuando entraron dos de mis maestros que saludaron de forma seria al rector y se acercaron con cautela a observar las hojas que habían

dentro de la carpeta y la maqueta que llevaba en mis manos. El señor William tomó un esfero de tinta azul de su bolsillo, firmó la carta de aprobación y me lo entregó, me devolvió el apretón de manos y se fue a la sala de juntas acompañado de los maestros que iban llegando. Me quedé ahí parado, los vi alejarse hasta que mi cerebro puso en realidad lo que había pasado. Mi proyecto estaba aprobado y no solo por profesores si no por el mismísimo rector de la Universidad “LOS ALFAS” que era la mejor Universidad de Escocia, teniendo su cede en Edimburgo y siendo parte de la cadena de mejores Universidades a nivel mundial. Mi día comenzó de la manera más inesperada. Bajé las escaleras viendo a un montón de estudiantes caminando por toda la universidad, crucé el campus y llegué a la salida. Todo estaba hecho. Pronto regresaría con mamá, pronto estaría en mi hogar.

Capítulo 2

Me recosté sobre mi cama y sentí como Rafael, mi gato, subía por mi pecho a hacerse bolita sobre mí, acaricié su espalda con mi mano y miré el techo. Había pegado muchas estrellas que brillaban en la oscuridad, también había pegado algunos de mis dibujos más significativos en el techo. Mi creatividad no tenía límites, observé todo a mi alrededor y me di cuenta que en esa habitación, yo podía sentirme libre sin miedo a que me juzgue nadie. Tenía mi lámpara de Winnie Pooh, mis cortinas que al abrirlas se revelaba la imagen de Michael Jackson, mi mesa que había pintado de muchos colores que parecían manchas de pinturas y la hacían ver divertida, el taburete que había comprado en una carpintería a un viejo señor que me lo diseñó a mi gusto. Todo en esa habitación tenía algo peculiar que no lo tenía otro objeto del mismo tipo. Estaba totalmente seguro que no me dejarían entrar con un gato muy bien vestido dentro del autobús, así que compré un transportador de gatos y lo camuflé para que pareciese que es otra de mis maletas, por suerte Rafael no era tan grande así que me fue fácil ingeniármelas. Salgo del edificio no sin antes despedirme del recepcionista que era buen amigo mío. Camino hasta la estación de autobuses. No camine mucho puesto que estaba muy cerca. Antes de entrar, metí a Rafael dentro del transportador de gatos en la maleta y fui directo hasta la parada del autobús que decía Edimburgo. Saqué el ticket que había comprado ayer después de salir de la universidad, lo pasé por la máquina que reconoce los tickets, al dar luz verde caminé hasta estar dentro del autobús y busqué mis asientos. Había reservado dos

asientos, uno para mí y el otro para poner las 3 maletas que tenía. Me percaté que aún no hubiera tanta gente dentro del autobús y saqué a Rafael de la maleta. Le dije que no maullara. Creo que me entendió por lo que se limitó a seguir durmiendo sobre mi regazo mientras yo me recosté para mirar la ventana del autobús. Serían 3 horas desde Edimburgo hasta Callender. Así que podría relajarme y pensar en todo lo que haría en mi pueblo. Entraron unas pocas personas hasta que el autobús se puso en marcha. Para mi suerte, casi nadie ocupaba los asientos y más aún los de la parte de atrás. Miré mi reloj y sería un largo viaje desde las 3pm hasta las 6pm. Me limité a observar por la ventana. En 3 horas estaría en mi hogar, el que tanto extrañaba.

Capítulo 3

El sol tocaba las colinas, el autobús se había detenido en el semáforo. La brisa entraba por mi ventana y me golpeaba suavemente la mejilla. El autobús avanzó unos cuantos metros y entró por una enorme entrada. Se estacionó junto a otros autobuses y el conductor tocó una campana en señal de que el viaje había terminado. Los pocos pasajeros tomaron sus maletas y salieron. No me molesté en esconder de nuevo a Rafael, después de todo ya no podían hacer nada por ver un animal descendiendo de un autobús. Entonces la vi. Allí estaba mi madre. Parada delante de una camioneta negra, buscando con la mirada. Nuestros ojos se cruzaron y alcancé a ver cómo sonreía mientras sus ojos se volvían cristalinos. Estaba al otro extremo de la calle. Por lo que bastaría con cruzarla y podría estar en sus brazos como cuando era pequeño y la veía esperarme fuera de la escuela. Y así fue. No había tantos autos por lo que crucé lo más rápido, me paré frente a ella. Estaba más baja, llevaba esa chaqueta que tanto le gustaba, me recorrió la cara con la mirada y me acarició la mejilla con sus suaves manos. -Hola, mamá. -Fue lo único que logré decir sin estallar en llanto. -Mi pequeño. Estás tan cambiado. Abrázame para sentir si tu cariño por mí también ha cambiado. La abrace en cuanto terminó aquella frase. Sin duda me sentía en mi lugar favorito. En mi hogar. Y esos abrazos habían sido mi hogar desde que tengo memoria. Nos apartamos porque sintió el quejido de Rafael, estaba siendo aplastado, pero como pronto vio a mi madre, saltó a sus brazos y se acurrucó con ella.

-Es un hermoso compañero, ¿Cómo se llama? -Rafael. -Como tu padre. Ahora que lo pienso, te pareces mucho a él cuando era joven. Tan atractivo y alto como él. Solo se limitó a sonreír y a despeinarme con su mano libre el cabello. Seguimos por el camino y cruzamos unas cuantas calles. Yo lo recordaba totalmente vacío. Sin casas al rededor a no ser las enormes granjas que estaban muy distanciadas. Ahora esas granjas eran depósitos de alimentos para abastecer el pueblo y sus departamentos se habían convertido en locales de diversión, en restaurantes o cafeterías que quedaban muy bien con la pinta del lugar. Mi casa también había cambiado. La entrada estaba rodeada de flores rojas que se tejían armando una especie de cobija que cubrían todas las paredes. Había un letrero que decía “Granja de los Álamos” y detrás de él, un camino de piedrecitas que guiaban a la enorme granja, que tenía más pinta de mansión que una humilde granja. Mamá me guio hasta la puerta y entramos. Se sentía un aroma a café y a desinfectante de fresa. Por dentro no había cambiado mucho. Todos los muebles seguían en su mismo lugar. Los candelabros estaban colgados en el techo y ya no había necesidad de usar velas. Las lámparas eran un lujo más en la casa. Dejé a Rafael en la cocina, tome su cama que había empacado en mi maleta y la dejé en el pasillo que unía mi habitación y la de mi madre, estaba casi seguro que no dormiría en ella, pero por si acaso la dejé ahí. Ahora estaba libre, quería sentir esa cama que esperaba en mi habitación así que lo único que hice fue buscar en mi mochila unos pantalones cortos, me los puse y me metí en las suaves cobijas de la cama. No tenía frío por lo que me dejé sin camiseta, al contrario, estaba acalorado, el ambiente era más caluroso aquí. Estaba empezando a volver a amar este lugar. Miré el techo y ya no estaban mis estrellas fosforescentes, pero miré la ventana y allí estaban las estrellas de verdad dispersadas en medio de una hermosa luna llena que brillaba como nunca. Y en el más imprevisto segundo, me quedé dormido.

Capítulo 4

Unos sonidos raros se escuchaban a lo lejos, cada vez más cerca. Eran como una orquesta de violines, unos más finos que otros, cuando escuché un silbato en mis orejas. Desperté de un salto y abrí los ojos muy rápido. Un pequeño pájaro se había metido en mi habitación y no podía salir, por lo

que se chocaba contra los vidrios de la ventana cubierta sin poder encontrar la que estaba descubierta. Me levanté y abrí toda la ventana que era automática para mi sorpresa, el petirrojo salió disparado y se juntó con sus otros amigos en el árbol que había en la parte trasera de mi casa. Algo más rugió, era mi estómago. Tenía hambre, demasiada. Así que bajé a la cocina, opción que tomé sin ni siquiera pensarlo. Cuando estaba en la puerta de mi cocina me asusté al ver otra figura que no era mi madre. Había una joven peli negra vestida como si fuera un leñador que preparaba un jugo en mi cocina, bueno, en la cocina de mi madre. Estaba de espaldas por lo que se volteó y al verme, soltó el vaso de jugo que tenía en sus manos y se quebró en el piso. Tomó rápidamente una cuchara de palo inmensa y me apuntó al pecho. -¿Por qué robas en un lugar tan prestigioso y por qué ni siquiera traes ropa apropiada para cometer un acto mafioso como este? -¿Perdona? -Me da pereza llamar a la policía del pueblo, así que yo misma acabaré contigo. Dijo la chica que tomó otra botella de vidrio de la mesa y me apunto con las dos cosas a la vez. -Estás loca, ¿Quién te crees tú para tratarme así? -Yo trabajo y hasta vivo aquí, se nota que eres extranjero. Ahora sal por tu voluntad o te partiré esta botella en la… No terminaba de decir la frase cuando mi madre lanzó un grito al vernos pelear a esa chica loca vestida de granjero y a mí que no llevaba nada más que mis pantalones cortos y sandalias de conejito. -¡Ágata, baja eso ahora mismo! - Gritó mi madre y la chica dejó la cuchara que medía medio metro y la botella de vidrio sobre la mesa mientras me lanzó una mirada algo confundida pero retadora. -¿Qué te pasa Youseff? ¿Por qué asustas a Ágata de tal forma que tengo que escuchar gritos y amenazas desde mi habitación? ¡Qué manera de comenzar el día! Youseff, necesito hablar contigo. Acompáñame, y Ágata, él es mi hijo del que tanto te hablé. -Dijo con un tono serio y volví a ver a la chica, estaba completamente impactada al escuchar que era hijo de la señora con bata blanca que caminaba deprisa hacia lo que parecía el estudio de la casa. -Me volví a casar. Escuché y mi cabeza, mis neuronas y todo lo que había ahí se quedó inmóvil.

-Youseff, me volví a casar. -Dijo mi madre mirándome como si tuviera miedo de lo que yo podría hacer. -Creo que está bien. -¿Qué? -Siento que está bien mamá. Siento alivio al saber que tú estás contenta, siento paz por saber que tienes a alguien más que solo yo para contarle tus chistes malos y tus recetas maravillosas de cocina. A todo esto, ¿Quién es? ¿Y por qué no me contaste nada de tu boda, mamá? -La universidad te ha tenido como un esclavo que ama con pasión lo que hace. No vi necesario molestarte, después de todo ya te enteraste. Y hablando sobre él, está aquí, ha acabado de llegar. Dijo y salió en dirección a la sala para saltar a los brazos de un hombre fortachón, que la abrazó y la levantó en el aire haciéndolos ver como la pareja perfecta. Terminaron la escena romántica con un beso y luego nos regresaron a ver a mí y a la chica que aún seguía en mi casa, seguía espantada y seguía mirándome con indiferencia. -Buenos días, Youseff. Mi nombre es Julián Montenegro, un gusto por fin conocerte. -Qué tal, señor Julián. -Pronuncié extendiendo la mano y estrechando la suya en un saludo de personas adultas. -Puedo decir que estoy completamente feliz de encontrar a una dama como tú madre. Créeme que he sido tan feliz como un niño con un juguete nuevo estos últimos años. La vida me ha vuelto a premiar. -¿Cuál ha sido su primer premio, señor Julián? -Dije con un poco de curiosidad, sabía que diría algún trofeo o un hacha de oro que haya ganado en algún concurso, pero quería escuchar esa respuesta así que deje que me respondiera. -Mi hija, Ágata.

Capítulo 5

Al decir eso mi corazón lo tomó por sorpresa, al instante los dos cruzamos miradas pero solo fueron eso, miradas. Mi madre nos ordenó que nos vayamos a cambiar puesto que en la tarde almorzaríamos en un restaurante del pueblo. Al atardecer, Salí de mi habitación y bajé para salir con mi madre en la camioneta del señor Julián. Esa chica rara estaba otra vez ahí, pero ya no llevaba la misma ropa sucia que hoy en la mañana. En su lugar se había colocado un vestido floreado con pequeños vuelos en los filos de las mangas y unos zapatos casuales. Su cabello estaba adornado de una diadema de estrellas y tenía aretes

enormes que la hacían ver jovial y elegante. Al parecer se había bañado. Lo que no cambiaba era su mirada de indiferencia con su seño fruncido. Me miraba como si aún no asimilara que yo también era el dueño de mi casa. No sé si ella lo era, tendría que hablar sobre todo eso con mamá. Pero Ágata parecía estar de mal humor con mi presencia. A mi no me molestaba, me hacía gracia que una chica como aquella hiciera muecas para subir al auto, copié sus movimientos y me senté tratando de alejarme lo más posible de ella. Le seguí la corriente cuando me miraba chueco y tome la misma actitud que ella hasta llegar al famoso restaurante de la plaza. Mi mamá hablaba con el señor Julian sobre un espacio para poder realizar mi práctica y al parecer mi padrastro tenía la idea perfecta para que yo pudiera llevarlo a cabo. Llegamos al famoso restaurante, pedimos nuestra comida y la devoramos. No había dicho nada más hasta que terminé de comer al mismo tiempo que Ágata, ella había pedido unas papas fritas con ensalada de tomate. Creí que iba a pedir cosas saludables, pero luego pidió a su padre que le comprase alitas de pollo con más papas fritas. Era impresionante por qué a pesar de tener tanta comida había acabado muy rápido. El señor Julián se dio cuenta que los dos habíamos llenado nuestro estómago así que hizo ademán para que su hija le haga caso. Se levantó de la mesa y me miró fingiendo una sonrisa. -¿Qué te parece si damos un recorrido por las afueras? Después de todo necesitas recordar y conocer el lugar. -Dijo y yo quede impactado. No le tenía miedo, pero le tenía desconfianza. Miré a mi madre algo confuso y ella asintió con la cabeza, por lo que me levanté, volví a agradecer por la comida y la seguí. Salimos del restaurante y caminé a su lado mientras ella miraba distraídamente los autos, tenía unos ojos hermosos, de cerca no parecía tan malvada. -¿Extrañas a tu padre? Y todos los muros de protección que habían estado formándose en mi defensa se destruyeron. Escucharla decir eso era como volver a abrir una herida que costaba cerrar. Pero quise responderle, dentro de mí sentía que ella necesitaba escuchar mi respuesta. -No mucho. Extrañar es más que recordar y sobre todo, más que sufrir. Porque puedes tener el lindo recuerdo de una maestra de la escuela o de un viaje que has hecho. Pero, echar de menos va más allá. Echar de menos es volver a encontrarnos frente al vacío que nos dejó esa partida. Y es muy

difícil de llenarlo otra vez. -Lukas Selbuck -No me digas que has leído ese libro. -Gardenia, si no me equivoco. Escrito por Lukas Selbuck. Es una de mis frases favoritas. Y me quede atónito. Esa chica había leído mi libro favorito y recodaba la frase que más me había impactado. Quien diría que una joven como ella me llenaría de intriga y emoción a la vez. No hacía mucho que sabía de su existencia y estaba comenzando a interesarme. De pronto ya no estaba a la defensiva, de pronto, y como si fuera tan repentino, sentí un cosquilleo en mi estómago. Y ella caminó como si nada, jugando con su globo y moviendo su cabello al compás del viento. Guiándome hacia el lugar al que debía llevarme. Dejándome con las dudas de cómo es que sabía cosas tan ocultas sobre mí. Y fue entonces, como todo comenzó.

Capítulo 6

-Es aquí donde quería traerte. -Este espacio sería Perfecto para levantar mi proyecto. -Y es aquí donde lo vas a hacer. Había dicho Ágata caminando siempre delante de mí. No recuerdo cuanto habíamos caminado desde el restaurante, pero estábamos a una gran distancia. Era el lugar que había visto con mamá al llegar al pueblo. Un espacio adecuado para lo que tenía en mente. E incluso estaba ubicado en un buen punto siendo en la plaza central. No sabía muy bien a qué jugaba Ágata, puesto que hacerme ilusiones con mi proyecto y luego jugarme una broma sería de muy mal gusto. -Mi madre era la dueña de este lugar, cuando murió mi padre pasó a ser el dueño legítimo de todo esto. Poco a poco cuanto más se iba poblando, más personas quisieron comprar pequeños pisos de esta plaza para poner sus tiendas. Esto ayudo mucho a la población. Mi padre se quedó con una cuarta parte del terreno. Soltó y se formó un silencio que no era incómodo entre los dos. Le agradecí y volvimos a caminar a la casa. Estaba oscureciendo así que nos apresuramos. Hablamos uno del otro en el camino, esa chica me pareció muy interesante. -Se suponía que la caminata de hoy era para explicarte que vivo aquí hace cuatro años, que cumplí los 18 hace 2 meses, que estoy muy feliz de que hayas vuelto con tu madre y que mi plato favorito son los camarones.

¿Alguna duda? -¿Tú color favorito? -Youseff, ¿Así te llamas verdad? -¿Yo soy tu color favorito? -Es la aguamarina intensa con tonos azules oscuros. -Dijo una voz muy gruesa detrás de mí. Era el señor Julian que llegaba con mamá a su lado con un ramo de flores azules. Ágata saludo a su padre y a mi madre, me miró por última vez para regalarme una sonrisa y me susurró al oído. -Te veo mañana señor arquitecto de la era griega. Luego abrió la puerta de la casa, entró y no la volví a ver. Me quede con mi madre y el señor Julián agradeciéndoles por el lugar en el que construiría mi trabajo. Les dije que no tenían que molestarse a lo que el señor Julián me felicitó por estar a punto de acabar una carrera. A la mañana siguiente, estaba terminando de comprar el material de construcción, el cemento era la base primordial para todo esto. El señor Julián quería ayudarme por lo que estaba esperándome en la plaza central. Todos los quintales de arena, de piedra y otros materiales estaban en la parte de atrás de la camioneta de mi madre. Me la había prestado para comprar todo lo que necesité, encendí el auto y me dirigí hasta la plaza central. Salí de mi casa lo más temprano posible para no toparme con Ágata, necesitaba despejarme de tantas cosas raras que mi cabeza imaginaba, si a algo le tenía miedo era a lo que yo me imaginaba. Porque quería que todo lo que imagine, se haga realidad. Era muy caprichoso así que mejor dejar esos pensamientos de lado y trabajar en lo que en verdad me interesa. Estos días estaba avanzando de manera considerable mi proyecto, podría decirse que la base de todo estaba construida, tenía buenas expectativas y las personas que pasaban se admiraban cuando les explicaba todo lo que quería hacer. Me devolvían el favor de convertirlo en un espacio turístico con unas sonrisas y yo seguía en mi trabajo. Todo iba de maravilla y de acuerdo a lo que planificaba para cada día. El dinero que invertía en materiales, gasolina para la camioneta y comida para los trabajadores entre algunas otras cosas lo ponía yo de mis ahorros de toda la vida. Quería que ese dinero salga de mis manos y de lo que yo había reunido durante toda mi vida. Mi madre se opuso hasta que tuve que explicarle a mi modo. El dinero no estaría perdido y lo podría recuperar cuando empiece a trabajar de verdad con mi título. Me sentía bien y capaz de todo.

Había terminado de determinar algunos detalles en mi libreta para el siguiente día cuando escuché que alguien tocó mi puerta. Me levanté a abrir la puerta cuando vi a Ágata arrimada a la pared esperando a que yo la deje pasar. Estaba con un bonito pijama con diamantes dibujados y su cabello hermosamente desordenado. Se sentó en mi cama y apoyo sus piernas sobre la almohada, no sabía qué hacía, pero cerré la puerta y volví a mi escritorio a seguir haciendo lo que me faltaba. -¿No descansas? -Todos los días sin falta. Respondí lo más serio posible, no quería que viera que me intimidaba tenerla cerca de mi mirando lo que escribía. Así pasamos la noche, hablando el uno con el otro como si nos conociéramos de toda la vida. Creo que sin conocer ese sentimiento, estaba empezando a amar su compañía y su risa. Hasta que una cosa llevó a otra.

Capítulo 7

Se levanto y camino directo donde mí, dudo un poco, pero terminó haciendo lo que su mente maquinaba. Se recostó sobre mí haciendo que encajáramos perfectamente bien sobre mi sillón. Posó su cabeza sobre mi pecho y colocó sus brazos alrededor de mi cuello. -Abrázame por favor. La escuché decirlo como si u voz colgara de un hilo. Creo que yo también necesitaba uno de esos abrazos en los que las almas se tocan con intensidad y los cuerpos se quedan inmóviles por algunos minutos. Me atreví a hablar, quería saber el porqué de todo lo que estábamos haciendo. El porqué de su decisión tan repentina. Ella sabía que me tenía en su poder, pero no sabía si yo la tenía a ella. Me tiene colgando de una cuerda floja. -¿Estás jugando conmigo? Me miró y solo soltó una suave sonrisa, al instante me besó y sentí todo lo que los cuentos de hadas habían narrado. Entonces lo comprendí, ella era para mí. Un amor a primera vista. -Te quiero, Youseff. -Te quiero mucho más, hermosa mía. Y sus ojos se cerraron, su cuerpo descansó sobre el mío mientras la volví a abrazar. Me sentí feliz, había encontrado a mi sueño hecho realidad. La había encontrado a ella y jamás me separaría. Quería tenerla sonriendo siempre y esa sería mi promesa.

-Te prometo ser más feliz de lo que te imagines, te prometo amarte, mi dulce Ágata. Le susurré y sentí como su respiración salía por su nariz. La contemplé una vez más hasta que mis ojos se cerraron y se dispusieron a descansar. Un fuerte olor a quemado entraba por mi nariz, mi cerebro captó que era una amenaza por lo que inmediatamente me desperté. Abrí los ojos y noté que Ágata estaba sudando mucho, que su respiración cada vez estaba más lenta y su pecho ya no se movía para absorber el aire. Mi vista era tan débil y borrosa que lo único que pude ver fue un montón de luces amarillas entrando por mi habitación, mis oídos escuchaban gritos a lo lejos pero no comprendía qué sucedía. Hasta que todo mi cuerpo entró en razón. Había fuego, todo se estaba quemando y mi habitación estaba completamente llena de humo, la puerta se había caído por lo que las llamas entraban más rápido. Ágata y yo seguíamos acostados, me levanté con toda la fuerza del mundo, pero estaba muy débil. No podía respirar y no dejaba de toser, Ágata no se levantó, no tosía ni tampoco hizo ademán de moverse. Entré en alerta, ya no se movía y al parecer no lo había hecho desde que nos acostamos. Salté sobre ella y la tomé en mis brazos, la cargué estando aún muy débil. La única salida era mi ventana. Aún con la ventana borrosa, logré ver un hombre vestido de bombero que estaba sobre una escalera en mi ventana. Le di a Ágata y ese hombre la cargó. Escuché que gritó que había dos heridos y que mandaran refuerzos. Lo único que vi fue a Ágata colgando de sus brazos, quería que la salvaran. Necesitaba que ella esté bien por lo que mi cuerpo se desmayó en cuento la solté. Caí sobre el suelo de mi habitación y una sombra de un bombero levantándome fue lo último que vi hasta que cerré mis ojos por completo.

Capítulo 8

Desperté y mis ojos se encontraron con paredes blancas, una ventana que no era la mía y una camilla en la que estaba yo con ropa de hospital. ¿En dónde estaba? Mis ojos empezaron a buscar a Ágata, no estaba. Ya no estaba a mi lado, y mi desesperación creció. -¡ÁGATA! ¡ÁGATA! Grité lo más fuerte que pude, lo único que escuchaba era el pitido de la máquina que controlaba los latidos de mi corazón. Uno tras otro cada vez más seguido. Al instante entró una enfermera que trató de calmarme, pero yo ya estaba en pánico, no sabía dónde estaba Ágata y lo único que quería era tenerla a

mi lado. -Señor, por favor. Cálmese. Decía la enfermera, pero yo no comprendía, al ver que no había respuesta volví a gritar con más desesperación. Al instante entró mi madre y corrió a abrazarme, estaba llorando. Mi madre estaba llorando mientras me abrazaba para que yo me calme. -¿Dónde está Ágata, mamá? Me miró y sus ojos se llenaron de muchas más lágrimas, sus labios no eran capaces de articular palabra alguna, sus manos temblaban y su mirada se encontraba desgarrada. -¿DÓNDE ESTÁ ÁGATA? Volví a gritar y dos enfermeras más entraron, estaban a punto de ponerme un sedante cuando el señor Julián entró a la habitación. También tenía los ojos rojos, abrazó a mi madre y tomó mucho valor para decirme lo que tanto temía. -No lo logró. Dijo y mi mundo cayó en miles de pedazos. Mi alma se trozó en millones de fragmentos y mi corazón dejó de latir por unos segundos. No podía estar pasando. Me niego a creerlo, ella hace unas horas me estaba sonriendo y contándome sobre su amor por mí. Hace unas horas que nos dijimos te quiero y hace unas horas que le juré amarle toda mi vida. -Mamá dime que no es cierto, por favor mamá te lo suplico. Mis lágrimas empezaron a caer, mis mejillas se tornaron como ríos y mis manos tomaron las de mi madre con fuerza. Ágata no podía... Ágata tenía que estar bien. Necesitaba verla. Quería verla y comprobar lo que el señor Julián acababa de decir. -Quiero verla. Dije y traté de bajarme de la camilla, pero el señor Julián era más fuerte que hasta me mantuvo en la camilla mientras yo lloraba como un niño desconsolado. Intenté zafarme, pero no pude, mi voz solo gritaba el querer verle, pero no tenía respuesta. Hasta que mi cuerpo se tornó más débil que tuve que recostarme sobre mi almohada. Ágata no podía estar muerta, ella no. Ágata debía estar aquí. -No está aquí. Dijo mi madre después de que me tranquilicé, si no estaba en el hospital, ¿Dónde estaba? -Quiero estar con ella mamá, llévame con ella te lo ruego. Supliqué. Imploré y pedí con todas mis fuerzas. El señor Julián parecía

tener muchas cosas que decirme, así que mis ojos débiles buscaron respuesta en los suyos. -Ágata está en el cementerio, Youseff. Hace tres semanas que falleció. Habló el señor Julián con una mano en mi brazo y la otra en la de mi madre, una lágrima tras otra, un sollozo tras otro y una mirada de desconsuelo fueron lo que mis ojos miraron en su rostro. -Llevas inconsciente más de tres semanas, hace tres semanas que ocurrió el incendio. Dijo mi madre, quien me miró y agachó la mirada, retrocedió junto con las enfermeras. Mi alma estaba muerta, todo estaba muerto para mí. Eran horas las que habían pasado, horas en las que la escuché decirme que me quería desde la primera vez que me vio hasta hoy. Horas en las que me dijo que era un chico nervioso. Ya no tuve fuerzas, mi cuerpo simplemente se quedó inmóvil. Ya no pataleaba ni tampoco intenté salir de mi camilla. -Quiero estar solo. Hablé y las enfermeras salieron, no sin antes colocarme el sedante. Mi madre me miró y el señor Julián estaba de espaldas mirando la ventana. Se dio vuelta, tomó a mi madre y salieron para dejarme solo en la habitación. Ya no sentía nada, las mariposas habían muerto. Dentro de mi había un cementerio de emociones, mis ojos lloraron hasta que se quedaron secos, miré por la ventana y ya no estaba el sol, ese sol que ella amaba. Miré a la ventana y al parecer era más del medio día. Todo se había acabado, empezó a llover cada vez con más intensidad. El efecto del sedante estaba dejándose ver, poco a poco me sometí a un sueño profundo. Pero mi mente no dejaba de repetir que todo se había terminado. Que el amor de mi vida, estaba muerto.

Fin.

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